4 minute read

ENTREVISTA CON HENRY KISSINGER

ENTREVISTA CON: HENRY KISSINGER

Eugenio Bregolat,

tres veces embajador de España en China
La UE debe actuar de poder moderador, sumando su voz a la de cuantos, como Kissinger, comprenden que sin un modus vivendi entre las dos grandes potencias de nuestro tiempo el mundo caminaría hacia la catástrofe.

En 1980 me entrevisté en Nueva York con Henry Kissinger, que había dejado ya la administración y se dedicaba a escribir sus libros y a asesorar a empresas y gobiernos en temas geoestratégicos y económicos, con preferente atención a China. Yo dirigía entonces el Departamento Internacional en el gabinete de Adolfo Suárez. Había conocido a Kissinger algún tiempo antes, cuando visitó al presidente.
         
En nuestra conversación criticó duramente la legalización del Partido Comunista hecha por Suárez. Le expliqué que sin ella, con el PCE condenado a las alcantarillas, la transición a la democracia no habría llegado a buen puerto. Desconfiaba Kissinger de que los comunistas en general aceptaran la independencia de Moscú e incluso la democracia; el eurocomunismo le parecía una estratagema de la URSS para penetrar en la ciudadela europea, un caballo de Troya. De España lo que de verdad interesaba a los americanos, en el contexto de la Guerra Fría, era las bases militares y, desaparecido el obstáculo que suponía Franco, su reaseguro mediante el ingreso en la OTAN. Temía Kissinger que ambos objetivos se vieran en entredicho por la influencia que el PCE legalizado pudiera ejercer sobre la política española. Suárez lo veía de otra forma: la exclusión del PCE de la legalidad es lo que habría sido verdaderamente peligroso para la democracia española y, en consecuencia, para EE UU y la OTAN. Y resentía Suárez la escasa información que llegaba de la inteligencia norteamericana, pese a las reiteradas peticiones, sobre el tema que constituía su máxima preocupación, porque era el que podía dinamitar nuestra democracia, el terrorismo. En aquella época la Francia de Giscard, cuya situación geográfica la hacía más indispensable que EEUU, no ayudaba nada. 

          En su centenario la labor del viejo estadista ha sido acogida con división de opiniones, palmas y pitos, como suele ocurrir con toda obra humana. Se le reconoce como una de las tres principales y más influyentes cabezas geoestratégicas de EE UU en los tres cuartos de siglo que lleva siendo la principal potencia, junto a George Kennan y Zbigniew Brzezinski. Los tres compartieron la práctica diplomática con la actividad académica, dejando profusión de obras que, en su conjunto, forman un acervo único tanto en relación a la política exterior norteamericana como de reflexiones sobre la historia y la geopolítica mundiales. Me dedicó Kissinger una de sus obras, The White House Years, y me dijo que había firmado tantos ejemplares que tendría más valor que ellos uno sin su autógrafo.

          Ha celebrado Kissinger su siglo de vida con una amplísima entrevista sobre la política mundial concedida a The Economist. Dedica atención preferente al tema central de nuestro tiempo, la relación entre EE UU y China, que conoce como nadie. Concluye que para evitar una tercera guerra mundial ambos deben dialogar, recuperar la confianza perdida y encontrar
una fórmula de coexistencia pacífica. Como si le hubiera escuchado Joe Biden, quien acaba de hablar de un próximo "deshielo" en la relación chino-americana. China dice que para reconstruir la confianza perdida Washington debe abandonar la política que Xi Jinping ha calificado de "contención, cerco y asfixia" de China. Por de pronto, EE UU ha dejado atrás el "decoupling", reconociendo su bancarrota, ya que no lo aceptan ni los aliados de EE UU ni buena parte de sus multinacionales. Si la semana
pasada el principal ejecutivo de Mercedes dijo que el mercado chino era indispensable para la industria alemana, el de Nvidia, la más valiosa empresa de semiconductores de EE UU, acaba de afirmar que lo mismo le ocurre a tan vital sector de la economía norteamericana. Uno y otro han cifrado en torno a un tercio de las ventas de sus respectivos sectores la dependencia del mercado chino.

La UE debe actuar de poder moderador, sumando su voz a la de cuantos, como Kissinger, comprenden que sin un modus vivendi entre las dos grandes potencias de nuestro tiempo el mundo caminaría hacia la catástrofe.

          Felicitemos a Henry Kissinger con el tradicional "Wan sui" chino - diez mil años, cien veces cien - para que, con un inestimable consejo, pueda contribuir a tan decisiva labor.

This article is from: