publicación sobre estudios y manifestaciones afrodescendientes
EDICIÓN Nº 3
issn 2215-8529
Universidad Nacional de Colombia Cra. 45 No 26-85 Edificio Uriel Gutiérrez Sede Bogotá www.unal.edu.co
Revista Kumba es una publicación carácter interdisciplinario de la Universidad Nacional de Colombia y de los estudiantes vinculados a Grupo de Estudios Culturales Kumba. Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar.
Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá Facultad de Ciencias Humanas y Facultad de Artes Contacto Grupo de Estudios Culturales Kumba revistakumba@gmail.com, Facebook: Grupo Estudios Culturales Kumba Página web: http://revistakumba.wix.com/inicio issuu.com/gestiondeproyectos RECTOR Ignacio Mantilla Prada VICERRECTOR Diego Fernando Hernández DIRECTOR BIENESTAR SEDE BOGOTÁ Oscar Oliveros COORDINADORA PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS Elizabeth Moreno DECANO FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Sergio Bolaños Cuellar DIRECTORA BIENESTAR UNIVERSITARIO CIENCIAS HUMANAS María Elvia Domínguez Blanco DECANO FACULTAD DE ARTES Rodrigo Marcelo Cortés Solano DIRECTORA BIENESTAR UNIVERSITARIO FACULTAD DE ARTES Sandra Burbano López
Revista Kumba 2013 / Volumen 1-Número 3 Noviembre de 2013 ISSN 2215-8529
El grupo de Estudios Culturales Kumba busca ser un punto de encuentro que reafirme la tradición cultural afrodescendiente desde múltiples miradas. Es así como la Revista Kumba, producto del grupo, es un espacio en el que convergen lecturas desde la literatura, el ensayo, la crónica, la reseña y expresiones escritas y visuales en torno a la diáspora presente en nuestro país y continente.
COMITÉ EDITORIAL Aura Catherine Carvajal Jojoa Angie Stefania Rengifo Sergio Andrés Sandoval Correa Diva Marcela Piamba Kimberly Piñeros Chía Colaboradores para esta edición Mateo Ponce Julián López Laura Juanita del Pilar Rodríguez Jonathan Saavedra Corrección de Estilo Albalucía del Pilar Gutiérrez Diagramación y Diseño Andrés Felipe Barriga (PGP) Fotografía de Portada Ángela Isabel barragan Retrato de la serie "Mujeres Afrodescendientes" 2013 isablebarragan.com Impresor GRACOM Grafica Comerciales
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EDITORIAL ENTREVISTA HISTORIADORES DE LOS LEONES Y LAS LEONAS: COLOMBIAYORUBA.COM
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Liliana Rodríguez
LITERATURA POESÍA ¿DÓNDE ESTÁN MIS ANCESTROS? PROCLAMAMOS Ashanti Dinah Bashîr Orozco-Herrera ESTRELLA NEGRA TAMBOR POSESIÓN COLECTIVA NATURANEGRURA SUDOR
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CUENTO EL DÍA DE MI SUERTE
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Óscar Cardozo
Diana Isabel Caicedo
RESEÑA EL CANDOMBLÉ: DE LA RESISTENCIA CULTURAL A LOS PRIMEROS AUXILIOS ESPIRITUALES Jonathan Saavedra HISTORIAS DESCONOCIDAS
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Aura Catherine Carvajal
CRÓNICA NI BRUJA, NI SANTA
Luis Alfredo Cortés
TIERRA DE TAMBORES: EL XVI FESTIVAL DE MÚSICA DEL PACÍFICO PETRONIO ÁLVAREZ Sergio Andrés Sandoval
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ENSAYO EL CIMARRONAJE CORPORAL: LUGARES COMUNES DE LA ESPIRITUALIDAD AFRO EN EL CUERPO. Angélica María Quiñones AFROS E INDÍGENAS: CONVERGIENDO REALIDADES, CONSTRUYENDO IDENTIDADES Karen Lorena Romero
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EDITORIAL Es un gusto, un honor y por supuesto un placer presentar esta nueva edición de la revista Kumba, la cual ha nacido del grupo de investigación que busca explorar las raíces africanas presentes en nuestra cultura. Como en las publicaciones anteriores y en los eventos que hemos realizado, en este número los lectores encontrarán la fuerte presencia de nuestras huellas de africanía, en palabras Nina de Friedman. Esta variedad de textos, pertenecientes a géneros diversos que van de la poesía al ensayo, pasando por el cuento, la crónica, la reseña y la entrevista, mantiene viva nuestra raíz y nuestro compromiso con los ancestros que nos han dado la vida, que nos han brindado la libertad y nos protegen desde la muerte. Así mismo, está latente la visión de nuestra realidad que plasmamos como seres humanos conscientes de sus orígenes. El momento en que pensamos, escribimos, vivimos y publicamos esta revista ha sido de fuertes cambios en Colombia y en el mundo. Anunciado por profecías y vivido en el correr de los días, estamos en una época de muerte y renacimiento. La humanidad profundiza cada vez más su mayor crisis, su capacidad autodestructiva, opresora y ególatra. Nunca antes el mundo había estado tan inestable, y en pocas décadas los sistemas económicos, militares y gubernamentales han demostrado una ferocidad insaciable. El ser humano se encuentra hoy frente a la posibilidad de perder su planeta, que ha sido su madre, su hogar, su sustento, su vida y su cultura, porque un hermano suyo tiene la capacidad destructiva de volverlo polvo. Hoy el problema no es el fin de la humanidad, hoy el asunto es el fin de la Tierra y posiblemente del sistema solar. Nunca antes habíamos estado tan armados y tan reprimidos, tan vigilados y sometidos en todo el mundo bajo una hegemonía única. Estamos en el momento más oscuro de la noche, al borde de padecer una tercera Guerra Mundial (probablemente la última de la humanidad) en cualquier momento, con la tensión corporal, psíquica, mental y social más aguda que nunca. Ya estamos pagando los saqueos desmedidos que han realizado las naciones europeas y sus descendientes en las demás comunidades del mundo. Podemos recordar brevemente cómo fue nuestro origen y nuestro devenir. Venimos de una matriz africana, seguramente cuando América y África eran un solo continente en la Pan Gea (la tierra continental unida antes de los diluvios, terremotos y cataclismos que extinguieron diversas especies y dividieron los continentes). De allí, de esa semilla, poblamos la Tierra que ha sido el planeta más maravilloso, misterioso y vital que cualquier especie puede desear. Somos seres humanos, es decir, biopsicosocioculturales. Somos cuerpo, somos psiquis, somos sociedad, pero sobre todo, somos cultura. La gran mayoría de los seres terrestres somos biológicos, pero pocos tenemos plena conciencia psíquica y social. Aun así, lo que nos ha distinguido de otros animales que también son cuerpo, psiquis y sociedad, ha sido la capacidad de cultivar. En esta crisis de la agricultura, no debemos olvidar que lo que nos hace humanos es el haber descubierto el secreto de la vida. Pudimos entender que la semilla es la fuente de un ser vivo. Que este ser requiere de cuidado y alimento para crecer hasta llegar a su plenitud. Finalmente que la muerte misma, inevitable de los seres vivos, permite engendrar más vida. Aprendimos así a sembrar, a cultivar y a cosechar las plantas para obtener sus frutos. Hay muchos seres recolectores o cazadores, pero el humano es el único animal cultivador. ¿Y qué cultivamos? Plantas, conocimientos, prácticas, artes, lenguajes… Todo lo que es la humanidad, aquello que nos distingue de los demás animales terrestres y que no es la violencia, la agresividad, la posesión y la codicia. Nuestra humanidad es nuestra
cultura, lo que hemos sembrado, cuidado y cosechado. Así, en esta crisis de la educación (a la cual dedicamos la edición anterior), de la salud, de la agricultura, del medio ambiente, de la economía, de los enfrentamientos militares, de los derechos humanos, del planeta mismo, Kumba apuesta por el arte, el conocimiento, los viajes, la escritura, la conciencia étnica de nuestras raíces. Y ser étnico significa saber que todos venimos de una misma matriz y que hemos cultivado distinto dependiendo de nuestro territorio y nuestros devenires. Sin embargo, la pulsión de imposición y dominio sobre los otros ha sido una constante en las civilizaciones humanas. Durante siglos lo que hemos llamado historia ha sido la narración infinita de las guerras constantes entre el ser humano como especie. Toda guerra entre un humano contra otro es de alguna manera una guerra civil. Pero hubo un proceso culminante que ha determinado nuestra realidad contemporánea. Las naciones europeas, principalmente, han querido adueñarse del mundo y oprimir a las demás culturas, buscando homogeneizarlas y esclavizarlas. Desde los griegos y los romanos, hasta los Estados Unidos y las batallas de Hitler, los imperios de los descendientes de europeos han sido los más agresivos, dominadores y nefastos de la humanidad. Entre los siglos XII al XX, españoles, ingleses, alemanes, holandeses, portugueses, italianos, franceses, rusos e incluso estadounidenses (que han sido los americanos que más han pretendido ser eurodescendientes), entre otros, se lanzaron a conquistar, explotar y oprimir al resto del mundo. Empezaron por África y Asia por su proximidad geográfica, luchando contra otras naciones que tenían pretensiones parecidas como ciertas civilizaciones árabes, asiáticas y africanas. En pocos siglos los europeos invadieron y saquearon los demás continentes de la Tierra, lo que no quiere decir que no hayan hecho lo mismo con el suyo. Territorios asiáticos, africanos, americanos y oceánicos se convertían en colonias de países europeos. El descubrimiento de América no fue más que la llegada de los peores invasores que ha conocido el planeta a las orillas de Abya-Yala. Pero desde entonces, los que nos reconocemos como descendientes de africanos, pero también de asiáticos, oceánicos, americanos y por supuesto de europeos, es decir, del ser humano unido a su cosmos tanto en lo físico como lo social, lo cultural y lo psíquico (el Muntu), luchamos por ganarnos nuestra libertad. En este esfuerzo incesante seguimos y seguiremos. Por esto, salimos a cubrir uno de los principales eventos afrodescendientes de Colombia, el Petronio Álvarez, acudimos a los lanzamientos de libros y páginas, vamos a los seminarios, realizamos cineforos y entablamos contactos con el fin de conformar un gran diálogo para mantener vivas nuestras tradiciones culturales y nuestro derecho a reinventarlas. Así seguimos cultivando nuestra libertad de sol a luna….
