Gabriela Bejerman
Alga
Siesta, 1999
Índice
Lava Agua Cielos Aguaciel Noviembre Nacimiento Pulpa Catre de Plantas Orgásmica Molde para confite de palma Elixir Soltera universal Lo inlácteo Selva Feria Natalicio de Uvana
Tacos clavados en el biombo Garúa Putina Ivonne de niña Hoy con Paula Urano 7 fragmentos para una violeta africana Joyel Apetito de trola Aroma nupcial Ocaso calipso Miriñaque chihuahua Cecilia o Laura Flora Polves Chonga dansk
AGUA
Cielos
Son todas ubicaciones combinaciones de los elementos continuos. Fagocitada por esa miel de soles rosados tan carnálica y duoplena Plenilunio de sol. Abeja láctea de la noche: luna, tu zumbido es transparente y terso adormecido (adentrada la arboleda de fuego) Fucsias tres carabelas son aburridas por el mar “te sacudes y vas, vienes y vas” Y nada más en todo el día. ¿Qué marisco habremos de cocinar cuando el coral esté suficientemente fresco y esponjoso? Una calavera de salmones y estrellas frutos inexplicables de la marefauna. Ya se alondra la tarde sobre las velas. Subidas de blanco se abanican solas, ruborizadas algo por el sol que come su reflejo del agua. Lo devora durante este último atardecer
(Fagocitosis) Huyo por una permanente celeste y eterna; Âżsucedida o devorada o embriagada del cielo? (Âżella o yo?) La flor de luces rojas y celebraciones de minucias de carne.
Aguaciel sueño de ángeles subiendo cúpulas niños alados vagabundos despiertan al dorado llevan glóbulos de sol en la sangre rosada de juegos y placeres nutren las tardes oleadas esparcido el cardumen caracol para las flores de arena transparente, visita luz chanel febrero los peces y el coral se enredan bajo el agua nubes de cielo tibio cubren las sombras que mecen los verdes fantasmas olvidados por la noche navegan entre espuma y horizonte las sirenas les temen se enamoran visten piel y escamas para salir a que las vean los ángeles se meten en los marineros muertos para hacer el amor con las sirenas ebrias,
tocar sus senos de leche besar el polen en su pelo lamer su piel de estrellas agua beberlas sin fin
Noviembre Los frutitos al sol transparentan sus turquesas vísceras de vegetal. El verano derrite los cristales en su interior espumando ínfima lluvia. Los frutitos de las frutas, las frutillas con sus colmillos saborizadas las puntitas, mojadas en sangre de frambuesas. Enroscándose la enorme lengua violeta que lame la tarde. Brillan los frutitos dorados sabor del cielo, Refréscate piscina Duérmete sobre el abedul que es el centro del bosque. Baja un sueño lleno de deseos con lanas de agua piedritas de hielo estrellas de jazmín que se van cayendo para arriba. Se pegan contra el fondo de la noche y la esperan. Van tranquilos los bichitos
a su colchón de plumas azules donde navega una música intercalada por lunitas vegetales, olvidadas de los planetas y sus anillos. Saturno y Plutón ahí se acuestan, dentro de un dedal de plata donde hay más bebés con su mar de leche. Van marchando sin saberlo las lagartijas hasta el fondo oscuro del lago que sólo empieza a llenarse con la marea de la madrugada. Los peces nacen. Se encienden sus colores aurora, alba blanca. La lentísima degradación de la oscuridad. Es una blancura de acrílico pensada desde la ciudad con sus maripositas por 2 pesos felicidad sin paquete, puro moño, alegrías para el jardín. Tormenta de verano en frasco. Jalea de medusas para untarse bajo el agua, bañadera turquesa, jabón, perfume, bolitas de espuma. Árboles frutales instantáneos, bizcochuelos de pelo permanentes, agua natural, jugo de grageas magenta, sabor artificial de vainillina,
perfumes tropicales de la selva, junglas en jaulitas con pájaros cantores, canaritos rojos, pimpollos de abeja. Flor del verano. Campánula con sol de polen. Vegetalina. Familia de gatitos miniatura. Olivos, parras, pastizales. Praderas, sabanas, mesopotamias. Cantos para el anochecer. Villancicos a toda hora. Combustible para payasitos a cuerda. Meses de enero que duran ocho días y se repiten. Camas voladoras y obeliscos de verdad. Las más bonitas pulseras para nenas y mamás. Maquetas con maestras que aplauden y se desvisten. Dolores de cabeza en polvo, días libres, pelo, ansiedad en pastillas, barbitúricos de la tercera edad, abuelas bailarinas y abuelos sastres, lápidas y flores de plástico para nichos. Tapitas a rosca, luciérnagas que se prenden bajo la luna. Estratósfera en cápsulas diarias. Niños molestos con juguetes. Ruidos de vecinos. Sorpresas en la noche. Amor
Todo el cielo ÂżSoy tuya? Abro los ojos y estoy adentro.
