Sigma - Revista de estudiantes de Sociología nro. 15

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número

15

ISSN 2011 - 9347

SIGMA Estudios de la cultura

Apoyan Facultad de Ciencias Humanas Dirección de Bienestar Programa Gestión de Proyectos Sede Bogotá



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Revista Σigma Estudios de la cultura Numero 15 / ISSN 2011-9347 Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Sede Bogotá

La Revista de Estudiantes de Sociología SIGMA

Rector

se concibe como un medio de comunicación

Ignacio Mantilla Prada

impreso que busca consolidar espacios aca-

Vicerrector

démicos en el Departamento de Sociología y la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, ofreciéndose a los estu-

Jaime Franky Rodríguez Director Bienestar Sede Bogotá Oscar Oliveros

diantes un medio de aprendizaje y una forma de

Coordinadora Programa Gestión de Proyectos

incursionar en círculos académicos mediante el

Elizabeth Moreno

aporte tangible de conocimiento, al tiempo que

Decana de la Facultad de Ciencias Humanas

posibilita encuentros con otras escuelas.

Luz Amparo Fajardo Uribe Director Bienestar Facultad de Ciencias Humanas Eduardo Aguirre Dávila Director Departamento de Sociologia

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Los textos presentados en la siguiente publicación

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expresan la opinión de sus respectivos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar.

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editorial

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las tic y la educación: la ciudadanía digital como práctica cultural emergente daniel peres díaz

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sin reacción: una textualidad varias interpretaciones andrés arturo rojas arias

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acceso cultural en bogotá: desigualdad y acumulación de capital gustavo a. moreno / mateo a. córdoba

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el debate y las tensiones en torno a identidad sexual y de género norma jurado campusano

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del consumismo tecnológico y otros demonios. interpretación etnográfica en tres centros comerciales de bogotá ana maría gonzález serna


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La cultura, como categoría de análisis, se caracteriza por la multiplicidad de sentidos que se pueden adquirir tanto en el ámbito de la academia como en otros sectores de la sociedad. En las disciplinas como la sociología y la antropología, no existe un consenso sobre el significado del término y su abordaje depende de los elementos teóricos y metodológicos que asumamos: existen corrientes funcionalistas, estructuralistas, materialistas, etc.; o corrientes de pensamiento, como los Estudios Culturales, representados por destacados investigadores como Stuart Hall o Raymond Wlliams. A pesar de la variedad de significados que puede adquirir, la cultura es uno de los campos de estudio más importantes en las investigaciones de las ciencias sociales. Incluso, los investigadores reclamamos que lo cultural

sea siempre asumido como un componente de análisis central, independiente del fenómeno que se estudie: reclamamos que el análisis de los contextos, de las formas de pensar y de actuar, y los significados de los actores deben ser elementos centrales al momento de planear proyectos, para abordar un conflicto, para el análisis de los territorios, para formular políticas públicas, etc. Cuando hablamos de cultura, bajo esta óptica, hablamos de su dimensión estructurante de la sociedad. Entonces, es menester preguntar ¿qué está por fuera de la cultura? No solo es el arte, la música y las tecnologías; hablamos también de los lenguajes, las formas como se conciben las realidades, las formas como nos relacionamos, los valores, los ritos, las representaciones, los hábitos y las prácticas sociales.

EDITORIAL En ese sentido, la Revista de Estudiantes de Sociología SIGMA, para su quinceava edición, ha querido convocar a estudiantes, docentes, investigadores y todos aquellos interesados, para que alleguen sus escritos en el marco de los “Estudios de la Cultura”. El proceso ha sido positivo y, en la presente edición, se reúnen textos que abordan distintos debates y casos de estudio. Las TIC y la educación: la ciudadanía digital como práctica cultural emergente, escrito por Daniel Peres Díaz, nos presenta un panorama donde la tecnología es protagonista de las interacciones


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sociales gracias, en gran parte, a su uso en el lenguaje. En círculos sociales como la escuela, se comienza un proceso de apropiación de las nuevas tecnologías de la información, lo cual deriva en su replicación y, a su vez, en la construcción de lo que el autor denomina la Ciudadanía Digital. Andres Arturo Rojas, estudiante de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, en su artículo Sin reacción: una textualidad varias interpretaciones, expone los resultados de una breve etnografía en torno a la canción “Sin reacción” de la banda de punk Mutantex. El autor describe los distintos perfiles de personas que asisten al bar Ufo en el sur de Bogotá, quienes tienen un significado diferente de la canción, y que desata emociones de rabia, soledad y exclusión social. A partir de los aportes de Jeffrey Alexander y sus propuestas alrededor de la hermenéutica cultural, desarrolla una interrelación entre distintas historias de vida y la recurrencia a una canción, como refugio. En el artículo Acceso cultural en Bogotá: desigualdad y acumulación de capital, escrito por Gustavo Moreno y Mateo Córdoba, ambos estudiantes de sociología de la Universidad Nacional de Colombia, abarcan un análisis sociológico sobre la desigualdad cultural desde el ámbito de lo espacial en la ciudad de Bogotá. Actualmente, zonas como el Centro y Chapinero, se han consolidado como las zonas con mayores espacios de expresiones artísticas, además de ser concurridas, por lo general, por habitantes aledaños a estos lugares (universitarios, profesores, artistas, etc.); mientras que en zonas dirigidas del sur de la ciudad, existe una escasez pronunciada de espacios culturales de gran escena. En esta edición, también se puede encontrar el trabajo de Norma Jurado, estudiante del Doctorado en Pensamiento Complejo, titulado El debate y las tensiones en torno a la identidad sexual y de género, donde

realiza un análisis de la transexualidad y la construcción de las identidades desde la teoría Queer; es fundamental el argumento que proporciona la interseccionalidad, debido a que permite pararse sobre la complejidad de la realidad y entender de manera más concreta las formaciones de la identidad, ya no solo desde un punto de vista convencional, sino lo que implican las nuevas relaciones que se configuran. Para terminar, Ana María González intenta responder ¿qué es aquello que nos impulsa a comprar determinados productos?, ¿qué nos empuja a desear determinados bienes materiales? Para ello, la autora realiza una revisión conceptual y metodológica sobre el espectro del consumismo en Bogotá, abriendo el debate desde la visión de Bourdieu. Encontraremos, en Del consumismo tecnológico y otros demonios. Interpretación etnográfica en tres centros comerciales de Bogotá, una propuesta de análisis sobre los efectos del capitalismo en la cultura Bogotana, manteniendo un constante diálogo con el trabajo de Pierre Bourdieu. Con lo anterior, el comité editorial de la revista SIGMA presenta su edición número 15 titulada Estudios de la Cultura, con el fin de hacer una lectura crítica de los artículos; igualmente, esperamos contribuya a los distintos debates pertinentes en las ciencias sociales y humanas. Agradecemos la participación de quienes publican en el presente número e invitamos a los y las estudiantes de sociología y las disciplinas relacionadas, así como a profesionales y docentes de la Universidad Nacional, y comunidades de interés, a que continúen participando en este espacio. Agradecemos, también, a Angie Ariza y Alejandra Gantiva, por participar en la convocatoria a través de sus fotografías. Esperamos disfruten y obtengan el mayor provecho de la presente publicación.


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LAS TIC Y LA EDUCACIÓN: LA CIUDADANÍA DIGITAL COMO PRÁCTICA CULTURAL EMERGENTE1 ICT and education: Digital citizenship as an emerging cultural practice Daniel Peres Díaz2 Universidad de Granada

1 Este trabajo es producto de las tareas de investigación realizadas en el Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada, en el marco de la beca de colaboración concedida por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España, y bajo la supervisión del Catedrático de Ciencia Política y Director del Departamento Juan Montabes Pereira. 2 Licenciado en Filosofía, graduado en Derecho y Máster en Cooperación al desarrollo, gestión pública y de las ONGD por la Universidad de Granada con calificación Matrícula de Honor. Ha sido Becario de Colaboración e Iniciación a la Investigación en el Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada. Profesor visitante en la Universidad Alas Peruanas y Universidad Nacional de Huancavelica (Perú). Colaborador en el proyecto de Investigación “La naturaleza humana y las pasiones: Razón, creencias y emociones en el conflicto de valores” (2012-2013), Ministerio de Ciencia e Innovación - Plan Nacional I+D+i (FFI2010-16650). Traductor en el Grupo de Investigación “Antropología y Filosofía” (SEJ126). Correo electrónico: peres@correo.urg.es


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Resumen El impacto de las TIC en la configuración de nuevos modelos educativos es una realidad innegable. El surgimiento de nuevos imaginarios colectivos, incardinados en un contexto de transición digital y tecnológica, requiere de la participación de todos los actores implicados en la tarea de la educación, y necesita, asimismo, de una reflexión crítica que ponga de relieve los aspectos más relevantes que ofrece la discusión acerca de las nuevas tecnologías. En ese marco, el presente trabajo tiene el objetivo de exponer algunas consideraciones críticas, de cara al proceso inevitable de inclusión de las TIC en el ámbito educativo y social, al tiempo que genere un análisis que contribuya a la comprensión del fenómeno en cuestión. A este respecto, cabe reseñar que la forma de entender la ciudadanía u otras categorías sociopolíticas se ve afectada de raíz desde el momento en que las TIC cambian y modifican el modelo y el entorno del aprendizaje social, dando lugar a una práctica cultural emergente que, en el texto, se denomina “ciudadanía digital”

Palabras clave: TIC, prácticas culturales, educación, ciudadanía digital.

Key words: ICT, cultural practices, education, information society.

Abstract: The impact of ICT in the configuration of new educational models is an undeniable reality. The emergence of new collective imaginaries, incardinated in a context of digital and technological transition, requires the participation of all actors involved in the task of education, and also needs a critical reflection that highlights the most relevant aspects offered by the discussion about new technologies. In this frame, the present work has the objective of exposing some critical considerations taking into account the inevitable process of inclusion of ICTs in the educational and social spheres, while generating an analysis that contributes to the understanding of the phenomenon in question. In this respect, it should be noted that the way citizenship or other sociopolitical categories are understood is affected from the moment ICTs change and modify the model and the environment of social learning, giving rise to an emerging cultural practice that in the text is called “digital citizenship”.


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Las tic y la educación

Daniel Peres Díaz

Introducción El objetivo de las buenas prácticas TIC y su incorporación en los centros educativos de nuestro país tiene dos objetivos básicos, a saber, mejorar la calidad de la educación y los resultados escolares (GonzálezRamírez & Rodríguez-López, 2010). Pero la educación, además de ser un valor en sí mismo, está orientada a la formación de ciudadanos, esto es, a la constitución de personas que ejercen sus derechos de forma activa en relación con la cosa pública, con la vida en común. En ese sentido, el artículo que se presenta quiere ser un nexo de unión entre dos ámbitos esenciales de la vida pública: la educación y la participación política. De este modo, se propone una ligazón entre, de un lado, la inclusión de las TIC en la educación y, de otro, la transformación social desde las posibilidades de participación que ofrece el nuevo imaginario de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Así pues, el trabajo está estructurado en dos partes fundamentales. En primer lugar, esbozamos los aportes que las TIC han tenido en el cambio del paradigma educativo, haciendo un énfasis especial en las buenas prácticas en centros docentes desde una perspectiva crítica y constructiva. Y, en segundo lugar, planteamos la tesis de acuerdo con la cual la inclusión de las TIC representa un proyecto político de transformación de la sociedad que ve, en la tecnología, un elemento de participación y emancipación.

Las TIC en la educación: Hacia un nuevo paradigma La idea principal que vertebra el nuevo imaginario educativo de las TIC reside en la universalización del conocimiento, la información e, incluso, las habilidades

o competencias necesarias para el aprendizaje. Como afirman Pablo Pons y Jiménez Cortes (2007, p. 26), “el aprender a aprender constituye uno de los principales eslabones que sustentan la innovación educativa en TIC”. Destaca, sobre todo, el uso de la palabra “innovación”, término que refiere a la creación de nuevos conocimientos, formas de pensar, metodologías o planteamientos pedagógicos. En esa línea, una transformación de la educación implica, inexorablemente, un cambio en las bases que sostienen el modelo social y político. Pero sobre esto diremos algo más adelante. La influencia de las TIC en la transformación de los patrones de conducta educativos es clara y transversal a todos los niveles. En concreto, “las TIC se han mostrado como reforzadoras de la implicación en los aprendizajes, fomentando simultáneamente la autonomía y la asunción de responsabilidades, ayudando a reducir conflictos disciplinares y absentismo” (Casanova-Correa, 2007, p. 121). En otras palabras, las TIC han permitido construir un marco en el que el alumno no es un ya receptor pasivo de información, sino un agente activo y empoderado de su propio aprendizaje. Los entornos virtuales de aprendizaje permiten poner a disposición de los estudiantes, ya desde el principio, los contenidos con los que se pretende trabajar. En este sentido, el rol del profesor como transmisor privilegiado de información desaparece y se abre paso a un enfoque dialógico de la enseñanza, donde la retroalimentación es continua y tanto los estudiantes como los educadores están llamados a construir juntos el edificio del saber, el conocimiento y la acción. Las TIC abren un campo de posibilidades inexplorado que hace de la enseñanza una tarea singularizada y específica en virtud de cada tipo de estudiante y futuro ciudadano. Como afirma Carles Sigalés (2004,


Σigma 11 p. 2): “La virtualización parcial o total de los cursos y programas y, en consecuencia, de los sistemas de enseñanza y de aprendizaje cobra mucho más sentido y puede responder plenamente a las necesidades de este tipo de estudiantes”. En el caso de la Universidad, el impacto de las TIC es incuestionable. En efecto, las TIC e Internet han hecho de la Universidad una institución transparente, cuya aplicación concreta ha permitido el surgimiento de las enseñanzas virtuales y la expansión de los estándares de calidad en la investigación (Marquès-Graells, 2001). Con todo, hay que recordar la necesidad del docente de formarse en herramientas TIC, como “las Redes Sociales, la Web 2.0, los PLE, los sistemas LMS como Moodle, convencido de que las mismas no son lo principal en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, sino un medio más para lograrlo, en función de buenas prácticas pedagógicas” (Miratía-Moncada, 2012, p. 76). Sea como fuere, un análisis de “buenas prácticas” con TIC en Universidades Andaluzas, concretamente el empleo del ELearning, muestra cómo la imagen del profesor es percibida positivamente tanto por la calidad de los materiales, como por la estrategia comunicativa y la alta interactividad (Cabero-Almenara & Romero-Tena, 2010). En centros de formación permanente, igualmente en Andalucía, se aprecian cambios significativos en los modos y estilos de aprendizaje. En especial, destaca el aprendizaje personalizado, la buena actitud hacia las TIC y la fluida comunicación entre estudiantes y profesorado (Fernández-Batanero & Torres-González, 2015). Por otro lado, “la innovación educativa actúa como un potente reforzador afectivo, que contribuye a que el docente persista y se mantenga en su actitud positiva hacia una mejora profesional continua”

(Valverde-Berrocoso, Fernández-Sánchez & Revuelta-Domínguez, 2013, p. 274). En otros términos, el bienestar subjetivo impulsa a los docentes a mejorar constantemente la calidad educativa, frente a la cerrazón y casi conformismo de la enseñanza tradicional. Ello, como es obvio, repercute en la noción que tienen los alumnos de la responsabilidad, el trabajo o la ética, aspectos que trataremos en el siguiente epígrafe. En todo caso, más allá de usar las nuevas tecnologías para “colgar” apuntes, conceptos novedosos, como el E-Learning, aparecen en escena. El E-Learning se basa en tres puntos esenciales (Área-Moreira, San-Nicolás-Santos & Fariña-Vargas, 2010), a saber: (i) Diferentes modalidades textuales, hipertextuales o multimedia; (ii) variedad en las actividades y responsabilidad el alumno en gestión del tiempo; (iii) procesos comunicativos fluidos, recursivos y constantes. En suma, podemos desgranar el potencial de las TIC en varios factores de buenas prácticas que estimulan el aprendizaje. Las TIC permiten “adquirir conocimientos; capacidad de adaptación de las tareas y actividades a las características heterogéneas del alumnado; capacidad para potenciar el trabajo autónomo, individual y cooperativo del alumnado, y su potencial para evaluar las tareas” (Fernández-Batanero & BermejoCampos, 2012, p. 58). Las variables docentes que hacen de las TIC una herramienta pedagógica fundamental son la dimensión personal y contextual. Ambas han permitido que se produzca la […] constatación de que las TIC suponen un avance en la educación por sus cualidades motivadoras y de mejora de los aprendizajes, y la convicción de que no hay vuelta atrás: ya no concibe una enseñanza sin que se apoye en las TIC (Colas-Bravo & Casanova-Correa, 2010, p. 145).


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Las tic y la educación

Daniel Peres Díaz

Dicho esto, está claro que el impacto de las TIC va más allá de la simple aparición de nuevas metodologías, y penetra de lleno en el funcionamiento de las instituciones en todos sus niveles (Ferreiro-Gravie, 2011). No obstante, la dificultad de integrar las nuevas tecnologías en un proyecto material más amplio requiere de la creación de modelos teóricos que expliquen la naturaleza, la función y la repercusión de las TIC (ValverdeBerrocoso, Garrido-Arroyo & Fernández Sánchez, 2010), y ello no solo en la educación, sino también en la vida y en la sociedad. A su vez, las sociedades emergentes tienen el reto de integrar a las familias en los procesos de aprendizaje de los estudiantes, aprovechando las posibilidades de las TIC (Canales & Marquès, 2007). En última instancia, se trata de tomar consciencia de cómo las tecnologías de la información y la comunicación no solo repercuten y hacen más eficiente los procesos de aprendizaje, sino que también modifican las relaciones personales, el organizamiento de la sociedad, el modo de participación política y las formas de expresión. Desde las redes sociales hasta la conectividad permanente, las TIC e Internet hacen de los estudiantes agentes políticos más activos, ciudadanos, en último término, llamados a construir un nuevo imaginario social.

