Extinción orígenes jackie y la caída de los ángeles

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JACKIE Y LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES Un hombre trajeado y armado hasta los dientes caminaba tranquilamente por la plaza del 777 Tower, uno de los rascacielos más importantes de la ciudad. Era un hombre alto, de pelo negro y en punta, ojos azules, cara alargada y gesto serio, típico de un malote de película. A su alrededor la gente se movía de un lado para otro, gritando. Finalmente, los No Muertos irrumpieron en el Bastión trayendo la muerte con ellos, después de tres meses de resistencia, que fueron muy duros. Jackie se encontraba precisamente en la ciudad cuando todo surgió, cuando los No Muertos empezaron a hacer estragos en el mundo, cambiándolo todo para siempre. Él pudo conseguir entrar en aquel bastión, protegido por varias murallas de coches y planchas de metal, pero nada pudo frenarlos, al final. Antes de entrar en la 777 Tower, un No Muerto fue hacia él, dispuesto a despedazarlo. Con gesto aburrido, sacó una Glock de una de las fundas de su cinturón de armas y le voló la cabeza sin mostrar expresión alguna. Subió por uno de los ascensores de aquel rascacielos, observando cómo todo se iba al carajo. En ese bastión vivían alrededor de doscientas personas, pero al principio fueron unas setecientas. Las múltiples incursiones en busca de suministros por la ciudad y las otras múltiples enfermedades que no tenían nada que ver con el virus Zombie, se encargaron de mellar tanto la población. Toda la gente del bastión se acomodó en aquel rascacielos dedicado antes del Apocalipsis al papeleo de múltiples empresas por todo Estados Unidos. Era un complejo de oficinas, y hubo que adecuarlo para vivir de manera cómoda. Jackie sonrió mientras pensaba eso. En su vida nunca estuvo como en aquel edificio, rodeado de gente, y siempre pensó en irse. Jackie era un lobo siolitario desde siempre, y añoraba esa grandiosa libertad. De vez en cuando venía algún trotamundos que traía noticias inquietantes. Todo lo que averiguó Jackie de todos ellos le indicaba que existían al menos unos cien bastiones repartidos por toda NorteAmérica, y casi todos estaban mejor preparados que este. Pero él no tenía intención de ir a ninguno de ellos. Viviría solo, cubriéndose a él mismo las espaldas, y de vez en cuando, de los objetos que consiguiese en los viajes, haría algo de fortuna en algún bastión y viviría relajadamente durante unas semanas y otra vez a empezar. Esa era la vida que elegía, y estaba seguro que le iría muy bien. Un sonido agudo le indicó su llegada a la azotea. Cuando salió al exterior, le agradó ver que alguien había sellado la puerta de emergencia que daba paso a las escaleras. A la derecha, vio dos aparatos que identificó como parapentes. Y en una de las esquinas de la azotea, pudo ver a un hombre de mediana estatura, negro, y que pasaba ya de los cuarenta. El pelo rizado ya lo tenía lleno de canas, y la perilla también. La cara sonriente de Dominic O´Hara giró hacia él. − ¡Vaya, Jack! Sabía que vendrías. Ven aquí un momento conmigo. − Claro, viejo amigo.- dijo Jackie. Se puso al lado de él, observando toda la


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desolación que estaban dejando los No Muertos en aquel bastión. En ese momento observó que había una botella de champán al lado suyo, y dos copas preparadas. Jackie se puso a observar la botella. ¡Vaya! Debe ser un champán caro, nunca me he topado con esta marca. ¡Y se llama como tú!- dijo Jackie, riéndose. Es una botella de Dom Perignon Rose. Hay que celebrar el año nuevo con estilo, ¿No crees?- dijo Dom, descorchando la botella y llenando hasta arriba el baso de Jackie. También se llenó el vaso a él y levantó la copa.- Brindo por el nuevo año, Jackie. Que nos traiga prosperidad. Con sobrevivir creo que es suficiente.- dijo, chocando la copa de Dom.- Me resulta triste que haya caído este bastión. Empezaba a sentarme a gusto aquí. No mientas, Jack. No parabas de quejarte de lo mal que se vive aquí, y de la escasez de mujeres.- le replicó Dom. Jack no dijo nada.- Era algo inevitable. Tarde o temprano algún imbécil de las incursiones entraría infectado, o alguna parte de la muralla fallara... es un bastión en sí poco preparado para estar en el centro de una ciudad con casi cuatro millones de habitantes. Ya, supongo...- dijo Jack, sacando un cigarro y encendiéndolo en su boca. El humo empezó a ascender sobre ellos, mientras Jack le daba unas hondas caladas al cigarrillo.- ¿Y cómo vas con la guía esa que estás haciendo? Muy bien.- dijo Dom, satisfecho.- “El mundo después del Apocalipsis, Guía para la supervivencia.” Un título demoledor, ¿No crees? Si, ya me he leído el libro, o mejor dicho, los bocetos que has hecho. Es interesante, y los consejos que escribes vienen muy bien si quieres sobrevivir allá afuera. Creo que me ayudará mucho.- admitió Jack. Si, me ha costado tenerlo a punto, y reconozco que aún me falta completarlo. Hasta que no ponga en práctica algunas teorías... El camino hacia La Roca me dará todos los datos que necesito. Realmente yo también quería salir de aquí. Tú no querías salir de aquí.- replicó Jackie, sonriendo.-¿Cuanto debías en las mesas de juego? ¿Sesenta mil dólares marcados? Sesenta mil quinientos, para ser exactos.- admitió Dom, a regañadientes.- Tuve una mala racha. Has tenido una mala racha siempre que has jugado.- dijo Jack, poniendo gesto serio.- Eres un jugador pésimo, espero que en La Roca no cometas el mismo error. Dejemos de hablar de tonterías.- dijo Dom, intentando dejar atrás sus problemas de juego.- Quiero que aceptes este regalo, de parte de Santa Claus. No te regalé nada por navidad.- dijo Dom, con un tono de culpabilidad fingido. Dom sacó un pequeño paquete envuelto en papel de regalo color violeta. A Jack se le llenó el gesto de sorpresa mientras desenvolvía el regalo. Cuando lo tuvo desenvuelto, observó el pequeño objeto que cayó en su mano. Era un aparato pequeño, con una pantalla en el centro, muy parecido a los GPS de los coches antes del apocalipsis. En una de las esquinas estaba dibujado el símbolo de AllNess.- Es un GPS de última tecnología.- explicó Dom.- Los sacaron a la venta unas semanas antes del comienzo del Apocalipsis. Yo me hice con dos


