Ediciones FUNDECEM / Testimonios merideños

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TESTIMONIOS MERIDEテ前S

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

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TESTIMONIOS MERIDEÑOS

Carlos César Rodríguez

Testimonios merideños (2da edición)

Mérida - República Bolivariana de Venezuela Noviembre de 2013

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

Testimonios Merideños © Carlos César Rodríguez © FUNDECEM Gobierno Socialista de Mérida Gobernador Alexis Ramírez Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida - FUNDECEM Presidente Pausides Reyes Unidad de Literatura y Diseño FUNDECEM Ever Delgado / Angela Márquez / Juan Jorge Inglessis Editor Gonzalo Fragui Portada Fotografía: Mauricio Rodríguez Depósito Legal: LF49120139003271 ISBN: 978-980-7614-04-7

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Testimonios de Carlos César Rodríguez

En 1958 dos Césares llegaron a Mérida, el mismo día, a la misma hora, en el mismo avión: Carlos César Rodríguez y César Rengifo. Venían invitados por la Universidad de Los Andes. El primero fundaría la Facultad de Humanidades y Educación, y el segundo estaría al frente de la Dirección de Cultura. De Carlos César dijo después el escritor ecuatoriano-venezolano Alfonso Cuesta y Cuesta: “Carlos César Rodríguez llegó a Mérida de repente, como llega el buen tiempo”. El agua clara. Con este libro, Testimonios Merideños, el poeta Carlos César Rodríguez viene a realizar un sueño de don Mariano Picón-Salas, quien un día le dio al poeta el título de “Merideño y albarreguista honorario”. Don Mariano se preguntaba si no valdría la pena que, en lugar de tantos discursos retóricos, se reuniese una antología de los testimonios de aquellos geógrafos y viajeros que se enamoraron del incomparable paisaje de la comarca merideña. Esta es la segunda edición de un libro que fue publicado inicialmente por Ediciones Solar, en el año 1996, pero que ahora se reedita de manera ampliada, porque se incluyen nuevos autores y sobre todo, (algo que no tenía ]5[


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la primera edición), poesía a la ciudad, específicamente a sus ríos, poemas de Ramón Palomares, Gonzalo Patrizi y del mismo Carlos César, con un epígrafe del Génesis, como para que no quede duda de que estamos en presencia del Paraíso, que dice: “De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se dividía y se formaban de él cuatro brazos”, que perfectamente podrían ser el Milla, el Mucujún, el Albarregas y el Chama. Dice Carlos César en el Prólogo: “Páginas románticas. Diarios de viaje. Descripciones. Proclamas épicas. Observaciones sociológicas. Leyendas. Tradiciones. Epístolas familiares. Críticas y elogios a la universidad y a la iglesia. De todo ha habido en esta montañosa viña merideña (…) Y como la ciudad estaba además en camino real, con frecuencia la visitaban viajeros de los países más lejanos. Llegaban con el cansancio de la jornada, descansaban con la belleza de la Sierra y por la noche pagaban, a la luz de la lámpara, el tributo literario: alababan la meseta, los páramos, la nieve; alababan la bondad del clima y el rumor del Albarregas; alababan el lento tiempo provinciano, bueno para el estudio y las labranzas; alababan la inteligencia de sus gentes y la fantasía de sus nieblas… Sí. Desde el comienzo Mérida recibió, con terribles excepciones, el alivio balsámico del elogio”. Testimonios Merideños forma parte de un proyecto testimonial, por llamarlo de alguna manera, del poeta Carlos César Rodríguez, quien ha compilado testimonios de tres lugares, tres ciudades venezolanas, de su mayor afecto: Mérida, con Testimonios Merideños, Barcelona, con Testimonios Barceloneses, y Calabozo, con Testimonios Calaboceños (aún inédito) para abarcar (o abrazar) así a toda Venezuela: una ciudad de montaña, otra del llano y otra del mar. ]6[


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Este libro es un acto de amor, de agradecimiento, de un poeta, como correspondencia al don de la hospitalidad de una ciudad. Se agradece al llegar a un lugar. Tal vez ese lugar agradezca la llegada nuestra. Quizá él nos hospede para siempre. Por eso el poeta invita con Don Tulio: “Poetas, venid a Mérida”, vengan todos, pero vengan con la bondad del poeta. Un acto de agradecimiento lo fue también la Cantata que César Rengifo, antes de marcharse de Mérida, escribiera a María Rosario Nava, donde pone en boca de la heroína merideña unos versos para su hijo que, aún herido, prefirió marchar al lado del Libertador, y para todos los hijos de Mérida, incluyendo a su nuevo hijo adoptivo, Carlos César Rodríguez: ¡Mi hijo es un jardín de tréboles y olivos! Es como el Albarregas: ¡Sonriente y decidido! En una madrugada, cuando los frailejones abren entre la niebla sus transparentes soles, lo tuve… Esta ciudad cantaba en sus campanas… En mi pulso fundíanse versos y oraciones, porque era madre al fin y mi tierra tranquila su semilla entregaba… FUNDECEM se complace en publicar esta segunda edición de Testimonios Merideños, compilado y organizado por el poeta Carlos César Rodríguez, “una personalidad lírica excepcional que será inolvidable dentro del quehacer poético venezolano presente y venidero”, según el decir de otro escritor ecuatoriano-venezolano, el poeta César Dá]7[


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vila Andrade. Agradecemos a Carlos César Rodríguez el amor por Mérida, le deseamos salud, ahora que ha cumplido 91 años, y esperamos, con don Mariano, que Mérida y los merideños sepamos recompensar los desvelos que el poeta le ha dedicado. Pausides Reyes Presidente de FUNDECEM

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París: 12 de Marzo de 1960 Señor don Carlos César Rodríguez, Mérida. Querido amigo: A medida que me pongo viejo y nuestro mundo venezolano parece tornarse más charlatán, no entiendo la Poesía sino como suma depuración, suma simplicidad, como en ese poema suyo titulado “El Girasol”. “¿Quién cortó este girasol que está flotando en el aire?”. Esto sólo lo puede decir un niño o un poeta. Ud. ha hecho mucho más que “redimir el follaje” ¡Qué falta nos hacen en Venezuela los redentores del follaje! Ud. está logrando la clara y pequeña perfección de la flor. Como merideño no puedo sino celebrar aquello de que “toda la noche el río se desveló cantando al lado de mi casa”. Esto, merideñamente, significa que el Albarregas sigue cumpliendo su función entre bucólica y humanista, de despertar a los poetas. Me entusiasma saber que Ud. se ha convertido en merideño y albarreguista honorario. Reciba por el hermoso libro mis más efusivos parabienes. Y que Mérida sepa guardar y recompensar los desvelos que Ud. le dedica. Si necesita algo de esta tierra francesa no deje de decírmelo. Le mando por correo ordinario las últimas cosas mías reunidas en libro. Un buen abrazo para Ud. y un saludo nostálgico para la Sierra, los colibríes merideños y el Albarregas. En materia de ríos, lo prefiero al Chama, violento y devastador como un antiguo Jefe civil. Su viejo compañero, Mariano Picón-Salas. 16 Rue Pomereu París XVI

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A Carlos y Roberto, merideテアos en vida y muerte.

A Viki, que me ayudテウ a organizar estas pテ。ginas.

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Prólogo a la primera edición Quizás el Padre Basilio Vicente de Oviedo inicia en el siglo XVIII la lista de aquellos geógrafos y viajeros que se enamoraron del incomparable paisaje de la comarca merideña. Continúa la lista hasta hoy con nombres como los de Codazzi, Reclús, Sievers, Laverde Amaya, Madame Roncajolo, Alfredo Jahn, Samuel Darío Maldonado, Raymond Crist. ¿No valdría la pena que en lugar de tantos discursos retóricos en que los venezolanos derrochamos palabras, oídos y tiempo, se reuniese para el venidero cuatricentenario de Mérida, una antología de dichos testimonios? Mariano Picón Salas, 1954

La historia cristiana de Mérida comienza con una página de antropofagia. La dictó el analfabeto Francisco Martín el seis de julio de 1533 al escribano Juan de Villegas, sexto abuelo de Bolívar, en la tierra caliente del bajo Chama. Martín venía de Coro, de Maracaibo, de Valledupar, y al intentar la vuelta al Lago para abreviar el regreso, cayó en un laberinto de selvas. Lo salvaron los indios, lo cambiaron por un águila de oro, lo casaron con la hija de un cacique, lo enseñaron a curar con humos, soplos y bramidos, y lo incorporaron al comercio del masato y la sal. Olvidaba decir que Martín fue el primero en escalar estos páramos, pues con su regreso a Coro comenzó a rodar entre los españoles la leyenda de las Sierras Nevadas. ] 13 [


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La segunda página es del catorce de octubre de 1558. La escribió Juan Rodríguez Suárez para justificar la ciudad prohibida que él fundó más acá de Lagunillas y trasladó de inmediato al pedestal de la meseta: Mérida. No sería la suya una Carta de Relación, pero en algo debió parecérsele. Esta geografía coronada de nieve aventajaba al “muy feliz reino” de Nueva España, donde brillara el mayor de sus paisanos extremeños: Hernán Cortés. Aquí había tantos edificios como en Roma y sus esteras eran las mayores del Reino. Y para pregonar tanta maravilla, “mandó y no consintió escribir a ningún soldado cartas sin que se les traxese a ver a registrar y aún rompía las que no estaban a su provecho”, porque Rodríguez Suárez mandaba y se hacía obedecer. Las cartas se perdieron, pero los soldados confirmaron los elogios en el Proceso que se le abrió a su capitán: porque la tierra “es fértil de comida y se darán los ganados en ella”, “porque se han de acrecentar los reales quintos de su majestad” y “se han de hacer indios cristianos”, “porque se come sal de la mar e se contrata e se espera que habrá muy buen puerto”, porque hay minas de oro, porque el Lago está a doce leguas y la mar a cuarenta. Faltan, desde luego, por no ser materia de declaraciones judiciales, las referencias a la belleza del paisaje. Con la incursión de Maldonado en la Gobernación de Venezuela, viene un nuevo argumento: porque “El Tocuyo dicen que está a treinta leguas de dicha ciudad o treinta cinco a lo más largo, donde se puede meter gran cantidad de ganado y muy barato”. La tercera página, la del 12 de febrero de 1559, es de Juan de Maldonado, el feroz enemigo de Rodríguez Suárez. La ciudad es todavía tan pequeña que cabe en cual] 14 [


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quier rincón de la meseta, y Maldonado le tacha el nombre y la alindera con palabras precisas: “Está este asiento de ranchería a el pie de una sierra nevada encima de una sabana cabe un río algo caudal que parece descender de las dichas sierras”. Y para adueñarse de los derechos del “primer ocupante”, la recrea más arriba con nombre traído de la vecina Trujillo: Santiago de los Caballeros. Pero el tiempo le devolvió a la ciudad su nombre de pila y le reservó el “de los caballeros” como complemento de cortesía. Sí. Desde la conquista, Mérida impuso a sus visitantes el tributo de la palabra escrita. Lo pagaron, en buena prosa, los cronistas, los que vinieron y los que la vieron por la ventana de las primeras crónicas. De aquí salieron, en letra firme y clara, los informes geográficos exigidos por la metrópolis. Alguien encuentra en cada día merideño las cuatro estaciones de la lejana Europa. Alguien recuerda el odio genésico de Cerradas y Gavirias que por dos siglos partió en mitades irreconciliables la vida medieval de la ciudad. Al salir para Trujillo, alguien invoca el espíritu épico de la Guerra a Muerte. Otro piensa que si Ecuador montara tienda aparte, Mérida debería ser la capital de la Gran Colombia. Otro registra la tradición oral del obispo sepultado largos años por el “terremoto desengañador” de 1812. Otro escucha en una hacienda local la patética historia de Leona Leyba y Mateo Luzano, los amantes de Mérida. Otro descubre el espíritu plural del paisaje que va del Lago a la Sierra. Otro describe la travesía espeluznante de las Laderas de San Pablo, cerca de Estanques, por el escarpado camino de rocas que se asomaba en vértigo sobre el Chama. Otro corrige en plena serranía el diabólico Camino de los Callejones que iba de Las Piedras a Barinas la Vieja. Otro adelanta la primera hipótesis geológica de la ] 15 [


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cordillera. Otro desanda hasta Quito la ruta Lima-Caracas que un viajero del siglo XVIII había recorrido con botas de siete leguas. Otro atesora en sus cartas las impresiones de la ciudad serrana. Otro nos muestra por dentro la biblioteca del fugaz y legendario obispo Torrijos. Otro adelanta un cuarto de siglo el bicentenario de la Universidad para celebrarlo con el del Seminario… Páginas románticas. Diarios de viaje. Descripciones. Proclamas épicas. Observaciones sociológicas. Leyendas. Tradiciones. Epístolas familiares. Críticas y elogios a la universidad y a la iglesia. De todo ha habido en esta montañosa viña merideña que de una vez comenzó a brillar en el campo de la educación. Aquí abrió sus puertas en 1628 el silenciado Colegio de los Jesuitas, de vida y fama sesquicentenaria. Aquí fundó el Canónigo Uzcátegui una escuela pública para cien alumnos en 1783 y otra en Egido de Artes y Oficios para ambos sexos en 1787. Aquí alcanzó renombre el Seminario de San Buenaventura sembrado por Lora en 1785 con el nombre camuflado de “casa de educación”. Y aquí nació en 1810 la primera universidad republicana de Latinoamérica: La Universidad de Los Andes. Y como la ciudad estaba además en camino real, con frecuencia la visitaban viajeros de los países más lejanos. Llegaban con el cansancio de la jornada, descansaban con la belleza de la Sierra y por la noche pagaban, a la luz de la lámpara, el tributo literario: alababan la meseta, los páramos, la nieve; alababan la bondad del clima y el rumor del Albarregas; alababan el lento tiempo provinciano, bueno para el estudio y las labranzas; alababan la inteligencia de sus gentes y la fantasía de sus nieblas… Sí. Desde el comienzo Mérida recibió, con terribles excepciones, el alivio balsámico del elogio. ] 16 [


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Pero el tiempo se fue llevando ese baúl de los recuerdos, bueno para la ciencia y la ficción. Tenía razón don Mariano, el hijo mayor de la ciudad. Recobrar los dispersos testimonios de estas tierras vertebradas por el Chama, darles la forma de las nubes de ayer, que Dios sabe cómo eran, sería un buen regalo para Mérida ayer, hoy y siempre. Carlos César Rodríguez

Mérida, junio de 1995

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ツ。Venid, poetas, venid a Mテゥrida! Tulio Febres Cordero

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FRANCISCO MARTÍN España, s. XVI-Bogotá

Soy Francisco Martín el desdichado, cursado bien en tragos de la muerte. Juan de Castellanos

Francisco MARTIN. La extraordinaria experiencia de Francisco Martín (1531-1533), con nota preliminar de Juan Friede. Boletín histórico (Fundación John Boulton, Caracas) (7): 32-46, en’ 1965.

El 9 de junio de 1531, Ambrosio Alfínger, primer gobernador de Venezuela, emprendió su segunda jornada hacia el valle del río Magdalena […] Los indios de estas regiones eran poseedores de buena cantidad de oro, de manera que muy pronto los expedicionarios obtuvieron un crecido botín […]. Alfínger […] resolvió enviar a Coro una parte del botín recogido […]. Como caudillo del pequeño destacamento de treinta hombres […] iba el capitán Iñigo de Bascuña, gran conocedor de la comarca […]. Entre la soldadesca iba Francisco Martín, asimismo antiguo conquistador. […] Con el propósito de acortar viaje, Bascuña resolvió emprender camino por una ruta diferente de la que los cristianos habían tornado a la ida. Quería evitar el rodeo por el Valledupar y atravesar el territorio situado al sur de la laguna de Maracaibo, para dirigirse directamente a Coro […]. El destacamento y el oro nunca llegaron a Coro, perdiéndose en la selva y muriendo todos los participantes, salvo Francisco Martín […]. ] 21 [


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Sobre la extraordinaria experiencia de Francisco Martín existe el relato que él mismo dio el 6 de julio de 1.533, ante el escribano Juan de Villegas, cuando fue encontrado por los cristianos […]. Debido a la atroz hambruna que muy pronto los acosó, se sucedieron varios casos de canibalismo, cuyas víctimas fueron los indios que acompañaban a los cristianos. […] [Martín] habitó entre los indios Pemeos por más de un año en la provincia de Xumara, situada en las vertientes de la montaña (La Culata o La Sierra del Norte). Fue en esta región en donde fue hallado por los cristianos, siendo ya tan dado a los usos y costumbres de los indios, que difícilmente fue reconocido por sus antiguos compañeros. Es cierto que Francisco Martín se declaró dispuesto a vivir en adelante como cristiano […]. Sin embargo […] no cumplió su promesa. Por dos ocasiones consecutivas se fugó de Coro para volver a la tribu y unirse con su mujer india, de la cual tuvo descendencia. La primera vez lo llevaron a Coro por la fuerza. La segunda, fue capturado y enviado a España ante el Consejo de Indias. Sólo mucho tiempo después, ya viejo, se avecindó en el Nuevo Reino de Granada, donde terminó sus días. Este es un ejemplo más de una aculturación “a la inversa”. Juan Friede.

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DOCUMENTO En Tierra Firme, a veinte y ocho días del mes de julio de mil y quinientos y treinta y tres años, en presencia de mí, Juan de Villegas, escribano, llegamos con el señor Pedro de San Martín, Capitán General y Justicia Mayor de Campo que quedó de muy magnífico señor Ambrosio de Alfínger, Gobernador y Capitán General de esta Provincia por Sus Majestades, a un pueblo que se llama Maracaibo de Bugures, que es en la provincia de Xuruara, que es antes de llegar a las sierras de los Comunery, y en el camino encontramos un cristiano que se llama Francisco Martín, que había venido con el capitán Gasconya de Pauxoto, el cual venía desnudo en carnes y con un arco y flechas y un dardo y las barbas peladas y el cabello cortado y un calabazo de cal que se dice coporo y su hayo y los dientes negros de la misma forma y manera que andan los indios. Al cual, por saber que se había hecho del dicho capitán Gasconya y gente que con él había venido y del oro y de todo lo demás que les había sucedido, Esteban Martín, Maestre de Campo, tomó y recibió juramento del dicho Francisco Martín en forma, el cual juró de decir verdad en todo lo que le haya sucedido desde que partieron del gobernador, y lo que dijo es lo siguiente: Dijo que después que el capitán Casymires los dejó, entraron aquel día en pueblos de los Topeyes y en cuatro días atravesaron las sierras, que son pobladas de Topeyes, que son muy pocos y tenían muy poca comida. Y pasadas las dichas sierras, que las pasaron todas sin caminos por un río abajo, (y) vinieron a los llanos de hacia la Laguna, y desde el primer día que los dejó el dicho Casamires (sic) repartieron el oro y lo traían en mochilas ] 23 [


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por falta de indios, y así prosiguieron el dicho río abajo por no hallar otro camino ni otra vía mejor, sin hallar cosa ninguna que comer, si no eran algunos palmitos amargosos, en los cuales quebraban y quebraron las espadas, por los cortar. Andando por el dicho río abajo, hallaron el río hondo, y por falta de camino y por haber mucha maleza y los cristianos muy flacos y cojos y venir descalzos y cargados, acordaron de hacer dos balsas y en ellas se echaron el río abajo, y el oro en las dichas balsas, y caminaron más de una legua en ellas y dieron en bajo que no las pudieron allegar a la tierra. Y con la resura de agua, dieron con ellas en los bajos adonde se desbarataron las balsas y se perdió la carga de oro que traía Juan Montañés. Y, así salieron el dicho Gasconya con toda la gente a irse por el río abajo, y Juan Floryan y Martín Alonso y Pedro de Utrera no quisieron desamparar su balsa, sino irse en ella el dicho río abajo, y en ella anduvieron hasta obra de legua y media, y allí se juntaron otra vez, y hallaron a Pedro de Utrera echado, que estaba junto a una punta de la sierra que barloveaba1 por el río. Y para ir adelante fueles forzado subir a la sierra para volver al dicho río y Juan Floryan y Martín Alonso, por la mala disposición de Pedro de Utrera, se metieron en la balsa para doblar el dicho pico de sierra, y el capitán y cristianos encumbraron la sierra y durmieron aquella noche en la cima. Y otro día, bajando la sierra, toparon un indio que había ido en la balsa con los cristianos y venía llorando diciendo: “Volvámonos, que están allí muchos indios que han muerto los tres cristianos”. Y desde que esto vio el 1

De abarloar.

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capitán, se asentó en la ladera de la sierra hasta que llegó toda la gente que consigo llevaba. Y llegados platicaron sobre donde irían, y acordaron de bajar al dicho río y ver lo que había sucedido. Y así fueron, y llegados a la ribera del río (y) hallaron a Juan Floryan muerto con muchos flechazos, y buscando a los otros dos cristianos, hallaron el sombrero de Martín Alonso lleno de sangre y no hallaron otra cosa ninguna. Y no se detuvieron allí cosa ninguna, sino por el rastro de los indios que iban por la vera del río, y mucha sangre, por sus pisadas anduvieron hasta que fue de noche. Y durmieron en la dicha ribera y mataron un perro que era del licenciado De la Muela y lo comieron. Y otro día por la mañana comenzaron a caminar y caminaron todo el día hasta la noche por el río abajo y durmieron a la vera del río. Y otro día por la mañana caminaron todavía por el río abajo, y siendo medio día y siendo fatigados y trabajados de hambre, de hacer camino con los pedazos que llevaban de las espadas, se sentaron todos a la redonda y tomaron el oro en medio y requirieron al dicho Gasconya que enterrase aquel oro, porque no lo podían llevar ni se osaban desmandar y cortar un palmito para comer, por amor de oro, y que enterrado, seguirían su camino y que si hallasen gente de paz volverían por él, y si nó, que si alguno se escapase díjese donde quedaba. Y el dicho Gasconya dijo que lo llevasen los que pudiesen y dejasen el río y atravesasen en demanda de Herina, que era la vía del norte. Y así lo hicieron y siguieron tras él con el dicho oro ocho días, y cada día le requerían que lo enterrasen. Y viendo ya que otra cosa no se podía hacer, enterraron el dicho oro al pie de un árbol, metido en cataures, en un hoyo, que lo señalaron de cortaduras en los árboles con los pedazos de las espadas. Y enterrado, dur] 25 [


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mieron allí aquella noche con el oro, comiendo palmitos, como hasta allí habían hecho. Y otro día por la mañana, por un arroyo que allí estaba donde enterraron el oro, caminaron por él abajo tres jornadas y acabo de ellas no hallaron palmitos que comer y hallaron muchas ciénagas y dieron la vuelta atrás, y durmieron fuera de las ciénagas y no cenaron porque no había palmitos. Y platicaron de lo que había de hacer. Y el dicho capitán quería atravesar hacia una sierra que se parecía que decía era la de Herina. Y aquella mañana amaneció el dicho Gasconya cojo de un grano en la rodilla y no podía andar, y la gente dijo que nó, sino que volviesen a donde estaba el oro y lo desenterrasen y se tornase al río donde habían muerto los tres cristianos y que allí lo enterrasen, y desde allí determinaría lo que habían de hacer. Y a él le pareció bien. Y tornaron donde estaba el oro y tardaron cuatro días, porque llevaban el dicho Gasconya cojo, y llegados descansaron allí un día comiendo palmitos, esperando tres cristianos que se llamaban el uno Juan Ramos, y Cordero y Juan Justo y su hijo de Cordero, que se habían quedado escondidos para ir por otro cabo. Y luego otro día, vino el dicho muchacho por el rastro y dijo que su padre y los otros habían muerto una india, que la llevaban y la habían comido y llevaban para el camino, y el dicho muchacho trajo un pedazo. Y en esto el capitán estaba muy malo de dicho grano y llamó al dicho Francisco de San Martín y a este testigo y a Antón Peligro y a Portillo y a Gámez que desenterrasen el dicho oro y ellos lo hicieron así, y de allí, a obra de un tiro de piedra, lo tornaron a enterrar al pie de un árbol más grueso que un hombre y medio y junto al arroyo juntero de una barranca bermeja, y en otros árboles junto con él dieron muchas ] 26 [


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cuchilladas y cortaron algunos árboles pequeños y en el dicho árbol no tocaron. Y enterrado, otro día por la mañana se partieron por el arroyo arriba que se iba a donde quedaba el gobernador, y siguiendo por el arroyo dos días, no pudiendo ya andar el dicho Gasconya del grano, se detuvo un rato de día allí y a la tarde tornó a caminar hasta que fue de noche. Y allí cortaron palmitos y durmieron allí aquella noche. Otro día por la mañana amaneció el dicho capitán muy malo del grano y Juan Montañés desmayado de hambre y traspasado, y no pudieron andar, se quedó allí. Donde aún poco, caminaron todo aquel día, y otro día siguiente se quedó Juanes Viscayno desmayado de hambre y de un flechazo que le habían dado a la venida en la sierra de los Topeyes; y todavía siguió su camino la vuelta del gobernador. Otro día por la mañana amaneció Francisco de San Martín, veedor, muy mal dispuesto, hinchada la cara. Y caminaron todo aquel día con él y con el capitán muy mal dispuesto. Otro día de mañana amaneció el dicho Francisco de San Martín ciego e hinchado todo y le dijo el capitán que anduviera poco a poco, pues que él iba también cojo, y dijo que en ninguna manera podía pasar de allí. Y allí se asentó y quedó, y ellos anduvieron su camino adelante hasta que fue noche. Y otro día comenzaron a caminar hasta mediodía, y a mediodía se asentó el dicho capitán a la vera de un arroyo y mandó a la gente [que] cortasen algunos palmitos para que comiesen ellos y él, y ellos así lo hicieron y los cortaron y comieron y le dieron a él. Y descansados un rato, le dijeron que anduviese hasta la noche y no perdiesen hora de andar, que no era razón. Y él, queriéndose levantar para caminar, no pudo y se asentó. Y ellos desde que ] 27 [


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lo vieron así, esforzaron, y pensando que se esforzara el dicho capitán, aguardaron allí aquel día hasta la noche, cortando palmitos. Y otro día de mañana, en amaneciendo, dijo el dicho capitán: “Ea, hermanos, andemos”; y todos empezaron a caminar quien más podía para alcanzar el palmito para comer, y el capitán se detuvo un poco en partir y se levantó de la hamaca y no pudo. Y no pudiendo, envió a llamar la gente y la gente volvió a donde él estaba el dicho Gasconya y junta toda: “¿Qué es esto, señor capitán, le dijeron, como no anda y se esfuerza a andar?” Y él dijo: “Hermanos, ya habéis visto mi voluntad y cómo no puedo, Por amor de Dios, que me aguardéis hasta mañana”. Y ellos lo aguardaron hasta tres días, y al cabo de ellos, como no había palmitos por allí alrededor, le requirieron todos muy reciamente que se esforzase y que anduviese, aunque no anduviese cada día sino un tiro de ballesta, para que hallasen palmitos. Y el dicho Gasconya dijo que no podía, como era ello la verdad. Para hacer caminar lo llevaban en brazos. Y viendo eso, todavía le aguardaron otro día, y viendo que no había qué comer, que se perdían, requirieron que anduviese, donde nó, que lo dejarían, como él dejaba a el que no podía andar, y como dejaría a ellos, no pudiendo andar! Y así dijo que no podía, y que porque ya lo dejaban y se iban, nombró a Portillo como alguacil que era, que fuese por capitán dellos. Y así lo dejaron allí y con él se quedo Cristóbal Martín, escopetero, y Francisco Centrado (¿) y Gaspar de Ojeda que quedaba muy al cabo, y ellos siguieron su camino. Y habiendo andado dos tiros de ballesta, vieron que no llevaban candela, y volvió Diego de Valdés y Antón Peligro donde estaba el capitán por la candela, y lo halla] 28 [


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ron al dicho Gasconya echado en su hamaca y quejándose de su grano, y al dicho Cristóbal Martín, abriendo un muchacho pacabuey, que había muerto, para comer. Y los dichos Valdés y Peligro tomaron fuego y los dejaron y se vinieron a donde ellos estaban aguardando, y les contaron lo que habían visto. Y ellos caminaron tres días hasta que llegaron al dicho río donde habían muerto el dicho Juan Floryan y los otros dos, y llegando este testigo muy malo de dos granos en la planta del pié, que no se podía tener. Y comenzaron a caminar hacia donde quedó el dicho Juan Floryan, y caminando aquel día, toparon el camino en el dicho río diez y ocho o diecinueve canoas [con indios] armados con sus arcos y flechas emplumados. Y estando los cristianos cortando palmitos para comer, oyeron los indios y saltaron en tierra con sus armas y fuéronse a ellos y llegaron junto a los cristianos hablando de paz y dieron a los cristianos todas las armas que traían y les dieron la comida que llevaban en las canoas, y ellos la tomaron y comieron y les señalaron como pudieron que fuesen por más comida y ellos lo hicieron así. Y allí se quedaron con los cristianos siete de ellos. Y estando aquellos siete muy seguros y contentos con los cristianos, les preguntaba Diego de Valdés, lengua, cada uno el que más sabía por Maracaibo y la Laguna y los dichos indios decían que estaban muy cerca de allí la Laguna donde los cristianos venían a rescatar maíz y que los llevarían allá en las canoas. Y luego aquella misma noche, estándolas esperando las canoas que habían de venir otro día con comida y los siete indios echados entre ellos velándolos, determinaron algunos cristianos mal sufridos, diciendo que las canoas vendrían con mucha gente para los matar, como habían muerto los otros tres cristianos: ] 29 [


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que era bien atar aquellos y llevarlos para comer por el camino. Y determinados se levantaron para los atar. Y los indios, como los sintieron a los cristianos, echaron mano de ellos, y ellos como tenían fuerza y los cristianos flacos, no tomaron más de uno y se fueron los seis. Y con temor que no viniesen los otros, porque aquello les darían mandato (¿), comenzaron a caminar con el dicho indio atado por la dicha sierra y, yendo a una media ladera de la sierra que se divisaba el río por donde las canoas habían de venir, estuvieron allí bien cuatro horas mirando si venían, y como no venían, determinaron de quebrar los arcos y flechas y se fueron y tomaron el dicho indio atado. Y este testigo se quería quedar allí, porque no podía andar de pié, y ellos le esforzaron y le tomaron por los brazos y le llevaron medio en peso y le abajaron a un arroyo que corría, que entraba en el río, y allí hicieron candela y mataron al indio y se repartió entre todos y los comieron, aunque las uñas y los huesos se comieron, y durmieron allí aquella noche y asaron de lo que quedó para el camino. Y se partieron de allí los cristianos y dejaron allí a este testigo, porque no pudo andar ni le pudieron llevar en ninguna manera. Y los cristianos se fueron y este testigo se quedó y de nalgas rastrando se bajó al río y estuvo allí sin ver indio ni cristiano seis días, y no comió sino un palmito y una palma. Y acabo de los días, estando cortando otro palmito, oyó una voz de cristiano diciendo: “Ea, cristianos”. Y este testigo le respondió, y de barriga, arrastrándose, bajó a la orilla del agua y vio de la otra banda al capitán Gasconya y Cristóbal Martín, a los cuales les preguntó por Gaspar de Ojeda y por Francisco que habían quedado con ellos, y ellos le dijeron que el dicho Ojeda luego se ] 30 [


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había muerto y que Francisco, su criado, allí estaba con calenturas. Y el dicho Gasconya le preguntó: “¿Qué es de los compañeros, como estáis solo?”. Y este testigo respondió: “Idos son por el camino por donde venís en busca de gobernador, y yo, como no podía andar, me quedé y se me come de gusanos el pie”. Y él le dijo: “Pues no podréis andar con otros ¿Qué determináis de hacer?”. Y este testigo le dijo: “Yo, Señor, en ninguna manera puedo andar si de barriga nó”. Y le dijo: “Quedaos, que si caso fuera que aportareis a la Laguna, contaréis lo que nos ha acontecido, que así haremos nosotros si allá aportáremos”. Y así fueron y le dejaron. Después de idos este testigo se tuvo dos días a la vera de aquel río. Y como se vio de todo perdido y que no podía ir a cortar palmitos, se encomendó a Nuestra Señora y tomó un palo y se echó por el río abajo. A mediodía en aquella tarde, a puesta de sol, llegó a unos ranchos viejos de indios, y desde allí vio humo y a gatas y de rodillas se fue hacia el dicho humo por una senda que halló en los dichos ranchos viejos hacia el humo de luego de dicho río. Y yendo por la senda le vieron los dichos indios y vinieron todos corriendo a él y le tomaron en brazos y le llevaron a donde estaban, que tenían dos ranchos nuevos a donde estaban con sus mujeres e hijos, y lo echaron en una hamaca y le dieron de comer de lo que tenían, y estuvo allí tres meses, poco más o menos, hasta que sanó del pie. Y después de sano, fueron allí unas canoas de La Laguna cargadas de sal a rescatar sal, y le vieron allí y conocieron ser de los Maracaibo. Y el entendiéndolos, aunque era poco, diciendo ellos que era cristiano de Maracaibo, les dijo que quería ir con ellos hacia su tierra a La Laguna. Y ellos dijeron que eran contentos de le traer. Y él, porque no ] 31 [


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le sintiesen los indios de los ranchos, a medianoche, estando los indios durmiendo, se echó a nado por el río abajo para aguardar allá las canoas. [Los] indios de los dichos ranchos, como le echaron [de] menos, le anduvieron a buscar, y como esto vieron los indios de las canoas que habían llevado la sal, se metieron en sus canoas y se fueron hasta que le alcanzaron y le tomaron dentro de las canoas y tardaron cuatro días hasta llegar a un pueblo de Quiriquiri que estaba armado sobre el agua en el dicho río en unas ciénagas, que no sabe como se llama. Allí le tuvieron un mes, poco más o menos, aquellos indios y vinieron otros indios de la tierra adentro en canoas por un río abajo a vender mazato a trueco de sal. Y viendo allí a este testigo, le compraron y dieron por el un águila, y el indio que le compró lo trajo en una canoa hasta dos jornadas de allí a un pueblo que se dice Maracaibo, de una generación que se llama Pemones. Y allí estuvo un año, poco más o menos, haciendo vida con los indios como ellos propios, haciendo las mismas ceremonias que ellos hacían, porque no osaba hacer otra cosa, que esto lo mandaron. Y asimismo le tuvieron cuatro meses en un bohío cerrado con dos indios físicos para avezarle a que fuese médico y él no quería. Y acabo de los cuatro meses los indios se salieron fuera del dicho bohío, viendo que no lo quería deprender y le quitaron la comida. Y él por no se morir de hambre y con temor de los dichos indios deprendió el dicho oficio, de manera que los indios le tenían por maestre mayor y ningún indio osaba curar sin se venir a examinar con él, y sus medicinas era bramar y soplar, echar el tabaco y la boca llena de cal y de hierbas, echando humazos con los tabacos. Y así con el oficio vivía con ellos y era tenido en mucho. ] 32 [


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Y durante este tiempo le ataron de pies y de manos por tres veces a un palo y algunos decían que lo matasen y otros que lo quemases y las dos veces tenían allegada leña para lo quemar. Y una india de la misma generación, principal, que era con quien él se echaba, que era su mujer de la dicha tierra de entre ellos, y le escapaba cada vez de muerte. Y le pelaron las barbas atado por muchas veces y le daban preguntas si era de los cristianos de Maracaibo y temiéndose, no lo osaba decir y decía que nó, sino decía que era de los pacabueyes de la generación, [de] donde había dejado al gobernador. Y con decir esto le desataban y le dejaban. Y así oyó decir cómo venían cristianos hacia el pueblo donde él estaba, por lo cual se ausentaron los indios del pueblo y le tornaron a cerrar de nuevo y preguntar si aquellas gentes que venían si eran de su generación, y él siempre negando, que nó sino que eran enemigos. Y viendo que los cristianos venían, [cada] salió con sus armas de indio, que eran arco y flechas y sus dardo y su coporo, y hayo. Y en el camino [se] encontró con los cristianos, a los cuales se fue y se dio a conocer y dio gracias a Nuestra Señora por cuanto bien le haya hecho, y así vino con los cristianos al dicho pueblo donde él estaba preso, que los indios estaban alzados, y los hizo venir de paz adonde la gente estaba, y allí se vistió como cristiano y dejó el hábito que traía de indio. Y pidió a mí, el dicho escribano, se lo diese por testimonio. Y luego el dicho Esteban Martín, Maestre de Campo, intérprete, en presencia de mi, el dicho Juan de Villegas, escribano, y ante los testigos suso escritos, dijo: que desde ahora en adelante mandaba y mandó al dicho Francisco Martín que no haga más de las ceremonias de los indios, ] 33 [


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sino que como buen cristianos se confesase, pues hay padre con quien lo hiciese, y se trajese como cristiano, pues lo era, so pena de muerte. Testigos, Antonio Prieto y Pedro de Limpias. Y luego el dicho Francisco Martín dijo que obedecía y obedeció al dicho mandado y que estaba presto de así lo cumplir y que lo que hasta allí haya hecho había sido por temor de los indios y no por ofender a Dios, sino para salvar su vida, y que en su corazón cada día se encomendaba a Nuestra Señora le dejase ver cristianos. Y todo lo pidió por testimonio. Testigos los sobredichos. Y yo, el dicho Juan de Villegas, escribano sobredicho, que todo lo que he dicho es en uno con los dichos testigos presente fui, y lo hice escribir según ante mi pasó, y por ende hice aquí este mi signo a tal. (Signo) En testimonio de verdad. Juan de Villegas. En Dueñas, a diez y ocho días del mes de agosto de mil y quinientos treinta y cuatro años, en el Consejo de las Indias de SS.MM. lo presentó Alonso de la Llama, en nombre de sus partes. Archivo General de Indias, Sevilla. Justicia. Legajo 1.003.

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GONZALO FERNANDEZ DE OVIEDO Y VALDES Madrid, 1478-1557

Gonzalo FERNANDEZ de OVIEDO y VALDES. Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. En: Venezuela en los cronistas generales de las Indias. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1962; t.I; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Es admirable al leer las páginas de Oviedo y comprobar la certeza de sus juicios y en general la correcta información de que casi siempre hace gala. Tuvo noticias de los propios actores del drama americano, pero también se valió de narraciones americanas. […] Sus juicios sobre las cosas de Venezuela revelan criterio sereno y juicio desapasionado. Se situó en un término aceptable para enjuiciar los sucesos. Su historia constituye una fuente sana de consulta. Carlos Felice Cardot ] 35 [


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Y él [Martín], por no morir de hambre y del temor de los indios, aprendió el oficio de aquella su medicina, de tal manera que los indios lo tenían por maestro mayor, y ningún indio osaba curar sin venir primero a examinarse con él. Así que, era protomédico, y alcalde y examinador mayor de los físicos, que el diablo tenía en aquella provincia y de sus arbolarios y oculistas y argebristas. Sus medicinas eran bramar y soplar y echar taco; y con este oficio vivía entre ellos y era tenido en mucho. Durante este tiempo le ataron de piés y manos a un palo por tres veces: algunos decían que lo matasen, y otros que lo quemasen, y dos veces tuvieron allegada la leña, para quemarlo. Y una india principal de la misma generación, con quien él había ayuntamiento y se la había dado por mujer, lo desató de entre ellos y le excusaba cada vez la muerte y por respecto de ella vivía. Y le pelaron las barbas muchas veces, y le hacían preguntas si era de los cristianos de Maracaibo; y él temiéndose, no lo osaba confesar, y negando, decía que era pacábuy de la generación de donde había dejado al gobernador Ambrosio y con esto lo desataban. Y habiendo oído decir que iban cristianos hacia aquel pueblo donde él estaba, se asustaron los indios y le tornaron a atar, y le preguntaron si aquella gente, que venía, si era de su generación y él negó y les dijo que eran sus enemigos. Y viendo que los cristianos estaban ya cerca, salió con sus armas de indios, que eran el arco y las flechas y dardos y su raporon y hayo: el cual hayo es la hierba para quitar la sed y no haberla, y el baporon es el calabazo de la cal para quitar el hambre, como en otra parte tengo dicho. Y en el camino topó con los cristianos y primero con el alguacil mayor Santa Cruz, al cual se fué y se dió a conocer y dio infinitas gracias a Dios, porque tanto bien le había he] 36 [


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cho. Y así fue con los cristianos y los guió al pueblo donde estaba preso y los indios alzados: y los hizo venir de paz adonde la gente estaba, y se vistió como cristiano y dejó el hábito, que traía, con aquella mala costumbre, que hasta allí usaba entre los indios. Y los pidió por testimonio, como católico y hombre que para aquello había sido forzado, y él del temor de la muerte usado de aquella diabólica medicina y arte. […] y el pueblo donde este cristiano Francisco Martín estaba hecho indio se dice asimismo de Maracaibo, y toda aquella tierra es poblada de indios pemenos, que viven en la vera y culata de la laguna de Maracaibo, hacia la parte del Sur o austral, adonde pensaban que había estrecho de mar para la tierra adentro; el cual no hay, y es tierra muy anegada y de espesas montañas. Son indios bien dispuestos, y no cubren sus vergüenzas hombres ni mujeres, y es gente que tratan poco oro, y no son guerreros ni tienen hierba. (t. I, pp. 222-223)

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JUAN DE MALDONADO

Barco de Ávila (España) s. XVI

Juan de MALDONADO. Carta al Rey, en: Proceso seguido al Capitán Conquistador Juan Rodríguez Suárez por la Audiencia de Santa Fe. Mérida: [edición mimeografiada, 1956]

Hombre de cierta cultura, conversador, ingenioso y agudo, excelente jinete, buen espadachín, hubiese hecho mejor papel en la Corte o en los campos de batalla de Europa, que no en las Indias en lugares inhóspitos e ignotos y en primitivas guazábaras contra indígenas bárbaros, para lo cual faltábale el coraje y el temerario arrojo, la implacable dureza y la capacidad de sufrimiento de Juan Rodríguez Suárez, hombre de humilde origen y sin cultura alguna, pero acostumbrado a todas las privaciones y penalidades y dotado de un carácter férreo y una osadía sin límites. Roberto Picón-Parra ] 38 [


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Muy alto y muy poderoso y serenísimo señor. Como por Vuestra Alteza me fué mandado, salí a esta su Provincia de Sierras Nevadas en busca de Juan Rodríguez Xuárez, vecino de Pamplona y los españoles que con él abían salido, juntamente con los servidores de Vuestra Alteza que quisieron venir a servir a Vuestra Alteza en este viaje y en la distancia que ay desde la ciudad de Pamplona hasta aquí aunque se halle mucha tierra, no se vieron sino muy pocos naturales y creese fué la causa de aber pasado poco antes el dicho Joan Rodríguez de que en algo quedarían amedrentados, tiénese por noticia y relación de los dichos españoles que vinieron con Juan Rodríguez ay alguna cantidad de indio y poblazones en el dicho camino hasta llegar aquí, las cuales no quise ocuparme a ver por no me detener, antes pasé por algunas de ellas de camino y sin nos lo salir a estorbar ni impedir los dichos naturales en parte alguna, aunque por mí fuese deseado para de parte de Vuestra Alteza los llamar y ofrecer la paz, júzgase que abrá desde la dicha ciudad de Pamplona a esta ranchería do yo hallé los españoles, treinta e cinco leguas de camino; está este asiento de ranchería a el pie de una sierra nevada encima de una sabana cabe un río algo caudal que parece descender de las dichas Sierras, lleva las vertientes hacia la Laguna de Maracaibo; lugar parece sano aunque podría ser más arriba hallarse mejor en la comarca de este asiento y ranchería ay tierra doblada de sierras y por el un lado parece ensanchar adelante hacia los llanos; ay pocos naturales y poblazones que yo aya visto y ansí parece que por el repartimiento o depósito que en vuestro real nombre se entremetió a hacer el dicho Joan Rodríguez, porque daba a los soldados a veinte o treinta bohíos de repartimiento aunque entre él y otros sus allegados y favoritos se ] 39 [


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abía tomado lo mejor y la mayor parte de los que abía de esta tierra que serán tres o quatro entre quien los repartió; la maña que tuvo en dar las cédulas vera Vuestra Alteza, siendo servido, por dos que envió con la información que hice; he tenido por noticia de los españoles y naturales que aquí estaban ay otras Sierras Nevadas pasadas estas que están a vista y están vistas y descubiertas y se juzga estar cerca y que entre las unas y las otras dan relación los indios ay muchos naturales o buena tierra con ropa de mantas y oro, pero no se sabe de cierto y ansí mesmo por otras bandas, saliendo de aquí, no cree abrá buena tierra; la Laguna de Maracaibo me an informado españoles que llegaron a las ciénagas de ella está cerca de aquí; traxeron después que yo llegué cantidad de sal y muestra de oro en joyas, aunque muy poco, e lo lleva Joan Rodríguez no e salido a ver la tierra por despachar a Juan Rodríguez a estos negocios que vuestra Alteza me mandó, pero siendo nuestro Señor servido saldré a vello todo para informar a Vuestra Alteza muy particularmente de todo, de oy en ocho días. (pp. 820-822) […] De esta su Provincia de Sierras Nevadas e de febrero 23 de 1559 año. Muy alto, muy poderoso y serenísimo señor. Beso los reales pies de Vuestra Alteza. Juan Maldonado (Rúbrica) Por su mandado, Joan Garabito, vuestros Escribano. (Rúbrica). (p.824) ] 40 [


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FRAY PEDRO DE AGUADO

Villa de Valdemoro (Madrid), n. 1538

Fray Pedro de AGUADO. Recopilación Historial de Venezuela. Estudio preliminar de Guillermo Morón. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1963; t.I, 1963; t.II, 1987; 2ª ed. (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Fray Pedro de Aguado nació en 1538, en la Villa de Valdemoro, cerca de Madrid. En 1560 pasa, como misionero franciscano, al Nuevo Reino de Granada, donde hace carrera. […] No hay noticia sobre su muerte. Pero sí sobre su dilatada obra como escritor, conservada en manuscritos, utilizada por muchos, aunque no se publicara sino en el siglo XX. […] Es el primero de los historiadores de Venezuela de que se tenga noticia. Guillermo Morón ] 41 [


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[El capitán Vasconia, de la gente de Alfínger], pasó adelante con sus compañeros, y caminando algunos días por despoblado, siguiendo la travesía de la culata de la laguna sin que ningún camino le guiases, apartáronse tanto de las poblaciones que a las espaldas dejaban, que cuando quisieron volver atrás no pudieron con respecto de que se les había acabado la comida que llevaban, y sin ningún recurso de mantenimiento, con sólo la esperanza de hallarlo adelante, habían caminado ciertos días con sólo comer algunas hojas silvestres que en aquellas montañas cogían. (t.I, p.78) Viéndose ya de todo faltos de remedio y que las fuerzas naturales les desamparaban del todo y que no les había quedado ningún indio a quien tan rabiosamente pudiesen sepultar en sus entrañas para conservación de ellas, comenzaron a esparcirse y dividirse por entre aquellas montañas y arcabucos, donde el hambre los consumió, así al capitán como a todos los más de los soldados, de quien no se supo más nueva, excepto cuatro de ellos que, o por ser más animosos o más robustos, pudieron conservar más tiempo las fuerzas y el ánimo, los cuales, caminando por donde su infortunio los guiaba, fueron a dar a un río que casi entra en la laguna de aquella parte donde Mérida está poblada. (t. I, p. 79) Andaban sus compañeros y él tan acosados de la hambre que se podía bien decir por ellos que rabiaban de hambre. Cúpole a un indio que les había quedado la suerte del sacrificio, y así lo sacrificaron y mataron, dándole por sus propias manos la muerte, porque fuese más acepto. Estando haciendo puestas o pedazos el cuerpo muerto, para dar a cada uno su parte, quitaron el miembro genital, como cosa más inmunda, y écharonlo a mal, lo cual, como ] 42 [


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viese esto Francisco Martín arremetió a él y alzándolo del suelo, sin esperar a ponerlo en el fuego se lo comió así crudo, como se había quitado del cuerpo; que fue cosa por cierto, no de hombre sino de más que bruto y carnicero animal; y por esto no cuento la diligencia que todos ponían en que no se perdiese cosa ninguna de lo que en un cuerpo humano hay. La sangre no era menester llegarla al fuego, porque en abriendo el muerto, con las manos la sacaban y se la bebían, y aún como suelen decir, se quedaban lamiendo las manos; y por no ser molesto no quiero pasar adelante con estos abominables ejemplos de crueldad. (t. I, pp.82-83) *** En la ciudad de Pamplona del Nuevo Reino había algunos vecinos, hombres antiguos que habían estado en Venezuela y de ella habían pasado al Reino por la halda de la cordillera y sierra que cae sobre los llanos de Venezuela, en la cual vía habían visto ciertos mogotes o cumbres de sierra metidos en la propia cordillera, nevados de suerte que por la mucha nieve que sobre ellos caía y todo el año había, se veían y divisaban desde muy lejas tierras. Juntamente con ésta habían tenido noticia que junto o en la comarca de aquella Sierra Nevada había gran cantidad de indios: y como Pamplona estaba puesta más cercana a la gobernación de Venezuela que otra ninguna, y aún como he dicho antes de ahora, tratando de la población de la dicha ciudad de Pamplona, los primeros españoles que por sus tierras anduvieron y las descubrieron fueron de Venezuela y con el gobernador micer Ambrosio. (t. II, p.377) ] 43 [


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Había en Pamplona un soldado y vecino llamado Juan Rodríguez Juárez, natural de Mérida, de España. Este, por haber tenido siempre y alcanzado loa de buen soldado para las guerras de entre los indios, y viendo que los dos capitanes Acevedo y Maldonado no habían acertado con la tierra que habían salido a buscar, propuso de haber licencia y comisión para juntar gente y salir como tercero competidor en demanda de Sierras Nevadas por diferente camino y vía que los demás habían seguido; e intentolo a tan mal tiempo que fue para ruina y destrucción suya aquello que él procuraba para perpetuidad de su fama, (t. II, p.381) Finalmente, viendo Juan Rodríguez que el arcabuco y montaña que por delante tenía no era turable, porque desde lo alto del páramo que poco antes atravesó había visto grandes sabanas de la otra parte de la montaña, hacia las Sierras Nevadas, más con temeridad que con prudente osadía, se arrojó al río abajo, tomando por camino y guía del propio río la corriente y canal, por la cual caminó con harto trabajo suyo y de todos sus soldados algunas jornadas, donde demás del excesivo trabajo que en abrir el camino llevaban cortando muchos y gruesos árboles donde la necesidad lo requería, y otras veces caminando por la propia canal y corriente del río el agua a la cinta, les vino a faltar la comida y mantenimiento, de suerte que como hombres que casi tenían perdida la esperanza de salir adelante ni acabar de pasar aquella montaña por su maleza y espesura, se quisieron volver atrás, pareciéndoles que si el trabajo y falta de comida que tenían pasaba adelante, de todo punto los consumiría y acabaría. (t. II, p.396) Pero Juan Rodríguez, su capitán, no le parecía cosa honrosa volverse atrás, pues con sufrir con buen ánimo ] 44 [


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un poco de más tiempo los trabajos que entre mano tenía, saldría a tierra rasa y que desde lejos había dado muestras de muy poblada; y así, animando lo que pudo a sus soldados y tomando él siempre la mano y delantera en el trabajo del descubrir, se salió del río con su gente y se tuvo sobre la mano derecha, y atravesando una pequeña sierra que por esta parte apretaba y ensangostaba el río, lo pasó con harto trabajo, haciendo casi toda la subida y aun bajada del camino a pala de azadón y cortando árboles para que pudiesen subir y pasar los caballos; y así fue Dios servido que permaneciendo en el trabajo fuese a dar en una quebrada y pequeño arroyo que de la otra banda de la cordillera se hacía, que caminando por él abajo la misma corriente y agua del arroyo lo sacó a tierra rasa a las riberas del río de Chama, cerca del pueblo de los Estanques, que de la otra banda de este río está poblado. Nace este río de Chama como quince o dieciocho leguas de este paraje de los Estanques, entre el norte y el oriente, en aquella parte que los mareantes llaman y señalan nordeste, en la cumbre de unos páramos que llaman los españoles del Tuerto, y del pueblo de la sal, que son en la propia cordillera de sierras nevadas, y desgalgándose por las faldas de la propia cordillera corre hasta este paraje de los Estanques, casi derecho al sur, pasando por debajo de la propia sierra nevada, y por junto a donde está poblado el pueblo de Mérida, y casi desde sus propios nacimientos, por ser tierra frigidísima, viene poblado, unas veces en los bajos y otras en los altos, hasta entrar en la laguna de Maracaibo, donde es su paradero. Llamó a este río Juan Rodríguez el río Guadiana, a imitación de otro río que de este nombre hay en España, y después, por respeto de pasar por cerca de un pueblo que ] 45 [


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en los llanos de la laguna está llamado Chama, de quien españoles han tenido noticia y vístolo muchos años antes en tiempo de Micer Ambrosio y de otros que llamaban abajo a este río el río de Chama, fue como he dicho llamado Santiago, nombre de Chama y perdido el que Juan Rodríguez le puso de Guadiana. Los naturales, que en sus riberas están poblados, como son muchos, cada cual lo llama en su tierra como quiere, y por esta causa no se pone aquí nombre propio. (t. II, pp.396-397) Habían visto los españoles de la parte del río donde estaba el pueblo de los Estanques, que daba muestra de haber en él mucha gente, por las muchas casas y labranzas que en él se vían, por lo cual el capitán no quiso dividir su gente, sino llevarla toda junta para con presteza socorrer a la necesidad que se le ofreciese y la fortuna le pusiese en las manos; y así, pasando el río recatadamente por algo arriba de donde la población de los indios estaba, puso la proa con su vanguardia Juan Rodríguez contra el pueblo de los Estanques, cuyos naturales casi se estuvieron en sus casas hasta que vieron bien cerca de ellas a los nuestros; porque por ser la gente de este pueblo señalada en guerrear entre sus comarcanos estaban confiados de que no les llegaría ninguna gente a quien ellos no diesen licencia, a sus casas y tierra, mas después que reconocieron la audacia de los españoles y vieron sus terribles rostros y personas y la fiereza de sus caballos, comenzaron con presteza a desamparar sus casas y huir cada cual con pesado temor por do podía. Diéronse los españoles a seguir su alcance, y en él tomaron algunas personas que pretendiéndose defender con sus rústicas armas, se volvían contra los que los seguían, dando muestras de hombres feroces y de gran vigor; pero como toda era gente desnuda y sin ] 46 [


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ningunas armas defensivas que amparan sus cuerpos de los golpes que les tiraban con las espadas, eran con facilidad heridos y muertos en el alcance; y hubo en este pueblo mujer que viéndose opresa del temor que por ver junto a sí un español que la iba alcanzando, tuvo, no hallándose con armas para defenderse, recogió en sus propias manos la purgación e inmundicia de su cuerpo, y con ella ofendió al que la seguía, de suerte que, aunque no herido ni descalabrado, dejó de seguir el alcance, porque en esta tierra, como en otras muchas otras de las Indias, corren y tienen casi tanta soltura las mujeres como los varones y son para tanto trabajo. Hallaron los españoles que en este pueblo había a la puerta o junto de cada bohío una poza grande y bien hecha y honda en que los indios recogían el agua que podían para regar sus labranzas y legumbres; porque como en esta parte, por necesidad de ser socorridas las labores con agua de pie, lo cual hacen estos indios fácilmente por medio de estos estanques o aljibes, y por causa de ello fue el pueblo llamado de los Estanques. (t. II, pp.399-400) [Después que los soldados] fueron derecho a las poblaciones que los españoles llamaron de la Lagunilla, al principio de ella, que en lengua de los propios naturales es llamada Zamu y allí se alojaron con mucho contento y alegría, porque demás de hallar los indios de buena desistión y pacíficos, sin alterarse ni salirse de sus casas ni hacer otra resistencia ninguna, a los nuestros daba muy gran alegría y contento ver la mucha población que por allí había, toda junta, por sus barrios, muy acompañada de grandes y fructíferos árboles en que entraban curas, guayabas, guáymaros, caymitos, ciruelas, piñas y otros géneros de árboles que sólo servían de acompañar y hermosear ] 47 [


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los pueblos, y juntamente con esto tenían junto a sus casas hechos muchos corrales em que criaban paujíes, pavas y tórtolas y otro muchos géneros de aves de diversos colores, que a las puertas de sus casas tenían, que daban muy gran lustre a la población de estos bárbaros. Demás de esto, los indios, en su manera de vivir, traían sus personas ricamente aderezadas con mucha plumajería y cuentas blancas y verdes, y mantas de algodón, y cierto género de chagualas de hueso, y grandes collajeros hechos asimismo de huesos, con la negregura de sus cuerpos, que son muy morenos, y la blancura de los aderezos que sobre sí traían, les hacía parecer muy bien y daban muestras de ser gente aventajada y respetada de los demás indios de esta provincia de Sierras Nevadas, como en la verdad lo son, por respecto de cierto lago o laguna que estos indios tienen en su tierra, la cual, por las muchas tierras salobres que la cercan y hacen lago, se cuaja en el asiento y suelo de ella un género de salitre muy amargo, que no es sal ni salitre, ni para el uno ni para el efecto nos podría servir a nosotros, y de este género de salitre se hace todo el suelo de la laguna, o lo más de él, una costra que a partes es muy gruesa y a partes es delgada, de la cual los indios van quebrando y sacando para vender a todos los que la vienen a comprar, que como he dicho, son todos los indios de esta provincia de Sierras Nevadas y de muy más lejas tierras, porque su rescate llega hasta la laguna de Maracaibo y poblaciones del Tocuyo y llanos de Venezuela. El efecto para que los indios quieren este salitre es principalmente para comer, aunque en diferentes maneras se come; porque unos lo comen con echayo en lugar de cal, y otros lo comen con las demás comidas en lugar de sal, y otros hacen cierto betún de ello, a manera de me] 48 [


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loja, y aquello lo comen lambiendo y dando muestras de saborearse mucho en ello, y así son todos feudatarios y contribuyen a los que tienen esta laguna y sacan este salitre, que en su propia lengua llaman xurao, y es moneda muy principal entre estos indios que he dicho, porque por ella dan y venden todo lo que tienen y les piden. También se aprovechan los españoles de este salitre o xurao para darle a los caballos, que los purga y engorda mucho, pero no se lo dan más de hasta ponerlos en carnes, porque si los hacen a ello aflojan mucho y pierden parte del brío los caballos a quien de ordinario se acostumbra a dar, y también lavan con ello la ropa de lienzo, aunque se ha hallado por averiguado que a pocas veces que con él la lavan, la quema y pudre y echa a perder. (t. II, pp.401-402) Juan Esteban y los demás españoles, llegados que fueron a donde su capitán estaba, le dieron tan buenas nuevas de la tierra que habían visto, que casi no hallaban a quién compararla, y así lo confirmaron en el propósito y opinión que tenían de poblar, y por su inducimiento se juntaron todos los soldados, y pidiéndole por escrito que era cosa necesaria al servicio de Dios y del rey que aquesta tierra se poblase de españoles, para que mediante el estar allí ellos, fuesen convertidos y traídos a la sujeción y dominio real y otras cosas y circunstancias que en semejantes escritos se suelen aplicar; el capitán Juan Rodríguez que, como he dicho, se lo tenía en gana, luego lo puso por obra, y en aquel propio sitio donde estaba alojado, que es casi la última parte de la Lagunilla, yendo hacia la Sierra Nevada, pobló un pueblo con sus ceremonias acostumbradas, al cual llamó la ciudad de Mérida, con aditamento de mudarla si le pareciese convenir; y luego nombró sus alcaldes y regidores y otros oficiales en quien consiste el ] 49 [


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nombre de república, lo cual hecho celebraron la fundación de su pueblo con mucho regocijo, que fue por Todos Santos del año de cincuenta y ocho; y luego determinó Juan Rodríguez de dar aviso de lo que había hecho a la Real Audiencia, so color de que demás de haber sido forzado a ello, enviaba a pedir socorro y ayuda de más españoles, porque por las muchas poblaciones y naturales que en aquella tierra había, no se podían seguramente sustentar los que en ella estaban poblados; y para significar esta necesidad y la grosedad y felicidad de la tierra y dar a entender a los que no la habían visto, que en descubrirla y poblarla había hecho muy señalado servicio al rey, tuvo modos y maneras cómo hacer a todos sus soldados que en las cartas que escribían a sus amigos y conocidos conformasen y no discrepasen en tratar de la bondad de la tierra y muchos naturales de ella, y así hubo entre sus soldados hombre que por contentarle escribió que aunque había andado toda la Nueva España, le parecía que antes excedía y sobrepujaba la tierra y provincia de Mérida a aquel muy feliz Reino y región, que se le igualaba, y que de su parte pretendía haber de repartimiento más de quince mil indios, y en toda la provincia no había diez mil, y así cada cual pretendía escribir estos y otros semejantes disparates por contentar y aplacar a su capitán, que en extremo era lisiado porque sus cosas fueran sublimadas en más de lo que era justo, disputó y señaló por mensajeros a Juan Esteban, a quien, por ser de su tierra y tenerle particular afición, había hecho alcalde, y a Diego de Luna y Rodrigo del Río, y a Juan Román, y con ellos escribió a la Audiencia del Nuevo Reino las cosas que tengo referidas, que le fueron causa de más daño que provecho. (t. II, pp.406-407) ] 50 [


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[Juan Rodríguez] acordó mudar el pueblo cuatro leguas más arriba de donde lo tenía y había poblado, que fue en una sabana llana, alta, que está frontero de la propia Sierra Nevada, río en medio. Es esta sabana una mesa muy llana, cercada de tres ríos a manera de isla, que sin pasar agua no pueden salir de ella a ninguna parte, y aunque está en la forma dicha, está la mesa tan alta que en ninguna cosa le perjudican las aguas de los tres ríos que son, por la parte de la Sierra, el río principal, llamado Chama, y por la cabeza corre otro río que naciendo hacia la parte del norte se junta por la frente de arriba con el propio río de Chama, y por aquí es la barranca de la mesa muy alta, más de cien estados, y por la otra parte la va ciñendo otro río que es llamado por los españoles Albarregas, que nace en unos páramos que confrontan por las Sierras Nevadas, y ciñendo, como he dicho, por aquel lado la mesa, la va cortando y haciendo de muy altas barrancas, hasta que después de haber pasado por la otra frente de la parte de abajo, se juntan con el río Chama,y después de haber fortificado estos ríos en la manera dicha, la sabana y mesa donde Mérida está poblado, se van juntando la vía de la laguna de Maracaibo con otra infinidad de aguas que de aquí para abajo se le juntan a la parte de debajo de esta sabana. Mudó Juan Rodríguez su pueblo en aquel lugar que es dicha la Ranchería vieja, en unos bohíos de indios que allí había poblados, porque demás de las causas dichas le parecía el lugar muy fuerte y de gran ventaja para si los indios le acometiesen estando la gente dividida. El temple de este sitio es más caliente que frío y algo enfermo por estar en lo íntimo y más bajo de la sabana y mesa donde no gozaban por entero de la frescura de los aire que en lo alto ] 51 [


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de las Sierras y páramos corre, que son muy sanos; y así este lugar y sitio era muy abochornado y de muchos mosquitos que daban gran pesadumbre a los soldados. En él hicieron los españoles sus casas, aunque fuera de la traza del pueblo, sino en ranchería, porque la falta de los indios que no le servían no daban lugar a más, aunque ya los tenían encomendados, porque Juan Rodríguez, como los iba descubriendo los iba encomendando de su propia autoridad, sin tener comisión para ello, que le hizo después, en su residencia, mucho daño; y dado asiento en las cosas del pueblo y desta su segunda traslación acordó Juan Rodríguez ir a dar vista y descubrir la laguna de Maracaibo. (t. II, pp.411-412) El capitán Maldonado no consintió que se llamase la ciudad de Mérida, sino la Ranchería de las Sierras Nevadas. (v. II, p.415) Había el capitán Maldonado tenido propósito de confederarse con Juan Rodríguez y que ambos juntos prosiguiesen la jornada y se aprovechasen, a lo cual no dieron lugar algunos soldados, así de los de Juan Rodríguez como de los de Maldonado, que por todas las vías que pudieron encendieron el odio y enemistad entre los dos y los indignaron de suerte que ni el uno quiso usar de clemencia ni el otro aprovecharse della, antes hallando el capitán Maldonado aparejo en los propios soldados de Juan Rodríguez, que se le ofrecían a declarar todo lo que había pasado, hizo informaciones bien rigurosas de las muertes y otros malos tratamientos que en la provincia se habían hecho, y con ellas envió preso al capitán Juan Rodríguez a la ciudad de Santafé, y quedándose él con toda la gente determinó de ir y enviar a descubrir lo que en la provincia había. (t. II, p.417) ] 52 [


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El comendador Martín López, que en la ranchería había quedado por justicia y teniente de Maldonado, dejándoselo así mandado el propio capitán, por parecerle cosa necesaria a la salud común de los españoles e indios, mudó la ranchería y pueblo a la parte más alta y superior de la mesa y sabana donde estaban alojados, frontero de la propia Sierra Nevada, en parte muy acomodada y de mejor temple que donde la había asentado el capitán Juan Rodríguez; y en este propio sitio donde Martín López mudó la ranchería está al presente poblada y edificada la ciudad de Mérida, y el sitio de abajo, donde Juan Rodríguez la puso la segunda vez, es llamada de los españoles la ranchería vieja, y el sitio primero donde fue poblada en la lagunilla es llamado el Realejo, y en este último sitio halló el capitán Maldonado a los españoles cuando volvió del valle de Aricagua. (t. II, pp.424-425) [Maldonado] hizo información que era cosa conveniente pasarlo a la ranchería de San Juan de las Nieves, donde tenía el resto de la gente, que ahora es Mérida, y algo más arriba de donde está edificada la población en un repecho un poco alto que allí se hace, puso la picota e hizo autos de que allí fijaba y trasladaba el pueblo de Santiago de los Caballeros que en la provincia de los cuycas, que así se llama aquella tierra, había poblado, y dejando con apellido de ciudad la gente que allí quedaba, dende a pocos días se salió de ella, con otros muchos que le siguieron, y sin querer repartir huertas, estancias ni solares, ni los indios que en la tierra había, se volvió al Reino a dar cuenta a la Audiencia de lo que en aquella tierra había. (t. II, p.441) El provecho que en esta tierra tienen hoy los españoles es unas pobres minas de oro, de donde tienen una ] 53 [


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miserable pasadía con el ganado que crían, que vale barato, y con el pan de trigo que cogen, que es principalísimo sustento y entretenimiento en semejantes pueblos. Hanse dado a buscar minas de plata, y han hallado algún rastro de ellas; pero como los metales que se sacan corresponden con mucho trabajo y poco provecho, hales salido en vano todo lo que en buscarlas y descubrirlas han gastado. Los naturales de esta provincia es gente toda en general desnuda y casi una lengua, pero la Sierra Nevada y el pueblo de los españoles dividen o distinguen y apartan dos maneras de gente; que la del pueblo para arriba toda en la más es gente de tierra fría, de buena disposición y muy crecidos, los cabellos cortados por juntos a las orejas y los miembros genitales sueltos y descubiertos: las mujeres traen cierta vestidura sin costura, hecha a manera de saya, que llaman los españoles samalayetas, que les cubre casi todo el cuerpo; tráenlas asidas por sobre un hombro y ceñidas por la barriga, para que hagan unos senos con alforjas, en que meten todo lo que pueden haber y coger. Son poblados de esta gente el valle todo para arriba del pueblo, hasta los páramos, con otra población que está a mano izquierda del pueblo de la otra banda de la quebrada o río que llaman de Albarregas, con la población del valle de Pernía y los llanos del Pabuey y Escagüey y otros son comarcanos, y el valle de Santo Domingo y Corpus Christi y el de la sal, con todas aquellas vertientes de la laguna por los altos hasta casi el pueblo de la Sabana, La gente del pueblo para abajo es más menuda y muy ajudiada: traen los cabellos largos, andan desnudos como los demás y son para menos trabajo; traen los genitales atados y recogidos a un hilo que por pretina se ponen por la cintura, y las mujeres tienen o traen vestidas las ] 54 [


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samalayetas que los demás que arriba he dicho, que son de algodón. Hay entre ellos principales a los cuales llaman cepos, pero son de poca estimación y respeto, que no son tan obedecidos como en otras partes, excepto aquellos que por su tiranía y valentía se apoderaban con ayuda de sus parientes, en otras gentes, estos eran de gran veneración entre ellos. Algunos bohíos se hallaban en que idolatraban y ofrecían de todo lo que tenían. Otros muchos ritos y ceremonias usan que aún hasta ahora no se ha habido claridad de ellas. En habiéndola se escribirán. La tierra casi está demediada, que la mitad es fría y la mitad caliente, y la que está y cae en medio de estos dos extremos, como lo está el propio pueblo de Mérida, es muy templada. Las frutas que los naturales les tenían eran las ordinarias y generales; como son guayabas, guáymaros, caimitos, pigibaos, ciras, ciruelas, piñas, pitahayas y otros cuyos nombres no me acuerdo. Después acá los españoles han puesto parras, higueras, naranjas, limones, cidras, granadas, plátanos; todo lo cual se da muy bien, con todo género de hortaliza, y como he dicho, trigo, que es el principal sustento del pueblo. Han muerto los indios de esta provincia pocos españoles en guerra ni fuera de ella, que solamente algunos años después de poblada sus propios indios del Pabuey mataron a un Juan Bautista de Céspedes y otro español que con él estaba, por querer con demasiada codicia quitarles cierto ajuar de cuentas blancas que ellos estimaban en mucho. Esto fue a las vertientes de los llanos de Venezuela, y a las vertientes de la laguna mataron a Hernán Gil, también sus propios indios, por algunas demasías que les hizo. (t. II, pp.454-455) ] 55 [


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JUAN LOPEZ DE VELASCO España, s. XVI

Juan LOPEZ de VELASCO. Corografía de la Gobernación de Venezuela y Nueva Andalucía, 1571-1574. En: Relaciones Geográficas de Venezuela. Recopilación, estudio preliminar y notas de Antonio Arellano Moreno. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1964; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

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MERIDA

La ciudad de Mérida, en 6 grados y ½ de altitud, y á 25 leguas de Trujillo y a 40 de Pamplona tendrá unos 30 vecinos. Tiene un teniente de gobernador y dos alcaldes ordinarios y un alguacil mayor. Pobló esta ciudad Juan Rodríguez Suárez vecino de Pamplona, por el año de 1560 en que habiendo salido a descubrir minas llegó a esta provincia, y por haber hallado en ella gente vestida como el Nuevo Reino, y ser muy abundante de todo género de corrida y de cacao y como el de la Nueva España, y muchas minas de oro. Fundó esta ciudad sin comisión de la Audiencia, y así le enviaron a prender por otro vecino de Pamplona, que era el capitán Maldonado, que lo envió al Nuevo Reino y él se quedó en la población que había hecho Rodríguez Suárez. Saliendo a descubrir más la provincia, topó Maldonado con otro capitán de Venezuela que había poblado en la comarca la ciudad de Trujillo, la cual por conveniencia que entre ellos se tomó, quedó desde entonces en la gobernación de Venezuela y Mérida en la del Nuevo Reino, cuyos términos se parten por entre estas dos ciudades. (p.108)

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

ANÓNIMO Mérida en 1572. En: Hermes Tovar Pinzón. Relaciones y Visitas a los Andes-Siglo XVI. Tomo III. Región CentroOriental. Colección de Historia de la Biblioteca Nacional. Instituto colombiano de cultura. Colcultura. Instituto colombiano de cultura hispánica. Bogotá, 1993.

