Saltos cuรกnticos en el alma
Gorka Lobo - 2010
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- Un pequeño contratiempo Sobrevivió casi ileso al incendio, a pesar de que hubiese preferido no hacerlo. Los bomberos tuvieron que sacarlo fuera del edificio contra su voluntad, y cuando en la calle los enfermeros le ofrecieron ayuda él la desestimó, aunque le aconsejaron que sería conveniente ver a un psicólogo. Entre las llamas ardía toda su vida, los cuadros que habían dado un sentido a su existencia. Él no aspiraba a más, pero tampoco a menos. Desde su adolescencia ya no creía en el amor, las relaciones se habían cubierto por una pátina de cinismo difícil de disolver. No aspiraba tampoco a la riqueza y la comodidad. Su mente siempre pisaba terrenos más inciertos y abstractos. Ni siquiera a la fama y al reconocimiento. Odiaba profundamente a aquellos diletantes que usaban el arte para envanecer su ego y llevar una vida de fiestas y elogios que para él muy poco tenía que ver con el verdadero arte. El arte se hacía con sangre, con la sangre de las propias entrañas. Y muy pocos eran capaces de sacrificar nada por él. Aquellos cuadros, en fin, eran el sentido último de su existencia. Se imaginaba que hasta después de muerto ni siquiera llegarían a tener ningún valor. Pero eso no le importaba. Había conseguido trasmitir la esencia de las cosas, el alma de las personas. ¿Cómo volver a rehacer su obra? Podría volver a pintar, pero no podría captar el momento tal y como lo captó en el pasado. Sería algo nuevo, algo distinto. No había por dónde escapar. Todo se había perdido. Sentado en la acera frente al incendio se dio cuenta que no estaba solo cuando un perfume de hachís le llegó cerca. Un chaval parecía estar fumando hipnotizado por las luces del edificio y el sonido de los coches de bombero y las ambulancias. - Eso te matará las neuronas. Supongo que ya lo sabes. - Eh... - Que no deberías fumar eso. - ¿Qué más da? Todos moriremos tarde o temprano. La vida no tiene ningún sentido. - Encontrarás uno al final. Quizás no sea un gran sentido, pero será el tuyo. Y entonces quizás te arrepientas de haber tirado el tiempo haciendo otras cosas. Lo sé por experiencia. - ¡Oh, corta el rollo! Ahora te pondrás a hablarme de Dios, y dentro de poco me dirás que perteneces a algún tipo de secta. Pasa de mí. - ¿Tú no crees en nada? - "Dios ha muerto", lo dijo Nietzche, me lo enseñaron en la escuela. - Quizás te lo enseñaron mal. Los filósofos nihilistas aún creían en cosas, pero 2
comprendían que era necesario destruir la vieja moral para poder construir cosas nuevas. Con el tiempo los viejos valores se corrompen. Es necesario destruir para volver a crear. - ¿Y tú te crees todo lo que dices? Miraron a lo lejos. Las llamas del incendio aún crepitaban. - Anda, pásame el porro.
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- Escuchar el silencio La consciencia del mal es algo que sólo pertenece a los locos y los amorales. Piénsalo bien, nadie se considera a sí mismo mala persona. Todos piensan que lo que piensan es verdad, y siempre son los demás los que se equivocan. Mis creencias son las correctas, mi dios es bueno, y tú simplemente no lo entiendes. Cuando si aquello fuese cierto todos tendríamos razón y estaríamos equivocados al mismo tiempo, lo cual es un axioma lógico imposible. El mal sin embargo es una parte intrínseca del ser humano, que le pertenece al mismo tiempo que su libre albedrío, que su natural capacidad para tomar decisiones sobre él mismo y sobre los demás. Es en la inconsciencia que ese mal campa a sus anchas y se toma las licencias que no le pertenecen. Realmente creo que empecé a madurar cuando comprendí que para aceptar el mal que hay en uno hace falta mucho valor, así que no creo equivocarme cuando pienso que en la vida, las únicas personas que llegan a viejo son las intrínsecamente malvadas o irremediablemente cobardes. No me cabe extrañar que la referencia que nos llega cuando llegamos a este mundo no sea la correcta. Me costó mucho esfuerzo aprender una verdad tan simple y evidente, como que lo importante es normalmente lo que no vemos, lo que no hay, la ausencia que por ausente misma se torna presencia. El silencio de todas las cosas que pudieron decirse y nunca se dijeron. A veces, cuando uno se concentra puede escucharlo. Y así fue como de tanto escuchar el silencio empecé a oírlo con la misma claridad con que se oyen las voces reales. Los gritos que fueron acallados, las súplicas castigadas, las peticiones ignoradas. Todo lo que nunca llego a ser y que por eso mismo nunca dejará de serlo. Naturalmente nadie me creyó. La gente no quiere que alguien les vaya contando que el mundo es más de lo que ven, más de lo que pueden oír con sus propios sentidos. Pero yo no desesperé y finalmente encontré un lugar en el que soy escuchado. Pronto llegará una mujer vestida de blanco, aunque a veces no es la misma, pero igualmente siempre me escucha antes de darme unas pastillas, y yo le voy contando todo lo que he oído porque sé que para ella es tan importante como para mí. Hasta que finalmente duermo satisfecho sabiendo que mi conocimiento no se perderá en el olvido.
