Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

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ANA TENA PUY

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Reloj de Bolsillo CHUSÉ INAZIO NABARRO

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Quimeras estivales y otras prosas valanderas JESÚS MONCADA

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El cura de Almuniaced JOSÉ RAMÓN ARANA

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Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles CHUSÉ INAZIO NABARRO

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El libro de Catòia

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles cuyo título original en aragonés es, Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols, era en 1989 cuando se publicó y es ahora, una obra insólita en el paronama literario en Aragón. Es una auténtica novela-selva, que nos conduce a territorios desconocidos, a la zona de los deseos, del amor, de la belleza… y de la muerte, por medio de los ojos y los oídos de animales y árboles. Todo un mundo increíble y bello, paradigma de lo primigenio, lleno de miles de seres, de fábulas quiméricas, de mitos, de historias delirantes, de tiernos poemas y juegos eróticos, de barro y sol, de comilonas inmensas y fieras batallas, de lluvia y de ventoleras… está amenazado por el destrozo que hacen las grandes máquinas. Es una narración que estremece nuestras conciencias y nos abre ventanas hacia posibilidades y maneras de expresión no imaginadas. Fue y es, un hito en la literatura en aragonés.

JOAN BODON

www.garadedizions.com

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles CHUSÉ INAZIO NABARRO

CHUSÉ INAZIO NABARRO

Adónde vamos

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

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Chusé Inazio Nabarro nació en Tauste el 30 de noviembre de 1962 (el mismo día que murió Fernando Pessoa, pero algunos años después); poeta y narrador, y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza; profesor de Lengua y Literatura castellanas en Huesca; el autor más galardonado en lengua aragonesa. En la actualidad es Presidente del Consello d’a Fabla Aragonesa. Ha publicado algunos libros de poemas: A pelleta entre as barzas (“II premio literario Val d’Echo”, 1983); O mirallo de chelo (Premio Ana Abarca de Bolea, 1985); A balada de o choben Billy (“I premio literario Billa de Sietemo”, 1994); En esfensa de as tabiernas y atros poemas (1998) y Sonetos d’amor y guambra (Premio Ana Abarca de Bolea). En 2001 la Diputación de Zaragoza le otorgó el Premio Pedro Saputo. En prosa ha publicado: Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols (Premio Arnal Cavero, 1990); Tiempo de fabas (1997), Chuan Galé (o cuaderno de tapas royas) (2003), Reloch de pocha (“IV premio literario Ziudá de Balbastro de nobela curta”, 2006), obra que ha sido traducida al ruso en 2008. Además es autor de una serie de cuentos breves publicados en libros colectivos: Prebatina d’una falordia sin de fadas ni nanez (“III premio literario Val d’Echo”, 1984); A lifara (“I premio literario Bal de Xalón”, 1988), Triptico de os tiempos de a postema (en Nuei de tiedas, 1999), Con as fuellas contatas como as balas (en Desde Aquí,1999) Renaximiento (en Zaragoza, de la Z a la A, 2003), Os cuatre cantos de o cuculo (en La torre de papel, 2003), Cans e cochins (en Branquil d’a Cerdanya, 2007) y M’estimarba más no fer-lo (en Capiscol, 2008). Tiene traducidas al castellano Tiempo de fabas con el título de Malos Tiempos. Reloch de pocha ha sido traducido al castellano con el título de Reloj de bolsillo (en esta misma colección). al francés: con el título de Montre de poche (en Gara France-Éditions de la ramonda) y al ruso como КАРМАННЫЕ ЧАСЫ en ГAPAРОССИЯ idioma en el que ha conocido una segunda edición.


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ANA TENA PUY

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Quimeras estivales y otras prosas valanderas JESÚS MONCADA

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Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles CHUSÉ INAZIO NABARRO

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El libro de Catòia

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles cuyo título original en aragonés es, Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols, era en 1989 cuando se publicó y es ahora, una obra insólita en el paronama literario en Aragón. Es una auténtica novela-selva, que nos conduce a territorios desconocidos, a la zona de los deseos, del amor, de la belleza… y de la muerte, por medio de los ojos y los oídos de animales y árboles. Todo un mundo increíble y bello, paradigma de lo primigenio, lleno de miles de seres, de fábulas quiméricas, de mitos, de historias delirantes, de tiernos poemas y juegos eróticos, de barro y sol, de comilonas inmensas y fieras batallas, de lluvia y de ventoleras… está amenazado por el destrozo que hacen las grandes máquinas. Es una narración que estremece nuestras conciencias y nos abre ventanas hacia posibilidades y maneras de expresión no imaginadas. Fue y es, un hito en la literatura en aragonés.