MÉRIDA EN 1572 La çiudad de Mérida puede aver catorze años que se pobló. Poblóla joan R(od)r(ígue)s Xuarez ques fallesçido es tierra de buen temple dase en ella trigo y ganado. Abrá treinta vez(in)os es tierra corta está veynte e çinco o treinta legoas poco más o menos de Trugillo ques de la governaçión de Veneçuela entre estos dos pueblos de Mérida y Trugillo se dividen el Nuevo Reyno de Granada y gobernación de Veneçuela por la una p(ar)te alinda este pueblo e p(ar)te términos con la ya dicha laguna de Maracaybo y por la otra con tierras de la probinçia del dorado. Ay en ella un thenyente de governador y dos all(cal)d(e)s hordinarios y un alguazil mayor. p. 291 ] 58 [


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FRAY PEDRO SIMON

San Lorenzo de la Parrilla (España), n. 1581

Fray PEDRO SIMON. Noticias historiales de Venezuela. 2ª. ed. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia; t.I, 1987; t.II, 1963; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Nació en la provincia de Cuenca, España. De su paso por Mérida, en 1612, son éstas líneas suyas: “Y cierto en los rastros que yo vi, cuando pasé por estas tierras, me parece aún corta esta relación, pues se da bien a entender ser así, de ver que, con ser tierras muy dobladas todas y de cuestas tan encrespadas e inaccesibles que parece ser imposible poder subir por ellas hombres, aún gateando, están todas labradas y hechos poyos a trechos, donde sembraban sus raíces y maíz para su sustento, porque la muchedumbre de la gente no dejaba que holgase un palmo de tierra, aunque fuese de muy fríos páramos”. ] 59 [


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Partiose el capitán Bascona con los 60.000 pesos e indios que los llevaban, y con los veinticinco soldados del pueblo de Tamalameque, dejando en él a su general Ambrosio, que después tomó la derrota que diremos. Y caminando la vuelta de Coro, tomó muy diferente camino (para su perdición) del que habían traído todos juntos. Porque como el paraje donde entonces se hallaban era más arriba y metido la tierra adentro de la culata de la laguna de Maracaibo, parecía, por buena conjetura, que bojando o dando vuelta por tierra a aquella serranía (que dijimos cercaba la laguna) irían a salir de la otra banda de ella por encima de la culata, sin tener necesidad de atravesar sus aguas, porque le parecía que era el que habían andado a la ida más largo que éste que él imaginaba. Las cuales conjeturas le salieron muy al revés de lo que entendía, porque en apartándose del real y dejando el camino que se sabía, volvió sobre la mano derecha, guiándose por la conjetura y rumbos que había echado. Y dejando a la mano izquierda la laguna, fue atravesando por grandes y dificultosas serranías y en muchas partes tierras muy pantanosas y anegadizas, por cuyas incomodidades había muy raras y pequeñas poblaciones, donde mientras duraron hallaron bastante comida, hasta que con alguna que recogieron y llevaban fueron caminando algunos días en que se metieron en algunos despoblados, tan largos y apartados de las últimas poblaciones que quedaban atrás que, faltándoles ya la comida y no hallando remedio de poderla haber ni rastro de donde por allí les viniera, quisieron volver atrás a buscarla. (t. I, pp.112-113) Al fin, sin más consideraciones que matar su hambre para reservar la vida, fueron matando los indios e indias y comiéndose cada día el suyo, sin dejar cosa de ellos, tripas ] 60 [


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ni lo demás, porque nada les sabía mal.* Y aunque sucedió que matando el postrer indio y arrojando cuando lo hacían cuartos, el miembro genital (como cosa tan obscena y asquerosa), era tanta el hambre rabiosa de un soldado llamado Francisco Martín (de quien luego hablaremos largo), que como perro arremetió y lo cogió, y se lo engulló crudo diciendo: “¿pues esto arrojáis en estas ocasiones?”, muestra bien clara de la hambre canina que tenía. La cual, como después de concluida la carne de los indios fuera tomando mayores fuerzas, sin hallar tampoco con qué satisfacerla, como antes, cada uno de los soldados se temía y no fiaba de sus compañeros, no sucediese que con la fuerza de el hambre se matasen para comer unos a otros, Y así se determinaron (en conformidad), de dividirse unos de otros por aquellas montañas, sujetos a lo que su suerte a cada uno ofreciese. Que fue tan mala (así la del capitán como de los soldados) que jamás pareció ninguno vivo ni muerto, fuera de cuatro que por tener más ánimo y tolerancia en el hambre, se fueron juntos de camarada, aunque a pocos pasos les apretó la necesidad de manera que ya no los podía dar atrás ni adelante. En la ribera de un río caudaloso donde llegaron, que debió de ser el de Chama o de los Estanques, que baja (como hemos dicho) de las sierras nevadas de la ciudad de Mérida, a la margen de él (algunas leguas más arriba de la boca, por donde entra en la laguna de Maracaibo) se sentaron a descansar todos cuatro, con esperanza de remediar su necesidad, por algunos rastros y señales que veían de gente: con que entendieron la había en las riberas de aquel río y que pudiera ser que por él navegase alguna canoa de indios, de donde les viniese el remedio. Como Otro caso de antropofagia se relata al hablar del regreso de Spira desde los Choques, en IV not., cap. XIII. *

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sucedió, pues, a poco que se sentaron, se apareció una canoa que pasaba de un pueblo a otro. (t. I, p.115) El Francisco Martín (que permitió Dios quedase vivo y volviese después a manos de españoles para que supiesen estos sucesos) viéndose solo en aquella playa y ribera del río, comenzó a caminar como pudo, por su margen abajo, pareciéndole que, pues por allí bogaban canoas, no dejaría de encontrar[se] con algunas poblaciones donde, por ventura, pudiera conservar la vida, o a lo menos, si le privasen de ella, salir ya de tantos trabajos en que se veía. Sabía algo nadar y, ayudándose de un palo grueso, se arrojó a las aguas del río, que lo llevaron con sus corrientes con brevedad al paraje de un pueblo que estaba fundado a la ribera, con gente de buena masa y condición, como se echó de ver, desde luego. Pues viéndole y ayudándole a salir del río, con admiración de todos (que quedaron pocos que no le viesen a ver) sin hacerle ningún mal, por ver una cosa tan nueva como era un hombre blanco y con barbas, que jamás entre ellos se crían, se lo llevaron y presentaron al cacique, que le recibió con la misma admiración, mandándole estar en su casa por cosa de grandeza; y a todos sus vasallos que ninguno le ofendiese. (t. I, p.117) Aficionó con esto al cacique de manera que, conociendo lo mucho que lo estaban el Francisco Martín y su hija, los casó a su modo; rehusando el casamiento, menos el soldado que los indios, porque sospechaban (como fue así) que siendo yerno del cacique había de supeditarlos, coligiendo esto de algunas señales de arrogancia que conocieron en él (al fin como de español) cuando estaba en su cautiverio y miseria. Y así, en saliendo de ella y viéndose yerno del cacique, nuestro desposado comenzó a mostrarse más grave y hacerse temer de los indios. Seguía ] 62 [


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sus guerras, señalándose mucho en las que tenía su suegro con sus convecinos, con que vino a ganar tan gran opinión de valiente, que vinieron a nombrarle los del pueblo por su capitán: con que los vino a sujetar y hacer que le temiesen. (t. I, p.119) Pasaron los sesenta soldados a Coro con el Francisco Martín, que estaba tan ansioso por volver a ver su mujer e hijos que había dejado de donde lo sacaron, y tan apesarado de haber salido con ellos, que dejándose vencer de estos deseos, se despareció entre los españoles de Coro y se fue allá, tornándose al vómito de sus costumbres de indio en que estaba ya connaturalizado. Vídose esto, pues entrando después en aquella provincia una compañía de españoles y hallándolo y volviéndolo a Coro, se volvió otra vez al regosto, hasta que volviéndolo a sacar otros soldados que entraron, lo volvieron otra vez al mismo pueblo de Coro, donde estaba todavía tan inquieto y con demostraciones de costumbres de indio, como era mascar hayo de ordinario y otras, que fue menester hacerle que se saliera de allí y de todas las provincias que estaban a la redonda de aquella a quien estaba tan inclinado. Y así lo encaminaron con cierto capitán a este Nuevo Reino de Granada, con que se quitó de aquella ocasión y vivió quieto en esta tierra del Reino mucho tiempo. (t. I, pp.130-131) *** De aquí [de La Grita] pasaron [los de Rodríguez Suárez] adelante por el valle que después le pusieron el de los Bailadores, porque sus naturales, cuando peleaban con los españoles, andaban saltando de una parte a otra sin detenerse en ningún punto. Y habiendo pasado el río de ] 63 [


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Chama, cuya mayor parte de sus aguas se recoge de la que se derrite de la nieve de las sierras (que después llamaron el río de los Estanques, por un pueblo que había en una media ladera, cerca de él, por este paso, a la parte del Norte que, por [no] tener agua de pie, la recogían cuando llovía en estanques para el servicio y regar sus labranzas), llegaron tres leguas más adelante a las Lagunillas, de donde sacaron el jurao que hoy llaman el reinoso. Y allí se sentaron ranchados. Y habiendo salido algunas tropas a ver las tierras, hasta llegar a las Sierras Nevadas que están cinco o seis leguas más adelante, volvieron con brevedad ya que lo hubieron dado vista, trajeron el conocimiento de ella(s) que les pareció bastaba por entonces. Con que el capitán, de parecer de todos los más bienentendidos de sus soldados, viendo la infinidad de indios de buena masa que habitaban todas aquellas provincias, determinó fundar allí un pueblo de españoles, si bien no llevaba para esto licencia. Pero, en efecto, lo puso por obra en el mismo sitio en que estaban ranchados, que es el primero de la lengua de aquella tierra por donde iban entrando y buenísimo para el intento, por ser una mesa alta, limpia, de lindas aguas, vistas, aires y temple. Señalole cuadras y solares, que repartió entre todos y púsole por nombre la ciudad de Mérida, a imitación de la otra de España, de donde dijimos era él natural. Fue esto a los principios de octubre del mismo año de mil y quinientos y cincuenta y ocho. Nombró luego Justicia y Regimiento y envió a dar aviso a la ciudad de Pamplona con una carta que escribió, a los catorce del mismo mes, en que, demás de dar cuenta de la población que había hecho a instancia de los soldados, le daba también de las Sierras Nevadas y de la ] 64 [


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disposición e innumerable gente y población de las sierras y que había tantos edificios como en Roma (salvo que no serían tales, porque todos eran bohíos de paja), y que habían hallado las mayores esteras de esparto que se habían visto en el Reino. Y después de todo esto, pide en la carta [se] le envíe de socorro treinta o cuarenta soldados, pues serán bien menester para la pacificación de tanta gente. Y cierto en los rastros que yo vi cuando pasé por estas tierras, me parece aún corta esta relación, pues se le da bien entender ser así, de ver que, con ser tierras muy dobladas todas y de cuestas tan encrespadas e inaccesibles que parece ser imposible poder subir por ellas hombres, aún gateando, están todas labradas y hechas poyos a trechos, donde sembraban sus raíces y maíz para su sustento, porque la muchedumbre de la gente no dejaba que holgase un palmo de tierra aunque fuese de muy fríos páramos. (t. II, pp.238-240) No le faltaron émulos a esta jornada y de [la] fundación por tener algunos el Juan Rodríguez Suárez, así en Pamplona porque le tenían por hombre demasiado azogado y bullicioso, como de los soldados que llevaba en su compañía, de los cuales no faltó quien calumniándole el modo que había tenido en la jornada y que se había portado con mucha crueldad y muertes de indios, con muchos robos e incendios de casas, avisase de todo a la ciudad de Pamplona y aún a la de Santafé, donde a la sazón estaba un grande y conocido enemigo suyo, vecino de Pamplona, llamado el capitán Juan Maldonado. (t.II, pp.241-242) La pasión con que estaba el capitán Maldonado contra el Juan Rodríguez (cuya gente tomó luego en sí) no le dejaba parecer bien cosa de cuantas había hecho. Y así no obstante el maravilloso sitio que tenía la ciudad, la mudó ] 65 [


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cinco o seis leguas más adelante al Norte. Y en un ancho y espacioso valle, también de muy buen sitio y bien templado, al pie de la Sierra Nevada, a la parte del Oeste, en los más bajo del valle, la volvió a fundar de nuevo, poniéndole por nombre Santiago de los Caballeros. Y habiéndole nombrado Justicia y Regimiento nuevo y dado asiento a las demás cosas que le pareció para la nueva población, salió con buena fuerza de gente a la parte del Norte, que son los páramos. Y bajando, dando vista y conquistando los valles de los Timotes, llegó, algunas leguas más delante, hasta dar con el de Boconó, principio de los indios Cuicas, donde se encontró con el capitán Francisco Ruiz, que había salido a conquistar las mismas provincias por la parte de la gobernación de Venezuela, desde la ciudad de Tocuyo. (t.II, pp.244-245) El sitio donde hoy permanece la ciudad de Mérida con este nombre, por habérsele perdido, como dijimos, el otro, es un valle que corre algo pendiente. Norte Sur, a sesenta y dos grados y dos minutos de longitud del meridiano de Toledo, y seis de latitud al Norte, entre dos quebradas, la una llamada Albarregas y la otra Chenca [sic], que mejor se le dirá caudaloso río que se origina desde los páramos de Cerrada y va recogiendo las más de sus aguas de las Sierras Nevadas a cuyo pie está este valle de la ciudad. Con que aunque es algo hondo, la frialdad de la nieve no le deja ser demasiado caliente. Antes le da un temple tan templado que se crían en él las frutas que en otros países no se dan sino en tierras muy frías o muy calientes, según su naturaleza. La gente que nace en este pueblo tiene excelencia sobre las demás de estas provincias, en ser todos, en común, hombres y mujeres de crecidos cuerpos. Críanse ] 66 [


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con mucha salud los niños por la templanza del país, salen de buenos ingenios. Hay en la ciudad dos conventos; de Santo Domingo y San Agustín. La mayor parte de la tierra de los términos es más fría que caliente y toda ella muy doblada, con que no es tan acomodada como otras a grandes crías de ganados mayores. Es muy pobre de minas y así sus granjerías son de cacaos, que han empleado mucha parte de su tierra caliente, y algunas cosechas de tabaco, pero sobre todo lo que más les luce son las de trigo, que se da mucho y muy bueno en las tierras templadas. De cuyas harinas tienen saca para la ciudad de Cartagena, por las fragatas que llegan dos ocasiones al año por la laguna de Maracaibo, a un puerto que llaman de Gibraltar, donde para esta ocasión se hicieron a los principios ciertas bodegas que, yéndose multiplicando, se convirtieron en ciudad, como hoy lo está, de quien ya hablamos en la primera parte. Hoy es de los más famosos puertos de estas Indias por la gran suma de fino tabaco que se embarca en él de la ciudad de Barinas. En esta ciudad de Mérida, ya cabeza de gobierno aunque hasta aquí lo había sido de corregimiento, porque el año pasado de mil y seiscientos y veinte y dos años, atendiendo el Rey a otras razones y a los muchos servicios que le había hecho en muchas ocasiones el capitán Juan Pacheco Maldonado, como dejamos dicho en la primera parte, le hizo gobernador por ocho años de aquel partido y lo que antes era corregimiento fuese gobierno. (t. II, pp.252-254)

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DIEGO DE VILLANUEVA Y GIBAJA España, s. XVI – XVII

Diego de VILLANUEVA y GIBAJA. Relación geográfica hecha por Diego Villanueva y Gibaja, de la Gobernación de Venezuela, los Corregimientos de La Grita y de Tunja y la Gobernación de los Mussos, 1607. En: Relaciones Geográficas de Venezuela. Recopilación, estudio preliminar y notas de Antonio Arellano Moreno. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1964; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Durante el siglo XVIII continúa latente la preocupación oficial para obtener informes sobre las posesiones americanas. En 1604, el Conde de Lemus, Presidente del Consejo de Indias, siguiendo el ejemplo de Ovando, remite un interrogatorio de 355 preguntas con el objeto de que formen nuevas relaciones geográficas. […] Tres años más tarde, o sea en 1607, aparecen tres: la relación de Diego Villanueva y Gibaja, sobre la Gobernación de Venezuela, los Corregimientos de La Grita y Tunja y Gobernación de Musos; otra referente al Espíritu Santo de Guanare y la correspondiente a Maracaibo del capitán Juan Pacheco Maldonado. […] De estas tres relaciones, la de Villanueva es redactada en su mayor parte a base de datos que conoce directamente, porque las relaciones geográficas se redactan unas in situ, por vecinos de la localidad, y otras aprovechando materiales que hoy no disponemos o disponemos sólo en parte (López de Velasco, Vásquez de Espinosa), pero tanto las unas como las otras son fuente de indispensable consulta en nuestro tiempo. Antonio Arellano Moreno. ] 68 [


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Mérida, de vista, y los indios por noticia.- La ciudad de Mérida tendrá unos 150 vecinos, 60 de ellos encomenderos, y tendrán encomienda unos 3.500 indios que están poblados a 3, y a 4, y hasta 10 y 12 leguas en el contorno de dicha ciudad. Es la tierra áspera y fría. Consérvanse los indios más que en otras partes, y sirve a sus encomenderos, como los de la Gobernación de Venezuela, en las granjerías que tienen que son: lienzo, trigo, cordobanes, azúcar, conservas, quesos, jamones, hilos de pita, alfombras y carpetas, fieltros para caminar, crías de ovejas y de cabras, y ganado mayor; sayales, frazadas. Tienen su contratación con la laguna de Maracaibo, por el puerto de Gibraltar, que dista 30 leguas del dicho lugar, por camino malísimo. Algunos vecinos tienen sus indios y haciendas, en Los Timotes, términos de Trujillo, hasta 15 leguas de la dicha ciudad de Trujillo; a los cuales, tanto españoles como naturales, les vendrá bien la navegación del río Motatán, que dista unas 10 leguas de los parajes de las dichas haciendas, de manera que por este río bajen sus productos a la dicha laguna de Maracaibo, y suban sus mercaderías de Castilla con más facilidad y a menos costo y sin daño de los naturales, porque se excusará el trabajo de ir desde los dichos parajes, 15 leguas hasta Mérida y 30 hasta Gibraltar. (p. 294)

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

P. PEDRO DE MERCADO, S.J. Riobamba (Ecuador), 1620-1701

Pedro de MERCADO, S.J. Historia de la Provincia del Nuevo Reyno y Quito de la Compañía de Jesús. Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1957; t. II

No es la historia del Padre Mercado una historia crítica. Trató, es cierto, de allegar el mayor número de documentos posibles, y no raramente se lamenta de no haber hallado más informaciones y de no poder dar el nombre exacto de las personas y de los sitios. Pero está aún lejos de satisfacer todas las exigencias de la moderna historiografía. Más que el de historia conviene a la obra del Padre Mercado el nombre de crónica. Juan Manuel Pacheco, S.J. ] 70 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

Que este colegio es hijo de un parto que no costo dolores a la provincia Es Mérida una ciudad lucida pero pequeña, y con serlo ha sido cabeza de gobernación. Está situada en el principio de una llanura que tendrá como tres leguas de largo, y está como ciento y diez distante de la ciudad de Santa Fe de Bogotá en este Nuevo Reino de Granada. Tiene su asiento debajo de unas sierras que todo el año están cubiertas de nieve. Es como una isla de ríos que la cercan; tiene al Oriente la ciudad de Barinas, no poco nombrada por la excelencia del tabaco, que tributa a los que lo apetecen. Al Norte tiene la gran Laguna de Maracaibo y a Gibraltar donde se coge el cacao más afamado de estas tierras. Al Occidente tiene dos ríos navegables que se nombran Zulia y Chama, y desaguan en la Laguna de Maracaibo. Entre las casas de los pocos vecinos hay seis consagradas a Dios, la de la iglesia mayor, las de los tres santos patriarcas San Agustín, Santo Domingo y San Francisco; un convento de religiosas de Santa Clara; un hospital de pobres y enfermos, y últimamente un colegio de la Máxima Compañía de Jesús, que está casi en medio de la ciudad, distante a una cuadra de la iglesia mayor y plaza que es sitio muy conveniente y muy acomodado para que todos los de la ciudad acudan a valerse de los ministerios con que nuestra sagrada religión procura la salvación eterna de sus almas. Entraron a ocupar este sitio a catorce de mayo del año mil seiscientos y veinte y ocho el padre Joan de Arcos y el padre Joan de Cabrera, que fueron dos Joanes que para con la ciudad tuvieron gracia y hallaron la de todos los vecinos, y por eso esta provincia no tuvo dolores de parto ] 71 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

en la fundación de este colegio que produjo y sacó a luz como a hijo de las entrañas de su caridad para aprovechar espiritualmente a las almas. No contradijo el señor gobernador ni ninguno de la ciudad contradijo, antes bien todos unánimes y conformes vinieron en que se hiciese la fundación juzgando que les estaba muy bien tener tales padres de asiento en su tierra, por haber experimentado cuán bien les fue en una ocasión en que tuvieron de paso al padre Pedro Varaiz y al padre Joan de Cabrera cuando iban a hacer misión a Caracas. Para el sustento del colegio hicieron los vecinos sus mandas de limosnas según sus caudales. Quien se aventajó a todos en la beneficencia y liberalidad fue el señor licenciado Ventura de la Peña, clérigo presbítero, capellán en la santa iglesia parroquial de esta ciudad, haciendo escritura de donación de toda su hacienda para la fundación del colegio que agradecidamente lo reconoce por insigne benefactor suyo, y lo hubiera tenido por su fundador si el caudal hubiera sido suficiente para que lo fuese; pero aunque no lo haya sido vivirá en los de este colegio perpetuamente su memoria haciéndola siempre de su alma en sus oraciones y acordándose de su persona en los momentos de los sacrificios que religiosamente ofrecen a Dios Trino y Uno. (t. II, pp.7-8)

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TESTIMONIOS MERIDEÑOS

Refierese algo de los dones y frutos que el Espiritu Santo ha concedido por medio de los obreros de la Compañia Gobernación del Espíritu Santo se intituló acertadamente la de Mérida, y sin duda debe de ser porque desde el principio de su fundación tomaron por patrono suyo a la tercera Persona de la Santísima Trinidad, y se ha visto que ha patrocinado a los pueblos este gobierno concediéndoles por medio de los operarios de la Compañía sus dones y frutos, de que referiré aquí no el todo sino algo que he hallado escrito por personas verídicas de nuestra religión, y juzgo que si como han tenido cuidado de obrar lo hubieran tenido de escribir, tuviera yo copiosa materia que poder trasladar en este libro. El don del temor de Dios se les ha introducido a muchos en los corazones porque oyendo sermones y ejemplos que predican de los novísimos y del callar pecados se estremecían las almas, y por huir de los castigos de la Divina Justicia hacían muchos confesiones generales de todas sus vidas y trataban de enmendarlas. Esto ha sido de suerte que los vecinos confiesan reconocidos que la mudanza, reformación y mejoras de esta tierra se debe al celo de los padres de la Compañía, cuales fueron su primer rector el padre Joan de Arcos, el padre Miguel Jerónimo de Tolosa, el padre Josef Dadei, el padre Julio Ledi, el padre Joan Gregorio y otros muchos operarios que en este campo del Señor procuraron ansiosamente plantar y cultivar la yerba provechosísima del temor de Dios. El don de la ciencia les ha comunicado el Espíritu Santo por medio de los nuestros, y a los tiempos convenientes han enseñado a los niños y también a los adul] 73 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

tos los misterios de nuestra santa fe, para que los crean: los mandamientos de la divina Ley para que los guarden. Desde el principio de la fundación, han enseñado la lengua latina a la juventud de Mérida y generalmente han sacado a muchos de sus ignorancias y los han instruido en muchas cosas espirituales para que vayan adelante sus espíritus sirviendo a Dios y mereciendo gozar de su vista por una eternidad. (t. II, pp.9-10)

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TESTIMONIOS MERIDEÑOS

LUCAS FERNANDEZ DE PIEDRAHITA Bogotá, 1624 – Panamá, 1688

Lucas FERNANDEZ de PIEDRAHITA. Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada. En: Venezuela en los Cronistas generales de Indias. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1962, t.II; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Lucas Fernández de Piedrahita escribió durante su estadía en España, a donde había viajado a defender ante la corte su Historia General del Nuevo Reino de Granada […] A pesar de que la obra, como lo dice su título, está dedicada al nuevo Reino, no por ello deja de referirse a los sucesos que acaecían en la Gobernación de Venezuela por la conexión que tenía ésta con las tierras granadinas […] Es el primer criollo que escribió la historia de estas tierras […] Se atuvo sólo a tradiciones orales sin hacer el cotejo correspondiente. Carlos Felice Cardot ] 75 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

En esta provincia de Mérida la última de las que se contienen en la médula y parte principal del Nuevo Reino que, como dijimos a principio de esta historia, correrá este-oeste más de ochenta leguas medidas por el aire, y tenía las sierras nevadas entonces dentro de los términos que hoy pertenecen a su gobierno, tan guarnecidas sus faldas por la banda del sur y del norte de naciones tan diferentes, que no es fácil reducirlas a número, y todas gobernadas por otros tantos caciques, como eran las de jaricaguas, mucunches, escagüeyes, miyuses, tricaguas, tapanos, mocobos, mombunes, mucuchíes, iquinos, tostos y la de los timotos, que daban nombre a la provincia por más numerosa, que corre por la otra banda del norte hasta encontrarse con los cuicas, que pertenecen a la gobernación de Venezuela; y si todas fueran ásperas y guerreras como esta nación de los timotos, o todas tuvieran supremo rey que las gobernase, o supieran coligarse para la común defensa del país, en que no interesaban menos que la preservación de la tirana servidumbre en que hoy viven los pocos indios que permanecen, no les hubiera salido tan poco costoso a los españoles dominar en pocos días la provincia; pero siendo los naturales de la parte del sur poco aplicados a las armas, y no sabiendo unirse para la oposición, fue tan flaca la que intentaron derramadas en tropas desordenadas, que turbados a vista de los caballos y temerosos de las armas de fuego, mostraron en los pocos encuentros que con ellos tuvo Cristóbal Rodríguez, haber nacido más para el trabajo de los que viven cautivos, que para la guerra de los que ambiciosos la solicitan. Con esta favorable fortuna, costeada con la falta de cinco hombres, y reconocida brevemente la fertilidad del país por la multitud del gentío, eligió sitio ameno a once ] 76 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

leguas de distancia de la sierra y cuarenta al norte de la ciudad de Pamplona, y entrado ya el año de 1559, tan lastimoso para la cristiandad por haber terminado con la muerte de nuestro invicto emperador Carlos V, fundó sobre el río de Las Acequias una villa con el nombre de Santiago de los Caballeros de Mérida, en obsequio de su patria, cabeza de Extremadura, y de los primeros conquistadores que la poblaban, y en que hubiera conseguido el descanso y premio debido a sus trabajos y méritos, que fueron muchos, si más alta providencia no diera permisión para que sobre su desgraciada Mérida llovieran las calamidades que se originaron de la noticias que dio Juan Maldonado a la Real Audiencia de Santafé. (t. II, pp.272-273) [Mérida] es cabeza de gobierno y tendrá poco más de doscientos vecinos, y sobre la nobleza que heredan los más sujetos que en ella nacen, son valientes y pundonorosos, a que los anima mucho la emulación de la parte contraria, y los crecidos caudales que adquieren con el comercio de Castilla y Nueva España, por la laguna de Maracaibo. Los que se aplican al estudio son declarados ingenios y constantes en seguir la virtud. Tiene la ciudad en su recinto fundados conventos de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, de monjas de Santa Clara, y colegio de la Compañía de Jesús, que es el estado que hoy tiene. (t. II, p.275)

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

ALONSO DE ZAMORA Bogotá, 1635 -1717

Alonso de ZAMORA. Historia de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de Granada. En: Venezuela en los Cronistas generales de Indias. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1962; t.II; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

La obra del Padre Zamora constituye la principal fuente de la historia colombiana de buena parte del siglo XVII, y de aquí su grande importancia y la necesidad que hay de considerarla a cada paso. Es cierto que el autor pasó más que de prisa por casi todos los sucesos acaecidos en la segunda mitad del mismo siglo XVII; es cierto que hubiera podido tratar con mayor conveniencia y propiedad muchas otras materias, de su Orden, inclusive; es cierto también que no hubiera debido reservarse la relación de algunos incidentes y hechos que requerían por su interés hasta capítulo aparte, ni recurrir por descuido o negligencia en algunos lamentables errores; pero estos defectos que no son todos los que la obra tiene, no le quitan el gran mérito histórico, que intrínsecamente le adorna, ni hacen más que aminorar la estimación que de otra manera hubiera gozado entre los eruditos. Caracciolo Parra León ] 78 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

Desde el año de 1558, que el Capitán Juan Rodríguez Suárez fundó la Ciudad de Mérida, y del año siguiente que el Capitán Juan Maldonado, que la mudó al sitio en que hoy permanece, tenía una casa nuestra religión […] Este de San Vicente de Mérida, primero en toda aquella Provincia que llamaron de las Sierras Nevadas, tuvo grandes dotaciones de sus vecinos; y su fábrica tan buenos principios, que era la mejor, que había en la ciudad. Pero como ésta se fundó con bandos y parcialidades, una con nombre de Cerradas, a favor del Capitán Maldonado; otra en el del Capitán Suárez con nombre de Gavirias, tan obstinadas, y con malos sucesos y muertes lastimosas de ambas partes, y consumidas sus haciendas en pleitos se atrasó el crecimiento, a que pudiera haber llegado a la ciudad, y nuestro Convento por la abundancia que hay en aquella Gobernación de cacao, tabaco y algodón. Sobre la plaga referida padece los continuos temblores de tierra, y especialmente la arrasaron los que hubo el año de 1644. Es cabeza de Gobierno, que provee su Majestad, con el título de El Espíritu Santo de la Grita, y tendrá la ciudad doscientos vecinos, y entre ellos Convento de la Orden de Nuestro padre San Agustín, que se fundó el año de 1591, con licencia del Gobierno y Sede vacante, concedida al muy Reverendo Padre Fray Juan de Velasco, Visitador de su Provincia. Tiene Colegio de la Compañía de Jesús, y Convento de Nuestro Padre San Francisco, fundaciones muy modernas, como también lo es la del Convento de Religiosas de Santa Clara. Lo más memorable de esta Gobernación es haber participado de ella este Reino el uso del chocolate, bebida que usaban los indios desde su antigüedad, como también los mejicanos. Tostaban los granos del cacao y molido, le sa] 79 [


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caban al fuego la grasa que llaman hoy manteca de cacao, de cualidad frigidísima; era de tanta estimación, que con ella daban sahumerio a sus ídolos. Volvían a moler lo que restaba en la vasija, y era su regalada bebida con nombre de chorote. Cuando entraron los españoles, lo empezaron a componer con algún dulce. Después lo fueron sublimando, hasta llegar al punto tan sazonado, que tiene hoy en todo el mundo la celebrada bebida del chocolate. Su estimación aumenta los caudales de aquella Gobernación, por ser toda ella fertilísima, y llena de plantajes de cacao, como también del tabaco celebrado de Barinas; y de ambos géneros hay continuos tratos con las embarcaciones de Europa, y Nueva España, que vienen todos los años a la laguna de Maracaibo, término de esta Gobernación. Sus naciones que la poblaban eran diferentes, y numerosas, y todas gobernadas por diferentes caciques, como eran las de los Jericaguas, Mucunches, Escagüeyes, Miyuzes, Tricaguas, Tapanos, Mocobos, Mombures, Mucuches, Iquiros, y Tostos, confinantes con los Cozinas y Motilones de Santa Marta. La de los Timotos, que daban nombre a toda la Provincia, corría por la otra parte del Norte, hasta encontrarse con los Cuicas, que pertenecen a la Gobernación de Venezuela. De esta pasaron a la de Mérida algunos religiosos de los veinte que vinieron de España con el Padre Fray Antonio Montesinos, y de ellos recibieron estas naciones las primeras luces del Evangelio, a quienes siguieron los Padres arriba referidos; pacificadas, y encomendadas a diferentes vecinos de Mérida las redujeron a la Fe Católica. Por la variedad de lenguas que había en estas naciones padecieron mucho los religiosos, para introducirlas en ] 80 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

el número de los cristianos. Pero como la instancia con la asistencia vence grandes dificultades, valiéndose de intérpretes, vencieron las que se oponían a su instrucción, y bautizaron a muchos. Fue muy señalado el Padre Fray Pedro de Castro, a quien el Arzobispo Don Fray Luis Zapata de Cárdenas hizo nombramiento de la Doctrina, y Curato de los Pueblos, y repartimientos de toda la nación de los Mucuchíes, y le presentó ante el Patrón en 10 de noviembre de 1586. En la Sede vacante del mismo Arzobispo visitó esta Gobernación el Deán Don Lope Clavijo, y viendo la grande disminución de indios, por la peste que hubo en todo este Reino, redujo a doce poblaciones los que habían quedado, y señaló en nuestra Religión las Doctrinas del pueblo de la Sal, Azequias, Aricagua y Torondoy. […] El año de 1619, siendo Doctrinero del pueblo de Aricagua el Padre Fray Joseph Solís de nuestra Religión se revelaron los indios Gyriaros, que comúnmente llaman Gyros. Pusieron fuego a la Iglesia y pueblo en que hicieron muchas muertes. Pasaron a los plantajes de cacao, y quemaron los aposentos de Mucuchay, encomienda de Gaviria; los de Diego de Salas, Gabriel González y los de Juan Sánchez, donde quemaron otra Iglesia, que había de aquellas agregaciones. El Padre Joseph Solís se retiró, con grande riesgo de perder la vida a manos de la fiereza de los indios, que los buscaban para matarlo. Se retiró con los que habían quedado de paz, para que éstos, y las haciendas de cacao que había por las orillas del río de Chama, llamado el Asiento de los Guriries, servidas de cuadrillas de negros, y algunos indios, tuvieran quien les dijera Misa, enseñara la Doctrina Cristiana y administrara los Sacramentos. (t. II, pp.366-370) ] 81 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

JOSE DE OVIEDO Y BAÑOS Bogotá, 1671 – Caracas, 1738

José de OVIEDO y BAÑOS. Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela. Edición Tomás Eloy Martínez. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1992

El primer historiador propiamente dicho de nuestra patria, varón de alto ingenio y copiosas letras que consagró largos años de su vida a recopilar datos y eslabonarlos con precioso estilo, para perpetuar por los siglos la narración de los sucesos que particularizan nuestra entidad social en el conjunto de las que forman el edificio de la civilización hispanoamericana. Monseñor Nicolás E. Navarro ] 82 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

Hallándose Alfínger tan crecido de caudal, como falto de gente, por la mucha que había perdido en su jornada, determinó enviar al Capitán Iñigo de Bascona (natural de la villa de Arévalo, hombre de experimentado valor) a la ciudad de Coro con veinte y cinco soldados que le acompañasen; y sesenta mil pesos del oro que había adquirido. […] Se despidió Bascona, tomando la derrota para Coro, pero guiado de la estrella de su mal destino, no quiso gobernarse por el rumbo que habían llevado a la ida, discurriendo, que estando como estaba, el paraje en que se hallaba más metido hacia la tierra adentro de la parte donde le demoraba la laguna de Maracaibo, podría con más facilidad, y en breve tiempo (siguiendo la serranía sobre la mano izquierda) llegar a Coro, dejando a un lado la laguna, sin necesitar de ver sus aguas para lograr su viaje; pero apenas se engolfó en la serranía, perdiendo el tino en la demarcación que había formado, torció el camino sobre la mano derecha, metiéndose por unas montañas llenas de anegadizos y pantanos, tan ajenas de que las hubiese pisado humana huella, que luego conoció la perdición en que lo había empeñado su desdicha. […] Acabada la carne de los indios, con que se habían entretenido algunos días, cada uno de por sí empezó a recelarse de los demás compañeros; y no teniéndose por seguros unos de otros, de buena conformidad se dividieron todos, tirando cada cual por su camino, a lo que dispusiese de ellos la fortuna, y la tuvieron tan mala, que entre aquellas asperezas y montañas debieron de perecer sin duda alguna, pues jamás se supo de ellos, excepto cuatro, que por tener vigor y tolerancia para sufrir con más aguante los trabajos, pudieron resistir a la conjuración de tantos ] 83 [


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males, hasta acertar a salir juntos a las riberas del río Chama (que baja de las sierras nevadas de Mérida). […] Los tres que se hallaban con más aliento y vigor, cargando la parte que les había tocado de la carne y demás bastimentos, tiraron por el río arriba, metiéndose en la montaña, donde, o a manos de la necesidad, o violencia de su mala suerte, debieron de perecer, pues no parecieron más; el otro que era aquel Francisco Martín, de quien hicimos mención en este mismo capítulo, afligido del dolor que le causaba una llaga en una pierna, que no le dejaba andar, no pudiendo seguir a los demás compañeros, determinó quedarse solo, deseando ya la muerte por alivio, para acabar de una vez con tantas calamidades y congojas como se había conjurado a perseguirle la vida; y hallando después acaso en las márgenes del río un madero grueso y seco, que debió de arrojar alguna creciente a sus orillas, fijando toda su esperanza en el leve socorro de aquel leño, se abrazó con él, y dejo ir por el río abajo, con tan próspera fortuna, que dentro de pocas horas encontró una población, fundada en las riberas del río, de gente tan dócil y piadosa, que viéndolo venir de aquella suerte, lo sacaron de las ondas y llevaron por cosa extraña y singular a presentar a su cacique, que admirado de ver hombre con barbas, y de distinto color, hizo particular aprecio del regalo, dándole de estimación lo que tenía de exquisito. (pp. 26-28) Y porque de una vez demos razón del paradero que tuvo Francisco Martín, es de advertir, que retirado en Coro vivía tan arrepentido de haber dejado aquella brutal vida, que gozaba entre los indios, y tan ansioso por ver a la mujer y los hijos, que ciego con el amor, dejándose llevar de la tirana violencia del deseo, se huyó de Coro una no] 84 [


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che, y se volvió al pueblo de donde le habían sacado, tan bien hallado con las bárbaras costumbres en que ya estaba habituado, que habiendo entrado después en aquella provincia una escuadra de soldados, y traídoselo a Coro, se volvió a ir segunda vez, y hubiera cometido el mismo yerro otras cien veces, si no hubieran tomado el expediente de enviarlo al Nuevo Reino de Granada, para que quitada la ocasión con la distancia, olvidase la afición, que tanto lo enajenaba; remedio en que consistió el sosiego de aquel hombre, pues vivió después con gran quietud en la ciudad de Santa Fe confesando con arrepentimiento los despeños a que lo había precipitado su apetito. (pp. 33-34)

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

DON JUAN, CACIQUE DE MOCOÑO (Acequias) Mérida, s. XVII

Don Juan, cacique de Mocoño. Querella contra un encomendero. En: Martín LIENHARD, comp. Testimonio, cartas y manifiestos indígenas. (Desde la Conquista hasta comienzos del siglo XX). Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1992

QUERELLA CONTRA UN ENCOMENDERO Y SU MAYORDOMO POR PARTE DEL CACIQUE Y LOS INDIOS DE MOCOÑO (PROVINCIA DE MÉRIDA, AUDIENCIA DE BOGOTÁ), 7 DE MAYO DE 1677 Fuente: Archivo Histórico de Mérida, Venezuela, t. IV, Mat. Civil, Encomiendas, 1676, Nº 9.

El 7 de mayo de 1677, en su propio nombre y en el de sus “sujetos”, don Juan, cacique de Mocoño (actual estado Mérida, Venezuela) presenta, ante la Audiencia de Bogotá, una queja civil y criminal contra el encomendero Juan Fernandes y su mayordomo Bonefasio Durán. Además de los trabajos sin remuneración y la violencia del trato [cf. doc, precedente], se denuncia aquí el despojo de las tierras de los “resguardos” comunales, que obliga a los indios a arrendar tierras del convento de los agustinos. Más allá de tales prácticas, sin embargo, don Juan ] 86 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

condena la concentración del poder en las manos de una “pareja” prepotente, el encomendero y su mayordomo, y la corrupción o pusilanimidad de los representantes locales de la justicia real. El corregidor tras el primer intento tímido de enfrentarse con el mayordomo, prefiere acogerse, asustado, a la “amistad” del hombre fuerte. Los “justicias” de Mérida “viven con los mismos recelos del dicho Juan Fernandes”. Conclusión: “en aquella ciudad -Mérida- no hay justicia para el dicho capitán Juan Fernandes”. Si no fuera por cierta solidaridad de los eclesiásticos con los indios, el cuadro diseñado por el cacique de Mocoño podría leerse como una descripción del “gamonalismo” moderno (siglos XIX-XX) en los Andes centrales. Martín Lienhard

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

Don Juan, cacique de Mocoño, pueblo de naturales en la jurisdicción de la ciudad de Mérida. Por mí y en nombre de todos los indios, indias y muchachos mis sujetos parezco ante Vuestra Alteza y me querello civil y criminalmente del capitán Juan Fernandes, vecino de la ciudad de Mérida, y de Bonefasio Durán, su mayordomo, y los más que parecieren culpados en esta mi querella y causa de ella. Y es así que ha más tiempo de seis años que el dicho capitán Juan Fernandes ha tenido el uso de mí y los dichos mis sujetos. Por habernos encomendado en cabeza de un niño de poca edad, hijo suyo, nos pusieron luego a todos en continuo y mucho trabajo en sementeras de trigo y otras legumbres, beneficio de caña y molienda de ella, y ganados de todos géneros en el valle de las Acequias y estancia de trapiche. Y con sólo el pretexto de las demoras nos han tenido en los dichos trabajos no sólo a los indios tributarios, sino también a los viejos, reservados y muchachos de doctrina, indias casadas y solteras, viejas y mozas, paridas y preñadas, y a mí, siendo legítimo cacique, aunque a ninguno de los referidos se nos haya dado ninguna paga ni sustento, mas antes, de su poder nos quitó desde luego mucha parte de las tierras de nuestros resguardos para acrecentar sus labores, por lo cual y no podernos sustentar nos valimos del prior del convento de Señor San Agustín, quien nos dio arendadas las tierras [sic] que tiene el convento en aquel valle. Y en las dichas sus sementeras nos obligaron a trabajar con nuestros propios bueyes, con los cuales y nuestro mucho trabajo pensamos nos hiziese bun [sic] tratamiento, pero no ha sido así, sino que para afligi[rnos] buscó para mayordomo un hombre cruel, el dicho Bonefasio Durán, al cual no habían querido tener en otras haciendas por ] 88 [


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lo mal que trataba los indios. No lo quiso tener el capitán don Fernando de Auilas, y los admitió y buscó dicho capitán Juan Fernandes, el cual aunque le co[n]stan los muchos agravios que del dicho Bonefasio Durán hemos recibido en más de seis años que ha que es mayordomo [rupt. Sintáctica]. Y en dicho tiempo nos ha ofendido siempre de palabra, apereándonos y con otras palabras muy feas, no para referidas a Vuestra Alteza, y de obra con las manos, palos, azotes, así a indios como a indias y muchachos en los aposentos de la hacienda, labranzas y en nuestras casas y en el dicho nuestro pueblo. En el cual ni los días festivos estamos seguros de las manos del dicho mayordomo, de que no reserva ninguno, principal ni alcalde, tanto que fuera a cansar a Vuestra Alteza y enbalumar [sic] con escrito en referir los muchos delitos del susodicho ejecutados en nuestras personas. De tal suerte que ni yo, por cacique, he tenido ninguna eseción, pues sin causa que yo le diese, me puso las manos con tanta crueldad que me bañó en sangre a golpes, porazos [sic] y coces, a vista de los dichos mis sujetos; sólo por decir que yo era obligado a buscarle un muchacho paje que se la había ocultado. Y el dicho muchacho pareció después en los mismos aposentos traspasado de anb[…], que no tuvo ánimo ni aun para huir; caso éste por el cual podrá reconocer Vuestra Alteza lo que habrá estado en los demás indios, indias y muchachos el dicho mayordomo. Que a todo ha dado lugar el dicho capitán Juan Fernandes, aunque muchas veces yo y los dichos indios, [roto:¿labr?]iegos humildes, le hemos pedi[do] nos rescate del dicho mayordomo. A nada atiende despidiéndonos siempre con decir que el dicho su mayordomo le da mucha hacienda y que es trabajador. Y como de quejarnos al ] 89 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

dicho capitán Juan Fernandes no tenemos remedio, sino mayores daños que nos hace dicho mayordomo, no ha habido después ninguno que haya osado ni aun quejarse. Y estando en tan mísero cautiverio entró por nuestro coregidor don Francisco de Al..be, el cual tampoco se libró de la soberbia de dicho mayordomo, que los desafió y dijo malas palabras. Y entonces se acordó el dicho coregidor de nuestros agravios, y por ellos le hizo causa y averiguó mucha parte de delitos, y prendió a dicho mayordomo, el cual, por el mucho valimiento que tiene en el dicho capitán Juan Fernandes y otros que lo favorecen, osó capitular a dicho coregidor y oponerle causas sobre la administración de su oficio. Con lo cual c[e]só todo, y se volvieron a dichas Acequias, amistados, a recoger sus trigos de la dicha hacienda del dicho mayordomo, que se siembre separado, todo a costa de nuestra sangre, poniendo apar[te] el de dicho coregidor, que se le da en nombre de conciertos fingidos, y que cuando sea así que se hagan, nunca vamos nada de ellos sino muchos trabajos en dichas sementeras y malos tratamientos. Y siendo de tanta calidad los esperamos aún mayores a causa de que ahora, habiéndonos declarado por vacos [“sin dueño”] el gobernador y capitán general de aquella provincia, y pústonos [sic] administrador, pidió doña Lusía de Albarán, mujer del dicho Juan Fernandes, se le diesen indios para siembra de trigo y sacó mandamiento, con el cual el dicho mayordomo intentó apoderarse de nosotros como antes. Y para eso ha hecho muchas diligencias y aprietos y aun intentó que el administrador le hiciese entrega de nosotros, en l[o] cual no vino y respondió a dicho mayordomo que no p[odía] sino pagándonos conforme a ordenanza real ante el cura dotrin[ero y el] coregidor [sic]: que así lo ] 90 [


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decía dicho mandamiento. Por el cual nos hicie[ron] juntar a todos en el dicho pueblo, presentes el dicho co[rregi] dor, Juan Fernandes el mozo y el dicho mayordomo, que [vi]nieron de dicha ciudad juntos a este efecto. Y presente [tam]bién dicho administrador pusieron a todo aprieto sobre hacer dicha sementera. A lo cual yo y todo los dichos in[dios] dijimos que nos pagasen seis años de servicio personal, [y] se haría dicha sementera. Con lo qual el dicho corregidor dijo que esibiese el mayordomo los reales que podía importar. [?] dicha sementera, y obligaría a salir dichos indios al trabajo. Y como tampoco tuvo efecto por no haber esibido dicho mayordomo, sentido y con mucho enojo dijo el dicho Juan Fernandes el mozo en presencia de los que llevo dicho y otros, que dentro de dos meses lo veríamos, que volvería la encomienda a su padre, amenaza ésta que también nos hace con otras muchas el dicho mayordomo, de que justamente nos tememos. Y no tenemos seguras las vidas de dicho mayordomo, el cual se está en la dicha hacienda como antes, aguardando ocasión de continuar [la] cruelda[d] de obligarnos por fursa al trabajo, sin que haya para ello ningún recurso ni quien pueda ni quiera defendernos. Porque el dicho administrador dijo en aquel pueblo se iba a la dicha ciudad a dejar dicho cargo, y se había i[do] al tiempo que salí de dicho pueblo. Y el dicho coregidor es pues de amigo de dicho mayordomo: comen, viven y están muchas veces juntos, y del mismo modo con los hijos de dicho Juan Fernandes. Y el cura doctrinero no se p[ue]de valer ni aun conseguir los muchachos de dotrina, s[obre] a lo cual ha tenido muchos disgustos que todos ocasionó dicho mayordomo [ilegible] en el dicho Juan Fernandes, quien siempre se t[ilegible] todos los españoles de aquel[la] ciudad. ] 91 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

¿Qué haremos, señor, los pobres y miserables indios, cuando allí nos falta todo humano recurso?: [lo] que me obligó a venir a esta corte a buscar el de Vuestra Alteza. Porque en aquella ciudad no hay justicia [castigo] para el dicho capitán Juan Fernandes, como está visto y experimentado no sólo en nosotros, sino también en las demás encomiendas que tiene, las cuales y nosotros han venido en mucho menoscabo de gente por malos tratamientos, de que han muerto muchos en las estancias de cacao y en los trapiches, y aun molidos en ellos, sin que haya habido quien lo remedie, aunque es notorio. Ni osamos los miserables indios quejarnos en aquella ciudad, porque las justicias de ella viven con los mismos recelos del dicho Juan Fernandes, para quien no hay otro recurso que la recta justicia de Vuestra Alteza, quien humildemente pido me ampare, sirviéndose admitirme esta mi querella y despachando su real provisión para que se averigüe todo lo contenido en ella, con lo más que se alegare por mi parte, nombrando juez para ello que sea cual convenga, y también persona tal que nos defienda y siga nuestra justicia, que no sean de aquella ciudad. Y asimismo, por cuanto están embargadas hoy las haciendas del dicho capitán Juan Fernandes, que no se alcen embargos hasta que estemos pagados de dichos trabajos y agravios. Y que el juez que se nombrare ante todas cosas ponga con dicha real provisión la dicha causa que fulminó dicho corregidor contra dicho mayordomo, y que ponga a buen recado la persona del suso dicho y todos sus bienes y que […] ansie hasta acabarla la dicha causa, y lo que sobre todo por mi parte se pidiere y alegare. Y que asimismo se ponga con dicha real provisión [ilegible] de las ordenanzas reales de visita de aque[l] pueblo y lo más que po[r mi] parte se pidiere acomular. Por lo cual a Vues] 92 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

tra Alteza pido y suplico que habiendo por am[para]da esta mi querella, se dé traslado al protector general de los naturales de este reino, y con su respuesta se determine sobre todo. Otrosí que a los testigos que yo presentare y nombrare, se sirva Vuestra Alteza mandar a dicho juez l[os] obligue con penas y todo apremio a que declaren la verdad, por[que] de otra suerte me temo no osarán hacerlo. Pido justicia. Don Juan, Cacique de Mocoño. Presentado con petición del Protector de Naturales de este reino por Don Juan, indio cacique del pueblo de Mucuño en la provincia de Mérida, ante los señores Presidente y oidores de esta Audiencia R[eal] de su Maj[estad] a cuyo cargo está el gobierno de este Reino de Santa Fe. A siete de mayo de mil y seiscientos y setentaisiete años. (pp. 357-361)

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

P. JOSE CASSANI, S.J. Madrid, 1673-1750

P. José CASSANI, S.J. Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reyno de Granada en la América. Estudio preliminar y anotaciones al texto por José Del Rey, S.J. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1967; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

La biografía de este erudito jesuita se desarrolla íntegramente en el viejo mundo y su infatigable existencia se integra como parte activa en tres grandes instituciones: la Real Academia de la Lengua, de la que fue cofundador; el Santo Oficio, que solicitó durante 45 años su parecer sobre problemas teológicos, morales e históricos; y la Compañía de Jesús a la que consagró miles de páginas entre las que se encuentran las dedicadas a la biografía misionera de los jesuitas en Venezuela. José del Rey, S.J. ] 94 [


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Al mismo tiempo, con corta distinción de años, pues fue el de 1628, salieron a Mission con el ánimo, o destino de llegar a Caracas, los Padres Juan de Arcos, y Juan de Cabrera: passaron, por ser camino Real, por la Ciudad de Mérida , pequeña en su población, pero lucida en sus moradores, y commoda en el sitio: está regada de los dos ríos que la cercan, llamados Albarregas y Chama, que desembocan en la gran laguna de Maracaybo, que tiene la Ciudad al norte de su situación. Entraron los dos Jesuitas en la Ciudad como de passo, y se quedaron muy de assiento, porque los vecinos, especialmente cuidadosos del bien de sus almas, viéndose, si no desamparados, a lo menos mal asistidos por los Doctrineros, pidieron a los Padres, que antes de passar adelante, hiciesen a lo menos, una Mission en la Ciudad, que tanto lo necesitaba; y como el principal fin del viage era hacer Mission, y el destino de Caracas no era obediencia precisa, y la Ciudad es del Obispado, hallando bien dispuesta la materia al fuego, aplicaron la llama: empezaron la Mission, afervorizaron los corazones, movieron mucho los ánimos, fue singular el concurso a las confessiones, muchas de las mudanzas de vida en los Españoles, y copioso el fruto en la conversiones, y reducciones de Indios que vivían aplicados a la Ciudad. Este movimiento, o esta commocion universal, movió a algunos a pedir a los Padres, que se detuviesen algunos días, para lograr el fruto de su trabajo, pues el grano sembrado se iba madurando en los pechos de muchos, y cada dia se experimentaban nuevas conversiones, y muchas mudanzas de vida disolutas en muy edificativamente christianas. Condescendieron los Padres por entonces, sin mas fin, que el de la primera intencion, que les proponían; pero su misma comunicación, como era de Dios, y por Dios, fue ] 95 [


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causa de mayor aprecio; y de tanto, que los vecinos, sin preceder licencia alguna, ni beneplácito de Governador, ni señor Obispo, que ellos suponian, determinaron fundar un colegio, que en realidad se halló formado, sin que se supiesse que se formaba, porque un vecino dió una casa al principio para vivienda, después para estabilidad, y al fin para Colegio; entre todos concurrieron con limosnas para comer; y poco a poco con rentas para subsistir; y a no mucho tiempo pudieron los Padres dar noticia al Padre Provincial de estar establecidos, sin poder especificar más, que las voluntarias limosnas de muchos, entre los quales nombraban sólo al Licenciado Don Ventura de la Peña, porque este se distinguió de los otros en darlo todo, cediendo a favor de los Padres, para su manutención, toda su hacienda, la qual, si no era bastante para fundación, ni patronato, era pingüe para añadir tanto a los que los otros daban, que cumplió el término, y cantidad debida a la fundacion. Con este tan feliz principio, con el empeño de la Ciudad, que tan eficazmente pedia, y la utilidad que exageraba, fueron faciles, y aun con agradecimiento las licencias Eclesiasticas y Seculares, y quedó formado, y fundado un Colegio al passo de unos Missioneros y ha sido utilísimo, así por la cercanía de Maracaybo, como por las montañas de indómitos Gentiles, que habitan sus breñas, en los quales, aunque por su fiereza no es copioso el fruto, en los que se amansan es de consideración el provecho. (pp. 80-82)

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P. JOSE GUMILLA, S.J.

Reyno de Valencia (España), 1687-1750

P. José GUMILLA, S.J. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 1963

Entre las obras de los cronistas de Indias realizadas con limitaciones y deficiencias de la época y en veces con sobra de prejuicios, pero también con indudable espíritu de sacrificio, con sentido de exploración humana, de documentación directa para la obtención de conocimientos sobre las porciones de la gran extensión americana, está “El Orinoco Ilustrado, Historia Natural, Civil y Geográfica de este gran Río y de sus caudalosas vertientes: Gobierno, usos y costumbres de los indios sus habitadores, con nuevas y útiles noticias de Animales, Árboles, Frutos, Aceites, Resinas, Yerbas y Raíces medicinales; y sobre todo se hallarán conversiones muy singulares a nuestra San Fé y casos de mucha edificación”, según el extenso título acostumbrado en esos tiempos, escrita por el Padre José Gumilla, de la Compañía de Jesús […], Provincial que fue de su Provincia del Nuevo Reyno de Granada. José Nucete-Sardi ] 97 [


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Ahora veremos las mismas cuatros estaciones del año sólo en uno de los días del año, y en un solo lugar. Y doy por testigos a cuantos viven en la ciudad de Mérida, jurisdicción del Nuevo Reino, y a cuantos han estado en ella, aunque haya sido sólo un día. Esta dicha ciudad está situada seis grados y cuarenta minutos de latitud, y en trescientos seis grados y medio de longitud; y en ella hay cada día natural trece horas de frío, cinco horas templadas de primavera y de otoño y seis horas de calor. De este modo, desde las seis de la tarde hasta la siete de la mañana siguiente, que allá es una hora después de salido el sol, corren trece horas de frío, originado de cuatro dilatadas cumbres de nieve, que tiene la ciudad a la vista hacia su parte oriental; desde las siete de la mañana hasta la diez dadas, y desde la cuatro de la tarde hasta las seis que es al ponerse el sol todo el año, son cinco horas de templada primavera, porque el sol no domina sobre el frío hasta dadas las diez de la mañana, y a las cuatro de la tarde la caída del sol y el fresco de la nevada forman un temple benigno, hasta que vuelve la noche fría; dura el calor seis horas, que son desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde, sobrepujando fuertemente los rayos del sol en dichas horas, y amortiguando totalmente al ambiente fresco de las nevadas. (p. 75)

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BASILIO VICENTE DE OVIEDO Y VALDÉS Socatá (Colombia) n. 1699

Basilio Vicente de OVIEDO. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. En: Venezuela en los Cronistas generales de Indias. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1962, t.II; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Durante cuarenta años de incansable labor, acopió datos de diversa naturaleza para escribir en once volúmenes su monumental obra titulada “Pensamientos y noticias escogidas para utilidad de los curas”. En esta enciclopedia del saber sacerdotal -como la llamó Picón Salas- el autor da noticias sobre la naturaleza de los ángeles, la vida de los papas, profetas y patriarcas, las doctrinas de los santos concilios y los sínodos del arzobispado de Santa Fe. No pudo lograr la publicación de ninguno de los tomos, no obstante que el Arzobispo de Bogotá le concedió licencia para publicarlos por no hallar en ellos nada contrario al dogma católico. Se piensa que el elogio que hizo Oviedo de los jesuitas, fue el principal obstáculo para conseguir el permiso de edición por parte del Consejo de Indias. Ildefonso Leal ] 99 [


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DE LOS CURATOS DE LAS CIUDADES DE MERIDA Y BARINAS, Y SUS JURISDICCIONES Mérida La muy noble y muy leal ciudad de Mérida, que se intituló la ciudad de Santiago de los Caballeros, la fundó en la Provincia de las Sierras Nevadas, el año de 1558, Juan Rodríguez Suárez, y la nombró así en memoria y reconocimiento de su patria, Mérida, capital de la Provincia de Extremadura, en España; y el siguiente año de 1559 la mudó Juan Maldonado al sitio donde permanece. Está al Norte respecto de Pamplona, de la que dista 30 leguas, pero por lo doble y áspero del camino, se transita en diez días de camino o diez jornadas. Tiene conventos de San Agustín, Santo Domingo y San Francisco, y hospital y monasterio de monjas de Santa Clara y Colegio de la Compañía de Jesús; rico de haciendas, pero cuando no lo son y por cosa especial se cuenta que Panamá… Tiene hospitalarios de San Juan de Dios, ricos, y Colegio de la Compañía de Jesús, pobre. Es y ha sido cabeza de Gobierno, dado que hoy en día está el Gobernador en Maracaibo, y es puerto real, y en Mérida sólo asiste su Teniente, a cuya jurisdicción están sujetas la villa de San Cristóbal y las ciudades de su jurisdicción y distritos. Tiene, a más de las iglesias dichas, otras cuatro capillas en las entradas de la ciudad y muy buenos edificios de casas y calles y su noble Concejo y Teniente General de Gobernador, y 500 vecinos y entre ellos muchas familias nobles; dijo un práctico que serán sólo 400 los vecinos. Está la ciudad de Mérida en una amena meseta circunvalada de tres ríos: el uno llaman Chama, y es el ma] 100 [


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yor, vadeable, y en tiempo de aguas se transita por cabuya; el otro llaman Mucupén, que a breve trecho se desagua en el Chama; otro llamado Albarregas, que rodea la ciudad y es de mejor agua y de la que todos beben y lavan, y a tres leguas se unen todos, y otro pequeño que llaman Milla, al fin de la ciudad. Tiene otra particularidad Mérida, que no sé en cuál otra parte se experimente en todo el año en la Europa; que cada día goza de las mismas cuatro estaciones que se experimentan, de trece horas de frío (a proporción, pues su temperamento es frío templado) cinco horas de primavera templada y seis horas de caluroso otoño. De modo que desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana, que es una hora después de que sale el sol, es frío el temperamento a causa de las Sierras Nevadas que tiene a la vista. Desde las siete de la mañana hasta las diez goza de primavera templada, a causa del sol que la va templando; y desde las diez del día hasta las cuatro de la tarde, es caluroso por los mismos rayos del sol que la baña, circundándola las Sierras Nevadas. Pero tiene otro cerro templado que llaman el cerro de las Flores, con una laguna hermosa, en cuya circunferencia hay hermosas flores y laureles que la hermosean mucho, de manera que Mérida viene a ser saludable y vistosa. Tiene o se crían en su país muchas aves de cantos muy sonoros, toches, turpiales. Su terreno es muy fértil, que produce de todos frutos de tierra fría, templada y cálida: manzanas, duraznos, membrillos, granados, plátanos, aguacates, con abundancia buen trigo, maíz, papas, arracachas, yucas, repollos y muchos y riquísimos cacaos, y buena agua. Dicen que su jurisdicción tiene de longitud 40 leguas desde el monte de Bailadores, que deslinda con la ciudad de La Grita, donde salen los indios motilones a hacer daño a los pasajeros, y ] 101 [


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por una y otra banda han destruido muchas haciendas, así a La Grita como a los Meridianos, y por la parte del Norte o Caracas divide su jurisdicción de la de Trujillo el río Boconó y pueblo de Timotes; y por la parte de Oriente o Este, la deslinda con Barinas la quebrada que llaman La Bellaca. Este curato, por todas circunstancias apreciable, por su temperamento y por sus gentes que son de genio agudos, despejados, amables y festivos y aun picados de briosos, y hay muchas familias nobles descendientes de los conquistadores, donde han permanecido o continuándose más a proporción del número, por lo saludable, ameno y deleitoso y ser tierra de comercio que se comunica mucho con el Reino y con la Provincia de Caracas. Rentará a su párroco anualmente 1.000 pesos en géneros, sin los novenos, y si éstos se les restituyen a los curas, le rentará más de 1.200 pesos, y lo colocamos con justa razón en el primer orden de los curatos; y no lo reguló el señor Camacho porque, como dicho hemos, ésta, con los de su Provincia pertenece en su presentación al Gobierno de Maracaibo.

CURATOS DE SEGUNDO ORDEN DE LA JURISDICCIÓN DE MERIDA Parroquia del Ejido A tres leguas de la ciudad de Mérida, a la banda de Santafé o Pamplona, que es la del Norte, está el curato de la parroquia del Ejido, con buena iglesia y bien ornamentada. Puede tener 500 vecinos. Es su temperamento cálido, ameno y sano, con todos frutos de tierra cálida, cacaos, ] 102 [


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muchos trapiches de caña, y su principal trato muchos dulces, azúcares, conservas y panelas que llaman melotes, que conducen a Maracaibo. Produce algodón, yucas, plátanos y demás frutos de tierra caliente. Rentará a su párroco 1.000 pesos y es de según do orden y de los que no reguló el señor Camacho. Nótese que este curato es mejor que el de la ciudad de Mérida, y en su renta más útil y cuantioso.

Mucuchíes y Mucurubá El curato de los pueblos Mucuchíes y Mucurubá es doctrina de la religión de San Agustín. Mucuchíes es pueblo de muchos indios, que puede tener cerca de 200, pues es el mayor de toda la jurisdicción, con buena iglesia de teja, completamente ornamentada. Su temperamento frígido produce mucho trigo, maíz, papas y demás frutos de tierra fría con abundancia. El pueblo de Mucurubá tendrá 50 indios; su temperamento templado y produce mucho maíz y otros frutos de tierra templada; su iglesia de paja, con algún ornamento. Tendrá en uno y otro más de cien vecinos blancos, uno y otro temperamento sano. Puede rentar este curato 1.500 pesos, pero por tener la pensión de necesitar compañero, se regula en 1.100 pesos. Lo colocamos en el segundo orden, dado que los clérigos del Reino no lo apetecen mucho; pero hay muchos clérigos meridianos que lo apreciaran; y no lo reguló el señor Camacho por lo dicho y ser de regulares. En su jurisdicción tienen los Reverendos Padres jesuitas muchos hatos opulentos.

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CURATOS DE TERCER ORDEN DE DICHA JURISDICCIÓN Lagunillas El pueblo de Lagunillas, de la clerecía, con iglesia de paja, pero bien ornamentada, su temperamento cálido, pero sano y ameno, produce de todos frutos de tierra caliente, caña, maíz, plátanos, yucas y muchas frutas. Se dan en su distrito muchas parras, de modo que allí no tiene el cura que comprar vino para celebrar, porque tiene sus parritas y las cuida mucho para tener de continuo el vino que necesita. Tiene también algunas haciendas de cacao y también produce algodón y hay algunos trapiches en que fabrican bastantes dulces. Tendrá 100 indios y 50 vecinos blancos. Rentará este curato a su párroco 700 pesos anuales y es de tercer orden y de los que no reguló el señor Camacho.

Santo Domingo, Pueblo Nuevo y Las Piedras El curato del pueblo de Santo Domingo, que para llegar a él se pasa el páramo y tiene agregados el que llaman Pueblo Llano o Nuevo y el Valle de las Piedras que es una viceparroquia de blancos, con su iglesia, y está hacia Trujillo y Maracaibo, es tierra templada. Tendrá el pueblo de Santo Domingo 100 indios y 50, poco menos, vecinos blancos; produce muchas turmas y maíz; los indios fabrican muchas petacas y petaquitas, labradas, que es su trato. Tienen unos y otros indios y vecinos muchos ganados vacunos y yegüerizos, y estos indios son muy acomodados, ] 104 [


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según su esfera. Pueblo Llano tendrá 70 indios y 25 vecinos. Producen los mismos frutos y ganados que el otro pueblo, y fabrican también petacas y canastos. El Valle de las Piedras tendrá 50 vecinos y crían muchos ganados vacunos y yeguas y objetos, y produce los dichos frutos. Este curato puede rentar 1.200 pesos, pero atendiendo a que necesita compañero, le rebajamos a 900 pesos y lo colocamos, por ser retirado, en el tercer orden; y es de los que no reguló el señor Camacho, y es su temperamento sano. CURATOS DE CUARTO ORDEN DE LA DICHA JURISDICCIÓN DE MÉRIDA Acequias El curato del pueblo de Acequias, cerca de Mérida, tierra templada, con su iglesia y su ordinario ornamento, produce mucho trigo, maíz, turmas, habas, alverjas, repollo y demás frutos de tierra fría. Tendrá 100 indios y 50 vecinos blancos pobres. Temperamento sano. Rentará a su párroco 500 pesos, y es de cuarto orden, pero para los Meridianos es apreciable; y tiene bastantes ganados. Mucuño El curato del pueblo de Mucuño, con iglesia competentemente ornamentada, está en el Valle de Acequias, tierra templada o fría y sana; produce trigo, maíz, etc. y tiene bastantes ganados. Tendrá 100 indios y 40 vecinos blancos. Rentará a su párroco 500 pesos, y es de cuarto orden como el antecedente. ] 105 [


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Morro El curato del pueblo del Morro, en el Valle de Acequias, con su iglesia proporcionadamente decente, produce mucho trigo en sus laderas y maíz y demás frutos de tierra fría, y tiene bastantes ganados vacunos y cabríos y ovejunos. Tendrá 80 indios y 40 vecinos. Rentará a su párroco 500 pesos, como sus vecinos Acequias y Mucuño; es tierra fría y sana, y lo colocamos en cuarto orden. San Juan El curato del pueblo de San Juan, cercano a Lagunillas, con iglesia cubierta de paja y su ordinario ornato, su temperamento cálido que produce cacao y caña dulce, y en él hay haciendas de cacao, también produce algodón y otros frutos de tierra caliente, yucas, batatas, plátanos, etc. y tiene ganados vacunos y cabríos. Tendrá más de 100 indios y 30 o 40 vecinos. Rentará a su párroco 600 pesos anuales, y es de cuarto orden y tierra sana. La Mesa El curato del pueblo de La Mesa, media jornada distante de la ciudad de Mérida, aunque es pequeño, que tendrá 50 indios y 30 0 40 vecinos, tierra caliente templadamente, y es país sano y ameno, que produce maíz, plátanos, muchas auyamas y otros frutos de tierra caliente y tiene algunos trapiches de caña dulce; rentará a su párroco sólo 400 pesos, pero por su cercanía y favorable temperamento lo colocamos en este cuarto orden. ] 106 [


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Pueblo Llano El curato de Pueblo Llano, con iglesia cubierta de paja y su ordinario ornato, puede tener 100 indios y 20 vecinos o 30. Su temperamento cálido, templado, produce bastante algodón y caña dulce, plátanos, yuca, maíz y demás frutos de tierra caliente. Rentará a su párroco anualmente 500 pesos y es de cuarto orden.

Tabay El curato del pueblo de Tabay, cercano de Mérida, en la vía para Barinas, tierra cálida, templadamente, y país ameno, sano y fértil, con iglesia competentemente ornamentada. Tendrá 80 indios y más de 50 vecinos blancos. Produce trigo y mucho arroz, maíz y demás frutos. Tiene haciendas de trapiches y molinos y muchos ganados vacunos, y algunos vecinos honrados. Rentará a su párroco 500 pesos, y es de cuarto orden y por sus circunstancias puede ser apetecido.

Timotes El pueblo de Timotes, curato de la clerecía en la raya que deslinda las jurisdicciones de Mérida y Trujillo, por el río llamado Timotes, tendrá 150 indios y 50 o más vecinos blancos. Su temperamento templado, que produce de todos frutos de tierra templada, buen trigo, ajos, cebollas, papas, maíz, etc. Tiene de todos ganados, vacuno, yeguarizo, ovejuno, etc. Su iglesia cubierta de paja, con ordina] 107 [


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rio ornato. Rentará a su párroco 600 pesos y más, y lo colocamos de cuarto orden, dado que puede ser del tercero.

CURATOS DE QUINTO ORDEN DE LA JURISDICCION DE MÉRIDA Chachopo y Mosmocho El curato del pueblo de Chachopo es pueblo pequeño de la clerecía, con iglesia de paja y poco ornato. Tendrá 50 indios y pocos vecinos blancos. Su temperamento templado; produce trigo, maíz, papas y demás frutos de tierra fría. Tiene asimismo agregado otro pueblecito pequeño llamado Mosmocho, con 30 indios, y su ermita de paja, que uno y otro rentarán a su párroco 300 pesos anualmente, pero es tierra sana y es de quinto orden.

Sají El curato del pueblo de Sají, de la clerecía, su temperamento templado, que produce dichos frutos, su iglesia de paja con poco ornato, tendrá 40 indios y 20 vecinos blancos. Su temperamento sano y favorable. Rentará a su párroco 250 pesos, y lo colocamos en quinto orden. Chiguará El curato del pueblo de Chiguará, una legua distante de la grande hacienda de Los Estanques, con iglesia de paja y 40 indios y 30 vecinos agregados, tierra caliente que ] 108 [


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produce caña dulce y cacaos y todos frutos de tierra caliente, lo han arruinado los indios motilones. Rentará a su párroco 250 pesos y es de quinto y último orden. NOTA 1ª. La hacienda de Los Estanques, que es muy cuantiosa, tiene su capellán perpetuo a elección del dueño de la hacienda, que fue de doña María de Urbina y hoy es del doctor don Nicolás Dávila. Produce muchísimo cacao y de todos frutos de tierra caliente y tiene buenos trapiches. Tiene muy linda capilla, con órgano y muy bien ornamentada. Valía 30.000 pesos y tenía más de 150 esclavos. Hay también muchas haciendas de los nobles vecinos de Mérida, que tienen sus capillas en ellas, que son oratorios, y los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús tienen muchas haciendas de arroz y de trapiches y de cacaguales, y la hacienda de Las Ceibas, que es muy cuantiosa, del Colegio de Mérida, dicen la partían para fundar el colegio de Maracaibo. Nota 2ª. Hay en la jurisdicción de Mérida un territorio que llaman el Valle de Aricagua, muy ameno, templado y fértil, donde hay muchos indios, algunos cristianos y los más gentiles, pero dóciles, que no hacen guerra. Su nación llaman Giros. Tienen varios pueblos con sus iglesias pobrísimas, de palos y paja. Si aporta allí algún sacerdote lo veneran y les dice misa y la oyen con devoción; pero no sé que se haya dado alguna providencia sobre esto, que es cosa que debe causar gran lástima. Es tierra fértil y amena y sana, abundante de mucha miel de abejas y cera y muchos frutos, y dicen tener muchos minerales de oro, que es cosa que admira que ni aún por este interés lo cultiven los españoles vecinos. (t. II, pp. 421-429). ] 109 [


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FRANCISCO DE ALBURQUERQUE España, s. XVIII

Francisco de ALBURQUERQUE. Descripción de Mérida en 1782 que se hizo por orden del Comandante Francisco de Alburquerque a petición del Intendente del Ejército y Real Hacienda D. José de Avalos… En: Roberto PICON PARRA. Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558-1810)… Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1988; t.I; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

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PLAN QUE MANIFIESTA LA SITUACION, POBLADO Y TERRENO DE ESTA CIUDAD DE SAN JOSE DE MERIDA, CON LAS MAS NOTICIAS PARTICULARES QUE PAREZCA CONVENIENTE EXPRESAR PARA SU INTELIGENCIA

La ciudad de Mérida en las Indias Occidentales, célebre por sus situación, temperamento y fertilidad de su terreno, se halla en el centro de esta provincia de Maracaibo asentada su plaza, calles y arrabales sobre una hermosísima, plana y llana de mesa, de longitud que tendrá como tres leguas, y de latitud en la parte más ancha como un cuarto, haciendo en algunas partes otros estrechos más cortos. Circúndanla y fertilízanla los cuatro ríos de sanas, dulces y gustosas aguas, cuales son el caudaloso Chama, que teniendo su creación en arroyuelo pequeño en los Altos Páramos de Mucuchíes y Santo Domingo, viene recogiendo todas las aguas de las dos serranías y páramos de nieve, llegando a esta ciudad con crecidas aguas, y así en invierno sólo se transita por puentes o maromas; sigue pues su curso precipitado por entre algunas peñas y asperezas hasta los estanques, en donde rara vez da vado a los traficantes que siguen el camino de Santa Fe; de aquí a medio día de jornada trocando su rapidez y precipicio en mansedumbre por la llanura de aquel plano y montañas de Motilones, no haciendo caja formal, se derrama en ciénagas o brazos, desaguando por varios en la laguna de Maracaibo sin permitir en todo él ninguna especie de embarcación, en sus principios, por su rapidez, y en su fin por su derrame. Mucujún, río de un tanto menos de agua que el antecedente tiene sus cabezas en los páramos de la ] 111 [


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culata y baja precipitado por la parte del Norte y cabeceras de esta ciudad hasta unirse con Chama; a vista de ésta este río es de mayor rapidez que el antecedente; muy pedregoso y encajonado por lo que para la entrada en esta ciudad, viniendo de Maracaibo, siempre se pasa por puente; sus aguas riegan o fertilizan pocos o ningunos terrenos por ser parte montuosa y áspera. Milla, arroyuelo pequeño, tiene su creación y cuna en los páramos de los Conejos, el que sigue su curso hasta unirse por la parte del Este a vista de esta ciudad con el río Albarregas, que también se cría en otros cerrajones del mismo páramo, y unidos ambos siguen su curso hasta entrar en Chama como a dos leguas de esta ciudad, dejando aislada toda esta mesa desde cuyas altas barrancas se miran estos cuatro ríos. De estos dos últimos se fertiliza y riega toda esta mesa con acequias que industriosamente (y no con poco trabajo) las elevan hasta el plano de la superficie, teniendo por las calles acequias corrientes, que sirven para los riegos y molinos. Las barrancas por parte de Chama y Mucujún son de triplicada altura que las otras de Millas y Albarregas; unas y otras en parte son precipitadas y en parte amenas o llanas, permitiendo por ellas distintas subidas o cuestas sin mayor peligro ni fatiga. Explicada pues así su situación, pasaremos a decir algo de su poblado, etc. Este es en mucha parte de caserío de paredes dobles y teja, no echándose menos el calicanto, por ser las paredes tan durables que admiten dos o tres veces cubiertas. Las fábricas son de mediana construcción, algunas casas de alto y las más de bajo. Las facilidades de madera, teja y caña permiten a muchos pobres la construcción de sus casillas de tejas; su extensión inclusive arrabales es de barranca a barranca; su latitud de 16 a 20 cuadras. Las principales calles se hallan em] 112 [


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pedradas para evitar el lodo que con las lluvias de que es muy visitada se cría. Las cuadras están bien formadas, muy rectas, y casa una tiene cien varas en cuadro con proporcionada anchura, con que se hacen todas muy hermosas, y facilitan el tráfico y curso de la gente sin molestias ni tropiezos; tiene en la plaza su iglesia parroquial de regular construcción; y repartidos en distintas calles los conventos de Santo Domingo, San Agustín, Monjas de Santa Clara y el suprimido de San Francisco; en cada uno hay algunos religiosos, y son todos decentes y regulares. Asimismo tiene un mediano hospital y cuatro capillas, ayuda de parroquias en las entradas de esta ciudad, cuales son, la de Mucujún, la de Milla, la del Llano y las del Espejo, todas de teja. Los PP. expulsos tuvieron en esta ciudad colegio, cuya fábrica y hacienda poseen hoy los PP. Dominicos por merced que les hizo S.M. con cargo de fomentar en ésta un convento formal, que sirviese para escala de las misiones, que esta religión tiene en jurisdicción de Barinas. La iglesia y convento de estos PP. Dominicos se ha quedado desierta y sin reparo toda su fábrica, con que es evidente su ruina, sin utilidad alguna; y así sería muy conveniente se le diese destino por los superiores, o para hospicio y reclusión de mujeres, o para otra cosa semejante. Hacia la parte del Oriente se mira la cordillera y serranía que baja desde los páramos, y al frente de esta ciudad en su mayor eminencia se encuentra todo el año en sus escarpadas peñas porción de nieve coagulada de que destilan muchos chorros de agua, que bajan a unirse al Chama. A la contraria parte se deja ver otra igual cordillera o serranía aunque sin nieve al frente, pero la hay en los páramos que llaman de los Conejos. Por la inmediación de todos estos páramos y sus frecuentes vientos, se hace esta ] 113 [


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ciudad un poco más fría que cálida, bien que el cuerpo se acomoda igualmente a la ropa o ya de lana o ya de seda; por los mismos vientos fríos experimentan en estos sus moradores algunas fluxiones de cabeza o dolores de muelas para cuya preservación y remedio usa la mayor parte de este vecindario del chimó que se hace del zumo del tabaco y tierra de urao; suele por lo regular predominar en estos moradores el humor colérico de que padecen algunas tiricias, siendo éstas los tabardillos e hidropesía los males más comunes de sus habitantes. A continuación de esta ciudad, mirando al Sur, se halla un hermoso llano de paja, como de tres cuartos de legua, que sirve de Egidos, y en el que se mantienen muchos ganados y bestias de todos estos vecinos. El resto, hasta rematar esta mesa de una punta aguda, está bien poblado de ingenios de trapiche, en que son abundantes las cañas dulces y platanales, cuyas labores riegan y fertilizan varias acequias de agua, que como se ha dicho se elevan del río Albarregas; como a dos o tres horas de camino, se encuentra la parroquia de San Buenaventura del Egido, bien habitada y poblada de vecinos la mayor parte pobres y gente común; sus labores son cañaverales, platanales y menestras; a este terreno y haciendas las riegan dos quebradas; Montalbán y la Portuguesa; en cuyo intermedio se halla asentada la plaza e iglesia con algunas casas de teja. Siguiendo de esta dicha parroquia el camino recto de Santa Fe, siempre mirando al Sur, se encuentran ya en el mismo camino, ya a uno u otro lado encima de los cerros, los pueblos de la Mesa Jaguí, San Juan, Lagunillas, Pueblo Nuevo y Chiguará, que todos son de pocos indios, pues en raro alcanzan el tributo o demora de sus indios para pagar al doctrinero su estipendio. Los frutos que cosechan estos naturales son de raíces ] 114 [


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y algunas menestras; son poco laboriosos y se contentan con un mal vestido y peor comida. Fuera de los resguardos de todos estos pueblos, tienen varios vecinos españoles haciendas de trapiche, algunas arboledas de cacao y crías de ganado, mayores y menores. Dentro de los resguardos del pueblo de Lagunillas se halla la laguna que llaman del Urao, por sacar de ella aquellos indios una especie de salitre que se coagula en el centro de ella, y con no poco trabajo lo sacan aquellos indios, cuyo dominio y señorío han tenido desde la conquista, sacando y vendiendo el urao a todos estos vecinos, para el uso de chimoo, algunas medicinas y también la tierras para los ganados, hasta hoy que se ha mandado estancar y sólo se permite su saca para el abasto del estanco del tabaco y chimoo, pagándoselos a aquellos indios a un ínfimo precio. Las aguas de esta laguna son salitrosas y por consiguiente muy propias para los ganados. Por esta parte del Sur, camino recto para Santa Fe, como a tres días de camino desde esta ciudad, pasando por la hacienda de Estanques el río Chama, parte límites esta ciudad con la de La Grita en la montaña de los Motilones y primer vado del río Mocotí; hacia la parte del…se halla el valle de Acequias, en cuyos términos están situados el pueblo del Morro, Mucuño y misiones de Acarigua y Veguillas o Mucutuy, las que están a cargo de los PP. Agustinos y sin mayor adelantamiento, por poca atención y ningún sustento o congrua, que para los misioneros se expende de cajas Reales sobre las que se debía poner algún cuidado, pues aquellos indios son muy dóciles y bien inclinados a abrazar la religión católica. Las tierras que ocupan son muchas y muy fértiles; unas montuosas y otras de paja en que se crían todos ganados, aunque se hayan vacías de habitadores, y por consiguiente de labo] 115 [


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res y ganados. Podrían establecerse allí haciendas de cacao, trapiche y todas menestras. Confinan con los llanos de Barinas y Pedraza. Sería muy útil al servicio de Dios, del Rey y de estos vecinos el que se fundase una parroquia en la Veguilla, donde se encuentran todas comodidades. Los mencionados pueblos de Mucuño y el Morro tienen indios suficientes para pagar el estipendio a sus doctrineros, y son algo laboriosos en trigos que producen buena harina o otras menestras; cosechan algunas lanas de que fabrican frazadas y mantas y también hacen los cestales o mochilas de fique de que se sirve toda esta jurisdicción. Todo este valle se compone de cerros o lomas que son bastante fértiles, en donde muchos de estos vecinos tienen sus hatos y crías de todos ganados. Las aguas se recogen al río que llaman de Nuestra Señora, que por entre muy estrechas peñas, sigue su curso hasta entrar en Chama. Mirando al Norte, y siguiendo de esta ciudad el camino real que guía para Caracas, Barinas y Trujillo y Maracaibo se encuentran los pueblos siguientes: Tabay de muy corto número de indios, y bastante vecindario, en cuyo territorio se cosecha maíces, algunas pocas menestras y se crían malos ganados por no ser muy fértil aquel terreno. Mucurugua, de mediana población, frutos, trigos, maíces y menestras, y algunos ganados que crían los vecinos españoles. Mucuchíes, de bastantes indios muy laboriosos en las cosechas de trigo, que son abundantísimos (aunque dan mala harina), alverjas, papas y otras menestras, que casi abastecen toda esta jurisdicción y sacan a las inmediatas. Tiene bastante vecindario de españoles, que cosechan los mismos frutos y crían ganados mayores. Santo Domingo, pueblo de bastantes indios, aunque poco asistentes en su domicilio o pueblo, y menos laborioso. Estos fabrican las ] 116 [


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petacas de caña en que se saca el tabaco de Barinas, tiene pocos vecinos españoles que crían ganados y no se hacen cosechas por ser muy frío: Pueblo Llano de regular poblado con algunos vecinos españoles, que todos cosechan buenos trigos, alverjas y otras menestras, con crías de ganado mayores. Por otra parte termina esta ciudad con la de Barinas, en la quebrada Bellaca. Siguiendo el camino, en el pie del páramo que guía para Maracaibo en el sitio que llaman los Apartaderos, pasando todo el alto del páramo; a tres jornadas de camino desde esta ciudad, se encuentran los pueblos de Chachopo y Timotes, los que se administran por un mismo doctrinero: el primero es de pocos indios y vecinos españoles; y el segundo es de mediano número y regular poblado, con bastante vecindario, en los que se cosechan trigos, pocos maíces, y algunas otras menestras con algunas crías de ganados mayores. Por esta parte divide sus límites esta jurisdicción con la de Trujillo en un zanjón que llaman la Raya. De los páramos que se hallan entre estos pueblos, Santo Domingo y Mucuchíes, nacen tres ríos, que son Chama (de que hablamos arriba), Motatán, que tiene su curso para la jurisdicción de Trujillo, en cuyas riberas, como a tres días de sus cabeceras, tienen aquellos vecinos algunas haciendas de cacao. Este río con las mismas circunstancias de Chama, entra a la laguna de Maracaibo e inmediato a la aduana de Moporo. El tercero es el río Santo Domingo, que descuelga y corre para los llanos de Barinas en donde se hace navegable en canoas o lanchas, y con el nombre de Apure entran todas sus aguas en el río Orinoco. Dejando así explicada la situación, jurisdicción y poblado de esta ciudad, diremos algo de otras cosas que convengan al pleno conocimiento y adelantamiento de ella; teniendo entendido que sus ] 117 [


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principales frutos que comercian fuera de esta jurisdicción son panelas, azúcares, algunas harinas, y cacao de que queda muy poca utilidad a sus vecinos, por los costos, excesivos derechos y malos caminos por donde se trafica en los que se tienen bastantes pérdidas, así de mulas como de los mismos frutos. El azúcar que se hace, de superior calidad, si los superiores fomentan el trato que se principió el año de 79 a instancia y diligencia del señor Factor de Maracaibo, y recibiéndola de aquella factoría, para despachar a España como se ha ejecutado en algunas porciones cortas, este comercio podrá dejar alguna utilidad si se les hace alguna equidad a los muchos derechos que se paga este fruto en Maracaibo, y mermas que se padecen, con que decaen los ánimos de los labradores o trapicheros, que de otra suerte se alentarían al trabajo, y podrían cosecharse bastantes porciones con provecho de la Hacienda Real, pues aumentando este comercio aunque se le hiciese equidad en los derechos, se tendría la utilidad en las mayores proporciones. El añil y el café son frutos que según muestras, abundan en este terreno en cantidad y calidad, los que no se cultivan por falta de industria y proporción de trato: el algodón aunque se cosecha es poco, y se consume en lienzos caseros. Los caminos que salen de esta jurisdicción para las inmediatas son: los dos ya dichos, reales y más trillados. Por Aricaguas y Acequias salen dos caminos a los llanos, el primero por la misma misión y el otro por los páramos de Mocomboco, que llaman del Quino. Estos son ásperos y mal compuestos, ya por lo quebrado del terreno, y ya por desidia de estos vecinos. Por ellos trafican pocas cargazones y a lo más sirven de sacar ganados. Otro camino de la misma especie y circunstancia, nombrado Curbatí se divide del real de Mucurugua, y todos tres salen a Pedra] 118 [


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za. Pasado el pueblo de Mucuchíes, se divide otro, que llaman Mucumparte, muy áspero y fragoso, que sale y recala a Gibraltar, por donde se trajina el correo por ser vereda más breve, y es poco trajinado por falta de pastos, sobra de páramos, cuestas ásperas y abundancia de lodos, y tránsito del río Torondoy, que no teniendo puente es muy peligroso; otro también muy áspero de divide en el pueblo de la Mesa, subiendo el de Jají que recala y sale al valle de Santa María; y Santa Isabel, en la costa de la laguna, nombrado por el camino de Santa María. Otro se divide en los Estanques, tomando por Chiguara hasta recalar al río Zulia y puerto de Santa Cruz, en donde se embarca en buques grandes hasta llegar a Maracaibo. Este camino se está hoy traficando, y se contempla bastante útil para todo el partido del corregimiento de Lagunillas, por ser breve y abundante de pastos y de pocos ríos peligrosos, aunque hay otras veredas, no debe regularse por caminos. Sea inteligencia general por esta ciudad se halla situada en el centro de su jurisdicción. Saliendo de ella, camino recto a Caracas y Maracaibo, se va mirando al Norte, y cuantos pasos se dan son otros tantos grados en tierra fría en que se va entrando hasta llegar a frigidísima como es Mucuchíes. Por el contrario-, tomando el camino para Santa Fe, mirando al Sur, se entra a tierras cálidas hasta llegar a los Estanques, que es calidísimo. Mirando al Este, son todas serranías de páramos, y tierras despobladas hasta confinar con las montañas de Motilones, y no se saben por esta parte sus límites. Mirando al Oeste se hallan también serranías y sierras despobladas a excepción de la parte de Acequias de que ya hablamos. Tampoco se saben sus confines con Barinas y Pedraza, sino es en el camino del Quino, que en el sitio de este nombre parece ser su confín. Hallándose en esta jurisdicción, como hemos visto, todos ] 119 [


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los temperamentos y por consiguiente todos los frutos de América; siendo muy abundante de frutas, flores aromáticas, raíces y yerbas medicinales. También se encuentran algunas resinas de palo de no mayor estimación; de minerales no se tiene noticias; se hallan trabajando; de cobres hay algunas muestras, que las hay; pero sin embargo de no tenerlos, se sabe que esta ciudad en el siglo pasado fue muy rica con las opulentas haciendas de cacao que tenían sus vecinos en las montañas de Motilones a las riberas del río Chama, las que dejaron perder por las hostilidades y perjuicios que recibían de estos indios, con que se arruinó esta jurisdicción, pero hoy que se hallan reducidos e inclinados al cristianismo no habría dificultad en volverlas a poblar si S.M. y los señores superiores fomentaran algún poblado de parroquia o villa en dicho Chama, resultando de ello grandes beneficios, y servicio a Dios, al Rey y a estos moradores. Nótese para mayor inteligencia que en esta ciudad hay un Vicario foráneo, un cura párroco y los doctrineros de los pueblos citados; en los conventos de religiosos existen catorce y en las monjas veinte. Tienen un Teniente de Gobernador, cabo a guerra, dos alcaldes ordinarios, dos de la Santa Hermandad, dos partidarios del Ejido, y Tabay, y el Síndico Procurador con un Corregidor de naturales del partido de Mucuchíes y Timotes y otros del de Lagunillas y Acequias. Las fábricas de utensilios son lienzos delgados y pocos: hamacas finas, alfombras de colores con algunas otras de poco monto y utilidad; parece que queda explicado lo más sustancial para la comprensión e inteligencia del señor Comandante Don Francisco Alburquerque, según su deseo y encargo, en esta ciudad de Mérida, a trece de octubre de mil setecientos ochenta y dos. (t. I, pp. 379-386) ] 120 [


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MIGUEL DE SANTISTEVAN España, s. XVIII

Miguel de SANTISTEVAN. Viaje muy puntual y curioso que hace por tierra Don Miguel de Santistevan desde Lima hasta Caracas, en el año 1740. En: Horacio CARDENAS. Un personaje desconocido en el siglo XVIII. Buenos Aires: Embajada de Venezuela, 1978.