Nacimiento encuentra al borde un jacinto muerto cuando el asombro llena de almíbar el aire viaja sobre una gota de miel rubia que se enfría al suave desmayar el tiempo es nave desliz la luz blanca y tibia suelta un mediodía eterno en ese instante el jacinto es herido por rayos de universo espacio siempre jacintos azules caracoles de aire, los pétalos envuelven un cielo de flores suspendidas dentro de la luz esa gotita celeste que transparentas es una lágrima viva
PULPA
Quatre de plantes catre de plantas estoy tirada la noche está verde los pimpollos bomba de color el verano travesía de las cebras yo parezco guatemala me dedico a usar sombreros de pelo ¡eres mi fantasía! sardinas el invitado intruso nos acostamos sobre la lona nos perdemos en balsa por el río Es de día nos espanta el sonido de las flores que desean amarnos
Orgásmica soñé con caballos plateados tenía dieciséis los años pasaban como luces era un viaje, un traje universal tropeles de viento me llevaban al mundo el pelo me crecía a la velocidad del tiempo el verde era el más feliz color relucía en la oscuridad eterna no alcanzaba nunca la bienvenida no había otras chicas pero las estrellas sonreían los arcos se abrían con destellos de helio sola al final flotante plena, orgásmica no recuerdo qué cantaba
Molde para confite de palma El fruto de la palmera fucsia, recién prendido puntudo con ganchillos de dulce de noche, soy miles colgada de él. La variación perfecta del cactus en polvo Tiene un ojo ventrudo lo abre es camelia lo cierra y la miel de cacto, sí, viscosa, lenta; ¡Sí!, de lianas ofidias en rosa y jalde ciudadana de albercas fabiolas (…) El sol, la limonada del día ¿más refresco gladiolar? ¡Qué convite! El otro minuto lo bailamos en una punta de pie La boda: es nuestra la crema enjuague universal ¿hay torta o tutú para las novias? Cabeza de cactus la ópera liana Tucumán
“el tropical tehuantepec” En el fin de la tarde se activan los verdaderos gladiolos. Con puntillí cosen todo el horizonte vegetal, lo importante es lo rojo. Tu granate selvático aún, la respuesta de la tormenta, hallar
Elixir bebo el licor del estío ácidamente me sostengo por un pálpito esa pulpa lunar de la noche zumo de viento me licúo vacío al hielo para beber algunas lindas luces silban las plumas en mi cóctel de néctar blanco y ya sólo quiero sangre
Soltera universal I want Paradise ¿mesura o desmesura? si hay un claro de agua o de algo crecen plantas a la noche su fino entrepelo se teje en el negro y nace verde por la mañana es muy dulce da agua que canta miel o aire de naranjas Explota hosanna la foresta perfume de jacarandá la vida es el atrio del cielo la lluvia de verdor, mi música; empieza el día, gloria velos, aves, vuelo clima de colonia En mí habla el paisaje hala de mí como el agua en sueños, qué deleite árboles, licor, relámpagos Veo todo si canto más me eyecto Noncápsula ¡ahí, vive la imagia!
Lo Inlácteo Una mañana entera entre los naranjales del bosque. En la alameda marabiliosa espejos de hiel te convidan. Granizo ajazminado esquía sobre la fauna congel. Remolino de arácnidos en la entrepierna, echo un vistazo, la miel es negra. A la pastizala le agradan mis maneras de ser de liana, “Fluxión para dos”, ordenamos. Tris, barquillos, leche, más fruta escarchada, todo tu confite. Lámparas lunares fríen el éter, quedamos varadas en la nada. ¡Qué esperabas! Seis puntadas al invierno y ya veraneo. Las playas enormes, la inocencia perdida, de fondo un pirineo o dos. Los machitos lucen descorchados al borde del agua. Festejo su chapoteo, tiro al blanco. Entre un maravedí y otro, la ola blanca, yo. La pax somnífera de estos mediodías al curry ni aquel enorme mamelón de narcotibieza podrán conmigo. Soy la monstrua Soy la abuela de las aves occisas Soy la fucsia contra la que se estrella el alba Soy tu lágrima incandescente Soy el meridiano del vacío Soy menhir vahopavor
Selva Pulpa verde de niño desnudo Ojo verde con ribetes de moluscos vegetales Sobre la gran garra del viento esmeralda La lenta curva infinita Cristal blando le anida en los claros a selva Rojo, todo rojo en la cruel dicha Pequeñas reinas heridas en las corolas de fuego Senderos jazmín abren el pasto gigante con tajos de olor perfecto Va leche en la selva, verde leche de liana Grutas de pan marciano, mineral comestible platinado Y lunas en cada ojo de agua dulce (por el frescor) Pilotes de lengua de cocodrilo sostienen la magia del presente intacto Desvío sin nieve jamás, vivo Visión del pájaro verde Visión de la verde oscuridad Selva rival Por cúmulos de ferocidad radiante yace en sombras tranquilas la sangre durmiente Su muerte hace gestos bajo el agua blanca Canta un insecto en la palmera de peinado fucsia Vueltas de orquídea por la selva, toda montada de parques salvajes Liberación de las gamas, del celo Filtro y párpados de amor encendido Eternidad del verano nocturno
Feria la fiesta de necedades dulces nenas desnudas vienen a tocarme y es el cielo! y hace frío en las pezuñas de los pechos quince leopardos miss desvirgan superdosis Pinches a lo largo de la mesa casi herida grita la fondue –Un changuito pasó por la vereda; dejó la vergüenza y se convirtió en carruaje.– Pero, ¡pluf!, cayó el sentimiento en otro que estaba cerca de los alegres pajaritos cantantes, una lluvia de estruenditos. Los copos algodonados de los árboles crecían como ponches ya bebidos (de nieve y carne de ciervo blanco) Pero el patio crecía su oscuridad lentamente, y el silencio del bosque despierta de un sueño de siglos en la cumbre subterránea de un aljibe sellado. Una vieja se asoma por la ventana mira a una que vuelve del gimnasio pasó al atardecer pasa a la madrugada Laurencio la llama desde el televisor Es su amante evangelista
Las jaulas y los perros se alborotan ¡Como si se llamara Cleotilde! El barrio del patio la busca en su tractor invisible amarillo. Cuenta regresiva de las calorías mientras compra por TV todo lo que le hace falta para encerrarse para siempre en su casa, como dormida, bailando con varas mágicas transfiguradas por el alcohol, etildiametol, aspirinas del aire, vespertinas, amarillas otra vez, luminosas como ojos de bestia. Lamió el leopardo imaginario una gotamiel de aljibe Feria Fiesta de las nenas edades Nervios de medusa laten en las zonas verdinegras del pantano A su lado los reptiles, gelatinosos, se disuelven completamente en el paisaje El olor de esas acelgas diabólicas gigantes comienza a abrir sus ojos La pegatina licuándose en la mirada La bruma se adhiere al aire entre las lianas Pelucas de reinas muertas que vivían bajo el agua viajan, zombies y flotantes A veces las cabecitas de los murciélagos se quedan enganchadas en el vuelo capilar
