El animal equivocado

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1 La primera vez que tuve uso de razón acerca del lenguaje fue acariciando una rata. La rata había escapado de un incendio y temblaba y yo la levanté del pasto para acariciarla. Y mientras la acariciaba le decía gatito, gatito, no tengas miedo. Aún recuerdo el lavatorio de loza blanca, el agua helada y a mi madre que me lavaba las manos con violencia. Después fue a buscar un lápiz y una hoja y me hizo dos dibujos que se parecían bastante pero en nada a lo que acababa de tocar. Y sin embargo mi madre me dijo: Esto es un gato; esto es una rata. 2 Entre el azúcar impalpable que mi madre dejaba caer sobre la torta y el veneno azul que mi padre dejaba caer en los rincones fue gestándose una extraña convivencia. Mis manos eran pequeñas y tranquilas y cobijaban gatitos que no se movían pero esas son cosas que guardo hondo, muy hondo. Una noche salimos a la calle para ver el incendio. Quién podía negar que éramos parte de un paisaje oscuro y en llamas. 3 Todos los malentendidos siempre parecen reunirse en torno a una sola época. Y al decirlo es como si con sólo superarla pudiéramos tener acceso a una vida más plena, que el acto de acariciar una rata desaparezca en la niebla de cosas que hicimos cuando no éramos conscientes de las cosas ni de la niebla. 4 Dejamos atrás imágenes comidas pero lo que se dice desaparecer; eso no. Nunca nada desaparece del todo. El lavatorio, por ejemplo, está ahí. Mis manos queriendo escapar de las garras de mi madre están ahí, debajo del agua helada. Sobrevivientes de un mundo gris, como si las acciones se desarrollaran detrás de un velo de ceniza. Pero lo que vale es la sensación; la sensación sigue siendo única. Como cuando se toca por primera vez una rata.


Porque no fue ningún error; una rata era el animal que yo quería acariciar cuando las palabras eran lo de menos para hablar el lenguaje de lo real. 5 Conservo por si acaso la letra y los dibujos de mi madre, que cada tanto vuelvo a mirar en una escena muda. Porque fue como si su voz se hubiera ido deshaciendo o terminara siendo algo abandonado, arrojado a la orilla del mar. Un vidrio inútil, pulido por las olas, a través del cual no se ve casi nada. 6 Un asco, un verdadero asco, lo que tu mano se atrevió a tocar, y el miedo ancestral de contagiarse: la peste. No el amor; no la paciencia. Esos no se contagian ni son una fuente inagotable. Tarde o temprano el amor, la paciencia, dejan de manar. 7 Aunque esto no deje de ser una idea, primero fue la palabra y después la idea y por eso, como dijo el poeta, se trata menos de buscar palabras para tus ideas que ideas para tus palabras. Ellas son el punto de partida, eso a lo que aferrarse y que sirven para iniciar esta narración que por incapacidad llamo poema. El lenguaje vendría a ser algo así, una incapacidad, una linterna confusa encendida de a ratos, que está aprendiendo a enfocar en el interior de un cuarto lleno de oscuridad y sucesos. Con haces de luz que pretenden captar imágenes deshilvanadas, encandilando por un instante las palabras que te definen y no paran de moverse como abejas enloquecidas. 8 Todo lenguaje proviene de su propio diálogo con el silencio, como si las palabras nacieran de la sequía


de una gran luz pero en seguida buscaran un poco de sombra en la voz, y eso las aliviara. No el hallazgo de una voz sino el asilo de una sombra. 9 Me pregunto si un grafólogo podría revelarme algo importante, eso que todo hijo debería saber acerca de su madre. Un rasgo inevitable de su carácter o una faceta desconocida, incluso para ella misma, oculta en su propia letra. La explicación del porqué de nuestra relación enterrada, y de todo aquello que saldría a la superficie por obra y gracia de una ciencia aplicada a hurgar en la escritura. 10 Te vas a quedar viviendo en la tundra, solía decir mi madre, el que no sabe diferenciar un gato de una rata no es capaz de expresar una idea, y quien no sabe expresarse se queda solo. Ahora que mi madre está muerta sé que la tundra es una llanura sin árboles, un descampado. Una especie de Siberia donde los hombres, que no aprendieron las reglas del signo, lloran la muerte de su madres muertas. 11 Las ratas son animales fecundos y preocupados por la multiplicación de la especie. Por eso cada vez que voy a las escolleras se que allí, entre las piedras, viven cientos, miles de ratas de Noruega. Entonces pienso en la distancia que hay que recorrer para volver a encontrarse con el idioma. No para alcanzar ninguna destreza sino para recrear lo que significó aprender a articular los primeros sonidos, la forma en que tu madre movía los labios y vos la boca, realizando ese tremendo esfuerzo con la lengua. 12 Todo llanto merece ser escuchado. Pero qué tal si te dijera que el llanto de una rata solo puede ser escuchado a través de su temblor.