Los datos que hemos logrado acopiar lo revelan como un personaje importante de su época y como un funcionario competente de la administración colonial tanto por sus actuaciones en el Perú como en Nueva Granada. Además, el testimonio de su itinerario desde Lima hasta Caracas constituye una fuente de gran valor documental para analizar la situación de las tierras por él visitadas. […] Se puede inferir sobre su origen que era nativo del Virreinato peruano, o más bien un peninsular español, funcionario característico de los que cruzaron el Atlántico en el siglo XVIII para desempeñar cargos importantes y lograron adquirir una especial vinculación con la vida de las colonias españolas americanas […] En las anotaciones de su diario, el sabio Mutis hace patente una amistad por Santistevan al escribir: “es muy justo que comunique yo mis ideas a ese Caballero [Santistevan], cuyo conocimiento en el país, amor a las ciencias, superior inteligencia en muchos ramos y en particular al cariño y estimación que me profesa, lo hacen justamente acreedor a que yo nada reserve a su noticia”. Horacio Cárdenas Becerra ] 121 [


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BAILADORES El domingo salimos de Porquera, y llegamos al pequeño pueblo de indios de Bailadores, anduvimos más de 6 leguas, el camino es en la mayor parte desigual, porque desde que se sale se empieza a montar una mediana cuesta, por cuya quebrada corre un arroyo y en la cumbre que llaman el Portachuelo corre el aire algo frío, y desde allí se baja por un monte de selva clara hasta que se sale a unas bellas fértiles lomas que estaban sembradas de trigo, maíz y cebada que llaman la quebrada de Bailadores. Y cerca del pueblo encontramos un muchacho que llevaba una de aquellas raíces que en la América Española llaman yuca y en la francesa mandioca, gruesa como el brazo y de cinco cuartas de largo que le compramos por medio real. En este pueblo nos detuvimos el lunes 24 porque las cargas llegaron a las 7 de la noche y fue preciso darles descanso a las mulas; esta población que aseguran fue numerosa consiste hoy en 10 o 12 vecinos indios de gente educada en buena policía, porque sólo hablan la lengua castellana, que es común en todo este reino. Aquí hay mucho xiquilite silvestre que para sus menesteres lo vi beneficiar sin más arte que tomar de las plantas los pimpollos y ponerlos en una botija desbocada en que echan agua y ponen una piedra de algún peso encima y el día siguiente aumentan agua y yerba, y a los dos o tres días en un lienzo de algodón la cuelan y de la borra que queda hacen unos panecillos de una onza de que se sirven para teñir lienzos de algodón y bayetas para sus vestuarios.

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SABANETA DE ESTANQUES El martes 25 partimos de este pueblo de los Bailadores a las 8 de la mañana, y llegamos a las 5 de la tarde al sitio de la Sabaneta de Estanques, anduvimos seis leguas por una quebrada donde corre el pequeño río Mocotíes, que tiene su origen en el páramo de Portachuelo. El camino es todo por una selva sombría de elevados árboles de las más preciosas maderas de la América. Siete veces se pasa este pequeño río por vados pedregosos, y como en los últimos esté aumentando de otros pequeños arroyos es necesario llevar prácticos, y que dirijan por el mejor paso; nosotros llevamos dos a quienes pagamos 8 reales por su trabajo, uno para este efecto y otro avanzado con nosotros como batidor, para que avisase de cualquier novedad que ocurriese porque llevamos fuera de las pistolas de arzón dos escopetas para defendernos de los indios motilones que por la parte del Poniente confinan con estas montañas, y no pocas veces se han dejado ver en este camino haciendo hostilidad en los pasajeros, la que ha cesado quasi del todo con el escarmiento que habrá 5 años ejecutó el gobernador de Maracaibo con dos indios de un pueblo de su jurisdicción, que daban aviso a estos infieles de la oportunidad en que debían salir a cometer sus rapiñas y excesos; en este sitio que es una pradería, que en este reino y en todo el de Tierra Firme llaman sabana que está a la boca de esta selva, pusimos nuestras tiendas para pasar la noche, y es la primera vez que nos han servido desde la salida de Santa Fe, y pudiéramos haberlas excusado porque teníamos a distancia de media legua bastantes caseríos, pero quisieron los arrieros aprovechar del pasto para sus mulas. ] 123 [


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ANIS El miércoles 26 partimos de esta Sabaneta de Estanques y llegamos al sitio nombrado de Anís, anduvimos dos leguas; como a tres cuartos de leguas está la hacienda de Estanques en que se cogen cada año 150 cargas de cacao, aquí almorzamos y el mayordomo nos dio noticia individual de nuestro amigo Don Domingo Vivente de Guisla que había un mes que transitó por ella, a una legua de esta hacienda corre el río Chama que se pasa por cabuya o tarabita, que he explicado, y está muy bien dispuesta, y con bastantes sirvientes, porque hay algún tráfico y se paga por cada carga un real. Aquí nos detuvimos más de tres horas porque las mulas tímidas por echarse a nado fue preciso que la tarabita las tirase desde la orilla opuesta; a un cuarto de legua de subida están sobre la barranca unas casas muy buenas de un eclesiástico que tiene mucho ganado cabrío; aquí pasamos la noche y compramos un cabrito por 4 reales.

LAGUNILLAS El jueves 27 partimos del sitio nombrado el Anís, y llegamos al pueblo de indios de la Lagunilla; anduvimos 4 leguas, las tres y media de tierra muy desigual, porque a corta distancia de estas casas se empieza a subir una gran cuesta de greda colorada y piedra suelta, en que hay tres o cuatro pasos de algún cuidado, porque por uno y otro lado descubre la vista precipicio y la bajada molesta por los callejones de piedra suelta, e inmediatamente se vuelve a subir otra cuesta desde cuya eminencia se descubre ] 124 [


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un ameno llano con bastante arboleda, algunos caseríos donde comimos y reposamos, y cerca de ellas está una pequeña laguna que da nombre al pueblo; esta laguna que bordea como una milla tiene tanta profundidad desde sus bordes que para entrar en ella se sirven de barquillos de mimbre; del barro o lama del fondo de su centro extraen los indios del pueblo y no otros una especie de salitre que en este reino llaman jurao, de que venden a real la libra, y conducido a otras partes a 3 y a 4 reales; para sacarlo tienen en medio de la laguna, que es quasi circular clavadas unas palancas y por ellas descienden al fondo de donde toman el cieno, que cabe en una bota de cuero que llevan y que puesto al sol y seco se reduce a unos terrones en gran parte cristalizados de que separada la tierra queda lo que llaman jurao; esta sal tiene grande uso en estas partes porque sirve para cuajar o mantener el vigor de una sustancia que por cocimiento extraen de las hojas del tabaco de que resulta una masa, que desde Pamplona a la Grita llaman ambir; vi hacer esta operación, y por ella me dijeron que era preferible el tabaco silvestre; de este ambir o ámbar del infierno, porque tiene aquel vigoroso fetor que deja el sarro de una pipa en que se ha fumado mucho tiempo, usan los naturales de estos países sin que se reserve la más noble y melindrosa doncella, pues la traen en sus cajetillas, y con los limpiadientes que cuelgan del cuello en cadenilla de oro sacan de esta quinta esencia lo que han menester para refregar con tan hedionda pez los pequeños marfiles de sus dentaduras, loa hombres y las viejas que son lo mismo, la toman con el dedo meñique y escupen mucho, y lo recomiendan como preservativo de los corrimientos, es tan general en chicos y grandes de uno y otro sexo el uso de esta quinta de tabaco, que quasi no se en] 125 [


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cuentra quien lo fume, sirve también este ambir, o chimó desleído en agua para rosear las hojas del tabaco al tiempo de envolverlas y reducirlas a la figura de sogas, que le dan. A media legua de esta laguna está el pueblo en un amenísimo sitio de mucha arboleda, huertas y frutales de las del país. Su doctrina está a cargo del clero. Los indios educados en muy buena policía, todos hablan muy bien la lengua castellana, y la originaria que es la primera vez que la oí proferir en el reino. Aquí compramos un carnero por 8 reales y abunda mucho más el ganado cabrío.

PARROQUIA DEL EJIDO El viernes 28 partimos del pueblo de la Lagunilla y llegamos al lugar que llama la Parroquia del Ejido, porque está al principio de una pradería, en que tiene su situación la ciudad de Mérida, anduvimos como 4 leguas y media por terreno, lo más de él desigual, como a dos leguas y media se pasa un arroyo que llaman la Quebrada Sucia y a 3 leguas y media el pequeño río Caparo desde donde se sube un alto, y de él se baja a la Parroquia donde se congregan los vecinos a misa. Serían las 12 cuando llegamos con intención de comer y pasar adelante, pero como encontramos muchas familias de Mérida, que habían venido a las fiestas de San Buena Ventura que es el patrón, y éstas consistían principalmente en corridas de toros en la plaza por muchos días y fuese este el último, nos detuvimos a instancia de don Andrés de Abreu, cura de la ciudad, que nos encontró y con generosa urbanidad nos convidó a comer. A la tarde fuimos a los toros, en que hubo mucho concurso y se lidiaron 12 ó 14 feroces toros que con des] 126 [


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treza quedaron todos muertos al rejón de 4 mozos que a caballo estaban destinados para este efecto.

MERIDA El sábado 29 partimos de esta parroquia en compañía de don Andrés de Abreu, quien nos hospedó en su casa en la ciudad de Mérida, donde nos detuvimos 6 días por descansar y hacer nuevo fletamento de mulas. Esta ciudad está situada a poco más de 6 grados y medio de altitud boreal en fértil llano y amena pradería, que en su mayor extensión tiene como 4 leguas que llaman el Ejido, que aunque es palabra antigua española, que vale tanto como prado, solo la encuentro usada en este reino, y el de Quito que poblaron los conquistadores; 4 ríos que nacen en las sierras nevadas que tiene por el nordeste, y el sureste, bañan y fecundas sus campos y terrenos. El Mucujún y el Milla, ambos pequeños que juntan sus aguas aquel inmediatamente al Chama este, o este bañando el Ejido y éste el Albarregas que hace el mismo curso por el costado opuesto que después desagua en el Chama para que más enriquecido con otras raudales los tribute en el navegable Catatumbo, que desemboca en la laguna de Maracaibo. Esta ciudad por lo material de sus cosas y edificios, por lo bien delineado de sus calles y extensión de ella, manifiesta la nobleza y comodidad de sus primeros fundadores, y compadece la constitución a la que está reducida por su pobreza y su total falta de comercio originada, por haber abandonado las fértiles vegas del Chama, en que sus vecinos cogían abundante cosecha de cacao a la pequeña y bárbara nación de los indios motilones sus con] 127 [


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finantes, y faltándoles esta negociación que la hacía útil, la preciosa calidad del fruto está reducido a su comercio en Maracaibo, y permutan por sal y algunos géneros para su vestuario; monedas de plata y oro se ven muy pocas, o se guardan por medallas y la que corre por precio de las cosas es la azúcar prieta, reducida a panecillos de dos libras y media que llaman papelones de que una carga de 100 arrobas se regulan por 10 pesos y cada arroba por uno, y de tan suerte mide con esta estimación las mercaderías, que sólo se convierten en ellas cediendo a las especies de oro y plata con tanto abatimiento que pierde la mitad de su valor, y algo más, yo traje una carta recomendatoria de su Provincial al R.P. guardián del Convento, que tiene esta ciudad y habiéndome venido a ver para ofrecerme hospicio con graciosa discreción que pues yo quería ahorrarle el gasto, él quería en obsequio mío ahorrarme la mitad del flete que me pidiesen por las mulas y me explicó esta práctica de la que no pude servirle porque ya las teníamos ajustados a pesos del Perú con don Luciano del Toro, pero reservamos la advertencia para aprovecharnos de ella más adelante, disimulando desde entonces el país de que veníamos. Goza esta ciudad y sus contornos de tan dulce y benigna temperie por la situación natural y geográfica de su terreno, que se dice que en el período de un día logra templadas las 4 estaciones del año; produce con abundancia todo género de mies y frutos en su ejido; pace muchos ganados mayores; a quienes tiene los naturales más afición que a los menores de que no faltan algunas tropas. Hay muchos pequeños ingenios de azúcar, casas de campo y casas de ayuntamiento y confirma el Gobernador de Maracaibo. Tiene una parroquia, un colegio de la Compañía de Jesús en que residen seis o sietes sujetos, ] 128 [


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un convento de Santa Clara que tiene 16 monjas a quienes visitamos por habernos cumplimentado con respecto al cura, y conventos de San Francisco, Santo Domingo y San Agustín, que ya son casas porque reside en ellas el prelado con un compañero; a las aguas que deben tanto aquí como en la Grita atribuyen a los papos o bocios que tienen no pocas personas en los cuellos, el ambir ya con nombre de chimó tiene grande uso en esta tierra.

TABAY El viernes 5 de agosto partidos después de medio día de la ciudad de Mérida y llegamos al pequeño pueblo de indios de Tabay, anduvimos poco más de dos leguas, a corta distancia de la ciudad se empieza a bajar una cuesta hasta la quebrada por donde corre el río Mucujún que todavía cargaba alguna agua de las crecientes de los días anteriores en que por haber llovido mucho negaba el vado, que es peligroso en estas coyunturas, tanto por las piedras que tiene como porque a seis u ocho pies de distancia no corren sino se precipitan sus aguas al río Chama, que corre a poco más de cien pasos de distancia. El resto del camino es sobre el margen de este río, que tiene algunos caseríos y alegre arboleda. El pueblo logra en un pequeño llano fértil y alegre situación rodeada de muchas fuentes y es tan corta su población que me aseguró el cacique en cuya casa nos hospedamos, que sólo constaba de 2 tributarios, su temperie es tan benigna que se coge trigo, maíz, plátanos y de cuanto se siembre, su doctrina está al cuidado del clero. El sábado seis partimos de Tabay y llegamos al pueblo de indios de Mucuchíes, anduvimos poco más de ] 129 [


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cinco leguas quasi siempre sobre las orillas del río Chama, que ofrece un delicioso camino aunque con algunas desigualdades, así por lo frondoso de su arboleda, como porque todo el suelo de sus márgenes y el lecho donde hace su curso es de piedra margapita tan lucida, que puede decirse que si sus arenas no son de oro como las fingidas del Pactolo son las del Chama con verdad brillantes o doradas. A las tres leguas está el pueblo de Mucurugua, que es uno de los mayores de la gobernación de Maracaibo y aún del reino de Santa Fé cuya doctrina está al cuidado de los Padres de San Agustín y es anexo del de Mucuchíes. Este pueblo de Mucuchíes es de temperamento frío porque tiene a poco más de dos leguas el páramo de quien toma el nombre, pero se coge mucho trigo y papas. Tiene ganados mayores y menores y su población aún es más considerable que la de la de Mucurugua y los indios educados en muy buena policía. Tiene casas decentes en la plaza para los pasajeros, hay abundante provisión de aves y pan, un pollo vale medio real de plata y el duplo en cacao o papelones, de modo que el que conduce de estos dos frutos puede viajar por estas Provincias con muy poco costo. El domingo como a las ocho del día después de haber oído misa, partimos del pueblo de Mucuchíes, y llegamos a un hato o hacienda de vacas de don Luciano del Toro, anduvimos poco más de cinco leguas como a una legua de tierra llana se pasa el río Chama por el vado, y aunque está cerca de su origen lleva bastante agua y hace peligrosos sus pasos por la mucha piedra que tiene en su curso. A poco más de un cuarto de legua como anduviésemos a su orilla y observásemos que las aguas venían de turbias coloradas, recelando alguna creciente que detuviese las cargas volvimos atrás con ánimo de repasarlo si fuese ne] 130 [


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cesario o esperar las cargas como lo efectuamos, por más de una hora hasta que llegaron, habiendo pasado más abajo, que nosotros por mucho mejor vado. Desde este vado se empieza a subir el páramo de Mucuchíes por un terreno de praderías, y de insensible inclinación en el espacio de dos leguas desde donde se sube hasta lo más alto por una tendida cuesta que tendrá como cuarto de legua, desde aquí se empieza a bajar. No soplaba viento, y así no necesitamos coger capa, como a mitad de la bajada empezó a caer una menudísima lluvia. En este páramo tiene su origen el río de Santo Domingo, y son tantos lo chorros y vertientes que recoge en menos de dos leguas que se pasa cuatro veces por vados peligroso, tanto por las piedras, como por las estrechas de los cauces, por donde se precipita hasta que de inmediato al pueblo de quien toma el nombre ofrece buen paso aunque ancho y hondo. La cargas no llegaron esta noche, se quedaron de la otra banda del río, cumpliendo la orden que tenían de no vadearlo si les faltase el día, y como nosotros nos hubiésemos mojado los calzados no hallásemos cama y el temperamento sea templado, pasamos la noche engujándonos al fuego siento esta la primera vez en que esta dilatada peregrinación no alcanzó a tiempo, en este hato o hacienda nos detuvimos el lunes ocho porque amaneció lloviendo y porque nos diese el mayordomo otras mulas de refresco que nos condujesen a Boconó hasta donde teníamos celebrado el flete con su amo. Llegaron temprano las cargas sin avería, y pasamos el día con divertimiento y regalo; porque el sitio es bastante ameno, proveído de carnes, leche, queso, aves y pavos extremadamente crecidos. Este río de Santo Domingo que corre inmediatamente por la Provincia de Barinas fecundando sus campos se aumenta tanto con los ] 131 [


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raudales de otro de la misma Provincia que es muy considerable cuando desemboca en el de Agure (sic) uno de los mayores navegables que tributan sus aguas al de Orinoco.

LA CUEVA DE ESTEBAN El martes 9 partimos del hato de don Luciano del Toro y llegamos a la Cueva de Esteban que es un sitio desierto donde fue preciso poner las tiendas; anduvimos tres leguas como a distancia de media milla, está el pueblo de indios de Santo Domingo y a una legua y tres cuartos el pueblo de las Piedras y en la opuesta orilla está el camino de los Callejones que va a la pequeña ciudad de Barinas, y que se prefiere en tiempo de seca para ir a la de Caracas por más llano y corto; pero como nos informasen que las aguas de los días antecedentes habían descompuesto muchos pasos de estos callejones aumentando en su tránsito, no sólo el trabajo sino el peligro, determinamos seguir el de Boconó y evitar la detención que podríamos tener si continuaban las aguas cercados de los muchos ríos que atraviezan e impiden la comunicación fuera de la incomodidad de estos callejones, que por sus angosturas no pendiente de ellos y sus mal situados escalones son excesivamente trabajosos a las mulas de carga en los tres días que son necesarios para transmontar esta cordillera a poco más de un cuarto de legua todo de cuesta pendiente está un ameno llano, el lugar de indio llamado Pueblo Nuevo, donde reside un cura clérigo y a quien son anexos los pueblos de Santo Domingo y de la Piedras, y por esta parte es este el último término como lo es la ciudad de Barinas del arzobispado de Santa Fé. Aquí llegamos a medio día ] 132 [


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y encontrando la plaza los criados de nuestro caro amigo don Domingo Vicente de Guisla que estaba cargando su equipaje para caminar, nos sorprendió el gozo, siguiendo las alegres voces y carrera, con que informaron nuestro arribo; llegamos a la casa del cura donde los tiernos abrazos explicaron el placer de nuestra visita, estando para comer, y convidados, logramos del regalo que se hacía al huésped… Como a las tres partimos convenidos en continuar juntos nuestra derrota que era una misma y porque nos llovió mucho fue preciso hacer noche en este sitio con alguna incomodidad que suavizaba la alternada narración de nuestras aventuras. (pp. 65-77)

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JOSEF GARCIA Y OLIVA ¿España?, s. XVIII

Josef GARCIA y OLIVA. El Defensor de Temporalidades se opone a que se adjudiquen al Seminario las fincas de los jesuitas y pide que se destinen a ayudar a un colegio en Maracaibo. En: Antonio Ramón SILVA, obispo. Documentos para la Historia de la Diócesis de Mérida. Recogidos y publicados por A.R. Silva, Mérida: Imprenta Diocesana, 1908; t. I.

¿Cómo no conoció y se encantó con el Albarregas el malhumorado Doctor don Josef García y Oliva, adversario de Mérida y defensor de temporalidades? Mariano Picón Salas

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Señor Govor. y Conte. Gral El defensor de Temporalidades, en vista de la R.R. cédula de Su Magestad, de 9 de junio del año pasado de 87 expedida a solicitud y representación del Illmo. Señor D. Fray Juan Ramos de Lora, Obispo de esta Diócesis, de que se ha dado traslado, y con reflexión a las diligs. que pidió se agregase en fuerza de otra Rl. cédula de 6 de Nve. de mil Sets. Setenta y tres sobre que se le entreguen las Haciendas de las Tapias, Santa Catalina y otras del territorio de Mérida, y las del Pagüey, situada en la ciudad de Barinas, en que mandó S.M. se entregasen las mismas a los Padres Dominicos, como se les entregaron ante V.s. como mejor proceda en dcho. Dice: que dos particulares son los que comprende la representación de Su Illma. pertenecientes á las Temporalidades: el primero está reducido a que se le entreguen las Haciendas citadas para la formación de un colegio conciliar por falta de estudios en Mérida, hasta la precisa clase de gramática, y no habérsele dado á aquellas el correspondiente destino; y el segundo que: Se le entregasen los ornamentos sobrantes que habían dejado los Dominicos; en quanto á lo primero determina la El. elema de Su M. que la Junta Subalterna de Temporalidades de esta Prova. (cuia facultad y jurisdicción ha recaído únicamente en V.S. por haberse suspendido dcha. Junta por Rl orden de S.M. de 11 de enero de 1784) trate este particular, instruyéndole como corresponde y que si con presencia de la calidad de las Tierras, sus gravámenes y causas, porque se hallan todavía sin destino no resultase inconveniente en aplicarlas al enunciado Seminario Conciliar, se procede por V.S. desde luego á su entrega en los términos más seguros y ventajosos que sean dables, con arreglo a las órdenes comunicadas en el asunto; y qe. verificado se dé cuenta con Testim.; ] 135 [


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y por los que respecta á los ornamentos sobrantes qe. dejaron los Dominicos de Mérida, ordena que desde luego se le entregasen á S. Illma. como de la representación hecha por S. Illma., y relato que contiene la expresada Rl. cédula no aparezca, ni se hace mensión de haber manifestado a S.M. los destinos que se dieron á estas haciendas pr. S. Rl. orden del año paso. de 1773 pa. el establecimiento del convto. de Dominicos, y escala en Mérida para los misioneros de la Juricen. de Barinas, y que pa. la subsista., gastos de escoltas, y demás anexions. propas. á un crecido cuerpo de Misión aplicó S.M. la crecida hacienda nombrada la Seyba, situada en el Territorio de esta ciudad, y en Mérida, la hacienda de las Tapias, que comprehende bajo de sus linderos, las tierras de Sn.Jacinto, Santa Catalina, la de los Cacutes, con la obligación precisa de los estudios en Mérida, á excepción de la hacienda del Pagüey, que igualmente ha pretendido S. Illma., sin exponer que esta hacienda está fundada en la Juridecon. de Barinas, y separada de este Govo. desde que se proveyó por su Magestad, de nuevo Govor. Comandante á cuias haciendas le da el valor S. Illtma. como cinco á mil pesos, circunstancias todas que el haverlas omitido pueden ser muy perjudiciales, maiormente quando es contante la causa pral. que movió a S.M. para odernar, se le entragasen a S. Ilma. estas haciendas para nuevo establecimiento de un Conciliar, fue la total falta de estudios que se le representó havia en Mérida, y en particular la precisa clase de Gramática y qe. estaban sin destino aquellas haciends, siendo igualmente constantes que éstas se le entregaron a los Dominicos el año de 73 con la precisa circunstancia de qe. habían de mantener estudios de latinidad, como en efecto no hay la menor duda, los mantienen hasta de presente con sus lectores, y por ] 136 [


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cuío motivo pedí antes, y se hace indispensable que pa. formalidad, é instruir este particular con la justificazn. que corresponde y previene S.M. se le debe oir al Apoderado de la mien.de Dominicos, para que inteligenciado V.S. de sus fundamentos, sobre si mantienen las clases de estudio y especiamte. la de Gramática, si labran ó cultivan las Haciendas, y Tierras, qe. ha pedido S. Illma., les han dado otros destinos de aquel que ordenó Su M. por la anunciada Rl cédula de 1773 y con lo que expusiese verá V. S. si es convte. el suspender por ahora la entrega hasta dar cuenta á Su. M. con plena justificación pa. que en su vista resuelva lo que sea de su Rl. agrado. No puede el Defensor dejar de exponer á V. S.que sumpto. que S. M. previene que no resultando inconveniente en aplicar estas haciendas al citado Colegio Conciliar, se entreguen desde luego en los términos más seguros, y bentajosos: son muchos los inconvenientes que asisten, y concurren pa. que V.S. represente a la Rl Clema. con la ingenuidad que acostumbra, no es útil, ni ventajosa, antes mui perjudicial, y en extremo inoficiosa esta aplicación á la formación del Colegio Conciliar, pr. qe. dando por sentada la obligación en qe. están constituidos los Padres Dominicos en Mérida, de dar estudios, es pr. demas el establecimiento de un nuevo Colegio; pues no pasan de treinta los estudiantes que se hallan en las dos clases, la una de los Dominicos, y la otra que mantiene su Illma., que han concurrido de la jurisdicción de las Diócesis inmediatas a Mérida; porque de esta ciudad, y de la de Coro, que son las mayores, y de maior número de vecinos, son muy pocos los que van, y mantienen en Mérida; los motivos son muy poderosos pa.no concurrir, no hay duda que los padres no se atreven a mandar sus hijos (y mas ] 137 [


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bien los mandan a Caracas, los que tienen posible como en el día se experimenta).Temerosos de lo enfermiso de todo aquel terreno, por la púbca. y notoria miseria en que está siempre constituida la Ciudad de Mérida, falta de los alimentos precisos, escasos de ganados, pues aún la carne fresca no se encuentra, y con sola la salada que traen de la jurisdicción de Barinas, se mantiene aql. vecindo; todo nacido de la suma esterilidad de aql. terreno, pastos vravíos, de que se compone en la eminencia de unas Sierras mui escarpadas de nieves y páramos. Y finalmente privada de todas clases de pescados; estas causas sabe V. S. mui bien son verídicas; los lamentos de los pocos estudiantes que hay en Mérida, manteniéndose unos a pencion pupilar, y otros á expensas de la caridad de S. Illma. pero todos con suma estreches, y necesidad, a cada paso se están oyendo y tocando por los que de allí vienen. Muy sabido es, y experimentado lo enfermo de aquel Terreno, por calenturiento y propenso al mal de cotos y paperas, que salen a las gargantas y después de estos riesgos los crecidos costos y trabajos que sufren en unos caminos tan fragosos, de Montañas y Serranías. ¿Cómo es posible Sor. Govor. qe. á vista de esta esperiencia de males, hayan de ir de esta Ciudad a la de Mérida, más de quinientos estudiantes de todas edades y otros muchos de la jurisdicción de Coro, que pudieran estudiar, á esperimentar y tomar tantos inconvenientes riesgos de la salud, y vida y perjuicios de lo temporal? V.S. está, tocando, y ve mui bien todos los días que por las calles de esta Ciudad no se encuentra otra cosa que estudiantes, y niños pobres, bagos, hijos de buenos Padres, pero faltos de todo auxilio de Doctrina y enseñanza pública, porque hace algunos años qe. falta la presisa clase de gramática, y sólo a esfuer] 138 [


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sos de la caridad, y de su mucha aplicación encuentran algunos con grande dificultad tal qual Ecco. que les enseñe algunos rudimentos de Latinidad. Si la Rl. piedad del Rey supiera que este numeroso pueblo de más de 18.000 almas carecen de todo género de estudios para la enseñanza de más de mil criaturas que se deben reputar en la Juventud, sin incluir los lugares de estas comarcas y que su Rl clema. tiene destinado varios Caudales y poceciones para estos piadosos fines, como son las Temporalidades de esta Ciudad, si de todo se le hubiere dado informe, y representado en devido tiempo, no se vieran tantas criaturas abandonadas y de menos valor que nacieron al mundo, con buenos principios para ser educados, y aplicados a las nobles ciencias, pero por desgracia suya y omien. de muchos carecen de tan buenos principios; y finalmente en medio de esta, carecen de estudios, ¿quién se atreverá a persuadir a ningún pe. mande sus hijos a Mérida, por el dilatado fragoso camino de ocho días de jornada a encontrar un total desamparo? Algunos han pasado a estudiar y otros á recibir Ordenes, pero pocos se han mantenido allí, y se han vuelto después de mucho tiempo empeñados, y llenos de enfermedades. El Pe. Lastra fue de Lector, y se volvió gravado de calenturas. El Padre Carrasquero esperimentó lo mismo, y murió. Y finalmente quantos van y vienen todos tienen que padecer, y ninguno logra el fin de perfeccionarse en los estudios, y últimamente haber llegado el caso de desertarlo, vender hasta los hávitos, y salirse del Colegio. Es mui el caso, y aun preciso también poner presente á la Recta Justificación de V.S. que todas las concesiones hechas pr. S.M. de los bienes de Temporalidades según sus Rs. Instrucciones son sin perjuicio de las penciones y cargas con que los ] 139 [


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testadores dejaron sus bienes porque todas se deben cumplir, y especialmente aquellas piadosas que destinaron a la enseñanza púbea: la Hacienda de la Seiba que S.M. mandó aplicar al convto. de Dominicos de Mérida, en 6 de Enero del año paso. de 1773, la donó a los expatriados Don Alejo Rodríguez Luzardo, vecino de esta ciudad pa. que fundase un Colegio,y enseñasen a la juventud todo género de estudios (Sgn. Resuelta de la cláusula 15, de su Testamento) pero como los Dominicos, silenciaron a S.M. esta circunstancia tomaron poceen. de ella y sus rentas las gozan en Mérida, y quedó esta Ciudad desamparada y privada de aquellos estudios, desde la expulsión, y aunque por este ayuntamiento del año pasado de 76 formalisó su expedte. siendo el que representa Alcalde ordinario, agregando copia del citado Testamento, no se ocurrió a la piedad de S.M. se le pone el presente como lo espero de la caritativa justificación de V.s. que con el crecido valor de esta Hacienda de la Seiba, de cacao y trapiche con el número de más de 180 esclavos, agregándose todo el valor de los bienes de temporalidades qe. hay tambn., separados en esta Ciudad, reducidos á más de 200 esclavos y la hacienda que nombran de la Sabana, se puede formalisar un capital de crecido valor, para mantener con la mayor desencia en esta Ciudad el Colegio Conciliar, como cabeza de la Prova. con crecido número de estudiantes en donde se goza de robusa salud, pr. su buen temperamento y abundantísima de todo género de alimentos, no siendo lo menos la concurrencia de toda clase de gentes y comercio Terrestre, y Marítimo, proveida de todos oficios, todo lo cual falta en Mérida, pues aún su fábrica material está hoy reducida a un arrabal, y las famas. mas desentes retiradas á su casa de campo; y si pr. lo qe. va espresado le parece ] 140 [


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al defensor, que para el corto número de estudiantes que hay en Mérida, puede V.S. representar a la piedad de su Magestad, es mui sobrante la clase de gramática, Filosofía, y Moral, que mantienen los Padres Dominicos, y que se le apliquen en propiedad las Haciendas de las Tapias, y sus anexas que hay en Mérida, y la del Pagüey y de la ciudad de Barinas, y para el Colegio Conciliar que precisamente debe fundarse en Maracaybo , la Hacienda de la Seiba, la de la Savana, y la de Marañones que todas están inmediatas á esta Ciudad, y sin duda resultarán grandes bentajas al servicio de ambas Magestades. Sobre el particular que se refiere de que las haciendas que el Illmo. Sor. Obispo pidió a su Magestad, baldrán como 5.000 ps. pone presente que las de Mérida, se abaluaron el año pasado de mil setecientas setenta y cuatro, que se entregaron a los Dominicos en 17.034 ps. 4 rrs. y ½ y la del Pagüey de la ciudad de Barinas, se abaluaron en 7 Agto. de mil setecientos ochenta en 5.816 ps. que ambas importan 22.851 ps. 3 rs. y por lo que respecta en la entrega de ornamentos que dejaron los Dominicos, y manda Su M. el que se entreguen a su Illma. no tiene que reproducir sobre su cumplimiento; y para que en caso que V.S tenga pr. conveniente el consultar á Su Magestad, con justificación, y se cumplan Sus Rs. piadosas intenciones, es necesario como de presente pido se agregue copia á esto expedte. de la Rl. Cédula de Su Magestad de 6 de Nove. del año pasado de 1773 y de la cláusula del Testamento otorgado pr. Dn. Alexo Rodríguez Luzardo, vecino de esta ciudad, en qe. donó a los expatriados la Hacienda de la Seiba, con la condición de que habían de mantener estudios de primeras letras, latinidad, y retórica que se halla agregado al expediente y forma este Cabildo el año de 76 procediendo también en caso nece] 141 [


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sario por V.S. á la prueba de quanto llevo expresado, y qe. no es útil, ni conveniente en Mérida, la formación del Colegio Seminario pues hay mui sugetos de veracidad en esta ciudad, que pueden declarar, sobre los inconvenientes que van relacionados. Todo es de Justicia que pide Licenciado Josef García y Oliva. (t. I, pp. 305-312)

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FRANCISCO DEPONS

Soutons (Francia), 1751 – 1812

Francisco DEPONS. Viaje a la parte oriental de la Tierra Firme en la América Meridional. Trad. de Enrique Planchart. Estudio preliminar y notas por Pedro Grases. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1960; v. 2.

Su obra, resultado de sus estudios y observaciones aquí, excede a todo elogio, pues es la descripción más puntual de la Capitanía; y por ende trata de lo relativo a su descubrimiento, conquista, topografía, legislación, comercio, hacienda pública, población y productos; así como también de las costumbres y usos coloniales, y de la vida de los indios civilizados y salvajes. Manuel Segundo Sánchez ] 143 [


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MERIDA La ciudad de Mérida, fundada en 1558 por Juan Rodríguez Suárez, con el nombre de Santiago de los Caballeros, está situada en un valle de tres leguas de largo y cerca de tres cuartos de legua en su mayor anchura. Tres ríos la rodean: el primero, llamado el Mucujún, nace al Norte en el páramo de los Conejos, y corre hacia el Sur, pasando por el Oriente de la ciudad; el segundo, el Albarregas, baja del Noroeste y corre al Este de Mérida; el Chama es el tercero; lleva sus aguas por el Sur de la población, dirigiéndolas hacia el Norte, hasta caer en el lago de Maracaibo.* A poca distancia de Mérida se le reúnen las de los otros dos; y luego, con la de otros muchos arroyos, acrecienta su curso hasta llegar a ser un río de primer orden. Estos tres ríos de Mérida se franquean de pie o a caballo, por puentes de madera, bastantes sólidos como para tener expeditas las comunicaciones en cualquier tiempo. Si no son navegables, se debe a la rapidez de la corriente y los desfiladeros por donde pasan, formados unos por rocas que interrumpen el curso, otros por las mismas montañas que lo cierran y estrechan a punto de formar cascadas, donde no podría arriesgarse embarcación ninguna sin ser destruida. Y ni se ha intentado vencer tales obstáculos, porque la región del lago de Maracaibo hacia donde cae el Chama es tan insaluble, que allí no se puede permanecer dos horas sin adquirir fiebres, malignas y mortales muchas veces. Sólo, pues, para riegos sirven aquellos ríos. En elogio de los merideños, debo consignar que aprovechan activamente las ventajas que les ha proporcionado la naturaleza. *

Le falta el Millas, que se une al Albarregas. (N. del T).

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A corta distancia de la villa, comienzan las plantaciones de caña de azúcar, cacao y café; y se obtienen frutos superiores a los del resto de la Provincia. En los alrededores de la población abundan los frutos menores, las frutas y las legumbres; maíz, habas, guisantes, patatas, yuca, trigo, cebada, etc. Todos estos productos se consumen allí mismo, y su abundancia es tal que aun a los pobres más pobres les sobra alimento. Los mataderos de Mérida se surten de reses en Barinas y Pedraza. La carne es excelente y muy barata. Allí la temperatura es sumamente variable; cada día se pasa como por las cuatro estaciones del año. Sin embargo, sostienen los merideños que jamás ni el calor ni el frío son tan intensos que lleguen a incomodar, y que en cualquier tiempo se puede usar indiferentemente ropa de seda o de lana; pero no niegan que el tiempo varía tan rápida y sensiblemente que ocasiona frecuentes enfermedades. Temen, sobre todo, al viento del Oeste, pues a su paso deja siempre el recuerdo de su malignidad. Las lluvias son abundantes y caen todo el año, pero aumentan de Marzo a Noviembre. Sin embargo, en todas las estaciones hay días claros. En Mérida tienen su sede un Obispo y un Capítulo; hay un colegio y un seminario, donde se forman ministros del culto católico, y donde la juventud recibe conveniente educación para cualquier desempeño en la vida. Hay maestros que enseñan a leer, escribir y contar; maestros de cursos más elevados y profesores de Filosofía, Teología, Moral práctica, Derecho Canónico y Derecho Civil. Todas estas escuelas están bajo la dirección y vigilancia de un Rector y un Vicerrector y bajo la inmediata autoridad del Obispo. ] 145 [


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Tanto había progresado el lujo de las ciencias en Mérida, que al cabo se sintió allí la necesidad de tener Universidad propia, y no ir a buscar las borlas doctorales a Santa Fe o a Caracas. En 1801 se envió al Vicerrector del Colegio ante la Universidad de Caracas, para rogarle su apoyo a la solicitud que pensaba enviarse al Rey, pidiendo el establecimiento de una Universidad en Mérida. Escrupulosamente se examinó en Caracas el asunto y, a pesar, de los talentos y calidades del Vicerrector, fue resuelto en contra. Aquella negativa, propia más a servir de acicate que a detener la petición, no ha intimidado a los partidarios de la nueva Universidad. Su solicitud fue enviada al Rey. Muy posible es que no se la concedan fácilmente; no está en el espíritu actual del Gobierno multiplicar los focos de enseñanza. Pero no sería de asombrarse si la perseverancia o la importunidad lo lograran al fin. Cuántas veces se ha visto un Gobierno obligado a conceder, autorizar o tolerar, lo que tenía en mientes evitar o prohibir. Además de la Catedral, cuenta Mérida con un número de templos proporcionado, cuando menos, al de sus habitantes. Las órdenes de Santo Domingo y de San Agustín tienen cada una su convento; las Clarisas tienen otro. Se cuida con esmero la iglesia de un antiguo convento de Franciscanos; el Hospital tiene una bonita iglesia y hay además las iglesias filiales de Milla, Mucujún, del Espejo y del Llano; por último, recientemente se ha construido la de La Misericordia. Los habitantes de Mérida llegan a once mil quinientos; los hay de todas clases y colores. La menos numerosa es la de los esclavos. Durante mucho tiempo los blancos de Mérida se dividieron en dos facciones: la de los Cerradas y la de los Gavirias, nombre de dos fundadores de la ciudad ] 146 [


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que se habían jurado odio recíproco. Sus descendientes conservaron este sentimiento con tal constancia que aún no puede afirmarse que se haya extinguido, si bien es verdad que desde hace años no da señales de sí, en aquellas explosiones, antaño tan frecuentes. Sin estos desgraciados incidentes Mérida estaría hoy más poblada y floreciente. Se distinguen los blancos de Mérida por la franqueza, la precisión espiritual y el amor a la literatura. Ni éstos ni las otras clases desdeñan el trabajo. Los blancos se dedican a la agricultura, o a la cría de o a la carrera eclesiástica; los pardos a ocupaciones útiles, en las cuales dan muestra de su inteligencia y laboriosidad. Allí se trabaja en diversas formas la lana y el algodón, y estos productos se prefieren, por su precio, a las telas europeas. Entre tales labores de lana se cuentan unas alfombras de cosa de una vara de largo por media de ancho, ornadas de flores pintadas con jugos vegetales del país, y cuyos colores, principalmente los rojos, verdes, azules y amarillos, son tan frescos y se conservan tan vivos como los de nuestras fábricas más afamadas. Mérida está a los 8º y 10’ de latitud Norte y a los 73º 45’ de longitud Occidental del meridiano de París. Dista cuarenta leguas al Sur de Maracaibo, ciento cuarenta al Oeste de Caracas y veinticinco al Suroeste de Barinas. (t. II, pp. 300-303)

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WILLIAM DUANE

Estados Unidos, 1780-1835

William DUANE. Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823. Trad. y notas de Angel Raúl Villasana. Caracas: Instituto Nacional de Hipódromos, 1982; t.I.

Los libros de William Duane y Richard Bache ofrecen una notable particularidad en relación a la literatura de viajeros por Venezuela y la Nueva Granada, que habían sido escritos durante la lucha por la Independencia. La mayoría de ellos se caracterizan por dedicar prácticamente la atención a la guerra emancipadora, pero este signo cambia lógicamente a partir de la Batalla de Carabobo (1821). Se consideran desde entonces de manera primordial las posibilidades políticas y comerciales del nuevo estado (Colombia) creado por la mente de Bolívar. Las obras de Duane y Bache pertenecen a esta tendencia y sus observaciones van orientadas preferentemente a estimar las perspectivas del desarrollo del país libre. Presentan, desde luego, un interés de indudable importancia al enfocar el tema de la futura reconstrucción de los países azotados por los prolongados años de actividad bélica. Pedro Grases ] 148 [


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Fue muy grato nuestro reposo en Mucuchíes, donde se nos suministró ropa de cama en mayor cantidad de la que requeríamos. No sin cierta renuncia me puse en pie a las siete de la mañana, y me hubiera quedado en el lecho una hora más, de no haber sido porque la amabilidad de nuestro anfitrión nos imponía la elemental cortesía de hacerle una visita para presentarle nuestros respetos. […] Cruzamos luego por la aldea de Mucabichi (sic), en cuyas inmediaciones, al atravesar por un angosto paso entre dos montañas de escabrosas laderas, vi algunos segadores en plena labor, en forma que, además de inusitada, era totalmente nueva para mí. Las cabañas, en número muy reducido, se alzaban en la parte más baja del paso. Entramos en una de ellas en busca de papas y leche, y para satisfacer la curiosidad que nos producía aquel sistema de cosechar. Desde la puerta de la cabaña una mujer dijo algo a su marido, quien de espaldas hacia ella, segaba un trigo muy hermoso en la escarpada ladera de la montaña, en la cual estaban abiertos diversos peldaños que se extendían en línea uniforme y continua por todo el frente. Comenzando por el escalón más bajo, el segador iba cortando las cañas del trigo allí sembrado, y que un muchacho o una chiquilla ataban en haces: luego de terminar con ese peldaño, subía al siguiente, donde procedía de igual forma, y así sucesivamente hasta llegar a la cima. […] La etapa siguiente de nuestro viaje era la aldea de Tabay, situada en una planicia en declive que se extendía a nuestros pies, mientras a lo lejos y la izquierda, el turbulento Chama saltaba por sobre rocas, lleno de estrépito y espuma al precipitarse hacia el suroeste. Llegamos a Tabay a las dos, y allí almorzamos con las provisiones que llevábamos. Como la atmósfera era cálida, decidimos ] 149 [


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no seguir viaje hasta las cuatro, de modo que casi anochecía cuando llegamos al seco cauce del río Mucujún, cuyas fuentes están hacia el poniente, y que, en la estación lluviosa, descarga crecidas aguas en el Chama. […] El sargento se encaminó hacia la ciudad, que se divisaba a una distancia aproximada de una milla, y nosotros la seguimos, ya sabedores que en Mérida residían el gobernador y el estado mayor de la guarnición. El gobernador Paredes ordenó que se nos albergara en una espléndida morada, en cuyos iluminados aposentos nos aguardaban cómodos lechos para todos nosotros. […] La casa que ocupamos en Mérida pertenecía al Estado, y era la mejor conservada que habíamos visto después de nuestra salida de Valencia. […] Desde la ventana del comedor, y directamente hacia el sur, se alzaba ante nuestros ojos la Sierra Nevada de Mérida, con tanta nitidez que daba la impresión de estar a menos de dos millas de distancia. Aunque la nieve nunca está ausente de sus altísimos picachos, para aquel momento había quedado al descubierto, en mayor medida que de ordinario, la cara suroccidental de la serranía, y se distinguía su negra superficie. En el límite de la nieve se destacaban claramente enormes peñascos, cuyo perfil era acentuado por la sombra de sus bordes verticales. Parecía que hubiera ocurrido un desprendimiento en aquellos enormes precipicios, y que las rocas que cedieron se habían despeñado más abajo, donde también eran visibles. En la tarde anterior el gobernador había enviado arrieros y mulas para traer nieve de aquellas alturas. El hielo, puesto en bandejas sobre la mesa, hizo más gustoso el excelente vino que paladeamos, el cual resultaba singularmente apetecible y deliciosa a causa de la templada ] 150 [


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temperatura de la ciudad. Se estima que las blanqueadas cumbres de la sierra quedan a unas cinco millas en línea resta, pero la distancia efectiva del recorrido hasta la línea de congelación es de siete. El alcalde era un caballero inglés, el mayor Hodgkinson, quien había servido en varias campañas, tenía un carácter comunicativo y nos favoreció con toda suerte de atenciones. El comandante militar de la provincia era el coronel Carlos Castelli, nativo de Saboya; había venido a Mérida para cruzar ideas con el general acerca de los movimientos de tropas de Morales. […] Fuimos honrados con la visita de varias distinguidas personalidades, entre ellas muchas del clero secular, quienes se mostraron ardientes partidarios de la revolución, y muy interesados en obtener informaciones acerca de los Estados Unidos. Se manifestaron un tanto sorprendidos cuando les dijimos, en contestación a sus preguntas, que a pesar de existir allí tantas sectas religiosas, todas vivían en perfecta armonía, y que el clero no llevaba ningún traje especial que los distinguiera de los legos: que los sacerdotes católicos vestían en forma análoga a los de otras sectas; y que el Congreso el cual tenía capellanes a su servicio, los elegía sin discriminación alguna: católicos y calvinistas, luteranos y unitarios. Esto último les produjo gran asombro, y especialmente el hecho de que las discusiones doctrinarias no provocaran graves disensiones, intervención de las autoridades públicas ni animosidad entre los contendientes,, al menos en mayor grado que cualesquiera otros debates de índole civil o política. Añadí que, por no haber otra explicación más convincente, ello debía atribuirse a efectos del sistema representativo que, fundado en la igualdad de los hombres dentro de ] 151 [


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la sociedad, establecen separación entre los asuntos del otro mundo y los de aquel en que vivíamos: y así, al dejar que cada quien sólo tuviese que rendir cuentas ante el cielo de sus opiniones religiosas, los hombres se tornaban más tolerantes y liberales, ya que sus convicciones de tipo sectario no ejercían ninguna influencia para darle mayor o menor valimiento, en relación con las de los demás conciudadanos, a su capacidad efectiva de sufragio. También revelaron singular admiración cuando les referí que el Dr. Franklin había sido propuesto como candidato para primer obispo católico de los Estados Unidos, y que ya había recibido del Papa el respectivo nombramiento. Varios de los ciudadanos presentes aplaudieron con entusiasmo aquellas instituciones que propiciaban una concordia tan general, y fueron apoyados por algunos de los clérigos. Uno de estos le dijo a otro de sus colegas: “¿Qué pensaría Fulano de Tal, si escuchara semejante cosa?” […] Algunas damas de la ciudad vinieron a visitar a mi hija, y la invitaron a que pasara cierto tiempo en Mérida. Para tratar de convencerla, le aseguraron que no hallaría ninguna otra comarca de la República de Colombia que fuese tan hermosa. (t.I, pp.311-317) No vi ninguna casa que tuviera más de un piso, y todavía estaban intactas las ruinas producidas por el terremoto de 1812, las cuales sólo habían sido removidas de las calles. Unas cuantas semanas antes de nuestra llegada habían sido exhumados, para darle religiosa sepultura a los restos del obispo, quien quedó enterrado entre los escombros, junto con todo el cabildo eclesiástico, al derrumbarse los muros de tierra de su templo. Las paredes de las casas, al igual que en las demás regiones del país, son de tapia, o sea de tierra apisonada hasta darle forma de muros. Las ] 152 [


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cifras sobre la mortandad producida por el sismo han sido aquí tan abultadas como las referentes a Caracas; y la diferencia entre la cifra actual de población y la existente antes del movimiento revolucionario no puede atribuirse exclusivamente al terremoto, aunque los fanáticos enemigos de la emancipación se hayan esforzado en llevar a los ánimos la impresión de que aquel fue una señal de una venganza divina contra la revuelta de las colonias. Lo cierto es que esta ciudad ha padecido considerablemente a consecuencia de las depredaciones cometidas por los españoles, y que una gran parte de los vecinos ya se habían trasladado a los valles nororientales, meridionales y occidentales antes de ocurrir el terremoto. Ahora bien, se ha insistido en achacar a las muertes ocasionadas por este último la disminución de la población, lo que sólo obedece en realidad a dichas migraciones internas. Debo hacer constar que siempre he tratado de determinar cifras demográficas aproximadas en los parajes recorridos por mí, pero es evidente que, en materia de información tan importante, no puede prestarse entera confianza a los resultados obtenidos de investigaciones efectuadas necesariamente en forma transitoria y eventual. Las cifras de población han sido durante la revolución, y aún continúan siéndolo, fluctuantes; y durante algún tiempo habrán de seguir revistiendo esta característica. Bajo la monarquía se aplicó el mismo sistema empleado por los ingleses en Irlanda hasta fines del siglo pasado, o sea procurar cautelosamente que los habitantes desconocieran su número exacto, haciéndoles creer que no llegaban ni a la tercera parte de la población efectiva. Por su lado, el gobierno de España era también víctima de engaño a este respecto, por existir intereses locales que no ] 153 [


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le permitían obtener una apreciación correcta. Por ejemplo, bajo el régimen hispano existió siempre una especie de organización de milicias, a cuyo efecto se destacaban capitanes en diversas zonas con la misión de elaborar una nómina de todos los súbditos varones cuya edad estuviese comprendida entre los catorce y los cincuenta años; estas nóminas servían de base para proceder a los reclutamientos que pudieran requerirse con urgencia. Pues bien, como nadie quería aparecer en tales listas, los capitanes de zona percibían muy lucrativas ventajas con motivo de tan extrema renuencia, cobrando determinadas sumas por no registrar los nombres de aquellas personas que estaban en capacidad económica para pagar la omisión, y este abuso se había generalizado considerablemente. Otras informaciones utilizadas eran las provenientes del clero distribuido en parroquias o misiones; como las rentas de los obispos se derivaban de los ingresos del clero sometido a su autoridad, los párrocos encargados de la cura de almas en las diversas jurisdicciones eclesiásticas estaban en la obligación de suministrar listas con el nombre de sus comulgantes y de quienes no habían cumplido con el sacramento de la Eucaristía; si estos informes hubiesen sido correctamente elaborados, habrían constituido probablemente las estadísticas más confiables, ya que el sistema de comprobantes de confesión mantenía constantemente a la feligresía bajo la temible autoridad de su pastor: A todo aquel que iba a confesarse y recibía el sacramento, se le entregaba una constancia, la cual estaba en el deber de conservar, so pena de perder el favor espiritual. En dicha constancia, debidamente fechada, se consignaba que la persona había asistido a la mesa de comunión, “al menos por Pascua Florida”, como reza la ] 154 [


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disposición disciplinaria. El pastor visitaba también a la grey en sus hogares para administrar confortamientos espirituales, y nunca dejaba de exigir que se le presentara los comprobantes de sus moradores, imponiendo penitencias en caso de incumplimiento. En el acto de la confesión se cambiaba el comprobante de aquel año por otro para el año siguiente. Sin embargo, solía ocurrir que, quizás por pensar que ellos tenían derecho a una mayor proporción de la renta que la asignada a su superior, los párrocos eludían las dificultades y descontentos que hubiera podido ocasionar una reclamación de tal índole omitiendo simplemente, en sus informes, una gran cantidad de fieles por la salvación de cuyas almas luchaban tan empeñosamente; y por las mismas causas aparecían reducidas las cifras contenidas en los informes que los obispos debían rendir ante el arzobispo de quien eran sufragáneos. Se refiere asimismo que las prácticas usadas por algunas damas muy devotas, en lo atañedero a los comprobantes de confesión, hacían que en las relaciones apareciera un número superior al efectivo, pues varias de esas provectas señoras, después de haberse confesado ante el párroco de su jurisdicción con su propio nombre, aprovechaban la circunstancia de que una media docena de confesores recorrían las comarcas más extensas, y volvían a confesarse con estos sacerdotes viajeros, bajo el nombre de otras, con quienes se habían concertado previamente para que les vendieran sus comprobantes, lo que les permitía utilizar una constancia extra. Como este exceso de celo se limitaba a las mujeres, no siempre era descubierto, aunque ciertamente lo reducido del número debe haber afectado sólo en muy escasa medida la exactitud de las estadísticas. ] 155 [


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La otra fuente de errores radicaba en los propios cabildos, cuyos miembros, electos por sufragio popular, comprometían la gratitud de sus amigos eliminando sus nombres de las listas respectivas, en los casos de contribuciones o servicios; y cuando se les pedían informaciones demográficas relacionadas con las comarcas de su jurisdicción, presentaban, en interés propio, cifras inferiores a las reales. De modo que, y aún cuando en esta forma el gobierno español resultaba embaucado, su política tendiente a no revelar cifras correctas resultaba favorecida incluso por los fraudes cometidos por los diversos funcionarios que estaban en capacidad de suministrar informaciones exactas. Humboldt, quien reconoce con toda franqueza que sus estadísticas de población estaban fundamentadas en documentos oficiales, tuvo que elaborar sus propias estimaciones a base de datos que ya eran erróneos desde su origen. Sin embargo, no se le debe censurar por tal motivo, pues no había otro medio para obtener siquiera una aproximación. (t.I, pp. 318-321) Entramos en Ejido a las cinco de la tarde, y nos sorprendió observar que se trataba de un pueblo de cierta antigüedad, con muy pocas calles. Pasamos por la plaza que, aunque empedrada y espaciosa, estaba casi toda cubierta de vegetación y no revelaba el mismo laborioso espíritu que allí prevaleció anteriormente, como luego supimos. Las casas eran en su mayoría de dos pisos, y todos los habitantes se dedicaban a la agricultura. Aunque el pueblo parecía encontrarse en estado de gradual decadencia, lo ocurrido en realidad era que, al igual que otras villas, fue abandonado por una proporción considerable de sus habitantes, muchos de los cuales habían emigrado al principio con el propósito de no alojarse sino en forma transitoria, ] 156 [


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terminaron por establecerse definitivamente en otras regiones. (t.I, p. 325). San Juan de la (sic) Lagunillas deriva su nombre del pequeño y curioso lago, situado a corta distancia del pueblo. Desde hacía bastante tiempo yo estaba familiarizado con la historia de este lago, donde se producía un singular artículo de lujo que se consumía en diversas regiones de Venezuela, y el cual, junto con el tabaco, estuvo sometido a monopolio bajo el régimen español, convirtiéndolo en fuente de ingresos para la corona. (t.I, p. 327) Bajo el régimen monárquico, había un funcionario encargado de dirigir estas operaciones. De acuerdo con sus instrucciones, el urao se depositaba en almacenes especialmente destinados para tal fin, de donde se distribuía a los centros comerciales, oficialmente controlados, situados en las provincias donde había demanda del producto. En aquella época, la recolección se efectuaba cada dos años, y el período de explotación sólo duraba dos meses. Después de la revolución, al desaparecer los funcionarios realistas, algunos particulares [se] han posesionado del producto en beneficio propio y lo explotan anualmente durante el período adecuado. El otro informe sobre el urao se aviene en general con los datos que acaban de anotarse, pero se reduce al período del gobierno español. Los piragüeros se dividían entonces en grupos de ocho o diez, delimitaban las respectivas parcelas en la forma indicada anteriormente. En dicha descripción, sin embargo, se omite toda referencia a la primera remoción del lodo, y se dice que los piragüeros se sumergían en el agua para desprender los trozos de natrón: se observa, además, que esta operación era muy perniciosa para la salud, y que el pelo de los piragüeros ] 157 [


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adquiría un tinte rojizo. En aquel período el volumen correspondiente a la explotación bimestral alcanzaba cada dos años un peso promedio de mil quinientas libras; desde la revolución dicho volumen se ha triplicado, con la circunstancia de que la recolección se efectúa anualmente. Bajo la monarquía el producto se consumía totalmente en Venezuela, y luego de secarse al sol se le ponía en el comercio al precio de un real la libra (doce centavos y medio). El urao está relacionado con otro artículo de lujo denominado mo, el cual se prepara a base de tabaco. Se exponía a la fermentación un montón de hojas de tabaco maduro, mezcladas con las de otras plantas tiernas, que mediante la compresión producían un líquido oscuro y rojizo, de emanaciones deletéreas y de sabor muy picante. Este líquido, llamado anvir, era reducido a una especie de jarabe, con el nombre de mo. Al añadirle, en proporción de una onza por cada libra, urao seco, tostado o pulverizado, se obtenía el mo dulce; cuando la proporción urao-mo era de dos onzas o más por libra, el producto se llama chimó. En las provincias de Maracaibo, Barinas y Caracas, las diferentes clases ya señaladas (urao, mo, mo dulce y chimó) eran artículos que gozaban de intensa demanda, y se les vendía en cajas de cuerno. No averigüé la forma en que se usaban los distintos tipos del producto, pero sí que varios de sus aficionados tomaban una pequeña cantidad de la caja y la masticaban como hacen algunos con el tabaco, o los orientales con el betel; y que, tal como este último, es un poderoso estimulante del sistema nervioso, que produce una salivación copiosa y un delirio pasajero de sensación muy agradable. No tuve oportunidad de verificar estas propiedades del mo, ni de ninguno de los ] 158 [


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otros miembros de su parentela, pero debo confesar que abrigo cierto escepticismo al respecto. El monopolio de dichos artículos, conjuntamente con el del tabaco rendía para 1804 (o sea seis años antes de la revolución) unos 700.000 pesos netos de renta fiscal, aunque no pude determinar la proporción que representaba el natrón dentro de este ingreso. La república no ha encauzado todavía el rendimiento de este producto hacia el fisco nacional, pero se encuentra entre los renglones financieros estudiados actualmente por la Tesorería y por un comité del Congreso. Tanto en el presente caso, como en otros análogos, el gobierno de Colombia revela su tacto y su moderación. Las personas que han reclamado el derecho a la propiedad de este producto y de otros similares, con base en meros supuestos de índole pragmática, parecen creer que la revolución sólo significa una oportunidad de enriquecimiento particular, preocupándose muy poco, o nada en absoluto, por los derechos o principios sociales del Estado. Y si bien el gobierno está perfectamente enterado de todo ello, prefiere magnánimamente ir actuando con prudencia, aún cuando se encuentre plenamente facultado para poner fin a tales transgresiones. (t.I, pp.328330) La altiplanicie por la cual marchábamos cruza abruptamente la hondonada. La altísima montaña que se elevaba a nuestra derecha le daba un aspecto salvaje a la parte Oriental; y llenos de frescura, como si acabaran de ser arrancados de las laderas, se veían esparcidos abajo, en una extensión aproximada de diez acres, los gigantescos fragmentos de roca que se habían precipitado hacia el valle. Desde aquella altiplanicie, el descenso parecía como algo impracticable, pero las mulas, que conocían bien el ] 159 [


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camino, enderezaron sus pasos hacia una abertura que parecía cavada en el hondo costado del precipicio, y la cual estaba formada por trozos y cascotes de una especie de piedra franca, por la cual iba descendiendo el camino en línea tortuosa, interrumpida a trechos por angostas mesetas o descansos. Al fin logramos llegar al pie de la cuesta con toda felicitad. En el fondo se veía una enorme roca que abarcaba una extensión de muchas yardas, cuya superficie plana se prolongaba hacia la izquierda, y bajo cuyo borde quedaba la cavidad donde el Chama descargaba su torrentosa corriente, formando un caudal amplio y profundo de aguas transparentes que se despeñaban por un zanjón entre cuarenta y cincuenta pies de anchura. A través de esta majestuosa corriente, y en unos treinta pies por encima de ella, se habían tendido cuatro troncos de árboles, de setenta a ochenta pies de longitud, puestos alternativamente en forma inversa: por sobre los troncos habían sido colocados transversalmente varios haces de apretada maleza, cubierta de grava y de tierra arcillosa, apisonada hasta darle un nivel uniforme a aquella vía de paso. Era la única existente para cruzar el río, desprovista de barandas y de cualquier otra protección lateral. Isabel, cuya confianza en su mula estaba justificadamente fundada, fue la primera que avanzó hacia el puente y lo cruzó con la mayor despreocupación, seguida por todos nosotros, aunque debo confesar que no sin aprensiones. En efecto, aquel paso resultaba realmente temeroso, a causa del rugido de las aguas, de la velocidad de la corriente (a través de la cual, a pesar de su profundidad y rapidez, se veían guijas de distintos colores), de la altura y desguarnecimiento de aquella especie de puente, y del hecho de que los árboles que servían de piso le daban un impulso elástico al paso de las mulas. […] ] 160 [


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Las escarpas que cruzaban por aquellos redondos montículos, y por toda esa parte de la serranía, quedan a unos setecientos y ochocientos pies sobre la corriente del Chama. Mientras cabalgábamos, tomé un puñado de tierra de la loma situada a mi izquierda, y pasándolo a la mano derecha, lo dejé caer directamente sobre las aguas del río. Aunque el solo hecho de asomarse a una ventana que estuviera a tanta altura y puede ser causa de mareo, la verdad es que entonces no sentimos la menor sensación de inquietud o de vértigo, y eso que la mula se inclinaba a veces sobre el borde mismo del barranco para mordisquear alguna planta silvestre de las que allí crecían. Este desembarazo y serenidad los atribuí enteramente a la confianza y seguridad que nos inspiraban nuestras mulas, como lógico resultado de la experiencia adquirida al cabo de varios días de viaje. Como el recorrido había que hacerlo por fuerza en fila india, y con mucha lentitud, nos llevó bastante tiempo este paso de la montaña, sin que por eso lo hubiéramos atravesado del todo. En efecto, cuando cruzamos la última y encorvada saliente de la sierra, había que bajar a lo largo de unas cuarenta yardas hasta ganar una roca que quedaba a unos veinte pies del escabroso sendero. (t.I, pp.332-334) Estanquez no es ningún pueblo, sino una hacienda de cacao de propiedad privada; y el mayordomo encargado de la finca nos alojó en el mejor aposento de una hermosa casa de ladrillo, de dos pisos. Aunque había una serie de chozas, algunas de ellas diseminadas en frente de la casa, nos llamó la atención el hecho de que, a pesar del crecido número de mujeres negras que las habitaban, no se veía un solo hombre, ni tampoco más moradores. Aquellas pobres gentes eran esclavas, y no estaban comprendidas en ] 161 [


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la ley que había establecido la emancipación inmediata; en cuanto a los varones, se alistaban como soldados al llegar a la edad reglamentaria. Una chica bastante despierta, quien ofreció sus servicios, además de obsequiarnos varias frutas, nos informó que todos los hombres las habían abandonado para ingresar en el ejército, y en sus palabras trascendía cierto dejo de resentimiento por tal motivo. Si bien nos confesó que la situación en que allí vivían no tenía nada de cruel ni de injusta, es natural –agregó ellaque uno quiera ver a su padre, a su hermano, o a… Y sin concluir sus palabras, volvió la espalda y desapareció, dándonos a entender que se refería a su novio. ¿Y es que acaso la Naturaleza no hablaba por ella? (t.I, p.336)

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JOSE DOMINGO RUS Maracaibo, 1768-1835

José Domingo RUS. Informe sobre la provincia de Maracaibo hecho por José Domingo Rus, año de 1794. En: Relaciones Geográficas de Venezuela. Recopilación, estudio preliminar y notas de Antonio Arellano Moreno. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1964; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

_______________: Maracaibo a principios del Siglo XIX. Refundición de las obras tituladas Agere pro patria y Maracaibo presentado en todos sus ramos. Intr. A la 2ª. ed. por Fernando Guerrero Matheus, Cronista de la ciudad. Estudio preliminar, ed. e índice de ambas por Agustín Millares Carlo. Maracaibo: Universidad del Zulia, Dirección de Cultura, 1969. Nacido en Maracaibo el 4 de agosto de 1768, cursó y concluyó los estudios de derecho civil y canónico en la Real y Pontificia Universidad de Santa Rosa de Lima de Caracas, y el 10 de agosto de 1790 recibió la borla de doctor en la de Santo Tomás de Aquino de la ciudad de Santo Domingo. […] En plena efervescencia política y bélica del país, la ciudad del lago y sus tierras comarcanas permanecían leales a la Metrópoli. Agustín Millares Carlo.

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INFORME SOBRE LA PROVINCIA DE MARACAIBO, HECHO POR JOSE DOMINGO RUS, AÑO DE 1794

Ciudad de Mérida, a 60 leguas de Maracaibo al Sursureste, tiene en su jurisdicción de 12 mil almas hasta 13 mil, incluidos 600 esclavos poco o más o menos, y los indios de 16 pueblos que comprende. Es país montañoso y de serranía, pero con varias lojas, vegas y algunos llanos fértiles, y distintos temperamentos. Se transita por lo regular 30 leguas por tierra, en vía recta, y 30 por la Laguna hasta esta ciudad, Está aquella situada sobre una mesa de tierra de 3 leguas de latitud y media de longitud, rodeada de cuatro ríos de los cuales, por acequias, se riega un poderoso terreno que a pesar de un temperamento delicioso recibe todo género de semillas de América y de España. Produce todo lo necesario para la vida de sus naturales, cacao para su gasto, y muy poco para extraer, pero se puede fomentar mucho cultivo pues sólo en las riberas del río Chama que pasa por aquella ciudad y desagua en la Laguna, se cogían 9.000 pesos de cacao al año de 83 de este siglo. En el día, para extraer a España 24 mil arrobas de azúcar, rama que se ha fomentado de pocos años a esta parte, y el resto de la caña la emplean en papelones para el gasto de esta ciudad. Produce asi mismo algunas miniestras y harinas para su gasto, el de esta ciudad y la de Barinas. Poco se pueden adelantar las cosechas de harinas, mucho las de miniestras. Se puede coger en esta jurisdicción mucha zarzaparrilla, calaguala, café, tabaco, añil bueno en algunas partes por donde las aguas pasan templadas. Se pueden hacer muchas mochilas de fique o cocuiza para el servicio de la provincia de Caracas, alfombras de colores, ha] 164 [


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macas y algunos lienzos de algodón. Es esta jurisdicción abundante en raíces y yerbas medicinales. Necesita para su fomento, entre otras cosas, que se haga navegable el río Chama, obra que ya tuvo principio en los años pasados, sobre (lo) que se creó expediente que está en la intendencia, y se quedó así: y que los varios caminos que vienen a sus márgenes se abran y compongan, uno o dos, los que parezcan más proporcionados. (Informe…pp. 466-467) *** Se ha visto, pues, que no es el báculo ni la mitra los que contienen a los rebeldes; ellos saben oprimirla, y tal han ejecutado los merideños con nuestro buen pastor don Santiago Hernández Milanés, a quien obligaron a jurar, y a mi opinión precisaron a su último arrojo de independencia, sin carácter para tanto, habiendo logrado afligir su sagrada persona, que al fin, por las últimas noticias, han quedado con Mérida rebelde bajo la ruina del terremoto desengañador del jueves santo, a la misma hora en que los pueblos de su nuevo gobierno publicaron el de su partido federal para erigirse en provincia, separándola escandalosamente de su madre capital Maracaibo, a quien pocos días antes de su criminal resolución había ofrecido su obediencia y respeto, para seguirla en sus pasos de lealtad y patriotismo y adherirse a la santa causa por que luchaba la patria en su agonía por ella, más acreedora que nunca a nuestros auxilios y constancia. Hablen aquí los papeles de correspondencia con esta hija desconocida, y diga lo que callo por moderación el testimonio íntimo que agrego bajo el número 6 para que se conozca que Mérida es indigna de su primera garantía episcopal, de su seminario, ] 165 [


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que hasta el nombre debe variar, y de otro salvoconducto que el de la fuerza para contenerla dentro de sus límites rurales y hacerla volver a sus conocimientos y utilidades, puesto que ni por su recinto, ni por sus negocios, ni por su local, ni por su último porte y contestaciones insolentes, es acreedora a otra cosa que a lo que tuvo cuando nació y a lo que la han reducido el infortunio, sin edificios, ni colegios, sin iglesia, para eterno recuerdo de la ira santa, que nunca tarda en escarmentar la rebelión y siempre supo corregir a sus autores primeros, destinándola al abismo por toda una eternidad. (Maracaibo…, pp.76-77)

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SIMON BOLÍVAR

Caracas, 1783 – Santa Marta, 1830

Simón BOLIVAR. Obras completas. Compilación y notas de Vicente Lecuna con la colaboración de la señorita Esther Barret de Nagaris. La Habana: LEX, 1947; v. 2

De su magna obra de guerrero, estadista, escritor y orador, el más vibrante testimonio son sus proclamas y discursos. Mario Briceño Perozo

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DISCURSO DEL GENERAL EN JEFE DEL EJÉRCITO DEL NORTE A LA MUNICIPALIDAD DE MÉRIDA Permitidme, señores, expresaros los sentimientos de júbilo que experimenta mi corazón al verme rodeado de tan esclarecidos y virtuosos ciudadanos, los que formáis la representación popular de esta patriótica ciudad, que por sus propios esfuerzos ha tenido la dicha de arrojar de su seno a los tiranos que la oprimían, en el glorioso día del 18 del mes pasado, y de recobrar los sagrados derechos de la soberanía que había perdido con la inicua invasión que hicieron a este Estado los bandidos de la España que infestaban y tienen todavía sujeta una parte de la confederación venezolana. El augusto congreso de la Nueva Granada, tocado de compasión al contemplar el doloroso espectáculo que presenta el buen pueblo de Caracas, aún gimiendo en cadenas y conmovido de indignación por el grito de la justicia, que está clamando vindicta contra los usurpadores de los derechos de la América, ha enviado su Ejército Libertador a restablecer en su antigua soberanía a las provincias que componen la República de Venezuela. La gloria del Congreso y del Ejército que os ha redimido consiste en la magnanimidad de sus designios, que no son otros que los de destruir a vuestros verdugos y poneros en aptitud de gobernaros por vuestras constituciones y por vuestros magistrados. Nuestras armas redentoras no han venido a daros leyes, ni menos a perseguir al noble americano; han venido a protegeros contra vuestros natos enemigos los españoles de Europa, a quienes juramos una guerra eterna y un odio implacable, porque ellos han violado los derechos de ] 168 [


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gentes y de las naciones, infringiendo las capitulaciones y los tratados más solemnes, persiguiendo impíamente al inocente y al débil, reduciendo los pueblos enteros a la indigencia y desolación, degradando el santo carácter del sacerdocio y cargando de prisiones a los Ministros del altar, a los magistrados, a los defensores de la patria y a toda clase de ciudadanos por el solo delito de ser americanos. Aceptad, ilustres merideños, las congratulaciones que, a nombre del Congreso de la Nueva Granada tengo el honor de haceros, reponiéndoos en el uso de vuestra autoridad, que sin duda será ejercida con la dignidad que corresponde a un gobierno independiente; y yo me lisonjeo que bien pronto veréis en medio de vosotros a vuestros magistrados del Poder Ejecutivo provincial, que han sido ya invitados por mí, para que vengan a llenar las funciones de su Ministerio, en cumplimiento de las generosas órdenes del Congreso que ha tomado a su cargo el restablecimiento de la Constitución venezolana, que regía los Estados antes de la irrupción de los bandidos que ya hemos expulsado de toda la provincia de Mérida y arrojaremos más allá de los mares, si el Dios de los Ejércitos protege la causa de la justicia. Tengo la honra de poner en vuestras manos el título de mi comisión, que como veréis no tiene otro objeto que amparar al americano y exterminar al español; destruir al gobierno intruso y reponer el legítimo; y en fin, dar libertad a la República de Venezuela.

