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ICONO: MANOLO SANTANA

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HYUNDAI BAYON

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Manolo Santana conquistó el Torneo de Wimbledon en 1966. Sería su último Grand Slam, pero no su última demostración, porque en los Juegos Olímpicos de México (1968), donde el tenis era competición de exhibición, logró la medalla de oro.

MANOLO SANTANA

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EL GENIO QUE CAMBIÓ EL TENIS

ERAN TIEMPOS QUE SE VIVÍAN Y DISFRUTABAN EN BLANCO Y NEGRO, pero Manolo Santana le dio a la imagen del tenis un colorido hasta entonces ignoto. Incluso diría que al deporte español en general, porque en aquella época en la que Santana saltó a la tierra batida de Roland Garros para conseguir su primera Copa de los Mosqueteros (1961), el éxito no era una práctica habitual. Había nacido una estrella y al mismo tiempo un pionero, un precursor del cambio en la forma de entender el deporte al que amó hasta su fallecimiento.

Porque cuando aquel joven madrileño nacido en 1938 alzó la Copa al aire rompió con la inercia de una práctica deportiva que en nuestro país estaba reservada a las élites... y Manolo Santana era de condición humilde. Pero a los genios no se les puede esconder y su estilo de juego, elegante y sutil en el golpeo, triunfó sobre cualquier cliché, hasta el punto de popularizar el tenis y conseguir que llegaran otros nombres que cambiarían para siempre el sentido de este deporte.

En el palmarés de Santana hay otros dos Abiertos de Francia (uno individual en 1964 y otro compitiendo en dobles, en 1963), un Abierto de los Estados Unidos, un torneo que no había ganado ningún europeo desde 1928 y que él conquistó en 1964, y un campeonato de Wimbledon en 1965; todavía está grabada en la retina de muchos esa imagen del campeón luciendo el escudo del Real Madrid en su polo –el equipo por el que sentía debilidad y con el que competía en aquella edición–.

Pero por encima de los éxitos, todos los que conocieron al maestro Santana destacan su humildad y su pasión por el tenis. No ha habido estrella de este deporte en nuestro país que no haya recibido el consejo amigo de un hombre que deja una huella tan imborrable como su carisma y sabiduría en la pista. Amelia Solana

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