El remiendo como metáfora de resistencia anticonsumo Glenda Aune Conrad Como parte de los requisitos para optar al título de grado de Maestría en Diseño Universidad de los Andes Facultad de Arquitectura y Diseño Departamento de Diseño Bogotá, Colombia Comité de Maestría: César Peña – director de tesis Javier Pineda - jurado Eliana Sánchez-Aldana - jurado
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Abstract Esta producción monográfica presenta el remiendo como una metáfora de resistencia anticonsumo, la cual puede ser realizada por medio de activismos sutiles o inconscientes del cotidiano, como alternativa para enfrentar el consumismo. El análisis del remiendo se presenta desde una perspectiva feminista en relación con su carácter predominantemente femenino y como metáfora de ruptura y al mismo tiempo de reparación. La tesis plantea la urgencia de repensar el diseño en el contexto actual, no solamente para remediar problemas relacionados con la sostenibilidad de un planeta cada vez más inundado de vertederos de basura desbordados, sino también para contribuir en la generación de una conciencia colectiva hacia la finitud de los recursos naturales. Keywords: anticonsumo, cotidianidad, diseño, domesticidad, feminismo, remiendo.
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Agradecimientos En primer lugar agradezco a mi madre, Karen Aune, por todo su apoyo y por nuestras conversaciones cotidianas que nutrieron el proyecto. A mi director de tesis César Peña por transmitirme generosamente sus conocimientos sobre la investigación académica y sus metodologías. A la profesora Eliana Sánchez-Aldana por haberme conectado con el mundo del activismo textil y las teorías feministas. A todas las personas que compartieron sus historias y fotografías, mi eterna gratitud.
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Introducción ……………………………………………………………………………….…..…6 Capítulo 1. El remiendo ……………………………………………………….………….........11 1.1 Reflexión personal sobre la importancia del remiendo ………………………………….…..11 1.2 El remiendo por definición …………...……………………………………………………...16 1.3 El remiendo: propiedad intelectual de la mujer …………………………………………..….24 1.3.1 Feminismo, género, patriarcado y división de trabajo ...………………………………..….25 1.3.2 Devaluación de la domesticidad femenina ...……………………………………………...30 1.3.3 Feminismo, feminidad y producción de conocimiento ………………………………..…..33 1.3.4 Remendar la sociedad: una preocupación predominantemente femenina (y feminista) ..…42 Capítulo 2. La cotidianidad ......…………………………………………………………..........44 2.1 La sutileza del cotidiano ……………………………………………………………….…….44 2.1.1 Cultura material y empatía …………………………………...……………………….…...44 2.1.2 Cultura visual cotidiana ...………………………………………………………….............47 2.1.3 Mirada y cotidianidad ...…………………………………………………………………....49 2.2 Rescate contemporáneo de la domesticidad femenina ...……………….…………………....54 2.3 El nuevo consumo: buscando diferenciación para dejar huella ...……………………………61 2.4 Dónde empezó mi experiencia anticonsumo ………..………………………………….……65 Capítulo 3. ¿Qué te hace remendar? .........................................................................................71 3.1 Un inventario de las motivaciones para remendar en la actualidad .………………….….….71 3.1.1 Convocatoria en redes sociales ...……………………………………………………..........71 3.1.2 Las 4 erres ...………………………………………………………………………………..72 3.1.3 Categorías formales ……………………………………………………………..................73 3.1.4 Categorías temáticas ………………………………………………………….....................77 3.1.4.1 El cuerpo …………………………………………….………………………...................77
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3.1.4.2 El afecto ………………………………………………………………….........................80 3.1.4.3 La identidad ...………………………….……………………………………...................86 3.1.4.4 El recuerdo específico ...………………………………………………………….…..….89 3.1.4.5 El pragmatismo ...…………………………………………………………………...……94 3.2 Metáforas sobre remiendo, cotidianidad y anticonsumo ……………………………….……98 3.2.1 El remiendo como amuleto …………………………………………………………...........98 3.2.2 El remiendo como resignificador del ser ………………………………………………......99 3.2.3 El remiendo como resistencia inconsciente ……………………………………..………..100 Capítulo 4. Anticonsumo …...…………………………………………………..……………..102 4.1 Hacia una concepción del diseño sostenible …………………………………..……….…...102 4.2 Acciones anticonsumo: deconstruyendo las bases de la sociedad …………………………..113 Conclusión ……………………………..…………………………………………….………...117
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Introducción Una de las cuestiones que afectan el bienestar del planeta y de los seres humanos es la producción masiva de bienes de consumo, la cual es una consecuencia del capitalismo y ha generado una serie de consecuencias perjudiciales para el planeta, tales como: vertederos desbordantes, contaminación del agua y del aire, trabajo esclavo en las industrias masivas, entre otras. De forma consciente o no, los individuos resisten a la fuerza capitalista al remendar sus objetos cotidianos en vez de comprar otros nuevos. Este artículo parte de una narrativa personal en la que, a partir de una investigación teórica y una investigación cualitativa, presento cómo es posible resistir al consumismo a través de activismos sutiles cotidianos, los cuales consisten en acciones poderosas, personales y ordinarias del cotidiano. Bajo un lente feminista demuestro cómo las labores domésticas del dominio femenino deben ser reconocidas como producción de conocimiento y cómo la recuperación contemporánea de la domesticidad femenina tiene potencial para cambiar a las dinámicas equivocadas de consumo. El desarrollo de esta investigación se estructuró bajo tres temas principales: 1) el remiendo, 2) la cotidianidad y 3) el anticonsumo, por haber entendido que en la intersección entre estos tres es donde se ubican las estrategias de cambio social. Para contextualizar al lector sobre la estructuración de este documento, realizaré un corto recorrido por los principales temas y objetivos de cada parte. En la primera parte del primer capítulo realizo un recorrido sobre mi trayectoria personal relatando los eventos importantes que me permitieron llegar a la decisión del tema de la tesis. Entre estos eventos menciono: la clase titulada Costuras: Activismo Textil, la cual me proporcionó un primer contacto con las teorías feministas y con el activismo textil feminista; el artículo de la autora Anna König (2013) titulado A stitch in time: Changing cultural constructions of craft and mending;
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las charlas de la antropóloga Blanca Callén (2018) y de la profesora y activista de la materia, Jonnet Middleton (2019), quienes presentan un panorama de la importancia del remiendo desde una perspectiva ontológica. En esta parte también expongo la hipótesis que guió la investigación, la cual es: El remiendo como metáfora de resistencia: enfrentando el consumismo desde una mirada feminista a traves de activismos sutiles cotidianos. En la segunda parte del primer capítulo defino algunos términos, enfocados en la palabra remendar, con el objetivo de aclarar su utilización para efectos de esta investigación. Partiendo de que siempre hay una ruptura que precede la acción de remendar, presento conceptos clave que guían la investigación teórica, tales como: el fenómeno del remiendo contemporáneo como una forma de recuperación de la sabiduría doméstica femenina (König, 2013); el impacto de las prácticas de remiendo en la disminución de los impactos ambientales (Laitala y Klepp, 2018); el carácter político de los activismos textiles feministas (Groeneveld, 2010); los activismos textiles como componentes del feminismo de tercera ola dentro de la cultura popular (Pentney, 2008); la práctica de artesanías como protesta a la cultura de la velocidad (Bratich y Brush, 2011); la confección doméstica contemporánea como un compromiso feminista que puede ser intencional o no (Bain, 2016). También: la necesidad de evolucionar la percepción estética del remiendo (Souza, 2016); el potencial de los grupos de remiendo para generar comunidad y concientizar las personas hacia la necesidad de mejora en sus hábitos de consumo (Durrani, 2008); cómo la cultura del desechable ocultó a las prácticas de reparo, siendo necesario practicarlas de forma visible (Maycroft, 2015); cómo influyen las acciones cotidianas en las construcciones sociales (Duncum, 2002); el fenómeno de la austeridad contemporánea como una respuesta a la crisis económica del 2008 (Hall y Jayne, 2016); el siglo XXI como posibilitador de una concientización hacia los costos ambientales y sociales del avance tecnológico (Sturken y Catwright, 2009); cómo la estética de los
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artefactos posibilita generar empatía por estos mismos (Prown, 2012); el anarquismo como modelo realizador de acciones tácticas anticonsumo (Portwood-Stacer, 2012). En la tercera parte del primer capítulo presento histórica y socialmente, cómo el remiendo y las prácticas domésticas cotidianas han sido del dominio femenino, haciendo una breve recapitulación de las nociones de género y patriarcado y un recorrido por las teorías feministas, desde la época en que el ejercicio de la domesticidad era sistemáticamente asignado a las mujeres hasta el momento actual, en que la recuperación de la domesticidad es una opción viable para mujeres y hombres. El objetivo de esta sección es presentar el remiendo y las prácticas domésticas cotidianas como sabiduría femenina milenaria que debe ser debidamente valorada, además de presentar la necesidad actual de deconstruir constantemente al feminismo, adaptándolo a las más distintas interseccionalidades, situaciones y contextos. El segundo capítulo inicia con algunas teorías de los campos de la cultura material (Prown, 1982), la cultura visual (Barnard, 2002), la estética del cotidiano (Duncum, 1999 y 2002) y las prácticas de la mirada (Sturken y Cartwright, 2009), con el objetivo de enfatizar la importancia de las acciones ordinarias del cotidiano para la formación del individuo así como la formación de sus ideologías y las dinámicas sociales a las que responde. En la segunda parte del segundo capítulo, a través de un recorrido teórico, analizo el modo en que el rescate contemporáneo de la domesticidad, así como sus prácticas, tanto en encuentros presenciales como en las interacciones en línea, han posibilitado rescatar valores que por mucho tiempo permanecieron olvidados en la transición entre el periodo industrial y el posindustrial. Además, expongo la manera como el rescate de dichos valores, en especial mediante la acción de remendar, ha generado conciencia y viabilizado nuevas alternativas frente al modelo tradicional de consumo, generando nuevas estrategias de cambio político, social y cultural.
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La tercera parte del tercer capítulo es una narrativa sobre mi proceso personal, el cual se mantiene en construcción, hacia un estilo de vida más desacelerado. Acá hago un recorrido cronológico presentando los puntos altos que marcaron mi trayectoria hacia el interés por realizar acciones prácticas anticonsumo, tanto para estar más inmersa en la temática de mi tesis, como para tener un mejor estilo de vida, enfocando la narrativa en mi experiencia de un año sin comprar ropa, en donde sentí en la piel la diferencia entre la necesidad y el deseo. En el tercer capítulo desarrollo mi investigación cualitativa titulada Un inventario de las motivaciones para remendar en la actualidad, la cual se divide en cuatro etapas. La primera consistió en una convocatoria vía redes sociales (Facebook, Instagram y WhatsApp), en la que pedí que las personas compartieran fotografías e historias de sus objetos domésticos cotidianos remendados. En la segunda etapa, realicé una primera categorización de motivaciones para remendar, la cual nombré Las 4 erres. La tercera etapa consistió en organizar los objetos recibidos en categorías formales, con el fin de entender qué clase de objetos habían enviado los participantes. Después de hacer una lectura y análisis de la historia de cada objeto, en la cuarta etapa desarrollé categorías temáticas, las cuales derivaron de características comunes y patrones identificados entre dichos objetos. Los títulos de dichas categorías, definidas en función de la manera en que cada grupo de objetos refleja las motivaciones de cada grupo específico de personas para remendar, son las siguientes: el cuerpo, el afecto, la identidad, el recuerdo específico y el pragmatismo. En un tercer momento, en la segunda sesión del tercer capítulo, a partir de la intersección entre los insumos de la investigación teórica y los hallazgos encontrados en la categorización de la investigación cualitativa, realicé un proceso de abstracción de dichos conceptos que permitió construir metáforas sobre el remiendo, las cuales se construyeron bajo distintas asociaciones, con el objetivo de generar reflexiones y conocimiento, además de aportar específicamente al problema
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de investigación presentado, permitiendo pensar el remiendo en distintas dimensiones y a partir de distintos análisis. Los títulos de dichas metáforas son: el remiendo como amuleto, el remiendo como resignificador del ser y el remiendo como resistencia inconsciente. Sobre las aproximaciones realizadas a partir de la investigación cualitativa, es importante aclarar que esta se llevó a cabo bajo los insumos de historias compartidas por 39 personas, de rango de edad entre 13-75 años, de clase social media y alta, en su mayoría brasileñas y colombianas. En el cuarto y último capítulo propongo que es fundamental reapropiarse de las prácticas de remiendo, además de enfatizar la urgente necesidad de reeducar las personas sobre las prácticas de reparo, mantenimiento y cuidado de los objetos domésticos cotidianos, así como los materiales y técnicas apropiados para cada tipo de reparo, argumentando que el aprendizaje sobre la extensión de la vida útil de los objetos posibilitará no solo una mayor durabilidad de estos, sino que también impactará en la calidad de vida de sus reparadores. El objetivo de esta sesión es enfatizar que activismos sutiles cotidianos realizados de forma consistente y colectiva pueden ser tan potentes como activismos públicos de tipo más abierto y directo.
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Capítulo 1. El remiendo 1.1 Reflexión personal sobre la importancia del remiendo Cuando ingresé a la maestría, me había graduado hacía poco tiempo en comunicación social. Anteriormente, había trabajado en las áreas de producción audiovisual, gerencia de redes sociales y fotografía. Aunque siempre tuve el deseo de profundizar mis conocimientos en otras áreas, todavía no había encontrado un espacio para desarrollarlos de forma académica, hasta que empecé la Maestría en Diseño de la Universidad de los Andes y encontré, dentro de la pluralidad de conocimientos disponibles, la flexibilidad para trabajar nuevos temas de interés que, mezclados con mis saberes, posibilitaron nuevas formas de pensar y de crear. Además de comunicadora social, hoy me defino como amante del trabajo manual, con gran interés en las nuevas dinámicas de enseñanza, aprendizaje y activismo a través del craft y del DIY1 en el ciberespacio. Más allá de crear nuevos objetos, me interesa la posibilidad de resignificar objetos ya existentes y de crear nuevas experiencias sostenibles que contribuyan a que el mundo sea un mejor y más bello lugar para vivir. El tema de mi tesis surgió en una materia electiva de la maestría: Costuras: Activismo Textil, dictada por la profesora Eliana Sánchez-Aldana en conjunto con la profesora Tania Pérez Bustos (de la Universidad Nacional de Colombia). La clase tenía un enfoque feminista, y fue allí que descubrí el activismo textil como teoría y en la práctica. En mi entrega final titulada ¿Qué se teje en el ciberespacio?, asocié dichas teorías a teorías de la comunicación, las cuales fueron materializadas en un libro textil: un dechado2 bordado que sirve como un puente tangible para
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Do it yourself (hazlo tú mismo). Dechado es un muestrario textil donde se presentan distintas técnicas como: puntadas, bordados o
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generar discusiones sobre cómo la recuperación de las técnicas textiles y manuales a través de las redes sociales está contribuyendo a generar nuevas formas de aprendizaje, concientización y activismos.
Figuras 1 y 2. ¿Qué se teje en el ciberespacio? Fuente: Glenda Aune (2018) Pero fue especialmente en el módulo Remendar y Zurcir de esta materia que tuve la fortuna de conocer el artículo de la autora Anna König (2013), titulado A stitch in time: Changing cultural constructions of craft and mending, el cual realiza una recapitulación de la historia del remiendo en Inglaterra en el contexto industrial, donde remendar era un oficio exclusivamente femenino. La autora narra que los impactos de la Revolución Industrial se extendieron a todo el mundo. Si antes las mujeres estaban obligadas a desempeñar labores textiles por cuestiones de privación material, en la actualidad muchas de ellas se sienten orgullosas de desconocer tales oficios, porque esto representa su emancipación (König, 2013). König (2013) narra que antes de la Revolución Industrial, los objetos se fabricaban a partir del concepto de durabilidad, pero con el paso del tiempo las personas con mayor poder adquisitivo empezaron a tercerizar los servicios de remiendo y el oficio pasó a asociarse con la falta de recursos materiales. Aunque durante la segunda posguerra haya sido necesario retomar las prácticas de
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remiendo y reparación por necesidad económica, después de la Revolución Industrial las prácticas de remiendo y reparo fueron abandonadas progresivamente, dentro del modelo capitalista (König, 2013). En ese sentido, en marzo del 2018 tuve la oportunidad de presenciar la charla de la antropóloga española Blanca Callén, sobre economía feminista, conceptos y experiencias desde el feminismo y el reparo. Según Callén (2018) es a partir de la vulnerabilidad humana que se desarrolla la capacidad de construir relaciones interdependientes. Callén se enfocó en cuestionar el papel de los objetos en esa interdependencia, explicando que hasta el mismo cuidado tiene límite, siendo necesario analizar a los agentes involucrados en cada situación y reconocerse como parte esencial del sistema para lidiar con sus consecuencias (Callén, 2018). Después de la charla hubo una clase de remiendo colectivo utilizando técnicas textiles. La pregunta que guio la clase fue: ¿Cómo lo textil nos permite encontrarnos para discutir? La respuesta que surgió fue que concentrarnos en el hacer nos lleva a escuchar antes de responder. Analizando esta respuesta bajo mi perspectiva sobre el periodo posindustrial, veo la velocidad, la prisa y la automatización como características que marcan esta etapa. Las prácticas de consumo exageradas generaron, entre muchas consecuencias, una pérdida estructurada de la distinción entre la necesidad y el deseo. El ser humano ya no se reconoce como parte de un todo, pues se porta de manera autocentrada, sin ser consciente de las consecuencias de sus acciones a nivel macro para el planeta. Por otro lado, percibo que las redes sociales han generado espacios para rescatar valores de reparación, construcción de comunidad y hacer colectivo. En internet todos pueden ser estudiantes y profesores al tiempo. Las jerarquías se disuelven y surgen grupos interesados en promover cambios sociales para mejorar sus entornos y sus dinámicas equivocadas.
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Sobre el objeto remendado, König (2013) afirma que este tiene la capacidad de levantar la cuestión filosófica sobre cómo lidiar con la imperfección, la cual fue eliminada por los procesos industriales de producción (p. 579). Pentney (2008) afirma que ya se han utilizado objetos hechos a mano para evitar la producción masiva, al favorecer a productores independientes y proveedores locales (p. 3). En mi proceso de investigación percibí que existe un poder todavía devaluado en las prácticas cotidianas domésticas de dominio femenino, razón que me llevó a centrar mi investigación específicamente en el remiendo, por el potencial metafórico que conlleva. Este proceso permitió formular la siguiente hipótesis: “El remiendo como metáfora de resistencia: enfrentando el consumismo desde una mirada feminista a través de activismos sutiles cotidianos”. König (2013) explica que entre las múltiples posibilidades e intenciones para remendar, el reparador siempre tiene las opciones de devolver la identidad original al objeto, o reformularlo de modo que cambie su significado (p. 578). Al remendar también se puede elegir invisibilizar la imperfección o visibilizarla, con lo que el posicionamiento frente al consumismo es más evidente. Al margen de las motivaciones subyacentes del remiendo, el simple acto de realizarlo ya es un acto de resistencia, sea consciente o no, visible o no. En marzo de 2019 tuve la oportunidad de conocer a la profesora inglesa Jonnet Middleton, quien dictó una charla titulada ¿Qué es la ontopincha?. Middleton se autotitula activista de la materia, ya que percibir la crisis planetaria la hizo firmar un compromiso con esta. Según Middleton (2019), la vida cotidiana está organizada para dominar la materia, pero preocuparse con ella es algo que debe hacerse de forma práctica. La autora afirma que se piensa con la materia y que la vida cotidiana es un laboratorio para hacerlo. Todos estos descubrimientos la llevaron a la decisión de vivir en constante experimentación. Middleton decidió vivir en Cuba, en donde reparar
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es parte fundamental de la vida cotidiana. Además, ya lleva diez años sin comprar prendas (Middleton, 2019). Desde el punto de vista de la ontología, Middleton (2019) explica que el capitalismo utiliza el truco ontológico al mezclar las percepciones del mundo material con las del mundo de la percepción, dictando lo que sirve y lo que tiene derecho de existir en el mundo. La autora defiende que nombrar lo que se tiene y negarse a comprar más es una acción política, un proceso activo y un trabajo vital. Además, defiende que la desidentificación con las prácticas exageradas de consumo es clave para escapar de la violencia material de un sistema roto (Middleton, 2019). Partiendo de que el remiendo es la materialización de la insistencia por una resistencia y un potente posicionamiento político anticonsumo, el principal objetivo de este artículo es visibilizar el poder de acciones cotidianas ordinarias y sutiles (en especial el remiendo), planteando reflexiones de tenor filosófico a partir de una mezcla de investigación teórica y cualitativa para invitar a repensar los hábitos de consumo exagerados. El estigma de pobreza asociado a la acción de remendar ha tenido un alto costo para el planeta: vertederos desbordantes, mano de obra esclava, islas de plástico, contaminación del aire, entre otras consecuencias. Reflexionar sobre la crisis planetaria evidencia la necesidad de recuperar e incorporar nuevamente el remiendo a la domesticidad cotidiana. Es urgente volver a reflexionar sobre temas olvidados, rescatándolos a través de la combinación entre el conocimiento tácito desarrollado por medio de la interacción con lo material y la disponibilidad para dedicarle tiempo a estas prácticas. Pienso que en la medida en que se remienda, además de crear una mayor conciencia sobre lo que se tiene, se desarrolla una consciencia sobre aspectos más urgentes que requieren ser remendados en nuestra sociedad.