Y como dicen Celia Cruz y Willie Colón: “Aché para todo el mundo…”
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entrevista
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HISTORIADORES DE LOS LEONES Y LAS LEONAS: COLOMBIAYORUBA.COM El lanzamiento de la página web colombiayoruba.com fue un evento lleno de energías que se conjugaron hacía la religión yoruba y su presencia en nuestro territorio. Para la revista Kumba, fue muy importante asistir y registrar un hecho que habló por sí solo, lleno de música, de palabras de amor y reivindicación de la raíz afro, de comidas y bebidas típicas. En definitiva, fue un encuentro que marcó una amistad entre los dos grupos de trabajo para fortalecer esta red de apoyo con la que estamos despertando conciencias y afrontando nuevos retos para una época en la que los valores ancestrales no solo han sido ocultos, sino también negados. Presentamos a continuación las palabras de nuestros amigos Steven Rodríguez, Mauricio Lemos y Carlos Barrios, coordinadores del programa llevado a cabo el 02 de agosto de 2012. Al preguntarles sobre el balance de la noche, Steven Rodríguez habla acerca de la puesta en escena de un espacio pionero que brindó la oportunidad de intercambiar con personas de la religión yoruba, al igual que reflexionar sobre la conexión espiritual. Para Mauricio, el simple hecho de que la página exista es un avance “re-importante”, a propósito de esto comenta: “nosotros no estamos pensando en hacer dinero, estamos pensando en que la religión yoruba crezca, que se quite la idea de que es algo satánico, de que es brujería. Esto realmente es un tributo a los africanos, cuando yo pensé en Colombia Yoruba pensé en ellos, en nuestros ancestros, o sea, los que hicieron que estemos acá; además tenemos una filosofía de vida que es supremamente importante. Queremos que Colombia Yoruba sirva para que la gente pueda encontrarse, que no vean la religión yoruba como una artimaña para resolver situaciones de dinero, amor o felicidad. Colombia Yoruba es una página que enseña a que te conozcas al hacer tu vida. La religión yoruba no se basa en ser felices, se basa en afrontar las dificultades con entereza”. Sobre el futuro de la página web, Carlos Barrios afirma que es solo el principio de la articulación con organizaciones y comunidades afro, que desde un comienzo empezaron a notar que no existía comunicación, que había dificultad para intercambiar ideas los unos con otros. Por ello, vieron la oportunidad de empezar a tejer estos 6
Mirando por Aura Carvajal
KUMBA
KUMBA lazos, de comenzar a articular, a dialogar y a mostrar qué es lo que han aportado los afro a la sociedad colombiana. Entonces, dice Carlos “decidimos tomar como base algo que nos puede unir: la religiosidad, algo que ha perdido el afro, porque le han metido cosas que en ciertas ocasiones no le pertenecen a mucha gente”. Por ello, afirma que muchos afro, a veces, no se sienten a gusto con cosas que vienen de fuera, porque creen que no es su religiosidad. Incluso en las mismas imágenes no se hayan incluidos, no ven reflejados sus cuerpos o sus sentimientos. Entonces, al descubrir cosas que costó mucha sangre mantener vivas, al descubrir todo el tiempo que ha tomado mantenerlas así, presentes después de tantos siglos, encuentran que toda esa cosmología está aquí y se aloja en algunos sitios que ellos, con su sacrificio, guardaron y desarrollaron. Lo bonito, según ellos, es cómo esa religiosidad yoruba se adaptó en diferentes sitios: Cuba, Brasil, Venezuela y Colombia. Existen ciertas costumbres de pueblos africanos que guardaron esa unión con diferentes culturas indígenas y europeas por medio del sincretismo. Ahora, la discusión puede basarse en cómo sirvió en un momento la identificación de dioses africanos con santos católicos para salvaguardar los fundamentos espirituales de la fe yoruba. Pero ahora no es tan necesario. Hoy en día, comenta Carlos, “no necesitamos igualar a un santo africano con un santo católico. Podemos ahora libremente pronunciar un nombre africano y esa es la cuestión que está empezando, cómo empezamos a revalorar esto”. Colombiayoruba.com afirma la conformación de una red más grande, donde la gente pueda dialogar si les interesa la parte religiosa, encontrando algo confiable, porque en internet existe mucha información de todo con dudosa calidad. Algo que se destaca de la página es que se fundamenta en la literatura tradicional, suscribiendo las referencias adecuadas sobre estudios africanos, cubanos, colombianos, etc., para que haya confiabilidad en la información brindada a los interesados en el tema.
Al preguntar sobre lo que las personas pueden encontrar en la página, Steven afirma que podría resumir todo este proceso con un proverbio africano que dice: Hasta que los leones y las leonas tengan sus propios historiadores, las historias de caza seguirán glorificando al cazador. Dice: “Yo creo indispensable que los afro empecemos a debatir sobre lo nuestro, a retomar nuestras raíces y a fortalecer la parte literaria y muchas partes académicas, para seguir fortaleciendo el proceso, porque ocurre en gran medida que hay muchas cosas para hacer pero dicen que no estamos preparados. Sin embargo, esto queda en comillas porque uno ve afros en la Nasa, afros en todo el mundo… pero en un país racista y colonial como Colombia nos cuesta aportar y reconocer que un afro tiene las capacidades para hacer. Entonces por ello ponemos en marcha esta iniciativa, una página afro que hable sobre el tema afro, arraigado en el tema espiritual: es muy importante que nosotros podamos seguir creciendo y que la gente no lo mire como algo malo, porque la idea es reivindicar nuestros conocimientos, nuestras raíces”. “En el futuro”, recalca Steven, “aspiro a que haya más religiosos en Colombia y que la espiritualidad yoruba se esparza por todo el país de buena forma, que todos tengamos la oportunidad de saber no solo lo que dice la radio o lo que dice la gente… lo que realmente nos interesa es que la parte filosófica, espiritual, histórica y ancestral sea reconocida y vivida”. Así, Colombia Yoruba es una apuesta más a la comunicación, al conocimiento del valor ancestral de las raíces africanas encarnadas en la cultura y la religiosidad que, sin duda alguna, conforman toda una filosofía de vida compleja e inmersa en un mundo mítico que aún falta develar.
sobre la autora Liliana Rodríguez. Geógrafa egresada de la U Nacional de Colombia. Interesada en temáticas ambientales y conflicto por la tierra. Correo electrónico: nelsy.liliana@gmail.com
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Literatura
Marecitos por Aura Carvajal
poesia
KUMBA
¿DÓNDE ESTÁN MIS ANCESTROS? PROCLAMAMOS II
III
Hoy…
Hoy Siglo XXI
Levantamos las pupilas,
nos re-conocemos en los ojos preñados de ensoñación.
en la unidad del sufrimiento,
Somos el Muntu Renaciente,
y aún con nuestros músculos molidos en levadura,
venimos de las costas, las islas, los desiertos
convocamos la rebelión de nuestros pueblos
los mares, los ríos, las ciénagas, los lagos,
en todas las superficies del viento.
los valles, las selvas, los cerros y los montes, y nuestras manos tejen los invisibles hilos de la araña,
Que el temblor de nuestro grito Piel-leopardo,
para des-anudar las sogas del pasado.
paladar esculpido de ámbar y azafrán, re-vestido con el alma del Mbira,
Y en la búsqueda inacabada
—piano de pulgares— / Blues de la Pantera,
de la metamorfosis fecunda,
se escuche en las profundidades de las voces de la tierra.
en la reexistencia acompañada, en la resistencia soberana,
Que el motor de la palabra combativa
en la refundación de nuestra Casa-Vientre,
continúe latiendo como un miasma de mangles y pantanos,
útero de la Matria afro-diaspórica,
para que el sudor que se respira
maduraremos nuestros sueños.
entre nuestras venas de marfil, alimentadas de lucha y esperanza, se continúe nutriendo de senderos…
Que el cemento de la inconsciencia social con su cabello de púas, sus pies de heno y dolor, su silencio de olvido, no convierta en polvo sombrío este fraternal Manifiesto.
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KUMBA
IV Por las cenizas de todos nuestros muertos, esclavizados y esclavizadas sin sombras, sin huellas, sin ecos, zombificados por el estiércol del hambre y de la ausencia, silenciados en la opresión de la podredumbre existencial. Por la remota angustia de las cadenas y las llagas incurables adheridas a la piel de la madrugada, de la noche y bajo el sol.
Por las serpientes de Elegguá, mordiéndose las colas trenzadas en su danza guerrera; hoy proclamamos nuestra Canción Posible, rima consonante de guaracha, maraca y bongó, Canto-Orikí ritmado en aire de Bullerengue silbante, que se sacude como un trémulo lumbalú de laberínticos tambores:
Suto ta akí yolando i éle guatiando i rindo re ma. [Estamos llorando y ella (la muerte) nos está viendo y se está riendo]. Igchá leko, igchá leko pa bo rekansá i kujé riro!.. [Expresa tus lamentos, eso te permitirá desahogarte de todo sentimiento que llevas guardado].
Para que ya no seamos fragmentos de mapas exiliados, ni cuerpos disecados en bolsas negras, ni manos encadenadas pintándonos el alma de miedos; ni crujir de dientes que mastican grilletes mientras cuelgan nuestras cabezas, mientras arden nuestros cuerpos en la hoguera. Para que dejemos atrás las calcinadas hojas de la plantación de banano, el latifundio de cacao donde los pájaros lloraban de agonía a lo lejos, los oscuros socavones de las minas alumbradas con el resplandor de los huesos. Para que renazcan de dignidad
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las voces ulceradas la sangre derramada los espíritus olvidados.
Para que ya no bostecen más los ancestros en medio de las cadenas oxidadas; en aquellas selvas donde los enormes troncos de la h-istoria arrastraron las verdades del tiempo.
Hoy estamos aquí convocados para emprender el viaje de retorno hacia la Ruta de las Canoas, para remar caminos certeros de otra orilla, a un sitio donde por fin un nuevo sol nos espera; donde se encienda la saliva sagrada de los ancianos; allí ombligaremos la tradición en el aliento de la semilla. Porque nosotros: Kombilesas, Ekobios, Cimarrones, Cimarronas ¡Hemos nacido para contar esa parte de la historia, que lleva más de cinco siglos clamando justicia y libertad!
sobre la autora Ashanti Dinah Bashîr Orozco-Herrera, seudónimo de Dinah Orozco Herrera, nació en Barranquilla (Caribe Colombiano). Es Licenciada en Lenguas Modernas español-inglés, Universidad del Atlántico (2004), Magíster en Lingüística y Literatura Hispanoamericana del Seminario Andrés Bello, Instituto Caro y Cuervo (2009), Vicepresidenta e Investigadora de la Fundación Cultural e Investigativa Macondo y Son (sociedad entre académicos del Caribe Colombiano y Cuba), Docente de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Licenciatura en Pedagogía Infantil y de la Universidad Minuto de Dios. Ha participado en diversos concursos de poesía en los que ha ganado varios premios. En el campo académico sus investigaciones han sido enfocadas en el estudio del racismo en los textos escolares hacia la comunidad afrocolombiana desde la perspectiva teórica del Análisis Crítico del Discurso y el análisis de las literaturas caribeñas, afro-latinas, afro-colombianas y afro-caribeñas contra-hegemónicas del sistema/aparato de poder y control moderno-colonial desde el Psicoanálisis, la Mitología, la Sociología y Sociocrítica de la Literatura, los Estudios Culturales, poscoloniales y des/coloniales. Muchas de estas investigaciones han sido socializadas y/o publicadas en el ámbito académico local, nacional e internacional. Correo electrónico: dinah.orozco@gmail.com
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Fotos Julián López
Estrella Negra “La negra re mi arma mía,
Las estrellas te envidian, los astros te alaban,
mientra yo briego en la ma,
todos tan comunes, tu mi niña zamba,
bañao en suró por eya
yo soy el afortunado de tenerte como musa,
¿Qué hará? ¿Qué hará? ”
de que seas mi inspiración,
Candelario Obeso, Canción del Boga Ausente, Poesías
de besarte como excusa.
Allá va, allá va. Corre, suéltate niña africana,
Siempre estás en constante fulgor,
hermosa pieza de la constelación
eres mi deseo, mi recurrente canción,
que supera las distinciones de esta simple raza humana.
explosión de ritmo y danza,
Miro al cielo, tu lumínico resplandor me abraza,
fusión de calor y sudor,
pero soy un inconforme, quiero un rapto,
ébano hecho carne, carne hecha pasión.
quiero tu eterna noche en mi casa.
Hembra, mujer, diosa, naturaleza, origen y final, orden y caos, luz y oscuridad, tú mi estrella negra y la verdad no hay nadie más.
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Tambor “Al bravo ritmo del candombe
Pum-pum, pum-pum,
despierta el tótem ancestral;
hipnótico y cósmico, la noche y los grillos son mis testigos,
pantera, antílope, elefante,
se cuece el alba a pedazos,
sierpe, hipopótamo, caimán;
con cada golpe de este viejo tamborcillo.
en el silencio de la selva bate el tambor sacramental,
No bailo en soledad, tengo a los muertos y también a los vivos,
y el negro baila poseído
ellos son mi repertorio,
de la gran bestia original.”
los desaparecidos por el olvido.
