SEMANA SANTA EN EL HOGAR... para personal del Colegio Marista

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EQUIPO DE PASTORAL

2020 SEMANA

SANTA

en cada hogar


La Semana Santa no se suspende,

se vive en cada hogar.

Querido personal del Colegio Marista: Reciban todos un saludo fraternal. Hemos llegado a la Semana Mayor y como parte de nuestra comunidad Marista queremos hacerles un llamado de esperanza y confianza en medio de esta Pandemia. Este es un tiempo favorable que el Señor nos ha permitido vivir para encontrarnos con Él, con nosotros mismos, con nuestra familia y aun en la distancia con los demás. Es un momento que seguramente nos ha ayudado a valorar el tiempo, la vida, la familia y lo que verdaderamente debe ser esencial. Permitamos que esta Semana Santa sea un espacio de recogimiento, oración y acompañamiento. Confiemos en que Él nos dará la gracia para seguir caminando con fe, esperanza y caridad en medio de todo lo que está sucediendo. Queremos que se vivan estos días en familia y por tal razón hemos creado este folleto para que tengan el espacio de reflexionar en sus hogares el símbolo del día. Este recurso no sustituye las misas y celebraciones durante el Triduo Pascual y por este motivo se les invita a conectarse vía televisiva al canal EWTN y/o por las redes sociales como Facebook a: St. Helena Catholic Church

Parroquia El Salvador

Jueves 5:00 p.m. Misa de la Cena del Señor

Jueves 4:00 p.m. Misa de la Cena del Señor

Viernes 5:00 p.m. Liturgia de la Pasión del Señor

Viernes 3:00 p.m. Liturgia de la Pasión del Señor

Sábado 9:45 p.m. Misa Solemne de la Vigilia Pascual

Sábado 4:00 p.m. Misa Solemne de la Vigilia Pascual

Domingo de Resurrección 12:00 Mediodía

Como nos decía nuestro fundador Marcelino Champagnat “Las virtudes no se alcanzan sin esfuerzo, los defectos no se corrigen sin luchar.” Deseando que tengan una feliz Semana Santa y que Dios les bendiga. Cordialmente, Equipo de Pastoral


Reflexión LAS ÚLTIMAS HORAS Texto de reflexión (Del libro “Jesús. Aproximación histórica, José Antonio Pagola)

¿Qué vivió realmente Jesús durante sus últimas horas? La violencia, los golpes y las humillaciones comienzan la misma noche de su detención. En los relatos de la pasión leemos dos escenas paralelas de maltrato. Las dos siguen de inmediato a la condena de Jesús por parte del sumo sacerdote y por parte del prefecto romano, y las dos están relacionadas con los temas tratados. En el palacio de Caifás, Jesús recibe “golpes” y “salivazos”, le cubren el rostro y se ríen de él diciéndole: “Profetiza, Mesías, ¿quién es el que te ha pegado?”; las burlas se centran en Jesús como “falso profeta”, que es la acusación que está en el trasfondo de la condena judía. En el pretorio de Pilato, Jesús recibe de nuevo “golpes” y “salivazos”, y es objeto de una mascarada: le echan encima un manto de púrpura, le encajan en la cabeza una corona de espinas, ponen en sus manos una caña a modo de cetro real y doblan ante él sus rodillas diciendo: “Salve, rey de los judíos”; aquí todo el escarnio se concentra en Jesús como “rey de los judíos”, que es la preocupación del prefecto romano. Probablemente, tal como están descritas, ninguna de estas dos escenas goza de rigor histórico. El primer relato ha sido sugerido, en parte, por la figura del “siervo sufriente de Yahvé”, que ofrece sus espaldas a los “golpes” de sus verdugos y no rehúye los “insultos” y “salivazos”. La mascarada de los soldados, por su parte, se inspira probablemente en el ritual de la investidura de los reyes, con los símbolos bien conocidos de la clámide de púrpura, la corona de hojas silvestres y el gesto de la prosternación, en el que toma parte, según Marcos, “toda la cohorte” (¡600 soldados!). Se trata, sin duda, de dos escenas profundamente reelaboradas en las que, de manera indirecta y con no poca ironía, los cristianos hacen confesar a los adversarios de Jesús lo que realmente este es para ellos: profeta de Dios y rey. Esto no significa que todo sea ficción, ni mucho menos. En el origen de la primera escena en el palacio de Caifás parece que subyace el recuerdo de bofetadas asestadas por uno o varios guardias del sumo sacerdote en la noche del arresto. Este trato vejatorio a los detenidos era bastante habitual. Cuando, treinta años más tarde, por los años sesenta, Jesús, hijo de Ananías, fue arrestado por las autoridades judías porque profetizaba contra el templo, recibió numerosos golpes antes de ser entregado a los romanos. Algo parecido se puede decir del escarnio por parte de los soldados de Pilato. La escena no se inspira en ningún texto bíblico y la actuación vejatoria con un condenado es verosímil. Los soldados de Pilato no eran legionarios romanos disciplinados, sino tropas auxiliares reclutadas entre la población samaritana, siria o nabatea, pueblos profundamente antijudíos. No es nada improbable que cayeran en la tentación de burlarse de aquel judío, caído en desgracia y condenado por su prefecto. No sabemos exactamente lo que hicieron con Jesús. La descripción concreta que ofrecen los evangelios parece inspirada en burlas e incidentes como el que narra Filón. Según este escri-


