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III. CAPITULO I DIVIDUO E IMAGI ARIO
Luego, la imaginación radical comienza a cuestionar, transformar y
producir nuevas significaciones. Este movimiento perfila la creación del modo de
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ser por parte del individuo. Por lo que el individuo es un alguien haciéndose que
crea su ser en la medida que la vinculación de su imaginación con lo imaginario le
proporciona sentido al ser que construye y a su continua actividad de hacerse a sí
mismo. De acuerdo a lo ya explicado sobre la tesis de Castoriadis, el individuo apunta a “cuatro regiones –viviente, psíquico, individuo social, sociedad- …”360 .
Se trata de un individuo del cual emergen representaciones y también
acoge imágenes establecidas; pero lo que destaca Castoriadis es que el individuo
social tiene la capacidad de tomar la red simbólica de significaciones y de hacer
con este flujo algo para sí y para el colectivo. Es la capacidad reflexiva y
deliberativa del individuo sobre lo instituido y su potencialidad creadora a partir
de lo cual construye su imagen social. Lo imaginario actúa sobre el individuo,
pero el individuo reacciona ante lo imaginario. Lo que caracteriza el nacimiento
del individuo es su fuerza imaginativa, reflexiva y reactiva. La cuestión radica en
lo siguiente: ¿qué va a hacer el individuo socializado con lo imaginario
establecido? ¿Lo va a recibir pasivamente? ¿Va a evadir su responsabilidad social?
O ¿Va a cuestionar y rechazar lo que considere? ¿Asumirá el compromiso de ser
un individuo social? La construcción del individuo consiste en su capacidad de
manifestarse como una fuente indeterminada de innovación. El individuo tiene
capacidad de reflexionar, deliberar, actuar, decidir, hacer, crear, imaginar. Para ello
debe asumir el compromiso y aceptar que es un individuo social, es decir, le
preocupa lo privado y el terreno de lo público. Un individuo que asume la postura
360Castoriadis, Cornelius. Sujeto y verdad en el mundo histórico-social. Ob. cit., p. 55.
de la interrogación permanente de sí mismo y de lo imaginario como espacio de la
creación histórico-social y dirige sus acciones a la transformación efectiva de sí y
de lo imaginario instituido.
“…cuando hablamos de la verdad, o del pensamiento, tenemos siempre el problema de la relación de la institución con los individuos que ella hace crecer; y que, en cuanto a la cuestión de la verdad, de la capacidad de alcanzar la verdad, la institución debe ser tal que los sujetos no sean criados en la verdad, en una verdad sustantiva, determinada…sino en la capacidad de la búsqueda de la verdad, y en la capacidad de la elección…<Esta cuestión de la> condición filosófica de la posibilidad para un sujeto de buscar y de pensar la verdad, de pensar a secas en el sentido fuerte del término, <nos remite a> la condición histórico-social de la emergencia de la subjetividad reflexionante, a saber, una institución histórico-social que por cierto se apuntala en el no determinismo de la psique, en su capacidad de hacer surgir lo nuevo, pero resulta también de estas dos instituciones histórico-sociales que son la dimensión de idealidad y esta estructura de la subjetividad que puede plantearse la pregunta de lo verdadero y elegir”361 .
De las anteriores palabras se desprende que Castoriadis explica la
socialización del individuo a partir del encuentro entre lo imaginario y la
imaginación. Este encuentro pone de manifiesto tres situaciones “…presentación, representación y puesta en relación de lo que está representado…”362 Lo
imaginario se presenta al sujeto, el sujeto lo capta bajo su esquema de
representaciones. Luego, de acuerdo al vínculo que hace el sujeto de lo imaginario
con la imaginación, comienza a mostrar las imágenes que transforman lo dado en
otro. El punto, es que la creación de imágenes deviene del modo como el sujeto
vincula lo instituido con la imaginación. Tal relación es necesaria para el
desarrollo de la imaginación. Lo que se destaca es que el mundo privado y el
público se reclaman recíprocamente. Lo cierto es que la presentación-
representación finalmente es obra del sujeto. Pues, es éste quien lo capta en
función de su propio mundo y lo transforma. El individuo crea su ser social y el
mundo donde lo despliega. Claro está, el individuo interviene en el escenario para
hacer que éste cuente con las condiciones que ayuden al desarrollo de su ser
361Ibíd., p. 166. 362 Castoriadis, Cornelius. “El estado del sujeto hoy”. Ob. cit., p. 123.
social. La presentación de lo imaginario al individuo activa su potencia creadora,
de tal modo que el mundo para el individuo se muestra como un flujo de
representaciones, afectos, intenciones.
La potencia creadora radica en la imaginación radical, la capacidad que
tiene el sujeto de innovar, de crear cuestiones novedosas. En efecto, lo que
caracteriza al individuo es “por excelencia lo psíquico humano: la autonomía de
la imaginación…se trata de la imaginación radical: no la capacidad de ver las
“imágenes” (o de verse) en un “espejo”, sino la capacidad de formular lo que no está, de ver en cualquier cosa lo que no está allí”363. Al individuo también lo
define:
“La condición de posibilidad absoluta de la reflexividad es la imaginación (o fantasmización). Es debido a que el ser humano es imaginación…que puede plantear una “entidad” algo que no lo es: su propio proceso de pensamiento. Es debido a que su imaginación es desbocada que puede reflexionar; de otra forma, se limitaría a calcular, a “razonar”. La reflexividad presupone la posibilidad de que la imaginación postule como presente lo que no lo está, de que vea a Y en X y, específicamente, de que vea doble, de que se vea doble, de que se vea al verse como otro. Yo me represento, y me represento como actividad representativa, o: me trato como actividad actuante. Bien entendido, existe aquí también la posibilidad de la “ilusión” o del “engaño”: entre otras cosas, puedo así postularme como “cosa” o como “substancia” (“material” o Inmaterial”), puedo “realizar” (reificar, objetivar) mi actividad de pensamiento y sus resultados (y por consiguiente también escuchar voces)”364 .
Para Castoriadis el individuo es aquel ser humano que es capaz de
interrumpir su condicionamiento social por sus actos imaginativos. Es un ser cuyo
espacio reflexivo y práctico es producto de su acción imaginativa como fuente de
creación. Es aquel que es capaz de imaginar y querer algo distinto a lo que le ha
sido dado. Cuando el individuo decide ejercer su imaginación se convierte en
autor de lo imaginario instituyente. Para Juan Manuel Vera existen:
“…Dos conclusiones significativas…En primer lugar, que la imaginación es el origen de lo que puede ser representado y pensado, el origen de lo que llamamos racional. En segundo lugar, que la propiedad fundamental del ser humano es la imaginación libre y desfuncionalizada. Son esos
363Ibíd., p. 130. 364Ibíd., pp. 139 y 140.