El cambio y la transformación de mi intervención educativa en las instituciones preescolares Al iniciar el trayecto docente, se cae en la ilusión innata de creer que, al abrir las puertas del sueño más anhelado, se encontrarán niños sedientos de conocimiento, tranquilos, idealistas, comprensivos, justos, inclusivos, perfectos y que la educación se vaciará en ellos como si fuese agua desvaneciéndose en un recipiente. ¡Y vaya que creencias tan absurdas! La ingenuidad combinada con la juventud resulta peligrosa; teniendo los ojos tan abiertos y a su vez tan ciegos a la realidad. Educar no es sólo una profesión, sino que también es arte, se requiere pasión, amor, estética, innovación, dedicación, esfuerzo, perseverancia, lucha; educar en preescolar no sólo es colorear, recortar, jugar, cantar o hacer bolitas de papel crepé, educar es encontrar las estrategias necesarias para enseñarle a aprender a un niño con necesidades específicas de apoyo educativo, es entender que existen diferentes estilos de aprendizaje, es adecuar el ambiente de aprendizaje necesario para desarrollar una secuencia didáctica que arroje la capacidad de crear conocimiento en los alumnos, educar es la creación de un mundo nuevo. Educar no sólo es diseñar las secuencias más innovadoras, más costosas, más divertidas, educar es aprender a conocer cómo convertir algo micro en algo gigantesco; donde la finalidad es lograr que el niño conozca, aprenda, adquiera y transmita lo que le dejó la actividad. Educar es difícil, y por lo complicado que pudiera ser, con el paso de los años se puede caer en el error de ser rutina, de ser lo mismo, y es en este momento cuando la motivación se va, el cansancio se hace presente, y la
innovaciรณn perdiรณ su propรณsito; pero cuando el compromiso y el amor deben salir de nuevo para evitar que el desastre nos invada.
31 de octubre de 2017