La ciudadanía digital: Un nuevo sujeto político en la sociedad informacional La educación no puede permitirse el lujo de estar ausente de los espacios de discusión pública, los movimientos sociales o la reivindicación política. El ámbito de la educación no es aséptico ni impermeable a los proyectos políticos y colectivos de construcción social. No en vano, la disputa por el dominio de Escuela Pública, en el

caso concreto español, mediante sucesivas modificaciones legales durante los últimos 30 años, es un claro ejemplo de ello. Así pues, es menester reseñar el valor eminentemente político que tiene la educación, y explorar que el impacto que las TIC, habida cuenta de lo expuesto en el epígrafe anterior, están teniendo en la constitución de nuevos imaginarios colectivos. La implosión de movimientos sociales que, gracias al uso de las TIC, han conseguido articular protestas sociales masivas, como el caso del 15-M, el movimiento Occupy Wall Street o la “Primavera árabe”, ponen sobre la mesa la dimensión ineluctablemente política y ciudadana de las nuevas tecnologías. La posibilidad de generar una acción colectiva inteligente mediante el uso de información que se transmite en tiempo real es una de las claves que explica este tipo de movimientos. En este marco, la creación de redes de carácter público, posibilitada por el impulso de las TIC en el ámbito educativo, permite reducir costos de transacción a la hora de decidir y tomar decisiones colectivas (Peres-Díaz, 2015). De este modo, las TIC son elementos generadores de bienes públicos, compartidos, que facilitan la toma de decisiones y, por ende, la participación política. El imaginario, pues, no es ya el de un modelo de democracia representativa, sino directa; los alumnos no son educados ya en la recepción de valores comunitarios, sino en la responsabilidad de construirlos. Como afirma Sáez López (2012, p. 59) […] se aprecia un consenso desde el mundo académico y desde la investigación educativa respecto a los beneficios que aportan las TIC a la práctica educativa, pues a partir de éstas se posibilita una motivación, interactividad, enfoques activos y organización grupal dinámica.


Σigma 13 Esos beneficios son los que, en última instancia, hacen del alumno un ciudadano mejor formado, con mayor capacidad de ser un agente real de la vida pública. En esa misma línea, cabe destacar la resistencia que las nuevas generaciones ejercen al monopolio audiovisual televisivo, y cómo “los medios digitales permiten nuevos sistemas de trabajo, ya que están basados en la horizontalidad, la construcción colectiva y la relación como elemento clave. Son una oportunidad más que una amenaza” (Marfil-Carmona, 2014, p. 219). Algunas plataformas de streaming, como Youtube, Vine, DailyMotion, y las ya conocidas redes sociales son, de hecho, espacios de información alternativa que habitualmente emplean los jóvenes y que se sustraen, en gran medida, del poder establecido y los grandes medios de comunicación. Con ello, asistimos a la emergencia de un nuevo sujeto político, un ciudadano 2.0, el cual, gracias a la conectividad permanente, puede participar en la gestión y la gobernanza de su ciudad (Iglesias & Sánchez, 2013). Por ejemplo, la gobernanza ambiental, referida esencialmente a la sostenibilidad, no es ya una tarea que concierna exclusivamente a la Administración Local. De otra parte, el surgimiento, cada vez mayor, de ciudades inteligentes, habilitadas con puntos de conexión wi-fi por toda la ciudad, requiere de ciudadanos formados en TIC y activos, interconectados y conscientes de las posibilidades tecnológicas de gestionar el quehacer cotidiano. La transición hacia una ciudadanía digital es un proceso claro e inequívoco en nuestros días. Desde la mensajería instantánea hasta el aprendizaje continuo, pasando por el uso del transporte público digitalizado o el empleo de aplicaciones multimedia, la conectividad TIC es esencial en el modo en que entendemos

la cultura hoy. Este proceso nos lleva “a plantear que los derechos y libertades que deberíamos disfrutar como ciudadanos digitales son distintos a los que exigía la ciudadanía tradicional” (Pineda-Ortega, 2011, p. 179). Esto es, “el desarrollo y despliegue de las Tecnologías de la Comunicación y la Información es un proceso que forma la base material sobre la que se están desarrollando nuevas formas sociales” (Pineda-Ortega, 2011, p. 180). Esa implosión de nuevas formas sociales alcanza forma y sentido bajo el imperativo de pensar una ciudadanía digital, o sea, inclusiva y participativa, basada en la tesis focal de que la salvaguarda de los Derechos Humanos ya no corresponde a los Estados-nación, sino a los hackers, los grupos activistas y, en último término, al conjunto de la sociedad civil. En este contexto, el papel de los jóvenes y los adolescentes es esencial. El caso de la “Primavera árabe”, que comentábamos antes, es especialmente ilustrativo en ese sentido, pues los países que se vieron envueltos en dicho proceso tienen una cantidad de jóvenes importante entre su población; activistas que demandan dignidad en países donde las viejas legitimidades no tienen la fuerza de antaño. Las dinámicas de consumo de los jóvenes adolescentes, orientadas, en gran medida, hacia las nuevas tecnologías, está teniendo repercusiones en la construcción del imaginario sobre qué significa ser ciudadano en un mundo global hoy, y el cambio de la noción nuclear de responsabilidad (Díaz-Mohedo & Vicente-Bújez, 2011). Tan solo en el año 2009, mucho antes de la explosión de los teléfonos inteligentes, según el INE, un 64,8% de menores de edad, comprendidas entre los 10 y los 15 años disponían de teléfono móvil en España (Fuentes-Esparrell, 2011).


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Las tic y la educación

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14 Los jóvenes están reconstruyendo hoy la participación en el espacio de lo público mediante lo que se denomina una e-ciudadanía, es decir, una ciudadanía basada en la “reconsideración del tiempo y la desterritorialización del espacio, lo que supone relaciones más flexibles y desvinculadas, lo que en cierto sentido favorece y facilita las relaciones en las comunidades virtuales” (Martínez-Rodríguez, 2011, p. 22). Ello da lugar a la e-Participación, esto es, la participación ciudadana que se da gracias al uso electrónico de las TIC. Así pues, nos encontramos con un nuevo marco de juego político en el que la comunicación es horizontal, la participación inclusiva y deliberativa, y las brechas sociales se reducen como consecuencia de la expansión de las redes digitales y los bienes públicos de comunicación. Como afirma Araya Dujisin (2005, p. 70), “los ciudadanos utilizan crecientemente las nuevas tecnologías para movilizar voluntades, ejercer presión, instalar temas y legitimar voces disidentes en las agendas nacionales e internacionales”. En suma, se trata de aprovechar las oportunidades que nos brindan las nuevas tecnologías para incidir en “el cultivo y la búsqueda constante de nuevos horizontes experienciales y mentales, sobre todo cuando se trata de los horizontes de la participación cívica, del interés social y de la justicia en clave cosmopolita” (Gozálvez, 2011, p. 138). En ello, reside el potencial de la educación con TIC para una ciudadanía digital global. Esta ciudadanía digital debe ser entendida en términos de comunidades virtuales, en las que el individuo comparte información de forma constante con otras personas a las que nunca ha visto cara a cara. En términos sociológicos, las comunidades virtuales aportan tres ingredientes esenciales para la constitución de una participación política de naturaleza colectiva, a

saber, capital de red social, capital de conocimiento y capital de comunión. La conjunción de estos tres capitales desemboca en un proceso en que el individuo deposita parte de sus conocimientos y estados de ánimo en la red a cambio de mayores cantidades de conocimiento y oportunidades de sociabilidad. Las comunidades virtuales, en este aspecto, se caracterizan por generar una “sociología económica”, esto es, por la optimización de los recursos o el capital (Smith & Kollock, 2003, pp. 37-45). Así, cada vez que la emisión de una información desde un emisor a un receptor reduce su coste, la resolución de los dilemas de la acción colectiva se torna más sencilla, pues mayor es el número de personas que pueden crear un fondo común de recursos públicos para participar de un modo efectivo. Por lo tanto, cuanto mayor es el número de personas creando recursos de forma nueva, menores serán los dilemas de acción colectiva. Surge, de este modo, una multitud inteligente, concepto nuclear que nos ayuda a caracterizar las acciones colectivas propias de movimientos como Occupy Wall Street, el 15-M o la “Primavera árabe”. Un primer antecedente de “multitud inteligente” lo tenemos en Filipinas, concretamente el 20 de enero de 2001, momento en el que el presidente Joseph Estrada abandonó el poder a raíz de la acción de una colectividad organizada, convirtiéndose en el primer Jefe de Estado de la historia en perder el poder de este modo; más de un millón de residentes en Manila, movilizados y coordinados a través de mensajes de texto masivos, se congregaron en el lugar donde se desarrollaron las manifestaciones pacíficas en 1986 por el poder popular que derrocara al régimen de Marcos. También, cabe destacar el día 30 de noviembre de 1999, cuando grupos de


Σigma 15 manifestantes autónomos e interconectados en red protestaron contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio a través de tácticas “de enjambre”; usaron teléfonos móviles y sitios web para ganar la Batalla de Seattle. Otro caso es el que tuvo lugar en septiembre de 2000, cuando miles de ciudadanos británicos, sublevados por un repentino incremento del precio de los carburantes, emplearon los teléfonos móviles para coordinar movilizaciones y protestas masivas (Peres-Díaz, 2015). Esta acción colectiva es la que da forma a la noción de ciudadanía digital como una práctica cultural emergente que nos obliga a repensar nuestras categorías sociopolíticas y a tener en cuenta en papel culturizador de la tecnología. En esa línea, un nuevo modelo educacional lleva ínsito, de suyo, una nueva forma de entender la ciudadanía y, con ello, se abren nuevos horizontes de exploración cultural y política.

4. Conclusiones El propósito fundamental del presente trabajo residía en presentar la ligazón entre educación y ciudadanía a propósito de la expansión y consolidación de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, conocidas comúnmente bajo el rótulo de TIC. A partir de ahí, se ha presentado, de un modo muy genérico, cómo las buenas prácticas TIC desarrolladoras al interior de los centros educativos está cambiando el sustrato social, las metodologías y los valores de la educación como espacio público de constitución de ciudadanos. La mayor apertura, interactividad y responsabilidad que caracteriza la enseñanza en centros TIC tiene, de este modo, repercusiones directas sobre nuestro imaginario social y colectivo. Tras esto, se ha ofrecido una interpretación de lo que significa, desde la educación

TIC, la ciudadanía digital. En ese sentido, la tesis focal que sostenemos viene a decir que, gracias a las nuevas tecnologías, la participación ciudadana es posible hoy al máximo rendimiento, lo que, en la práctica, implica un cambio en nuestro modo de entender e interactuar con la democracia y la sociedad. En definitiva, se trata de reconducir las TIC hacia un proyecto cibercultural y democrático en el que la tecnología funciona como un elemento posible de emancipación política e individual.


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Las tic y la educación

Daniel Peres Díaz

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Σigma 18 La casita / Alejandra Del Mar Gantiva Clavijo (Santa Cruz del Islote)

Las tic y la educación

Daniel Peres Díaz

Acaso este paisaje pudiera ser desalentador, mágico, exótico, triste. Cada uno piénselo como guste. Sin duda, eso es otro mundo.


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SIN REACCIÓN: UNA TEXTUALIDAD VARIAS INTERPRETACIONES1 Without reaction: a textuality various interpretations Andrés Arturo Rojas Arias2 Universidad Nacional de Colombia

A Jenny, Alejandra y Andrés, mis amigas y amigo de Ufo

1 El presente artículo es el resultado del trabajo final presentado en el seminario Hermenéutica y análisis simbólico, ofertado dentro del componente de metodología e investigación propuesto para el programa curricular de la carrera de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. De igual manera, el artículo es el planteamiento preliminar de un proceso etnográfico investigativo enmarcado dentro de la fenomenología social y el análisis cultural hermenéutico en torno a las interpretaciones que sobre el rock y el punk tienen las y los jóvenes de la localidad de Ciudad Bolívar, situada en el sur de la ciudad de Bogotá. 2 Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional.


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Resumen El tema musical de punk chatarra colombiano Sin Reacción, interpretado por la agrupación antioqueña Mutantex, para los especialistas, ha resultado ser un himno de batalla que expone el sentimiento desengañado de una generación sentenciada a la fatalidad. En el presente artículo mostraremos, a partir de una incursión etnografía en UFO, un bar situado en la localidad de Ciudad Bolívar ubicada en el sur de la ciudad de Bogotá, cómo se consolidan disimiles interpretaciones alrededor de dicho tema musical. En función de lo anterior, a partir de un proceso de investigación etnográfico, seguiremos las historias de vida de Mónica, Simón y Juan Carlos, clientes frecuentes del bar, quienes, al ofrecer sus particulares interpretaciones de dicha melodía, caracterizan procesos de subjetivación en los que sus vivencias personales han sido atravesadas por los acontecimientos de violencia y exclusión que se han desarrollado en los últimos sesenta años de la historia colombiana.

Palabras clave: Culture, punk, ethnographic, hermeneutics.

Key words: Cultura, punk, etnografía, hermenéutica.

Abstract: Colombian punk theme Sin Reacción, by Antioquia's band Mutantex, is considered by specialists as a battle hymn that exposes the distraught feeling of a Generation condemned to fatality. In this article, I will show, based on an ethnographic exercise developed in UFO, a bar located in Ciudad Bolivar, on the south of Bogotá, how the interpretations of such song are consolidated. I'll follow the life stories of Monica, Simon and Juan Carlos, usual costumers of the bar. By offering their unique interpretations of the song, they characterize subjetivation processes in which their experiences seem to be touched by the experiences of violence and exclusion that have distinguished the last sixty years of Colombian history.an emerging cultural practice that in the text is called “digital citizenship”.


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Sin reacción

Andrés Arturo Rojas Arias

Propuesta John B. Thompson (2006), al hacer referencia al enfoque metodológico de la hermenéutica, expone que la hermenéutica de la vida cotidiana es el punto de partida inevitable y primordial de una orientación que nos instale en, lo que él denomina, la hermenéutica profunda. Esta dirección metodológica pretende dilucidar los diversos modos en los que las formas simbólicas son interpretadas y comprendidas por las y los individuos, las cuales, además de ser producidas, son absorbidas en el diario transcurso de sus vidas. Así, el investigador requiere de un momento etnográfico en el que, a través de entrevistas, observaciones participantes y otros tipos de investigación, se puedan interpretar y comprender dichas formas simbólicas en los numerosos contextos de la vida social. Este procedimiento reconstructivo constituye, en sí, un proceso interpretativo; una interpretación de la comprensión cotidiana o una interpretación de las doxas, las opiniones, las creencias y los juicios que sostienen y comparten las y los individuos que conforman dicho mundo social (Thompson, 2006). No obstante, sin dejar de lado estas doxas, las y los investigadores debemos ir más allá, para, así, considerar y analizar otros aspectos de las formas simbólicas que surgen de la constitución de un campo-objeto seleccionado. Con el propósito de aplicar, en torno a la realidad, tales conceptualizaciones, hemos decidido seleccionar como escenario investigativo el bar UFO, situado en el barrio Sierra Morena, perteneciente a la localidad de Ciudad Bolívar, ubicada en el sur de la ciudad de Bogotá. UFO es un lugar de esparcimiento cultural que responde a los gustos por el rock, el punk y el metal, géneros musicales apreciados por una buena cantidad de las y los jóvenes que habitan el barrio. Sin embargo,

en esta ocasión, nuestro problema investigativo se concentrará única y exclusivamente en las diversas interpretaciones que, dentro de tal escenario, se presentan en torno a la canción Sin reacción, tema musical que, hacia finales de los años ochenta, divulgó en Medellín la banda de punk Mutantex, reconocida por su participación en la película Rodrigo D: no futuro de Víctor Gaviria. Con esto, pretendemos identificar, a partir de tal problematización, de qué manera las diferentes vivencias sociohistóricas de las y los acostumbrados clientes del bar UFO les ofrecen una considerable variedad de elementos que posibilitan, en este lugar, un sin número de interpretaciones en torno a dicho tema musical. El ejercicio etnográfico se fundamentará en las observaciones participantes que, de manera fortuita, es decir, no planeada, hemos realizado a lo largo de los últimos cuatro años, tiempo durante el cual hemos tenido la oportunidad de conversar sobre dicha composición con las y los habituales visitantes del bar. En cuanto al espacio, si bien, en primera instancia, nos remitiremos al bar, es imprescindible tener presente que este se encuentra situado en un barrio y en una localidad con una lógica cultural particular. Con respecto a los actores, se irán descubriendo en el transcurso del proceso; no obstante, frente a ellas y ellos, es pertinente decir, por el momento, que además de ser personas que durante estos cuatro años han tenido un rango de edad entre los 20 y 28 años, han compartido de manera amistosa conmigo y entre sí, cada fin de semana, sus relatos, sus historias, sus aventuras, así como sus amores y sus desamores. Para comenzar a desarrollar el propósito descrito, es oportuno dar cuenta de la letra del texto que guiara la temática. Sin Reacción expresa lo siguiente:


Σigma 23 Como me calmo yo/ todo rechazo/ Ya no, consigo más satisfacción /Ya ni con drogas, ni con alcohol/ Ya no consigo ninguna reacción/ Como me calmo yo /Ya no consigo ninguna reacción/ no, no, no. Como

expresa que el reto para una sociología cultural o hermenéutica es encontrar el equivalente social del texto. En palabras del propio Alexander:

me calmo yo/ Todo rechazo/ Ya no consigo más satisfacción Oh, no, no, no/ Ya ni con drogas, ni con

[…] hallar este texto social es describir la

alcohol, ya no consigo ninguna reacción/ Como me

mente objetiva, la intrincada totalidad cu-

calmo yo, todo rechazo/ Ya no consigo más satisfac-

yas partes significantes son los actores, los

ción/ Oh, no, no, no (Mutantex, 1998).

acontecimientos y las estructuras sociales.