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En medio de tantos estímulos para consumir de forma inconsciente, es necesario tener coraje para reconocer que desacelerar el ritmo es el camino para una mejor calidad de vida y para un futuro más sostenible. Por eso defiendo que la concientización y cambio colectivos son fundamentales para rescatar valores y prácticas que ayudarán a modificar las dinámicas equivocadas que se estructuraron. A partir de un lente feminista estructurado bajo distintas teorías feministas y estudio de la domesticidad femenina, presento el remiendo como metáfora para que pueda resonar y alcanzar nuevas dimensiones de reflexión a través de la conexión con nuevos conceptos y campos de estudio. 1.2 El remiendo por definición En una de las sesiones de orientación con mi director de tesis, el profesor César Peña, al conversar sobre la naturaleza del remiendo y las múltiples posibilidades disponibles para utilizar tal palabra, Peña (2018) mencionó que: El desgarramiento que se produce antes del remiendo también es parte fundamental del proceso. Algo se remienda porque hubo previamente un desgarramiento, un dolor, una ausencia, una pérdida, un duelo en general. Entender el remiendo como acto de resistencia es interesante pero por definición “el remiendo” no se resiste a nada. El remiendo es una respuesta a una pérdida, principalmente a una separación. Este fue un hallazgo clave para entender que el remiendo en sí mismo no es una forma de resistencia, pero sí las razones que preceden la necesidad realizarlo, ya que están cargadas de significado. Entendí que tanto el tiempo como la disponibilidad para remendar algo roto en el contexto actual, demuestran, en alguna medida, un interés por las rupturas reales —las cuales están ubicadas en una dimensión más allá de lo material— estando cargadas de un sentimiento de
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incomodidad que genera la necesidad de remendar. En ese sentido, la acción de remendar actua como viabilizadora de resistencias, ya que posibilita resisistir a desechar o a dar por acabado algo. König (2013) defiende que el consumismo contemporáneo tuvo por consecuencia el olvido de prácticas cotidianas que nos conectaban con nosotros mismos y con los objetos. Para König, el fenómeno cultural del remiendo contemporáneo es una forma de recuperar la sabiduría del cotidiano, además de ser una acción ahorrativa y muy potente frente a la sociedad de consumo (p. 570). Además, afirma que el remiendo es un estilo de vida (p. 572), ya que promueve espacios de encuentros y genera comunidades que se extienden a espacios físicos y digitales (pp. 581-582). La autora también considera que el remiendo es una interacción transformativa con el mundo material (p. 577), además de ser una acción que enseña a lidiar con las imperfecciones a través de la resolución de problemas, lo que deconstruye la idea de perfección impuesta por el capitalismo (pp. 578-579). Según Duncum (2002), las acciones ordinarias del cotidiano son muy potentes, ya que influyen en absolutamente todas las construcciones sociales. Duncum afirma que la vida cotidiana se caracteriza por opiniones generales fundamentadas en rituales sociales infinitamente repetitivos (p. 4), los cuales ocurren en los llamados “sites of everyday aesthetics”. El autor afirma que la ideología define la identidad social e intereses políticos particulares haciéndolos parecer inevitables (p. 6). Teniendo en cuenta que el consumo de imágenes es parte indisociable del cotidiano, Duncum afirma que las experiencias estéticas cotidianas ofrecidas por el capitalismo corporativo perdurarán, penetrando cada vez más los ámbitos privados y asumiendo más responsabilidades cívicas (p.14). En este contexto, pienso que al mismo tiempo que el remiendo podría ser visto como parte del cotidiano, este se asemeja al poder de la formación de la ideología, ya que tiene el
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potencial de ejercer resistencia anticonsumo de forma sutil y muchas veces inconsciente. Barnard (2001) afirma que la cultura visual puede ser estudiada bajo varios lentes y es una concepción bastante inclusiva, ya que alberga todas las formas de arte y diseño, así como fenómenos visuales personales o relacionados con el cuerpo y con acciones performativas (p. 2). Según el autor, comprender las interpretaciones de la cultura visual es fundamental para la formación del individuo, ya que le brinda un nivel más sofisticado de entendimiento autorreflexivo y crítico (p. 4). En este sentido, me atrevo a decir que, bajo estas definiciones, el remiendo sería una acción performativa la cual posibilita que el realizador reflexione sobre su lugar en el mundo. Laitala y Klepp (2018) narran sobre los hábitos de remiendo cotidiano en Noruega, y sobre la importancia de estas acciones a nivel ambiental. Entre las ventajas de prolongar la vida útil de las prendas, las autoras mencionan que la reducción en la necesidad de comprar prendas nuevas, disminuye de manera indirecta la carga ambiental, ya que reduce la huella de carbono. Otro factor resaltado por la autora es que ha aumentado el interés por la reparación y consumo sostenible de prendas en la academia, ya que es un supuesto común que los consumidores ya no reparan la ropa en las sociedades occidentales (p. 1). En ese sentido, el remiendo sería para las autoras, una poderosa práctica del cotidiano noruego, que de manera sutil e inconsciente hace que las personas desaceleren el capitalismo. Groeneveld (2010) ve el activismo textil como una de las múltiples formas de ejercer el feminismo y hacer política. Al analizar el aspecto político del tejido en revistas feministas de tercera ola, la autora defiende que aunque este no sea inherentemente político, puede ser movilizado para una gran cantidad y diversidad de fines, los cuales varían según el contexto (p. 266). Además, argumenta que prácticas artesanales feministas de tercera ola ofrecen una alternativa de productos masivos vendidos por empresas multinacionales, lo que rescata el valor en la fabricación de los
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propios productos y rescata la conexión interpersonal presencial (p. 267). La autora afirma que aunque las prácticas de craft y DIY generen un efecto anticonsumo y ético, dichos discursos no son presentados de manera directa en las publicaciones feministas de tercera ola, por ser inherentes a tales prácticas (p. 273). Snyder-Hall (2008) defiende que el movimiento feminista de tercera ola es más que una simple rebelión contra las feministas de la segunda ola, aunque a primera vista pueda parecer una mezcla confusa de anécdotas personales y afirmaciones individualistas, ya que tiene un enfoque más práctico, ofreciendo la posibilidad de remendar algunos de los puntos de inflexión entre las discusiones que se desarrollaron dentro de la teoría feminista de segunda ola de los años ochenta (Snyder-Hall, 2018). Al contrastar las culturas domésticas y el feminismo, Jessica Bain (2016) explora la política de la costura contemporánea, cuestionando la manera de conceptualizar la confección doméstica como un compromiso intencional con el feminismo, así como su contribución a los objetivos feministas sin intencionalidad explícita. La autora narra cómo la popularidad contemporánea de las prácticas de tejido difundidas en las redes sociales han transformando el estereotipo de la imagen de abuela para algo moderno que puede inclusive implementarse con fines políticos (p. 57). La perspectiva de Bain me hace inferir que la recuperación del remiendo, entre estas prácticas, estaría asociada a la necesidad de remendar la identidad doméstica femenina contemporánea. Para Gorman (2000), desde mi percepción, el remiendo sería una de las varias técnicas enseñadas a las mujeres jóvenes en las escuelas de ciencias domésticas dentro de la cultura del home economics donde, según la autora, ocurría la adoctrinación y estructuración del interés por una domesticidad ideal en Estados Unidos a comienzos de siglo XX, lo que por un lado fue muy importante para que las mujeres tuvieran un espacio para enfatizar la importancia del arte en la
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estética del cotidiano, pero por otro lado fue utilizado para estimular el consumo (Gorman, 2000). Desde el campo de la cultura visual, Sturken y Cartwright (2009) describen cómo el periodo posindustrial se ve reflejado en la cultura visual de las ciudades, a través de la coherencia de los materiales utilizados en la arquitectura de esta etapa con el contexto (p. 96). Contrastando la modernidad con el periodo posindustrial, las autoras describen que en el siglo XXI existe una gran preocupación por los costos ambientales y sociales del avance tecnológico y una mayor conciencia de los impactos generados por industrias masivas (p. 99). Dicha percepción de las autoras me permite ubicar la recuperación contemporánea del interés por las prácticas de remiendo como un reflejo del periodo posindustrial y de la concientización colectiva que ha generado. Prown (1982) parte de la idea de que los aspectos estéticos de los artefactos son más significativos que los utilitarios, y que el estudio de una cultura distinta, a través de sus artefactos, posibilita una conexión afectiva y sensorial que empatiza con la cultura investigada, al tiempo que hace que el perceptor sea más consciente de su propia cultura (p. 5). Aunque Prown no haga ninguna mención específica sobre el remiendo, la manera como se posiciona permite inferir que los aspectos estéticos de este podrían generar asociaciones únicas en las mentes de diferentes individuos y empatía con la acción de remendar. Al narrar cómo el concepto de craft ha cambiado de la era preindustrial hasta la posindustrial, Campbell (2005) narra que la definición original de craft consiste en una acción en donde el craft producer ejerce el control sobre todos los procesos involucrados en la fabricación de un objeto, invirtiendo tiempo y transmitiendo su personalidad a través de este. El autor afirma que el cambio en las formas de consumo originó nuevos tipos de consumidores, tales como el modern craft consumer, el cual se apropia de la práctica del craft para ejercer su creatividad y no dejarse alienar por el sistema capitalista. En este sentido, para Campbell el remiendo
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contemporáneo sería una extensión del deseo por diferenciación social y conciencia sobre el entorno. Para Souza (2016) la acción de remendar genera conciencia acerca del ritmo acelerado de la sociedad de consumo y permite reflexionar sobre sobre la importancia de los slow movements.3 La autora percibe el remiendo como parte del ADN humano, por la capacidad que tiene de conectar al ser humano consigo mismo y con quienes realizan las prendas o las intervienen (p. 463). La autora narra que la reparación ha tomado formas extremadamente inclusivas, pudiendo ser practicadas por personas de todas las edades, razas, géneros y bagajes emocionales (p. 463). Souza afirma que es necesario evolucionar colectivamente el sentido de la estética, de manera que el remiendo pueda ser visto como un emblema de cuidado y belleza, además de una marca de profunda preocupación por el planeta y sus vertederos desbordados (p. 465). Para Maycroft (2017) el concepto de inutilidad de los objetos domésticos cotidianos es ambiguo, ya que no se puede medir o cuantificar. El autor afirma que constantemente se rotulan como inútiles objetos ambiguos o nebulosos (p. 1), pero afirma que la condición de roto no es por sí sola suficiente para caracterizar un objeto como inútil y que solamente una percepción personal puede ser suficiente para decidir si un objeto es inútil o no (pp. 2-3). Desde este punto de vista, el remiendo podría ser visto como posibilitador de segundas oportunidades y resignificación de objetos considerados “inútiles”. Maycroft (2015) también afirma que la cultura del desechable ocultó las prácticas de reparo. Por esto considera esencial que el remiendo sea visible (p. 1). Aunque el autor resalta la importancia
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La expresión slow movements deriva de slow food, que fue creado por Carlo Petrini en 1986 para oponerse
al fast food y la vida rápida. Su idea se convirtió en un movimiento internacional que objetiva un cambio cultural hacia la desaceleración del ritmo de la vida: los slow movements.
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de remendar de forma vernacular (partiendo de que cada objeto requiere conocimientos y técnicas específicos para extender su vida útil), el autor considera que el remiendo improvisado también puede ser vernacular y de alta calidad, reflejando el alto nivel de percepción del reparador, además de generar en él una satisfacción con la acción de reparar (p. 3). Según Durrani (2018) los grupos de remiendo, más allá de promover construcción de comunidad, han concientizado a sus participantes sobre mejorar sus hábitos de consumo y a conocer mejor la calidad de los materiales de las ropas para comprar objetos que tengan una mayor vida útil. Durrani afirma que cuidar y hacer mantenimiento a las prendas ayuda a devolver el valor a una práctica simple, pero a su vez poderosa, para que el remiendo vuelva a ser parte de las prácticas cotidianas (p. 17). La autora defiende la necesidad de acelerar sistemáticamente las transiciones hacia prácticas sociales y ambientales positivas que minimicen los desechos a través de prácticas domésticas cotidianas (p. 18). Pentney (2008) deconstruye los conceptos del feminismo dominante presentando los activismos textiles en línea y a la cultura DIY como componentes del feminismo contemporáneo de tercera ola dentro de la cultura popular, ya que permiten materializar posicionamientos políticos y sociales además de facilitar la construcción de comunidad entre mujeres que comparten el amor por las manualidades, tejiendo encuentros en donde se juntan para generar nuevas formas de conocimiento. En este sentido, el remiendo sería una herramienta viabilizadora de prácticas de consumo alternativas a las tradicionales, además de promover espacios de ciudadanía (Pentney, 2008). Hall y Jayne (2016) no contemplan específicamente el remiendo en su investigación, pero narran el fenómeno del rescate de las prácticas de confección y costura en el contexto contemporáneo, partiendo de que este podría estar motivado por la crisis económica del 2008. A
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través de la geografía de las amistades (la cual tiene por objetivo profundizar sobre sitios y prácticas espaciales cotidianas), las autoras analizan cómo los espacios contemporáneos del hacer textil han ofrecido diferentes alternativas a historias políticas, económicas, sociales, culturales y espaciales (pp. 219-220), y han brindado la posibilidad de ejercer un control sobre la producción de bienes a través de la creación de prendas más cómodas y originales (pp. 225-226). Bratich y Brush (2011) defienden que el simple hecho de hacer artesanías en el contexto contemporáneo ya es una protesta personal en contra de la cultura de la velocidad (pp. 235-236). Bratich y Brush (2011) discuten sobre la popularización y resurgencia del interés por las prácticas manuales entre mujeres jóvenes en torno a tres nudos principales: los espacios de producción, especialmente en función del género; la relación entre la tecnología antigua y la nueva o cómo se fusionan lo digital y lo táctil; cómo esta forma cultural popular proporciona nuevos modos de activismo político uniendo la cultura popular y comercial (Bratich y Brush, 2011). En este sentido, la realización del remiendo sería tanto una propuesta como una protesta a las prácticas convencionales de consumo. Desde el punto de vista de la moda sostenible, Gwilt (2014) percibe a los desechos textiles no solamente como consecuencia del aumento de productos de bajo costo en un mercado saturado, sino también como una consecuencia de prácticas dañinas empleadas por los consumidores en el momento de utilizar las prendas (p. 2). La autora explora nuevas maneras para motivar a la comunidad para rescatar prácticas de mantenimiento, remiendo y personalización, defendiendo el potencial de las redes sociales para intercambiar conocimientos textiles. Gwilt narra que si las personas se involucraran en actividades de remiendo, la realidad de los desechos textiles podría ser bastante diferente. Para Gwilt, el remiendo sería una de las acciones tácticas para realizar la mantenimiento y personalización de prendas como una forma de evitar la acumulación de desechos
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textiles y reducir la huella de carbono. Portwood-Stacer (2012) analiza las motivaciones de individuos que se autotitulan anarquistas, para entender las prácticas tácticas anticonsumo dentro de los proyectos de cambio político de los movimientos radicales. No tener carro, ser vegano, compartir y cambiar commodities, vivir en casas colectivas, bañarse con menos regularidad, practicar el DIY y reparar objetos rotos son ejemplos de estas prácticas que motivan el removerse del sistema capitalista (pp. 5-6). Para Portwood-Stacer el remiendo sería la materialización de la intención de frenar el consumismo. Bajo esta perspectiva teórica, se identifica el carácter feminista y activista del remiendo, ya que este tiene la capacidad de generar comunidad y desarrollar acciones tácticas de tenor político, sociocultural y medioambiental. También se muestra la conexión del remiendo con la domesticidad y la cotidianidad, en donde se enmarcan discusiones como la importancia de las acciones ordinarias cotidianas, la sistematización de la domesticidad femenina y la diferencia entre la necesidad y el deseo, la cual se confundió en la transición del periodo industrial al posindustrial. Por último, se observa la necesidad de desestigmatizar el remiendo a través de una educación colectiva, así como el rescate de técnicas manuales y de la normalización de la estética del remiendo. Pensar en todo lo anterior permitirá reflexionar sobre la necesidad de desacelerar el ritmo de vida y remendar los equivocados hábitos de consumo. 1.3 El remiendo: propiedad intelectual de la mujer Reservé este espacio para presentar brevemente que las labores domésticas cotidianas han sido conocimientos de dominio femenino, haciendo un corto recorrido desde la época en que el ejercicio de la domesticidad era sistemáticamente asignado a las mujeres hasta el momento actual, cuando la recuperación de la domesticidad es una opción viable para mujeres y hombres. El
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objetivo de esta sesión es generar una reflexión sobre la producción de conocimiento a través de las labores domésticas femeninas. 1.3.1 Feminismo, género, patriarcado y división de trabajo Empezando por los movimientos feministas, es importante entender que estos permanecen en constante cambio, respondiendo a épocas, contextos específicos y asuntos de poder particulares. Considero importante situar tanto el devenir histórico como los movimientos feministas contemporáneos. De una manera pragmática, los feminismos se han ubicado en primera, segunda y tercera ola, según los periodos de la historia, sus contextos, sus necesidades y los intereses a los que responden. Para ofrecer un contexto más preciso, en el siguiente párrafo haré una muy breve recapitulación de estos enfoques. Los feminismos de la primera ola buscaron sobre todo reivindicar los derechos de las mujeres, centrando sus debates en la igualdad de hombres y mujeres en cuanto a capacidades en el trabajo, en la política y en la educación; los feminismos de la segunda ola, por su parte, se enfocaron en los discursos de libertad y de diferencia, reclamando la independencia de la mujer frente al patriarcado; finalmente, a partir de la década de 1990 surgieron los feminismos de la tercera ola para abrazar la pluralidad de pensamientos y aproximarse de una manera interseccional a los desbalances de poder. Antes de retomar el feminismo de la tercera ola es fundamental entender como se dictaron las divisiónes sociales de trabajo y las nociones de género4 y patriarcado5.
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De manera muy sintética, el género es una definición cultural de la conducta que se considera apropiada a
los sexos en una sociedad y en un momento determinados. Es una serie de papeles culturales y un producto cultural que cambia con el tiempo (Lerner, 1986, p. 8). 5
Patriarcado: sistema que privilegia a los hombres en cuanto a participación política, moral y social. Según
Gerda Lerner (1986, p. 60), solamente una reforma cultural podría transformar el patriarcado y abolirlo.
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Según Lerner (1986) vivimos en una sociedad construida bajo parámetros y logros masculinos, donde las mujeres ocuparon “roles secundarios”, y muchas veces fueron omitidas de los procesos más interesantes y heroicos (p. 15). Tal opresión limitó su capacidad para teorizar y crear como lo hacían los hombres, lo que reforzó la “pasividad” y “fragilidad” asociadas al sexo femenino, las cuales siempre fueron justificadas bajo la óptica biológica, lo que la autora define como “asimetría sexual” (pp. 21-22). Por otro lado, las mujeres inventaron, dentro de sus posibilidades, maneras más sutiles de teorizar y crear. Lerner (1986) afirma que: Las voces literarias femeninas, que el sistema masculino dominante marginó y trivializó con éxito, sobrevivieron a pesar de todo… A través del punto, el bordado y el tejido de colchas la creatividad artística femenina expresó una visión alternativa en las cartas, diarios, oraciones y canciones latía y pervivía la fuerza de la creatividad femenina para generar símbolos. (p. 127) Lerner (1986) narra que el patriarcado tuvo consecuencias inesperadas, tanto para las mujeres como para los hombres (p. 66). Además, afirma que “Mientras que tanto hombres como mujeres consideren ‘natural’ la subordinación de la mitad de la raza humana a la otra mitad, será imposible visionar una sociedad en la que las diferencias no connoten dominación o subordinación” (p. 130). Lerner (1986) enfatizaba la necesidad de que las mujeres se pusieran en el centro por un tiempo para aparcar el pensamiento dominante patriarcal y finalmente pudieran participar socialmente y exigir su derecho a explicar y a definir. Además, defendía que una visión de mundo feminista permitiría que mujeres y hombres liberaran sus mentes del patriarcado para construir un mundo verdaderamente humano, libre de dominaciones y jerarquías (p. 130).
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Citando a Elise Boulding, Lerner (1986, p. 57) narra sobre el reparto igualitario del trabajo en las sociedades neolíticas, en donde cada sexo desarrollaba habilidades y conocimientos distintos para la supervivencia del grupo. La mujer fue guardiana del fuego doméstico, inventora de los recipientes de arcilla y de los cestos que guardaban alimento para los tiempos de privación. Sabía cómo transformar materias primas en sustancias curativas, tintes, cáñamo, hilo, ropas y alimento. La recolección de alimentos exigía un profundo conocimiento sobre la ecología, las plantas, los árboles y las raíces, así como sus propiedades alimenticias y medicinales. Además, era responsable de dar vida y criar a sus hijos. Sus habilidades eran tan esenciales e importantes como las de los hombres. Por otro lado, al narrar sobre la construcción de las divisiones sociales de trabajo en Europa, Silvia Federici (2004) brinda un panorama histórico, desde el feudalismo hasta la esclavitud y la Revolución Industrial. La autora explica que los saberes naturalistas de las “brujas”, sobre todo los saberes de contracepción, eran vistos como una amenaza para la sociedad, ya que se quería controlar la función reproductiva de las mujeres. Según la autora, el capitalismo transformó el cuerpo humano en una máquina de trabajo y el cuerpo femenino en el creador de la fuerza de trabajo (pp. 132-133). Federici (2004) sostiene que la historia de las mujeres y la reproducción debe estar ubicada en la transición del feudalismo al capitalismo, debido a que el capitalismo introdujo varios cambios en la posición social de estas, haciéndolas buscar nuevas fuentes de trabajo, así como nuevas formas de disciplinamiento y división de la fuerza de trabajo (pp. 97-98). La autora narra lo particularmente difícil que fue para las mujeres proletarias conseguir un empleo que no fuera de la condición más baja como sirvientas domésticas, peones rurales, hilanderas, tejedoras, bordadoras,
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vendedoras ambulantes o amas de crianza (p. 143). Sobre la devaluación del trabajo femenino, Federici (2004) afirma que: Así, si una mujer cosía algunas ropas se trataba de “trabajo doméstico” o “tareas de ama de casa”, incluso si las ropas no eran para la familia, mientras que cuando un hombre hacía el mismo trabajo se consideraba “productivo”. La devaluación del trabajo femenino —que las mujeres realizaban para no depender de la asistencia pública— fue tal que los gobiernos de las ciudades ordenaron a los gremios que no prestaran atención a la producción que las mujeres (especialmente las viudas) hacían en sus casas, ya que no era trabajo real. (p. 143) Según la autora, todo el trabajo femenino realizado en el ambiente doméstico pasó a ser definido como “tarea doméstica”. Incluso cuando este era realizado fuera del hogar, se les pagaba menos a las mujeres, de modo que no pudieran vivir de su oficio. Por esto Federici (2004) afirma que: El matrimonio era visto como la verdadera carrera para una mujer; hasta tal punto se daba por sentado la incapacidad de las mujeres para mantenerse que, cuando una mujer soltera llegaba a un pueblo, se la expulsaba incluso si ganaba un salario. (p. 143) Federici afirma que el salario pasó a ser un instrumento de acumulación para movilizar tanto el trabajo de los trabajadores remunerados como el trabajo de una multitud de trabajadores que permanecía oculta por sus condiciones no salariales (p. 160). El conocimiento femenino era considerado mera intuición, por estar relacionado con acciones ordinarias de la domesticidad. Teniendo en cuenta el tiempo continuamente interrumpido y la atención dividida, con los cuales las mujeres tenían que lidiar en el ambiente doméstico cotidiano, Lerner (1986) cuestiona:
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¿Puede alguien generalizar cuando lo concreto le está tirando de la manga? Él es quien fabrica símbolos y explica el mundo y ella quien cuida de las necesidades físicas y vitales de él y sus hijos: el abismo que media entre ambos es enorme... ¿Por qué no ha habido mujeres creadoras de sistemas? Porque no se puede pensar en lo universal cuando ya se está excluida de lo genérico. (p. 126) Hay una serie de factores, sobre todo sociales, que contribuyen a la desigualdad entre hombres y mujeres, pero Según Lerner: “Aunque existen algunas controversias historiográficas sobre el grado de reclusión doméstica de las mujeres y acerca de las esferas separadas en que vivían hombres y mujeres, la subordinación legal y económica de ellas es un hecho indiscutible” (Lerner, 1986, p. 101). La obra El segundo sexo de Simone de Beauvoir (1965) hace un recorrido por los “dilemas femeninos”, principalmente después de la pubertad, cuando afloran los complejos de inferioridad de la mujer, como consecuencia de las represiones sociales presentes desde su infancia, las cuales afectan su psique y la condicionan a preferir, en muchos casos, la fantasía a la vida real como mecanismo de defensa (Beauvoir, 1965, pp. 146-172). Entre las reflexiones de Beauvoir que más me llaman la atención está la siguiente: Aquí se establece un círculo vicioso: con frecuencia nos asombramos de ver con qué facilidad una mujer puede abandonar la música, los estudios, una profesión, tan pronto como ha encontrado marido; la causa está en que había comprometido demasiado poco de sí misma en sus proyectos para hallar mucho provecho en su realización. Todo concurre a frenar su ambición personal y, sin embargo, una enorme presión social la invita a buscar en el matrimonio una posición social, una justificación.
