Rilttaura No. 6

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RILTTAURA REVISTA DE CREACIÓN ESTÉTICA ISSN 1900-1665 revistarilttaura2.0@gmail.com http://revistarilttaura.blogspot.com Director Andrés C. Barragán F. Comité Editorial Fernando Rodríguez Sebastián Paco Cesar López Fernando Murcia Portada Fernando Rodríguez Andrés Arce Diseño y Diagramación Diego Alejandro Escobar / PGP Impresión Gracom / Tel: 3108230

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Carrera 45 No 26-85 – Edificio Uriel Gutiérrez Bogotá D.C. www.unal.edu.co Rector Moisés Wasserman Vicerrector Fernando Montenegro Decano Facultad de Ciencias Humanas Fabián Sanabria Sánchez Director de Bienestar Facultad de Ciencias Humanas Óscar Iván Salazar Directora de Bienestar Universitario Marta Devia de Jiménez Jefe Programa Gestión Proyectos Elizabeth Moreno

RILTTAURA es una revista de estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia. DERECHOS RESERVADOS. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa de los autores y editores. Esta revista se imprimió gracias al apoyo de la Facultad de Ciencias Humanas y la Dirección de Bienestar Universitario de la Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogotá.


“Mucho se ha especulado alrededor de este extraño nombre. Tanto lingüistas como biólogos se han dado a la tarea de encontrar su significado dadas las extrañas circunstancias en que se llegó a patentar su nombre, ya que el Dr. Schwamhaus, su descubridor, desapareció antes de poder hacerlo con todos los árboles, flores, hongos e insectos que encontró en su expedición. El Dr. Malcom Rays, por ejemplo, asegura que la palabra Rilttaura proviene del verbo inglés rile (irritar) unido a la palabra griega taurus (toro), lo que se ha traducido por la furia del toro, nombre con que se le conoce a esta especie en algunos países de Latinoamérica. Considero que esta interpretación, lingüísticamente forzada, es la menos probable e interesante. Para descubrir el verdadero significado de Rilttaura tenemos que remitirnos directamente a los sucesos que rodearon su descubrimiento. Uno de los pocos hombres que regresaron de la expedición selvática con el Dr. Schwamhaus, Hans Dresser, narró la historia de Rilto, un nativo que les reveló la existencia de Rilttaura y les enseñó cómo ingerirla. Y si nos remitimos a la lengua misiá, propia de varias comunidades indígenas de la zona, encontramos que “ura” significa flor; así, Rilttaura sería la flor de Rilto (aunque se sepa que Rilttaura no es una flor). Lastimosamente el testimonio de Dresser es poco confiable debido al deplorable estado mental en el que arribó de nuevo a su país. Luego de investigar la posible conexión de la palabra Rilttaura con las lenguas indígenas de la región, encontré que en la lengua cahjma la palabra “rilte” significa poder, o saltamontes, según su pronunciación. Por otro lado el pueblo amorash, a orillas del río Amazonas, utiliza la raíz “taurón” para referirse a la creación, al primer día, a lo hecho por un Dios. Sin olvidar el significado de la palabra “ura” para la lengua misiá, tendríamos varias posibles lecturas de Rilttaura: el saltamontes creado el primer día, la flor del poder, el poder de creación, la flor del saltamontes, todas muy acordes con esta gran leyenda que se ha construido alrededor de Rilttaura y de la extravagante personalidad de su descubridor. Todo esto sin descartar un posible error en la digitación por parte del secretario, tan comunes en las notarías europeas de aquella época.” Philipus Meligeni, Selvas Sudamericanas: Botánica y Simbología, Ed. Belo Horizonte, Mérida, 1952, pág. 129.

Editorial

“...especie vegetal endémica de la zona nororiental suramericana. Además de ser uno de los descubrimientos más recientes y controversiales en el campo, su divulgación constituye hoy en día uno de los dilemas éticos más considerables de los últimos años. Razón por la cual catalogamos la existencia de dicha especie pero nos reservamos su descripción exacta.” Diccionario Enciclopédico Catedrático, Ed. Nueva España, ------, 1915, pág. 527.

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Narrativa

ía s e Po 4

Encuentro con el autor

a

ñ Rese

Reflexiones


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Enrique Rodríguez Pérez

Poemas inéditos

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Enrique Rodríguez Pérez

La Cita

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Gustavo Marcelo Galliano

Hoyos Negros y La Alacena

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Javier Moyano

Cuando los dedos de la noche insaciable

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Analía

El derecho a comer en paz

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Carlos

Sólo pido que te vayas...Sólo pido que me dejes ir

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Vladimir Ariza

Alqhonac Llactan; Ciudad de Perros

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Iván Medina Castro

Pregunta una mujer

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Rosita

Y pensar que podría ser todo

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Cassó

Cocacola Co.

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Don Josema

Catarsis

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Dayana Catalina Bustos

Corazonada

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Aymer Waldir

Habitar la sombra

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Maria Alejandra García

Cerebros absorbidos con pajita

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Pablo Volumen

Pechuga entera, por favor

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Francisco Enríquez Muñoz

Asuntos fraternales

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Emil Eton

La tenue naturaleza del rito amoroso

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Emil Eton

Contenido

Bocetos de las escrituras diferidas del poema

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Encuentro con el autor

Por Enrique Rodrígu

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Yo leo en la poesía y después procuro descifrar. A veces, cuando menos me he preparado para esa lectura, llega y me dice: ¿No es cierto que estoy invitada? De pronto comprendo que es cierto, y comienzo a leer en la poesía. Hasta donde yo me puedo abarcar, no puedo afirmar que estaba preparado para esa recepción. LEZAMA LIMA. (El sistema poético) Come, bebe, devora mi letra, pórtala, transpórtala en ti, como la ley de una escritura que devino tu cuerpo: la escritura en sí. Jacques Derrida (Qué es la poesía) Escritura y efecto Comenzar el ciclo por el final. Por la escritura. Desatar en el tiempo la huella, prolongar la diferencia en el escrito como una marca abierta. Restituir lo desarticulado como caos inicial. En la escritura previa del estar arrojado ya de antemano a la escritura del poema.

ez Pérez

ción de lectura se cruza con una dirección de escritura en diversos sentidos. Así, no estamos en el afuera de la escritura de poema, tampoco en el adentro. Escritura y metáfora Esta ruptura del límite espacio temporal es provocado por la metáfora de su escritura. Juego infinito de metáforas que trastocan el espacio: no hay un lugar ni adentro y ni afuera para estar situado porque el lector es lanzado a un lugar indeterminado; y el tiempo: el lector no está ni antes de la lectura ni después de la lectura del texto lezamiano. La metáfora ha logrado expandirse y retraerse, abre y cierra a la vez el sentido, el espacio y el tiempo. Por tanto, el lector se halla en cierto estado originario del lenguaje, en medio de un logos poético creado por la metáfora; cercado por la palabra que se rompe en sí misma y desde sí misma se enlaza con el mundo, porque el mundo es su origen. Escritura y poesía

Escritura y lectura La escritura como efecto de la diferencia, como multiplicación de las metáforas deja abierta la ruta para ya estar de principio en el entramado. La escritura como rasgo de la lectura, las escrituras como borraduras de las lecturas, entrelazadas como lados opuestos que se tensionan. De ahí que una direc-

Entre ese espacio tiempo intermedio, el lector se ve inmerso en su habitación poética. Se halla en contacto originario con lo que es, entre el aparecer y el ser, entre las cosas, el mundo y su parecer. Todos los ámbitos, los matices del estar y del ser se funden y se tornan tacto del lector, quien sigue leyendo las diferencias, los matices, el entrelazamien-


Escritura y diferencia De ahí que el efecto más sentido de la escritura sea el de la diferencia porque esa ambigüedad del ser y el aparecer provoca una incesante apertura que redirecciona cualquier cierre hacia otros puntos que, a su vez, se orientan hacia otros y así indefinidamente. Entonces, el lector que sigue los indicios de esta escritura no puede situarse en ningún lado ni establecerse en algún ámbito de fundamentación. Siempre se desliza oblicuamente entre los signos, las cosas y todo el entramado de mundo que recorre. Este incesante juego de desplazamiento ocurre en el tiempo que ya no es lineal, más bien simultáneo y cíclico. A la vez, muchos tiempos confluyen, entonces, el tiempo inicial, el tiempo presente y el futuro, constituyen la trama del movimiento del lector que ha iniciado el juego de la escritura y sus mutaciones. Su naturaleza textual se fusiona con la escritura del poema que es toda escritura diferida. Sin embargo, esa escritura deja aperturas para otras escrituras distintas. Esta condición provocada por la metáfora que proviene de la poesía configura el espacio y el tiempo de la diferencia. Para el lector, su condición como acto y como actitud, queda ante esa imposibilidad de lo absoluto, de lo terminado, de conclusivo y universalizable. Su posición frente a sí mismo, frente al mundo y frente a los otros sufre una modificación inevitable: su mirada pende de la diferencia. Por tanto, su perspectiva, tanto ética como política, se torna compleja, pues no puede quedarse en ningún campo de fundamentación; siempre tendrá que mirar su otro, su vacío, su plenitud, su diferencia. Entonces, no puede asumir sus ideas como dogmas, sino como esbozos provisionales que se entrelazan con otros que a su vez son maleables. En este devenir desde la lectura, mediante la escritura del poema, se retorna desde la estética a

la política, con la mediación de una ética de provisonalidades. El acto estético de la escritura como producto de la metáfora y la apariencia metafórica, producto de la poética, desembocan en esta política de la diferencia que conforma un modo comunitario de estar que no excluye, ni cierra, ni idealiza un estado ni social ni económico del mundo. Escritura y tejido Finalmente, de esta forma, el encuentro con la escritura del poema produce el tejido, la tela de araña plegada que entrelaza todo con la levedad de la metáfora. Aquello que antes de la escritura del poema parecía cotidiano, ahora se vuelve poético, reversado, deforme, discontinuo. Queda escriturizado por el sistema metaforizado de la imagen. Su escritura ha provenido del origen del lenguaje por tanto antecede y precede a la lectura. Ese mundo normalizado, organizado en apariencia, puesto en uso en el diario centramiento del tiempo, ahora se decolora, deviene invisible como el otro lado de esa visibilidad ordenada. Se teje la escritura del poema y la escritura del mundo por efecto de la lectura del texto. He ahí su acontecer, su praxis transhumante, su génesis diferenciante. Lo en presencia definido, secuenciado, linealmente dispuesto, queda distorsionado en la multiplicidad de la ida y la vuelta, del adentrarse y exteriorizar, del antes y el después. Sin duda, la estética, la poética y la metafórica se entretejen con la ética y la política como praxis escritural cuya tarea es metaforizar el sentido, hacerlo ambiguo, abierto y multiplicado. Así, el dominio de cualquier centro queda anulado, el poder sobre si, sobre el otro, sobre lo natural, sobre la historia, queda relativizado, aminorado, trastocado. De modo que en el transcurrir diario del estar en el mundo, irrumpe la metafórica del poema, para fracturar lo cotidiano. Sin embargo, el juego de esta ruptura cohesiona al lector con el mundo, con su entorno, con su historia actual. He aquí que la escritura se vuelve histórica, era imaginaria.

Encuentro con el autor

to de los tonos del aparecer. El lector se inmiscuye en lo poético.

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A fuerza de trigo fue el desgaste de madrugadas en presentir el intestino a destajo. A riesgo de la harina del pensamiento, pudo el ciclo del molino dejarlo en el río sin una cuerda en la columna. A rumor de almidón en flor y en entredicho A ritmo de arado para el surco Donde quedan las vértebras.

Poesía

El sol adormecía en amargura

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Hubo una recensión en el aire de la iglesia del réquiem. El sol adormecía en amargura el ataúd del árbol a pleno viento de rapto. La letanía redoblaba de congoja en el campanario que daba al camposanto. Redimía el detalle del piso lloroso. Casa detrás de mar El río otorga, lejos, sombras en patios de papel a tramo de memoria helada. Casa detrás de mar a longitudes perpendiculares de hallarse lejos de la habitación de ciruelas. Montaña en borradura, calor presurado en los huesos. Alejado en sordina.

El río de migajas Esta luz vértigo tiende lo negro entre maderas. A tanto mes de otra mezcla de mirar. Urdimbre que aleja desperdicio de frío a medio tacto. Cobertura de hallazgo que esfuma las canteras por el río de migajas. Hundía el pie para no retornar la pisada Fue de trazo de tierra que la hélice aumentó la sequía cuando ya no estaba el labrador por la orilla de la siembra. Cada semilla dejó de serlo pues ardía en despedida el ramal del precipicio. Hundía el pie para no retornar la pisada y la gruta en raíz deshabitaba el rigor de la génesis. A medio volver respiraba menos en el sedimento pues yacía en el fragmento de los fósiles.

Enrique Rodríguez Pérez


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o

Los golpes en la puerta fueron contundentes. Precisos. Potentes. Él se preguntó porqué no habría tocado el timbre. Comprendió entonces que ella sería muy especial. Tanto como él anhelaba. Tal vez algo chapada a la antigua. Pero nadie que golpea así una puerta puede ser desapasionada, pensó. Y esto lo excitó. Se apresuró a abrir. Antes de girar el picaporte, trató de alisarse el cabello con la mano. Sabía que ella vendría, pero el tiempo se escabulló más rápido que lo planeado. Remoloneó en la cama. Se demoró en la ducha. Y se inquietó ante la posibilidad que ella lo creyera un desconsiderado. Abrió la puerta y quedó perplejo. Ella lucía bellísima. Mucho más hermosa de lo esperado. Totalmente diferente a como él la imaginara. Quizás un poco más oscura. No de una oscuridad lúgubre. Una oscuridad intrigante. Pero no sería un obstáculo. Nunca la oscuridad lo ha sido. Tanta belleza para tan poco tiempo, quizás resultara excesivo, pero imposible de rechazar. Ello tampoco sería obstáculo. El vestido negro, bien ceñido al cuerpo, le sentaba de perlas, a pesar que las perlas más preciadas 1

Primer Premio en el IV CONCURSO INTERNACIONAL DE

POESÍA Y NARRATIVA ELEGIDOS 2007. Editorial Aries e Instituto Cultural Latinoamericano. 16 de Noviembre de 2007. Junín, Buenos Aires, República Argentina.

fueran las blancas y el vestido de brillante negrura. El detalle de los guantes de seda resultaba magnífico. Alta y delgada. Delicada y misteriosa. Se dio cuenta entonces que una gota de sudor le recorría la espalda. Una de aquellas gotas que se brotan tibias, pero se desbarrancan heladas. En la penumbra bajo el dintel, ella lo miró fríamente, a la vez ansiosa. Él hizo el ademán gentil para que entrase. Ella agradeció con una leve mueca, un movimiento de cabeza, e ingresó lentamente, desplazándose sobre sus tacos aguja. Pie delante del otro pie en cada paso. Ondulante. Sugerente. Él necesitaba ser un caballero diligente, a pesar de estar despeinado. Le invitó a sentarse, le ofreció una bebida. –“Diet”- escogió ella. Luego él la convidó un cigarrillo. Ella aceptó de buena gana. - “Lástima que el tabaco mata”-, comentó él, algo nervioso. – “Ese es el secreto de su éxito”-, respondió ella, mientras exhalaba una bocanada de humo que en espiral ascendente, se alejaba hasta estrellarse contra el cielorraso de yeso. - “Te deseo ahora” – exclamó ella sin cabildeos, sin dejar de mirarlo. Y su voz redobló seca y tajante en la sala, como convirtiendo un deseo en orden. - “Me halagas... pero terminemos el trago... aún es temprano” – respondió él. - “Nunca es temprano” – dijo ella con tono segu-

