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OPINIÓN
Carlos A. Mateos Beltrán
Sequía: Desafío para la producción de alimentos
México enfrenta una de las sequías más devastadoras de su historia, y sus impactos ya están causando estragos en nuestra seguridad alimentaria. La producción de alimentos básicos, como el maíz, el trigo, las hortalizas, la leche y la carne, se está desplomando a pasos agigantados. Esto no solo amenaza nuestra soberanía alimentaria, sino que nos sumerge en una peligrosa dependencia de las importaciones.
El cambio climático, una crisis que muchos han ignorado durante demasiado tiempo, es ahora una cruel realidad que azota al país. A enero de 2024, la sequía ha alcanzado niveles alarmantes, impactando severamente la producción de alimentos y poniendo en peligro la seguridad alimentaria de millones de mexicanos.
Según el Monitor de Sequía de México de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) (21 de enero), 61.59% de nuestro territorio enfrenta sequía, un aumento de 6.75% desde finales de 2023.
Un dato aún más preocupante: 82% de nuestras tierras dedicadas a la producción de alimentos depende de la lluvia, según lo informado por la revista Nexos en junio de 2023. Esta sequía amenaza directamente a nuestros agricultores y a las familias rurales, especialmente a los pequeños y medianos productores. Ante ello, es esencial proporcionar tecnologías hídricas a aquellos que dependen de las inciertas lluvias para sobrevivir en la agricultura.
La disminución de la producción no solo pone en peligro nuestra seguridad alimentaria, sino que también aumenta nuestra vulnerabilidad a las importaciones y socava la estabilidad social. La alimentación de nuestros casi 130 millones de habitantes no puede convertirse en una herramienta política o ideológica. Es una necesidad básica que afecta a todos los estratos sociales, especialmente a los más vulnerables.
La caída en la producción de alimentos ya está afectando los precios de productos esenciales como la tortilla, que alcanzará precios de hasta 30 pesos por kilo en algunos estados de la República a partir de febrero. Esto golpea directamente los hogares de menores ingresos, exacerbando la desigualdad.
Nuestro sector ganadero también se ve asediado por esta crisis, con una disminución en la producción de carne y leche, lo que eleva los precios y reduce la disponibilidad de estos productos esenciales.
Frente a esta creciente crisis, impulsada por el cambio climático, es imperativo que adoptemos políticas públicas a largo plazo con un horizonte de entre 50 y 100 años, construidas sobre la sabiduría acumulada de generaciones de agricultores y el respaldo de científicos. Estas políticas no pueden ser objeto de intereses políticos a corto plazo y deben contar con presupuestos sólidos, establecidos como un compromiso en nuestra Constitución Política. La producción de alimentos y la gestión eficiente de nuestros recursos hídricos deben ser reconocidos como elementos fundamentales de nuestra seguridad nacional.
Es hora de que tomemos en serio esta crisis y dejemos de utilizar el campo y el agua como moneda de cambio en la política. Todos los habitantes de este país, y de todo el planeta, dependemos del agua y del campo para sobrevivir. ¡La hora de actuar es ahora! ¡Sin agua y sin campo, no tenemos futuro!