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Es natural que no trate de crearse por sí misma un puesto en este mundo o que lo busque tímidamente. Mientras no se logre una perfecta igualdad económica en el seno de la sociedad y mientras las costumbres autoricen a la mujer a beneficiarse, en tanto que esposa y amante, de los privilegios detentados por algunos hombres, se mantendrá en ella el sueño de un éxito pasivo y frenará sus propios logros. (Beauvoir, 1965, p. 172) Sobre esto, Lerner (1986) afirma que: El sistema del patriarcado es una costumbre histórica; tuvo un comienzo y tendrá un final. Parece que su época ya toca fin; ya no es útil ni a hombres, ni a mujeres y con su vínculo inseparable con el militarismo, la jerarquía y el racismo, amenaza la existencia de vida sobre la tierra. (p. 130) 1.3.2 Devaluación de la domesticidad femenina Devolviéndome al tema de las prácticas domésticas cotidianas y sabiduría femenina, quisiera retomar el artículo de Anna König (2013), mencionado en la primera parte, donde la autora narra cómo el siglo XX trajo consigo el olvido y desconocimiento de las prácticas cotidianas de remiendo, como consecuencia de la industrialización y de las inmediatez del sistema capitalista de consumo (p. 569), especialmente en los países más industrializados. El hecho de que estas prácticas estuvieran asociadas a la pobreza, necesidad material o bajo estatus socioeconómico, ocasionó una invisibilización cultural de estas, ya que este conocimiento casi que desapareció de manera proporcional a la mayor accesibilidad a bienes materiales (pp. 570-571). König (2013) narra que en la década de 1940 en Inglaterra, por consecuencia de la escasez de materia prima (debido a que gran parte de los recursos era destinada a la guerra), el Gobierno inglés desarrolló un material que enseñaba prácticas de remiendo y de reparo a las personas. Las
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campañas de British Board of Trade que incentivaron el reparo en Inglaterra, tales como Make do and Mend, siguen siendo referentes para la población, la cual sigue la cultura waste not, want not (pp. 573-574). Por otro lado, Gorman (2000) narra cómo ocurrió la estructuración del interés por una domesticidad ideal en Estados Unidos a comienzos de siglo XX, que por un lado fue muy importante para que las mujeres tuvieran un espacio para enfatizar la importancia del arte en la estética del cotidiano, pero por otro lado fue una acción que estimuló el consumismo (Gorman, 2000). Según la autora, el aumento en las demandas de las mujeres por productos atractivos y coloridos se debió a un conocimiento directo o indirecto del diseño exhibido en la Exposición Internacional de Artes de las Ciencias e Industrias Modernas celebrada en París, en 1925, de la cual derivaron reseñas, publicaciones periódicas, libros y exposiciones que influenciaron las mujeres americanas al desarrollar gusto por el diseño y arquitectura coloridos y modernistas que habían sido mostrados allí (“art déco”/arts décoratifs) (p. 46). Según Gorman (2000), algunos de los factores cruciales para la formación de la conciencia del perfil de los consumidores en los años veinte fueron: la reconstrucción física de las tiendas estadounidenses; la publicidad a color y la tecnología de impresión fotográfica mejorada; la racionalización por parte de la industria publicitaria; la industria del cine; el auge de los diseñadores industriales; los cambios anuales en el estilo del automóvil; el gran número de marcas en cualquier categoría de objeto dada y las “influencias institucionales” ejercidas por los museos, ferias y “grandes establecimientos minoristas” (p. 47). Otro factor importante para la formación del perfil de consumidor era la manera en que los educadores moldeaban los gustos de las mujeres. Habilidades como el “buen gusto” eran enseñadas
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formalmente con reglas, categorías, terminologías y estándares, los cuales las comprometieron con una capacidad de análisis y observación. Aunque las tareas domésticas fueran asignadas sistemáticamente a las mujeres es importante resaltar que la domesticidad era algo muy valorado en este contexto (pp. 47-48). Según Gorman (2000), en este periodo las hermanas Harriet y Vetta Goldstein se hicieron famosas por la escritura del libro Art in every day life (1925), el cual también determinó en gran medida los gustos de las mujeres (p. 48). El contenido del libro consistía en una educación doméstica conservadora que tendía a perpetuar el statu quo. Mientras los niños recibían capacitación manual e industrial para ejercer en el lugar de trabajo, las mujeres recibían educación en economía doméstica, mercadotecnia y publicidad, arte y en la vida cotidiana, lo que les preparaba para para ser amas de casa, ya que se asumió que cualquier mujer, incluso si trabajara, sería responsable de los cuidados del hogar (p. 51). En algunas instituciones especializadas los cursos de economía doméstica enseñaban a las mujeres jóvenes a comprar de manera inteligente, juzgar la calidad de los productos, sus colores y diseños, y seleccionar productos adecuados para la vestimenta personal y decoración del hogar. El hecho de que estas prácticas fueran difundidas en universidades, hacía que la enseñanza sistemática del buen gusto pareciera importante y factible (p. 52). Las hermanas Goldstein argumentaban que las instrucciones de buen gusto eran importantes para el bien de la economía y de la belleza, y que si las personas eligieran bien sus commodities, los tendrían por mucho tiempo. Además, argumentaban que la belleza expresada en el entorno doméstico no se convertía solamente en una parte importante de la vida, sino también de la personalidad. Definir la calidad de las cosas era tan complejo como definir la personalidad de un individuo (p. 52). Al elegir un commodity para el ambiente doméstico lo que se hacía en realidad
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era satisfacer una necesidad o deseo y brindar la posibilidad para interpretar el carácter y la personalidad del propietario (p. 53). A partir de conocimientos basados en principios de arte y diseño, se enseñaban técnicas para identificar la relación costo-beneficio de los objetos, evaluar si valía la pena hacer el objeto o comprarlo, cuánto se debería gastar y qué materiales serían duraderos y fáciles de mantener (p. 59). Es evidente la existencia de una metodología científica para el análisis de qué era adecuado o no para un hogar. Gorman (2000) argumenta que aunque la retórica Goldstein bordeara el conservadurismo y la economía en la demostración de las cualidades de los bienes, lo que verdaderamente se hizo fue una construcción de la personalidad a través del diseño, ya que se enseñaba a los estudiantes que el buen gusto, basado en los pincipios de diseño, era sinónimo del buen carácter o buena personalidad, lo que era un gran incentivo para el consumismo (p. 62). Además, Gorman (2000) defiende que la filosofía Goldstein dotó a los productos con poderes casi mágicos, lo que llevó a una comprensión fetichista de los commodities, que consistía en que cualquier mal se podía corregir a partir de poseer el producto u objeto correcto o apropiado (p. 61). La autora caracteriza este fenómeno como una forma directa de control social cooptada por la teoría de la gestión científica, la cual fue diseñada para perpetuar eficientemente la forma contemporánea de la política, reforzando los roles de género y alentando el consumismo (p. 62). 1.3.3 Feminismo, feminidad y producción de conocimiento Con respecto a la producción de conocimiento, quisiera introducir el concepto de conocimiento situado, el cual se origina desde una perspectiva particular, derivada de contextos económicos, espaciales, temporales, socioculturales y políticos específicos de cada lugar. Según Haraway (1998), todo conocimiento viene de una perspectiva particular. La autora no ve en el conocimiento situado una manera de alcanzar objetividad, y defiende que una pluralidad de
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visiones venidas de múltiples perspectivas situadas, permitirá una adquisición de conocimiento más crítica (p. 583). Hernández (2015) enuncia la importancia de resignificar la objetividad, valorando los contextos sobre los que se construye conocimiento. A través de la antropología dialógica crítica, más que aplicar “métodos infalibles”, la autora busca deconstruir la realidad junto con sus actoras sociales, encontrando formas creativas de producir conocimiento y estrategias de lucha (p. 84). Por otra parte, Wynter (1992) argumenta que las categorizaciones absolutistas, sobre todo de orden racial, condicionaron a la humanidad, proponiendo un cambio a partir de nuevos modelos de educación más inclusivos y conscientes (pp. 65-70). Considerando la urgencia de empoderar a las mujeres para que busquen la liberación del sistema patriarcal, Goldman (2017) defiende el anarquismo como la única base funcional para una vida social fundamentada en armonía, libertad e igualdad, definiéndolo como una protesta de carácter militante, inflexible, intelectual, que emerge en un contexto muy específico (pp. 66-67), el cual luchó para reclamar el derecho por un matrimonio menos materialista, con libertad para elegir una pareja según sus cualidades físicas e intelectuales, además de la opción de ejercer o no la maternidad (p. 79). Con respeto al matrimonio, Goldman (2017) también cuestiona la insistencia por mezclar asuntos políticos con religión, afirmando que la religión proviene de la incapacidad humana de responder a los fenómenos naturales y que la iglesia obstaculiza el desarrollo humano privándolo de pensar (p. 77). Según la autora, el anarquismo prioriza el bienestar humano a la cultura materialista, condenando el vivir para adquirir, ya que la verdadera riqueza está en disfrutar la vida (p. 98). La autora propone un cambio a partir de la concientización de la mujer por su derecho a la libertad a través del abandono de tradiciones y costumbres en las que ser amada o casada implica
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subordinarse a un hombre (p. 86). Goldman afirma que el pasado patriarcal desgastó a las mujeres y las dejó sin fuerzas y en desventaja. Goldman defiende que más que reclamar por sus derechos, es urgente que las mujeres recuperen su individualidad y libertad, empoderándose para luchar por un mundo más igualitario (p. 159). Según Guillaumin (2005), la mujer es tratada como propiedad privada: primero del padre y después del marido, lo que le genera una opresión tanto física como psicológica, que destruye su individualidad y autonomía, y la priva de tomar decisiones íntimas, tales como la cantidad de hijos que tendrá (p. 25). Además, la autora afirma que las mujeres son la herramienta social asignada para los trabajos relacionados al cuidado (p. 38) y que el contrato matrimonial oculta todo el trabajo que la mujer ejecuta sin pago (p. 40). Al categorizar las relaciones entre identidad, trabajo y género en la invisibilización del trabajo femenino, Arango (2011) resalta la importancia de la ética del cuidado como un debate de tenor moral y emocional sobre el trabajo de cuidado que ejercen las mujeres así como su remuneración o no. Además, define la psicodinámica del trabajo como el área que se enfoca en las relaciones sociales y de poder, y las condiciones materiales y culturales de los trabajos de cuidado, estudiando los mecanismos subjetivos que desarrollan las mujeres para defenderse del sufrimiento ocasionado por el trabajo de cuidado (p. 93). Según la autora, los dos conceptos anteriores derivan de la economía de cuidado, la cual tiene por objetivo visibilizar los trabajos no remunerados, donde el trabajo doméstico femenino ocupa un lugar importante (p. 92). Arango propone algunas categorías para diferenciar las modalidades de los trabajos de cuidado, las cuales son: la nobleza y el respeto por actividades y tareas, las relaciones sociales en las que se enmarcan, el carácter remunerado o no de las actividades, las calificaciones reconocidas por el grado de profesionalismo e institucionalización
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alcanzados (pp. 93-94). La autora afirma que, de manera general, la mujer todavía está en desventaja en el ambiente laboral, teniendo que masculinizarse para obtener reconocimiento en ambientes corporativos o intelectualizados, además de ser explotada en trabajos de cuidado (p. 95). Al visibilizar la necesidad de un proceso de autosignificación de la mujer, Sendón (2002) presenta el feminismo de la diferencia como una crítica al feminismo de la igualdad y a Simone de Beauvoir (p. 17). La autora argumenta que aunque se asuma la impotencia para transformar al mundo, nunca se debe renunciar a cambiar la vida porque “... la ‘revolución’ sin ‘evolución’ es una trampa demasiado vista como para reincidir” (Sendón, 2002, p. 16). Además, hace una crítica a la estandarización del modelo patriarcal: El tema de fondo de nuestros desencuentros siempre ha sido el mismo: el modelo. Cuando se plantea la igualdad parece como si se hiciera desde un peldaño, o muchos, más abajo. La igualdad de las mujeres con los hombres. ¡Peligro! El feminismo de la diferencia, en cambio, plantea la igualdad entre mujeres y hombres, pero nunca la igualdad con los hombres porque eso implicaría aceptar el modelo. No queremos ser iguales si no se cuestiona el modelo social y cultural androcéntrico, pues entonces la igualdad significaría el triunfo definitivo del paradigma masculino. El panorama quedaría reducido a hombres y “hombrecitos”: todos “casi” iguales. Es muy triste convertirse en una mala copia de un patético modelo. Claro que queremos la igualdad ante la ley, igual salario a igual trabajo y las mismas oportunidades ¡cómo no! Pero no es suficiente, ni siquiera deseable. (p. 17) Sendón (2002) cuestiona la participación de la mujer en un mundo de representación masculina: “¿Cómo ser sujeto desde lo Otro? ¿Cómo ser sujeto en un mundo de representación masculina?” (p. 14). Además, defiende que:
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No se trata de que las mujeres lleguemos a la política para seguir haciendo “lo mismo”, ni que podamos ser igual de mediocres que muchos hombres en condiciones adversas para nosotras, porque las feministas de la diferencia nos planteamos la política no sólo para hacer cosas diferentes, sino de distinto modo. Tal vez por eso no estemos (Sendón, 2002, p. 16). Sendón narra que el modelo social y cultural androcéntrico proviene de una idealización del sujeto masculino (p. 17), enfatizando que el opuesto a la diferencia no es la igualdad y sí la desigualdad. Sendón defiende que es a partir de evidenciar las diferencias que se anulan las desigualdades (p. 19). Imaginarios anacrónicos alrededor de los feminismos reproducen la idea de que quien es feminista es inflexible, que renuncia a parte de su identidad personal para pertenecer a un grupo que lucha por causas extremas o exclusivas de mujeres o que simplemente odia a los hombres blancos. Snyder-Hall (2008) argumenta que este concepto de feminismo es ultrapasado y no debería persistir en la sociedad contemporánea, una vez que esta se constituye de la diversidad e inclusividad (p. 176). Es evidente que el feminismo es un pensamiento dinámico que está en constante cambio, pudiendo ser recreado y tejido constantemente. A través de una exploración de literatura popular y académica sobre el feminismo de tercera ola, Snyder-Hall (2008) defiende que este movimiento posee un enfoque táctico, ofrecido a algunos de los puntos de inflexión que se desarrollaron dentro de la teoría feminista de los años ochenta (p. 183). Es importante entender los contextos específicos en los cuales están situados los feminismos de la tercera ola. Según Snyder-Hall (2008), una de las razones que inviabilizan la comprensión de estos, es la insistencia en compararlos con los feminismos de la segunda ola. Hay muchas críticas sobre la forma de producción de conocimiento por parte de las feministas de la
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tercera ola, por escribir en primera persona y muchas veces priorizar la práctica sobre la teoría, lo que no es aceptable para los teóricos conservadores (p. 177). Por otro lado, la pluralidad de pensamientos, experiencias y vivencias de las mujeres es lo que hace al feminismo de la tercera ola tan único e inclusivo. Porque al final, feminismo se trata de que las mujeres estén satisfechas con sus cuerpos y con su estilo de vida (p. 189). Las feministas de la tercera ola afirman ser menos rígidas y críticas que las de su generación anterior, las cuales se denominan como antimale, antisex, antifemininity y antifun. Snyder-Hall (2008) también afirma que es más útil entender el feminismo de la tercera ola como un enfoque particular en lugar de utilizarlo para etiquetar a las mujeres nacidas dentro de un periodo determinado o que ocupan un determinado rango de edad (p. 179). Para Snyder-Hall (2008), el feminismo de la tercera ola presenta una respuesta táctica a tres grandes desafíos teóricos del feminismo de la segunda ola: 1) los debates de la “categoría de mujeres” (iniciados por feministas de color) que destruyeron la idea de la experiencia o identidad compartidas de una mujer; 2) el fin de las grandes narrativas a través del declive del marxismo y el auge del posestructuralismo, la deconstrucción y el posmodernismo dentro de la academia; 3) las guerras sexuales que fracturaron la postura política unificada del feminismo en muchos temas feministas importantes. En resumen, la tercera ola responde a los debates de la década de 1980 que obstaculizaron la teoría y la práctica feminista (p. 183). Sobre el carácter posmoderno del feminismo de la tercera ola, Snyder-Hall afirma que aunque este responda claramente a las condiciones de la posmodernidad, todavía es demasiado fuerte caracterizarlo como posmoderno, siendo más preciso describirlo como una respuesta táctica a las condiciones posmodernas en lugar de definirlo como una nueva etapa posmodernista de la teoría feminista, ya que no es inequívocamente posmoderno en su enfoque teórico, sino que
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responde a un mundo posmodístico posmoderno en el que se han cuestionado todas las fundaciones y grandes narrativas (p. 187). En El género: una categoría útil para el análisis histórico, Joan Scott (1996) afirma que solo ahora, después de devolver al pasado y estudiar el feminismo bajo distintas ópticas, la sociedad está apta para recrearlo, no solo buscando la historia del lado oprimido, sino deconstruyendo el patriarcado para reconstruir el presente y quizás obtener nuevas respuestas para la construcción del género (Scott, 1996). Pentney (2008) enfatiza la importancia del arte doméstico para la política, explicando que la existencia de múltiples y contradictorias teorías feministas es el principal obstaculizador para delimitar conexiones entre el tejido, los activismos y el feminismo, tanto en el ámbito académico como en el popular (p. 3). Analizando a las revistas feministas de la tercera ola en Estados Unidos, Elizabeth Groeneveld (2010) afirma que existen varias diferencias en la manera de percibir las artesanías por parte de la segunda y tercera ola feministas. Aunque algunos grupos se apropien del activismo textil para denegrir las generaciones más antiguas, algunas tejedoras más jóvenes utilizan el tejido como una forma de hacer conexiones y aprender más acerca de sus historias familiares a través de la influencia recibida por las narrativas del nuevo tejido presentes en las revistas feministas de la tercera ola (p. 273). Groeneveld (2010) también analiza el aspecto político del tejido, argumentando que esta acción no es inherentemente política pero puede ser movilizada para una gran diversidad de fines, los cuales varían según diferentes contextos (p. 266). La autora argumenta que las prácticas artesanales de la tercera ola ofrecen una alternativa a la producción masiva y rescata el valor de los emprendimientos independientes. Groeneveld describe que la acción de tejer posibilita que el
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individuo transite entre el individualismo de la sociedad de la información a una recreación colectiva que atiende a la necesidad humana por conectarse socialmente de forma presencial (Minahan y Cox, 2007, pp. 5-21). Para Groeneveld (2010), la artesanía como práctica política es ambigua así como otras prácticas políticas, siendo importante considerar sus especificidades en términos de cómo pueden apoyar y subvertir las relaciones de poder dominantes, ya que evidencian tensiones más amplias en torno a lo considerado político. Para la autora, aunque sea posible argumentar que las acciones de la tercera ola no vayan tan lejos políticamente, es necesario reconocer que existen muchas formas de hacer política así como existen muchas formas de involucramiento feminista, con distintos niveles de eficacia y alcance (p. 267). A modo de ejemplificar específicamente acciones de resistencia y producción cultural propias de la mujer, Groeneveld (2010) enfatiza que para ubicar el concepto de domesticidad según los contextos a los cuales responden, es necesario contrastar a los feminismos de la segunda y tercera olas. Además, argumenta que el aspecto común entre estas dos corrientes feministas es la percepción de que la domesticidad no recibe el debido reconocimiento social y económico como una opción viable y respetable (p. 268). Aunque algunas feministas radicales de la década de 1970 hayan demonizado la domesticidad para traer a tono los problemas vividos por las mujeres en el ambiente doméstico, tales como la doble jornada y la sobrecarga de tareas domésticas, la autora explica que la representación de las actividades domésticas cambia de acuerdo con los espacios temporales y culturales a los que estén asociadas, y demuestran transiciones históricas y culturales de términos tales como privado y público (p. 270). Desde mi perspectiva, lo más coherente para el contexto actual, además de no limitar el
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feminismo y aceptar las múltiples maneras de practicarlo, es reconocer que cada mujer tiene su propia manera de entender y practicar el feminismo según los contextos, experiencias y sentimientos bajo los cuales se generan combinaciones singulares que construyen distintas percepciones del entorno. Es inevitable generar nuevas formas de feminismos, ya que todas las mujeres somos diferentes. Considero que nuevos feminismos pueden ser practicados de forma individual o colectiva, consciente o inconsciente, pública o silenciosa. Pentney (2008) afirma que hasta los grupos que no necesariamente se definen como feministas realizan acciones que pueden ser entendidas como feministas (p. 8). Además, pienso que es ultra pasada la necesidad de pertenecer o responder a determinado pensamiento, ideología o movimiento, teniendo en cuenta que el contexto contemporáneo brinda la posibilidad de estar en constante cambio de pensamientos y actitudes, así como de las dinámicas sociales y culturales. El periodo posindustrial trajo consigo una mayor conciencia del consumo, sea de commodities, servicios, o procedimientos estéticos, por ejemplo. Lo que diferencia el feminismo de la tercera ola de las otras corrientes feministas es la flexibilidad sobre decisiones muy personales como: opción sexual, estado civil, la opción por tener o no hijos, hacer o no procedimientos estéticos, ser o no “femenina”. Lo más importante en el movimiento feminista es que las mujeres y los hombres (los incluyo porque el feminismo es para todos), nos sintamos bien con nuestros cuerpos, mentes, entornos y sociedades. Lo más importante es que haya respeto e igualdad de derechos y que la sociedad esté en constante cambio y transformación, para que se logre reconfigurarla así como sus patrones, de tal manera que el patriarcado, la opresión y la desigualdad dejen de existir.