El general Bolívar entró a Mérida el 23 de mayo de 1813. No hemos podido encontrar la fecha de la sesión de la Municipalidad en la cual pronunció este discurso. (Nota de Vicente Lecuna) (v.2, p. 1011-1012)

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SIMON BOLÍVAR Brigadier de la Unión y General en Jefe del Ejército del Norte, Libertador de Venezuela && A los valerosos Meridianos: Después de los desastres que las vicisitudes físicas y políticas que ha padecido la ilustre Venezuela, la hicieron descender al sepulcro, habéis visto renacer la luz de la libertad, que las invictas armas de la Nueva Granada os han traído. Un ejército de hermanos os ha vuelto al regazo de la patria que los tiranos habían destruido, y vuestros libertadores han resucitado. Ya sois otra vez ciudadanos de la República federal; ya sois otra vez hombres, y ya volvéis a ser libres al abrigo de vuestras leyes y magistrados que el Congreso Granadino ha restituido para que defendáis hasta la muerte los derechos que antes perdisteis, y os usurparon los monstruos de la España que nos hacen una guerra impía porque les disputamos la libertad, la vida y los bienes que la clemencia del cielo nos ha dado. Sí, Americanos, los odiosos y crueles españoles han introducido la desolación y la muerte en medio de los inocentes y pacíficos pueblos del hemisferio colombiano, pues la guerra y la muerte que justamente merecen los ha hecho abandonar su país nativo que no han sabido conservar y que han perdido con ignominia. Tránsfugas y errantes como los enemigos del Dios salvador se ven arrojados de todas partes y perseguidos por todos los hombres. La Europa los expulsa, y la América los rechaza porque sus vicios en ambos mundos los han cargado de la execración de la especie humana. Todas las partes del globo están teñidas ] 170 [


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en sangre inocente que han hecho derramar los feroces españoles, como todas ellas están manchadas con los crímenes que han cometido, no por amor a la gloria, sino en busca del metal que es su Dios soberano. Los verdugos que se titulan nuestros enemigos han violado el sagrado derecho de gentes y de las naciones en Quito, La Paz, México, Caracas y recientemente en Popayán. Ellos sacrificaron en sus mazmorras a nuestros virtuosos hermanos en las ciudades de Quito y La Paz. Degollaron a millares de nuestros prisioneros en México; sepultaron vivos en las bóvedas y pontones de Puerto Cabello y de La Guaira a nuestros padres, hijos, y amigos de Venezuela; han inmolado al Presidente y Comandante de Popayán con todos sus compañeros de infortunio, y últimamente ¡Oh Dios! casi a presencia de nosotros han hecho una espantosa carnicería en Barinas de nuestros prisioneros de guerra, y de nuestros pacíficos compatriotas de aquella capital!...Mas esas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán exterminados. Nuestra vindicta será igual a la ferocidad española. Nuestra bondad se agotó ya y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desaparecerán de América, y nuestra tierra será purgada de los monstruos que la infestan. Nuestro odio será implacable, y la guerra será a muerte. Cuartel General de Mérida, junio 8 de 1813.-3º Simón Bolívar Es copia Villa del Rosario, 21 de junio de 1813.-3º Villavicencio. Vocal Secretario. (v.2, pp.1011-1013) ] 171 [


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RICHARD BACHE

Estados Unidos, 1784-1848

Richard BACHE. La República de Colombia en los años 1822-1823. Notas de viajes con el itinerario de la ruta entre Caracas y Bogotá y un Apéndice por un Oficial del Ejército de los Estados Unidos… Trad. de Ángel Raúl Villasana. Caracas: Instituto Nacional de Hipódromos, 1982. (Colección venezolanista; Serie Viajeros)

El mayor atractivo de este libro lo constituye el cúmulo de anotaciones sobre los hechos vividos, recogidos con sencillez y buenas dotes de analista, sobre la marcha, sin aspirar a mayores especulaciones. Pedro Grases ] 172 [


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Diciembre 26. Los festivales celebrados en Timotes no nos permitieron salir hasta esta tarde a las 4 p.m. Llegamos a La Puerta (12 millas) después de las siete. Es una mísera aldehuela formada por unas veinticinco chozas. Diciembre 27. Después de nuestra partida de La Puerta, a las 7 a.m. atravesamos una elevada montaña, llamada páramo. En la cumbre nos encontramos con un viento intenso, penetrante y helado; desde ahí se domina, sin embargo, una perspectiva muy amplia, pero de aspecto sumamente desolado. En efecto, no se divisa un solo lugar populoso o aldea de pintoresca apariencia, ni el menor vestigio de habitaciones o seres humanos, sino el áspero sendero de dificultoso tránsito, además de las rústicas y numerosas cruces de madera puestas en la fila por viandantes devotos y fatigados, y las cuales son los únicos testigos que llevan a nuestro ánimo la convicción de no hallarnos solos en el mundo. […] Luego de cruzar el páramo, llegamos a la una de la tarde a Mucuchíes, la próxima aldea (15 millas). Aunque es un lugar bastante extenso, lo único notable que tiene es una iglesia de grandes dimensiones. […] Diciembre 28. Salimos de Mucuchíes a las 9 a.m. y llegamos a la ciudad de Mérida (28 millas) a las 6 p.m., después de atravesar las aldeas de Mucurubá y Tabay. […] La ciudad tiene de ocho a diez mil habitantes. Fue en otro tiempo uno de los centros urbanos más ricos y hermosos del país, pero quedó totalmente destruido por el terremoto de 1812. Un gran sector permanece todavía en ruinas, y muchos de los antiguos moradores yacen sepultados bajo los escombros de sus viviendas. Poco después de nuestra llegada, fueron encontrados e inhumados los restos mortales de un obispo. Cerca de la ciudad se ve una ] 173 [


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profunda grieta, ocasionada por la misma convulsión telúrica que derribó casas y edificios. En las afueras hay parcelas cercadas, destinadas al cultivo de la cebada y del maíz para forraje. Como las tapias de estos sembrados son por lo general muy altas, de color pardusco, y construidas con tierra apisonada, presentan un lúgubre aspecto. Las calles, trazadas a cordel, son muy limpias; están bien empedradas, y por ellas corre una acequia de límpidas aguas. […] Hay fuentes termales en las montañas de Mérida y una mina de plata en sus inmediaciones, que está hoy sin explotar. En otro tiempo, se extraía cobre y plata en la costa de Caracas, pero estas minas se hallan actualmente abandonadas. La levadura es el único procedimiento que hoy se utiliza en la República de Colombia para la obtención de metales preciosos. (pp. 159-162) Diciembre 30. Dejamos la ciudad de Mérida a la 1 p.m. y llegamos a Ejido (10 millas) a las 4 ½. Es un pueblo largo, de una sola calle, con más de un centenar de casas de tejas, circundado por hermosos jardines y árboles frutales. Se daban en un mismo terreno naranjas y manzanas, y a la orilla del camino encontramos unas moras deliciosas. Por el hecho de madurar estos frutos al aire libre, podía considerarse que la temperatura debía ser más o menos igual a la de nuestra primavera; sin embargo, experimentábamos un frío bastante desagradable. Nos albergamos en la casa del Alcalde. Diciembre 31. Salimos de Ejido a las 8 a.m. Entramos a medio día en San Juan, una aldea con las casas muy diseminadas, después de andar 12 millas. En la tarde llegó nuestro sirviente criollo, quien había logrado recuperar su espada, y tuvo que expiar la juerga con una larga marcha, que le sirvió de mucho provecho. […] ] 174 [


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1823. 1º de enero. Al salir de San Juan, a las 4 p.m. fuimos cordialmente despedidos por los oficiales y soldados que estaban de guardia. Luego de recorrer breve trecho, encontramos a la escolta en el camino, donde se les había ordenado estacionarse con las armas ya prevenidas, en espera de nuestra llegada. […] Los soldados, descalzos en su mayoría, trepaban por el pedregoso sendero con asombrosa agilidad. A excepción de la gorra militar, se veían vestidos como los demás hombres del pueblo, arrebujados en una cobija con una abertura para la cabeza, y la cual ocultaba el uniforme y el correaje. Llevaban las armas a discreción, y cada uno seguía el rumbo que mejor le parecía. Observé especialmente que evitaban con todo cuidado mojarse los pies cuando había que cruzar los regatos montañeros que encontrábamos a cada paso, y preferían hacer un considerable rodeo para evitar el contacto con el agua. Seguramente la experiencia les habría enseñado los dañinos efectos de mojarse y exponerse inmediatamente a los rayos del sol en forma consecutiva. (pp. 165-167) El camino continuó orillando el curso del río, primero a través de una llanura invadida de cactos; y luego por la ladera de la montaña, a cuya falda se precipitaban las aguas coronadas de espuma. Tanto la escolta militar, como el recelo que inspiraba la proximidad de los españoles, la fragosa naturaleza de la ruta y el sublime panorama que desde allí se contemplaba, contribuían a que nuestra jornada de aquel día fuese la más interesante de todo el viaje. El sendero de herradura, abierto en el declive de la montaña, seguía la dirección que presentaba el menor número de dificultades. Al principio, su altura sobre el río no era muy considerable; pero después de haber andado un par ] 175 [


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de horas, advertimos que nuestro ascenso había sido bastante sustancial, y que, probablemente, nos encontrábamos ya a unos mil doscientos pies por encima del torrente. La vereda era sumamente angosta; a un lado, la montaña cortada casi a pico, y al otro, un temeroso precipicio. En algunos sitios una quebrada se deslizaba por el propio sendero, angostándolo a no más de diez pulgadas; en otros, las aguas se lo habían llevado por completo. Afortunadamente, algunos viajeros que nos habían precedido lo rellenaron de broza recubierta de tierra para facilitar relativamente el paso. La anchura corriente del camino fluctuaba siempre entre dieciocho pulgadas y cuatro pies. De cuando en cuando, nuestro guía nos llamaba la atención acerca de los parajes más peligrosos, observando que un paso en falso podría tener funestas consecuencias, como morir ahogados en el río que pasaba al pie de aquel abismo. En realidad, lo mismo nos hubiera dado caer al agua o en tierra firme si llegábamos a precipitarnos desde una altura de un millar de pies. Estanques es una hermosa hacienda, cuyos dueños residen en Bogotá. Está situada en un angosto valle, cruzado por un riachuelo, el cual serpentea en forma tan laberíntica que hubo que vadearlo veinte o treinta veces en el transcurso de una hora. El café y el cacao están protegidos por majestuosos árboles de sombra, que dan a la parte cultivada la apariencia de un antiguo bosque. La aldea sólo consiste en la casa principal de la finca ocupada en la actualidad por el mayordomo, y las chozas de los esclavos, constituidos en su casi totalidad por mujeres, debido probablemente a que los hombres están prestando servicio militar. Hay también una iglesia de grandes dimensiones, pero sin cura residente; los servicios religio] 176 [


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sos son celebrados en forma ocasional por un párroco del pueblo vecino. Al llegar nos dimos cuenta de que era un día festivo. Las esclavas, cuya raza es una mezcla de africano e indio -aquí llamados zambos-, se hallaban congregadas frente a la casa del mayordomo. Todas iban pulcra y uniformemente vestidas, pues los trajes de esclavos y sirvientes no tienen ninguna variación. Iban presentando su sombrero de paja para que se les llenara de cacao, y luego se retiraban a sus cabañas. Enero 3. Salimos de Estanques a las 6 am. y llegamos a Bailadores, situado a una veinte millas, a las 2 pm. luego de descansar una hora durante el camino, el cual se encontraba en deplorables condiciones. La escolta nos acompañó hasta Bailadores. La aldea estaba casi desierta, habitada únicamente por unas cuantas viejas que nada tenían que perder. Los españoles la habían ocupado transitoriamente antes de nuestra llegada. Muchas de las residencias frente a la plaza estaban aún protegidas por barricadas, y en las tapias se veían las troneras abiertas por los fusiles, procedimientos mediante los cuales se trató de fortalecer la defensa del lugar. Su actual abandono obedecía a que Morales, partiendo desde el Lago de Maracaibo, en cuya cuenca nos encontrábamos, continuaba su avance hacia el interior del país. (pp.169-173)

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AGUSTIN CODAZZI

Italia, 1793 - Colombia, 1859

Agustín CODAZZI. Resumen de la Geografía de Venezuela (Venezuela, 1841) Caracas: Biblioteca Venezolana de Cultura, 1941; t.III. (Colección Viajes y Naturaleza) _______________: El camino de Barinas a Los Andes. En: Cultura Venezolana (Caracas) VII (55): 125-153, marzo 1924.

Codazzi viene a ser, después de Humboldt, nuestro geógrafo por excelencia. Contaba treinta tres años cuando llegó a Maracaibo en el séquito de Bolívar. […] Se diría que esa descripción de la tierra de Venezuela, encierra la historia de un pueblo que ha dado la espalda a su destino. Caracas, setiembre de 1959 Enrique Bernardo Núñez.

Los trabajos geográficos de Ud. abrazan una inmensa extensión de tierra; y ofrecen a la vez los pormenores topográficos más exactos y medidas de alturas tan importantes para la distribución de los climas, que harán época en la historia de la ciencia. Alejandro de Humboldt.

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CANTON DE MERIDA La ciudad de Mérida, capital de la provincia de su nombre, fue fundada en 1558 por Juan Rodríguez Suárez, bajo el nombre de Santiago de los Caballeros. Rodríguez era natural de Mérida, en la provincia de Extremadura, y siendo vecino de Pamplona, en la Nueva Granada, fue encargado de la exploración de la Sierra Nevada y de la conquista de los indios Timotes. Mérida se halla en la latitud de 8º10’ N. y en la longitud 8º58´20´´ al O. del meridiano de Caracas, en una hermosa mesa elevada 1971 varas sobre el nivel del mar. Dos ríos, Mucujún y Albarregas, recorren casi de N. a S. el pie de la mesa y van a caer a un tercero (el impetuoso Chama) que pasa al extremo de ella, de E. a O. La mesa queda de este modo rodeada por tres ríos y sólo hacia el N. está unida a una alta serranía de la cual es un declive. Esta hermosa planicie tiene 3 leguas de largo y de ancho ¾ de legua. Forma un declive muy pronunciado hacia el S. y otro suave al S.O. y sus barrancas son muy elevadas y pendientes. Desde esta mesa se goza de la hermosa vista de la Sierra Nevada que queda al S., elevada 5.479 varas sobre el nivel del mar y 3.508 sobre el suelo de la ciudad. Los picos de esa sierra, coronados de eterna nieve, las grandes masas de granito que salen de sus flancos cortadas perpendicularmente y la gigantesca mole que forma esta majestuosa sierra, le dan un aspecto imponente. Sus blancas cimas a veces cubiertas de nubes, a veces relucientes con los rayos del sol o envueltas en niebla que los hace aparecer y desaparecer en pocos instantes, todo concurre a dar a la sierra un carácter bello y sorprendente. Por todas partes se miran cerros muy altos que se pierden en lejana perspectiva, y sólo dejan ver la abertura ] 179 [


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principal por donde corre el Chama. Los ricos valles de Egido, las vegas del Chama, el país pintoresco de Bailadores, los fértiles campos de la Grita, los altos páramos, en medio de los cuales hay valles hermosísimos y parejos que convidan a residir en ellos. Al lado opuesto hacia el naciente no se pueden ver las bellas campiñas que están cerca del Chama, ni los pueblos situados más allá del páramo de Santo Domingo, y menos aún hacia el N. las altas cimas que cubren las inmensas selvas que se pierden sobre el gran lago de Maracaibo. Mérida fue erigida en provincia en 1811. Habiéndose declarado en favor de la independencia, separándose de Maracaibo a que pertenecía; tiene en un cerro cerca de ella una laguneta que se llama el monte de las Flores, por las muchas que producen los árboles y plantas que la pueblan; posee también aguas minerales calientes y una tierra amarilla que da un color negro sobresaliente. Abundan las plantas medicinales y hay muchas gomas y resinas apreciables. Es muy curioso ver prosperar en un mismo suelo el plátano, el maíz, la caña dulce, el trigo, las papas y las cebadas. La ciudad de Mérida sufrió en 1644 el mismo terremoto que destruyó a Cuenca; y en 1812 fue arruinada por el del 26 de marzo que destruyó a Caracas; pero volvió a reconstruirse y ahora está más poblada que antes. Antiguamente había en esta ciudad dos partidos que se odiaban encarnizadamente, y esta desunión entre las familias influía mucho contra los progresos de la población; mas habiendo cesado aquel mal, en el día adelanta, y prosperan sus vecinos a favor de la paz y la armonía. Cuando Mérida tenga una grande inmigración, o que la población creciente desmonte las grandes selvas que miran hacia el ] 180 [


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lago de Maracaibo, entonces será esta ciudad la residencia de ricos propietarios, que hallarán en un clima delicioso y sano todos los placeres que proporciona la sociedad. Los habitantes dicen que ni el clima ni el calor se hacen sentir allí en un grado capaz de incomodar, y que pueden llevar indistintamente vestidos de lana o de seda; pero no pueden negar que las variaciones del tiempo son tan rápidas y sensibles, que a menudo causan enfermedades. Temen el viento del O. que nunca sopla sin dejar algunas señales de su malignidad; parece que esto proviene de que los vientos del N. que pasan por la gran selva bañada por el Chama, desde el lago de Maracaibo, se introducen por la abra por donde pasa el mismo río y chocando contra la serranía de Estanques, refluyen hacia el E. por el valle del mismo Chama y vienen hasta Mérida, llevando en su curso algunas de las miasmas que exhalan aquellas selvas desiertas. Sin embargo, se puede asegurar que la causa principal de algunas insignificantes enfermedades, está más bien en lo variable del clima; pues con frecuencia se experimentan en un mismo día las diversas temperaturas de las cuatro estaciones de Europa. Con todo, el temperamento es sano y fresco, pues el termómetro baja hasta 11º del centígrado. Las lluvias son abundantes, y se podría decir que duran casi todo el año; pero las más fuertes de ellas caen en la época del invierno. Mérida es la sede de un obispado, tiene seminario, un colegio, varias escuelas y un convento de monjas que hacen obras de primor. Hay una catedral y varias capillas. Los merideños tienen bastante perspicacia, profundidad en sus ideas y afición a la literatura. Ninguna clase desdeña el trabajo. La agricultura, las crías, las fábricas de varios géneros de algodón y lana, que por su baratura ] 181 [


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son preferidos a los europeos, constituye sus ocupaciones principales. Entre las fábricas hay algunas de alfombras de lana, adornadas de flores y teñidas con colores de vegetales del país, tan vivos y permanentes como los de las mejores fábricas de Europa. La agricultura produce un café de los más exquisitos, y en tan grande abundancia los frutos necesarios a la vida, que aún los mismos pobres tienen lo necesario para vivir holgadamente. Mérida, en fin, por los terrenos ricos que posee, por su clima sano, por su posición casi en el centro de su provincia, en el camino que va a las demás de le República, será algún día una de las más florecientes ciudades del interior, cuando la riqueza de los particulares haya proporcionado caminos para facilitar el tránsito, y que los grandes bosques estén cubiertos de haciendas y poblaciones. (Resumen… pp.181-184)

COMERCIO El comercio principal se hace con Maracaibo, de donde se recibe toda clase de mercancías secas, licores y sal, dando esta provincia en cambio sus producciones, que se embarcan por el río Escalante o el de la Grita, o bien se llevan por tierra por el camino de Escuque. El comercio con la provincia de Barinas se hace por su capital y con Pedraza, llevando de Mérida harina, papas, menestras, azúcar y manufacturas del país, y retornando de aquellas cacao, arroz y ganado. A la provincia de Apure se lleva harina, aguardiente, sal, ajos, papas, cebollas y alverjas, extrayendo de ella ganado, que cambian en los valles de Cúcuta por mercancías secas, caldos y sal, efectos que se ] 182 [


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introducen también por los llanos más meridionales de las provincias de Barinas y Apure. (Resumen… p.181)

*** Observé con la mayor escrupulosidad el camino de los Callejones, y en las nueve lomas que atraviesa se ve claramente que no es posible llevarlo de un modo que siga con una línea de poca inclinación, descazando las quebradas, o bien atravesándolas y aprovechando las sinuosidades del terreno en todos sus pliegues, a causa de lo escarpado de sus costados, pies y cima; y también por la peña viva que presenta en masas enormes, desnudas a veces de toda vegetación. (El Camino… p.126) El día 23 me puse en marcha por el pedazo que se había hecho, y todos los peones estaban cargados de víveres; me precedían tres con machetes y dos venían atrás con hachas. Este era todo el tren de trabajo, porque no tenía más hombres, ni esperanzas de conseguirlos; por consiguiente tuve que abandonar el deseo de banquear la pica siquiera media vara. […] Ni el oso salvaje que recorre por la cima, como lo hace en la serranía de la costa, ni la danta, han penetrado por toda la extensión que nosotros recorrimos, atendido a que en ciertos puntos un palo llamado Tampaco forma una red tan espesa con sus ramas, que no es posible ser pasada ni atravesada por aquella fiera, cuyo tamaño es un poco mayor que el del tigre. Ni el león que suele recorrer los páramos se atreve a enredarse en el Tampaco. Este árbol, que nace en la región fría, no se levanta perpendicularmente como los demás vegetales, sino que extiende grue] 183 [


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sos brazos horizontales, muy poco elevados del suelo; de estos salen unas ramas perpendiculares que bajan hacia la tierra, y se raicean en ella, siguiendo otros nuevos retoños que siguen el mismo ejemplo. También se elevan en sentido opuesto ramas que sobresalen sobre los brazos principales, y como que no pudiendo alzarse hacia el cielo, se doblan a buscar el tronco primitivo y se enredan en él. La lana vegetal que sirve como de natural abrigo a los árboles y arbustos contra la intemperie y la forman los musgos y los líquenes, de los cuales hay algunas especies tan bellas, tupidas y gruesas que parecen hermosos pellones; cubren, pues, estas plantas parásitas el tejido del Tampaco; pero debajo se presentan cuevas grandes y pequeñas, que a su vez no dan salida, y es más fácil atravesar el enredo vegetal por encima, cortando los pequeños ramos y posando el pie sobre las alfombras de musgos y líquenes; pero frecuentemente ceden éstas, por estar apoyadas en ramos delgados, y se caería uno de una altura de dos a tres varas si otros entretejidos no lo detuviesen. Por encima, pues, de estos árboles, y como monos, íbamos muchas veces caminando largos trechos. En esta pica exploradora estaba entregado a mis propias observaciones, a mis conocimientos sobre la estructura general de la serranía, adquiridos prácticamente en el levantamiento de planos corográficos de las provincias de Mérida y Trujillo en los años 1828 y 1829; pero no era posible tener una noticia exacta de un terreno desierto y desconocido, porque ninguna vereda pasaba por él, ni nadie podría haber dado razón en otros tiempos. (pp. 128-129) Más allá de los cerros se veían las selvas del Masparro y el explayado Boconó, que serpentea al salir de en medio de la serranía. […] ] 184 [


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Bajé de aquella eminencia que me había dado una vista tan estupenda como útil, y pude cerciorarme que el rumbo de mi camino hasta entonces había venido por lo mejor de la serranía, la cual se me presentaba como una enorme calzada entre las dos hoyas del Santo Domingo y del Calderas, y me proporcionaba facilidad para seguir hasta las cabeceras de las dos Bellacas. […] En el rancho del Tuerto, que así se llamó a 2.000 varas de elevación, devolví dos partidas de ocho hombres cada una, y además diez enfermos que tenían dolores de cabeza, calenturas o puntadas por estar pegados al fuego y de allí salir a recibir un aire húmedo y frío, pisando a la vez una tierra mojada que jamás había sido calentada por los rayos del sol. Estas transiciones repentinas de un calor artificial a un frío natural, unidas al poco abrigo y a las ningunas precauciones que tomaban, eran las causas de las enfermedades de que se veían de un momento a otro atacados. […] Toda la noche la calentura me había fatigado bastante, y resolví no seguir personalmente la pica, y para que no hubiese errores se ordenó que los peones tomasen la fila, aunque se presentaba pendiente, para llegar más pronto a los riscos y pudiesen darme razón de lo que había y si era posible pasar por ellas. Se ofreció un regalo a cada uno si aquel día llegaban al páramo, y además 5 fuertes por persona, si descubrían el deseado paso; puesto que ya habían visto conmigo el punto por donde yo pensaba llevar el camino por detrás de los riscos de la Bellaca que va al Santo Domingo, pasando al pie del páramo de Motumbo, y tomando el cerro del Paramito para bajar a las Piedras. […] Aquella noche fue para mí de tristes reflexiones: entrar en el páramo enfermo era exponerme tal vez a perder ] 185 [


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la vida, o por lo menos a agravarme de un modo peligroso que podía darme por resultado la muerte, si se considera que en aquellos desiertos no era posible ser llevado al hombre, ni en hamaca, y obligado a marchar a pie podía muy bien gastar seis o siete días para hacer seis o siete leguas, y en ese tiempo tomar un carácter fatal la enfermedad. […] Me atormentaba también la idea desconsoladora y triste de que no faltarían en Barinas y otros puntos gratuitos enemigos, que en lugar de compadecerse de mi persona, se alegrarían de que no hubiese salido a la luz con la empresa, para poder cohonestar sus dichos de que en mi exposición a la Honorable Diputación provincial había querido alucinar y engañar con un estudiado charlatanismo, y que había asegurado en tono doctoral una cosa que yo mismo creía imposible, o que si juzgaba factible era efecto de una ignorante presunción que me alucinaba; y que por último se había concluido que por dar más colorido a mi descabellada idea, había ido personalmente y vuelto después so pretexto de haberme enfermado, sirviéndome esto de excusa para no realizar la pica; entre tanto quedaba perdida la plata por la credulidad de los barineses, que no debieron tener confianza en un hombre que diz que había sido mandado a propósito para engañarnos. Estas ideas y otras más tremendas se me presentaban continuamente a la imaginación, que atormentada no podía sosegarse y me impedía el reposo que tanto necesitaba mi cuerpo debilitado por las calenturas y trabajos pasados. Por fin, cansado de pensar, el sueño adormeció las ideas, y amanecí más despejado. Los vecinos principales y los jueces de Las Piedras vinieron a encontrarnos, y todos juntos pasamos algunas ] 186 [


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horas en conversación sobre el nuevo camino. Con grande sorpresa mía encontré que los más influyentes de allí no estaban contentos con nuestros trabajos, fundándose en que aquella vía no podría serles útil, pues que venía por detrás de muy lejos, siendo la dirección de Barinitas muy distante y sacando por consecuencia que la utilidad sería mas bien para los trujillanos que para ellos. Me presentaron entonces la dificultad de que tenía casi tres leguas más que el antiguo. […] Me observaron entonces que no había agua ni pasto, y que tendrían que ranchear en todo el páramo.[…] Se empeñaban en hacerme creer que en dos días iban cargas en el verano por los Callejones, y que en invierno se empleaban tres, cosa que no es así. […] Se esmeraron en ponderarme las dificultades para pasar el páramo, asegurando que era de los malos y peligrosos, que nadie se iría por allí. […] Concluyeron con asegurarme que un señor de Mérida había ofrecido componer los Callejones, si le daban 12.000 pesos. A esto deje que con 5 o 6 se componían también y hasta con menos. […] A estos argumentos tan descabellados sólo les respondí que cuando viesen que uno salía con su arria por los Callejones, y otra con la suya por el nuevo camino, y que cuando aquél llegase al puente, el otro estaría ya en Obispos o de regreso a Las Piedras, entonces no se encapricharían en pasar un mal camino y en gastar más tiempo. […] Les observé que por casi trescientos años, Caracas, capital de la República, transitó por un mal camino de recuas y hoy tiene una de carros más largo que el viejo, cuatro leguas. Tanto los cegaban sus intereses privados que no veían el general bajo ningún punto de vista. […] ] 187 [


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Examinadas, pues, todas estas consideraciones, no me sorprendí ya de que no estuviesen decididos por la vía nueva, y conocí que el no haber venido peones de Las Piedras era una cosa premeditada, pues que su mayor deseo debía ser que no se llevase a cabo la empresa: tampoco me sorprendería ver representar a estos egoístas e interesados ciudadanos para que no abriese el nuevo camino, bajo un pretexto cualquiera, así como lo hicieron los arrieros de Caracas por el de La Guaira. Es, pues, de mi estricto deber hacer presente todas estas conversaciones para que sean pesadas en la balanza de los intereses públicos y privados y se busque lo que convenga a los provinciales y al bienestar de los pueblos […] Observará usted que he puesto, además, 4.000 pesos por algunos obstáculos que puede ocultar en la actualidad el terreno; y también que he calculado los jornales a 6 reales, es decir, 2 para la mantención y 4 en mano de obra; pero debo advertir que al principio el rancho costará solamente 1 real, y más después 1 y medio por el transporte, pero yo he puesto para mayor abundamiento 2 reales. También se consiguen en la Provincia de Mérida peones a 3 reales, que son los que convienen para este trabajo, los cuales en su país ganan sólo uno y medio o dos reales, y el real más que he puesto ha sido para no escasear en estos cálculos, mas esta diferencia de 3 a 4 reales aumenta la suma en $ 2.995. El medio que he puesto en la comida en lugar de uno y medio la aumenta a $ 1.497 y los previstos calculados en $ 4.000 hacen un total de $ 8.492 de manera que el camino se podría hacer con sólo $21.508 ] 188 [


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pero siempre en mi concepto se deben presuponer los $30.000 De los cuales tocarán a cada provincia 15.000 pesos. ¿Y qué es esta pequeña cantidad comparada con las ventajas que producirá un camino semejante? Nada; yo creo que los Honorables Diputados no titubearán un momento para acordar los medios de realizar esta empresa. (El Camino…p, 143-149) Por mi parte he determinado publicar por la prensa mis observaciones y cálculos, y por consiguiente este oficio para que pueda oportunamente recibir la censura pública, antes de la reunión de las Honorables Diputaciones; suplicando al mismo tiempo a los señores ingenieros de la República, a los profesores de la Academia Militar y a los conocedores de los terrenos por donde debe pasar el camino, si los hay, que emitan sus observaciones, para contribuir al acierto de una obra de suma utilidad pública, seguros de que les quedará sumamente agradecido el que suscribe, pues su único anhelo es no errar en una empresa de tanta importancia y conveniencia pública, cuyos resultados refluyan directamente en el bienestar de muchas provincias, pues que gozarán de los beneficios de un buen camino, no solamente los pueblos de Barinas y Mérida, sino los de Trujillo, como también los apartados de Maracaibo y Apure, y esta nueva vía redundará en beneficio positivo de la provincia de Guayana, porque se comunicará más pronto de lo que lo habría hecho; y en competencia con Maracaibo y Puerto Cabello, hará animar más las empresas agrícolas, y por consiguiente habrá más rotación en los cambios y más provecho para el comercio en general. Con consideración y respeto, soy de ustedes atento servidor. A.Codazzi (El Camino…p.153) ] 189 [


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JUAN DE DIOS PICÓN 1792-1882

Juan de Dios PICON. Estadísticas de la Provincia de Mérida. En: Las estadísticas de las Provincias en la época de Páez. Compilación y presentación de Antonio Arellano Moreno. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1973; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

He aquí el nombre de nuestro primer Gobernador Constitucional […] Hombre público notable, no hubo ramo administrativo que él no ilustrase con su virtud y sus conocimientos. En el Congreso de Colombia, en el Constituyente de Venezuela de 1830, en el gobierno político de la provincia de Mérida, en sus Asambleas Legislativas, en la administración de sus rentas, y como simple ciudadano D. Juan de Dios Picón dio siempre relevantes pruebas de honradez, inteligencia y verdadero patriotismo. Tulio Febres Cordero ] 190 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

[Juan de Dios Picón] procuró mejorar la suerte de sus gobernados. En este sentido, entre otras cosas, promovió el establecimiento de pequeñas industrias y talleres en todos los pueblos de su jurisdicción y la introducción de nuevos cultivos y técnicas en la agricultura. Igualmente, emprendió la construcción de obras públicas importantes. Pero, sobre todo, puso especial cuidado en atender la educación. Era en él, que siempre fue maestro, una vieja preocupación. Ya en Bogotá, en 1823, había escrito las “Cartas sobre la preocupación Física y Moral de los hijos”, que contiene no pocas ideas que figuran hoy como principios de la moderna pedagogía. Jesús Rondón Nucete

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ESTADISTICA DE LA PROVINCIA DE MERIDA

Por Juan de Dios Picón Gobernador de la Provincia (1832) División Territorial

La provincia de Mérida está dividida en siete cantones que componen treinta y seis parroquias según el parágrafo 3º del artículo 5º de la Ley de 25 de junio de 1824, y aunque conforme al art. 14 de la misma ley se formaron dos circuitos, uno de los cantones de San Cristóbal y San Antonio, y otro del de la Grita y Bailadores regidos unos y otros por un Jefe político; al establecerse los Concejos Municipales conforme a la ley orgánica de provincias del 14 de octubre del año de 30 que no habla de distritos, sino sólo de cantones. […]

Organización Civil La organización civil de esta provincia es conforme a la Constitución y leyes orgánicas del Congreso Constituyente. El gobierno superior político reside en el gobernador, quien tiene un secretario y un oficial escribiente. […]

Educación Hasta el año de 23 no existían en esta provincia escuelas públicas; los padres procuraban enseñar a sus hijos en escuelas privadas y del modo que podían y aunque el ] 192 [


TESTIMONIOS MERIDEÑOS

Benemérito Señor D. Francisco Antonio Uzcátegui dejó siete mil pesos para la dotación de las Escuelas que fundó en Ejido y esta ciudad, el patrono principal que lo era el Señor Obispo mantenía sólo una media Escuela que no prometía ninguna esperanza en adelantamiento formal. Del año de 24 para adelante los Gobernadores tomaron interés y lograron se estableciesen algunas Escuelas en las cabeceras de cantón, cuyos maestros se pagaban con las contribuciones de los padres de familia y algunos pequeños fondos que pudiesen aplicarse a este objeto. La Ley de 10 de Marzo y Reglamento Orgánico de 3 de Octubre de 1826 estableciendo las Juntas curadoras dio algún impulso a las Escuelas; la de esta ciudad se interesó eficazmente en el establecimiento de una escuela formal y bien servida, y no contando con los productos de la fundación del señor Uzcátegui porque el patrono no convenía con las ideas de la Junta, ni cedía los fondos que estaban a su cargo, pidió y logró que el Gobierno Supremo cediese en beneficio de la Escuela los fondos, rentas y propiedades del convento extinguido de San Agustín. La Junta tomó todas las providencias convenientes a fin de arreglar y mejorar la administración de dichas rentas que han ido aumentándose, compuso el edificio que estaba destinado para iglesia en dicho convento, solicitó un maestro que pudiese enseñar con utilidad, y al fin, en el mes de octubre del año 29, se dio principio a la Escuela pública bajo el método de enseñanza mutua, y su Maestro dotado de cincuenta pesos mensuales. […] El Ilmo. Señor Fray Juan Ramos de Lora, primer Obispo de esta Diócesis, fundó en el año de 1780 un Colegio Seminario que desde sus principios hizo rápidos progresos bajo dirección del señor Dr. Juan José Mendoza; la iglesia, ] 193 [


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las legislaturas, el foro y el ejército han contado entre sus miembros muchos individuos hijos de este Colegio que han honrado sus respectivas profesiones. Se enseñaba muy bien latinidad en tres clases, filosofía en dos cursos, teología, derecho canónigo y civil, moral y medicina; florecía en 1812, cuando el terrible terremoto de aquel año arruinó en parte el sólido y amplio edificio construido por el Señor Lora, y el odio de la absoluta ruina de esta ciudad de que estaban animados el Señor Irastorza y el prebendado Dr. Mateo Mas y Rubí, que quedaron gobernando esta Diócesis, completaron su ruina pues impidieron y se opusieron a los esfuerzos benéficos del Ilmo. Señor Buenaventura Arias, nuestro compatriota ya difunto, que intentó reparar sus ruinas a su costa. Desde entonces se trasladó todo a Maracaibo y sólo se mantuvo en esta ciudad una clase de latinidad debido al celo e interés patriótico del Señor Arias. El año de 23 fue reintegrada esta ciudad al derecho que tenía a los establecimientos que se trasladaron a Maracaibo, y con este motivo se restableció el Colegio Seminario, pero no ya bajo el pie y constitución que tenía antes del terremoto. En el año de 1807 el gobierno español concedió el titulo de Academia con la facultad de conceder grados en las facultades de filosofía, teología y derecho canónico, pero no en las demás; con arreglo a esta disposición se estableció la Academia y se comenzaron a dar grados en dichas facultades hasta el año de 1810, en que la Junta Gubernativa de esta provincia a nombre de Fernando VII concedió el título de Universidad con todas las facultades de la de Caracas, y desde entonces ha estado en el pleno goce de este derecho, sin oposición alguna ni aún por parte del gobierno español posteriormente establecido. Los trastor] 194 [


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nos que después ocurrieron no dieron lugar a perfeccionar este útil establecimiento, sin embargo continuó agregada al Colegio la Universidad y se concedían grados a los que los solicitaban con arreglos a los Estatutos y constitución vigentes. La ley y reglamento orgánico de estudios de 3 de octubre de 1826 no tuvo lugar ni se le dio cumplimiento, pues encargado el Ilmo. Señor Rafael Lazo de la Dirección del Colegio y Universidad, y estando en oposición sus ideas con las de dicho reglamento ocurrieron o se presentaron inconvenientes y dificultades que paralizaron y entorpecieron la reforma de que tanto necesitaba este Colegio y Universidad. […]

Instrucción Existían en el Colegio Seminario de esta ciudad y conventos de Agustinos; bibliotecas la primera era regular y había sido formada con los libros del fundador, la librería que trajo el Sr. Torrijos y varias donaciones que se hicieron por particulares; mas el terremoto, la irrupción de los enemigos de la Independencia, el abandono en que quedó y los saqueos que experimentó, la han dejado en estado casi de nulidad. Sin embargo existen algunos volúmenes y obras buenas que el nuevo Rector trata de arreglar y conservar. La de San Agustín, aunque no tan numerosa ni tan selecta, sufrió los mismos perjuicios, y los pocos libros que se entregaron a la Junta cursadora, está dispuesto que se pasen a la librería del Colegio en donde existen. El convento de Dominicos no tiene biblioteca. (pp. 201-207)

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Mérida La ciudad de Mérida, capital de la provincia y cabecera del cantón de su nombre, fue fundada en el año de mil quinientos cincuenta y ocho por Juan Rodríguez Suárez con el título de San José de Mérida de los Caballeros. Está situada a los 8º 10` de longitud septentrional y a los 73º 48´ de longitud occidental, en una hermosa mesa de tres leguas de longitud y media con corta diferencia en su mayor altura, al frente de la alta Sierra Nevada y rodeada de cuatro ríos, que al paso que riegan y fertilizan las vegas y huertos de la ciudad, proporcionan a sus habitantes la pura y sabrosa agua de Albarregas y el delicioso baño del Milla. Por el pie de la Sierra de Este a Sur corre el Chama, al nordeste el Mucujún, al norte el Albarregas y Milla, que unidos caen al Chama hacia el sur, al fin de la mesa. Su temperamento es templado aunque por inmediación de la Sierra es algún tanto más frío que caliente. Su clima es en lo general bastante sano, pero la cercanía de los páramos, las montañas de la Sierra y demás cerros que la rodean lo hacen muy lluvioso y su atmósfera muy cargada de niebla y vapores, cuya circunstancia influye en el carácter y genio de sus habitantes; por este motivo son las tardes y noches por lo general muy tristes y frías, pero en recompensa, la naturaleza ha proporcionado a sus habitantes la vista de las bellas mañanas del verano, principalmente en el mes de diciembre, en que el sol se acerca al trópico de Capricornio, fin de su carrera. La Sierra, elevada sobre el nivel del mar 16.000 pies (*), está coronada de cinco grandes peñascos, formados de negras rocas y cubiertos de enormes masas de nieve perpetua, cuyo espesor es en parte de diez a doce varas. En el mes de diciembre aparece la Sierra en] 196 [


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teramente limpia y despejada de toda niebla, y entonces el hermoso azul celeste del cielo, el brillo y blancura de la niebla, excitada por los rayos sobre un campo en partes negro y en partes de un pardo oscuro, forman un contraste y vista deliciosa. Pero aún es más agradable el que presentan algunas tardes, cuando el sol se acerca al otro extremo de su carrera en el trópico de Cáncer; en estos días con alguna diferencia, la Sierra se ve sin el menor vapor que impida la vista de sus riscos, precipicios, cañadas y arroyos; el sol, ya en su ocaso, refleja sus rayos purpurinos sobre sábanas de nieve, que presentan al espectador los más hermosos puntos de vista, por el bello contraste que forma el hermoso color de rosa del sol (que el vulgo llama regularmente el sol de los venados), la blancura de la nieve y el pardo oscuro de las rocas; pero estas tardes son tan raras como la aurora boreal en el mar. Al frente de la ciudad, por el lado del noroeste, se halla la loma de las flores o lagunetas por algunas pequeñas lagunas que tiene en su cima, cercadas de diversas flores y otras plantas aromáticas y curiosas, con las que se arregla los arcos y altares de Corpus y pesebres de Navidad. Los alrededores de la ciudad y campos son muy fértiles y abundantes de toda clase de verduras, granos y frutas, como la manzana, el durazno, el membrillo, la granada, el higo, la naranja y especialmente es exquisita la chirimoya. La tierra es la mejor para el cultivo de excelentes verduras y toda clase de frutas, pero sus habitantes son poco aplicados a esta clase de cultivo, y sí al del plátano, legumbres y granos. Las sementeras de tierra fría están situadas hacia el este y norte de la ciudad, y al occidente y sur las de temperamento más templado y caliente así es que, desde cualquier altura de las que rodea la ciudad, el observador ] 197 [


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admira a la vez los dorados campos de trigo y cebada de Mucurubá y La Culata, las cabelleras de maíz de Tabay y El Valle, los verdes y amarillos cuadros de caña dulce de La Punta y Ejido, y las sombrías y oscuras arboledas de cacao los Guáimaros y vegas del Chama. La estación es, como se ha dicho, lluviosa, pues todo el año no deja de llover, principalmente por las tardes y noches, a excepción de los meses de diciembre, enero y febrero, en los cuales por lo regular cesan las aguas, que comienzan en marzo o cuando más tarde en abril.. Los aires penetrantes de la Sierra y páramos cercanos causan fluxiones que ocasionan dolores de cabeza y muelas, y las dentaduras no se conservan por lo general en buen estado. Afortunadamente se ha prevenido algún tanto la enfermedad del Lázaro con la reclusión de algunos individuos que están contagiados; por lo general las enfermedades que se padecen son aquellas más generales y comunes a otros países. Es abundante en maderas de construcción como el cedro, laurel, saisay, quindú, pino y otras de que se usa para toda clase de obras, pero por lo general no son de solidez y duración, seguramente a causa del temperamento. En sus montañas se encuentran árboles de quina y de moral, y en las barrancas de Milla se cría un pequeño arbusto llamado incinillo, que produce una pequeña fruta rodeada de un polvo fino de color de ceniza, cuando está madura; esta fruta se recoge, y cocinándola da una especie de cera que se va recogiendo y con ella se hacen velas, y aunque esta cera es de un color verde, pero puesta al sol y al sereno, blanquea tanto como la esperma. También se cría otro pequeño arbusto que produce una hojita que se llama milla, que se emplea con buen suceso como vejigatorios a falta de cantáridas. ] 198 [


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No existe ninguna mina descubierta, pero hay probabilidad e indicio de que en la Sierra y cabeceras del río Milla hay de oro y de otros minerales. Hacia el Sur, en una de las barrancas que caen al Chama por el lado de Santa Catalina, se encuentran dos fuentes pequeñas de agua mineral en donde se bañan los que padecen de enfermedades venéreas. Su comercio es con las provincias de Barinas, Trujillo y con la de Maracaibo, de donde se surte de las mercancías que necesita para su consumo y para donde se extraen los frutos de las haciendas inmediatas. Sus manufacturas son algunos tapetes y pellones de lana, que han mejorado bastante principalmente en el dibujo y distribución de los colores, hamacas y algún lienzo de algodón. El 26 de marzo de 1812, Jueves Santo por la tarde, se sintió un fuerte terremoto que hizo perecer una gran parte de sus habitantes y arruinó y inutilizó todos sus edificios; la continuación de los temblores por muchos días, la invasión de los enemigos de la Independencia, las persecuciones, principalmente las que experimentó de parte de los señores Irastorza y prebendado Mas y Rubí, quienes como encargados del gobierno eclesiástico trataron y consiguieron trasladar a Maracaibo la Catedral, Colegio y otros establecimientos, y finalmente la emigración del año de 14 y la continua serie de calamidades y trabajos que han causado una guerra desastrosa, completaron la ruina en lo material y formal, destruyendo las familias, los hombres, los caudales y los demás elementos que en otro año nos hacían entrever una gran prosperidad. En el día, aunque se han reedificado y compuesto algunas casas e iglesias, existe todavía mucha parte de la ciudad sin poblar y la agricultura y comercio sienten un grande atraso. ] 199 [


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Es capital de la Diócesis que comprende las provincias de Maracaibo, Trujillo, Coro y parte de la de Barinas; su Catedral se compone de un Deán, un lectoral, un magistral, un doctoral, una canonjía de Merced y dos racioneros. En el día están vacantes todas a excepción de la lectoral y magistral. Tiene un Colegio Seminario fundado por el ilustrísimo señor don Juan Ramos de Lora en el año de 1790 y una Universidad en que enseña latinidad, filosofía, teología y derecho canónico y civil; en el año de 12 había también una cátedra de moral y otra de medicina, se dan grados en estas ciencias, y tiene también una biblioteca que en el citado año era regular, pero ha sufrido mucho lo mismo que uno y otro establecimiento por las causas ya expresadas. Existe una escuela de primeras letras bien dotada y actualmente bien servida, cuyo establecimiento es debido a la eficacia e interés de la Junta Curadora. Hay un convento de religiosas de Santa Clara, en donde se mantiene el culto divino y los ejercicios y ceremonias religiosas con toda decencia y aseo. Sus monjas son muy aplicadas a las flores de mano, de cera, que trabajan muy bien y a los dulces, imitando toda clase de flores y frutas con los que los habitantes de esta ciudad adornan las mesas de sus convites. También hay un convento de Dominicos con cuatro religiosos, que son igualmente útiles para el servicio y consuelo espiritual. Además de las iglesias de las parroquias del Llano y Milla hay otra capilla en el barrio de Mucujún, otra en el del Espejo y otra en el Hospital, que sirve a la orden Tercera. Aunque hay un Hospital de caridad, tiene pocos fondos y necesita reparos. Como capital de la provincia y cabecera del cantón es residencia del Gobierno Superior Político, de la Diputación, del Juzgado de Hacienda, del Concejo Municipal, ] 200 [


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que se compone del jefe político, dos alcaldes municipales, un procurador y seis municipales; de la Junta Principal de Manumisión, de Hacienda Económica y de Educación Pública y de la Manumisión particular del cantón y de Sanidad. Las oficinas de Hacienda, la administración principal de Tabaco, la principal de Hacienda Nacional, la idem de Rentas Provinciales y la de Correos. Su población asciende a cuatro mil doscientos novena y cuatro habitantes. (pp. 226-229)

(*) Siendo ésta la mayor altura de Venezuela, por vía de ilustración anotamos las observaciones principales hechas con posterioridad, a saber: Codazzi da al picacho más elevado de la Sierra Nevada de Mérida, 4580 metros; los ingenieros doctor Jesús Muñoz Tébar y Jacinto García Pérez, 4950 al Pico del Toro (1877). El Dr. J. P. Franco Lizardo nos suministra las medidas más recientes que en seguida se expresan, relativas a El Toro; Sievers, 4.700; la Comisión del Mapa de Venezuela, 4690; el Dr. Jahn, 4758; A. Fenley, Map. of South Amer., 4.633. Debe anotarse que, según la mencionada Comisión y el doctor Jahn, el punto más elevado no es El Toro, sino La Columna, a la cual dan respectivamente una altura de 5.005 y 5002 metros, Nota de T.F.C.

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CHARLES EMPSON Inglaterra, 1795-1861

Charles EMPSON. Narratives of South America… London: William Edwards, 1836. En: Boletín (Academia de Mérida, Mérida) I (1): 185-193, jul-di’ 1994. El capítulo dedicado a Mérida (pp. 156-169) ha sido traducido por Carlos César Rodríguez.

“Man of mistery”, lo llamó una publicación londinense. Empson vivió en la Gran Colombia de 1820 a 1824. Y en una hacienda merideña le contaron la historia que él nos cuenta, los trágicos y románticos amores de Leona Leyva y Mateo Luzano, que alguna vez fueron carne viva de la historia y leyenda de la ciudad. De su libro, editado en Londres, en 1836, presentamos hoy en español la “patética pintura de Mérida”, como la llama nuestro bibliógrafo Manuel Segundo Sánchez. Carlos César Rodríguez ] 202 [


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MERIDA Mérid������������������������������������������������ a es la capital de una extensa provincia que limita por el Norte con Maracaibo, por el Este con Barinas, por el Sur con los Llanos y por el Oeste con Santa Marta. La ciudad tuvo una vez doce mil almas y fue famosa por su Universidad y su Palacio Episcopal. Su obispo, un venerable prelado que además atiende la diócesis de Maracaibo, es la única dignidad mitrada de la República, pues las de Bogotá y Caracas están vacantes desde la revolución. El terremoto que acabó con Barquisimeto casi destruye a Mérida. Pero si Barquisimeto es todavía un campo desolado, Mérida fue restaurada de inmediato, tal como está hoy, por sus enérgicos habitantes. Desgraciadamente, la guerra interrumpió la reconstrucción, paralizó las obras públicas y ahuyentó el espíritu del trabajo. También se vino abajo, y no es posible reconstruirla, su floreciente industria de ropa de algodón y lana. Casi todos los que podían portar armas murieron en los feroces combates que se libraron entre godos, como llaman a los españoles, y colombianos. No se daba cuartel; “¡Libertad o muerte!”, era el grito de guerra de los oprimidos. “¡Victoria o sangre!”, el de los opresores. Los llanos de Mérida presenciaron horribles escenas, donde a veces no quedó nadie para anunciar la victoria o la derrota. La región es montañosa, pero con valles ricos en pastos y ganados, plantaciones de café, algodón, cacao y caña de azúcar. De sus numerosos conventos el único habitable es el de Santa Clara, que tiene veinte internas, de las que doce son monjas. A sus puertas se venden bordados muy finos, ] 203 [


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bocadillos exquisitos y frutas tan admirablemente preparadas que conservan el sabor y hasta la natural apariencia. A un lado de la ciudad hay montes casi perpendiculares, cubiertos hasta arriba por la más variada y exuberante vegetación. Y detrás de esos montes se ven los Andes distantes, de quince mil pies de altura y picos nevados de impresionante grandiosidad. En tiempos pasados, los monjes voluptuosos y los merideños ricos utilizaban relevos de esclavos para bajar hielo de sus cumbres casi inaccesibles, con el sólo propósito de enfriar sus bebidas y deliciosas frutas. Aquí en Mérida hay una hermosa hacienda, muy conocida por ser la residencia campestre de un personaje de excepción, cuya historia memorable personifica las torturas a que fueron sometidos los colombianos por haber expulsado a los déspotas españoles. Leona Leyba era hija de un noble que tenía un alto cargo cuando Suramérica estaba todavía bajo el dominio de la vieja España. Don Ildefonso Leyba permaneció fiel a su juramento de lealtad y cayó en defensa de los realistas. Entonces la viuda, que descendía de incas, huyó a la capital peruana con su única hija, la bella Leona, para evitar la crueldad del ejército enemigo. En Lima, la abadesa del popular convento de Santa Rosa, que era pariente suya, les dio asilo. Allí la hija resistió con firmeza la presión materna para que tomara el velo, porque hacía tiempo le había dado el corazón a don Mateo Luzano, comandante de los patriotas venezolanos y merecedor del devoto amor de la brillante Leona. En vida de don Ildefonso, don Mateo la visitaba con frecuencia. Leona lo conocía desde la infancia, y ya él era su novio oficial cuando la odiosa guerra vino a sembrar la ] 204 [


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discordia hasta en familias largamente unidas por la amistad. Al prohibírsele las visitas, don Mateo se las ingenió para verla a escondidas. Los amantes se encontraban en la ermita de San Pedro, donde ella acostumbraba rezar. Cambiando de disfraces, el joven ardiente se presentaba como un peregrino para ofrecer sus oraciones en el mismo altar de su querida Leona. Y si, para estar cerca de él, ella se demoraba en el bosque de palmeras o descansaba a la sombra grata del tamarindo, el más austero moralista tendría que disculparla, pues nunca una llama tan pura animó a la humanidad como la que encendía los corazones de Leona Leyba y Mateo Luzano. A menudo el joven enamorado le recordaba los días felices, cuando cada flor fragante, cada insecto resplandeciente y cada trino de pájaro los acercaba, como si fueran para ellos, en una común contemplación. Recordaban la arboleda de naranjos por donde paseaban juntos y las canciones que los dos habían compuesto. Todo volvía a la memoria, y las dulces horas pasaban con cruel velocidad, y la imaginación anticipaba el momento de la despedida antes de que osara llevar a las palabras la corriente profunda de sus pensamientos. Pero esos temas que les avasallaban la atención eran simples pretextos para evadir la profunda angustia de sus corazones destrozados. Ellos sabían que no disfrutarían por mucho tiempo de estos encuentros furtivos. Pronto, pero no sabían cuan pronto, la separación sería inevitable. El dolor del último adiós se los evitó la muerte de don Ildefonso y la huída precipitada de su viuda y Leona. El viaje de Mérida a Lima les llevó tres meses. Doña Isidora, la madre de Leona, no podía entender a su hermosa hija, ni comprender la terrible ansiedad que la embargaba al alejarse de la tierra natal. Sí, ella conocía el afecto ] 205 [


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que había crecido entre Mateo y Leona, pero ignoraba las agudas emociones que a menudo debe soportar un corazón enamorado. Y es que su matrimonio no había sido de amor, sino una especie de matrimonio real, donde rara vez se toman en cuenta los sentimientos de la pareja. Se le ordenó casarse con don Ildefonso Leyba, y como la habían criado aislada, enseñándole a no discutir con sus tutores, acató, sonriendo, la orden. Pero después se le oyó decir que, si hubiera podido elegir, habría preferido un marido de su misma raza al más noble y rico español. En realidad, su mente sencilla jamás pudo comprender que los españoles, unos extranjeros, gobernaran a sus paysanos,* como ella llamaba a los hijos de esta tierra. A menudo doña Isidora preguntaba con ingenuidad a su marido cómo podía él justificar la decisión de Fernando e Isabel de concederle honores y estados a un antepasado suyo por exterminar a los valientes indios cuyas habitaciones pacíficas cubrieron una vez los llanos de Mérida, y cuyas ruinas monumentales todavía muestran la ternura con que se trataban y el cuidado con que preservaban a sus muertos. “El nuestro era el derecho de conquista”, respondía siempre don Ildefonso. Pero Isidora sostenía con más energía de la que cabía esperar de una persona acostumbrada a la más completa sumisión, que los españoles tenían que haberse quedado en su casa. En última instancia, tenían que haber hecho pactos de paz con los países recién descubiertos, y no usurparles sus dominios, arrebatarles sus riquezas y, en muchos casos, aniquilar la raza, y hasta el nombre, de los que por nacimiento tenían derecho a esta tierra. Los aborígenes del Perú no habían sido sacrificados como los de México y Colombia. Los descendientes de los * En español en el texto.

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incas, esos reyes-sacerdotes cuya magnificencia deslumbró una vez a los saqueadores españoles, aún son respetados. Por lo general son altos, bien parecidos y muy preocupados por la apariencia personal. Todavía conservan muchas de sus tradiciones, especialmente la de dejar que sus uñas se proyecten mucho más allá de la punta de los dedos, en señal de elevada jerarquía. Pulir y mantener en forma esos apéndices superfluos causa muchas molestias y requiere el servicio exclusivo de un sirviente. Pero la tontería de someterse a tan incómoda costumbre no puede continuar, porque revela una innegable incapacidad para el trabajo. Además, ya dejó de ser un privilegio exclusivo de la realeza incaica para extenderse por Lima, una de las capitales más voluptuosas del mundo y donde abundan ejemplos de estas costumbres tontas que son el fruto de una consentida indolencia. La madre de Leona veía con buenos ojos al pretendiente de su hija, porque era criollo. Pero el respeto a la memoria de don Ildefonso le sellaba los labios, y el nombre del joven soldado nunca fue pronunciado. Aún más, para la formal doña Isidora ese afecto era razonable, pues don Mateo reunía todo lo que un corazón enamorado puede desear: belleza, juventud, valor, elocuencia, dinero y, sobre todo, que era un hombre honorable. Qué lástima, pensaba la madre, que Leona no pueda ser su esposa, pues tampoco se decide a ingresar al convento. Pronto la hija comenzó a marchitarse como una planta que no prende en otro clima. Y así como esas plantas viven, pero poco tiempo, de la tierra que llevan adherida a las raíces, así Leona vivía de los recuerdos. Ella no encontró entre sus congéneres un corazón hermano con quien compartir confidencias. En soledad pensativa, se le iba el ] 207 [


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tiempo en obligaciones conventuales, hasta que su salud declinó peligrosamente. Entonces doña Isidora le propuso volver a Mérida para cuidar las haciendas, que por miedo o apresuramiento había dejado en manos de mayordomos. La rapidez con que Leona se preparó para el regreso revelaba que la esperanza había vuelto a su corazón. Las fatigas del viaje las soportó muy bien para ser ella tan delicada, y las horas muertas las llenaba contándole a la madre los momentos felices de la niñez. ¡Pobre muchacha! No se atrevía a confesarle cómo don Mateo formaba parte de sus recuerdos, ni con qué ansiedad deseaba encontrarse con él, o por lo menos tener noticias suyas en el camino. Eran otros, en cambio, los pensamientos y presagios maternos. A medida que se acercaban a Colombia, la madre veía por todas partes destrucción y desolación. Y como sus sentimientos no podían soportar el espectáculo de tanta miseria, terminó por perder el juicio. Así, trastornada, la obligaron a viajar por regiones insalubres para evitar las escenas directas de la guerra civil. Entonces una fiebre acabó con su vida. La voluntad mantuvo en pie a Leona mientras la madre necesitó de su ayuda, pero al quedarse sola le sobrevino la angustia inexpresable del sentimiento de culpa. “Si me hubiera resignado a permanecer en Lima -decía su corazón, acusándose- no tendría esta calamidad”. Es ese estado de agotamiento, la servidumbre la trajo a los llanos de Mérida. ¡Fue un cambio triste para el corazón golpeado de Leona! Cuatro años de anarquía habían alterado la verdadera faz de la naturaleza. Sus plantaciones estaban en el suelo y sólo salieron a recibirla mujeres y niños. Fue a la ciudad, y a cada paso encontraba ruinas. Todas las cosas que le eran queridas se habían ido o se habían derrumbado. La pobla] 208 [


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ción ya no era la misma y se había reducido demasiado. La gran catedral estaba desierta, con sus muebles finos y sus vestiduras regadas en confusión por el piso de mármol. Al altar lo despojaron de sus costosos ornamentos y se llevaron los espléndidos vestidos de la Virgen que Leona y su madre habían ayudado a confeccionar. El oficio de misa no se realizaba y, en apenas una hora, catorce de los venerables sacerdotes que se habían negado a denunciar a los españoles fueron sacados del santuario, arrastrados como vulgares traidores hasta el mercado y fusilados. Tales actos de barbarie, que los republicanos deploraron como se deplora la pérdida de un objeto de lujo, borraron toda noción de cultura y refinamiento. El mal fue incalculable. Sin educación y sin respeto por la religión, la generación siguiente quedó expuesta a la acción nefasta de esos malos ejemplos. Las banderas de la paz y de la libertad se marchitaban así como las manos de quienes no habían conocido realmente las bendiciones de la paz, ni la verdadera naturaleza de la libertad. Poco después de la muerte de don Ildefonso Leyba, don Mateo Luzano había sido destacado a las costas del Orinoco. En las arduas campañas que se realizaron en esa provincia fieramente disputada, don Mateo ganó las mayores distinciones. Todos los partes de guerra exaltaban su nombre. Estas eran las únicas noticias que habían llegado a Leona. Además, la familia de don Mateo se había ido a refugiar en Caracas. Habría sido, pues, inútil para ella, así se lo hubiera permitido su dignidad, buscar información que le habría venido como un bálsamo a su espíritu destrozado. En ese momento el convento de Santa Clara le abrió las puertas, pero Leona consiguió sobreponerse a la crisis y se alojó en la solitaria casa paterna. ] 209 [


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De todo esto estaba informado don Mateo por el buen obispo de Mérida, cuyos deberes oficiales le permitían comunicarse con el ejército. Antes, en cambio, le había sido imposible saber de ella, pues ninguno de los emisarios que él había enviado a Lima pudo llegar a su destino. De pronto mejoraron las comunicaciones, y Leona recibió cartas, cartas llenas de ansiosos desahogos de fidelidad, de encendidas demostraciones de inalterable afecto, de tiernas invocaciones al largo amor que los unía desde siempre. Por fin vinieron días calmos en apariencia, y don Mateo los aprovechó para ausentarse con permiso. Un toque romántico le matizaba el carácter. Y en comunicaciones a Leona le daba la jubilosa noticia de la licencia. Le preguntaba con ternura si podía esperarlo en la arboleda de naranjos para ver, como en los primeros días de su romance, las abejas entrando en las flores de la magnolia y los gozosos insectos penetrando en las corolas del fragante jazmín. “Esperaremos en nuestro sitio predilecto”, decía el soldado enamorado, “hasta que oigamos las campanas de la ermita; y después nos iremos a la capilla de San Pedro, y una vez más nuestras oraciones subirán al unísono ante el mismo sagrado altar”. Los amantes se encontraron, pero no en la forma prevista, pues don Mateo llegó a Mérida un día antes de la fecha fijada para el primer encuentro, y sin perder tiempo salió en alas del amor hacia su fiel Leona. No puede ser expresada la efusión de las ternuras amorosas. Se contaron todas sus cuitas, y en esa confesión sin límites los amantes encontraron la plena recompensa a su perfecta fidelidad. Don Mateo le iba a pedir a Leona que, cuando el luto terminara, cumpliera la promesa de compartir con él una ] 210 [


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suerte común, cualquiera que fuese. Mientras tanto, tenía la obligación de volver al Orinoco; y, al estallar la insurrección en Perú, lo destacaron a ese sitio distante. Pero en la marcha a Lima, los españoles le rodearon y derrotaron completamente el regimiento. La noticia del desastre, unida al rumor de la muerte de don Mateo, llegó a Mérida. Alelada por el dolor, Leona decidió tomar el velo, y al año de prueba la ceremonia se efectuó en el convento de Santa Clara. Don Mateo no había muerto. Pero la saña con que lo torturaron los españoles alcanzó la forma más refinada de la venganza: lo mutilaron, le sacaron los ojos y lo dejaron desnudo en la arena ardiente de un desierto peruano. Ciego, cojo y débil, lo trajeron a Mérida, para encontrarse con las esperanzas marchitas por la reclusión de Leona. Pero el corazón de Luzano no sabía de desalientos, y aún en ese trance tan difícil, su aguda inteligencia concibió un plan inspirado en la noble filantropía que había caracterizado su conducta en todas las ocasiones. Sólo que en el presente caso influían, como tenía que ser, las memorables circunstancias que condicionaban su vida. Ramos de flores consagrados por recuerdos de amor aparecían con frecuencia en las puertas del convento para la hermana Leona; y muchas veces en el silencio de media noche las monjas del Santa Clara escucharon una guitarra ocasionalmente acompañada de una hermosa voz varonil, que para una de ellas era sobradamente conocida, pues sólo había una voz así en todo el universo. Pero estas serenatas conmovedoras violaban el decoro conventual, y al músico ciego le fue prohibido repetirlas. Don Mateo Luzano llegó a ser miembro del Senado y contribuyó con su sabiduría a redactar los estatutos que sirvieron de fundamento a la naciente República. ] 211 [


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Se elaboró un cuerpo de leyes, bello en teoría, pero de un refinamiento demasiado alto para el grado de cultura del colombiano de esa época. En otras palabras, el pueblo tenía un nivel moral e intelectual demasiado bajo para poder cumplir fielmente con dichos estatutos. Por eso los inestimables privilegios que tan generosamente le concedieron resultaron muchas veces peligrosos. Una proposición aprobada por el Congreso causó gran escándalo en Roma. La presentó, no hace falta decirlo, don Mateo Luzano. En esa grave crisis, cuando la sociedad atravesaba un estado convulsivo de alegría y rabia, muchas mujeres buscaron refugio en los conventos por encontrarse de pronto en la miseria, o por imaginaria privación de riquezas, o por la pérdida de familiares y amigos. Así fue aprobado “que todas las monjas o novicias que hubieran entrado en los conventos por falsa información o tergiversaciones malintencionadas, podían reincorporarse de inmediato a la libertad y a la sociedad, sin mancha ni reproche”. Fue una sorpresa para el partido antimonástico comprobar que hubiera tenido tan poco efecto una ley que golpeaba tan fuertemente estos pilares del catolicismo que son las casas de religiosas. La creencia general era que quedarían desiertas. Y aunque esto hubiera halagado el prejuicio popular, que era contrario a todas las instituciones antiguas, la verdad comprobada es que muchos conventos no perdieron una sola monja. Y del Santa Clara de Mérida, sólo Leona Leyba fue persuadida para abandonar el claustro. El Senador ciego de Santa Fe, como se le llamaba ahora a don Mateo, era objeto de universal simpatía. Todavía en la flor de la edad, con cierto aire marcial, una mente pri] 212 [


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vilegiada y el don de la elocuencia, este personaje extraordinario se hizo extremadamente popular y pronto adquirió en el Congreso el mismo grado de influencia que había conquistado en los campos de batalla. Una ancha esfera de poder estaba prácticamente en las manos de este patriota que aún no había alcanzado del todo el objeto más cercano a su corazón. Por eso regresó una vez más a su Mérida nativa, para conversar con Leona. Atardecía cuando llegó a la avenida de espléndidas acacias que terminaba en el bosque de nobles palmas que circundaban la casa de la huérfana. Ahora su oído, más fino desde la pérdida de la vista, captaba todos los matices de la voz amada. Escuchaba expresiones que le eran familiares, delicadas alusiones a cosas que él conservaba vivas en el desván de los recuerdos. Con esa inclinación por la poesía que caracteriza a los suramericanos, don Mateo buscó la mejor forma para anunciar su presencia. La encontró en una costumbre regional que acaso era un vestigio de la galantería heredada de los caballeros de Sevilla y Granada. Compuso así una canción que mostraba los rasgos de su destino, bien enlazada a un aire español que cierta vez los había seducido con su noble simplicidad. Rasgando unas pocas notas en la guitarra, como un preludio para llamar la atención, comenzó la serenata. La serenata de don Mateo Así como la flor se abre para darle a la abeja sedienta el fresco licor de su néctar, así también tu voz suave disipa mi tristeza y me embriaga el corazón con su melodía. Como los peregrinos fatigados buscan el altar donde cesan penas y sufrimientos, así yo busco con ternura ] 213 [


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ese rostro tuyo que me ilumina con promesas de paz y [alegría. Dulces son tus palabras como tus primeras promesas bajo esta arboleda sagrada, y aunque ya no puedo ver tu belleza, mi corazón devoto recompensará tu amor. El llamado no fue en vano. Pronto el obispo de Mérida unió las manos de quienes hacía tiempo habían unido sus corazones. En los archivos de la República hay numerosos e importantes documentos que ponen orden y concierto en la confusión caótica de las leyes colombianas, para tratar de armonizar los elementos discordantes de la sociedad. Estos documentos de excepción fueron dictados por el genio de don Mateo Luzano, pero se sabía que la letra era de su devota Leona. Todavía viven enamorados y admirados. El senador ciego entra ahora en la Cámara de Diputados de la mano de su hijo mayor, cuya elegancia y porte distinguido reviven en la madre afectuosa la noble figura del joven amante que ella vio una vez en la ermita de San Pedro.

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DANIEL FLORENCIO O’LEARY Irlanda, 1800-1854

Daniel Florencio O’LEARY. Memorias del general O’Leary. Ed. facsim. de la ordenada por el general Guzmán Blanco en 1883. Trad. del inglés por su hijo Simón B. O’Leary. Caracas: Ministerio de la Defensa, 1981; t.III, Apéndice.

Tuve la fortuna, desde el comienzo de mi carrera, de merecer de Simón Bolívar la amistad y la confianza que de ella nace; amistad y confianza recíprocas que duraron mientras él vivió; hasta que, destrozado el corazón y bañado el rostro en lágrimas, vi bajar sus restos mortales a humilde fosa en la Catedral de Santa Marta. Daniel Florencio O’Leary, edecán de Bolívar

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El 28 muy de mañana seguí mi viaje y temprano pasé el páramo que separa La Grita de Bailadores; aunque la cordillera en esta parte es muy elevada, el páramo apenas merece ese nombre. Al bajar al lado de Bailadores, la comarca presenta un aspecto interesante: el tabaco se cultiva allí en abundancia, y hay también grandes siembras de trigo y maíz. A las nueve llegué a la villa de Bailadores, pequeña y poco notable; después de almorzar y cambiar de bestia continué mi camino, que atraviesa una región bien cultivada, en la que se produce caña, maíz y plátano. A las cuatro me detuve en una estancia donde pasé la noche; al amanecer del 29 estaba ya de marcha y a las 8 llegué a una hacienda llamada Estanques; el aspecto del país es siempre el mismo. Al salir de Estanques el camino es angosto y pedregoso por cuatro leguas, orillando el río Chama; son tantos los precipicios que la vida depende de la firmeza de la bestia en que va. Al fin llegué a la cabuya por donde se pasa al lado derecho del río; una legua más abajo existía un puente en el año de 1820, que los españoles trataron de defender cuando el general Bolívar invadió la provincia de Mérida, pero fueron atacados y desalojados antes de poder cortarlo, como intentaron hacerlo. El modo de pasar esta rápida corriente es muy desagradable: a cada lado del río hay postes a los que se amarra una cuerda que pasa de una orilla a otra; colgada de ésta va una cesta en la que se sienta el viajero; los hombres que están al lado opuesto tiran de otra cuerda atada a la cesta, hasta llevarla a la orilla; las bestias pasan el río a nado, con mucho riesgo. A las dos de la tarde llegué al pueblo de San Juan, donde almorcé y seguí luego a Mérida, por un camino incómodo hasta el Egido, pero la deliciosa vista que se presenta desde la eminencia que domina el valle al norte, ] 216 [


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hace olvidar los trabajos que se hayan pasado desde San Juan; este pueblo es insignificante, pero está situado a la entrada de un valle fértil, abundante y hermoso, y no hay duda que algún día llegará a ser importante; dos leguas de camino por campos bien cultivados que producen todos los frutos de diversos climas, conducen a la ciudad de Mérida. El terremoto del año de 1812 destruyó en gran parte esta ciudad, cuyas ruinas son interesantes; ahora sólo tiene dos calles bastante largas y con agua corriente por el centro. Si Quito y Guayaquil se separan algún día de Colombia, esta ciudad debe ser la capital de Venezuela y de la Nueva Granada. Aquí me informó el juez político que el general Páez tenía algunos partidarios en la provincia, que trataban de aumentar con la plebe y gente de color, haciéndoles creer que venía a sostener la religión. En consecuencia de este informe le escribí al obispo que se hallaba en la provincia de Pamplona la siguiente carta: “Ilmo. Señor: la rapidez de mi marcha me privó del honor de ver a US.I. en Pamplona y de entregarle una carta que el Libertador me encargó muy especialmente pusiera en manos de US.I. Me aprovecharé de esta oportunidad para insinuar a US.I. cuán útil sería que se dignara venir a esta ciudad. La presencia y los consejos de US.I. producirían un saludable efecto en la conservación del orden, de las leyes y de la religión. Sin religión y sin leyes no hay sociedad, y por desgracia la impía facción que dirige los consejos del general Páez, desobedeciendo ésta y hollando aquellas, atenta contra ambas. El orden desespera y espanta a esa facción, y es para ellos el brillante broquel que refleja la horrible cabeza de Medusa. Al hombre recto, al hombre justo, a US.I. le corresponde desempeñar ahora el ] 217 [


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doble deber de patriota y de cristiano. Venga, pues, US.I. a consolar a los leales, a animar a los medrosos y a dirigir a los vacilantes. Dígnese US.I aceptar los homenajes etc.” Aquella noche vi al señor vicario Mendoza, hermano del virtuoso y patriota intendente de Venezuela, quien ha sostenido, según leo en los periódicos, el partido de las leyes con la firmeza que distingue a los amantes del orden. El vicario es un hombre instruido y de juicio, su conversación me agradó y sus opiniones coinciden con las mías. Aquí también vi al doctor Aranda, abogado de Caracas, joven de talento y de finos modales; fue él quien escribió el manifiesto firmado por el general Bermúdez, escrito que le hará honor en todo tiempo. Para evitar las maquinaciones de los revolucionarios que, aunque insignificantes en número, poseen generalmente audacia, informé a todos los que me visitaron que venían tropas del interior y les dije que tuvieran confianza en el gobierno. Mérida tiene de 3.000 a 3.500 habitantes, su clima es agradable y sano, su suelo fértil y sus producciones abundantes. Desde la ciudad se ven al lado sus sierras nevadas que aumentan la belleza del paisaje. Aquí hay un colegio. Para descansar me quedé hasta las tres de la tarde y luego seguí para Mucuchíes, después de haber despachado mi correspondencia para el Libertador y para el gobierno. El camino inmediatamente al salir de la ciudad sigue por un declive que baja hasta el río Chama, y pasado éste se llega a una aldea llamada Mucurubá; de ahí en adelante el frío va aumentando y el terreno va haciéndose más árido. Como es hoy domingo encontré mucha gente por el camino. Los campesinos son robustos y las mujeres tienen buen color y hermosas caras. A las seis llegué a Mucuchíes, pueblo desagradable en extremo, el frío de noche es pene] 218 [


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trante, los víveres son escasos aunque hay algunas malas pulperías. Tuve mucha dificultad en conseguir bestias. La noche que pasé en este pueblo fue muy triste; el 31 muy de mañana seguí camino, que es muy malo por una legua y media, hasta entrar en el páramo, donde se dividen los que conducen a Barinas y a Trujillo. Pasé el páramo, que me pareció excesivamente frío, y dejando a la espalda los pueblecillos de Chachopo y Timotes y la inmensa sierra que divide éste de Mendoza, llegué al ponerse el sol a esta población.

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JUAN BAUTISTA BOUSSINGAULT París, 1802-1887

Juan Bautista BOUSSINGAULT. Memorias. Caracas: José Agustín Catalá. Edic. Centauro, 1974.