Luis Pales Matos, Numen Tambor, tambor, el instrumento con el cual he nacido, Suena un ritmo misterioso en la jungla de mi alma, un ritmo lleno de gozo, de cantores y de raza;
Las cándidas ceibas, la manigua y sus pasillos, todas ellas lo han oído y también han sido parte
no son flautas, ni guitarras, ni tampoco son maracas, son recurrentes sensaciones de esta selva que es mi casa.
de su historia y de su ritmo. Pum-pum, pum-pum…
A cada pum-pum, pum-pum, que resuena por el aire, mi corazón responde ligero y sin afanes, son fogatas mis sentidos y de lava es mi sangre; la posesión se hace inminente, el negro se hace baile, una negra lo mira y ya son dos los culpables.
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Fotos Julián López
Posesión colectiva “… Es la raza negra que ondulando va
El ritmo es inevitable, la explosión se da enseguida,
en el ritmo gordo del mariyandá.
los cuerpos de inmediato se levantan,
llegan los botucos a la fiesta ya.
la sangre ya está hervida,
Danza que te danza la negra se da…”
movimientos alternos imposibles para la vista,
Luis Pales Matos, Danza Negra
la pasión y el deseo, la carne se pone arisca.
Hoguera humana, sensación divina,
Una tormenta de titanes, una lucha por la vida,
tel baile y sus integrantes,
numerosos seres ancestrales
el negro con su tambor, exalta el cuerpo
bailan juntos, se devoran y gritan,
lo hace feliz y lo anima.
la posesión se ha hecho inminente, todos están aquí Congo, Camerún, Colombia, Martinica y Haití.
tPronto vendrá el ritual, la posesión colectiva, los animales serán invocados, de Tombuctú a la India, niños con rostros pintados, hombres armados con cintas, mujeres esperando su parte, ancianos de pie suspiran.
Arde, arde solemnemente la hoguera, ya no son cuerpos los que bailan en cadena, se han convertido en danza, entes pasajeros de una posesión tamborera.
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Naturanegra “Verde negro y verde verde,
bejucos, payandes y guácimos,
la selva elástica y densa,
el arte natura, la naturanegra al verde vivo.
ondula, sueña, se pierde. camina y piensa.
Una bolita de lava se pasea por todo mi cuerpo,
Y el boga, boga.”
mi piel candorosa y negra,
Nicolás Guillén, Una canción en el Magdalena
mi cutis hecha un destello; veo a mi pueblo saludar, al del hogar y al extranjero,
Fluctuantes olas de mar,
pero también los veo indignar cuando abusan de su fértil suelo.
pasivas aguas de rio, niños de vientre abultado,
Micos, papagayos e iguanas se esconden después de vernos,
sonrisas al aire y colores vivos.
sus sonidos nos saludan, nos despiden y no nos hace ajenos; La piragua ya despega,
El negro y su atarraya, pescando mojarras, nicuros y bocachicos, la negra y sus muchachas, lavando bultos de ropa a la extensa orilla del rio.
es hora de partir lejos de estas indescriptibles tierras en las que espero algún día poder vivir.
Manglares, juncos y culantrillos, bosque espeso, selva negra compuesta de oscuros castillos; caña, guampanas y bananos, el maná de mi Pacífico; 15
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Sudor
“…El viento paso gritando: ¡Qué flor negra en cada mano! La sangre le dijo: ¡vamos! El dijo a la sangre: ¡vamos! Partió, en su sangre, descalzo.” Nicolás Guillen, Sudor y látigo
Cadenas y grilletes, rejos y látigos, el negro resiste, suda y alienta. Llagas y enfermedades, persecuciones y asesinatos, el negro resiste, suda y alienta. Esclavos y humillados, saqueados y explotados, el negro resiste, suda y alienta. Hijos robados y padres aniquilados, mujeres ultrajadas y culturas expropiadas, el negro resiste, suda y alienta. ¿Si todo esto ocurrió y ocurre, como puedes hablar de humanidad y decir que esta raza, mi raza, se ha construido y construye parejamente como todas las demás? Somos hijos de la historia y del sol, del barro y los ríos, del tambor y del canto y nuestra sangre será eternamente un tinto en la sangre del blanco que se hizo amo.
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Mujerchota de Mateo Ponce
sobre el autor Óscar Cardozo, estudiante de la UN. 5 poemas hechos para Angie Rengifo, quien, además, fue parte de mi inspiración para realizarlos. 17
Literatura
cuento
Jonathan Saavedra
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El día de mi suerte Como de costumbre, Alfredo Tabares se acerca. Su blanca sonrisa ilumina por entero el lugar. Junto a su “caminao” van decenasv de miradas. Con sus manos en el bolsillo y su rostro bien dibujado, se desliza en la pista… —¿Bailas, mujer? —¡Vamos! Y salen… “Dices que me quieres, —vuelta— sé que no puede ser, pero cuando tú me besas, te lo vuelvo a creer. —mano en la cintura— No sé cómo lo haces, me vas a enloquecer, las cosas que me pasan, no las puedo comprender…” Lavoe se les mete por los oídos y les resuena en el alma; sus cuerpos enloquecen y convulsionan rítmicamente. Sonrisa va, sonrisa viene. La gota de sudor se asoma, las piernas, instrumentos claves, se confunden. —Tomesiuno, flaco—, le brindan en las mesas. Alfredo agradece y se sienta triunfante. Bebe otro aguardiente y limpia con su mano una pequeña mancha que desentona en la blancura de su zapato. ¡Es el momento! Miro mi rostro en el espejo, delineo mis labios, ajusto mi vestido y reviso las correas de mis tacones. —¿Bailas?
me envuelve, me protege, siento un magnetismo peligroso hacia él. “Échale semilla a esa maraca pa’ que suene chacuchá, cuchucuchácuchá eh…” Su aroma se siente exquisito. Su voz es suave, su paso es firme: canta y baila. Yo aplaudo para acompañarlo. Me toma las caderas. Mis hombros lo seducen, hacen su trabajo. La pista se llena y nos hacen un círculo. Seguimos bailando. Las mujeres no se resisten, piden cambio de pareja. Yo acepto, y Alfredo ríe. Se forma un sin fin de miradas, cantos y palmadas que se convierten en algo sublime. En este sitio se respira un buen ambiente. No hay pared que no tenga a Héctor Lavoe, ni mujer que no sea un poquito Celia; no hay gente de “plástico”, ¡ay, Rubencito! ningún “camaleón”, pero sí uno que otro Casanova mal camuflado. Alfredo va y viene: baila, suda, va al WC, pide otro trago…
saber qué hace los domingos en la tarde y qué canciones le gustan más. Creo que así como él gusta de la música, ella gusta de él. Quisiera vivir solo de noche, quisiera verlo más días a la semana, al menos de lejos, o presentir su aroma entre los secos transeúntes caleños. Suspiro y pienso. Mauro, casi gritando, me saca de mi embeleso: —La última de la noche es conmigo ¿no? —Dale, vamos. Y salimos de nuevo… Cuando se acaba la “pachanga” todo es raro: las sonrisas se esfuman, los ojos se apagan tenuemente, y las sombras de los bailarines se van desdibujando con la llegada del día. Cada uno coge su carro y se va. Mis amigos me hacen señales para montarme al taxi. Este baja por La Quinta.
Yo, desde mi lugar, veo todo lo que hace. Mi mirada lo encuentra, se posa sobre él sin querer quitarse. Trato de no ser tan evidente, claro, pero debo confesar que le sigo la pista hace algunos sábados. Es un gran bailarín, y todo un caballero. El lector sabrá lo que eso produce en nosotras…
La mañana está quieta, como si sospechara el olor del domingo. Miro por el vidrio; Alfredo va caminando, claro, con las manos en los bolsillos. Mi mirada es fija. Él sonríe, pero la distancia nos va apartando hasta que el resplandor de su sonrisa es solo un lejano punto blanco en el asfalto. Yo solo espero que llegue pronto el siguiente sábado.
Hoy, como cada sábado, bailamos pero no hablamos.
Desde un viejo radio de tienda se oye sonar una canción:
—¡Claro, mujer! Y salimos… Su sonrisa es despampanante, no hay ningún toque rucio en ella; su piel oscura
Su negra piel resalta sobre la mía; su olor se queda en mi cuello, en mi vestido, como si quisiera dejar algo suyo en mí. De vez en cuando brindamos a distancia desde nuestras mesas. Quisiera conocerlo,
“Pronto llegará el día de mi suerte, sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará”.