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1.3.4 Remendar la sociedad: una preocupación predominantemente femenina (y feminista) Es intrigante observar cómo, a pesar del impacto y la esencialidad de los oficios del dominio femenino, estos no han sido considerados grandes descubrimientos o conocimientos (comparados con los hechos masculinos). Me pregunto: ¿Qué sería de la sociedad sin los conocimientos de la sabiduría doméstica cotidiana? ¿Hubiera sobrevivido la humanidad sin los saberes de estas mujeres que dedicaban su tiempo a cuidar, crear y reparar? Para ejemplificar como remendar la sociedad siempre fue una preocupación predominantemente femenina, quisiera presentar dos invenciones de mujeres, una del pasado y otra contemporánea. La primera mujer, Bette Nesmith Graham, secretaria ejecutiva de un banco en Estados Unidos, desarrolló en 1951 en la licuadora de su cocina, el Liquid Paper. Al principio lo utilizó en secreto para ahorrar tiempo en el trabajo, ya que trabajaba con máquinas de escribir eléctricas. Pero la creación fue tan exitosa que, en 1958, Graham patentó su producto. Además, por ser madre soltera y empatizar con la situación de muchas de sus funcionarias, Graham creó una guardería y una biblioteca en su empresa, además de generar un entorno de trabajo participativo y ayudar a fundaciones caritativas de mujeres necesitadas. La segunda mujer, la diseñadora inglesa Jane Ní Dhulchaointigh, después de una experimentación malsucedida, llegó a la fórmula de Sugru, un pegante moldeable que adhiere a cualquier superficie y que, desde el 2003 ha fomentado una acción reparadora en el mundo, generando una gran comunidad de reparadores, los cuales están remendando la manera de pensar el consumo. Es evidente que tanto el Liquid Paper como el Sugru son producción de conocimiento matérico (y femenino), ya que fueron desarrollados por mujeres a través de procesos científicos y tecnológicos. Sobre el concepto de domesticidad, de modo semejante a las teorías feministas, el mismo
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ha cambiado a lo largo de la historia, transitando desde su percepción como una práctica inferior sistemáticamente asignada a las mujeres, hacia una práctica devaluada por las feministas de la segunda ola por un tema de emancipación. Partiendo de que dicha emancipación ya es una realidad para muchas mujeres, el contexto actual ofrece la recuperación de la domesticidad como una opción viable que además de rescatar valores ancestrales, son poderosos medios para producir conocimiento, ya que las prácticas contemporáneas de recuperación de la domesticidad femenina, además de difundir nuevas formas de feminismo, tienen la capacidad de generar espacios de encuentro, tejer conocimientos y viabilizar discusiones de tenor político y social que se extienden a espacios físicos y digitales.
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Capítulo 2. La cotidianidad 2.1 La sutileza del cotidiano Dedico esta parte para presentar algunas teorías en las que se evidencia la importancia de la cotidianidad para la formación del individuo así como sus ideologías y las dinámicas sociales a las que responde. El objetivo es, a partir de un análisis teórico, visibilizar el potencial de la “ordinariedad” cotidiana. Existen diversas maneras de interpretar la cultura material, la cultura visual y la estética cotidiana, desde las más distintas áreas de conocimiento, contextos, experiencias, vivencias, así como las intersecciones que surgen entre estos. La interpretación y comprensión de lo visual se ha vuelto cada vez más importante para la sociedad contemporánea, ya que esta se encuentra todo el tiempo sujeta a estímulos y materiales visuales. 2.1.1 Cultura material y empatía Según Prown (1982), la cultura material dispone de una gran posibilidad de estudios para interpretar la cotidianidad. Para empezar a estudiar la cultura material, en primer lugar es necesario entenderla para poder estudiarla de manera pertinente, no tendenciosa, con respeto hacia las culturas y empatía hacia los acontecimientos del contexto investigado, sin alejarse de las experiencias y vivencias personales. En síntesis, la cultura material se encarga de estudiar los artefactos que son definidos como objetos hechos o modificados por el ser humano (p. 5). Prown (1982) parte de que los aspectos estéticos de los artefactos son más significativos que los utilitarios, y que estudiar otra cultura a través de los artefactos posibilita una conexión afectiva y sensorial que permite generar una empatía por la cultura investigada y, al tiempo, posibilita que el perceptor sea más consciente de su propia cultura (p. 5). El autor propone una metodología para analizar los objetos, la cual consiste en tres etapas: descripción de las
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características físicas y formales del objeto, deducción de las interacciones entre objeto y perceptor, para entender la función del objeto; especulación de hipótesis y cuestionamientos que resuman el aprendizaje del perceptor hacia el objeto a partir de su postura cultural (pp. 7-10). La metodología de Prown hace reflexionar sobre la dimensión de la cultura material, así como las motivaciones milenarias de los seres humanos para construir artefactos que atiendan necesidades cotidianas y creencias personales (p. 15). Por otro lado, desde la perspectiva de la estética del cotidiano, Paul Duncum (1999) narra sobre la importancia de intercambiar experiencias de los sites of everyday aesthetics en el ámbito académico, enseñando los estudiantes a desarrollar una mirada más crítica con relación a las imágenes de estos espacios, en términos de significado e ideologías que transmiten, ya que influyen en la formación e información de la identidad y visión del mundo, enriqueciendo la experiencia humana (p. 295). Duncum (1999) narra que la teoría posmoderna, al separar el discurso del dinero, hace que la experiencia estética implosione como parte normal de la vida. Duncum (1999) resalta la importancia de empatizar con las personas que reciben las imágenes cotidianas para poder desvendar los sites of everyday aesthetics desde las percepciones, contextos y perspectivas de estas. Además, afirma que el aprendizaje sobre nosotros mismos y sobre el mundo ocurre principalmente a través de experiencias artísticas ordinarias cotidianas, en parte porque las lecciones de lo cotidiano son sólidas y no son reconocidas como lecciones (p. 297). También afirma que la razón por la que la televisión es tan poderosa ideológicamente se debe a cómo se integra con la vida cotidiana. Duncum (1999) cuestiona: “¿Qué influencia ejerce la televisión cuando los intereses sociopolíticos comerciales y conservadores que dominan la mayoría de sus tarifas pueden fluir en segundo plano de hora en hora, día tras día, semana tras
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semana?” (p. 298). El autor enfatiza que la eficacia de la ideología se debe exactamente a que es algo inconsciente (p. 299). Así mismo, Duncum (1999) afirma que la ideología funciona por basarse en supuestos de sentido común y asumidos en el ámbito de lo natural (Laing, 1978), y menciona que el poder de influencia ejercido por los sites of everyday aesthetics para estructurar a los pensamientos, sentimientos y acciones de los individuos se debe justamente al hecho de que sean ordinarios (p. 299). Según él, la importancia de la estética cotidiana se incrementaría cada vez más, y la mayoría de las imágenes en aquel contexto eran unidireccionales y previó que dicha realidad cambiaría dramáticamente (p. 300). Duncum (1999) afirma que los nuevos consumidores deberían llamarse “posconsumidores”, por su habilidad en la interpretación de imágenes y por ser reflexivos sobre la sociedad y los productos e imágenes, ya que aceptan la realidad de una “sociedad semiótica” en la que es esencial saber interpretar signos para sobrevivir (Lash y Urry, 1994, p. 277). Para ejemplificar cómo el capital penetra en las esferas de la vida privada, Duncum (1999) explica que la publicidad moviliza la moda en los estilos de vida y los mercados masivos para acelerar el ritmo del consumo, reemplazando la importancia de la industria manufacturera hacia la provisión de servicios tales como educación, salud y entretenimiento (p. 303). Según el autor, los malls están diseñados para confundir a las personas, las imágenes que circulan en los medios estimulan el consumo y la economía depende cada vez más de estas imágenes para sostenerse (p. 304). Duncum enfatiza la facilidad que tienen las nuevas generaciones para leer la realidad semióticamente (p. 304). Al analizar de manera profunda la comprensión per se, Barnard (2001) genera reflexiones filosóficas acerca de los diferentes niveles de esta, así como los diferentes estudios realizados en
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el momento de interpretar la cultura visual, lo que requiere práctica de ejercicios de observación, asimilación y asociación, lo que visto desde el lente científico, puede parecer bastante subjetivo (Barnard, 2001). Barnard (2001) afirma que al comprender el origen y la apropiación de las explicaciones e interpretaciones de la cultura visual cotidiana, lo que realmente se está comprendiendo es la propia identidad así como la posición cultural y social. Barnard afirma que la cultura visual es fundamental para la configuración del individuo, y para comprender sus interpretaciones puede generar un nivel más sofisticado de comprensión más autorreflexiva y crítica acerca del lugar que el mismo individuo ocupa en el mundo (p. 4). En ese sentido, pienso que interpretar los entornos urbano y doméstico así como sus dinámicas de consumo aparentemente ordinarias constituyen una parte importante de la base necesaria para criticar el consumismo. 2.1.2 Cultura visual cotidiana Así como la cultura material, la cultura visual también puede ser estudiada bajo varios lentes y es una concepción bastante inclusiva. La cultura visual involucra todas las formas de arte y diseño, así como fenómenos visuales personales o relacionados con el cuerpo y acciones performativas como las expresiones faciales, moda y tatuajes (p. 2). Sobre la comprensión de la cultura visual, Barnard (2001) resalta: Alternativamente, puedes preguntarte: “¿He aprendido algo del trabajo de estas personas?”. Si su respuesta es “sí”, entonces puedes sospechar que no solo los escritores han entendido las piezas de la cultura visual, sino que también las han comunicado a ti. Incluso si su respuesta es “no”, se podría argumentar que usted y ellos tienen un nivel similar de comprensión de las piezas. (p. 16)
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Bajo la perspectiva de Duncum (2002), antes de entender la importancia de experimentar la estética cotidiana a través de la cultura visual, es importante ser consciente del poder de las acciones más triviales e implícitas del cotidiano dentro de esa estética en términos de alcance, ya que influyen en absolutamente todas las construcciones sociales. En ese sentido, Duncum (2002) presenta algunas definiciones de la estética del cotidiano según la cultura visual, contrastando sus diferentes percepciones desde los más distintos puntos de vista de varios autores, así como sus críticas (Duncum, 2002). El autor define a los sites of everyday aesthetics como sitios que incluyen objetos, eventos y lugares, los cuales forman parte de la vida cotidiana. Algunos ejemplos de estos sitios son: la televisión, los centros comerciales, festivales comunitarios y restaurantes de comida rápida (p. 5). Además, el autor afirma que la vida cotidiana se caracteriza por opiniones generales que se fundamentan en rituales sociales infinitamente repetitivos (p. 4). Duncum (2002) afirma que las imágenes asimiladas cotidianamente son parte esencial de la construcción de las actitudes, conocimientos y creencias, que constituyen un axioma de los estudios culturales transmitidos por creencias y valores de forma exitosa, justamente porque se toman inconscientemente (Morley y Chen, 1996, pp. 309-323). Duncum (2002) narra que entre más comunes y más ordinarias sean las experiencias visuales, más poderosas son, tanto para informar como para formar mentes, lo que lleva a una reflexión sobre la influencia diaria de estas experiencias en la estructuración de pensamientos, sentimientos y acciones, que justamente por ser tan comunes, son tan esenciales (p. 6). Según el autor, los sites of everyday aesthetics encarnan los valores y las creencias de la forma predominantemente actual de arreglo económico —capital global— y en este sentido forman lo que Williams (1977) llama de cultura dominante (p. 5).
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Duncum (2002) define la ideología como la naturalización de una articulación cultural histórica particular, precisando sobre la identidad social y los intereses políticos y haciéndolos parecer inevitables (Hall, 1996, p. 160). También afirma que la cultura es el sitio de la lucha local activa, todos los días y en todas partes (Chen, 1996, p. 312). En este contexto, Duncum plantea la siguiente pregunta: “¿Buscamos satisfacer nuestras necesidades en términos de bienes y servicios o nos definimos en términos de asumir la responsabilidad por el bienestar de los demás y el futuro bienestar de la sociedad?” (p. 6). También, Duncum (2002) define la estética del cotidiano como el rápido flujo de signos e imágenes que saturan el tejido de la vida cotidiana en la sociedad contemporánea (Featherstone, 1991, p. 67). Para Duncum, dicho flujo también ocurre al elegir los bienes de consumo. El autor afirma que las personas eligen diariamente qué les gusta y con qué se identifican, utilizando los bienes de consumo y la imagen de manera consistente y simultánea, tanto por su valor de uso como por su valor de cambio y simbólico. Además, afirma que las personas compran productos y ven imágenes basadas en sus creencias con respecto a lo que estos dicen de sí mismos (Featherstone, 1991). Duncum (2002) afirma que las experiencias estéticas cotidianas ofrecidas por el capitalismo corporativo perdurarán y que la sinergia entre nuevas formaciones sociales, imperativos económicos e innovación garantizan que estas tomarán mayores dimensiones, tornándose cada vez más efímeras, penetrando más en ámbitos privados y asumiendo más responsabilidades cívicas (p. 14). 2.1.3 Mirada y cotidianidad Desde la perspectiva de las prácticas de la mirada, Sturken y Cartwright (2009) afirman que estas son más que un producto estético. Las imágenes son representaciones y son, también,
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productoras de ideologías que corresponden a determinado contexto y son bastante poderosas comunicacionalmente para las más distintas áreas del conocimiento. El contexto en el que se encuentran las prácticas de búsqueda y de observación de lo visual, que son realizadas por los espectadores, es llamado el campo de la mirada, el cual es interactivo, multimodal y relacional (Sturken y Cartwright, 2009) Estas autoras cuestionan el papel que desempeñan las imágenes y las prácticas de mirar en la creación de la entidad del sujeto humano, interrelacionando la modernidad, el espectador y la mirada como un fenómeno que constituye el sujeto moderno visualmente. Las autoras narran que el concepto de la mirada ha sido utilizado de manera específica por los teóricos visuales para enfatizar la incrustación de la mirada del espectador individual en un campo social y contextual de miradas, objetos y otra información sensorial (p. 94). Sturken y Cartwright (2009) definen la modernidad como un término utilizado por académicos para referirse a condiciones históricas, culturales, políticas y económicas relacionadas con el Iluminismo filosófico del siglo XVIII, el cual originó la sociedad industrial y el racionalismo científico, con la idea de controlar la naturaleza a través de tecnología, ciencia y racionalismo, asociándose a la creencia de que la industrialización, la intervención tecnológica humana en la naturaleza, la democracia de masas y la introducción de una economía de mercado son características esenciales para el progreso social (p. 95). Según las autoras se utiliza el término modernidad para referirse a los tiempos actuales o recientes, o para referirse a las visiones y modas contemporáneas. Sin embargo, para el arte y la cultura, el término adquiere un conjunto diferente de significados. La cultura actual, por ejemplo, es el producto de una transición del antiguo al nuevo, que se modela en una época pasada que se considera la encarnación de principios clásicos atemporales (p. 96).
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Sturken y Cartwright (2009) demuestran cómo el periodo posindustrial se ve reflejado en la cultura visual de las ciudades, a través de los materiales utilizados en la arquitectura de este periodo, los cuales eran muy coherentes con el contexto (p. 96). Sin embargo, afirman que en el siglo XXI existe una gran preocupación por los costos ambientales y sociales del avance tecnológico así como una conciencia de los impactos a largo plazo generados por iniciativas industriales a gran escala, tales como el uso excesivo de recursos naturales, la producción excesiva de emisiones y desechos industriales excesivos (p. 99). A partir de las prácticas de observación de los objetos domésticos cotidianos, Maycroft (2017) explica que los niveles de utilidad de un objeto no se pueden medir o cuantificar, y que por esto no están incluidos de forma cualitativa en una perspectiva teórica, y, por consiguiente, no existe una teoría de la inutilidad de los objetos. La tesis de Maycroft es que constantemente se rotulan como inútiles objetos que son ambiguos o nebulosos con mucha seguridad en contra de tal incertidumbre (p. 1). Aunque los objetos rotos sean los candidatos más obvios a la inutilidad (especialmente los que ya no realizan su función principal pretendida), denominarlos como inútiles puede ser una afirmación incierta o incompleta, ya que los objetos dañados pueden adaptarse a otros propósitos o restaurar su función, al menos en parte, a través de la improvisación. Por esto, la condición de roto no es por sí sola suficiente para caracterizar un objeto como inútil. Solamente una percepción personal puede ser suficiente para decidir que un objeto es inútil (pp. 2-3). Para el autor ni la ambigüedad ni la inutilidad son cualidades físicas identificables en los objetos y sí descripciones de combinaciones generadas por las múltiples posibilidades de interpretación ofrecidas. Estas posibilidades interpretativas en sí mismas dependen de consideraciones contextuales, lugar, tiempo, experiencia previa, conocimiento, etc. Maycroft
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(2017) afirma que designar un objeto como ambiguo es, en realidad, hacer una declaración sobre lo que el observador infiere sobre este, y no una característica intrínseca del mismo objeto. La no familiaridad con un objeto y el desconocimiento de sus funciones también son relativos, y según Maycroft, llevan a percibir un objeto como inútil, variando según los juicios de cada perceptor (p. 5). El autor afirma que el simple hecho de que no se conozca otra cultura ya es un factor determinante para que sus objetos no sean reconocidos, especialmente si están alejados de su contexto material y de uso en donde tienen sentido (p. 6). Maycroft afirma que la distribución espacial de las cosas ambiguas genera su dialéctica propia; de acuerdo con la forma, tamaño, etc., del objeto, se eligen los espacios que estos van a ocupar (p. 7). Hay múltiples razones que llevan a pensar que un objeto perdió su utilidad original. Es bastante tenue la línea entre el capricho y el hecho de que un objeto realmente se haya tornado inútil. Los niveles de percepción y de conocimiento sobre el objeto y las técnicas que requiere para ser arreglado varían según el perceptor, el contexto, los sentimientos y “bagajes” involucrados en este análisis. En este sentido, sugiero que las prácticas de intercambio pueden ser grandes aliadas en el proceso de clasificar la inutilidad de los objetos, ya que pueden brindar la posibilidad de que alguien ajeno encuentre nuevas utilidades y significados para objetos olvidados, sin la necesidad de descartarlos y reemplazarlos por nuevos. La decisión por comprar objetos de segunda o vintage también brinda esa misma posibilidad: resignificar y reusar objetos ya existentes en diferentes contextos, y quizás para diferentes propósitos. Por otro lado, me arriesgo a decir que en prácticas tales como el estilo de vida minimalista, la inutilidad de los objetos casi no es evidente, por el conocimiento y aprecio que se tiene por los bienes que se adquieren, los cuales son elegidos bajo criterios de calidad y funcionalidad.
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Sobre los aspectos estéticos de los objetos, estos generan asociaciones visuales personales, las cuales cambian de acuerdo con la experiencia que carga cada perceptor, pero a la vez son muy valiosas por el ejercicio de abstracción que requieren. Por otro lado, veo que es el conjunto de la estética con la utilidad de los artefactos lo que posibilita generar un mayor grado de empatía por estos, ya que entender la función de artefactos que responden a periodos históricos específicos facilita la comprensión de su usabilidad, función y utilidad. En síntesis, entiendo que la estética del artefacto hace girar una llave sensorial, lo que más tarde, a través del entendimiento de su función, generará la combinación perfecta para activar la empatía de forma más completa y eficaz. El cambio en el internet previsto por Duncum (1999), ya es una realidad. Aunque todavía existan imágenes unidireccionales, el ciberespacio posibilita que estas sean interactivas. Salvo los que no tienen acceso a internet, casi todas las personas se sienten participantes, en alguna medida, en la construcción de los productos de sus marcas favoritas, por ejemplo. Aunque esa participación pueda ser benéfica en términos de participatividad, la difusión excesiva de productos e imágenes cargados de ideologías ha construido consumidores visuales masivos, compulsivos y superficiales, sin decir que esta exageración trae consecuencias que se extienden a la vida personal y afectan el planeta. El contexto posindustrial se caracteriza por la multiplicidad de estímulos visuales, los cuales, a través de la combinación de innumerables imágenes conforman una percepción a nivel físico y emocional, en los más distintos perceptores. Pienso que la percepción de la vida cotidiana podría ser comparada con un gran moodboard6, el cual cambia constantemente y genera asociaciones en las que cada individuo selecciona, de manera inconsciente y al tiempo subjetiva,
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Herramienta de síntesis y conceptualización visual.
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los elementos visuales que serán parte fundamental de la estructuración de sus pensamientos, sentimientos, acciones, preferencias, etc. Con respeto a los sites of everyday aesthetics, los interpreto como el reflejo de lo que está pasando en el mundo. Analizar conceptos que reconocen la importancia de la cotidianidad me hace reflexionar sobre el remiendo como una de estas acciones cotidianas que podrían ser observadas con un nivel más alto de conciencia y atención, tanto en su estética como en su área visual, ya que históricamente esta práctica ha pasado del espectro de la esencialidad al espectro de la obsolescencia programada, siendo muy importante entender los agentes sociales y económicos involucrados en esta transición para recuperar su esencialidad. La pérdida de la costumbre y el interés por remendar se configura en una sociedad en la que no solamente se olvidaron las técnicas manuales, sino también, en un nivel más profundo de reflexión, se olvidó cómo relacionarse de manera colaborativa para el bienestar colectivo. Si acciones sutiles cotidianas tales como remendar recibieran más atención, percepción e interpretación quizás la comprensión de las interpretaciones visuales del remiendo cotidiano podrían aportar a la comprensión del individuo sobre el lugar que ocupa en el mundo. El poder de las dinámicas cotidianas consiste justamente en que su carácter de realización inconsciente o automático tiene la capacidad de generar patrones de comportamiento, de pensamiento e ideologías esenciales para la construcción de la sociedad. 2.2 Rescate contemporáneo de la domesticidad femenina Después de notar que en los últimos años se han rescatado varias prácticas de la domesticidad femenina, creo que es importante analizar a este fenómeno bajo diferentes perspectivas teóricas, con el objetivo de entender las motivaciones e impactos que han generado y cómo los mismos están relacionados con el remiendo como resistencia anticonsumo.