tor judío, el año 38, para burlarse del rey Herodes Agripa de visita en Alejandría, tomaron a un deficiente mental llamado Carabás y lo “entronizaron” en el gimnasio de la ciudad: le pusieron en la cabeza una hoja de papiro en forma de diadema, le cubrieron las espaldas con una alfombra como manto real y le dieron a sujetar una caña a modo de cetro; luego, como en los “mimos teatrales”, unos jóvenes se pusieron de pie a ambos lados imitando a una guardia personal, mientras otros lo homenajeaban. Los soldados de Pilato comenzaron realmente a intervenir de manera oficial cuando su prefecto les dio la orden de flagelar a Jesús. La flagelación, en este caso, no es un castigo independiente ni un juego más de los soldados. Forma parte del ritual de la ejecución, que comienza por lo general con la flagelación y culmina con la crucifixión propiamente dicha. Probablemente, después de escuchar la sentencia, Jesús es conducido por los soldados al patio del palacio, llamado “patio del enlosado”, para proceder a su flagelación. El acto es público. No sabemos si alguno de sus acusadores asiste a aquel triste espectáculo. Para Jesús comienzan sus horas más terribles. Los soldados lo desnudan totalmente y lo atan a una columna o un soporte apropiado. Para la flagelación se utilizaba un instrumento especial llamado flagrum, que tenía un mango corto y estaba hecho con tiras de cuero que terminaban en bolas de plomo, huesos de carnero o trocitos de metal punzante. Desconocemos los instrumentos que pudieron utilizar los verdugos de Jesús, pero sabemos cuál era siempre el resultado. Jesús queda maltrecho, sin apenas fuerza para mantenerse en pie y con su cuerpo en carne viva. Así quedó también Jesús, hijo de Ananías, cuando fue flagelado por Albino el año 62. Flavio Josefo lo describe “despellejado a latigazos hasta los huesos”. El castigo es tan brutal que a veces los condenados mueren durante el suplicio. No fue el caso de Jesús, pero las fuentes sugieren que quedó con muy pocas fuerzas. Al parecer tuvo que ser ayudado a llevar la cruz, pues no podía con ella, y de hecho su agonía no se prolongó: murió antes que los otros dos reos crucificados juntamente con él. Terminada la flagelación se procede a la crucifixión. No hay que demorarla. La ejecución de tres crucificados lleva su tiempo, y faltan pocas horas para la caída del sol, que marcará el comienzo de las fiestas de Pascua. Los peregrinos y la población de Jerusalén se apresuran a realizar los últimos preparativos: algunos suben al templo a adquirir su cordero y degollarlo ritualmente; otros marchan a sus casas a preparar la cena. Se respira el ambiente festivo de la Pascua. Desde el palacio del prefecto se pone en marcha una lúgubre comitiva camino del Gólgota. El trayecto es relativamente corto. Tal vez no llega a quinientos metros. Al salir del pretorio, toman probablemente la estrecha calle que corre entre el palacio/fortaleza de Pilato y las murallas; cuando salgan de la ciudad por la puerta de Efraín se encontrarán ya en el lugar de la ejecución. Los tres condenados caminan escoltados por un pequeño pelotón de cuatro soldados. A Pilato le ha parecido suficiente para garantizar la seguridad y el orden. Los seguidores más cercanos de Jesús han huido: no teme grandes altercados por la ejecución de aquellos desgraciados. Probablemente, en la comitiva van también con ellos los verdugos encargados de ejecutarlos. Son tres los reos, y la crucifixión requiere destreza. Llevan consigo el material necesario: clavos, cuerdas, martillos y otros objetos. Jesús marcha en silencio. Lo mismo que los demás reos, lleva sobre sus espaldas el patibulum o travesaño horizontal donde pronto será clavado; cuando lleguen al lugar de la ejecución, será ajustado a uno de los palos verticales (stipes) que están fijados permanentemente en el Gólgota para ser utilizados en las ejecuciones. Colgada al cuello lleva una pequeña tablita (tabella) donde, según la costumbre romana, está escrita la causa de la pena de muerte. Cada uno lleva la suya. Es importante que todos sepan lo que les espera a quienes los imiten: la crucifixión ha de servir de escarmiento general. Según algunas fuentes, Jesús no pudo arrastrar la cruz hasta el final. En un determinado momento, los soldados, temiendo que no llegara vivo al lugar de la crucifixión, obligaron a un hombre que venía del campo a celebrar la Pascua a que trasportara la cruz de Jesús hasta el Calvario. Se llamaba Simón, era oriundo de Cirene (en la actual Libia) y padre de Alejandro y Rufo.