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- Por lo tanto Aquel no era una día especialmente feliz en su vida. Todo parecía bastante torcido, por eso cuando aquel mendigo inmigrante le pidió algo de dinero en la calle ni siquiera se digno a mirarle. ¿Qué culpa tenía él de todo ello? Bastante tenía con manejar su vida como para preocuparse de la de los demás. Aquella frase del mendigo le hizo sentir mal. Le hizo sentir peor persona. ¿Era acaso él responsable de lo que habían hecho los demás con su vida? Cuando uno acaba en la calle no es por mera casualidad. Él no tenía la culpa. Aquella tarde cuando tuvo que escribir el discurso que daría el presidente se sentía bastante molesto. Ni siquiera fue consciente de ello, pero lo hizo. Horas más tarde al hablar frente a toda la audiencia, una de las frases del presidente sería malinterpretada como un alejamiento en las negociaciones con su país vecino. Se habló de xenofobia oculta o de defensa del bien nacional. El caso es que aquello causó un gran revuelo. Los rumores de que las relaciones con el país vecino eran conflictivas hizo que la gente de negocios dejara de invertir en productos extranjeros. Fue una reacción en cadena que en poco tiempo hizo caer la economía del país y generó una gran deuda. En este momento nadie sabía muy bien cómo había comenzado todo. Los periódicos sin embargo lo tenían muy claro. La culpa había sido del país vecino y su política agresiva, que sólo tenía como fin su propio enriquecimiento a expensas del del país. Quizás no lo dijeron de forma evidente, pero una de las frases lo dejaba caer de manera poco sutil. Un nacionalista radical que curiosamente leía aquel periódico se encontró una noche con aquel mendigo. Entre sus amigos le pegaron todos una paliza a aquella escoria extranjera. El mendigo intentó explicarse, que él no tenía la culpa de ser lo que era, que la vida le había venido de vueltas por más que él se había esforzado, su familia había renegado de él, la sociedad le había vetado las oportunidades, y por eso tuvo que buscar fortuna en aquel país. Aquella frase del mendigo no fue escuchada por el joven ni por ninguno de sus amigos. Se trataba sin duda de una frase sin importancia.
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- Sin querer evitarlo Algunos maltratadores los crea la sociedad, otros surgen en respuesta a unos malos tratos sufridos, unos pocos simplemente lo hacen por el placer de hacerlo. Resulta todo una especie de cadena con un final trágico en el que alguien debe de poner fin. Algunas cosas se hacen aposta, otras se hacen sin querer evitarlo. Desde que sus padres se divorciaron le tocó vivir con su madre, que pronto encontró un nuevo sustituto paterno para él, aunque él no creyese necesitarlo. Aquella persona no resulto ser la adecuada como figura de referencia, posiblemente ni siquiera en calidad de persona. ¿Tenía acasó su padrastro la culpa de la educación que había recibido? ¿Tenía su madre la culpa de ser una persona tímida incapaz de hacer respetar su opinión? ¿Tenía su padre la culpa de haber rehecho su vida con una mujer autoritaria? ¿Tenía él la culpa de ser una persona sensible a la que le costaba mantener sus emociones bajo control? En la sala todos se hacían preguntas. - Podría decir a todos los aquí presentes cómo se considera de los cargos que se le imputan por asesinato. - Inocente, señoría. El juez le miró con desconfianza. ¿Podría haberse evitado la tragedia? Él todavía se lo pregunta.
