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Annette Candelaria R
El lenguaje del amor
Fue amor a primera vista aunque suene a cliché. Nunca se expresaron los sentimientos, pero en cada taza de café en la tarde, reunidos en la tienda de la esquina, envolvía las más dulces miradas. Con el fragante olor que destilaba aquellas tazas, sujetadas con la fuerza que contenían por no tener el valor de abrazarse, pasaban los minutos convertidos en horas de placer. Se despedían con una sonrisa pícara, cada cual al marcharse del lugar mientras trataban de retener ese instante que en un segundo se convertía en pasado.
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A veces conversaban hasta agotarse las palabras en sus bocas y luego quedaba el silencio, profundo e intenso, cual escena de una película de drama y suspenso. Silencio que luego interrumpían con risas que salían de la nada. Aquél verano en la universidad, fue para ambos algo muy especial e inesperado. No pensaban en el momento en que se tuvieran que despedir, pues aquel sentimiento que les unía no daba lugar para ello. Pero el día llegó, sin mucha prisa pues ellos tomaron cada minuto para vivirlo con intensidad aunque fuera por medio de sus miradas, con las cuales podían leerse, por medio de las sonrisas porque con ellas alegraban sus almas y por medio de los silencios porque con ellos se decían “no te vayas”.
El autobús se acercaba y ella agarró su maleta, la cual pesaba mucho más que aquel día cuando llegó para comenzar los estudios en la universidad. En ella llevaba recuerdos y tristeza por la separación pero también mucho
amor. Cuando se disponía subir al autobús, él la detuvo agarrando su brazo con suavidad, y le dijo:
—Te amé en cada momento en que compartimos, te amé en cada palabra que no me atreví decir, y te amé en cada mirada que sostuvimos porque por medio de ellas te conocí, me dejastes entrar y te sentí, y te amo porque sé que eres parte de mí.
—¡Que manera de amar! —le respondió ella.
El bajó su rostro sintiendo pena por no haber sido más valiente y expresar su amor de otra forma. Ella acarició su mejilla y lo miró a los ojos.
—Esta es nuestra forma de amarnos, único y especial. Es nuestro lenguaje del amor y sé que trascenderá.
La nieta escuchaba la historia atenta, saboreando cada frase que describía el amor entre sus abuelos.
—Abuela, ¡qué hermosa historia!, pero… a mí me gusta que me digan palabras de bonitas de amor —expresó la joven nieta.
—Pues yo prefiero este tipo de lenguaje de amor porque en ocasiones es más puro y entendible que mucha verborrea falsa y vacía. Recuerda mi vida, las palabras son importantes pero los hechos dicen más que mil palabras —explicó la abuela.