No tardan en llegar al Gólgota. Sin ser tan famoso como el Campus Es¬quilinus de Roma, el emplazamiento era tal vez conocido en Jerusalén como lugar de ejecuciones públicas. Así lo sugiere su siniestro nombre: “lugar del Cráneo” o “lugar de la Calavera”. En español, “el Calvario”. Era un pequeño montículo rocoso de diez o doce metros de altura sobre su entorno. La zona había sido antiguamente una cantera de donde se extraía material para las construcciones de la ciudad. En aquel momento servía, al parecer, como lugar de enterramiento en las cavidades de las rocas. En la parte superior del montículo se podían ver los palos verticales hundidos firmemente en la roca. Junto al Gólgota pasaba un camino muy transitado que llevaba a la cercana puerta de Efraín. El lugar no puede ser más apropiado para hacer de la crucifixión un castigo ejemplarizante. Enseguida se procede a la ejecución de los tres reos. Con Jesús se hace probablemente lo que se hacía con cualquier condenado. Lo desnudan totalmente para degradar su dignidad, lo tumban en el suelo, extienden sus brazos sobre el travesaño horizontal y con clavos largos y sólidos lo clavan por las muñecas, que son fáciles de atravesar y permiten sostener el peso del cuerpo humano. Luego, utilizando instrumentos apropiados, elevan el travesaño a una con el cuerpo de Jesús y lo fijan al palo vertical antes de clavar sus dos pies a la parte inferior. No es posible precisar más detalles. Al parecer, a Jesús no le ataron los brazos a la cruz, sino que se los clavaron a la altura de las muñecas. No sabemos si clavaron sus dos pies separadamente o utilizaron solo un largo clavo. No parece que se utilizara ni el sedile, pequeño asiento de madera colocado en el palo vertical para descansar el peso del cuerpo, ni el suppedaneum, para apoyar los pies: no hubo interés en prolongar su agonía. De ordinario, la altura de la cruz no superaba mucho los dos metros, de manera que los pies del crucificado quedaban a treinta o cincuenta centímetros del suelo. De este modo, la víctima queda más cerca de sus torturadores durante su largo proceso de asfixia y, una vez muerto, puede ser pasto fácil de los perros salvajes. En junio de 1968 fue hallada en Giv’at ha-Mitvar (al nordeste de Jerusalén) una tumba del siglo I excavada en la roca. Uno de los osarios contenía los huesos de un varón de veinte a treinta años, llamado Yehojanán, que murió crucificado. Sus brazos no habían sido clavados, sino atados al travesaño horizontal. Sus pies habían sido separados a uno y otro lado del palo vertical para ser clavados no de frente, sino de lado. Le clavaron cada uno de los pies con un largo clavo que atravesó primero una tablita de olivo (colocada para que no sacara el pie), luego el talón y, por fin, la madera del palo. Uno de los clavos se torció al clavarse en la madera nudosa de la cruz y no pudo ser retirado del pie del cadáver. En el osario se han encontrado todavía unidos el talón, el clavo y la tablita de olivo. El cadáver de Yehojanán, llamado entre los arqueólogos el “crucificado de Giv’at ha-Mitvar”, arroja una luz siniestra sobre el suplicio que padeció Jesús.