Narrativa

Por Gustavo Marcelo Gallian

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Narrativa

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ro. – “Simplemente es o no es. Y no me gusta perder tiempo en lo que no es”-. - “Vamos... dame el chance de unos minutos... luego me tendrás” – suplicó él, en tono calmo. Ella se incorporó del sillón y camino hacia él. Sus pasos no retumbaron en la sala. Se paró a su lado, y con una mano comenzó a acariciar sus cabellos, de por sí despeinados. Él suspiró profundamente. –“Veo que eres persistente, nada te detiene ¿verdad?”- murmuró mientras entrecerraba los ojos. Su respiración comenzaba a acelerarse. Su corazón pasaba del tranquilo paso al enérgico trote del centauro. - “Es mi esencia. Nada ni nadie me detiene cuando lo deseo. Jamás” – fue su lacónica respuesta. Y por un instante él pudo observar un dejo de nostalgia o remembranza en el duro rostro de ella. Pero sólo fue un instante. Y los instantes se esfuman en la nada. - “¿Lo prefieres aquí... o en el cuarto?”- consultó ella ya impaciente, aunque con voz muy pausada, tranquilizante. Seguía penetrándolo con la mirada. Ella manejaba el juego. Cada lapso. Cada pausa. Ambos lo sabían. Él era pura adrenalina. - “En el cuarto, por supuesto”- respondió él. – “Es más práctico, me gusta lo clásico” - “De acuerdo”, disparó ella, mientras el brillo de su sonrisa tornaba pícara la penumbra por un instante. Pero los instantes... Lo tomó entonces de la mano y se dirigió hacia el cuarto. Ella llevaba la iniciativa decididamente, a pesar de ser la primera vez que visitaba la casa. Eso le agradaba a él. Dejarse ser llevado, aunque sea por una vez, resultaba plácido. Al llegar la habitación, ella giró y se quitó los zapatos. Luego fue el turno de las largas medias de

seda, descendiendo por sus estilizadas piernas. Y el enérgico trote del corazón de él se fue convirtiendo en imponente galope de semental en celo. Luego se acercó hasta que ambos cuerpos quedaran casi unidos, de pié. Y casi apoyando sus labios contra los de él, preguntó: -“¿En el piso o en la cama? ” -; Él sintió que la sangre hervía en las venas. Sintió como si estuviera desbarrancándose desde la cima más alta, hacia el abismo más profundo. Hacia una pendiente eterna. –“Creo... que... en la cama estaría bien...”, respondió él titubeante. Y esta vez no por metódico. Simplemente porque ya era hora. Y cuando es la hora, ya no debe abundarse en palabras. - “Eres un clásico... claro, eres un hombre. Las mujeres suelen tener más imaginación” – exclamó ella, mientras se quitaba los guantes de seda. Y el morbo del comentario hizo que él sintiera un hormigueo en el estómago. Su pecho era ya un corcel desbocado. - “¿Algo más antes de hacerlo? “ – preguntó ella mientras él se acomodaba en la cama, algo tenso, un tanto nervioso. Muy nervioso. - “Sí... dime tu nombre” - respondió él. - “No, ese deseo no es posible. Puedes llamarme como desees. Debo confesar que me excita ser llamada de tantas diferentes maneras. Pero no habrá posibilidad de negociación con esto. Usa tu imaginación”- reflexionó ella. - “De acuerdo... música entonces. Me encantaría escuchar de fondo una suave música”- dijo él. – “Dime el tema que prefieres y serás complacido” – consultó ella, mientras el vestido negro dejaba de ceñir y caía, dejando al descubierto su total desnudez. Bestial desnudez. - “El... el Ave María” – respondió con un dejo de vergüenza.


su próximo destino. No había tiempo que perder. -“No es tarea fácil la de ser Muerte”- se dijo, resoplando levemente, a sí misma. -“Nunca hay descansos”-. Se sintió apesadumbrada, pero así era ella. Perseverante. Eficiente y solitaria.-

Narrativa

- “Eres un pervertido... y eso me fascina”- respondió ella, lujuriosa. Ya era tarde y cada minuto contaba, debía apresurarse. La música comenzó a poblar los silencios, muy tenuemente hasta perpetuarse plena, invadiendo de pentagramas y nostalgias el cuarto. Ella colocó su desnudez sobre la de él. Desnuda. Acarició su rostro. Besó sus párpados. Y él se entregó totalmente. Se dejó llevar. Libre ya de remordimientos y pecados se dejo llevar. Ya era hora. La hora. Hora de dejarse llevar. - “¿Estás preparado?” – preguntó ella haciendo alarde de tino y calma. “¡Claro, vamos pronto de una vez!” – fue la respuesta, que por primera vez demostró seguridad. Los labios de ella se posaron sobre los de él. Fue sólo un instante. Un eterno instante. Como una succión apasionada. Ella humedeció su abismo en deseo. La noche fue testigo. Retraerse suavemente contra la soledad y embatir a fondo, contra el hastío. Entornar los ojos a lo que vendrá. Él se estremeció. Su cuerpo se convulsionó durante un breve lapso. Y fue entonces la hora. Luego del cimbronazo procedió la calma. Él se quedó quieto, muy quieto. En silencio y sin movimiento. Y comenzó a enfriarse lenta, continua, progresivamente. Ella se incorporó y se alejó de la cama. “Tarea cumplida” se dijo, mientras se dirigía hacia el baño. Se lavó los dientes tan blancos como perlas. Con el cepillo de él. Y se lavó las manos. Con el jabón de él. Luego de peinarse, se vistió y volvió a calzarse y colocarse los guantes. De seda. Plena. Ya era la hora de visitar otro cuerpo. Otra forma. Otra rutina. Antes de cerrar la puerta del cuarto, se dio media vuelta un instante para dedicarle una última mirada al cuerpo que fuera de él, yacía tendido sobre la cama. En su rostro parecía reflejarse una mueca, mezcla de sorpresa y tranquilidad. Sólo un cuerpo más, cuerpo ya sin alma. Inmóvil y pálido. Tan pálido. Ella cerró la puerta y se encaminó hacia el ascensor. Ya en descenso consultó en la diminuta agenda

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Nube que tuve toda tragar hoy parpados hinchados te ciegan, brumaría las horas cansado y hambriento

Javier Moyano Narrativa

La alacena, Héroes del Silencio

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Domingo 22 de Junio, 2:00 PM, Barrio Restrepo, Ciudad Nadie. Dos de la tarde sobre Ciudad Nadie, domingo caluroso, séptimo día con pocos rezos, festividad de los padres, guayabos y tangos en honor a tiempos mejores. Desayuno en la cama, llanto en el campo santo. ¡Madre sólo hay una, papá cualquier…! ¡Viejo mi querido viejo! ¿Qué quiere mijo de almuerzo? ¿Era el segundo o el tercer domingo de junio? Dos de la tarde y algunos minutos, el dueño del restaurante llama mi atención y me pide llamar con mayor fuerza a la “distinguida clientela”, me pica la nariz, más no me rasco por miedo a que se me corra el maquillaje. Tengo la boca reseca pero aun la faltan por lo menos dos horas de trabajo, ¡Puñetera vida! ¡Sigan señores, festejen en su restaurante el Tío Peluca su día. Sí señora, siga, deje que atendamos a los papitos como se lo merecen en su día, los mejores platos a los mejores precios de la zona. Parqueadero exclusivo para clientes. Sigan, Sigan!

Sábado 21 de Junio, 8:35 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie. En la cantina de la esquina, los hombres empinan las botellas, hablan de fútb ol, cuentan chistes, se cuentan un pedazo de sus vidas, meten monedas a la vieja radiola, se reconfortan cantando canciones populares. En un rincón Jaime que pide un cigarrillo con las pocas monedas que hay en


su pantalón, Jaime que llora por su mala suerte, le robaron la quincena llegando al barrio, eran dos chicos de no más de quince años, cada uno con un cuchillo y dispuestos a todo. Jaime limpia con disimulo una lágrima que asoma, debe mucho en la tienda y hace días que su crédito se reventó por completo, en el pequeño cajón que hace las veces de alacena en el rancho de latas solo sobreviven dos tomates y un poco de cilantro. Sus dos pequeños

hijos y su hermosa esposa esperan en casa con la barriga desocupada, los minutos llenan de ansiedad y esperanza sus rostros, sus delgadas siluetas son reflejadas por la lámpara de alcohol que ilumina y sirve de calefacción en tiempos de invierno. En la cantina uno de los hombres hace un chiste sobre un payaso triste y le invita un trago Jaime, ¡Gracias Compadre pero hoy no, hoy no!

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Narrativa

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Sábado 21 de Junio, 8:35 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie.

Todavía cantamos

Dos jovencitos cuentan emocionados su motín después de un asalto, minutos después se meten a un asadero de pollos, piden papa, yuca, un pollo para cada uno y dos cervezas frías, el mesero les pide pagar por adelantado, los jóvenes le pagan y le dicen que se quede con las vueltas, el mesero sonríe y acelera la entrega del pedido, terminado el festín el mesero les pide que desocupen, al salir le gritan insultos. Los pequeños parten rumbo a su sitio de refugio nocturno, entre bolsas de basura, cartón y dos cobijas harapientas ríen por un buen rato, acto seguido uno de ellos, el mayor que apenas cuenta con catorce años saca un tarro con pegante y hace los honores en bolsas de plástico, poco a poco sus ojos se van perdiendo y les cuesta más hablar, el sueño llega lentamente para uno de ellos, la muerte de un solo sopetón para el otro, su pequeño corazón reventó posiblemente de felicidad. La noche esta fría en Ciudad Nadie.

Las veintitrés familias que habitaran una pequeña vereda en

Sábado 21 de Junio, 9:55 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie. Jaime entra a su pequeño y humilde rancho de latas, los niños se abalanzan sobre él. Gloria su esposa lo mira y presiente que algo está mal, trae la misma mirada de abandono de aquel tristísimo día de enero. Enero del mismo año, 7:15 AM; En algún pueblo alejado, País de no dormir. Por un día distinto sin apremios ni ayuno sin temor y sin llanto porque vuelvan al nido nuestros seres queridos todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos.

Víctor Heredia

el País de no dormir caminan en medio de la lluvia con las pocas pertenencias que pueden cargar, todos y cada uno de ellos y ellas, niños y adultos, campesinos sencillos, su delito: estar en medio de un conflicto que no comprenden; las consignas de unos y otros saben amargo, el destierro, el exilio, el desplazamiento su condena no merecida. Atrás quedaron las cosechas que nadie recogerá. Atrás quedan los amaneceres tranquilos, sus herramientas para sembrar vida. El miedo viste camuflado. Los pequeños asustados no entienden que pasa, les preguntan a sus padres su próxima estación, los padres inventan historias de familiares lejanos, los pequeños preguntan por el desayuno, los padres muerden sus labios y aprietan sus puños pues en la huida no hubo tiempo para traer suficientes viáticos para este caminar que tal vez nunca terminará. Jaime aprieta el paso y carga a sus dos pequeños al escuchar las ráfagas a lo lejos.

Domingo 22 de Junio, 2:55 PM, Barrio Restrepo, Ciudad Nadie. Entro al restaurante, me dirijo a la caja y le pido permiso al gerente para retirarme cinco minutos al baño, responde de mala gana que no me demore, en la fila hombres analizan lo comido, uno cree que la cazuela estaba muy pequeña, el otro reniega por el filete sin la cocción necesaria, un niño juega con mis zapatos rojos, le sonrío. Por fin en el baño me bajo el vestido, herencia de Don Edgar, un vecino que se rebuscaba la vida con éste, hasta que esa extraña enfermedad y la falta de atención médica se lo llevaran. Recuerdo el día que su mujer me lo dejó y partió con sus nenés rumbo en la búsqueda de algún familiar que les diera la mano. Me duele el orinar, tomo un sorbo largo de la llave, me acomodo la peluca, respiro hondo, recuerdo el chiste del payaso triste y no se me hace gracia. Al salir del baño el dueño señala su reloj en señal de que me apresure, atravieso las mesas con cuidado de no molestar a


Domingo 22 de Junio, 8:05 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie. La noche cae sobre la Ciudad Nadie. Las preocupaciones de la nueva semana hacen su entrada triunfal en cada uno de sus habitantes. Las noticias titulan: “El banco de la República pondrá en marcha estrategias para frenar la caída del dólar”. “Es condenado a

siete años de prisión hombre por cogerle el trasero a una mujer en la calle”. “El diputado Fulano de tal sale libre por falta de pruebas”. “El estado muestra nuevas estadísticas de desempleo favorables”. “Fútbol, fútbol, fútbol, Fórmula uno, farándula criolla”. Domingo en la Ciudad Nadie, las calles vacías, en un improvisado rancho de latas ubicado en los cerros occidentales Jaime hace los honores al servir arroz, pedacitos de carne y unas papas, doña Martha fue muy amable al arreglarle la comida en el restaurante, Jaime espera que no se halla percatado el gerente pues los echaría a juntos si supiera que están sacando sobrantes. Los nenés se quedan profundos después del festín, Gloria le recuerda la deuda en la tienda y Jaime promete solucionar eso mañana, la mujer parte a la cama, Jaime arregla el disfraz y sale a la calle a fumar una colilla que recogiera en la calle, observa las estrellas y el miedo desaparece por un momento.

Narrativa

nadie. Tantos olores me dan cierto mareo, un niño lanza pequeños fríjoles a su hermano, lo observo molesto, no lo puedo evitar, la madre se percata de que los miro disgustado por su actitud y les proporciona un sendo pellizco a juntos seguido de un: ¡Cuántas veces les he dicho que con la comida no se juega, no saben que hay mucha gente que no tiene qué comer! Salgo a la calle y veo como una gran nube negra asoma en el horizonte.

