1
El semientierro de mi abuelita
Mi abuelita, se encontraba ingresada en el mejor hospital de La Habana. Acompañante semi-voluntaria de mi abuela, La Nina. (La Nina es mi tía, la hermana menor de mi mamá). Tía Nina, la pobrecita de siempre, ahora más gordita-solitaria-sin-marido que nunca, producto de tanta píldora para los nervios y del vicio de comer pan viejo de corteza dura, con aceite y sal, a cualquier hora del día y en cualquier parte, agravado este vicio, después que dejó de fumar los cigarrillos baratos y al menudeo, que venden en el chinchal de la esquina. Cuentan que esa tarde en el hospital, mi abuelita, golosa como una verde mosca sanitaria, sorbió con ese ruido característico de quien hace mucho tiempo le faltan todos los dientes, una sopa de pichón de calabazas tiernas que le pusieron al alcance de su maltratada lengua; soponcio hecho por encargo, bien saladito, muy escaso de carne eso es verdad, pero con las calabacitas mas tiernas del huerto de Arsenio y con todas sus tripitas dentro, como era su apetencia. Como el único televisor de la sala de hospital, le quedaba frente a su cama, Abuelita, después de comer, más satisfecha que llena, pudo ver toda la programación de la tarde-noche. Déjenme aclararles que la viejita era analfabeta y que su nivel de instrucción era muy escaso, mas ahora, agravado su entendimiento, con la parálisis total que sufría, pero la viejita estuvo dotada siempre de una inteligencia natural y de unos seis sentidos extraordinarios, perfeccionados hasta el detalle, después de estar casada durante mas de cincuenta años con Ñico el Ciego. (Ñico el Ciego, mi abuelo, ya fallecido, era pequeño agricultor, guataqueaba al hilo sin causar daños a las plantas, fue un buen jinete de mulas viejas, vendedor ambulante, lechero, pescador, billetero tramposo y hasta recogedor de bolita; y les aseguro que era ciego de verdad) Coincidieron después, todas las pacientes de la sala, de que la terapia programada esa tardenoche por el televisor, (obligada para todas las internas y sus acompañantes), incluía los espacios habituales de la televisión cubana y que los temas fueron los siguientes: De 6.30 PM a 8.00 PM, la Mesa Redonda Informativa,… la que trató las cuestiones relacionadas con el próximo fin del mundo, producto de los cambios climáticos y del deterioro del medioambiente, etcétera, y tenia como invitados a reconocidos científicos del patio, los cuales comentaron, criticaron y destriparon hasta la saciedad, un documental de la cadena de Televisión HBO. De 8.00 PM a 8.30 PM, el Noticiero Estelar de la Televisión Nacional,…el que comentó diversas temáticas, pero el que hizo mucho hincapié, apoyándose en materiales fílmicos aterradores, en el drama de la crisis económica global y en la hambruna que se avecina para toda la humanidad. (Filmados todos por la cadena de televisión CBS). Por supuesto, se dejó muy claro por Randy, el conductor del programa, de que a nosotros los cubanos, ni nos afecta, ni nos afectara la hambruna, jamás. Me aseguró mi tía Nina, que cuando mi abuelita oyó aquello, le sobrevino un espasmo y le subió un regurgito de semillitas de calabazas tiernas, que se atoró y hubo que darle a beber agua caliente de la pila. De 8.30 PM a 9.00 PM, el programa Pasaje a lo Desconocido,….. con Taladrid, su multifacético conductor habitual y el sugerente contenido de: El Calendario de los Mayas y