JOAN BODON

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Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles CHUSÉ INAZIO NABARRO

CHUSÉ INAZIO NABARRO

Adónde vamos

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

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Chusé Inazio Nabarro nació en Tauste el 30 de noviembre de 1962 (el mismo día que murió Fernando Pessoa, pero algunos años después); poeta y narrador, y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza; profesor de Lengua y Literatura castellanas en Huesca; el autor más galardonado en lengua aragonesa. En la actualidad es Presidente del Consello d’a Fabla Aragonesa. Ha publicado algunos libros de poemas: A pelleta entre as barzas (“II premio literario Val d’Echo”, 1983); O mirallo de chelo (Premio Ana Abarca de Bolea, 1985); A balada de o choben Billy (“I premio literario Billa de Sietemo”, 1994); En esfensa de as tabiernas y atros poemas (1998) y Sonetos d’amor y guambra (Premio Ana Abarca de Bolea). En 2001 la Diputación de Zaragoza le otorgó el Premio Pedro Saputo. En prosa ha publicado: Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols (Premio Arnal Cavero, 1990); Tiempo de fabas (1997), Chuan Galé (o cuaderno de tapas royas) (2003), Reloch de pocha (“IV premio literario Ziudá de Balbastro de nobela curta”, 2006), obra que ha sido traducida al ruso en 2008. Además es autor de una serie de cuentos breves publicados en libros colectivos: Prebatina d’una falordia sin de fadas ni nanez (“III premio literario Val d’Echo”, 1984); A lifara (“I premio literario Bal de Xalón”, 1988), Triptico de os tiempos de a postema (en Nuei de tiedas, 1999), Con as fuellas contatas como as balas (en Desde Aquí,1999) Renaximiento (en Zaragoza, de la Z a la A, 2003), Os cuatre cantos de o cuculo (en La torre de papel, 2003), Cans e cochins (en Branquil d’a Cerdanya, 2007) y M’estimarba más no fer-lo (en Capiscol, 2008). Tiene traducidas al castellano Tiempo de fabas con el título de Malos Tiempos. Reloch de pocha ha sido traducido al castellano con el título de Reloj de bolsillo (en esta misma colección). al francés: con el título de Montre de poche (en Gara France-Éditions de la ramonda) y al ruso como КАРМАННЫЕ ЧАСЫ en ГAPAРОССИЯ idioma en el que ha conocido una segunda edición.


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ALLÍ DONDE EL VIENTO SOPLA PARA AGITAR LAS HOJAS DE LOS ÁRBOLES

GARA VICEVERSA,

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Diseño de portada: Equipo de Diseño Gráfico de Prames Ilustración de portada: detalle de la acuarela de Chesús Lorién Gimeno Vallés (inspirada en el capítulo La gran fiesta de los colores)

Título original: Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols Traductor: Joël Miró Lozano

1ª edición en aragonés, 1989, Consello d’a Fabla Aragonesa 1ª edición en castellano, 2011 Gara d’Edizions

Este libro ha recibido una ayuda por parte del Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón

© de esta edición Gara d’Edizions GARA D’EDIZIONS Avda. Navarra, 8 E-50010 Zaragoza www.garadedizions.com e–mail: gara@garadedizions.com

I.S.B.N.: 978-84-8094-406-9 Dep. Legal: ZImprime: INO Reproducciones, S.A.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización previa de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.


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ALLÍ DONDE EL VIENTO SOPLA PARA AGITAR LAS HOJAS DE LOS ÁRBOLES

CHUSÉ INAZIO NABARRO

PREMIO ARNAL CAVERO EN ARAGONÉS 1990


IZQDA

MAR

DERECHA

TERITORIO DE LOS HOMBRESCULTIVADORES DE LA TIERRA

ABAJO

ARRIBA

MALLOS DE LOS HIJOS DEL VIENTO

Ciudad al lado del mar

PAÍS DE LOS

DESIERTO

É

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DE

ASFALTO


PANTANO DE LOS COMEDORES DE CANGUROS

LLANURA DE LOS PATICOCOS

CAMINO

FARALLÓN QUE PROTEGE POR ABAJO LA SELVA PRIMIGENIA

BOSQUE DE LOS HOMBRES-MONOS

GRAN BOSQUE Y POBLADO DE LOS HOMBRE-ÁRBOLES Y LAS MUJERES-ARCILLA

HOMBRES-ESTIÉRCOL

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1. LA NOCHE DE LOS TIEMPOS “Al principio sólo había una inmensa llanura plantada de árboles. Sólo de árboles. Y el sol nacía cada mañana (y cada tarde moría el sol) para que –aunque sólo fuera por un instante– los árboles se vistieran de rojo; y el aire blando meneaba las mullidas hojas de los árboles primigenios… Por una noche de otoño un cierzo fiero arrancó a uno de ellos: así nació el primer hombre. Así nació el primer hombre”. Era la primavera. (En el País de los Árboles casi siempre es primavera). Sentada junto a mí –el Gran Árbol Padre, el Gran Árbol Tótem de los hombres-árboles– toda la chiquillería de la tribu miró con ojos bien abiertos y con atentos oídos escuchó los gestos y las palabras de Olmo-sabio, el viejo y sagaz hechicero que relatando les estaba la Eterna Fábula de los Orígenes. La luna relucía en lo alto y sus plateados rayos alcanzaban el césped oscuro, cernidos por ramas frondosas y bifurcaciones de pámpanos cubiertas. Las renacidas flores llenaban de frescos aromas el reducido claro sobre el cual, enhiesto, me levanto, y la brisa milenaria musitaba unas dulces palabras por entre las hojas lejanas…

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2. AQUEL DÍA AL QUE LA GRAN CULEBRA SE TRAGÓ Una mañana –como todos los días– de la overa de la noche, cual huevo rojo, el sol cayó. Las niñas y las mujeres cogieron cántaros y vasijas y cantando se fueron a llenarlos de agua a las fuentes. Los hombres, por su parte, descolgaron arcos y flechas y bajo mis ramas se juntaron para juntos salir de cacería. De pronto desapareció el sol e incomprensiblemente se hizo de noche. —¡La gran boa de la noche se ha tragado al sol! Así llenó el aire el grito potente de Puente-tozudo. Los hombres-árboles de puntiagudas lanzas de fresno y las mujeres-arcilla de largas cabelleras y cuerpos lozanos regresaron a sus casuchas a tientas y, entre tinieblas, allí se quedaron llorando muchas horas hasta que, al final, volvió a salir el sol.