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antes de venir a Los Ángeles, en mi ciudad natal, Salt Lake City. Te doy uno de ellos. ¿Tú crees que funcionarán?- preguntó Jackie, extrañado. En esos momentos casi todos los satélites que rodeaban la Tierra estaban inoperativos. Todos, menos los dos anillos de satélites de AllNess: El Baelnius, que servía para poder comunicarse con cualquiera que tuviese acceso a la red en cualquier parte del mundo, y la Tiraltius, que ofrecía un imagen con movimiento de cualquier parte del globo a quien tuviese acceso a ella. Sí, claro. Estos GPS tiene acceso a la Tiraltius, funcionarán sin ningún problema. Además, he hecho algunos cambios en los GPS. En los dos, me refiero, yo tengo la pareja. Y por los sitios que pase yo, o pases tú, el GPS se actualizará marcando las carreteras que están transitables y cuales no, y le pasará los datos todos los días a las doce de la noche al otro GPS. Así, si tú vas a pasar por algún sitio por el que he pasado yo, sabrás si puedes circular por esa carretera sin problemas. ¿A que es magnífico?- dijo Dom, con una sonrisa. ¡Vaya!- dijo Jackie, impresionado. Realmente no es esperaba que Dom le diese sin pedir nada a cambio algo tan valioso.- Qué decir, no sé. Gracias, Dom. Oye, me habrás traído algún regalo a mí, ¿No? Pues no había pensado en ello.- dijo Jackie, mintiendo. Sí que pensó en darle algo a Dom, pero por ser un impaciente pensaba tenerle en ascuas. Serás rata... Bueno, no pasa nada. Vayámonos antes de que los No Muertos lleguen a la puerta de la azotea. La he bloqueado, pero no creo que aguante mucho, la verdad. ¡Que no, idiota, sí que te he traído algo!- se delató. Dom se acercó a el, sonriendo, y pidiendo disculpas en silencio por haberlo llamado rata. Jackie sacó un fajo de billetes y se los puso en la mano a Dom. Dom los inspeccionó, y un dibujo que no había visto nunca en un billete le devolvía la mirada. El símbolo de AllNess estaba en el centro del billete, mientras que en la otra cara había un dibujo de una ciudad amurallada que solo podía ser La Roca. El billete era de color azul, y tenía la cifra quinientos.- Son billetes de quinientos créditos. En total, unos veinte mil créditos. De sobra para empezar en La Roca. ¡Vaya! ¿Cómo los has conseguido?- Los créditos eran la moneda oficial de La Roca, según habían oído, y los antiguos dólares o cualquier otro tipo de moneda de antes del Apocalipsis allí carecía de valor. Los gané en las mesas de juego hace unos días, a un viajero.- Dom arqueó las cejas. Dom sabía que Jackie no jugaba. Era un jugador mucho más malo que el propio Dom.- Vale, se los robé en un momento de descuido. ¡El tipo iba borracho como una cuba!- dijo Jackie, intentando justificar el robo. Bueno, de poco sirve lamentarse por algo que en estos momentos está a la orden del día.- dijo Dom, poniendo fin a la conversación. De repente, un gran golpe les alertó. Los No Muertos ya habían llegado a la azotea, y estaban golpeando la puerta con fuerza.- Nos tenemos que ir, Jack. Espero poder volver a verte pronto.- dijo Dom, mientras iban corriendo hasta los parapentes. Mientras se los ajustaban, Dom siguió hablando con Jack.


− Entonces, ¿No te quieres venir a La Roca conmigo?- dijo Dom, intentando persuadirlo. Pero Jackie ya había tomado una decisión. − No, viajaré solo. Es posible que nos veamos algún día, viejo amigo. − Vale, me rindo.- dijo Dom, agachado un poco la cabeza.- Te daré un último consejo. Ten siempre una vía de escape, o tantas como puedas. En este mundo lleno de No Muertos, viajar solo casi es un suicidio, y tener salidas por doquier no viene mal. − Si, quizás tienes razón. Pero voy a seguir lo dicho en un antiguo refrán que mi madre solía decirme. “Perro solo, bien se lame.”- y dicho esto, saltaron hacia el vacío, mientras los parapentes hacían su trabajo y los mantenían en el aire. Todo el bastión estaba ardiendo, y cuando este cayese por completo, ellos dos estarían muy lejos, siguiendo vidas muy distintas.


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