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Cuando los dedos de la noche insaciable tocan a la puerta de mi pelo bullen detrás sus manos ígneas los húmeros visten su soledad y la rosa cruel de los vientos vence el labio con que alguna vez toqué el pliegue más cercano del cielo

Poesía

cuando los dedos de la noche se sacian pegan la vuelta por mis caderas y se alejan —como un amante— en un silbo lento

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me duelen todas las hembras que no fui las que se me quedaron dormidas debajo de la ingle las que no parieron a sus otras hembras cuando debían las que supusieron que el amor amado era así —y no era así me duelen las hembras que perdí por el camino esas hembritas chiquitas que se fueron por el borde de las lágrimas las otras que bajan —sumisas— con cada endometrio las pobrecitas tontas que se me caen del pelo y me duele también mi hembra superiora la que impulsa el timón donde navega el resto la que dice y hace y cocina y jode y escribe pero no sabe qué hacer ni qué decir ni qué escribir para que vuelva el troglodita que le mordió el fondo del corazón

Analía


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Narrativa

C arlo

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Regresó con un mal sabor en la boca. Sus pasos eran aún torpes y no alcanzaba a distinguir con claridad las figuras de su entorno. Llovía fuerte. Escuchó el chapoteo de sus pasos en el agua preguntándose si eran los suyos, sintiéndose algo amenazado. A la salida del callejón, todavía a varios metros, vio un tipo parado bajo la lluvia. A cada paso los sonidos de la ciudad se iban volviendo más fuertes: la alarma incansable de un carro, el maullido de un gato, la voz de un guarro. Comenzó a avergonzarse de su desnudez, de su pobre carnita. Se agachó y recogió un periódico para cubrirse el cuerpo y el rostro. Página 1A: “ola de crímenes sacude Bogotá”. Envolvió con ella su cabeza y usó otra página para tapar su sexo. Asesino, monstruo ¡asesino! Parecía que el tipo de la esquina le había hablado. No había que detenerse, pensó. Sólo lo miró de reojo y vio a un anciano de labio leporino, furioso. No quiso saber más detalles, atravesó la avenida en medio de pitazos rabiosos. Bogotá es una ciudad rabiosa. Huyó y huyó. Jadeante llegó al parque de siempre. Allí estaban ellos. Aún a 10 metros de la camioneta un macancán inexpresivo le abrió la puerta. Subió. Nadie dijo nada. Esa era la costumbre.

s

Pensaba que todo había salido bien, pero no era así. Sus pasos no eran sus pasos. Más adelante comprendió que ese día Courtine lo había seguido. Entendió: cuando estaba mordiendo el hueso no había caído un relámpago, había sido el flash de una cámara. Mientras sorbía la parte más apetitosa, la médula, Courtine estaba lamiéndose los labios. En parte para humedecerlos, pues, por fumar hierba los mantenía secos; en parte de regocijo, como señal de suficiencia, con la seguridad de haber tocado una fibra profunda. Y tenía razón. Cuando la foto fue publicada, dentro de una serie, el país no sólo se enteró de quién era el responsable de los crímenes. En ese callejón se cocinó una verdad más horrenda. La primera foto mostraba, de espaldas, a una suerte de animal velludo hincado sobre un cadáver. De la criatura no se podía ver mucho pero el rostro de su víctima era claro. Una anciana de ojos grandes y labios excesivamente gruesos, con el cabello empapado. Atrás podían distinguirse unas canecas pero, también, una especie de cambuche. En la segunda foto la criatura ya se ha alejado del cuerpo y está tendida sobre el suelo, en posición fetal. Sus colmillos y sus uñas lucen feroces. En la tercera – la más inquietante – el animal comienza a verse dis-


La transformación no fue sin embargo lo más sorprendente. Casos de licantropía ya se habían visto. Quizás no se habían registrado visualmente con tanta minucia pero del hecho ya había noticia.

Además, para algunos sectores, eso explicaba la violencia y la cantidad de los crímenes. No era un humano, en tanto humano, quien los había cometido. Muchas almas descansaron. Lo verdaderamente terrible, aquello que cambió ese día el estado de ánimo de todo un país, fue diferente. En “El Espacio” apareció, junto con las fotos, un titular que resumió, esta vez sin mayor sensacionalismo, lo esencial de los hechos: “EL PRESIDENTE ES UN HOMBRE LOBO”. Luego de la primera lectura algunos rieron. Los vendedores de prensa correrían luego desesperados por las calles, pues todo el mundo quería tener un ejemplar. Pero, antes de la turbamulta, antes de que los andenes de la ciudad se abarrotaran de gente bañada de lluvia ansiosa de ver la noticia en

Narrativa

tinto: sus uñas se contraen y su hocico es menos protuberante. En la cuarta aparece un hombre de rasgos animalescos en la misma posición fetal. Su boca no es normal y su cabeza parece algo deforme pero aún así cualquiera lo daría por un ser humano. No sería ningún adonis pero nadie lo mandaría a la competencia de mascotas. En la quinta hay un hombre sentado, desnudo, con mirada de heroinómano. En las siguientes el mismo sujeto se para, avanza, se cubre con unos periódicos y corre. En la última un mendigo alza su brazo, mientras el hombre se ve, en segundo plano, corriendo ya al otro lado de la avenida.

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el televisor de alguna vitrina, antes de que algunos cayeran desmayados en las calles, tal como si se hubieran topado de cabeza con la dureza de la verdad, antes de que muchas madres dieran a luz antes de tiempo, esto es, antes de todo eso, nadie tomó en serio el titular de “El Espacio”. Muchos lo tomaron por una broma o incluso los cachacos más elitistas dijeron, pensando que se trataba de una metáfora, que al fin ese diario decía alguna verdad.

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Ala, sí, ese Uribe es lobísimo.

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Pero no era una metáfora. El presidente, el mismo que había ordenado perseguir sin descanso al autor “de esos asesinatos atroces”, el mismo que le había dedicado dos alocuciones televisivas al tema y había prometido incluso reformar la Constitución para crear la pena de muerte en el país para este tipo de homicidios, el mismo que apareció en la primera página de “El tiempo” llorando junto al cadáver mutilado de una anciana, ese mismo era el asesino. El presidente era un monstruo. La oficina de prensa de Presidencia manejó el asunto con suma habilidad. Dijeron, como era de esperarse, que se trataba de un montaje. Hicieron incluso el experimento, en vivo, de alterar digitalmente la foto del presidente hasta convertirlo en una criatura aún más horrenda que la original. Incluso el asesor de comunicaciones decidió disfrazarse de hombre lobo en una rueda de prensa, para demostrarle a los periodistas qué tan absurda era la situación. Para añadirle un toque grotesco al asunto aulló al final de su intervención. Fue un éxito. Además de eso la oficina sacó a relucir todo el historial de Courtine: lo presentaron como un drogadicto irrecuperable que sólo había venido a Colombia como corresponsal de prensa porque aquí conseguía cocaína a precios irrisorios. Se le reprochó su desconocimiento de los problemas nacionales. Se habló de sus tres separaciones, de cómo había sido expulsado de varios periódicos, incluso se llegó a insinuar que abusaba de su hija. Al final todo el país lo consideraba un monstruo.

Si bien la oposición hizo todo lo posible por aprovechar la situación y convocó a marchas y logró recopilar nuevas pruebas, de nada sirvió su esfuerzo. Cuando se demostró, por ejemplo, que el carriel preferido del presidente, con todas sus huellas dactilares, había sido encontrado en la escena de uno de los crímenes y había sido luego ocultado por las autoridades judiciales, se esperaba su destitución o su renuncia. Pero no fue así. Algunos descalificaron las pruebas como un nuevo montaje. Otros, más laxos, empezaron a pensar que a una persona tan trabajadora y que le ha hecho tanto bien al país también había que permitirle ciertas licencias. Lo más probable, decían muchos, es que no fuera un hombre lobo, pero, sí lo era, ¿por qué no dejarlo hacer sus rondas nocturnas en paz? Estadísticamente sus delitos eran insignificantes. Frente a todos los que iba a impedir sólo se trataba de una nimiedad. El presidente puede ahora lamer los huesos con tranquilidad.


Por Vladimir Ariza

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Pasajera en trance...C.G

El punto de vista de Efraín Las 3 de la mañana no son buenas horas para pensar, más cuando el cerebro está como muerto y sin fuerzas, y las ideas no llegan a ser claras; tanto así que en 3 horas cuando tenga que levantarme para ir a trabajar probablemente ya haya olvidado todo...pero es que el frío hizo que me despertara, y ya no pude volver a dormir. Pero no importa, igual no es mucho lo que pierdo porque nunca recuerdo los sueños... ...¿Estará durmiendo? , no, no creo, no después de la amargura de esta noche, y no después de escuchar esos sollozos que intentaba enmudecer y que sin embargo, eran delatados por su lenta y profunda respiración, la cual hacía que de su espalda blanca y desnuda, emergieran como montañas nevadas, la columna, las costillas y los cartílagos... Entonces mis dedos fríos, comienzan a sentir la necesidad de usar su tacto, para tocarlos, para acariciarlos, para contar uno por uno todos los ligamentos, con la proscrita obsesión de querer diseccionarlos con una pequeña hacha de plata, y guardarlos en un tarro de galletas bajo llave, para

tener la seguridad de que no se iría, nunca más... Han vuelto sus sollozos mudos, los siento, por más que esconda su rostro bajo la almohada, por más que tenga que morderla, nada evitará el que me haga sentir culpable, que piense en sus años hermosos, cuando ella se convertía en un cisne...pero que no hay nada que hacer, el destino nos castigó con la rapidez del tiempo y con la ignorancia, y ya para ni uno ni para el otro encontrábamos curas; claro que las tuvimos, hace dos años. Cuando debimos separarnos y aceptar lo que nos esperaba, pero no tuvimos las fuerzas, volvimos a titubear, a perdernos y sólo nos hallamos en el otro. -No más. Me quedo entonces en la cuarta costilla, intacto, igual de intacto como la primera vez que entré a su cuarto, cuando ella abrió la puerta y me dijo “pasa” y yo me quedé pegado al piso, viendo el espejo roto, la cama destendida, y unos cuquitos que estaban por ahí; esa vez ella tuvo que ser, más insistente y

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categórica: “¡pasa de una vez¡”...igual de categórica como en este momento cuando intento comenzar de nuevo mi camino por su espalda, y me repite “No más, ¡basta!”... Esas dos expresiones las hubiera resistido, fácilmente hubiera quitado mi mano de su espalda y me la hubiera puesto sobre mi panza para transmitirme su frio. Pero no hubiera aguantado nunca un “déjame” bajo la misma ambigüedad de la palabra; porque no sabría si exactamente quería que quitara mi mano o la dejara de una buena vez; pero no vuelve a decir nada, se queda callada y yo no sé de más que quedarme intacto...

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El punto de vista de María

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No sé como lo ha hecho, posó su cabeza sobre la almohada y se quedó allí dormido como si nada; porque una cosa es dormir cuando un muro se derrumba y otra muy distinta cuando tú mismo eres quien se derrumba...pero nada...no sé por qué me extraña si siempre lo ha hecho, si son incontables las veces que lo he encontrado en la calle ahogado sobre su propio vómito y he tenido que llevarlo cargado, y vigilarlo, en toda una serie de instintos maternales para con él, instintos de los que no me he podido deshacer, a pesar de todas las heridas, de todas las cicatrices abiertas... Pero hoy mi vigilia no es por él, sino por mí, después de escuchar sus palabras he tenido que ignorarlo, y hacerme la tonta para no tener pesar ¡nunca más! Hoy la mañana lo tendrá que sorprender con la casa vacía, el closet vacío, los cajones sin nada que me pertenezca...tampoco me llevo nada de él, las fotos amarillas, los libros, los LP’s todo lo dejo...las cartas ya no importan, porque las quemé hace días sin que él lo supiera. El equipaje espera en el borde de las escaleras, listo a que yo me lleve mi vida, “ya nada me ata aquí”. Y lo peor de todo es que es fácil, tendré que caminar de puntitas y a atravesar la habitación, tomar el abrigo de lana viejo para soportar el frío, pero tengo que evitar mirarlo, porque soy capaz de que

me quedo, y no ¡esta vez no! ya el bus espera en la estación, pronto me iré de aquí, soy una pasajera en trance... El sol de Efraín Aún permanece junto a mí, envuelta en una sola sábana blanca que cubre su desnudez toda, excepto la espalda donde no puedo parar de mirar como contraen aire sus pulmones, donde las montañas nevadas comienzan a decaer y se convierten en glaciales que es ella...más cuando pareciera que el sol no se decidiera salir, o que se quedara a medio camino. Porque todo a mi alrededor no está negro, sino azul....en todo caso sé que las cosas no son tan graves, se que el tiempo no se ha detenido, que horario, minutero y segundero transcurren su vida normal, y que pronto, ya muy pronto el viejo relojero sonará...entonces me despertaré también todo descubierto e iré hacer café, y será cosa de minutos cuando vuelva con el tinto, que veré su sonrisa y el sol a cuestas... Segundo punto de vista de María Sé que partiré, que dejaré aquí todos mis sueños, mi tristeza reprimida, mi mundo depravado y que me iré de aquí sin nada, y sólo desearé que todo se quede en el pasado para que se lo trague el tiempo tal como se tragó mi vida anterior y hace dos años... tanto así que cuando salga, no habrá personas que me reconozcan o lugar al que reconocer, y es que todo lo que fue mi vida se lo ha llevado el tiempo o Efraín, claro que al pobrecito le tocó llevarse la peor parte y lo que es más grave aún, tendrá que quedársela por el resto de sus días. Pero no le deseo mal, ni bien, ya nada de él me importa.. Pero me siento confundida, ¿cuál es la razón de mis lágrimas, de las sábanas blancas húmedas, del cabello mojado, de mi desnudez?.. He caminado como un fantasma por toda la casa, recorro los rincones , los espacios pequeños y grandes, la gran sala amplia con los arreglos de las


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flores disecadas, y todo es una naturaleza muerta, bajo este profundo azul que irradia el amanecer. He retomado pista de lo sucedido, he tomado conciencia de lo explícito: las maletas ruedan empapadas en el piso, el abrigo también está por allí botado, y ni hablar de los tiquetes que yacen por allí rotos en el suelo como el cadáver de mi esperanza, también veo las señales de barro en el piso y las escaleras... veo... Veo a Efraín...

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Razones de Efraín

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...Porque hay que decirlo, desde siempre me porté como una mierda con ella, casi la dejé encerrada apenas la dejé entrar; así diametralmente le fui acabando sus amigos, sus amigas, sus conocidos, pero sobre todo su familia a la que detestaba, para que con ello, no retornara a ese útero enfermo que tanto le hacía daño...pero con esa maldita enfermedad, también se fue desvaneciendo, su magia, su locura... Esa locura que tanto la describía, que tanto me enamoraba, esa con que llegó un día a la casa en la madrugada a hacer escándalo con su timbradera, y sus gritos que repetían mi nombre, que luego tuvo problemas con mi mamá, y que cuando al fin logró verme sacó de su maleta un buso de lana que me obligó a ponerme, entonces quedé yo allí mudo, no quiso dar explicaciones a nadie y me sacó tomado de su mano, a la cual me aferré volviéndose sagrada para mí...Esa madrugada dizque fuimos a ver el cielo, que había una lluvia de estrellas o algo así.. Ese día me di cuenta, demasiado tarde, que mi amor crecía mas rápido que un cáncer. Penúltima imagen La lluvia torrencial comenzó a ser más fuerte, los charcos comenzaban a inundar las calles, y todo se volvía barro, también el agua escurría en las rejas y las paredes, desembocando en grandes chorros y gotas, oxidando las cosas ya oxidadas, pudriendo

lo ya podrido. Mi vista se posa hacia la esquina, a la espera de que vuelvas corriendo incómoda con las maletas en la mano –pero no apareces-, sólo veo a unos niños uniformados caminado hacia la escuela, y a otros con delantales de cuadritos blancos y verdes; podría quedarme aquí toda la vida “ya mi tiempo no importa”, y ni las llamadas, ni los primeros claxon de los carros harán moverme de mi sitio, porque sé que en el fondo no te has ido, porque sé que no eres “mala”, no importa que te vayas, sé que volverás, y me encontrarás en esta posición: “estático”, igual de estático como la primera vez que entré a tu cuarto, igual que cuando toqué tu espalda y no te dije nada: sólo que esta vez no intentaré extirpar tus costillas que me pertenecen desde los principios de los tiempos, sino esta vez, será el lado obscuro del corazón que no conocía, y esta vez, sí lo guardaré en una caja de galletas, para asegurarme de que no te vuelvas a ir nunca más...y lo mantendré apartado, lejos del polvo veraniego que se instala en las ventanas, de las grises nubes de óxido, del olor contaminado de agua podrida... Última imagen conocida de Efraín Tu cuerpo desnudo tiembla más que cuando te arropé en la calle, y pareces una pequeña ave empapada... tu sonrisa poco a poco comienza a opacarse, se marchita, la pierdo...lo mejor es que te vayas, aunque la obsesión de los desnudos se repita, aunque la obsesión de los desnudos sea eterna...que dejes mis huesos tirados, sobre este eterno ataúd que es la cama vacía, a la espera de mi castigo, que es ser devorado en mis entrañas al tener que recordarte...