2 Las Diez formas en que se puede destruir la vida en la tierra y el fin de la civilización humana. Por supuesto que además del astrólogo nacional invitado, se incluyó y se criticó con una saña profesional, un material fílmico del canal Discovery Channel. Pero Taladrid dejo bien claro, que ninguno de estos cataclismos representan una amenaza seria las especies que habitan la Isla de Cuba, debido a la poderosa Defensa Civil Cubana, bla, bla. De 9.00 PM a 10.00 PM, el programa Lo Mejor de Telesur,….. le llegó también a mi abuela en directo desde Caracas, conducido con maestría por el habitual pirata, Walter el del Parche. La noticia de apertura y la recurrida todo el espacio televisivo, estuvo relacionada, con la inestabilidad de los precios del petróleo, los bio-combustibles y la escasez de alimentos, recreado todo con crudas escenas de violencia y de desordenes públicos, en las principales ciudades, de las naciones mas capitalizadas del mundo. (Todos los materiales que se visualizaron fueron tomados de la Cadena CNN, en español). Por supuesto, fue bien explicito el periodista, quien aclaró que en las capitales del ALBA no habrán protestas. Cuentan que mi abuela, con la vista fija (todo el tiempo), en la infatúa pantalla del para ella, tremendazo aparato, entre suspiros y tenues eructos, olientes a sazón completo barato, se fue adormeció lentamente, y que ya casi dormida, pero con los marchitos ojos aún vigilantes, la negra enfermera, después de tres intentos, logró introducirle la pequeña aguja en la piel escuálida y reseca, de lo que fue muy antaño, una portentosa, reluciente y sabrosa, nalga de mulata. Dicen que la vieron dormirse intranquila y preocupada. Aseguran los más cercanos a ella, que antes de abandonar el corto ciclo de su miserable vida, mi abuelita estaba muerta ya. Muerta de miedo a no ser reconocida por los suyos en la post-muerte, deformada por el sida, momificada por el hambre (su perenne compañero), diseminada en mil pedazos producto de un atentado terrorista o simplemente, irreconociblemente aplastada, por uno de los tantos meteoritos en tránsito hacia la tierra o las tremendas olas asesinas, anunciadas por la televisión cubana. Mi tía Nina, lela como siempre, se perdió el suceso mas importante de su vida y se dio cuenta de la partida de la madre, cuando despertó a las cinco de la mañana, extrañada y contenta a la vez, porque la vieja había molestado poco durante la noche y la había dejado dormir algo. A esa temprana hora me llamaron a mi casa y arranqué a recoger a la Negra (la Negra es mi mamá), la que estaba en Platino con la China (la China es mi suegra), pero por mucho que me apuré, mierda, la mala noticia llegó primero, en la voz madrugadora de la vecina de los altos, que también había sido avisada por la dormilona de mi tía. Arreglamos el asunto en el hospital de la manera mas fácil para todos, dejamos a mi tía Nina con el cadáver de la abuela, en espera del carro fúnebre del pueblo y yo partiría con la Negra adelante, a organizar los primeros toques del funeral y del entierro, lo cual quedó arreglado en el acto. Nada de pérdida de tiempo en autopsias, y el entierro, en la tarde del mismo día. A las diez de la mañana estábamos ya dueños de toda la funeraria y no había puesto aún mi escaso trasero en una de las populares sillas de tijeras, cuando me llaman del hospital, con el problemazo de que mi tía Nina, (la gorda-sin marido), no cabía en el carro fúnebre, motivo de que tenia las caderas demasiado anchas y por esto, ocupaba casi todo el único asiento delantero de la carroza. Resumen que no la querían en la cabina. Me gritaba en la oreja el desesperado chofer, que mi tía Nina, estaba renuente a viajar acostada al lado de mi abuelita en la parte trasera de la carroza y que ese era el único lugar donde podía venir. Después de discutir unos minutos por teléfono con ella, la convencí, de que viniera atrás acostada junto a la abuelita. La logré convencer invocándole su amor de hija, le grité de que no fuera supersticiosa, y de que se entierra a la madre una sola vez en la vida y que no jodiera tanto y se acabara de meter ya, y si quería, que se tapara con la sabana, metiera la cabeza en el cubo plástico y se pusiera en los pies el ventilador, así parecería una mudada de periodo especial, y muy poca gente se daría cuenta del asunto. Así fue como la convencí y se metió.