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3. NOCTURNO En ocasiones llego a pensar que la continua sucesión de los días y de las noches, de las lunas y de los soles, no guarda otro sentido que el de hacer que aquí –en el país donde el aire sopla para agitar las hojas de las viejas arboledas– tengamos mañanas y anocheceres fastuosos y cortos como una esplendorosa batalla contra el tiempo. Amanece el día y el sol ahuyenta a los nebulosos rebaños de la matutina niebla y mis hojas adormecidas acaricia y los ojos me hiere y su color a las cosas devuelve y a las plantas, hombres y animales despierta y calienta el aire y la tierra templa y yo me embriago de luces, roces, ruidos… y luego estalla el crepúsculo y el sol magulla las nubes y se tiñen de rojo las cimas de las acacias y se hace de noche y los monos aulladores ya no chistan y nos callamos todos y las ranas cantan y vuelan las lechuzas… Y se hace de noche. Y se hace de noche. El lechoso rocío de la luna cae a raudales sobre los prados, los matorrales y los árboles, sobre la hojarasca, los ramos y los tocones... El alborotado rebullicio del activo día afloja ahora y el sonido del agua que baja por el río se escucha distinto, con más fuerza, como el estrepitoso galopar de acuosos caballos que tuviesen por cascos los rodantes cantos rodados que musgo no crían. Siento despacio subir por dentro la silenciosa savia nutritiva y crecer, uno tras otro, los concéntricos círculos de mi tronco. En las estrechas rendijas de mi leño y las ramas mías se adormilan una legión de hormigas, chinches, saltamontes, cortapicos… y en las ramas más altas, disimulados por el espeso follaje, los petulantes petirrojos al sueño consolador se entregan exhaustos. Incluso mis verdes hojas, rascadas por la suave brisa del olvido, a ratos también se trasponen. En mi rama más alta un taimado búho se hace el dormido. Pero sé que está velando y que abalanzará raudo apenas vea presentarse por el umbroso césped algún ratón de incautos pasos. De siempre la oscuridad le ha sido muy beneficiosa al búho sigiloso, así como al cárabo taimado. (Y de siempre la oscuridad ha sido una buena excusa para reflexionar, para ver claro…) 11


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4. UNA CHARLA DE NIÑAS Una noche de mucha luna un grupo de niñas, que tendrían calculo que unos diez o doce años, vinieron a jugar y conversar al prado en el que mis raíces se hunden con firmeza. Las hojas de los árboles se callaron para escuchar mejor las confidencias de las zagalas. —De entre todas nosotras, yo soy la que tiene las tetas más altas. —Es cierto. Pero yo tengo los pechos más blancos que ninguna. Los labios gruesos de la mayor dibujaron una sonrisa maliciosa: —En cambio, fijaros en Anguila-que-sube-por-el-río: no es más que una niña diminuta y lisa. —Eso no es verdad –replicó, hinchando el pecho, Anguilaque-sube-por-el-río. —Sí que lo es. Y si no te crecen, Pescador-perspicaz nunca te querrá. —Sí. No te hará ni caso. Ni lo más mínimo. —¡Feas! ¡Malnacidas! Tirada cuan larga era por el suelo, Anguila-que-sube-por-elrío lloriqueaba, desconsolada, y arrancaba con rabia manojos de hierba con sus manitas. —No te alteres, pobrecilla. Antes de que llegue otra floración y las madres elefantas desteten a sus crías, te saldrán unas, redondas y soberbias– la consolaron, le enjugaron las agrias lágrimas con sus largas melenas las demás muchachas La brisa nocturna se había detenido para escuchar la conversación de las niñas-arcilla. Escandalizada, giraba la cabeza de un búho que oteando estaba desde mi copa. La luna, en cambio, guiñaba los ojos maliciosa. —¿Y qué me decís, hermanitas, de mis caderas prietas y redondas? –espetó una de las niñas al tiempo que dejaba caer su falda de hojas. 12


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Acto seguido cayeron al suelo las faldas de todas las amigas. Brilló la luna con más fuerza y el búho abandonó mis ramas, soliviantado. “¿Quién será el que se beba de bruces el agua de esta fuente?” “¿Quién poseerá esta carne?” “¿Para quién guardáis esas jugosas manzanas?” Chillaban alegres mientras, enardecidas, se manoseaban el culo las unas a las otras, se tentaban las tetas o rodeaban con sus brazos las desceñidas cinturas de sus compañeras. Entre las sombras de la noche –por un corto instante– pude contemplar iluminado por la luna un tornasol de hombros floridos y bocas sonrientes. Enseguida, entre risas y besos, las niñas se fueron maullando a la luna, como un corro de gatas que vagaran en celos.

