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ARTESANOS
Gorka González, en su taller de San Sebastián, donde elabora a mano los sombreros de Gorka González Brand.
CON LA CABEZA BIEN ALTA
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La pasión por la artesanía y los wésterns que veía con su abuelo empujaron a Gorka González a convertirse en sombrerero. Elabora a mano piezas únicas en su pequeño taller de San Sebastián.
TEXTO JUAN LUIS GALLEGO FOTOGRAFÍA GORKA DE LA GRANJA
ES DIFÍCIL, EN OCASIONES, VENCER LA TENTACIÓN de rebuscar en el pasado circunstancias, quizás anecdóticas aunque seguramente no tanto, que han forjado el destino de una persona. En el caso de Gorka González (San Sebastián, 1983), hay al menos dos fáciles de interpretar como pistas de su conversión en sombrerero artesano. La primera, su afición al cine wéstern, cultivada en aquellas sobremesas y tardes que tantos niños de los años 80 y 90 pasaban frente al televisor en compañía, en su caso, de su abuelo. La segunda, su pasión por la artesanía –“por desarrollar algo con mis manos”, según sus palabras– que podría haberle conducido hacia la música, su vocación frustrada, pero que acabó dirigiendo hacia la confección de sombreros. Cosas de la vida.
Hay, claro, un tránsito antes hasta llegar a la creación de Gorka González Brand, que es como se llama su marca, en realidad un pequeño taller en su ciudad natal con él como único trabajador multitarea. Tras acabar los estudios de gestión administrativa y diseño gráfico, Gorka González buscó un futuro en el sector de las telecomunicaciones y las ventas, en el que aguantó 15 años hasta que aquellas pulsiones de su juventud le empujaron, por fin, a eso con lo que tantos soñamos y pocos se atreven: dejarlo todo y empezar de nuevo; ahora sí, con la sombrerería como meta. Nada fácil en una sociedad que mide el éxito con parámetros más cercanos a la inmediatez y el dinero rápido que al trabajo pausado, la tradición y la artesanía. Y en la que, además, tampoco es fácil siempre encontrar a quien te enseñe el camino; vamos que, en lo que a esta historia atañe, no abundan las escuelas de sombrerería.
Así que González se metió a estudiar patronaje y confección y, a la vez, advertido de que no encontraría ahí todas las respuestas que buscaba, a emprender un proceso de autoaprendizaje, con los vídeos de Youtube como principales aliados, hasta conocer cómo, paso a paso, se hace un sombrero. Eso ocurrió hace unos cinco años, cuando él, reconoce, “no sabía ni enhebrar una aguja”. Ahora, su intento de explicarnos en una charla de minutos cómo se hace demuestra, por sí solo, que no es tarea para torpes.
En la página anterior, imágenes con detalles de los utensilios y proceso de elaboración de los sombreros de Gorka González Brand. Se parte de un casco, con una copa y un ala del tamaño requerido, sobre el que se moldea el fieltro con la ayuda del calor del vapor y, una vez esbozado el primer volumen, se cierra la base, se amplía el ala, se introduce una badana de cuero que proporciona solidez, se cose, se ajusta, se lija... En total, entre tres y cinco días de trabajo completamente a mano para lograr un sombrero de autor, una pieza exclusiva e irrepetible diseñada y acabada al gusto del cliente.
Los materiales utilizados definen, también, el producto final. Hay lanas, por ejem-
plo, de diferentes calidades; pero González se ha especializado en la utilización de una mezcla, al 50%, de fieltro de conejo y de castor; alta gama que sube aún más si el material utilizado es de chinchilla. En ese caso, los 450-500 euros que suele costar un sombrero pueden llegar hasta los 800.
No es difícil encontrar en internet los nombres de algunos famosos que lucen los sombreros de Gorka González Brand: actores y actrices, músicos o modelos en una lista que crece y que atiende González elaborando entre ocho y diez piezas al mes. Y que le lleva a cuestionarse qué ocurrirá cuando no pueda por sí solo responder a la demanda: “No tengo aún una respuesta –reconoce–. Soy romántico y algo cabezón y quizás, si empiezo a delegar, esta elaboración artesana en mi pequeño taller pueda perder cierto encanto. Pero, a la vez, si la empresa empieza a crecer... Bueno, por el momento me basto para atender la demanda”.
Además de los sombreros personalizados por encargo, la seña de identidad de su marca, el donostiarra también ha comenzado a confeccionar pequeñas colecciones cápsula que vende en un pequeño grupo de puntos escogidos: Yusty y Nac 56, ambas selectas tiendas multimarca del Barrio de Salamanca de Madrid, y próximamente Ibiza Code, con una filosofía similar.
En ese proceso de búsqueda de maestros que Gorka González emprendió en sus inicios se topó, era inevitable, con Juan Carlos Alocén, Txarli, tercera generación al frente de la sombrerería Alocén, con 107 años de tradición en Vitoria. Tras transmitirle todo el conocimiento que pudo, Txarli
decidió a mediados del año pasado, con 68 cumplidos, cerrar el taller y, a su pesar, sin nadie que tomara las riendas. Por eso, su encuentro con el artesano donostiarra le ha servido para paliar el sabor agridulce de la jubilación: además del oficio, le ha legado la maquinaria y utensilios específicos que había acumulado durante tantos años de trabajo. “Me hace feliz saber que están en sus manos y que voy a poder verlas cuando quiera –comentaba entonces en un periódico vasco–. Estoy encantado de haberle enseñado y de que ahora seamos buenos amigos”. “Txarli ha sido fundamental en mi carrera –reconoce González–. Además del legado material, me ha transmitido los fundamentos y la idiosincrasia del oficio, y tanto conocimiento acumulado durante décadas”.
Es verdad, admite González, que a los españoles, que llevamos gorra con naturalidad, nos cuesta aún lucir sombrero, al fin y al cabo una prenda de abrigo, pero también un complemento que, en su opinión, ensalza cualquier look. Hace solo un siglo nadie tenía dudas al respecto.
DETRÁS DE CADA PIEZA, COMPLETAMENTE ÚNICA, HAY UN TRABAJO A MANO DE ENTRE TRES Y CINCO DÍAS, CON MATERIALES DE ALTA CALIDAD COMO PIEL DE CONEJO, CASTOR O CHINCHILLA