Natalicio de Uvana Dos pájaros yacían en la punta de una pluma negra El paisaje los devoraba a lo largo del lento desliz el tiempo sobre una taja de plátano Envoltorio en ojos Fauno Los hijos de los pájaros atracaban por el horizonte, motor de noches en el pico Un amigo dormía al patio sobre un sillón terraza Las estrellas caían suavemente como pecas de rubio sobre su cara ensueños y la música dormía en el aire llenándose de él Subían de un golpe montañarrusa al tope negro del infinito el cielo nocturno comienza a derretir sus capas en mínimas densidades sonoras “un aspecto, palabras, control, débil de caos”
Dios come un flan de humana fresca tierna dorada negra de diecisiesta a la hora del pluin sueño Solar Uvana nace en la espuma del turquesa cruda cuando amanece en el universo dejan natalidad de uvas en el pelo de rosa lila que era la madre ahora no hay madre ni hija sino luz natal hálitos y lágrimas exhalándose como flores de amor en cresta
el encaje plumario hace souvenir, llena de panaderos el viento terrestre Al natalicio milésimo vuelve a desprenderse tuyo en la venida del amor en punta del este arribar Solar es con voces ámbar Uvana El viento solar como clima del tiempo. Las furcias del sol en ráfagas calientes que pasan volando por círculos amplios, Halo Solar fuego que baila incendio en la Galaxia
Uvana latiendo en el flan de humana da su alimento celeste en almíbar al dios solar Al trote ese cabello halley adopta las estrellas de paso colonia turquí en invasión de gracia. Uvana recorre el aura del oropel con cúmulo estelar en la boca, cada vez más abundante lo inofensivo ya transforma su líquido en seducción como la espera cercana de un beso, lo desbordante criando hijos sanos humanos Uvana primogénita hoy nace
La Fuente de Kinotos bajo Nube de Venus se esconde da la dicha La fuente de damascos borborita El color damasco El color ciruela El color uva El color pelo y un aroma de nardos encimados sobre antiguos libros, ajados, con ruedas de azúcar en la frente de tapa el vuelo y el jugo de una fruta fugaz en su viaje del árbol a tierra la guinda haciéndose pasar por piña, Analectas Analectas Amor Natal teatro y fiesta Uvana disfrazada de naciendo Los bebés perfume se introducen en el agua amniótica del verde como licor seminal adentro del óvulo pleno leche de uvas blancas para Uvana plexo )red) alga
LAVA
Tacos clavados en el biombo septiembre es la ropa de esta tarde sangran las puntillas habĂa silencio en su ojo dejo lo ferviente cuelgo los tacos y los collares al borde del probador la casa a oscuras medianoche sentados en las butacas la novia, la amiga, el novio detrĂĄs del biombo penan las cortinas y ven una pelĂcula de suspenso‌
Garúa Pero un osito cuelga del espejo retrovisor de un automóvil. Después de guardar al pajarito le busco algún compañero para que se entretengan juntos mirando la jungla tormenta. Un prendedor parlante lleno de momentos persuadidos hacia una vida feliz. Si la noche fuera tan húmeda como en mi recuerdo. Habría hombres parados en las esquinas de romance, abanicándose desparejamente con sus joyas miniatura cruel hechas de jirafita. Y el bigote clausurando el paisaje, admitiendo el marica ahí nomás, tras la corta distancia llena de los besos. En el balcón musical de una casa zoológica las jovencitas comentan amores de la manera más bella porque son irreales amores de piel de niña. No existen los hospitales, sólo las nurserys. Y las enfermeras salieron a la terraza para fumar cigarrillos de droga.
Quedan los cuervos semivivos y los actores de películas de vampiros que son vampiros en la realidad. El amor, disperso, porque todos y todas hemos sido hechos para todos y todas. Un automóvil está todo clavado con gotitas de lluvia. Es el único. Su conductor sueña que duerme en una habitación frente al obelisco iluminada con intermitencia por un cartel de sprite. Y cuando vacaciona en Nautilus III sueña lo mismo, con una variante: mira toda la noche la película un príncipe en nueva york. Una parejita de novios come fondue de queso mirando un partido de fútbol sin sonido, charlan cada tanto de una jugada, beben vino. Pero en los parques algunos lugares quedaban sombreados como parras nocturnas de oro verde. Las campanas de la catedral se agigantaban, en silencio, crecían amenazantes.
¡Oh, si estallaran! Sorderas encerradas en cajones bajo llave salen revoloteando como notas musicales y sueltan fabulosas cigüeñitas con picos de algodón metalizado para mejor resonar. Estupefactos los perritos que les duelen los oídos. Y los niños asustados se meten en sus libros de cuentos para no volver jamás, ni en mil y una noches de Oriente.
Putina Mi marido pasa desnudo de la noche a la mañana. La madrugada misteriosa es su desnudez. El primer beso, tibio, de la mañana. Un montón de flores por nacer se quiebran en tu boca y en el instante las gotitas de agua son de terciopelo y por dentro las veo caer de su dulce manera. El deseo de la estela de viento te ha traído a este burdel en que te esperaba durante los años de verano. Han florecido las cortinas y las transparencias del biombo oriental como una isla de suaves lluvias sobre el cuerpo que descansaba en una cuna con dosel de música. Saltaron de la cama las letras mayúsculas y las de imprenta, sólo el vacío curvo quedó hamacándome, la espera. Trataba de seguir los dibujos del techo, cubierto de telas de seda, pero traían espumante o borgoña u otros frutos para la embriaguez y salían a paseo los querubines desnudos llenos de cosquillas,
acalorados, brincando con pies gordinflones y alas infladitas. Rara vez un silencio los adormecía. Eran las horas vacantes... cuando no hay nada que hacer, tiembla el aire, late, como si yo deseara un misterio apenas sórdido para que no me alcance. Después, como un día soleado que finalmente queda blanco y nublado, triste, el aire se arruga y desciende, desciende, sin resistirse va siendo sólo la capa inferior del cuarto de burdel, un cubrecamas tejido con alas de insectos, visceritas, papeles gastados hasta desaparecer. Desde la ventana aparece la lavandería, la retaguardia de la lavandería, el patio trasero con las lavanderas. Entran y salen por una cortina de tiras plásticas multicolores que suena hasta aquí a la hora de la siesta. Huelo a las lavanderas, blancas, jóvenes, vírgenes, conversan a veces de plantas, siempre del calor y a veces
se desnudan para lavarse ellas mismas. Entonces se ríen y se mueven, pero casi no hablan. Sus dedos son hábiles para tocar los cuerpos de las telas. Velando, he escuchado que me preguntaban qué regalos quería para mi cumpleaños: un biombo, zapatillas de baile, un pájaro. Me pregunto por qué habrás venido con la careta de Goofy. Has venido a hacer el amor. Las otras pasiones del cuerpo han sido olvidadas, las sonrisas están limpias. Los esfuerzos pasados. Los días monótonos, todos los aburrimientos y las pesadeces. Amanece en el burdel, tu cuerpo, avergonzado, disminuye al acercarse y tal vez sea mi deseo el que te haga desvanecer. Falito mío, ahora te llevaré adentro siempre. Iremos juntos al mercado y seleccionaremos granos de café y cereal hasta la hora en que cierre. Mientras camino vestida decente tu cuerpito realiza el baile vaginal y la gente se contagia de mi risa. Se agita la ronda contigo adentro, mi goofy paseandero.