sobre la autora Diana Isabel Caicedo es estudiante de Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle, ha escrito en el periódico La Palabra y actualmente ha participado en memoriavisible.com, un portal que abre campo a artículos, reportajes y demás textos que permiten acercarse a la ciudad de Cali y a Colombia en general. 19
Mujerchota de Mateo Ponce
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reseña
EL CANDOMBLÉ De la resistencia cultural a los primeros auxilios espirituales
Conocer y penetrar en las relaciones entre los aspectos religiosos de la salud y la forma como rituales y cultos afro-brasileños como el Candomblé ayudan a las personas en los procesos de salud y enfermedad fueron las intenciones que el investigador brasileño Estélio Gomberg trazó en su tesis para optar al Doctorado en Salud Pública de la Universidad Federal de Bahía (Brasil). Fruto de un trabajo etnográfico y de una larga vivencia en el mundo del Candomblé, su proyecto, aprobado en 2008 y convertido en libro tres años después por la editorial de esta universidad, ofrece una ventana hacia una trama que demanda cada vez más atención de estudio desde las Ciencias Sociales y se convierte en un trabajo que ilustra con abundancia algunas de las tradiciones vivas de la mayor población afrodescendiente de América. El Candomblé es resumido por Gomberg (2011) como “una manifestación religiosa que resulta de la reelaboración de las distintas visiones de mundo y de ethos provenientes de las múltiples etnias africanas que, a partir del siglo XVI, fueron traídas al Brasil” (p.23). Su fuerza y arraigo radica, entre otras cosas, en la capacidad de aglutinar a esa población africana alrededor de sus creencias espirituales y místicas, ofreciéndole un vehículo que le permite sobrellevar mediante el culto a los dioses africanos, Orixás, Inquices y Voduns, el largo y doloroso proceso de esclavización. Terreiros, Roças, Abaçás o Casas de Santo son los nombres que reciben templos y grupos de culto que van erigiéndose poco a poco como espacios de resistencia cultural y de cohesión social. Es así como se entiende que al lado de estos lugares surjan formas de resistencia política, los Quilombos, equiparables con los Palenques de la Colombia esclavista, que van a estar asociados a las prácticas religiosas africanas y contribuirán en el fomento de los procesos de liberación. La práctica del Candomblé como 20
religión ayuda enormemente en el reagrupamiento de los africanos y sus descendientes; simplificando la historia, se puede advertir que con el pasar de los tiempos y gracias a lo que Roberto da Matta (1987), citado por Gomberg, llama “la capacidad de sintetizar modelos y posiciones de la ideología dominante brasileña”, el Candomblé y sus tradiciones religiosas, divinidades, rituales e incluso fechas importantes y procesos lingüísticos dejan de ser exclusivos de su grupo de origen y pasan a hacer parte del acopio cultural de una sociedad siempre animada a mezclar, unir y conciliar las distintas visiones que confluyen en su territorio. De ahí que el culto a los Orixás, la celebración de fiestas rituales y la gastronomía africana permeen en gran parte de la cultura popular de ese país. Pese a esto, como recalca el autor, el Candomblé y otras religiones afrobrasileñas no dejan de ser vistas con suspicacia por su “origen africano” y continúan siendo asociadas a la práctica de magia, hechizos y maleficios. Dentro del primer capítulo de la obra se encuentra un apartado acerca de la imagen de las religiones de matrices africanas en la sociedad brasileña que hace un breve pero ilustrador relato de la lucha que religiones como el Candomblé y la Umbanda vienen dando desde sus orígenes para legitimar sus actividades litúrgicas y rituales. Con todo, el caudal de saber de estas religiones es más fuerte que la oposición de algunos sectores de la sociedad. Tal hecho se percibe en las intersecciones que plantean frente a cuestiones como las abordadas en la obra del investigador. Actualmente, esta práctica religiosa se ha constituido como una opción terapéutica amplia gracias a que, por un lado, se ha establecido como una alternativa y/o un complemento medicinal que recibe religiosos de manera amplia frente al sistema oficial de salud y, por otro lado, ha incentivado un diálogo con la medicina oficial;
KUMBA diálogo que aumenta el campo de conocimiento del ser humano en lo físico, fisiológico y psicológico. Es interesante revisar el segundo capítulo de la obra, pues ofrece un panorama sobre cómo se están gestando estrategias para insertar los procesos de salud-enfermedad, mediados por el Candomblé, en las discusiones y las agendas de políticas públicas de salud para las comunidades afro descendientes, como punto de partida de una discusión que pudiera llevarse a otros sectores de la sociedad. Siguiendo a Gomberg (2011), para el Candomblé la salud es el resultado del equilibrio entre fuerzas naturales y sobrenaturales, el cuerpo es el principal elemento de ligación entre lo humano y lo sagrado: es la residencia del orixá; la puerta de comunicación entre los hombres y los dioses. De ahí la necesidad de estar saludable, equilibrado, protegido, “cerrado” (p. 34). No solo para permitirle al individuo la práctica de rituales, sino además como garante del propio equilibrio de la comunidad, pues en la cosmovisión de los afro-brasileños el cuerpo es también el espacio propicio para la transmisión del axé, la energía vital. Este término, axé, marca el derrotero del tercer capítulo que junto con el quinto son los ejes centrales de la investigación de Gomberg. Bajo el precepto de que la energía vital debe ser generada y mantenida en cada persona a través de la relación con su orixá, el autor hace un recorrido para ver de qué manera los terreiros, los templos de Candomblé, se constituyen en espacios sagrados de promoción y cuidado de la salud y referentes históricos de culto y nexo con la tierra original africana. Esta conexión, que se da con “el uso preponderante de elementos vegetales en los tratamientos que se prescriben y por la intervención de un agente religioso (madre de santo o padre de santo)” (Gomberg, 2011 p. 55), es clave para entender cómo se tejen los poderes simbólicos y fácticos de estas prácticas y cómo, mediante el acogimiento en el seno de una familia diferente a la biológica, la participación en las ceremonias de iniciación y los rituales a las divinidades, se van abriendo distintos caminos de sanación y equilibrio mental y corporal. Es posiblemente a través del acogimiento y la cercanía entre los practicantes que se facilitan los efectos terapéuticos. El grado de unión que la práctica bajo la tutela de un “padre de santo” ejerce sobre los miembros de la “familia de santo”, como se conoce al grupo de practicantes, teje múltiples lazos de hermandad, solidaridad y reciprocidad que se verán reflejados en el apoyo efectivo a los hermanos de santo que se encuentran en apuros. Esta inclinación a la ayuda mutua, que, de acuerdo a Lima (2003), citado por Gomberg, es típica en la relaciones de la familia brasileña, va desde el acompañamiento físico y moral en los rituales de iniciación y, sea el caso, hasta los procesos de
abordaje terapéutico y sanación (p. 37). De este modo, se entiende porque algunos practicantes llegan a vivir en compañía de su familia de santo: es la posibilidad de experimentar el cotidiano de una familia con todas sus contradicciones y, al mismo tiempo, sus iniciativas de ayuda y solidaridad lo que van a permitir su recomposición como individuo, según apunta Gomberg (2011, p. 38). Así, es fácil entender declaraciones como la de Dorotéia de Oxum, practicante graduada de Ciencias Humanas: “[…] faltaba en mi vida una razón, y el miedo de volverme loca era muy grande. Pero el Candomblé me enseñó a superar estos miedos, estos desafíos; y mi convivencia con la familia de Mamá Nidia fue fundamental para que comenzara a cambiar.” (p. 37) Es común escuchar entre los entendidos referencias jocosas al “hospital de orixás” o a los “primeros auxilios espirituales” para designar la búsqueda de restauración del equilibrio perdido entre cuerpo y mente que un gran número de personas hace mediante el Candomblé. La investigación de Gomberg testimonia, a lo largo de su desarrollo, cómo estas búsquedas y elecciones no están mediadas, como se llegaría a pensar, por carencias relacionadas con accesos a sistemas de salud o educación; no son exclusivas de afro descendientes ni de estratos sociales bajos. Inclusive el propio autor se sorprende al analizar que muchos de los consultantes tienen formación universitaria y son usuarios de planes de salud privados. En realidad, como lo refleja el investigador, se trata de una decisión que se ha venido estableciendo entre iniciados o no, frente a una tradición que se convierte en un “sistema médico complejo” en donde, gracias a una tradición ancestral, las personas buscan soluciones a sus problemas de salud y a sus aflicciones que en últimas son dolencias espirituales. Se trata, efectivamente como lo enuncia el autor, de toda una “medicina afro-brasileña” cimentada en la religiosidad, en la devoción y, sobre todo, en la fe.
Referencias Gomberg, E. (2011) Hospital de Orixás. Encontros terapêuticos em um terreiro de Candomblé. Salvador: EDUFBA
sobre el autor Jonathan Saavedra. Colombiano. Psicólogo. 7cueros@gmail.com. Áreas de interés: culturas colombiana y brasileña, capoeira angola, prácticas zen y clown.
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Catherine Carvajal
Cronica
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TIERRA DE TAMBORES: Crónica del xvi festival de música del pacífico Petronio Álvarez
“Calentura pa’ aquí… EH
“Todo el mundo está bailando
Calentura pa’ allá… EH
Kilele
y gozando…
Yo también lo sé bailar
gozando…
Kilele”
gozando… AY” A ritmo de chirimía en el Petronio, Cali 2012.
La marimba, los cununos y los guasás; los bombos, los redoblantes y los clarinetes; los bajos, las trompetas y los trombones; los pianos, las guitarras y los instrumentos hechos de materiales reciclados; los violines caucanos, las voces y todo lo que pueda vibrar retumbaba por una alegría desbordada. Hechizados por la música de cinco días de festival, el más importante del Pacífico, todos los presentes conformábamos un solo cuerpo que respiraba ritmo, que sudaba movimiento. Éramos la danza viva al son de nuestros tambores, la sangre palpitando en el currulao, brincando con el levantapolvo, arrebatándose en un porro, coreando el pregón de las cantaoras y calentándose con la chirimía. El sabor del mar, verde y enigmático, llegaba hasta las montañas de Cali, ya sea por el viche, el arrechón, el tumbacatre, los patacones con camarón o por el aroma que despide África en todos sus hijos donde quiera que hayan nacido. Ahora, de nuevo, mientras nos miramos a los ojos, nos inundan las voces que cantan incansables, los cuerpos que bailan interminables, los tambores que nos dan la vida para seguirla hasta la Calle del Pecado... En agosto, la ciudad del Valle reafirma su condición de cruce de caminos al convertirse en el punto de encuentro de las músicas afrodescendientes del Pacífico sur y norte de Colombia. Por su importancia como festival musical afro en nuestro país, al igual que por su homenaje a las cantaoras, los integrantes del Grupo de Estudios Culturales Kumba decidimos dedicar este espacio de nuestra revista para hacer una crónica de viaje. De esta forma, queremos narrar nuestra experiencia al igual que destacar las manifestaciones afrocolombianas que se congregan en torno al Petronio Álvarez.
Canto tradicional del Pacífico afrocolombiano.