Me atrevo a recomendar a la grande bondad de Vuestra Excelencia los portadores de estas líneas, dos jóvenes sabios cuya suerte y éxito me interesan mucho: el señor Rivero, natural de Arequipa y el señor Boussingault, educado en París, pertenecientes ambos al reducido número de personas privilegiadas, cuyos talentos y sólida instrucción llaman la atención pública, a la edad en que otros no se han ocupado todavía sino en el desarrollo lento de sus facultades. Alejandro de Humboldt (Carta a Bolívar, 29-7-1882)

Boussingault era miembro de la Academia de Ciencias de París. A fines de 1822 llegó a Venezuela. Estuvo en Mérida en 1823. Acompañó a Bolívar en calidad de Coronel del Estado Mayor. ] 220 [


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De Timotes en adelante se va subiendo continuamente hasta llegar a la venta del Pie del Páramo, donde se duerme cuando se va a pasar por el famoso páramo de Mucuchíes., El ventero, don Antonio Rivas, era el augur a quien se consultaba para saber si se puede atravesar el páramo sin peligro. La altura de la venta nos dio 2.809 metros. La temperatura a las 7 de la noche, 13,9º. Aunque el termómetro se mantuvo toda la noche en el mismo punto, no pudimos dormir. Nuestra permanencia en tierras calientes nos había hecho muy sensibles a la menor baja de temperatura. Antes de seguir camino nos sirvieron un excelente ajíaco, especie de olla podrida, con papas y pedazos de carnero, en salsa de ajos y ají. 9 de abril. El tiempo estaba magnífico, el aire tranquilo y asombrosa la pureza del cielo. El correo pedestre, de acuerdo con don Antonio, avisó que el paso no ofrecía peligro. […] Dos horas llevábamos subiendo por una suave pendiente, cuando vi por primera vez la planta de los páramos, el frailejón, que crece en el límite extremo de la vegetación y soporta mejor el frío que las gramíneas de los pajonales. La naturaleza le ha dado el vestido adecuado a su perpetuo invernar. Alcanza más de un metro de altura; sus hojas, bien desarrolladas, son verde pálido, y sus yemas foliáceas sobre todo, están provistas de una especie de lana. Si se le hace una incisión en el tallo, segrega un jugo resinoso, semejante en olor y consistencia al del terebinto. […] Desde la venta de Pie del Páramo habíamos andado sobre el granito, después sobre el gneis; más arriba vimos el ] 221 [


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micasquisto dando lugar a un esquisto arcilloso en el cual ya la mica no era visible. El esquisto negro encerraba venas de cuarzo. Los estratos casi verticales se presentaban en dirección NESO. A las 9 estábamos en la cumbre del páramo de Mucuchíes. Entonces descubrimos súbitamente y en todo su esplendor las nieves perpetuas de la Sierra Nevada. Grande fue, en verdad, mi emoción, al contemplar este magnífico espectáculo. […] A las 2, después de un alto en la aldea de Mucuchíes, el correo nos condujo a una pulpería, buen sitio donde pudimos reponer nuestras fuerzas. Ya lo necesitábamos. Allí bebí chicha por primera vez, especie de cerveza de maíz de consumo general en las regiones frías de los Andes […] Cerca del río Chama existe una hermosa hacienda de café. Las rocas siempre están formadas por la asociación del granito y el gneis. Del río subimos a la planicie donde está situada Mérida. El terremoto de 1812 destruyó la mayor parte de la ciudad. Muchas fueron las víctimas, contándose entre ellas el Obispo, quien pereció saliendo de su palacio. La población no era de más de 6.000 habitantes. Tuvimos algunas dificultades para encontrar alojamiento en medio de las ruinas […] A pesar de la catástrofe, Mérida posee todavía una Universidad, numerosos canónigos y un convento de monjas. Acabábamos de instalarnos, cuando la superiora del convento nos invitó a presentarnos en el locutorio para vernos. Impropio hubiera sido no atender a esta invitación. Las religiosas se hallaban detrás de una reja, velada por una cortina. Una voz nasal nos rogaba caminar, volvernos, etc., para examinarnos completamente. Al otro lado de la ] 222 [


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cortina se oían risas y cuchicheos. Rivero hizo funcionar una caja de música y tuvo el mayor éxito. Intenté descorrer un tanto la cortina que nos privaba de la vista de aquellas santas mujeres, pero en el acto recibí un pinchazo en la mano dado con toda precisión. Al cabo nos retiramos, y, apenas habíamos llegado a la casa, recibimos de parte de la abadesa un surtido de golosinas excelentes. Bien lo valía nuestra exhibición. Propiamente no había nadie importante en la ciudad. La mayor parte de las personas acomodadas viven en sus haciendas […] La meseta de Mérida está comprendida entre dos ríos, o mejor dicho, dos torrentes: el Chama y el Albarregas, que se unen cerca de la aldea de Punta. El terreno está formado por una arenisca semejante a la de Agua Obispo, dispuesta en capas completamente inclinadas, donde hemos observado afloramientos de hulla; pero esta arenisca reposa sobre esquistos pizarrosos y sobre gneis. La formación sedimentaria tiene poco espesor, y por esta razón el terremoto de 1812 sacudió tan fuertemente el suelo de Mérida. Debo añadir que sus habitantes aún no se habían repuesto del espanto que les causó un temblor de tierra ocurrido el Sábado Santo de 1823. 17 de abril. Salimos para San Juan. De paso visitaríamos una fuente termal. En dos horas nos pusimos en Ejido; necesitábamos todavía otras dos para llegar a la hacienda de Aguas Calientes, donde hay aguas sulfurosas que manan del calcáreo negro. Son tres fuentes muy abundantes, con temperaturas respectivamente de 45,5º, 47,8º y 46,1º. En el fondo de los pozos no se producen desprendimientos gaseosos […] ] 223 [


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20 de abril. En Mérida habíamos oído hablar de una lagunilla situada cerca de San Juan, de la cual se saca cierta substancia que se añade al extracto de tabaco, para preparar una especia de betel muy usado en la provincia de Barinas. Era aquel betel negro, acre y desagradable que tan cortésmente nos había dado a probar la señora del general Páez. El comandante Pinavera se ofreció a conducirnos hasta Lagunillas. Para llegar a ella se echan dos horas a paso de mula. La laguna puede medir 1.000 metros de largo por 250 de ancho. Gracias a una zanja, el sobrante desagua en el Chama, cuyo curso veíamos costeando desde la cima del páramo de Mucuchíes. La mayor profundidad de la laguna no llega a tres metros Su altura sobre el nivel del mar es de 1.048 metros, algo menor, pues, que la del pueblo. El agua, un poco alcalina al gusto, muestra un color verdoso. Los animales sienten tanta avidez por ella, que apenas podíamos retener nuestras mulas cuando se lanzaron al galope para ir a beber a la laguna. Al llegar las dejamos saciarse a discreción. […] Es curiosa la manera de extraer la sal alcalina del fondo de la laguna. Pinavera, Rivero y yo la presenciamos desde una canoa labrada en el tronco de un árbol. Otra canoa, tripulada por tres indios vino a acostar a la nuestra y nos condujo hasta el centro de la laguna. En este punto, dos de los indios se echaron al agua, el otro quedó a bordo y desde allí introdujo, sin soltarla, una larga pértiga en una excavación hecha en el fondo del lago; entonces uno de los indios agarró nadando la pértiga y se hundió; el otro hizo lo mismo, Permanecieron bajo el agua cosa de un minuto o menos. Apenas llegaron al fondo, cuando ] 224 [


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aparecieron en la superficie muchas y grandes burbujas de gas. Pronto aparecieron ambos buceadores agarrados a la pértiga, cada uno traía un pedazo de urao de uno o dos kilogramos y cristales de carbonato de soda transparentes y de forma particular. Su aparición nos reservaba una sorpresa: habíamos visto sumergirse a unos indios de piel brillante, color de cobre, y cuando salieron estaban negros como etíopes. No recobraron su color natural sino cuando se bañaron en un lugar de la laguna donde no se hallaba revuelta el agua. Hice, en voz alta, la observación de que los indios empleados en la explotación del urao no tenían los cabellos negros, como los de su raza. –“Se ponen como oficiales ingleses”, me respondió el comandante Pinavera, quien en su profunda ignorancia, después de haber visto la legión irlandesa, no concebía a los ingleses sino como hombres de cabellos y uniformes rojos. El fondo de la laguna es de arcilla plástica, a juzgar por la materia mezclada con los cristales de urao. Los buzos nos descubrieron el yacimiento de esta manera: primero se atraviesa un limo negro, espeso y fétido; después una capa de arcilla amarillenta de ocho decímetros de espesor, sembrada de multitud de cristales transparentes y bastante puntiagudos para herir y ensangrentar las manos. Los indios le dan el nombre de clavos, en razón de su forma. Después de la arcilla amarilla con clavos se encuentra el urao mezclado con arcilla. Los datos de los indios nos permitían afirmar que sean dos las capas distintas: la de los clavos y la del urao. Sin embargo, todo hace creer que los cristales de clavo están sobre el urao. Para cualquier mineralogista acabado de salir de los bancos de la Escuela de Minas hubiera sido un día dicho] 225 [


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so el 20 de abril de 1823, pues en la lagunilla habría descubierto dos nuevas especies minerales interesantes. Los análisis hechos poco tiempo después en Santa Fe de Bogotá establecieron, en efecto, que el urao es sesquicarbonato de soda, sal de soda que encierra menos ácido carbónico que el bicarbonato y más que el carbonato. En cuanto a los clavos, que a primera vista se podrían tomar por cal carbonatada, se reconoció que constituyen un carbonato doble de soda y de cal. Le dediqué esta especie a Gay-Lussac. La fórmula de la ley gay-lussita fue determinada por M. Cordier sobre muestras que le remití a París. Aragón presentó el nuevo mineral en una sesión de la Academia de Ciencias. […] En Mérida, mujeres jóvenes y atractivas nos presentaban su cajita de chimó como si ofrecieran un sorbo de rapé. Tanto el mo como el chimó se toman con una espátula de metal precioso o con la uña del meñique, la cual se dejan crecer desmesuradamente. El gobierno ha monopolizado la venta de urao y permanentemente hay celadores en la laguna, Antes de la revolución se extraían anualmente 2.000 arrobas, o sean 500 quintales españoles, lo cual implica un fuerte consumo de chimó y de mo, sólo que tales cifras deben ser exageradas. El efecto más notable de estos preparados es el ennegrecer el esmalte de los dientes. Da pena ver mujeres frescas, de labios rosados con los dientes como ébano. […] De Lagunillas volvimos a San Juan. En la plaza se adiestraba a los reclutas en el manejo de las armas. Eran unos pobres indios, sin asomo de opinión y sin el menor patriotismo; pero se les obligaría a marchar contra los españoles, tan pronto como supiesen manejar el fusil. ] 226 [


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No fue poco mi asombro cuando, al entrar por casualidad en una cava, vi un libro abierto sobre la única mesa que había; ¡las obras de Horacio!. El dueño de este libro era el coronel Castelli, comandante de un regimiento de infantería. Pinavera se apresuró a presentármelo. Castelli era piamontés, de Turín. Había servido en Francia en la Guardia Imperial, en calidad de furriel. Los suboficiales, así como éste, han sido muy útiles en el ejército colombiano, A Bolívar le interesaban mucho y los prefería a los oficiales, quienes por su edad y su condición se plegaban menos a las exigencias de una nueva situación y estaban siempre descontentos, criticándolo todo y no soportaban bien las fatigas de la guerra en un clima insaluble. […] 23 de abril. Salimos de San Juan en compañía del comandante Pinavera e hicimos una corta parada en la Lagunilla, para dejar nuestras mulas saciarse de agua alcalina. Los indios nos aseguraron que no se encontraban peces en la laguna, pero muchas veces habían hallado culebras. A las 10 el termómetro marcaba 24,8º. De la Lagunilla se comenzó a descender por el lecho del torrente. Una hora después apareció el esquisto arcilloso negro, fuertemente inclinado al S.O, sobre este esquisto reposan los detritos rocosos de la meseta de San Juan. […] 24 de abril. Dormimos en Chiguará, en una casa acribillada a balas, donde un oficial patriota fue sorprendido y muerto por una patrulla española. Bajamos de Chiguará con el propósito de atravesar el Chama, para llegar hasta la hacienda El Estanque. Había llovido tanto que el río no estaba vadeable. Era terrible el aspecto del Chama; nos ensordecía el ruido de ] 227 [


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los enormes bloques de rocas arrastrados por la corriente. Sólo hablando a gritos y de cerca podíamos hacernos oír unos de otros. 25 de abril. No obstante haber cesado la lluvia todavía era imposible vadear el Chama. Hubimos de remontar el valle en busca del puente o de la tarabita, Aquí se nos presentó un nuevo tropiezo, pues el puente se hallaba en mal estado; fue necesario reforzarlo para que pasaran, no sin peligro, nuestras mulas de silla y de carga. En cuanto a nosotros, preferimos la tarabita establecida en el Paso de la Cabuya. La tarabita es un mecanismo empleado para pasar ciertos ríos. Su funcionamiento consiste en atar al viajero a una silla de madera colgada de una soga formada por ocho o diez correas, cuyas extremidades se hallan sujetas a postes sólidamente establecidos en ambas orillas del río. De la silla sale una correa hacia cada uno de los postes. Desde el embarcadero hasta la mitad del trayecto, la silla desciende por su propio peso, y su velocidad, en ese plano inclinado, se modera mediante la correa que va de la silla al poste de salida; de allí en adelante se tira desde la orilla donde el viajero debe viajar, no sin emoción, por supuesto, después de haber remontado el plano inclinado. Es poco agradable cruzar en andaribel un abismo o un torrente furioso, oscilando en lo alto, como un péndulo, durante algunos minutos. (pp. 241-254)

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ONESIMO RECLUS Y ELISEO RECLUS Francia, 1837-1916 y 1830-1905

O�������������������������������������������� nésimo RECLUS y Eliseo RECLUS. Novísima Geografía Universal… Trad. y pról. de Vicente Blasco Ibáñez. Madrid: La Editorial Española-americana, 1907; t.V

¡Gloriosa familia de sabios, modestos y buenos! ¡Estirpe venerable de santos laicos, sin otra religión que la de la dulzura y el amor al semejante!... Con hombres como los Reclús se siente el orgullo de la raza; la satisfacción de estar emparentado con almas grandes y generosas por la comunidad de origen de pertenecer a la misma familia humana, madre de estos seres excepcionales que constituyen en medio de la gran muchedumbre, el grupo de los escogidos, la verdadera nobleza. Vicente Blasco Ibáñez Madrid, 1 de mayo de 1906

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Dentro de pocas generaciones, después del año 2.000, se aterrarán los hombres al ver continentes cansados, islas gastadas, ríos secos, bosques talados, el mundo lleno y el hambre en acecho. El planeta estará envejecido y moribundo, lleno de heridas. Con manos criminales damos golpes a nuestra madre: el hacha del leñador no sólo derriba los árboles, arruina y derrumba la montaña, y cada cima que cae quita una gota a los manantiales. Onésimo Reclús

Mérida, que tomó su nombre de la ciudad de la Extremadura española, está en el corazón mismo de los Andes, a 1660 metros sobre el nivel del mar, en una meseta que fue fondo de un antiguo lago, y en la que se juntan muchos afluentes del río Chama, que va a desembocar en el lago de Maracaibo, gozando una temperatura de 16 a 17 grados centígrados, a cuya suavidad se debe que las plantas europeas vivan junto a la vegetación propia de la zona tropical. Pocas ciudades pueden compararse a Mérida por la hermosura del paisaje. Ocupa mucho espacio, por ser muy bajas las casas, a las que rodean jardines, y hállase al borde de una meseta de origen lacustre, según ya dijimos, como colgada a 300 metros de altura sobre el espumoso lecho del Chama, que al cabo de muchos siglos de trabajo ha podido abrirse camino, aunque estrecho, en la gruesa capa de las tierras de acarreo. Cortan profundamente las escabrosidades de la Sierra, dejando a Mérida como aislada, los torrentes del Mucujún y del Albarregas, en que se han abierto también lechos hondísimos, de modo que la ] 230 [


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ciudad, sus arrabales, quintas y huertos parecen un jardín aéreo. Los paseos que de ella parten, aléjanse y suben por las vertientes de los Andes, ofreciendo todas las variedades de las diferentes floras, según la altura. Hacia el Sur, cortan la vista y suspenden el ánimo los picachos de Sierra Nevada, cubiertos de nieve; pero el resto del horizonte aparece siempre verde y florido, menos unos raros casos en que al correrse la nubes, después de una tormenta, se ve la ciudad rodeada de blancos hielos que el sol derrite en gran parte a las pocas horas. Fundada en 1558 con el nombre de Santiago de los Caballeros, que tantas ciudades sudamericanas tuvieron, es Mérida una de las que conservan más pura de toda mezcla la sangre española; pero los campos de los alrededores casi todos están poblados de mestizos, sin otra excepción que las antiguas tribus de los timotes y de los mucuchíes, a las que deben sus nombre dos poblados de la montaña al Noroeste de Mérida. El mayor es Mucuchíes, situado a 3030 metros, y que debe considerarse el pueblo más alto de la República; aunque diversas aldehuelas están a 300, 400 y hasta 500 metros más elevadas, y una casa del mismo término, ordinariamente deshabitada, y a la que llaman Barrio Negro, se encuentra a la altura de 3645 metros. De este Distrito llevan a Mérida la manteca y el queso que se consume en la ciudad, pues no tiene otra industria que la cría de ganado. De otras partes recibe el trigo, las frutas y las legumbres de origen europeo, cultivándose en las campiñas más bajas los productos de la región tropical. De los extranjeros establecidos en Mérida, son los italianos los más numerosos. Esta ciudad ignorada, que se hallaba como perdida en el seno de las montañas, conservaba muy puras las ] 231 [


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tradiciones eclesiásticas; pera ha cambiado, siguiendo las modernas ideas, y de su Seminario ha hecho Universidad, siendo ésta y la de Caracas las dos únicas que existen en Venezuela. Mérida procura comunicar con el mar, y por medio de él con el resto del mundo. Hasta ahora no tiene con él otro lazo de unión que el camino tortuoso que sale hacia el Norte, trepando trabajosamente por la montaña, y que cruza los altos páramos brumosos para bajar al través de las florestas y los pantanos del litoral, sea a la Ceiba, sea a cualquier otro puertecillo de la orilla meridional de la laguna; viaje largo y penoso que requiere estar a caballo muchos días. Pero los meridenses piensan acabar dentro de poco un ferrocarril que bajará por suave pendiente el lecho del Chama hasta el puerto del Zulia, situado en un río navegable que desemboca en el lago de Maracaibo. Cerca de Mérida existen dos fuentes de petróleo. La población india de Lagunillas, al Oeste de aquella, en el camino de San Carlos, explota cierta sal, a que llaman urao o trona, de que hay abundancia en una bahía o laguna, y que se emplea para sazonar el tabaco. Desde 1840 este pequeño lago ha disminuido mucho. (t. V, pp. 308-309).

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ANTON GOERING Alemania, 1836-1905

Anton GOERING. Venezuela, el más bello país tropical. (Prólogo del traductor: María Luisa de Blay). Mérida: Universidad de Los Andes, 1962

Goering fue ante todo un pintor y un naturalista, experto también en taxidermia, profesiones cuyo maridaje en los siglos pasados era de suma importancia, ya que la fotografía no existía, o bien no estaba desarrollada como hoy, y sólo a los artistas les era dado reproducir con fidelidad el mundo exterior. No bastaba descubrir científicamente un animal, árbol o paisaje; tenía que reproducirse de manera visual, con dibujos y enviando animales disecados. […] Expreso aquí en mi íntima satisfacción de que este trabajo haya servido de modesta colaboración a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Los Andes, para celebrar el cuatricentenario de la Fundación de Mérida, Ciudad de los Caballeros, que Anton Goering apreció tantísimo. María Luisa G. de Blay, 1958 ] 233 [


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Después de infinitas penalidades debidas a la escabrosidad del camino, llegamos a la pequeña aldea de las Palmitas, sita en la Mesa de las Culebras, meseta de 800 a 850 mts. de altura. El clima caliente empieza a mezclarse bastante con el templado.”Tierra templada con tierra caliente”. Habituados al calor por la larga permanencia en llanuras bajas sentimos como fría la temperatura considerablemente fresca de aquí. Con sólo unos 16-18”.R. teníamos que echar mano por la noche de nuestras mantas. (p.89) Con la pérdida de tiempo que habían originado estos trabajos, nos había asaltado el temor de pasar otra noche a la serena, temor que resultó infundado porque logramos alcanzar el poblado de La Tala (hoy Mesa Bolívar), en donde pudimos descansar de todas nuestras fatigas. La Tala se encuentra a unos 900 ms. Sobre el nivel del mar y todo el paso de la Cordillera no es por aquí mucho más elevado. En cambio, esta vía se usa menos que la que cruza los altos desfiladeros de los “Páramos” y que tendremos oportunidad de conocer más tarde, porque forma parte de las peores. […] Hasta Mucutíes habíamos seguido la ruta el sur, pero en el camino real doblamos hacia el sudoeste, esto es, directamente hacia Mérida. A poco de haber abandonado a la mañana siguiente Los Estanques, cambió la escenografía del camino que nos conducía a lo largo y a contracorriente del río Chama.. Causa una gran sorpresa hallar en el corazón mismo del país, en los valles de la Cordillera, una flora semejante a la que crece en la costa detrás de los manglares. En lugar de la vegetación montañosa que habíamos atravesado hasta aquí, vemos de nuevos zarzales de mimosas y cactus. También los alrededores mediatos ] 234 [


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se vuelven monótonos. Junto a las riberas del Chama se encuentran aquí y allá algunos pequeños cultivos, pero la parte montañosa es de empinadura cada vez más acentuada y en su mayor parte muy desnuda. Hasta ahora el camino era relativamente bueno, pero mi gente comenzaba a hablar medrosa de las famosas “Laderas de San Pablo”, que debíamos cruzar todavía en esta jornada. Ya en Los Estanques nos habían manifestado que Las Laderas estaban “muy malas”, porque el angosto sendero había sufrido con las lluvias deslizamientos en algunos parajes estaba cubierto con derrumbes. Un arriero que nos salió al encuentro también las describió con horror: acababa de perder allí un asno de carga, despeñado por el precipicio. A unos cinco kilómetros de Los Estanques cambia el paisaje otra vez; ahora su carácter es totalmente yermo y está realzado por las escarpadas masas montañosas que se elevan al sur del ancho río Chama. Confluye aquí el río San Pablo, que surge de una angosta cañada y en el vértice que forman ambos ríos arranca la empinada cuesta hacia las temidas laderas. El puente sobre el río San Pablo era impracticable y tuvimos que vadear las aguas bastante crecidas de la quebrada. Era una empresa de mucho riesgo; sin embargo, cubrimos nuestro objetivo y nos fue dado alcanzar la orilla opuesta sin tener que lamentar ningún accidente. Observado desde abajo, el sendero pedregoso parece elevarse verticalmente. A una altura respetable hay que pasar una angosta cresta, por la que a duras penas tiene espacio suficiente una cabalgadura. A ambos lados de la misma, los despeñaderos desnudos por la erosión se hunden bruscamente en la profundidad, dando la impresión al pasar de estar haciéndolo por un puente colgante. A la derecha brama en el abismo el río San Pablo, y a la iz] 235 [


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quierda el Chama espumante e impetuoso rompe sus ondas en las peñas, todo lo cual ayuda a completar el cuadro espeluznante del camino. […] Al comenzar la escalada, mis acompañantes se habían encomendado a los santos de su devoción, por lo que una vez pasado el peligro exclamaban sonrientes: “Las Laderas pasado, el Santo olvidado”. […] Después de un penoso cabalgar, llegamos por fin a una sierra elevada, desde la cual se divisa el pueblo de Lagunillas, un oasis fresco y verde en medio de esa pobre vegetación montañosa. Delante de la aldea existe una laguna –fenómeno raro en la Cordillera- la laguna de Urao, y en lontananza asoma el pico mayor de la Sierra Nevada, rematando la belleza del cuadro. La laguna –a nuestra manera de ver un estanque poco profundo- encierra en su fondo un mineral raro llamado trona o urao, un carbonato sódico que antiguamente extraían los indios valiéndose de totumas que sumergían en sus aguas. Últimamente los adelantos modernos han llegado hasta aquí, y este trabajo lo hace una máquina hidráulica. Los nativos utilizan el urao en la fabricación de cigarros, aplicándolo como mordiente. Cubren éstos, además, con un ungüento parduzco, que luego al fumarlos destiñe desagradablemente. Este ungüento cuando tiene el espesor de un jarabe se llama “chimó”, y las gentes del país lo llevan siempre consigo en cajitas de asta o de hojalata o lo usan como tabaco de mascar. (pp.100-103) Por lo que atañe a su situación, bien puede llamarse a Mérida la “perla de la Cordillera”. La ciudad posee ventajas que son casi imposibles de encontrar reunidas una segunda vez en espacio tan reducido. Situada en una altura de 1.630 mts. sobre el nivel del mar y dotada de un clima ] 236 [


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primaveral perpetuo, ni por frío ni calor hay motivo de queja. Además, este lugar es realmente el punto crucial de la Cordillera, porque desde aquí y en corto espacio de tiempo igualmente se alcanzan las tierras bajas tropicales, que hacia lo alto el límite de las nieves perpetuas. […] Como una verdadera mesa –de ahí su nombre de Mesa de Mérida- esta terraza guijarrosa declina suavemente hacia el oeste y es una de las altiplanicies más pintorescas de toda la América del Sur. […] A pesar de la abundancia de recursos naturales, Mérida está muy atrasada y parece ser una de las ciudades más tranquilas del interior. Habitualmente muy pocas personas se ven circulando por la ciudad y a las ocho de la noche todo parece estar sumido en el sueño. El ganado pace libremente por las calles y plazas públicas cubiertas abundantemente de yerbas. Salvo los días feriados, solamente los lunes reina algo de animación, motivada por el gran mercado que tiene lugar en la plaza de la catedral. Es el más interesante de Venezuela ya que se trafica con productos de los climas más diversos. Desde las altas comarcas de cultivo se transportan para la venta: cereales, patatas, mantequilla, queso, guisantes, coles diversas, siendo Mucuchíes, pequeña ciudad –la más elevada de Venezuela- a unos 3.000 mts. sobre el nivel del mar, el principal proveedor. Todos aquellos productos, en fin, que el clima puede dar se dan cita allí, junto a los que proceden de la tierra cálida, entre los que la caña de azúcar no ocupa precisamente el último lugar. Esta se consume en grandes cantidades, pues sus derivados son la base de dulces y pasteles afamados en todo el país, y en cuya confección las damas merideñas descuellan con primor. […] Para insistir de nuevo en la animación que reina en los días festivos en los distintos barrios de la ciudad, voy ] 237 [


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a describir brevemente algún festejo de la época de Pentecostés. Estos tienen casi siempre carácter religioso, pero ameno y alegre al propio tiempo. En las plazas ante las iglesias parroquiales respectivas, desde tempranas horas de la mañana tiene lugar inusitada agitación, especialmente el día de la procesión de Corpus Christi. Procedentes de todas partes, se reúnen allí plantas bellas, frutos y todo lo que pueda servir de adorno. La plaza se convierte en un oloroso jardín ornamental. En sus cuatro esquinas se improvisan unos altares. De esto se encargan, a menudo con gusto artístico, las damas jóvenes de las mejores familias, que así nos ofrecen la oportunidad de conocerlas. De otro modo apenas se les ve por la calle y aún así suele ser cuando van a la iglesia, adonde acuden vestidas con mucho recato y rebozadas. Entre ellas hay algunas muy bonitas y su tez rosada revela que moran bajo el suave clima de las alturas, mientras que en las bajas tierras cálidas sus compatriotas ostentan cierta palidez. Sobre cada altar instalan una armazón en forma de arco triunfal, el cual recubren con bejucos entretejidos de diversas maneras. Luego los adornan con toda clase de plantes y objetos. Me complació mucho que las amables merideñas de uno y otro grupo pidieran mi parecer, así por mi parte supe por ellas algunas cosas que me fueron útiles. Tuve oportunidad de observar las solemnidades en la catedral. Hacia medio día los trabajos ornamentales estaban terminados. Las campanas fueron lanzadas al vuelo y su vibrante son fue escuchado por la gente allí congregada. Se hizo un gran silencio. Las puertas de la iglesia se abrieron, y una procesión presidida por el alto clero salió solemnemente hacia el primer altar donde se hizo una estación a fin de bendecir al pueblo que reve] 238 [


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rentemente esperaba de hinojos. Desde aquí el cortejo fue siguiendo los demás altares hasta regresar de nuevo a la iglesia; exactamente igual que en las regiones católicas de nuestra patria. […] Además de las festividades religiosas, rompe también algo la monotonía de la vida la fiesta de “toros”. Suelen tener lugar en los días nacionales y se efectúan en la plaza principal, donde se congrega todo Mérida. Como todo hispano, los moradores de esta ciudad, y aún más sus moradoras, se parecen (sic) por este cruento espectáculo, que por otra parte se muestra mucho más inofensivo que en la Madre Patria. Bajo los estridentes acordes de una música que hiere los oídos, es conducido el toro al ruedo: un animal inocente que no parece tener muchas ganas de lidiar. Se le hace correr de un lado para otro de la plaza, a lo que consiente con bastante buena voluntad. Pero si al animal se le ocurre quedarse parado o hacer frente a la persecución, para gozo de los espectadores, los esforzados campeones emprenden la huída. En una ocasión en que estaba presenciando uno de estos espectáculos, una valla de las que cerraba el paso a las calles adyacentes, bajo la presión del gentío se vino abajo y originó la dispersión instantánea de los espectadores. También el toro aprovechó la oportunidad y escapó a toda carrera por la brecha providencial. Huyó hacia el campo libre, y todos los intentos para traerlo de nuevo fueron en vano, teniendo que dar ese día al espectáculo por terminado. Existe también mucha afición por las peleas de gallos; por lo que a mí atañe, jamás me presté a servir de espectador en tamaño martirio de animales. En Mérida también hay una Universidad, si bien para la vida de allí no significa gran cosa. Suelen enviar sus jó] 239 [


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venes a estudiar a Caracas, en donde un alemán, el Dr. A. Ernst, actual director del Museo Nacional, tiene a su cargo la enseñanza íntegra de las ciencias naturales. Es un extraordinario conocedor de Venezuela y, especialmente para lo que a la flora autóctona se refiere, es la máxima autoridad. Más de un valioso consejo debo a sus experiencias acumuladas en el transcurso de diez años y me sirvo de estas páginas para expresarle mi agradecimiento. Aún cuando la instrucción pública en Mérida deja mucho que desear, se pueden encontrar personas con preparación científica. Algunas incluso han permanecido largo tiempo en Europa para ampliar sus conocimientos, tal como el Dr. José Gabaldón, al que igualmente desde aquí doy mis efusivas gracias por sus útiles asesoramientos; en muchas de mis excursiones al monte fue también mi compañero. Conjuntamente con don Salvador Briceño, aprendieron ambos de mí la taxidermia, y desde entonces han remitido a Europa colecciones ornitológicas más de una vez. Por todos los lugares que he pasado ha sido siempre mi norma interesar a la gente en las bellezas naturales de su propio país. En algunos sitios, especialmente en Mérida, organicé exposiciones de mis bocetos, animales y plantas colectados, y siempre pude constatar lo sorprendida que quedaba la gente al ver reunidos en un mismo sitio tantas cosas que debían serles familiares y de las que una parte considerable les era totalmente desconocida. ¡Cuántas veces oí exclamar: “¿Toda esta hermosura de aves ocultan nuestras florestas?” Extranjeros había allí muy pocos y entre ellos ningún alemán, aunque sí se encontraban los inevitables italianos de costumbre, dedicados al comercio y únicamente interesados en él. Sin embargo, un corso, el señor Burgoin, pro] 240 [


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pietario de una botica, era una excepción y como activo conocedor de las plantas, me fue de gran utilidad. Mérida posee de 5.000 a 6.000 habitantes, de los cuales la mayoría se ocupa en la agricultura y el comercio. Pero a pesar de su ventajosa situación, la ciudad se desenvuelve con suma lentitud y a la zaga respecto a San Cristóbal y Valera, poblaciones de las que hablaré más tarde. (pp. 115-122) San Jacinto fue uno de los lugares preferidos por mí para excursiones cortas. Pasé a menudo el día entero allí y tuve de este modo oportunidad para enriquecer mis colecciones con bastantes ejemplares. Ante todo elegí el valle que riega el río Mucujún por la parte izquierda de la montaña El Escorial, como excursión más importante para efectuar desde Mérida. Pero para emprender ésta hacen falta más días. Su itinerario arranca en dirección norte de la ciudad, cuyos suburbios se tardan en cruzar una media hora, luego el camino pedregoso, bastante duro, desciende al valle en zig-zag de escalera. La composición panorámica de éste es completamente distinta a la de San Jacinto. Vastos prados con arboledas se extienden ante la vista del espectador; al fondo se ven diseminados algunos caseríos. Abundan también aquí las zarzas con gran profusión. Causa un efecto muy simpático el contemplar estos campos poblados por ganado vacuno, caballar y mular. La visión de las reses paciendo transporta el ánimo por unos momentos al paisaje de nuestros Alpes. Los animales se mantienen siempre al aire libre, siendo por tanto los establos del todo desconocidos; únicamente cuando se trata de seleccionarlos se conducen a los potreros. Junto al caserío de unos trigales a unos 2.000 mts. sobre el nivel del mar, establecimos nuestro campa] 241 [


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mento, para desde allí poder emprender excursiones hacia todas partes, porque el lugar se prestaba para ello. En general el bosque posee el mismo carácter que el de San Jacinto, pero a la primera mirada llamó poderosamente la atención el tupido musgo verde-amarillento que cubría todas las plantas grandes, como si éstas intentaran protegerse del fresco de la noche. También nosotros debíamos cubrirnos con nuestros abrigos de lana para no enfriarnos durante nuestra nocturna búsqueda de insectos. A pesar del frío, obtuve rico botín en cuanto a especies ignoradas por mí todavía, consistente en aves maravillosas y lepidópteros del género esfinge. En particular las primeras no me sorprendieron poco. Mientras en la meseta de Mérida hallé todavía pájaros conocidos de la fauna propia de las tierras bajas, vi ejemplares aquí que no se me habían presentado aún en plena naturaleza, por lo que cada mañana salía lleno de ilusión y me situaba paciente a la expectativa, (pp. 128-129) Otra excursión en las cercanías de Mérida también recomendable es la de El Encanto (quebrada encantada), paraje en donde nace el río Milla, el cual después de un breve curso desemboca cerca de Mérida en el río Albarregas. Esta quebrada está formada a ambos lados por perpendiculares y desnudos muros de roca, los cuales a medida que se van estrechando forman a manera de terrazas por las cuales se precipita el arroyo. Debajo de cada cascada se han formado grandes charcos, cuyas aguas en apariencia azul oscuro, casi negras, imparten al paisaje una nota sombría. Los escarpados muros rocosos sólo permiten progresar escasamente hasta poder echar una mirada sobre la “Quebrada Encantada”, y aún esto desde un lugar muy poco seguro. Luego la masa de granito forma bruscamente ] 242 [


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un acantilado…en resumen, ¡una vista que causa vértigo! Un lugar como éste es altamente apropiado para excitar la fantasía popular y da pie a innumerables leyendas que circulan de boca en boca. El mismo San Esteban, cuya relación con forasteros y criollos cultos le hacía más despierto que los demás, no podía sustraerse a la fascinación de los prejuicios y supersticiones. Con insistencia me rogaba que desistiese de mi intento en avanzar más; me suplicaba que no disparara sobre ningún ser alado, porque en esa quebrada toda ave que caía muerta instantáneamente se convertía en un demonio que arrastraba al infeliz hacia el fondo de la sima. A pesar de sus advertencias y agorerías disparé sobre una golondrina que cruzaba en ese momento la quebrada y que fue a dar con su cuerpo en uno de los charcos. San Esteban suspiró profundamente aliviado, cuando sanos y salvos abandonamos El Encanto. El río Albarregas, entre sotos ricamente floridos, fluye tranquilo por la ciudad de Mérida, en su lecho amplio y guijarroso. Sin graves molestias pudimos seguir su curso hasta bastante lejos; luego giramos a la izquierda por las laderas un tanto empinadas de la loma de Los Ángeles, y subimos al bosque que corona la cima, en donde hicimos un alto cabe una laguna totalmente cubierta de plantas acuáticas, que le daban el aspecto de alfombra de vistoso colorido extraviada en el bosque. En estos parajes reinan exactamente las mismas características forestales que en El Valle y en San Jacinto; igualmente nos hallábamos por completo envueltos de selva y carecíamos de toda perspectiva, y aunque la sensación era de que ante nosotros se extendía una inmensa llanura, nos separaban muy pocos pasos de la brusca pendiente que asoma sobre la meseta de Mérida. Por lo menos después de una corta hora en que ] 243 [


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nos deslizamos por los surcos que labran las aguas, alcanzamos el borde del bosque; a la salida de éste yacía ante nuestra vista la ciudad, lugar de nuestra residencia y tras ella la hermosa Sierra Nevada. (pp. 134-135) Esta vez me había propuesto alcanzar de nuevo la costa no por Maracaibo sino por el interior, de modo que decidí mi partida lo antes posible. Así el mes de septiembre abandoné de mal grado a Mérida, a la que había tomado cariño. […] Seguimos el ya conocido camino que desde el valle del Chama sube a Mucuchíes. Más arriba de esta pequeña ciudad alcanzamos la última población de Los Apartaderos, 3270 mts; a la derecha de la misma se encuentra la bifurcación del camino que conduce a Barinas, límite superior de los cultivos de trigo. Aquí comienza la subida al propio páramo; a veces el suelo era rocoso, otras veces enlodado o pantanoso, y cada vez más empinado. El camino real para los jinetes es bueno, de forma que sin grandes dificultades efectuamos el paso del páramo, cuya cumbre alcanza 4.120 mts. sobre el mar. Cuando nos hallábamos en su punto máximo, en medio de un tiempo claro y sosegado, brillaba agradablemente sobre nosotros el sol de mediodía, mientras las negruscas y solitarias masas rocosas todavía cargaban bastante nieve. Otra vez dirigí una mirada llena de nostalgia hacia el lado de Mérida; por sobre la presente altura del Páramo de Mucuchíes, asomaban al fondo por la parte derecha los picos más prominentes de la Sierra Nevada vestidos de blanco, mientras a la izquierda se veía la cadena también nevada del Páramo de Santo Domingo. (pp. 161-162)

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ISIDORO LAVERDE AMAYA Bogotá, s. XIX

Isidoro LAVERDE AMAYA. Un viaje a Venezuela. Bogotá: La Nación, 1889.

Muy pocos datos existen acerca de la vida de Isidoro Laverde Amaya, escritor colombiano que aparece en el último tercio del siglo pasado, y dejó una obra estimable, como escritor e historiador. […] No tiene el estilo de Laverde Amaya condiciones distintas de su claridad y corrección, lo que ya es bastante para acreditar a un literato. Nuestro crítico escribe sin preocuparse por el relieve de las frases, por la agudeza de la expresión, por lo acertado de las comparaciones. Es una prosa llana, a veces didáctica, a veces escolar, que cumple con su oficio de transmitirnos lealmente el pensamiento del autor. Rafael Maya ] 245 [


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En el alto de San Felipe nos detuvimos á contemplar por unos instantes el histórico sitio, marcado con un montón de piedras y una pequeña cruz de madera, en donde en 1814 el valeroso y audaz general Páez, que acababa de derrotar las tropas realistas en Estanques, en unión de Rangel, iba en persecución de José María Sánchez, a quien dio alcance y muerte, lidiando con él cuerpo a cuerpo. A las cuatro paramos en la hacienda llamada Estanques, la que recuerda, por su extensión, situación y clima la conocida de Tena, en el camino para La Mesa […] En Estanques vivió muchos años la viuda María de Urbina, dueña de una vastísima extensión de terreno que le concedió el Rey de España, y fue ella la que hizo construir el elevado puente sobre el río Chama, que llaman de La Urbina, y que es vía peligrosa y poco transitada. Hay antiguas tradiciones sobre la opulenta dama, dueña en un tiempo de Estanques; y el puente que lleva su nombre bien se presta a inventar una leyenda espeluznante y original y para que el primer novelista merideño lo inmortalice en una escena trágica. (pp. 136-137) El siguiente día muy temprano nos encontrábamos a orillas del torrentoso Chama, al que comparamos, por el caudal de sus aguas y por lo fuerte de la corriente, con el Chicamocha o Sube. El paso se efectúa en la zaranda (tarabita) con toda comodidad, aunque con fruncimiento de nervios. Las mulas luchan tenazmente contra la violencia de la corriente, que las arrastra a alguna distancia. Adelante del paso del Chama tocó internarnos en el cauce seco de una quebrada que llaman del Barro y que se recorre en una extensión de algo más de una legua, por en medio de elevadísimos paredones que se desprenden ] 246 [


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de los cerros. Presentan estos paredones cortes altísimos y caprichosos de la roca arenosa. Las lluvias que bajan de la cordillera han formado figuras fantásticas y raras, y uno se creería transportado a cavernas misteriosas y legendarias. […] Permanecimos un día en Lagunillas, y el siguiente por la mañana llegábamos a Ejido, dejando atrás el pueblo conocido con el nombre de San Juan. El fundador de éste fue D. Juan José Peña, y afírmase que para 1730 no existían sino contados ranchos de paja, con una iglesia cubierta de lo mismo, y en la cual enseñaba la doctrina y predicaba el Evangelio a los indígenas el Presbítero Luis de Mendoza y Espeleta. […] Ejido es una población simpática, alegre, de alrededores pintorescos, y cuyo progreso material y movimiento industrial datan principalmente desde 1873, año en que, con motivo del alza del café, comenzó a mejorar a ojos vistas, y a atraer nuevos vecinos. Estos son de costumbres un tanto retraídas, pero afables, serviciales y buenos. Dieron los de Mérida en la costumbre de llamar guayaberos a los vecinos de Ejido, por el hecho de que en las huertas y alrededores de éste había extraordinaria abundancia de exquisitas guayabas. Pero a los de Ejido ofendió de tal suerte el apodo que arrasaron todos los árboles que eran causa del nombre que les habían puesto. La ciudad de Ejido está dividida en dos parroquias, Matriz y Montalbán, y seis partidos que son: Moyas, Pozohondo, Otro lado de Chama, Guáimaros, Aguacaliente y Alto. El distrito lleva el nombre de Campo Elías. El correntoso Chama pasa al sur de la población. Todas las pulperías de la ciudad (botillerías) están servidas por hombres, cosa que también se observa en todos los pueblos que se encuentran desde el Táchira hasta Valen] 247 [


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cia. Influye quizá para esto la circunstancia de que no es mayor la diferencia entre el número de mujeres y el de hombres, como sí acontece entre nosotros. En Mérida suele hallarse, como rara excepción, una que otra tienda asistida por mujeres. (pp. 139-143) La ley de división territorial de 1856 separó algunas provincias o cantones que formaron el antiguo Estado Táchira dese 1864, y en abril de 1881 se determinó que los Estados Táchira, Trujillo y Guzmán fuesen uno solo, con el nombre de los Andes, sin duda porque estos países se extienden por todos los Andes venezolanos y presentan las cumbres más elevadas de la República. La ciudad de Mérida, que antes era la capital de la Sección Trujillo, y hoy la de todo el Estado Los Andes, está a 3º 10´ latitud Norte, y 3º 58´ 20’’ longitud O. del Meridiano de Caracas, y a 1649 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura media de 16º centígrados. […] Su principal establecimiento de instrucción secundaria es la Universidad, que tiene fama en toda la República y se considera, después de la de Caracas, el mejor instituto de educación pública. Aún cuando no cuenta para su sostenimiento sino con escasas rentas, ha prestado eficaz auxilio en la tarea de ilustrar la juventud. Calcúlase en ciento treinta el número ordinario de sus alumnos. Data su existencia desde 1810, aún cuando desde doce años antes se dictaban diversas enseñanzas y fue el Obispo Dr. Rafael Lazo de la Vega quien mayor empeño tomó en el ensanche y programa del plan de estudios. En ella se leen las facultades de medicina, filosofía, ciencias eclesiásticas y derecho civil. Hay, además, en la ciudad dos colegios para señoritas: uno público, establecido en 1880, y otro privado; seis ] 248 [


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escuelas federales: tres para hombres y tres para mujeres, y dos escuelas municipales de sólo niñas. La asistencia a todos estos establecimientos puede computarse en algo más de setecientos alumnos. Los dos colegios de señoritas han dado muy buenos resultados. (pp. 146-147) Levántase la capital actual del Estado Los Andes al extremo de una hermosa planicie de tres leguas de largo, inclinada rápidamente de Norte a Sur, y a cuyo pie corren por entre elevados barrancos, y en la misma dirección dicha, los ríos Mucujún y Albarregas, los que rinden sus aguas al correntoso Chama, que también baña en su inquieto curso, de Este a Oeste, el extremo de la elevada meseta, como si pretendiese a ayudar a cerrar el marco que forma el horizonte de la ciudad, dominada al sur por los majestuosos e imponentes picachos de la Sierra Nevada. El aspecto material de la población es bueno y presenta un conjunto regular sin que, por otra parte, se descubra nada notable, ni tampoco particular esmero o variedad en las construcciones. La mayor parte de las casas son bajas, con ventanas grandes, estilo que predomina en casi todo Venezuela. La ciudad tiene ocho calles longitudinales y veintitrés transversales, tres plazas y tres plazuelas. Hay también tres cementerios y dos hospitales, uno de caridad, asistido por un grupo de señoras, que se alternan, y otro de leprosos. Divídese en tres parroquias, que son: Sagrario, Milla y Llano; y para el gobierno eclesiástico en cuatro, que son: las mismas nombradas, más la de Belén, creada en 1858. A cada parroquia corresponde una iglesia, que lleva el mismo nombre del barrio. La del Sagrario es la matriz, y existía ya para el año de 1659, servida por el Pbro. Dr. Andrés ] 249 [


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de Jáuregui. La de Milla fue erigida en 1805, y su primer cura se llamó Fray Francisco Martos Carrillo. La de Llano también data de 1805 y su primer cura fue el Presbítero Ignacio Ramón Briceño. Además de los templos citados existen en la ciudad estos otros: San Francisco, llamado también La Tercera, en jurisdicción de Milla; la Capilla del Carmen, antiguo templo de Santo Domingo, reedificado en 1872 por la “Sociedad del Carmen”, y las capillas del Hospital de Caridad, la del Espejo, que pertenece al cementerio y que se terminó en 1844 por esfuerzos del entonces Gobernador de la Provincia D. Juan de Dios Picón, y la de la Universidad, muy descuidada y pobre. En el sitio llamado El Arenal, en las afueras de la ciudad levántase una capillita dedicada a la Virgen de Lourdes. El mejor templo es, por supuesto, la Catedral, que aún cuando no de muy vastas proporciones presenta en su fachada buen conjunto, y el interior está aseado y ha sido mejorado en lo posible. Cerca del presbiterio se ve el suelo cubierto de lápidas, que indican los restos de varias personas notables del lugar. Este edificio se comenzó en 1842 y se terminó en 1867. (pp. 153-154) Una sociedad muy escogida, culta y espiritual, cuyos hábitos, sencillos y francos inspiran, desde luego, la más viva simpatía, es lo primero que atrae, como poderoso imán, a cuantos llegan a la escondida Mérida. Pondérase la hospitalidad de los antiguos, sin que al presente pueda decirse que aquel hermanable espíritu ha ido a refugiarse en alguna parte con el candor y buena fe de los primitivos tiempos, pues que vayan a Mérida los que duden de que en este siglo haya pueblos que cumplan con el sagrado y benéfico deber de la hospitalidad. ] 250 [


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Los merideños son amables y complacientes con el forastero, y todos quisieran ser útiles en algo y que uno lleve el mejor y más grato recuerdo posible de su tierra. (p.157) Mérida recibió con entusiasmo su primera imprenta en 1845, la cual fue comprada y establecida por el Sr. Francisco Uscátegui, quien publicó, de 1846 a 47, el primer periódico impreso en esa ciudad, que llevó el nombre de El Centinela de la Sierra, título que después han revivido en otra hoja periódica editada en 1882; pero antes de la primera publicación enunciada habían visto la luz pública El Tiempo y otros papeles que aparecieron litografiados, porque cuando llegó la imprenta ya era allí conocida la litografía. (p.164) En Mérida ha sido general la costumbre de levantar monumentales pesebres, adornando éstos con cuanto puede sugerir a una imaginación viva e inquieta el deseo de lucir su ingenio en ocasión oportuna. Para esto se echa mano en las casas de todos los objetos de sobremesa que se encuentran en el cuarto de costura de las muchachas, sirviendo de no poco el talco, que en tanta abundancia se produce cerca (p.167) Los provincialismos más comunes de los merideños son los siguientes: Brecas, por botines. Capotera, por maleta. Cobre, por centavo Coche, por cerdo (y se usa, como entre nosotros, para llamar a este animal). Chopo o canillo, por fusil. Ni de chepa, por “de ninguna manera”. Damesana, por garrafón. Deshecho (en el campo), por atajo. ] 251 [


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Canjilones, por zanjas. Gandido, por glotón. Mecha, por chanza, chocarrería. Mechero, por chistoso. Ñongo, por chabacano. Plancha, por chaasco, ocurrencia.. Y se llama plancha eleccionaria la lista de candidatos. Pucha, interjección popular que sirve para expresar sorpresa y horror, v.gr.-“¡Mira el alacrán!”-.- ¡Pucha! Y qué feo! Encasquillar, por herrar. Topioso, por molesto. Puntal y Segundilla, por merienda, refresco. Tttirar, por tiritar. Tara, por mariposa; principalmente se dice tara negra para expresar mal agüero, aplicándola a determinadas personas. Sute, por enteco. También llaman cura al aguacate. Está frisando, equivale á estar lloviznado. Y llaman cachapas de maíz jojoto a las arepas de mazorca tierna. Tan frasco, equivale a tan orgulloso, tan sin gracia. La gente del pueblo habla casi siempre a los que cree sus iguales en tercera persona de plural y responden a la pregunta de dónde nacieron, afirmando que son meridianos. Y es muy común el arcaísmo de aguaite, por mire usted, atienda. Los cantos populares son la primera y más espontánea manifestación literaria de un pueblo joven, y a veces encierran tanto fondo de sentimiento y de verdad, que dicen y expresan más que un poema. Ellos reflejan en com] 252 [


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pendio las alegrías y los dolores, y muestran con rasgos de originalidad suma las costumbres sociales y el sello peculiar del carácter. En las canciones populares de los habitantes de la América española hay mucho del influjo de la madre patria, y aún cantos que han venido de allá se han aclimatado de tal suerte entre nosotros que muchos los toman como propios y originales. En seguida encontrará el lector los versos populares de los merideños, que apunté en mi cartera.

Naranja china, Limón francés, Dame un besito, mi vida, Si me querés.

Naranja china, Limón maduro, Dame un besito Con disimulo.

Eres una rosa, Eres un clavel, Eres un lucero Acabado de nacer.

Naranjas y limas, Limas y limones, Más linda la Virgen Que todas las flores. Desde aquí te estoy mirando Paradita en el umbral,

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Pareces naranjo verde Cargadita de azahar.

Ojitos de terciopelo, Boquita de filigrana, Dices que sí me queréis Poquito pero con gana.

Las estrellas en el cielo, La luna en el carrizal, Boquita de caña dulce, Quién te pudiera besar.

Aquí está la piedrecita Donde yo me resbalé, Daca la mano mi vida Que yo me levantaré.

Allá te mandé una piña En señal de matrimonio, Si no te casáis conmigo, Dame mi piña, demonio. (pp. 169-171)

El naranjo tiene espinas Y el limoncillo también, Mi corazón es el tuyo Y el tuyo no sé de quién.

Ojos negros que me miras, No me mires sin amor, Que así me podéis matar, Matarme sin intención. ] 254 [


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Cogí el camino y me fui Por si olvidarte podía, Y mientras más caminaba Más presente te tenía. (p. 173)

Y si los cantos del pueblo son la más sencilla expresión del sentimiento, el mayor grado de perfección a que se puede llegar en la escala del arte, es a la feliz realización de la poesía dramática, punto culminante de toda literatura que ha alcanzado su completa madurez y desarrollo. Vi representar la conocida pieza de Zorrilla, El Zapatero y el Rey, ejecutada por jóvenes alumnos de la Universidad y aficionados al arte de Talía, y todos desempeñaron con esmero y entusiasmo los papeles que se les habían confiado. Uno de los más decididos patrocinadores de esta clase de espectáculos, el Sr. D. Adolfo Briceño Picón, compuso en 1872 una pieza trágica que se representó por primera vez el 30 de diciembre del año citado, con entusiasta acogida por parte del público merideño. Dicho drama, que lleva por título El Tirano Aguirre, es una pieza de bastante mérito, por ser la mayor parte del argumento rigurosamente histórico, por las situaciones dramáticas que exhibe, generalmente bien manejadas, y por un lenguaje expresivo, animado y muy adecuado a la escena, como también por la circunstancia de no sacar a relucir personajes innecesarios, tentación indispensable de todos los autores noveles. (p.175) Cuán cierto es que todo en la vida está compensado. Nuestro cariño y simpatía por Mérida tenía que cambiarse en breve por la pena que nos causó separarnos tan pronto de una ciudad que presenta comodidades para la vida y que tan favorablemente impresiona por las prendas morales de sus hijos. (p. 187) ] 255 [


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TULIO FEBRES CORDERO Mérida, 1860-1938

Tulio FEBRES CORDERO. Obras Completas. Mérida: Comisión Editora de las Obras Completas, Ejecutivo del Estado Mérida, 1960; t.III y t.IV

Muchos podrán escribir sobre los méritos de don Tulio en las letras nacionales; a mí me basta señalar, más modestamente, cuánto su obra significa para quienes nacimos en la altiplanicie de Mérida. Haber fijado aquella apartada Historia que por confundirse hasta fines de la Colonia con la del virreinato de Nueva Granada casi no se consideraba el cuadro común de los anales venezolanos, es la primera razón de su tarea histórica. […] Fue el merideño que siempre se quedó, por tantos otros que partimos. Mariano Picón Salas ] 256 [


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DESCRIPCION DE LA CIUDAD PARA 1892 La posición geográfica de Mérida es de las más bellas y ventajosas. El ramal de los Andes que se desprende desde Colombia con dirección al N.E. viene a dividirse luego en varias ramificaciones. En Mérida las serranías se han abierto, digámoslo así, formando dos hileras casi paralelas, en medio de las cuales se levanta una mesa de tres leguas de largo y casi media de ancho, unida sólo por el Norte a una serranía, de la cual viene a ser como un prolongado declive, mesa cortada por barrancos muy altos y casi perpendiculares en algunos sitios. […] La Sierra Nevada es el orgullo de Mérida. En los días de tormenta, su aptitud es imponente; parece que Júpiter, de pie sobre la elevada cima, rompe el dique de los vientos y lanza sobre la ciudad rayos y truenos espantosos; pero cuando las aguas cesan y se disipan las nubes, la Sierra aparece entonces erguida sobre la montaña, mostrando sus masas enormes de nieve, ora centellantes como bruñida plata, ora encendidas como el oro en ciertas tardes, cuando reciben del ocaso los rayos del sol que el vulgo llama de los venados. En las fuertes heladas conocidas con el nombre de nevazones, reina en la ciudad un frío de páramos muy intenso durante algunas horas, y tan luego como se despeja el cielo, a la mañana siguiente la Sierra presenta un espectáculo extraordinario: las rocas y peñascos antes desnudos, las áridas pendientes próximas a la cima, las profundas hondonadas, todo aparece cubierto de nieve; pero luego a luego los rayos del sol hacen desaparecer ese exceso de nieve, hasta volver la Sierra a su estado ordinario. […] Por el otro lado de la ciudad de Mérida, por el N.O., se levanta la loma de las Flores, cubierta de plantajes y ] 257 [


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labranzas, la que forma parte de una cadena de cerros más bajos, detrás de los cuales asoman las crestas desnudas del Páramo de los Conejos, que suelen vestirse de nieve en las grandes heladas. Cuatro ríos corren al pie de Mérida: el Chama, que nace en el alto del páramo de Mucuchíes, y viene en rápido descenso, engrosando sus aguas, hasta llegar con estrépito y blanco de espumas a recibir el tributo de los demás ríos en los contornos de la ciudad. Recibe primero al Mucujún, que corre por N.E. separado del mismo Chama por el cerro del Escorial; y luego al Albarregas que, ya unido al Milla, se le junta en el extremo de la mesa, el comienzo de los fértiles valles de Ejido. Este río de Albarregas es famoso por la excelencia de su agua. Laverde Amaya, ilustrado escritor colombiano, en sus memorias sobre Un viaje a Venezuela, dice del agua de Mérida: “¡Qué agua del chorro de Padilla, ni del Carmen, ni de ninguna parte! ¡Aquella no se puede comparar sino a la del Paraíso! Se puede ir a Mérida aún cuando sea solamente por el placer de tomar agua y de bañarse en las claras linfas del Albarregas, que corriendo presuroso, convierte en brillante espuma el caudal de sus aguas cuando éstas chocan contra las enormes piedras del cauce”. El Milla es pequeño, riega en su curso muchas tierras de cultivo, casi al Norte de la ciudad, y es el que surte a ésta de agua para su servicio. Es el río de los baños y pudiera llamarse el de las leyendas, porque la fantasía popular lo ha hecho objeto de varias hechicerías y encantamientos. Basta recorrer los barrancos de Albarregas y Milla para convencerse de que en su origen la mesa de Mérida debió de extenderse hasta la propia falda de los cerros adyacentes, comprendiendo todos los sitios planos de la ] 258 [


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Otra Banda, Santa Ana, la Isla, el Vallecito y la mesetita del Escorial que se ve desde la “Columna Bolívar”, los cuales están todos al mismo nivel de dicha mesa. Obra de los ríos ha sido ese desgaste de la tierra hasta cavar tan hondos barrancos, convirtiendo en una mesa aislada lo que no era sino una sola llanura, limitada a uno y otro lado por los primeros estribos de las serranías. Y esto se ve confirmado por la profundidad comparativa de los mencionados barrancos, puesto que los ríos más impetuosos, el Chama y el Mucujún, son los que han ahondado y ensanchado más sus respectivos lechos., debido a su mayor actividad y fuerza en ese trabajo lento y perenne de las aguas sobre la superficie de la tierra, que produce al través de las edades las quiebras de los montes, los valles y hondonadas, y que puede llegar hasta convertir pintorescas llanuras en grupos de áridos peñascos y escarpadas rocas. Dos vientos reinan principalmente en la ciudad: el del Norte, que domina hasta el mediodía, y el opuesto del Sur, que se manifiesta desde esta hora hasta muy avanzada la noche […] Llueve mucho en Mérida, pero es cosa cierta que, en cesando las lluvias y durante los días de verano, se altera en lo general su buen estado sanitario. Los lentos pero efectivos deshielos de la Sierra Nevada, la invasión de los zancudos ocurrida en 1891 y la aclimatación de plantas y animales de tierras cálidas, están probando que en la temperatura de Mérida viene efectuándose un cambiamento notable, del que no puede darse cuenta la actual generación, pero sí la que declina, la cual nos pondera los rigores y tenacidad de las lluvias en otros tiempos, cuando el exceso de humedad llegaba a cubrir de musgo los enlozados de las calles y zócalos exteriores de las casas.[…] ] 259 [


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La ciudad tiene ocho calles longitudinales que corren de N.E. a S.O., en la misma dirección general de la mesa, y algunas transversales; y ofrece en conjunto, vista desde el vecino cerro de las Flores, o loma de los Ángeles, la figura de un cuchillo. Las calles son rectas casi todas, de diez varas de ancho y empedradas en su mayor parte las longitudinales y algunas transversales. Toda la ciudad está edificada de tapia y teja, predominando en la construcción de las casas más espaciosas la forma interior de claustro, con patio hermoso plantado de bellos arbustos y preciosísimas flores. Los pavimentos son todos de ladrillo, pero ya el lujo y la comodidad van suavizando la dureza de este suelo, sobre todo en los salones, con empetatado y alfombrilla, para lo cual se ha usado también con buen éxito, por su mayor duración, un tejido indígena de fique, especialidad del vecino pueblo del Morro, que no por artefacto criollo cede en apariencia a la mejor esterilla extranjera. En la plaza mayor, que lleva el nombre de Bolívar, está la Catedral con alta y vistosa torre de mampostería, tres naves espaciosas y varias capillas laterales. La más grande de éstas es la de San Pedro; tiene puerta hacia la plaza y es la iglesia parroquial del Sagrario. Contiguo a la Catedral, pero dando frente a la calle traviesa de La Igualdad existe, ya para concluirse, el Palacio de la Curia Eclesiástica; y a continuación de este edificio, por la calle de la Unión, se descubren en calidad de ruinas, parte de los cimientos de la antigua fábrica de una Catedral que inició el Obispo Milanés, en 1803, obra de romanos por sus proporciones y solidez, abandonada por costosa e irrealizable, pues solamente las cepas de tan vasto edificio, que fue cuanto se hizo antes del terremoto de 1812, importaron ] 260 [


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más de medio millón de reales de plata, según lo tenemos averiguado, con vista de manuscritos de aquellos tiempos. El Palacio Municipal ocupa en la Plaza Bolívar el mismo sitio de la antigua Casa Consistorial de los tiempos de la Colonia; se halla contiguo al edificio de la Cárcel Pública, que sirve de cuartel al propio tiempo, y tiene una galería exterior de corredores. Ambos edificios son de alto y de buena apariencia. También existe, sobre las ruinas del templo de San Felipe, distantes una cuadra de la plaza, la fábrica de una Cárcel-cuartel, bajo un plan de mejores condiciones, paralizado al presente. En la esquina occidental de la plaza Bolívar, está situado el local de la Universidad de los Andes, con portada hoy hacia la calle de la Independencia. Tiene el Instituto una Biblioteca, un Gabinete de Historia Natural, que le sirve también de Museo y un Jardín Botánico en preparación. Detrás de la Universidad se descubren las ruinas de la antigua capilla del Seminario, pertenecientes al edificio. En el centro de la plaza Bolívar existe una pila de piedra labrada, sin otro mérito que el de la antigüedad, pues fue construida con restos de la que se levantó en el mismo punto el año de 1804. Entre otros edificios públicos debemos mencionar el Mercado, todavía en fábrica, pero en servicio, construido sobre parte del área que ocupó el extinguido Convento de Monjas Clarisas; el templo del Carmen, en muy buen estado, con vistosa fachada y una plazoleta en que se levantará por la Colonia Italiana un monumento de mármol a Cristóbal Colón, con motivo del IV centenario del descubrimiento de América; el Hospital de Caridad, muy mejorado al presente bajo la dirección de las Hermanas de la Caridad que lo asisten desde comienzos de 1892, y cuya ] 261 [


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Capilla se reedifica actualmente con mejores condiciones de capacidad y belleza arquitectónica; la Iglesia del Espejo, que da frente a la plazuela del mismo nombre y sirve de capilla al Cementerio de San Rafael y al del Municipio, ambos situados casi sobre la barranca del Chama. Está dividida la ciudad en cuatro parroquias urbanas: la del Sagrario, adyacente a la Catedral, de cuyo templo ya se hizo mención; la de Milla, erigida en 1805, con iglesia de regulares dimensiones y plaza muy extensa, donde se ha levantado un sencillo monumento a la gloria de Rivas Dávila, el valeroso merideño compañero de Bolívar en 1813. En términos de Milla está el templo de San Francisco, asiento de la Orden Tercera, construido donde antes de 1812 estuvo el de San Agustín. Tiene esta parroquia campos muy dilatados y en sus términos existe el camino de La Culata, que habrá de serlo también para el Lago de Maracaibo, por las ventajosas condiciones que ofrece. La parroquia de Arias o Belén, desmembración de la de Milla, ocupa la parte oriental de la ciudad; tiene un cementerio contiguo a la Iglesia y plaza de regulares dimensiones. En sus términos está el Hospital de Lázaros sobre la barranca del Chama. Por este extremo de la ciudad, que es la entrada para los que proceden de Trujillo y Barinas, se halla la “Columna Bolívar”, que es sin duda el primer monumento levantado al Libertador en Sur-América. Fue erigido en 1842, cuando se recibieron en Venezuela sus venerandas cenizas y lo decretó un Prócer benemérito, un mutilado en Los Horcones, D. Gabriel Picón, que fue por aquel tiempo Gobernador de la provincia de Mérida. Desde ese monumento, que ha sido ya reparado en distintas ocasiones, se goza de una vista admirable. Abajo, en el fondo de los barran] 262 [


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cos, que allí son abiertos, y altísimos, se juntan Mucujún y Chama, ambos cristalinos e impetuosos, después de haber regado con su aguas márgenes de risueña vegetación. Más a lo lejos se descubre la pintoresca Capilla de Lourdes, dominando desde la falda de la montaña las cultivadas vegas y numeroso caserío del Arenal. No son menos de admirar los paisajes que se descubren desde los barrancos del Milla, por la calle de los Baños. Las llanuras cubiertas de pastos de Liria y Santa Ana, apacibles y risueñas, forman contraste con el aspecto sombrío del rincón de La Hechicera, que se divisa más lejos, cuyo cielo, casi siempre envuelto en nubes plomizas, parece la mansión favorita de las tempestades. Y descendiendo por los barrancos de Albarregas hasta el Llano, la vista descubre a cada paso vegas hermosas plantadas de café y otros frutos, casitas pintorescas y bellas labranzas. La parroquia del Llano, erigida en 1805, como la de Milla por el Obispo Milanés, comprende casi la mitad de la ciudad en su parte inferior. Posee, a más de su iglesia parroquial que da frente a una plazuela, un templo dedicado a San José y Santa Teresa de Jesús, que sirve también de capilla al Cementerio, situado del otro lado del Albarregas, fuera ya de la ciudad pero a la vista. A la salida de la ciudad por esta parte se extiende el Llano Grande, uno de los sitios más bellos de Mérida, hermosa llanura de una milla de largo por media de ancho, poco más o menos, rodeada de quintas y frondosas arboledas. En ella se plantó, en 1883, cuando el centenario de Bolívar, el árbol de la libertad, que descuella allí entre otros arbustos; y se erigió así mismo en 1890 el primer monumento consagrado en Venezuela a la gloria de Páez, el cual consiste en una elegante columna con enverjado, ] 263 [


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completamente visible para el viajero que atraviesa la sabana. Están señaladas con lápidas conmemorativas las casas en que habitaron Bolívar en 1813 y Páez en 1814, así como la de Rangel, uno de los más esforzados adalides merideños en la Independencia. Tiene la ciudad un colegio Episcopal y otro adjunto de niños, de reciente institución; tres colegios de Niñas, a saber: uno nacional, el de “San José”, y el de la “Sacra Familia”, dirigida por las Hermanas de la Caridad; y hay además varias escuelas públicas y particulares de primeras letras para ambos sexos. La Imprenta fue introducida en Mérida en 1845, y existen en el día cinco talleres de este arte prodigioso. Con esta breve descripción de la ciudad de Mérida, hecha a excitación del muy digno Rector de la Universidad de los Andes, señor doctor Caracciolo Parra, hemos excusado entrar en pormenores sobre población, comercio, agricultura y otras materias que puede ver el lector en los respectivos cuadros estadísticos que figuran en el Anuario de dicho Instituto. Los geógrafos que se han servido de Codazzi para reseñar a Mérida colocan entre las industrias de esta ciudad la fábrica de alfombras, industria en que descolló efectivamente, pero que al presente está abandonada, lo mismo que los tejidos de algodón y lana y la elaboración de velas con cebo vegetal, o sea el incinillo, planta aromática silvestre que abunda en sus campos. El cultivo de la seda ha encontrado en Mérida una acogida digna de especial mención. La morera se produce de un modo extraordinario, y los ensayos hechos, ora en la crianza de los gusanos, ora en el hilado de la seda que ] 264 [


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han producido, dan motivo para fundar muy risueñas y legítimas esperanzas en esta nueva industria. Entre las industrias afamadas de Mérida debe ponerse la de la confitería, debida en mucha parte a la indisputable superioridad del azúcar. Sus dulces no tienen rival, sobre todo las variadas clases de bocadillo que produce para su consumo, casi exclusivamente, porque los crecidísimos costos de transporte no le permiten exportar más que el café, ramo en que sobresale ventajosamente por la calidad excelente del fruto, como es fácil observarlo en los cuadros mercantiles de ventas y cotizaciones. Casi todos los frutos de riqueza agrícola, así como todas las flores se dan en el suelo merideño. Es satisfactorio ver cómo se confunden en el mercado público los productos de todas las zonas, desde el trigo de Mucuchíes, que espiga cerca de los ventisqueros de los Andes, hasta el cacao de Estanques, que cuaja sus ricas almendras al calor sofocante de las vegas del Chama. “Es muy curioso -dice Codazzi, hablando de Mérida- ver prosperar en un mismo suelo el plátano, el maíz, la caña dulce, el trigo, las papas y la cebada”. Respecto del cacao, es el caso observar que el de Mérida disputa al de Caracas la primacía como el mejor del mundo. Los aborígenes de estas elevadas cordilleras lo usaban como bebida predilecta y común en la forma del chorote, que es una especie de chocolate negro y sin espuma, usado no sólo en Mérida sino en muchas partes de Venezuela. Del tabaco se prepara en Mérida el antiguo y popular chimó, que es una especie de jalea o conserva muy fuerte, a la que se mezcla como ingrediente el urao, sal que produce la laguna del mismo nombre situada en Lagunillas y ] 265 [


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que, según el análisis químico de Boussingault y Rivero, no es otra cosa que un carbonato de sosa. Esta conserva de tabaco parece ser de origen indígena y su uso en el día se extiende fuera de la jurisdicción de Mérida. La historia registra hechos que enaltecen a Mérida desde los primeros tiempos de la Colonia. Sus soldados, bajo el mando del capitán Bravo de Molina, tomaron parte decisiva en la destrucción del famoso tirano Aguirre, terror de Hispanoamérica a mediados del siglo XVI; y cien años más tarde, los merideños, sin distinción de clases y en ocasiones varias, sucumbieron valerosamente en la defensa de Gibraltar, su puerto sobre el Lago de Maracaibo, que fue asaltado por los filibusteros o piratas. En 1781, Mérida siguió la bandera levantada por los Comuneros del Socorro, en Nueva Granada, contra las exacciones del fisco, hasta que el gobierno colonial la sometió de nuevo por las armas; y viniendo a la época de la gran revolución americana de 1810, ella fue de las primeras en proclamarla. Trescientos merideños salieron a la plaza pública en 1813 para ponerse a las órdenes de Bolívar, y pasado el desastroso huracán de la guerra a muerte, refiere la tradición que sólo quince tornaron a su ciudad nativa, habiendo sucumbido los demás en los campos de batalla. Los enemigos de nuestra Independencia no tuvieron jamás un solo partidario en la heroica ciudad de la Sierra. Fray Pedro Simón, nuestro historiador más antiguo, dijo de los merideños que “salían de buenos ingenios”. Piedrahita los califica en su historia de “valientes y pundonorosos”, diciendo además, “que los que se aplican al estudio son de claros ingenios y constantes en seguir la virtud”. Y últimamente Codazzi los juzgo así: “los merideños tienen bastante perspicacia, profundidad en sus ideas y afición a la literatura. Ninguna clase desdeña el trabajo”. ] 266 [


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En Mérida predominaron hasta en época no muy lejana las costumbres neogranadinas, tanto porque desde su origen hasta 1777 formó parte del Nuevo Reino de Granada, como por la mayor vecindad y comunicación con él; pero a medida que fueron siendo más fáciles y frecuentes los viajes y relaciones con el centro de Venezuela y en particular con Caracas, los gustos, inclinaciones y costumbres en general del pueblo merideño han cambiado de un modo notable. Domina ahora una manifiesta tendencia en el sentido de imitar el refinamiento y cultura de la capital de la República, que es tanto como decir de la misma Europa, puesto que ya desde los tiempos de Humboldt, empezaba a predominar en la vida caraqueña el gusto europeo, sobre el que pudiéramos llamar hispanoamericano o criollo, que era el reinante en Mérida hasta no ha muchos años. (t. IV, pp.40-46) *** LAS CINCO AGUILAS BLANCAS (Mitología americana) Cinco águilas blancas volaban un día por el azul del firmamento; cinco águilas enormes, cuyos cuerpos resplandecientes producían sombras errantes sobre los cerros y montañas. ¿Venían del Norte? ¿Venían del Sur? La tradición indígena sólo dice que las cinco águilas blancas vinieron del cielo estrellado en una época muy remota. Eran aquellos los días de Caribay, el genio de los bosques aromáticos, primera mujer entre los indios Mirripuyes, habitantes del Ande empinado. Era hija del ardiente Zuhé y la pálida Chía; y remedaba el canto de los pájaros, ] 267 [


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corría ligera sobre el césped como el agua cristalina, y jugaba como el viento con las flores y los árboles. Caribay vio volar por el cielo las enormes águilas blancas, cuyas plumas brillaban a la luz del sol como láminas de plata, y quiso adornar su coroza con tan raro y espléndido plumaje. Corrió sin descanso tras las sombras errantes que las aves dibujaban en el suelo; salvó los profundos valles; subió a un monte y otro monte; llegó, al fin, fatigada a la cumbre solitaria de las montañas andinas. Las pampas, lejanas e inmensas, se divisaban por un lado; y por el otro, una escala ciclópea, jaspeada de gris y esmeralda, la escala que forman los montes, iba a morir en lontananza, bañada por la onda azul del Coquivacoa. Las águilas blancas se levantaron perpendicularmente sobre aquella altura hasta perderse en el espacio. No se dibujaron más sus sombras sobre la tierra. Entonces Caribay pasó de un risco a otro risco por las escarpadas sierras, regando el suelo con sus lágrimas. Invocó a Zuhé, el astro rey, y el viento se llevó sus voces. Las águilas se habían perdido de vista, y el sol se hundía ya en el Ocaso. Aterida de frío, volvió sus ojos al Oriente, e invocó a Chía, la pálida luna; y al punto detúvose el viento para hacer silencio. Brillaron las estrellas, y un vago resplandor en forma de semicírculo se dibujó en el horizonte. Caribay rompió el augusto silencio de los páramos con un grito de admiración. La luna había aparecido, y en torno de ella volaban las cinco águilas blancas refulgentes y fantásticas. Y en tanto que las águilas descendían majestuosamente, el genio de los bosques aromáticos, la india mitológica de los Andes, moduló dulcemente sobre la altura su selvático cantar. ] 268 [


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Las misteriosas aves revolotearon por encima de las crestas desnudas de la cordillera, y se sentaron al fin, cada una sobre un risco, clavando sus garras en la viva roca; y se quedaron inmóviles, silenciosas, con las cabezas vueltas hacia el Norte, extendidas las gigantescas alas en actitud de remontarse nuevamente al firmamento azul. Caribay quería adornar su coroza con aquel plumaje raro y espléndido, y corrió hacia ellas para arrancarles las codiciadas plumas, pero un frío glacial entumeció sus manos: las águilas estaban petrificadas, convertidas en cinco masas enormes de hielo. Caribay da un grito de espanto y huye despavorida. Las águilas blancas eran un misterio, pero un misterio pavoroso. La luna se oscurece de pronto, golpea el huracán con siniestro ruido los desnudos peñascos, y las águilas blancas despiertan. Erízanse furiosas, y a medida que sacuden sus monstruosas alas, el suelo se cubre de copos de nieve y la montaña toda se engalana con el plumaje blanco.

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Este es el origen fabuloso de las Sierras Nevadas de Mérida. Las cinco águilas blancas de la tradición indígena son los cinco elevados riscos siempre cubiertos de nieve. Las grandes y tempestuosas nevadas son el furioso despertar de las águilas; y el silbido del viento en esos días de páramo es el remedo del canto triste y monótono de Caribay, el mito hermoso de los Andes de Venezuela. (t. III, pp.47-48) ] 269 [


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WILHELM SIEVERS Alemania, 1860-1921

Wilhelm SIEVERS. Venezuela. En: Oliver BRACHFELD. Sievers en Mérida. De los apuntes de un geógrafo alemán en la Cordillera (1885). Trad. y comentado por O. Brachfeld. Mérida: Publ. de la Dirección de Cultura de la Universidad de Los Andes, 1951

Toda su obra es muy digna de interés, aún hoy en día, y debería merecer los honores de una traducción “in extenso”, ya que constituye una valiosísima contribución al conocimiento de la Venezuela de fines de siglo, a la que describe con una objetividad y una simpatía más bien raras en los viajeros europeos de la época […] Fue el primero en emitir una hipótesis sobre la formación geológica de la Cordillera merideña. […] Un glaciar de la Sierra Nevada lleva su nombre. F. Oliver Brachfeld

Ha sido Guillermo Sievers uno de los grandes geógrafos europeos que ha visitado Venezuela, que la ha recorrido, y que más trabajos orgánicos acerca de nuestro país ha dejado, todos en el campo geográfico. Pascual Venegas Filardo ] 270 [


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Trujillo y Mérida. “Estas dos secciones siempre resultaron extrañas desde el punto de vista político, y más de una vez pasaron incluso a hostilidades abiertas. Aún en los años de 1884 y 1885, los trujillanos penetraron con armas en Mérida, bajo el general Araujo, conquistaron la misma ciudad de Mérida y se hicieron culpables allí de una dictadura muy brutal y arbitraria, hasta que con la llegada del general Eladio Lara, de Caracas, se firmó la paz. Entre tanto las tropas de Mérida, a su vez, se encontraban en Valera, y hubieran podido tomar con mucha facilidad la ciudad de Trujillo, de no haberles faltado la necesaria osadía”. “Este antagonismo entre Trujillo y Mérida se debe, pues, al aislamiento de ambas por la gran cerroja del páramo de Mucuchíes, y se manifiesta en las costumbres, y asimismo en el dialecto; en Trujillo se puede registrar toda una serie de provincialismos que en Mérida y el Táchira no se emplean y viceversa. En general, se puede decir que Mérida y muy particularmente Táchira, observaron costumbres fuertemente colombianas, mientras que Trujillo gravita hacia el oriente de la república”. “Las entradas de fácil acceso desde Colombia: El Estado Santander, al interior de la cordillera de Mérida, permitieron una entrada más fácil y rápida a las costumbres colombianas que a las de Caracas y de los Estados centrales de Venezuela, o sea a los refinamientos europeos de la vida que llegan del Este. Por consiguiente, el Occidente: Táchira, Mérida es más patriarcal, con más solera (markiger) y más fuerte que el Este y los Estados centrales”. […] “El correo de Mérida va a Valera, porque el camino por el alto de Mucuchies-Timotes es desde luego largo y penoso, pero bueno, pudiendo ser recorrido siempre, ] 271 [


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mientras que la línea Mérida-Chiguará-Santa Bárbara dificulta extraordinariamente el viaje. De Mérida a Valera, el mensajero de Correos, si utiliza una buena mula, necesita dos días; de Valera a la Ceiba, utilizando ferrocarril, un día, lo que nos da un total de tres días desde Mérida hasta el puerto, y, si el barco sale con regularidad, otro cuarto día hasta Maracaibo” […] “Por fin, un poco antes de Mérida, se llega a numerosos edificios de posada que se extienden a ambos lados de la carretera y acá y acullá miran a través del verde fresco de las plantaciones. El tránsito es bastante intenso, aunque no exista todavía ningún tráfico rodado. Desde luego, un cierto Abelardo Briceño en Mérida poseía antaño un carro, con el que solía transportar sus productos desde la hacienda en La Punta a Mérida; pero como quiera que dicho carro armara demasiado ruido en el empedrado malo de la ciudad, molestando con su traqueteo a los habitantes de la misma, acostumbrados al silencio, el municipio prohibió el rodaje de aquel vehículo, y Abelardo Briceño tuvo que valerse de nuevo de las mulas. […] “La ciudad de Mérida se presenta desde el Oeste de una manera poco digna. Una gran muralla, en parte desmoronada cierra la entrada en dirección de Ejido, y de este modo sólo se puede ver la larga calle por encima de la cual se yergue la torre del suburbio de El Llano. También al entrar en la ciudad, llama la atención su decaimiento, las calles están mal conservadas, el empedrado irregular, las casas habiendo perdido muchas veces su capa enjalbegada, de modo que la impresión no corresponde de ninguna manera a la que uno espera al llegar a la capital de la Cordillera y de todo el occidente. Mérida se extiende sobre un territorio muy amplio en la superficie de la Mesa en ] 272 [


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dirección de Oeste-Sudoeste hacia Este-Nordeste; las extensiones laterales son muy estrechas, las longitudinales muy largas”. “La ciudad, como todas las venezolanas, tiene un plan caracterizado por unas calles que se cruzan perpendicularmente, y cuyo centro está formado por la gran Plaza. En ésta se halla en el lado Sur, en dirección de la Sierra Nevada, la catedral, y al oeste el edificio de Gobierno cuya antesala de columnas constituye lo único notable en él. Antes, dicho edificio de gobierno sostenía una torre, que sin embargo se derrumbó por inanición de edad, y nunca fue reconstruida. En la parte Norte de la plaza hay tiendas, y en el lado Este, casas de habitación. […] “Mérida es una de las ciudades más antiguas de la Cordillera, habiendo sido siempre sede del gobierno. También eclesiásticamente constituye Mérida un punto central, ya que el Obispo de Mérida mantiene reunido bajo su báculo pastoral toda la Cordillera, mientras que en otros tiempos la ciudad de Pamplona había sido la metrópolis, en cuestiones eclesiásticas, de todo el Occidente de la Cordillera, y especialmente de la región del Táchira. La erección de la ciudad de Mérida en sede episcopal, data de fines del siglo pasado”. Mérida posee asimismo una así llamada universidad, la cual sin embargo, según nuestro concepto no debería llevar ese nombre, ya que sólo posee muy menguados derechos para ello. Efectivamente, muchos jóvenes de Mérida se trasladan a la Universidad de Caracas, en donde, sin embargo, caen víctimas del clima, que recientemente se ha vuelto malo”. “Si, por consiguiente, la ciudad de Mérida no ofrece al viajero nada digno de mención, no obstante debo tribu] 273 [


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tar mi más sincero agradecimiento a la población, pues fui recibido muy cordialmente por todas las clases sociales de la misma, viéndome favorecido por consejos y ayuda por parte de muchas personas. Debo destacar muy especialmente al residente merideño señor Salomón Briceño, un hombre muy entusiasta de las ciencias naturales, el cual me ayudó a superar las más variadas dificultades que se habían presentado muy naturalmente al andar el tiempo. También a la familia Parra Picón y a mi hotelero Don Antonio Ranjel,* el propietario de la posada, les conservo un agradecido recuerdo. […] “Otro segundo motivo que me ayudó a pasar el tiempo, en general bastante aburrido, de mi estada en Mérida, fue la contemplación de la naturaleza, y la edificación espiritual por los magníficos alrededores. Inmediatamente sobre la ciudad, visibles desde cada una de las calles, se yerguen las centellantes cimas cubiertas de nieve de la Sierra Nevada, cuya vista nunca podría saciarle a uno. Me bastaba sólo con salir al pasillo de mi casa para ver brillar encima de mí el Toro y el León; sus cabezas destellaban sobre la Catedral, y de cualquier punto de los alrededores de la ciudad, la mirada volvía a caer involuntariamente, sobre las mismas. En ocasión de volver de mi ascensión al Pan de Azúcar, y derrengado a causa de mis fatigas, pasaba por el camino malo, rodeado por las tinieblas de la noche, no teniendo ningún deseo más intenso que poder volver junto a los pucheros de carne de Mérida en la posada de * En otra página nos indica que se trataba del Coronel Don Antonio Pacheco Ranjel, (sic), cuyo nombre figura en el primer tomo del Anuario de la Universidad de los Andes, entre el personal no docente al que se le debe dinero, como parte del medio millón (¡!) de bolívares que el Instituto debía a la sazón- precisamente en el momento de la llegada de Sievers, a todo su personal.