La densa bruma dominaba la costera, y el bochorno del ambiente hacía sudar de manera copiosa a los habitantes de la ciudad. Amodorrado, dormitaba placenteramente en el regazo de Judith, disfrutando de las caricias en mi cabello y de la ligera corriente marina que golpeaba mi rostro. De repente, escuchamos a un grupo de tipos que iniciaban una conversación. Se nos hizo extraño coincidir con esas personas en aquel solitario malecón a esas horas de la noche, no prestamos importancia a aquel incidente y proseguimos con lo nuestro sin dimitir escuchar su charla. -¿Carajo, qué pasa con el Nica que aún no llega? -Preguntó angustiado el Serrano después de escupir las hojas de coca que mascaba. -De repente llega, no te inquietes hermanito. Intervino Huamán. - El chibolo ese es un diestro en todos estos menesteres clandestinos. -Ya, pues. La brisa ocasionalmente refrescaba los cuerpos de cuatro hombres que impacientes esperaban sentados sobre el borde del murallón, y del susurro emitido por el arrastre de las piedras de la ribera que entre ellas chocaban tras la oscilación de las

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“En este país tan jodido, la gente se corrompe, se jode, enloquece” Jaime Bayly

olas, era lo único que se escuchaba por momentos. -¡Chino!, enciende un cigarrillo, ya no aguanto esta espera. -Ordenó el Serrano sin apartar su vista de la avenida norte. -Únicamente tengo Incas. -¿Lo quieres? -Vamos, dale lumbre pues. -¡Miren!, allá viene el Nica con el cholo Abel. Pronunció agitado Huamán. -¡Jijuna!, ¿Por qué demoraron tanto en llegar? Imprecó con encono el Serrano. Calma hermanito, todo salió de maravilla. -Respondió el Nica. –Los núcleos militantes del distrito de Barrios Altos, se encargaron de distribuir la propaganda, los cuadros de aniquilamiento de la Araucana, están listos para detonar los explosivos una vez emitida la orden, y las células del Agustino, darán un susto a los pitucos de San Isidro y de Miraflores esta madrugada. Unos milicos hacían su rondín por el circuito de playas en Barranco y al notar la congregación de los individuos, decidieron aproximarse a ellos y cruzaron la vía con la luz de sus linternas cortando la oscuridad.

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Iván Medina Castr

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-Silencio, por allí vienen esos cachacos de porquería. -Alertó el cholo Abel con un claro titubeo en sus palabras. -Tranquilos nomás, dijo el Serrano emitiendo una imperturbable bocanada. Cuatro uniformados, con cara aindiada y fisonomía tosca, pronto hicieron presencia enarbolando sus amenazantes armas. Uno de ellos, quien tenía el rostro maltratado por la viruela y ostentaba tres estrellas en la solapa, dio las buenas noches y solicitó a los individuos que mostraran sus documentos de identidad. Los soldados se dispersaron y fueron a realizar su labor. En el ambiente emanaba un tufo agrio proveniente de las axilas de esos militares. -Regálame un pucho. –Pidió uno de los uniformados emitiendo un fuerte olor a pisco. El Nica, tras escuchar la petición, permaneció callado, con la mirada de desconcierto observando al cholo Abel. El oficial, después de sentir la demora, tambaleándose expresó: “ya pues, no te hagas el muy bacán”. Abel, pronto notó la expresión de confusión de su compañero, y respondió sin demora. -Un cigarro carajo. El Nica, ya enterado de la demanda, escupió a un lado nerviosamente y le ofreció al militar un cigarrillo de tabaco negro, sin filtro y papel arroz. -¡Incas!, sonrió el milico mostrando su dentadura manchado por el exceso de nicotina. Lo encendió, dio una larga calada disfrutando del sabor y soltó el humo en la cara del Nica. -Tú si sabes fumar loco. El Nica de nuevo arrojó una flema, pero esta vez lo hizo con seguridad de uno y otro lado. Huamán se mantenía con las manos en las bolsas del pantalón. –Uno de los oficiales, al verlo, se aproximó muy cerca de él y le gritó con enojo: “Sólo los bandidos tienen esas malas costumbres de hurgarse todo el tiempo los bolsillos. Saca las manos cholo y muéstrame tu DNI”. Huamán obedeció y agachó la mirada.

Tras terminar los soldados de hacer su trabajo, dieron la media vuelta y se dirigieron por donde habían venido desapareciendo en la niebla. Se metieron a su furgoneta y partieron de prisa haciendo sonar su sirena. -Sinchis de mierda, murmuró el Chino haciéndose el ofendido. -Por un momento creí que nos pedirían una coima para no llevarnos a la zona militar. -Ya pocos quedan que no lo hacen, dijo el Serrano observando al Chino con una mirada serena. Uno de ellos, quien parecía ostentar el liderazgo y que desde su aparición permaneció silencioso, intervino. -Es hora camaradas, la mecha de la guerra popular ha dado inicio. Andando. Aquellas personas seguían conversando devorándole horas a la noche cuando giré a ver a Judith, quien permanecía con la mirada extraviada en algún lugar del mar. Me animé a rescatarla de su marasmo agitando mi mano frente a sus ojos y ella volvió en sí con un sobresalto. Me preparaba a hablar y pronto con su mano derecha me tapó la boca y se llevó el dedo índice a los labios demandando silencio. Acercó su cabeza a mi oído, y en voz baja, casi imperceptible profirió: “Aún no se han ido los senderistas.” Ante mis ojos atónitos, pronto finalizó diciendo: “después te explico”. Ella volvió a concentrarse y yo permanecí callado durante todo el tiempo en que los senderistas concluían su reunión. Durante la conversación traté de prestar atención a los diálogos pero no entendía en verdad nada de lo que allí se estaba hablando. Segura de que ya no había nadie sobre la escollera, Judith se incorporó rápidamente, me tomó con fuerza del brazo y dijo: “Choche, vamos pronto al carro, y por ningún motivo voltees”. La fuerza del viento parecía apurar nuestro recorrido hacia el auto. Ya sobre de él, antes de dar inicio a la marcha, una intensa movilización de elementos policiales hacían chirriar las torretas, entretanto, los convoyes del ejército con sus potentes faros antiniebla alumbraban todo a su paso. Tartamudeé antes de poder preguntar sobre lo que allí estaba sucediendo. Judith, finalmente prendió el vehículo y en el


sensación de respiro. No hablamos demasiado, estábamos absortos. Nos fuimos a acostar. Lo que allí ocurría, atormentó tanto mis sueños que no dormí, creo que nadie durmió. Sonaban y resonaban las sirenas con un sonido monótono y agudo hasta volverse insoportable. Para el medio día, el padre de Judith me llevó hasta al aeropuerto para regresar a mi país. Estando en la sala de espera, repentinamente hubo un apagón y en cuestión de algunos minutos se restituyó la luz, los televisores del aeropuerto se reiniciaron y posteriormente en las pantallas se transmitía un mensaje del Presidente de la República: “Queridos conciudadanos, esta mañana, algunos actos de lesa humanidad, han conmocionado a la nación entera. Se han perpetrado los primeros estallidos de carros-bomba, uno en el Palacio de Gobierno, y otro a pocos minutos de diferencia en el Palacio de Justicia, por tal motivo, dado la gravedad de los acontecimientos, el gobierno al que yo dignamente presido, declara el Estado de Emergencia”.

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trayecto colocó su mano en mi pierna para iniciar con su explicación pero no hubo tiempo. En las calles todo era confusión; autos y peatones parecían andar sin rumbo. Igual que nosotros, no sabían por donde transitar, había arterias cerradas, repletas de policías y retenes marciales. Estuvimos un gran rato allí, varados hasta que el sol empezaba a despuntar. Prendí la radio para encontrar información y en todas las estaciones se escuchaba la voz de la misma locutora quien de manera mecánica y repetitiva informaba: “Un grupo de terroristas, autodenominado Ejército Revolucionario Popular, dinamitó algunas torres de alta tensión saboteando las instalaciones del estado. Además, con este hecho, anuncian oficialmente el comienzo de la lucha armada”. Judith, se puso aún más nerviosa por lo que escuchó. Conducía con dificultad y no dejaba de acariciarse el mentón. Decidí apagar la radio, al hacerlo, de un momento a otro la neblina se fue pero ahora estaba nublado dando paso a una tupida llovizna. Finalmente llegamos al barrio de Judith y a un kilómetro aproximadamente de su hogar, pudimos presenciar sorprendidos algunos perros que colgaban de los postes del alumbrado público. Judith frenó en seco. Ella levantó el rostro y miró absorta el vaivén del los perros con una contemplación pesada. Quedó estática, con la mirada perdida y la boca abierta. Yo permanecí mudo. No sabía qué decir. Pronto la estridencia de un claxon nos regresó al mundo, nos orillamos a la acera, y nuevamente, pero ahora de pie, observamos sobrecogidos los canes raquíticos balanceándose con la lengua purpurina de fuera. Nos metimos dentro del coche y Judith aceleró tan de prisa que rechinaron las llantas y el viento silbó por las ventanas. Me atreví a dar un vistazo por el retrovisor y pude distinguir a un dóberman con los ojos blancos y entre abiertos que de la lengua colgaba una pancarta anunciando: ¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO PENSAMIENTO MAO-TSETUNG! Llegamos a la casa de Judith empapados por la garúa. Ya en el interior, sentimos una agradable

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Pregunta una mujer Un día, de pronto, te sientas a pensar y decides encontrarte con lo profundo de tu ser, el sustento del mundo. ¿Cuál es tu papel, mujer, en este juego inverosímil que llamamos vida cotidiana? ¿Cuál tu distintivo ante aquella fe ciega de la raza humana que quiso otrora convertirte en ideal, en yugo, en ausencia o presencia —la moneda de dos caras— en fortaleza y fragilidad? ¿Cuál tu lado del tablero? ¿Acaso es posible estar siquiera cerca a lo indefinible de tu esencia? Tal vez lo complicado no sea eso y te defina más que nada la simpleza del ser per se, aquel que se transforma para la vida en cúpula receptora para los días de los otros. Quizás la clave radique en la quimera misma, en la certeza propia de dadora. Vano el cuestionarse por tu esencia, porque eres ser de múltiples instancias, de posibilidades sin nombre y de causas…

Monólogo Asumo mi soledad y sólo en ella me es dado reconocerme, encontrarme. No soy por ti ni por el hombre que ahuyenta el olvido, soy por la vida misma que no es recuerdo ni anhelo sino el SER con sus tres letras. Una, dos, tres. Las habito mientras las cuento, mientras las digo. Y ellas me invaden. Después del olvido y la esperanza antes del antes y el después hay un sentirme viva para el que solamente importa un ya. Hoy no quiero ser mujer (acaso hombre tampoco) Decidí liberarme Para encontrar el ser. Y sucede entonces. Me doy cuenta que la soledad no es más que un espejismo de algo que no pudo ser, de alguien que no pudo ser. Rosita


Mi familia me dice que deje de escribir tonterías, que escriba la vida de ellos, que escriba la vida de mi abuelo, la de mis tíos, la del palo de mango del patio, la de la hormiga que por allá en el 85 arrasó con la cosecha de café de la finca, la del baño de la casa… Mi familia me dice que deje de escribir tonterías, que deje de escribir lo que pienso.

Soñé que me comía una lechuga entera y luego no almorzaba… Me levanté y me comí una lechuga entera y seguí con el desayuno, el almuerzo y la cena… Esos malditos sueños no predicen nada. Hay un ángel que me esta esperando en otra ciudad. No parece un ángel, cuando se cepilla los dientes vomita. Yo lo quiero y por eso creo que me espera.

El piano He estado toda la vida escondido de la presencia de los demás porque no le agrada que otras manos que no sean los de sus propios muertos vengan a tocarlo, ha estado aterrado de la concordancia de lo bueno que tiene dentro... el alma; es un piano con alma de otros con alma de vertiginosos compases que lo han construido como el sabio y quejumbroso, este piano se parece a la caja de pandora pero no es de ella; es mío. Más aún no tiene mi alma. (a mí nunca me regalaron una).

Ella Era como mirar… Era como mirar… Mirarla desde mí. Era como mirar… Era como mirar…

Extraño Padezco la enfermedad del padecimiento y todo lo que me adviene es culpa de azar, tú azar… Estas páginas que no están refinadas son tuyas; yo , en cierta manera me entrego a vos para decirte que has llegado lejos al conocerme y al interior saber quien soy si has leído cautelosamente estas páginas… No te aflijas por lo que te digo no `por lo que escribo; estás muy cerca el final. Extraño era antes de llegar a tu presencia… Extraño será como me veas de ahora en adelante. Cassó

Poesía

Y pensar que podría ser todo el pie que me mira, pero el pie es deforme él solo. Los dedos me miran cada uno con su detalle que puedo detectar; pero ese dedo gordo tiene una imagen de melancolía, me mira como si quisiera ser cortado y echado a nadar con los peces dorados de la pequeña maría. ¡Pero no! Ella nunca alimenta sus peces muertos.

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Las campanas suenan en el pueblo y el camión nada que llega. Mi mamá espera, mi papá también, todo el pueblo lo hace, la tía Mimí suda dentro de su vestidito de flores y el sol bien alto me pega en la frente. ¿Pero por qué se demora tanto? Le pregunto a la Mimí que ya no vive y que mira con sus ojos pequeñitos el camino que voltea por el lado del hospital. Es que tengo ganas, le digo yo, de montarme en un cicla y darle una vuelta a la plaza, ¿por qué tenemos que seguir esperando esto cada tarde, qué tiene de especial? Rosa me mira por debajo de los troncos de la gente, me hace un gesto con la mano para que me meta con ella en ese laberinto de piernas. Miro a Mimí, a mamá, a papá, ellos siguen como muertos mirando allá lejos donde voltea el camino. Le susurro a Rosa cuando estamos lejos de las piernas de la gente, que esta gente es rara, que el calor les quemó el coco, ella se ríe y me golpea con un beso de esos suyos en la mejilla. Rosa sabe que yo la escucho, así sea muda, ella sabe que oigo las palabras que cuenta con sus ojitos verde mamoncillo, verde mango biche. Cuando, como en días como hoy que la gente está muerta, la tarde estalla en la pared de la iglesia, ella sabe cuántas confesiones se deben hacer para tener el perdón de Dios. Es que yo le pregunto, ¿pero Rosa de cual Dios es que me habla, del de mi papá, del de mi mamá, del de Mimí, del mío? Ella pone esa cara que me dice que estoy mal, que soy un bobo y que mejor piense antes de hablar. Saca su cuaderno y escribe con ese esfero rojo, “el dios de todos, el que no es de nadie también”. No me gusta pensar en Dios, mucho menos en estas tardes de espera, porque es que Dios es paciente, eso me dice Mimí, y uno debe ser paciente también porque uno es reflejo de Dios, pero yo no, no lo soy.