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5. LOS AIRADOS ELEFANTES DEL CIERZO Un día, las enojadas manadas de los elefantes del cierzo recorrieron la selva a toda prisa. Aquel día, los mugientes ventarrones revolvieron piedras, arrancaron matojos y quebrantaron ramas en abundancia. Las vapuleadas copas de los árboles se agitaban furiosas, como las espumosas olas de un mar tormentoso. Las paredes de las casas de los hombres-árboles y de las mujeres-arcilla, dotados de palabra, temblaban de miedo y, de vez en cuando, volaba por los aires algún agrietado tejado de las inermes casuchas martirizadas por el cierzo. Arrambladas por los brazos robustos del cierzo despojador, lanzas y flechas atravesaban el aire para clavarse, al final, en algún tronco. El sol, como una vejiga llena de aire, iba de un lugar para otro, moviéndose en todas las direcciones. Las vasijas de barro cocido contra las tercas rocas se hicieron pedazos sin remedio. Los hombres-árboles de fornidos pechos y las mujeres-arcilla de estrechas cinturas –al igual que las estúpidas aves de corral que, cuando se espantan, se acurrucan– dentro de sus casas esperaban encogidos a que los airados elefantes del cierzo despeñasen sus bufidos por cualquier vertiginoso precipicio. Mientras, las abuelas-arcilla advertían a sus nietas pequeñas con palabras rezumantes de viejo temor: —¡No salgáis de casa, niñas! ¡Echad los cerrojos a puertas y ventanas! Pues hoy anda suelta por estos cerros la voz potente de un aire viril. Desde aquel día ya no volvimos a ver a Junco-que-a-la-orilla-del-río-se-balancea, joven virgen de delgada figura.

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6. LLUVIA EN LA MAÑANA Una vez amaneció un día azul como no recuerdo otro. Las hojas y los prados eran tan hermosos y tan verdes que a las nubes, al verlos, se les caía la baba…

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7. LA OFRENDA DE OLMO-SABIO Una noche, Olmo-sabio, el viejo y sagaz hechicero de la tribu, un bonito espectáculo me regaló. Se tiznó la piel con las sagradas pinturas verdes que hacen que los hombres-árboles de puntiagudas lanzas de fresno con las plantas se confundan y se vuelvan, de este modo, invisibles. Luego se ató alrededor del cuerpo un sinfín de ramas y racimos, poblados de muchas hojas y apretadas flores, y se puso en la cabeza un gorro de piel de cabra coronado por la alta cornamenta de un ciervo arborescente. Con este delicado atuendo y peculiar vestuario, Olmo-sabio, con pasos tambaleantes, se me arrimó llevando, bamboleándose, una bandeja de boj en cada mano (llenadas, respectivamente, con el aceite de las aceitunas de los sabios olivos y las cenizas provenientes de la cremación de los consumidos huesos de los antepasados). Después de depositar las bandejas a mis pies, el brujo tiznado, hacedor de prodigios, hizo un montón de visajes, gestos y extravagancias varias, y acto seguido, estremeciéndose suavemente, inició una danza en todo parecida a la de los árboles cuando sopla el aire. Fue lo de Olmo-sabio un hermoso espectáculo –una bonita representación teatral– que, al final, de nada me sirvió. La pegajosa lluvia estropeó las cenizas y el cierzo gruñidor volcó la aceitera, desparramando el aceite por el césped.

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8. LA FLAUTA DEL CREPÚSCULO Todas las tardes, cuando llega el crepúsculo y el sol, cual perro apaleado, se desangra por el oeste, Canto-viejo –gran soplador de flautas, chirulas, zampoñas y pífanos– con paso cansino hacia mi tronco sube. Aquí, sentado en alguna de mis gruesas y retorcidas raíces y cobijado por mis ramas repletas de hojas y pájaros, muy serio, lleva hasta sus labios una larga flauta blanquecina –siempre la misma flauta larga y blanquecina– y, plácido, se pone a interpretar pausadas melodías de las que ni siquiera yo conozco el origen, pero que hacen que se estremezcan y bailen las hojas mías. Viejos cantos, extraños y bellos como los cuerpos armoniosos de las muchachas en el barro rojo revolcadas. Antigua música que el cierzo gruñidor nunca nos ha podido robar, que el polvo del olvido nunca ha podido sepultar. La boca de canto-viejo se asoma a la boquilla de la flauta. Sus labios se amorran, temblorosos, a los labios de la flauta blanquecina que un buen día –hace de esto montones y montones de lunas– él se hizo con la espinilla de la pierna de su abuelo. Unos dedos delgados tapan y destapan agujeros. Vuelan las dulces melodías por el aire… Todos los hombres-árboles saben que, antes que la caña, el caqui o el boj, sus huesos son un tipo de madera idóneo para hacer flautas, chirulas, zampoñas y pífanos. Porque, al fin y al cabo, los huesos de los hombres no son más que eso: vieja madera resecada por el sufrimiento y el tiempo. De la misma manera que Canto-viejo con la tibia de la pierna de su abuelo se hizo una bonita flauta, algún día no muy lejano, su propio nieto se hará otra con el descarnado hueso de su pierna. Y él lo sabe. Lo sabe, como también sabe que la mejor manera de rendir homenaje al día que se va es llenando de aire los huesos de sus muertos. Por eso, todos los días, entre dos luces, el aire de los atardeceres mortecinos se hincha de viejas melodías. 17


