adquiriendo la habilidad, no sólo de reincorporar partes suyas proyectadas en los otros, sino también la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esto le da una nueva perspectiva y percepción del otro, con una visión nueva que puede ser enriquecedora para él y para la relación entre ambos, pudiéndose dar una forma de diálogo nueva y más creativa.
El objetivo último de esta técnica es lograr ser más conscientes de lo que ocurre en el interior de cada individuo; debe tener luego la capacidad de percibirlo, aceptarlo y buscar propiciar una conducta más activa que busque un cambio en su vida.
Este juego se basa, en algunos de sus elementos, en el continuo de conciencia, pero en él todas las percepciones se consideran actos. Por ejemplo, cuando un sujeto expresa algo que le está sucediendo, se le puede decir que añada a esa percepción: “Y me hago cargo de ello”. Resulta así: “Me doy cuenta de que mi voz es tranquila, y me hago responsable de ello”. “Me doy cuenta de que estoy nervioso
e
intranquilo,
y
me
hago
responsable de ello”. Con esta fórmula, el paciente deja de echar la culpa al mundo de sus estados, y tiene la oportunidad de hacer algo por sí mismo para cambiar o disminuir sus consecuencias.
Ocurre muchas veces que, percepciones que consideramos realmente como tales, no son más que proyecciones. Así, un paciente le dice al terapeuta: “No puedo confiar en usted, usted no me da confianza”. Entonces se le pide que represente a una persona poco digna de confianza. Esto sirve para descubrir su conflicto interno en este ámbito. A otra persona que dice: “Usted hace esto sólo por dinero. No está verdaderamente interesado por mí”, se le dirá que haga y actúe como una persona de estas características: interesada, egoísta y no interesada por el otro. Tras esto, se le