Según el productor artístico Luis Daniel Vega, Sin Reacción es […] una suerte de himno de batalla que reveló el sentimiento desengañado de una generación sentenciada a la fatalidad. Interpretada por Mutantex (la mítica agrupación integrada por Omar Alonso Arroyave y Ramiro Meneses) la canción es la versión paisa de My way, una cáustica parodia que Sid Vicious, en el ocaso de su vida, hizo de uno de los números favoritos de Frank Sinatra. Raras son las casualidades de las músicas y, en este caso especial, resulta extravagante e incomprensible que de la sofisticación del neoyorquino, pasando por la teatralidad impostada del malogrado inglés, el término final de una canción haya sido el barrio Manrique de Medellín donde dos punks desarrapados se despacharon unas líneas desgarradoras que, a propósito, siempre vienen bien cuando la furia y el delirio nos embargan (Vega, 2012, web).

Desarrollo Un primer acercamiento en torno a la problemática propuesta se puede realizar a partir de Jeffrey Alexander y sus propuestas alrededor de la hermenéutica cultural. De hecho, para este autor la meta de la hermenéutica no debe ser la psicología individual sino la naturaleza del orden cultural, es decir, no el autor sino el texto. Al respecto,

Para ello debemos hallar un modo de describir el sistema cultural sin aludir a las intenciones e intereses de los actores e instituciones. (2000, p. 236).

El teórico en lograr tal cosa es Ricoeur, quien consideró que el gran desafío para la ciencia social hermenéutica es poder ver las acciones como textos. En efecto, las ciencias sociales son hermenéuticas en la medida en que su objeto exhiba algunos de los rasgos constitutivos de un texto y en la medida en que su metodología desarrolle procedimientos similares a los de la interpretación de los mismos. Frente a esto, Alexander (2000), tomando como referencia Ricoeur nos hace reflexionar en un acontecimiento como la escritura, cuyas cualidades son objetivas, dado que es dirigido a cualquiera persona que lo pueda leer en el presente y en el futuro. De hecho, para Ricoeur (2002) la carrera del texto escapa del horizonte finito vivido por su autor, razón por la cual, la acción significativa de los actores debe ser considerada como un texto que supere la situación inmediata. En un acto como el habla, por ejemplo, en vista de que los interlocutores de la vida real rara vez se conocen bien entre sí, deben fiarse de una jerga común, es decir, hablar como si escribieran para un público desconocido. Esta necesidad permite lo que Alexander (2000), de la mano de Ricoeur, define como la emancipación del significado respecto del contexto situacional, dado que


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24 el análisis cultural debe actuar como si la interacción estuviera superada, como si la acción ya no fuera una transacción sino una pauta delineada. Entonces, la acción está guiada por un orden cultural supraindividual, una objetivación de la subjetividad significativa que le permite a una ciencia interpretativa operar sobre bases que no son del todo subjetivistas. Así, en palabras de Ricoeur citado por Alexander: “la acción significativa es objeto de la ciencia sólo a condición de una clase de objetivación que equivale a la fijación de un discurso mediante la escritura.” (2000, p. 238). Por esta razón, las personas deben usar símbolos comunes y despersonalizados para que se entienda su subjetividad, y cómo estos símbolos, para alcanzar la comprensión, son accesibles a una amplia variedad de personas, la interpretación hermenéutica tiene un elemento objetivo o no relativista. Ahora bien, pese a que haya referenciado que la dimensión objetiva brinda una referencia colectiva, el mismo Alexander expone que no debemos entender que la hermenéutica escapa totalmente de la subjetividad, porque si bien es cierto que las partes de una estructura significativa, como las palabras, los actos, los acontecimientos y los gestos están allí para brindar componentes objetivos, visibles y reales de un texto cultural, el todo que forma la suma de tales partes es otra cuestión. En efecto, estas partes solo se pueden entender como fragmentos de un todo más amplio. Al respecto el autor expresa que: […] debemos ver las partes como representaciones […] de temas más amplios para poder darles sentido. El problema de esto es que […] los todos mismos no están “de veras allí”, que también ellos dependen de un salto imaginativo a partir de las partes. Los todos se construyen pensando acerca de la relación entre partes

significativas, pero la significación de las partes sólo se puede abordar si damos por sentada la existencia de un todo. (Alexander, 2000, p. 238)

Se trata, por lo tanto, de un razonamiento circular, donde la interpretación se vuelve inherentemente relativista. Así, las actitudes de aceptación, efusividad, rechazo o desprecio frente a la canción Sin Reacción observadas en quienes frecuentan el bar UFO deben leerse como posicionamientos con respecto a unas partes objetivas, reales e indiscutibles que se interpretan en función de un todo más amplio. Un todo que responde a un proceso subjetivo e interpretativo, fundamentado en sensibilidades particulares dentro de las cuales los matices socio-culturales desempeñan un papel muy importante. No obstante, detengámonos a evidenciar cómo las y los propios protagonistas del bar UFO posicionan sus subjetividades frente a la mencionada canción. Para ello, nos concentraremos en las interpretaciones de Mónica, Simón y Juan Carlos. La de Mónica es una interpretación particular. Ella ve reflejada en tal melodía su vida, su cotidianidad, porque pese a sus 26 años, jamás se ha sentido acogida en algún lugar. Se trata de una mujer a la que, si bien nunca le ha faltado nada, ha tenido, desde la temprana desaparición de su madre, una difícil relación con su padre, quien pese a ayudarle a costear su formación como odontóloga en la Universidad Nacional, la culpó siempre de la muerte de su esposa. Además, sus parejas no han sido estables y, por lo que ella denomina serios problemas para relacionarse, nunca ha tenido verdaderos amigos y amigas. Con fervor, entonces, grita la canción, concentrándose en el apartado: “[…] todo rechazo. Ya no consigo más satisfacción [...] (Mutantex, 1998). Conforme a su interpretación,


Σigma 25 se trata de una melodía dedicada a todos los que han sentido la falta de afecto social. Por su parte Simón, a diferencia de Mónica, ha tenido una vida familiar reconfortante. De hecho, sus hermanos, hermanas y padres le brindaron la oportunidad de estudiar y concluir, a sus 22 años, una carrera en la Universidad Distrital. A pesar de ello, en la actualidad, cuando tiene 24, no ha tenido en su área profesional ninguna oportunidad salarial que logre recompensar sus años de preparación, razón por la cual tuvo que dedicarse a la vigilancia. Su relación con la canción también se fundamenta en el apartado que hace referencia al rechazo y a la insatisfacción pero él, más que por una cuestión existencial, se vincula con dicho apartado por motivos que hacen alusión a la exclusión social. El mencionar en las entrevistas de trabajo que vive en Ciudad Bolívar es, al decir de él, una razón inmediata de descarte laboral que se evidencia en el rostro del entrevistador. De este modo, Simón interpreta Sin Reacción como una canción que sintetiza la cotidianidad del estigmatizado socialmente por residir en un barrio marginal. Finalmente, está Juan Carlos, quien, cuando escucha la canción, de manera explícita argumenta su oposición frente ella. De forma abierta siempre ha reivindicado su relación con las drogas y el alcohol, que tienen un importante lugar en su vida. Por eso, sin incitar el uso de las drogas y del alcohol, intenta alertar a los demás sobre lo que considera los mensajes velados de Sin Reacción, melodía que, conforme a su interpretación, pretende estimular, de una forma casi cristiana, que las y los jóvenes dejen de consumir dichos productos, debido a que, según él, de un modo oculto la canción expone que pese a todos los problemas que pueda tener una persona, estos desinhibidores tampoco lograrán generar satisfacción. No sobra añadir que Juan Carlos de 28 años, además de ser padre de familia trabaja como contador.

Se trata de un consumidor de droga y alcohol que podríamos denominar social. Entonces, esta canción que en su contenido posee para todas las y los observadores las mismas partes objetivas, es decir, una cantidad limitada de porciones accesible para todas y todos los visitantes regulares del bar, tiene una serie de interpretaciones diferentes que responden a experiencias de vida disímiles. De hecho, como lo plantea Alexander (2000) en la mayoría de las situaciones hay muchas más partes a las cuales referirse de las que cualquier interpretación podría incluir. Así, el estatus objetivo de las partes disponibles no fija un límite estricto a la subjetividad. De esta manera, nunca existe una superposición total entre nuestra experiencia vital, la experiencia de aquellos a quienes observamos y la experiencia de otros observadores presentes o ausentes, en tanto que no existen dos experiencias vitales similares. Así, jamás se podrá eliminar la subjetividad hermenéutica, dado que no podemos eliminar del todo la especulación. Empero, pese a ser admirable la forma en que Alexander devela la cuestión, su conceptualización en torno a la significación de las acciones de los individuos, a partir de un razonamiento circular que retome partes de un todo más amplio, no es suficiente para dar cuenta de la problemática por nosotros planteada. Esto porque, entre otras razones, su argumento tiene limitadas referencias a un análisis socio-histórico de las y los individuos involucrados en la acción social, referencias socio-históricas que nos permitan contextualizar las diversas interpretaciones de las y los actores. Estas referencias se pueden rastrear mediante dos caminos: siguiendo los significativos aportes de Gadamer a la hermenéutica, en los que la historia tiene una rol fundamental, y acercándonos de una forma más rigurosa a la teorización hermenéutica de Ricoeur y más


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26 específicamente a lo que él denomina seguir una historia, que para nuestros propósitos es de suprema importancia. Comenzaré a desandar los caminos intentando comprender el contexto en la que fue creada la canción Sin Reacción. Estableceré así un diálogo entre nuestra actualidad, la que de manera directa viven las y los visitantes del bar UFO y la sociedad que percibió, hacia finales de los años ochenta, el grupo Mutantex, autor de la canción. Con este fin, digamos, en principio, que fue Dilthey, miembro de la generación de intelectuales que establecieron los parámetros para definir lo que se denominó “la primera hermenéutica”, quien estableció un distanciamiento esencial entre el estudio de la conducta humana y los hechos ocurridos en la naturaleza. Esto porque bajo sus criterios se definió que la primera debe ser comprendida captando la conciencia subjetiva de tal conducta, mientras que la segunda solo puede ser explicada causalmente desde afuera (Giddens, 1993). Así, verstehen (comprender), hace énfasis en la “revivencia” psicológica o reconstrucción imaginativa de la experiencia del otro, práctica que debe ejecutar el observador que desee estudiar la vida social. En términos de Giddens (1993) Gadamer cree, al igual que Dilthey, según Giddens también, que comprender es diferente a explicar, no por una revivencia psicológica que nos permite comprender el sentido de las acciones de personas de otros tiempos, sino porque existe un intercambio entre dos marcos de referencia o diferentes marcos culturales. Así, las interpretaciones de las acciones de la gente del pasado no son subjetivas, obedecen a un ingreso en otra tradición, al diálogo entre un pasado y un presente que median entre sí. En otras palabras, el investigador debe entrar en conversación con los sujetos que estudia a fin de comprender como actúan y no simplemente adentrarse en ellos para entenderlos.

Esto se hace, por ejemplo, mediante la compresión de un texto, cuyo contexto histórico se encuentra alejado del nuestro. Comprensión en la que según Giddens retomando a Gadamer: “se desarrolla un proceso creativo donde el observador, penetrando en el modo ajeno de existencia, enriquece el conocimiento de sí mismo, al paso que aprende la perspectiva de los otros” (1993, p. 76-77). Entonces, verstehen, como se ha dicho, no es colocarse dentro de la experiencia subjetiva del autor de un texto, sino comprender la forma de vida que le da sentido. Tal cosa se consigue cuando nos situamos en la historia dentro de un marco de referencia de una cultura particular, que nos permita identificar por qué los hombres y mujeres de antes pensaban de tal o cual manera. En palabras de Habermas (1990), la hermenéutica de Gadamer entiende la mediación entre aquello que el intérprete lleva consigo y aquello que el intérprete se apropia como un desarrollo de la misma tradición, en cuya apropiación está interesado el intérprete. Esto se comprende, a través del discurso del lenguaje, como medio de intersubjetividad que expresa formas de vida y tradiciones. Es aquí donde aparece el proceso denominado círculo hermenéutico, según el cual toda comprensión requiere una cuota de comprensión previa que haga posible la compresión posterior. Cuando Ramiro Meneses y Omar Alonso Arroyave, fundadores de Mutantex, expusieron la letra de Sin Reacción hacia finales de los años ochenta, desarrollaban su cotidianidad en un ambiente supremamente hostil. Vivían en la Comuna Trece de Medellín, lugar en el que las y los jóvenes tenían dos opciones: ser criminalizados por parte del Estado y la sociedad, o ser reclutados por los grupos narcotraficantes. Cualquiera de las dos posibilidades casi siempre llevaba a la muerte. Frente a tal situación, el punk se convirtió en un medio de desahogo que, de


Σigma 27 una u otra manera le brindó voz a una cantidad significativa de estas y estos jóvenes. En la actualidad, las chicas y los chicos de Ciudad Bolívar no tienen, única y exclusivamente, como medio de subsistencia, el integrar grupos de delincuencia. No obstante, como en el Medellín de los años ochenta, la persecución del Estado y la sociedad en general también es evidente, porque, independientemente de su cultura rockera, metalera, punkera, cristiana, universitaria o simplemente barrial, cargan con el estigma de pertenecer a tal localidad. Si bien podemos, a partir de este diálogo entre contextos, encontrar algunas de las razones por las cuales Sin reacción tiene una fuerte acogida en el bar UFO, el problema de la diversidad de interpretaciones que allí se presentan en torno a esta canción aún no lo hemos resuelto. Más aún, el quedarse única y exclusivamente con una explicación que relacione, mediante la estigmatización, los dos casos en mención, nos haría circunscribir a una tipificación explicativa según la cual, dos escenarios apartados en el tiempo, pero con algunas similitudes de contexto, producen, pese a su distancia temporal, individuos con significaciones de vida semejantes; para nuestro caso, semejantes en cuanto al rechazo e insatisfacción que genera el ser una joven o un joven que pertenece a un lugar estigmatizado por la sociedad. Para no caer en tal caracterización, emplearemos las categorías de comprensión que nos ofrece Ricoeur (2002). Si bien él considera que no es absoluto controvertible que se aplique modelos de explicación que recurran a leyes generales, piensa que estos, por lo general, dejan de lado la adecuada función de la explicación, cuya principal ocupación es permitir seguir de nuevo la historia, cuando la comprensión queda bloqueada. Esto implica que la explicación pueda moverse en niveles de generalidad, de regularidad y de cientificidad variables, si es cierto que la

intencionalidad del historiador no apunta a incluir un caso dentro de una ley, sino a interpolar una ley en un relato con el fin de reactivar su comprensión. Por tal razón, para Ricoeur (2002) la teoría de la historia debe fundamentarse en la comprensión que incorpore la explicación. Esto es poner en juego una competencia que nos permita seguir una historia, que, a su vez, significa comprender una sucesión de acciones, pensamientos y sentimientos que, si bien presentan ciertas direcciones, también generan sorpresas, coincidencias y revelaciones. Es anticipar: […] sin cesar un curso ulterior y un desenlace, y corregimos correlativamente nuestras anticipaciones, hasta que coinciden con el desenlace real. Entonces decimos que hemos comprendido [así] la explicación no tiene autonomía. Su virtud y su efecto consiste en permitir que se siga más y mejor la historia cuando fracasa la comprensión […] (p. 166-167).

Sin lugar a dudas, como lo plantea Thompson (2006), es fundamental, dentro de una metodología de la hermenéutica, realizar un análisis socio-histórico que reconstruya las condiciones sociales e históricas de la producción, la circulación y la recepción de las formas simbólicas. Al respecto, Mónica, Simón, Juan Carlos y todos los demás clientes del bar UFO han hecho parte de un colectivo socio-cultural en el que han absorbido, bajo un mismo contexto, una serie de circunstancias que, de alguna manera los relaciona, en tanto que sus experiencias de vida, por los espacios mutuamente compartidos, han sido similares. Pese a estas coincidencias, el seguir su historia nos puede generar, como dice Ricoeur (2002), sorpresas y revelaciones. Juan Carlos ha consumido alcohol y drogas desde que tenía aproximadamente 13 años, puesto que,


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28 de esa manera, intentaba olvidar que desde su primera infancia había sido, junto con su familia, víctima de la violencia que históricamente ha atravesado el país. Cuando a raíz de uno de los tantos desplazamientos que sufrió a los 17 años se radicó en el barrio Sierra Morena, él y su familia lograron consolidar una pequeña fábrica de textiles que, entre otras cosas, financió sus estudios de contabilidad. Si tenemos en cuenta su traumático pasado, en la actualidad se encuentra disfrutando, tal vez, del mejor período de su vida, en el que las drogas y el alcohol tienen un papel importante. No puede, por tanto, en el presente, interpretar Sin Reacción como una melodía que le hable a quienes son rechazados, puesto que él, de cierta forma, ya sintió y superó tal exclusión. Simón, por el contrario, nunca ha sufrido un desplazamiento territorial, así como tampoco una consecuencia directa causada por la violencia histórica señalada. Mas, seleccionó como profesión la ingeniería civil, que en el país parece estar reservada para las personas de clase media y alta, por lo que se ha tenido que conformar con cumplir las funciones de un técnico en ingeniería civil, cuya remuneración no es consecuente con su preparación. Esta situación es aún más frustrante cuando en los pocos consorcios de obras civiles en los que ha trabajado ha sufrido bromas y burlas ocasionadas por su origen social. Entonces Sin Reacción, y en especial el apartado “Como me calmo yo/ Todo rechazo. Ya no consigo más satisfacción/ Oh, no, no, no, […]” (Mutantex, 1998), lo relaciona e interpreta en función de su infortunada vida laboral que va de la mano con su estigmatizada procedencia social. Mónica tuvo la desgracia de que, a raíz de su nacimiento, su madre muriera, infortunio que le puede ocurrir a cualquier otra niña en cualquier otra parte de la ciudad. Empero su padre, otrora un eficiente abogado, debido a dicha tragedia

y a una serie de negocios mal planeados y ejecutados no pudo continuar sosteniendo el que, según su hija, fue un considerable patrimonio. Con el dinero que no perdió, cuando Mónica tenía 10 años, adquirió un lote en el sur de la ciudad (Sierra Morena) y edificó una inmensa casa que arrendó, a excepción del piso donde vive con su hija. Ella, durante toda su vida, tuvo que soportar los reclamos, reproches y humillaciones que él le produjo. Maltratos que le imposibilitaron durante su cotidianidad escolar y barrial socializar de forma normal con una comunidad que ella nunca sintió propia. Una comunidad que, según sus palabras, también la excluyó. Por eso interpreta Sin Reacción como ese grito de existencia de todas y todos los que no han tenido afecto de parte de la sociedad.