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9. LA FLAUTA QUE NO SUENA Era una noche de luna llena. Un chico y una chica jugaban a amorosos juegos por el prado umbrío, por entre las hojas sonoras. El chico yacía desnudo boca arriba en la hierba fresca. La chica, totalmente desnuda también, estaba arrodillada a su lado, con la cabeza agachada sobre las ingles del joven como una corza blanca amorrada en la dulce corriente de un recóndito riachuelo… —Esta flauta no vale para nada. —¿Por qué, Abeja-golosa, me dices esto? —¡Esta flauta, que no suena! Tendremos que hacerle unos cuantos agujeros. —¡Para! A lo mejor es que tú, Abeja-golosa, no sabes hacer que suene. En vez de soplar hacia fuera, intenta aspirar hacia dentro. —Así tampoco suena. ¡¡La flauta de Aguijón-aguzado no silba!! ¡¡La flauta de Aguijón-aguzado no silba!! —¡Calla-te ya, chochito! Espera un instante y te enseñaré para lo que sirve mi flauta. Era una noche de luna llena. En mis ramas más bajas habían colgado una faldilla de hojas, un taparrabos de cuero y unos collares de caracolas. Movidos por la brisa milenaria, estos trofeos pequeñitos se columpiaban, se columpiaban…

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10. DE UNA JOVEN GACELA QUE SE ENAMORÓ DE UN VIEJO COCODRILO Una gacela jovencilla, cada mediodía, acudía a beber en las límpidas aguas de una pequeña balsa circundada de helechos rojos. Correteando entre los rígidos brezos y los montaraces escaramujos, con trote ligero llegaba a orillas del agua y, agachando su cuello delgado y bebiendo con abundantes lengüetadas de su muy inquieta lengua, sorbía con ganas las frías madejas que quitan la sed. En dicha balsa vivía un viejo cocodrilo traidor (en todas las balsas vive un viejo cocodrilo y todos los cocodrilos son la mar de traidores). El caso es que la joven e inocente gacela se enamoró del viejo y alevoso cocodrilo. Cada mediodía, mientras la boca de la gacela bebía en las límpidas ondas de la balsa, sus ojos negros bebían de los negros ojos del cocodrilo… Sigiloso, el viejo cocodrilo cada día se le acercaba más a la joven gacela enamorada y ésta, lejos de espantarse ante el inminente peligro de las fauces ansiosas, también se le acercaba más al viejo cocodrilo para mejor beber de sus ojos negros que presa la tenían… Cada día un poco más, cada día un poco más hasta que, al final, las recias hileras de puntiagudos dientes desgarraron el cuello delgado de la joven gacela de inquieta lengua y ojos fascinados. Hubo un alborotado crujir de ramas y un gran griterío de monos en el instante en que la roja sangre de una gacela jovencilla teñía las aguas de una pequeña balsa circundada de helechos rojos. (Esta historia, al igual que tantas otras, fue por mi conocida por contármela un petirrojo).

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11. LOS ARCHIVOS DE LA SELVA El aire blando, que tan a menudo menea nuestras ramas y nuestras hojas rasca, es el encargado de esparcir por todos los rincones las noticias que se han producido en el mundo. Con todo, ni las temblorosas hojas de nosotros, los arraigados árboles, ni las poco móviles orejas de nuestros hijos, los hombres-árboles de aguzadas lanzas de fresno, guardan memoria de las mismas. El mismo soplo que nos las trae continuamente se las lleva, dejándonos a todos nosotros –hombres y árboles– perpetuamente sometidos al olvido que cada instante acarrea y a vivir únicamente las sensaciones presentes para siempre condenados. Un eterno presente es para nosotros la existencia. Un viento eterno que siempre sopla, que siempre sopla… (El pasado no es más que las sucesivas ráfagas que pasaron, para perderse después por los caminos. Y el futuro nada más que las fuertes ventoleras y débiles soplidos que aún no han llegado, pero que, indefectiblemente, algún día han de llegar). Y precisamente debido a esto, a que el aire pase continuamente sin detenerse por encima de las cabezas de los hombres y por entre las ramas de los árboles, decidieron los hombres-árboles y las mujeres-arcilla crear la escritura y preservar con ella recuerdos y palabras. Curiosamente, los hombres-árboles y las mujeres-arcilla inventaron dos sistemas de escritura totalmente distintos. El-gran-compilador-de-la-historia, mítico fundador de la vieja estirpe de los hombres-árboles escribas, fue –según cuentan las viejas leyendas y demuestran los primeros monumentos escritos que hasta hoy nos han llegado –el hacedor del sistema más antiguo de los dos que en la actualidad en el País de los Árboles se usan: se trata del denominado “alfabeto de los árboles”. El soporte material de dicha escritura es la corteza seca de las hayas muertas, sobre la cual, siempre por la parte interior, el escribano hábilmente pintarrajea –con el cimbreante tallo de un junco remojado en la sangre sabiamente mezclada de mono, jirafa y cocodrilo –unas muy enrevesadas marcas. 20


