Vivir en época de Pandemia
PSICOLOGÍA Y EDUCACIÓN Lorena Garcia | Lic en Psicología, Docente.
Apenas comenzado el ciclo lectivo, el coronavirus entró en escena. Primero se suspendieron las clases y luego toda nuestra vida quedó paralizada, en una cuarentena que nos deja, a chicos y grandes, carentes de abrazos, de compañía, con ansiedades e incertidumbres. En este contexto, intentar que los niños resuelvan una división, lean un texto de historia o luchen con las fracciones parece ser más una carga para los padres que un avance pedagógico en sí.
Entonces ¿Qué lugar tiene, puede o debe tener la Escuela?
DESCARTADO LO QUE PUEDAN SUMAR PEDAGÓGICAMENTE LAS TAREAS, HAY OTRA FUNCIÓN QUE ESTA INSTITUCIÓN PUEDE CUMPLIR Y QUE ES SUMAMENTE SIGNIFICATIVA La Escuela con sus tareas, con la voz del docente, con sus temas específicos pueden convertirse en un factor importante a la hora de recobrar sentidos y encontrar caminos por donde transitar este escenario incierto: resolver una cuenta o escuchar a su maestra contar un cuento pueden ser señales de que no todo terminó, de que el mundo está suspendido, pero que sigue presente.
Dedicar un tiempito del día a hacer “las cosas de la Escuela” puede ser un elemento organizador, un mensaje de que todo estará bien, que un día volveremos a las aulas y la seño o el profe querrán ver todo lo que aprendió. La presencia de los docentes es indicador de que los lazos sociales no se cortaron, que el aislamiento no es total, que cada niño y niña sigue teniendo un lugar en el aula que está vacío, pero esperándolo. Así como frente a la angustia y la ansiedad del nacimiento, lo único que calma al niño es encontrar un lugar en el Otro, en el medio del caos y la tensión reinante, la Escuela también puede ser ese Otro que aloje. Y eso necesita para materializarse, de las divisiones, las fracciones y las tareas que están sacando canas verdes a más de un padre/madre/tutor o encargado.
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