D

Jo on

s em

a

Rosa me muestra con el índice una puerta abierta en el matadero junto a la Iglesia. Me escribe en su cuaderno que quiere entrar para ver como mueren las vacas, que nunca lo ha visto pero que siempre siente el olor de la carne rota cuando pasa por la esquina junto al tamarindo de los murciélagos. Yo le sonrío mientras le digo, corra Rosa, corra, y salimos disparados hasta la puerta. Allí vimos como una vaca se retorcía con una herida en el estómago, se resbalaba en el suelo lleno de su caca con sangre y nosotros no podíamos ayudar. Ella, la vaca, estaba muerta como todo el pueblo, estaba muerta pero no había cerrado los ojos, como todo el pueblo. Esperaba que alguien llegara y al fin le diera el golpe en el esqueleto para dejarla vacía. Años más tarde volví al pueblo, entré como un desconocido, sin familiar vivo que me diera bienvenida. Volví a sentir aquel calor que me hacía mover la sangre de niño y sonreí cuando en la noche me fumé un cigarrillo frente al andén del hotel. El pueblo seguía muerto como antes, tal vez siempre estuvo muerto, sólo funcionaba la carpintería, los hoteles y la terminal con dos o tres buses casi acabados por el tiempo. Las calles rotas no habían sido reparadas y ya no estaba el señor que vendía el tamarindo en pulpa. Rosa no quiere que yo entre al hueco ese porque dice que la gente todavía está muerta y que si me pego mientras bajo, ella no va a poder rescatarme de ahí, y que entonces me voy a morir como una de esas vacas del matadero. Yo no le hago caso, siempre he sido el superhéroe, el más rápido y el que todo lo puede, pero ella a veces se le olvida. No necesito ayuda para bajar y traer los huesos del perro ese que vimos muerto para lavarlos con el jugo y dejarlos de adorno en la casita del monte. Pero


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yo no vi que en el suelo había una rata muerta, la pisé y me fui sin querer hacia delante, me fui de frente contra una piedra que tenía un filo como de cuchillo. Comencé a llorar con la cabeza abierta y la sangre llegándome hasta la pantaloneta. Rosa no sabía que decirme porque no podía escribir porque estaba muy nerviosa. Yo pude salir solo del hueco y sólo con Rosa me curé la herida. Ella me coció con una aguja y me dijo con sus palabras de esfero rojo que yo era un bobo. Cuando el pueblo está muerto por la espera, hacemos de las nuestras por las esquinas de las calles. Nos metemos a las casas y saltamos en los catres hasta dañarlos, y no nos importa, porque nadie se da cuenta, porque sólo después de que el camión se va, casi tarde en la noche, los hombres vuelven y le gritan a sus mujeres por el desorden de sus casas. Nosotros nos subimos a los árboles para buscar las frutas más maduras de las copas, esas que a veces tienen gusanos por dentro. A veces jugamos a ver quién encuentra la guayaba más agusanada de este o aquel árbol y yo soy, y siempre seré, el rey gusano de la fruta. Le digo que ella sólo es la princesa gusano de la fruta y que ella también es uno de esos gusanos que no hablan pero que escriben con la baba que dejan al pasar por las ramas. Rosa me pega y esperamos que el pueblo se descongele con un calor que no es de aquí, sino de ese otro de la gasolina que llega de lejos. Estando acá en este momento siento que todo está diferente. Dos planos de memoria se superponen en mi mente y soy consciente de aquello. Uno, el plano de mi pasado con la niñez que ya no es; esa niñez que olió el monte y que se raspó las rodillas con los andenes de la plaza. Dos, el plano presente, que también ya pasó, ese que me dice que las cosas fijan un rumbo y que nadie puede cambiarlo. Ese que me trae una sonrisa de arruga en la boca, ese que quiere tomarse una cerveza fría mientras espera las campanadas de las seis. En todo caso las dos memorias estallan y se produce el dolor del regreso, la nostalgia del que vuelve pero sabe que ya todo pasó y que está a punto de acabarse; aquel que sabe

que lógicamente las rosas se marchitan después de un tiempo, y que hasta el florero desgastado hay que cambiar. Volví porque me sentí enfermo, por que el tiempo daña la sangre y porque me llamaba como con un encanto el calor de los montes de por acá. Volví para encontrar las tumbas de esos muertos que hace tiempo ya no son. Y volví también para pararme frente a la lápida de todo el pueblo y preparar mi propia fosa. Los muertos dan miedo, me dan miedo sobre todo cuando es de noche porque dicen que los muertos matan de noche, porque de noche es cuando le agarran las patas a la gente y cuando tuercen los cuadros de la virgen que están en las paredes. Por la noche los muertos salen de las tumbas del cementerio y se sientan, todos ellos, algunos con los huesos rotos, a esperar que algo llegue volteando la esquina por el camino que se pierde al lado del hospital. Qué miedo, le digo a Rosa, estar en ese hospital, imagínese, que los muertos miren hacia allá a toda hora, y uno enfermo sin poder moverse. Imagine Rosa eso, con razón gritan tanto por allá, y no es que espanten, es que la gente de allá se siente triste porque no se puede mover casi, porque les falta una o dos piernas. Leo en rojo un “Vámonos que tengo sueño” y nos vamos de allí viendo de lejos como siguen los muertos esperando. Le digo a Rosa: ¿qué pasa si a un muerto se le olvida volver y lo coge el sol antes de llegar a su tumba, Seguirá vivomuerto, será polvo? Rosa me dice con sus palabras de tinta roja que en muertos-vivos no se cree, que se cree en Dios porque es el único que escucha hasta a los que no tienen voz. Llegué un martes, para poder ver de nuevo el miércoles y así sentir la espera de los vivos que aleja la vida con la esperanza de esa cosa que ya no llega. El miércoles el sol me daba en la frente y me quedé esperando, esta vez por voluntad propia, a que algo cambiara el panorama. Llegó la noche y nada cambió, me dediqué a pasear por las calles abandonadas. Pasé por el lado del Liceo, por la calle donde me vendían dulces a escondidas como si fuera mercancía prohibida, pasé y luego me perdí en una


que usted no ha visto nada, váyase o aquí se queda usted también con su amiguita-. Y yo me fui, me fui y no hice nada porque no podía hacer nada, porque no podía pero me fui corriendo y llorando mientras escuchaba esos gritos que Rosa no podía gritar. Ya no la vi más, no la vi, y volví al otro día y los tipos esos seguían, pero ella no estaba, caminé escondido por el monte, y los tipos seguían como cocinando algo y envolviendo otras cosas, y metiéndolas a un camión en una carretera de tierra. Y yo no la encontré más y tampoco encontré su cuaderno. ¿Entonces me van a curar? Sí, sí señor, me respondió una voz. Pero antes tiene que ir a rezar a la capilla, usted sabe, varios Padres Nuestros, un Ave María y todo listo. Así lo hice, y recé y me acordé de Rosa, y le dije palabras mudas al dios de Rosa para que me perdonara por no haber hecho nada. Después me llevaron a una pieza, tenía un pequeñito ventilador, y me dijeron que esa misma noche me las amputaban porque yo estaba infectado, pero que no me preocupara por que ellos me iban a cuidar. No dije nada y me quedé. Me partieron las piernas, las quemaron luego en una crematoria allá donde los gatos buscan comida. Me quedé en el hospital y sentí que debía esperar que algo pasara por el camino que volteaba por un lado, ese mismo camino que todo el pueblo y que los muertos miran. En las noches me da miedo, aún me da miedo, porque siento como me mira Rosa, porque siento que tal vez ella no alcance a llegar de día otra vez de vuelta a su tumba y se va a volver polvo. Tengo miedo por ella, y rezo con palabras mudas para que me perdone. Esa noche, última noche me dormí con un dolor en el tobillo, me dormí escuchando el pito de un camión bien grande girando en la esquina, y escuché unas voces, los pasos de unas botas y algunos disparos.

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calle con sombra. Llegué sin querer al hospital y me dieron asilo, me dijeron que me iban a curar, que era bienvenido y que ya no tenía de que preocuparme. Cuando Rosa se murió una parte de mi vida también lo hizo. Yo tenía un mal presentimiento, y ella también por que cuando me escribió que sí quería ir al monte, lo hizo con letra desordenada y con la línea casi torcida. Yo le dije que bueno y que aprovecháramos que el pueblo estaba muerto para irnos a cazar culebras cerca al monte de afuera. Yo llevé esa escopeta de mi papá que guardaba debajo de la cama, le puse las balas como él mismo me había enseñado y salimos para el monte. Esa tarde olía a quemado, salía humo de lejos y parecía que la tierra estuviera achicharrándose. Rosa se quedaba, no caminaba rápido porque se quedaba escribiendo cosas en su cuaderno, de esas cosas que nunca me mostró. Cuando disparé ella se asustó y yo grité, le dí, le dí. Y sí, le había dado a una culebra grande y café con manchas como de leopardo. Me la colgué al hombro y seguimos a ver si cazábamos algo más grande. Yo disparé de nuevo por que había visto pasar como una sombra de venado entre los pastos largos, pero no era venado ni nada. Le había dado a un perro, justo en la cabeza, uno de esos perros de raza, de esos de pelea y yo miré a Rosa y la vi abrir la boca como con miedo. Le dije que nos fuéramos pero fue ahí cuando me dieron el golpe en la espalda, caí dándome con el pasto en la nariz. Unos tipos vestidos de verde estaban casi encima de Rosa y nos decían que estos chinos de mierda qué habían hecho. Le saltaron encima, porque rosa tenía un vestido de flores, y se lo arrancaron de un golpe. Le dieron en la cara también y le hicieron tumbar el cuaderno. Después la agarraron hasta el suelo y ella intentaba gritar pero no podía porque estaba muda y porque no podía tampoco hacer nada por el miedo. Yo me levanté, le iba a dar una patada a ese que ya se bajaba los pantalones cuando otros cuatro salieron y me dijeron -chino marica váyase

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Dayana

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C at alina

Bustos

Amaneció en un lugar que desconocía. Mirando rápidamente con sus ojos a lado y lado de la habitación decidió salir de allí rápidamente, sólo con el propósito de olvidar lo que no quería recordar. Saltó del colchón y tomó su abrigo. Estaba como loca en una ciudad sin tiempo, donde las calles eran amplias e irreconocibles. Se perdía fácilmente dentro de la multitud de rostros toscos, fríos, malolientes con expresiones de soberbia y desprecio. Caminó por amplias avenidas buscando algún tipo de orientación, pero su problema estaba en que sólo deseaba volar tan lejos y sus alas eran tan cortas. Así que al primer sujeto con el que se cruzó le dijo: - ¡Buenas tardes! ¿No le parece un excelente día para que me ayude a morir de a pocos? El hombre la miró con total desconcierto señalándole una calle que daba al río, entonces ella le respondió: -¿Acaso no desea ayudarme?, ¡míreme a los ojos cuando le hablo! ¿Cree que lo podré hacer sola? - Señorita no deseo verle su rostro, es mejor que vaya sola al rio y se mate como le plazca, con una cuerda en el cuello, o intente respirar bajo el agua, a mí sólo me interesa que el invierno se apodere de cada uno de mis miembros hasta que corte cada latido y yo deje de pensar en… - ¡No me interesa su vida!, así que le pido un permiso para retirarme. La mujer siguió caminando a prisa por las calles pedregosas, decidió correr tan rápido que bordeó el río en dos horas. Cuando se ocultó el sol y la noche empezó a apoderarse del mundo, ella estaba mirando el agua y vio el reflejo de aquel hombre desconcertado en las olas, se concentró en aquella imagen, sintió como sus pulsaciones disminuían y de repente quedó congelada en forma de la cara de aquel hombre que no quiere recordar en medio de la playa pedregosa.


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Narrativa

Por Aymer Waldir

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Yo soy Marinella, con doble ele, pero se dice Marinela. Escriba bien. Ponga atención que después es un problema para cambiar los papeles. Mi esposo, por ejemplo, tuvo que hacer muchas filas y deshacer enredos para poder sacar lo de la visa, pues en la cédula decía muy clarito: Yorfanis y en los papeles de la embajada le pusieron Yovany. Pero así lo acostumbraban llamar los que recién lo conocían. Es que la gente es muy pendeja, no oye, uno se presenta bien, de-le-trean-do y ellos, sordos, lo rebautizan. Así le decían la mayoría de la gente a mi esposo, pues apenas lo conoc í a n : Yo v a n y. ¿Apellido? Coronado, ¿o el de cuál?, ¿el mío? Se nota que usted es nuevo en esto. ¿No ve los papeles? ¿Está en reemplazo de vacaciones? Buena época escogió: Navidad. Ninguna, era muy sano, aunque en las fiestas que daba por esta época servía licor en cantidades navegables. Pero él no se tomaba ni un trago, “siempre alerta y eso embota”, decía, como el eterno boy scout que era. Tampoco fumaba y al médico nunca iba, pues siempre estaba sano y fuerte. Ni dolores de cabeza le daban, y eso que antes de cada partida se la pasaba tan pensativo que asustaba. Apenas le comenzaba

la pensadora, empezaba también a empacar sus cosas. También me extravío entre ideas, pero no tanto tiempo. Siempre miraba como si estuviera leyendo. En la fotografía que traje se ve tal cual era; ahora que lo pienso bien él siempre estaba así, igualito, parecía una foto. A eso voy, iba vestido como acostumbraba últimamente: con la camiseta de su equipo favorito y el pantalón a media pierna, unos jeans verdes que dejaban ver los calzoncillos arriba del ombligo, tan exótico, pero tan común ya. No hay nada que ocultar. A todos nos dio por mostrar los calzones. A las muchachas, con sus minifaldas, en las motocicletas tipo Lambretta. A nosotras, las cuchibarbies, con los descaderados que se deslizan cuando nos sentamos; y a los hombres, con los pantalones esos. Lo que no se exhibe no se vende, me decía Yorfanis. Él también se mostraba. Las mujeres de por la casa se babeaban, se les iban los ojos y las manos, pero él sabía cómo era conmigo. Si lo pillaba con las manos en la masa, cantaleta segura y la que lo dejaba era yo. Golpe duro para un ego de ese tamaño. Bastante fue lo que me persiguió hasta conquistarme, desde que él era un culicagado y fueron quince años de soportarnos. Le llevaba dos


salida recordaba sus manos, tan especiales. Las manos son una parte importante, por su estructura, por su función. Reflejan aspectos de lo que hace y quiere una persona. Las de Yorfanis eran gruesas y fuertes, pero suaves, como cuando uno se toca detrás de la oreja. Me hacían falta, especialmente en las noches, para arrullarme. Después las fui olvidando también, como su rostro, su cara de fotografía. Se fueron perdiendo entre viajes. Salía mucho, del departamento, del país, creo que hasta del mundo. Me llegaban noticias con su voz de adormecer niños, una llamada a deshoras, un monólogo al otro lado del teléfono y mi llanto a este lado. Con el tiempo se fue secando la fuente y acortándose las llamadas, pero las ausencias seguían siempre. La fuerza de la costumbre. La primera vez que lo imaginé muerto regresó desde la tristeza, pero su ausencia se fue a vivir a mi casa luego de un par de años. Ya estoy hablando como él. Lo que es ver tantas películas y vivir en una; me lo imaginaba cercado por una marca de tiza en el asfalto de la calle; luego pensé en el blanco trazo de su silueta sobre el piso. Ahora en manchas de sangre. Un día soñé con un zapato y tuve la certeza de que estaba

