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Ana María Chaparro
Lámpara encendida
Hasta donde las aguas te llevaron, cargando tu infinito cuerpo inerte hasta cuando los latidos te cegaron y te arrastraron sin temor hacia la muerte.
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Las olas fueron tu cuna, que mecieron tu voz adormecida, sola, el viento acarició una y otra vez tu rostro en la marea gélida y nocturna.
Se calló en un frío llanto la palabra, y guardó luto y pesar por días, volviste al vientre de tu madre, con las caracolas y las ninfas.
Dejaste como presagio luminoso la pequeña lámpara encendida, para llenar de palabras a los poetas para que no muera la poesía.