TU CRUZ MI CRUZ


Los soldados se preocupan de colocar en la parte superior de la cruz la pequeña placa de color blanco en la que, con letras negras o rojas bien visibles, se indica la causa por la que se ejecuta a Jesús. Es lo acostumbrado en estos casos. Al parecer, el letrero de Jesús estaba escrito en hebreo, la lengua sagrada que más se utilizaba en el templo, en latín, lengua oficial del Imperio romano, y en griego, la lengua común de los pueblos del Oriente, la más hablada seguramente por los judíos de la diáspora. Debe quedar muy claro el delito de Jesús: “rey de los judíos”. Estas palabras no son un título cristológico inventado posteriormente por los cristianos Nunca los primeros cristianos llamaron a Jesús “rey de los judíos”. Hubieran puesto en la cruz otros títulos: “Mesías”, “Salvador del mundo”, “Señor” ... No es tampoco una notificación oficial que recoja las actas del proceso ante Pilato. Se trata más bien de una manera de informar a la población para que la ejecución de Jesús sirva de escarmiento. De manera inteligible y con su pequeña dosis de burla, se advierte a todos de lo que les espera si siguen los pasos de este hombre que cuelga de la cruz. Jesús es ejecutado con otros condenados. Al parecer era bastante habitual este tipo de ejecuciones en grupo. Las fuentes cristianas hablan solo de otros dos crucificados. Pudieron ser más. No sabemos si eran “bandidos” capturados en algún tipo de refriega contra las autoridades romanas o, más bien, “delincuentes comunes” condenados por algún crimen castigado con pena de muerte. Algunos ponen en duda el hecho: piensan que se trata de un detalle inventado a partir de textos bíblicos como Isaías 53,12 o el Salmo 22, 17 para mostrar con más fuerza la atrocidad que se ha cometido contra Jesús, que, siendo inocente, ha sido ejecutado como un criminal cualquiera. Según Marcos y Mateo, son dos “bandidos” (plural de lestes). Según Lucas son “malhechores” (plural de kakourgós). Quizás evita el término “bandido” (lestes) por el contenido antirromano que podía tener para sus lectores. Tal vez el detalle fue recogido con esa intención, pero no parece un hecho ficticio. Seguramente Jesús fue ejecutado junto con otros condenados siguiendo una práctica habitual. Sin embargo, la forma de re-presentar a Jesús en un lugar preeminente y central, en medio de dos bandidos, se puede deber a razones de “estética cristiana”. Terminada la crucifixión, los soldados no se mueven del lugar. Su obligación es vigilar para que nadie se acerque a bajar los cuerpos de la cruz y esperar hasta que los condenados lancen su último estertor. Mientras tanto, según los evangelios, se reparten los vestidos de Jesús echando a suertes qué es lo que se llevará cada uno. Probablemente fue así. Según una práctica romana habitual, las pertenencias del condenado podían ser tomadas como “despojos” (spolia). El crucificado debía saber que ya no pertenecía al mundo de los vivos. Los evangelios han conservado también el recuerdo de que, en algún momento, los soldados ofrecieron a Jesús algo de beber. No es fácil saber lo ocurrido. Según Marcos y Mateo, al llegar al Gólgota, antes de crucificarlo, los soldados ofrecen a Jesús “vino mezclado con mirra”, una bebida aromática que adormecía la sensibilidad y ayudaba a soportar mejor el dolor; se nos dice que Jesús “no lo tomó”. Al final, poco antes de morir, ocurre algo totalmente diferente. Al oír a Jesús lanzar un fuerte grito invocando a Dios, uno de los soldados se apresura a ofrecerle un “vino avinagrado”, llamado en latín posca, una bebida fuerte, muy popular entre los soldados romanos, que la tomaban para recobrar fuerzas y reavivar el ánimo. Esta vez no es un gesto de compasión para calmar el dolor del crucificado, sino una especie de burla final para que aguante un poco más por si viene Elías en su ayuda. No se nos dice si Jesús lo bebe. Probablemente ya no tiene fuerzas para nada. Este ofrecimiento de vinagre en los momentos finales está tan arraigado en todas las fuentes que, probablemente, es histórico: una burla más, esta vez en plena agonía. Todos los evangelistas hablan de este episodio de diversas maneras: Marcos 15,36; Mateo 27,48-49; Lucas 23,36 y Juan 19,28-30. Según el Evangelio [apócrifo] de Pedro (15-16), a Jesús le dan esta “mezcla” para envenenarlo y lograr que muera antes de ponerse el sol. Pero seguramente el detalle fue recogido en la tradición porque cobraba una hondura especial a la luz de las quejas de un orante que se lamenta así: “Espero en vano compasión, no encuentro quien