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Don Antonio Ranjel; entonces me vi sorprendido por el espectáculo tan formidable como nunca más volví a verlo en las cordilleras. Los últimos rayos del sol que se despedía iluminaban las cumbres nevosas de la Sierra Nevada con un fulgor rosáceo. Encima del profundo azul sombrío de la selva y de la nieve blanca y brillante, se había formado una aureola color rosa, el Anderglühen (palabra formada por Sievers en analogía con el Alpenglühen de Europa: “el encandecer andino”), el sol de los venados (sic), Hirschsonne, como lo llaman los merideños. Ante tal espectáculo uno se creería en los Alpes alemanes, colocado de nuevo en la patria; mi cansancio se esfumó, la fuerza de los miembros volvió y en vez de murmurar descontento por la molestia de tener que cabalgar por la oscuridad, alababa yo mi destino que me había concedido visión tal”. […] “El comercio en Mérida no es muy importante, y esto por la razón de que no existe ningún comercio de tránsito. Mientras en Valera y Cúcuta confluyen, así como en San Cristóbal, todas las mercancías de la Cordillera, Mérida se halla alejada de todo tráfico de esta clase y está limitada única y exclusivamente sobre la propia importación y exportación. Por esta razón hacen completa falta en Mérida los comerciantes alemanes a los que uno encuentra por otra parte en numerosas ciudades de la Cordillera, especialmente en Tovar, Valera, San Cristóbal y Cúcuta. En general, sólo hay poquísimos europeos en Mérida. Además de los inevitables italianos sólo me acuerdo del señor Bourgoin, un apotecario francés, el cual me había ayudado de la manera más amable, siéndome de suma utilidad, como gran conocedor de la flora del país que es.” “En el extremo Este de la Mesa de Mérida hay una columna de Bolívar, e inmediatamente junto a la misma ] 275 [


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la ciudad baja en el valle. La altura de la terraza es tan importante aquí que al llegar a la ciudad desde el Este sólo se puede ver el enorme paredón de la misma, pero no de las casas de Mérida y, por consiguiente, tan pronto como uno haya escalado el borde de la mesa, ve ante sí bruscamente las primeras casas de la ciudad.”(pp. 9-15) “Ya observé más arriba que en la Cordillera, Mérida y Táchira constituyen en sus costumbres, hábitos y opiniones bajo muchos aspectos un contraste con Trujillo y con todo el resto de la República. Sus ciudades son construidas más espaciosamente, sus habitantes son más primitivos y retrasados, pero desde otros puntos de vista deben ser preferidos. La hospitalidad de Mérida y en el Táchira todavía más primigenia, más cordial y más generosa; los habitantes se han conservado aún más libres de la moderna cultura que vienen penetrando desde Caracas. Sobre la diferencia de los enseres de montar ya hablé más arriba; un hombre del Táchira o Mérida se diferencia del trujillano a la primera mirada por su sombrero de paja, silla de montar, pantalones de montar y los arneses de su mula. Los muleros llevan en Trujillo campanitas, y los de occidente menosprecian las mismas; todos estos son rasgos pequeños, en sí insignificantes, pero que en la impresión general producen, no obstante, un cuadro completamente distinto. En general, los trujillanos son gente bajita que en la guerra gustan de atacar con el cuchillo, o sea prefieren la lucha cuerpo a cuerpo, mientras que los merideños y tachirenses propenden menos a ello, y por regla general son más altos de estatura, aun cuando no precisamente más musculosos que los anteriores. La frontera de las costumbres trujillanas hacia el occidente de encuentra en el páramo de Mucuchíes o de Timotes, que ya designamos ] 276 [


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más arriba como nudo de todo el sistema cordillero. Allí está la línea divisoria de la población, y allí se detienen las costumbres venidas de Oriente de la planicie y de Trujillo; no consiguieron penetrar en la cordillera occidental, tampoco como las costumbres llegar a Trujillo, y todavía menos, extenderse por la región de Barquisimeto. La zona poco hospitalaria de la alta montaña en torno a Mucuchíes puso coto a la penetración. En general, se viaja poco por aquellas partes de la Cordillera, y tan sólo contadísimos trujillanos conocen a Mérida y Táchira. También los habitantes de los estados centrales conocen apenas la Cordillera; sólo raras veces viaja un habitante de los distritos cálidos a la Cordillera; y cuando regresa, se queja del “frío espantoso” y jura no viajar nunca más a unas tierras tan horriblemente gélidas. […] Tanto en los Llanos como también en la Cordillera, en el Estado Los Andes, se me comunicó más de una vez que esta o aquella escuela no puede ser mantenida, y esto, por dos razones: primero, a falta de medios, y luego, por la ausencia de los alumnos. Puede suponerse, por tanto, que el número de 1312 Escuelas Federales debe ser considerablemente reducido […] “Como ya quedó consignado, la Universidad de Mérida podría equipararse todavía menos a nuestros centros de enseñanza superior. Especialmente la Facultad de Filosofía es un torso, ya que por ejemplo en 1875 se suprimieron las matemáticas y la filosofía, o sea dos de las materias más universales, fundamentales e importantes. Más tarde, como me dicen, se añadieron de nuevo algunas asignaturas, pero de una universidad propiamente dicha no se puede hablar. Por lo demás, también en Caracas la Facultad de Filosofía es la más floja”. (pp.17-19) ] 277 [


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LEONTINE RONCAJOLO Francia, s. XIX

Leontine RONCAJOLO. Recuerdos (prosa). Trad. y notas de Marisa Vannini de Gerulewicz. Maracaibo: Universidad del Zulia. Facultad de Humanidades, 1968.

El más notorio valor de la obra que presentamos en versión española, es su descripción de algunas regiones de Venezuela, vistas a finales del siglo pasado, con sus costumbres, sus particularidades, sus medios de transporte, casi primitivos para nosotros […] Su veracidad, su leal franqueza, su esfuerzo por la exactitud, son otros méritos de nuestra escritora Marisa Vannini de Gerulewicz

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La Ceiba se compone de algunas casas construidas al borde del agua y sombreadas por árboles inmensos denominados “ceibos”, cuyas flores magníficas sirven de alimento a innumerables monos y papagayos. Un primo de mi marido tuvo la amabilidad de alistar para nuestro arribo unas mulas ensilladas que nos llevarían a Mérida a través de senderos pomposamente designados con el nombre de “Camino Real”. (p.75) Los españoles que llegaban al país para dominarlo buscaban siempre subir rápidamente por senderos apenas asequibles a hombres y bestias, a fin de descubrir inmediatamente grandes espacios. Penetraban con más seguridad en una región cuando la habían explorado desde un punto elevado. Ante lo desconocido, se veían obligados a tomar precauciones para avanzar dentro del país que invadían. Pero hoy día ya no hay ninguna razón para que Venezuela, que dispone de sumas considerables, no utilice una gran parte de sus recursos para abrir caminos y construir vías férreas a fin de multiplicar sus riquezas agrícolas, mineras y otras. Por el momento tenemos que tomar el camino de Los Conquistadores, esos admirables guerreros que subyugaron mundos. (p.79) Después de vadear repetidas veces el Motatán, llegamos a Timotes y luego a Chachopo, de donde saldríamos por la mañana para franquear el Páramo de Mucuchíes que tiene 4.000 metros de altitud y frecuentemente se halla cubierto de nieve. Desde el día anterior no veíamos vegetación tropical sino en las hondonadas. En el lugar donde nos encontrábamos ya no hay ni traza de ella. El trigo, la cebada, la avena, la papa, el durazno y la manzana han reemplazado a la caña de azúcar, el café, el cacao, el cambur, etc. Los ] 279 [


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animales tienen un vellón más largo y más grueso, y su constitución les permite trepar con facilidad por las cimas. A estas alturas no se alimenta sino con hierba corta y tupida que parece haber sido cortada al ras por los vientos. Las casas son bajas y sus aberturas lo más pequeñas posible. Los habitantes, todos de raza indígena, se cubren con una pieza cuadrada de lana hilada y tejida por ellos mismos, que tiene en el medio una hendidura por la cual pasan la cabeza. Aparte de esto usan pantalones cortos de la misma tela, un sombrero de fieltro y sandalias. Llevan su carga sobre la espalda mediante una tira de cuero que se pasan por la frente. Así, con pesados fardos suben y bajan las montañas, cuyas pronunciadas rampas asombran al europeo. En efecto, esas pendientes son tan marcadas que a pesar del clima suave que convendría, bastarían para impedir la colonización de estas inmensas regiones. Nuestras bestias no se alimentaron debidamente puesto que no estaban habituadas a vivir al aire libre en un lugar tan elevado, ni comían paja. Nosotros mismos pasamos una muy mala noche pues nuestra cama estaba hecha de una piel de res estirada sobre un marco de madera y repugnantes insectos nos devoraban; por eso partimos lo más pronto posible. Lentamente, sin darnos prisa, seguimos subiendo para pasar al otro lado del Páramo de Mucuchíes. Gradualmente la vegetación se hace más escasa y desaparece. Pasamos El Almorzadero, llamado así porque con frecuencia se almuerza allí antes de subir el último escalón que conduce a la cúspide de las montañas. Del lado norte los picos de 1.000 a 3.000 metros separados únicamente por los hilos plateados de las corrientes de agua que brotan de las cordilleras, se hunden y desaparecen. ] 280 [


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Finalmente, alcanzamos la cúspide de la cadena montañosa y tocamos la cruz clavada sobre uno de los puntos de nuestro globo más cercanos al cielo. Antes de bajar hacia el sur, hacemos una pausa pues queremos admirar durante el mayor tiempo posible este maravilloso panorama iluminado por un sol radiante, esta inmensidad donde se pierde la mirada. Por mi parte, con el corazón alegre y complacido, di gracias a Dios por haberme permitido disfrutar de tanto esplendor. Luego comenzamos el descenso. Del lado sur no se domina una extensión tan vasta porque al oeste surgen picos muy elevados llamados Picachos del Páramo de Mucuchíes, cubiertos parcialmente de nieve, y al este el Páramo de Santo Domingo y la Sierra Nevada de 4.600 metros de altitud. Durante todo este tiempo el cielo se encontraba límpido y yo no me cansaba de contemplar el grandioso espectáculo. Pasamos por Barro Negro, la primera casa que se encuentra al descender y que sirve de albergue; luego Piedra Gorda, donde nos detenemos, San Rafael, Mucuchíes y llegamos al molino de Cenicero, casa de unos parientes de mi marido, quienes nos hicieron un recibimiento tan bueno y tan franco, que acepté con gran placer la amable invitación de quedarnos allí un día. Al siguiente nos despedimos de nuestros excelentes anfitriones y después de ocho horas de camino interrumpido por un lado en el molino de Escagüey, finalmente estamos en Mérida. (pp. 80-83)

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MERIDA La meseta sobre la cual está contruida la ciudad de Mérida limita por el este y el oeste con el río Mucujún y con el Albarregas. Por la ruta que nosotros seguíamos, es necesario cruzar el río Mucujún a vado o por el puente cuando éste es transitable. Mérida se halla a 1.700 m de altitud, su temperatura media es de 16 grados centígrados y su población de 12.000 habitantes. Es sede de un obispado y de una universidad que ha dado hombres notables, en la cual la enseñanza es impartida por profesores de mucho mérito, sabiduría y patriotismo. Todas las clases sociales siguen los estudios asiduamente. La ciudad está dividida en manzanas de unos ochenta metros de largo. Todas las casas tienen uno o dos patios y grandes cuartos. Pocas son las de dos pisos, pues los techos son demasiados pesados para muros de tierra comprimida. Además, es prudente evitar las construcciones elevadas en un sitio donde los temblores de tierra son tan frecuentes que ya han destruido varias veces la ciudad y causando desgracias irreparables. Las inmediaciones son muy pintorescas. En especial al bajar hacia la pequeña ciudad de Ejido, se encuentran lugares de notable belleza que domina, siempre al fondo, la línea azul de la Sierra Nevada. Los habitantes de la región, propietarios de ricas y bellas plantaciones de café y caña de azúcar, disfrutan de toda la comodidad deseable y a pesar de la lejanía y las dificultades de transporte para llegar al puerto del embarque, son muy pocas las familias que no han viajado varias veces a Estados Unidos o Europa. Aunque por la escasez de vías de comunicación Méri] 282 [


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da se halla privada de las distracciones públicas que tiene en Europa una ciudad de su importancia, las altas clases sociales conocen, por haberlos disfrutado en Europa, los placeres inteligentes de las gentes instruidas. Saben apreciar muy bien estos placeres y no son insensibles al atractivo de las ciencias y de las artes. Puede ser que en su tierra la vida sea poco variada, pero no por esto deja de ser muy agradable gracias a la bondad y encanto de los habitantes. Yo quisiera mencionar aquí muchos nombres, pero tendría que citar a todo el mundo; de todos, ya sean ricos o pobres, sólo podría decir buenas cosas. Permítaseme sin embargo, evocar con emoción a mi amiga, la Sra. Obdulia Picón, a quien la fiebre amarilla se llevó a su regreso de Europa después de haberle arrebatado una hija en Curazao. ¡Qué bondad y qué corazón tenía esta excelente mujer llamada por Dios tan prematuramente! (pp.87-89)

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ALFREDO JAHN 1867-1940

Alfredo JAHN. El deshielo de la Sierra Nevada y sus causas. En: Cultura venezolana (Caracas) (110): 1931

Infatigable y concienzudo observador, de vasto talento y de entrañable amor a las ciencias físicas y naturales, no despreció un solo momento de su meritoria vida para dedicarlos espontáneamente al estudio y exploración de la infinidad de ramas del saber humano y durante la cual recopiló enorme material de observaciones y datos, que le valieron para sus doctas leyes y conclusiones que aparecen en su selecta y vasta obra bibliográfica. Eduardo Röhl

Perteneció el doctor Jahn a numerosos Centros científicos del Exterior; y murió presidiendo la Academia de Ciencias Naturales de Caracas. Su planta infatigable de viajero científico dejó hondas huellas en las selvas del Amazonas y del Orinoco y en los abruptos ventisqueros andinos. Y sus observaciones de glaciología lo confirman como el creador de esta rama de las ciencias físicas en el país. Emilio Menotti Spósito ] 284 [


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Hasta hace pocos años podíamos afirmar que la Sierra Nevada, que se levanta al Sur de Mérida, ostentaba cinco cumbres o picos todo el año nevado y teníamos otra pequeña Sierra Nevada llamada de Santo Domingo, frente a la cumbre del camino real de Barinas, cerca del vecindario de Apartaderos. La acción destructiva de prolongadas sequías con insolaciones, consecuencial y proporcionalmente dilatadas, han venido cambiando el aspecto de aquella región alpina de nuestros Andes. Hace cosa de un cuarto de siglo que la Sierra de Santo Domingo dejó de merecer el título de Sierra Nevada, al menos en el concepto con que este nombre se aplica a las montañas cubiertas de nieve perpetua, y en cuanto a la de Mérida, la Sierra, que fue orgullo de sus antiguos moradores y que todavía nosotros alcanzamos a admirar con cinco picos siempre nevados, aunque en algunos ya muy reducida su cubierta nívea, sólo conserva hoy tres picos o cimas principales cubiertas de hielo y nieve persistente; el pico Columna con su cima de 5.002 metros, que es la mayor altura de toda la República, y gracias a la iniciativa de nuestro ilustrado compatriota el Doctor Miguel Febres Cordero, ostenta hoy el nombre glorioso de Bolívar; el Pico de la Concha con su cima La Garza de 4.922 metros que le sucede al Noreste y luego el macizo de La Corona, que termina en dos espléndidos picos gemelos, que en honor de los ilustres sabios que juntos iniciaron la exploración científica de Venezuela, hemos bautizado durante nuestra propia expedición de 1910 a 1912 con los nombres de Humboldt (4.942m.) y Bonpland (4.883m.). A estos agregábanse hasta hace poco los Picos de El Toro (4.755m.) y El León (4.750m.) que en estos últimos cinco años se han despojado definitivamente de su manto de ] 285 [


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nieve. La tradición de los campesinos y de los habitantes de la ciudad de Mérida nos habla de grandes nevadas de antaño y de la grandiosidad con que la Sierra ampliamente nevada, solía exhibirse en las mañanas claras. No escapó a la sagacidad de ellos que las condiciones y el aspecto de la Sierra venía sufriendo una lenta modificación y que año por año venía reduciéndose la superficie nevada y helada de las cumbres. La observación científica vino a corroborar esta aseveración del vulgo y nosotros mismos hemos podido comprobar un retroceso del rehielo de La Columna de 80 metros en el tiempo transcurrido de 1885 a 1910 y esta observación nuestra concuerda plenamente con las hechas por el geólogo Meyer en los Andes del Ecuador. El señor P.H.G. Bourgoin, ilustrado profesor de botánica de la Universidad meridense, ya difunto, y a quien se deben las primeras observaciones de carácter científico, ascendió en febrero de 1868 a la cima oriental de El Toro (4.672 m.) y en el relato de su excursión, que corre inserto en el número 5 de la Revista “Vargasia”, leemos: “Teníamos a la vista inmensas masas de hielo, cuyo espesor calculamos en algunos puntos en que habían grietas en ocho, doce y hasta diez y seis metros”.* El punto a que se refiere Bourgoin se halla en las cabeceras de la cañada del Alto, por encima del camino que condice a la aldea de Los Nevados, y fue visitado por nosotros en mayo y diciembre de 1910, no hallando allí remanente alguno del hielo descrito por Bourgoin. Incuestionablemente que el hielo observado en aquella época era un residuo del glaciar que en período glacial llenaba las * Vargasia, Boletín de la Sociedad de Ciencias Físicas y naturales de Caracas. Tomo I. 1868-1869

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depresiones meridionales y orientales de El Toro y ya hemos visto cómo aquellas masas, que aún eran formidables en 1868, han desaparecido completamente en el corto espacio de cuarenta y dos años. Nuestras propias observaciones hechas en las cumbres de la Sierra Nevada en marzo de 1915, revelaron una sensible reducción en la parte superior del rehielo (Firn), al compararlas con las que habíamos anotado en el mes de diciembre de 1910 y en los de enero, febrero y marzo de 1911 y según las fotografías y descripciones que a la vista tenemos, del doctor Enrique Bourgoin, nieto del citado profesor de Botánica, quien junto con un grupo de emprendedores jóvenes merideños, acaba de realizar la ascensión al Pico Bolívar, del tiempo de nuestra última ascensión acá ha desaparecido la escasa nieve que guardaban El Toro y El León, en sus nichos septentrionales y ha debido sufrir grandes estragos la coraza de rehielo de los demás picos (pp.5-7). Es cierto que los últimos años se ha notado una notable sequía en todo el hemisferio occidental, sequía que especialmente en Venezuela se ha hecho sentir de un modo alarmante, pero no es menos cierto que el incremento de la agricultura ha debido favorecer este proceso. Los desmontes inherentes a nuestra labor agrícola han convertido en eriales muchas tierras antes feraces del centro de Venezuela, como que han producido una notable disminución de las aguas corrientes, disminución que ha venido acentuándose año tras año. En los Andes todavía no se ha hecho sentir esta escasez porque sus fuentes son muy abundantes y porque es todavía muy favorable a su conservación la proporción que existe entre las tierras vírgenes y las que el brazo del hombre ha conquistado y pues] 287 [


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to a su servicio. No obstante esta favorable circunstancia, también allí los desmontes han debido favorecer el lento decrecimiento del porcentaje de humedad atmosférica, ocasionado por causas extraterrestres, y producir en definitiva un desequilibrio en los factores climatéricos, a cuyo cargo corre la conservación de la nieve de nuestras cumbres, lo que en términos de economía equivale a establecer menor producción y mayor consumo. El deshielo que se observa en la Sierra Nevada de Mérida es, pues, un fenómeno general que viene notándose en toda la cordillera de los Andes desde el Perú, Ecuador y Colombia hasta Venezuela y obedece a causas cósmicas y telúricas que determinan periódicas oscilaciones climatéricas. Hay fundamentos para presumir que después del actual período de retroceso volverán los hielos, dentro de cien o más siglos, a invadir los campos parameños que el hombre de hoy dedica al cultivo de trigo y al pastaje de sus rebaños. Los hombres no podrán torcer el rumbo de estas leyes inmutables de la naturaleza, pero sí deben ejercer su actividad sin con ella aumentar las adversas condiciones meteorológicas dentro del corto período de su propia existencia. (pp.14-15). Caracas: marzo de 1931.

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JULIO CÉSAR SALAS Mérida, 1870-1933

Julio César SALAS. Etnografía de Venezuela (Estados Mérida, Trujillo y Táchira). Los aborígenes de la Cordillera de Los Andes. Pról. del Dr. J. L. Salcedo Bastardo. Mérida: Universidad de Los Andes, Fac. de Humanidades y Educación, 1956

Los trabajos de Salas versan sobre botánica y agricultura, plantas medicinales americanas, plantas indígenas, economía, cultos indígenas, etnografía americana, viajes, fotografías de objetos indígenas, conquistas y colonia, prodromos de la independencia, legislación, lingüística, etnología, toponimia indígena, sociología, historia y literatura, todo un mundo que señala su curiosidad intelectual y científica, su capacidad de investigación y deseo de saber. Fue un laborioso incansable y apasionado. José Nucete Sardi ] 289 [


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CULTO QUE LOS INDIOS DE MERIDA TRIBUTABAN A LAS LAGUNAS Hemos dicho que los indios de la cordillera de Mérida rendían culto a las lagunas, al hablar de los sacrificios humanos que los Mucuúnes de Lagunillas, hacían en honor a la deidad tutelar de su laguna. Multitud de consejas de remoto origen se nos ha referido por los descendientes de las tribus aborígenes de estas comarcas, debido a la atención que siempre les prestamos en las ocasiones habidas para quien como nosotros hemos sido agricultores más de treinta años en los términos de las mismas tribus antiguas. Sorprendente analogía se encuentra entre estas consejas populares y los viejos mitos de las naciones más adelantadas de la América precolombina: al igual de los chibchas, ingas, mayas, achaguas, aztecas y otras gentes, creían los mucus que había habido un diluvio que ahogó toda la gente; volviéndose a repoblar el mundo, según los ingas por Manco Capac y Mama Oello, que salieron del lago de Titicaca. Semejante tradición tenían los Mucus, para quienes de la laguna de Santo Domingo salieron un hombre y una mujer con un cántaro, y en larga peregrinación por toda la Cordillera de los Andes fueron dejando algunas gotas de agua de que se originaron lagunas, que al llegar a Lagunillas, sitio que escogieron para fundar su raza, el cántaro se rompió y ellos desaparecieron dejando la población y la laguna más grande. Los taínos de Haití, según lo oyó el padre Román Pane de boca de los indios, se creían descendientes de Jaya e Itiva, quienes también con un cántaro o calabaza provocaron un diluvio, originándose el mar y dando nacimiento a los primeros hombres. Catana manoa significaba para los achaguas una lagu] 290 [


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na grande o el diluvio universal; de la primera contaban maravillas y fue origen tal vez del mito del Dorado. Sábese por los cronistas que los muiscas decían que una gran inundación había cubierto en tiempos remotos la sabana de Bogotá y que habiendo perecido todos los hombres, una pareja humana había salido del lago de guatabita y vuelto a poblar el mundo; por tal causa rendían especial culto a los lagos de su territorio y consideraban sagrado el ya dicho, erigiéndolo santuario y celebrando en cierta época del año la ceremonia del cacique que se cubría con polvo de oro y se sumergía en sus aguas; origen más probable del mito del Dorado, del cual fue mera leyenda desfigurada la creencia de la Manoa de los achaguas. Acerca de este sitio de maravillosa riqueza, donde se hallaba un encanto u hombre de oro, con patos y animales del mismo metal, múcuras y pailas, hemos oído en la boca de los descendientes de los indios de Jají, que en la cascadas que forman el río González, existe este lugar recóndito, que algunos han entrevisto en lo más áspero e inaccesible de aquellas gigantescas rocas, por donde se despeña el río y corre dando saltos por entre el tupido y secular bosque de belleza salvaje, donde se contempla y mora el airón de plumas verdes, azules y tornasoladas, semejante al quetzal azteca. Las leyendas y sedimento de las antiguas teogonías aborígenes se conservan aún en los descendientes de las tribus mucus, católicos ostensiblemente, pero viejos y empedernidos idólatras, prestos siempre a la supersticiosa creencia en lo sobrenatural y milagroso, en sus mojanes que aún los curan con soplos y chupadas y en el misterio de las profundas y tranquilas aguas de las lagunas de los páramos andinos, como esta de Santo Domingo, por cuya ] 291 [


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orilla va el camino de Mucuchíes a Barinas, de claras, frías y cristalinas linfas, según los indios, cuando quedamente se pasa cerca de esa mansión de seres sobrenaturales, que si se irritan harían llover, tronar y ventiscar hasta perderse el viajero imprudente entre las cañadas cubiertas de nieve. De las creencias de los Mucus participaban los Cuicas, grandes idólatras, cuyos santuarios eran tan numerosos que en 2 de junio de 1608, escribe el obispo de Venezuela al rey de España, a propósito de la visita que acababa de efectuar, “que personalmente había quemado hasta esa fecha 1114 santuarios, casas e ídolos, sin más otros 400 que por mi instrucción se quemaron… No me ha valido un real cosa destas, porque si los indios vieran que me aprovechaba algo de sus ofrendas no hubieran dado ni declarado sus ídolos…” Difícil fue quitar a los Mucus y Cuicas sus idolatrías; hemos visto ya la ordenanza hecha por don Diego de Baños en 1656 para que se impida que los indios de la provincia de Mérida practiquen sus ritos antiguos religiosos, cantos y bailes y prácticas que sus mojanes; varios procesos por mohanería de que existe aún los expedientes, muestra que se luchó con poco fruto, pues los sacerdotes o mojanes continuaron sus ceremonias. En 1654 a petición del padre Agustín Durán de la Parra se condenó a seis años de trabajos forzados en las fortificaciones de Gibraltar, al indio Don Francisco, cacique de Mucuño o Acequies, encomienda de Don Alonso de Mesa y a un indio Pedro encomendado de Don Francisco de Uzcátegui, vecinos de Mérida, por atribuírseles a los reos que con soplos, hierbas y chupones habían muerto a otros indios o les habían hecho mojanazo, provocándoles cámaras de sangre de que habían muerto, y aunque en el curso del ] 292 [


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juicio un señor Benavente Castro probó que la disentería era epidemia general, por poco, además de la condena, se libraron los mojanes de ser puestos en tormento para que confesasen. En 17 de julio de 1712, el padre Licenciado Francisco de Tolosa, cura doctrinero de la parroquia de Santa Ana de Trujillo, en cumplimiento de órdenes del obispo de Venezuela Fr. Francisco de Rincón en su visita respecto de los restos o descendientes de las tribus indígenas Cuicas y Mucus, pues no obstante 200 años de evangelización interesada, sus viejos cultos e idolatrías está aún latentes y reviven en su propensión a seguir aceptando las charlatanerías de los que les prometen alterar en su favor por medio de rogativas las leyes de la naturaleza para que llueva sobre sus sembrados, fomentando también cultos idolátricos como el de la mano Poderosa, ídolo que durante algunos años fue venerado en el pueblecito de Tabay, cerca de Mérida. Los mojanes aún realizan curaciones entre los indios de estas comarcas, chupando los enfermos a la moda antigua y entre los campesinos a veces se oyen expresiones que son sedimentos persistentes de las teogonías aborígenes: “Cogido del Arco” indica en nuestros campos que un individuo tiene úlceras en las piernas, sarna o infección que atribuyen los campesinos a la influencia maléfica del arco iris, como sus ancestrales los Mucus, en cuya teogonía eran deidades el sol, la luna, los fenómenos naturales, los montes, lagunas, las serpientes, etc. Panteístas por excelencia, como hemos dicho, toda la naturaleza tenía para los indios alma; por eso los Mucus, agricultores apasionados, necesitaban y necesitan aun que llueva de manera sobrenatural, para que germine y crez] 293 [


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can las plantas de sus sembrados, pero veneran también las profundas y misteriosas aguas de las lagunas, que se hallan en los solitarios páramos andinos, al pie de los glaciares en pleno trópico, cuya cristalina linfa tantas veces retrata la interrogante y asombrada imagen del campesino, cuando el iris rutilante colora el ancha comba se resuelva en calientes gotas, que cree le producirán úlceras, aunque murmure: “cuando llueve y hace sol son las gracias del Señor”. (pp. 78-81).

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SAMUEL DARIO MALDONADO Ureña, 1870-1925

Samuel Darío MALDONADO. Ensayos. Caracas: Ministerio de Educación, 1970; (Obras de S. D. Maldonado)

Samuel Darío Maldonado representa una cohorte de venezolanos combatientes, esperanzados, estudiosos, que se prepararon para atender a su responsabilidad histórica, y que, aun cuando frustrados sus esfuerzos, revelan la voluntad de ordenar nuestras grandes fuerzas telúricas y sociales, hacia la ansiada meta de la sociedad justa, de la sociedad satisfecha, de la sociedad humana humanizada. Carlos Miguel Lollet ] 295 [


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Permanecíamos en silencio como a menos de media cuadra encima del gran bloque de nieve, que por su forma lo denominaron Toro, antes de los grandes deshielos que lo han disminuido y que lo harán desaparecer según vienen observando desde hace muchos años los emeritenses habitantes. En nuestro punto de vista y en rededor asombra la formación de traquita por el desorden y el agrietamiento: puede decirse que no hay piedra que no esté quebrada, rota, hecha pedazos. La geología explica el fenómeno por el exceso de presiones internas. Por tres veces vi a Mérida al desvanecerse la niebla, los contornos hermosos, la orla de ríos; y dirigiendo los ojos por la hondura del Chama el pueblecito de Tabay. Todas las montañas occidentales se esfuman en lejanías brumadoras. Hacia el orto, en las vastas llanuras del Apure, los vapores atmosféricos ascendiendo al cielo como inmensas humaredas. Eran las once, la fatiga llegaba al máximum y al cabo, no embargante la morbosa anhelación se nos ocurría dejar una prueba de nuestros efímeros pasos por aquella cúspide sublime. Alguien de los antecesores en la jornada que acabábamos de realizar clavó una bandera roja; el doctor Julio C. Salas batió el pabellón de nuestras glorias y nosotros abandonamos uno por lamentable olvido. Tan sólo se le dio al baquiano un pañuelo escarlata que colocó amarrado a una piedra sobre un picacho, y para que el viento no le ocultara moviéndose de los lados, le mandamos que lo rodeara de un montón de fragmentos de laja. Yo también levanté y puse uno en la que apoyaba mis espaldas. Estos son los únicos testimonios sólidos que tal vez perduren. Como la bruma a cada instante se espesaba y se nos hacía insoportable, llamamos a Contreras que distaba al] 296 [


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gunos veinte pasos de nosotros, extenuado por el mal de páramo, para que contemplase el panorama y darle remate a la empresa. Al escuchar su negativa tomé unas piedras para echarme en la faltriquera, el reloj nos mostraba que todo aquello no había sido sino 15 minutos, y sin embargo por la angustia respiratoria me parecieron siglos. En el fondo del alma, por una de esas amargas antítesis de la vida, no sentía el deseo premioso de separarme, pero el organismo doliente anhelaba libertarse de aquella azarosa situación. Por lo alto de la serranía de los Conejos que se enmarcaba en lontananza, divisé una faja azul: era el lago de Maracaibo; por encima de las montañas del Oriente la extensión infinita de los Llanos. El espíritu se despedía con mudo adiós. En mi siempre habla un himno de admiración a lo grande, lo bello y lo extraño, y habló el himno y emprendí mi descenso taciturno.

*** Al paciente y curioso lector que me haya seguido, le ahorro las peripecias y detalles del regreso y añado en resumen: que a las ocho de la noche del 21 de julio estuvimos en la Metrópoli de las Sierras Nevadas, dando efusivas gracias a la suerte, como hoy lo hago a los bondadosos amigos doctores Tulio Febres Cordero y Julio C. Salas, y señores Antonio Braschi y Salomón Briceño, que suministraron datos para estos apuntes. Mérida, julio 30 de 1904. (pp. 300-301)

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JULIO SARDI

Mérida, 1882 - Río de Janeiro, 1961

SARDI, Julio. Páginas olvidadas. Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela, 1962.

Reflexivo, grave, Julio Sardi ha amoldado su espíritu a Mérida, sacándole lo mucho que ésta puede dar al pensador. Mario Briceño-Iragorry ] 298 [


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MERIDA Alma arcaica es el alma de la vieja ciudad silenciosa, suspendida entre las grises vértebras de Los Andes como el último refugio de aquel espíritu caballeresco que un día pasó por la historia, entre una resonante floresta de lanzas, al empuje de los caballos conquistadores. Lejana, encastillada en su desdeñosa indiferencia de vetusta ciudad teológica, cerradas sus puertas a ese soplo demoledor que va anunciando por el mundo el triunfo de la Nueva Idea, y puestos los ojos en el Pasado, dilatando sus júbilos seniles en un largo ensueño de Tradición y de Oración, vive su tediosa vida claustral la urbe brumosa de los Caballeros de Santiago. Y el aislamiento casi monástico en que alienta, no es sino el orgullo melancólico de quien ha visto irse ya para siempre los rancios tiempos en que la sangre y el hierro decían la soberbia de sus tercios de presa, la soberbia brutal y magnífica de sus tercios de presa y aventura. Y el indio de las alturas nevadas, sañudo en la infinita tristeza del vencimiento de su raza y de sus dioses, la mira desde la soledad de sus riscos con aquel mismo temor supersticioso con que en los lejanos días del principio la viera su abuelo despojado: la mira con el rencor atávico con que la tribu extinta la viera crecer y hacerse fuerte, defendida por las serpientes cristalinas de sus ríos. La mira y la odia porque es la violadora. La mira y la teme porque es la vencedora. Contemplando el lento vuelo circular de las águilas, que fingen sobre el oro y la púrpura intensa de sus crepúsculos una heráldica oportuna, alza la decoración de sus torres y sus muros, que evocan entre las fantasmagorías de la bruma la grandeza de un ensueño feudal. ] 299 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

En el culto hermético que tu corazón rinde a los tiempos muertos, todavía sueñas, oh, silenciosa ciudad señorial, todavía sueñas en el doble triunfo de la Cruz y de la Espada. Todavía rezas, y bajo el soplo glacial de tus páramos, parece que esperas el día en que vuelva a fulgurar sobre tus Catedrales y tus Conventos la cruz de una mohosa tizona aventurera, resucitadora de olvidadas empresas de Sangre, de Entusiasmo y de Fé. Taciturna y desdeñosa, taciturna y solitaria, yo te amo, vieja cuna mía, te amo en la gloria de tu leyenda, en tu romántica gloria de reina-mendiga, coronada, (todavía!) por el supremo orgullo de tus águilas. (pp. 149-150)

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LEONARD VICTOR DALTON Inglaterra, 1887-1914

Leonard V. DALTON. Venezuela. Trad. de Ángel Raúl Villasana. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1966.

Para entender el país en las primeras décadas de la actual centuria, útil es la lectura de una obra titulada “Venezuela”, que el geólogo inglés Leonard Dalton (1887-1914), publicó en Londres en 1912. En este libro, de dieciocho capítulos, se recogen agudas observaciones sobre la historia, la economía, la flora, la fauna, la cultura aborigen, la formación geológica del territorio y la vida política en general. […] Pero los males de Venezuela -en opinión de Dalton- se debían “a una clase político-militar, cuyo único sistema para llegar al poder, y mantenerse en él, ha sido el de la fuerza; sin embargo, una vez instalados en el Gobierno, los miembros de dicho clan sólo se han preocupado por acumular riquezas y autoridad para sí mismos, desentendiéndose de los deberes fundamentales para los cuales han sido electos (en teoría), por el pueblo”. Idelfonso Leal ] 301 [


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

Mérida es, por excelencia, el estado montañoso de Venezuela. Entre sus fronteras se encuentran los picos más elevados y los valles más cálidos de todo el país. Dotado de tan gran variedad de climas, es lógico esperar que en la región se cultive una amplia gama de productos, pero los malos caminos y el alto costo del transporte que ello ocasiona han sido la causa de que la comarca permanezca, en su mayor parte, sin desarrollar. La capital se fundó en 1542(sic) bajo la luenga denominación de Santiago de los Caballeros de Mérida, y desde entonces ha sido la sede del obispado de los Andes. Por cierto que, al tener conocimiento de que un repartidor de escritos religiosos estaba vendiendo Biblias protestantes, el enérgico ocupante de la sede procedió inmediatamente a excomulgarlo junto con todos aquellos que habían adquirido los libros prohibidos; tan excesivo celo, sin embargo, sólo parece haber contribuido a que se intensifique todavía más la indiferencia del sector masculino de la población ante cualquier tipo de religión oficial. Mérida está edificada sobre una meseta, como La Grita, entre los ríos Mucujún y Chama. Al oriente se destacan las blancas cimas de la Sierra Nevada, mientras que hacia el lado oeste, la ciudad aparece rodeada por otra serranía de menor altura, pero igualmente escarpada. Se dice que la nieve de la sierra se ha estado retirando en los últimos años, pero todavía se ven -alrededor de las cumbres- glaciares y zonas de nieve perpetua, y la línea donde ésta comienza queda actualmente a unos 15.000 pies de altura. Mérida ha sufrido frecuentemente graves daños como resultado de los terremotos, pero se ha puesto particular diligencia en sustituir con nuevas construcciones las que fueron destruidas. Debido en parte, probablemente, ] 302 [


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a la humedad característica de la atmósfera en el valle, la ciudad tiene hasta cierto punto el aspecto de una ciudad desierta, con sus calles cubiertas de yerba, aunque cuenta con telares que procesan algodón y lana, y es un mercado central importante para el café, el trigo y el azúcar que se produce en las cercanías. El torrente del Chama, que se encuentra más arriba de Mérida es aprovechado para generar energía hidráulica destinada al alumbrado eléctrico de la ciudad. Las turbinas llegaron por el camino montañoso que sube desde La Ceiba, después de sortear toda suerte de dificultades y a un costo elevadísimo. El recorrido exigió casi un año. Ahora bien, en vista del espíritu de decisión que caracterizó semejante empresa, es de lamentarse que los resultados hayan sido tan poco satisfactorios. Las calles se ven cruzadas de cables, provistos cada uno de tres o cuatro bombillos, a intervalos regulares, y ello debería bastar para disfrutar de un alumbrado eficiente, que en realidad no existe, pues el número de lámparas supera con creces la capacidad del actual sistema de turbinas, que es muy inferior a la energía hidráulica que pudiera generarse. Como resultado de todo ello, y aún cuando en los hogares esté instalado el alumbrado eléctrico, se hace necesario recurrir a la luz casera de la vela para leer o escribir después del anochecer. Actualmente una de las principales necesidades de Mérida es un buen camino carretero que la ponga en comunicación con el lago, a través del cual tienen que viajar hacia el mar todos los productos regionales. Hace muchos años se concibió el proyecto de construir una vía férrea a lo largo del valle del Chama, que llegara hasta Santa Bárbara en el río Escalante, pero probablemente las dificultades ] 303 [


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que presentó -desde el punto de vista de la ingeniería- el cruce de los desfiladeros, han impedido llevar a la práctica dicho plan. Otro proyecto, que no ha merecido la atención debida, se concretaba a un ferrocarril que seguiría en sentido ascendente el curso del Mucujún, continuando hasta Bobures -situado a las orillas del lago- después de cruzar el paso del ramal exterior de la cordillera. Este plan parece muy factible, aunque hoy es quizás más aconsejable la construcción de una carretera, la cual cubriría satisfactoriamente los requerimientos locales. Periódicamente circulan noticias acerca de la existencia de yacimientos mineros en la Sierra Nevada, pero las que pueden darse por auténticas son las referencias a las minas de oro y plata en las cercanías de Estanques, en la ruta principal que baja a la tierra llana; parece que tales yacimientos -al menos hasta donde pude averiguarlo- no han sido nunca explotados. Los principales recursos de la comarca se encuentran hoy en las fértiles tierras del Chama y en los valles tributarios. A unas siete millas de la capital el camino que desciende por el valle del Chama en dirección a Ejido, va atravesando plantaciones de café y de cacao, junto con tierras llanas sembradas de pastos. Después de Ejido el valle se va haciendo más estéril a medida que se acerca a Lagunillas, famosa por su lago mineral, que contiene grandes cantidades de urao. En las horas del amanecer resulta particularmente hermoso el panorama que se divisa entre dicha aldea y los picachos revestidos de nieve que se alzan en Mérida, pero el lugar muestra poco movimiento comercial. Deseo consignar un episodio bastante simpático que nos ocurrió cerca de Lagunillas, y que revela la índole hospitalaria de los andinos. Al pasar por una abacería del camino (desprovista de artículos) ] 304 [


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preguntamos si podrían vendernos algunas naranjas de las que abundaban en el huerto de la casa. “Con mucho gusto”, dijo el dueño, y nos trajo sillas para que desmontáramos de nuestras cabalgaduras y descansáramos. Poco después nos ofrecieron una bandeja con naranjas picadas en trozos a manera de ensalada, plato muy apetecible en estos cálidos parajes. Al preguntarles el precio, nos contestaron. “nada, señores”, y nuestros benévolos anfitriones se negaron a aceptar ni un céntimo. Bien sabíamos que ellos no se hubieran comido tampoco dichas frutas, pero tal circunstancia no nos impedía apreciar su espíritu de hospitalidad. Dos o tres millas más allá de Lagunillas se encuentra uno de los peores sitios en la ruta de los Andes, a pesar de tratarse de la vía principal que desciende hacia el sur. Ante todo hay que bajar por una escabrosa cuesta de zigzag hasta llegar a un pintoresco puente de madera sobre el torrente del Chama, de donde se deriva el nombre de Puente Real dado al pequeño vecindario que ahí existe. No hace muchos años, tanto los viajeros como sus equipajes eran trasladados por sobre el río en una especie de boya-pantalón, mientras que las bestias cruzaban amarradas a una cuerda a través de la rápida corriente, y a menudo sólo después de penosos esfuerzos lograban llegar a la otra orilla, a bastante distancia río abajo. Por lo tanto, el puente actual significa cuando menos un adelanto si se compara con aquel sistema de transporte tan primitivo. La parte baja de este barranco, de laderas escarpadas y sin vegetación, es cálida y polvorienta. Después de andar una o dos millas se llega al extremo opuesto, y el camino comienza a subir por un acantilado casi vertical, estrechándose hasta convertirse en una simple vereda, a uno ] 305 [


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de cuyos costados se precipita el abismo, con el torrente allá en el fondo. La ruta continúa igual durante cuatro o cinco millas, y este tramo recibe su nombre en la parte más escabrosa del mismo -llamada Las Laderas-, situada justamente antes del sitio en que el río San Pablo afluye desde el sur. De aquí en adelante sigue aumentando la altura del camino sobre el río hasta que al fin se comienza a bajar hacia un valle lateral, descenso que se realiza en breve tiempo por una cuesta que es prácticamente una escalera formada por rocas sueltas, sostenidas con leños, mientras del lado del barranco éste llega perpendicularmente hasta el espumoso torrente que se precipita en la hondonada. Es un paraje bastante ingrato en los días de verano, y que resulta casi intransitable en tiempos de lluvia. Cuando ha terminado el descenso, el resto del camino continúa serpenteando antes de llegar a valles más despejados a orillas de otro despeñadero, y es suficientemente amplio -en términos generales, aunque no en todo momento- para que puedan pasar dos bestias a un tiempo. Mas allá de Estanques el valle comienza a angostarse hasta quedar convertido en un desfiladero, pero el camino va trepando por los cerros laterales, y al fin -después de pasar por una alfarería- desciende hasta el cálido valle de Mucutíes, sembrado de plantaciones de cacao. Luego de cruzar el río por un puente de curioso aspecto, se encuentra una bifurcación del camino; uno de los ramales sube por la cañada del Mucutíes hasta Tovar; y el otro, bajando por el valle del Chama hacia El Vigía, sigue hasta los llanos del Zulia. Tovar es el principal mercado local para los productos de plantaciones de cacao y café que existen en el valle y, algo más allá, Bailadores constituye el límite extremo ] 306 [


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inferior de los campos de trigo que dan a la meseta del barranco de Mucutíes cierta semejanza con el paisaje de un campo europeo en tiempos de cosecha. Al norte de Mérida, el Valle del Chama tiene algunas plantaciones de café, que el camino deja pronto tras de sí; y al llegar a Mucuchíes, que es el pueblo más elevado de Venezuela (10.000 pies), nos encontramos en una región donde se cultivan pastos y papas, pues incluso el trigo no se da en estas altitudes extremas. Por encima de Mucuchíes se ven diseminadas algunas cuantas casas, una de las cuales es una pequeña posada conocida como Los Apartaderos, y la cual constituye el mejor sitio de parada para asegurar un tranquilo cruce del paso al día siguiente, ya que los vientos no empiezan corrientemente a soplar sino a mitad del día. Estos pasos despejados a gran altura se conocen en Venezuela como páramos, palabra acerca de cuyo preciso significado parecen existir algunas dudas, aunque la definición de Humboldt (“son todos aquellos pasos a una altura superior a las 1.800-2.200 toesas sobre el nivel del mar y donde reina un tiempo crudo e inclemente”) abarca la aplicación actual del vocablo. El páramo de Mucuchíes o de Timotes, por el cual pasa la ruta principal entre Mérida y Trujillo, es el más alto de los Andes venezolanos, y la gran cruz de madera que se eleva en la cumbre está aproximadamente a 14.500 pies sobre el nivel del mar. En la estación lluviosa, y a causa de las densas masas de nubes que se agrupan sobre el paso, hay a menudo una nieve bastante densa, y ¡ay! del infortunado viajero cuya mula quede entonces ¡(em) paramada! El verbo que se deriva del nombre genérico dado a estos pasos situados a tan gran altura, se aplica frecuentemente en tono humorístico a cual] 307 [


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quier persona que se haya mojado el cuerpo y se sienta resfriada y con malestar. En Timotes, que es el primer pueblo situado en la parte septentrional del paso, comienzan a aparecer nuevamente las plantas tropicales, pero el valle está formado en su casi totalidad por potreros que se prolongan, cuando menos, hasta los límites con Trujillo. (pp. 155-160)

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HUMBERTO TEJERA

Mérida, 1890 – México, 1971

Humberto TEJERA. El centenario de la Universidad. En: Gaceta Universitaria. Edición extraordinaria. Órgano de la Universidad de los Andes. Mérida, setiembre 21 de 1910. Nº 17.

Fuera de su tesis doctoral, el más hermoso recuerdo que de él tenemos es su brillante descripción de los festejos centenarios de la Universidad en 1910, hecha por encargo del rector Parra Picón. Pedro Rincón Gutiérrez ] 309 [


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EL CENTENARIO DE LA UNIVERSIDAD El paseo de las flores El gaje floral de nuestra perpetua primavera fue paseado por las calles “Independencia” y “Bolívar”, partiendo del vasto edificio de la Universidad y regresando a él, en dos coches materialmente cubiertos de coronas. Uno de ellos conducía en trofeo las banderas de los colores académicos, el acta de Independencia de esta Provincia y la borla y Museta de la Medicina; y en el otro, exornado de una gran lira de flores, iba el decreto de la Junta Patriótica de Mérida, genésico de la Universidad, y la borla y toga de la Jurisprudencia. (p.186) Así, bajo los oros del sol, entre flores, arrullada por los graves sones de una marcha triunfal, comenzó la fiesta universitaria el día 20 de Setiembre. (p. 187)

El paseo de las luces En la noche de ese mismo día de vísperas, aprovechando un entreacto de la constante lluvia merideña, tuvo efecto la procesión de las cien antorchas, bajo la competente dirección de los jóvenes alumnos del segundo bienio de Ciencias Políticas. (p.187)

El Tedeum A las nueve de la mañana, el Rector y los otros miembros del personal universitario […] se dirigieron a la hermosa Iglesia Catedral de Mérida, para asistir al solemne Te-Deum, ofrecido por el Clero de la Diócesis como su cooperación en el Centenario. […] ] 310 [


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La siembra del árbol El ilustrado escritor doctor Tulio Febres Cordero […] declaró sembrado el árbol conmemorativo del Centenario, […] un níspero japonés, […] en el ángulo noroeste del patio principal del edificio. […]

La velada Sobre las ruinas de la antigua capilla del Seminario levantó el progresista Rector, doctor Caracciolo Parra, en los últimos años del siglo XIX, un Salón de sólida arquitectura, en cuya fachada que da frente a la calle trasversal “Vargas”, se irgue esbelta torre destinada a Observatorio Astronómico. […] Aquí es donde va a efectuarse el acto más solemne de la fiesta secular. […] A la izquierda está el retrato del Illmo. Fernández Milanés, autor de la solicitud a la Corte Española para que se erigiese la Universidad, y quien fue respondido célebremente: No conviene a la Corona que se ilustre a los americanos, molécula que resume todo el jugo inquisidor de la época. (pp.188-189) En seguida vino el desfile de las ofrendas […] La Facultad de CC. Eclesiásticas, representada acertadamente por el Doctor Antonio Justo Silva; la de CC. Políticas, por el Doctor José de Jesús Dávila; la de CC. Médicas, por el Doctor Adolfo Briceño Picón; la de CC. Filosóficas, por el Bachiller Emilio Maldonado; la de Farmacia, por el Doctor Gabriel Febres Cordero. (p. 191) PAZ AMERICANA!...hermosa conferencia que a seguidas leyó el Doctor Caracciolo Parra Pérez, joven y cultivado intelecto. (p. 193) El doctor Gonzalo Picón Febres fue el orador de orden. […] La oración del doctor Picón Febres será la piedra ] 311 [


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miliaria que señalará el punto en donde la Universidad se detuvo a contemplar la etapa vencida, y a tomar alientos para continuar su hado benefactor (p. 194)

Conclusiones La fiesta secular de la Universidad encarna una gloria pura. Y fue celebrada con toda cordial efusión, porque a su recuerdo no se une el remordimiento de los sacrificios inútiles; es la página de nuestra historia que mana luz en vez de sangre. Aquello fue la apoteosis de la Idea. (p.195) El centenario implica, pues, una sanción para la obra cumplida y un estímulo para el futuro enaltecimiento. Si, como parece, el país se agita en el sentido de presentar al cabo una fase más pulcra, entonces ha llegado el momento de enlazar la Instrucción con la suerte de la Patria, convenciéndose de que cuanto impulso se dé a la primera, habrá de traducirse en savia para la otra. La instrucción, únicamente, es la fuerza humana que nos hace creer posible la amable promesa del Levítico: “Entonces todas las espadas se convertirán en arados; destilarán miel los troncos de los árboles; reinará una paz general; y en el desarrollo de la inteligencia y la alegría, el lobo no comerá al cordero, el leopardo vivirá con el cabrito”. Y escuchemos a Renán, después de leer una de sus más inspiradas páginas: “Creed todo lo que antecede absurdo y quimérico, pero concededme que únicamente la ciencia puede dar al hombre las verdades vitales, sin las cuales no sería tolerable la vida ni posible la sociedad”. La instrucción superior, que sirve al ciudadano como de noviciado para los altos ministerios sociales, requiere especiales atenciones porque su influjo es inmediato en el ] 312 [


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movimiento de los intereses generales. Es de esperar, por tanto, que el Plantel evolucione, no tarde en razón directa de las modernas conquistas científicas, para llegar a ser el índice de instrucción de este pueblo andino, que tiene, a ejemplo de los paisajes nativos, el alma reconcentrada y alta, apta para las síntesis profundas. La Nación, al crear o fomentar estos establecimientos, cumple actos administrativos cuyo objeto es obtener profesionales para el desempeño de determinadas funciones públicas. Se establece y reglamenta, verbigracia, el estudio de las CC Políticas, porque el Estado necesita para el ejercicio regular de uno de los ramos del Poder, individuos versados en esa materia. No por simple filantropía deben sostenerse cátedras de Medicina, sino porque obligación del Gobierno es velar por la salubridad de los asociados, y ello es medio de perseguirla. Igual puede decirse de las Ciencias Exactas y de la Farmacia, estudios de utilidad práctica indiscutible. Esta ingerencia oficial en la instrucción tiene más oficial obligación de ser entre nosotros, que ni nos acercamos todavía a la meta del Derecho Constitucional en donde el individuo es mucho y el Gobierno es algo. Lo que dejo escrito es sabido, y sin embargo, necesario es insistir en el particular, a causa del profundo desprecio con que suele mirarse el asunto, desprecio entre cuyos fundamentos acaso pueda contarse el extravío que ha sufrido el criterio público al rozarse con más de un ejemplar de Ignorancia, portador a la vez de título académico. Y como carecería de objeto la explanación anterior sin extraerle los consecuentes, me atreveré a señalar, desde luego, algunas condiciones indispensables, a mi entender, para la mejora y sucesivo perfeccionamiento del Instituto. Primordial es una base económica que permita sostener ] 313 [


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decentemente el edificio, crear laboratorios, y que se avenga más con el decoro del Profesorado. Una reglamentación de los estudios que siga por Norte el fin práctico de cada carrera. Y, por último, relativas selecciones en los aspirantes a títulos, circunstancia ésta que contribuirá a destruir el vulgar criterio despectivo de que he hablado. No dudo que en el porvenir de la patria venezolana, la Universidad de los Andes ratificará con hermosos frutos cívicos su noble historial. Y porque eso creo, quiero ver en el 21 de setiembre celebrado, el primer día de una segunda jornada que deberá rendir en el seno del tiempo, santamente fatigada de su labor científica. (pp. 196-197)

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EMILIO MENOTTI SPOSITO Mérida, 1891-1951

Emilio Menotti SPOSITO. Obras selectas. Mérida: Biblioteca de Autores y Temas Merideños, (s.f)

Y quiero reconocerle y agradecerle ahora, querido Emilio, algo de lo que yo y todos los muchachos que comenzábamos a escribir en la Mérida de 1920 debemos a usted. No es tan sólo la cordialidad y el estímulo que usted como un hermano mayor repartía en sus libros, sus efusivas palabras, las colaboraciones que nos cedía para nuestros periodiquitos escolares y el hospitalario entusiasmo que encontrábamos junto a aquella ventana que mira al Albarregas. Es el ejemplo de algo más profundo como la inconformidad que usted sembró en nosotros; inconformidad que siente la vida y el Arte sin el optimismo de los tontos o de los demasiado llenos, sino como combate y aventura por algo mejor, como un proceso siempre abierto en que el hombre quiere inscribir -aunque le duela-, su peculiarismo y veraz testimonio. Mariano Picón Salas

ermino evocando a Emilio Menotti Spósito, como maestro, ejemplo para juventudes que tanto han menester de guías verídicos en esta orgía de falsedad y mentira entronizadas. El merece serlo, por su conciencia patriótica y cívica, y como trabajador moderno, orientado hacia las ciencias naturales, y hacia la única ciencia social positiva: la fraternidad con los que han hambre y sed de justicia. Es su mejor elogio. Humberto Tejera ] 315 [


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LOS RIOS Espléndido museo para los aficionados a la mineralogía la constituyen los dos ríos, Milla y Albarregas, que pasan unidos por la ciudad de Mérida. En el idioma de los primitivos habitantes de Chile, según el erudito Vicuña Mackena, la palabra milla significa oro; y Codazzi indica en su geografía que en las cabeceras de este río hay depósitos del celebrado metal. Cuarzos auríferos se han hallado, en algunas ocasiones, bajo las linfas cristalinas del manso arroyo, ferruginosas y limpias de todo mal. Son aguas campestres, sencillas, que algunas personas de la ciudad recogen a diario para el consumo de sus hogares, en las vivas fuentes de los Chorros, antes del bautizo sanitario del cloro y del alumbre, en el Acueducto; aguas para el baño de las ninfas de La Hechicera, templadas a toda hora por las caldas subterráneas de Vulcano. Albarregas y Milla, en un alarde de fraternal camaradería se abrazan para cruzar la heráldica ciudad. Ambos fueron bautizados con sonoros nombres hispanos que recuerda, el primero, los amables campos que fertiliza su homónimo español, en la vieja Extremadura de los Conquistadores. El capitán Alcedo le describe en su diccionario como “grande y caudaloso”, en cuyo seno se ceñían los sangrientos rubíes. El Milla debe su nombre a D. Juan de Milla, avecindado en aquellos lugares y, según entiendo, dueño de hornos de cal, de magníficos tejares y de luengos valles en las apartadas serranías de El Escorial. El Milla es el río de las ingenuas leyendas infantiles, que escuchamos en nuestros primeros años, al calor del rescoldo hogareño, en las frías tardes decembrinas. Los furtivos cazadores que solían arriesgarse en el corazón de ] 316 [


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las encendidas montañas del Milla, tras las pistas de conejos y venados, han visto deslizarse por entre los acantilados de las rocas, al rayar del alba o en los crepúsculos vespertinos, una gallina de oro macizo, seguida de sus áureos polluelos. También aseguran haber visto, y aún charlado con él, al barbudo y descomunal gigante, que cuida las sagradas calderas de los Chorros. Su habitación está en lo más abrupto del Monte Zerpa, en una gruta encantada, que nadie ha podido encontrar. Un sabio naturalista francés, el doctor Bourgoin, que hizo de Mérida su segunda patria, en una de sus excursiones botánicas se halló de pronto, sin poderlo evitar, con el viejo vestigio de los Chorros. Bourgoin cargaba una magnífica escopeta de dos cañones y, lleno de miedo y de sorpresa, apuntó con ella hacia la boca abierta del gigante: - ¿Qué llevas, muchacho? - Un tabaco. ¿Te gusta fumar? - Algunas veces. Dame una chupadita. Bourgoin descargó las dos balas en la abierta bocaza del espectro. Se oye una interjección espantosa, como el fragor de una centella. El francés corría a todo escape, salvando los agudos filos de las salientes rocas. Y a sus espaldas, entre salivazos de fuego, murmuraba el gigante: - Qué tabaco tan fuerte me ha brindado el musiú.

*** Por el pie de la Sierra, al Sur-Oeste, corre el torrentoso Chama, que nace en el páramo de Mucuchíes, donde lo he ] 317 [


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visto serpentear en un fino hilo argentado, por entre las raíces de los frailejones. Al Nordeste de la ciudad se arrastra el impetuoso Mucujún. Nace en la sierra alpina del Pan de Azúcar y su lecho de halla esmaltado por pulidas rocas de granito, propias para asentar, con la permanencia de los siglos, las glorias postreras de los héroes. Y he aquí que por curiosa analogía, los cuatro ríos que bañan a Mérida tienen nombres españoles, asiáticos e indígenas, las tres grandes razas que en el crisol de los tiempos fusionaron sus templados metales étnicos. Sorprendente es el fenómeno del río Milla, cuyas aguas a toda hora del día, en aquel ambiente frío, se encuentran siempre tibias, a la temperatura del cuerpo humano. Fueron por tanto los Chorros, en la sana y regocijante Mérida de las primeras décadas del presente siglo, lugar obligado y gratísimo para excursiones dominicales, con el propicio aditamento de viandas y licores, consumidas después del baño, aquellas sobre las verdes hojas de plátano, bajo el cordial alero de las pétreas grutas de arenisca. Hoy los Chorros de Milla han perdido el encanto natural de su inocencia paradisíaca. Sus cercanías se hallan sembradas de bodegas y ventas para el vulgar consumo de licores exóticos y emparedados de mortadela. Una línea de autobuses descarga a diario su ración de vicio ciudadano sobre los floridos tapices de D. Juan de Milla. Livianos espectáculos de una Roma decadente enrojecen de vergüenza a las rocas de aquellos contornos; y ante el avance insolente de la perversión espiritual, huyeron para siempre la gallina de oro y sus áureos polluelos. Y el gigante barbudo, celoso vigilante de las hermosas cascadas, se hundió también en la gruta encantada del Monte Zerpa, ] 318 [


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como una corajuda protesta ante la vil profanación. (pp. 300-302).

LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES ¿Reivindicar? Sí. Pedir también. Pero con la frente alta, con la palabra digna, con el ademán austero. Los amigos de la Universidad de Los Andes son los amigos de la cultura del país, que piensa en grande, sin consultar mezquinos intereses de parroquia a envenenadas sutilezas políticas. En el ancho campo de las reivindicaciones esa “matrona esclarecida de prosapia muy ilustre”, como dijo Gonzalo Picón Febres, -el de hablar de oro-, tiene mucho que reclamar del gobierno nacional. Fue rica, y la arruinaron. Tuvo hacienda, y se la arrebataron. Sus bienes los pusieron en pública almoneda, para regocijo de buitres afortunados, dentro del clan guzmanciano, en épocas que no son de recordar. Y se le dio luego la limosna tasada, para que sobreviviera con decoro en su hidalga pobreza vergonzante. La Universidad de Los Andes nació en cuna dorada con galones de Libertadores. Fue en los años mozos de la República, cuando estaba de moda el patriotismo. Nació en los brazos de la Junta Patriótica, apadrinada por el cura Manzaneda. Si estas cosas no valen hoy, yo podría decir que en esa augusta Casona, al vivo fuego de la dignidad se forjaron los aceros de la Idea para encauzar a Venezuela por los senderos del civismo. De ese nido caudal salieron hombres sabios y corajudos; y en los labios de Pedro Monsalve, José de Jesús Godoy, Agustín Chipía, Caracciolo Parra Olmedo, Ramón Parra Picón, Juan N.O Monsant, Julio ] 319 [


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C. Salas, Antonio Justo Silva, Foción y Tulio Febres Cordero, Pedro Jorge Bougoin, Francisco Celis, Diego Carbonell, Francisco Valeri, Emilio Maldonado y Asisclo Bustamante floreció perennemente, en socráticos diáloos dignos de la sombra de los plátanos de Academus, el verbo de la honradez ciudadana y de la rebeldía filosófica. La Universidad de Los Andes no es la hija de la Universidad de Caracas. Ella es la hija de los Libertadores de Venezuela. Puede muy bien parangonarse con su ilustre hermana mayor de Santiago de León, la de Santiago de los Caballeros. Sus pañales son honrados y limpios. Y tiene, por tanto, derecho a gozar de todas las prerrogativas, de todas las comodidades, de todos los adelantos de que se quiere hacer digna a la primera. Justicia, no favor. Yo estoy de corazón con los defensores de la Universidad de Los Andes. Dentro de sus aulas centenarias pisé el mismo polvo que pisaron los héroes y los sabios que la fundaron sobre las ruinas del antiguo Seminario español, escolástico y peripatético. Sobre las ruinas del fanatismo nació el verbo de la Libertad. Es herencia sagrada que debemos cuidar celosamente. Sin literatura, sin hablar de miradas de muchachitas serranas que se dejan besar del estudiante donjuanesco en los recodos de los parques soñolientos. Los mozos que vayan a Mérida deben ir con el pensamiento honrado a estudiar en los libros, en el anfiteatro y en los tribunales. Sin prejuicios de parroquia. Deben ir a recrear su mente y a vigorizar su espíritu con el majestuoso perfil de la montaña encanecida, pero digna. (pp. 305-306).

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MARIO BRICEÑO-IRAGORRY Trujillo, 1897 - Caracas, 1958

Mario BRICEÑO-IRAGORRY. Mérida la hermética. Compilación, introducción y notas: Rafael Ángel Rivas Dugarte. Instituto de Acción Cultural del Estado Mérida (IDAC). Impreso en los Talleres Gráficos de la Nación. Mérida/Caracas, Venezuela, 1997.

Este venezolano honesto, digno e íntegro es ejemplo para las actuales generaciones tan necesitadas de modelos de quienes han sabido honrar los más altos valores de nuestro gentilicio. Su valentía en la defensa de los elementos que a través del tiempo han venido conformando los puntales en los cuales se asienta el concepto de la nación venezolana, ha llevado a considerarlo paradigma de nacionalismo y adalid en el rescate de la dignidad, la cultura, la historia y los valores auténticos de la venezolanidad. Rafael Ángel Rivas Dugarte. ] 321 [


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TIERRA Mi breve estada en Mérida ha coincidido con los festejos tradicionales de San Isidro. Recámaras, morteros y alegres repiques de campanas anunciaron desde alta madrugada el suceso festivo. Después de la misa solemne en la iglesia del Llano, San Isidro fue sacado en procesión, que conjugaba a los campesinos, a los bueyes y a los frutos de la tierra. Adornadas de vistosos banderines, las yuntas del diario trabajo labriego, fueron traídas a la ciudad para recibir la bendición reparadora. Con ellas vinieron los frutos y raíces opulentas que servían de adorno a las andas sobre las cuales era transportada la imagen del humilde santo. Mérida es ciudad con las ventanas abiertas hacia el campo labrantío. Pese a su dignidad de metrópoli de la cultura de Occidente, Mérida es ciudad agrícola, a la cual, sin embargo, falta el sentido de gravedad de su destino, la Universidad, por caso, si bien tiene una facultad de Ingeniería Forestal, carece de una escuela de Ingeniería Rural. Así su gran fuerza radica en el campo, no hay en la ciudad la debida preocupación por los problemas de la tierra. La procesión de San Isidro fue para mí un verdadero centro de interés para examinar el estado real de la agricultura regional. Con ella se festejaba tanto al santo como al propio hombre que a diario espera el milagro de ángeles que bajen a ayudarle en la noble tarea de hacer producir la tierra generosa. Yo amplié en la imaginación el cuadro de los labriegos reunidos en la plaza del Llano, y miré en ellos la representación auténtica del labrador venezolano. Vi las caras alegres y resignadas de los hombres sufridos del campo; observé su atuendo humilde; miré sus ] 322 [


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pies recios, algunos desprovistos de alpargatas; contemplé su andar acompasado y medio torpe. En estos hombres sanos, sencillos, sufridos, pacientes vi la representación del pueblo rural de Venezuela, si ayer menospreciado y preterido por una organización semifeudal, donde el engreído dueño de la hacienda tuvo el apoyo irrestricto del gobernante interesado en la sumisión de la peonada, hoy todavía carente de estímulo, en razón del trueque de nuestra vieja economía agrícola en boyante economía minera. Lo que el campo puede producir, el hombre enriquecido por la mina lo importa de mercados extranjeros, hasta crear la paradoja estúpida de que las pulperías que antaño colmó el trabajo rústico, están llenas de enlatados y de frascos con productos que acá languidecen por falta de racional consumo. Al descuido general con que se mira nuestra producción nacional, se añade la situación degradada de un hombre rural desprovisto de instrumentos que lo levanten y hagan más digna su vida. Mientras se han hecho rascacielos y se han gastado millones en obras suntuarias, la nación no ha atacado el problema espantoso de la habitación rural. Antier nomás el Presidente Eisenhower amenazó nuestra soberanía con un desembarco de marinos, destinados a proteger la persona del Vicepresidente Nixon. Imprudente amenaza que censuraron aun senadores y diputados del propio Congreso norteamericano. Terrible impresión que ha debido ocasionar en el ánimo de los patriotas venezolanos la amenaza de la marinería estadounidense. Ver la patria invadida por fuerzas extrañas es terrible espectáculo; en cambio, hace más de siete años denuncié cómo Venezuela toda está invadida por la marinería yanqui. Los alegres marineritos de esta singular invasión están metidos en todas partes. Mientras alrededor de la plaza del ] 323 [


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Llano desfilaban San Isidro y sus bueyes, yo miraba en los armarios de los establecimientos comerciales los productos importados que hacen nulo el esfuerzo creador del hombre que trabaja la tierra. Frascos y enlatados son los marineritos pacíficos de la ocupación extranjera. Nuestra despensa, lejos de ser gobernada por nosotros mismos, es gobernada por los comerciantes internacionales. Sin ligámenes directos con el campo productor, sin relación, tampoco, con la incipiente industria nacional, ayer tomé “la voz antigua de la tierra”, para denunciar con palabras dolientes la tragedia de nuestra abandonada agricultura. Personalmente no me interesa la hacienda de nadie ni la industria de los otros. Me interesa, en general, mi tierra, tierra venezolana y mi industria nacional como estribos firmes de riqueza colectiva y de independencia nacional. Enanos morales, agigantados en el empeño de arruinar el país, me hicieron objeto de acerbas burlas, en razón del terco empeño por mi puesto para elevar el tono de la angustia ante la ruina de lo nuestro. Esa vieja voz de la Venezuela llamada a perdurar contra todo viento y contra toda marea, siempre ha estado viva en mi garganta y ha tenido siempre en mi pluma tinta abundante para refrescar su sequedad. Esa vieja voz venezolana ha cobrado ahora fuerza nueva al ponerme frente a frente con el dolor de la tierra interiorana. Pobre nuestra agricultura, nada le sirve de mejor documento como el San Isidro encimado sobre los humildes cambures y la piñas generosas, que fuéronle ofrecidos de pedestal para su fiesta. Cambures y piñas, que no necesitan cuido para la opulencia de sus mieles. Piñas y cambures que representan la resistencia de un suelo al cual ] 324 [


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no han podido destruir la indiferencia y la ingratitud de nuestros propios hombres. Independencia, libertad y autonomía son voces que gorgoritan en la garganta de nuestros políticos, sean ellos jóvenes o viejos. Mas esa autonomía esa libertad y esa independencia sólo serán realidad tangible cuando nuestra tierra readquiera su dignidad productora. Tierra y hombres del campo necesitan protección inmediata. Urge libertad para la tierra y para el hombre que la trabaja. ¡Cómo duele contemplar las vastas laderas erodadas, las dilatadas mesas resecas, los bosques talados por el hacha inclemente o por el fuego devastador! ¡Cómo duele ver a los hombres sin tierras, doblados como esclavos sobre tierras ajenas! ¡Cómo duele ver preteridos los frutos de nuestro suelo, en razón de convenios comerciales que permiten la competencia desleal de otros mercados, para nosotros fáciles a causa del dinero festivo y mal empleado de las minas! ¡Cómo duele saber que para la tierra no hay crédito barato y abundoso, ni facilidad de caminos que aligeren el tránsito de los productos y acerquen los beneficios de las máquinas!... Sin embargo, contra mar y marea precisa luchar abiertamente en orden a salvar la tierra donde sosiegue el marinero su viaje tormentoso. Al grito de ¡Tierra!, ha de responder la abundante verdura y no el desierto inhóspito. Sobre la tierra, enriquecida por el trabajo de los hombres, tendrá su altar seguro la libertad de la República. Sin apoyo nuestra vieja tierra, libre y fecunda, el progreso es una entelequia convertible en sombras funerarias… Mérida, 15 mayo de 1958.

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MARIANO PICÓN SALAS Mérida, 1901 – Caracas, 1965

Mariano PICON SALAS. Viaje al amanecer. Pról. de E. Abreu Gómez. Vocabulario de P.A. Ortiz. México: Fac. de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1943

Releerlo, meditarlo, es la mejor manera de mantener su recuerdo clásico americano. Mariano nos enseñará muchas virtudes que nos hacen buena falta: mesura, equilibrio, cortesía, serenidad, fe, experiencia. No se quedó, como otros de los llamados estilistas, en el solo garbo del decir; dentro de su expresión elegante, atildada, a cada paso chisporrotean las insinuaciones y salta la lección útil de una conducta mejor. Poeta de las ideas, nadie más ensayista que él, Varón humanismo, como de Alfonso Reyes se dijo, hacía a veces el ingenuo en la vida, pero lo que escribió perdura e ilumina. Luis Beltrán Guerrero

Mariano Picón Salas es sin duda el prosista de más alta calidad que han tenido las letras venezolanas y uno de los grandes prosistas de nuestra lengua. Ángel Rosenblat ] 326 [


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TIERRA Y CIELO DE MERIDA Aguas frías que descienden de la montaña nevada; árboles de luminosas hojas verdes y sombra apaciguadora, helechos y musgos donde se cristaliza el rocío; permanente rumor de los cuatro blancos y espumosos torrentes en que la altiplanicie de Mérida se va a bañar los pies; continua circulación de pájaros (gonzalitos, colibríes, azulejos, chupitas) por el esmerilado cielo azul, la masa de la Sierra con sus helados picachos del Toro, la Columna, el León, cerrando el estupendo telón de fondo que erigió la naturaleza, daban a mi ciudad deleitable color y placidez entre todas las de Venezuela. Por más que anduve por muchas tierras no perdí la costumbre de ser merideño entrañable. Y los cuentos de Mérida y el olor de sus flores y la fiesta de aguas y verdura con que la engalanó el clima, me tiene en trance permanente de retornar a su paisaje. Espero que para entonces ya el Venerable capítulo de la catedral me haya descargado de la fama de herético que me asignó durante tan rencoroso tiempo y goce, como otros viejos que yo conocí, de alfombra y reclinatorio en las ceremonias eclesiásticas y mis huesos vayan a abonar el colonial cementerio de Santa Juana, donde se producían con la cal centenaria de tantos difuntos, las más dulces y encendidas naranjitas. Aunque la higiene municipal no estaba muy desarrollada en el tiempo de mi infancia ni acaso lo requería lo bonancible del clima, nos prohibían comer de aquellas naranjas no sólo por ser las de los muertos y simbolizar una poética metempsícosis y trasmigración de las almas, sino también porque muy cerca de allí estaba el Hospital de Lázaros. Pero Mérida (suprimidos tales inconvenientes) era uno de los lugares en que valía la pena vivir. La vista ] 327 [


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se educa en las más variadas gamas del verde: las flores despuntan hasta en los tejados de las casas; el Albarregas siempre está sonando y puliendo en el molino de sus aguas torrentosas los graníticos rodados que arrastra, y las campanitas de las diez iglesias quebrándose en la blanda diafanidad del aire, a cualquier hora del día tienen novena o ejercicio religioso. Explíquese por ello, o puedo explicarlo yo, que prefiero la Poesía a la Historia, que aquellos soldados de la conquista que aquí llegaron después de tragarse tantas lenguas cuadradas de arisco trópico, quisieran arraigar y quedarse. No importaba la enorme distancia, ni las tremendas cuestas, ni los páramos que aislaban aquel lugar de las costas y los caminos marítimos. El sitio era hermoso y fácil y prosperaban las familias. No se venía a buscar El Dorado sino la paz. Era tierra para quedarse y no para continuar errando. Familias que se casaron entre sí, que edificaron sus caserones de teja, lo más cerca posible de la Plaza, donde hubo curas y santos, militares, damas virtuosas y hasta alguna Mesalina posesa del demonio, están firmando escrituras, transmitiéndose herencias, otorgando testamentos o peleando linderos desde hace tres siglos. Ellas dicen con alguna jactanciosa y reprochable pedantería, que son las gentes más españolas entre las que pueblan la enorme y diseminada Venezuela. El tiempo para el que nace en Mérida es como un tiempo denso y estratificado (tan diverso de ese tiempo nervioso y olvidadizo que se vive en lugares más modernos); el pasado se confundía con el presente y personajes que vivieron hace tres siglos o no vivieron sino en la medrosa fantasía de algunos merideños, eran los testigos obstinados, los fantasmas de nuestra existencia cotidiana. ] 328 [


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Para contar el tiempo y dar color a los meses -que sin ellas serían monótonos- se levantaban las fiestas de Iglesia. Sobre las doce casas del año se erguían los santos en sus andas floridas de azucenas y lirios, con la luz de la cera que eclesiásticamente diligentes, elaboran las abejas de Mérida. El año comenzaba con los violines campestres que de hogar en hogar, de pesebre en pesebre celebraban los primeros pasos del Niño Dios. Se suponía que nacido en diciembre, entre las ovejitas de anime, los reyes magos esculpidos por los imagineros populares y los frescos helechos montañeses que decoran el pesebre, ya para enero el divino infante podía caminar. Y eran entonces entre músicas y romances del siglo XV traídos seguramente por soldados de la conquista, las fiestas de sus “primeros pasos”. Corría la chicha en los hogares campesinos; se repartían bizcochuelos y mistela dulce. Febrero mandaba sobre la ciudad y los pueblos circunvecinos las mascaradas de la Candelaria. Era como la versión criolla de las danzas de la muerte del medioevo. Se bendecían las lívidas velas del alma, las que se encienden a los agonizantes en el tránsito postrero, mas al mismo tiempo porque los campos estaban floridos y más allá de los muertos, la vida seguía corriendo, la mascarada que en Mérida llaman de “los locos”, hacía sonar sus cascabeles, y marcaba los compases saltarines de una música grotesca. Para mediados de marzo los cerros de “la Virgen” y de “las Flores”, ya esplenden de su cosecha de lirios, narcisos y azucenas. El buen artesano San José celebra entonces su fiesta. Otra vez en sus manos de robusto viejo sanguíneo reflorece la vara simbólica. San José repartía tortas y grandes fuentes de monjiles dulces en todas las casas de Mérida. El Señor Obispo va de mitra y báculo, refulgente de ] 329 [


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oro y pedrerías, a dedicarle un solemne pontifical. Junto con las flores y los gallardetes de papel, las niñas recitan la corona de octosílabos que forman “Los Gozos de San José”. Oscura y ventosa, después de San José, suele entrar la Semana Santa. Los merideños recuerdan que cierto jueves santo, después de la ceremonia del lavatorio, la tierra se abrió estentóreamente tragándose a un Obispo, media docena de canónigos, numerosos diáconos y subdiáconos y millares de fieles inocentes. Lo que ocurrió en el terremoto del año 12 es materia de muchas tradiciones locales. Y en las pláticas de cuaresma, junto a los altares cubiertos de luto morado, pasaba otra vez esa emoción medrosa. “¿Cumpliste con la Iglesia?”, inquirían las gentes unas a otras. Hasta en nuestras manos de niños ponían unos viejos devocionarios españoles donde la suerte de los réprobos que pecaron y no cumplieron con la iglesia, se narraban en ejemplos terroríficos. Y acaso esos ejemplos, esos combates de Dios y el diablo que en mi recuerdo se funden con las pesadas comidas de Semana Santa (comidas de atún, de aceitoso bacalao, de “escabeche” de Maracaibo) me provocaban angustiosas pesadillas. El diablo de los “ejemplos” estaba allí en mi cuarto, moviendo sus alas de vampiro nocturno. En muchas de esas historias el diablo impalpable se lleva a sus víctimas en la más alta noche saltando por la ventana, abriendo invisibles grietas en el techo y dejando tras sí un vaho de pronunciado azufre. Lo que en realidad se lleva es nuestra alma, y para conducirla no importa que las puertas permanezcan cerradas. Al otro día podemos estar muertos y como carbonizados en nuestras camas, mientras el alma vaga por los espacios. Y después del terror de la noche uno se despertaba con gran deseo de confesarse. Ya sabíamos cómo el grave Padre ] 330 [


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Morales, asustándonos con la segunda persona del plural, iniciaba siempre sus confesiones: “Decidme cómo pecasteis, en pensamiento palabra y obra”. Por eso, después de aquel túnel tétrico de la Cuaresma y la Semana Santa, la Pascua de Resurrección entraba con tanto regocijo. Mayo era el mes de las vírgenes. Había tantas en Mérida que se quedaron esperando a sus estudiantes infieles, a sus audaces novios que fueron a buscarse una posición en la capital de la República y que nunca regresaron. El coro de sus cantos, la música de su soledad romántica, desposada ya con el uniforme blanco y azul de la virginidad perpetua, tenía en el mes de mayo su fiesta más propicia. Los malabares que hubieran sido para el novio se depositaban a los pies de la diosa y las manos que hubieran bordado pañales y camisas de infantes, ahora bordaban estolas, sobrepellices y paños de altar. Para el Corpus Christi que suele caer en junio bien llovido y abundante de frutos -se entra en Solsticio de Verano y se pasa del signo de Cáncer al signo de Leo- hay una fiesta casi pagana de cosechas y en reverencia al Santísimo Sacramento se levantaban en la Plaza del Espejo, de Milla, de Belén, del Llano, los grandes arcos decorados de frutas, ramas de laurel, flores y animales. Dios debe bendecir a todas sus criaturas. En el frondoso arco, junto a las piñas de señorial copete y los racimos de parchas y de morados caimitos, erigían su menudo milagro zoológico un cachicamo y una ardilla. Imitando los días del Edén y sin que la Divinidad se tornase por ello colérica, en una alta vara del arco un monito tití devora un fresco cambur guineo. Es una historia natural ingenua que confunde y entrelaza sus géneros, que los pone a alabar a Dios como aquella con que los artesanos góticos decoraban los muros de sus catedrales. En ] 331 [


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la mitad del año, en el límite entre el Invierno y el Verano, el Corpus Christi era una fiesta de naturaleza fecunda, y el refulgente disco de la Custodia se parece al disco del sol. Julio, agosto, septiembre, octubre, meses de los más fuertes calores, van destacando sobre las casas del almanaque otros patrones y santos propicios: la morena virgen del Carmen que nuestro viejo escultor Rafael Pino había representado como una muchacha criollísima y trigueña con dos hermosos lunares; Santa Ana, Santa Filomena, Santa Rosa, San Francisco, que en los primeros días de octubre azota el cielo tormentoso con su cordón. San Rafael- el más simpático de los Arcángeles, menos guerrero y agresivo que el terrible Miguel, menos alado e impalpable que el mensajero Gabriel, menos desconocido de nosotros que el lejanísimo Uriel, aparecería allá por el 24 de octubre en la iglesia del Espejo en compañía de Tobías y de su pescado taumatúrgico. Fiesta popular que elevaba por el cielo de Mérida una maravillosa flota de globos de papel coloreado; que encendía sus estruendosas recámaras y sus arbolitos de fuegos artificiales, que paseaba por las calles su murga musical repartiendo la laudatoria. Tenía fama el Arcángel -protector de ciegos y turistas- de haber cobijado en su cofradía a las más alegres, borrachas y nocturnas gentes de la ciudad que le tomaban de pretexto para diversiones muy profanas. El Obispo Silva, muy severo aristócrata, quiso en cierta ocasión clausurar la ruidosa cofradía, pero una Mérida popular y epigramática pareció alzarse en rebelión. Y el Obispo hombre de ingeniosas y comprensivas palabras que ya era para entonces decente enemigo del gobierno, tuvo una frase absolutoria: “En un país de ciegos hay que venerar a San Rafael, taumaturgo de la ceguera”. Así la ] 332 [


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Cofradía del Arcángel había que buscar siempre los mejores músicos, los más diestros improvisadores populares, los bebedores más conspicuos. Era la fiesta de San Rafael como una despedida a la alegría y sensualidad del mundo mientras que descorren los lutos y doblan las campanas de la funeraria conmemoración de los muertos: las benditas ánimas del Purgatorio que flotan en las neblinas de noviembre, que andan con sus camisolas blancas y sus vacilantes y fugaces luminarias en tétrica y nocturna excursión por los solares merideños. Pero ya al alborear de diciembre la Sierra Nevada de Mérida parece estrenar una luz nueva, despeja y azula el cielo para que en él revoloteen las más tornasoladas mariposas del tiempo seco. Una promesa pascual ya se advertía en la campanita madrugadora que llama a misa de aguinaldos; en la claridad de aquellas mañanas, en los perfumados manojos de incinillo y díctamo real que para adorno de los “pesebres” bajan los campesinos de los páramos. Se escoge la fina paja sobre la cual debe tenderse el Niño Dios; los helechos y los musgos que refrescarán su gruta. Se muestra ya la labor extraordinaria e inconfundiblemente merideña de los artífices del anime. En sus livianos muñecos, la Historia Sagrada se trasladó al paisaje humano y geográfico de Mérida. Sobre caballitos de paso, por caminos de cuesta, espolvoreados de mica, van los Reyes Magos envueltos en sus chamarretas montañesas. Con un sombrero “pelo e guama” y esgrimiendo uno de aquellos machetes “rabo e gallo”, tan famosos en las guerras civiles de Venezuela, en otro rincón del pesebre, el Rey Herodes se entrega casi jovialmente a la tarea de degollar inocentes. Distinguimos entres la minúscula multitud de jinetes y peatones, esculpidos con anime, cotudos de Ejido ] 333 [


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que llevan al mercado sus cántaros de greda, indios de Lagunillas que arrastran sus esteras, pastores de Mucuchíes con su tropilla de ovejas. Para que naciera Dios se hacían, así, coloreados, fragantes y gozosamente serenos, aquellos últimos días del año en mi provincia andina. Y alzábamos al límpido cielo de enero la alegría de nuestras cometas de estrella multicolor, larga cola y frenética pasión de viento. Lo mejor de la infancia tremolaba en su frágil arquitectura de alambre, goma y encendido papel picado; materia moldeable y nómada como nuestros sueños de entonces. (pp. 21-30)

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RAYMOND E. CRIST

Estados Unidos, 1904 – 1993

Raymond E. CRIST. The Caracas-Quito Highway. Bulletin of the PanAmerican Union (Washington). 76 (11): 601-609, nov’ 1942. (Trad. de María Luisa Cárdenas Rodulfo).