Narrativa

años. A eso voy: treinta y tres, los cumplió el primero de noviembre. Le sentaron mal, creí que le iba a entrar la locura mística. La edad del Cristo, repetía. Tenis de color rojo, horribles, pero muy costosos. Una cadena con una imagen religiosa alrededor del tobillo y un tatuaje en la mano derecha, entre el pulgar y el índice; de dos comas formando un círculo, la una blanca y la otra negra. Representaba un algo acerca del bien y el mal: lo masculino y lo femenino. No sé, él me explicó. Puras bobadas. Dizque lo femenino era el mal. Una cicatriz en el abdomen, pero quirúrgica. Creo que era por lo del apéndice, él decía que se sentía como un libro al que le arrancaron una página importante, salía con unas frases como que hubiera estudiado mucho. Yo estudié más que él, me costeó Comunicación Social en la Asociativa, será por eso que hablo tanto. Quería que trabajara en televisión, hasta me pagó la cirugía para arreglarme un par de cositas. Era requisito, decía. Él trabajaba como loco para mantenerse cuerdo, le obsesionaba mucho la apariencia. Tez trigueña. Yo siempre fui fresca, frentera, él me cambió un poco, bastante guerra le di. Lo quise mucho hasta que empezaron las ausencias. En cada

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muerto. Ya lo había reportado como desaparecido como cuatro veces y ese día vine segura a reconocerlo, pero también debí retirar la tarjeta del registro pues me llamó a los tres días desde Apartadó. Ojos verdes. Mi abuela dice que los vivos cierran los ojos de los muertos, pero que los muertos nos abren los ojos a los vivos. A mí no hay quien me abra más los ojos, a no ser para que les eche gotas. Que se desaparecía y que no, yo creo que el tal Houdini tenía mucho que aprender de él. Yo me resigné. Incluso de tanto venir con esperanzas las cambié por decepción, ya no sabía cuál sentimiento era cuál. Venía a identificar los restos en las neveras de la morgue esperando encontrarlo. Alguna vez creí que quería ubicarlo muerto, de una vez, y la frustración de no hallarlo se mezcló con la de saberlo vivo. ¡Que susto! creí que me estaba volviendo loca. Creo que empecé a odiarlo. Ese día decidí ver yo misma los registros fotográficos de los cadáveres y le dije a su padre que vendría sola; que se quedara a cuidar a doña Soledad. Vomité rabia, dolor, frustración y tristeza, pero descansé. Luego salí a comprar flores y lloré un rato en una tumba desconocida, aquí mismo, en el Universal, donde entierran los ene-enes. A propósito, ¿Qué significa eso? ¿Las iniciales de Ningún Nombre? ¿y porqué en plural si cada muerte es solitaria?. NN’s. Le decía, aquí al lado, en el cementerio le hice un duelo con ritual fúnebre. Hasta le dejé un ramo. Para mí se murió ese día, aunque después apareció. Pero ya no me valían esas resurrecciones. Luego de eso se perdía con menos frecuencia, quizás por lo de la enfermedad de ella, de la mamá. No volví a poner el aviso en el diario y dejé la angustia de empapelar las calles con esa foto eterna, pero lo miraba bien cada vez que salía. Para la descripción de cómo iba

vestido y todo este papeleo. Una se cansa, la primera vez busqué en hospitales, inspecciones de policía y sitios que frecuentaba, luego solamente en el hospital más cercano. Después directamente a la morgue. Donde lo estaban esperando. Venía acá tras una llamada, para identificar un cadáver que correspondía a la descripción, pero que no era él. Cabello castaño. Y después me iba para la casa para encontrármelo en la casa frente al televisor. No le hablaba por dos o tres días, y después me acostumbré a practicar para la viudez. La enfermedad de su madre nos puso a todos a intentar darle origen en las ausencias del hijo. Yorfanis quería a doña Soledad de un modo extraño, la cargaba entre sus brazos como el hijo que nunca tuvimos, la besaba en la frente y mejillas como a novia adolescente y la miraba sin querer descifrarla. Él, por ella, haría lo que fuera. No me extraña. Era sorprendente verlo cada vez que atendía a su madre y fascinante oírlo hablar de ella, como si doña Soledad fuera un ser distinto al que conocemos. Una vez, soltó una frase de esas extrañas: “Es que me dejó su huella en el único cromosoma X que llevo”. No pues, el erudito en ADN, le dije. Fulminó el tema con su mirada. Uno setenta de estatura, sesenta y siete kilos. Ahora que recapacito es cierto, sólo para su madre dejaba de ser desconocido y misterioso; sólo con ella se sentía un niño feliz. Incluso, me atrevo a decir que desde sus primeros movimientos en el útero de su madre, era para la sociedad un NN, de allí su persistencia en querer “ser alguien” creyéndose un don nadie. Así es la vida, desapareció por última vez la víspera de Navidad y apareció muerto justo para lo de la operación de doña Soledad. Ponga bien el nombre del donante: Yorfanis, que no se enrede lo del transplante de corazón de doña Soledad porque un novato metió mal el dedo.


Habitar la sombra He querido habitar la sombra de tus labios, aplastar el silencio punzante en la suavidad de tus dedos pasear al viento por las fisuras del pasado. El camino ha atravesado nuestros huesos, maleza creciendo, desangradas dormitando en las mieles. Las ramas caen fuera, lejos, habita en los huesos

Lejanamente te siento en las fibras escondidas

PoesĂ­a

soledad anidada en la punta de tus cabellos.

dentro de las sombras que me habitan.

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Desterradas de viento Quiero ahogarte debajo de las manos. Escuchar el torrente de soledad, que habita el interior de un profundo mar que desemboca en el Hades. -SĂłlo es mi ser flotando en la sangre de mi alma.-

Maria Alejandra GarcĂ­a


Cerebros absorbidos con pajita Hablaba con la radio mientras pensaba en el triángulo de Las Bermudas, yo, testigo mudo del temporal.

La fase REM Hemos venido a mancharnos las uñas, a lavarnos la cara con barro, a pronunciar improperios, hemos venido a pronunciarnos.

El asiento no era cómodo pero tampoco el contexto, las máquinas se movían y la sumisión sacaba pecho, cerebros absorbidos con pajita, cerebros pequeños. La inteligencia estaba a dieta y la fruslería inundaba las calles, el horno estaba preparado

Poesía

para bollos industriales.

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Ventanas abiertas de par en par, frases lamentables a cada paso, muchos más puntos negros

Hemos llamado a todas las puertas, hemos amputado brazos, nos hemos ahorrado lindezas, hemos talado los palos de Mayo. Y aquí todo Cristo ha caminado sobre charcos. Hemos ensayado sonrisas, improvisado llantos, hemos quemado sueños en la pira y después hemos dicho lo que nos ha interesado. Hemos soportado la sequía en la boca, el triunfo nos lo hemos pasado por el arco, nos hemos creído basiliscos

en los que tienen más cara, conciencias que traicionan, miedos realizados.

Nos hemos inmortalizado en cuadros de hielo, en canciones ajenas, en fotografías biodegradables,

El rebaño escuchando arengas, y el de la tiara sucia telefoneando a las señoras del servicio de limpieza

nos hemos querido y nos hemos mentido, nos hemos maleado, nos hemos vuelto maleables.

a lametazos, cerebros absorbidos con pajita, cerebros desgastados.

Hemos dejado a los romanos sin toga, a las vainas sin espada, al tragaluz atragantado, a la endorfina inmaculada,

Pablo Volumen

al frío sin ropa, y con el zumo de cebada nos hemos cebado. Y por fin, cuando creíamos que la fase REM era nuestro último recurso, nos hemos meado en la cama, nos hemos quedado a gusto, y de un ronquido nos hemos despertado.


A Sabrina Sabrok

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Reflexiones

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Los aztecas modernos dicen “chiches” o “chichis”, los que sienten muy acá “bubis”, los antojadizos “chicharrones”, los fiesteros “maracas”, los que tienen un pequeño psicoanalista dentro de sí “pechonalidad”, los que se quedaron con ganas de abrir una pollería “pechuga”, las señoras “busto”, los sentimentales “pechos”, los médicos “mamas”, “ubres” los ganaderos y los románticos “senos”. Pero la única palabra precisa para designar a esa perturbadora repetición femenina es esta magnífica cacofonía: tetas. “Chiche” o “chichi” viene del diminutivo de la voz náhuatl chichihualli, que significa “teta”. El chicharrón es el residuo de las pellas del cerdo después de derretida la manteca. Pero hay ocasiones en que se dice “chicharrón” en lugar de “chiche”: «Mire, compadre, qué chicharrones (o chicharronzotes) tiene la Lupita». “Bubi” es un integrante de la población indígena de la isla de Malajo, antes Fernando Poo, perteneciente a Guinea Ecuatorial. En cambio, “bubis” es un término anglosajón para

designar a las tetas: «¿Te gustan mis bubis, Godofredo?». Las maracas son un instrumento musical originario de América. Su uso se ha extendido por todo el mundo. Las tetas se asemejan a las maracas. Esto se demuestra cuando baila o/y brinca una joven de mucha “pechonalidad”. “Pechonalidad” se atribuye a las “chichotas” (tetas voluminosas”) o a las “chichonas” (mujeres de tetas voluminosas). En los caballeros enseñar la “pechuga” es andar desnudos hasta la cintura; en las damas, la “pechuga” son las “chiches” o “chichis”. Lo de “busto” suena a escultura: «Busto de don Gaspar Crispín, fundador de Pueblo Quieto». “Senos” está menos mal, pero no es correcto usar palabras de género masculino para referirse a lo que es típicamente femenino. Fuera de que “seno” parece demasiado eufemístico y además tiene el mismo problema de “pecho”: suena mal en plural. «Le lamí el seno», pasa, pero «le lamí los senos» no suena bien, así como no suena bien (suena fatal) «le lamí los pechos». Eso sin contar con que “seno” evoca algo cóncavo, hueco, y lo que tiene de

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como si hubiera algo innato en el cerebro que nos hace apodar “tetas” a las tetas. Para los infantes, las tetas importan mucho porque para ellos son algo que tiene que ver con la supervivencia, con la leche. Por eso a los mamones se les llama lactantes. Pero algo tan elemental carece de interés. Lo curioso es que para los adultos nos sigan representando para toda la vida un foco irresistible de atracción. Nadie puede negar que cuando uno mira a los ojos a alguien, lo hace por indagar el temperamento, el humor, el semblante, lo que piensa esa persona. En los ojos buscamos la verdad y la mentira. Todo el mundo cree, con ra-

tas” es mejor, y no sólo por lo del género femenino. La te repetida parece aludir a su diseño doble y al sonido que hacen los lactantes al chupar. Es una de esas palabras que crean los niños espontáneamente y después los adultos (por mucho que soñemos con ellas, o por eso mismo) nos avergonzamos de repetir en público, y sobre todo por escrito. Pero es una de esas palabras que parecen confundirse con el objeto, en una correspondencia exacta y no arbitraria. Por algo será que sonidos muy parecidos, según dice uno de mis diccionarios, existen en todas las lenguas romances para designar lo mismo, y también en griego, en céltico y en ciertas lenguas germánicas: se trata de creaciones paralelas en todos estos idiomas sin nexo etimológico, pero paralelas,

zón o no, que en la mirada s e es conde y se revela algo muy importante del alma del otro. Pues bien, las tetas ofrecen una segunda mirada: son otros dos ojos en los que descubrimos algo que las mujeres no nos dicen con palabas. La areola es el ojo y el pezón la pupila (que se relaja al dilatarse y se endurece —como la mirada— al contraerse). A eso se debe que indaguemos tanto en ese sitio. Cuando están vestidas adivinando las pupilas. Cuando están desnudas comprobando la verdad que en esa segunda mirada se manifiesta. “Un par de tetas tiran más que dos carretas”. En este refrán popular se habla de las tetas que caben en la palma de mis manos cómodamente, las tetas en las que tengo que alargar los dedos para abar-

Reflexiones

fascinante esa parte de la mujer es que suele ser claramente convexa, llena, casi henchida. Qué curioso: el hombre tiene “pecho”, pero sólo la mujer tiene “pechos”. La palabra proviene del latín pectus, y en sentido general el pecho abarca desde el cuello hasta el vientre. Aunque el pecho es llamativo y hasta acogedor, porque encierra al corazón (sede simbólica de las emociones), no es voz particularmente exacta cuando se emplea para referirnos a una de las más bellas protuberancias de las bellas. Pero cuando alguien habla de una teta, o de unas tetas, en plural, casi siempre nuestra imaginación moldea a una hembra humana. Sí, “te-

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débil para sus dueñas. Así como en el Tui-te, un arte marcial llevado a Okinawa, Japón, desde China cerca del siglo XVII, el secreto para estimular las tetas radica en “el arte de derrotar a un tigre con la fuerza de una mosca”. El placer de acariciar tetas no se encuentra únicamente en el tacto, sino, sobre todo, en el efecto que provoca en la fémina acariciada. El suspiro, el gemido, la mirada que se enturbia, el músculo que cede. No es la pura sensación táctil, sino la sensación de triunfo, de dominio, que produce en el acariciador. Una práctica sexual muy común, que, por cierto, no conlleva riesgo de embarazos indeseados ni de venéreas, consiste en agarrar un par de tetas desnudas y apretarlas una contra otra, dejando un espacio en medio donde se pueda encajar un pene erecto. Para un caballero, las ventajas de esto son innegables, pues meter y sacar durante un rato el pene de entre las tetas de alguna dama causa que, con intensidad, casi con dolor, surja por la boca del glande el grito blanco y viscoso de la vida. A la vez, permite aprovechar la proximidad del glande y de la lengua femenina. Bueno, aquí lo importante es que el vaivén del pene irá aumentando el placer de la dama poco a poco, y si el caballero sabe moverse, sabe cómo manejar el sable, dando mandobles certeros, floreados, entre las tetas en celo, el goce de ella subirá sin parar, cada vez más rápido, cada vez más alto, cada vez más fuerte, hasta que un orgasmo de película le explote en la juntura de las piernas. Las bellas que tienen tetas muy pequeñas, o que carecen de ellas, sufren “hipoplasia”, mientras que las que están en el caso contrario sufren “hiperplasia”. Algunas veces la hiperplasia puede manifestarse con tamaños superiores a los 2 m de contorno. Determinar que resulta pequeño o grande es, sin duda, materia opinable, pero se ha comprobado que las damas que tienen tetas excesivamente voluminosas suelen padecer dolores de espalda, de hombros y de cuello, motivos por los que a menudo solicitan una reducción quirúrgica. En ocasiones, las propias tetas son dolorosas.