me consuele; me han echado veneno en la comida, han apagado mi sed con vinagre”. Ya solo queda esperar. Jesús ha sido clavado a la cruz entre las nueve de la mañana y las doce del mediodía. La agonía no se va a prolongar. Son para Jesús los momentos más duros. Mientras su cuerpo se va deformando, crece la angustia de su asfixia progresiva. Poco a poco se va quedando sin sangre y sin fuerzas. Sus ojos apenas pueden distinguir algo. Del exterior solo le llegan algunas burlas y los gritos de desesperación y rabia de quienes agonizan junto a él. Pronto le sobrevendrán las convulsiones. Luego, el estertor final. ¿Cómo vive Jesús este trágico martirio? ¿Qué experimenta al comprobar el fracaso de su proyecto del reino de Dios, el abandono de sus seguidores más cercanos y el ambiente hostil de su entorno? ¿Cuál es su reacción ante una muerte tan ignominiosa como cruel? El silencio de Jesús durante sus últimas horas es sobrecogedor. Sin embargo, al final, Jesús muere “lanzando un fuerte grito”. Este grito inarticulado es el recuerdo más seguro de la tradición. Los cristianos no lo olvidaron jamás. Tres evangelistas ponen además en boca de Jesús moribundo tres palabras diferentes, inspiradas en otros tantos salmos: según Marcos (= Mateo), Jesús grita con fuerte voz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”. Lucas, sin embargo, ignora estas palabras y dice que Jesús grita: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”. Según Juan, poco antes de morir, Jesús dice: “Tengo sed”, y, después de beber el vinagre que le ofrecieron, exclamó: “Todo está cumplido”. ¿Qué podemos decir de estas palabras? ¿Fueron pronunciadas por Jesús? ¿Son palabras cristianas que nos invitan a penetrar en el misterio del silencio de Jesús, roto solo al final por su grito sobrecogedor?

“TODO ESTÁ CUMPLIDO”


No es difícil entender la descripción que nos ofrece Juan, el evangelista más tardío. Según su visión teológica, “ser elevado a la cruz” es para Jesús “volver al Padre” y entrar en su gloria. Por eso su relato de la pasión es la marcha serena y solemne de Jesús hacia la muerte. No hay angustia ni espanto. No hay resistencia a beber el cáliz amargo de la cruz: “La copa que me ha ofrecido el Padre, ¿no la vaya beber?”. Su muerte no es sino la coronación de su deseo más hondo. Así lo expresa: “Tengo sed”, quiero culminar mi obra; siento sed de Dios, quiero entrar ya en su gloria. Por eso, después de beber el vinagre que le ofrecen, Jesús exclama: “Todo está cumplido”. Ha sido fiel hasta el final. Su muerte no es la bajada al sheol, sino su “paso de este mundo al Padre”. En las comunidades cristianas nadie lo ponía en duda. Es fácil también entender la reacción de Lucas. El grito angustioso de Jesús quejándose a Dios por su abandono le resulta duro. Marcos no había tenido ningún problema en ponerlo en boca de Jesús, pero tal vez algunos lo podían interpretar mal. Entonces, con gran libertad, lo sustituye con otras palabras, a su juicio más adecuadas: “Padre, en tus manos abandono mi vida”. Tenía que quedar claro que la angustia vivida por Jesús no había anulado en ningún momento su actitud de confianza y abandono total en el Padre. Nada ni nadie lo había podido separar de él. Al terminar su vida, Jesús se entregó confiado a ese Padre que había es¬tado en el origen de toda su actuación. Lucas lo quería dejar claro. Sin embargo, a pesar de todas sus reservas, el grito recogido por Marcos: Eloí, Eloí, ¡lemá sabactaní!, es decir, “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”, es, sin duda, el más antiguo en la tradición cristiana y podría remontarse al mismo Jesús. Estas palabras pronunciadas en arameo, lengua materna de Jesús, y gritadas en medio de la soledad y el abandono total son de una sinceridad abrumadora. De no haberlas pronunciado Jesús, ¿se hubiera atrevido alguien en la comunidad cristiana a ponerlas en sus labios? Jesús muere en una soledad total. Ha sido condenado por las autoridades del templo. El pueblo no lo ha defendido. Los suyos han huido. A su alrededor solo escucha burlas y desprecio. A pesar de sus gritos al Padre en el huerto de Getsemaní, Dios no ha venido en su ayuda. Su Padre querido lo ha abandonado a una muerte ignominiosa. ¿Por qué? Jesús no llama a Dios Abbá, Padre, su expresión habitual y familiar. Le llama Eloí, “Dios mío”, como todos los seres humanos. Según el Evangelio apocrifo de Pedro, Jesus gritó “¡Fuerza mía, fuerza mía, me estas abandonando!“ (19). Su invocación no deja de ser una expresión de confianza: ¡Dios mío! Dios sigue siendo su Dios a pesar de todo. Jesús no duda de su existencia ni de su poder para salvarlo. Se queja de su silencio: ¿dónde está? ¿Por qué se calla? ¿Por qué lo abandona precisamente en el momento en que más lo necesita? Jesús muere en la noche más oscura. No entra en la muerte iluminado por una revelación sublime. Muere con un “porqué” en sus labios. Todo queda ahora en manos del Padre.

