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BOLETO AL PARAISO UNA PELICULA CUBANA, PARA NO OLVIDAR (Ensayo critico) LA OPINION DE UN SIMPLE ESPECTADOR
Impulsado por los lazos afectivos, y no por los de un espectador critico, me introduzco nuevamente en la trama del filme cubano Boleto al Paraíso y tras superar la emoción familiar, aprecio que la película me resulta una vez más, una obra superficial y poco convincente, pero a pesar de ello, pienso que me será muy difícil olvidar los cuadros de la temática que en ella se aborda y sé que a muchos de ustedes, les sucederá lo mismo que a mí. Persiste el criterio en mi yo, que el experimentado Director Gerardo Chijona, se ha quedado demasiado corto en su intento de llevar a la pantalla grande un momento tan difícil para la sociedad cubana y en especial para los jóvenes, como lo es el bienio 1993 - 1994. Es mi opinión, que no podemos estar del todo conformes con el contenido del discurso narrativo del filme, los que tuvimos el privilegio de ser los protagonistas directos y no los espectadores pasivos, de este capítulo tan terrible de la historia de Cuba, bautizado por los políticos detentores del poder isleño, con el edulcorado nombre de: Periodo Especial en
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Tiempo de Paz, y que resultó ser en realidad, la etapa conclusiva del noble intento utópico revolucionario tropical y el punto de partida a la vez, hacia el inevitable retorno a la democracia representativa burguesa en la Republica de Cuba, siguiendo el mismo camino del resto de las llamadas democracias socialistas europeas y asiáticas. Es muy cierto que, tanto para un director de cine, como para un artista o un escritor en Cuba, sujeto a la censura escolástica y asfixiante del Partido Comunista, le será muy difícil, por no decir imposible, el abordar con realismo crítico las problemáticas de la sociedad cubana actual y por ello, se ven todos obligados, a transitar el trillado sendero del consabido humorismo costumbrista característico de los cubanos, llamado por muchos: el choteo, para tratar de re-crear al público y de enmascarar así, las verdades a medias. La película Boleto al Paraíso, en apretada síntesis, se propone de una manera muy discreta y por supuesto que no lo logra, denunciar, o mejor dicho, poner al descubierto del espectador, el estado de marginalidad y de desesperación, ante un futuro incierto, de la joven generación de cubanos del principios de la década del 90, la cual no alcanza atisbar la certeza de un mañana mejor y se ve obligada a buscar a cualquier precio, las vías de escape a sus insatisfacciones y a sus miserias. A mi juicio, si hacemos un paralelo histórico, podemos catalogar al año 1993 como el año terrible para la mayoría de los cubanos, tal como denominó Víctor Hugo al 1793 de los
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revolucionarios franceses, al igual que los galos de entonces, los cubanos tuvimos que asumir durante este mal llamado Periodo Especial, posturas extremas en la búsqueda de soluciones o de alternativas de sobrevivencia ante la crisis, y es evidente que hasta nuestros días, se perciben las profundas huellas impresas por esta etapa y somos testigos de que las secuelas de aquellos años, aun no han sido resueltas por la sociedad cubana, marcas que se expresan en la actitud cotidiana que se asumen y en los conflictos que se generan a partir de la ausencia critica y masiva de los más elementales valores humanos y morales, que siempre caracterizaron a los cubanos. Según la trama del filme Boleto al Paraíso, un grupo de jóvenes, inconformes con todo, deciden romper con sus lazos familiares habituales y dar un cambio radical a sus vidas miserables. Para ello, después de delinquir, escapan del micro medio social, su pequeño pueblo rural, hacia la gran ciudad capital, para disfrutar de la tan ansiada libertad personal y de la música rock, género musical foráneo, el cual es su adicción y que le sirve al Director, como telón de fondo, para justificar las actitudes contestatarias asumidas por los jóvenes. Este fenómeno de culpar como enajenante al arte proveniente de Norteamérica y en este caso a la música rock, es un viejo diseño represivo en Cuba desde los primeros años revolucionarios. Muchos de nuestra generación fuimos expulsados de clases y privados de algunas de las bondades