Raymond E. Crist ha sido un gran estudioso de la geografía venezolana. […] Tomó contacto con la naturaleza de nuestro país en los alrededores de 1920. Vino a Venezuela como geólogo. […] Cuando se tiene vocación geográfica, pocas ciencias más apropiadas para hacer estudios relacionados con esta ciencia que las labores geológicas. […] Crist recorrió detenidamente el occidente de Venezuela. Sobre todo tuvo la oportunidad de estudiar los llanos de Portuguesa y Barinas, la Cordillera de los Andes y diversos sectores de la Cuenca del Lago de Maracaibo y quizá de la región Lara-Falcón. Muestra de ello son sus monografías sobre Timotes y sobre la Goajira. Pascual Venegas Filardo ] 335 [


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El área desértica entre la costa y los Andes actuó por mucho tiempo como un tipo de zona fronteriza a través de la cual a la autoridad central emanada de Caracas se le hizo muy difícil hacerse sentir. Bajo el régimen colonial, los Andes venezolanos estaban unidos política, cultural y comercialmente al Virreinato de Nueva Granada, con su asiento en Bogotá. Los hombres jóvenes de esta región con ambiciones de estudiar ciencias, teología o política iban a Pamplona o Bogotá en vez de Caracas. Hasta que se construyeron las carreteras, la mayor parte del tráfico iba hacia el Norte a través del Lago de Maracaibo, y los pocos caminos hacia Caracas casi nunca se usaban. Los indígenas agricultores de los Andes estaban demasiado lejos de los centros urbanos para preocuparse si Caracas o Bogotá era la Capital o centro. La construcción de carreteras ha sido muy significativa en Venezuela, no sólo para aumentar la fuerza de la autoridad central, sino también para ayudar a garantizar la paz interna necesaria para el crecimiento económico. […] Al salir de Valera, la carretera entra en el angosto valle del río Motatán, donde se cultiva caña de azúcar en pequeñas parcelas irrigables. El valle se hace progresivamente más angosto y las montañas a ambos lados más escarpadas a medida que uno asciende. Las laderas están cubiertas de cactos y arbustos espinosos. La corriente, activamente erosionante, ruge fuertemente a medida que fluye sobre las grandes piedras a su paso. La temperatura se hace perceptiblemente más fresca y aparecen linderos de piedra, característica típica de los Andes. Aquí la ruta corre ocasionalmente a lo largo de la base de desfiladeros verticales de aluviones no consolidados de 60 a 70 pies de altura. Un derrumbe de uno de estos desfiladeros pue] 336 [


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de cubrir la carretera y retrasar el tráfico por varias horas, pero cuadrillas de carreteras están siempre alertas para tales eventualidades. Timotes es un pueblo de paso importante, ubicado a una altura de unos 6.500 pies; por lo tanto, disfruta de un clima uniforme con noches frías y días tibios. Es un centro regional importante de los Andes bajos. De Timotes la carretera asciende rápidamente y en Chachopo el aire es bastante frío. Lo empinado del camino se muestra por una serie de curvas en U. Las únicas siembras aquí son de trigo y de papas. De hecho las papas crecen silvestres en las partes más altas y frías de este valle. En sólo algunas horas es posible pasar a través de varias zonas de altitud a lo largo de la carretera. Ellas han sido objeto de estudio del Dr. Carlos E. Chardón, distinguido micetólogo de Puerto Rico. En el páramo -esto es, sobre los límites superiores del cultivo- el paisaje tiene el aspecto de una tundra ártica, y aquí crecen musgos espinosos y arbustos resistentes de más o menos un pie de altura. La mayor parte de la vegetación consiste en el frailejón, de hoja aterciopelada, cuyas hojas centrales blancas o de color crema se levantan en enormes cepas y le agregan una nota brillante a un paisaje que sin ella sería parduzco. El punto más alto de la carretera se alcanza en el paso de Mucuchíes, a unos 13.382 pies sobre el nivel del mar. Desde aquí, donde hay una magnífica vista cuando está despejado, la carretera desciende a la pequeña encrucijada de Apartaderos, donde un camino de mulas lleva al valle del río Santo Domingo, al pueblo de Barinas y su área tributaria de los llanos occidentales. Evidencias de glaciaciones anteriores están por todas partes. El lago de Santo Domingo es de origen ] 337 [


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glaciar. Los campos están tan llenos de grandes piedras que son amontonadas para formar cercas hasta en las parcelas más pequeñas. Aquí de nuevo las mayores siembras son de trigo y papas. El paisaje en muchos lugares toma el aspecto de una estepa de latitud media; de tal forma que si no fuera por el relieve escarpado, se parecería mucho a las áreas productoras de trigo del Oeste de Sur Dakota, y los agricultores alrededor de Mucuchíes como aquellos al oeste de Sur Dakota, son marginales. Unos campos pueden ser demasiado rocosos, otros muy empinados para ser valiosos, y los hay también tan altos y fríos que en un año de nubosidad excepcional el grano no madura. Toda el área puede sufrir de aridez en los años secos. En el distrito del trigo, el valle es bastante ancho y hay grandes laderas cultivables. Río abajo el valle se estrecha por unas cuantas millas y luego se ensancha de repente a 5.000 pies, más o menos. En esta área ancha, bastante nivelada, un depósito aluvial en el que los ríos Chama, Mucujún y Albarregas han cortado profundos valles en forma de U, está ubicada la hermosa ciudad de montaña de Mérida. Esta no es sólo el centro comercial de lo Andes venezolanos, sino el centro administrativo e intelectual también. Los productos, tanto de los fríos y desolados páramos como de los bosques lluviosos tropicales y del desierto cercano, se traen aquí no sólo en camiones sino también en mulas, buey o por el mismo hombre, a cambio de víveres o bienes manufacturados. Continuando hacia abajo en el valle del Chama, desde Mérida la carretera sigue la terraza aluvial hasta Ejido, donde la vegetación se torna xerófita con muchos cactos y mimosas espinosas. El paisaje es árido y estéril, a excep] 338 [


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ción de los campos de caña de azúcar, a nivel de las áreas irrigables. Las laderas de las montañas están ampliamente seccionadas en este típico desierto protegido de la lluvia. Los vientos que atraviesan las montañas hacia el Norte pierden su humedad en el otro lado y sólo al elevarse de nuevo hasta la altura de Mérida, o más aun, se ven forzados a precipitar. El valle del río Chama se hace más ancho hasta que alcanza la garganta a través de la cual el caudal se escapa hacia el Noreste para caer al lago de Maracaibo. En Estanques la vegetación cambia abruptamente en una milla. Los cerros se pueblan de árboles de nuevo y el valle está lleno de pastizales verdes. Los vientos vienen a través de la garganta del bajo Chama y dejan caer su humedad en el valle donde Tovar es la pujante capital regional. De Tovar a Bailadores hay excelentes tierras de cultivo, y aquí se puede ver creciendo a ambos lados de la carretera maíz, trigo, caña de azúcar y plátanos. Luego la carretera asciende rápidamente mediante grandes vueltas en U hasta alcanzar el paso de La Negra, donde están bien preservadas las evidencias de glaciaciones. Luego sigue un valle largo con terrazas aluviales bien desarrolladas e intensamente cultivadas antes de llegar al pueblo de La Grita.

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WILHELM GEORGI Alemania, 1905-1980

Wilhelm GEORGI. Pequeñas y grandes aventuras de un alemán en Venezuela. 1926 - 1930. Caracas: Arte, 1986

De sus frecuentes viajes como empleado de la Casa Merc, queda el testimonio vivencial de su libro “Pequeñas y grandes aventuras de un alemán en Venezuela, 1926-1930”, publicación póstuma que recoge buena parte de su fino epistolario. Georgi es un agudo observador de la vida venezolana y un enamorado del paisaje andino. En San Cristóbal hizo vida familiar y se quedó para siempre. Carlos César Rodríguez ] 340 [


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Mérida, 12 de diciembre de 1927. Veo maravillosos paisajes. Desde el carro se dominan gigantescas alturas en pocas horas. Desde Valera conducía por mi camino a través de un rico y genuino valle tropical con plantas de café, caña de azúcar, maíz, plátanos, naranjas, piñas y muchas otras frutas buenas; hasta los cerros más altos subía en donde no crecían más plantas como las que nombré, sino aparecían queridos viejos conocidos -nuestras praderas alemanas- las flores del campo, nomeolvides, margaritas, violetas y muchos viejos amigos que saludaban al pasar. En algunas localidades en el trayecto del camino me paraba para trabajar. En Timotes, que queda a una altura de 2.300 metros, visité un alemán que trabajó antes en Breuer, se radicó ahí y siembra legumbres, las vende en Maracaibo, ya que gustan mucho allá. Ahora llegaron 3 alemanes más con él, que antes trabajaban en una hacienda (plantación de café) de los Breuer. Viví algunos días con ellos allá arriba y me sentí muy bien. Solamente con mi carro Ford tuve mala suerte, ya que el viejo animal no quiso subir el alto cerro, así tuve que devolverme a medio camino, mandar el carro de regreso a Valera y alquilar uno en Timotes para poder vencer el páramo. Cambié mi equipaje y subí manejando personalmente con un americano, en un fino carro de pasajeros. Entre curvas grandes y pequeñas trepaba la carretera siempre más arriba y más arriba, los frutos del campo ya no se dejaban ver, les era demasiado frío, pero las flores de las cuales ya escribí les agrada mucho allá arriba, en el aire bueno y fresco de los cerros y nos acompañan casi hasta la cima. Y a mí no me agradó menos allá arriba a 4.000 metros. Sin nieve lo pasé la primera vez y veía pocos picos nevados. Pero la vista ] 341 [


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era maravillosa allá arriba, hacia los cerros, valles y nubes. Muchas veces estuvimos sobre las nubes. […] A 4.018 metros de altura alcanza su máximo, y después hacia el sur conduce hacia abajo al valle, hacia la bonita Mérida donde me condijo mi trabajo por más de 14 días; también Mérida está sobre los 1.600 metros de altura y tiene de noche y por la mañana una agradable y fresca temperatura. La pequeña ciudad está completamente dentro de los cerros; en los alrededores la saludan los picos la Corona y la Columna como se llaman los gigantes de la Sierra Nevada de Mérida. Qué bien hacen esas montañas después de tanto tiempo en la planicie y el calor. (p.73)

Ejido, 3 de marzo de 1928. En Mérida pasé los días de carnaval. Había mucho entusiasmo; jugaron, como aquí se dice, durante cuatro días. En las tardes salíamos a pasear en automóvil y nos bombardeábamos mutuamente con serpentinas, papelillos, juguetes, etc., y estábamos muy alegres. Algunos automóviles estaban decorados muy bonito; también había bellos disfraces. Ya que Mérida es conocida por la belleza de sus mujeres, no faltaba el donaire y gracia de la reina de carnaval, las gitanas, las libélulas, las españolas y las casi genuinas indias en sus diferentes papeles. Las frías noches las pasamos bailando. El carnaval no es amigo del sueño y lo destierra durante su corto reinado. Tampoco para el trabajo dejaba tiempo -sólo en la mañana-. Yo tenía la mala suerte en esos tres días de que justamente tenía clientes a las seis de la mañana., después de haberme acostado a las 4. Una costumbre curiosa aquí en Mérida es que en todos ] 342 [


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los días de carnaval bailan en la plaza -en fotografías lo podrán ver-, es un gran sitio para bailar, y bailan hasta altas horas de la noche sólo con máscaras, con mucha alegría y desenfrenadamente. Muchos tienen un sano humor y se permiten las bromas más pesadas, no terminando de reírse nunca. Una noche fui sobornado por un cliente y disfrazado de musulmán me mezclé entre el pueblo. Personas de quienes nunca se hubiera pensado, fueron embullidos por las masas en esa noche de carnaval y se comportaban como individuos raros, buscaban a sus amigos que no reconocían y se divertían en esa forma. Pero a veces recorría mi vista a aquellas excursiones hacia arriba a las tranquilas montañas blancas que brillaban claras en el sol, y mis pensamientos no estaban con los alegres y desenfrenados juegos de carnaval. Rápido pasaron esos días. El domingo pasado hubo la fogata llameante del carnaval. Era alimentado únicamente por algunas muchachas, que supieron mantenerlo hasta media noche, luego fue apagándose lentamente en la tranquilidad de la cuaresma. En la semana que viene tengo un viaje más largo en un sitio muy apartado a donde sólo conducen caminos difíciles y penosos. Estoy ansioso de saber cómo me irá. Pronto les contaré sobre esto, pero estarán algunas semanas sin noticias del viajero de Venezuela. Hasta entonces que les vaya bien y sean todos saludados de corazón, de vuestro fiel Wilhelm (p.82)

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CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

Tovar, 19 de abril de 1928. La semana santa, como es llamada aquí, la pasé en Mérida. De los pueblos viene mucha gente en estos días para ir a misa. Toda la semana está la iglesia visitada desde la mañana hasta la noche. Ninguno evita no ir, todos van a misa; si no lo hacen por propia voluntad o necesidad lo hacen por miedo. En estos días no se trabaja, música y baile mucho menos. Esto comienza nuevamente el domingo de resurrección. En todas partes hay algún movimiento; hay que recuperar lo que se perdió durante la semana santa. Yo viajé en las pascuas de resurrección con muchos merideños y merideñas a una fiesta en Ejido que daban en honor al Gobernador de Mérida; fue un lindo y entusiasmado día en una hacienda en el “campo”, cerca de Ejido. Y en la tarde algunas horas en la casa de los Spinetti, los padres de mi pequeña novia, que por cierto no quería saber nada de tanta gente y por tanta actividad estaba de mal humor. A mí me agradan esas fiestas de campo que no son de “etiqueta” sino que son agradables. […] Nosotros vendemos solamente a los negocios que son conocidos y muy seguros, porque casi todo se vende a crédito: aquí hay como en todo el mundo estafadores, que se aprovechan de eso y oportunamente quiebran. Aquí es muy fácil traspasar el negocio a la mujer, o a la mamá, o a los hijos su escasa mercancía y presentarle a lo creyentes tontos esa mercancía a la orden y engañarlos -al comerciopor algunos Bs. 100.000. Después con la mercancía que no pudo ser embargada, un negocio nuevo se comienza o se va a un pueblo vecino y comienza de nuevo. Estos encuentran siempre algunos tontos nuevos. […] Por supuesto que hay una gran cantidad de clientes, que son seguros y de confiar. Muchos trabajan con la casa ] 344 [


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por más de 40 años y son por lo tanto “viejos conocidos buenos”. Sobre los diferentes tipos, ya les hacia escrito antes. Ahora sigo hacia la Grita, adiós a Uds., los hermanos y familia, los mejores deseos de su Wilhelm (p.86)

Maracaibo, 10 de julio de 1928. ¡“Adiós, Mérida”! Primeramente tenemos que bajar perpendicularmente hacia el valle del río Chama, el cual se ha volcado entre la ciudad y las montañas, para desunirlas y arrancarlas hasta separarlas. Raudo se precipita, cargando hacia el valle el agua de los glaciares de la Madre Sierra. Muy arriba de su lecho, encima de una planicie rocosa, queda Mérida. Meditabundo miro hacia abajo al eterno, intranquilo y agitado río y hacia arriba a las inmóviles alturas, orgullosas y permanentemente fijas. ¿Hacia dónde se siente atraído? ¡Todo esto tan cerca y junto y sin embargo qué lejos y separado! Y entre ellos las personas siguiendo a sus pequeñas cosas, que les parecen grandes y significan sus deberes. Qué pocos desean seguir viendo a sus montañas y a qué pocos les gusta. ¿Las quieren? (p.100)

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JUAN PABLO II

Wadowice (Polonia), 1920 – Ciudad del Vaticano, 2005 Homilía pronunciada en la Misa celebrada en La Hechicera (Mérida), el 28 de enero de 1985. En: Frontera (Mérida) 29-1-1985

Llega Su Santidad nuevamente a Latinoamérica en tiempos de crisis y de serias perturbaciones que comprometen la paz en algunas partes de la región […] Trae en sus manos los signos de la paz. Jaime Lusinchi ] 346 [


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Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. 1) Amadísimos hermanos y hermanas: Doy gracias a la Divina Providencia que me permite visitar estas queridas tierras de los Andes venezolanos. Este encuentro tiene lugar en el marco de la histórica ciudad de Mérida, la de las “Cinco Águilas Blancas”, que desde hace dos siglos es la capital espiritual de la región andina. Me es grato rendir homenaje a las nobles tradiciones cristianas de esta comarca, y reconocer los grandes méritos que el clero y los fieles de esta Arquidiócesis han adquirido en la difusión de la fe. En efecto, sé que esta iglesia es fuente de numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas, que hoy trabaja incluso en otras partes de Venezuela. De estas comunidades andinas puede decirse con razón que constituyen en cierto modo la “reserva espiritual” de la nación. Se están cumpliendo doscientos años de la llegada aquí del primer obispo, Fray Juan Ramos de Lora, fundador del seminario del que nace la Universidad de Los Andes. Gloria de esta iglesia emeritense fue también el Obispo Rafael Lasso de la Vega que logró la restauración de la jerarquía eclesiástica tras los avatares de la guerra de independencia. El dio también los primeros pasos para el establecimiento de relaciones entre las nuevas repúblicas y la Santa Sede. Saludo con fraterno afecto al Señor Arzobispo de esta sede, al Obispo Auxiliar, así como a los otros Obispos presentes. Saludo a las autoridades, al clero, a los religiosos y religiosas, a los seminaristas y a los laicos comprometidos. Y va también mi saludo a los jóvenes aquí congregados, a ] 347 [


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los campesinos, a los educadores de la región andina, así como a las autoridades y profesores de la Universidad de Los Andes, en el bicentenario de su fundación. 2) Como Obispo de Roma y sucesor de San Pedro siento en mí un gozo profundísimo al poder expresar en este momento, ante vosotros la fe del apóstol, al referirme a la carta que él escribió a la primera comunidad de los testigos de Cristo y que hace poco ha sido proclamada, en una parte significativa, en nuestra asamblea litúrgica. En efecto, fue Pedro el que en un momento decisivo supo decir a Cristo: ¿Señor, a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Jn 6, 68-69). Que la fe de Pedro hable a la comunidad que se ha reunido aquí para dar, después de veinte siglos, el testimonio de haber perseverado con Cristo, el Santo de Dios. “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo”, (1 Pe. 1,3). Con estas palabras de apóstol Pedro saludo a todos en la unidad de la fe de la iglesia. 3) La iglesia en América latina, la iglesia en Venezuela, se remonta con el pensamiento, en el curso de la actual novena de años, a los comienzos mismos de la fe en todo el continente. El comienzo- hace medio milenio- tiene su raíz en el acontecimiento recordado por el evangelio de hoy. Los once apóstoles (después de la Apostasía de Judas Iscariote eran once) se fueron “a Galilea, al monte” al encuentro con Cristo resucitado. Fue el último encuentro antes de que Jesús subiera de la tierra al Padre. Precisamente entonces Cristo Señor les transmitió la plenitud de la verdad so] 348 [


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bre Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y definió la misión de la iglesia que ellos, apóstoles, debían implantar como viña del Señor en toda la tierra. Jesús habló con estas palabras: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt. 28, 18-20) 4) La fe que a través de los siglos de las generaciones se ha propagado entre los hombres en diversas lenguas, naciones y razas, tiene su comienzo en la enseñanza apostólica. “Y, ¿cómo creerá sin haber oído de él?, pregunta San Pablo (Rom. 10,14) También vuestra fe, cristianos de Venezuela, encuentra allí su primer comienzo. Con la misma misión que los apóstoles recibieron a Cristo “en Galilea sobre el monte”, vinieron hasta vosotros hace cinco siglos, sus sucesores, anunciando la buena nueva. De ellos escucharon vuestros antepasados la palabra de Dios vivo aquí, en esta tierra. De la palabra y de la gracia del Espíritu Santo nacía en sus corazones la fe. Así fue de generación en generación. Así es también en nuestros días. 5) El salmo de la liturgia de hoy abre ante nuestros ojos un maravilloso escenario “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra en sus manos” (Sal 18/19,2) Es como un magnífico e incesante “Himno cósmico” que, ante el hombre y la mente humana, revela la verdad sobre el creador invisible. “El día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura” (Sal 18/19,3) ] 349 [


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Este Himno cósmico sobre Dios, el testimonio de la creación fue ciertamente comprensible para vuestros antepasados en esta tierra, aún antes de que vinieran aquí los testigos del evangelio de Cristo. Y también después de su llegada, aquel testimonio de lo creado no cesa de hablar al hombre, encontrando en el evangelio una ratificación y a la vez una nueva manifestación. En efecto, el salmo proclama: “Sin que hable, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Salmo 18/19/4-5) 6) En el contexto de este Himno Cósmico de lo creado sobre el creador invisible, el salmista da un lugar particular al sol: “El sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe a recorrer su camino, asoma por un extremo del cielo y su órbita llega al otro extremo, nada se libra de su calor” (Salmo 18/19/6-7). En el trasfondo del testimonio de lo creado, aparece el sol de justicia, el esposo de la iglesia y de cada alma inmortal, el redentor del mundo y del hombre en este mundo: Jesucristo. Nada escapa al calor de su amor. Los apóstoles que recibieron de su maestro la misión de transmitir la fe con la palabra y con el sacramento, fueron los primeros que experimentaron el calor de este amor en la intimidad con Jesús de Nazaret, y sobre todo en la experiencia de su cruz y de su resurrección Por ello San Pedro escribe en su primera carta que Dios “en su misericordia por la resurrección de Jesucristo ] 350 [


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de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo” (1,3-4) 7) Por tanto, ¿qué es la fe? La fe es el comienzo de la vida nuestra en Dios. Ya que mediante ella somos en Jesucristo herederos de cielo: Coherederos de la vida divina. Y por esto -sigue escribiendo San Pedro- “la fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación para aguardar a manifestarse en el momento final” (1,5) De este modo la fe da también un nuevo y definitivo significado a nuestra vida sobre la tierra. Le confiere la dimensión nueva y sobrenatural. Este sentido, esta dimensión sobrenatural de la fe, nos lleva a ver la vida terrena como una prueba, mediante la cual el hombre entra en la perspectiva de la vida eterna; Como el oro que “lo aquilatan al fuego” (1.7). Y por esto la fe nos permite afrontar, incluso con alegría, las diversas pruebas de la vida, en particular los sufrimientos. “Alegraos de ello- escribe el apóstol- aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: Así la comprobación de vuestra fe- de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego-, llegará a ser alabanza…” (1,6-7). 8) San Pedro escribía estas palabras a los primeros cristianos cuya fe sufrió la prueba de las persecuciones, a veces cruentas. ¿A través de qué pruebas pasa la fe de los cristianos contemporáneo? ¿Cuáles son las pruebas en medio de las cuales ella debe madurar y crecer aquí en Venezuela? ¿Cómo debe ser esta fe, para que la herencia apostólica responda verdaderamente a la herencia de los siglos? ] 351 [


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Me complace saber que en los últimos meses habéis realizado una Misión Nacional con el objeto de renovar y fortalecer la fe, esa fe “que es más preciosa que el oro” y que es la gran herencia de cinco siglos de evangelización. Esa fe que ha sufrido y sufre los embates del laicismo y secularismo, debe ser renovada. Y renovar la fe es profundizar en el conocimiento de la doctrina católica, es hacer la experiencia vital del amor a dios y a los hermanos, es anunciar a los demás el evangelio. Sólo esa fe renovada será capaz de conducir a la fidelidad: Fidelidad a Jesucristo, a la iglesia y al hombre. En primer lugar fidelidad a Jesucristo, es una justa correspondencia al que es “testigo fiel” (Apoc. 1.5). Fidelidad que ha de ser fruto del amor. Bellamente ha dicho el apóstol San Pedro en su primera carta: “a Cristo Jesús no lo habéis visto y sin embargo lo amáis, no lo veis todavía y sin embargo creéis en él” (1 Pet. 1,18). Tal fidelidad a Jesucristo es inseparable de la fidelidad al evangelio, al evangelio con todas sus exigencias. Fidelidad también a la iglesia. Ser fieles a ella es amarla como a la madre nuestra que es. Que nos da a Cristo, nos da su gracia y su palabra, nos alienta en nuestro camino, está a nuestro lado en las alegrías y en las penas, nos instruye en sus centros educativos, levanta su voz contra la injusticia y nos abre la perspectiva de su eternidad feliz. Ser fieles a la iglesia es también vivir en íntima comunión con los pastores puestos por el Espíritu Santo para regir al pueblo de Dios, es aceptar con docilidad su magisterio, es dar a conocer sus enseñanzas. Ser fieles a la iglesia es no dejarse arrastrar por doctrinas o ideologías contrarias al dogma católico, como querrían ciertos grupos de inspiración materialista o de dudoso contenido religioso. ] 352 [


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La fe renovada ha de traer asimismo consigo la “fidelidad al hombre”. La fe nos enseña que el hombre es imagen y semejanza de dios, lo cual significa que está dotado de una inmensa dignidad. A este hombre, hijo de Dios, hemos de acogerlo, amarlo y ayudarlo. La fidelidad al hombre nos exige aceptar y respetar sus tradiciones y su cultura, ayudarle a promoverse, defender sus derechos y recordarle sus deberes. Esta triple fidelidad a Jesucristo, a la iglesia y al hombre deben ser un verdadero desafío frente al futuro, para hacer crecer en profundidad la fe del pueblo venezolano. Esa obra de crecimiento en la fe reclama el empeño profundo de los pastores, de los agentes de la pastoral, del laicado prometido, de la juventud, de los hombres y mujeres cristianos, del mundo de la cultura. Sólo así se logrará un hombre y una mujer venezolanos renovados interiormente, llegados a una “maduración de plenitud en Cristo”. Ahí os queda un programa en “la postmisión que ahora inicia”. Quiera Dios que este crecimiento en la fe se traduzca en comunidades cristianas más conscientes y apostólicas, en una catequesis sólida sobre todo de la familia -insistiendo en una buena preparación al matrimonio- en una nueva vitalidad laical, en un despertar de abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas. 9) El octavo día después de la resurrección el Señor Jesús se presentó de nuevo a los apóstoles reunidos en el cenáculo. Entonces Tomás, que antes no había querido creer a los apóstoles que daban testimonios del Señor resucitado, finalmente creyó: Y postrándose a los pies de Cristo confesó: “Señor mío y Dios mío”. Fue en aquel mo] 353 [


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mento cuando él sintió las palabras significativas del resucitado: “Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron” (Jn 20, 28-29) El apóstol Pedro repetirá esta bienaventuranza en su primera carta. Esta se refiere a todas las generaciones de los confesores de Cristo, que por medio de la palabra de la buena nueva han creído en él; en esta fe han crecido, en ella han consumado su vida terrena, con la esperanza de participar en la eternidad de Dios mismo. También todos vosotros, amados hermanos y hermanas, pertenecéis a estas generaciones. Vuestra fe la “aquilatan a fuego” las experiencias contemporáneas, para llegar a ser “alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo”. Y por esto deseo repetir ante vosotros las palabras de la carta de Pedro a los primeros cristianos: “No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con gozo inefable y transfigurado, alcanzando la meta de vuestra fe: Vuestra propia salvación”. (1,8-9). “No habéis visto a Jesucristo y lo amáis” Amén.

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CARLOS EMILIO MUÑOZ ORAA Ospino, 1929 – Caracas, 1975

Carlos E. MUÑOZ ORAA. Los comuneros de Venezuela. Universidad de Los Andes / Facultad de Humanidades y Educación. Mérida, 1971

Muñoz Oraá es un dirigente universitario altamente calificado y al mismo tiempo un investigador vocacional, empecinado y aún diría que fanático en esos no siempre gratos afanes de llegar a la verdad histórica, y por el camino de la Historia a la verdad como objetivo social o como una meta filosófica. El movimiento de los comuneros fue uno de los más importantes en la América Hispana del siglo dieciocho, y aún habría tenido mayor relieve que la de las antiguas colonias inglesas del norte, si la evolución posterior no hubiese convertido a ese apretado racimo de pueblos en la hoy poderosa nación. Eduardo Arcila Farías ] 355 [


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MERIDA Era la segunda ciudad de importancia en la ruta comunera, pues por su acceso a Trujillo, Maracaibo y Barinas resultaba zona clave para el avance hacia Caracas. Su trascendencia como centro demográfico y económico jugaba papel muy apreciado en toda la jurisdicción de la Provincia de Maracaibo. Además, el disgusto existente entre los merideños por las medidas de la Real Hacienda abonó el terreno para que se recibieran con beneplácito, especialmente en los sectores populares, las noticias sobre la rebeldía peruana y neogranadina. El 5 de junio amanecieron adheridos a las puertas del Ayuntamiento dos pasquines, en los que se informaba la sublevación del Virreinato y existir oferta de ayuda para extenderla a Venezuela. En Mérida se generalizaron los comentarios sobre el atrevimiento de colocar los pasquines y se tejían diversos rumores en torno a su origen y contenido. El Justicia Mayor Antonio Ruiz Valero ordenó publicar un bando en el que se prohibía, bajo amenaza de severos castigos, todo comentario sobre los sucesos del Perú y Nueva Granada y se anunciaban medidas en caso de reuniones sospechosas. El mismo Justicia Mayor solicitó del Vicario Uzcátegui que instruyera a los clérigos para que exhortaran a la población a no seguir el ejemplo peruano y neogranadino. Uzcátegui, junto con los sacerdotes Juan José Osuna, José Antonio de Paredes, Luis Dionisio de Villamizar, Bernardo Pérez, Gaspar Navarrete y José Antonio González, se dio a la tarea de predicar la necesidad de obediencia a las autoridades, a no desconocer al Rey de España, a señalar como delito de lesa majestad la sedición y amenazó con excomulgar a quienes la promovieran. ] 356 [


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El Vicario Uzcátegui escribió de inmediato al Intendente Abalos para darle cuenta de la aparición de pasquines y de las medidas adoptadas por el clero. Los integrantes del Ayuntamiento hicieron lo mismo con el Capitán General Unzaga y Amezaga. Al saberse en Mérida que se habían sublevado San Antonio, San Cristóbal y La Grita aumentó el entusiasmo popular. Los Alcaldes José Quintero y Bernardo Uzcátegui, conjuntamente con el Síndico Procurador José Uzcátegui y los connotados realistas Dr. Ángel Rangel, Pedro Lacunza, José Antonio Paredes, Gerónimo Fernández Peña y otros trataron de disuadir a los merideños para que no abrazaran la insurgencia; pero ni la persuasión ni las amenazas lograban contener la decisión popular de promover la rebeldía en Mérida. El Vicario Uzcátegui, haciendo esfuerzos desesperados, tampoco podía contenerla y escribió al Capitán General: “Mucho he trabajado, Señor, sobre este asunto, usando de todos los medios que me ha dictado la razón y fidelidad que debo a mi Señor natural, pero no ha sido bastante para liberar a mi patria de tan gran daño, pues me replicaban hallarse destituidos de medios para vivir y que se les estrechaba por los administradores más de los que sus fuerzas podían”. En conocimiento de haberse iniciado la rebelión en localidades venezolanas fronterizas al Virreinato, las autoridades realistas decidieron enviar un espía para enterarse del número de insurgentes y de sus planes. El Alcalde Bernardo Uzcátegui ordenó convocar el pueblo, tomar las armas y resistir a los insurgentes, pero fueron rarísimas las personas que acudieron a su llamado. Los ricos realistas Pedro Lacunza y Gerónimo Fernández Peña dispusieron elaborar una lista de sujetos para constituir milicias y ] 357 [


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combatir la rebelión, pero tampoco dio resultados satisfactorios. El Justicia Mayor Antonio Ruiz Valero hizo tocar cajas de guerra y el pueblo no acudió al llamado oficial. Enteradas las autoridades y ricos realistas que en Ejido se esperaba con alborozo la llegada de expedicionarios rebeldes y persuadidos de que en Mérida no habría oposición a éstos, decidieron movilizarse para solicitar de las autoridades superiores el envío de tropas. El Alcalde Ignacio Quintero, conjuntamente con Bernardo Valero y Juan Nepomuceno Uzcátegui, todos ellos ligados por lazos familiares, salieron el 20 de julio hacia Maracaibo a dar cuenta de la situación y solicitar el envío de fuerzas militares. Por su parte el Vicario Uzcátegui escribió el 18 de julio al Intendente Abalos, requiriéndole interpusiera sus influencias para que se destinaran cien hombres de tropa a Mérida: “Yo, con otros cortos caballeros mis parientes, hemos procurado con la mayor eficacia persuadir a estos vecinos a la obediencia al Soberano y sociedad pública, pero ya no es posible tomarle la rienda al desenfrenado vulgo y esperan ansiosos a los tumultuantes reinosos que se hallan, según noticias, al ingreso de esta jurisdicción siguiendo para ésta. Ella es una turba de malévolos y nos tememos los fieles al Rey algunas tropelías cuando no en nuestras vidas en nuestras haciendas, como lo han ejecutado en otros lugares de arriba, y así Dios obre lo que convenga, pues según la actualidad de las cosas, si los superiores no nos auxilian prontamente, estamos expuestos a mil desatinos”. Ocupada la Parroquia de Ejido por los insurgentes se incrementaron en Mérida los preparativos para sumarse a la rebelión. Emisarios de una y otras localidades iban y venían portando mensajes. Muchos voluntarios merideños se encaminaron hacia Ejido para robustecer las filas ] 358 [


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comuneras. El 27 de julio el merideño Cornelio Uzcátegui, al frente de un grupo de 30 rebeldes, entró a Mérida y distribuyó sus hombres en sitios claves. El neogranadino José Garrido se acercó a las autoridades realistas y al Ayuntamiento para invitarles a sumarse a la insurgencia, lo que rechazaron muy prudentemente ante la imposibilidad de enfrentárseles. El 28 de julio hizo su entrada a Mérida el grueso de la expedición, a cuyo frente iban Felipe Contreras, Juaquín Medina, Francisco Javier de Angulo y otros. Cerca de 1.500 merideños, encabezados por Tomás de Contreras y sus hijos Luciano, Vicente y Agustín, portando banderas blancas, fueron a darles la bienvenida a la entrada de la ciudad. La multitud regresó luego a la plaza dando vivas a Nuestra Señora del Socorro, Nuestra Señora de la Concepción, Seráfico San José, al Rey de España, a Mérida, y mueras al mal gobierno, a la vez que vociferaban consignas contra los impuestos. Entre los que agitaban el ambiente se destacaba Francisco Javier de Angulo, quien recorrió las calles de la ciudad, y luego de ordenar se colocara horca en la plaza, hizo pasar por debajo de ella a los concurrentes en demostración de solidaridad con la rebelión. Felipe Contreras avanzó hacia la sede del cabildo secular y del eclesiástico y después de leerse las Capitulaciones de Zipaquirá y hacer énfasis en que las mismas habían sido aprobadas por la Audiencia y el Arzobispo de Santa Fe, preguntó a los integrantes de dichos cabildos si había reparos a las mismas. Al no tener respuesta negativa, la multitud prorrumpió en gritos ensordecedores y se aclamó la constitución del gobierno rebelde. […] El gobierno insurgente dispuso tomar de la Real Hacienda. Al Administrador Gerónimo Fernández Peña se le ] 359 [


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tuvo en su casa de habitación y se le obligó a entregar todo cuanto estaba a su cargo, mientras que el Administrador de la Renta del Tabaco, Pascual María González, huyó de Mérida. Cornelio de Cuévar, encargado de los ramos de papel sellado y barajas fue conminado a entregarlos. Se dispuso a dejar el pueblo en libertad de destilar aguardiente y no pagar derechos por los derivados de la caña de azúcar; a la vez se dejaron sin efecto las demás medidas impositivas acordadas por la Intendencia. Para el mantenimiento de las tropas insurgentes se despojaron de frutos y ganado a los ricos realistas merideños Juan Nepomuceno Uzcátegui, Juan José Dávila, Antonio Dávila y Bernardo Valero. En vista de que en Mérida la situación les era adversa, que el pueblo cobraba cada vez mayor entusiasmo por la rebelión y que corrían riesgo por su desacuerdo con la misma, veinte aristócratas de la ciudad, encabezados por Ángel Briceño (padre del capitán comunero José Ignacio Briceño), Dr. Ángel Rangel, Manuel de Uzcátegui, Javier Ruiz Valero, Antonio Ignacio Dávila, Definidor Silva (sacerdote), Pedro José Lacunza y otros decidieron evadirse hacia Trujillo con la intención de sumarse a la fuerzas realistas que fueran enviadas. Interceptados en Los Llanitos, y tras acalorada discusión y amenazas entre el capitán Briceño y su padre, los fugitivos accedieron a regresar a la ciudad, bajo el compromiso de que no serían molestados ni ellos tomarían iniciativa alguna contra la insurgencia. EL Vicario Uzcátegui agotó cuantos recursos estuvieron a su alcance para impedir la rebeldía en Mérida y temeroso de que los insurgentes arremetieran contra él huyó hacia Trujillo el 26 de agosto, a raíz de haber caí] 360 [


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do en poder de los comuneros algunas cartas del Capitán General y del Intendente, por las cuales, según informó el Vicario, “supieron ser nosotros los confidentes, de modo que yo he resuelto por mejor, desterrarme de mi patria a esta jurisdicción de Trujillo”. La incorporación de Mérida al movimiento comunero significó para su gobierno la responsabilidad de extender la rebeldía a las ciudades de Trujillo y Barinas. La primera resultaba fundamental para apoderarse de Maracaibo, como puerto que facilitaría recibir auxilios foráneos y avanzar por mar hacia Caracas. Además, Trujillo y Barinas abrirían el acceso por tierra hacia Caracas. (pp. 122-130)

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ILDEFONSO LEAL

Lagunillas del Zulia, 1932 Ildefonso LEAL. Nuevas crónicas de Historia de Venezuela. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, 1985, t.I

A mi parecer, se encuentra usted en la vanguardia de los historiadores académicos de todas partes, y lo felicito por su éxito. Tiene usted el mejor libro sobre una sola universidad colonial (la de Caracas) que se ha escrito en América Hispana. John Tate Lanning Profesor de la Duke University, (Durham), North Carolina. ] 362 [


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LAS BIBLIOTECAS COLONIALES DE MÉRIDA Además de las verdes montañas que enmarcan la altiplanicie, los diáfanos ríos que la circundan, la exquisita frescura de sus aires y los picachos blanquísimos de sus sierras, Mérida presenta en el siglo XVIII un ambiente de intensa actividad cultural con sus conventos, colegios y espléndidas bibliotecas. A partir de 1700 comienzan a llegar en gruesos volúmenes las corrientes del pensamiento universal moderno. Junto a las clásicas obras de Horacio, Virgilio y Cicerón, los breviarios y sermonarios, los tradicionales catecismos de Ripalda, Fleury y Astete, la Teología de Gonet y Larraga, encontramos en las casas y haciendas un tipo de literatura que habla de progreso, de técnica, de “ciencias útiles”, de física, matemáticas, química botánica y mineralogía. Libros en inglés y francés, pesados diccionarios, microscopios, máquinas eléctricas, ensayos del padre Feijóo, Jovellanos, Campomanes y Cadalso –donde se critica a Aristóteles, a la decadente nobleza de sangre y se proclama la enseñanza de las nuevas doctrinas de Descartes, Bacon y Newton– constituyen el patrimonio cultural de muchas familias merideñas. Hasta en la pequeña pulpería de don Luís Díaz, situada cerca de la Iglesia Catedral, el merideño puede hallar confundidos con el chimó, el papelón, las tijeras, el alambre, los cuchillos, las camisetas y zapatos, 150 cartillas, 4 catones, 7 libritos de doctrina cristiana, más la obra de Feijóo y varios volúmenes de la obra Finezas de Jesús Sacramentado. Doña Juana Paula Altuve, dueña de tierras y haciendas de caña de azúcar, posee libros de novelas y comedias, tres obras de medicina, un Arte de Cocina, los tomos com] 363 [


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pletos de la Recopilación de las Leyes de Indias, el Discurso de la Educación Popular de Campomanes y un tomo viejo y gastado del Cid Campeador. Y en el pueblo de Ejido, en su casa de balcón, teja y madera, el presbítero Ignacio Bautista de León, tiene exquisita biblioteca teológica con las obras de Fray Luis de Granada, las Cartas Eruditas y Curiosas de Feijóo y un volumen de Filosofía Racional. Pero la biblioteca que ilustra mejor ese deseo de conocer las últimas novedades alcanzadas por las ciencias y las artes en el siglo XVIII, pertenece a don Mariano Verástegui, acaudalado vecino de Mérida administrador de la hacienda Santa Cruz de Estánquez. Quizás es la biblioteca más moderna que persona alguna pudiera tener en esta región andina, pues ahí están reunidos libros de materias diversas como Medicina, Derecho, Filosofía, Geografía, Química, Física y Botánica. Aparecen en el inventario 15 tomos de Feijóo; la Historia Natural del conde de Buffón; los Elementos de la Historia Natural de Fourcroy; los Elementos de Medicina Práctica de Cullen; un Tratado de Escorbuto sin nombre de autor; algunos formularios quirúrgicos y de medicamentos; la Medicina Doméstica de Buchan; la Anatomía de Martín Martínez; el Diccionario de Química de Pierre Joseph Macquer; la Traducción y Comentarios de Hipócrates de Andrés Piquer y Arrufat; la Opera Médica de Boerchasi; el Tratado Elemental o Principios de Física de Brisson, el Idioma de la Naturaleza de Francisco Solano Luque, médico de fama europea que fundaba sus diagnósticos en el pulso y criticaba las enseñanzas de Galeno y Avicena. Figuran también unos Elementos de Música, de autor desconocido para nosotros; un Tratado de Pinturas de Leonardo da Vinci; la Poética o Reglas de la Poesía en general de Ignacio de Luzán; el Diccionario Geográfico de Lorenzo Echard; las ] 364 [


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Noticias Americanas de Antonio Ulloa; unas Instituciones Económicas y la Historia de las variaciones de las iglesias protestantes de Jacobo Benigno Bossuet. Y -cosa increíble- la famosísima obra titulada Eusebio, escrita por el ex jesuita Pedro Montegón, que es una especie de novela pedagógica a la manera del Emilio de Rousseau, pero en ambiente americano, prohibida por la Inquisición en 1798. Pinturas, imágenes religiosas, esclavos, abundantes haciendas y una estupenda biblioteca tiene también el merideño don Juan Antonio Dávila. Basta citar de esa larga lista de libros el Curso Teológico Lugdunense, obra de tendencia jansenista y galicana, puesta en el Índice en 1792, las Instituciones Filosóficas del matemático francés Francois Jacquier y las Recreaciones Filosóficas del padre Teodoro Almeida, catedrático de Física Experimental en Lisboa y luego en Bayona, célebre por sus demoledores críticas a la escolástica. Todo lo anterior proporciona una idea general del tipo de obras que circulaban en la culta y recatada sociedad merideña del siglo XVIII, y sirve también para demostrar que no es cierto que la ilustración sólo llegó a América gracias a un contrabando tortuoso y arriesgado de libros prohibidos. (t. I, p. 453-455)

LA BIBLIOTECA DEL OBISPO DE MÉRIDA FRAY MANUEL CANDIDO DE TORRIJOS EN 1792 Correspondió a Fray Manuel Cándido de Torrijos el honor de ser el segundo obispo de Mérida, aunque su ministerio fue bastante breve, pues apenas duró tres meses y cuatro días, del 16 de agosto al 20 de noviembre de 1794, fecha en que falleció repentinamente. (p.457) ] 365 [


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Torrijos embarcó en el bergantín “El Areñon”, de 112 toneladas, en Cádiz, el 25 de abril de 1792. Traía un voluminoso equipaje: 65 cajones de libros, más de 8 baúles y 10 cajas marcadas y numeradas con ropa, telas, ornamentos, armas, medicina y ciertos comestibles “para lo que se ofrezca en la travesía”. Allí venían 540 estampas extranjeras, “varias máquinas de física hechas en Madrid”, 36 anteojos de larga vista, 19 anteojos venecianos, 2 conductores “de hojalata de la máquina eléctrica”, 2 escopetas vizcaínas, 2 escopetas barcelonesas, 1 cajón de “drogas de botica, tenedores y cuchillos de plata, 5 mapas mundi, media libra de azafrán, “para el gasto del camino”, 1 cajón con el báculo “y demás plata labrada de altar”, 6 “atados de rosario con cruces de abalorios para repartir a los indios de las Misiones de Barinas”, 5 campanillas, un “altar portátil para la misa en el barco”, jarabes, ungüentos, jaboncillos, “el cuerpo de San Clemente Mártir”, una lámina “de Nuestro Señor pintada en Cádiz”, un peso pequeño “compuesto de platillos y balanza”, aparte de telas de tisú, tafetán, terciopelo, chamelote blanco, una pieza de lana para cortinas, un roquete y una muceta. Y como si esto fuera poco, también traía el obispo Torrijos abundante “chocolate labrado para el camino”, 16 docenas de chorizos “para el gasto” y una y media fanega de “garbanzos para el viaje”. En total, Torrijos embarcó 3.000 (tres mil) libros de las más diversas materias. Obras de teología, derecho, literatura, filosofía, historia, química, física, medicina, geografía, farmacopea y diccionarios en castellano y francés, constituían la biblioteca del prelado neogranadino. Figuran en el detallado y meticuloso inventario levantado en el puerto gaditano, nada menos que 34 tomos ] 366 [


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de un periódico realmente importante como era “El Semanario Erudito”, editado en Madrid en el siglo XVIII; 15 tomos de las obras de Feijóo; El Quijote de Miguel Cervantes, las obras de Aristóteles, Cicerón, Fray Luis de Granada, Séneca, Santo Tomás, la Historia de la Iglesia y del mundo de Gabriel Álvarez de Toledo, la Monarquía Indiana, de Torquemada, la Biblioteca Oriental y Occidental de Antonio León Pinelo, 16 tomos del famosísimo Espectáculo de la Naturaleza o conversaciones acerca de las particularidades de la historia natural… del abate Noel Antoine Pluche (1688-1761), editada en Madrid en los años 1753-1755, por el padre Esteban de Terreros y Pando. Esta obra, alabada por Feijóo como “excelente” y recibida con aplauso por los eruditos de las naciones europeas, permitió acercar a los criollos a las ciencias modernas. También vale la pena mencionar la obra en cinco volúmenes, Institutiones philosophicae, publicada en 1780 por Antoine de Malvi Mozart, Arzobispo de Lyon, conocido con el nombre de Lugdunensis, inclinado al jansenismo, “descargada del fárrago de distinciones sutiles y términos escolásticos” y de demasiada inclinación por los principios de Descartes. En el campo de las ciencias, podemos apreciar la presencia de Francois Bayle (1622-1709) con sus relevantes y modernos trabajos Diss. de experientia et ratione conjungenda in physica, medicina et chirurgia (París, 1675), y las Institutiones physicae (Toulouse, 1700) De igual manera, destaca el físico alemán Friedrich Hoffmann (1660-1742), quien tuvo activa participación en la sistematización del conocimiento médico. De él se citan los trabajos Medicina rationalis systematica (Halle, 17181740), Medicina Consultatoria (Halle, 1721-1753), y Theoremtata Physica (Halle, 1694). ] 367 [


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Se encuentran igualmente los libros de Daniel Sennert (1572-1637), las del brillante catedrático de Anatomía de la Universidad de Valencia, don Andrés Piquer y Arrufat (1711-1772), con Las obras de Hipócrates más selectas… (Madrid, 1757,) su Física Moderna, racional y experimental (Valencia, 1745) y su Lógica moderna, o arte de hallar de verdad y perfeccionar la razón (Valencia, 1751) Aparte hay que subrayar las obras de medicina de Lefeure, Platelli, Lanzoni, Barandei, Porti y un Opúsculo Químico-Físico-Médico, de Ernesto, la Opera Omnia, de Avicena y la Biblioteca Farmacéutico-Médica, en 18 tomos, de Jacobo Mangeti. A eso debe añadirse la Opera Mahemática, de Cristóbal Clavius, la Geografía de Ptolomeo, los Elementos de Física de José Sigaud de Lafond, los Principios de matemática de Benito Bails (1730-1797), y la Opera Medica de Herculeo Sajón. Abundantísimos tratados de teología, derecho civil y canónico, varios tomos de la Historia de la Iglesia más un cuerpo de poetas en 34 tomos, completan la estupenda biblioteca del Obispo merideño Fray Manuel Cándido de Torrijos, que todavía se conserva fragmentariamente en el viejo Seminario de la capital andina. (t.I, pp.459-460)

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JACQUELINE CLARAC DE BRICEÑO Pointe-à-Pître, Guadalupe, 1932

Jacqueline CLARAC de BRICEÑO. Mérida a través del tiempo. Los antiguos habitantes y su eco cultural. Universidad de Los Andes. Consejo de Publicaciones. Mérida-Venezuela, 1996.

Sus libros son un verdadero aporte para el conocimiento de los pueblos de toda el área andina. Luisa López de Pedrique Su mayor contribución ha sido formar a todo un grupo de investigadores que hoy en día son personal de planta dentro de la Universidad. Antonio Niño

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EL CALENDARIO MU-KU Los antiguos habitantes de nuestra Cordillera parecen haber dividido el año (según información etnográfica recogida en las poblaciones de Lagunillas, La Pedregosa y La Culata) en trece meses lunares (lo que haría un total de 364 días), el primero de los cuales empezaba con el solsticio de invierno y estaba dedicado al sol. Es probable que cada tanto alargaran este primer mes a fin de restablecer el equilibrio entre el calendario solar y el lunar. En el primer mes (que iba aproximadamente del 25 de diciembre al 22 de enero de nuestro propio calendario) se realizaban grandes fiestas religiosas y se “leía” el tiempo que haría todo el año, adivinación que se hacía sobre la base de la observación constante de los fenómenos atmosféricos. Por ejemplo, relámpagos o salida del arco-iris encima del Páramo hoy llamado “de Los Conejos” (al norte de La Pedregosa), o encima del Páramo de La Culata o del Cerro del Tambor en Lagunillas, los primeros días del año y del mes solar, significaban “año lluvioso” y lluvias “que entraban temprano”, como todavía significa entre nuestros campesinos. Se observaba igualmente cada día de ese primer mes si llovía o no, a fin de determinar el tiempo atmosférico de cada uno de los meses lunares que seguían. Esta antigua costumbre de predicción del tiempo se ha mantenido entre nuestros campesinos de la Cordillera bajo los nombres españoles de “Pinta” y “Repinta”, de 12 días cada una, empezando a partir del primero de enero. En este proceso de observación del tiempo atmosférico durante los primeros días del año, los mohanes calculaban la probabilidad de un año demasiado lluvioso, o demasiado seco, en cuyos casos decidían qué tipos de ] 370 [


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sacrificios se debían realizar a los dioses, sacrificios que se hacían en las alturas de cerros y páramos, particularmente en el páramo de Mucuchíes, en sus distintos picos: Mu’Bai (hoy Bartolo), Mifafí, Piedras Blancas, etc. en el de Los Conejos (al norte de La Pedregosa) o en el Cerro del Tambor, Lagunillas (antigua Jamú), durante esos primeros días del año y del mes solar que corresponden en nuestro propio calendario a fines de diciembre y principio de enero, es decir, cuando va a empezar la sequía. Hoy se celebran en la misma época la fiesta y bailes de San Benito, así como las Paraduras del Niño Jesús. El calendario religioso comprendía, además de este primer mes, un “mes del medio”, durante el cual se celebraban fiestas dedicadas a la luna y a las lagunas (identificadas con la luna), período que correspondía a nuestro actual mes de mayo. Ya estaba desarrollándose el período de lluvias y se debía prevenir las inundaciones, con rituales que se hacían a orillas de las lagunas, rituales que incluían también sacrificios y ofrendas de todos los productos agrícolas así como de los animales domésticos recién nacidos (pavos, pavas, paujíes, curíes) y de niños recién nacidos, hijos de los “principales”. También se hacían ofrendas de objetos de oro (tumbaga) tales como “águilas” y frutas minúsculas, o representaciones del cuerpo humano cuando se deseaba la salud con la curación de tales partes. En nuestro propio calendario dicha fiesta, corresponde ahora a la de San Isidro (Ver Clarac, 1981: 174-176 y Clarac y Ramírez, 1984). Otras grandes fiestas se realizaban en el mes que correspondía a nuestro mes de octubre, un poco antes de que terminara el año y en pleno período de fin de lluvias, cuando éstas eran muy fuertes y los ríos amenazaban con ] 371 [


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hacer inundaciones; fiestas que tenían la finalidad de impedir las posibles catástrofes que significarían el fin del mundo, las cuales eran concebidas a través de la visión de la “bajada” de ciertas lagunas sagradas desde los páramos, con la correspondiente inundación de aldeas y campos de cultivo, y la destrucción -siempre temible- de la humanidad, repitiéndose así el diluvio del principio de los tiempos, según la mitología. De este modo se hacían nuevamente danzas rituales y sacrificios, concentrándolos esta vez en la zona norte de lo que actualmente llamamos “La Pedregosa” (antigua Mucutuquiaun, o Mu-Ku-Tu-Kiaun), en el valle del mismo nombre, al pie del páramo que conocemos como “de Los Conejos”. Esta fiesta corresponde hoy a la de “San Rafael” (Ver Clarac, 1981: 146-50). Así que había una repartición del año en relación con el calendario religioso y ciertos espacios sagrados bien determinados: (1) Primer mes (solar)

- Páramo de Mucuchíes

(2) Mes del medio (lluvias) -Laguna de Yojama (o Laguna de Urao en Lagunillas). (3) Mes de prevención de -Páramo de Los Conejos catástrofes (fin del mundo (La Pedregosa o humano). Mu-Ku-Tu-Kiaum). Si observamos el mapa de nuestra Cordillera de Mérida, estos espacios sagrados corresponden a la Sierra Nor] 372 [


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te, al este (Mucuchíes), al oeste (Lagunillas, antigua Jamú), y al medio (La Pedregosa), con lo cual constatamos una división del espacio geográfico en relación con un espacio cósmico-sagrado, a través de una oposición espacial Este (Sol) / Oeste (Luna) con un punto intermedio, punto equilibrante pero de fácil desequilibrio, razón por la cual se necesitaba la intervención del hombre, en este caso del mohán, que servía de intermediario con los dioses. En cuanto al papel que le tocaba en esta concepción a nuestra Sierra Sur o “Sierra Nevada” no está todavía claro, pero ha debido ser también importante. El nombre indígena del Pico Bolívar -pico más alto de dicha Sierra Sur- parece haber sido, según los campesinos actuales de la zona de Tabay-La Mucuy-Cacute: “MIFAFI”. (pp. 42-44)

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LOS CUATRO RÍOS

De Edén salía un río que regaba el jardín; y desde allí se dividía y se formaban de él cuatro brazos. Génesis 2,10

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JUAN ANTONIO GONZALO PATRIZI Mérida, 1911 - Caracas, 1950

Juan Antonio GONZALO PATRIZI. Riscos. Cooperativa de Artes Gráficas. Caracas, 1935.

Este poeta ha interpretado las leyendas y los fantasmas de su brumosa Mérida, los molinos y las torrenteras. Otto D´Sola ] 377 [


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MILLA I Bogando van en las aguas fuegos fatuos de leyendas! Remolinos de cristal. Blanco musicar de peñas. Los cinco saltos del río son cinco aplausos de piedras. A un barandal de brisas con rejas de madreselva su ceja asoma la luna para seguir su carrera. Con cinco hebillas de plata y cinco broches de cera ciñe un cinturón de espumas la bata azul de la sierra: cinturón de espumas finge el río entre algas y yerbas, broches y hebillas de plata sus cinco chorros semejan. II Cabalgan sobre las brisas fuegos fatuos de leyendas! Entre el Mucujún y el Milla fijó Murachí vivienda ] 378 [


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y a su yaraví de caña le exprimió sentidas quenas. Plumaje alegre en colores conquistó su ágil destreza; plumaje cacique, símbolo de su alma que era ala abierta. Redonda luna al caney meció con luces vermejas, primera luna que vio con Tibisay su querencia: Tibisay que fue a su lado como piñuela en la ceiba, como piñuela colmada con agua de lluvia fresca. III A orillas del río corren fuegos fatuos de leyendas! Los ojos claros del agua filtraron tin-tin de espuelas; pendiendo a pechos y cintos llegó la cruz a la sierra. Pintó un clarín de conquista mancha de onoto guerrera; los cinco saltos del río tiñó la muerte violenta.

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Cruzó el destruido barbecho pregunta blanca de niebla y halló la caña quebrada, mudas las notas de quena, Murachí trocado en nada, hecho el corazón ausencias y entre las zarzas vagando un eco de sombras muertas. IV La orilla del río alumbran fuegos fatuos de leyendas! Cuando alza enero en el éter lunas que el helor biselan, dicen que el relente muerden agrias voces que lamentan. Tibisay pasa en el viento -silueta sin cuerpo, huecaSiguiendo huellas de tiempo entre cenizas dispersas. Fríos perfiles vacíos. Alma. Luces en esencia. Tibisay va por el aire con la pregunta de niebla. Verdes orillas del río! Milla de márgenes tiernas! Jugando están en las brisas fuegos fatuos de leyendas! ] 380 [


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CARLOS CÉSAR RODRIGUEZ Guanta, 1922.

Carlos César RODRIGUEZ. Anubizajes. Ediciones MUCUGLIFO. Dirección Sectorial de Literatura CONAC. Mérida, 2004.

Carlos César Rodríguez llegó a Mérida de repente, como llega el buen tiempo. Alfonso Cuesta y Cuesta

Carlos César Rodríguez: una personalidad lírica excepcional que será inolvidable dentro del quehacer poético venezolano presente y venidero. César Dávila Andrade ] 381 [


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RIO ALBARREGAS A Alejandro

Toda la noche el río se desveló cantando al lado de mi casa. No quedó ni una estrella sin abrir las pupilas para verte, Albarregas, para oír tus canciones arrullando el sueño de los árboles. Como la sangre entre las venas, ciega, soñabas con mirar sobre los campos el aire florecido de la aurora. Alguna vez Homero te dio el secreto de caminar cantando entre las sombras.

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RAMON PALOMARES Escuque, 1935

Ramón PALOMARES. Mérida, elogio de sus ríos. Ediciones de Ramón Palomares. Impresión Talleres Gráficos ULA. Mérida, 1984.

Palomares no sólo tiene perfecto dominio expresivo sino que aspira también a superar todo ese juego formalista y todos los énfasis en que se ha complacido gran parte de nuestra poesía. Su idioma poético juega con las más variadas posibilidades, elíptico, directo al mismo tiempo, real y místico; renueva los giros más prosaicos y los prestigia con una gracia y ternura inusitadas. Guillermo Sucre ] 383 [


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MUCUJÚN

Tú no eres un río para la muerte, hermoso Mucujún. Ningún cuerpo vendrá, rostro devorado ni tinieblas en tus corrientes; golondrinas sí golondrinas que se entrecruzan sobre tus linfas. Buscaremos en tí nostalgia y rincones de enamorados. Puedo ver en un recodo de tu lecho delgadas siluetas de melancolía. En el atardecer apacible pasan tus campesinos rumoreando - igual que tú sus pequeñas vidas, y en el bosquecillo de cínaros y sauces por el camino encendido de pinos y ramas amarillas sus rostros de curtida bondad se pierden sin sonido. Pastizales del Escorial, frescas terrazas y distantes [vaquerías, habitaciones que he confundido en mí enhebrándome con su arcilla. Más arriba de tu corriente fría en este valle el alma se ha vestido de extensas yugadas y asperjado de granos y raíces y brotado zarzales y moras y pequeños rosales silvestres. Tú, río amoroso, te hundes en zanjones sombríos, hasta que siguiendo la niebla se te encuentra cerca de las Lomas del Viento jugando en sotos venturosos ] 384 [


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como una muchacha a la que vimos solo una vez tantos [años atrás y que ahora reencontramos distinta pero por siempre deslumbrante. Sí. El atardecer: La corriente madre va fluyendo sus invisibles lluvias y arriba del pequeño puente ya las golondrinas se atreven - golondrinas veo florecer sus pequeños pechos parduscos y sus alas elásticas. Mucujún, Tú escribes tu cristal hacia las faldas y colinas de arriba, avarientas de sol, como esas mujeres que se creen divinas, solo porque su cuerpo es de perfecta aurora y saben mirar hondo, con eternidad. Conozco ese templo que ha curtido mi melancolía sus árboles en densos arquitrabes, su silencio como ojos de becerro y el arroyo tranquilo que irrumpe sus maitines [con delgada sonrisa. Abajo, en tus húmedos troncos ricos de epífitas `[y musgos tus pájaros iluminan un vivir sigiloso mientras disfrutan suculentos insectos. Créeme Si alguna vez dentro de muchos años alguien sintiera deseos de encontrarme habré de estar allí, bajo el trébol, o arriba, volando en los follajes junto al aire que reza un profundo deseo de Dios. ] 385 [


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CHAMA

Salvador Valero, de Escuque, pintó la imagen de un hombre sentado sobre sus tesoros, las llaves de sus baúles apretadas en un puño: - es un caudillo es un jefe civil de revólver oculto – Está próximo a mudar un encanto y su caballo de arcoiris bebe las aguas de un río mágico. Bien pudieras ser Tú ese hombre, altivo Chama, pero la nobleza de tu historia corresponde a más luminosos misterios. Has sido acusado de destrucción y asaltos y han vestido tus aguas con metáforas de fiereza. Las imágenes de tus cascadas y el goce de tus peces saben a tormenta. Nadir y Erebo es el corte frontal de tus dientes que han desbancado cordilleras y arrumbado haciendas [y farallones hundiéndolos en tu helado tumulto. Y ya de tiempos tan remotos eras imagen vengadora, refugio de guerreros, gran chorro de espumas, furioso y tronador. Pero no, dulce esmero de aguas, acaso no han visto tus galerías quemando flores, [aromando extraños pájaros en el canjilón. De tus fuentes briosas se levantan yugadas fértiles con alubias, yucas, veredas de coles; se levantan doradas sementeras: frijoles y maíz, ] 386 [


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y alfombrados de lechuga y floraciones de azucena y pequeñas rosas de luna y joyel como el nabo silvestre que arde junto al frío. Fuera Yo ese cristal de cielo líquido de las más altas parameras que aúllan en el Paso [del Buitre, en el Cañón del Cóndor, y bajaría del verde de la Laguna Verde en las Lagunas Apersogadas. Con qué exquisito filo corta la parda roca en el severo amanecer hasta formar las abras tiernas de su primer descanso, donde yerbas y bestias asumen el color de su aurora, donde el mundo comienza a soñar y emprende el agua su destino. Como en una visión que se desprende y un aire que empuja sus conversaciones escucho: “Todo comenzaba de nuevo: algunas vacas, unos trenzados de maíz, algunas raíces, no había mucha gente en una tierra tan escondida… Todo comenzaba de nuevo con esos hombres a caballo ceñudos, ambiciosos. No muchos, es cierto, pero audaces, ] 387 [


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desconocedores del miedo, crueles. Trazaron y volvieron a trazar su ciudad A poco todo se lo repartieron: - A Pedro Gaviria todo el valle de San Miguel, 33 casas y cien indios. - A Miguel Trejo todo el Valle de Turmas, 28 casas y cien indios. - A Diego Luna las Cabeceras del Arroyo Sucio, 30 casas y cien indios. - A Juan Andrés Varela todo el Valle de los Alizares, con 30 casas y cien indios. -A Martín Zurbarán todas las llanuras de la Laguna, con cien casas y sus indios. - A Andrés Pernía todas las tierras del Valle Alto de los mismos Alizares, con 30 casas y sus indios. Todo comenzaba de nuevo: El funcionario tomaba los indios de la mano, los entregaba [al encomendero; y él se paseaba con ellos poniéndoles la mano [en la cabeza y los mandaba a sentarse y de inmediato los mandaba levantarse cobijándolos con su capote, y en nombre del Rey tomaba posesión de su encomienda.

Todo comenzaba de nuevo: crecieron [los algodoneros, pasaron arcones con ropas eclesiásticas, copones, largos cirios. Creció el incienso, volaron los coros, ] 388 [


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se instauraron los campanarios, se conoció la nostalgia del Papa y del Rey. Se escuchó el suspiro del Sacristán, el aullido del Inquisidor. Vinieron espantos, ruidos de cadenas, golpes. Todo comenzaba de nuevo y la noche extendía su olor quieto su aroma de sombra de caujaro y flor viuda. Entonces todo quedó inmóvil, suspenso. Tras asaltar las cordilleras, El Gran Chama fluye lento y barroso hasta desparramar en su emboque del lago, puercos salvajes, ojos secos de peces, orquídeas, lirios y raíces, restos de habitaciones y hombres muertos.

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APÉNDICE

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I. CREACION DEL COLEGIO DE LOS JESUITAS (1628) Buenabentura de la PEÑA y padre Juan de ARCOS. Escritura de Fundación del Colegio de la Compañía de Jhesus de Mérida… En: José DEL REY FAJARDO, s.j., La pedagogía jesuítica en la Venezuela hispánica. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1979; (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela)

Escritura de Fundación del Colegio de la Compañía de Jhesus de Mérida. (Archivum Romanum Societatis Iesu. Provincia Novi Reigni et Quiti, 17, fols., 144-145 v)

/fº 144/ En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Sancto, y de la Limpissima Concepción de la Virgen María Nuestra Señora. A todos sea notorio los que esta carta vieren, cómo yo el Padre Buenabentura de la Peña clérigo Presbytero Capellán en la Sancta Iglesia Parrochial de esta ciudad de Mérida del Nuevo Reyno de Granada de las Indias. Otorgo, y hago escritura de donación, dotación y Fundación del Colegio de la Compañía de Jhesús que está en dicha ciudad de Mérida, movido del zelo de la honrra de Dios y del bien de las almas y del gran fruto que los Religiosos de la dicha Compañía hazen en la crianza de la jubentud y enseñanza de los yndios y ] 393 [


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aprovechamiento espiritual de todos aquellos con quien tratan y con deseo de la asistencia, y perpetuidad de la dicha Compañía, en esta dicha ciudad instituyo y ordeno la dotación, y fundación de la manera siguiente: Primeramente doy una estancia de pan sembrar que está en las azequias términos de esta dicha ciudad tres leguas, y media poco más o menos en la bajada del río de Nuestra Señora por donde va el camino real de que le daré títulos de cavildo, y recaudos de mi derecho. Assimismo doy al dicho Colegio, una estancia de tierras, que tengo en los llanos de Xibraltar, en la qual tengo de dar plantados ocho mil árboles de cacao, y con ocho esclavos negros para su beneficio y cultivo, con estas condiciones, que desde oy día de la fecha desta escritura en seis años ha de tener los dichos ocho mil árboles plantados y beneficiados, y los dichos ocho esclavos. Y durante el tiempo de los dichos seis años, del fruto que dieren los árboles, que ai plantados y dan fruto, el día de oy que por mi cuenta son seis mil pocos más, o menos, y de lo que se fuere plantando hasta los dichos ocho mil, he de gozar, y llevar yo la tercia parte de su fruto para mi sustentación hasta que dé frutos otra estancia, que ya yo he comensado a plantar de cacaos en los dichos llanos de Xibraltar, y los costos de la hazienda, assi de costales para el cacao, como de herramientas, o casas, que se ayan de hazer, y otros cualesquier gastos pertenecientes a la dicha hazienda y esclavos de ella, se ayan de sacar del monton de los frutos de los cacaos, y después de esso la dicha tercia parte de ellos, ha de ser para mi sustento como dicho es. Y si antes de estos seis años fuere Dios servido de llevarme de esta presente vida; la estancia, y sus frutos enteramente quede al dicho Colegio sin obligación de acudir a persona alguna con la ] 394 [


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dicha tercia parte. Y viviendo yo pasados los dichos seis años, asimismo quede la dicha estancia con los ocho mil árboles, y ocho esclavos, que dicho tengo, a el dicho Colegio y me /fº144vº/ obligo entregarla con esta cantidad de arboles, y esclavos, y libre de todo censo, e hipoteca y de otra qualquiera obligación. Item que si pasados los dichos seis años la dicha estancia no diere, dos mil pesos de ocho reales de renta en cada un año, que para el sustento de los Religiosos, y fabrica del dicho Colegio será menester es mi voluntad, que aviendo otro que quiera fundar el dicho Colegio lo pueda hazer, y la Compañía lo pueda admitir, sin agravio, ni perjuicio de los sufragios, que la dicha Compañía haze por los fundadores de sus casas, conforme a sus constituciones, y esto hago por el bien que deseo, a este Colegio, y por su mayor perpetuidad la qual será más segura teniendo mas renta y mas perpetua y porque mi intención no es de gravar a la dicha compañía, con cargo y obligaciones, mas de aquellas, que por su instituto observa, y tienen para con sus fundadores, pido tan solamente que conmigo se usen las que aquí declarare, que son las siguientes: Que en mi muerte sea mi cuerpo sepultado en la iglecia del colegio de la Compañía de Jhesus en sepultura de la capilla maior, arrimado a las gradas del mesmo altar mayor en medio de la capilla sobre la cual sepultura se ponga una loza con mis armas esculpidas en ella (del dicho Colegio) y letrero alrededor, que diga mi nombre, y me intitule fundador del dicho Colegio, y que si fuere mi muerte antes que se edifique la iglecia, que ha de permanecer, y se ha de hazer de proposito y fuere depositado mi cuerpo en la que agora tiene la Compañía ques pequeña y de prestado, de ay a quanto se edifique la iglecia nueva, sean trasladados mis huesos y puestos en la capilla ma] 395 [


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yor, con la piedra y lo demás según está dicho. Que las missas, y sufragios que la Compañía usa y por su instituto dize por sus fundadores, se digan por mi, y por las personas que fuere mi intención. Iten la memoria y fiesta de la fundación que usa la compañía hazer cada año en reconocimiento de gratitud de sus fundadores se haga en este Colegio el día de la Circuncisión del Señor, en el qual día se me dé la vela mientras yo viviere, y después de mis días se dé a mi Hermano Jerónimo Yzarra y por falta suya al hijo mayor de mi hermano Diego de la Peña y a falta suya a los hijos del dicho Gerónimo de Yzarra y a falta de ellos entren siempre los más cercanos de mi linaje, primero los hijos sucesores de mis Hermanos y a falta los hijos y sucesores de Hermanas. Y yo el Padre Juan de Arcos Rector que al presente soy de este dicho colegio de dicha ciudad de Mérida por constarme que lo que ofrece para su fundación dicho Padre Buenaventura de la Peña dos mil pesos, y mas de renta en cada un año estando frutales los dichos ocho mil arboles de cacao, que se ofrece a dar con los dichos ocho esclavos /fº 145/ y que esta renta será suficiente para el sustento de los de la Compañía que aquí pueden asistir con facultad que para ello tengo del Padre Luis de Santillan Provincial de esta Provincia de la Compañía de Jhesús de este Nuevo Reyno auto la dicha fundación dotación, y donación de dicho Colegio de la Compañía de Jhesús de esta ciudad de Mérida, y me refiero a que el Padre Luis de Santillan, Provincial de esta Provincia traerá confirmación de V.R.P. General por quanto la fundación dicha es suficiente para este Colegio, y lo que esta ciudad ha menester de la compañía de Jhesús, y así por la presente escritura por la facultad que tengo del dicho Padre Provincial Luis de San] 396 [


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tillán, y en su nombre, admito, y auto la dicha fundación, donación y dotación, y al dicho Licenciado Buenaventura de la Peña recibo, y reconosco por fundador del dicho Colegio de Mérida y como a tal con la aprovación de N.R.P. general le ofresco y concedo desde luego todos los privilegios, gracias, comunicación de sufragios, satisfaciones, y buenas obras, que las Bulas Apostolicas, y constituciones de la dicha Compañía dan y comunican a los tales fundadores. Y asimismo ofresco las tres missas que en señal de gratitud dispone N.P San Ignacio que se digan por los fundadores vivos en la quarta parte de las constituciones cap. 1, número 4 y las tres que se dicen por el fundador difunto para quando Dios le llevare de esta vida, las cuales seis misas se han de decir en toda la Universal Compañía por cada uno de los sacerdotes de ella, y asimismo ofresco las demás oraciones, y sufragios, que han de hazer y hazen los que no son sacerdotes, y las que perpetuamente debe hazer este Colegio por su fundador, y todas las demás que en la dicha 4ª parte se ordena y manda se hagan, y digan por los fundadores de los Colegios de la Compañía. Y conforme a lo capitulado por el dicho fundador en nombre y con la autoridad que dicho tengo del dicho Padre Provincial ordeno a los rectores deste Colegio, que es, y adelante fueren, que celebren el día de la circunsisión con misa solemne y sermón la fiesta y memoria de la dicha fundación por todos los años dando en señal de reconosimiento que se debe a su fundador la candela de cera con sus armas como lo dispone la Constituciones de la dicha compañía. La qual candela se le comensara luego que venga la aprobación, y confirmación de N.R Padre General y después de los días del dicho fundador se haga el mismo reconosimiento con las personas de su linaje, que la representen ] 397 [


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conforme a la clausula, y capitulación de suso referida, o a la que de nuebo declarare en su testamento. Y asimismo el dicho Padre Rector ponga en medio de la capilla mayor como arriba se dixo la loza quel dicho fundador dara para ensima de su sepultura, en que esté el letrero, y lo demás referido; la qual loza se trasladara a la yglecia nueua, y capilla mayor de ella, para que esté ensima de su sepultura, y con él y con sus sucesores se tenga perpetuamente la memoria, y correspondencia debidas, que nuestra compañía usa con los tales fundadores conforme a nuestras constituciones, reglas y ordenaciones. Porque aunque el principal premio, y recompensa es la que esperan de la mano del Señor /fº 145 vº/ siempre nuestra Compañía se muestra reconocida, y obligada en servirles en todo lo que pueden conforme a su instituto; y si en algo de esta escritura hubiere duda, o dificultades, queda el derecho de poderlas interpretar, y declarar a mi el dicho Buenaventura de la Peña, y después de mis dias al Padre Provincial de la dicha Compañía de Jhesus quedando en pie la sustancia de la dicha fundación; y así lo otorgaron y se obligaron en forma que es lecho en la dicha ciudad de Mérida a veinte y dos dias del mes de diziembre de mil y seiscientos y veinte y nueve años. Siendo testigos el Beneficiado Francisco de Izarra de la Peña y Estevan Meson zirujado y Alonso de Rueda vecinos, y estantes en esta ciudad y lo firmaron los otorgantes, que yo el escribano conosco. Buenaventura de la Peña, Juan de Arcos, Ante mí Gerónimo de Izarra. (pp. 459-462)

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II. CREACIÓN DE ESCUELAS PÚBLICAS (1783 Y 1788) 1.- Francisco Antonio UZCATEGUI. (Carta del 10 de junio de 1788 en que da noticias de la creación en 1783 de una escuela pública en Mérida, y en la que, además, reitera su solicitud de autorización para crear una escuela de artes y oficios en Ejido). En: Archivo General de Indias. Leg. 359

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS Audiencia Caracas, Leg. 359

Muy Ylustre Cavildo El doctor Don Francisco Antonio Uzcátegui, Presvítero natural y vezino de esta ciudad, y domiciliario de este Obispado; hace presente a V.S que haviendo sido su principal atención, desde que empeso a tener proporciones para ello, fomentar con notorio conocimento su vezindario, tanto en el Ministerio Espiritual, de que en diferentes ocasiones, se le ha encargado por sus Superiores, como en la enseñanza, y exercicios temporales; establecio a costa de superar varios inconbenientes una escuela pública, de primeras Letras, imponiendo para su formal subsistencia 4.000 pesos de fondo reditual, con tan buen logro de sus deseos, que en el día se aprovechan de ella, serca de cien niños, y con tal aprovechamiento, qual a Vuestra Señoria ] 399 [


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es constante.- Y porque engreido el exponente del gusto que le causa el buen fruto de aquella planta, quisiera adelantar, o extender su principiada obra, imbirtiendo para ello, los bienes que posee, y medios que le presta sus proporciones lícitas. Suplica a Vuestra Señoria, que atendiendo a este loable fin se sirva permitirle, el que en la Parroquia del Exido, distante de esta ciudad dos leguas, y por la misma razón dificultosa la enseñanza de aquellos jóbenes, si de esta no se les proporciona, pueda establecer y fundar una Escuela Patriotica, o educación de sus naturales, en los dos tan deplorables, como precisos ramos de Herreros, y Carpinteros por lo que respecta a hombres, y en quanto a niñas pobres, y mugeres sin ocupación, en todos los demás exercicios propios de este sexo, como hilar, texer, etc. para cuyo efecto ha exforsado mucho al exponente la prolixa, utilisima obra del Ylustrísimo Señor Campomanes, tratando de educación popular, de cuio principio es constante, el general adelantamiento, y utilidades, que en el presente tiempo reporta nuestra Europa. A este intento he comprado en dicha Parroquia 300 varas de terreno, que poseía María Francisca Rodríguez, para contruyr en él las Oficinas precisas al efecto. En cuya atención deseando al propio tiempo dirigir, y concervar este establecimiento, en pacífica poseción, y adelantamiento de los que se dedicaron a su provecho; tambien suplico a Vuestra Señoria su permiso, o consentimiento se sirva extenderlo por duplicado, para que de este modo pueda ocurrir a la Real Clemencia de Su Magestad, para que impuesta de mi ánimo, y buenos progresos que producirá, se digne expedir su Real aprobación y orden auxiliatoria que en semejantes casos es tan necesaria al formal establecimiento, y perpetuidad de la obra que propongo. ] 400 [


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A vuestra Señoría suplica se sirva determinar como mejor combenga en servicio de Dios y del público. Mérida 10 de junio de 1787. -Don Francisco Antonio Uzcátegui(Firmado y rubricado)

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2.- Texto de la Respuesta Aprobatoria. En: Archivo General de Indias. Audiencia de Caracas, leg. 359. ARCHIVO GENERAL DE INDIAS Audiencia Caracas, Leg. 359 El Rey Reverendo en Christo Padre Obispo de la Santa Yglesia Cathedral de la ciudad de Mérida de Maracaybo, de mi Consejo. Por parte del Doctor Don Francisco Antonio de Uzcátegui, Cura y Vicario foráneo de esta Ciudad se me ha representado en 8 de enero de este año, con documentos, que llevado del celo Patriotico, y bien común de estos naturales, avia fundado en ella una Escuela de primeras letras para la enseñanza Pública, con el fondo de quatro mil pesos, y casa suficiente, establecida ya desde el año de 1783, con general regocijo del vecindario, y manifiesto/ aprovechamiento de la juventud de cuyo importante beneficio carecía, pero que no satisfecho con sólo la expre] 401 [


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sada fundación, que consideraba de la primera atención del govierno pretendía establecer otra en la Parroquia del Exido, distante como dos leguas de esa ciudad por ser de bastante vecindario, y extremada la pobreza en que vivían sus habitantes, a causa de la falta de aplicación, e industria, o de no aver quien los enseñe los exercicios de utilidad propios de cada sexo, y Artes u oficios mas necesarios en el País; por lo qual y teniendo asi mismo presente mis piadosos deseos de / que se establezcan en esos dominios casas de enseñanza publica o escuelas patrióticas, donde al mismo tiempo que se imponga a la jubentud en los rudimientos de la Religión se enseñen las Artes, y aprendan algún oficio los que viven en ociosidad, para que puedan ser útiles a sí mismos y al Estado, añadia se hallava en ánimo de que fuese de esta clase, la que nuevamente deseaba fundar con Maestros, principalmente de carpintería y herreria, por ser los oficios que allí se advierten de mayor necesidad, y que avia ya comprado para la fabrica material de la casa, terreno suficiente, y proporcionado en la citada Parroquia; en cuya atención/ suplicaba me sirviese concederle mi Real licencia, para que pudiese proceder a la mencionada fundación en la expresada parroquia del Exido o en esa misma ciudad de Mérida, si se considerase mas conbeniente, y expedir las respectivas Reales Cedulas a fin de que los Governadores de la Provincia y las Justicias ordinarias de Mérida, y demás Pueblos, se le franqueasen los auxilios necesarios, para la construcción de fábrica que estaba pronto a establecer a su costa, como tambien para que estando consultadas se hiciese concurrir a recibir en ellas en debida forma su instrucción a todas las personas de uno y otro sexo que se hallasen desamparadas, o /en ociosidad, y así mismo, para que protegieseis ] 402 [


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por Vuestra parte esta fundación tan pía, dejando en libertad al citado Don Francisco para que la dispusiese, a su modo, y las ordenanzas y reglas de su gobierno, para que remitidas después a mi Consejo de las Yndias, resolviese la que estimase más conveniente. Y vista en él, la referida instancia, con lo que expuesto por mi Fiscal, ha parecido condescender a ella en todo como lo solicita y pide este Eclesiástico; remitiendo por mano de mi infraescripto Secretario las Ordenanzas al Consejo como ofrece para su vista y aprovación; lo que os participo para Vuestra ynteligencia y observancia en la parte que os toque, en la de que por Cédula de este día se previene lo mismo al Gobernador de Maracaibo, por / ser así mi Voluntad, Fecha en… En Aranjuez a 19 de junio de 1788. Al Obispo de Mérida de Maracaybo, participandole averse concedido licencia al Doctor Francisco Antonio de Uzcátegui, Vicario foráneo de aquella ciudad para fundar en la Parroquia del Exido una Escuela de Artes, u oficios más necesarios, el los términos que se refiere. Vista. Hecho por Duplicado Refrendado del Sr. Secretario Don Antonio Ventura de Taranco. 2º y última. Acordado Al pié: Audiencia de Caracas de Partes a fº 328vº.

