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IA Y MÚSICA
from IA Y VALORES
by GS Magazine
LA RELACIÓN ENTRE LA MÚSICA Y LA IA
JAVIER AMO FERNÁNDEZ DE ÁVILA
CEO DE IBERIACARDS
. ¿Puede suponer esto una amenaza para la creatividad y la emoción? ¿podría suponer incluso una violación de los derechos de autor el ordenar a una máquina que componga siguiendo unas ideas o pautas que lo asemejen a un autor determinado?
Todos los días al abrir el periódico o en cualquier medio al que accedamos, recibimos noticias sobre la Inteligencia Artificial y cómo está transformando el mundo. Sin embargo, la mayoría tiende a identificar estos avances solo con progresos en robótica y computación.
La realidad es que todo sistema basado en AI está constituido por programas que usan algoritmos de Deep Learning que, mediante el análisis de multitud de datos, y en el caso concreto de la música en millones de composiciones musicales, utilizan esta información para generar composiciones nuevas, basándose en las estructuras y patrones analizados y asimilados.
Un primer análisis nos lleva a pensar que la imbricación de la AI en el mundo de la música, al igual que en los demás ámbitos de la actividad humana es imparable, aunque no seamos plenamente conscientes, por ejemplo, estamos completamente acostumbrados a que las plataformas de streaming nos elaboren listas de reproducción basadas en algoritmos que interpretan nuestros gustos y tendencias, pero esto es simplemente la punta del iceberg. Recuerdo mi sorpresa cuando alrededor del año 2016 escuché por primera vez “Daddys car”. Inmediatamente asumí que era una canción de los Beatles que había permanecido escondida y había aparecido en cualquier cinta perdida en un estudio. Se trataba simplemente de un experimento realizado por un programa de AI de Sony que actuaba bajo la premisa de que la canción resultante debería tener un estilo similar al famoso grupo. Retocado finalmente por Benoit Carre, compositor francés, con un resultado que hacía muy difícil discernir su procedencia.
Por aquella misma época la plataforma AMPER lanzó una grabación que era toda una declaración de intenciones “I AM AI”, en la que la intervención humana (letra y voces de la artista Taryn Southern) era complementada por la producción y la melodía íntegramente realizadas por un programa de AI.
Actualmente el papel de la AI está creciendo de forma exponencial en todo lo relacionado o que tiene que ver con el proceso de creación musical, desde la composición a la producción y posterior grabación en los arreglos y obviamente en la interpretación, y como no podría ser de otra manera, en la comercialización y distribución de los resultados. En un primer momento podríamos considerar que ha supuesto una gran ayuda para los profesionales y protagonistas de la industria musical, pero cada vez resulta más difícil vislumbrar donde esta situada la barrera entre la ayuda y la sustitución. Parece evidente que el proceso de autoproducción y masterización de las grabaciones se ha democratizado a través de un abaratamiento de estos procesos, pero como decíamos anteriormente el avance lo ha convertido en una amenaza peligrosa para los profesionales de la música. Por ejemplo, un sistema desarrollado por OPENAI denominado Juckebox, permite dentro de un rango que incluye género, letras, destinatario, etc. la elaboración a la carta de cualquier tipo de canción o melodía´. ¿Puede suponer esto una amenaza para la creatividad y la emoción? ¿podría suponer incluso una violación de los derechos de autor el ordenar a una máquina que componga siguiendo unas ideas o pautas que lo asemejen a un autor determinado?
Una muestra más en el que concurren de forma mucho más evidente todas estas contradicciones lo encontramos en MUSICLM. Este programa permite mediante determinadas coordenadas, que se introducen mediante escritura en el sistema, la elaboración de cualquier tipo de música y, según los últimos datos que tengo, ya se han producido alrededor de 300.000 canciones de alta fidelidad. En este sistema de Google, puedes pedirle que elabore un tema basado en un piano con una melodía relajada para una cena romántica, con un cierto aire jazzy, en el que el bajo suene percutido y la batería solo con escobillas, e incluso le puedes tararear y tendrás el tema elaborado con bastante rapidez. También le puedes pedir que acompañe una voz de determinadas características, llegando incluso a elaborar melodías basadas en la descripción e inspiración de imágenes. Resulta increíble.