REFLEXIONEMOS: 1. ¿Por qué condenan a muerte a Jesús como un malhechor? ¿Por miedo, por odio, por estrategia política, por conveniencia, por una razón justificada?


2. ¿Podemos poner a Jesús como referencia para todos los justos «crucificados» injusta¬mente del mundo?

3. ¿Se cumple en la muerte de Jesús una injusticia, una venganza, una conveniencia po¬lítica o una casualidad?

4. ¿Podemos dar un sentido político a la muerte de Jesús o solo un sentido religioso?

EVANGELIO PARA TRABAJAR: Lc 23,26-49 • ¿Qué dice el texto? Describe con pocas palabras lo que acabas de leer.

• Descubrimos la persona de Jesús. ¿Qué nos dice este texto de Dios, de cómo es, de cómo se nos revela?

• Actualiza hoy el evangelio. ¿Tiene actualidad este texto? ¿Seríamos capaces de perdonar en una situación límite como la que aquí se presenta? Pon ejemplos.


¡Un corazón nuevo! SER PARÁBOLA PASCUAL Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ez 36,26).

Señor, dame un corazón nuevo, como el de el buen samaritano, para que, ante tantos hermanos heridos, caídos en las cunetas del mundo, arrodille mis piernas, extienda mis manos y cure sus heridas. Señor, dame un corazón nuevo, como el de las jóvenes previsoras, para que el aceite de mi fe no se agote jamás y pueda esperarte siempre con la mecha de la esperanza encendida. Señor, dame un corazón nuevo, como el del padre del hijo pródigo, para que salga al encuentro de aquellos que regresan con la “cabeza baja” y los reciba con un abrazo fraterno y un banquete “all you can eat”. Señor, dame un corazón nuevo, como el de los servidores de los talentos, para que desenvuelva de una vez por todas las cualidades que me has entregado y pueda multiplicarlas por cien, por mil, compartiéndolas con mis hermanos. Señor, dame un corazón nuevo, como el del pobre Lázaro, para que me quite el antifaz que no me deja ver las necesidades del mundo y no sea demasiado tarde, como el rico Epulón, para reaccionar ante tanta injusticia. Señor, dame un corazón nuevo, como el del publicano, para que no use el altar de Dios como un pódium de exhibición y reconozca mi montaña de errores y la gran cordillera de tu misericordia. Señor, dame un corazón nuevo, como el de quien escoge el último lugar, para que, desde atrás, pueda acompañar a mis hermanos y podamos, un día, presentarnos los primeros en tu Reino. Señor, dame un corazón nuevo, como el del criado fiel, para que esté en todo momento “al pie del cañón” haciendo siempre, como nuestra Madre, tu amorosa voluntad. Y, Señor, dame un corazón nuevo, como el de María Magdalena, para ser la primera en descubrirte vivo entre mis hermanos y poder pregonar con palabras y con obras que eres la Vida Verdadera.


JUEVES SANTO DIOS ES PADRE Y ME AMA Objetivo: Hacer conciencia en nuestra vida personal el gran amor misericordioso de Dios y que este amor se pueda convertir en gozo interno para vivir nuestra vida en plenitud

ORACIÓN INICIAL Gracias, mi Dios, porque sé que en los momentos más difíciles Tú te muestras con tanto amor, y me das la confianza para encontrar la solución, me das sabiduría para saber cómo actuar y así encontrar la luz. Amén

LECTURA BÍBLICA (Lc. 10,30-37) “Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”


JUEVES SANTO

REFLEXIONEMOS: Ubiquemos este texto en la figura de Dios como nuestro Padre, que sale a nuestro encuentro para amarnos y si es necesario restaurar nuestra vida. Reflexionemos en los verbos de esta hermosa lectura: 1. Un hombre DESCENDÍA… Dios siempre baja a nosotros 2. Lo DESPOJARON E HIRIERON… Dios como nuestro Padre conoce nuestra historia personal. 3. PASÓ de largo… el amor de Dios pasa a nuestro lado y no lo vemos. 4. IR de camino… El Amor es movimiento. Dios está vivo y actúa. 5. VIÉNDOLE… El Padre Misericordioso siempre nos ve. 6. MOVIDO por la misericordia… Dios como nuestro Padre está y obra a nuestro favor. 7.ACERCÓ… Dios quiere estar cerca. siempre lo está. 8.VENDÓ SUS HERIDAS… Dios conoce tus realidades más profundas y quiere sanarlas 9.CUIDÓ DE ÉL… Dios es tu PADRE y siempre está cerca de ti, para cuidarte y protegerte. 10.PAGÓ POR ÉL… El amor de Dios es nuestra mayor riqueza. ¿Qué te evoca esta reflexión? (recuerda-pasado)