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Después de haberlas pintado con suma habilidad y paciencia, el hombre-árbol guardián de los archivos de la selva deberá coger las cortezas de haya con mucho cuidado y, poniendo mucha atención en que nadie le vea, llevarlas sigilosamente hacia algún secreto henar donde, extendidas en largas hileras, serán secadas por el sol. Nada más secarse las manchas de sangre sabiamente mezclada de mono, jirafa y cocodrilo, deberá juntarlas en grandes rollos y volverlas a transportar, esta vez, hasta los archivos de la selva. Hay que decir que ésta es, en definitiva, una escritura de tipo logográfico (lo que equivale a decir que utiliza un signo gráfico diferente para representar cada palabra) y, por lo tanto, es tan compleja y enmarañada que para su total aprendizaje y correcto uso cualquier hombre-árbol –mejor dicho, cualquier hombre-árbol que no tenga pocas luces– tiene que dedicarle hartos años de intenso y pesado trabajo. (Tal vez a alguno le pueda parecer que la presente disertación sea demasiado erudita para un simple árbol como yo. Sin embargo, habéis de saber que soy una vieja haya y las viejas hayas, o lo saben todo o no saben nada. Tras esta pequeña aclaración, retomemos el hilo de nuestra explicación). “El alfabeto de los árboles” es un método de escritura exclusivo de los hombres-árboles, es decir que su conocimiento y empleo han sido vedados, desde el día ya lejano de su creación, a las mujeres-arcilla o a cualquier otra de las criaturas que por el mundo se arrastran, corren o vuelan. Por eso, desde siglos inmemoriales, dicho método ha sido conocido sólo por un reducido puñado de hombres-árboles que –haciendo uso de las divinas facultades que, por herencia directa, recibieron de la intrincada técnica esforzada y trabajosamente aprendida– lo han usado para dejar eterna constancia de las grandes acciones y memorables gestas del pasado. Sólo de las grandes acciones y memorables gestas del pasado… Por otro lado, fue Arcilla-que-permanece la mujer que, un buen montón de años después del invento del “alfabeto de los árboles” por El-gran-recogedor-de-la-historia, creó “el silabario 21


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de la arcilla”, sistema silábico de escritura empleado desde entonces por las mujeres-arcilla de largas cabelleras y cuerpos lozanos. Comparado con el sistema logográfico de los hombres-árboles, la escritura silábica propia del “silabario de la arcilla” es indiscutiblemente mucho más sencilla y racional, pues no requiere contar con un signo gráfico diferente para cada palabra, sino que tiene suficiente con uno para cada una de las combinaciones silábicas (en cuanto a su cantidad, infinitamente inferior a la de las palabras) posibles en la antigua habla común de los hombres-árboles de aguzadas lanzas de fresno y las mujeresarcilla de largas cabelleras y cuerpos lozanos. Siempre de acuerdo con mis muy desmañadas estimaciones, frente a los veinte o treinta mil signos de los que, más o menos, consta el “alfabeto de los árboles”, el “silabario de la arcilla” no sobrepasará, como mucho, los doscientos o doscientos cincuenta signos. Las conclusiones que de este hecho podrían sacarse son muy claras. Dada su mayor sencillez la escritura de las mujeres-arcilla debería haber sustituido definitivamente a la de los hombresárboles, tan difícil y secreta que exige que los llamados a usarla pasen casi toda su vida ocupados en su aprendizaje. Sin embargo, desde siempre los hombres-árboles se han empeñado en mantener con tercos argumentos que su forma de escribir es sagrada por estar trazada sobre la corteza consistente de las divinas hayas y que, por lo tanto, el sistema de escritura de las mujeres-arcilla, sus dulces compañeras de besos hirientes, es impropio para narrar asuntos que no sean bajos o de poca importancia. Así, desde el mismo momento en que, con gran habilidad, fue creado por la legendaria Arcilla-que-permanece y hasta el día en que los hombres-árboles, de aguzadas lanzas de fresno, y las mujeres-arcilla, de largas cabelleras y cuerpos lozanos, dejen de correr por la tierra, el “silabario de la arcilla” ha sido y será utilizado siempre para consignar los nacimientos, las bodas, las muertes, los sepelios y plantaciones y demás pequeños acontecimientos de la vida cotidiana de estos árboles que fueron 22