Conclusión De esta manera, identificamos, a partir de la textualidad que ofrece el punk chatarra Sin Reacción, la forma en la que la subjetividad de las y los actores sociales estudiados, además de estar mediada por un contexto que comparten, responde a una serie de experiencias de vida particulares, las cuales le brindan a su existencia un carácter propio. Existencia inserta en un medio barrial sobre el cual reposan los señalamientos y estigmatizaciones contra una localidad (Ciudad Bolívar) que, desde hace más de treinta años, ha acogido a la población desplazada por el conflicto armado colombiano. Población sobre la que ha recaído un intenso prejuicio social que, como lo vimos en el caso de Simón, tiene imposibilidades para aspirar a opciones académicas o laborales con las mismas oportunidades que tienen habitantes de otros lugares de la capital colombiana. Población que, como lo identificamos con Mónica, muchas veces, acepta una supuesta inferioridad, o enfermedad social, impuesta


Σigma 29 por otro, en la medida que asume el rechazo o la discriminación, como el precio de vivir en un lugar excluido por el resto de la sociedad. Sin embargo, también se trata de una población que, después de sufrir violentos desplazamientos a lo largo y ancho del país, encuentran en Ciudad Bolívar una segunda oportunidad de vida, un lugar donde, como lo revela el caso de Juan Carlos, logra encontrar una estabilidad material y emocional, en el que intenta enfrentar los prejuicios contra su comunidad, reivindicando actitudes que la sociedad suele condenar. Para finalizar, diremos, de la mano de Thompson (2006), que la tradición hermenéutica nos recuerda que la investigación social es significativamente diferente a la que existe en la ciencia natural, puesto que el objeto de investigación de la primera está en sí mismo pre-interpretado. Pre-interpretaciones que nosotros,

los trabajadores de las ciencias sociales, debemos analizar. Eso es justamente lo que hemos intentado realizar en torno a las diversas interpretaciones que, en el bar Ufo, del barrio Sierra Morena, de la localidad de Ciudad Bolívar, se presentan sobre la canción Sin Reacción: ocuparnos de un universo que ya está constituido dentro de marcos de sentido por las y los actores sociales mismos, y reinterpretar esos marcos dentro de los esquemas teóricos de la sociología, mediante el lenguaje corriente y el lenguaje técnico. No obstante, al respecto nos vemos en la obligación de decir que la interpretación propuesta por nosotros se sustenta en afirmaciones que, si bien pueden ser sostenidas y defendidas, no suponemos, por ello, que sea la única posible o sensata. De hecho, no deseamos imponer una interpretación, simplemente, queremos proponer una.

Referencias Bibliográficas Alexander, J. C. (2000). Las teorías sociológicas desde la II guerra mundial. Análisis multidimensional. Barcelona: Editorial Gedisa. Giddens, A. (1993). Las nuevas reglas del método sociológico. Critica positiva de las sociologías interpretativas. Buenos Aires: Amorrurtu Editores. Habermas, J. (1990). La lógica de las ciencias sociales. Madrid: Editorial Tecnos. Mutantex. (1998). Sin reacción. En: Rodrigo D. no futuro [CD]. Medellín, Colombia: sin productora. Ricoeur, P. (2002). Explicar y comprender. En: P. Recaer. Del texto a la acción: ensayos de hermenéutica II. México: Fondo de Cultura Económica. Thompson, J. B. (2006). Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas. México: UAM-Xochimilco Vega, L. D. (2012). 5 Covers de artistas colombianos. En: Arcadia. Recuperado de: http://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/


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Sin reacción

Andrés Arturo Rojas Arias

La lisura / Alejandra Del Mar Gantiva Clavijo (Puerto de Berrugas) En Rincón y Berrugas estar “liso” es estar desobediente y “la lisura” es el desorden. En primer plano los camaradas y en todo el paisaje y toda su cultura la rebeldía y los pick ups “picós”.


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ACCESO CULTURAL EN BOGOTÁ: DESIGUALDAD Y ACUMULACIÓN DE CAPITAL1 Cultural access in Bogotá: inequality and capital accumulation Gustavo Adolfo Moreno2 Mateo Alejandro Córdoba3 Universidad Nacional de Colombia

1 Este mismo tema fue parte de las ponencias exhibidas en el IX Congreso de Estudiantes de Sociología celebrado en Cali. 2 Estudiante de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, con énfasis en la sociología especial de la Cultura. 3 Estudiante de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Dentro de sus principales intereses está el estudio de temas culturales, veganismo y protección animal.


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Resumen El artículo presenta un análisis sobre la relación entre la acumulación de capital cultural y la distribución del espacio físico de Bogotá. Al principio, se expondrá la batería conceptual que articulará el desarrollo del texto. Después, guiada por la pretensión de entender la centralidad cultural que ha tenido este segmento de la ciudad a lo largo de los años, se realizará una reconstrucción histórica del centro de Bogotá. Posteriormente, se presentarán algunos mapas que representarán la distribución espacial de las principales instituciones sociales, llamadas a la difusión cultural en Bogotá. Finalmente, se realizarán algunas consideraciones, analizando el papel que tiene la distribución espacial de la capital colombiana en la producción y reproducción de desigualdades sociales en el ámbito cultural.

Key words: Space and power, social class, cultural capital, domination.

Abstract:

Palabras clave: Espacio y poder, clases sociales, capital cultural, dominación

This article presents an analysis about relation between the accumulation of cultural capital and the distribution of the physical space of Bogota. At first, we will show the conceptual battery that will articulate the development of the text. Then, with the pretension to understand the cultural centrality that has had this segment of the city over the years, we will do a historical reconstruction of the downtown of Bogota. Finally, we will present some maps that will represent the spatial distribution of the main social institutions called to the cultural diffusion in Bogota. Finally, we will present some considerations analysing the role of the spatial distribution of the Colombian capital in the production and reproduction of social inequalities in the cultural sphere. to an emerging cultural practice that in the text is called “digital citizenship”.


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Acceso cultural en bogotá

Gustavo Adolfo Moreno y Mateo Alejandro Córdoba

Introducción La dimensión espacial es fundamental para comprender las relaciones de poder reproducidas en la sociedad. Suprimir la reflexión en torno a la relación entre espacio y poder nos situaría en un estadio bastante abstracto, lo cual nos alejaría de la posibilidad de entender, de un modo más concreto y específico, las relaciones de dominación social. El espacio tiene un papel determinante en la reproducción de las clases sociales, sus diferencias y desigualdades. Sabemos que el concepto de clase social va más allá del mero acaparamiento de capital económico. Aquí, entra en juego la acumulación de otras especies de capital, como el cultural. La desigual distribución de capital cultural, deviene en la imposibilidad de un sector de la sociedad de tener acceso al mercado de bienes culturales, lo cual lleva a que sus miradas del mundo no tengan cabida en las representaciones culturales de una sociedad y terminen por ser excluidas o caricaturizadas. Por lo anterior, en las siguientes páginas, nos ocuparemos de articular estos conceptos mediante el desarrollo del siguiente problema: ¿Cómo la distribución espacial de la ciudad de Bogotá ayuda a reproducir y perpetuar las relaciones de dominación cultural entre clases sociales? Como se verá, la distribución espacial de la ciudad de Bogotá condiciona tremendamente el acceso a distintos bienes culturales impartidos por distintas instituciones sociales. Hay un centro histórico y cultural que resalta por la barrera simbólica que la separa del resto de la ciudad, lo cual deviene en procesos de distinción cultural que reproducen esquemas de desigualdad y dominación.

Fundamentos teóricos En la definición de clase social, entra en juego la distribución de especies de capital

que van más allá del económico. Al respecto Jiménez dice que “el criterio de determinación de las clases en el espacio social sería multidimensional, en el sentido de que dependería del volumen total y de la estructura de distribución, no sólo del capital económico, sino también del capital cultural” (1997, p. 17). Es preciso, pues, hablar también de una desigual distribución de capital cultural en el proceso de producción y reproducción de clases sociales. Según Restrepo, hay un nexo importante entre clase social, poder y espacio: […] la creación de las diferencias de clase es al tiempo la creación de la separación de sus territorios, es la emergencia de distancias en el habitar y el trasegar, es la construcción de un orden espacial que consagra, defiende y reproduce las diferencias de clase. (2012, p. 6)

Así pues, para estudiar las relaciones de poder entre clases sociales, es importante revisar las relaciones espaciales entre grupos humanos. En el conjunto de producciones culturales, podemos distinguir entre dos tipos: por un lado, está el arte legítimo, del que se dice que es bello y sublime; por el otro, tenemos el arte popular, tosco y mundano. Los bienes que dan cuenta de una cultura que, a veces, se escribe con C mayúscula, aquella que se cubre con un manto de legitimidad, que representa todo lo que puede ser llamado arte, está en los museos, las universidades y teatros. El sociólogo francés Pierre Bourdieu, anota que “se ve que no es tan fácil describir la contemplación ‘pura’ sin describir al mismo tiempo la contemplación ingenua, en contraste con la cual aquélla se define” (1979a, p. 30). Esta separación empuja a Ortega y Gasset a decir que


Σigma 35 […] esto implica que los unos poseen un órgano de comprensión negado, por tanto, a los otros, que son dos variedades distintas de la especie humana. El arte nuevo, por lo visto, no es para todo el mundo, como el romántico, sino que va, desde luego, dirigido a una minoría especialmente dotada (citado por Bourdieu, 1979a, p. 28).

Encontramos pues, dos grupos sociales distintos, con referentes estéticos distintos, con gustos disimiles. No todas las personas están capacitadas para entender los bienes culturales expuestos en universidades, teatros y museos. Para que un agente social pueda interiorizar y entender este tipo de contenidos, este debe ser portador de cierto capital cultural. Para Bourdieu, el capital cultural puede ser definido como el conjunto de disposiciones sociales que posibilita al sujeto a incorporar un bien cultural legítimo. Contra la ideología carismática que considera los gustos en materia de cultura legítima como un don de la naturaleza, la observación científica establece que todas las prácticas culturales y todas las creencias correspondientes están estrechamente relacionadas al nivel de instrucción, y en segundo lugar, al origen social (Bourdieu, 1979a, p. 231)

Dicho capital cultural es adquirido socialmente y se expresa de tres formas: capital cultural objetivado, capital cultural institucionalizado y capital cultural incorporado (Bourdieu, 1979b). Aquellos agentes que portan dicho capital están posicionados en la parte superior del espacio social, es decir, hacen parte de la clase social alta. Así pues, podríamos decir que existe una desigual distribución de capital cultural entre clases sociales, lo cual deviene en procesos de dominación cultural. Todo lo que puede

llamarse cultura, la más visible, aquella que da cuenta del estado de la sociedad, es producida solamente por un sector de la sociedad. Las producciones culturales de las otras esferas sociales llegan a ser invisibilidades y devaluadas por los miembros de la élite cultural, “el estilo, la ‘estética’ (en sí) de las clases populares y de las fracciones menos culturalmente dotadas de las clases medias constituye como ‘bonito’, ‘gracioso’, ‘adorable’ (con preferencia a lo ‘bello’)” (Bourdieu, 1979a, p. 55-56). Para los fines de este trabajo, veremos la ubicación espacial de los centros de difusión de la cultura dominante (museos, teatros y universidades) en la ciudad de Bogotá y revisaremos cómo la distribución espacial de la ciudad de Bogotá condiciona el acceso a ciertos bienes de consumo cultural a cierto segmento de la población y cómo este proceso social deviene en dinámicas de dominación cultural.

Bogotá colonial: Una herencia que pesa y se ejerce La configuración de Bogotá como territorio giró en torno a ciertas temporalidades, y a la concreción de algunas obras y equipamientos específicos. Los centros residenciales y demás formas de urbanización bogotanas han obedecido a ciertas lógicas de poblamiento pragmático y ordenamiento territorial desde la institucionalidad, en función de modelos de ciudad global, capitalista y, casi siempre, segregadora. El centro de Bogotá, desde la llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada, representó una suerte de tautología en la organización misma de la ciudad, pues, más allá de ser el centro geográfico (en la falda de los cerros orientales), allí se condensaron las grandes construcciones de la época colonial y diferentes dinámicas de la sociedad y la élite bogotana. El urbanismo colonial,


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Acceso cultural en bogotá

Gustavo Adolfo Moreno y Mateo Alejandro Córdoba

36 basado en espacialidades centrales que reunieran cultos a la religión y lugares que frecuentaban los bogotanos, se mantuvo a través de varios siglos; fue un modelo al que se siguió apelando con el pasar de las décadas, al brindar reales comodidades para concentrar actividades, edificios administrativos, estaciones de policía, etc. El crecimiento de Bogotá como ciudad y metrópolis fue lento hasta principios del siglo XX, en donde aceleró su proceso de urbanización, poblamiento y absorción de haciendas y municipios vecinos. Para los años de la independencia, dicha centralización de la capital fue aprovechada por las campañas de agitación y los discursos libertarios. Además, acontecimientos como el florero de Llorente, junto a la plaza central (hoy plaza de Bolívar) perfilaron este sector como hogar de grandes relatos históricos, los cuales, más adelante, desembocarían en la construcción de museos, memoria histórica y arquitectónica centralizada. Los poderes clericales empezaron a configurar la ciudad como un escenario permanente de culto y adoración a imágenes tradicionalmente religiosas y, en un intento de generar una identidad abarcadora y un territorio fiel a las identidades que se forjaban en la Nueva Granada, los espacios fueron intervenidos en función de creencias y figuras cristianas, que actualmente representan “lugares obligados” para el turismo y la recordación de la idiosincrasia bogotana. La urbanidad, al configurarse como un espacio de disputa entre subjetividades por la legitimación identitaria y de pretensiones hegemónicas, fue un escenario elegido por la institución clerical para establecerse como centro de la vida colonial y lugar en común de la vida citadina y turística. Gran número de edificios parroquiales e iglesias fueron construidos durante todo el siglo XIX, dando cuenta de un verdadero sentido de pertenencia e identidad con la fe cristiana,

sentido que le dio forma a la sociedad y la ciudad bogotana. En los años más avanzados de aquel siglo, la iglesia entraba en disputa con los gobiernos liberales-radicales de la Nueva Granada, y resurgió como centro de la cotidianidad y la sociedad colombiana, con la llegada de los conservadores al poder: [...] desde mucho antes de recobrar sus perdidos privilegios, la Iglesia católica fue la abanderada de un pensamiento netamente anti moderno, que fue recogido políticamente por los conservadores y puesto en práctica por el Estado después de 1886. (Aguilera-Peña, 1997, p. 32) Para el año de 1889, la movilidad empezó a requerir, en las principales ciudades del país, una renovación tecnológica e incursionaron formas eléctricas de transporte, las cuales serían determinantes para la configuración del centro de la ciudad como eje de la vida bogotana. El 20 de julio de aquel año se inauguró el ferrocarril que venía desde Facatativá, el cual revolucionaría el urbanismo capitalino y reduciría tiempos de viaje. Con la entrada del ferrocarril, se fundó la estación principal, actualmente estación de La Sabana; dicho hito sería fundamental para el ordenamiento urbano del centro de Bogotá […] pues alrededor de dicha estación los usos del suelo se acomodaron para la recepción y el intercambio de mercancías y la atención de visitantes y extranjeros; en general, la zona se amoldó para recibir la creciente migración, que generó mayor presión en el crecimiento de toda la ciudad. (Cardeño-Mejía, 2007, p. 21).

Si bien el centro empezaba así a perfilarse como el gran eje territorial y espacial sobre el cual cabalgaba la cotidianidad bogotana, la entrada del siglo XX y la superación de la ciudad colonial permitieron la consumación del proceso de descentralización de la


Σigma 37 ciudad; sin embargo, ello no se dio más allá de los términos residenciales. Con construcciones como la calle 13, se presentaron lógicas de poblamiento en lo que actualmente es la localidad de Kennedy; con la construcción del aeropuerto El Dorado se dio pasó a lo que fue la absorción del municipio de Engativá. Este proceso de expansión y metropolización de la ciudad llegó a generar grandes abismos temporales y longitudinales en cuanto a las distancias que se debían recorrer en la ciudad. La descentralización de Bogotá (sobre todo en su dimensión residencial) generó ciertos problemas de gobernabilidad y segregación, puesto que, además del constante y desmedido crecimiento de la ciudad como centro urbano, las lógicas y las dinámicas de migración que se desataron a distintas intensidades alrededor de todo el siglo XX obedeciendo a causas desde el conflicto armado hasta factores naturaleza, como lo son inundaciones, derrumbes, etc. La construcción de vías que partían del centro de la ciudad y la plaza mayor, hoy plaza de Bolívar, llevó a la ciudad a un engrosamiento territorial acomodado a la orilla de grandes avenidas. Las arterias viales de Bogotá, nacidas desde el centro de la, empezaron a crear un tipo de “único destino”, puesto que las conexiones entre troncales viales y sectores de la ciudad desembocaban hacia aquel centro urbano que no lograba deshacerse totalmente de su densidad histórica y arquitectónica. La lógica de urbanización apunta a que los tamaños de las ciudades determinan los tiempos de viaje y las dinámicas de movilidad dentro de la misma. En el caso de Bogotá, los barrios obreros y sectores residenciales empezaron a ocupar los alrededores de las fábricas, terminales de transporte y demás lugares sobre los cuales giraban los nuevos sectores de la economía, mientras que las labores y edificios administrativos, bancarios y de gobierno seguían estáticos en dicho centro.