¿Qué te provoca esta reflexión? (sentimientos-presente)

¿A qué te convoca esta reflexión? (compromiso-fututo)

Terminemos esta reflexión con la siguiente canción: https://www.youtube.com/watch?v=yJTmiht-URU&list=RDyJTmiht-URU&start_radio=1&t=2

“VE Y HAZ TÚ LO MISMO”


VIERNES SANTO LA CRUZ Objetivo: Comprender el significado de la Cruz en nuestras vidas

ORACIÓN INICIAL Señor de la Gloria, proclamamos tu muerte y esperamos siempre tu resurrección. Mientras contemplamos tu cruz, el árbol en el que te clavaron para que tengamos vida, que seamos siempre conscientes de la vida que nace de la muerte, la luz que sale de la oscuridad y la esperanza que elimina el miedo. Acércanos a ti, para que podamos conocer la gloria que tu Cruz señala. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

LECTURA BÍBLICA (Jn. 18, 1-19,42) C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: J. “¿A quién buscan?” C. Le contestaron: S. “A Jesús, el Nazareno.” C. Les dijo Jesús: J. “Yo soy.” C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: J. “¿A quién buscan?” C. Ellos dijeron: S. “A Jesús, el Nazareno.” C. Jesús contestó: J. Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen ir a éstos. C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste.” Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: J. “Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?” C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.” Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puer-


VIERNES SANTO

ta. Salió otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro: S. “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?” C. Él dijo: S. “No lo soy.” C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó: J. “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo. “ C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?” C. Jesús respondió: J. “Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?” C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose y le dijeron: S. “¿No eres tú también de sus discípulos?” C. Él lo negó, diciendo: S. “No lo soy.” C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: S. “¿No te he visto yo con él en el huerto?” C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: S. - «¿Qué acusación presentan contra este hombre?» C. Le contestaron: S. - «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.» C. Pilato les dijo: S. - «Llévenlo ustedes y júzguenlo según su ley.» C. Los judíos le dijeron: S. - «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.» C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S. « ¿Eres tú el rey de los judíos?» C. Jesús le contestó: J. « ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» C. Pilato replicó: S. « ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» C. Jesús le contestó: J. «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.» C. Pilato le dijo: S. « Conque, ¿tú eres rey?» C. Jesús le contestó: J. «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.» C. Pilato le dijo:


VIERNES SANTO

S. «Y, ¿qué es la verdad?» C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: S. - «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre nosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Quieren que suelte al rey de los judíos?» C. Volvieron a gritar: S. - «A ése no, a Barrabás.» C. El tal Barrabás era un bandido. C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían: S. « ¡Salve, rey de los judíos!» C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S.- «Miren, lo saco afuera, para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa.» C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. « Aquí lo tienen.» C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: S. « ¡Crucifícalo, crucifícalo!» C. Los judíos le contestaron: S. - «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.» C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asusto aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: S. « ¿De dónde eres tú?» C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: S. « ¿A mi no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?» C. Jesús le contestó: J. «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.» C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del Cesar. Todo el que se declara rey está contra el Cesar.» C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: S. «Aquí tienen a su rey.» C. Ellos gritaron: S. « ¡Fuera, fuera; crucifícalo!» C. Pilato les dijo: S. « ¿A su rey voy a crucificar?» C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. «No tenemos más rey que al Cesar.» C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: S. «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.”» C. Pilato les contestó: S. «Lo escrito, escrito está. » C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada


VIERNES SANTO

soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.» C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica.» Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: J. “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” C. Luego, le dijo al discípulo: J. «Ahí tienes a tu madre.» C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo habla llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: J. “Tengo sed.” C. Habla allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: J. “Está cumplido.” C. El inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilado que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que hablan crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.” Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilado que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilado lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que habla ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. Palabra del Señor R/ Gloria y honor a ti, Señor Jesús.