Hasta dónde te habrás metido, ¿es verdad que llegas hasta colgarte de las amígdalas?, ¡qué péndulo! Maquillaje interior, ves la realidad a través de mi sonrisa, del diente que me falta por peleas de duro amor y de burdel. Por empequeñecer te has quedado mudo, pero, ¡qué importa! Tanto tiempo te he esperado viendo alternar las capas de ocio con capas de aire, con capas de clientes, cafishios y otras damas rojas de tacos, de agujas. Una acupuntura de las noches. Los reflejos vuelven de la peluquería y van al baño, entran en el botiquín, salen, se tiran de cabeza en la cama ajada por las zambullidas intermitentes. Y sólo en una noche de locura, me colgué de las cortinas. ¡Ay el balanceo, columpio de la muerte! Pensar que todo el tiempo tal vez estaba soñando. Esperar es soñar. Decía: lo único que hago es la espera. Gotean los minutos misteriosamente,
nunca pierden su siniestra cualidad, pero desesperan. Los gatos turbios de la mañana develaban las manchas acumuladas; a cerrar los ojos. Burdel, burdel. Aseos de miel. Bañaderas verde transparente. Las inquietudes de siempre vuelven después de comer, me imagino dolores temporarios y crónicos. ¡Pero nunca goofis! Tanta repetición no puede ser profusión. Taza de caldo a la reina, mi pieza del burdel. Estoy batida, pienso, y voy a batirme el pelo con un peine de dientes de piraña con ojos (más filosos aún) Estoy lista para esta ceremonia, cuento con mi capacidad de transformarlo todo, aunque todo persista. Persisten las palabras, manejan, vuelcan, se enredan en el sueño y perecen. Este es otro amanecer. Marte, martes, parto en partes. Los querubines de mi cielo son cerditos de tanto ver el sexo del animal de turno y yo, princesa encerrada, putina, te escucharé contarme los sueños tétricos que ningún otro oiría para ti
seré un sticker calcomaníaco de copo de nieve Me haré laguna transparente (y la transparencia no será para mí.) Al fin lloverá otra tarde soleada en mi vida, una tarde sola sólo para mí, nadaré en la imaginación de mi cuerpo, sin esperar nada, bucearé en mis confines reales por la tarde de sol interminable, como la escena final de un dibujo animado feliz donde los gritos del zoológico sean alegres, forniditos, y me acompañen por ese camino en que nunca oscurece del todo, una luz aún como del alba crece de mis brazos y de las piernas y entra en los ojos de mi amor, la bruma que acelera, se aclara, viene, sale y sale por siempre.
Ivonne de niña soy la niña árbol abro la boca sale una medusa Toda la sed es mañana hay viento en las estrellas Veamos andes del desierto voy al aire té de espuma a nacer Toda una vuelta de turquesas contra las cabelleras de antiguas moscas en el veraneo claro el veraneo el veraneo me fulmina Al invierno duermen las niñas plantas. Intactas en su sueño de leche helada. Quisiera que despertar fuera beberlas. ¡Mi botiquín de gisellas! ¿Seré planta mujer o mujer planta? verde y alta Abrí la boca salió la medusa Si la corto huele a mar toda la cama
(huele a mar toda la casa) Cuando crezca el río me casaré con él la niebla hará de vestido empezaré a llamarme Camellia Las farolas del tiempo nos llevarán en la blusa, Por fin me daré al deseo aunque ahora soy niña árbol la dueña del frío y que todos me concedan el lecho y el asiento ¿Me alisas el pelo, madre? ¿Me miras? ¿cuándo usaré corpiño? ¿guantes? ¿dientes de ave? ¿látigo? ¡Las canciones del domingo sean encendidas! Veranea el botiquín Me araña la lluvia ¡Si cortajea! No No sé, no sé Veo una laguna blanca con islas miniatura espaciadas en cada una otra niña sol
sola a la espera ¿Qué gran jardín nos finge? ¿Quién es el secreto comensal? Esta es la llegada de las primeras sangres, lo presiento (me huelen los conejos). Si pudiera andaría salva, Nunca quieta, ni así, llorando.
Hoy con Paula Hoy he descubierto mi peinado el secreto era probar siempre los amigos han comenzado a escribir cartas siete días hablando por teléfono no sea tal vez una exageración pronto serían interllamadas decir: “los hombres peludos deben usar remera hacer amar hacer cantar y tomar clases de mandolina” La casa atendía una visita sorpresa nueva conversaba la loza el patio todo se vaciaba de su pasado cada noche, deseo, parecía develarla. Paula, Una instantánea sirvió para devolvérmela el domingo, sale ella con el aura completa azul disparada cometa
inmediatamente preparé la cena, hablé sola, “los personajes de las novelas se dirigen a mí“ ¡este verano todo invita! La edad de la ternura había terminado a las seis de la mañana. Yo ya… eran las nueve pm De estar en un hotel habría pedido un merendón botellas de naranja y mucho dulce una muchacha cantonesa de imitación me lo traía en una bandeja de madera tibia. Tal vez se abalanzaba sobre nosotras el amor flor de catarata en el corpiño tardeselva Pero no volver discovery magic teletarde O siempre estuve aburrida o no sé Mi madre me llega con la noticia de que una olvidada fiesta de quince era hoy. Yo ya cumplí treinta pero me alegro como colegiala pensando en cintas, ay, con todas las solteras juntas. ¿Qué guardan las solteras? El remís apenas demora. Estoy pintada.