Reflexiones

carlas del todo, las tetas que desaparecen, fláccidas y arrugadas, en mis puños, las tetas que oponen resistencia de globos, mullidas y duras a la vez, y las tetas que probablemente tú, que estás leyendo esto, cada día aprisionas en un sostén. Tetas de mujer, tienen mucho poder. Y una mujer, toda mujer, es tan reconocible por sus tetas como por su cara. El clítoris, con sus más de 8000 terminaciones nerviosas concentradas en un territorio diminuto y anatómicamente estratégico, ha ejercido una dictadura casi absoluta sobre los orgasmos femeninos. Sin embargo, rodeados por un área de piel hipersensible y de una pigmentación más oscura conocida como areola, los pezones son, sin duda, otro botón para activar a la pequeña muerte. Al recibir un estímulo táctil, los pezones, así como los genitales, envían una señal a través de sus fibras nerviosas hasta el cerebro para que el cuerpo libere oxitocina, hormona que vertida en el torrente sanguíneo provoca efectos como tensión y contracciones musculares. De ahí la erección de los pezones, que están rodeados de diminutas fibras de músculo. Antes no ocurría, pero ahora es muy frecuente que los maniquíes tengan pezones. Un pezón erecto siempre se asocia a la excitación sexual, y no es raro que el marketing se aproveche de eso. Por otra parte, la oxitocina no sólo se relaciona con patrones sexuales, sino también con la lactancia. Es conocida por algunos como “la hormona de la monogamia” o la “molécula de la confianza”, por el rol que juega en el orgasmo, el parto, la lactancia y el enamoramiento. Que los pezones desaten un efecto de placer similar o igual al que se acciona desde los genitales, para ciertos evolucionistas, radica en que así se asegura la atención de la madre sobre el hijo y el amamantamiento se convierte en una actividad generosamente gratificada. La mayoría de las bellas sienten que su útero se contrae placenteramente cuando se les succionan las tetas. La mirada de una mujer mientras amamanta a su bebé puede llegar a ser libidinosa. Las tetas son un festín de terminaciones nerviosas que las convierten en un verdadero punto

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grandes, mejor”. Como dato cultural, las tetas grandes no producen más leche que las tetas pequeñas. Ejemplo de ello es la hembra del chimpancé, cuyas mamas son extremadamente planas y no tiene ningún problema con la lactancia. Algunos investigadores sostienen que las tetas de la mujer cobraron más relevancia que las nalgas al pasar el ser humano a la posición erecta, lo que también justificaría el fenómeno de que algunas damas adoptaran procedimientos extremos para aumentar las dimensiones de su delantera. Las abisinias se dejaban picar las tetas por abejas, lo que incrementaba tres o cuatro veces su tamaño. En otras partes de África la moda fueron las tetas pendulares; las mujeres de la tribu nadi las achataban artificialmente colgando leños de ellas, y las bagadi, de África Central, empleaban pesos para alargarlas. Traer aros en los pezones era popular en la Europa victoriana. La moda nació en París y seguramente se importó de las posesiones francesas del norte de África, donde esta práctica era una costumbre local. Aparte de su aspecto decorativo, estos aros se usaban con la idea de incrementar el volumen de las tetas y mejorar su forma. Las mujeres modernas recurren a implantes si desean aumentar sus medidas. Thomas Cronin y Frank Gerow fueron los primeros cirujanos que obtuvieron éxito realizando un implante de silicona en una mujer, en 1960; hacia 1973 se habían llevado a cabo más de 5.000 operaciones. Dos de las culturas que más rinden culto a las tetas grandes son la estadounidense y la japonesa, en las cuales se idealizan estas proporciones por medio de cómics (en la primera) y hentai (en la segunda). Pero no todas las culturas han sentido predilección por las pechugonas. Los chinos, de manera tradicional, siempre han preferido las tetas pequeñas. De hecho, en un esfuerzo para disminuir el tamaño, antes se envolvía a algunas señoritas chinas desde la pubertad en verdaderas camisas de fuerza. A diferencia del mundo de la Grecia antigua, donde las tetas grandes eran veneradas y sagradas, en gran parte de la Edad Media se redujeron a la

Reflexiones

Otras anormalidades de las tetas no están relacionadas con el tamaño. Es el caso de las tetas “tubulosas”, que tienen forma cilíndrica debido a la estrechez de su base. La “ginecomastia” es una condición patológica del pecho masculino, en la que el desequilibrio hormonal provoca el crecimiento de las glándulas mamarias en el varón e incluso la producción de leche. En la mayor parte de los casos, el problema se debe a un exceso natural de estrógenos, pero también puede ser el resultado de algún tratamiento farmacológico a base de hormonas. La distribución de la grasa en el cuerpo femenino es un rasgo importante del dimorfismo sexual, es decir, una de las cosas que nos enseñan a distinguir a un hombre de una mujer. En las damas, una gran proporción del peso corporal se debe a la grasa depositada en lugares prominentes, como las tetas y las nalgas. Por el contrario, la mayor parte del peso corporal de los caballeros se concentra en la masa muscular de los brazos, los hombros y el tórax. «Por lo general, a los que les gustan las tetas grandes son hombres que buscan mujeres que los consientan y los nutran», afirma la sexóloga y terapeuta Rinna Riesenfeld. Puede ser, aunque también hay que considerar que las tetas grandes resultan atractivas porque indican fertilidad. Al no existir una señal evidente de fertilidad en las damas, los caballeros son forzados indirectamente a buscarla por medio de las protuberancias del cuerpo femenino. Las niñas no pueden tener su menarquía (primera menstruación) si previamente no han acumulado una cierta cantidad de grasa en sus protuberancias. Lo normal es que la grasa represente el 17% del peso corporal. Sin embargo, el porcentaje ideal para un buen embarazo es de 22-28 %. No todo merece razonarse y pensarse. Hay partes de la vida en las que sólo valen las sensaciones. Y el instinto, lo que aprendimos antes, cuando todavía no éramos humanos y vivíamos colgados de los árboles, quizá es la causa principal de que hoy tantos caballeros opinen de las tetas “cuanto más

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Reflexiones

acción de amamantar, y en las pinturas y en las esculturas, las tetas de hembras humanas fueron lo más discretas posibles (hasta llegar a pechos planos como los del hombre) y la perversidad dotó a los diablos y a los pecados capitales de inmensas tetas. Por eso, las tetas grandes se consideraban un signo de vulgaridad, distintivo de las putas y las “malas”. Las mujeres, a quienes en primera y última instancia les pertenecen, pueden vender sus tetas o alquilarlas, prestarlas o regalarlas, ofrecerlas o presumirlas, exhibirlas o esconderlas, transformarlas o intercambiarlas, mimarlas o maltratarlas, pintarlas o fotografiarlas, esculpirlas o escribirlas, ensuciarlas o limpiarlas. Las tetas se deben valorar como parte y totalidad del más hermoso de los cuerpos humanos.

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Por Emil Eton

El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado”.

Narrativa

Jorge Luis Borges en <<El jardín de senderos que se bifurcan>>.

Ya pocos recuerdos quedan de mi madre. A veces su imagen recorre mi mente y puedo sentir como se desdibuja, poco a poco, inevitablemente. El único recuerdo que queda intacto y es siempre recurrente es el día de su muerte. Yo era muy chico para esta época, aún así permanece diáfano: ella reposa en una camita de clínica, con su batita azul-verdosoclaro abierta en la espalda, de lado, como le gustaba, viendo la tele. Yo le llevaba todos los días noticias de la casa, de Júpiter -el perro-, de las flores del patio y de todo lo que ocurría, eso sí menos de las novelas pues en la clínica no perdía una. Mamá Celmira hacía el favor de llevarme camino al trabajo y de recogerme pasadas unas horas, la vieja se daba mañas para lidiar conmigo, el trabajo, y no derrumbarse por la agonía de su mejor amiga y el abandono de su marido. Mi madre entendía que era su fin, yo lo sabía, también Mamá Celmira, no decíamos nada. A mí no me gustaba la clínica, aunque la enfermera era muy amable: el olor era extraño, sus paredes blanco pálido me asustaban, además mi padre antes

de morir siempre decía que prefería morir en la calle para que la muerte saliera a recogerlo; él creía que la muerte habitaba en las clínicas y no pensaba hacerle el trabajo fácil. Todos los días farfullaba esta frase: -Imagínate. Algo así como si la basura se recogiera sola y se fuera al basurero, seguro que ahí mismo despiden al barrendero y otro hogar a la mierda, así mismito como este-. Mi madre parecía no inmutarse, pero yo sé que le molestaba, y mucho. *** Yo la vi morir con una sonrisa, lo recuerdo bien porque en esa época era raro pues los últimos meses de agonía habían trazado en la piel gestos permanentes de fatiga y dolor, mas no una sonrisa… /ah/ mi madre/ mi pobre madre… ¡Y ahora tengo que dar esta espantosa noticia! Ya había olvidado lo que es perder una madre, esta vida es una mierda, justo cuando me sentía feliz y realizado se me muere mamá Celmira. Ahora tengo el deber de comunicar a Flaminio tan espantosa noticia. Planeé una fría y escrupulosa estrategia -algo

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así como veinte segundos-, luego me eché a llorar en la cama y como al mes ya había terminado la carta en la que relacionaba todos los hechos. Contadas las sílabas; rondado el diccionario; pulida la ortografía; y demás minucias: parto/con/dolor. Flaminio y yo nos criamos juntos, él más que un amigo fue mi hermano, mi hermano mayor. Recuerdo mil ocasiones en que me defendió de los chinos de doña Magnolia que me la tenían montada y todos los días me armaban bronca, así como también recuerdo una que otra novia que me quitó, pues era el guapo del barrio. Igual yo manaba orgullo y hasta argüía que éramos verdaderos hermanos de sangre. Mamá Celmira se esforzó por darnos todo, por igual, sin distinciones. Se entristeció mucho cuando no lo pudo ver más, pues justo antes que empezara la guerra se había ido al otro lado a vivir con la hija de doña Clara. Después de la partida de Flaminio mamá Celmira y yo nos hicimos inseparables, aún más que con mi primera madre. Con el dinero de mi primer trabajo le compré un catalejo y acordé con una emisaria enviar una carta que explicaba la situación a Flaminio. De este modo los domingos Flaminio se subía a la loma enfrentada y saludaba: escribía GRANDES LETREROS para que la vieja desde acá lo pudiera ver, eso la hizo muy feliz y a mí también. YO TAMBIÉN HACÍA GRANDES LETREROS, así /se /nos/ pasó/ la vida/ las barbas/ los bigotes/ el cabello; largo, corto, escaso/ las canas/ los pelos teñidos/ las modas/ los años. Por desgracia la vejez llegó rápido y la vieja se quedó ciega, Cie/ ga/y/sor/da, incluso tartamuda y desmemoriada. La comunicación con Flaminio siguió bien por un

tiempo, luego se hizo intermitente durante muchos años. Cuando se daba ocasión, sin apuros, me prestaba a describirle con detalle a mamá Celmira como estaba Flaminio y los cartelones que escribía, incluso creo que llegué a conocerlo mejor que a mí mismo. Se sorprendió y alegró mucho la vieja cuando le dije que ya era abuela de dos gemelos, aunque a decir verdad los sobrinos ya ostentaban su década de arrebatos. Luego de esto el enemigo notó la acción y casi matan a Flaminio, seguro creían que era un espía o algo por el estilo, pero por suerte encontraron el letrero que decía: “MAMI, SOY PADRE DE GEMELOS, TIENEN DIEZ AÑOS Y JODEN COMO EL CARAJO DE GOWAR. TE AMO”. Le perdonaron la vida, yo lo vi todo por el catalejo/lejos/lejos… Las dos lomas las separa el lecho seco de un río, su nombre no lo sé, no lo recuerdo. Ahí, justo a los lados de la cuenca, de forma rutinaria, ambos bandos dejan los cadáveres y por eso huele inmundo. Además el lecho está lleno de trampas y minas, sin mencionar que en las faldas de ambas montañas reposan expectantes los combatientes ávidos de sangre. Yo no recuerdo por que empezó la guerra, sólo sé que Flaminio esta allá y yo acá y debo verlo, así esto me cueste la vida. *** Falsamente creí que resultaría fácil comunicarme con Flaminio, escribir escuetamente un cartelón como antaño o enviar un mensaje con un emisario… ¿fueron acaso pasajeras manifestaciones de candidez o estupidez? El catalejo ya no sirve pa un carajo, la otra noche se cayó y se hizo mierda y desde entonces no se me ocurre nada.


Tan pronto lo tiraron al calabozo lo abordamos, -¡hombre, qué les dijiste!- Desfalleció casi de inmediato, enseguida notamos que le hacían falta los dos brazos. Todos rehusaron mirarse y se escabulleron en silencio -ni te cuento como me estremeció aquello, no pude pegar el ojo en días-. A la semana, aún con un inmenso dolor y algo de ahogo espiritual la labor se dinamizó, y al fin de un rato una pequeña luz inundó el túnel: en el calabozo todos explotaron exaltados de euforia, mas en total silencio. No hubo lugar para dudas o para pensar en las grandes pérdidas, tan sólo salimos al monte como almas que lleva el diablo. *** Hoy ya son dos días desde la fuga, ahora que lo pienso, todo ha estado de lo más raro: cuando salimos a la manigua noté a mis compañeros completamente renovados, cosa que atribuí a la libertad. Por horas seguimos al viejo -te puedo asegurar que dió tumbos y nos trajo al mismo punto una y otra vez, pues sin que él lo notara yo marcaba los árboles-. Ya en la noche noté que la manigua parecía todo menos manigua; ni un solo ruido se escuchaba; no me picó ni un zancudo -y con lo vampiros que son los de esta zona-. No vi ni un animal, ni un solo bichito; las hojas de los árboles permanecían muy puestas lo cual hacía que el piso estuviera más pulcro que el de mi casa; no cruzaba este lugar ni la más leve brisa y lo peor es que no olía a manigua, en realidad olía a nada. Mis compañeros tras la primera noche empezaron a desaparecer por horas y a reunirse aislados. Estoy convencido que me hacían a un lado como a un apestado, esa misma noche me evadí. Aún doy tumbos totalmente perdido en la falsa manigua. Con esta abrumadora suma de tiempo lapidado he escrito muchas cartas, algunas lacónicas, otras largas y conmovedoras. Ahora hago avioncitos de papel con las cartas y las tiro por donde me plazca, no sé si tal vez alguna llegará a Flaminio; ya no

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El otro día pasó Berta y me dijo que el hijo que espera es mío, yo le cerré el portón en la cara, luego grité ¡ni por el carajo le pongas mi nombre, ese niño no tiene papá! El eco de la reyerta es abrumador, la tierra yerma. De seguro mi padre estaría orgulloso de ver tanto muerto por ahí, fuera de los hospitales, pero al fin que ya ni hospitales quedan. La otra noche pensé en mamá, la recordé en la sala de cuidados intensivos tan claramente como cuando le disparó a mi papá en la sien, por bígamo, con una mirada mermada y decidida, pero a la vez expectante del inevitable fin. En mi mente ella no decía nada, su silencio no es cosa del otro mundo, igual en los días que corren ¿qué decir? Al cabo de un par de días decidí dar ronda a la sierra y buscar a Flaminio, esperaba que esta travesía durara algo más de una semana, así que empaqué provisiones y algo de papel por si me veía obligado a escribirle a mi hermano. Todo fue una bobería, al cabo de un par de horas ya estaba en manos de un grupo de hombres armados. Una vez tirado en el pozo séptico que llamaban calabozo noté que estaba de ton a son saturado de una resina grasosa y oscura, muy seguramente producto del ef luvio sudoroso y la sinergia de la muerte y lo lúgubre ¡pues sí que estaban todos tristes y olían mucho a chucha! A ningún rehén parecía atormentar en demasía este maldito lugar, luego de unos días a mí tampoco. Para mí cada día era igual al anterior; sólo podía pensar en ver a Flaminio y decirle que mamá había muerto. En los días cercanos a la fuga el clima era muy tenso. Alguien murmuro, creo que fue el viejo: -este péndejo habló, ya nos jodimos-.

