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ICONOS: JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ
López Vázquez en un fotograma de La cabina, un mediometraje de Antonio Mercero estrenado hace ahora 50 años.
JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ
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UN HOMBRE NADA CORRIENTE
EL PASADO 11 DE MARZO JOSÉ LUIS LÓPEZ VÁZQUEZ habría cumplido 100 años. Este 2022, además, se celebra medio siglo de La cabina, de Antonio Mercero (1972), un mediometraje que dio la vuelta al mundo por la televisión y que consagró a este pequeño gran hombre, de rostro común, de apellidos comunes. El perfecto disfraz para esconderse detrás de cientos de personajes. Exactamente, 262 entre cine y televisión. 225 solo en cine. Más el teatro en el que debutó y al que no volvió demasiado porque le resultaba “claustrofóbico”, decía.
“Ya te digo que el esfuerzo, el sacrificio y la obsesión te acompañarán de por vida y cuando aflojes estarás perdido, hijo mío”, le escribió a su hijo José Luis López Magerus. Esfuerzo, sacrificio y obsesión definieron su extensa y abultada carrera, probablemente marcada por la escasez que vivió de niño y adolescente en el Madrid de antes, durante y después de la guerra, criado por su madre modista y su abuela en el barrio de Lavapiés.
López Vázquez era un perfeccionista hasta la extenuación. Solo así creía alcanzar esa naturalidad del español medio con la que hizo reír en sus comedias más populares, junto a Gracita Morales (Operación secretaria, 1967; Operación cabaretera, 1967…). O transformarse y desaparecer en dramas y complejas historias, como en alguna de sus obras maestras: Peppermint Frappé, de Carlos Saura (1967); La prima Angélica, también de Saura (1973); Mi querida señorita, de Jaime de Armiñán (1917)… Berlanga quería contar siempre con él, y lo hizo en gloriosas experiencias: Plácido (1961); El verdugo (1963), ¡Vivan los novios! (1970) la trilogía de La escopeta nacional (1978-1982)… El mismísimo George Cukor también vio en él al mejor actor del mundo y, después de trabajar juntos en Viajes con mi tía (1972), le ofreció una carrera en Hollywood, pero José Luis dijo que no por el inglés. Seguramente, fue al único que rechazó. Para el resto siempre fue y será: un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo. Irene Crespo