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del sistema, por amar la música rock, dejarnos el cabello largo o tararear alguna balada de los Beatles. En aquel entonces se nos acusaba de ser víctimas y promotores a la vez de algo incomprensible para nosotros, llamado Diversionismo Ideológico y con esta culpa a cuesta, nos cerraron las puertas de planteles y escenarios, solo abiertas para los revolucionarios o para sus familiares. Como pueden apreciar estimados lectores, la problemática del rechazo y la incomprensión como respuesta a los gustos estéticos y artísticos de los jóvenes en Cuba, y que se aborda de manera discreta en el filme, no es nueva, ni ha sido eliminada aun del discurso político oficial vinculado a la cultura, aunque un Lennon de mirada frívola y ausente, sonría rodeado de flores, en medio de un legendario parque habanero. Volvemos al filme Boleto al Paraíso y vemos a un grupo de jóvenes inmersos en una crisis de la que no se sienten culpables, y que como miles de familias cubanas, se han visto obligados a forjar su espiritualidad, carentes de todo lo material, por lo que necesitan ahora, con la adultez a la vista, darle un nuevo sentido a sus vidas, y para ello, toman la errática decisión, de viajar hacia La Habana con la presunción de que en la capital, encontraran las condiciones y las oportunidades para labrarse un futuro mejor. Pero la triste realidad es otra, la fría e insensible gran ciudad, inmersa en sus propios problemas, no los recibe con los brazos abiertos, sino que les introduce en una nueva modalidad de vicios, drogas,
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alcoholismo y prostitución, en magnitudes desconocidas para ellos. En medio de esta decepción, es que algunos del grupo, se enteran de que el tan añorado paraíso terrenal, sí existe en la gran ciudad, que es un sitio de ensueños, donde pueden vivir con condiciones de vida decentes y un ambiente sano, en el que podrán disfrutar de los bienes y de los servicios tantas veces anhelados y solo vistos en las escenas de las diversionistas películas extranjeras norteñas, escenas donde se muestran la alimentación abundante, el ocio, la televisión sin censuras y la mejor música rock del mundo. Es así como conocen que en las afueras de la ciudad de La Habana, existe un reservorio, o mejor dicho un sanatorio, llamado Villa Los Cocos, el que cuenta con unas condiciones de vida paradisiacas, donde todos los inquilinos disfrutan de forma totalmente gratuita, de lo que para ellos representa la buena vida, que no es otra cosa que platos exquisitos y abundantes, higiene personal, climatización en los locales y en los dormitorios, agua corriente y caliente en los servicios de aseo, y mucho tiempo libre, para dedicarse sin censuras al sexo y a la música rock, aunque la única condición que se exige por las autoridades para residir en este oasis increíble y disfrutar de esta verdadera utopía comunista, es llevar en la sangre el virus del terrible VIH o SIDA. El filme nos muestra como uno de ellos, llamado Alejandro, en su desesperación extrema, no ve otra forma de acceder a este
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paraíso cubano, que auto contagiándose con el VIH, y mediante la práctica del sexo indiscriminado y orgiástico lo logra, ganándose de buena gana el boleto de entrada al sanatorio forzoso para enfermos de SIDA en Cuba. El filme muestra la triste decepción que sufrirá nuestro joven amigo Alejandro, ya enfermo, el que descubre muy pronto que dentro del perímetro de las bien cerradas tapias del recinto hospitalario, nada es idílico y que la vida discurre con los mismos matices y las mismas normas de convivencia que en el mundo exterior, y conoce y sufre el joven dentro de su oasis paradisiaco, del comportamiento agresivo e inhumano de los obligados huéspedes, quienes ante la certeza de una muerte inminente, no sienten el más mínimo pudor en exteriorizar sus inconformidades y sus miserias humanas. El filme aborda de forma muy tímida los conflictos dentro del recinto hospitalario, aunque nos permite entrever con una fina y esmerada discreción, que las relaciones humanas que imperan dentro del sanatorio Los Cocos, se aferran a las mismas leyes que se manifiestan en la jungla pestilente y peligrosa que conforman los sórdidos arrabales de la capital cubana, a los que algunos artistas o funcionarios de buena fe, le llaman barrios periféricos o marginales. Por último, la trama de la película recurre a la ya manoseada solución de los conflictos humanos mediante la desaparición física de uno de los causantes, como dice el viejo refrán, muerto el perro se acabo la rabia, y para salvar un poco la
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honrilla y enviar de alguna forma un mensaje noble a los espectadores, deja un final abierto, con la joven amante enferma también, e internada en el sanatorio - paraíso, pero embarazada esta y anidando en su vientre un nuevo cubano sin futuro como ella misma, condenado, si no sucede un milagro antes, a vivir por siempre, la vida especial, de miserias y de frustraciones de sus padres. Insisto en que se obvia en Boleto al Paraíso por el director Gerardo Chijona, los episodios más transcendentes en la capital cubana en este año 1994, como lo fueron El Maleconazo y La Crisis de los Balseros. Pienso que el viejo director, consciente del poder de la censura política en la Isla, los obvia a propósito, como si no tuvieran importancia y no los capta con sus cámaras para el filme, como tampoco se interesa en profundizar en las causales de los males sociales de siempre, como lo son el alcoholismo, la drogadicción y la prostitución de adolescentes, y seria quimérico el pensar, que pudiera extender el concepto de libertad esgrimida por los jóvenes en el filme, a las libertades políticas. Según el guion de la película, es la familia cubana la causante de todos los males que se manifiestan en los protagonistas, se presenta a la familia como una institución social quebrantada y responsable de la crisis de valores morales en los ciudadanos cubanos y se deja intacta de cualquier valoración critica la responsabilidad del gobierno o del partido gobernante ante estas deformaciones conductuales, es más, se presentan en la