Aquella herencia perpetuadora de la historia colonial determinó que: edificios como el capitolio nacional o la casa presidencial se ubicaran y mantuvieras en el mismo sector que los museos, centros de entretenimiento y principales plazas de Bogotá. A mediados del siglo XX, la ciudad colonial se había constituido como hogar de nuevas dinámicas y procesos sociales, el constante avance en cuestión de vías y equipamientos continuaba contemplando la expansión horizontal de la ciudad. Las elites bogotanas, que encontraban en el centro su cotidianidad laboral y social, empezaron a asentarse residencialmente en los alrededores, mas ello no fue lo único. La centralidad del centro histórico y administrativo le dio al sector (casi por oposición necesaria) la conformación de pequeñas depresiones socio-espaciales en sectores cercanos, las cuales, hasta el día de hoy, siguen siendo manifestación de una falta de ordenamientos territoriales coherentes, incluyentes y descentralizadores. Este resurgir del centro bogotano, como nicho de problemáticas sociales y permanente inseguridad, llevó, poco a poco, a las elites rolas a moverse hacia el norte de la ciudad, no sin antes garantizarse un fácil acceso a aquel sector y unas garantías de cercanías con el centro administrativo. Los museos han sido la fiel muestra del sedentarismo de la cultura y la memoria histórica bogotana; si bien se ha renovado aquel centro, arquitectónica y económicamente, la conformación y ordenamiento de los equipamientos culturales no han apuntado a descentralizar aquellas formas de cultura y educación. Por ejemplo, a inicios del siglo XX, las construcciones administrativas se condensaban y obedecían a una lógica colonial en su propio diseño y ubicación; el Palacio de Liévano, construido en 1907 o el Capitolio Nacional, 20 años más tarde, consolidaron dicha lógica de centralización y acumulación de funciones y órganos administrativos en una unidad espacial.


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y la centralización de edificios y órganos administrativos e instituciones educativas era inminente, no ha habido verdaderos esfuerzos por entender las nuevas formas de la ciudad, sus nuevas movilidades y las necesidades dinámicas de sus habitantes. Los nuevos modelos de ordenamiento territorial, que se han venido aplicado sistemáticamente en la capital del país, continúan desconociendo el tamaño y diversidad de sectores que conviven en el espacio urbano y que demandan un acceso a los medios culturales, educativos, administrativos e históricos. La ciudad crece y cambia, pero se sigue ordenando de la misma forma.

Resultados Distribución espacial de teatros, universidades y museos en la ciudad de Bogotá

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A continuación, presentaremos algunos mapas en los que se evidencia la distribución espacial de universidades, teatros y museos en la ciudad de Bogotá.

Fuente: Google Maps. <https://www.google.es/

La problemática es aún más visible cuando analizamos que, para el año 1968 (40 años después), se inauguró el Museo del Oro, uno de los hitos de la cultura bogotana, a unas cuadras de la plaza de Bolívar y aquel centro cultural de la ciudad. Para el año de 1982, se inauguraba el Museo Militar (de nuevo) muy cerca de aquel centro cultural y la Plaza Central. Bien se puede interpretar que el ensanchamiento de la ciudad nunca fue entendido, por los grandes organizadores del territorio bogotano, como un llamado a la colectivización espacial de la cultura y la memoria histórica. A su vez, ante la visibilidad de la problemática, el necesario ejercicio de viabilizar el acceso a aquel centro cultural se ha estancado en otro tipo de centralización en función de la gestión urbana y de los recursos públicos como soportes de la cualificación espacial y de los equipamientos de las zonas residenciales conformadas e institucionalizadas por las élites bogotanas. En conclusión, la revisión histórica del centro de Bogotá nos lleva a comprender que si bien, hasta avanzado el siglo XX, la ciudad se encontraba reducida en tamaño,

Imagen 1. Distribución espacial de las principales universidades de Bogotá.

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Fuente: Google Maps. <https://www.google.es/

Imagen 3. Distribución espacial de los museos en Bogotá.

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Fuente: Google Maps. <https://www.google.es/

Imagen 2. Distribución espacial de los principales teatros de Bogotá.

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Análisis de datos Después de revisar la distribución espacial de las universidades, museos y teatros de la ciudad de Bogotá, nos parece consecuente decir lo siguiente. Dada la creciente demanda de instituciones universitarias, podemos evidenciar que es posible encontrar centros de educación superior en toda la ciudad. No obstante, se puede ver una mayor concentración de universidades en el oriente y centro de la ciudad, en las localidades de Chapinero, Teusaquillo y La Candelaria. Además de eso, consideramos pertinente anotar que las principales universidades de la ciudad también están ubicadas en esta zona de la ciudad, a saber: Universidad Nacional de Colombia, Universidad Pontificia Javeriana, Universidad de los Andes, Universidad del Rosario, Universidad del Externado y Universidad Distrital. Contrario al caso de las universidades, al revisar la ubicación espacial de los principales teatros de Bogotá, encontramos que se distribuyen de un modo menos amplio. A excepción del Teatro Biblioteca Julio Mario Santodomingo, encontramos que la mayor cantidad de teatros se reparten en el oriente y el centro de la ciudad, entre las localidades de Chapinero y La Candelaria. Al igual que en el caso de los teatros, encontramos que la distribución espacial de los museos también está fuertemente concentrada en el centro y el oriente de la ciudad. Teniendo en cuenta el examen empírico recientemente expuesto, podemos afirmar que, en la ciudad de Bogotá, hay una notable y exacerbada concentración espacial de los sitios de difusión cultural. Esto hace que solo una porción de la población bogotana tenga la oportunidad de tener un fácil acceso a los bienes culturales ofrecidos por la ciudad. Esta situación hace que los habitantes de las otras localidades de la

ciudad se consoliden como consumidores y no como productores culturales.

Conclusiones El estudio de las relaciones de poder entre clases sociales debe tener en cuenta la organización del espacio. En el presente estudio, revisamos cómo la distribución espacial de Bogotá ayuda a reproducir y perpetuar las relaciones de dominación cultural entre clases sociales. Encontramos que la posición espacial de los museos, teatros y universidades de la ciudad condicionaban el acceso de ciertos contenidos culturales a cierta clase social y potenciaba el acercamiento de estos productos a otra. Podemos decir que buena cantidad de los habitantes de las localidades de Teusaquillo, Chapinero y La candelaria frecuentan, con mayor intensidad, teatros y museos, además de tener más accesibilidad espacial a las principales universidades. La trayectoria social de este conjunto de la población los condiciona a tener un acercamiento más espontaneo con la cultura dominante, a acumular una mayor porción de capital cultural que el resto de los bogotanos. Los habitantes de este sector de la sociedad tienen una mayor disposición social a acercase, producir e incorporar los bienes de consumo cultural brindado por estás instituciones. No es raro que notables escritores bogotanos, como Mario Rivero, vivieran en La Candelaria. Esto es evidencia de que, a partir de la distribución espacial de la ciudad de Bogotá, se reproducen prácticas que perpetúan el lugar privilegiado de ciertos agentes en la escala cultural de la sociedad. La organización territorial de Bogotá produce y reproduce relaciones desiguales entre clases sociales en el ámbito cultural.


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Referencias Bibliográficas

Aguilera-Peña, M. (1997). Insurgencia urbana en Bogotá: motín, conspiración y guerra civil, 1893-1895. Bogotá: Colcultura. Bourdieu, P. (1979a). La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Santafé de Bogotá: Taurus. Bourdieu, P. (1979b). Los tres estados del capital cultural. Recuperado de: http://sociologiac.net/biblio/Bourdieu-LosTresEstadosdelCapitalCultural.pdf Cardeño-Mejía, F. A. (2007). Lo que quedó del Siglo XX. En: F. A. Cardeño-Mejía. Historia del desarrollo urbano en el centro de Bogotá (localidad de Los Mártires) (pp. 17 – 24). Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá D. C. Jiménez, G. (1997). La sociología de Pierre Bourdieu. Recuperado de: http:// www.paginasprodigy.com/peimber/BOURDIEU.pdf Restrepo, D. I. (2012). Documento de trabajo No. 1: espacio y poder. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Recuperado de: http:// direstrepo.com/?p=3160g


Σigma 42 Estrategia / Alejandra Del Mar Gantiva Clavijo (Mar del Golfo de Morrosquillo)

Acceso cultural en bogotá

Gustavo Adolfo Moreno y Mateo Alejandro Córdoba

Igual de guerreros e igual de trabajadores de uno de los oficios más duros de este país, aquí van, en grupo, dos lanchas juntas. Apenas sonríen cuando por ahí uno que otro turista les alza la mano en señal de saludo y solidaridad.


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EL DEBATE Y LAS TENSIONES EN TORNO A IDENTIDAD SEXUAL Y DE GÉNERO1 Debate and tensions around sexual and gender identity Norma Jurado Campusano2 Universidad Multiversidad

1El Autor se abstuvo de indicar la motivación para la redacción de este artículo. 2 Estudiante del Doctorado en Pensamiento complejo de la Multiversidad en México.


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Resumen El debate sobre las identidades sexuales y de género tiene un amplio recorrido que va desde el esencialismo, atraviesa el constructivismo y ahora, con el conectivismo, contribuyen al avance y reconocimiento de las mujeres; sin embargo, dejan fuera los otros deseos. El texto constituye una aproximación a la construcción de identidades, asumiéndose el posicionamiento de la teoría Queer, el tejido de lo múltiple desde las resonancias de la teoría de la complejidad. Permiten repesar el asunto de las identidades, a partir de las cuestiones reiterativas, los actos perlocutivos, la materialidad del cuerpo y la performatividad, a los que hace alusión la teórica Judith Butler. El planteo desde lo Queer supone una transgresión radical del género, puesto que rompe absolutamente con las relaciones establecidas entre sexo y género. El análisis de la transexualidad requiere aceptar que siguen existiendo ya no hombres y mujeres, sino normas de género, diferencias de género y una estructura política de género que sigue viva

Palabras clave: identidad sexual, sexualidad, género, interseccionalidad, discriminación.

Key words: Sexual identity, sexuality, gender, intersectionality, discrimination.

Abstract: The debate about the sexual identities and gender has a broad walk that goes since the essentialism, cross the constructivism and now, with connectivism, contributes to advance and woman’s recognition; nevertheless, they let out other desires. This text constitutes an approximation to the identities structure. Assuming the stance taken by queer theory, unitas multiplex from consequences of complexity theory. This allow for reconsidering the subject about the identities, based on the reiterative issues, the perlocutionary acts, materiality of the body and the performativity that have an allusion in the Judith Butler theory. The proposal from Queer supposes a radical gender transgression because it breaks absolutely with the established relations between sex and gender. The analysis of the transsexuality requires accepting that there are not only men and woman but gender's regulations, differences and a political gender structure that's still alive.


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El debate y las tensiones en torno a identidad sexual y de género

Gustavo Adolfo Moreno y Mateo Alejandro Córdoba

Conceptualización En su celebérrima Historia de la sexualidad, Foucault sostuvo que la sexualidad constituía el dispositivo más estratégico y perfecto para controlar los cuerpos, las energías, las pulsiones de los seres humanos y poner todo ello al servicio de la producción capitalista. El nietzscheano francés puntualizaba que la sexualidad no es tanto un impulso natural de los cuerpos, como la pieza clave e íntima de un mecanismo de sexualidad organizado por el poder en su apoderamiento de los cuerpos, su materialidad, sus fuerzas y sus placeres. Desde la explicación foucaltiana, la sexualidad no debe entenderse como un asunto privado, íntimo y natural, pues, en realidad, es totalmente construida por la cultura hegemónica; es el resultado de una tecnología del sexo, esto es, un conjunto de nuevas técnicas dirigidas, realmente, a satisfacer necesidades generales, las cuales permitan mantener el funcionamiento del sistema: asegurar la población, reproducir la fuerza de trabajo, mantener la forma de las relaciones sociales, en síntesis: montar una sexualidad económicamente útil y políticamente conservadora. Si Foucault utilizó la expresión “tecnología del sexo”, Teresa de Lauretis (1994/2000) prefiere denominar tecnología del género, al proceso referido por el pensador de Poitiers. Es decir, admite que la sexualidad no es una manifestación natural y espontánea del sexo ni la expresión de unas características intrínsecas y específicas de los cuerpos sexuados en masculino o femenino, sino que los cuerpos son algo parecido a una superficie en la que se va esculpiendo (no sin ciertas resistencias por parte de los sujetos) los modelos y representaciones de masculinidad y feminidad difundidos por las formas culturales hegemónicas de cada sociedad, según las épocas.

Entre las prácticas discursivas preponderantes en esta tecnología del género, de Lauretis (1994/2000) incluye los discursos institucionales, el sistema educativo, los hábitos y actuaciones de la vida cotidiana, el cine, los medios de comunicación, etc. Es decir, todas aquellas disciplinas que utilizan sistemáticamente la praxis y la cultura dominante para nombrar, definir, plasmar o representar la feminidad (o la masculinidad), pero al tiempo que la nombran, definen, plasman o representan, también la crean. Por lo expuesto, la construcción del género sería el producto y el proceso tanto de la representación como de la auto-representación (Moyobre, 2003). En su interpretación sobre de Lauretis, Moyobre (2003) caracteriza el género con la función (que lo define) de constituir individuos concretos en cuanto hombres y mujeres, con lo que también se podría establecer una conexión entre género e ideología o pensar el género como una forma de ideología y, por lo tanto, como una tecnología del género. En síntesis, lo que Moyobre afirma es que la feminidad (o la masculinidad) es una construcción, es un procedimiento cuyo resultado es hacer de un ser del sexo biológico femenino o masculino, una mujer o un hombre, respectivamente. Ahora bien, tanto el proceso como el procedimiento para construir la identidad atribuida socialmente a cada género, no se efectúan de la misma manera en las niñas que en los niños, pues los géneros o, lo que es lo mismo, las normas diferenciadoras hechas por cada sociedad, para cada sexo, no tienen la misma consideración social, y existe una clara jerarquía entre ellas. Esa asimetría se internaliza durante el proceso de adquisición de la identidad de género, el cual se inicia desde el nacimiento con una socialización diferencial, mediante la


Σigma 47 que se logra que los individuos adapten su comportamiento y su identidad a los modelos y a las expectativas creadas por la sociedad para los sujetos masculinos o femeninos. Como lo ha expuesto Foucault: […] en la superficie y en el interior del cuerpo, por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes [...] se vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia (Foucault, 1992, p. 36).

En la percepción de Judith Butler sobre la identidad de género, esta se constituye mediante actos performativos (unas determinadas y sistemáticas acciones o desempeños). La identidad genérica es un actuar y no un atributo que los sujetos posean antes de esa actuación; no es una actividad aislada del contexto; tampoco un acto del cual se pueda separar el sujeto o distinguirlo en su singular capricho. El término performatividad de género implica necesariamente una actuación reiterada y obligatoria, en función de normas sociales que nos preceden. Dicha actuación se va encarnando mediante un sistema de recompensas y castigos; está trazada, además, por un continuum de reiteraciones; de ahí que la normativa de género está en constante negociación. En el acto performativo, por el cual se constituye la identidad genérica, el sujeto no es dueño de su género, se ve incitado a “actuar” en función de una norma que promueve, legitima, sanciona o excluye. Puede darse que al sujeto no le satisfaga tal norma, lo que genera una serie de tensiones, cuyo efecto soterrado es una negociación entre subjetividad y norma de género. Cuando la identidad de género no se encarna según lo establecido por la

institución, como hombre o mujer, se pone en riesgo la propia posibilidad de ser aceptable a la mirada de los otros; supone arriesgar la posibilidad de ser legible como sujeto pleno, o la posibilidad de ser real a los ojos de los otros. En algunos casos, supone arriesgar la propia vida. La negociación entre subjetividad y norma siempre conlleva riesgos, y estos interactúan con fuerzas sociales concretas. Por ende, la constitución del género está atravesada por las relaciones de poder. No obstante, desde la mirada de Butler (2001), el género no existe fuera de este acto performativo, y las normas genéricas tampoco son algo distinto a la propia reiteración y actuación de esas mismas normas. Entonces, ese mismo acto performativo que sirve a esa serie de acciones naturalizadas, puede funcionar como vía de subversión, porque, antes de naturalizarse o de adscribirse a la ley heteronormativa mediante la repetición, el acto abre la posibilidad a nuevas significaciones. Es decir, siempre puede surgir la resignificación y la negociación; siempre es posible abrir el sistema lingüístico a la transformación social. Las normas de género, actuadas por los sujetos, pueden reproducirse de tal modo que la normatividad hegemónica de género quede intacta. Pero también dicha normatividad vive amenazada por el hecho de que su repetición implica un tipo de actuación perversa, entrópica, crítica de la heteronormatividad, siempre capaz de subvertir y transformar los cánones de género y sexo. Esta inestabilidad, propia de todo sistema, si se es congruente con la mirada compleja, puede convertirse en una oportunidad política: […] el género no es una esencia interna. Esa supuesta “esencia interna” es fabricada mediante un conjunto sostenido


Σigma 48 de actos, postulados por medio de la estilización del cuerpo basada en el género. De esta manera se muestra que lo que hemos tomado como un rasgo “interno” de nosotros mismos es algo que anticipamos y producimos mediante ciertos actos corporales, en un extremo, un efecto alucinatorio de gestos naturaliza-

El debate y las tensiones en torno a identidad sexual y de género

Gustavo Adolfo Moreno y Mateo Alejandro Córdoba

dos Butler (2001, p. 40).