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III. CREACION DEL SEMINARIO DE MERIDA (1785) 1.- Fray Juan RAMOS de LORA. Constituciones del Seminario, dictadas por el Illmo. Señor Lora. En: Antonio Ramón SILVA, Obispo. Documentos para la Historia de la Diócesis de Mérida. Recogidos y publicados por A.R. Silva. Mérida, Imprenta Diocesana, 1908; t.I 1ª.- Constituciones del Colegio Seminario de Mérida, dictadas por el Ilmo, y Rdmo. D. Fr. Juan Ramos de Lora, su fundador. Marzo 9 de 1785. El Ilmo. Señor Dr. D. Fr. Juan Ramos de. Lora, del Consejo de Su Majestad, Dignísimo Obispo de esta Diócesis de Mérida, considerando, como vigilante Pastor de su rebaño, que la instrucción de la Juventud es el más seguro manantial de virtuosos Eclesiásticos que dirijan las conciencias de los pueblos de su Diócesis ha determinado interinariamente el convento situado en esta ciudad, que era de los Padres de San Francisco, y se halla en el día desocupado de estos Religiosos, por orden de Su Magestad (que Dios guarde) para que en él se establezca una casa de educación de los jóvenes inclinados a seguir el estado Eclesiástico, en donde se les imprima máximas de Religión, y se les enseñe la lengua latina, é instruya en las materias morales, hasta tanto que se practican las diligencias correspondientes a que se establezca y funde el Seminario Colegio con todas las formalidades que dispone el Santo Concilio de Trento, obligándose S.S.I. provisionalmente al Director, Maestros, y á los jóvenes pobres que se acojieren á la citada casa de ] 404 [


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educación, para cuyo gobierno ha ordenado S.S.I las constituciones siguientes: Primeramente: Habrá en dha. Casa un Director, y será el superior a quien obedezcan los jóvenes, y tendrá la obligación de hacer observar y guardar estas ordenanzas, o constituciones; velando en que así los Maestros como los estudiantes cumplan con sus respectivas obligaciones; y que todos los individuos de esta casa vivan arreglados a la Ley de Dios, virtuosa y honestamente, y así mismo tendrá la obligación de enseñar a los que se hallasen aprovechados en la gramática, las materias morales, teniendo casos y conferencias de ellas en las horas y días que por otra constitución se señalarán. 2ª.- Habrá un Maestro cuyo exercicio ha de ser enseñar la Lengua Latina a los jóvenes, asistiendo para ello a la clase en la que se les señalarán, y promoviendo con la maior aplicación y esmero el aprovechamiento de los Discípulos. 3ª.- Habrá un Procurador, cuio oficio ha de ser solicitar y comprar los alimentos, cuidar de darlos al cocinero, para que los guise, y gobernarlo inmediatamente. Para que con todo aseo y cuidado cumpla con su obligación. 4ª.- Habrá un cocinero que disponga el sustento para los individuos de esta casa con las obligaciones que le son anexas. 5ª.- El que pretendiere dentrar a esta casa de educación se presentará por escrito ante S.S.I. no dudando de su piedad que será admitido si se halla con las circunstancias que tuviere por convenientes. ] 405 [


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6ª.- Los Maestros y Estudiantes de esta casa vestirán los hávitos clericales, precediendo para su licencia las informaciones que se estudiarán conforme al interrogatorio que ha mandado observar S.S.I. 7ª.- Los individuos de esta casa confesarán y comulgarán todos los primeros Domingos del mes, y fiestas de Ntra. Sra. la Virgen María, para lo cual se dispondrán la noche que antecede, teniendo una hora de oración mental. 8ª.- Rezarán diariamente el Santísimo Rosario, á la hora que abajo se asignará, y los sábados por la tarde dirán las oraciones y catecismo, conforme á la cartilla que se propone en el título sexto de los sinodales de Caracas. 9ª.- Se distribuirá el tiempo diariamente en esta forma: Todos los días de trabajo se levantarán los estudiantes á las cinco de la mañana; y para esto habrá un Bedel, que haga señas a dicha hora, y para este ministerio se irán siguiendo los estudiantes por semanas:- á la media se pondrán a estudiar hasta las siete; a esa hora rezarán el Santo Rosario en comunidad y oirán Misa, quando la hubiere en la capilla de esta casa:- concluido, pasarán á sus cuartos á desayunarse, y disponer las cosas que necesitaren en orden del estudio: -á las ocho concurrirá el Maestro de gramática á la clase donde se tomarán las lecciones y se hará explicación hasta las nueve: -saldrán á paseo a los claustros hasta la media, y volverán a la clase, donde les hará el Maestro ejercicio hasta las diez y media que saldrán y descansarán hasta las once; -tomarán el claustro y estudiarán sus lecciones hasta las doce; y dadas, rezarán incados las Aves-Marías; fuera de los Domingos y tiempo Pasqual que las dirán en pié, y ] 406 [


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lo mismo en quanto á este acto de religión al levantarse y al anochecer, quando se hace la señal en esta Santa Iglesia Catedral. A las doce irán al refectorio á tomar el alimento, y dando gracias al Señor, pasarán á sus cuartos, donde reposarán hasta las dos :-á esta se les tomará la lección, y continuarán en la clase á la explicación y ejercicio del Maestro hasta las tres y media: saldrán á paseo al cláustro hasta las cuatro, y volverán á la clase hasta las cinco, que irán á sus cuartos, ocupándose en ejercicios voluntarios y honestos, ó descansando hasta las seis, que entrarán á capilla a rezar el Santo Rosario, y concluído, pasarán á sus cuartos á estudiar sus lecciones hasta las ocho, que irán al refectorio á cenar, y á las nueve se tocará á quieta, precisándoles el Superior á que se recojan. 10ª.- Los estudiantes que se hallaren aprovechados en la lengua latina, asistirán todos los días de las once á las doce al cuarto del Director, quien les explicará las materias morales y les señalará para el día siguiente un párrafo de la Suma de Fr. Francisco de Lárraga, que darán en substancia, comenzando desde los Sacramentos in genere, hasta concluirla. Para los jueves y días de fiestas les señalará el Director un caso, ó question moral, en que se impondrán los estudiantes para su resolución. 11ª.- Los días festivos irá el Director con el Maestro y Estudiantes a la Misa Mayor de la Cathedral, y señalará los que han de servir de Acólitos al Sacrificio, siguiéndose para este fin por su turno dándoles previa lección de las ceremonias que deben observar en el ministerio para que con este ejercicio se vayan instruyendo en la Liturgia. ] 407 [


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12ª.- Los sábados por la tarde a la hora que repiquen en la Cathedral, concurrirá el Director a ella, llevando a sus súbditos (como los días festivos) a la Salve y Letanías de Ntra. Señora. 13ª.-En las fiestas se levantarán los Estudiantes á las seis, y en todo el día tendrán tres horas de estudio, la una por la noche, y las dos restantes al arbitrio del Director, el que pondrá especialisimo cuidado en que se guarden estas Constituciones, las que se adelantarán, o corregirán, según le pareciere a S.S.I y sobre todo será su principal objeto vigilar en que los súbditos vivan honesta y virtuosamente, arreglados a la Ley de Dios y máximas de nuestra Santa Religión, de modo que saque sujetos dignos de servir al altar e instruir a los diocesanos en la Moral Cristiana. Fechas en la Ciudad de Mérida, a veinte y nueve de marzo de mil setecientos ochenta y cinco. FRAY JUAN RAMOS Obispo de Mérida de Maracaybo Por mandado de Su Señoría Ilustrísima. Mateo José Mas y Rubí Secretario. (t.I , p.296-300).

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2.- Fray Juan RAMOS de LORA: Adición a las Constituciones de la Casa de Educación, 30 de Diciembre de 1785. En: Antonio Ramón SILVA, obispo. Documentos para la Historia de la Diócesis de Mérida. Recogida y publicada por A.R. Silva. Mérida: Imprenta Diocesana, 1908; t.I. Mérida, treinta de Diciembre de mil setecientos ochenta y cinco. Con el fin de evitar en el nuevo Seminario Tridentino que hemos creado en esta ciudad la desidia de los estudiantes qe. allí cursan las clases de latinidad, y averiguar los que por negación de potencias necesarias para la sequela de los estudios no son á propósito pa.. este efecto, ni dan esperanza pa. servir de algún útil en el estado Eclesiástico que nos hemos propuesto fomentar: con cuia salida podrán otros en quienes se logre el fin de este establecimiento entrar á llenar sus lugares, y sus Padres, o Pueblos no carecerán de los beneficios qe. les puedan resultar de sus aplicaciones a las labores, u otros oficios provechosos a la republica; hemos determinado mandar por estatuto, que deberá observarse pr. regla inviolable qe. en todos los años siguientes, desde el día primero de Enero hasta el seis, y desde el veinte y quatro de junio hasta el 30 se haga, con respecto al tiempo en que entraron a los estudios, y de los libros que cursan del Arte de Nebrija (de que se usa) un serio y exacto examen de cada uno de los estudiantes, que por ahora cometemos a los Maestros de Latinidad, quienes juntos lo deberán efectuar, y certificar el aprovechamiento, aplicación y aptitud de cada uno de los cursantes de dhas. clases, la que se nos deberá entregar cerrada, para en su vista, determinar lo que convenga. Y ] 409 [


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pa. qe. comience a tener efecto esta nuestra determinación desde el proximo entrante mes de enero de ochenta y seis, se compulsará testimonio por nuestro Secretario, de este Auto, que se entregará al Eclesiástico encargado del gobierno de dho. Seminario, quien lo agregará a las Constituciones qe. expedimos, y deben existir en su poder, y se hará saber á los examinantes y examinadores para su puntual cumplimiento. El Obispo de Mérida de Maracaybo. (t.I, p.300-301)

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IV. CONSTITUCION PROVISIONAL DE LA PROVINCIA DE MERIDA PRELIMINAR La ciudad de Mérida fue capital de la provincia de este nombre, pero, trasladado el Gobierno a Maracaibo ha más de un siglo, quedó reducida a la clase de subalterna con perjuicio de sus derechos: con la creación de Silla Episcopal en 1777 fue constituida cabeza de Obispado, y por este medio se reparó algún tanto la injuria que se le había irrogado; mas siempre quedó en lo temporal sujeta al Gobierno de Maracaibo. Son notorios los perjuicios que se han seguido a sus habitantes de esta dependencia, teniendo que pasar por puertos pestilentes y atravesar de la Laguna en solicitud de su justicia. Igual suerte tocó a las ciudades de La Grita y de San Cristóbal, que en aquella primera época formaban con Mérida una misma provincia. Más de cien años han pasado en esta especie de servidumbre, hasta que el actual interregno de la Monarquía española, por la cautividad de su monarca el señor don Fernando VII y por la extinción de la Junta Central, a quien por pura generosidad reconoció la América, restituyó a Mérida, como a todos los pueblos del Nuevo Mundo, sus imprescriptibles derechos. Viendo Mérida a Maracaibo, su capital, ciegamente sometida a los gobiernos tumultuarios e ilegítimos que se formaban sucesivamente en la península española, no quiso ser envuelta en la ruina que amenaza la espantosa revolución que ha derribado los primeros tronos de la Europa. Conociendo que era llegado el tiempo de proclamar su libertad, y siguiendo el ejemplo de casi todas las provincias de Venezuela, del Nuevo Reino de Granda, de Chile y de Buenos Aires, se encargó ella misma de conservar sus derechos. El 16 de septiembre ] 411 [


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de 1810 será eternamente memorable en nuestra historia por la energía y entereza con que los habitantes de Mérida, sin tumulto y con la mayor tranquilidad, se desprendieron del Gobierno de Maracaibo y, constituyendo una Junta, depositaron en ella su confianza y la autoridad para gobernarlos. Muy pronto La Grita y San Cristóbal con sus jurisdicciones, convencidas de las ventajas de su unión a Mérida, y usando de sus derechos que les habían dejado expeditos el cautiverio de su Monarca y la orfandad lamentable de la Monarquía, se sometieron espontáneamente a la Junta constituida en esta capital, y de este modo ha venido a reconocer, después de un siglo, la provincia de Mérida, cuyos límites se extienden de Oriente a Poniente desde la raya de Timotes, hasta el río Táchira, y de Norte a Sur desde las caídas de la Laguna de Maracaibo hasta las altas sierras que dividen la provincia de Barinas. Hallándose la nueva provincia en estas circunstancias fue convidada por las de Caracas y Barinas a confederarse conociendo los perjuicios que un estado solitario trae a los pequeños departamentos y, consultando sus intereses, resolvió entrar en la Confederación de Venezuela, y envió sus Diputados representantes al Congreso general que se halla reunido en Caracas. Pero mientras este cuerpo respetable da a luz la sabia Constitución que ha de ligar a las Provincias confederadas, cada una debe formar la suya particular. Con este objeto la Junta de Mérida, manifestando su desprendimiento y moderación, convocó a todos los pueblos de los ocho Partidos capitulares de Mérida, Grita y San Cristóbal erigida en ciudad, y de las villas de San Antonio, Bailadores, Lovatera, Egido y Timotes, de nueva creación. Estos pueblos, por medio de sus apoderados que libremente escogieron, han concurrido a las cabezas de partido y, en unión de sus cabildos, han nombrado cada uno un Elector representante para que, congregados en esta capital, formen el Gobierno más conforme a ] 412 [


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la voluntad de sus comitentes. Todo se ha verificado como deseaban los buenos ciudadanos. Reconocidos y aprobados por la Junta los poderes de los electores, se realizó quieta y pacíficamente la instalación solemne del Colegio electoral, representante de esta Provincia, el día veintiuno del presente mes y año en al Iglesia de San Francisco de esta capital. La Religión, principal objeto de las miras de todos estos pueblos, recibió la primera los homenajes de los Electores. En presencia de los altares y de los ministros de la Iglesia juraron conservarla pura, ilesa e inmaculada. Después de concluido este acto religioso, se restituyó el Colegio electoral a la sala de sus sesiones, y habiendo nombrado Presidente del mismo Cuerpo y un Secretario, dedicó todas sus tareas a formar la presente Constitución provisional que debe regir esta Provincia hasta que, con vista de la General Confederación, pueda hacerse una perpetua que asegure la felicidad de la Provincia.

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V. CREACIÓN DE LA UNIVERSIDAD (1810) 1.- JUNTA SUPERIOR GUBERNATIVA DE MERIDA. Acta de creación de la Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros, 21 de septiembre de 1810. En: Eloi CHALBAUD CARDONA. Historia de la Universidad de Los Andes. Mérida: Rectorado, Universidad de Los Andes, 1968; t.II. Sala consistorial de esta Superior Junta de Mérida.Setiembre 21 de 1810. Considerando la Junta como una de sus primeras obligaciones atraer a la juventud y estimularla al estudio de las ciencias con los honores literarios, ha ampliado el favor hecho anteriormente por Su Magestad al Colegio Seminario de esta capital, de conferir grados en Filosofía, Derecho Canónico y Teología, concediendo la gracia de Universidad con el título de Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros, con todos los privilegios de la de Caracas y con la facultad de conferir todos los grados menores y mayores, en Filosofía, Medicina, Derecho Civil y Canónico y en Teología, arreglándose por ahora a las Constituciones de Caracas y teniéndose por incorporados en el gremio y claustro de esta Real Universidad todos los Doctores, Maestros, Licenciados y Bachilleres de todas las facultades en cualquiera Universidad de los dominios de España e Indias que residiesen dentro del Obispado de Mérida el día 23 del corriente en que se hará la publicación de esta gracia, con tal que dentro de seis meses presenten ] 414 [


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o remitan sus títulos para su incorporación al Rector superior nato, o al Rector o Vice-Rector y firmado por los incorporados al claustro pleno que debe ser de doce, se presentarán a él los títulos de los que quieran incorporarse. Concede la Junta que á más de las cátedras que al presente tiene el Seminario habiendo fondos suficientes, se aumente otra de Filosofía si fuere necesario y se establezcan las de Anatomía y la de Matemáticas, la de Historia Eclesiástica, la de Concilios, la de Lugares teológicos y la de Sagrada Escritura; queriendo la misma Junta ser primer Rector y su primer Vice-Rector los sugetos que hoy lo son del Colegio Seminario por haber merecido la confianza del Illmo. Prelado Diocesano, quien sin embargo es y será Rector nato de la Referida Universidad, como lo es de su Colegio que bajo su sombra y por sus cuidados ha llegado al ventajoso en que se halla, dejándose por lo tanto al referido Illmo. Prelado la intendencia de la dicha Universidad como lo ha tenido de los estudios generales y que pueda hacer las modificaciones y dispensas que halle convenientes; rogándole y encargándole efectuar la formación de la Constitución conforme está mandado por su Magestad y las dirija a la Junta para su aprobación, quedando entre tanto los estudios, su orden y método en los términos que han estado hasta el día bajo la dirección del Illmo. Prelado. Comuníquesele este y para que lo haga publicar en los generales, disponiendo según tenga por conveniente una fiesta en acción de gracias en la Capilla del Colegio y Universidad, á la que precederá iluminación por la noche que se hará también en toda la ciudad, avisando el Illmo. Prelado el día al Juez Político.-Picón.-Dr. Talavera.-Rivas.-Dr. Arias.-Campo.-Uzcátegui.-Paredes.-Ortiz.-Dr.Briceño.-Ruiz.Manzaneda.-Aranguren.- Vocal Secretario. (t.II, pp.17-18). ] 415 [


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2.- Estatutos de la Universidad (de Mérida) redactados en 1832 por el presbítero doctor Ignacio Fernández Peña. En: Pedro María Molina, Los primeros estatutos de la Universidad de Mérida -1832-. (Texto y estudio introductorio). Secretaría de la ULA. Enero, 2002. Mérida, Venezuela. En cumplimiento de la orden del Supremo Gobierno de 14 de enero último Nº 301 comunicada al Sor. Gob. De esta Provincia, quien se dignó transcribírmela en 4 de Febrero de este año, procede el qe. Suscribe a formar el plan de enseñansa, ó los estatutos de ésta Universidad en la forma siguiente. Art. 1ro. Se tendrá en la Universidad juntas jenerales, que se compondrán del rector qe. las preside, del vicerrector, doctores y maestros. Harán periódicamente las elecciones que exprese este estatúto en los títulos correspondientes. Deben reunirse cada mes para tratar de los negocios jenerales del establecimiento, no atribuidos a las juntas particulares i deliberar sobre los acuerdos de estas, i además, en los días que citáre el rector. La junta jeneral elegirá el día Dos de noviembre los tres catedráticos que formen la junta de inspección i gobierno: todos los tres serán elegidos por la primera vez; mas en los años siguientes se renovarán por elección, en el primeros dos, en segundo uno, i así sucesivamente, decidiendo la suerte al fin del primer año los dos que hayan de cesar. En caso de vacante la junta jral. La llenará en la sesión más inmediata. (p.27) Art. 34. La elección de rector se hará el Dos de noviembre cada tres años en junta jral. entre los doctores de la Universidad, sean o nó catedráticos, i estén estos en ejercicio, o ya jubilados. Para la elección de rector entre los catedrá] 416 [


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ticos bastará la pluralidad absoluta para que sea elegido. Entre los doctores, serán necesarios los dos tercios de los votos. Ninguno podrá escusarse á menos que sea catedrático jubilado. Esta elección será participada al electo el mismo día por miembros del cuerpo. (p.32) Art. 185. Al acto de conferirse el grado de doctor o maestro se iluminará el altar del glorioso patron San Buenaventura con seis hachas i se descubrirá la imajen media hora antes de la colocación de estos grados, de los certámenes públicos i actos de oposición, se hará seña con la campana de la Universidad. (p. 60) Art. 201. Se continuarán celebrando las fiestas del patrón San Buenaventura y la de la Concepción de Nuestra Señora que ha celebrado esta Universidad, pagándolas de sus fondos i de los del Seminario, i si alguna otra quisiere hacer la junta general, se dará a espensas de sus miembros. En todas estas fiestas deberán oficiar y predicar los doctores y maestros de la Universidad nombrados por el rector. (p.63) Art. 205. El día dies de noviembre de cada año se celebrarán exequias por los Illmos. Señores Obispos Frai Juan Ramos de Lora, fundador de este Seminario, i Santiago Hernández Milanés de la Universidad, i por los universitarios difuntos. Se hará el costo de dichas exequias de los fondos de la Universidad i Seminario i serán preferidos para cantar la misa y hacer la Oración fúnebre, los catedráticos, i por su defecto nombrará el rector. (p.64) {…] Mérida 7 de Marzo de 1832 3º y 22º Dr. Ygnº Frnz Peña

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*** 3.- Decreto de 24 de setiembre de 1883, por el cual se organiza la Instrucción Superior y la Científica en Venezuela; y quedan derogadas las leyes del Código de Instrucción Pública que han regido en las universidades de Caracas y de Mérida. En: Leyes y decretos reglamentarios de los Estados Unidos de Venezuela. pp.802 – 817. Guzmán Blanco, Ilustre Americano, Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, En uso de las facultades que me confirió el Congreso de Plenipotenciarios, ratificadas por la Legislatura Nacional en 3 de junio de 1880, ampliadas en 19 de mayo de 1881 y prorrogadas en 4 de mayo de 1882 y 19 de julio de de 1883, decreto: Art. 1º.- La instrucción superior y la científica se organizan en Venezuela por medio de Colegios Federales y Universidades. Esto no obsta para el establecimiento de Academias especiales y Sociedades para el desarrollo de algunos ramos del saber humano. Único.- Los Colegios de niñas se regirán por disposiciones especiales. Art. 2º.- Los Colegios Federales serán de 2ª y de 1ª categoría. Art. 3º.- Son Colegios de 2ª categoría las seccionales que existían en las ciudades de La Asunción, Barcelona, Barquisimeto, Barinas, San Carlos, Coro, Cumaná, San Cristóbal, Ciudad de Cura, San Felipe, San Fernando, Guanare, Maturín y Petare. Art.4º.-Son Colegios de primera categoría los que de esta especie existen en Carabobo, Guzmán Blanco [Calabozo], Bolívar, Falcón y Los Andes. El Ejecutivo Federal podrá establecer uno o más en cada uno de los otros Estados. ] 418 [


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Art. 5º.- Continuarán las dos Universidades que hasta hoy han existido en Caracas y Mérida: la primera se denominará Universidad Central de Venezuela y la otra, Universidad de los Andes. Art. 25.- El año escolar empezará el 16 de setiembre y terminará para cada clase el día de sus exámenes generales, que deberán principiar el 16 de julio. Art. 46.-Los grados que conferirán los Colegios de 2ª categoría son: los de Maestro de Instrucción primaria, agrimensor público y Bachiller en ciencias filosóficas. Art. 47.- Los Colegios de 1ª categoría pueden conferir, además de los grados que se expresan en el artículo que precede, el de Bachiller en ciencias médicas y políticas, el de Ingeniero Civil y el de Doctor en aquellas ciencias y en las filosóficas. Art. 48.- Las Universidades conferirán los mismos grados indicados en los dos anteriores artículos y los de Bachiller y Doctor en ciencias eclesiásticas. Art. 111.- Para ser catedrático de ciencias en los Colegios de 1ª categoría es necesario poseer el título de Bachiller en las filosóficas, respecto de las dos clases de los tres primeros años de estas ciencias, y el correspondiente de Doctor, respecto de los de las demás clases. En las Universidades no pueden ser catedráticos de ciencias sino los graduados de Doctor. Art. 132.- Refundidas como quedan la Universidad Central de Venezuela y la de Los Andes en el ramo de Instrucción Publica Federal, quedan refundidas consiguientemente las propiedades y rentas que poseían en la Renta General de Instrucción Popular, Superior y Científica. Art. 133.- La Universidad Central de Venezuela y la de Los Andes seguirán funcionando en los edificios que han ocupado hasta ahora, y que han usado para todos sus actos. ] 419 [


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Art.136.- Los Doctores usarán, en los actos académicos, el Busto del Libertador, colgante del cuello con una cinta del color azul para los de Ciencias Filosóficas; encarnado, para los de las Políticas; amarillo, para los de las Médicas, y morado, para los de las Eclesiásticas. […} Caracas, veinticuatro de setiembre del mil ochocientos ochenta y tres.-Año 20º de la Ley y 25º de la Federación. GUZMÁN BLANCO.-Refrendado. El Ministro de Instrucción Pública, Aníbal Domínici.

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VI. CELEBRACION UNIVERSITARIA DEL CUATRICENTENARIO DE MERIDA 1.- ULA. Consejo Universitario. Decreto de 1958 celebrando la erección de la Universidad el 21 de setiembre de 1810. Frontera (Mérida) 4-2-1985, p.7 El Consejo Académico de la Universidad de los Andes, en uso de sus atribuciones y de conformidad con lo dispuesto por el artículo 11 de la Ley de Universidades, considerando: que el día 21 de septiembre de 1810 fue transformado el Seminario de San Buenaventura en Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros, por decreto de la Junta Patriótica de la Provincia; considerando: que esta circunstancia, acreditada suficientemente, hace que el nacimiento de la Universidad de los Andes como tal Universidad arranque de aquella fecha, no obstante la noble tradición, que ha unido la vida de los dos Institutos para proyectarla en el tiempo y darle así más hondo arraigo en la historia cultural del país; y considerando: que es deber del personal directivo de la Universidad realzar estas fechas con la realización de actos que tiendan a afirmar en los universitarios y en el público la vida de aquella, acuerda: primero: celebrar a partir del corriente año el 21 de septiembre de 1810, como fecha de la erección de la Universidad y señalarla para iniciar con su conmemoración el comienzo de las labores académicas; segundo: trasladar por esta vez y en atención a las circunstancias de estar festejando la ciudad de Mérida sus cuatrocientos años de fundación, la celebración del aniversario a uno de los días señalados como de conmemoración por la Junta IV Centenario como una colaboración ] 421 [


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más de la Universidad con la misma; tercero: programar el acto en el sentido de honrar con él también a los servidores de la Universidad y a los estudiantes de sobresaliente aplicación. Dado, sellado y firmado en el Salón de Sesiones del Consejo Académico de la Universidad de Los Andes, a los diecisiete días del mes de septiembre de mil novecientos cincuentas y ocho. El Rector Presidente, Dr. Pedro Rincón Gutiérrez. El Vice-Rector Secretario, Dr. Ramón Vicente Casanova ***

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2.- Creación de la Facultad de Humanidades UNIVERSIDAD DE LOS ANDES CONSEJO ACADÉMICO Mérida – Venezuela EL CONSEJO ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, en uso de sus atribuciones y de conformidad con lo dispuesto por el artículo 14 de la Ley de Universidades, CONSIDERANDO Que una de las finalidades primordiales de la Universidad es la de impulsar el desarrollo de los estudios humanísticos para así enriquecer el acervo espiritual de la Nación; CONSIDERANDO Que la tradición humanística de Mérida exige ya el fortalecimiento de tales estudios; CONSIDERANDO Que la Escuela de Humanidades se ha consolidado en tal forma que se hace impostergable su exaltación a la categoría de Facultad para el mejor cumplimiento de su misión. DECRETA: Artículo 1º - Se eleva a la categoría de Facultad la actual Escuela de Humanidades; ] 423 [


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Artículo 2º - Dicha Facultad comenzará a funcionar como tal a partir de la expedición del presente decreto; Artículo 3º - Procédase a la elaboración del Reglamento que regirá la nueva Facultad de Humanidades. Dado, firmado y sellado en el Salón de Sesiones del Consejo Académico de la Universidad de Los Andes, en Mérida a los doce días del mes de julio de mil novecientos cincuenta y ocho. – Años: 149º de la Independencia y 100º de la Federación. El Rector-Presidente, PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ El Vice-Rector Secretario, RAMÓN VICENTE CASANOVA

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3.- Creación de la Facultad de Economía (FACES) UNIVERSIDAD DE LOS ANDES CONSEJO ACADÉMICO Mérida – Venezuela

EL CONSEJO ACADÉMICO DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, en uso de sus atribuciones y de conformidad con lo dispuesto por el artículo 14 de la Ley de Universidades, CONSIDERANDO Que es función de la Universidad encaminar sus labores al estudio y solución de los problemas que aquejan al país; CONSIDERANDO Que para el mejor cumplimiento de esta función la Universidad debe diversificar su estudios en orden a adaptarlos a las necesidades colectivas; y CONSIDERANDO Que la zona de Los Andes, por el mal aprovechamiento que se ha hecho de sus recursos naturales y por las especiales características de su geografía, atraviesa hoy día una situación difícil que sólo podrá resolverse favorablemente mediante estudios permanentes y esfuerzos conjuntos de técnicos especializados, ] 425 [


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DECRETA: Artículo 1º.- Se inician los estudios de Economía, con el rango de Facultad; Artículo 2º.- Se crea así mismo el Instituto de Investigaciones Económicas, como anexo a la nueva Facultad; Artículo 3º.- Se faculta a las Autoridades Universitarias para contratar el personal necesario y disponer todo lo relacionado con la apertura de estas actividades. Dado, firmado y sellado en el Salón de Sesiones del Consejo Académico de la Universidad de Los Andes en Mérida, diecisiete días del mes de septiembre de mil novecientos cincuenta y ocho. Años 149º de la Independencia y 100º de la Federación.

El Rector-Presidente, PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ El Vice-Rector Secretario, RAMÓN VICENTE CASANOVA

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VII. FALSO BICENTENARIO DE LA ULA (1985) 1.- ULA. Consejo Universitario. Resolución de 1983 mediante la cual se crea la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario de la Universidad de Los Andes para 1985. UNIVERSIDAD DE LOS ANDES CONSEJO UNIVERSITARIO RESOLUCIÓN El Consejo Universitario de la Universidad de Los Andes, en uso de las atribuciones conferidas en los numerales 1,2,4,5,13 y 20 del Artículo 26 de la Ley de Universidades. CONSIDERANDO PRIMERO: Que el 29 de marzo de 1985 se cumplen doscientos años de la creación del Real Seminario de San Buenaventura, origen de lo que es hoy la Universidad de Los Andes; SEGUNDO: Que es obligación del máximo organismo de gobierno de la Universidad poner de relieve tan magna fecha estimulando la participación de toda la comunidad universitaria en la solemne conmemoración; y TERCERO: Que el evento a cumplirse en 1985 conmemora un hecho que no sólo marca el origen de la Uni] 427 [


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versidad sino que forma parte de la historia de la ciudad de Mérida y de la educación venezolana, y que constituye además, un motivo de orgullo para toda la región andina y para el país. RESUELVE PRIMERO: celebrar con la mayor solemnidad el 29 de marzo de 1985. SEGUNDO: Declarar todo el año de 1985 como año Bicentenario de la Universidad de Los Andes. TERCERO: Designar la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario de la Universidad de Los Andes, integrada de la siguiente manera: Una presidencia colectiva formada por los ex-Rectores de la Universidad de Los Andes, el Arzobispo Metropolitano, el Presidente del Consejo Municipal del Distrito Libertador, Don Eloy Chalbaud Cardona, Historiador de la Universidad; el Gobernador del Estado, el Presidente de la Asamblea Legislativa, el Presidente de la Academia de la Historia del Estado Mérida y el Presidente de la Biblioteca Bolivariana, organismo que tendrá por función asesorar y servir de órgano de consulta de todas las actividades programadas con motivo del Bicentenario de la Universidad. Un Comité Directivo integrado por el Vicerrector Académico de la Universidad, quien actuará como Secretario General; el Secretario de la Universidad; el Obispo Auxiliar de Mérida; los Presidentes de la Asociación de Profesores, Asociación de Empleados, Sindicato de Obreros, Federación de Centros Universitarios, FETRAMERIDA, ] 428 [


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CUTEM, Cámara de Comercio, Colegios Profesionales; Rector del Seminario, Comandante de la Guarnición, Comandante de las FAC, Comandante de la FAPP, Secretario de Asovac Capítulo-Mérida, organismos que tendrán como tarea central elaborar la programación del año Bicentenario de la Universidad, y Una Secretaría Ejecutiva presidida por el Rector de la Universidad e integrada además por el Secretario General del Comité Directivo, el Vice-Rector Administrativo, los Decanos de las Facultades de Ciencias Jurídicas y Políticas, Medicina e Ingeniería, un representante profesoral y un representante estudiantil ante el Consejo Universitario, el Secretario Ejecutivo de la Fundación Universidad de Los Andes, el Director General de Cultura y Extensión y el Director de Deportes de la Universidad, organismo que tendrá como tarea la implementación de las actividades programadas para el año Bicentenario. CUARTO: La Comisión Organizadora será instalada en acto especial a celebrarse este mismo año. QUINTO: Exhortar al Congreso nacional, al Presidente de la República, a los Despachos Ejecutivos de Educación, Juventud, Cultura y Ciencias y Tecnología, al Consejo Nacional de Universidades, a las Asambleas Legislativas y las Gobernaciones de los Estados Mérida, Trujillo, Táchira y Barinas, al Consejo Municipal del Distrito Libertador del Estado Mérida, a la conmemoración del Bicentenario de la Universidad de Los Andes mediante la aprobación de acuerdos, decretos, resoluciones u ordenanzas, la realización de obras materiales o la contribución y participación en la ejecución de las actividades programadas. ] 429 [


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SEXTO: Incorporar en todos los documentos oficiales de la Universidad, así como en la correspondencia de sus distintas dependencias durante 1985, leyendas alegóricas a la conmemoración del Bicentenario de la Universidad. SEPTIMO: Incluir en el presupuesto universitario de 1985 una partida especial destinada a sufragar los gastos en que se incurra con motivo de la celebración del Bicentenario de la Universidad. Dado firmado, sellado y refrendado en el Salón de sesiones del Consejo Universitario, a los cuatro días del mes de octubre de mil novecientos ochenta y tres. José Mendoza Angulo Rector Antonio Van Grieken Molina Secretario

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2.- Carlos César RODRIGUEZ (entrevista). Paciencia; esperemos el año 2010 para celebrar el Bicentenario de la ULA. Frontera (Mérida) 4-2-1985, p.7. -Dr. Rodríguez. ¿cuáles serían los antecedentes más remotos de la hoy Universidad de los Andes? -Como antecedente lejano de la Universidad está el Colegio San Francisco Javier, mejor conocido como “Colegio de los Jesuitas” (1628-1767). Dos hechos miden el prestigio de este Colegio: muchos de sus profesores lo fueron también del Colegio de Santa Fe de Bogotá, y segundo, en la primera década del siglo XVIII el obispo Baños y Sotomayor, de Caracas, solicitó del Rey poner en manos de los jesuitas de Mérida el Colegio Seminario de Santa Rosa de Lima, antecedente de la Universidad Central. En 1767 Carlos III expulsa de su reinado a los Jesuitas, y estos salen, lógicamente, de Mérida. Sus propiedades – conventos, bibliotecas, haciendas, etc- pasan a ser en cierta forma piedra sillar de la tradicional educación merideña. Este hilo que hilvana al Colegio de los Jesuitas, al Colegio Seminario de San Buenaventura y a la Universidad fue advertido hace un tiempo por el académico Monseñor Barnola. Pero es imposible imaginar a Mérida sin centros de educación. Por eso el historiador García Chuecos dice: “Antes de pasar a hablar de Monseñor Lora, es justo que consagremos un recuerdo al Pbro. Dr. Francisco Uzcátegui Dávila, sacerdote merideño que de su propio peculio creó en 1782 y sostuvo durante treinta años, una escuela pública de primeras letras en la ciudad de Mérida. Huelga hablar de la importancia de esta institución; baste decir que fue la primera de su clase que hubo en la ciudad”. La escuela tenía cien alumnos. ] 431 [


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El 29 de marzo de 1785, Fray Ramos de Lora, primer obispo de la Diócesis, abre “una casa de educación de los jóvenes inclinados a seguir el estado eclesiástico, en donde se les imprima máximas de religión y se les enseñe la lengua latina, e instruya en las materias morales hasta tanto que se practican las diligencias correspondientes a que se establezca y funde el Seminario Colegio con todas las formalidades que dispone el Santo Concilio de Trento”, dicen las Constituciones. En realidad esta casa de educación era el Seminario, y de una vez funcionó como tal. Pero no podía llevar oficialmente el nombre de Seminario hasta no tener la debida aprobación. Cuando muere Lora (1790), ya el Seminario era una realidad con futuro. Su crecimiento fue continuo y vigoroso. Pero a pesar de las insistentes solicitudes merideñas, el Rey le negó la gracia universitaria, aunque la autorizó para conferir algunos grados menores y mayores. Tal vez por eso Tulio Febres Cordero escribe que “se le dio la cosa, pero no el nombre”. Es de suponer que en la negativa real influyeron la oposición del claustro universitario de Caracas y la decisión de Maracaibo de recomendarse a sí misma para sede universitaria. Del Seminario de San Buenaventura egresaron figuras de capital importancia en la cultura de la época. En este Seminario está la mayor raíz histórica de la ULA. Por eso en 1935 la Universidad celebró solamente el sesquicentenario del Seminario. El acto todavía lo recuerdan los viejos profesores de la ULA y una lápida lo atestigua en un corredor del antiguo patio universitario. Fue un homenaje sobrio, pero significativo. Y ahora, en el próximo bicentenario del Seminario, es deber insoslayable una celebración de altura. Es una exigencia que debe ser cumplida el próximo 29 de marzo. ] 432 [


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-Entonces usted cree que lo que debe celebrar la Universidad el próximo 29 d e marzo es el bicentenario del Seminario? -Exactamente así, y la ULA es bueno que participe activamente en esas celebraciones. -En rigor histórico ¿cuándo fue que se le concedió al Seminario lo que llamaríamos la categoría de Universidad? -La gracia universitaria se la vino a conceder, por unanimidad, la Junta Patriótica de Mérida el 21 de setiembre de 1810. Dice el Acta: “Considerando la Junta como una de sus primeras obligaciones atraer la juventud y estimularla al estudio de las ciencias con los honores literarios, ha ampliado el favor hecho anteriormente por Su Majestad, al Colegio Seminario de esta capital, de conferir grados en Filosofía, Derecho Canónico y Teología, concediendo la gracia de Universidad con el título de Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros, con todos los privilegios de la de Caracas y con la facultad de conferir todos los grados menores y mayores en Filosofía, Medicina, Derecho Civil y Canónico y en Teología, arreglándose por ahora a las Constituciones de Caracas”. El primer rector fue Buenaventura Arias. Para el arzobispo Silva, historiador de la Diócesis, el fundador de la Universidad es el obispo Hernández Milanés. La Junta era “conservadora de los derechos de Fernando VII”, como la de Caracas. Pero no nos dejemos confundir con el nombre. Este nombre fue por atenerse “a la necesidad de no alarmar a los pueblos con bruscas novedades, según confesión de los propios revolucionarios”, advierte Gil Fortoul. Recordemos además que así fue en muchos países latinoamericanos. -Se dice que Bolívar, de paso por Mérida en su Campaña Admirable de 1813, ratificó la disposición de la Junta Patriótica de Mérida. ¿Es cierto eso? ] 433 [


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-Así lo creo. Tres años después, Bolívar confirma la Universidad a su paso por Mérida. La fuente testimonial está en Tulio Febres Cordero. Si no es cierta, es hermosa, como sus leyendas. A mí particularmente me es difícil pensar que en los 18 días que entonces estuvo Bolívar en Mérida no hubiera aprobado la creación de una universidad negada por el Rey, erigida por una Junta que le era adicta y en un año de guerra a muerte como lo fue el año 13. Podemos señalar también que de los cuarenta centenarios de personas e instituciones celebrados en Mérida desde 1877 hasta 1935 (la cuenta es de don Tulio) el número 25 dice: “De la erección de la Universidad de San Buenaventura de Mérida, 21 de setiembre de 1910”. En el apéndice del mismo volumen aparece un sesquicentenario. ”De la fundación del Seminario de San Buenaventura, origen de la Universidad de los Andes, 29 de marzo de 1935”. -Doctor Rodríguez, tenemos entendido que en 1910 se celebró en Mérida con todo entusiasmo e incorporación de las instituciones más representativas el primer centenario de la ULA. ¿Es verdad? -En efecto. En 1910 el rector Ramón Parra Picón nombra la Junta del Centenario. Un profesor por cada facultad: Pedro Luis Godoy, Tulio Febres Cordero, Pbro. José Clemente Mejía y Francisco Valeri. En un acta, el Pbro. Mejía informa que “el muy venerable Capítulo de Catedral ha aplaudido la idea de la celebración de la fiesta del Centenario, y además, como ofrenda especial de aquel respetable Cuerpo, ha dispuesto un solemne Te-Deum que cantará en la SIC el 21 de los corrientes”. Se sembró un árbol conmemorativo del centenario. Hubo discursos de Caracciolo Parra Pérez y de Gonzalo Picón Febres. “Rumbosas fueron sus fiestas centenarias”, dice García Chuecos. ] 434 [


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Se recibieron adhesiones de todo el país; por ejemplo: de José R. Gabaldón (Guanare), del Dr. Miguel R. Nucete (Tovar), del Pbro. Miguel R. Mejía (Valera), de Emilio Menotti Spósito (Caracas), del Dr. Luis Razetti (Caracas), de Alejo Zuloaga, rector de la Universidad Central, organismo que emitió un acuerdo especial, de Juan N. P. Monsant (Barinitas), etc. (A última hora la Iglesia no pudo participar en los actos públicos por la muerte del Canónigo Rectoral, Lorenzo Gil Chipía. Monseñor Silva había ya participado al rector que representaría en los actos al Arzobispo de Caracas, al obispo de Calabozo y al Vicario Capitular de Barquisimeto). El primer documento publicado por la Junta del Centenario, en abril de 1910, comienza así: “Para 1810 no había en Venezuela más instituto científico que la Universidad de Caracas”. Debo agregar que Mérida siempre tuvo como timbre de orgullo ser la sede de la primera universidad republicana de Latinoamérica. -¿Qué pasó posteriormente con la celebración de esta fecha? -Estas celebraciones anuales después decayeron. Pero en abril de 1957, el Prof. Enrique Burgoin y su discípulo en joven genealogista Ramón Darío Suárez advirtieron el olvido en que había caído el 21 de setiembre de 1810. Para J. R. Febres Cordero el olvido se debía a que la fecha estaba en un período de casi inactividad, pues apenas habían terminado las vacaciones de mitad de año. Burgoin, en esa carta de 1957, titulada “magna fecha olvidada”, solicitaba del rector Mármol “el restablecimiento de la celebración del 21 de setiembre”. Un año más tarde, caído Pérez Jiménez, fue cuando la solicitud encontró eco en el Consejo Académico. Me iniciaba yo como decano de Humanidades, y me fue grato contribuir con mi voto a la unánime aprobación de ese decreto de setiembre de 1958. ] 435 [


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-Si ese decreto es de 1958, ¿qué ha sucedido posteriormente? No sé si está vigente ese decreto. Que yo sepa, debe estarlo. Pero lo cierto es que como que volvió a caer en el olvido. Después, no sé a partir de cuándo, comenzó a celebrarse de nuevo el 29 de marzo, día del Seminario, como día de la Universidad. Supongo que esa nueva celebración debe ser producto de un decreto, pero no lo conozco. No creo que se está celebrando en forma subrepticia. Lo cierto es que en octubre de 1983, el Consejo Universitario decretó el bicentenario de la Institución, como si los centenarios se decretaran. -¿No es exagerado afirmar que el Consejo Universitario decretó en octubre de 1983 el bicentenario de la ULA? -Al incluir entre los “considerandos” el bicentenario del Seminario, y al incluir entre las “resoluciones” el bicentenario de la Universidad, se lo está decretando. No se necesita hilar muy fino para advertirlo. Mire. La Universidad Central se creó en 1721, y a nadie se le ocurriría sumarle a esa universidad el tiempo del Seminario de Santa Rosa de Lima, su antecedente inmediato. -Aparte del 21 de setiembre y del 29 de marzo ¿Se han celebrado antes otras fechas. -De la del 21 de setiembre, ya le informé; del 29 de marzo, no sé. Pero sí hubo otras fechas festivas. En los Estatutos del Rector Fernández Peña, aprobados el 8 de marzo de 1836, se lee: “Se continuarán celebrando las fiestas del patrón San Buenaventura y la de la Concepción de Nuestra Señora que ha celebrado esta Universidad, pagándolas de sus fondos y de los del Seminario”. No eran, pues, fiestas natalicias de la ULA.

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-Si no parece haber duda alguna de que la fecha bicentenaria de la ULA será en el año 2010, ¿cómo es que se anunció recientemente que vendrían más de cien rectores para celebrar en marzo de este año el bicentenario? -Sí. Un líder político nacional (el Dr. Luis Manuel Peñalver) anunció que cien rectores latinoamericanos realzarán con su presencia los actos del presunto bicentenario de la ULA. No sé si vendrán. Esperemos. -En suma, qué distinción hay entre el origen y el nacimiento de esta Universidad? -El origen de la Universidad está en el Seminario, o en el Colegio de los Jesuitas, o en ambos a la vez, pues entre el Seminario y el Colegio sólo hubo 18 años de interrupción, lo que no es nada en un período tan largo como el que ha transcurrido desde 1628. Pero la Universidad no es ni una ni otra institución. No se puede sumar ambos tiempos, pues son de naturaleza diferente: uno es religioso, de verdades de fe; el otro es científico, de verdades de razón. Pongo dos comparaciones. Una: si la Universidad Central contara como tiempo propio el de su origen en el Seminario de Santa Rosa de Lima, su antigüedad retrocedería del siglo XVIII al siglo XVII. Y dos: el idioma español tiene su origen en el latín, pero el día de nuestro idioma es el de Cervantes, no el de Virgilio. -¿Cuál es, Dr. Rodríguez, su conclusión, una vez cumplida esa acuciosa y paciente investigación que ha hecho sobre el asunto? -Que ahora lo que viene es el bicentenario del Seminario, origen de la ULA. El de la ULA es en el 2010. Paciencia. Ahora bien, esta conclusión no es sólo mía, es de muchas personas más autorizadas que yo en la materia. Vea, por ejemplo, lo que yo llamo mi “Diccionario de Autoridades”: ] 437 [


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Padre Pedro Pablo Barnola, académico, escribió en 1960: “Los sesudos y doctos varones de la Junta Patriótica merideña lo consideraron [al Seminario] en 1810, hace hoy 150 años, como centro de estudios tan serio y prestigioso que sin lugar a duda o discrepancia acordaron elevarlo a la suprema categoría de Universidad”. Juan Bosco Chacón, joven historiador. “En 1810 se inició el movimiento independentista y con ese hecho finalizó la Junta de Temporalidades. El mismo año fue creada la Universidad de Mérida, los bienes que entonces administraba el Colegio Seminario de San Buenaventura fueron asignados como patrimonio económico a la naciente institución universitaria”. Humberto Cuenca, autor de La Universidad Colonial: “Uno de los primeros decretos de la Junta Superior es la erección del Seminario en Universidad con el nombre de Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros (21-9-1810”. Eloy Chalbaud Cardona, historiador, no encuentra fecha precisa de fundación, aunque le parece como más probable el 8 de marzo de 1836, cuando el Congreso aprueba las Constituciones presentadas por el Rector Ignacio Fernández Peña. Tulio Febres Cordero: “La Junta Patriótica de 1810 dio formalmente el carácter de Universidad al referido Seminario, acto que aprobó Bolívar a su paso por Mérida en 1813”

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Carlos Felice Cardot, académico: “El año de 1810 se sumó al movimiento caraqueño del 19 de abril, y su Cabildo, conjuntamente con este acto político, transformó su Colegio Seminario en Universidad, atendiendo a un viejo y demorado deseo de toda la colectividad”. Héctor García Chuecos: “Cien años de vida agitada y fecunda cumplió la célebre Universidad el 21 de setiembre de 1910” Ildefonso Leal, académico, historiador de la UCV: “Exceptuando a la ciudad de Mérida, cuyo Colegio Seminario de San Buenaventura fue elevado a la categoría de Universidad en 1810, la Real y Pontificia Universidad de Caracas fue el único centro universitario venezolano del siglo XVIII”. Emilio Menotti Spósito, poeta: “Nació en los brazos de la Junta Patriótica. apadrinada por el Cura Manzaneda”. Juan N. P. Monsant, exrector, historiador: “Un grupo de virtuosos levitas y de ciudadanos dignos lánzanse a la arena gloriosa de la lucha, se constituyen en Junta, y uno de sus primeros decretos es la organización de la Real Universidad de San Buenaventura de los Caballeros de Mérida”. Cardenal José Humberto Quintero, de ambas academias (Historia y Lengua). Al referirse a Antonio Ignacio Rodríguez Picón, dice: “En cuanto Presidente de la Junta Patriótica de Mérida, cúpole la singular honra de firmar el primero el acta de creación de la Universidad”. ] 439 [


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Juan de Dios Picón escribe en 1832: “La Junta Gubernativa de esta provincia a nombre de Fernando Séptimo concedió el título de Universidad con todas las facultades de la de Caracas, y desde entonces ha estado en el pleno goce de este derecho”. Gonzalo Picón Febres: “La efectiva gloria del establecimiento de la Universidad tocó a la Junta Patriótica de Mérida en 1810” Gabriel Picón Febres: “La Junta Patriótica de Mérida en 21 de setiembre de 1810 creó la Universidad sobre las bases del antiguo Seminario y de la creciente Academia”. Roberto Picón Lares: “La gloriosa Universidad de los Andes ha nacido. Tres años después la sanción máxima caerá sobre ella de las manos augustas de Bolívar”. Mariano Picón Salas: “Los patriotas merideños de 1810 pusieron en la primera lista de sus nuevas reivindicaciones y derechos la consigna de su universidad republicana. Pedro Rincón Gutiérrez, rector: “Si los miembros de la Junta que se levantara contra el Rey conservaron el carácter arcaico de Universidad Real y Pontificia, Bolívar, que insurgió contra la Corona, la proclamó primera universidad republicana e Venezuela”. Luis Spinetti-Dini, universitario: “Esta es la Universidad que vosotros, miembros ilustres de la Junta Patriótica, fundasteis en 1810, en el mismo momento en que nos iniciábamos en la vida independiente”. ] 440 [


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Guillermo Tell Villegas, académico, en el Primer Libro Venezolano de Literatura, Ciencias y Bellas Artes (1895): “La Junta Patriótica de Mérida, formada revolucionariamente a consecuencia de los sucesos del 19 de abril, creó bajo el título de San Buenaventura de los Caballeros de Mérida la Universidad que había negado el sucesor de Carlos III” Ramón Parra Picón, rector (1910): “Durante una centuria la Universidad de los Andes ha representado en el Occidente de Venezuela la más alta razón de ciencia y de cultura”. Caracciolo Parra Pérez: “Hoy [21-9-1910] se cumplen cien años de la creación de la Universidad de los Andes”. Humberto Tejera: “Quiero ver en el 21 de setiembre [de 1910] celebrado el primer día de una segunda jornada que deberá rendir en el seno del tiempo, santamente fatigada de su labor científica”.

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3.- JUAN PABLO II, Salutación Pontificia (Fragmentos de su Homilía merideña en 1985). Frontera (Mérida, 29-11985). “Se están cumpliendo doscientos años de la llegada aquí del primer Obispo, Fray Juan Ramos de Lora, fundador del Seminario del que nace la Universidad de los Andes”. […] “Saludo con fraterno afecto al Señor Arzobispo de esta Sede, al Obispo Auxiliar, así como a los otros Obispos presentes. Saludo a las autoridades, al clero, a los religiosos y religiosas, a los seminaristas y a los laicos comprometidos, y va también mi saludo a los jóvenes aquí congregados, a los campesinos, a los educadores de la región andina, así como a las autoridades y profesores de la Universidad de los Andes, en el bicentenario de su fundación”.

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4.- ULA. Consejo Universitario. Decreto de febrero de 1985 silenciando el 21 de setiembre de 1810 como fecha de la fundación de la Universidad y reemplazándola por el 29 de marzo de 1785, fecha de fundación del Seminario con el nombre de Casa de Educación.

EL CONSEJO UNIVERSITARIO DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES EN EL BICENTENARIO DE LA “CASA DE ESTUDIOS” DE MONSEÑOR FRAY JUAN RAMOS DE LORA, ORIGEN DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES* DECRETO El Consejo Universitario de la Universidad de los Andes, en uso de la atribuciones conferidas en los numerales 1, 14 y 20 del Artículo 26 de la Ley de Universidades: CONSIDERANDO Que el 29 de marzo de 1785, el primer Obispo de Mérida, Fray Juan Ramos de Lora, dictó las Constituciones de una “Casa de Educación” en esta ciudad, con la cual se revivió la tradición cultural iniciada en el célebre Colegio de Estudios Superiores, que la Compañía de Jesús regentó en Mérida desde 1628 hasta 1767;

(*) Documento definitivo de la Universidad de los Andes sobre el Bicentenario de la Institución, aprobado unánimemente por el Consejo Universitario en su sesión del seis de febrero de 1985.

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CONSIDERANDO Que dicha “Casa de Educación” dio origen al Seminario Conciliar, erigido por Real Cédula de Su Majestad Carlos III, de fecha 9 de junio de 1787, denominado posteriormente Colegio Seminario Tridentino de San Buenaventura, por Real Cédula de Su Majestad Carlos IV, de fecha 20 de marzo de 1789; CONSIDERANDO Que por Real Cédula de Su Majestad Carlos IV, de fecha 18 de junio de 1806, y a instancias del Deán Doctor Francisco Javier de Irastorza, este Instituto obtuvo la gracia de Estudios Generales y de conferir grados mayores y menores, lo que determinó a la Junta Superior Gubernativa de la provincia de Mérida darle el nombre de Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros, el 21 de setiembre de 1810; CONSIDERANDO Que luego de reconstituida la República, por disposición del gobierno del General José Antonio Páez, ante la solicitud del Gobernador de la Provincia de Mérida, Don Juan de Dios Picón, el Estado de Venezuela asumió el 14 de enero de 1832 la organización de la Universidad de Mérida y nombró Rector interino al Doctor Ignacio Fernández Peña, quien redactó los Estatutos, los cuales fueron aprobados por el Gobierno Nacional el 8 de marzo de 1836.

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ACUERDA PRIMERO: Celebrar a partir del 29 de marzo de 1985 el año Bicentenario de la Fundación de la “Casa de Educación” de Fray Juan Ramos de Lora, primer Obispo de la Diócesis de Mérida, origen del Seminario Conciliar del que nació la Universidad de Mérida, denominada Universidad de los Andes por Decreto del Poder Ejecutivo Federal de fecha 24 de setiembre de 1883. SEGUNDO: Designar por Resolución Rectoral, una Comisión Ejecutiva encargada de elaborar y ejecutar un programa conmemorativo, cónsono con la significación y trascendencia de los hechos memorables que dieron nacimiento a la Universidad. COMUNIQUESE Y PUBLIQUESE. Dado, sellado, firmado y refrendado en el Salón de Reuniones del Consejo Universitario, a los doce días del mes de febrero de mil novecientos ochenta y cinco. Años 175º de la Independencia y 126º de la Federación.

El Rector Presidente, PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ Secretario, NESTOR LÓPEZ RODRÍGUEZ

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5.- Carlos César RODRIGUEZ. Postdata (1995) El 4 de octubre de 1983 nuestro Consejo Universitario adelantó por decreto el bicentenario de la Universidad para hacerlo coincidir con el del Seminario. La falacia del razonamiento era ésta: Si el Seminario cumple en 1985 doscientos años, la Universidad, que tiene su origen en aquél, también los cumple. Esa es la lógica que forzosamente rige la salutación papal del 28-1-85, al llegar Su Santidad a Mérida. Y, en consecuencia, ese es el mismo camino que con rodeos sibilinos trilla el nuevo Consejo Universitario el 12 de febrero del 85, pontificando además en una curiosa nota de seis días antes que esa era resolución era definitiva, o sea infalible. Bueno es recordar que en esos días Guanare también había aspirado, y con sobradas razones, al honor de la visita pontificia. Pero la política favorecía a otras ciudades, entre ellas Mérida. El Seminario estaba de plácemes con sus fiestas natalicias, y la Universidad pregonaba por todas partes su bicentenario de ficción. Y gracias a los sutiles, casi subliminales hilos que mueven estas cosas, Mérida tuvo mayor suerte que Guanare. Pero ya ha pasado una década de aquellas fiestas memorables, y dentro de poco regresará el Papa, esta vez a visitar la hoy lujosa basílica guanareña. Justo es entonces volver a celebrar cada 21 de setiembre la “magna fecha olvidada”, rindiéndole los honores debidos a nuestra Junta Patriótica, verdadera creadora del primer instituto científico que conoció Mérida: su Universidad. Al obispo Ramos de Lora le corresponde con justicia el no pequeño mérito de haber fundado, como lo establecía obligatoriamente el Concilio de Trento, el Seminario que dio origen a la Universidad y que tan brillante papel desempeñara en los días de la independencia. ] 446 [


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Carlos César Rodríguez LA UNIVERSIDAD NO LE DA EL FRENTE A SU DESTINO Nelson Pulido y Gonzalo Fragui Carlos César Rodríguez. Poeta y ensayista. Nació en Guanta en 1922 y vive en Mérida desde marzo de 1958. Profesor de Educación Secundaria, Normal y Especial en Letras por la Universidad de Buenos Aires; Licenciado en Letras (reválida) por la UCV y doctor en Letras por la ULA. Primer decano y fundador de la Facultad de Humanidades. Primer director de Cultura y Extensión Universitaria. Primer presidente de la APULA. Del poeta dice el escritor Alfonso Cuesta y Cuesta; “Carlos César Rodríguez llegó de repente como llega el buen tiempo”. Ha publicado los poemarios “Los Espejos de mi Sangre” (1944), “Follaje redimido” (1959), “Aire iluminado” (1963), “Hora íntima” (1987) “Anubizajes” (2004) y “25 Haikus” (2013). Como ensayista ha publicado “El retrato de Antonio Machado” (1965), “La poesía de Manuel Felipe Rugeles” (1964) y “Glosa a la Silva Criolla a un bardo amigo” (1980). Publicó también la Obra Completa de Lazo Martí (2002). Igualmente ha compilado y publicado “Testimonios merideños” (1996) y “Testimonios barceloneses” (2003). Ha compilado y está por publicar “Testimonios calaboceños”. Carlos César Rodríguez es además de poeta y ensayista un investigador; de allí lo polémico que resulta cuando de fechas se trata. Por eso quisimos conversar con él de ] 447 [


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las varias fechas de la fundación de la Universidad de los Andes y de su Facultad de Humanidades. Finalmente le pedimos su opinión sobre la docencia, la investigación y la extensión en las universidades venezolanas.

FALSO BICENTENARIO DE LA ULA Empezamos con la fecha de fundación de la ULA. El poeta Carlos César Rodríguez en reiteradas ocasiones ha explicado, con suficiente documentación, que la Universidad de Los Andes fue fundada en 1810 y no tiene por tanto los 228 años que se que se están escandalosamente celebrando en 2013. La otra mentira es que el fundador habría sido el obispo Ramos de Lora. Lora no pudo haber fundado la Universidad por cuanto muere en 1790 y la Universidad nace en 1810. El Seminario abre sus puertas camufladamente como “casa de educación” en 1785, pues el decreto de su fundación es de 1810. El mayor mérito de Lora es sin duda la fundación del Seminario, donde tiene su origen inmediato la universidad. Tal sucedió también con muchas universidades hispanoamericanas de la época colonial, que nacieron casi siempre de los seminarios. Sin embargo, el nacimiento de ambas instituciones es de diferente época. A nuestra Universidad Central no se le ocurriría nunca fijar como fecha de su nacimiento la fecha del nacimiento del Seminario de Santa Rosa, del que ella se origina. El Seminario de Santa Rosa es del siglo XVII, pero la UCV es del siglo XVIII. Además, los seminarios son esencialmente centros religiosos; sus verdades son de fe. En cambio las universidades se centran en el pensamiento científico. Sus ] 448 [


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verdades son de razón. En los primeros se forman esencialmente curas del alma, sacerdotes; en las universidades en cambio se forman esencialmente curas del cuerpo, médicos. Establezcamos además una comparación: el idioma español tiene su origen en el latín, pero el día de nuestro idioma es el de Cervantes, no el de Virgilio. Es sabido también que por disposición del Concilio de Trento los obispos estaban obligados a crear Seminarios, como también estaban obligados por el mismo Concilio a seleccionar entre los pobres a los futuros seminaristas, pues los sacerdotes de origen pobre, lo reconoce el mismo Concilio, son más agradecidos y confiables que los provenientes de familias adineradas. La Universidad de los Andes se funda, según el acta de creación, el 21 de setiembre de 1810 con el nombre de “Real Universidad de San Buenaventura de Mérida de los Caballeros”. El acta la firman, entre otros, el Canónigo Uzcátegui, Rodríguez Picón, Talavera, Manzaneda, etc. Bueno es recordar que la mitad de los firmantes eran sacerdotes, pues los de esa época fueron los más revolucionarios de toda Venezuela. También es conveniente recordar que a pesar de las insistentes solicitudes merideñas que había habido ante el Rey para la creación de la Universidad, éste se había negado a conceder la gracia universitaria, aunque sí le concedió la de otorgar algunos grados mayores y menores Insiste Carlos César Rodríguez: el grito primal de la Universidad, el de su nacimiento, es el 21 de setiembre de 1810, o sea apenas cinco días después del famoso 16 de setiembre, día de la declaración regional de la Independencia. De esa manera, Mérida se independizaba de España, pero también de Maracaibo, que se conservaba leal a la ] 449 [


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corona española. En cierta forma mataba, diríamos, dos pájaros con una piedra, tal como Barcelona aprovechó en esos meses para independizarse a la vez de España y de Cumaná. Sólo que Cumaná también era partidaria de no seguir siendo colonia española, y por eso aparece también como estrella en nuestra bandera nacional. Recordemos además que había una tensión tradicional entre Mérida y Maracaibo; en Maracaibo, la capital, residía el gobernador y allí estaba desde luego el poder temporal, el económico; mientras que Mérida fue tradicionalmente la ciudad por excelencia cultural y religiosa. Era pues una extraña provincia, una provincia que pudiéramos llamar bicéfala, donde las dos ciudades más importantes no se entendían casi nunca. Por eso Mérida proclama rápidamente la independencia, mientras que Maracaibo permaneció por largo tiempo leal a la corona española. Ese pleito centenario entre Mérida y Maracaibo merece ser estudiado detenidamente. Y con respecto a las fechas conmemorativas, al rector Ramón Parra Picón le correspondió celebrar, en 1910, el primer centenario de la ULA, con discursos alusivos de Gonzalo Picón Febres y Caracciolo Parra Pérez. Esto lo muestra en forma contundente el veinteañero Humberto Tejera, cronista oficial de la celebración y estudiante de Derecho. Al referirse a este acontecimiento dice el rector Rincón Gutiérrez: “el más hermoso recuerdo que de aquél [Tejera] tenemos es su brillante descripción de los festejos centenarios de la Universidad en 1910” Pero si fuera poco el acta de creación de la ULA, de la solemne celebración del primer centenario en 1910 y del Decreto del Consejo Universitario de 1958 celebrando esa fecha como erección de la ULA, podríamos acudir a las ] 450 [


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opiniones coincidentes del Cardenal Quintero, del arzobispo Silva, del académico Pbro. Barnola, de Parra Pérez, de Picón Febres, de Tulio Febres Cordero, de Picón Salas, de Humberto Tejera, de Ildefonso Leal, de Emilio Menotti Spósito, y paro de contar. Pero nuestras autoridades universitarias hace tiempo que vienen siendo más sensibles a las recomendaciones eclesiásticas que a la estricta verdad histórica.

OTROS ANTECEDENTES Explica Carlos César Rodríguez que el más lejano antecedente local de la Universidad está en el Colegio San Francisco Javier, mejor conocido como Colegio de los Jesuitas (1628-1767), pues en este último año el rey Carlos III los expulsa de sus dominios y éstos lógicamente salen de Mérida. Pero el Colegio había echado hondas raíces en la ciudad. Lora encontró pues un patrimonio cultural de primer orden, pues apenas habían pasado 17 años del cierre del Colegio, lo que no es mucho tiempo en una historia tan larga. Investigadores como Ildefonso Leal consideran que esa institución jesuítica tenía renombre y rango de educación superior. Debe pues mirarse en ambas instituciones –el Colegio San Javier y el Seminario- el origen de esta universidad. Pero su año de nacimiento -insistoes 1810. Sin embargo -añade Carlos César- hay una mayor cercanía entre las universidades nacionales y los antiguos colegios jesuíticos, pues ambos se destaca más por la formación de dirigentes profesionales de élite social, que la formación de dirigentes profesionales con una auténtica sensibilidad social. ] 451 [


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FECHA DE FUNDACION DE HUMANIDADES Carlos César Rodríguez, profesor en la Universidad Central desde 1951, llega a Mérida en marzo de 1958 como Director de la Escuela de Humanidades, que estaba adscrita a la Facultad de Derecho. O sea que los problemas académicos y administrativos de Humanidades eran resueltos por el Consejo de Derecho. Pero a los cuatro meses, exactamente el 12 de julio de ese año cuatricentenario de la ciudad, se funda la Facultad, y Carlos César Rodríguez es nombrado decano el 17 de julio de 1958. Después, con la nueva ley universitaria, es electo decano, por votación, para los períodos 1959-1962, 19621965, 1965-1968 y, finalmente, 1978-1981, pero renunció al decanato en 1979. Ese año 58 se fundó también la Facultad de Economía, se editaron en cuatro tomos las obras completas de Tulio Febres-Cordero, y la Facultad de Humanidades fundó con firmas de prestigio hispanoamericano la revista Humanidades y editó de Anton Goering Venezuela el más bello país tropical Aunque la revista Humanidades estaba dirigida oficialmente por el decano, quien se ocupaba principalmente de la edición era la inolvidable profesora María Rosa Alonso, escritora de amistades literarias internacionales. La idea inicial de la creación de los estudios de Humanidades en la ULA fue del merideño Mariano Picón Salas, fundador de la misma Facultad en la Universidad Central. Pero la Escuela, adscrita a Derecho, abre sus puertas en 1955. El discurso de orden lo pronunció el doctor Horacio Cárdenas Becerra, compañero de Carlos César Rodríguez en bachillerato y en la Universidad de Buenos Aires. Cárdenas Becerra organizó el pensum de estudios y asesoró la ] 452 [


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marcha de la Escuela por largo tiempo. El primer director de la Escuela fue el Dr. Luis Spinetti Dini.

OTRAS DIRECCIONES Carlos César Rodríguez fue además fundador de la APULA en 1958 Igualmente fue el primer Director General de Extensión y Cultura universitaria el 16 de junio de 1977, lo cual fue un paso muy importante pues antes era solamente Dirección de Cultura, y cuyo primer director a partir de 1958 fue por cierto César Rengifo, quien vino a Mérida el mismo día y en el mismo avión con Carlos César. Como Director de Extensión y Cultura, Carlos César realizó, con la colaboración del médico Dr. Real Giménez, un curso de extensión en Tovar sobre enfermería y primeros auxilios, pues los cursos de extensión, a su juicio, deben ir preferentemente hacia las clases más desposeídas.

COMPAÑEROS DE HUMANIDADES Carlos César Rodríguez nos dice que en sus primeros decanatos la facultad tenía grandes personalidades, algunas del patio y otras de otras latitudes. Recuerda, a pesar de su mala memoria de hoy, nombres como Gonzalo Rincón Gutiérrez, Alfonso Cuesta y Cuesta, Miroslav Marcovich, J. M. Briceño Guerrero, Antonio Luis Cárdenas, María Rosa Alonso, Guillermo Thiele, Juan Astorga Anta, Mario Spinetti Dini, Tula la Torre, Tablante Garrido, Eduardo Blanquel, María Rosa Amaral, José Antonio Portuondo, Alberto Merani, Ramón Palomares, Domingo ] 453 [


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Miliani, y otros que olvido pero todos de altísima calidad. Recuerda también que al iniciarse la Facultad el poeta ecuatoriano César Dávila Andrade lo asesoraba con frecuencia en la selección de libros para la biblioteca. La primera directora graduada de la biblioteca fue Viki Ferrara. Y de los primeros egresados que ingresaron al profesorado de la Facultad estaban Miguel Marciales, Carlos E. Muñoz Oraá, Hernando Track, E. Pérez Batista, Horacio López Guédez, Yolanda Rincón de Rada, Francisco Gavidia, Adelis León Guevara, Milagros Contreras, y paro de contar. Un elenco así es motivo de orgullo para cualquier Facultad de cualquier parte. Casi todos ellos fueron (y lo son todavía) extraordinarios investigadores.

EL DEBER SER DE LA UNIVERSIDAD Carlos César Rodríguez nos dice que los pilares fundamentales de las universidades venezolanas son la docencia, la investigación y la extensión, pero que ninguno de esos pilares está en su mejor momento. Recuerdo aquí el consejo que en 1958 me dio en Caracas el profesor García Bacca cuando yo venía para Mérida: “Evite el matrimonio entre primos”. Y como yo no entendiera de inmediato la intención de su consejo, me la aclaró: “Si los recién graduados pasan de inmediato a ser profesores, y a la vez los alumnos de estos pasan a la docencia sin hacer cursos especiales, la educación irá degenerando como un continuo matrimonio entre primos”. Los efectos de ese matrimonio entre primos están a la vista en la docencia y la investigación. Hay mayor cantidad de graduados, es cierto, y hay mayor número de ] 454 [


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investigaciones, pero la calidad de los graduados y la calidad de las investigaciones han venido en descenso. De los trabajos de ascenso, que son los más numerosos y frecuentes, no hay a veces ni noticias, pues ni se publican y a veces ni se conocen. Las excepciones, que desde luego las hay tanto en la docencia como en la investigación, no invalidan la afirmación. Y aparte hay casos de verdaderos y grandes docentes e investigadores también es cierto, pero más como producto de iniciativa personal que como proyecto general universitario. Digamos algo de la extensión, de la proyección de la universidad en su zona de mayor influencia. Desde que se fundó la dirección de cultura y extensión se ha entendido que la extensión es una manera de proyectar la cultura sobre todo en el interior de la región, de los pueblos, digamos. Pero en la práctica, y sobre todo en los últimos años le dirección de cultura y extensión no funciona prácticamente. Se sabe que existe porque nosotros estamos vinculados a la universidad. Pero ni aún nosotros conocemos cuáles son los planes de trabajo, de acción de esa dependencia universitaria. A veces no conocemos ni quién es el director. Sabemos que debe ser un amigo del rector que esté de turno, pues desgraciadamente ese ha sido un cargo así, de esa naturaleza. Lo que digo suena tal vez como una herejía, pero es la verdad. Y es una lástima porque la extensión cultural y científica debiera abarcar sobre todo los pueblos del interior del Estado. La Universidad debiera estar presente en el pueblo, como el pueblo debiera estar presente en la vida universitaria. Ojalá que ese acercamiento vaya lográndose progresivamente, y en el caso nuestro, la Universidad de los Andes sea una realidad no sólo en las aulas sino también en las ciudades, pueblos y caseríos de tierra ] 455 [


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adentro. Para alcanzar ese objetivo debe apartarse un poco del camino elitesco que tanto ha extraviado sus pasos. Así se hará realidad el artículo 4 de nuestro máximo código universitario:”La enseñanza universitaria en un definido espíritu de democracia, de justicia social y de solidaridad humana, y estará abierta a todas las corrientes del pensamiento universal”.

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ÍNDICE

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Índice Págs Testimonios de Carlos César Rodríguez Prólogo a la primera edición Francisco Martín Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés Juan de Maldonado Fray Pedro de Aguado Juan López de Velasco Anónimo Fray Pedro Simón Diego de Villanueva y Gibaja Pedro de Mercado Lucas Fernández de Piedrahita Alonso de Zamora José de Oviedo y Baños Don Juan, cacique de Mocoño José Cassani José Gumilla Basilio Vicente de Oviedo y Valdés Francisco de Alburquerque Miguel de Santistevan Josef García y Oliva Francisco Depons William Duane José Domingo Rus Simón Bolívar Richard Bache Agustín Codazzi Juan de Dios Picón Charles Empson Daniel Florencio O’Leary Juan Bautista Boussingault Onésimo Reclús y Eliseo Reclús Anton Goering Isidoro Laverde Amaya

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5 13 21 35 38 41 56 58 59 68 70 75 78 82 86 94 97 99 110 121 134 143 148 163 167 172 178 190 202 215 220 229 233 245


CARLOS CÉSAR RODRÍGUEZ

Tulio Febres Cordero Wilhelm Sievers Leontine Roncajolo Alfredo Jahn Julio César Salas Samuel Darío Maldonado Julio Sardi Leonard Víctor Dalton Humberto Tejera Emilio Menotti Spósito Mario Briceño-Iragorry Mariano Picón Salas Raymond E. Crist Wilhelm Georgi Juan Pablo II Carlos Emilio Muñoz Oraá Ildefonso Leal Jacqueline Clarac de Briceño

256 270 278 284 298 295 298 301 309 315 321 326 335 340 346 355 362 369

LOS CUATRO RÍOS J.A. Gonzalo Patrizi Carlos César Rodríguez Ramón Palomares

377 381 383

APÉNDICE I. Creación del Colegio de los Jesuitas (1628) II. Creación de escuelas públicas (1783 y 1788) III. Creación del Seminario (1785) IV. Constitución provisional de la Provincia de Mérida V. Creación de la Universidad (1810) VI. Celebración universitaria del cuatricentenario de Mérida VII. Falso bicentenario de la Universidad Carlos César Rodríguez La Universidad no le da el frente a su destino

393 399 404 411 414 421 427

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Este libro Testimonios merideños se diseñó en la Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM en octubre de 2013, ] 460 [ en su composición se utilizó papel bond gramaje 20 y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.


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