3 Horas después me entere de que el verdadero motivo de la renuencia de mi tía, era, de que la carroza fúnebre, es de las modernas. Es una carroza de cristales grandes a los lados y todo su lujoso interior se ve. Mi tía no quería (con toda razón) de que media Habana la viera acostada, retando a la codicia de la parca y meneando la colita todavía. (Después la muy cabrona me confesó en privado, de que el viaje fue tranquilo y bastante cómodo y que si lo tiene que repetir lo hace, pero sin la cabeza dentro del cubo plástico, porque eso le da migrañas). Les cuento que cuando llegamos a la funeraria, la misma administración nos sugirió realizar el entierro en el mismo día, ya que el calor era muy sofocante, etcétera, etcétera. Nosotros ya lo habíamos acordado de antemano, pero por pena con los desconocidos, nos fingimos los dolidos pensativos, y al fin fijamos el entierro para la misma hora en que mataron a Lola. Se podrán imaginar, que la difunta, con escaso patrimonio y nada que legar, atrajo a muy poca familia al velatorio, y las pocas lágrimas de los más hipócritas, semejaron la ausente llovizna de un frente frío en disipación. La única cosa con algún valor aparente que dejaba la vieja, era un casquillo de oro 18, incrustado en su prótesis de siempre, que se lo había puesto según ella, cuando el Presidente Machado era bueno todavía, pero se lo había prometido a casi todos los nietos y ahora todos se sentían con el mejor derecho de llevárselo. La abuela siempre le tuvo un gran apego a aquel casquillo y no se deshizo de él, ni en los momentos más fútiles de la casa del oro y la plata, donde se lo quisieron cambiar por ventilador plástico ruso marca Orbita de solo tres paletas. (Después pudimos comprobar que el famoso y reluciente casquillo, de apariencia consistente y maciza, no era más que una fina lamina de tela de cebolla dorada). Aclaro, según mi tía Nina, hoy esta extraviado con prótesis y todo, pero se comenta por la familia, de que lo derritieron con un joyero local, para hacerle unos aretes dormilonas a la última nieta. Les sigo contando sobre el semientierro y les dejo los chismes para otro día. Con muy poca familia reunida y algunos pegados, tales como, los ex-maridos celosaguntones, las ex-esposas resentimachucadoras y algunos sexoconocidos de mis primas y tías, al filo del mediodía, ya habían suficientes asistentes, como para sostener una buena tertulia, la que les aclaro, nunca logró conciliarse, ya que como una buena familia de estos tiempos digitales que corren, muchos parientes no se llevaban bien entre sí, mejor dicho casi ninguno se trataba y algunos ni se conocían. (Nada serio, todo por las miserias humanas que tú conoces o por problemas de portañuelas mal ajustadas). La típica familia cubana de hoy, acostumbrada a reunirse y a reconocerse, solamente en los velorios, (ya que las reuniones familiares festivas, se encuentran en proceso de extinción, producto de que afectan, al medio y al ambiente) nos agrupamos por afinidad sanguínea, sin importarnos los distintos matices de la notable transculturación, introducida durante varias generaciones, por todas las parientes bolloslocos que nos antecedieron. Como a la una del día, por mero chismecito de nieto preocupado, con cara de doliente aparente y parado frente al féretro, se me ocurre preguntar a nadie en especifico y a todos los presentes a la vez -¿donde iban a enterrar a la viejita? y maldita la hora en que lo hice, porque todos esperaban al primer tonto que lo hiciera, para regalarle la tarea, y me la dieron directamente a mi y sin taza de café-mezclado acompañante. Ahí mismo comenzó la odisea. Nadie en la familia sabía o tenía alguna idea preparada, de donde iban depositar los queridos restos de la abuelita. Por supuesto todos se viraron para mí y me confiaron con frescas lágrimas de verdad, la difícil tarea. (Vaya familia que me tocó) Raudo partí para el cementerio y cuando llegue al mismo, el jefe no estaba y el ayudante me dijo - Que no había capacidad allí para la vieja. Que el cementerio estaba repleto y estaban desviando los cadáveres para la Provincia. Salí disparado para el otro pueblo donde están enterrados los míos y cuando llegue allí, los sepultureros semi-borrachos ya, se me tiraron en