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Al analizar cómo las revistas feministas de la tercera ola han difundido la política de la domesticidad a través de activismos textiles en Estados Unidos, Groeneveld (2010) argumenta que aunque muchas personas no están totalmente convencidas de que estas prácticas sean necesariamente políticas, existen varias maneras de hacer política (p. 267). Groeneveld (2010) cuestiona: “¿Para quién se está reconfigurando la domesticidad? ¿De quién se está reclamando la domesticidad?” (p. 260). En su análisis crítico, la autora contextualiza históricamente los discursos del “nuevo tejido” presentes en dichas publicaciones, las cuales se ubican en un una intersección políticamente ambigua de privilegio, complicidad y resistencia (p. 260). Según la autora, las publicaciones feministas de la tercera ola han recuperado el tejido como un pasatiempo divertido, moderno y político, el cual está construyendo un lenguaje muy particular en la conformación del arte feminista emergente así como la domesticidad dentro de los feminismos de la tercera ola (p. 260). Al narrar cómo se popularizaron las artesanías y los negocios independientes de mujeres a través de internet y cómo el tejido siempre estuvo asociado a una esfera privada feminizada, Groeneveld (2010) hace énfasis en cómo estas prácticas han recuperado aspectos agradables de la domesticidad, los cuales estuvieron olvidados principalmente durante el periodo del feminismo de la segunda ola, donde varias mujeres abandonaron los cuidados de sus casas para dedicarse a la carrera profesional. Por otro lado, la autora es consciente de que el reclamo de la domesticidad es una opción direccionada a mujeres de clases media y alta, ya no es una realidad para muchas mujeres de clases sociales menos favorecidas que necesitan trabajar para sustentar a sus familias (Phelan, 1993). Sobre las interseccionalidades de este grupo de mujeres, Groeneveld (2010) cuestiona: ¿La construcción discursiva del tejido de punto como actividad de ocio para un grupo
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demográfico relativamente estrecho refleja quién teje realmente? ¿Cómo entienden los lectores su propia participación en las prácticas de elaboración? ¿Cuáles son las implicaciones políticas de “reclamar” este tipo de actividades domésticas? (p. 265) Bratich y Brush (2011) entienden el resurgimiento del interés por recuperar la domesticidad, y las prácticas comunes de esta, como una respuesta a la posmodernidad y a la cultura popular, así como la necesidad de visibilizar a lo doméstico para hacerlo transitar en esferas públicas. También identifican el impacto de los slow movements en la sociedad contemporánea en contraste con los hábitos equivocados de consumo cultivados desde la era industrial, defendiendo que el simple hecho de practicar artesanías en el contexto contemporáneo ya es una protesta personal en contra de la cultura de la velocidad (pp. 235-236), ya que al realizarlo, de manera consciente o no, se resiste al consumo desmedido. También afirman que las prácticas DIY tienen el poder de construir de comunidad a través de estrategias colaborativas, interactivas y performativas (Robertson, 2006), las cuales se han apropiado de los espacios físicos y digitales y se hacen presentes desde el contexto más activista y evidenciado hasta el contexto doméstico más sutil. Son múltiples las posibilidades para demostrar los hechos de las mujeres, promover acciones relevantes, sostenibles y generar comunidad y concientización por parte de quienes presencian dichos hechos (p. 247). Jessica Bain (2016) argumenta que el renacimiento de las prácticas de costura puede estar motivado por culturas de austeridad, o por una forma de conservadurismo nostálgico y regresivo interpretado como posfeminista, teniendo en cuenta las evidencias de un respaldo más político al actual resurgimiento de la costura y una serie de actividades que pueden leerse como feministas (p.64). La autora hace un recorrido por la relación históricamente problemática entre las culturas
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domésticas y el feminismo, con el fin de explorar empíricamente la política de la costura contemporánea y cuestionar de qué manera se puede conceptualizar la confección doméstica como un compromiso intencional con el feminismo, y también cómo estos pueden contribuir a los objetivos del feminismo, sin intencionalidad explícita. Las redes sociales han proporcionado espacios para construcción de comunidad entre los llamados costureros digitales. Por su parte, la popularidad del tejido en la última década ha transformado su estereotipo de abuela en algo moderno que se puede utilizar para fines políticos (p. 57). Bain (2016) cuestiona las motivaciones para rescatar técnicas de costura en un contexto donde las prendas son tan accesibles, preguntándose si la importancia de dicha recuperación en un contexto cultural de posausteridad podría estar vinculada a un deseo nostálgico por recordar una habilidad perdida o si sería una necesidad inherente de crear y hacer en vez de solamente consumir. Además, Bain cuestiona si habría un deseo de volver a las prácticas e identidades domésticas femeninas (pp. 57-58). Ella también cuestiona qué tan aceptable sería el rescate de dichas técnicas para las feministas, cómo se podría conceptualizar el renacimiento de la confección doméstica contemporánea como un compromiso intencional con el feminismo y de qué manera la confección doméstica podría contribuir a los objetivos de un proyecto feminista más amplio, sin intencionalidad explícita, considerando que esta es una distinción importante, ya que no toda costura es realizada desde una postura feminista, aunque exista la posibilidad de involucrarse inconscientemente con muchos de los objetivos feministas (Pentney, 2008). Bain (2016) afirma que estos fenómenos ayudan a cuestionar el papel de la feminidad en el contexto actual. En su concepto, es necesario explorar nuevas formas de pensar el rol de la domesticidad en la vida social, económica y cultural en vez de simplemente condenarla como un
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sitio de opresión y aburrimiento ni celebrar la domesticidad como una expresión de la virtud femenina (p. 59). Así mismo, afirma que una de las motivaciones de las influencias de la costura es el compromiso con prácticas de vestimenta más sostenibles y éticas; además de representar políticas personales, es un espacio para desarrollar una identidad y un estilo individuales (p. 64). Entre los hallazgos encontrados en esta investigación, está la evidencia para suponer que el renacimiento del interés por las técnicas de costura es promovido por una nostalgia de la austeridad. Históricamente, acciones como coser, remendar y alterar prendas ciertamente estaban asociadas a nociones de frugalidad (p. 65). Finalmente, Bain (2016) argumenta que aunque exista una clara motivación para la justicia social y la igualdad de género dentro del marco del slow fashion, debe haber una flexibilidad para aceptar y permitir que algunos costureros puedan involucrarse con estas prácticas a partir de una noción de política ambiental o de desarrollo, en lugar de una posición feminista per se. Además, afirma que la costura no necesita ser feminista, y que sería demasiado simplista ver todas las formas de nueva domesticidad como regresivas o posfeministas, también debe haber cautela para considerar todas las formas de costura contemporáneas como algo implícitamente feminista, ya que hay muchos costureros que no se identifican como feministas o que son antifeministas (p. 65). Hall y Jayne (2016) analizan las motivaciones detrás de las prácticas contemporáneas de confección y costura, haciendo un paralelo entre la “nueva austeridad” y la austeridad posguerra mundial en Inglaterra. A través de la geografía de las amistades reconocen la importancia de los encuentros textiles de costura para crear espacios de socialización. Para argumentar sobre el fenómeno de las prácticas de confección y costura en un contexto contemporáneo, los autores parten de la idea de que la motivación para el rescate de prácticas
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artesanales puede estar asociado a la crisis económica del 2008, la cual puede haber generado “la nueva austeridad” (p. 217), que se asemeja a la austeridad posguerra de Inglaterra, pero a su vez proviene de un conjunto de condiciones socioeconómicas y políticas muy diferentes a las de este periodo (p. 229). Los autores se enfocan en temas como el feminismo y las prácticas de artesanía; la austeridad, la moda y el consumo; la amistad y los encuentros. Dichos temas permiten teorizar sobre las espacialidades cotidianas de las culturas contemporáneas de artesanía (p. 216). Según los autores, estas “nuevas prácticas de austeridad” se ven reflejadas en series de televisión, revistas y sitios web, los cuales rescatan prácticas artesanales, culinarias y de cultivo, como si fueran una respuesta bien sucedida a la crisis económica vivida durante y entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Los autores hacen especial referencia a la campaña nacional inglesa Make do and mend, la cual fue facilitada por el Gobierno británico durante la pos guerra, en un contexto de escasez de prendas, posibilitando la valoración de los oficios artesanales textiles (p. 216). Además de teorizar sobre el alcance del papel político y social de la confección, los autores consideran que el estudio de la confección puede contribuir en debates académicos más amplios sobre el feminismo, la artesanía, la austeridad, la moda, el consumo, la amistad y los encuentros (p. 218). A través de numerosas y superpuestas geografías sociales, culturales, políticas y morales de la confección, el objetivo de los autores es comprender las prácticas, los procesos emocionales y corporales relacionados con el consumo, la austeridad y la artesanía (pp. 228-229). Hall y Jayne (2016) afirman que existe una discriminación sexista con relación a los oficios artesanales. Mientras oficios de dominación masculina, tales como herrería, carpintería y platería son considerados especializados, oficios artesanales de dominio femenino como la costura, el acolchado y el tejido no son calificados de la misma manera (McRobbie, 1997), lo que evidencia
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la urgente necesidad de reconocer las diferencias y las diversidades, así como las similitudes existentes entre los distintos tipos de artesanías (p. 217). La confección es una práctica que puede tener múltiples identidades, y que puede ser practicada como hobby, pasatiempo, tarea doméstica, habilidad, talento, profesión u ocupación. Dichas identidades no son estáticas sino que se pueden superponer y contradecir (p. 219). En cuanto al valor del oficio de confección, Hall y Jayne (2016) afirman que este también se basa en quienes lo realizan. Una de las razones por las que el diseño de modas ha ocupado una posición de estatus baja se debe a que se asocia a intereses femeninos y a la domesticidad (McRobbie, 1998, p. 32). Hall y Jayne (2016) narran que el fenómeno de los encuentros textiles realizados en espacios públicos o comerciales (los cuales muchas veces se complementan con interacciones virtuales), han sido poderosas formas de activismo, ya que ofrecen alternativas a algunas historias políticas, económicas, sociales, culturales y espaciales a través de actividades aparentemente divertidas (pp. 219-220). Dichos activismos visibilizan la domesticidad y la feminidad, además de generar conciencia hacia los oficios femeninos no remunerados considerados obligación de la mujer (p. 223). Los autores explican que la geografía de las amistades es un tema muy reciente que surgió de la necesidad de profundizar sobre sitios y prácticas espaciales cotidianas, resaltando el fenómeno del papel de los encuentros textiles para reafirmar amistades (de forma privada o pública) y también como generadores de espacios donde se pueden hacer nuevas amistades (p. 226). Acciones como compartir, prestar y tomar prestado (muy recurrentes en estas prácticas) crean conexiones emocionales y materiales que generan amistades (p. 228).
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2.3 El nuevo consumo: buscando diferenciación para dejar huella Al analizar cómo han cambiado las prácticas de consumo en el periodo posindustrial, Campbell (2005) presenta nuevos tipos de consumidores, tales como el modern craft consumer, el cual se configura como un perfil de consumidor que se apropia de las prácticas de craft y DIY como un medio para ejercer su creatividad para no dejarse alienar por el sistema capitalista (Campbell, 2005). Campbell define tres tipos de consumidores: el primero, the hero, es un actor activo, calculista y racional, consciente de la escasez de recursos y que maximiza la funcionalidad de sus compras; el segundo, the dupe, es un consumidor pasivo, manipulado y explotado por las fuerzas del mercado, el cual se siente “obligado” a consumir según la manera impuesta por el sistema capitalista (Slatter, 1997, p. 33); el tercero, the craft consumer, según Campbell (2005), es el reflejo del impacto de la filosofía posmoderna sobre el pensamiento social, donde el consumidor es un actor racional, el cual manipula de manera consciente los significados simbólicos que se asocian a los commodities, seleccionando a los productos con la intención de usarlos específicamente para crear una impresión, identidad o estilo de vida determinados (Featherstone, 1991). Las motivaciones de consumo de este perfil de consumidor están en el deseo por engranarse en actividades creativas, de autoexpresión de manera consciente para lograr sus propios fines (p. 24). El autor hace un paralelo entre la relación del pensamiento social y el concepto del craft, afirmando que esta actividad se convirtió en el símbolo de la era premoderna, ya que argumentar a favor de las virtudes de este modo de producción era equivalente a oponerse a la modernidad. Además, afirma que la suposición de una dicotomía básica entre producción artesanal y máquina todavía sostiene gran parte del pensamiento contemporáneo, y el artesano aún se enfrenta a una división del trabajo que implica la separación del diseño y la fabricación, una dicotomía que lleva
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consigo el contraste implícito, sino explícito, entre trabajo inalienable, humano, auténtico y creativo por un lado, y puramente mecánico, insatisfactorio y alienante, por el otro (p. 25). Según Campbell (2005), la definición original del craft consiste en el hecho de que el craft producer ejerce el control sobre todos los procesos involucrados en la fabricación del bien en cuestión, tales como la elección del diseño del producto y de los materiales necesarios para su factura. Todos los procesos de realización son directamente supervisados por el craft producer, el cual invierte a sí mismo y a su personalidad en el objeto producido. El craft es tradicionalmente considerado la expresión de los aspectos más humanos, creativos y auténticos de la naturaleza humana (p. 27). Por esto, para referirse a actividades en las que los individuos diseñan y fabrican sus propios productos de consumo se utiliza la expresión craft consumption (p. 27). El craft consumer es alguien que transforma “productos básicos” en objetos personalizados o “humanizados”, ya que tal consumo generalmente se caracteriza por la simultaneidad entre habilidad y dominio, así como para la creatividad y la autoexpresión. El autor afirma que la inapropiedad de emplear el término craft en la sociedad contemporánea, se debe a la prevalencia de la máquina. Por otro lado, Campbell afirma que no se puede definir el craft como la ausencia completa de máquinas, debido al hecho de que hay labores manuales en las cuales el humano está a cargo de la máquina y no la máquina del humano (Campbell, 2005, p. 28). Campbell define la apropiación, la personalización y la customización como acciones que brindan a quienes las practican un sentido de propiedad, diferenciación o de dejar huella. Aunque dichas acciones no respondan al original sentido del craft, ya que se apropian de commodities ya existentes no desarrollando algo desde ceros, hay cada vez más personas eligiendo elaborar manualmente sus productos de forma exitosa (pp. 29-33).
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También afirma que los craft consumers están más preocupados que las otras personas por los posibles efectos “alienantes” y homogeneizadores del consumo masivo, y por esto son entusiastas de las manualidades, ya que probablemente las vean como la forma adecuada de resistir con éxito tales presiones (Holt, 1997). El autor afirma que sugerir el potencial que tiene el craft consumption no implica negar que su crecimiento no sea, al mismo tiempo, completamente funcional para la expansión continua del capitalismo de consumo o que, irónicamente, puede que no sirva para brindar nuevas oportunidades de mercantilización (p. 36). El autor afirma que los craft consumers quieren utilizar los productos de formas cada vez más expresivas y creativas, con el fin de entender su potencial y expresar su identidad por medio de accesorios. Además afirma que en el caso de que esta tendencia continúe, en un futuro próximo existirá la posibilidad de una sociedad posmoderna en la que el craft consumption no será simplemente la forma dominante de consumo, sino también el modo principal de autoexpresión individual (p. 40). Desde mi perspectiva percibo el craft consumption como un término medio entre el consumo masivo y el craft, ya que ha desacelerado las prácticas convencionales del consumo moderno y las ha reemplazado por nuevas prácticas que responden al contexto posindustrial y a la necesidad de descommodizar el planeta. Sobre el concepto de creatividad, considero que no siempre es necesario crear algo desde ceros para ser considerado creativo. Por otro lado, innovar o crear algo totalmente inesperado y nuevo a partir de lo que ya se tiene, además de creativo es recursivo. La ventaja del modern craft consumption es justamente poder utilizar un commodity ya existente como “materia prima” para perpetuar la historia única de cada objeto. Aunque la definición original de craft implique concebir, diseñar, realizar y finalizar algo participando
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activamente de todo el proceso, el modern craft consumption genera prácticas de optimización y recursividad, las cuales son más benéficas para el planeta. Retomando el tema de la recuperación contemporánea de la domesticidad iniciado al inicio de esta sesión, aunque yo entienda que desde el punto de vista de Groeneveld (2010) la recuperación de la domesticidad no contempla algunas interseccionalidades entre clase y raza (Groeneveld, 2010), me pregunto: ¿No sería justamente el feminismo de la tercera ola el que estaría caracterizado por la gran variedad de movimientos feministas direccionados a contextos específicos? Desde el punto de vista de la sostenibilidad no veo como un problema que la recuperación de la domesticidad sea predominantemente para las mujeres jóvenes de clase media, teniendo en cuenta que precisamente estas mujeres han sido responsables por gran parte del consumo mundial, y ahora tienen la posibilidad de revertir este cuadro dañino a través de la recuperación de dichas prácticas. Además, este grupo de mujeres tiene el potencial de lanzar tendencias que otras mujeres pueden seguir. Con respecto al alcance potencial que puede ser generado por influenciadoras digitales de activismos domésticos, pienso que dichas mujeres tienen en su favor las herramientas y conciencia adquiridas por medio de la educación que, al tiempo, demandan una inmensa responsabilidad con respeto a la cualidad y relevancia del contenido que se produce, tanto para mejorar la calidad de vida de los espectadores, como, a nivel macro, para potenciar el cambio de dinámicas equivocadas de consumo. Por otro lado, considero supremamente importante que cada persona sea consciente de su lugar en la sociedad en términos de privilegios y que más allá de cultivar el pensamiento de que toda práctica de costura debe responder necesariamente a activismos feministas, es importante
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tener la flexibilidad para, a veces, sacar el tenor feminista de este estudio, para que estas prácticas y discusiones puedan llegar a otros espacios también. 2.4 Dónde empezó mi experiencia anticonsumo Mucho antes de ser consciente de la dimensión de las temáticas que abarcaría en mi tesis ya sentía un interés especial por las prácticas sostenibles. Aunque mi conexión con estos temas fuera más intuitiva, existía un algo que generaba identificación. Todo empezó a tomar forma cuando, en el 2015, leí el primer libro de Marie Kondo (2015), la japonesa experta en organización personal. Tanto el libro titulado La magia del orden como su método de organización, konmari, me llevaron a una primera reflexión con respecto a la pérdida estructurada de la consciencia sobre lo que se tiene. Dicha pérdida acompaña el cultivo de una, también estructurada, cultura del desechable, la cual se extiende a la pérdida de la conciencia, del respeto y del honor por la materia, más específicamente por los objetos que nos sirven en la cotidianidad. Además percibí que, lo que yo llamaría comportamiento desechable estructurado, nos hacía perder la familiaridad con las prácticas de remiendo, reparo, mantenimiento y cuidado, cambiándolas por la felicidad instantánea prometida por la facilidad de la rápida adquisición y accesibilidad ofrecidas por las prácticas convencionales del consumo, tanto material como ideológico. Pero devolviéndome un poco a mi proceso de deshacerme de lo que ya no me traía alegría, despúes de analizar uno a uno de mis objetos bajo la pregunta recomendada por el método konmari (Does it spark joy?), vendí muchas cosas, doné otras y realmente me sentí aliviada por poder visualizar en mi guardarropa y ambiente doméstico solamente aquellas cosas que realmente me
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gustaban y tenían significado. ¿Por qué mantuve por tanto tiempo cosas que ya no utilizaba o no me gustaban? ¿Por qué fue tan difícil deshacerme de regalos que solamente tuvieron significado en un momento específico? Estas eran preguntas que me resonaban constantemente. Empecé a investigar más sobre el minimalismo como estilo de vida y sobre las personas que eligen vivir en las llamadas tiny houses para mejorar su calidad de vida. De manera gradual y en la medida de mis posibilidades me iba apropiando de estos discursos. Aunque todavía no fuera consciente de que estos movimientos eran titulados slow movements, sabía que podrían ser potencialmente poderosos para el cambio social. Fue a comienzos del 2017 que asistí al documental The Minimalists, el cual amplió mis horizontes hacia la urgente necesidad de cambiar radicalmente los hábitos de consumo de la sociedad actual por unos más éticos, más conscientes y que priorizaran una mejor calidad de vida con un ritmo menos acelerado. Se hizo evidente la relación inversamente proporcional entre consumo y calidad de vida: entre más bienes se adquieren, más se tiene que trabajar para pagarlos; menos tiempo se tiene; menos se disfruta de lo que se compró; más se compra para llenar el vacío interior con bienes cargados de promesas de lo que se podría hacer si no se estuviera trabajando todo el tiempo. Es un ciclo abrumador. De manera más introspectiva y crítica empecé a reflexionar respecto a que incluso slow movements podrían apropiarse de discursos éticos, conscientes y sostenibles para mercantilizar las buenas prácticas y vender de forma masiva. Me sentía fuera de control y me preguntaba si otros también estarían preocupados con esta temática. Me incomodaba la dualidad en esa mercantilización: al mismo tiempo que tenía el potencial para generar una conciencia colectiva hacia mejores hábitos de consumo, abría espacio para nuevos modelos de negocio capitalistas. Ante una realidad de consumismo desmedido, me preguntaba: ¿Qué tan necesaria y relevante es la
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mercantilización de las buenas prácticas? ¿Existiría un punto intermedio entre la necesidad, el deseo y la urgencia por resolver la crisis planetaria? Otro asunto que me resonaba eran las etiquetas. ¿Sería indispensable pertenecer a grupos específicos para practicar los slow movements o acciones cotidianas con el potencial de frenar el consumismo? ¿Tendrían las acciones sutiles cotidianas algún tipo de poder? Yo suponía que sí, pero todavía no tenía cómo comprobarlo. Mi primer contacto con las teorías del activismo textil, en el segundo semestre de la maestría en el 2018, fue clave para ampliar mi entendimiento sobre la importancia de las prácticas domésticas cotidianas, más específicamente las prácticas textiles, pasando a entenderlas como labores de dominio femenino, cargadas de historia y significado. Aunque estas respondieran a un conocimiento valioso tradicionalmente pasado de generación en generación, aun así eran injustamente consideradas como prácticas inferiores, sin ser reconocidas como conocimiento. Luego, después de escoger el tema de mi tesis de maestría, hice un propósito personal para estar totalmente inmersa en este tema: incorporaría, dentro de mis posibilidades, pequeñas acciones sutiles anticonsumo en mi cotidiano y en mi ambiente doméstico, con el objetivo de confrontarme, en la práctica, con la deconstrucción del modelo tradicional de consumo. Decidí no comprar más ropa y solamente ejercer prácticas de mantenimiento, remiendo, reparo e intercambio. Aunque siempre he sido una consumidora controlada y que compra solo cuando realmente necesito algo, a veces compraba cuando realmente algo me gustaba. La primera vez que me sentí tentada a comprar algo fue meses después de haber hecho este propósito, un día en el que entré a una tienda de ropa que antes me gustaba mucho. Estaba todo en promoción y me gustó mucho un suéter que vi, pero no lo compré para ser fiel a mi promesa de no consumir.