Los planteamientos de Judith Butler permiten inferir que las pautas de masculinidad y femineidad han sido configuradas por la cultura como presuntamente heterosexuales. Desde el horizonte freudiano, la identidad de género equivale tanto a una oposición (frente al género con el que no hay identificación) como a la orientación del deseo (se deseará al género con el cual no se establece identificación). De esta manera, identificarse como mujer implicaría que el deseo debería orientarse hacia la posición masculina, y viceversa. Revisando las tesis de Freud (2007), Butler (2001) corrige la proposición acerca de la identificación. La considera un prejuicio que históricamente ha llevado a la creencia de que un hombre que desea a otros hombres deberá ser necesariamente afeminado (es decir, identificarse como género femenino) e igualmente con las lesbianas, que si desean a las mujeres, necesariamente deberán identificarse con lo masculino (parecer hombres). Y esto, como es sabido, no opera en todos los casos de homosexualismo o lesbianismo. Para Butler (2001), el deseo y la identificación no tienen por qué excluirse mutuamente. Y aún más, estos ni siquiera tendrían por qué ser necesariamente unívocos. No hay ninguna razón esencial que justifique que una mujer debe identificarse unívoca e inequívocamente con un

determinado género. Asimismo, tampoco habría ninguna necesidad de que una mujer deba orientar su deseo hacia un género u otro. También es posible que desee a ambos géneros, como en la bisexualidad. El género, entonces, se concibe también como una herramienta por la cual los conceptos de masculinidad y feminidad se construyen y reconstruyen; se quebrantan y se transfiguran. A su vez, el concepto de heterosexualidad ha adquirido nuevas significaciones y su sentido social se ha sometido a revisión. Muchas feministas replantearon la heterosexualidad, perfilándola como un mecanismo de poder mediante el cual se pretende la “normalización” de los cuerpos, en pos de un binarismo sexual exacerbado. De forma paralela, se encuentra la teoría queer. Esta, como identidad social diferenciada, se empezó a formar, como tal, desde fines del siglo XIX; sin embargo, fue a mediados del XX cuando comenzó a configurarse como una identidad política. La peculiar lucha que desplegó contra el heterocentrismo no solo difundió mundialmente sus postulados y posiciones, también generó un compromiso generalizado, el cual ha impulsado a los miembros y simpatizantes queer a desplegar acciones colectivas, resultando estas tan eficaces que las instituciones políticas de los diversos países se han visto obligadas a ceder algún espacio, a cambio de que la “desviación” (como se sigue considerando la alternativa queer) ofrezca una cara más aceptable o más normalizada. Por lo demás, el movimiento queer no solo ha revelado una dimensión distinta de la sexualidad y del género; también, ha hecho patente que el sexo, el deseo, el placer, el ejercicio de la sexualidad humana están imbricados de política. Y que el derecho a ser sexualmente diferente es un asunto no de medicina ni de genética ni de psiquiatría, sino de política.


Σigma 49 Como es sabido, una de las figuras que mayor trascendencia ha adquirido por su militancia y sus aportes teóricos al pensamiento queer, es Judith Butler, cuyas proposiciones en torno a cómo se constituye la identidad de género han venido a socavar las tesis del esencialismo de género. Butler (2001) desarrolla un entramado teórico en el cual nociones como cuerpo, sexo, discursos, interpelación, prácticas, normas, actuación, van a ser conceptos/eje para el desarrollo de su teoría performativa del género. La teorización de Butler es heredera directa de Simone de Beauvoir, Michel Foucault, Julia Kristeva, John Austin y Monique Wittig, cuyas tesis y pensamiento de varias formas continúa y enriquece. Lo que de Beauvoir (1999) había conceptuado como mitos sociales, Butler lo redefine (evidentemente desde una perspectiva lingüísticaestructuralista) como discursos, prácticas y normas que hacen posible la “materialización” del cuerpo. El análisis de Butler (2001) recupera el apotegma beauvoiriano de No se nace mujer, se llega a serlo, según el cual, llegar a ser mujer implica llegar a ser género, pues existe un movimiento que convierte el cuerpo natural en cuerpo cultural y solo con fines analíticos se puede establecer una escisión entre sexo y género. Eso que llamamos cuerpos reales, materiales, físicos, constituyen categorías del lenguaje en las que se han sedimentado estratos de significación acumulados en el curso de la historia. Entonces, si se admitiera el cuerpo como realidad puramente natural, independiente de nuestras categorías lingüísticas, nos resultaría desconocido. En el vasto estudio realizado por de Beauvoir (1999), cuando diferenció entre inmanencia femenina y transcendencia masculina, se refiere a la ocupación de una posición fija, invariable, a la mera

repetición de las rutinas, frente al despliegue de los proyectos vitales y la superación de un estado siempre provisional por otro. Este es uno de los sentidos que adquiere el devenir: el dirigirnos hacia otra cosa, y es también la orientación de la vida hacia el camino de los proyectos futuros. Si se lleva al límite la distinción sexo-género, se encontraría con la independencia de los cuerpos naturales y los géneros construidos. Ser hembra y ser mujer serían dos tipos diferentes de ser. Ser mujer sería algo que pertenece al orden cultural y hembra designaría un conjunto de hechos corporales. Pero si la distinción no implica una relación causal entre un determinado sexo y un determinado género, el cuerpo hembra sería un lugar arbitrario para el género y no habría razón alguna para excluir la posibilidad de que sobre ese cuerpo se materializasen otras construcciones sociales del género. Butler (2001) cree que este es el modo correcto de leer la afirmación beauvoiriana (1999) y, de allí, sostiene que el ser cuerpo podría asumir tanto la forma de la masculinidad como la de la feminidad o cualquier otra forma posible de género que pudiéramos imaginar. El género lo concibe Butler (2001) como un lugar para la fantasía. El género mujer es la interpretación cultural y variable del sexo y ser un género es comprometerse con una interpretación cultural de un sexo. Ser mujer no es poseer un estatus ontológico, sino convertirse en mujer, adoptar una posibilidad establecida por la cultura e interpretar el propio cuerpo de acuerdo con los parámetros que definen el “ser mujer”. Para de Beauvoir (1999), el cuerpo es una realidad material en un contexto social que marca límites y establece posibilidades. Por otra parte, y en virtud de su capacidad de elección, el cuerpo es también una realidad cultural. Este planteamiento


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El debate y las tensiones en torno a identidad sexual y de género

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50 constructivista, que ya vimos sintetizado en la idea de que la mujer no nace sino que se hace, abrió el camino al análisis de un bio-poder: el poder disciplinario, sus tecnologías jurídicas y médicas de control de los cuerpos y sus tecnologías generadoras de formas de vida (Foucault, 1992). La apuesta por un planteamiento no esencialista del ser es la que suscribe la propia Butler (2001), cuando sostiene que la teoría beauvoiriana (1999) permite un desafío al sistema de género diádico y a las posiciones feministas que mantienen la irreductibilidad de la diferencia sexual. Más que una diferencia esencial entre masculinidad y feminidad, de Beauvoir (1999) y Butler (2001) vieron ahí el lugar donde se formulan preguntas acerca de lo biológico y lo cultural. Para Butler (2001), el concepto de diferencia sexual es un “concepto fronterizo” (Butler, 2001, p. 263); además: […] en todos los debates relacionados con la prioridad teórica de la diferencia sexual sobre el género, del género sobre la sexualidad o de la sexualidad sobre el género, subyace otro tipo de problema, que es el problema que plantea la diferencia sexual, a saber, la permanente dificultad de determinar dónde empieza y dónde termina lo biológico, lo psíquico, lo discursivo y lo social (Butler, 2001, p.262).

La obra beauvoiriana (1999) reveló una situación que implica desigualdad para el conjunto de las mujeres. Con ello, se abrió la vía del feminismo que describe a las mujeres como víctimas de las circunstancias histórico-políticas. Si estamos modeladas a priori, con base en mitos que nos oprimen, parece que no podemos elegir nuestro género. Uno de esos mitos, el del eterno femenino, asocia la mujer a la naturaleza, la vida, la muerte; y a los hombres a lo humano y la cultura.

Sin embargo, en su obra, encontramos también una descripción de la mujer como un ser con vocación de libertad e independencia, con responsabilidad y capacidad de actuar. Butler lee a de Beauvoir (1999), afirmando que “No solo estamos construidos culturalmente, sino que en cierto sentido nos construimos a nosotros mismos” (p. 43). La posibilidad de elegir nuestros géneros parece existir, así como las confusiones ontológicas. Es como si, en algún momento, previo a la elección, debiéramos ocupar una imposible posición fuera del género. Esta confusión es provisional, se esfuma si tenemos en cuenta su base en un punto de vista cartesiano del yo, en una metafísica de la sustancia y en la suposición de una estructura ecológica anterior al lenguaje y la vida cultural; visión ya superada dentro del feminismo y, desde luego, contraria a las investigaciones posestructuralistas como las de Butler (2001). Acerca de la noción de sujeto, para Butler (2006), el sujeto no es algo dado, conformado desde un principio, tampoco es autónomo e independiente, sino relacional. La construcción de la subjetividad supone un ejercicio o agenciamiento permanente, por parte del sujeto, de estructuras simbólicas tomadas de los otros y del espacio social general. En términos de Butler (2001, p. 73), se exige una serie de “prácticas identificadoras y performativas”. Por tanto, el género sigue siendo fundamental en la estructuración subjetiva de las personas. Digamos que el sistema heteropatriarcal ha renunciado, de una manera muy publicitada, a que sea el cuerpo el que defina el género y eso se podría considerar un avance, pero también una barrera. “Hemos pasado de la anatomía es destino, al género es el destino” (Butler, 2003, p. 60). Butler (2001) detecta en de Beauvoir (1999) la idea de una asunción voluntaria


Σigma 51 del género, la cual interpreta cómo asumir cierto estilo corporal. Elegimos lo que somos, asumimos determinado tipo de cuerpo, renovamos y reproducimos una realidad cultural ya establecida y lo hacemos por las sanciones sociales que conllevaría abandonar el lugar sólido que ocupamos. El verdadero problema no es la transexualidad, por ejemplo, sino un sistema que no deja opción, que obliga a que se sea una cosa o la otra y que penaliza a quien no quiere o no puede elegir o definirse. Asimismo, los aportes fundamentales de Butler (2001) remiten a un eje central: el de la interseccionalidad y, por lo tanto, a la complejidad, y el reto que implica la constitución de las identidades, que no es la suma de las partes, sino aquella en la que confluyen un sinnúmero de aristas que conforman la identidad de los sujetos. Hay, pues, que preguntarse por las “tecnologías del yo”, por los mecanismos de construcción de sí, que ya describió Foucault (1992), y ver si el sujeto es puramente pasivo respecto a ellos. Habría que tener en cuenta los medios por los cuales el género es individualmente reproducido (plagiado, copiado) y el papel que juega el proceso de agenciamiento personal en la reproducción del género. En este contexto, las formulaciones beauvoirianas (1999) pueden ser interpretadas [siguiendo a Butler (2001)], como la manera en la que nos construimos a nosotros mismos. En la misma historia de ese proceso, en el mismo transcurso de ese movimiento apropiador, llegamos a ser nuestro género. Butler (2001) quiere mostrar cómo en los análisis del “devenir” aparece la ambigüedad interna del género como una asunción cultural de posibilidades culturales, tanto recibidas como innovadoras. Una reinterpretación de la doctrina existencial de elección nos lleva a que el proyecto de elegir un

género es entendido como embodiment (incardinación) de posibilidades en un contexto de normas culturales profundamente intricadas. Considerar que el género no es elegido sino recibido pasivamente, construido por un sistema patriarcal y un lenguaje falo céntrico, que determina la subjetividad, es caer en planteamientos deterministas, los cuales dejan de lado la libertad y el grado de participación individual en la reproducción del género. Si este sistema inscribe el género en el cuerpo de forma unilateral, las variaciones individuales y el papel que juega la persona en la construcción del género quedarían sin explicar. Butler (2001) señala que el becoming, que en nuestra traducción particular es “devenir”, contiene una ambigüedad. No solo es una construcción impuesta sobre la identidad, sino también un proceso de construcción de sí, que moviliza el proyecto de adquirir ciertas habilidades. Llegamos a ser un género desde un lugar que no podemos encontrar y el cual, hablando estrictamente, no existe. El cuerpo natural, sexuado, sería una ficción heurística. No llegamos a ser un género desde un lugar anterior a la cultura. El movimiento temporal de llegar a ser nuestros géneros no sigue una progresión lineal. El género no se origina en un lugar del tiempo, sino que es una actividad incesante; es una manera de organizar y situarnos respecto a normas, una manera de vivir nuestros cuerpos situados en un mundo cultural. La visión beauvoiriana (1999) del género, como proyecto incesante de reconstrucción e interpretación, implica el proyecto de renovar una historia cultural en nuestros propios términos; asumir un cierto tipo de cuerpo es una tarea en la que siempre estamos comprometidos. El sistema persiste en la medida en que existan estrategias individuales más o menos disfrazadas, con un grado mayor o menor de


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52 voluntarismo, para asumir esas normas de género. Esto no quiere decir que haya una asunción voluntaria y consciente de normas opresivas; no quiere decir que la opresión es producto de la elección humana porque los sistemas opresivos tienen orígenes materiales complicados. Lo que se pretende es apuntar a que el potencial liberador u opresor de una situación requiere la participación individual. La inversión dialéctica depende de la posibilidad de establecer la relación en otros términos. Si la existencia siempre está generalizada, no es posible existir socialmente fuera de las normas de género, puesto que supondría una dislocación que tendría un significado metafísico, y pondría en cuestión la existencia. No obstante lo que sí es posible, es asumir esas normas de otra manera, asumiendo todo el margen de libertad que la norma inevitablemente genera. Deshacer o dislocar el género supone darse cuenta de que, de la misma manera que hemos llegado a ser el género que somos, será posible vivir con cualquier otro género o vivir el género de un modo distinto a aquel con el que vivimos. El rechazo social hacia la confusión de los géneros, la angustia y el terror, que aparecen al traspasar las fronteras hacia otro territorio de género, nos dan la medida de las construcciones sociales. La reinterpretación de las normas de género ocurre en el cuerpo. Este es el espacio de la libertad, el campo de las interpretaciones posibles, el nexo entre la cultura y la elección. La proliferación y variación de estilos corporales es el camino que permite politizar la vida personal. Si el género, al igual que el cuerpo, es cultural, las nociones de “sexo natural” y “cuerpo natural” se vuelven sospechosas, dado que se convierten en categorías políticas y la anatomía no parece plantear límites a las posibilidades de género.

De este modo, lo que muestran los análisis de Foucault (1992) acerca de la sexualidad como dispositivo culturalmente estructurado y saturado de poder, también reivindican el desarrollo de formas de poder alternativas, para que una forma determinada de poder deje de ser hegemónica. Si el sistema binario de género tiene usos políticos que dan lugar a discriminaciones, se hará necesario multiplicar configuraciones de género ambiguas. La idea beauvoiriana (1999) del cuerpo como “situación” sienta las bases para estas teorías que analizan las discriminaciones de “sexo” en el marco de contextos culturales con sistemas binarios de sexo. Por tanto, las clasificaciones en función del sexo no existen antes de sus definiciones culturales; ocurre, más bien, que se utilizan con carácter normativo y sirven, si se siguen los análisis de Butler (2001, 2002 y 2006), a una política sexual heteronormativa con fines reproductivos. Teniendo en cuenta que, por un lado, el género no es producto de un solo individuo, sino de una comunidad, y, por otra parte, se encarna, se copia; quien no lo encarna se arriesga, pone en riesgo su condición de ser real. Y este, en el género normativo, se tiene que enfrentar con el sistema de representaciones, legitimaciones y sanciones. Que el género se performa quiere decir que se simula; que el modelo del género está ahí para ser reproducido, copiado, citado. En las citas obligatorias de la norma de género aparece su carácter opresivo. Sin embargo, toda cita es infiel, es una interpretación, no una reproducción perfecta. De aquí, de su condición de simulacro, sus márgenes de libertad y subversión. Hay un margen para la variación a la hora de producir un clon del género.


Σigma 53 Por lo que, son esas cosas que la norma excluye y deja fuera, las que se pueden introducir al reproducir el modelo. Es decir, es posible, mediante un gesto de resignificación crítica, generar nuevos espacios de libertad. Son las zonas de cumplimiento de la norma haciendo resistencia, las que obligan a la norma a nuevas inclusiones, a nuevas negociaciones. Si las representaciones son la guía, al llevar las representaciones al límite se pueden desarticular; volverse más evidentes; forzarlas a revelar sus zonas de sombra. Hay quienes cumplen las normas sin más y hay quienes las resignifican. Por ello, cuando tratamos con ideales transcendentes a los seres, ocurre lo mismo que en el mundo de las ideas platónicas, surge el abismo, la separación. Ahí, la mimesis amenaza con transformarse en parodia y la obligación de copiar se vuelve ironía crítica. Y ello porque la definición genera un significado que, volviéndose contra ella, siempre excede aquello que el dictamen de la definición estipula. En la teoría queer, Butler (2001) invita a deconstruir y poner en cuestión las nociones básicas del feminismo anterior: género y diferencia sexual. Se trataría de acabar con la identidad ‘mujer’ y abrir el espacio a nuevas construcciones de la identidad, donde los géneros, como los sexos, son inteligibles; esos sexos, que cuentan en el discurso social, proliferen y, alejándose del planteamiento dualista, se hagan múltiples. Superar las relaciones tradicionales basadas en lo masculino y lo femenino; superar las relaciones de pareja para abarcar todo tipo de intersexualidades: hermafroditismo, transexualidad, relaciones de parentesco entre tres, cuatro miembros o relaciones de grupo. La filósofa Butler (2001) ha problematizado la noción de género, mostrando las insuficiencias que contienen muchas de

las conceptualizaciones de dicha noción y llega a la conclusión provisional de que la teoría queer va más allá de las diversas teorías de género, al menos en lo que respecta a la tarea de superar la crítica al patriarcado y plantearse un nuevo objetivo: la crítica al régimen epistémico de heterosexualidad normativa. La base de las categorías de género es la jerarquía de género, como lo reveló la crítica al patriarcado; empero, también la heterosexualidad obligatoria. El género se sostiene en la heterosexualidad normativa y obligatoria. Superar el binarismo de género implica ir más allá del régimen heterosexual. Uno de los objetivos de Butler (2001) es desvelar que la masculinidad y la feminidad, que pasan por ser la realidad, son una alternativa de las muchas posibilidades que se despliegan de la sexualidad humana. A la vista de sus planteamientos críticos, con plena conciencia del falseamiento que cualquier fórmula reduccionista implica, se podría decir que el desafío que plantea exige, a las teorías de género, dar cuenta del porqué de sus planteamientos heterosexuales. Vale la pena anotar que Butler (2001) no se posiciona en contra de la heterosexualidad y las prácticas heterosexuales, sino de las normas heterosexuales. Más que por lo que las normas abarcan, se interesa por lo que excluyen, en especial, por las insuficiencias de aquellas tesis que se sustentan en una heterosexualidad universal basada en el concepto de Edipo. Asumir las incertidumbres de género y las construcciones teóricas de contenidos abiertos e inciertos es una de las formas que puede adoptar un nihilismo positivo de corte actual. Ya Nietzsche (1996) advertía que no toda forma de nihilismo es negativa, porque cuando los valores que estaban vigentes dejan de valer, aparece la


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54 fidelidad a la tierra y al mundo como algo abierto. La melancolía se instala en cada uno de nosotros cuando los viejos ideales, junto con sus seguridades, se han ido a otra parte. Por esto hay quienes intentan poner valores en lugares que se han quedado vacíos. Debido a esto, también hay quienes asumen la muerte de los grandes relatos. Butler (2001) pone como ejemplo de melancolía a la persona heterosexual, un ser que no puede desear a los de su propio sexo. La melancolía se apodera de quien vive amores oscuros, así como de quien echa en falta su propio sexo. La salida a la situación melancólica y a cualquier tipo de economía carencial pasa por asumir la inquietud. Que la humanidad ha sido dividida en dos secciones, masculina y femenina, es un hecho que parece saltar a la vista; pero, al mismo tiempo, parecía que nadie había reparado en él. El objetivo de la existencialista francesa Simone de Beauvoir (1999) consistió en mostrar que la evidencia del hecho de que existen mujeres podía ponerse en cuestión y, con ello, lanzó uno de los mayores desafíos teóricos del siglo XX. Paralelamente, Butler (2006) está convencida de que las políticas feministas centradas en la identidad común “mujer” pueden ponerle trabas a formas de subjetividad que intenten ir más allá de la categorización binaria del género. Esta noción de género constituye un primer momento de reflexividad (y una emergencia propia de nuestra época). Con las nuevas tecnologías médicas y jurídicas, los niños intersexuales, operados al nacer o tratados durante la pubertad, suelen convertirse en minorías construidas como anormales, en beneficio de la regulación normativa del cuerpo de la masa heterocentrada. Esta multiplicidad de los anormales es la potencia que el imperio sexual intenta regular, controlar y normalizar.