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- El vendedor de ideas "Hace muchos años existió un hombre muy pobre, pero tremendamente inteligente que tuvo una gran idea. Decidió que para vivir había que hacer algo por los demás, pero a él lo único que se le daba bien hacer era pensar, así que decidió abrir una tienda para regalar ideas a la gente. Al principio todo el mundo le tomó por loco. ¿Vender ideas? A nadie se le había ocurrido nunca nada así. Pero la curiosidad hizo que la gente llamara a su puerta para ver qué ofrecía realmente aquel tipo. En poco tiempo personas de todos los lugares venían para conseguir ideas. Artistas que no sabían qué crear, personas con problemas que buscaban una solución, grandes científicos atascados en sus propios descubrimientos. Pero había varios problemas. Cuando el vendedor vendía una idea esa idea dejaba de pertenecer a la persona que la había comprado y pasaba a ser una propiedad de todo el mundo. Eso a la gente no le parecía bien. ¿Por qué iban a pagar por una idea que al final no iba a ser solo suya? Otro problema es que algunas ideas resultaban peligrosas. Hacían pensar a la gente y cuestionarse si en el mundo las cosas se hacían de la manera correcta o no. Y algunos tipos poderosos estaban muy agustos con la forma en que se iban haciendo, fueran o no fueran correctas, siempre que ellos obtuvieran un beneficio de ello. Así que un buen día, unos guardias fueron a la tienda y encarcelaron al vendedor, del que nunca más se volvió a saber nada." - Y así acaba. Dime, ¿has entendido la moraleja del cuento? - Claro, abuelo. Es muy fácil. Las ideas no se pueden vender. - Bueno, sí, es cierto. Pero no, la moraleja es que pensar mucho puede ser algo muy peligroso. El pequeño que no había entendido muy bien lo que su abuelo quería decir, se quedó un rato en silencio pensando. Cuando este vio la cara reflexiva que tenía su nieto, se le escapó una sonrisa.
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- Punto muerto En la vida todo fluye, nada permanece estático. Esa es la razón por la que existen las cárceles, los psiquiátricos y los exámenes de recuperación en septiembre. No podemos negar la capacidad para evolucionar a mejor de los demás, porque nos la estaríamos negando a nosotros mismos. En cualquier caso, yo no esperaba que la conversación fuera a tomar aquel cariz. - Tenemos que hablar, Marcos. - Claro, ¿de qué quieres hablar?- De nosotros. - ¿Qué pasa con nosotros? - Que no estoy segura de que seamos ya “nosotros”. ¿No te has dado cuenta? Nuestra relación está en punto muerto. No hacemos nada nuevo, todo se ha convertido en una terrible rutina. Me siento ahogada. - Bueno, pues veremos a ver cómo podemos arreglarlo. - No sé si me he explicado bien. Quiero decir que necesito más tiempo para mí. - ¿Más tiempo? - Creo que deberíamos dejarlo una temporada. Ella se acabó el café, cogió su bolso y se marchó del local. Yo quedé allí sentado mirándola alejarse. Ella comenzaba una nueva vida llena de posibilidades. Yo sentía que el universo entero había dejado de moverse. Completamente.
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- Sublimación “¿Qué decir en un final? Nuestra consciencia no es dueña de nuestra mente, ni siquiera nuestra mente es dueña del cuerpo, si no al revés. Las emociones generadas por nuestras propias hormonas determinan con su intensidad nuestras percepciones. Los pensamientos que elaboramos no son nuestros. La mente se engaña al pensar lo contrario. Necesitamos un equilibro emocional. La ausencia de emoción nos lleva a la apatía y el abandono. El exceso a cosas peores. Las emociones negativas se apoderan de nosotros como demonios. Las positivas son aún más aviesas. Deseamos algo que nos aporta felicidad y sufrimiento por igual e incapaces de comprender tal paradoja perdemos el contacto con la realidad. Pero igual que no matamos a la gente por mucho que lo podamos desear, aprendemos a sublimar estas emociones y buscarles un cauce adecuado. Así es como surge el arte y la belleza. Y al igual que de la esclavitud del propio cuerpo, podemos contemplar un mundo distinto, un mundo de ideas, de conceptos, de abstracciones y lógica en el que el pensamiento es capaz de construir arquitecturas tan sólidas que su propia aprehensión nos cambia completamente por dentro. En esta última carta quiero dejar un legado…” Dejó de escribir en el ordenador. Pegó una calada a su cigarro y contempló por un momento lo que había escrito. Borró el documento y se echó en la cama. El vaso de whisky y las pastillas aún seguían ahí cuando despertó.