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Paralelamente a la decisión de no comprar ropa durante el periodo de la tesis descubrí prácticas alternativas de consumo tales como thrift shops, tiendas de segunda y el Swap Uniandes7. Las reglas para participar del evento eran sencillas: la cantidad de prendas, zapatos, accesorios u objetos que se llevan a los organizadores corresponde a la cantidad de objetos que se pueden intercambiar el día del evento. En mi primer Swap llevé 13 prendas que ya no utilizaba, las cuales intercambié por otras 13 que utilizaré mucho más. El Swap Uniandes me llevó a la reflexión de que, aunque sea parte de la vida aburrirse de los objetos cotidianos, sea porque estos ya cumplieron sus ciclos o simplemente no cumplen más sus funciones originales, es necesario ser consciente de la existencia de prácticas alternativas a las prácticas tradicionales de consumo, no solo por un tema de recursividad, sino principalmente por la necesidad urgente de repensar las prácticas equivocadas de consumo. No se trata simplemente de destruir las grandes industrias pero sí de apostar por un mejor estilo de vida. Después de hacer este propósito pude sentir en la piel la diferencia entre la necesidad y el deseo, especialmente con respecto a la compra de ropa. No comprar ropa nueva me hizo más creativa, ya que me condicionó a innovar dentro de mis posibilidades y hacer nuevas combinaciones entre mis prendas. Además, me hizo más consciente de lo que tengo en términos de cantidad, calidad y necesidad de mantenimiento y reparo. Otra decisión importante incorporada para disminuir mi consumo fue reducir la cantidad de taxis que tomaba para ir a la Universidad. Decidí que los taxis serían solamente para situaciones de emergencia, ya que el trayecto entre mi casa y la Universidad es de 20 minutos caminando.
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Swap Uniandes es un evento de intercambio de prendas, zapatos, accesorios y objetos que ocurre dos veces
en el semestre en la Universidad de los Andes.
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Empecé a caminar más, lo que de cierta manera mejoró mi calidad de vida, además de significar un ahorro financiero. También, pude familiarizarme con el transporte público de Bogotá. Durante el periodo de escritura de la tesis decidí hacer un registro fotográfico de todos los objetos de mi ambiente doméstico cotidiano que se dañaron, necesitaron mantenimiento o resignificación. El objetivo de este registro fue fortalecer mi conciencia sobre la obsolescencia programada y sobre la necesidad de insistir por extender la vida útil de los objetos que nos sirven en el cotidiano y usar lo que se tiene.
Figura 3. Inventario de objetos domésticos rotos [cuadrícula fotográfica] Fuente: Aune, G. (2019).
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A primera vista, estos objetos parecen estar en perfecto estado, pero al observarlos de manera más cercana se perciben las imperfecciones que tienen, las cuales requieren tiempo para ser reparadas. La falta de tiempo ha sido una fuerte razón para tomar la decisión de deshacerse de los objetos antes incluso que pensar en darles una segunda oportunidad. Cuando compré este jean, tenía un aspecto roto y deshilado que me gustaba mucho. Pero con el tiempo, el roto que tenía se agrandó tanto que llegó al punto en que no podía usarlo en todas las ocasiones. Hasta que en abril, en la Fashion Revolution Week, tuve la oportunidad de aprender a zurcir manualmente en un taller de remiendo dictado en la Universidad de los Andes. Este fue el resultado:
Figura 4. Proceso de zurcido manual [cuadrícula fotográfica] Fuente: Aune, G. (2019). La experiencia de insistir en darle una nueva oportunidad a este pantalón me sorprendió, ya que el resultado me dejó tan contenta que ahora lo voy a utilizar mucho más que antes. Esto refuerza mi pensamiento de que la conciencia colectiva de la existencia de nuevas alternativas frente a las prácticas comunes de consumo es muy potente para mejorar la calidad de vida y la situación del planeta.
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Capítulo 3. ¿Qué te hace remendar? 3.1 Un inventario de las motivaciones para remendar en la actualidad Más allá de buscar entender la importancia del remiendo en mi ambiente doméstico cotidiano, decidí que para validar mi hipótesis de investigación sería necesario entender las razones que motivaban a otras personas a remendar. 3.1.1 Convocatoria en las redes sociales Consciente del potencial alcance, practicidad y accesibilidad de las redes sociales, lancé una convocatoria en Facebook, Instagram y WhatsApp con el objetivo de recolectar fotografías e historias de objetos cotidianos remendados. La campaña duró un mes y las publicaciones se realizaron en español, portugués e inglés para que fuera más incluyente.
Figura 5. ¿Qué te hace remendar? Fuente: Aune, G. (2019).
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El texto que desarrollé para acompañar la publicación decía lo siguiente: ¡Estoy buscando personas que quieran participar en mi tesis de maestría! El tema es “Remendar como metáfora de resistencia anticonsumo, por medio de activismos sutiles, desde un lente feminista”. Participar es muy fácil. ¿Sabes de algún objeto cotidiano que tiene mucho valor para ti y que ya lo remendaste/arreglaste para no tener que deshacerte de él? Envía a mi correo electrónico una foto de ese objeto, junto con una breve descripción explicando por qué ese objeto tiene tanto valor para ti y cómo haces para preservarlo. ¡Así, tu foto y descripción podrán formar parte de mi tesis y contribuir a que el mundo sea un lugar mejor! Si puedes compartir la publicación para que más gente participe, quedaré muy agradecida. El objetivo de la convocatoria fue fusionar la investigación teórica con el análisis cualitativo que presentaré en secuencia, con el fin de generar metáforas de orden filosófico y reflexivo que invitaran a repensar el remiendo como una acción anticonsumo. 3.1.2 Las 4 erres Retomando el tema de que siempre hay una ruptura que precede la necesidad de remendar, en un primer análisis de los objetos recibidos identifiqué cuatro motivaciones principales para remendar que también contemplaron las rupturas. Dichas motivaciones fueron nombradas “Las 4 erres”: 1) reparar: cuando hay una ruptura física o material de un objeto se remienda para repararlo; 2) resignificar: cuando hay una ruptura en el significado de un objeto se remienda para resignificarlo; 3) recordar: cuando existe una prevención con la ruptura de un objeto querido se remienda para preservar recuerdos; 4) recursividad: cuando existe una ruptura de estigma o una concientización se remienda por un tema de recursividad.
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Lo interesante de las cuatro motivaciones presentadas es que se pueden combinar, ya que no siempre las personas tienen una sola razón motivadora para remendar, sino una combinación entre dos o más de estas. Luego de esta síntesis consideré utilizar softwares de análisis cualitativo para ordenar el material recibido en la convocatoria, pero resultó mejor hacer el análisis de manera convencional, ya que el material reúne historias muy personales que requerían un análisis individual. La convocatoria resultó en un total de 39 participantes, quienes enviaron 66 fotografías e historias de objetos cotidianos remendados, reparados, arreglados, resignificados, vintage y con valor sentimental, los cuales mostraré en la siguiente secuencia. El proceso de análisis cualitativo realizado consistió primero, en separar los objetos en categorías formales tales como: prendas, zapatos, accesorios, peluches, ropa de cama y baño, muebles, objetos de cocina, decoración, instrumentos musicales, antigüedades y variedades. Esta categorización tuvo como objetivos entender, de manera general, qué suerte de objetos enviaban las personas, qué remendaban y qué consideraban remendar. A continuación presento las categorías formales encontradas en la primera etapa de categorización de los objetos cotidianos recibidos. 3.1.3 Categorías formales Prendas (31)
Figura 6. Ropas [cuadrícula fotográfica] Fuente: Pantoja, B. (2019), Loureiro, P. (2019), Rossi, D. (2018), Ruiz, M. (2019), Zafra, D.
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(2019), Aune, A. (2019), Keller, P. (2019), Keller, P. (2019), Shieck, A. (2019), Bartalini, J. (2019), Gomez, D. (2019), Serrano, G. B. (2019), Muñoz, L. (2019), Muñoz, L. (2019), Keller, P. (2019), Salazar, A. (2019), Vela, C. (2019), Lelis, H. (2019), Oliveira, I. (2019), Muñoz, L. (2019), Muñoz, L. (2019), Delheim, E. (2019), Muñoz, L. (2019), Conrad, M. (2019), Salazar, A. (2019), Aune, K. (2019), Muñoz, L. (2019), Salazar, A. (2019), Aleixo, M. (2019), Gomez, D. (2019), Zuleta, M. (2019). Zapatos (4)
Figura 7. Zapatos [cuadrícula fotográfica] Fuente: Trujillo, M.A. (2019), Silva, B. (2019), Conrad, E. (2019), Silva, B. (2019). Muebles y decoración (4)
Figura 8. Muebles y decoración [cuadrícula fotográfica] Fuente: Aune, E. (2019), Soares, A.C. (2019), Pedrosa, C. R. (2019), Petereit, L. (2019).
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Ropa de cama y baño (4)
Figura 9. Ropa de cama y baño [cuadrícula fotográfica] Fuente: Aune, K. (2019), Vela, C. (2019), Pedrosa, C.R. (2019), Aune, E. (2019) Instrumentos (2)
Figura 10. Instrumentos [cuadrícula fotográfica] Fuente: Barbosa, J. (2019), Keller, S. (2019). Objetos de cocina (6)
Figura 11. Objetos de cocina [cuadrícula fotográfica] Fuente: Moraes, A. (2019), Rodrigues, S. (2019), Bartalini, J. (2019), Vela, C. (2019), Oliveira, C. (2019).
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Peluches (5)
Figura 12. Peluches [cuadrícula fotográfica] Fuente: Hernández, D. (2019), Felau, D. (2019), Oliveira, I. (2019), Domingos, N. J. (2019), Oliveira, I. (2019). Antigüedades (5)
Figura 13. Antigüedades [cuadrícula fotográfica] Fuente: Aune, K. (2019), Moya, V. A. (2019), Conrad, M. (2019), Aune, E. (2019), Conrad, E. (2019). Variedades (7)
Figura 14. Variedades [cuadrícula fotográfica]
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Fuente: Aune, K. (2019), Clajus, W. (2019), Lessa, B. (2019), Aune, A. (2019), Martins, R. (2019), Marcelino, L. (2019), Conrad, M. (2019). 3.1.4 Categorías temáticas En una siguiente etapa busqué por categorías temáticas, a través de la identificación de rasgos comunes entre los objetos recibidos. Dichas categorías responden tanto a la revisión bibliográfica realizada para la investigación como a la hipótesis8 de esta y las características comunes entre las historias y los objetos recibidos. Dichas categorías se titulan: el cuerpo, el afecto, la identidad, el recuerdo específico y el pragmatismo, las cuales responden a patrones encontrados entre las motivaciones para remendar de este grupo específico de participantes. En secuencia las presentaré de forma visual en conjunto con los testimonios que mejor ejemplifican a cada una de ellas, posibilitando un espacio de reflexión. Es importante aclarar que las categorías temáticas derivan de la síntesis de motivaciones para remendar presentada al inicio de esta sesión (Las 4 erres), así como de la investigación y análisis teoricos. 3.1.4.1 El cuerpo
Figura 15. El cuerpo [cuadrícula fotográfica]
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Hipótesis: “El remiendo como metáfora de resistencia: enfrentando el consumismo desde una mirada
feminista a través de activismos sutiles”.
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Fuente: Pantoja, B. (2019), Muñoz, L. (2019), Conrad, M. (2019), Loureiro, P. (2019), Muñoz, L. (2019), Aleixo, M. (2019), Rossi, D. (2018). Aunque sepamos que la noción del cuerpo ideal es algo socialmente construido y que racionalmente importa más el aspecto funcional del cuerpo que el aspecto estético de este, la importancia que se da a la apariencia sigue siendo motivo de descontento y conflicto interior. Al percibir que el remiendo mediaba las relaciones de algunos participantes de la investigación con sus cuerpos, decidí que sería importante levantar una reflexión sobre el papel del remiendo en la construcción de la autoestima y aceptación propia a través de algunos de los testimonios que he recibido.
Figura 16. Postal 1: el cuerpo Fuente: Aleixo, M. (2019).
Figura 17. Postal 2: el cuerpo Fuente: Pantoja, B. (2019).
Figura 18. Postal 3: el cuerpo Fuente: Muñoz, L. (2019).
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Figura 19. Postal 4: el cuerpo Fuente: Loureiro, P. (2019). El cuerpo humano tiene características sobre las que, muchas veces, no se tiene ningún tipo de control. No elegimos el cuerpo con el que nacimos. Simplemente fuimos obligados a convivir con él. Aunque algunas personas enfrenten esta realidad con naturalidad, para otras puede ser una verdadera pesadilla aceptar un cuerpo que no corresponde a las expectativas de la sociedad ni a sus propias expectativas. 3.1.4.2 El afecto
Figura 20. El afecto [cuadrícula fotográfica]
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Fuente: Keller, P. (2019), Keller, P. (2019), Muñoz, L. (2019), Serrano, G. B. (2019), Oliveira, I. (2019), Muñoz, L. (2019), Loureiro, P. (2019), Ruiz, M. (2019), Zafra, D. (2019), Aune, E. (2019), Bartalini, J. (2019), Moraes, A. (2019), Rodrigues, S. (2019), Conrad, M. (2019), Conrad, M. (2019), Conrad, E. (2019), Moya, V. A. (2019), Aune, K. (2019), Silva, B. (2019), Silva, B. (2019), Oliveira, C. (2019), Aune, K. (2019), Aune, E. (2019), Petereit, L. (2019), Bartalini, J. (2019), Aune, K. (2019), Aune, E. (2019). La representación simbólica del afecto se traduce de muchas maneras, desde la percepción de estos objetos como amuletos hasta su idealización como preciosos o no reemplazables. Para ejemplificar cómo el remiendo preserva el afecto, haciéndolo extenderse a una dimensión material cargada de significados personales, presentaré los testimonios alineados a este pensamiento, invitando a una reflexion sobre el tema:
Figura 21. Postal 5: el afecto Fuente: Aune, K. (2019).
Figura 22. Postal 6: el afecto Fuente: Moraes, A. (2019).
Figura 23. Postal 7: el afecto Fuente: Bartalini, J. (2019).
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Figura 24. Postal 8: el afecto Fuente: Keller, P. (2019).
Figura 25. Postal 9: el afecto Fuente: Muñoz, L. (2019).
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Figura 26. Postal 10: el afecto Fuente: Aune, E. (2019).
Figura 27. Postal 11: el afecto Fuente: Bartalini, J. (2019).
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Figura 28. Postal 12: el afecto Fuente: Aune, K. (2019).
Figura 29. Postal 13: el afecto Fuente: Zafra, D. M. (2019).
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Al tener una relación directa con el afecto que cultivamos, el hecho de que un objeto haya pertenecido, haya sido hecho o regalado por alguien querido, constituye importante motivación para preservarlo o hacerle mantenimiento y reparo. Al preservar y velar por ese tipo de objeto, lo que se está remendando en realidad es la memoria afectiva, al reiterar que se está cargando un pedacito de la persona amada de forma tangible en un objeto. 3.1.4.3 La identidad
Figura 30. La identidad [cuadrícula fotográfica] Fuente: Trujillo, M. A. (2019), Serrano, G. B. (2019), Delheim, E. (2019), Salazar, A. (2019), Salazar, A. (2019), Aune, A. (2019), Salazar, A. (2019), Zafra, D. M. (2019). La necesidad del ser humano por diferenciarse y ser reconocido socialmente se manifiesta en distintos niveles y de distintas maneras, sean ellas emocionales, materiales o una conjunción de estas dos. En mi investigación percibí que en algunas ocasiones se remienda para reforzar la búsqueda de una identidad propia y exclusiva. Para ejemplificar dichas afirmaciones, compartiré algunos testimonios que se relacionan.
Figura 31. Postal 14: La identidad Fuente: Serrano, G. B. (2019).
Figura 32. Postal 15: La identidad Fuente: Trujillo, M. A. (2019)
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Figura 33. Postal 16: La identidad Fuente: Salazar, A. (2019)
Figura 34. Postal 17: La identidad Fuente: Delheim, E. (2019)
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Figura 35. Postal 18: La identidad Fuente: Aune, A. (2019) En ese sentido, percibo el remiendo como una forma de expresión personal, evidenciada por un conjunto de características estéticas muy peculiares, las cuales muchas veces se materializan por medio de prácticas de customización, craft o DIY. Por otro lado, insistir en la extensión de la vida útil de objetos que, en alguna medida, representen la personalidad del individuo en cuestión también es una manera de reiterar la identidad. 3.1.4.4 El recuerdo específico
Figura 36. Recuerdo específico [cuadrícula fotográfica]
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Fuente: Lessa, B. (2019), Pedrosa, C. R. (2019), Martins, R. (2019), Hernández, D. (2019), Gomez, D. (2019), Felau, D. (2019), Espitia, E. F. (2019), Oliveira, I. (2019), Shieck, A. (2019), Domingos, N. J. (2019), Bartalini, J. (2019), Oliveira, I. (2019), Lelis, H. (2019), Zuleta, M. (2019), Barbosa, J. (2019), Marcelino, L. (2019), Keller, S. (2019). Entre las razones que motivan las personas a remendar, en mi investigación encontré una categoría muy particular, donde la realización de esta práctica se asocia a situaciones muy específicas y personales que, superadas o no, se materializan en un apego emocional hacia estos objetos. A continuación compartiré algunos de los testimonios asociados a estas afirmaciones, a modo de ejemplificarlas.
Figura 37. Postal 19: recuerdo específico Fuente: Pedrosa, C. R. (2019).
Figura 38. Postal 20: recuerdo específico Fuente: Espitia, E. F. (2019).
Figura 39. Postal 21: recuerdo específico Fuente: Felau, D. (2019).
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Figura 40. Postal 22: recuerdo específico Fuente: Zuleta, M. (2019).
Figura 41. Postal 23: recuerdo específico Fuente: Barbosa, J. (2019).
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Figura 42. Postal 24: recuerdo específico Fuente: Bartalini, J. (2019).
Figura 43. Postal 25: recuerdo específico Fuente: Hernández, D. (2019).
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El aspecto común entre los objetos de esta categoría es que todos ellos responden a situaciones del pasado tales como: malos recuerdos que no se pudieron borrar, recuerdos que tuvieron una importancia fundamental para la formación del individuo y eventos que marcaron positivamente la trayectoria de este. 3.1.4.5 El pragmatismo
Figura 44. Pragmatismo [cuadrícula fotográfica] Fuente: Muñoz, L. (2019), Gomez, D. (2019), Muñoz, L. (2019), Keller, P. (2019), Vela, C. (2019), Clajus, W. (2019), Vela, C. (2019), Aune, A. (2019), Vela, C. (2019), Conrad, M. (2019), Aune, K. (2019), Conrad, E. (2019), Soares, A. C. (2019). Durante la investigación percibí que varios de los participantes remiendan por razones pragmáticas, las cuales muchas veces están relacionadas a temas de recursividad, tanto en el sentido material, como por haber una conciencia a nivel macro sobre la crisis planetaria, por ejemplo. En el segundo caso, se remienda para enfrentarse a nuevas alternativas que reduzcan los desechos a través de la optimización de recursos. Mostraré en seguida algunos testimonios alineados a estos pensamientos.
Figura 45. Postal 26: pragmatismo Fuente: Vela, C. (2019).
Figura 46. Postal 27: pragmatismo Fuente: Gómez, D. (2019).
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Figura 47. Postal 28: pragmatismo Fuente: Clajus, W. (2019).
Figura 48. Postal 29: pragmatismo Fuente: Muñoz, L. (2019).
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Figura 49. Postal 30: pragmatismo Fuente: Aune, K. (2019). Al analizar las categorías temáticas, entiendo que la decisión de remendar, sea por cuestiones del propio cuerpo, del afecto, de la identidad, de un recuerdo específico o incluso por pragmatismo, responde a mi hipótesis de investigación, en el sentido de que todas estas motivaciones son acciones sutiles cotidianas que de forma inconsciente (o no) tienen potencial para desacelerar el consumismo. Independientemente de las motivaciones para remendar, la decisión por preservar y extender la vida útil de los objetos cotidianos, ya es, en sí misma, bastante potente.
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3.2 Metáforas sobre remiendo, cotidianidad y anticonsumo La combinación entre los procesos de investigación teórica, cualitativa y análisis de las categorías encontradas posibilitó un cuarto momento de análisis, en el que hago una síntesis y una abstracción entre varios conceptos encontrados para llevar el remiendo a otras áreas de reflexión, siempre guiadas por mi hipótesis de investigación. 3.2.1 El remiendo como amuleto El objeto remendado es la materialización de historias de vida cargadas de una mezcla única entre sentimientos y tensiones personales, los cuales son recordados de forma constante, a través de asociaciones visuales, las cuales remiten a recuerdos específicos, traumáticos o importantes, sea de manera consciente o no. La recuperación del indivíduo se materializa a través del objeto remendado. Se remiendan idealizaciones sobre los que ya partieron y nunca los conocimos, a través de una extensión de un afecto imaginado. En el caso de la pérdida de alguien conocido, el objeto heredado remienda la pérdida, adquiriendo una representación de la extensión de la personalidad, del afecto y del carácter de la persona fallecida. Al mirar el objeto remendado se remiendan situaciones del presente, del pasado y quizás del futuro: frustraciones, decepciones, arrepentimientos, pérdidas, sueños, aspiraciones. En un intento de remendar los pensamientos obsesivos y obtener progreso en la superación de eventos traumáticos, se mira al objeto remendado con la esperanza de que este brinde alguna recompensa de progreso personal en la superación de estos eventos. El objeto remendado adquiere un conjunto de calidades y significados atribuidos por el propio perceptor. Dichas atribuciones llevan a una idealización de este objeto como un amuleto.
