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La educación solidaria: un enfoque de sistemas

La educación cooperativa tiene un objetivo fundamental, involucrar al asociado como propietario de la empresa solidaria

mente individualista. Lo anterior y el bajo nivel de la educación formal que se refleja en el cuadro social de las cooperativas, constituyen un obstáculo adicional para el desarrollo de la entidad.

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 EMPRESA

A pesar de la obligatoriedad de las normas y doctrinas, la importancia de la educación solidaria y la formación técnica de los asociados, directivos, gerentes y empleados, goza de poca valorización y se considera más gasto que inversión.

La educación cooperativa que se imparte debe estar correspondida en forma plena por las actividades y funcionamiento ordinario de la empresa cooperativa, que respalden los hechos reales de compromiso, solidaridad y participación del asociado en la toma de decisiones El Comité de Educación es un elemento de vital importancia dentro de la estructura de las cooperativas. Desafortunadamente, en la última década, su funcionamiento ha sido deficiente y marginal.

 FACILITADORES

Para efectos de este artículo, son las personas encargadas del proceso educativo de los asociados. Esta labor que se basa en el concepto de “educación informal”, “conocimiento libre y espontáneamente adquirido, no la imparte una institución como la escuela o la universidad. Por lo tanto, no debe sobredimensionarse, en gran medida su éxito depende del adecuado funcionamiento de los tres elementos del sistema. La acreditación para las entidades que imparten educación cooperativa se rige por el decreto 4122 de 2011, que establece los parámetros en concordancia con las necesidades de asociados y cambios del entorno. Actualización en algunas tendencias:

 Educación virtual  Plataformas digitales  Innovación constante.

En conclusión:

En la teoría de sistemas, los cambios que ocurran en cualquiera de sus partes o en su entorno, los comités de educación, gremios, entidades acreditadas, Supersolidaria y UAEOS deben evaluarlos conjuntamente, para lograr la eficiencia del sistema.

Alveiro Monsalve Zapata: el cooperativista, el humanista, el profe

PARA RECORDAR Alveiro: el cooperativista que puso a las personas en el centro de todo

Con ocasión del aniversario de su fallecimiento, Gestión Solidaria presenta una crónica sobre la vida y el pensamiento del pensador cooperativo Alveiro Monsalve Zapata, basada en entrevistas con su esposa, su hijo y su mejor amigo.

Por Fernando Chaves Valbuena

Alveiro Monsalve Zapata estaba predestinado a ser cura. Así lo había soñado su madre Edelmira, que le señaló el camino matriculándolo para el bachillerato en un seminario de misiones en Yarumal, Antioquia, a 122 kilómetros de su natal Medellín. Apenas se graduó, la congregación lo mandó como misionero al Urabá, el Chocó, la costa Caribe y otras partes de Colombia. La correría, que duró dos años, consolidó su sensibilidad social, su carácter humanista y su disciplina de “curita exigente y cansón”. Pero también era muy terco y le encantaba desafiar las reglas, aún las de la predestinación, así que un día decidió que lo suyo no era la sotana. Y desertó.

Mercadeo de solteros

La verdadera vocación de Alveiro era el amor. Por eso siempre sostuvo que su esposa Ana Lucía le dañó la vocación de cura. “No es cierto”, dice ella. “La verdad es que cuando yo lo conocí ya andaba en el mundo y no era tan religioso”.

Después de la misiones, había estudiado mercadotecnia y economía y se había convertido en profesor de la escuela de mercadotecnia de Medellín. Y allí llegó como estudiante Ana Lucía. “Me tocaba validar una materia y me asignaron a ese profesor. Y ahí fue Troya”, confiesa entre risas. Fue un amor a primer “impacto“. Hubo motivación, conocimiento posicionamiento e impulso. Así que entre lección y lección se fueron enamorando.

“Los directivos de la escuela eran muy amigos de él y de mí, entonces hubo complicidad, pero decían que les había conquistado el profesor para pasar la única materia que me faltaba”. La verdad, sin embargo, era que entre los dos crecía un amor legítimo, aventurero y leal que, como dirían los curas de Yarumal, permaneció intacto hasta la muerte. A Ana Lucía la enamoró la sensibilidad de Alveiro, su preocupación profunda por las demás personas y su

sentido de compromiso y dedicación al trabajo, pero también su espíritu transgresor. “Era muy exigente pero le gustaba mucho saltarse las normas. Yo fui monitora de la biblioteca y él siempre llegaba a pedirme libros prestados sin el carné. Y yo le decía: profesor, qué pena con usted, pero sin el carné no le puedo prestar los libros”.

Fueron dos años de un noviazgo intenso. Estaban juntos cuanto fuera posible, se veían todos los días y se esperaban a la salida para tomar el transporte a sus casas. Y en el 84 se casaron y empezaron su vida en pareja.

Ana Lucía se convirtió así en su compañera de andanzas y la mujer con la que cumpliría sus sueños, el mayor de ellos Daniel, su único hijo. “Era muy orgulloso de su familia, de su esposa y de su hijo, que también era su cómplice.”, dice Alfredo Alzate, su mejor amigo. “Ana Lucía era su polo a tierra, el refugio de su vida, su referencia para muchas cosas, la citaba mucho. A veces no necesitaba ni hablarle, solo buscaba su mirada para encontrar su aprobación. Ella le traía mucha felicidad”.