El género no es el efecto de un sistema cerrado de poder, ni una idea que actúa sobre la materia pasiva, sino el nombre del conjunto de dispositivos sexo-políticos (desde la medicina a la representación pornográfica, pasando por las instituciones familiares), los cuales van a ser objeto de reapropiación por las minorías sexuales (Butler, 2001). Para Butler (2001), la multitud queer no tiene que ver con un tercer sexo o un más allá de los géneros. Se dedica a la apropiación de las disciplinas de los saberes/poderes sobre los sexos, a la rearticulación y la reconversión de las tecnologías sexo-políticas concretas de producción de los cuerpos normales y desviados. Para concluir, es preciso señalar que el deseo de superar nociones como eterno femenino y mujer, cuestionadas por de Beauvoir (1999); y posteriormente, feminismo, por Butler (2001), genera emergencias en la construcción de una libertad posible, en una intersección de los tiempos y los hechos, la cual permite avizorar, como expresa Morin (2003), que ya no existe horizonte irrebasable.


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Referencias bibliográficas Butler, J. (2001). El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. México: Paidós. Butler, J. (2002). Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires: Paidós. Butler, J. (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós. De-Beauvoir, S. (1999). El segundo sexo. Buenos Aires: Sudamericana. De-Lauretis, T. (1994). A tecnología do gênero. En: H. Buarque de Hollanda (Ed.). Tendências e impasses: o feminismo como crítica da cultura (pp. 206-242). Rio de Janeiro: Rocco. De-Lauretis, T. (2000). Diferencias: etapas de un camino a través del feminismo. Madrid: Horas y Horas. Freud, S. (2007). Tres ensayos de teoría sexual. En: S. Freud. Obras completas (Vol. VII). Buenos Aires: Amorrortu. Morin, E. (2003). El Método V. La humanidad de la humanidad, la identidad humana. Madrid: Cátedra. Moyobre, P. (2003). Decir el mundo en femenino. Madrid: Universidad de Vigo.


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56 Ataderos / Angie Paola Ariza Porra (Santa Cruz del Islote)

Tomada en Chipatá, Santander Agosto de 2015


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EL CONSUMISMO TECNOLÓGICO Y OTROS DEMONIOS. INTERPRETACIÓN ETNOGRÁFICA EN TRES CENTROS COMERCIALES DE BOGOTÁ1 Technological consumption and other demons. Ethnographic interpretation at three shopping centers of Bogota. Ana María González Serna2 Universidad Nacional de Colombia

1 Este trabajo forma parte de mi investigación para el trabajo final de la materia Pierre Bourdieu del pregrado en Sociología de la Universidad Nacional. La materia fue dirigida por Oscar Alejandro Quintero Ramírez, profesor titular del departamento de Sociología y apoyada por el estudiante Sebastián Hernández Mora del mismo Departamento. 2 Estudiante de octavo semestre de Sociología en la Universidad Nacional de Colombia. Participó como ponente de mesa en el XII Seminario de la Asociación Colombiana de Investigadores Urbano regionales: la ciudad como escenario de reflexión territorial; monitora ad honorem de la materia Métodos Cualitativos en el 2015-II, participante en el Seminario de Conflictos Territoriales y Acuerdos de Paz en Colombia, participante en el XI Seminario de Investigación Urbana Regional. Dos décadas de procesos territoriales en Colombia y América Latina: Balance y perspectivas e hizo parte del Comité Organizador del XII Congreso Nacional de Estudiantes de Sociología.


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Resumen Este trabajo pretende hacer un ejercicio de interpretación etnográfica sobre las formas de consumo en tres centros comerciales de Bogotá, diferenciados por la clase social del público al que atienden, así como la oferta de productos tecnológicos. En el texto se entretejen las observaciones con los aportes teóricos de Zygmunt Bauman y Pierre Bourdieu para analizar el fenómeno del consumo y su relación con la tecnología y, de esta forma, identificar las formas de distinción y generación del consumidor como hábito.

Key words: habitus, consumption, technology, distinction, capitalism.

Abstract:

Palabras clave: habitus, consumismo, tecnología, distinción, capitalismo.

This paper pretends to make an exercise of ethnographic interpretation on the forms of consumption in three shopping centers of Bogotá, splitted by the social class that attends to each one of them, as well as the offer of technological products. In this paper, the text interweaves the observations with the theoretical contributions of Zigmut Bauman and Pierre Bourdieu to analyze the phenomenon of consumption and its relation with technology, making possible to identify the forms of distinction and generation of the consumer as habit.to an emerging cultural practice that in the text is called “digital citizenship”.


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Del consumismo tecnológico y otros demonios

Ana María González Serna

Introducción: el capitalismo y el consumo El fenómeno del “consumo” propiamente dicho no es algo extraño a la humanidad, el acto de consumir productos es inherente a toda sociedad en la que la subsistencia entraña mecanismos y formas de actuar que requieren “consumir” y hacer uso de productos alimenticios, de comunicación, de vestimenta, entretenimiento, entre otros. Sin embargo, a mediados de siglo XX en el marco de la expansión del capitalismo y las necesidades existentes en torno a aumentar las tasas de ganancia y las facilidades de compra de los ciudadanos, se crearon las herramientas necesarias, para lo que hoy llamamos “consumismo”, para la obtención de los productos. Las características de este tipo de consumo, particularmente vinculado al desarrollo de los mecanismos de crédito y ahorro es la acumulación que no se detiene en un ciclo único de adquisición-uso-desecho sino que se trata de una forma circular de producción, uso y continua destrucción de elementos y servicios por parte de una misma persona, en una abundancia de ofertas sin precedentes, las cuales buscan que tanto clases altas como medias y bajas puedan acceder a dichos productos y mercancías en condiciones diferenciadas. Lo esencial en este proceso histórico, a mi juicio, son dos cosas: en primer lugar, el capitalismo hace uso de algunos elementos de “distinción” y de “reproducción” para la continua motivación, tanto material como simbólica, de aquello que se adquiere. A la teoría del Valor, propuesta por Karl Marx (1867), en la cual se desglosa que existen dos valores, tanto de uso como de cambio, se le puede añadir un tercero, el valor cultural o simbólico; este corresponde a un continuo proceso de generación de pautas, diferencias o consensos alrededor de aquellos productos o servicios

que son de “buen gusto” o que por el solo hecho de ser adquiridos dan un “status”. En segunda medida, está el hecho de que, desde los años 70 del siglo XX, las tarjetas de crédito, los fondos de ahorro y las facilidades para la compra se desplazan, más que todo, hacia las clases medias, urgidas de “enclasarse” o mejorar su condición socio-cultural en la pirámide social. Con estas facilidades, se abre el camino para una tendencia que se ve claramente marcada hoy y es el sector de la tecnología, el cual establece una relación simbiótica con el capitalismo para la creación de estos mecanismos de adquisición de productos. Por eso mismo, es interesante dicho fenómeno del consumo y su relación con la tecnología, puesto que ahí es en donde más se ven los dos aspectos antes resaltados: el uso, por parte de las compañías, de grandes estrategias publicitarias para la atracción de nuevos clientes, particularmente en las clases medias, quienes hoy en día son los motores de las economías globales, además de la obtención de tecnología en manera desmesurada, es decir, consumista, al tiempo que sostener este sector económico confiere ciertas distinciones a quien puede hacer uso de su capital económico para invertir en ellas. Para esto, se analizará cómo se comporta el fenómeno del consumo tecnológico y su relación con la adquisición de capital simbólico y, así, determinar cómo se generan y apropian las pautas del campo del consumo en los esquemas de percepción, apreciación y acción de los agentes.

Metodología: desarrollo etnográfico La metodología utilizada en esta investigación se basa en dos momentos esenciales para responder a los objetivos y la problemática inicial:


Σigma 61 En un primer momento se hace necesaria una revisión teórica y conceptual de los elementos que entran a interactuar dentro del fenómeno del consumo que complementan la obra de Pierre Bourdieu. Para ello, hemos realizado una revisión de la obra de Zygmunt Bauman pues este autor, desde su perspectiva de “modernidad líquida”, se adentra en el fenómeno del consumismo relacionándolo con los elementos característicos del capitalismo globalizado. El uso de los conceptos, las categorías y el análisis de Bauman sumados a los elementos teóricos de la obra de Bourdieu como habitus, campo, capitales, violencia simbólica, entre otros; nos permite tener una base teórica sólida de la cual podemos partir para el segundo momento metodológico. El método seleccionado para el segundo momento se basa en etnografías realizadas en tres centros comerciales distintos, los cuales se diferenciaban por el público al que acogían, por sus clases sociales diferenciadas, y la oferta y la demanda de sus locales comerciales. Estos centros comerciales nos brindan la oportunidad de analizar los fundamentos teóricos ya mencionados en un espacio social y físico determinado. Estos espacios se basan, casi exclusivamente, en el consumo y la distinción que de ello deriva; además, son un espacio notorio de la dinámica económica, social, cultural y simbólica del capitalismo desde mediados del siglo XX; es por esto que, para el análisis del fenómeno del consumo, se han escogido 3 centros comerciales (Gran Estación, Tintal Plaza y Milenio Plaza) buscando responder algunas preguntas desde dicha observación: ¿Qué tipo de gente consume la tecnología?, ¿cuáles son los espacios “adecuados” para el consumo?, ¿qué tipo de elementos simbólicos entran a jugar durante la elección?, ¿influye el nivel socioeconómico de los individuos en la elección y endeudamiento por

consumo tecnológico?, ¿son elementos de “status” los que priman en la elección?

Centro Comercial Gran Estación Para clases sociales de estratos altos, escogimos el Centro Comercial Gran Estación (CCGE), ubicado en la Av. Calle 26 # 62-47, a 10 minutos del Aeropuerto Internacional El Dorado, en la localidad de Teusaquillo. Este es el quinto centro comercial más grande Bogotá y se encuentran los locales con las marcas más reconocidas de ropa, comida, belleza, cine, tecnología, etc. Al estar ubicado en la Avenida 26, este centro comercial, pertenece a un sector altamente valorizado por sus centros empresariales, espacio público y zonas culturales, así como de edificios y sedes de instituciones públicas y privadas de Colombia, además de la ubicación de la Embajada de los Estados Unidos, consolidando a Gran Estación como un centro comercial destinado a personas de clase alta y media. Teniendo en cuenta esto último, la etnografía en el CCGE se centró en la tienda iShop y la tienda de SONY. La primera es una de las tiendas que tiene la marca Apple en Colombia y es muy reconocida mundialmente; dentro de los productos ofertados se encuentran: celulares, tabletas, relojes, computadores de escritorio, portátiles, audífonos y accesorios de todo tipo. También se puede decir que los precios de sus productos son de los más elevados del mercado de la tecnología. De esta forma, el público y los posibles compradores, dentro de la tienda de iShop, por su aspecto, parecían pertenecer a dos fragmentos de clases sociales: clase media y clase alta; de estos, la gran mayoría es clase media. En general, había un mayor acercamiento a elementos que fueran más portables o prácticos de llevar, como relojes y celulares, es decir, objetos para exhibir y mostrar


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Del consumismo tecnológico y otros demonios

Ana María González Serna

62 con mayor facilidad. Así mismo, había más interés y preguntas sobre estos productos, experimentación, curiosidad por sus funciones, aplicaciones y, sobre todo, los precios. Así mismo, se encontró una nula observación de los portátiles o computadores de escritorio, ya sea por desconocimiento de su sistema operativo, sus funcionalidades o posibilidades de exhibición. Los vendedores del almacén, se acercaban más a atender a personas con mejor aspecto, o que su vestimenta denotara una pertenencia a una clase social elevada. Respecto a los modos de pago, hay disponibilidad de pagar en efectivo, con tarjeta de crédito y los créditos CODENSA de Multibanca Colpatria. Estos créditos consisten en el préstamo de cierta cantidad de dinero a personas que reciban un sueldo a partir de un salario mínimo mensual legal vigente (s.m.m.l.v). Con este crédito, pueden acceder a facilidades de pago hasta en 48 cuotas en más de 120 marcas de productos de tecnología, hogar, etc. Las cuotas de manejo son de las más bajas y no necesita un codeudor, ni ser propietario de inmuebles. Lo que quiere decir que estos créditos están hechos para personas de clase media y baja, o personas con bajo nivel adquisitivo. En la tienda de SONY, no se encontraban a la venta productos como portátiles o computadores de escritorio, en cambio, abundaban celulares, audífonos, tabletas, etc. Estos elementos son de menor precio que los productos Apple, por lo tanto, las personas se acercaban con más confianza a la experimentación primaria sobre las funciones. Esta confianza en el posible comprador está marcada por el precio de los productos, y tiene consecuencias como que dentro del almacén hayan más vigilantes observando detenidamente el comportamiento de los clientes, y también que no haya vendedores explicando las características de los productos. Al igual que en la tienda iShop,

SONY cuenta con todas las facilidades de pago de los créditos CODENSA.

Centro Comercial Tintal Plaza El segundo ejercicio etnográfico se desarrolló en el suroccidente de Bogotá, en la localidad de Kennedy, más específicamente en el centro comercial Tintal Plaza, el cual se encuentra en la intersección de la Avenida Ciudad de Cali y la Avenida de las Américas, el centro comercial se ubica entre dos barrios que, a su vez, son los que más visitantes aportan al centro comercial; estos barrios son Patio Bonito y El Tintal. El primero es un barrio de origen popular y se caracteriza por poseer población de estratos bajos y estratos medios, la inseguridad y los problemas sociales relacionados con el hurto y la drogadicción son frecuentes; sin embargo, en este barrio ha crecido notoriamente la población y los establecimientos de comercio. El segundo barrio, ubicado más hacia el norte del centro comercial es El Tintal, este barrio empezó hace unos 15 años, por medio de constructoras como Narval, las cuales vendían propiedad horizontal a familias de clases medias de Bogotá y otras regiones. Como se puede observar, el centro comercial tiene como prioridad el atraer gente de estos dos barrios de clase baja y media ofreciendo locales comerciales de diversas marcas conocidas y otras nuevas que no se ven en ningún otro lugar. Se puede decir, con seguridad, que la disposición de los locales, las marcas, el público y el mismo espacio es utilizado por un sector social específico, con ingresos medios y bajos. La etnografía en este lugar se concentró en almacenes Éxito. Las campañas del Éxito campañas hacen uso de un lenguaje familiar y amistoso que invita a todos los interesados a “financiar” sus equipos tecnológicos por todos los medios de crédito


Σigma 63 disponibles. Al tiempo que se evidencia este tipo de publicidad, se observa cómo la gente accede rápidamente a los stands de productos tecnológicos, en especial celulares, donde preguntan constantemente por las características de los equipos, sus posibles funcionalidades y afanosamente por el precio y los planes pospago que, en el caso de los celulares, es algo imperioso. El centro de la atención es el mercado de equipos móviles, el cual dispone de decenas de equipos en el mostrador, acompañados de su precio y planes disponibles y con la permanente compañía de personal de operadores móviles y del Éxito que cada tanto le preguntan a los clientes “si ya adquirieron su tarjeta éxito” a lo cual la mayoría de gente observada responde “no, gracias”, aunque uno que otro se queda atraído por las “incontables facilidades de pago” que brinda la tarjeta. La consigna en este espacio de tecnología es el hecho de que todos pueden acceder al consumo tecnológico, y, en caso de no poder, se tienen mecanismos de crédito para financiar. El centro del mercado de tecnología es el equipo celular, donde, entre asombros y opiniones, las personas preguntaban por lo último en equipos, siempre pareciendo estar distantes de las posibilidades de compra, al menos en un primer acercamiento. Es notorio también, que el nivel socioeconómico propio del público que accede a estos espacios no puede permitirse el gasto exorbitado en tecnología y es por eso que muchos de ellos preguntaban cuáles eran los mejores celulares para luego ir preguntando por algunos que eran buenos pero de menor valor y así hasta que sus opciones fueran más ajustadas a su realidad económica.