4 plancha, pues no querían abrir hoyos en la tierra a esa hora y me alegaron - que tenia que traer las propiedades de las fincas nuestras y las cuales, nadie sabe donde carajo están. Regresé para a la funeraria y por suerte ya había llegado el grueso administrador. Le narré del fatídico resultado de mi gestión y le comuniqué, lo mejor que pude, que si a las tres de la tarde (hora pre-fijada y no negociable), no aparecía un lugar sacro, donde dar sepultura al cadáver, se lo íbamos a dejar allí mismo hasta el siguiente día, o cuando mas, nos lo íbamos a llevar, para enterrarlo de forma temporal (claro), debajo de una mata de mango, en nuestro viejo patio familiar. Esto, dicho bien en serio y con el lagrimoso apoyo de todos los familiares presentes, parece que lo hizo reaccionar y me dijo - vamos a llegarnos hasta el cementerio a ver lo que se puede hacer - Regresamos al lugar (esta vez mejor acompañados) y por suerte, estaba el jefe del camposanto. Mi grueso acompañante me dijo - arréglate con él - y enseguida capté el mensaje y me palpé la billetera en el bolsillo trasero donde siempre debe estar. Llevé aparte al enterrador mayor, le puse entre los dedos, doblado, pero con la cara del patriota visible, un mensaje, de esos que ustedes conocen y le estampé con la firmeza de un representante de una cooperativa agropecuaria – amigo mío, resuélveme este problema, ya, ….Cuando vio la nota que tenia entre los dedos y la consistencia de mi empeño, me gritó sin pudor alguno, con su indefinido aliento de tabaco de a peso, mezclado con chispa de tren y de sexo de negra vieja, - dime donde quieres poner a la abuelita mi socio, lo mismo te la pongo en el panteón de los masones, en la bóveda de los isleños o hasta en el mismísimo panteón de los combatientes revolucionarios - miré alrededor y de las descascaradas gavetas aéreas individuales, le señale la número uno. Me respondió con el mismo pegajoso olor - pues compadre, si esa es la que tu quieres, esa es la tuya - y le gritó a su ayudante, - ¡fulano, prepárame la gaveta uno para las tres de la tarde! - y el otro, ebrio también y que ya esperaba la orden, empezó de inmediato a golpear la puerta del sacro compartimiento, pero de inmediato se detuvo y grito - ¿Y qué hago con lo que está aquí?, el jefe de los enterradores sin detenerse le espetó de forma brusca – ¡Mira zurdo no me jodas, que tu sabes lo que tienes que hacer con eso! - y al Zurdo se le escapó la vista hasta la alta tapia amarilla, del lateral cercano. El grueso administrador, que observaba desde lejos, cuando vio la acción, levanto los brazos y simuló como preguntón intrigado, por el destino del inquilino de la gaveta uno, la cual yo había escogido. El enterrador mayor me hizo señas para que me hiciera cargo del asunto y así lo hice. Me acerqué al hombre, lo lleve hasta el auto, lo invité adentro y le puse entre los dedos la otra nota gemela que llevaba en la billetera y funcionó, arguyó una solución de destino transitorio entre dientes, me comentó algo acerca de las reservas para estos casos críticos y nos fuimos muy intranquilos, pero seguros, de poder darle un feliz término a la tarea. Cuando llegué de nuevo a la funeraria, me encontré con la lóbrega escena, de que alrededor del féretro de la abuelita, solo estaban honrándola, las cinco coronas ralas de la cuota asignada (no habían otros fallecidos en todo el municipio) y un solo bombillo en su cabecera. Me trasladé a la florería cercana, converse brevemente con la encargada, pagué el doble del precio y aparecieron al instante cinco coronas más. En total le pusieron doce coronas (la vieja, como siempre hace todo el mundo, había dicho en vida, de que no quería flores, que se lo dieran todo en comida, café y cigarros. Yo por suerte puedo escribir este relato en este lenguaje, porque le di ambas cosas, aunque muchos de los míos, allí presentes, no le dieron ni lo uno, ni lo otro, ni pagaron las coronas) Les contaba que el entierro había sido fijado para las tres, pero esa hora era, si no había otro fallecido, porque allí te dan turnos para enterrar a partir de las tres hasta las cinco en que cierra el cementerio. Dan los turnos por el orden de llegada de los dolientes y no de los cadáveres. Les explico esto para que me entiendan, usted puedes llegar a las diez de la mañana y obtener el primer turno, aunque su cadáver llegue a las dos de la tarde, me entienden, el turno se lo dan al vivo, no al muerto. Bueno mi abuela fue la primera, le tocaba las tres de la tarde (primer turno, yo creo que la pobre era la primera y única vez, que era la primera en algo), pero había turnos hasta