“TOMANDO CADA DÍA MI CRUZ”


REFLEXIONEMOS: La vida del cristiano es un “vía crucis” si se acepta la invitación de Jesús de llevar la propia cruz detrás de Él cada día. Podemos ser condenados al desprecio, podemos sentir el silencio que hiere y condena nuestra fidelidad cristiana. En nuestro “vía crucis” hay también momentos de caída, de fragilidad y de cansancio, pero también nosotros tenemos una Madre (María) que nos acompaña en nuestro caminar como a Jesús. El camino de la cruz de Cristo y el nuestro son unas vías de salvación y de apostolado, porque hemos sido invitados a colaborar en la salvación de nuestros hermanos. Todos los cristianos somos responsables del destino eterno de quienes nos rodean. Cristo nos enseña con la cruz a salir de nosotros mismos, y a dar así un sentido apostólico a nuestra vida. Cuando contemplemos el crucifijo, cuando veamos la figura sufriente de Cristo en la cruz, pidamos la gracia de recordar que los dolores de Cristo crucificado son fruto del pecado. Evitemos, y pidamos la fortaleza a Dios para ello, cada una de las ocasiones de pecado que se nos presenten en nuestras vidas. La cruz de Jesús sigue siendo actual y nos llama a construir su REINO, desde la entrega, el amor, la misericordia. Nos puede ayudar en nuestra oración la canción Cristo, eres tú, que pueden seguir en el video a continuación. https://www.youtube.com/watch?v=8t8Nu7Sbxy8

ORACIÓN: Salmo 31,1-6 Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Líbrame, por tu justicia; inclina tu oído hacia mí y ven pronto a socorrerme. Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi Roca y mi baluarte: por tu Nombre, guíame y condúceme. VIERNES SANTO

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio. Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. Amén


SÁBADO SANTO MARÍA Y SU SILENCIO Objetivo: Imitar a María en su actitud de contemplación silenciosa y esperanzada

ORACIÓN INICIAL Junto a tu cruz y tu sepulcro tuviste a tu Madre dolorosa, participando en tu aflicción: haz que tu pueblo, nosotros, sepamos acompañarla. Y como Tú, grano que caíste en la tierra para morir y dar fruto, como Tú, también nosotros sepamos morir al pecado y vivir para Dios. Que, siguiéndote a ti, caminemos siempre en una vida nueva. Cambia nuestro luto en danza; muda nuestro traje de presidarios y vístenos de fiesta. Volvamos al Señor; que Él nos sane, que Él nos vende, que Él nos resucite. A precio de la sangre de Cristo hemos sido rescatados. “Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre “ Amén

LECTURA BÍBLICA (Lc. 2,19) María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior. Palabra del Señor R/ Gloria y honor a ti, Señor Jesús.

REFLEXIONEMOS: Hoy es Sábado Santo y es un día de espera. Jesús se encuentra en el sepulcro y es María quien acompaña a la Iglesia. María es la madre de la paciente espera, aunque está dolida por la muerte de su hijo. Ella fue la única que mantuvo viva la llama de la fe cuando Cristo fue sepultado. Pero ¿De qué soledad y silencio estamos hablando cuando nos referimos a la Madre del Señor? Se trata de la soledad por la ausencia del “Amado” (Cant 5,6-8), del “Primogénito del Padre”, de su hijo según la carne. Es la soledad fecunda de la fe, nada desesperanzadora y profundamente corredentora. El silencio que conlleva, brota de sentirse desbordada por la Gracia divina que la constituyo Madre del Autor de nuestra Salvación. ¡Ante la Palabra Encarnada sobra la palabrería humana! Sólo cabe el amor y la adoración.


Ésta es la soledad y el silencio que descubrimos cada Sábado Santo en la Hora de la Madre, cuando Ella, mirando al sepulcro donde está su Hijo muerto, ve hecha realidad sus palabras: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto” (Jn 12, 24). La contemplación silenciosa y orante de esos instantes de dolor y sufrimiento de la Virgen nos conmueven el alma y nos impulsan a dejar la levadura vieja del pecado y convertirnos en “panes pascuales de la sinceridad y de la verdad” (I Cor 5,8). Así, en cada Vigilia Pascual, como “centinelas en la noche”, toda la Iglesia junto con María espera la luz del grano de trigo que es el Resucitado. (Sacada de: www.aciprensa.com) ¿Qué te impulsa a impulsar o dejar atrás la levadura vieja del pecado?

¿Qué puedes hacer para convertirte en centinela en la noche?

¿Cómo celebrará la Resurrección de tu salvador?

ESPERANDO CON MARÍA

SÁBADO SANTO

Únete a la Buena Madre en el arte de la esperanza: aguarda a Jesús que va a resucitar, la vida vence a la muerte, la alegría a la tristeza. Contempla en este día el silencio de María y su oración. Reza no sólo a María, sino con María, para que ella sea maestra del silencio en tu alma, maestra de oración.



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