Carrera solidaria

Alveiro estudió en la Universidad Cooperativa y su director de tesis fue Nelson Rueda, que era gerente de Coomeva en Medellín. Le pareció tan aventajado que le dijo: usted tiene que venirse a trabajar conmigo. Y lo nombró director de SaGESTIÓN SOLIDARIA 29

“Alveiro Monsalve Zapata: de su libro; 100 Claves de la Economía Solidaria- Capítulo 11. La libertad del primer principio: apertura y voluntad de sus miembros. Las cooperativas son organizaciones voluntarias, abiertas a todas las personas capaces de utilizar servicios y deseosas de aceptar las responsabilidades de su membresía, sin discriminación de género, clase social, política, racial o religiosa.

lud. Estuvo allí por varios años, hasta que una oferta para Director Regional le hizo realidad un deseo que compartía con Ana Lucía: vivir en Bogotá.

Ya se había enamorado del cooperativismo, como explica ella: “Se metió de lleno y empezó a estudiarlo. Admiraba muchísimo a los fundadores de Coomeva, y como era muy crítico, siempre se preguntaba: ¿por qué en Colombia no podemos hacer lo que hacen en España, lo que hacen en Estados Unidos, lo que hacen en otros países. El cooperativismo es una cosa que se lleva en el alma y que se vive. Y por eso luchó toda la vida, hasta su fallecimiento”.

Hizo una carrera tan larga como sorprendente, porque alternó las actividades de docencia, investigación, asesoría y producción intelectual sobre el sector, con el ejercicio pragmático de la gerencia.

Después de Coomeva, fue gerente de Credicoop, Coopebis, Cooacueducto, Coopcafam y el Fondo de Empleados de la Central de Mezclas. Y en cada entidad puso siempre a los asociados en el centro de la gestión, como recuerda su hijo Daniel. “Siempre decía: tenemos que trabajar no para los directivos ni para los empleados, sino para los asociados, el asociado merece ser más que un ahorrador, necesita tener una cooperativa para que sea su apoyo, su disfrute, su goce. Él siempre tomó al ser humano como centro de la actividad económica, social y de todas las actividades humanas”.

En lo académico, estuvo vinculado a la Universidad de Antioquia, la Escuela de Mercadotecnia de Medellín, la Universidad Cooperativa y la Universidad Javeriana, con la que tuvo su más larga y profunda relación. Fue profesor de algunos diplomados y ofrecía conferencias y charlas. Posteriormente se vinculó más formalmente, dictando cursos, hasta que, con otros docentes, crearon la especialización en alta gerencia cooperativa, de la cual era docente al momento de su fallecimiento. cooperativas y del Estado y recorrió toda Colombia educando a las comunidades en cooperativismo y economía solidaria. “En cada rincón de Colombia hay una cooperativa que él ayudó a crear. Capacitó a los asociados y los acompañó en todo el proceso. Ir a cualquier pueblito a dictar una capacitación, para él era lo máximo. Y les daba todo lo que podía, no se guardaba nada”, dice Ana Lucía.

Y agrega Daniel: “A muchas cooperativas pequeñas y medianas les ayudaba reformulando sus estatutos, diseñando los planes estratégicos, pero también lo hizo con las grandes. Su último trabajo fue para la reestructuración de Coosalud, una cooperativa que lo dejó impactado porque estaba vinculada a unos temas sociales muy importantes y él nos contaba esas historias tremendas de la otra Cartagena, que la gente no conoce”.

También tenía una historia muy especial con Coopebis porque durante muchos años participó en diferentes procesos y llegó a gerenciarla. “Estaba tan obsesio-

nado con cambiar las cosas que no se hacían bien y con sacarla adelante, que cuando se sentó en su nuevo escritorio notó que era muy alto y su primera decisión como gerente fue mandarle a cortar las patas. Así arrancó su gestión”.

El ecologista, el artista, el arquitecto

Si de predestinaciones se tratara, Alveiro Monsalve también pudo ser artista, o herrero. Era su herencia familiar. Su padre Jesús se ganó la vida haciendo de todo y fue herrero, y su abuelo era un artista: muchas de las estatuas del Cementerio de San Pedro, en Medellín, fueron obras suyas. tudes artísticas del abuelo y al final de su vida dedicó mucho tiempo a hacer esculturas en madera. Pero no sólo esculturas. La madera ejercía un hechizo sobre él, al punto que en su finca construyó por sí mismo, con el apoyo de su esposa, un quiosco que habilitó como taller de ebanistería, lo que devela otra de sus vocaciones: la de arquitecto. De la familia también le vino una dureza aparente que se desmoronaba en ternura con su esposa, con su hijo e inclusive con cualquier niño. Valoraba tanto al otro, que el enojo le duraba segundos. “Tenía sus momentos, pero le pasaba muy rápidamente y al rato ya estaba haciendo algo por mí o conmigo, porque era una persona que daba mucha tranquilidad y ponía el bienestar de las personas en el centro”, dice Daniel. Era un muy buen ser humano y los primeros en saberlo fueron sus familiares. Sus cinco hermanas lo tenían como un gran ejemplo y contaban con él como confidente y consejero.

También era una persona exigente y le gustaba que las cosas se hicieran como él las tenía en la cabeza, admite Ana Lucía. “A veces parecía un poco terco, pero era algo bien intencionado de su parte, de acuerdo con su concepto de lo que era bueno. Y se tomaba muy personalmente el querer transformar las cosas y que la gente actuará de manera correcta y se fuera por los buenos caminos. Por eso estaba muy pendiente de todo, era muy crítico”.

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