Hace mucho tiempo mi mano supo tener un gran sentido del oído y por eso es natural que la recuerde como a un niño salvaje pero tierno. Ésta en cambio es mi mano, nada extraordinaria, de hoy excepto por una cosa: cada vez que ayudo a un viejo a cruzar la calle y siento el calor de su mano vieja me acuerdo del cadáver de una rata. 13 La primera palabra que tu madre ató a un sonido es la que vos, en el interior de un sueño, insistís en repetir. Como si por tirar del hilo materno fueras a desatar aquel nudo imposible y esencial, donde fuiste bautizado por el idioma. 14 Cada tanto vuelvo a estos poemas, cambio de lugar una palabrita o la reemplazo por otra y eso me deja conforme, como si en las variaciones mínimas de una sintaxis cualquiera estuviera presente la idea de que siempre se puede mejorar pero sólo en la escritura. 15 Por increíble que parezca esto me ha sucedido a mí, debió haber pensado mi madre, la noche que examinó mis manos del derecho y del revés, apenas iluminadas por el resplandor del incendio. Estábamos librando una guerra y yo era el pequeño traidor que había tocado con ternura al enemigo. Mi madre examinaba mis manos, como si a fuerza de mirarlas pudiera eliminar las manchas de la traición. Y no recuerdo mucho más que esto: mi madre y yo, envueltos por el calor de las llamas y lo desprotegidas que se veían mis manos entre las suyas. 16 Dejando de lado el azúcar, las palabras y todo el decorado lo que queda es una imagen en verdad objetiva: una escena no viciada por la emoción. Casi como si dijera


la estela roja que dejan dos pies descalzos sobre una alfombra sembrada de pedacitos de loza blanca. 17 Por más que nuestros padres no se parezcan en nada, vos y yo somos el resultado de todo lo que no pudimos tocar, y en eso consistió nuestra educación. Nos enseñaron de todo menos el deseo. 18 Es un ruido lo que avanza, respira, y termina alojándose en la zona muda de tu cerebro. Eso que empieza a roer aquí y allá sus paredes de cartón, dejando a la vista el borde comido de los recuerdos. Un chillido podrá no ser una voz pero sí la urgencia de que algo se oiga. 19 De vez en cuando cierro los ojos y lo que escucho es la palabra nada dulce de mi madre: Vos podrías haber sido el animal de mis caricias pero fuiste el animal equivocado. Me acuerdo que te regalé un gato porque al lado de un depredador se aprende. Pero por un descuido y en un solo instante vos te enamoraste de las ratas y el veneno azul de tu padre acabó con las siete vidas del gato. 20 La memoria produce recuerdos falsos con pretensiones verdaderas, que tarde o temprano conviene pasar al papel. De lo contrario todo se almacena en la mente y la mente termina siendo el granero donde las ratas se alimentan de tus recuerdos. De noche las escucho ir y venir por el entretecho y es como si estuvieran corriendo carreras a lo largo y a lo ancho de mi cabeza: un cuarto de maderas vencidas donde confundo la voz de mi madre con el cadáver de una rata. Hablar así es raro, lo sé; asimilando las consecuencias del desastre para que el desastre abandone toda su extrañeza. Como si fuera de lo más natural decirte: no busques belleza dentro del poema. 21 No hay que envenenarlas ¿Me oís?


Ellas ovulan llenas de veneno y así contribuyen a la superación de la especie. Hay que dejarlas vivir libres como pájaros entre las piedras de las escolleras buscando cabezas de pescado. Y rezá para que la pesca sea buena. Porque de lo contrario los machos se organizan en expediciones nocturnas y toman la ciudad por asalto, para volver con la panza llena de comida envenenada y así poder inseminar a las hembras antes de morir, cumpliendo de este modo con las hembras y con la especie. Ellas mutan y se superan. Por eso vencen. Por eso, al final, van a apoderarse de todo. 22 Las ratas toman por asalto la ciudad y la razón. Hay tantas formas de perder el juicio como maneras tiene la razón de sublevarse y convertir la mente en una ciudad envuelta en llamas con gatos que son ratas que se escapan del fuego. Para conjurarlo el animal equivocado abraza el recuerdo de su madre como si se tratara de una gran fe, y por eso hay noches que se para frente al espejo y repite devotamente: un gato siempre será un gato y una rata siempre será una rata.

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Jorge Chiesa nació en La Plata. Es abogado, poeta y narrador. Vive en nuestra ciudad desde 1996 y declara que su lugar en el mundo es el mar. Es autor de las plaquetas de poesía “La Pesquita” y “Los Libritos” (ed. Goles Rosas). En el año 2009 obtuvo el primer lugar tanto en la categoría Cuento como en Poesía del Premio Municipal de Literatura Osvaldo Soriano de Mar del Plata, con los títulos “Dinamarca” y “Nilsen” respectivamente. Su novela inédita “Hermanos” obtuvo la primera mención de honor en el 10º Concurso de novela corta Aurora Venturini en 2011. Un año después publica la novela “Tony” (ed. Clase Turista), y en 2013 recibe el primer premio del Concurso Fundación Banco Ciudad de Buenos Aires con el libro de poemas “Un invierno ruso”.

En la sala de lectura de la Biblioteca Municipal Leopoldo Marechal y como parte de la segunda temporada del ciclo “Encuentros cercanos” auspiciado por la Secretaría de Cultura, se presentará el abogado y escritor Jorge Chiesa para compartir con el público, a lo largo de una charla/taller, un recorrido a través de su obra y de su trabajo como autor. El ciclo tiene como objetivo acrecentar los vínculos entre la comunidad y los productores de arte y literatura. Durante el encuentro, se presenta "El animal equivocado", últimos poemas de Chiesa publicados, especialmente para el encuentro, en una plaquette por la Bola editora. Se encontrará, también, abierto al público el stand "Mar del Plata Polo Editorial", donde se podrán encontrar las últimas novedades de los editores independientes de nuestra ciudad.


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