EL PAPA CUBANO DEL AÑO 1900. MITO O REALIDAD
Disimiles impresiones ha generado por el mundo entero el nombramiento de un Papa de origen latinoamericano y jesuita, para regir los destinos de la iglesia católica romana. Es la primera vez en la larga historia de esta venerable institución, que el sucesor de Pablo, como Obispo de Roma, no es un europeo. Es en realidad un acontecimiento histórico y para todos los hispanoamericanos, católicos o no católicos, es un motivo de orgullo y de celebraciones. Pero quiero aprovechar el júbilo por el Papa Francisco, para darles a conocer de que hace poco más de un siglo, los católicos cubanos estuvieron a punto de tener un Papa distinto al regente en la vieja Roma. Si no se asombren amigos lectores, el mundo católico hispano estuvo a punto de conocer la constitución de la Iglesia Católica Apostólica Cubana Independiente con un Papa netamente cubano y residente en la Basílica, de la barroca Catedral de La Habana. Todo aconteció durante el periodo constituyente de 1899 a 1901. Los asambleístas encargados de redactar la carta magna fundacional cubana, asumieron posiciones de nacionalismo extremo al tratar el asunto de la iglesia católica en la isla. El republicanismo constituyente decidió, de que por haber sido la alta jerarquía de la iglesia católica un firme aliado del poder colonial español en Cuba durante la gesta independentista, y como exigía la tradición de la práctica republicana, separar a la Iglesia del aparato estatal y limitar al mínimo sus poderes seglares y seculares. Se acordó además revisar y modificar la estructura del clero en la Isla, el cual era mayoritario de españoles y con un mínimo de sacerdotes criollos. Los firmes asambleístas cubanos solicitaron a la Santa Sede, la completa renovación de la alta jerarquía de la Iglesia Católica. El Sumo Pontífice en previsión de las consecuencias que a la práctica de la fe insular, pudiera acarrear tal enfrentamiento entre Iglesia y Asamblea, y en consideración a que la Isla estaba bajo la tutela temporal de los Estados Unidos, decidió nombrar como Arzobispo de la Habana a un sacerdote de origen italiano que formaba parte de la delegación apostólica radicada en Washington DC, nombrado Donato Sbarretti. Tan pronto como se conoció la decisión Papal de entregar la mitra habanera a un europeo y por más, italiano, un grupo de la Asamblea, encabezados por prominentes y respetadas figuras políticas como el Marqués de Santa Lucia y Máximo Gómez rechazaron de plano este nombramiento y propusieron varios puntos, entre estos, la separación de la Iglesia Católica cubana del Vaticano, su proclamación como iglesia independiente y soberana de Roma, la investidura de un Obispo cubano como su máxima autoridad, es decir como su Papa, la reorganización de las arquidiócesis cubanas por todas las provincias y el nombramiento de sacerdotes nacionales en todas ellas. Como pueden apreciar, al fervor nacionalista y renovador del momento no escapaba ni la Iglesia Católica. El asunto, álgido y difícil estuvo sobre el tapete de la Asamblea durante varios días, y los debates en torno al tema fueron arduos, pero al final se impuso la razón y la cordura. El sacerdote italiano Sbarretti demostró desde su arribo, ser una persona de una gran inteligencia y sagacidad política. El nuevo Obispo hizo suyo en breve, el sentir de los cubanos y se ganó el afecto y la confianza
de todos. En corto tiempo, logró modificar la estructura del clero en la Isla, crear nuevas arquidiócesis, sumar a la iglesia católica a la gesta fundacional republicana y sanar las huellas de tantos años de guerras y odios. El padre Sbarretti promovió la reconstrucción de la iglesia, fundó nuevas escuelas y posibilitó el surgimiento de nuevas instituciones sociales y religiosas en el nuevo marco republicano. Como pueden apreciar amigos lectores, la idea independentista de la iglesia católica cubana y el nombramiento de un Papa cubano de 1900, solo se quedó en eso, en un intento, pero pienso que esos ideales patrióticos de los padres fundadores de la nación cubana, pudieran ser la simiente, para que dentro de algunos años sea una realidad, que la mitra del Obispo de Roma pueda ser portada, por un sacerdote genuinamente cubano. FIN.