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- Un desafortunado malentendido Desde que salió de la discoteca tenía la sensación de que alguien la seguía, aunque después de todas las copas que había tomado aquella noche no podía estar segura. Aún no había amanecido y hacía frío para llevar una minifalda tan corta. El camino de regreso a casa no era muy largo. Aún así, decidió apresurar el paso. La sensación se transformó en certeza. Alguien la seguía, ya no había ninguna duda. Tal vez algún indigente o puede que un pervertido, un violador quizás. Recordó las historias de mujeres violadas que luego eran estigmatizadas como culpables sólo por el hecho de ir ligeras de ropa, como si aquello diera derecho a someter el cuerpo de nadie a los deseos incontrolados de un enfermo. La gente no quiere pensar que aquello le puede pasar a cualquiera. Corrió los últimos metros que le quedaban hasta el portal y buscó apresuradamente las llaves. Se le cayeron varias cosas del bolso, pero no las recogió. Las llaves no aparecían. Cuanto más infructuosa era su búsqueda, más nerviosa se ponía. Oyó pasos acercarse. Giró sobre sí misma y se encontró frente a frente con la silueta gris de una persona. Lanzando un grito ahogado y cogiendo todo el valor del que era capaz le golpeó en la frente y logró derribarle contra el frío suelo del asfalto. El hombre quedó inconsciente. Sobre la palma abierta de una de sus manos se encontraban las llaves que buscaba.
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- Alguien que no soy yo Hacía tanto tiempo que ya no lo recordaba. Dejó los estudios y en parte también sus sueños y los cambió por una vida cómoda junto a un buen hombre. Se dedicó a criar a unos hijos surgidos del amor y del deseo y sin darse cuenta dejó de hacerse preguntas. Si algún día deseó algo más de la vida ya no se acordaba. Dentro de su cabeza alguna conexión neuronal le decía que aquello era lo correcto, que ese era el papel que debía de representar, que no había que tener más ambiciones, que no había nada más que buscar ni que pretender. Un día ella volvió pronto de la escuela y la encontró preparando la cena. - Mamá, ¿es verdad que las mujeres tienen que estar en casa mientras sus maridos trabajan? - ¿Quién te ha dicho eso, amor? - Pablito lo dice. Dice que las mujeres no valen para nada más, que tienen que comprender su lugar en la vida. - Dile a Pablito que es un antiguo. Las mujeres ahora pueden hacer tantas cosas como los hombres y llegar igual de lejos que ellos. - ¿Tú crees que llegaré lejos? - Claro que sí, hija. - ¿De verdad? - De verdad. Dejó la comida y por un momento se contempló a si misma a través de unos ojos que no eran suyos, a través de alguien que no era ella, y sintió que debía de creer en su hija como no había llegado a creer nunca en sí misma. Necesitaba creerlo.
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- Un encuentro casual No lo vio venir. - Oh, lo siento, perdona. Ella recogió todos sus apuntes de filosofía del suelo. - No pasa nada. - No te vi venir. Llevaba demasiada prisa. Ahora tengo una reunión y… Bueno, supongo que por llegar un poco más tarde no pasará nada. ¿Te apetece un café? - Eh, vale, gracias. Dos extraños en una cafetería una mañana cualquiera sin un motivo aparente. - ¿Qué estudias? - Filosofía. Ahora iba a la facultad. - Ah, benditos años de estudiante. Yo ya los dejé atrás, ahora estoy de becario en una empresa. Aún no me he acostumbrado. Es todo tan frenético. - Deberías tomártelo con más calma. Pienso, por ejemplo, que el hecho de encontrarnos pueda significar algo. Nada es casual, cuando la gente se encuentra todo corresponde a un efecto de consecuencialidad en el entramado del mundo. Quizás algo de lo que hoy sucederá, un mínimo detalle, pueda ser decisivo en tu futuro. - Vaya, cómo sois las de filosofía. A mí me basta con que no me echen del trabajo y llegar a fin de mes. Nunca me había puesto a pensar las cosas así. - ¿Ves? Quizás eso es lo que debías aprender de mí. Fue una charla agradable. Luego se despidieron y nunca más se volvieron a ver. Ella salió a la calle con la multitud. Por un momento se paró a contemplar el mundo mientras este giraba alrededor. La ciudad se movía con prisa. La gente permanecía enredada es sus rutinas. Ausentes.
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