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arrancados por el cierzo y de estas mujeres que surgieron de la arcilla. El “silabario de la arcilla”, aunque está prohibido a todas las mujeres-arcilla que no sean la archivera de la selva o su discípula, no lo es para los hombres-árboles o para cualquier otra de las criaturas que se arrastran, caminan o revolotean por el mundo que quieran aprenderlo (ley esta que sospechosamente parece haber sido creada por los desconsiderados hombres-árboles). Aún así ningún hombre-árbol (ni siquiera de los pertenecientes a la sabihonda casta de los escribas), sea por pereza, sea por desprecio, se ha dignado nunca a estudiarla. El sistema silábico de escritura de las mujeres-arcilla –como no podía ser de otra manera– consiste en una serie de diferentes muescas que, con un afilado punzón hecho con el hueso pequeño de un oso grande, se van imprimiendo en las delgadas tabletas de barro rojo. Después de señalar las tabletas con el punzante punzón, la mujer-arcilla encargada de los archivos de la selva deberá cocerlas en un pequeño horno de tierra y, una vez cocidas, introducirlas con suma delicadeza en sólidas cajas de madera de roble y, teniendo cuidado de que nadie la vea, llevarla discretamente hacia los archivos de la selva. Por lo regular, la tarea de conservar y ampliar los archivos de la selva ha quedado reservado expresamente a una pareja, a un único hombre-árbol y una sola mujer-arcilla, quienes se dedican exclusivamente y de por vida a redactar y poner en orden los documentos escritos, respectivamente, según el “alfabeto de los árboles” o el “silabario de la arcilla”. En la actualidad, dicha labor es realizada por El-que-pintaen-la-corteza-de-las-hayas y La-que-hace-muescas-en-el-barro. Antes de ellos lo hicieron Haya-que-guarda-nuestra-herencia y Memoria-de-la-arcilla y cuando El-que-pinta-en-la-corteza-delas-hayas y La-que-hace-muescas-en-el-barro nos dejen con la mano entre las manos y desaparezcan, su puesto será ocupado por los hasta ahora jóvenes discípulos, Haya-que-no-miente-niexagera y Punzón-que-no-se-equivoca. 23


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Índice 1. La noche de los tiempos ................................................9 2. Aquel día al que la Gran Culebra se tragó....................10 3. Nocturno.....................................................................11 4. Una charla de niñas .....................................................12 5. Los airados elefantes del cierzo ....................................14 6. Lluvia en la mañana.....................................................15 7. La ofrenda de Olmo-sabio ...........................................16 8. La flauta del crepúsculo ...............................................17 9. La flauta que no suena.................................................18 10.De una joven gacela que se enamoró de un viejo cocodrilo ....................................................19 11.Los archivos de la selva .................................................20 Una jornada en la vida de los viejos guardianes de los archivos de la selva y sus sagaces discípulos................................25 La noche de los espíritus.................................................................28 El nacimiento del Sauce-que-llora ..................................................33 Un casamiento y el jolgorio que después siguió ..............................34 La muerte de Puerta-abierta-de-par-en-par .....................................34 La pequeña gran caza de Retoñito-que-gatea ..................................35 Planto para El-gran-apalancador.....................................................35 Tableta conmemorativa de un Hombre-árbol amasador de arcilla .........................................................................35

Llegada y muerte del barbado forastero que no hacía más que hablar de su libro sagrado ......................................38 La comilona que concluyó en una gran escabechina .......................42

12.Sobre flautas y soles ......................................................44 13. El cementerio de los hombres-árboles ..........................45 14. Una declaración de amor .............................................48 15. El pedrejón ..................................................................49 16. Muchachas desnudas en el barro..................................50 17. El cazador de nubes .....................................................52 18. Hastío..........................................................................53 19. El gran observador de estrellas .....................................55 20. Unos ojos negros..........................................................56 21. Ritos de pasaje .............................................................58 22. Lloviznaba ...................................................................60 23. La gran fiesta de los colores..........................................61


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24. El oso que perseguía a las mariposas ............................63 25. El retorno de El-gran-viajero........................................64 26 El pescador y el río .......................................................87 27. La medida de todas las cosas ........................................88 28. El niño ciego................................................................89 29. Un día diferente a todos los demás ..............................90 30. Las hojas muertas.........................................................91 31. Cuando las hojas caen..................................................92 32. La culebra roedora taladró la muralla de piedra ...........94 33. Por un instante me hubiese gustado ser hombre ..........95 34. El dificultoso transporte del gran elefante ....................96 35. Y casualmente, la flauta sonó .......................................97 36. A un muchacho le rompieron el corazón ...................106 37. El día que me abandonaron las ardillas ......................108 38. Un gusano de plomo atravesó el fornido pecho de un joven hombre-árbol ..........................................109 39. El retorno ..................................................................111 40. Una hazaña bélica ......................................................112 41. El viejo tronco reverdecido ........................................114 42. Por aplastar una babosa..............................................115 43. El refugio de los enamorados .....................................117 44. Cinegética..................................................................119 45. Los cantos de los guerreros alrededor de la hoguera ...121 46. Los peligros de la selva...............................................123


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ANA TENA PUY

2

Reloj de Bolsillo CHUSÉ INAZIO NABARRO

3

Quimeras estivales y otras prosas valanderas JESÚS MONCADA

4

El cura de Almuniaced JOSÉ RAMÓN ARANA

5

Tren de Val de Zafán LIBRO COLECTIVO DE RELATOS

6

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles CHUSÉ INAZIO NABARRO

7

El libro de Catòia

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles cuyo título original en aragonés es, Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols, era en 1989 cuando se publicó y es ahora, una obra insólita en el paronama literario en Aragón. Es una auténtica novela-selva, que nos conduce a territorios desconocidos, a la zona de los deseos, del amor, de la belleza… y de la muerte, por medio de los ojos y los oídos de animales y árboles. Todo un mundo increíble y bello, paradigma de lo primigenio, lleno de miles de seres, de fábulas quiméricas, de mitos, de historias delirantes, de tiernos poemas y juegos eróticos, de barro y sol, de comilonas inmensas y fieras batallas, de lluvia y de ventoleras… está amenazado por el destrozo que hacen las grandes máquinas. Es una narración que estremece nuestras conciencias y nos abre ventanas hacia posibilidades y maneras de expresión no imaginadas. Fue y es, un hito en la literatura en aragonés.