Había una prima que solía vestirse como loca para esas fiestas. ¿Cómo se llamaba? Seguro me hablará. El salón de fiesta Quince años La festejada está muy fea, tanorlada que los pititos no se paran para ella en el vals sí el de papá, qué suerte más grande Tanorlada te saludo entre estos cien ¿Sos feliz? No ha entendido mi pregunta Hoy a las seis de la mañana han pasado muchas cosas más Ya no estoy con la de quince Duermo en una cama de fiesta pero sin adornos más que cuerpos Antes de levantarme no habré dormido, sentiré deseos de ir al aeropuerto a despedir a alguien y comprar el pasaje y partir con él/lla Elijo un sillón en la terracita mientras ellos no saben ¿La cadena de mañanas se entrecorta a qué hora? ¿Estoy saliendo? Si aparezco en Luján veo cómo las muñecas que giran en exposición tienen al aire lo de atrás ¿Qué edad se supone tienen?
¿Tres?, ¿ocho?, ¿doce años? Me olvido de la mía Un paseo en zoo Cruzar la avenida nueva de julio Este verano todo invita: Un desconocido me ofrece de regalo el sombrero elegido Me imagino la cíndor, símbolo del veraneo en capital La tomamos él y yo en un bar de dos días (Plumier quiere decir estuche) Resol plumier estoy guardada I want to be brunnette mi pelo, todo lo lacio, bronceado La playa se extiende a mis ojos El agua me alcanza Escribo cartas bajo el mar “arena” “infinito” son mis remitentes no usan palabras no hay signo sino vértebra-soñadas
Estoy por desmayarme ¿el tiempo es como la respiración? Hoy no pasa nunca ¿y las fiestas? Paula Miguel Suspendo todo mi tiempo para los amantes. Ni un solo almuerzo más. no me niego a abrirte los ojos cuando viene el largo trueno lejano o suave directamente hacia vos y yo En la casa hay fiesta hoy, ¿vas disfrazada?; sí, de “besarte” Estoy por desmayarte, Paula En cuclillas saludando a las visitas puesta contra el sillón principal ¿Soy tu amiga? Me arrodillo frente a vos para simular un pedido de matrimonio “Nuestros hijos nacerán en el campo Cada uno tendrá sus animales a cargo patos, gorriones, conejos, zambos”
Yo quiero ser la jardinera de la casa ¡Acéptame! ¡Acéptame como la única! Soy ferviente Te felicito Viviremos en donde no haya teléfonos ni nada digital Un fax sería la muerte Buscaremos la pureza en las piscinas naturales Pero donde siempre sea verano ¿cuándo es el verano? ¿el veraneo? ¿las hamacas chinas? Así, sin saber es como yo te quiero. Véngate de mí, de mi inocencia, estoy plena aguardando. Todo me late fresca y tuya los invitados están oyendo nuestra histeria de amor se van por la puerta, acaso siga la fiesta por las calles hagan su comparsa, no importa Quiero Estoy pidiéndote matrimonio Paula Miguel Soy Paula Miguel En la punta al descampado de la punta de los pelos ¿te tiro y me tiro, o no?
Ya nos salvan las visitas Estamos en la fiesta y nuestra hija cumple quince, con bizcochuelo mรกgico
URANO
7 fragmentos para una violeta africana I A la tercera vez los leopardos volvían con más fuerza, rebosantes, y su madre comenzó a temer aquello que ocurría en los lagos del bosque, donde había una vez las historias se están acercando a la oscuridad. Cada estela de viento era mi transformación imaginaria, o una tienda de campaña. Frágiles laberintos intangibles quisiera, sofocantes cual lunas de una noche. Y aquellos girasoles azules ascienden como si la estepa también fuera de viento tornasolado. Veo a través de las mansiones vegetales, sus ojos son apacibles quince años, hasta si una inmensidad no volviera de otro tiempo a buscarlas.
II Y la lingerie, quién no se la ha venido probando. Estaba en un cajón forrado de seda, y dormían adentro algunos jaboncitos transparentes que simulaban caracolas. (Había también una lupa que casi nunca usaba, sólo para ver pelitos, plumas, ojos, carne.) Al frescor del oro verde titilaban, por eso solía abrir antes los ventanales de día. Entraba en camisa la monja y me vestía en silencio, aunque a veces yo cantaba una canción que ella parecía no escuchar. Al desayuno otros siempre ya habían llegado y untaban pan con jaleas. Los gatos salían de los cortinados a pedir leche y manjarcitos que servíamos para su placer. Hacían juegos de lana. Más tarde, cuando iba alimentar a los pájaros, ellos me seguían sin darse cuenta hasta que caían en sueños de paisajes volantes.
III En la sala de glosarios encontraba ancianos vestidos de mono conversando. No eran tantos pero hacían mucho ruido y les gustaba jugar a las escondidas. Yo no les prestaba atención, me encerraba entre los libros rosados cuyos sellos iba forzando. (Todavía quedan muchos, muchísimos.)
IV Dreamscape La música transluce zonas de espuma en un lumínico acuario. Rodajas de naranja dan lentas vueltas al cúmulo de sapitos durmientes. Sobre el coral, una terraza de pétalos cuajados y sus muñecas con perfume esperan eternamente regalos. Del jardín de aguamarina cuelgan perlas doradas y una inquietud de verdes sombras sube en haces como por colchonetas líquidas. El vahído de las lianas es el sexo del mar. Titilaciones de sonidos irisados y ciertos impulsos de la lluvia hallaron ostras donde esconderse, tras las cortinas de sabor guardan sus formas cónicas. Milenios de cofres llenos desbordan de cuajos las playas. Ya sirve tesoros la arena en la filigrana de su mantel blanco.
V Cebra de Fiesta El casimir de Chantal on fire, lentejuelas de iguana. Los invitados a la fiesta reciben su cebra en el hall de entrada. Los balcones iluminados con lámparas frutales y en el interior pequeños damascos navideños lanzan sombras de colores en las pistas blondas. Pero, ¡esos lagartos despeinados! ¡Que traigan a Giordano! Raja el piso la Schiffer con su tacón de cristal y su tacón de oro, las sirvientas la odiarán. Cada partícula de polvo ha sido dispuesta, como un mantel, en el aire, para que una luciérnaga hambrienta vaya a beberla en la noche y quede atrapada. Bocados de sierpes deliciosas no nacidas se hacen pasar por canapés de lux. Con cáscaras de huevo y flores prepararon champán. El cartucho parker ya no guarda tinta en su interior. Un aliento inhóspito se acerca por la baranda, no se ha lavado los dientes y canta la ópera “Vuela abuela”. Intoxicados, huyen los animalitos del bosque a las madrigueras más lejanas, donde sus propias abuelas les tienen desde hace años panecillos horneados con hidratos de carbono. Corren a buscar osos pandas y se pierden y tal vez llegan hasta América. Reentra Luciano atrás de las modelos y le revientan los gemelos cuando para saludarlas estira el brazo con torpeza. –¿Su cebra?– le pregunta Naomi disimulando.