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Por ser algo únicamente del conocimiento del perceptor, este construye, de manera muy íntima, una relación unilateral con el objeto remendado, la cual es constructiva, ya que brinda un espacio para que el perceptor se confronte con situaciones no superadas que requieren autocuidado y al tiempo permite materializar la fetichización de alguien querido en un objeto que se transforma en los más distintos tipos de materialización de la superación personal. El remiendo, más específicamente el objeto remendado, pasa a ser entonces un amuleto de representación de superación para las más distintas situaciones de la vida, remendando de forma temporal, espacial y psicológica eventos y sentimientos del perceptor. Tal amuleto, solamente comprendido por el perceptor, materializa sus bagajes, experiencias y vivencias a través de un objeto remendado. 3.2.2 El remiendo como resignificador del ser La acción de remendar brinda un espacio para pensar no solo en lo que se está haciendo, sino también en asuntos más profundos, los cuales no son accedidos con tanta frecuencia en la turbulenta rutina cotidiana. Muchos utilizan la vida ocupada como una fuga o excusa para evitar enfrentarse a esa dimensión de pensamientos. Al hacerle pinzas a un pantalón o ajustes a una prenda, por ejemplo, se enfrenta la realidad de tener que lidiar con el cuerpo que se tiene, así como las características inherentes de este y sus cambios. Al tiempo que esta acción puede familiarizar al realizador del remiendo con la normalidad de la no existencia de un cuerpo perfecto o ideal, ella también puede hacerlo enfrentarse a la necesidad de mejorar sus hábitos de vida para encontrar su cuerpo ideal: uno que esté sano y en pleno funcionamiento.
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El descontento con el cuerpo es una preocupación predominantemente femenina por la presión que siempre existió para que la mujer fuera perfecta en todas las áreas de la vida, además de la carga mediática con la que es bombardeada constantemente. Es urgente remendar la autoestima femenina y sus complejos, cultivados tan injustamente por tanto tiempo. El pantalón zurcido miles de veces, pinzado o ajustado a la cintura debido a proporciones “desbalanceadas” materializa una historia de vida. Todos estos ajustes e intervenciones son recuerdos diarios de la necesidad de aceptación propia y del cultivo de una autoestima construida más allá de dictaduras estéticas estructuradas. La prenda remendada materializa la necesidad de una búsqueda constante por la resignificación de la propia identidad y del ser. Porque al final: ¿e qué vale reinventarse física y estéticamente si no se reinventa el ser? El cuerpo y la juventud son efímeros; la esencia del ser, perdura. En ese sentido, el remiendo puede ser interpretado como una experiencia transformadora. 3.2.3 El remiendo como resistencia inconsciente La ordinariedad de los hábitos y dinámicas cotidianos, los torna casi imperceptibles. Pero observarlos de manera más cercana y cuidadosa evidencia la esencialidad de lo casi invisible para la formación de los aspectos más importantes de la sociedad, incluyendo las ideologías. Las labores domésticas de dominio femenino, además de ser consideradas ordinarias, fueron devaluadas e invisibilizadas durante mucho tiempo, no siendo reconocidas como producción de conocimiento. Entre las varias labores domésticas de dominio femenino se encuentran las técnicas textiles. Especialmente las prácticas de remiendo fueron estigmatizadas tanto estética como conceptualmente en la transición del periodo industrial al posindustrial, cuando dejaron de ser esenciales, pasando a asociarse a la fealdad y la falta de recursos materiales. ¿Debería ser el
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remiendo una acción opcional? ¿Debería ser realizado solo en situaciones de necesidad? ¿Qué es realmente la necesidad? Al analizar a Cuba, por ejemplo, es evidente que para este contexto el remiendo no se trata de una acción opcional, pero sí de una parte muy importante dentro del sistema operativo de funcionamiento de esta sociedad específica. Remendar en Cuba es una cuestión de necesidad en el sentido más literal de la palabra, siendo una variable adaptativa indispensable para vivir bajo condicionantes socio-economicas y políticas muy particulares. En contraste, en contextos donde la sociedad no depende del remiendo para sobrevivir, muchas veces es considerado innecesario y poco importante. Pero en un contexto donde la producción masiva afecta el bienestar del planeta es urgente repensar los hábitos de consumo y de descarte. De forma consciente o no las personas luchan contra la fuerza capitalista al remendar sus objetos cotidianos. Al remendar, sea para extender la vida útil de objetos queridos o solo por un tema de recursividad, aunque que el tenor anticonsumo sea algo inconsciente para muchos, el remiendo materializa una resistencia anticonsumo, ya que de alguna manera se insiste en preservar o realizar prácticas de mantenimiento y de reparo hacia lo que ya se tiene dentro de un contexto en donde predomina la cultura del desechable y brinda todas las facilidades para descartar los objetos y reemplazarlos por otros nuevos. Remendar es, muchas veces, un acto de resistencia inconsciente, porque además de su sutileza, el realizador no siempre es consciente de que remendar (y realizar otras pequeñas acciones cotidianas) es resistirse a ser connivente con la cultura del desechable y el consumismo desmedido. En ese sentido, la acción de remendar materializa una insistencia por remendar la crisis planetaria.
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Capítulo 4. Anticonsumo 4.1 Hacia una concepción del diseño sostenible Dedico esa parte a presentar la urgente necesidad de reapropiarse del remiendo como una práctica cotidiana esencial así como la necesidad de incorporar prácticas que reeduquen a las personas sobre las técnicas materiales de reparo y sus impactos positivos para el medio ambiente, para el logro de cambios políticos y socioculturales. Partiendo de que el cambio de las prácticas consumistas surge de una disposición de las personas hacia la acción de reparar, es esencial desarrollar una comprensión hacia el comportamiento de las personas antes de plantear cualquier tipo de acción para cambiar el estigma asociado al remiendo y su estética para que la opción de remendar en vez de tratar los objetos cotidianos como desechables, pueda ser percibida como una acción valiosa. Al explorar las tensiones existentes entre la visibilidad del remiendo, tanto en términos de las habilidades requeridas para realizarlo de forma vernacular, como el rol de la improvisación en las prácticas de reparo cotidianas, Maycroft (2015) enfatiza la urgencia en remendar de forma visible (p. 4). El autor presenta dos aspectos principales: remendar como una acción ocultada por la cultura del desechable y la necesidad de visibilizar el remiendo (p. 1). La principal hipótesis del autor consiste en que visibilizar el remiendo puede fomentar una propensión reparadora en las personas hacia el mundo. Al cuestionar cómo desarrollar habilidades para reparaciones específicas, el autor supone que tal vez, la respuesta esté en las prácticas de remiendo improvisadas (p. 2). Para ejemplificar la importancia de visibilizar el remiendo, Maycroft presenta la técnica japonesa de reparación de cerámicas, Kintsugi, como una forma de reparación altamente calificada, por extender la durabilidad y la vida útil del objeto (p. 1). Es importante aclarar que el remiendo, en ese caso, se hace con oro líquido, plata líquida o laca espolvoreada con oro en polvo, con el fin
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de reunir los fragmentos de la cerámica nuevamente. Por haberse rompido de manera aleatoria, cada cerámica remendada con esa técnica, se torna exclusiva. Además de darle un aspecto más refinado a la cerámica rota, el tiempo dedicado para realizar esta práctica es una manera de demostrar respeto y honor por los objetos que nos sirven en el cotidiano. Además, el remiendo visible pasa a ser la parte más importante del objeto. Maycroft (2015) resalta la importancia del rol del reparador en la decisión de visibilizar o invisibilizar el remiendo y contrasta las habilidades necesarias para realizarlos. Mientras el zurcido (visible) requiere menos habilidad con respecto a la construcción y propiedades de los materiales que van a ser utilizados, el remiendo invisible requiere un conocimiento desarrollado y más disponibilidad de tiempo para su realización. El autor también argumenta que las habilidades de remiendo no son transferibles de manera directa a alguien y que es solamente a través del conocimiento tácito y de la repetición que se aprende la técnica para reparar de manera exitosa (p. 2). Aunque resalta la importancia de reparar de forma vernacular, Maycroft afirma que los remiendos practicados de forma improvisada también pueden ser vernaculares, ya que, contrario al sentido común, el remiendo no es una medida solamente para emergencias, sino que incluso puede ser de alta calidad, reflejando el alto nivel de percepción del reparador y generando satisfacción hacia el acto de reparar (p. 3). Para ejemplificar el remiendo improvisado vernacular, Maycroft (2015) presenta a Sugru, un pegante moldeable y adaptable a cualquiera superficie, creado por la inglesa Jane Dhulchaointigh en el año 2010, con el objetivo de motivar las personas a extender la vida útil de sus objetos cotidianos de manera personalizada, divertida y visible. Sugru está disponible en muchos colores y se vende en todas partes del mundo, además de haber generado una gran
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comunidad de reparadores en las redes sociales, en donde las personas pueden compartir distintas formas de remiendo improvisado utilizando el producto. Además, Sugru presenta un lenguaje estético muy propio, lo que resignifica la percepción de los aspectos estéticos del remiendo. Sobre construcción de comunidad, Alison Gwilt (2014) explora cómo se podrían revitalizar los enfoques basados en esta para reparar prendas y examinar los roles potenciales para el intercambio de conocimientos en línea, basados en la construcción de comunidad y en la revisión de los procesos y estrategias de reparo. Para eso, hace un recorrido para entender el vínculo entre el desperdicio del material textil y las prácticas de uso así como la necesidad de una reconexión por parte de las personas hacia la acción de remendar, y sus pensamientos acerca de la reparación de prendas. Además, estudia el caso del proyecto “Make, Do and Mend” con el fin de obtener los primeros descubrimientos y aproximaciones sobre el tema. La autora describe la existencia de un nuevo interés por el potencial creativo del remiendo para alterar y personalizar prendas, especialmente por parte de las comunidades de artesanías que se generan en línea. Por otro lado, la sociedad convencional sigue desechando las prendas en vez de repararlas o darles un nuevo significado. Gwilt (2014) es consciente de que si las personas se involucraran en actividades de remiendo, la realidad de desechos textiles podría ser bastante diferente, pero afirma que la atracción por la ropa nueva y relativamente barata sigue siendo un comportamiento colectivo que genera preocupación (p. 2). Gwilt enfatiza la importancia de reemplazar la noción de la moda como algo desechable por una noción en la que sea algo valioso, digno de atención y mantenimiento La autora percibe los desechos textiles no solo como consecuencia del aumento de productos de bajo costo en un mercado saturado, sino también como una consecuencia de prácticas arquetípicas dañinas diversas, empleadas por los consumidores en el momento de utilizar las prendas, así como las distintas
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rutinas de cuidado y mantenimiento de estas (p. 2). La preocupación de la autora consiste en encontrar una manera de motivar a las personas para que se comprometan con las prácticas de reparo (p. 3). Según Gwilt (2014) es urgente levantar el tema de la responsabilidad en el vestuario, para que tanto los diseñadores apoyen cada vez más la reparación de las prendas de moda, como los usuarios reparen sus ropas para seguirlas usando (p. 6). La autora cree que las estrategias que siguen este tipo de táctica reiteran la necesidad de pensar la moda como algo que existe dentro de una comunidad en lugar de una industria, donde todos —proveedores, diseñadores, productores, revendedores, usuarios, reparadores y recicladores— tienen un papel (p. 7). König (2013) también cuestiona el papel del remiendo en los objetos cotidianos (p. 569), argumentando que el propio concepto de remendar remite a una sabiduría del cotidiano, así como a una actitud ahorrativa, pudiendo ser muy potente frente a la sociedad capitalista de consumo (p. 570). Además, narra sobre la preocupación que surgió por recuperar esas prácticas y técnicas a través de lo que define como el “fenómeno cultural del remiendo contemporáneo”, el cual se construye bajo causas medioambientales tales como el deseo de reducir el consumo (p. 569). König afirma que aunque iniciativas para producir bienes materiales “reparables” podrían funcionar, dependerían sin embargo de la buena voluntad de los compradores, siendo de fundamental importancia entender su comportamiento antes de proponer cambios en el consumo masivo. Por estar construido bajo las intersecciones entre género, clase y estética, el remiendo está cargado de significado cultural (p. 570). Más que una técnica o una tradición, la autora afirma que remendar es un estilo de vida (p. 571). La acción de reparar es multifacética, pudiendo ser practicada de manera grupal o individual (p. 569). Además, el remiendo es un poderoso medio para entender nuestras relaciones con los commodities (p. 571). Más allá de la pérdida de la calidad en
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los productos, hubo una pérdida tanto del interés como de las habilidades de remiendo, siendo urgente rescatarlas (p. 574). König también narra que todos los commodities tienen un significado atribuido por los fabricantes y por la publicidad. Por otro lado, el objeto remendado a mano carga el significado que le atribuye quien lo está remendando, lo que le da más significado. (p. 578). Más que habilidades específicas que deben ser asociadas a materiales específicos para lograr el remiendo apropiado, remendar desarrolla la capacidad de resolución de problemas (p. 579). Además, brinda un espacio para pensar acerca del costo real de los productos, así como su costo real y el proceso injusto de fabricación y formas de trabajo involucradas en el proceso (p. 581). Según la autora, el contexto contemporáneo brinda la posibilidad de remendar en dos dimensiones distintas, pero a la vez complementarias: los encuentros presenciales de grupos de remiendo y los espacios digitales. Ambos posibilitan fomentar conocimiento con respeto a las técnicas de remiendo (p. 581), a través de interacciones sociales intergeneracionales, donde los jóvenes tienen la oportunidad de aprender de las personas mayores expertas tanto presencialmente como en línea (p. 582). Marium Durrani (2018) presenta una investigación sobre los distintos procesos de aprendizaje que ocurren en los grupos de remiendo y los categoriza en tres tipos principales dentro del alcance de su investigación. Según la autora, los grupos de remiendo, más allá de promover construcción de comunidad, han concientizado a los participantes a mejorar sus hábitos de consumo y a conocer mejor la calidad de los materiales de las ropas para comprar objetos que tengan una mayor vida útil (Durrani, 2018). La autora narra que la práctica del remiendo ha sido identificada como fundamental para alargar la vida útil de las prendas, ya que la industria del fast fashion ha creado una cultura de
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consumo excesivo que ha llevado las personas a sustituir sus prendas antiguas por otras nuevas, reduciendo en el tiempo su uso. Otra práctica común es enviar las prendas no deseadas a tiendas de caridad, y muchas veces terminan en vertederos (p. 1). Durrani (2018) enfatiza el impacto que podría tener la participación de los usuarios en la reducción de los desechos textiles, si estos fueran debidamente orientados hacia las prácticas de mantenimiento y de reparación de prendas, ya que muchas personas carecen tanto de la habilidad como del tiempo y confianza requeridos para remendar (Fletcher, 2014). Además, el hecho de que el remiendo haya sido tradicionalmente percibido como una práctica de las personas con bajos recursos puede ser un factor distanciador (p.1). En este sentido, la autora enfatiza la importancia de los espacios comunitarios que promueven el remiendo, tales como los repair cafes, que ofrecen un espacio de intercambio de enseñanza y aprendizaje de las técnicas necesarias para lograr los más distintos tipos de reparo. Durrani afirma que las conversaciones generadas en torno a estas prácticas son enriquecedoras, ya que el entendimiento del aprendizaje como una práctica sociomaterial es esencial para que las prácticas de uso de las prendas se orienten hacia un camino más sostenible (p. 2). Durrani (2018) afirma que la comprensión de las prácticas cotidianas no se reduce a explicaciones basadas únicamente en motivaciones individuales y que en vez de centrarse solo en el “por qué” de estas prácticas, las teorías prácticas se centran en el “cómo”. Además, la investigación práctica permite asignar importancia al contexto a la medida que ocurre. La autora también señala que al adoptar un enfoque igualitario de las prácticas se rechazan las dicotomías entre mente/cuerpo, saber/hacer, objeto/sujeto, humano/no humano, individual/colectivo, y aprendizaje formal/informal. Además, define las prácticas como una forma de conocimiento situado, donde el aprendizaje es más que un resultado de procesos cognitivos individualistas (p. 3).
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En su análisis, la autora identifica tres tipos de flujos de aprendizaje que emergen a través del remiendo: aprendizaje material, aprendizaje comunitario y aprendizaje ambiental (p. 18). También identifica cuatro tipos de reparadores: Restorers: personas altamente calificadas, expertas en remiendos invisibles; redoers: pueden ser tanto expertos como iniciantes, y normalmente hacen el remiendo de forma visible; recruits: principiantes que nunca han remendado pero están abiertos a aprender diversas técnicas, pudiendo realizar tanto remiendos visibles como invisibles; reluctants: dan sus prendas para que otros las remienden, prefiriendo el remiendo invisible y asemejándose a los restorers. (Durrani, 2018, p. 9) Durrani enfatiza que los dos primeros tipos de reparadores se enfocan en el rediseño y en el mantenimiento de las características originales de las prendas. Además, señala que los reparadores no profesionales pueden moverse entre estas categorías o compartir algunos de los mismos rasgos (p. 9). Entre los varios beneficios de participar de los grupos de remiendo, Durrani afirma que aprender a cuidar mejor de las prendas y hacerles mantenimiento a través de la reparación, ayuda a devolverle el valor a una práctica simple pero a su vez poderosa para normalizar el remiendo “una puntada a la vez” (p. 17), además de generar conciencia colectiva sobre la importancia de apoyar comercios independientes y transformar las prácticas de consumo, acelerando sistemáticamente las transiciones hacia prácticas sociales y ambientales positivas, con el fin de minimizar los desechos a través de pequeñas prácticas cotidianas, tales como: comprar menos, comprar mejor y cuidar más las prendas que tienen (p. 18). Sobre la normalidad de las prácticas de reparo en el ambiente doméstico cotidiano, Kirsi Laitala e Ingun Grimstad Klepp (2008) narran sobre la ordinariedad de los hábitos de remiendo cotidianos en Noruega, enfatizando su importancia a nivel ambiental. El objetivo de la
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investigación fue descubrir qué tan comunes eran las actividades de remiendo y confección así como los cambios con relación a estas y si, en opinión de los participantes, estas prácticas estarían relacionadas a asuntos de sostenibilidad (Laitala y Klepp, 2008). Laitala y Klepp narran sobre la importancia de practicar el rediseño y la modificación para prolongar el periodo de uso de prendas dañadas, que ya no caben o ya no se usan por razones estéticas, lo que tiene potencial para reducir la necesidad de comprar prendas nuevas y disminuir la carga ambiental generada por las fases de producción, transporte y consecuentemente la huella de carbono, residuos y agua de la etapa de producción en más del 20%. Otro factor resaltado por la autora es que en la academia ha aumentado el interés por la reparación y consumo sostenible de prendas, ya que es un supuesto común que los consumidores ya no reparan la ropa en las sociedades occidentales (p. 1). Las autoras afirman que es tenue la línea entre reparar, rehacer a partir de textiles viejos y hacer cosas nuevas a partir de nuevos materiales, ya que son actividades que requieren un tipo similar de competencia y las motivaciones para realizarlas pueden coincidir, ya que se ubican entre el ocio y la tarea. Además, las prendas de vestir favoritas duran más que aquellas que carecen de apego emocional, y que la personalización ofrece ventajas para satisfacer las preferencias del usuario (p. 2). Según Laitala y Klepp (2008), las actividades potenciales para extender la vida útil de los objetos
se
dividen
en
tres
categorías
principales:
remiendo
(reparación
estática),
alteración/personalización (reparación dinámica) y confección (costura y tejido) (p. 2). Sobre las razones para remendar, las autoras enfatizan la naturaleza material de los textiles, ya que estos envejecen mediante diferentes mecanismos, tales como el estrés mecánico, la degradación fotoquímica, la degradación térmica, los cambios estructurales físicos o el ataque químico.
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Además, las personas pueden alterar el aspecto original de las prendas, sea para ajustarlas, o por la longitud del pantalón, un color no deseado y la falta de características personales, decoraciones no deseadas que se quieran quitar (p. 2). Otro aspecto interesante resaltado por las autoras es el cambio que ha ocurrido en el enfoque del hacer textil, porque, ya no siendo una necesidad urgente hacerlo por razones económicas y políticas, se abre un espacio para que la realización de estas prácticas sea motivada por la creatividad. Es decir que dichas prácticas están dejando de ser una obligación doméstica y cada vez más son realizadas como pasatiempo (p. 3). También, las autoras resaltan la importancia del creciente interés por las prácticas de DIY y como estas estarían relacionadas con una mejor comprensión de la conexión existente entre el hacer, el remendar y el usar. La autora explica que en el contexto nórdico, la artesanía es un concepto central, con significado histórico, político, estético e importante para el mercado y la educación. Sin embargo, Laitala afirma que todavía existe una falta de conocimiento del alcance de estas actividades, y la investigación de este tema es poca en comparación con otros países (p. 3). Por otro lado, un descubrimiento muy interesante de las autoras fue la ordinariedad del remiendo para la cultura nórdica. Un resultado curioso de las encuestas fue que un alto porcentaje de los entrevistados que afirmaron “nunca reparar su ropa” también afirmaban haber hecho algunas reparaciones durante el año pasado, generalmente cosiendo un botón o arreglando una costura deshilachada, lo que hacer notar que los pequeños reparos no son considerados una reparación “real”, además de hacer evidente la necesidad de que el investigador interprete las respuestas siempre con precaución, ya que preguntas más específicas, pueden dar respuestas diferentes (p. 14).
