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MEMORIAS DE NICARAGUA

MEMORIAS DE NICARAGUA por Javier Morales

El profesor Javier Morales ocupó cargos de especial responsabilidad política en los gobiernos nicaragüenses presididos por Violeta Chamorro y Enrique Bolaños, tras la primera etapa del ejecutivo sandinista liderado por el Comandante Ortega. A continuación se transcriben algunos episodios de indudable interés histórico de aquellos años, tal y como se recogen en el libro (a punto de publicación) de Memorias de Javier Morales titulado Godiva.

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NICARAGUA estaba de fiesta cuando el candidato de consenso de la Unión Nacional Opositora, doña Violeta Barrios de Chamorro había triunfado en las elecciones del domingo 25 de febrero de 1990. A las 10 p.m. el Consejo Supremo Electoral había anunciado el resultado del conteo preliminar mencionando que la UNO había obtenido el 57,7% de los votos y el Presidente Ortega, del FSLN había obtenido el 42,3 %, unos 15 puntos de diferencia, que a pesar de que era un recuento preliminar con sólo el 1% de los votos, la tendencia se mantendría para confirmar el triunfo de Violeta. Esa noche Antonio Lacayo, jefe de la campaña de doña Violeta, se encontraba en el viejo Nejapa Country Club, donde operaba el Consejo Supremo Electoral, cuando el ex Presidente Jimmy Carter junto con su esposa Rosalyn y acompañado de los ex funcionarios Elliot Richardson y Robert Pastor extendieron sus felicitaciones a Antonio y se fueron a hablar con Daniel Ortega.

��El Centro Carter había venido a Nicaragua como observador de las elecciones que Ortega había aceptado efectuar después de firmar el Acuerdo de Paz de Esquipulas que dio fin a la guerra con la Contra.

Ortega se encontraba en la Casa de Campaña del Frente Sandinista acompañado de toda la Dirección Nacional del FSLN debatiendo qué deberían hacer ante la derrota electoral. Esa noche se escuchaban acaloradas discusiones entre los dirigentes sandinistas con posiciones diametralmente opuestas, por un extremo los que opinaban que no debían entregar el poder y argumentar un fraude electoral, y por otro, los más serenos que opinaban que sí debían entregar el poder.

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