Podríamos iniciar el relato en el momento en que llegamos a Cali. El olor a caña, los infinitos tonos de verde y el calor ya daban el sabor del valle, ese gusto a familia y melao. Habíamos llegado luego de una noche en bus surcando las montañas de los Andes para alcanzar a ver el primer evento del festival que deja claro su compromiso con las juventudes de la región: el Petronito. Realizado el 15 de agosto en el Teatro al aire libre “Los Cristales”, en las lomas caleñas, donde se ve la ciudad brillando al fondo y se siente la noche más negra que nunca, la caña más aromática que siempre, el Petronito tenía como invitado especial a la Escuela Folclórica del Pacífico Sur TUMAC (quienes fueron ganadores de la Beca a la Creación del Ministerio de Cultura) con su obra Ritos de la Tunda. Después de bajarnos del bus alimentador que nos dejaba en la esquina, llegamos a una gran concha acústica, en medio de un parque, en la cual los niños abrían la temporada musical más pluviosa de Cali con currulaos, alabaos, bundes, porros, entre otros ritmos del Pacífico colombiano. Surgido del proceso “marimbas para la paz”, en el cual se brindó un apoyo a la formación musical de comunidades marginadas, “El Petronito” contó con la participación de nueve grupos nacionales y seis locales, que provenían de Caloto, Timbiquí y Puerto Tejada por parte del Cauca; Tadó por el lado del Chocó; Tumaco de Nariño; al igual que Ginebra, Buenaventura y Cali del Valle del Cauca. Las modalidades y los formatos musicales fueron: violines caucanos, marimba, chirimía y fusión. Las primeras dos, marimba y violines caucanos, son predominantes en la región sur del Pacífico, llegando incluso a Esmeraldas en Ecuador. Entre sus ritmos principales están los currulaos, los bambucos viejos, los berejús, los alabaos, las jugas. En cambio, la chirimía es nativa del 23
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norte, particularmente del Chocó donde acompaña fiestas tradicionales como San Pacho con porros, levantapolvos, polcas, bundes, entre otros. Cada uno de estos ritmos musicales, vivos en los pueblos del Pacífico, fueron bailados con toda la energía que tenían los cuerpos, en una coreografía espontánea y comunitaria, en una gozadera total. Puro vacile, pura rumba buena, puro tambor. Finalmente, el cierre de esta noche tuvo como invitadas algunas cantaoras que impregnaron de río y mar nuestras voces, mientras se despedía una luna rodeada de luceros. El jueves 16, desde la mañana, comenzaba el festival dedicado al compositor del currulao “Mi Buenaventura” con la apertura de la ciudadela cultural y sus muestras gastronómicas, sus bebidas y productos artesanales. Además, esta versión del festival destinaba otro homenaje, que se aunaba al realizado a las cantaoras y a Patricio Romano Petronio Álvarez; con imágenes, canciones y palabras recordamos constantemente, con respeto nicheano, a Jairo Varela. Estas manifestaciones de amor de los habitantes de Cali y del resto del país habían comenzado días antes y habrían de continuar hasta la Feria en diciembre, la cual le fue dedicada. De hecho, este gran salsero chocoano fue hijo de una cantaora como las que derramaban su voz ante los tambores o que recibían los tributos rendidos en este Petronio. Su madre fue Teresa de Jesús Arce, educadora, escritora y poetisa, quien le heredaría la pasión por la poesía desde pequeño. Por eso Kumba también quiere brindar un homenaje al maestro Jairo Varela, allá en su cielo de tambores, porque como dice su canción. “si mi compadre se muere, no es por falta de cuidao, debajo e´ la cama tiene su platano sancocha’o. Adiós canoa…” El jueves y el viernes se realizaron las competencias en las modalidades establecidas por el concurso musical: Marimba, Chirimía, Violines caucanos y Versión libre. La música se tomó las Canchas Panamericanas, donde se estableció el baile como deporte nacional. Ya la negrura se sentía en las cercanías del Petronio y Cali brillaba con un resplandor distinto, una luz
amarilla. El olor a comida de los manglares, ese arrullo de las semillas dentro del guasá, ese abrazo de los amigos que aparecen de la nada. Con Yenyeré, nombre de una organización caleña centrada en las raíces y la cultura afro, pero cuyo significado usualmente quiere decir sabor rumbero, nos disponíamos a iniciar la primera de las cuatro veladas del festival, dos de competencia, una noche de gala y una gran final. Además de la tarima principal, la ciudadela cultural tenía su propio lugar para conciertos, desfiles y bailes. Allí se presentaron desde el mediodía agrupaciones folclóricas de todo el país dedicados a las tradiciones artísticas del Pacífico afrocolombiano. También sonaron las orquestas de salsa entonando los himnos de Niche en homenaje a uno de los poetas más queridos por Colombia. Además de estas noches que nunca se olvidan, se realizaron ciclos de cine africano, conversatorios en torno a la música y la cinematografía del Pacífico, exposiciones fotográficas, talleres y visitas educativas, conciertos y ponencias sobre las expresiones culturales negras de esta región del continente americano. Estos espacios realizados paralelos al festival, ocurrieron en bibliotecas, teatros y salas de la ciudad de Cali, al igual que de poblaciones aledañas como Yumbo y Tuluá. Quisiéramos también agradecer el esfuerzo de los artistas, que incluso llegaron a construir sus instrumentos con materiales reciclados, porque son ellos quienes mantienen viva la música tradicional afrocolombiana. Son tantos los grupos que incendiaron las noches con música, que preferimos no mencionar a ninguno para no dejar de mencionar tantos conjuntos de diversas poblaciones. De esta forma, el Petronio se convierte cada vez más en un resguardo y en un apoyo vital para las artes afrodescendientes del Pacífico. Y es que tanta calentura sube la temperatura, lo que hace necesario ir al río para refrescar los cuerpos más bailados, aquellos que aún andan despiertos después de gozar tanta vida, tanto repique de tambor, tanta marimba embrujada, tanta chirimía y tanto porro…
sobre el autor Sergio Andrés Sandoval, estudiante de la Maestría en Musicoterapia y Especialista en Educación Artística Integral de la Universidad Nacional de Colombia. Egresado de la carrera de Literatura de la Universidad Javeriana y de la Maestría en Literatura de la Universidad de los Andes, donde fue estudiante becado y profesor. Ha sido músico, escritor, corrector de estilo, docente universitario, ponente y conferencista en diversos lugares de Colombia y América Latina. 24
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Historias desconocidas Una aproximación al libro “Afrodescendientes
en la independencia” de Óscar Maturana
Hoy quiero ir a conocer al maestro Óscar Maturana, autor del libro Afrodescendientes en la independencia. Me dispongo a dejar que el tiempo me diga si llego o no, sin afán y con la casualidad de poder encontrarme con mi compañera a las cinco en punto, hora en que inicia el evento en una de nuestras hermosas bibliotecas bogotanas. Emocionada, mientras pienso en este personaje y las historias que nos puede contar como autor, me encuentro con la puerta del lugar cerrada. Un minuto absurdo me recorre la sangre y me pregunto cómo puede estar clausurado este lugar. No es algo extraño en Bogotá, al fin y al cabo es la ciudad de las sorpresas —todo puede suceder—. Y esta ocasión no fue la excepción: el centro estuvo, unas horas antes del evento, colapsado por gases lacrimógenos y arengas que lograron que se establecieran bloqueos y desalojos por diferentes establecimientos y centros educativos. Nadie da información al respecto. Se enmudece la calle y un minuto después aparece alguien desde la esquina: viene corriendo. Un hombre alto, con una tez que me deja presentir que es la persona que quiero venir a conocer. Con una extrañeza infinita choca sus emociones contra la puerta cerrada. Es algo más absurdo de lo que sentí cuando llegué, el ver su cara consternada por tan incalculable situación. No hay nadie, solo unos cuantos que estamos empezando a entender lo que pasa… Que a mí me hubieran cerrado, pues no es tan grave, pero que al maestro nadie le hubiera dicho que se cancelaba el evento, eso sí que es incomprensible. Para muchos, este tipo de situaciones pareciera no tener mayor importancia. Sin embargo, para otros, el estar presente en este tipo de eventos implica algo más que dejar de ir a una cita a las cinco de la tarde. Varias personas viajaron 26
desde diferentes zonas del país para poder asistir, otros dejaron o cambiaron sus actividades rutinarias para poder hacer presencia en el lanzamiento. Para el maestro Maturana, no solo implicó tener que viajar desde Cali hasta Bogotá, preparar su presentación con el asistente de la biblioteca cinco horas antes y dejar sus compromisos familiares y de trabajo. No, para él, el asistir a este evento involucra su vida, involucra 25 años de trabajo investigativo en torno a la historia latinoamericana en un continente donde los relatos han sido mutilados y manipulados a favor de las minorías económicas dominantes de cada época. El evento es solo una punta que se deja entrever de toda esta trayectoria de resistencia. Ya son más de las cinco y cuarto… hay que tomar una decisión ¿qué hacer? ¿Qué podemos realizar cuando de nuevo nuestra palabra ha sido negada? Una vez más, siento como de una u otra forma un espacio de expresión es reprimido, estoy triste. Sin embargo, no todo está perdido y al igual que hiciera Benkos Biojó —si me permiten esta inconmensurable comparación—, hoy decidimos tomar la palabra y hacer este digno y necesario lanzamiento donde el futuro inmediato nos deje. Reunidos los que somos, decidimos dirigirnos, de la mano del cálido Juan de Dios Mosquera, quien aparece como un amigo que nos comparte su casa, a la sede del Movimiento Cimarrón Nacional con el fin de realizar nuestro evento. Porque finalmente de eso se trata, por más que existan dificultades y un sistema absurdo que hoy en día sigue negando espacios y generando sentimientos de tristeza y decepción, fuere cual fuere la excusa para realizarlos, nosotros nos levantamos y seguimos en camino. Así, cuando digo “nosotros” es porque esta historia afrodescendiente es nues-
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tra también. Es aquello que hoy negamos pero que es parte esencial de nuestra cotidianidad, de nuestras raíces olvidadas y tergiversadas. Son las seis de la tarde y comenzamos el evento, esta vez no entre asistentes, sino entre compañeros de resistencia que hoy venimos hasta donde haya que ir, con tal de reconocer una historia nueva, o más bien, una historia verdadera sobre nuestros procesos de independencia. Una historia donde podamos reconocer que el pueblo afrodescendiente tuvo una gran relevancia al tener a protagonistas históricos muy importantes que en muchas ocasiones no solo han sido negados sino blanqueados por los escritores de los libros de historia. Muestra de esto, es lo ya dicho por el maestro Fals Borda, quien manifestó este tipo de atropello con la historia de Juan José Nieto Gil, presidente borrado de la historia de Colombia. Hechos como este, parecen ser más comunes de lo que parece.
entrega, historia, dedicación y ante todo amor por los ideales de un continente libre y fraterno. Son nombres e historias que hoy en día siguen siendo negados, comenzando porque las grandes editoriales de nuestro país no parecen desinteresadas en publicar este tipo de obras monumentales. Sí, a pesar de las puertas cerradas para el maestro, una editorial argentina decide darle puertas abiertas a la publicación de su libro. Un trueno y ruido de lluvia golpea contra la ventana donde estoy sentada… es como un jalón a la realidad. Me doy cuenta de que han pasado más de tres horas en donde conozco sobre nuestra historia negada y que el maestro Maturana está frente a nosotros como una presencia de conocimiento y respeto. No es posible terminar de aprender todo hoy, hay que leer el libro, investigar más, compartir y seguir tejiendo nuevas historias para reescribir nuestro pasado y por lo tanto nuestro futuro. Ya no importa la hora, el tiempo ha comenzado.
Escuchando la historia que nos cuenta el maestro Maturana, empiezan a aparecer nombres y nombres sin fin, héroes anónimos que han sido desdibujados pero que en este libro aparecen reclamando su lugar en el reconocimiento social. Nombres que me llenan de nostalgia por un pasado que no conozco aún, cada uno con una vida de lucha, de
Referencias Maturana, O. (2011). Afrodescendientes en la independencia: participación de la comunidad negra en las guerras de independencia, la historia olvidada. Buenos Aires: Libros en Red.
sobre la autora Aura Catherine Carvajal, lingüista de la Universidad Nacional de Colombia y docente de español y literatura. Etnógrafa y escritora independiente. Intereses: Capoeira Angola, Etnolingüística y periodismo narrativo.