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Según Laitala y Klepp (2008) las principales barreras que les impiden a las personas remendar son la falta de habilidad y de tiempo, ya que la competencia hace el trabajo más fácil, rápido, agradable y con mejores resultados. Además, resalta la importancia de la educación para, por ejemplo, saber operar una máquina de costura o diseñar las prendas para que se puedan reparar con más facilidad. Es importante desarrollar la competencia de elegir materiales más durables. Otra barrera a ser superada es la percepción del remiendo como algo asociado a la pobreza y que priva las personas de utilizar prendas visiblemente remendadas en ocasiones formales o en el trabajo. Según la autora esto se podría resolver fabricando ropas en las cuales la visibilidad del remiendo no importara (p. 15). Laitala y Klepp afirman que reparar prendas es una actividad de dominio femenino. Las personas usan ropas todos los días, y por esto es importante desarrollar una conciencia sobre cómo, al tiempo que son importantes para nuestro bienestar, autoconocimiento, creatividad e interacciones sociales, la industria textil ha sido la responsable de grandes problemas ambientales. Además, afirman que un mayor conocimiento sobre el proceso es importante no solamente para las políticas ambientales, sino también para ayudar a equilibrar nuestra relación entre la producción y consumo de prendas, así como la importancia de las prendas en la sociedad (p. 16). Según las autoras, remendar prendas requiere conocimiento, acceso a herramientas y materiales adecuados y una conciencia para juzgar hasta dónde son reparables ciertas prendas. Remendar extiende la vida útil de las prendas y le da al usuario la oportunidad de conocerlas más y creen que la reparación de prendas puede afectar su consumo, por la cantidad de prendas producidas en la actualidad. El gran desafío es reducir la cantidad y aumentar el valor y el tiempo de vida de la ropa. Según las autoras el acceso al reparo es esencial para que este cambio social suceda (p. 16).
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Al presentar su trayectoria en el universo del remiendo, desde su infancia, cuando su abuela siempre llevaba consigo un kit de remiendo, hasta sus exploraciones en la academia y proyectos personales, los cuales tienen por objetivo generar comunidad a través de mostrar la importancia del movimiento de slow stitching frente a la sociedad capitalista de consumo, Ruth Souza (2016) presenta el remiendo como algo que es parte del ADN humano, por la capacidad que tienen los seres humanos de conectarse consigo mismos y con quienes realizan las labores (p. 463). Souza afirma: Me di cuenta de que tenemos que reparar lo que podamos en nuestra vida inmediata; para ver realmente lo que necesita nuestra atención y evaluar lo que está roto y ver la belleza en la reparación y la historia que contiene. (p. 460) Souza (2016) narra que a lo largo de su trayectoria en el universo textil, el remiendo ha tomado formas jamás imaginadas, las cuales son extremadamente inclusivas, pudiendo ser practicadas por personas de todas las edades, razas, géneros y bagajes emocionales. Además, la autora afirma que la reparación tiene algo de mítico, antiguo, pero al tiempo es muy universal, práctico y actual (p. 463). Souza afirma que, en la industria de la moda, crece cada vez más la conciencia por remendar y resignificar (p. 463), y enfatiza que la opción de reparar en el contexto contemporáneo es algo radical, una rebelión para luchar en contra del consumo inconsciente con el fin de recuperar la conexión humana y con el medio ambiente (p. 465). Souza (2016) afirma que votamos con nuestro tenedor tres veces al día por el tipo de mundo que queremos (Goodman, 2003). Además, Souza afirma que votamos por los valores que cargamos con respecto a lo que elegimos vestir y tener a nuestro alrededor. La autora afirma que es necesario evolucionar colectivamente el sentido de la estética del remiendo, para que pueda ser visto como
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un emblema de cuidado, de belleza y como una marca de preocupación por el planeta y por las prácticas exageradas de consumo (p. 465). 4.2 Acciones anticonsumo: deconstruyendo las bases de la sociedad Al entrevistar a 39 personas que se autodenominan anarquistas, con el fin de entender sus motivaciones y aportes conscientes al movimiento anticonsumo, Laura Portwood-Stacer (2012) categoriza dichas motivaciones, brindando un panorama más amplio sobre el estilo de vida anarquista. La autora parte de la idea de que las personas que se identifican con un proyecto político particular cultivan de forma frecuente un conjunto de prácticas de consumo coherentes y reconocibles con la intención de materializar sus deseos por cambiar las condiciones sociales. Además, el interés académico por los discursos y prácticas anticonsumo ha crecido (p. 1). Particularmente interesada en cómo las prácticas anticonsumo pueden entenderse como acciones tácticas dentro de los proyectos de cambio político de los movimientos radicales, Portwood-Stacer analiza los discursos culturales y las prácticas resistentes de un movimiento activista específico, uno en el que el anticonsumo es parte del tejido de la vida cotidiana de los participantes: el anarquismo. La autora explica cómo las prácticas anticonsumo son reclutadas por individuos politizados en sus vidas cotidianas. Además, lo define como un estilo de vida y no como una descripción directa de la abstinencia real del consumo (p. 2). Algunos ejemplos de estas acciones tácticas son: no tener carro, ser vegano, compartir y cambiar commodities, vivir en casas colectivas, bañarse con menos regularidad que “lo normal”, practicar el DIY y reparar objetos rotos (pp. 5-6). Las aplicaciones del DIY son muy amplias y abarcan desde prácticas de cultivo de una huerta o jardín, hasta remendar y customizar ropas o hacer la propia cerveza (p. 7). La autora resalta la importancia de ser consciente de los recursos que están alrededor. Esa es una conciencia muy presente en los anarquistas, ya que están siempre
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muy atentos a los productores independientes e a iniciativas anticonsumo como las prácticas de intercambio, compartir y donar (p. 7). Portwood-Stacer (2012) afirma: Las personas que se identifican con un proyecto político en particular a menudo cultivan un conjunto de prácticas de consumo coherentes y reconocibles que pretenden materializar sus deseos de alterar las condiciones sociales. Al mismo tiempo, ha habido un considerable interés académico en los discursos y prácticas de anti-consumo. (p. 1) Considero que el fenómeno del resurgimiento del interés por la reconexión con el hacer a través de la búsqueda del aprendizaje de prácticas artesanales y de DIY, es un factor motivador para seguir fomentando la concientización con respecto al poder de las acciones sutiles cotidianas para cambiar las dinámicas consumistas actuales. Los diferentes espacios de encuentros textiles tanto físicos como en línea han contribuido a recuperar el contacto humano tanto a través del hacer como a través de las historias compartidas, las cuales se entretejen al tiempo que se genera comunidad. Específicamente, la acción de remendar genera conciencia acerca de los impactos y consecuencias de tener un ritmo acelerado, viabilizando una comprensión sobre la importancia de los slow movements en este contexto. Al remendar en comunidad se comparten historias de vida y conocimientos, haciendo que el objeto remendado sea un testimonio de la materialización de todas estas experiencias y aprendizajes. Enseñar el hacer requiere tiempo, observación, tentativa y error, los cuales llevan a un desarrollo de un conocimiento tácito incorporado que, en este caso, no es nada más que “la memoria de las manos”. Por otro lado, remendar de forma individual, además de requerir tiempo, habilidad y disposición, lleva a una introspección, la cual, más que permitir reflexionar sobre lo que se está haciendo, permite alcanzar dimensiones de reflexión más profundas.
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Remendar, sea de manera individual o colectiva, posibilita un remiendo que va más allá de una práctica material. El remiendo tiene el poder de curar, de reunir otra vez pensamientos y acciones que estaban perdidos. Es un poderoso ejercicio de mindfulness, ya que brinda un espacio para desacelerar dentro de la burbuja capitalista y ayuda a recuperar el respeto y la intimidad por la materia, más específicamente por los objetos que nos sirven en el cotidiano. Es evidente que las prácticas de remiendo viabilizan una concientización a niveles material e inmaterial (con inmaterial, me refiero al conocimiento tácito, filosófico y, específicamente, al aprendizaje y rescate de habilidades y técnicas manuales ancestrales). La acción de remendar, de manera consciente o no, ha aportado a los slow movements, los cuales pregonan una filosofía de mejorar la calidad de vida a través de desacelerar el ritmo en las prácticas cotidianas. Cuando visto desde el lente de la sostenibilidad, el concepto remiendo es muy coherente y poderoso, porque al consumir de manera consciente y optimizar lo que ya se tiene, se reduce el consumismo. Más que comprar en tiendas de segunda o realizar prácticas de intercambio, lo más coherente para el contexto actual es que empecemos a remendar y resignificar a partir de lo que ya tenemos. Todas estas acciones, que de forma consciente o inconsciente desaceleran el consumismo, son poderosos activismos sutiles cotidianos anticonsumo, incluso cuando no se hacen intencionalmente. Es urgente repensar el diseño, así como es urgente cuestionar las bases sobre las que se construyeron las nociones de gusto, estética y belleza en la sociedad. Entiendo que el camino para conseguir intensificar a los activismos sutiles es generar educación hacia estos temas, ya que muchas personas ni siquiera son conscientes de que podrían estar actuando de manera diferente para extender la vida útil de sus objetos o darles nuevos significados. Considero que activismos sutiles cotidianos realizados de forma consistente y colectiva, tienen tanto potencial como los activismos públicos para cambiar la mentalidad consumista y reemplazarla por una mentalidad
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consciente de las múltiples alternativas disponibles para disminuir los desechos así como cambiar y desacelerar el estilo de vida. El poder del cambio social está en las, aparentemente, pequeñas (y ordinarias) acciones.
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Conclusión Bajo la luz de las teorías presentadas a lo largo del artículo, se expuso el carácter feminista y activista del remiendo para generar comunidad y fomentar acciones tácticas de tenor político, sociocultural y medioambiental. La conexión del remiendo con la domesticidad femenina y con la importancia de las acciones ordinarias cotidianas demostró ser potente para resistir y enfrentar el consumismo a través de activismos sutiles. Por otro lado, se constató la necesidad de desestigmatizar el remiendo disociándolo de la falta de recursos materiales y construyendo nuevas nociones alrededor de su estética. Además, la tesis plantea la necesidad de reeducar a las personas hacia la acción de reparar como el camino para concientizarlas sobre aspectos más urgentes a ser remendados en la sociedad. Hacer un recorrido histórico por las teorías feministas, nociones de género y patriarcado, la división de trabajo entre los sexos y el papel de los activismos textiles dentro de los feminismos de la tercera ola y la cultura popular, me llevó a concluir que no se debe estereotipar ni limitar el feminismo en el contexto actual, por la existencia de múltiples posibilidades para practicarlo, respetando las más distintas interseccionalidades así como su carácter individual o colectivo, consciente o inconsciente, público o sutil. Lo más importante es cultivar el respeto y la igualdad de derechos entre mujeres y hombres para que se deconstruyan patrones para extinguir el patriarcado, la opresión y la desigualdad. Teniendo en cuenta que las labores domésticas del dominio femenino son sabiduría milenaria y que la recuperación contemporánea de esta, entre varios objetivos, materializa el deseo de reconstruir la noción de la domesticidad como una opción viable y digna para hombres y mujeres, entiendo a los activismos textiles feministas, especialmente el remiendo, como un poderoso medio para generar espacios de encuentro, tejer conocimiento y desarrollar discusiones
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de tenor político y social en espacios físicos y digitales. Desde el punto de vista de la cultura material, la cultura visual, la estética del cotidiano y las prácticas de la mirada como una construcción social, constaté que la estética de los artefactos hace girar una llave sensorial, la cual, a través del entendimiento de su función, activa una empatía por estos. Reconocer la importancia de las acciones ordinarias cotidianas fortaleció la noción de que los activismos sutiles cotidianos pueden ser tan poderosos como los activismos públicos, cuando se practican de manera consistente y colectiva. La pérdida de la costumbre y del interés por remendar se configuró en una sociedad que no solamente se olvidó de las técnicas ancestrales, sino también, en un nivel más profundo de reflexión, se olvidó de cómo relacionarse de manera colaborativa para el bienestar del planeta. Por eso lo fundamental de recuperar la domesticidad y sus técnicas. En esta tesis, más que presentar teorías fundamentales para la base de mis argumentaciones, expongo una narrativa personal de cómo llegué a la necesidad de repensar mis hábitos de consumo e iniciar una jornada rumbo a un mejor estilo de vida y nuevas prácticas. Además, expongo el proceso para llegar a entender la motivación en otras personas para remendar o a realizar prácticas de reparo. La investigación cualitativa realizada con un grupo específico de personas reveló cómo las motivaciones para remendar en el contexto actual se asocian a una dimensión más allá de lo material, tales como cuestiones del cuerpo, del afecto, de la identidad y de recuerdos específicos. Además, mediante las tres metáforas desarrolladas se evidenció cómo el objeto remendado puede materializarse en un amuleto, en una forma de resignificar el propio ser y cómo, por encima de todo, puede ser una forma de resistencia inconsciente y sutil.
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La primera metáfora reveló que el objeto remendado puede materializar la pérdida de personas queridas, convirtiéndose en una extensión de la personalidad de estas y adquiriendo características atribuidas por el perceptor, el cual idealiza a tal objeto como un amuleto que materializa su superación a eventos importants o traumáticos. La segunda metáfora presentó la acción de remendar como una experiencia transformadora, ya que permite acceder dimensiones más profundas de pensamientos y enfrentarse con el cuerpo que se posee. La prenda remendada materializa una historia de vida y una búsqueda constante por resignificar el propio ser. La tercera y última metáfora, presentó la esencialidad de acciones ordinarias o casi invisibles para el buen funcionamiento de la sociedad y la importancia en reflexionar sobre las consecuencias de estigmatizar conceptual y estéticamente el remiendo. Además, se afirma que el remiendo es una forma de resistencia inconsciente, ya que el mismo es la materialización de una lucha por desacelerar el ritmo de consumo. Esta lucha, aunque realizada de forma inconsciente o sutil, refleja la insistencia por cuidar y preservar la materia, ya que se resiste a ser conivente con la cultura del desechable. Las tres metáforas confluyen en una reflexión sobre la importancia de repensar el rol del diseño, el cual se ha transformado a la par con los cambios históricos en la transición de las sociedades industriales a las posindustriales. De las grandes industrias al crecimiento de una conciencia medioambiental; de la masividad al minimalismo como estilo de vida; del ritmo acelerado dictado por las máquinas a la práctica de slow movements; del consumo impulsivo al apoyo a los pequeños productores y emprendimientos independientes; de la automatización al interés por recuperar técnicas ancestrales como el craft y el DIY; de las formas convencionales de consumo a prácticas alternativas como el intercambio y compras de segunda; de la dualidad hombre/mujer a la inclusión y respeto por la diferencia; del papel doméstico patriarcal impuesto a las mujeres a la recuperación
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de la domesticidad como una opción digna y viable. Considero que el futuro del diseño o del “nuevo diseño”, se constituirá en una relación bilateral entre diseñador y consumidor, a través de dinámicas, estrategias y procesos participativos, en donde el compromiso del consumidor será tan importante como el rol del diseñador, el cual más que diseñar nuevos productos y servicios, se dedicará a generar valor y significado a partir de lo ya existente. De esta manera, se posibilitará la realización colectiva y consistente de activismos sutiles para remendar la crisis planetaria. Desde una perspectiva feminista, esta tesis presentó el remiendo como una metáfora de resistencia anticonsumo y los activismos sutiles cotidianos como alternativa para enfrentar el consumismo. El análisis del remiendo se presentó en relación con su carácter predominantemente femenino y como metáfora de ruptura y al mismo tiempo de reparación. Es urgente repensar el diseño en el contexto actual, no solo para remediar los hábitos equivocados de consumo sino también para generar una conciencia colectiva hacia las necesidades del planeta.
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Figura 2: Aune, G. (2018). ¿Qué se teje en el ciberespacio? [Fotografía]. Figura 3: Aune, G. (2019). Inventario de objetos domésticos rotos. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 4: Aune, G. (2019). Proceso de zurcido manual [Cuadrícula fotográfica]. Figura 5: Aune, G. (2019). ¿Qué te hace remendar? [Fotografía]. Figura 6: Pantoja, B. (2019), Loureiro, P. (2019), Rossi, D. (2018), Ruiz, M. (2019), Zafra, D. (2019), Aune, A. (2019), Keller, P. (2019), Keller, P. (2019), Shieck, A. (2019), Bartalini, J. (2019), Gomez, D. (2019), Serrano, G. B. (2019), Muñoz, L. (2019), Muñoz, L. (2019), Keller, P. (2019), Salazar, A. (2019), Vela, C. (2019), Lelis, H. (2019), Oliveira, I. (2019), Muñoz, L. (2019), Muñoz, L. (2019), Delheim, E. (2019), Muñoz, L. (2019), Conrad, M. (2019), Salazar, A. (2019), Aune, K. (2019), Muñoz, L. (2019), Salazar, A. (2019), Aleixo, M. (2019), Gomez, D. (2019), Zuleta, M. (2019). Ropas. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 7: Trujillo, M.A. (2019), Silva, B. (2019), Conrad, E. (2019), Silva, B. (2019). Zapatos. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 8: Aune, E. (2019), Soares, A.C. (2019), Pedrosa, C. R. (2019), Petereit, L. (2019). Muebles y decoración. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 9: Aune, K. (2019), Vela, C. (2019), Pedrosa, C. R. (2019), Aune, E. (2019). Ropa de cama y baño. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 10: Barbosa, J. (2019), Keller, S. (2019). Instrumentos. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 11: Moraes, A. (2019), Rodrigues, S. (2019), Bartalini, J. (2019), Vela, C. (2019), Oliveira, C. (2019). Objetos de cocina. [Cuadrícula fotográfica].
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Figura 12: Hernández, D. (2019), Felau, D. (2019), Oliveira, I. (2019), Domingos, N. J. (2019), Oliveira, I. (2019). Peluches. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 13: Aune, K. (2019), Moya, V. A. (2019), Conrad, M. (2019), Aune, E. (2019), Conrad, E. (2019). Antigüedades. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 14: Aune, K. (2019), Clajus, W. (2019), Lessa, B. (2019), Aune, A. (2019), Martins, R. (2019), Marcelino, L. (2019), Conrad, M. (2019). Variedades. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 15: Pantoja, B. (2019), Muñoz, L. (2019), Conrad, M. (2019), Loureiro, P. (2019), Muñoz, L. (2019), Aleixo, M. (2019), Rossi, D. (2018). El cuerpo. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 16: Aleixo, M. (2019). Postal 1: El cuerpo. [Postal]. Figura 17: Pantoja, B. (2019). Postal 2: El cuerpo. [Postal]. Figura 18: Muñoz, L. (2019). Postal 3: El cuerpo. [Postal]. Figura 19: Loureiro, P. (2019). Postal 4: El cuerpo. [Postal]. Figura 20: Keller, P. (2019), Keller, P. (2019), Muñoz, L. (2019), Serrano, G. B. (2019), Oliveira, I. (2019), Muñoz, L. (2019), Loureiro, P. (2019), Ruiz, M. (2019), Zafra, D. M. (2019), Aune, E. (2019), Bartalini, J. (2019), Moraes, A. (2019), Rodrigues, S. (2019), Conrad, M. (2019), Conrad, M. (2019), Conrad, E. (2019), Moya, V. A. (2019), Aune, K. (2019), Silva, B. (2019), Silva, B. (2019), Oliveira, C. (2019), Aune, K. (2019), Aune, E. (2019), Petereit, L. (2019), Bartalini, J. (2019), Aune, K. (2019), Aune, E. (2019). El afecto. [Cuadrícula Fotográfica]. Figura 21: Aune, K. (2019). Postal 5: El afecto. [Postal]. Figura 22: Moraes, A. (2019), Postal 6: El afecto. [Postal]. Figura 23: Bartalini, J. (2019). Postal 7: El afecto. [Postal].
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Figura 24: Keller, P. (2019). Postal 8: El afecto. [Postal]. Figura 25: Muñoz, L. (2019). Postal 9: El afecto. [Postal]. Figura 26: Aune, E. (2019). Postal 10: El afecto. [Postal] Figura 27: Bartalini, J. (2019). Postal 11: El afecto. [Postal]. Figura 28: Aune, K. (2019). Postal 12: El afecto. [Postal]. Figura 29: Zafra, D. M. (2019). Postal 13: El afecto. [Postal]. Figura 30: Trujillo, M. A. (2019), Serrano, G. B. (2019), Delheim, E. (2019), Salazar, A. (2019), Salazar, A. (2019), Aune, A. (2019), Salazar, A. (2019), Zafra, D. M. (2019). La identidad. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 31: Serrano, G. B. (2019). Postal 14: La identidad. [Postal]. Figura 32: Trujillo, M. A. (2019). Postal 15: La identidad. [Postal]. Figura 33: Salazar, A. (2019). Postal 16: La identidad. [Postal]. Figura 34: Delheim, E. (2019). Postal 17: La identidad. [Postal]. Figura 35: Aune, A. (2019). Postal 18: La identidad. [Postal]. Figura 36: Lessa, B. (2019), Pedrosa, C. R. (2019), Martins, R. (2019), Hernández, D. (2019), Gomez, D. (2019), Felau, D. (2019), Espitia, E. F. (2019), Oliveira, I. (2019), Shieck, A. (2019), Domingos, N. J. (2019), Bartalini, J. (2019), Oliveira, I. (2019), Lelis, H. (2019), Zuleta, M. (2019), Barbosa, J. (2019), Marcelino, L. (2019), Keller, S. (2019). Recuerdo específico. [Cuadrícula fotográfica]. Figura 37: Pedrosa, C. R. (2019). Postal 19: Recuerdo específico. [Postal]. Figura 38: Espitia, E. F. (2019). Postal 20: Recuerdo específico. [Postal].
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Figura 39: Felau, D. (2019). Postal 21: Recuerdo específico. [Postal]. Figura 40: Zuleta, M. (2019). Postal 22: Recuerdo específico. [Postal]. Figura 41: Barbosa, J. (2019). Postal 23: Recuerdo específico. [Postal]. Figura 42: Bartalini, J. (2019). Postal 24: Recuerdo específico. [Postal]. Figura 43: Hernández, D. (2019). Postal 25: Recuerdo específico. [Postal]. Figura 44: Muñoz, L. (2019), Gomez, D. (2019), Muñoz, L. (2019), Keller, P. (2019), Vela, C. (2019), Clajus, W. (2019), Vela, C. (2019), Aune, A. (2019), Vela, C. (2019), Conrad, M. (2019), Aune, K. (2019), Conrad, E. (2019), Soares, A. C. (2019). Pragmatismo. [Cuadrícula Fotográfica]. Figura 45: Vela, C. (2019). Postal 26: Pragmatismo. [Postal]. Figura 46: Gomez, D. (2019). Postal 27: Pragmatismo. [Postal]. Figura 47: Clajus, W. (2019). Postal 28: Pragmatismo. [Postal]. Figura 48: Muñoz, L. (2019). Postal 29: Pragmatismo. [Postal]. Figura 49: Aune, K. (2019). Postal 30: Pragmatismo. [Postal].