¿Significa esto que esta nueva forma de creación musical está al alcance de todo el mundo?, No por el momento, porque queda todavía por resolver el gran problema de los derechos de autor. Vemos que los vehículos autonomos, son ya una realidad más que contrastada, pero no los vemos más que en determinados ámbitos como aeropuertos etc y no están presentes en nuestra cotidianidad, debido a las lagunas legales pendientes de solventarse. Por ejemplo, si el coche tiene que decidir si atropellar a un niño o estrellar a su propietario para evitarlo, ¿quién lo decide?, y en su caso quien es el responsable final, el dueño, el fabricante, el programador de AI. En el caso de la música esta problemática pendiente de resolver gira en torno a quien
corresponden los derechos de autor.
Tenemos tres ejemplos muy recientes de conflictos en esta dirección: Nick Cave empezó a recibir felicitaciones por una grabación que circulaba por el mercado. Extrañado, procedió a investigó comprobando que no era suya, pero estaba diseñada bajo los parámetros de su estilo y una voz muy parecida a la suya. Nick Cave lo describió como una canción “travesti”. Más recientemente apareció en el mercado una canción titulada “Heart on my sleeve” que todo el mundo atribuyó al fruto de una colaboración de Drake y The Weeknd, dos de los artistas más vendedores. Durante días, como tal figuró en las plataformas más conocidas como Spotify, alcanzando millones de reproducciones, hasta que los artistas negaron su autoría. Al final resultó que el responsable era alguien que firmaba como @ghostwriter77 que utilizó herramientas de AI imitando las voces, hasta que Universal Music, solicitó la inmediata eliminación de la canción de todas las plataformas alegando violación de los derechos de autor, paradójicamente, sin ser ellos los autores.
Otras plataformas como Stability AI, DevianART y Midjourney (creación de arte e imagen a partir de texto utilizando tecnología basada en AI como Dall-e de Open AI o Stable Diffusion de código abierto) están siendo demandadas por autores y artistas que sienten como se vulneran sus derechos de propiedad intelectual.
Por tanto, vemos que es un problema acuciante, pero sin una solución sencilla, porque implica no solo problemas legales sino también de corte ético. Además, podría traer consigo la desaparición de los compositores, de los cantantes, de los instrumentistas y al resto de la cadena de elaboración de la música como arreglistas, productores etc.
Y que quedaría de la creatividad, o de la pasión, o de la emoción que aporta el ser humano y que se pretende sustituir. Bueno después del triunfo del reggaetón todo parece posible. El aspecto positivo podría ser la democratización del acceso a la música hasta ahora en manos de estudios de grabación, multinacionales, productores etc., que convertían las grabaciones en productos de acceso restringido o casi imposible para cualquier músico que comenzaba su andadura. Pero, por otro lado, ¿está misma facilidad nos puede llevar a una saturación y el consiguiente hartazgo? Muchas preguntas y pocas respuestas. Una primera conclusión y obviamente como opinión meramente personal, y bajo una aproximación meramente lúdica a la música, la gran flexibilidad que permite la AI puede suponer un avance, dado que va a permitir la absoluta personalización de la demanda musical.
La segunda conclusión es que estamos solo al comienzo del proceso y somos incapaces de predecir los avances técnicos que vendrán, incluso algunos que actualmente se escapan a nuestra comprensión, y ¿hasta donde nos puede llevar a los que hacemos de la música un contrapeso vital en nuestras vidas?
Supone una gran ayuda para los profesionales y protagonistas de la industria musical
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