Yace muerta en el parque, respondió para sus adentros. Mudo de tristeza fue corriendo y la trajo en brazos. Antes la había abandonado donde la pobre se había desplomado, pero atraído por una conversación entre, aparentemente, veterinarios, la llevó a ellos acostándola suavemente en un sillón de visón. Las modelitos fueron a abrazarla y con el calor de sus cuerpos vestidos por haute couture lograron revivirla. Le pusieron las alas de una obra de teatro que Lady Di había traído de palacio por las dudas y, como un insecto florido, salió volando rumbo a África.
VI Mariáfrica Río de perros salvajes, una tucana en celo aloja pájaros extraviados, la joya del Nilo oculta en boca de un áspid. La languidez de la isla comienza a evocarlo todo. Plenas las campanas aéreas, se acerca el extraño minuto de la fluorescencia. Navidad o crepúsculo, un cono de luz bañada en oro por una espiral conífera. Será noche de azar. Las garzas abren un ojo. Viajan en los pámpanos destellos celestes de futuras tormentas. Al fin del agua salen los perros aún transformando textura, y desbocados como camellos sin desierto atropellan a un burrito. (No, no lo atropellaron, una nigromante lo convirtió en himenóptero a tiempo. Ahora mira a todos lados sorprendido.) Corto la realidad con un cuchillo, confundiré los cuatro vientos, el cielo es de estrellas rosadas. Ya si hubiera más mares tersos con sus sirenas ebrias hasta ahogarse, ser verdes estelas. Cada cuerpo un lazo entre la espuma, jadeando en esta eterna mañana, sin pensar.
VII La noche de ultramundo, violeta africana, tan apacible como los ciervos antes del espanto o durante la contemplación. Hubiera sido fácil engañarlos, inventar para ellos una fruta paradisíaca y que la visitaran como un altar cada crepúsculo. Pero la fruta estaba ahí, todo estaba ahí desde la eternidad.
Joyel Prontas al cordel de nácar saltaron unas perlitas. Frecuentaba el sol la mañana, su látex emperifollado de luminarias en amarillo belga daba de latigazos en los culitos joya. Al piletón de aguamar y ópalo bendito la concha abierta desprendía uno a uno sus perlones blanco-selva y sus patinetas de savia. Leche con flemitas celeste, ojos de pez y caracoles vivos hacían de ensalada para el apetito cíclico de un poder liviano, animal. Los perfiles dorados de los hipocampos dábanle complacencia a ese monstruo de mar. Pero sufría y su dolor saciábase sólo fregando el esplendor del cielo con un guascazo de potro gigantón. Pluviales meteoritos de semen coagulado parten las paredes de vidrio negro, ¡nacen las estrellas!
Apetito de trola En el centro de la hamaca una uva violeta. Al centro de la uva la marca dorada del pez volador, su hueva comestible, su lava de vientre en japonés. El letargo explotando sobre la espalda de la fruta, hedor úveo color flamingo. Filete de concha, agua perlada, vino en las albercas. Otro menú espumante para la trola, otro jinete flambé. Otra mañana de azúcares limonados. Tortas. Tortas de pez, de nieve verde, torta de montaña. Ojos pendulares para ver el menú. ¿Fresa o sandía? ¡A amamantar la trola con un golpe de café, que duerme su apetito desconchado, o doblándolo todo nos devorará y nuestro último deseo será una vomitona!
Aroma nupcial Cárabe: resina sólida, ámbar. Boas de plata cubrían las mejillas para saludo de la novia Belkis. Sudando como cutis catarata se dejaba besar y bendecir por relaciones ataviadas a la moda “frenesí”: férvidos, en volados ensueño, con todo lo gimnasta afuera. Los íntimos la recordaban hablando por teléfono desde sus casas en fiesta tramando peleas de regalar pasteles de ópalo por remís, mientras miraban la Belkis ahora arelándose en blanco. Traía cascadas celestes en los cabellos, humeaban como fiambre polar, le cernían una corona de humo violeta; ella era la entrada a la gala de lo transparente, una invitación profunda y espumosa, de intenciones intangibles en que lo despelotado se hacía misterio. Belkis, su alma espléndida, su cuerpo de áspid, esa cintura tomada por una mano con anillo, Belkis, finalmente dueña del príncipe de la noche, él vuelto día, en celo. Su alianza despedía centellitas tornasoladas, básicamente de dorado, y un perfume del mar vegetálico envolvía todo como labios de manteca tibia y sangre nupcial. Vilped lucía lentes verdes para sol y un inquietante gesto de simpatía. Despedidos de los huéspedes huyeron por el sendero que daba al agua. Pero los seguía la maga y su cártel de luces hembras, deesas aladas con trajes de suavicia tan ligeros como licor de aire, breteles de néctar, zumo de uva irreal. Ellas acudían cual cabe una cita bajo el agua, en una
corriente turquesa que trajera peces músicos de color con sus instrumentos de viento hechos con madera tropical submarina, parte de esa flora coral colándose a los tubos de música, sus sonidos peludos fluyendo al viento líquido de lo cimbreante. Las nupcias en la ribera derramaban conchas sabor amor que mamaban las diosas locas, y no podría decirse que sentían envidia porque palmaban en el éxtasis con clamores lentos, interminables, que parecían himnos creados por seres Menta de boda. El maridaje proseguía en una soledad solar acechada por psiquis astrales, tropos de cuerpos lunares que se les tendían con orlas celestes en la dilección y guiaban su canoa marital entre los pelos y las lianas del Divino.