JOAN BODON

www.garadedizions.com

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles CHUSÉ INAZIO NABARRO

CHUSÉ INAZIO NABARRO

Adónde vamos

Allí donde el viento sopla para agitar las hojas de los árboles

1

Chusé Inazio Nabarro nació en Tauste el 30 de noviembre de 1962 (el mismo día que murió Fernando Pessoa, pero algunos años después); poeta y narrador, y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza; profesor de Lengua y Literatura castellanas en Huesca; el autor más galardonado en lengua aragonesa. En la actualidad es Presidente del Consello d’a Fabla Aragonesa. Ha publicado algunos libros de poemas: A pelleta entre as barzas (“II premio literario Val d’Echo”, 1983); O mirallo de chelo (Premio Ana Abarca de Bolea, 1985); A balada de o choben Billy (“I premio literario Billa de Sietemo”, 1994); En esfensa de as tabiernas y atros poemas (1998) y Sonetos d’amor y guambra (Premio Ana Abarca de Bolea). En 2001 la Diputación de Zaragoza le otorgó el Premio Pedro Saputo. En prosa ha publicado: Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols (Premio Arnal Cavero, 1990); Tiempo de fabas (1997), Chuan Galé (o cuaderno de tapas royas) (2003), Reloch de pocha (“IV premio literario Ziudá de Balbastro de nobela curta”, 2006), obra que ha sido traducida al ruso en 2008. Además es autor de una serie de cuentos breves publicados en libros colectivos: Prebatina d’una falordia sin de fadas ni nanez (“III premio literario Val d’Echo”, 1984); A lifara (“I premio literario Bal de Xalón”, 1988), Triptico de os tiempos de a postema (en Nuei de tiedas, 1999), Con as fuellas contatas como as balas (en Desde Aquí,1999) Renaximiento (en Zaragoza, de la Z a la A, 2003), Os cuatre cantos de o cuculo (en La torre de papel, 2003), Cans e cochins (en Branquil d’a Cerdanya, 2007) y M’estimarba más no fer-lo (en Capiscol, 2008). Tiene traducidas al castellano Tiempo de fabas con el título de Malos Tiempos. Reloch de pocha ha sido traducido al castellano con el título de Reloj de bolsillo (en esta misma colección). al francés: con el título de Montre de poche (en Gara France-Éditions de la ramonda) y al ruso como КАРМАННЫЕ ЧАСЫ en ГAPAРОССИЯ idioma en el que ha conocido una segunda edición.


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Chusé Inazio Nabarro nació en Tauste el 30 de noviembre de 1962 (el mismo día que murió Fernando Pessoa, pero algunos años después); poeta y narrador, y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza; profesor de Lengua y Literatura castellanas en Huesca; el autor más galardonado en lengua aragonesa. En la actualidad es Presidente del Consello d’a Fabla Aragonesa. Ha publicado algunos libros de poemas: A pelleta entre as barzas (“II premio literario Val d’Echo”, 1983); O mirallo de chelo (Premio Ana Abarca de Bolea, 1985); A balada de o choben Billy (“I premio literario Billa de Sietemo”, 1994); En esfensa de as tabiernas y atros poemas (1998) y Sonetos d’amor y guambra (Premio Ana Abarca de Bolea). En 2001 la Diputación de Zaragoza le otorgó el Premio Pedro Saputo. En prosa ha publicado: Astí en do l’aire sofla ta sobater as fuellas de os árbols (Premio Arnal Cavero, 1990); Tiempo de fabas (1997), Chuan Galé (o cuaderno de tapas royas) (2003), Reloch de pocha (“IV premio literario Ziudá de Balbastro de nobela curta”, 2006), obra que ha sido traducida al ruso en 2008. Además es autor de una serie de cuentos breves publicados en libros colectivos: Prebatina d’una falordia sin de fadas ni nanez (“III premio literario Val d’Echo”, 1984); A lifara (“I premio literario Bal de Xalón”, 1988), Triptico de os tiempos de a postema (en Nuei de tiedas, 1999), Con as fuellas contatas como as balas (en Desde Aquí,1999) Renaximiento (en Zaragoza, de la Z a la A, 2003), Os cuatre cantos de o cuculo (en La torre de papel, 2003), Cans e cochins (en Branquil d’a Cerdanya, 2007) y M’estimarba más no fer-lo (en Capiscol, 2008). Tiene traducidas al castellano Tiempo de fabas con el título de Malos Tiempos. Reloch de pocha ha sido traducido al castellano con el título de Reloj de bolsillo (en esta misma colección). al francés: con el título de Montre de poche (en Gara France-Éditions de la ramonda) y al ruso como КАРМАННЫЕ ЧАСЫ en ГAPAРОССИЯ idioma en el que ha conocido una segunda edición.


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