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Ni bruja, ni santa En el altar… José Gregorio Hernández, San Miguel Arcángel, Santa Marta, San Antonio y el Niño Jesús; en el aire, una leve nube saturada por el aroma de velas de colores e incienso, canela, tabaco y eucalipto; las cortinas, de color púrpura, junto con las llamas taciturnas de velones en candelabros de aluminio, llenan la antesala de sombras que se escurren por el suelo embaldosado. Tras una puerta de la que cuelga un crucifijo en madera, doña Pilar fuma el trozo de un tabaco al mismo tiempo que sus dedos arrugados, de uñas largas y amarillentas, que resaltan sobre su piel color marrón, dan vuelta a las cuentas de un rosario; el humo que sale de su boca no deja ver en un principio sus cansados y rojizos ojos; en frente suyo un hombre repite una oración imperceptible con las manos elevadas en el aire. Al final, de los labios pálidos de aquel hombre, sumergido en la más notable concentración frente a lo que Pilar le indica, se desprenden unas devotas palabras… “Santos Arcángeles. Ministros de la luz del Señor, han evocado su nombre los más poderosos para recibir la poderosa gracia del infinitamente eterno. Yo también humildemente os pido que seáis mi ejército aliado en el combate, mi defensa férrea ante la tentación, mis guardianes en el momento de mi muerte”. Cuando el hombre se ha retirado de la habitación, más oscura que la antesala, donde se puede ver con gran esfuerzo un cuadro del Nazareno de Magüí “Santo patrón de los nariñenses”, doña Pilar suelta de sus labios un blanco y espeso escupitajo, diciendo: “Yo no soy ni bruja ni santa… mi único compromiso es con las ánimas del purgatorio; los que vienen aquí es porque creen que se van a curar, yo les digo qué les han hecho y sin la necesidad de devolver el mal curo a las personas que lo necesitan y le dejo el resto a mi Dios, porque en el camino es donde los buenos y los malos se ven las caras”. Alguien toca a la puerta. Esta vez entra una mujer menuda que viene con un 28
niño aferrado a su mano izquierda, mientras que en la otra trae una bolsa blanca. “Tiene mal de ojo”, dice doña Pilar entre dientes. — ¿Me trajo lo que le pedí? — dice, con una voz ronca e imperiosa, mientras hace gárgaras con agua. —Sí señora, aquí tengo todo. En la bolsa hay unas cabezas de ajo, algunas hierbas, cintas de color rojo y unos cuantos limones; dentro de la habitación el niño empieza a llorar de un momento a otro. *** Pilar Matamba, como se la conoce, es una mulata de huesos largos y articulaciones conservadas; de ojos inquietos, con pupilas que se mueven incesantes entre sus órbitas; del color de la tierra mojada y de cabello tupido, surcado por hilos blancos, probablemente testigos de un pasado del que escapó hace algunos años, huyendo de una tierra que le había dado todo, hasta que los muertos empezaron a perseguirla, junto con las balas de los guerrilleros, que la acusaban de bruja. —Nací cerca de Bocas de Telembí, frente a un río por donde subían barcazas de guineo, yuca y chontaduro; donde la gente sacaba las trancas de las puertas a las cinco de la mañana para madrugar al monte, y las volvían a poner a las seis de la tarde para cantar arrullos, tejer canastos de paja y librarse de las visiones que salían a espantar a orillas del río; esos eran otros tiempos, donde los niños nacían con virtudes, y los viejos tenía que echarles agua bendita antes de que el diablo se los llevara. Mi abuela, ánima santísima, decía que yo había nacido con una virtud. Nadie le creyó hasta que empecé a ver gente muerta en sueños, gente viva que se enfermaba y moría, porque les picaba una culebra o porque ya era su hora. La primera vez que me di cuenta de eso fue cuando vi salir la sombra de una personita menudita del cuarto de una
vecina que estaba recién parida. Para ese entonces yo ya era una señorita; sentí un frío que me subió por la espalda, no le dije a nadie. Al poco tiempo el bebé de aquella vecina murió ahogado, todavía no lo habían bautizado. *** Doña Pilar Matamba llegó a Cali cuando la situación en el campo se hizo difícil y había que buscar otros medios para sobrevivir y no dejarse vencer por las adversidades. —Aprendí cómo curar el mal de ojo desde muy pequeña, mi abuela sabía, y como mantenía de arriba abajo con ella no me quedó de otra que aprender. Empecé a conocer todo tipo de hierbas curativas. Que esta para la buena suerte (albahaca), esta otra para alejar las malas energías (ruda)… aquella para atraer la buena salud (romero) y otras para que el dinero nunca faltara (verbena); luego a leer las líneas de las manos, y por último a ayudar a traer niños al mundo. Ese fue mi mayor problema; lo demás lo aprendí con los años y de maestro en maestro, pues la “virtud”, como decía mi abuela, es algo que se cultiva o si no… se pierde. *** —El motivo por el que llegué a Cali fue porque me acusaron de bruja —cuando toda mi vida he estado al servicio de Dios y de las almas de los desamparados, que buscan un socorro— y todo porque los niños que nacían cerca de la vereda donde me crié estaban naciendo muertos; para ese entonces, como ya sabía el secreto de algunas hierbas, me culparon de dar bebedizos a las preñadas para hacer que se les viniera el feto y así chuparles la virtud, pues en mi tierra, la que fuera hace muchos años mi tierra, la creencia de que las brujas, en tiempo de preñez de las mujeres, rondaban las laderas del río buscando niños a quién robarle las bendiciones que mi Dios les daba era enorme; y además, desde que mi abuela murió me había convertido en la que curaba el mal de ojo, preparaba los bebedizos para los enfermos y traía
KUMBA los niños al mundo, era la única a la que le caía toda el agua sucia. Cuando los rumores llegaron a oídos de los guerrilleros, me dijeron: Cogé tus cosas vieja hijueputa, y te largas de aquí antes que te matemos…en este pueblo no queremos brujas. Supe que estaban hablando en serio cuando a la segunda advertencia, a pesar de mi terquedad, me pegaron un tiro en la pierna. *** En medio de la antesala llena de sombras, con la complicidad de la luz emitida por las llamas de los velones, se alcanza a ver una cicatriz en forma de estrella que se hunde en un costado de la larga pantorrilla de doña Pilar, esa sería su primera medalla de guerra en reconocimiento a la obstinación de una mujer al “servicio de las ánimas y los designios de Dios”. —Antes de llegar a Cali, que para ese entonces no era más que un pueblo como cualquier otro, con casas de ladrillos, buses que dejaban una cortina de humo negro por las calles atiborradas de vendedoras de mangos y billetes de lotería, de mujeres coquetas al punto del descaro y de hombres con caderas ligeras, me la pasé viajando de aquí para allá aprendiendo los misterios de las cartas, el poder del tabaco y la tierra de cementerio, las ligaduras para el amor eterno y de alguna que otra hierba para curar los males del cuerpo y del alma. En ese tiempo era más fácil ganarse el pan diario, pues solo los que no tenían fe, pero sí tenían plata, cuando se enfermaban, podían pagar un medicucho que les atiborraba el buche de pastas. Los pobres recurrían a la tradición de las hierbas y de los rezos para sanar sus almas y de paso también sus cuerpos, a ellos no les queda de otra que tener fe, prenderle una vela a las ánimas del purgatorio y a la santísima trinidad… esa siempre ha sido la vida del pobre.
—Lo único que ha cambiado esta ciudad han sido sus calles, del resto…hasta la miseria es la misma; cuando llegué, exiliada de mi tierra, pude ver que ya había mucha gente negra en Cali, de toda la costa: Chocó, Tumaco, Guapi, Barbacoas y Buenaventura, y me di cuenta que yo podía convertirme en la persona que les ayudara a convivir con esa miseria, pues me terminaban buscando para que les hiciera este o aquel trabajito, que para la buena suerte, que para ganarse el chance, que para conseguir un buen trabajo, para esto…para lo otro… yo siempre estaba dispuesta a ayudar a mi raza. Porque eso de creer siempre ha sido de los negros, pobres o ricos.
como si fuera la primer vez que aquellas palabras se desprendieran de su boca… doña Pilar declara al mismo tiempo que prende otro de sus tabacos: “Yo no soy ni bruja ni santa… mi único compromiso es con las ánimas del purgatorio; los que vienen aquí es porque creen que se van a curar, yo les digo qué les han hecho y sin la necesidad de devolver el mal curo a las personas que lo necesitan y le dejo el resto a mi Dios, porque en el camino es donde los buenos y los malos se ven las caras. Lo único que está a mi disposición es cobrar…porque de algo he de vivir. La fe es algo que a la larga también cuesta”.
—Pero no crea que dentro de la misma raza no se mata o por lo menos se saca sangre. Dice doña Pilar en tono sarcástico. “Muchas veces me tocó combatir el mal con el mal para salvar mi vida. Cuando comencé a trabajar de lleno con mis conocimientos espirituales me perseguían visiones de noche y de día. Esos que se dicen llamar buenos brujos me querían volver loca; en este negocio se quita a la competencia de encima mostrando lo que uno sabe, cuando me tocó mostrar de qué estaba hecha, como hace muchos años me dijo mi abuela, me arme con Dios de un lado, con las ánimas del otro y con mis trucos a la mano para mostrarle a esos que me querían destruir que como se está de parte de Dios no cuesta estar de parte del Diablo”. En la antesala, doña Pilar termina por convertirse en un ser etéreo a medida que las sombras lo van dominando todo en su totalidad, gracias a la extinción de algunas de las llamas de los velones en los candelabros y de su magra figura; el color de las cortinas no deja percibir, de algún modo u otro, alguna vaga noción del tiempo. De un momento a otro, después de una parsimoniosa pausa donde se le escucha decir con una voz firme y a la vez conmovedora, segura de sí misma,
En el mismo instante que termina su intervención tocan a la puerta. Una mujer de mediana edad, de contextura y aspecto un tanto enfermizo, entra con un bulto de hierbas envueltas en periódicos; la alargada y huesuda presencia de doña Pilar se estremece toda, en medio del banquillo en el que reposa, como si el protocolo de lo que viniese a continuación ya fuera un reflejo de su profesión…
***
—Buenas. Saluda entre dientes la mujer que aprieta el bulto entre sus brazos. —¿Me trajo lo que le pedí? — Hace saber doña Pilar. —Sí señora. Dice la mujer mientras doña Pilar hace el intento de pararse de la silla en la que se encontraba sentada. —Traje todo. Doña Pilar, con disimulada dificultad, se incorpora de nuevo a un estado que acrecienta su importancia en aquel recinto de sombras y de olores aromáticos; una cicatriz en forma de estrella se alcanza a ver en un costado de su pantorrilla; la puerta se cierra tras el crucifijo en madera. Todo vuelve a empezar.
sobre el autor Luis Alfredo Cortés Licenciado en Literatura. Universidad del Valle Esta crónica fue el desarrollo de una investigación eºxhaustiva dentro de las inmediaciones de los barrios del distrito de Aguablanca en Cali, con el fin de retratar muchas de las costumbres religiosas de los desplazados por la violencia en sectores como Chocó, Cauca y Nariño. Tratando de corroborar las maneras de ganarse la vida por medio de la fe en lo que no se ve pero se siente. Correo electrónico: khdra2012@hotmail.com 29
ensayo Catherine Carvajal
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EL CIMARRONAJE CORPORAL
lugares comunes de la espiritualidad afro en el cuerpo
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo.” Cortázar
Hablar de procesos de Cimarronaje donde el cuerpo es quien libera pero al mismo tiempo es libertado, a partir de las estructuras y configuraciones de una serie de hechos tanto históricos como culturales, nos lleva a ubicarlo en el escenario de lo espiritual con relación a lo ritual. Es entonces donde subyace una categoría de análisis, que determina las libertades y acciones del cuerpo con relación al ser y crear afro. Lo ritual como un momento de reflexión que ocupa la vida y la muerte, que formula
en el cuerpo una serie de situaciones, que crea una conciencia sobre sí mismo y sobre el mundo que habita. La palabra ritual en África expresa y representa un lenguaje donde las expresiones del cuerpo son fundamentales y únicas para entender el mundo, un mundo que se configura en la ancestralidad y en los lugares donde la corporalidad se fusiona para crear y recrear el conocimiento que sobre lo espiritual se da.
el cimarronaje corporal en lo ritual En la búsqueda de la libertad, la corporalidad experimenta situaciones que presentan al cuerpo como fuente y manifestación de lo ritual. Para entender este concepto es necesario comprender qué es lo ritual en África y lo ritual en las comunidades afrodescendientes de las Américas. Lo ritual significó y significa en África momentos de reflexión sobre la vida y la muerte, sobre la cultura y la manera de enriquecer o fortalecer el conocimiento, sobre una serie de encuentros con lo natural, con la naturalidad del ser y estar en el mundo; lo ritual guarda un misticismo mágico que le permite al hombre ir más allá de lo que encuentra. Muchas preguntas, pocas respuestas, pueden definir lo que es la ritualidad africana. En las comunidades de América Latina esta ritualidad se convirtió en la manera de reivindicar estos saberes nacientes en las raíces del pueblo africano; el ritual es la preparación y conmemoración de un mundo que subyace a la espiritualidad que siempre ha relacionado la hermandad y la presencia de un encuentro que se dio bajo las condiciones de esclavitud, bajo el rompimiento de situaciones que vulneraron al hombre africano en el territorio americano. Lo ritual en América Latina tomó un matiz de sincretismo fusionándose con las fiestas de las comunidades católicas dominantes en este tiempo, lo cual permitió seguir con una tradición africana bajo la sombra de la religiosidad occidental y darle una influencia de las comunidades negras nacientes en Latinoamérica.
