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Procedimiento
adquiriendo la habilidad, no sólo de reincorporar partes suyas proyectadas en los otros, sino también la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción del otro, con una visión nueva que puede ser enriquecedora para él y para la relación entre ambos, pudiéndose dar una forma de diálogo nueva y más creativa.
El objetivo último de esta técnica es lograr ser más conscientes de lo que ocurre en el interior de cada individuo; debe tener luego la capacidad de percibirlo, aceptarlo y buscar propiciar una conducta más activa que busque un cambio en su vida.
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Este juego se basa, en algunos de sus elementos, en el continuo de conciencia, pero en él todas las percepciones se consideran actos. Por ejemplo, cuando un sujeto expresa algo que le está sucediendo, se le puede decir que añada a esa percepción: “Y me hago cargo de ello”. Resulta así: “Me doy cuenta de que mi voz es tranquila, y me hago responsable de ello”. “Me doy cuenta de que estoy nervioso e intranquilo, y me hago responsable de ello”. Con esta fórmula, el paciente deja de echar la culpa al mundo de sus estados, y tiene la oportunidad de hacer algo por sí mismo para cambiar o disminuir sus consecuencias.
Ocurre muchas veces que, percepciones que consideramos realmente como tales, no son más que proyecciones. Así, un paciente le dice al terapeuta: “No puedo confiar en usted, usted no me da confianza”. Entonces se le pide que represente a una persona poco digna de confianza. Esto sirve para descubrir su conflicto interno en este ámbito. A otra persona que dice: “Usted hace esto sólo por dinero. No está verdaderamente interesado por mí”, se le dirá que haga y actúe como una persona de estas características: interesada, egoísta y no interesada por el otro. Tras esto, se le
puede preguntar si él no tiene también esos rasgos, y si ha podido ver algo suyo reflejado en esa persona imitada.
Una de las mayores dificultades con que tropieza el terapeuta para ayudar a su paciente a ver y tomar conciencia de lo que le ocurre es que, a menudo, la conducta manifiesta suele ser una antítesis de los impulsos subyacentes o latentes. Esto suele tratarse en la terapia gestáltica a través del juego de la antítesis. Para ello se le dice al paciente, que dice tener timidez o inhibiciones, que juegue el papel de exhibicionista. Si se trata de una persona que no hace valer sus derechos y que es delicada en exceso con la gente, se le pedirá que haga el papel de una persona egoísta y malvada. Con este juego tratamos de desarrollar la polaridad inhibida, y así liberar la energía contenida en ella, ampliando y mejorando sus recursos.
Al meterse en estos papeles tan llenos de angustia para él, toma contacto con una parte de sí mismo que había permanecido reprimida y oculta durante mucho tiempo, pero que suele ser portadora de una potente energía que hasta ese momento estaba bloqueada.
En este caso se transforman las preguntas que se hacen en afirmaciones. Esto ayuda a declarar realidades internas. De esta forma, si se realiza una pregunta del tipo: ¿Por qué hoy me siento tan mal? Esta oración se debe transformar en una afirmación así:" Hoy me siento mal, voy a dar todo de mí para cambiar esa sensación y que mañana sea un día mejor
Esta polaridad en la conducta llega a unos extremos tales que la capacidad de amar se ve obstaculizada por la incapacidad de resistir la ira. El descanso es necesario para restaurar energías. A la actividad le sigue el descanso, o al día le sigue la noche. La conducta es un proceso dinámico