5 las cinco de la tarde. Aunque que no habían mas entierros, a las tres menos diez ya con la gente espabilada, los pomos de agua descongelados, los termos del semicafé vacíos y las sillas de tijeras recogidas, se le ocurre a mi tía Nina pedir una prórroga hasta las cuatro de la tarde y me asigna a mí la tarea, de dar la mala noticia a los presentes. A sentarse otra hora más. A las cuatro en punto arrancamos con destino al cementerio del pueblo, yo me llevé en el auto a mi tía y a la Negra, pues apenas podían andar, mas que por el dolor de los pies, porque se llevaban del lugar, agarrado por ambas puntas, un saco de yute, con toda la asignación que les habían entregado para pasar la noche de velorio, la cual consistía en, medio kilo de café mezclado con chicharos en polvo, uno de azúcar cruda, dos kilos de mortadela mejorada, tres kilos de picadillo extendido, dos kilos de queso fundido sucedáneo de papas y además de cinco pomos de litro y medio, llenos hasta la boca, de refresco gaseado instantáneo a granel. Se podrán imaginar si iba de bueno el saquito, agregando que en las carteras, se iban el jabón, el rollo de papel sanitario y el frasco con lejía que les habían depositado en el baño,…mira si iban cargadas las dolientes. La comitiva partió como es tradición obligada, en recorrido de a pie, tras el carro fúnebre hacia el camposanto, el cual dista como a unas diez cuadras de allí. Yo llegué de primero al cementerio con mis acompañantes (y el saco de yute) las cuales estuvieron satisfechas del alquiler que había hecho para depositar los restos mortales de la abuelita. Pasaba el tiempo y como el carro se demoraba mas de la cuenta nos empezamos a preocupar de nuevo, como a la media hora lo vimos entrar triunfante en el cementerio con la comitiva sudorosa pegada atrás y alrededor, y este acto fundente fue necesario, pues el carro presuntamente, se había roto en cuanto salió de la funeraria y hubo que empujarlo por todo el pueblo, hasta el cementerio. Imaginen cuan molestos empujaban mis hermanos la antiquísima carroza, que cuando este se rompió, la mitad de la comitiva (novios, enamorados, queridos y amigos complacientes de mis primas) se esfumó sin ser vista y solo quedaron como empujadores ellos dos y un par de viejos amigos nocturnos de mi abuela, de mucho antes de usar la prótesis del casquillo de oro. Y como colofón de lo que les cuento, sucede, que al transportar y tratar de introducir con solemnidad el féretro de mi abuelita dentro de la cajuela destinada a su largo, tranquilo y bien ganado reposo, el maltrecho cajón fabricado con tablas de almácigos podridos se desfondó y el menudo cuerpo de la viejita, fue a dar de espaldas contra el duro pavimento, semi amortizado este golpe, por un supremo esfuerzo de último aliento, realizado por mi hermano menor, el que trató infructuosamente de impedir aquella ofensa, a costa de meter todo su cuerpo debajo del cadáver y quebrarse dos costillas en el noble intento… FIN Postdata. Días después nos enteramos que: 1. El chofer del carro fúnebre, fingió la rotura de la carroza en cuanto salió hacia el cementerio, para quedarse con la gasolina y venderla. 2. El administrador de la funeraria, reportó que mi abuela fue velada durante toda la noche y enterrada al siguiente día. Así pudo justificar algunos gastos excesivos. 3. El responsable de la cafetería, reportó que durante las 24 horas que duró el velatorio de mi abuela, asistieron unas 200 personas y tuvo que elaborar varias comidas a los dolientes? 4. El féretro se desfondó, debido a que era de los reciclados que se mojaron cuando el huracán y que solo se usan, para el traslado de los cadáveres entre los distintos municipios.