Ocaso Calipso (o la corriente del niño) En el trópico el mar se ilumina de un gris de imán ya, igual al cielo. Lo verde se hace flúo. Magnetismo de la isla vegetal. Enero. La flor de la tormenta que imagino, lenta, en vueltas de mar, late conmigo. El concurso de las cascadas se desarrolla durante el día que es negro, que es de plomo en rayas cobre. Aguardan escondidas las medallas detrás del nublado, estrellato por atrás. Quisieran vernos esas locas iluminadas de vidas larguísimas, de extensiones, de pelo de fuego. El frenesí de la tormenta estalla ahora. Todo vuela y fulmina la isla en el agua. ¿Fin o comienzo? No hay más que alba, fogatas de viento horrible que te persiguen por la sabana. En la gran concha de la luna se mece un espíritu maligno con su carcajada gigante que llega hasta aquí. Somos una cochinada después del puente, no quiero ni mirarte. Toda de barro parezco; te saludo, gritás. Lo pequeño despavorido desaparece rápidamente. ¡Corramos!
Miriñaque chihuahua A la una comenzó a llover. Los murciélagos pensaban que pronto se confundirían con relámpagos entre sí. Flotantes como locos en la bahía, un espanto no cesaba de marear los barcos. Empapándose habrían de pasar la noche en un lento acontecer que sin embargo al final fosforecía bajo tibios méganos de agua perfumados con esencia de translucidez. Entre lacias fuentes nacían las olas, medusas en forma de graduable miriñaque. Enturbian los fondos oceánidas apenas sin cuerpo creadas para latencia y lactancia musicales de la tempestad. El chihuahua mágico entra por la ventana envuelto por un resplandor dorado. Trae entre los dientes un hueso de imitación muy logrado, con verdaderas grietas de sangre y sonido conmovedor. Como una totalidad o un instante de televisión arrima los bochines de la casa a un templo que improvisan pequeños homúnculos alados de los que disimuladamente se valía. En un plato de granos de arroz ubica fotografías de ángeles perrunos mientras aúlla ligeramente. Atracción lunar, colisión de los departamentos de al lado. En mayo aún estragos turísticos aquí en Chivilcoy como si fuera el Uritorco harán llegar confiados próceres de la new age a todo volumen. Las ondas se conjuran sobre la circular huella de los feligreses que recorre olímpicamente el mugido afeminado del chihuahua. ¿Será éste el fin del mundo, abuelo sabueso?, preguntan los querubines de la casa que vivían ordenadamente dentro de sus
cofres-bochín. El abuelo mira a lo alto, ve alejarse el resplandor dorete que se lleva al pulido chucho y mueve la cabeza para todos lados. Quiere descargar el marote, aflojar las orejas, relajo toda la zona del ojete, me concentro en un puto negro que se va agrandando, agrandando hasta convertirse en una paloma amenazante que explota en un tremendo fuego artificial y despierto de la pesadilla en alfa. Las rosas que dejé sobre la mesa, olvidando que también son seres vivos, deben ocupar el florero que por milagro no rompimos durante la furia de nuestra última pelea conyugal. Las servilletas sucias se enmarcan entre dos vidrios verde ámbar y si nada las manchó en realidad, elijo dos frutillas sobrantes y dejo que los marcos en acción terminen el creativo trabajo. Ojo, no confundir el alimento. Cada chancho a su rancho. Al que no quiera ayudar a poner la mesa, se la voy a hacer poner. ¿Está claro? Tristes los cínicos salen del cuarto vistiendo sus habituales overoles o delantales rosaditos. Llevan roedores muertos en los bolsillos que dejan como ofrenda sobre el altar. Irradiados por la energía divina reviven y relucen cubiertos como están por la cera de mil velas untadas con los mejores quesos del atardecer. Los ratones vuelven a ser fulminados, esta vez por la cercanía de la imposible delicia.
Cecilia o Laura En la pista de baile, a la mañana, Cecilia, recién bañada, buscaba sobras inofensivas con que componer un herbario. Era una tarea brillante, sólo a ella podía habérsele ocurrido. Lo había visto en un sueño. Lo había escrito en su diario. Y ni siquiera era una idea, si bien todavía no llegaba a ser acción. Los elementos que la acompañaban, cuatro pájaros cantores (incansables), dos lianas tejidas en trenza mapuche, unas tijeras, venían envueltos en la tela misma de la mañana, intocable, desprendible, hechizada por la huida de la luna. Si había una conversación entre ellos era la de un arrabal, acerca del arrepentimiento. Cecilia, sin embargo, ya iba por las sintaxis nuevas, el otoño tres veces podía pasar y ninguna peluca que no fuera de pelo de muñeca iba a vestir su cuerpo tan blanco (una mancha en la playa de los bronceados). Yo la había conocido en un baile de otra vida, cuando se lucía en el tango y era la reina de la minifalda –eso sí, igual que ahora–. Le vino la tía con plantas para el aroma y para el estudio; la casa no estaba preparada para esa invasión pero trató de adaptar sus recovecos industriales a la ocasión de vegetal que pronto se adueñó de las vidas de ella y de Alfredo. Él tenía miedo si no estaba con ella, a pesar de que hubiera podido ser su abuelo –también eso en otra vida, una sin tantas plantas–; Alfredo parecía un hombre muy serio, que nunca usaba zapatos. Así como ella reinaba en lo suyo, él era el rey descalzo. Las medias, a rayas, lunares, escocesas, negras. Los dedos, brillantes y mugrientos a la vez (en caminatas
interminables le iba a buscar esa flor que le tocaba según un calendario que la pareja había confeccionado sobre el parquet). A veces los visitaba la amiga más pequeña del mundo. Cecilia la tocaba como a un ser maravilloso que hubiera llegado, emplumado, en una de sus fuentes de plata con que adornaba el pasillo que va al baño y al balcón. Laura, sin embargo, se sentía culpable porque no venía con chistes. Estaba vaciada de chistes, pero se reía todo el tiempo. Tenía hámsters que se reían con ella. Aunque Laura los obligara a salirse de los bolsillos del guardapolvos que llevaba porque la ciudad estaba harto polvorienta, las hámsters mamás metían a los diminutos reidores que interrumpían hasta las conversaciones subidas de tono para impedir cualquier viraje que no fuera el de la risa que en todos provocaban. De eso se acordaba Cecilia esa mañana, recién bañada, riéndose sola. La pista giraba a su alrededor como giran las pistas solas, cuando nadie las ve, al mediodía o a cualquier otra hora matinal. Si yo tuviera que elegir, mataría al que me obliga para quedarme con las dos.