La ritualidad latinoamericana podría definirse como un encuentro donde la corporalidad es fundamental para manifestar esta-
dos de la cultura y espiritualidad. Lo ritual en las comunidades afrodescendientes de las Américas supone una reflexión sobre los estados de lo festivo, lo profano (como lo señala la iglesia) y las interacciones culturales y sociales que surgen alrededor de lo ritual como manifestación de la cultura. Lo profano podría interpretarse como la marca de lo que la iglesia no consideraba propio y consagrado, pero esta profanidad de lo ritual de las formas afrodescendientes en las Américas, no era una honra a los dioses de la santa iglesia, era un encuentro de sabiduría que no se limitaba a la marca de la religiosidad católica y sus tradiciones dogmáticas para los esclavizados y sus descendientes en territorio americano. Lo profano se convirtió en la única manera de mantener vivos los conocimientos de la sabiduría africana en América, por ello lo profano no puede interpretarse como la iglesia quería en aquel tiempo, tiene que verse como un estado de lo ritual en lo cual participan cada uno de los involucrados en esta fiesta. El sentido oculto lo aleja de lo que hoy quiere la globalización y mantiene intacto un momento que para los hombres es importante y les permite encontrarse en distintos espacios de reconocimiento del mundo. Lo fundamental de esta ritualidad y de su carácter festivo es la consolidación de una mirada del mundo que se ve a través de la oralidad del cuerpo y desde allí compone las miradas de una corporalidad que recrea la cultura a través de tradiciones, historia y festejos que se dan en la vida cotidianas de las comunidades afrodescendientes de las Américas. Es así como lo ritual, lo festivo y lo profano son puestas funda31
KUMBA mentales del cimarronaje corporal, mediante lo ritual la corporalidad llega a estados de manifestación propia y de comunicación, a estados superiores de expresión que llevan a crear lenguajes de una escritura que se da en la corporalidad por medio de una liberación del lenguaje. Esta característica de lo ritual y su influencia en la corporalidad afrodescendiente de las Américas constituyen un discurso corporal que fundamenta las bases de su creación en lo ritual, su influencia en la sociedad y sobre todo en la vida de los hombres de estas comunidades. Para el caso de las comunidades afrocolombianas este componente ritual no es tan evidente como en Brasil, Cuba y Haití, países que por su ancestralidad ligada a las religiones de origen yoruba y bantú poseen un discurso corporal íntimamente relacionado con las deidades y con la manera de conmemorar a las mismas. En las comunidades Afrocolombianas la música, la danza y el sincretismo hicieron parte de la formación de este discurso corporal autentico y creativo, lo que deja ver que dentro de los rituales de las comunidades afrocolombianas el elemento religioso no está ligado propiamente a raíces yorubas; es una mezcla de lo tradicional naciente en África y de múltiples formas de expresión que se fueron creando a través de los tiempos. Estas manifestaciones a través de lo festivo constituyen hoy en día la forma ritual en que las comunidades afrocolombianas contienen esta espiritualidad, con matices que permiten diferenciar la estructura y las bases de una filosofía basada en la libertad como recurso creativo y cultural. La cultura es una extensión de las experiencias de la corporalidad, estas experiencias son la manifestación de vivencias escritas en el cuerpo.
rritorio y que este pueda ligarse a la búsqueda del conocimiento. Pero también esta diferencia tiene un punto de encuentro en la forma de experiencias de estados superiores de comunicación y manifestación de lo expresivo. Esta manifestación expresiva representa en el discurso corporal afrodescendiente diversas maneras de construir lo espiritual por medio de una mirada de lo corporal. En lo ritual, los instrumentos son una extensión de la corporalidad fortaleciendo una unidad significativa entre las formas de integración que proponen una comunicación con los ritmos de la naturaleza, de la vida de la ancestralidad. La conservación de esta relación con los instrumentos como parte de lo ritual y como elemento de lo profano, viendo este último como el desafío a formas dogmáticas que ayudó a mantener una cultura que no solo cuenta historias a través de la palabra, las cuenta a través de su corporalidad fusionándose con un ambiente festivo propio de los afrodescendientes de las Américas. Estas relaciones que ligan a las comunidades afro, como ya he venido mencionando, se dan a partir de un legado que conforma una red de conocimientos, complementados en las huellas de africanía sobre el cuerpo; es así como el cimarronaje corporal presenta estos elementos como constitución de su discurso propio. Es importante en esta ardua labor por reconocer el cimarronaje corporal de las comunidades afrodescendientes de América la construcción a partir de la memoria de las comunidades de origen Bantú, Conga, Zulúes, Angola, Yoruba, entre otras. Que constituyeron otros fundamentos del cimarronaje corporal como la música, extensión del discurso del cuerpo, musicalidad corporal.
Las diferencias en lo ritual de las comunidades afrodescendientes de las Américas dejan entrever las posibilidades que tienen los hombres para recrear su espiritualidad de acuerdo con el te-
la palabra hecha musica y la musica hecha cuerpo: lugares comunes de la musicalidad corporal La música en el Muntu, descrita como el lenguaje de la verdad comprendida que comunica y expresa las acciones del cuerpo en un encuentro con la vida y la muerte, este lenguaje de la verdad oculta de los diálogos del cuerpo y de la escritura, se realiza mediante la música en el cuerpo. En África los tambores, las músicas y las expresiones muestran un lenguaje que significa, el movimiento y la transformación a través de la mística y la magia, componentes únicos para la integración de un discurso que nace a través de los sonidos de la música negra. Este legado africano
trascendió las barreras del colonialismo y presenta en América Latina unas comunidades afrodescendientes con una espiritualidad que fundamenta sus discursos en estados superiores de conciencia sobre el cuerpo, resaltando el lenguaje de la música en él. El tambor es el llamador de sentimientos, removedor de males, comunicador de expresiones y de energías que a través de la música van fluyendo en una mística única contemplada bajo el éxtasis que da encontrar a otros en uno mismo.
sobre la autora Angélica María Quiñones. Colombiana. Licenciada en Educación Física perteneciente a la Red de Maestras y Maestros Investigadores Tras los Hilos de Ananse, docente del Movimiento Fe y Alegría Colombia. Investigadora de las raíces africanas en el cuerpo y la música. Direccion de correo: akiroangel@gmail.com 32
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AFROS E INDÍGENAS Convergiendo realidades, construyendo identidades Karen Lorena Romero Leal Entonces no es necesario hacer cambiar de ideas al blanco. Tenemos que cambiar nosotros de ideas. Somos nosotros quienes hemos de cambiar las ideas que tenemos unos sobre otros” Malcolm X
Con este ensayo pretendo dar cuenta de algunos campos compartidos entre la gente ‘negra’ e indígena, así como de lugares de distanciamiento en el proceso de la etnización de la población ‘negra’, en su búsqueda por el abandono del racismo cotidiano e institucional y por la inclusión en la nación colombiana, mediante la garantía de los derechos fundamentales. Este trabajo estará dividido en cuatro partes. En la primera parte, hablaré acerca la configuración histórica de identidades del Otro, los indígenas como Otros institucionalizados y la gente negra como Otro tácitamente por los estereotipos construidos sobre el precepto de inferioridad según la “raza” o el color negro de la piel. En la segunda sección, describiré las relaciones entre estos dos grupos excluidos y marginados, para dar cuenta del intercambio cultural, de manera horizontal y sin jerarquías grupales, con el fin de entender horizontales interculturales, sin relaciones de dominación–subordinación, así como las posteriores alianzas para la representación en la Asamblea Constituyente que trabajaré en la tercera parte, analizando el proceso llamado por Peter Wade como “la indigenización de lo negro”. La última parte, será una síntesis a modo de conclusión y algunas perspectivas en la etnización de la población negra. Por último, haciendo clara referencia a la necesidad de dejar a un lado la escritura académica apolítica y “objetiva”, el/la lectora se encontrará con las palabras Otro y Otredad en mayúscula como medio para visibilizar la diferencia, además utilizaré la categoría “negro/a” como adjetivo y no como sustantivo, este último utilizado, en muchas ocasiones, peyorativamente. La categoría afro en el título es intencionada, pues revela identidades de tipo étnico de la gente negra.
concepciones del otro, categorias de identidad Tanto la población negra como la indígena, sin duda alguna, han compartido una historia de desarraigo, subordinación social y explotación económica; hoy, siguen siendo blanco de discriminación a través de categorías lingüísticas cotidianas y distintos mecanismos que limitan el empoderamiento humano, según los lineamientos del desarrollo capitalista. Sin embargo, la percepción de los sectores dominantes sobre estos dos grupos heterogéneos ha tenido varias divergencias que han percibido a los indígenas como el verdadero Otro (Agudelo, 2005:175) y han moldeado las identidades raciales, luego étnicas, así como su movilización. Tal como retrata Wade, “no se trata de pretender que las condiciones de vida de los indígenas eran mejores que las de los negros o aún las de los esclavos. Pero los indígenas ya eran objeto de atención intelectual, jurídica y administrativa española y portuguesa en una forma que no podía dejar de afectar su trayectoria histórica” (1991: 8). Según el antropólogo inglés, esta diferenciación se debe, en un primer momento, al conocimiento de África, por parte de Europa y la Iglesia Católica, previo a la llegada de los españoles a América. Es decir, los africanos ya eran concebidos como infieles y bárbaros, a quienes se declaraba la guerra para cristianizarlos y salvar sus almas. Mientras tanto, tras debates de humanistas españoles, los indígenas pudieron ser considerados como vasallos directos de la Corona, quienes jamás habían conocido la doctrina cristiana y, por ende, debían ser evangelizados. A lo largo del período colonial, los indígenas tuvieron algún tipo de protección ante la explotación de los conquistadores y fue-
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KUMBA ron objeto de normatividad concerniente a la recuperación de unidades comunitarias establecidas en un territorio determinado conocido como resguardo. De la misma manera, la categoría de “indio” fue institucionalizada en el ámbito fiscal, en cambio, la categorización de “negros” fue ambigua, no institucionalizada y discriminatoria, como actualmente se percibe en los actos de exclusión cotidiana (Cunin, en Rojas, 2004: 69 -70). En el período de la independencia y la configuración de una nueva república, las élites criollas lideraron el proceso de organización política, económica y social de la Nación. Con base en ideas eurocentristas, provenientes especialmente de la Ilustración francesa y el liberalismo económico inglés, con un alto grado de determinismo geográfico y ambiental, se imaginó un proyecto de nación mestiza (Castillo, 2007) en que la preferencia hacia el “blanqueamiento” manifiesta la idea de que una población blanca es la que puede lograr un “desarrollo” intelectual, económico y social, al estilo racionalista. Este imaginario de una sociedad homogénea, con el mote igualitario de ciudadano, desconoció valores culturales y subvaloró dinámicas sociales de grupos humanos que fueron discriminados negándoles espacios de representación política, satisfacción de necesidades vitales, arraigos tradicionales, entre otros. Así, las mujeres, la población negra, los indígenas fueron excluidos e imaginados como “inferiores”. Entonces, la institucionalización, legitimidad y uso de categorías sociales determinan, de una a otra manera, las identidades de los grupos clasificados. Es en esta medida que Elizabeth Cunin explica la falta de movilidad colectiva de la gente negra: “la ausencia de movilización racial colectiva [negra] se analiza como el resultado de la existencia de categorías raciales del mestizaje (negro, zambo, pardo, cuarterón, etc.) que auxiliarían las estrategias de promoción individual más que la defensa de intereses colectivos”. (en Restrepo & Rojas (ed), 2004). La particularidad de la gente negra se halla en el reconocimiento de la “raza” y la construcción de estereotipos racistas por parte de otros sectores de la población que influyen directamente en la identidad de estas personas. Sin embargo, bajo la égida de la igualdad para todos los ciudadanos y la democracia racial, no hay un reconocimiento explícito del racismo en la opinión pública y las instituciones del Estado. A diferencia de esto, aunque un tanto exotizado, está el reconocimiento un poco más extendido e institucionalizado de la población indígena, existiendo, además, una concentración notable de la antropología sobre este objeto de estudio.
En el medio de las relaciones interetnicas Si nos centramos en el Chocó “bio-geográfico”, es posible entrever las relaciones entre la población negra e indígena, exactamente, la etnia emberá. Esto es, entre dos grupos humanos estigmatizados o catalogados en la Otredad, entre dos grupos subordinados y excluidos en la organización socio-espacial y económica de la nación. Anne Marie Losonczy, en su libro La trama interétnica (2006) analiza las relaciones entre estos dos grupos étnicos que comparten espacios geográficos y mantie34
nen un constante intercambio cultural, en la medida en que “no se cae en la fusión identitaria ni en la ignorancia recíproca”, se genera más bien una asimilación parcial como la relación de compadrazgo, para desarmar al Otro, es decir, para evitar las agresiones mutuas de carácter mágico, y además se reproduce la identidad propia y sus límites por intermedio del Otro grupo. “El sistema de intercambios interétnicos y el discurso cruzado sobre el otro trata de hacer ´pensable´ a la etnia vecina. Articulan prácticas y representaciones paradójicas (…) cada sociedad se presenta como una figura de límite para la otra, ayudándola a trazar de nuevo el contorno de su espacio social y simbólico propio” (Losonczy, 2006: 357)
A pesar de la particular forma de enlace cultural entre estos dos grupos humanos, ha existido un proceso histórico de conflicto territorial negro–indígena (Sánchez, Roldán & Sánchez, 1993: 155 – 156) que determinó la ubicación espacial de las comunidades indígenas en las partes altas y zonas no ocupadas, y de las comunidades negras en las partes medias y bajas de los ríos, configurando una especialización de la ocupación de las tierras. Esto se debe al hecho que describe Losonczy, que si bien tanto los emberás como las comunidades negras se ubican en un mismo territorio (Chocó), cada grupo lo considera suyo. Además, a este fenómeno contribuye la explotación minera desde la Colonia, la expansión de la frontera agrícola y posteriormente, a finales de siglo XX y principios del siglo XXI, la colonización de la región por parte de actores armados (guerrilla, paramilitares, fuerzas del narcotráfico) al servicio de formas del capitalismo criminal, como la imposición de megaproyectos provenientes de transnacionales que violan los derechos fundamentales de las personas para sus intereses privados. Es así como las comunidades indígenas y negras lograron desarrollar con el tiempo estrategias de convivencia y formas de sincretismo, claro está, manteniéndose diferencias de estatus por las categorías impuestas por las élites sociales.