Centro Comercial Milenio Plaza Este centro comercial está ubicado en la Cra. 86 # 42B, en el barrio Tintalito, en el

suroccidente de Bogotá. Esta parte de la ciudad se caracteriza por ser mayoritariamente popular, como ya se había mencionado, y colinda con los barrios de Patio Bonito y Britalia, en la localidad de Kennedy. Sus visitantes son, en su mayoría, de estratos medio y bajo, y la oferta de tecnología en ese sentido es bastante reducida. Como centro de observación se escogió, por un lado, una tienda dedicada específicamente a la venta de artículos tecnológicos, como celulares, tabletas, parlantes de sonido, audífonos y demás artículos de nivel medio y bajo, en relación con el precio, y, por otro lado, la sucursal de almacenes Metro, ubicada dentro del lugar. El primero lugar en donde se hizo observación fue un local de Claro, una compañía encargada de distribuir servicios de televisión, internet y elementos electrónicos como celulares. Este local estaba especializado en los servicios de telefonía celular. Generalmente, entraban personas curiosas para saber los precios de los artículos que vendían (celulares, tabletas, accesorios y demás); no obstante, esta curiosidad no trascendía a la compra del producto. La tienda especializada en tecnología ofrece servicio técnico de celulares, y exhibe parlantes y audífonos de copias piratas de marcas famosas como Beat, Samsung, o Apple. El segundo lugar es Metro, un almacén de cadena amplio, donde la gente adquiere los productos de la canasta básica familiar, el cual, a su vez, está dotado de un lugar específico de productos tecnológicos. Los artículos exhibidos eran, principalmente, televisores de alta definición de todo tipo de marcas (Panasonic, LG, Samsung, Phillips y Pioneer). Cerca del lugar se encuentra un pequeño stand de la compañía Claro, donde las personas se acercan a observar los equipos. Un aspecto relevante es que las personas preguntan los precios de los últimos equipos en el mercado de marcas como


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64 Samsung, LG, Motorola, Zte, Alcatel, etc.; durante la observación se encontró que, a pesar de que varias personas se acercaron, estos, a excepción de un comprador, quien adquirió un celular de gama baja de referencia Zte, solo preguntaron por los equipos. Se hace especial énfasis en la adquisición de celulares ya que, en estos artículos, es donde se evidencia la influencia, no solo de la marca y del equipo en sí, sino también del modelo y del año de exhibición. Igualmente, hay una sección especial dedicada a la venta de computadores en la que un asesor aborda al posible comprador, le enuncia las características del equipo y le ofrece los medios de pago, a lo que se suma su opinión de lo que podría ser un “buen equipo” en comparación con otro. Esta persona se encarga de capturar a un posible comprador y lo trata de convencer, con todos los medios a su alcance, para que adquiera el producto. La oferta de computadores es también muy diversa puesto que se encuentran varias marcas exhibiendo sus productos y los computadores se encuentran en un rango de gama media-baja. Cabe resaltar que dentro de este almacén de cadena se ofrecen (al igual que en el centro comercial Tintal Plaza) muchas facilidades de pago, como lo son el pago con la tarjeta de crédito CODENSA, con una publicidad constante. Por último, se puede derivar de la estancia y la experiencia en el lugar, que la oferta de tecnología, comparado con otros centros comerciales de la ciudad, es más bien escasa, esto teniendo en cuenta que dentro del centro comercial, en los únicos lugares en los que se podían comprar un celular, un computador o una tableta son los antes mencionados.

Desarrollo Conceptual El consumismo y los Habitus El fenómeno del “consumo”, tomado desde su origen, es bastante singular y ha sufrido transformaciones a lo largo de la historia. Hoy en día, cuando se habla de consumo, se hace casi inmediatamente plausible homologar dicho fenómeno con el “consumismo”, el cual es propio del capitalismo de mediados del siglo XX. Es por esto que se hace necesario abordar dicha separación histórica. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman nos habla, en su libro Vida de Consumo (2007), de cómo el acto mismo de consumir es inherente a la historia de la humanidad, es decir, siempre han existido ciertos tipos de consumos: alimenticios, de vestimenta, de caza y, más adelante, ciertos consumos culturales. En este sentido, hace una distinción clara con el fenómeno del consumismo que aparece ligado al desarrollo capitalista, donde las mercancías aparecen “fetichizadas”, como lo dijo Marx (1867), desde el siglo XIX, es decir, las mercancías superan los agentes que las fabrican y adquieren algo así como “vida propia”, superando su ámbito material para configurar todo un esquema de dominación. Para Bauman (1998), el tránsito al fenómeno del consumismo se basa en la necesidad del capitalismo de generar estrategias de supervivencia tanto económicas como de dominación y violencia simbólica, generando, además, esquemas de clasificación diferenciados. El consumismo se apoya, según esta perspectiva, en la necesidad de aumentar el ritmo de producción, compra y desecho de productos, atendiendo, no únicamente a su utilidad inmediata, sino a elementos simbólicos de estatus y jerarquías, es decir, el consumismo es una forma de clasificación en la que se divide a la sociedad entre consumidores y


Σigma 65 no consumidores. Por lo que, para Bauman (2007), el acceso o no al consumismo es lo que genera los “nuevos pobres”, es decir, aquellas personas que no pueden comprar los elementos de distinción que priman en el aparato simbólico legítimo. Bauman (2007) nos indica que: La sociedad de consumidores implica un tipo de sociedad que promueve, alienta o refuerza la elección de un estilo y una estrategia de vida consumista, y que desaprueba toda opción cultural alternativa; una sociedad en la cual amoldarse a los preceptos de la cultura del consumo y ceñirse estrictamente a ellos es, a todos efectos prácticos, la única elección unánimemente aprobada: una opción viable y por lo tanto plausible, y un requisito de pertenencia (p. 78).

En ese sentido, la necesidad de estar en la órbita del consumismo está determinada por “obtener y conservar la posición social que desean, cumplir con sus obligaciones sociales y proteger su autoestima, y que a la vez se les reconozca por hacerlo” (Bauman, 2007, p. 81); de esta forma, lo que prima en el consumismo es el miedo que tienen los consumidores a ser considerados “inadecuados” y, por lo tanto, se requiere estar siempre en “movimiento”. Otro elemento importante de este análisis es que la esfera del consumo se enmarca en una aparente “libertad” de elegir; es el reino de las ofertas en las que existe algo para “cada bolsillo” y, en caso de no haber dinero en efectivo, se recurre al crédito. El consumismo se constituye, por tanto, como una ideología de la “libertad”, la libertad de “elegir”, de comprar y desechar para repetir el proceso una y otra vez. Es, en últimas, el juego de “velocidad, exceso y desperdicio” (Bauman, 1998, p. 120).

El análisis de Bauman, previamente expuesto, peca por ser un tanto descriptivo; hace falta conceptualizar teóricamente sus planteamientos, los cuales, desde una perspectiva personal, tienen mucho en común con los abordajes de Bourdieu en este sentido. Durante el ejercicio etnográfico se encontró que existe un vínculo claro y determinado entre los niveles estructurales de la sociedad con las prácticas particulares de los agentes que se relacionan dialécticamente, haciendo ver que el fenómeno del consumismo obedece a una relación con un campo determinado, con unas categorías de lo legítimo, válido y necesario, previamente impuestas, y unos esquemas de percepción, apreciación y acción incorporados por los agentes en forma de hábitos. Si bien, Bauman (1998, p 85) nos indica cómo este fenómeno del consumismo obedece a una etapa determinada del momento histórico por el que atraviesa el capitalismo, también se puede observar cómo esta serie de discursos legitimados en torno al consumismo son asumidos por los agentes, configurando una serie de roles y “hábitus del consumidor”. Este “hábito del consumidor” tiene que ver con las disposiciones legítimas que existen en torno al consumo, lo que, a su vez, determina cuáles consumos son “válidos” según su posición en el campo y en la estructura social; el hábito del consumidor se evidencia en las etnografías en las prácticas características que tienen los agentes a la hora de comportarse, moverse e interactuar con los productos tecnológicos, y de cómo estos son vistos como fuente de estatus y movilidad social. El habitus es entendido como una “necesidad incorporada, disposición general y transportable” por Bourdieu (1988, p. 170) y es definida por el mismo autor como “es lo que hace que el conjunto de las prácticas de


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66 un agente sean a la vez sistemáticas, porque son producto de la aplicación de idénticos esquemas y sistemáticamente distintos de las prácticas constitutivas de otro estilo de vida” (p. 170). El habitus sería una fórmula articuladora entre las condiciones socioeconómicas y la posición correspondiente en el campo. El habitus del consumidor se regirá por estos aspectos, puesto que se está interiorizando desde una posición social determinada, desde una necesidad creada externamente, para este caso, desde la necesidad del consumo tecnológico como forma de distinción. Otro elemento del habitus del consumidor, como aquella serie de disposiciones incorporadas e interiorizadas, tiene que ver con la hexis corporal que adquiere el consumidor. En las etnografías, se pudo identificar cómo las personas que se acercan a los stands, preguntan y se ven interesadas en acceder a dicho consumo asumen unas maneras de hablar y de comportarse propias, es decir, no se habla, con términos coloquiales, cuál celular es mejor, sino que se habla de cuáles especificaciones se tienen, de qué productos adicionales se le ofrecen, etc. La hexis corporal y todas aquellas posturas, formas de manipular los equipos y de relacionarse con los vendedores hace parte de aquellas disposiciones adquiridas de actuar, sentir y pensar frente al consumo tecnológico. En síntesis, se puede ver cómo estos habitus del consumidor son el resultado de las estructuras externas al sujeto; tal y como Bauman (2007) reconoce audazmente como la interiorización de los mismos preceptos de “necesidad”, “status” y “reconocimiento” que se derivan de la adquisición de productos. El habitus se genera allí, donde el agente, desde una posición social, identifica unas necesidades legitimadas desde dicho campo y aplica una serie de disposiciones encaminadas a conservar tal posición o

ascender como forma de distinción. En el capitalismo, el ascenso social de las clases medias y bajas obedece a unas posibilidades objetivas además de unas expectativas subjetivas que, recurriendo al consumo, se ve como una forma de ascenso social y status, pese a que no modifique la estructura social ni su posición en ella de manera explícita. El acceso al consumo es, también, una forma de acumulación de capital simbólico, lo que genera que el agente se sienta dentro de lo “legítimo”. A raíz de este análisis, es evidente que el ejercicio sistemático de la violencia simbólica en el ámbito del lenguaje es crucial y responde a criterios de clasificación y separación entre los que pueden o no acceder a este consumo. Es decir, el campo posibilita las opciones para la “conservación” en él mismo, dando pautas específicas, como lo es la afirmación de una cultura del consumo legítima (“un hogar colombiano es aquel que compra X”), unas posibilidades de acceso para determinados grupos sociales, etc. Es así como se puede notar que, dentro de dicho campo, se afirma la aparente “libertad” de opciones y elecciones que no dejan de ser otra cosa que las necesidades legítimas que el campo distribuye en razón de su conservación, muy cercano a las necesidades del funcionamiento del campo económico.

La distinción y el consumismo El pensamiento de Bourdieu (1988) se sitúa en el terreno de la cultura, para poder entender las diferencias en las relaciones de clase. El elemento de la distinción nos permite abordar, a profundidad, los usos sociales de la cultura como instrumento de apropiación simbólica que usan los agentes para distinguirse unos de otros y, así, ejercer algún tipo de dominio, excluir o incluir bienes materiales y simbólicos, los cuales


Σigma 67 corresponden a unas características especiales de clase o grupo social; entre ellas, las necesidades, los significados y los valores. De esta manera, es como las etnografías nos aportan elementos empíricos para entender que, desde un principio, los agentes, en este caso, las personas que van a los centros comerciales, específicamente a tiendas o zonas con un determinado producto, ocupan sus posiciones atendiendo a los criterios de diferenciación existentes entre el capital económico y el capital cultural, el cual parte del reconocimiento de un producto o capital simbólico dominante, como la tecnología. Aquí no solo se habla de cómo las clases altas adquieren productos para su distinción, sino que se observa cómo, incluso, las clases medias y bajas hacen uso de las nuevas facilidades en crédito y ahorro para la adquisición de artículos que puede derivar, incluso, en formas en las que esta situación se invierte en capital social, económico o cultural. En ese sentido, el capital económico es tan determinante, que llega a establecer unas barreras o unas posibilidades de acceso a los capitales simbólicos, considerados dominantes. Estas barreras o posibilidades están determinadas por la clase social a la que pertenecen los agentes y se expresan por medio del rechazo o acercamiento a los productos; no solamente desde la observación de los mismos, sino también desde la interacción con las personas que los ofrecen; por preguntas sobre los usos, los precios y, algo que es importante, es que, desde la distinción, podemos preguntarnos, el porqué de un mayor acercamiento a ciertos productos como celulares, relojes o tabletas; mientras que solamente hay un reconocimiento de productos no tan prácticos, como computadores, pero que, de todas formas, funcionan como elementos de distinción que se determinan por los precios y la marca del mismo producto.

De esta forma, el deseo de adquirir o de acercarse a productos tan costosos, por ejemplo, los productos de iPhone, establece un orden de distinción que lo define la clase alta y que tiene que ver con la buena voluntad cultural por el deseo de adquirir capital cultural para ascender de posición social, la cual establece una distinción por el reconocimiento, más que por el conocimiento; así mismo, la adquisición de estos productos, para las personas, determina una movilidad social; no obstante, esta movilidad no es consciente del estilo de vida que encarnan las clases sociales, en donde hay una necesidad económica y social de adquirir lo que los represente como clase. Para que existan estos beneficios simbólicos, se requieren los campos de producción cultural, los cuales traen beneficios culturales no solo reconocidos por ellos mismos o los productores de estos bienes, sino por la clase social, el círculo social, etc. La tecnología ha sido creada, en teoría, para satisfacer las necesidades humanas, mas, cuando su función principal es la simbólica y se convierten en medios (no fines) para establecer estatus social y relaciones de poder, esta necesidad se transforma en la elección a lo que el mundo y el campo social, como sistema jerarquizado de disposiciones y posiciones en el cual ocurren relaciones durables de dominación entre los agentes, nos impone. Estas relaciones, dentro del campo social, funcionan a partir de diferencias cuyos puntos cardinales están dados por los valores reconocidos. Estas relaciones sociales, entre los que pueden adquirir los productos tecnológicos reconocidos por su marca y los que no, son conflictivas y antagónicas, donde el objeto y la razón de ser son las distribuciones de las formas específicas de capital diferenciado en cada campo.


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Conclusiones El campo del consumo, donde el consumismo aparece como identificador de una conducta tanto externa como interiorizada por los agentes, en una forma de habitus del consumidor, es uno de los nuevos pilares del desarrollo del capitalismo en el que el “fetichismo de la mercancía” alcanza un nivel aún mayor, haciendo ver como legítimas y proveedoras de distinción el acceso al consumo tecnológico que es posibilitado por toda una serie de estrategias para su consecución. En este sentido, se puede ver, en las etnografías, cómo los agentes hacen uso de estos elementos de distinción, generando un habitus del consumidor en busca del “status” y del reconocimiento que les da una práctica legítima dentro del campo, esto es: consumir; generando deseos y articulando sentidos del “buen gusto” a la hora de adquirir productos ya sea por su marca o su posicionamiento en la jerarquía social. Es importante mencionar cómo el consumidor (agente inmerso en la estructura social, en este caso) es producto de una doble relación, tanto objetiva como subjetiva, con su campo. Pues, en esta juegan elementos simbólicos que las clases dominantes han impuesto como verdaderos ámbitos de la distinción. Uno de los elementos simbólicos más significativos es el hecho de que la nueva fuerza motriz de generación de estatus y legitimidad es el consumir; y, aquí, se puede encontrar cómo los elementos de lo que se considera “necesario” son creados socialmente. Esta relación objetiva se materializa, a su vez, en las disposiciones incorporadas subjetivamente, las cuales, al tiempo que generan toda una serie de mecanismos, hexis corporales y prácticas, generan habitus en los agentes; esto posibilita la

reproducción misma de estos consensos sociales alrededor del fenómeno consumista. El capital simbólico, según lo observado y el análisis teórico posterior, es crucial en el fenómeno que se estudia, pues este capital es el producto potenciador de la misma práctica y el objetivo inconsciente de los agentes en este campo, pues la inversión de capital económico (en productos tecnológicos) es un rédito para la conversión en capital simbólico, el cual, dentro del campo del consumo, tiene un valor tanto o mayor que el valor de uso o de cambio que pueda obtenerse por el producto material. Es este capital simbólico el premio mayor del fenómeno consumista, donde los agentes, motivados por las necesidades creadas socialmente, invierten en él, buscando nuevas formas de status y, eventualmente, de movilidad social. Se ha podido entender que, desde la teoría bourdeana, el porqué y el para qué de la tecnología cambian de acuerdo con los esquemas de pensar, obrar y sentir de cada agente en su posición social. Y, aunque, en teoría, sea un bien y un servicio con el objetivo de satisfacer necesidades humanas, cada agente responderá de acuerdo con sus propias necesidades, tanto de clase, como de género, de gusto, de prácticas y, sobre todo, de trayectoria social. De esta forma, el campo social y el campo de la tecnología, no solo fabrican productos sin razón aparente, sino que es, también, ese campo social el que demanda maneras simbólicas de distinguir y de homogeneizar un estilo de vida de acuerdo con mi posición como agente y la clase social a la que se pertenece.


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Referencias bibliográficas Bauman, Z. (1998). Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Gedisa. Bauman, Z. (2007). Vida de Consumo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económico. Bourdieu, P. (1988). La Distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus. Marx, K. (1867) El Capital. Tomo I. Sección 1. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.


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La revista SIGMA se terminó de imprimir en las instalaciones de GRACOM Gráficas Comerciales ubicada en la Ciudad de Bogotá, Colombia en la carrera 69K nº 7076 en el mes de marzo de 2017. El tiraje es de 300 ejemplares en papel ivory. Las familias tipográficas usadas fueron: FedraSerifB Book Fedra Sans Std


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número 15 - 2017


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