Flora Polves Hallada en la estación después del trompo la conductora jadeante sirvió su té y sus confituras. De escrituras antiguas empapeló el cuarto, ladeó la cabeza tres o cuatro veces en busca del equilibrio – era invierno y no había plantas que regar–. Si por lo menos la aturdiese una tormenta. La vajilla, impecable, lucía en los estantes y en la mesa; los árboles glaceados descontaban sus hojas esa mañana, tímidamente. Exasperada hasta el colmo por el silencio que no se atrevía a quebrar, instaló una máquina de escribir portátil ante del ventanal. Curiosas aves del bosque la visitaban de lejos, le ofrecían migas de vegetal, puntitos de sombra como letras de máquina. Unidos los labios a presión intentaba ser estación de tren de palabras en tropel mas ni un instante de granel parecía aguardarla en las vecindades de la prontitud. Lastimaba su corazón, así, pero era su deber sospechado e ignoto. No quería pensar en animales, como siempre hacía, no quería verterse en el cúmulo de luces y nieblas naturales que solían atraparla con lianas de placer. Un destino humano, un concierto verdadero era la seriedad impuesta que no arribaba. Por un momento, el atisbo de sí misma en esa casa enorme, de escaleras laterales en espiral, macetones de plantas de muerte suspendida y camas vacías le pareció el comienzo propicio. A pesar de negarse a lo vertiginoso, estaba apurada, en unos días llegarían los amigos, esos rasgos tristes de lo conocido que repetían una y otra vez los puentes de la alegría del aburrimiento. Si
hubiera nacido nadadora en vez de heredera… Debía atenerse a la comodidad, enjaularse en acolchados de plumetí. Esa ternura era un cielo demasiado adelantado. Su intento debía recrear siglos de pensamiento mercantil, la dulce edad de piedra era su prometida interior. Esa noche la alcanzó un sueño claro: un alba enorme donde era la conserva en viaje oriental, pleno vals en la pradera de viento. Por la hora se prepara el éxtasis del bosque. Desliándose del lujo de la casa se interna en la fronda de albor. La pezuña del día la atrapa, recuerda de pronto la máquina de escribir intacta, ¿qué palabra igualaría esa pezuña luminosa que se clavaba a través del universo vers su carne? El mediodía halla a la conductora trompo en el claro del bosque, dormida, tres días después. Vive porque se alimentó del aire. Los amigos se hospedaron hace algunas horas, esperan su regreso con disimulada impaciencia. Mientras tanto se abastecen de té “Camelias” perfumado con azúcar de frambuesas flambeadas. Confites y afeites los entretienen en conversaciones sinfín. Nada podría abrumarlos, no existen. La única que es se acerca por el camino de cálices frondosas, cubierta de espinas indañinas, heno, mamelones silvestres. Su camisón ostenta recientes senderos de caracol, húmedos, lacios, róseos. Su circulación es, sin pies, por la cinta. Cuando entra en la casa, el vestido se le llena de frutos con que convida a los amigos, pero, ni una sola palabra. Como un viento mudo arrebata los sombreros de las visitas aleladas, todos quieren bailar con ella, hasta las mujeres. Es la única fiesta
silenciosa. La conductora trompo se abre cual cofre para el oropel de esas palabras sin decir, pero no habrá momento mejor. Es el corazón de la sandía y se lo van a terminar tan pronto como los ojos permitan. Y el sábado… El acto creador guardado en la heladera, quince años. Otra podía ser nena, ella no. Que se había escapado al bosque para encontrar otra mansión familiar no desmerecía la sabiduría de lo otro irreversible (“la angustiosa” placer, desconocer). La iguana del zaguán, la que la aconsejaba, enrojecía. Y esa cabellera fantástica, toda la espuma que en ti convierte. Es mi melena de niebla; en vez de shampú, lavanda, jugo de naranja, frutillas “borbotén”… En el espejo de la cinta intervenían los reptil amante, Sierpe, Sierpe para pelambre. Por el viaje en crin me preveo aun más incherta, no dos horas en la librería, un sueño, mil –y siempre de noche–. Un torrencial pequeño sorprendió a la pandilla s. XVIII en medio de la selva “bonsai”. Licanta halló a Ofelia Fauna en una cantera de mármol-flor donde ambas perdieron todo. Prímula anduvo sola, llevaba un sombrero con campanas de agua mientras el sol la cortejaba. Mil mariposas se estrellaban contra ella de celos y morían. Ese poder floral la vistió.
Chonga dansk El paladar negro de la hormiga atornillado a una mancha vacía. Las vacas se juntan para la clase de danza: representan este inolvidable atardecer a través de una bola de campamento. A la derecha el estadio mundial de confite; bergamota y berenjena que te regalan el anillo machucado, polvo de rubí. ¡Inhálalo, merlín! El viento atraviesa la fiesta interminable, la fugaz ilusión de una estrella banana. Todos quieren venir en avión. Lloverá tales quince años, pero el regreso será el resto de la vida. Los dos coches se acercan a la conserjería sobre su pierna más hendidura látex, ocho filigranas y una marcha marchita para el rollo de alfombra revelado a todo color. La muchacha de los peinados de lana se hace diez trenzas, se corta la que iba a ser undécima, filtra los pelitos al azar en un medioevo metálico, y regala el resto de los moretones al querubín perdido de la tarde –abanderado cuyos escoltas tienen motor por corazón–. Se abraza el universo a la idea de un dibujito anillado, quintillizos con ravioles. La parlanchina es capaz de advertirlo todo y nos proyectaría con su damajuana japonesa, muy poderosa. Ya envenenados podríamos cumplir aquellos viejos proyectos de juventud, ser adictos a la luna, dar paseos por el entretiempo de los parques hasta caer de frente contra la frutal frugalidad de un bosque alhajado, su velludo vientre a punto de ser destrozado por una variación vomitiva de la flora local. Lo animado alerta a lo inanimado y se atrincheran en acción prosódica, van y tildan cuanto
conejo de pus y caca con su varita de oro y fieltro “la fantasía manducará todo lo feo” y un sándwich de frutilla arriba desde las entrañas de los cuerpos celestes, abre los ojos, vacuna laguna chonga, yo y vos “abrimos” también. La caniche-chihuahua compra un peluche más, one more night, sigue tu estrella. Eh-pa, qué cuete como va. Y lo que baila. Cuatro aspirinas en Dinamarca, la chiripiolka a rolete por tivú. A conseguirse los ojitos plásticos, los dientitos de bebé. Dando la