De identidades negativas a positivas Como hemos visto, existen varias realidades que afectan de sobremanera a estas dos poblaciones. La constante pobreza de los dos grupos ha hecho que detrás de la clase se encuentre el factor “racial” y étnico, a esto le sumamos la discriminación extendida entre múltiples sectores de la nación, sinónimo de rezagos de una sociedad de castas, excluyente, cerrada por arriba, que mantiene el pasado de subordinación de grupos humanos, desarraigados de su propia cosmovisión, convertidos en animales de carga, reviviendo la esclavitud, la opresión, a través de aparatos como el proyecto de homogenización ciudadana. Los iniciales movimientos negros que reivindican lo negro y piden la satisfacción de derechos negados para esta población, provienen del Pacífico colombiano. Existen también brotes de “proto identidad negra” (Castillo, 2007) en otras regiones donde hay asen-
KUMBA tamientos significativos de gente negra, como la Costa Caribe, las ciudades del Pacífico, el archipiélago de San Andrés y Providencia y Santa Catalina. Las influencias directas, por la ubicación geográfica de puertos como Buenaventura, del movimiento civil estadounidense pro derechos de la población negra, la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, la ideología caribeña de las negritudes, pueden describirse como factores importantes que motivaron la articulación de la especificidad de estas comunidades, de carácter heterogéneo sin duda alguna, a la lucha por derechos sociales. Como lo denomina Castillo (2007), se produce “la politización de la diferencia”. La conformación de distintos grupos reivindicativos —desde la década del 70— pasa por movimientos estudiantiles como el “Círculo de estudios Soweto”, después nombrado Movimiento Cimarrón, y llega a movimientos de base campesina instituidos en el Chocó, como las Comunidades Eclesiales de Base, luego Asociación Campesina Integral del Atrato – ACIA (Agudelo, 2005). Si bien la variedad de movimientos que persiguen diversos fines en el contexto de la lucha reivindicativa no permitió una fuerte articulación nacional que contribuyera a la representación negra en la Asamblea Nacional Constituyente de 1990, es posible caracterizar al movimiento negro, en su conjunto, como principal factor para la etnización de la población negra en Colombia, para la estratégica transformación de identidades que pasan de negativas a positivas, lo que permitirá decirle a las élites políticas y sociales que las comunidades negras también son el Otro, siendo esta Otredad un medio para hacerse visibles en la sociedad nacional. A su lado, encontramos al movimiento indígena que ha tenido más experiencia a lo largo del siglo XX, desde el liderazgo de Manuel Quintín Lame, la conformación de una guerrilla que reinvindica lo indígena y adopta su nombre, así como la conformación de movimientos como el CRIC en el Cauca, la ONIC y la ANUC (Castillo, 2007). La conformación del primero de ellos, se debió a la disociación entre las ideas agraristas por el derecho a la propiedad de la tierra y las ideas de tipo reivindicativo, que subrayan el carácter comunal de las tierras, el acervo cultural y la cosmovisión propia. El recorrido y luchas del movimiento indígena es, sobre todo, lo que determina la representación indígena en la Constituyente, así como la caracterización de verdadero Otro, por parte de la opinión pública. Aunque el único candidato por el movimiento negro, Carlos Rosero, no alcanza una votación favorable para llegar a la ANC, los activistas del movimiento negro fraguaron alianzas con dos de los tres constituyentes indígenas, Lorenzo Muelas y especialmente, Francisco Rojas Birry, representante emberá1. Es posible ver la representación indirecta de las comunidades negras a través del discurso Los derechos de los grupos étnicos de Rojas Birry (1991), en el que aboga, en primer lugar, por el reconocimiento del “carácter multiétnico y pluricultural de la nación”, como presupuesto para la adjudicación de derechos especiales de las comunidades indígenas, población negra y raizales del Archipiélago de San Andrés y Providencia y Santa Catalina. Según Castillo, el proyecto indígena fue ambicioso en la Asamblea Constituyente, pues exigía derechos históricamente negados y otros totalmente nuevos en la normativa del país. Sin embargo, hubo muchos recelos y 1 Previamente, hay una exigencia al Estado de titulación colectiva para negros e indígenas en la Cuenca del río san Juan (Sánchez, Roldán, Sánchez, 1993 como se cita en Agudelo, 2005)
contraposiciones de constituyentes provenientes del bipartidismo y de las élites políticas del país que defendían a capa y espada el fundamento a la propiedad privada, en cuanto a la petición de titulación de tierras colectivas, al igual que el proyecto de nación mestiza. El constituyente define el grupo étnico como “concepto antropológico que designa a una comunidad humana que tiene una identidad cultural particular” y lo define con las siguientes características: “posee un legado cultural tradicional; tiene un sentimiento de pertenencia al grupo étnico; cuenta con formas de organización social y de control social propias distintas a la sociedad nacional, que aseguran la cohesión del grupo; ocupa tradicionalmente un territorio; tiene una lengua propia; además, de haber aportado históricamente elementos culturales a la sociedad cultural”. Haciendo un balance de las propuestas políticas, Teodora Hurtado (en Rojas, 2004: 91 – 92) distingue tres tipos de derechos étnicos, derechos especiales de representación, de autogobierno y multiculturales. Estos dos últimos se basan, principalmente, en la constitución imaginada de comunidades en un espacio determinado; entonces, se selecciona un tipo de población negra, que es la que ocupa tradicionalmente un espacio geográfico, es la única que tiene prácticas de cuidado del medio ambiente, es la que se estipula mantiene el monopolio de prácticas rituales africanas. Son las particularidades que denota Rojas Birry y las reformas que conlleva, las que evidencia una “indigenización de lo negro” (Wade, 2006), esto es, que “las reformas se destacan en montar los derechos afrolatinos en modelos de derechos indígenas”, olvidándose de las diferencias históricas de Otredad, que la sociedad ha concebido, y más que eso, que devienen de su singularidad social. Singularidad que, en sí misma, no es homogénea. Las comunidades negras del Pacífico, ribereñas, rurales son las que acaban etnizándose —sin desconocer el gran activismo desplegado en esta zona—, en la ANC y luego en la Ley 70 de 1993, dejando a un lado la población negra asentada en las ciudades, producto de la búsqueda de oportunidades, a partir de la desesperanza de la pobreza y de la violación de derechos fundamentales por actores armados.
En conclusion Tanto la población negra como indígena han sufrido la destrucción histórica de sus comunidades, el desarraigo social y cultural, así como espiritual y ontológico; todo esto dentro de lógicas plutócratas, como la colonización, la explotación humana y el saqueo de recursos naturales, la división internacional del trabajo, la imposición doctrinal de una sola concepción de “desarrollo” y “progreso”; esto último terminó configurando un proyecto de homogenización, proceso histórico conocido como mestizaje. Sin embargo, no es tan plano y simple cuando este término es utilizado para justificar proyectos de blanqueamiento o argumentos de superioridad racial, pues el mestizaje implicó la existencia de opresores y oprimidos, destruyendo la cultura del pueblo dominado y los enlaces interculturales de sincretismo horizontal, así como la imposición violenta de las prácticas sociales de los conquistadores, alineando a las civilizaciones saqueadas material, social y moralmente. De esta ma35
KUMBA nera, la etnización se convierte, con ayuda de la coyuntura internacional de la globalización, en un mecanismo que reconoce ante el Estado-nación la existencia de grupos que difieren de la organización social construida y teorizada en Europa o Estados Unidos, y que además han sido objeto de discriminación y exclusión según argumentos disímiles de las elites nacionales, de tipo político, económico, pero también intelectual y las que reclaman para sí la fuerza coercitiva monopólica del Estado. Este proceso deviene de un trabajo exhaustivo de la población caracterizada como la Otra para resignificar identidades negativas a positivas, que sean instrumentos simbólicos para sí mismos y para el resto de nación.
Ante los nuevos desafíos de los grupos étnicos, según su cambiante realidad —como la proposición constante de su noción, sus características, los derechos que deben ser garantizados por el Estado, además de la exigencia al Estado con respecto a la protección estipulada en la ley—, la población negra e indígena deberá seguir pactando alianzas y construyendo espacios comunes de lucha. Por ejemplo, no debemos desconocer la necesidad de mecanismos de discriminación positiva que se extiendan a la población concentrada en las ciudades para asegurar mejores condiciones de vida, pues estas personas están siendo constantemente excluidas y no hay seguridad de que el legado cultural sea mantenido.
Referencias Agudelo, C.E. (2005) Retos del multiculturalismo en Colombia. Política y poblaciones negras. Medellín: La Carreta Social Castillo, L.C. (2007) Etnicidad y nación: el desafío de la diversidad en Colombia. Cali: Universidad del Valle. Cunin, E. (2004) De la esclavización al multiculturalismo: el antropólogo, entre identidad rechazada e identidad instrumentalizada. En Rojas, Axel y Restrepo, E (ed) (2004) Conflicto e (in)visibilidad: retos en los estudios de la gente negra en Colombia. Cali: Universidad del Cauca. pp.141 - 156 Losonczy, A. M. (2006) La trama interétnica: ritual, sociedad y figuras de intercambio entre los grupos negros y emberá del Chocó. Bogotá: ICANH, IFEA Rojas, A. (2004) Estudios afrocolombianos: aportes para un estado del arte. Popayán: Universidad del Cauca. Rojas, B.F. (1991) Los derechos de los Grupos Étnicos. En Gaceta Constitucional No. 67. Bogotá, Marzo de 1991. Sánchez, E., Roldán, R., Sánchez, M. (1993) Derechos e identidad. Los pueblos indígenas y Negros en la Constitución Política de Colombia de 1991. Bogotá: Disloque. Wade, Peter. (1991). La construcción de “el negro” en América Latina. Liverpool. ____________. (2006). Etnicidad, multiculturalismo y políticas sociales en Latinoamérica: poblaciones afrolatinas (e indígenas)”. En Tabula Rasa, Revista de Humanidades 4: 59-82. Recuperado el 23 de febrero de 2009 en: http://www.revistatabularasa.org/numero_cuatro/wade.pdf.
sobre la autora Karen Lorena Romero Leal, colombiana, estudiante de sociología de la Universidad Nacional, sede Bogotá. Áreas de interés: la raza y la etnia, así como, los estudios poscoloniales. Contacto: lorcolombia@ hotmail.com
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Se terminó de imprimir en las instalaciones de GRACOM Gráficas Comerciales, Ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia, en la Carrera 69K N° 70-76, en el mes de Julio de 2013. El tiraje es de 300 ejemplares en papel Bond de 90 gramos. Las fuentes utilizadas, Aller, en sus variaciones, Light, Regular y Bold, ambas Roman e Itálica en puntajes 13, 12 y 10, y Bender in line e Itálica, en puntaje 24.
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