Los zapatos de tacón.
Había una vez en un lejano poblado, una hermosa familia, esta era pequeña pues solo estaba conformada por mamá, papa y su preciosa hija. Mamá se llamaba Hermelinda, papá Juan y la pequeña hija se llamaba Ana, era una familia muy unida pues se querían mucho. Lo que más le gustaba a Ana de ese lugar donde vivían era que estaba lleno de flores, árboles frondosos, pájaros y un hermoso cielo, durante el día era azul como el agua y de noche se pintaba lleno de relucientes estrellas. Pero de pronto todo se torno oscuro y triste para Ana pues papá y mamá se fueron al cielo, convirtiéndose en una de esas estrellas brillantes, ella sabía que ambos la cuidaban desde allá y ese era su consuelo. Ana triste y sola se quedaba por horas mirando aquel cielo recordando todo lo que vivió con sus padres y lo feliz que era antes. Un día se dirigió al cuarto de sus padres y encontró en el armario una caja muy colorida con un gran moño así que decidió abrirla, dentro de la caja había unos zapatos naranjas de charol, debajo de los zapatos había una nota que decía: -
Querida hija, mi pequeña Ana, feliz cumpleaños espero que estos zapatos de tacón te acompañen en tu camino ahora que entraras a la escuela.
Ana se emociono mucho por aquel regalo, agarro los zapatos y se los probó y aunque se sentía triste se puso a bailar con ellos y dar vueltas por todo el lugar.
De pronto escucho que llamaban a la puerta -¡Toc, toc, toc! Ana paro de bailar y se dirigió a la puerta para ver quien la iba a visitar, cuando abrió observo a dos personas extrañas, le dijeron que agarrara sus cosas pues harían un viaje a una casa especial, sonde ya no estaría sola y la compartiría con mas niñas de su edad. Ana pensó que sería una buena idea hacer nuevas amigas, quizá el recuerdo de sus padres no dolería tanto, pero tampoco quería dejar su hogar, el lugar donde creció toda su vida. Al principio Ana se resistió pero las personas que habían llegado, unas señoras muy raras con falda hasta el piso y unos peinados tan elegantes la tomaron de la mano y le dijeron que no podía quedarse sola, así que no tuvo otra opción más que irse con ellas. Así emprendieron el viaje, caminaron y caminaron, caminaron tanto que a Ana ya le dolían los pies pues no estaba acostumbrada a usar zapatos de tacón. De pronto vio que se acercaban a un gran edificio de color gris donde había muchas ventanas y un gran patio al frente, alrededor tenia rejas de metal y la puerta de la entrada era muy grande también hecha de metal. Estaba oscureciendo, Ana ya no podía ver bien, al entrar un señor muy elegante apareció traía un pantalón negro y un saco rojo, en sus manos llevaba una veladora, con ella ilumniaba el camino. -
Hola Ana mucho gusto, eres bienvenida
Le dijo aquel señor con una gran sonrisa. -
Sígueme
Ana lo sigui y las otras dos señoras venían un lado de ella, por el pasillo había muchas puertas, por fin se detuvieron en una, el señor saco de su pantalón una llave y abrió la puerta. -
Este será tu dormitorio, le dijo el
Ana observo y se dio cuenta de que había muchas camas unos pequeños bultos encima de estas. -
Toma una cama que este vacía y descansa, es noche, mañana te mostraremos todo el lugar.
Ana se dirigió a una cama las demás estaban ocupadas por niñas que no alcanzaba a ver sus rostros pero estaban dormidas, ese cuarto no tenía ni una sola ventana, no podía asomarse a ver las estrellas que tanto le recordaban a sus papas, así que se puso a llorar, después de un rato se quedo dormida. Al despertar Ana se dio cuenta que no todo se veía tan mal, las paredes aunque estaban pintadas con colores opacos estaban adornadas con flores, y su cuarto era inmenso a comparación del que tenía en casa. Ana decidió salir de su cuarto y cuando lo hizo, lo que parecía un pasillo solo y oscuro en la noche, ahora estaba llenándose de niñas que caminaban hacia una misma dirección y sobre el cual había una gran cantidad de luz, Ana sorprendida al ver la cantidad de compañía con la que se encontraba se decidió a seguirlas y todas llegaron al comedor para desayunar; Ana observando todo como alguien que desconoce el lugar en donde se encuentra se sentó en el primer lugar que vio y volteando la mirada se dio cuenta que había otra niña sentada ahí mismo y sin pensarlo se dirigió a ella y le empezó a hablar de su historia y de los zapatos de tacón que con tanto amor sus padres le había regalado y pasado un buen rato ellas ya estaban riéndose, comenzando así una nueva amistad.
Ana paso los días en aquel edificio junto a su amiga, todo parecía ir bien, porque aunque la tristeza seguía ahí ya todo era diferente pues Ana ahora tenía una amiga. Todo iba bien hasta que un día llegó una niña muy extraña quien desde que vio a Ana la comenzó a molestar, siempre con la misma burla, una burla por sus zapatos de tacón, Ana comenzó a llenarse de tristeza nuevamente lo que parecía haberse desvanecido Ana lo volvió a sentir, y fue tanta la tristeza que Ana sentía que de inmediato corrió a su cuarto, se quitó los zapatos y los aventó debajo de la cama, y desde entonces no quiso salir de su cuarto. Un día la niña que la molesto comenzó a sentirse mal, pues ella había provocado que Ana no saliera más a jugar, ni a desayunar ni a nada más, hasta que la niña busco a Ana y en cuanto la vio le pidió disculpas por todo lo que le dijo y le explico que lo hacía porque en realidad le gustaban mucho sus zapatos, y le molestaba ver que Ana los tenía y ella no, cuando la niña le explico a Ana porque la molestaba Ana le explico que si pudiera ella se los regalaría pero que no podía hacerlo porque eran un regalo muy especial de sus padres que ahora están en el cielo. Ana volvió a ponerse sus zapatos y ya no importo lo que las demás niñas digieran a ella le encantaban y los amaba. Además era un hermoso recuerdo, y así los conservo por el resto de su vida. Fin.
Roxana Álvarez Arredondo Giovanna Sinead Sánchez Inda.