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me importa mucho, pues he perdido la esperanza de verlo. Creo que me estoy volviendo loco, hace un rato creí estar en un gran teatro-manigua y juro que escuche al público susurrar pendejadas y risitas. Ahora persiste una lucha en progresiva merma: cada vez que puedo destrozo lo que está a mi alrededor, he descubierto que casi todos los árboles son de utilería, pero aún no encuentro la salida. A veces grito sucesivamente hasta que el eco pierde fuerza: -la/mentó/muerte (erte/erte/te, te, te…) A veces no hago nada, simplemente me acuesto a esperar la muerte por inanición y entonces me cae una manzana, no por efecto de la gravedad, sino más bien siguiendo una trayectoria balística. Y así he sobrevivido hasta ahora, en la más estricta dieta vegetariana, solo, recluso en la charada del día a día. ¡JUEPUTA FLAMINIO! de haber sabido que me vería más varado y solo que Robinsón hubiera dejado que te enteraras de la muerte de mamá diez años después o cuando acabara la guerra. ¿algún día lo sabrás?...


Por Emil Eton

Reseña del libro de Hiromi Kawakami, traducido muy adecuadamente al español por Marina Bornas

“los reflejos profundos, algo velados, al brillo superficial y gélido” .

Montaña bajo el título <<el cielo es azul, la tierra blanca: una historia de amor>>. Editorial Acantilado. 216 páginas.

¿Por qué reseñar una novela japonesa, en lugar de una de las multitudinarias producciones editoriales en el más castizo español? Por mi parte son dos las respuestas pertinentes. Primero, en mi búsqueda de novedades literarias no encontré una novela tan maravillosa como la de Hiromi, no podría describir la sutil gravedad que le envuelve y la hace inevitable. Segundo, creo que la buena literatura es universal, sobrepasa las barreras propias del paso de una lengua a otra, de una cultura a otra. Y es así que muy a pesar de mi tusa termino reseñando una historia japonesa de amor. La traducción más cercana al título en japonés, Sensei no kaban, será El maletín del maestro. A mi parecer este título podría originar un tono anecdótico, incluso banal, que en general carecería de fuerza en el esbelto y polisémico español, lo cual también sería una consecuencia de nuestro pensamiento y cultura occidental. Por tanto considero muy acertada la edición y traducción de la edito-

rial Acantilado. A partir de este simbólico título/ epígrafe encontraremos una profunda y sugerente dualidad dialéctica, pues qué es el amor en pareja si no una lucha, un diálogo y un complemento mortal. Y así la leve brisa narrativa de Hiromi que como el cielo y la tierra se funden en cada frase, en cada trago de sake, en cada trozo tofu o de ballena, trasmuta el espacio y presencio en cada acto, en cada detalle un talento sin igual que hace entrar en perfecto equilibrio la más conservadora tradición con la más ajustada modernidad, y cuyo foco emerge de la misma naturaleza de cada acto en una cotidianeidad ritualizada en alcohol y amor contemplativo, perceptible siempre, hasta el oscuro final. En definitiva el argumento puede parecer muy simple: una mujer madura tiene un encuentro fortuito con un antiguo Sensei, y para su sorpresa disfruta de su compañía y comparten muchos gustos develados en cada minucia hasta el punto que se

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Publicado en español el año 2009. Barcelona-España.

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descubre irremediablemente enamorada. Y es que Tsukiko y Matsumoto comparten más de lo que está escrito, y todo requiere de tiempo, tanto así que entre tantos gustos comparten una evidente apetencia al alcohol y a los entremeses marinos, hecho que marca la importancia del rito de la comida y la bebida en esta relación. Y es en lo minúsculo de este argumento, sin nada de particular, que surge una azarosa relación amorosa, tamizada por el recuerdo mortal de la esposa del profesor Matsumoto y la aparición de un antiguo novio de Tsukiko y un deambular por la minucia cotidiana y la naturaleza nipona. Esta obra magna, digna de la oscuridad anhelada en la profunda alma de Tanizaki y merecedora del premio que lleva su nombre, de la primera a la última línea vale la pena. Y no es embeleso pues en verdad no sabría decir cuál es el rasgo más relevante de esta bella novela. Seguramente podría afirmar que el manejo del tiempo es único, tanto así que a veces parece que no pasara nada, que estos extraños a sí y a sus lectores no revelan aquello que esperamos explosivo y lacerante, por el contrario la profundidad del gesto más oscuro y contenido nos conduce a la simpleza del detalle tácito en el monumental espíritu nipón. Se trata pues de una novela intimista, pero no es cualquier intimismo, es una historia de amor contemporánea que explora nuevos rumbos estéticos que es posible rastrear hasta los planteamientos del elogio de la sombra de autoría de Junichiro Tanizaki. Estas dos obras novedosas y ancestrales encierran amplias propuestas de filosofía y estética. Encontramos en Junichiro Tanizaki la oscuridad como elemento primordial de su narrativa y de su propuesta estética. De manera similar el detalle, casi sombrío, que Hiromi esgrime será el caleidoscópico lente cardinal

para acceder a la belleza, al amor y a la vida. Pues en esta novela descansa la personificación profunda de la meditación sombría, donde lo revelado en penumbras por el tiempo es belleza pura, no siempre susceptible de ser obra del hombre, pues es obra misma del tiempo y la naturaleza. En suma se trata de una novela exquisita y adictiva, y en medio de esta historia de amor, esa experiencia confusa que llamamos vida, a veces monótona y solitaria, es mistificada y enriquecida en el delicado detalle que conduce a un mundo que es la historia del amor de la vida de Tsukiko, en la cual todo lo casual, todo lo azaroso cobra un oscuro significado que hace hermética la tormenta sentimental que encierra. Y aunque se trata de una historia de amor no es para nada cursi, se trata de una novela única e inteligente. Aunque eso sí advierto que esta joya requiere de una lectura serena y profunda, y es en definitiva irrevocable.


Autores

Marcelo Galliano Nacido en Gödeken. Reside en Rosario, Santa Fe, República Argentina. Escritor y poeta. Graduado de Bachiller Universitario en Derecho en la UNR, se desempeña en la docencia universitaria y tareas de investigación. Sus poemas y cuentos se han traducido al inglés, italiano, francés, búlgaro, rumano y portugués.

Vladimir Ariza Mi Nombre es Vladimir Ariza, nací el 20 de Noviembre de 1985 en Sogamoso (Boyaca), una tierra con un sol brillante sin igual. Actualmente me gustan las cosas sencillas y breves que sin embargo, llegan a expresar muchisimo: las historias simples, los pequeños escritos (como las postales), y los cortometrajes.

Javier Moyano Director y fundador de RABIARTE (Colectivo de escritores), tallerista de literatura y teatro, coordinador del grupo experimental DESPROVISTOS, cofundador del movimiento SIN.ISMO, ganador de concursos distritales y nacionales de literatura.

Carlos Hola, Un amigo ha escrito este cuento (El derecho a comer en paz), es corto pero poderoso. Ya se que aunque sea corto somos a veces muy perezosos para leer, hagan el intento que vale la pena. Muchas gracias! Daniel Hola Daniel: > Aquí le mando un cuento breve de mi confección. No es nada trascendental. Sólo una arrebato de indignación política mediada por la imaginación. > Cuídese. > Carlos.

Don Josema Emil Eton Francisco Enríquez Francisco Enríquez Muñoz nació en la caótica y sobrepoblada Ciudad de México la tarde del 19 de junio de 1975. Su vida fue trivialmente feliz durante su niñez, hasta que llegó a la adolescencia y terminó la preparatoria. Después de ser rechazado sin explicación alguna de la UNAM, de la carrera de diseño gráfico, con el fin de hacer algo más o menos interesante y no estar de ocioso dentro de su hogar, en 1994 decidió estudiar fotografía profesional en la escuela Hansel Adams.

Analía Pinto (Argentina, 1974) Poeta, escritora, correctora, periodista cultural a ratos, blogger y estudiante de la carrera de Letras en la Universidad Nacional de La Plata. Editó y dirigió el boletín literario La Granda Milito, distribuido por e-mail a más de 500 suscriptores entre 2003 y 2006. Publicó en diversas antologías de poesía, en revistas y sitios de Internet como El Interpretador,

Axolotl, Letralia, Al Margen, Adamar, Fin y Los Nóveles. Aymer Waldir Nació en Medellín (Colombia). Integró durante siete años el grupo experimental de teatro del Politécnico Colombiano “Jaime Isaza Cadavid”. Estadístico de la Universidad de Medellín, se gana la vida con los números y pretende ganarle a la vida con las letras. Es integrante del Taller de Poesía de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Sus cuentos y poesías han sido publicados en revistas y suplementos literarios de varios países. Rosita Isaza Nacida en Bogotá en 1982. Profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente se desempeña como docente de sociales, francés y español. Es una convencida del poder inminente de la palabra. Ha leído algunos de sus poemas en la Casa de Poesía Silva, en el VI Encuentro de Estudiantes de Literatura y en eventos de carácter privado. Iván Medina Castro Formación Académica. * UIB -III Curso de Actualización y Estrategias en litigio Internacional en la Universidad Iberoamericana. Del 4 al 8 de diciembre de 2006. * Saint Mary’s University of Minnesota. Minneapolis, MN. 2005 – 2006. Maestría en Negocios Internacionales. Experiencia laboral.

• SCT/DGAF - Secretaría de Comunicaciones y Transportes/Dirección General de Autotransporte General. México, D.F. Mayo 2007 – en funciones. Pablo Volumen (Madrid, 1983) es el cantante y guitarrista del grupo de rock Volumen. Siendo la poesía un pilar fundamental en sus composiciones, en 2008 sale a la calle su disco “Nadie hace nada”, con una crítica social optimista a la que todo el que respira está expuesto. En 2009 decide recopilar algunos de sus poemas en el libro “Agua en la cuchara” que puede leerse gratuitamente en la red en el siguiente blog http://aguaenlacuchara.blogspot.com/ María Alejandra García Ganadora de la convocatoria del Ministerio de Cultura para la dirección de talleres literarios, participantes a la Red Nacional de Talleres Literarios RENATA desde el año 2008. Invitada por RENATA a participar del V ENCUENTRO NACIONAL DE DIRECTORES DE TALLER RENATA en el marco de La Feria Internacional del Libro de Bogotá 2008. Invitada por RENATA (Red Nacional de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura) a participar del VI ENCUENTRO NACIONAL DE DIRECTORES DE TALLER RENATA en el marco del Hay Festival 2009. Invitada Cassó En el azul de la decadencia rítmica se acentuaron las cantidades

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necesarias de ignorancia, bajaban desde la montaña teñidas de sangre púrpura, en ese encuentro del sentido que no aparecía estaba Ylsen, sentado en una roca… Desde allí los primeros ojos se desplomaron en soledades, un nuevo fracaso, y fracasó y francamente casi un Picasso… Este es el Caso de las cosas, la expresión sin constante, la falta del 3,14159265358979323846… la negación del círculo, la imposibilidad de pensar el mundo, la comparación de la idea original. Allí de entre las montañas, desvanecido por la lluvia gris, en la tormenta del Valle está destartalado Cassó. Escribiente y descriptor, negador de profesión y de ocupaciones varias, también albañil.

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– Derrida - (2003). Ha publicado artículos sobre estética, poesía y relaciones entre literatura y educación en diversas revistas nacionales e internacionales. Angélica Tamayo Mauricio Delgado Nació en Bogotá el 23 de octubre de 1979. Vive desde los 9 años en Pamplona. Licenciado en educación artística. Su obra incluye fotografía, performance e instalaciones. Ha estado en exposiciones colectivas en ápside 2006,2007 y 2008, Universidad de Pamplona y Museo Anzoátegui. Diana Inagán Andrés Arce

Dayana Bustos Promotora y coordinadora en la Bebeteca de la Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo 2009-2011. Profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana donde inició su camino por la investigación acerca de la literatura infantil. Ha sido evaluadora en los concursos nacionales de cuento en homenaje a Gabriel García Márquez y Tomás Carrasquilla promocionados por el Ministerio de Cultura colombiano. Ha trabajado con editoriales como el Fondo de cultura económico y Alfaguara en la parte de literatura infantil. Enrique Rodríguez Pérez Profesor del Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia, en el área de teoría literaria y poesía. Ha publicado los libros de Poesía: Historia del Agua (1987), Inconsistencia de la mirada (2003) y un libro de ensayo Ensoñaciones, escrituras Tejidos-debates Bachelard

Gilberto Bustos Tengo título profesional en lingüística y literatura, aun así, me he dedicado como autodidacta a la creación artística plástica, participando en diferentes exposiciones de arte plástico a nivel distrital y nacional, con las que he obtenido premios y algunas distinciones, de igual manera he ilustrado la revista literaria puesto de combate, he orientado e ilustrado el texto pequeños grandes escritores. Mi trabajo se centra en la técnica plumilla de carácter erótico.


La revista Rilttaura hace del dominio público las bases de participación que para el envío y revisión de textos se tendrán en cuenta por su comité editor en próximas convocatorias y que nuestros colaboradores deberán observar escrupulosamente so pena de quedar excluidos de antemano del proceso de selección. Son las siguientes: Times New Roman 12; interlineado de 1,5; tamaño carta; mínimo cuatro (4) páginas, máximo ocho (8). El tema será libre, el género —narrativa, poesía, teatro— también. Los trabajos que deseen participar en nuestra convocatoria deberán ser enviados en archivo adjunto de Word al correo oficial de la revista rilttaura@hotmail.com . Solo se admitirá una (1) colaboración —es decir, un (1) archivo adjunto— por participante, esta deberá incluir todos los datos personales y de contacto del autor, más una pequeña reseña biobibliográfica del mismo (los datos personales y la reseña no cuentan como páginas hábiles del archivo). Valga desde ya la aclaración que los textos que no salgan favorecidos en el proceso de lectura serán destruidos en su totalidad, tanto copias físicas como digitales. Nuestro comité editor se reserva el derecho a futuros cambios y/o ajustes en estas bases de participación, de los cuales cambios y/o ajustes se dará aviso antes de las convocatorias con un margen prudencial de tiempo a través del sitio virtual http://revistarilttaura.blogspot.com y otros medios difusivos.

¿Ilustras? Si tienes habilidades plásticas y de dibujo y quieres empezar a dar a conocer tu trabajo la revista Rilttaura te abre sus puertas invitándote a participar como ilustrador de textos en sus diferentes números. Solo tienes que escribir un mensaje presentándote y enseñando alguna muestra de tu obra a la dirección electrónica rilttaura@hotmail.com . Recibirás a vuelta de correo la confirmación de tu propuesta y te estaremos mandando cuentos y poemas para que te pruebes como un verdadero artista.

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El encuentro con la escritura del poema produce el tejido, la tela de araña plegada que entrelaza todo con la levedad de la metáfora.

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS DIRECC IÓN DE BIENEST AR DIRECCIÓN DE BIENES TAR UNIV ERSITARIO ÁREA DE ACOMPAÑAMI ENTO INTEGRA L PROGRA MA GESTIÓN DE PROYECTOS


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