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película a las instituciones estatales como son la escuela y la policía, como las contrapartes buenas del conflicto, incluso se proyecta la imagen de una policía buena, constructiva y hasta torpe en algunas ocasiones. Me imagino que se sabía de antemano, que con este inofensivo guion y con este enfoque estético poco critico, además de poner en práctica el recurrido concepto filosófico burgués de, pasar y dejar pasar, se iba a disponer del suficiente celuloide, después de los cortes de la censura, para llegar al límite de tiempo requerido para completar un buen filme. Me contaba uno de mis ex alumnos, quien trabaja en el ICAIC como técnico de sonido, que durante las filmaciones de los proyectos cinematográficos recientes, ha podido presenciar escenas muy interesantes, relacionadas estas de alguna manera, con la temática que aborda el filme Boleto al Paraíso y las cuales quisiera compartir con ustedes en este intento de ensayo breve. Jura el sonidista que fueron reales estos dos episodios, cargados los dos de un gran dramatismo y que causaron una impresión muy desagradable, principalmente en los jóvenes de los elencos y hasta en algunos de los fogueados asistentes, quienes por los años en los quehaceres fílmicos a través de la isla, ya están acostumbrados a estas experiencias. Episodios como las que les narraré a continuación, no necesitan ser enmarcadas en fecha de presentación como hace Boleto… porque estos han estado presentes, durante todas estas décadas de poder revolucionario.
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Uno de estos episodios se produce durante de un filme, cuando fiel a su guion, una joven actriz se ve obligada a buscar algo de comer, dentro de los malolientes recipientes de basuras. Para rodar este episodio, se había escogido un escenario natural y real, en un lugar cercano a la Terminal Central de Ferrocarriles de la Habana Vieja, era un lugar sórdido y místico, cruzado por estrechos y sombríos pasajes, donde pernoctan y deambulan un ejército de seres marginados y harapientos, llamados por las autoridades locales, como vagabundos y por el pueblo como mendigos y pedigüeños. Resulta que en uno de los mencionados recipientes se le había puesto a la actriz un emparedado debidamente protegido, para que ella simulara el hallazgo, lo tomara y se lo comiera en este mismo lugar. Las cámaras se encontraban semi ocultas en un portal cercano, la actriz avanza con paso demorado hacia el bidón de la basura, pero para sorpresa de todos los presentes, de repente, ha surgido de la nada un vagabundo, quien con paso resuelto llega hasta el bidón de basura destapado, olfatea su interior como todo un profesional, descubre el emparedado y antes de que nadie le pudiera decirle algo, le entra a mordiscos ante la mirada atónita de la actriz y de los asistentes. El hombre, al notar el interés de la joven, harapienta como él, y que muda de espanto mira con estupor su emparedado, se lleva el paquete a la espalda y le profiere una frase amenazante sin dejar de masticar. Por mucho que se le explicó al hombre lo que sucedía en aquel lugar, no lo entendió, ni soltó su presa, es más, no dio ni las gracias por el obsequio, sino que con la misma velocidad
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con la que había llegado desaparecía por el oscuro pasaje, para retornar al instante acompañado de tres de sus malolientes compañeros de infortunio, los que también reclamaron del equipo de filmación su ración de comida, quienes en un gesto de sensibilidad humana, compartieron los emparedados y las sodas enlatadas de la cuota de ese día, con el grupo de indigentes. Estas escenas ocasionales y fuera de guión de la realidad cubana de hoy, fueron filmadas, pero por supuesto, ninguna de ellas se exhiben en las películas, incluso para evitar equívocos, hasta se censuran las escenas, aunque estén previstas en el guión original, donde alguien come en unos de los recipientes de basura. Pero lo que sí es cierto, aunque no se publique en la prensa plana o aparezcan en los filmes, es que en La Habana, acuden cada día, decenas de personas indigentes y hambrientas a buscar alimentos entre los contenedores de desperdicios aledaños a los hoteles y a los restaurantes más céntricos de la ciudad. Me comentaba también mi amigo, de otro episodio tragicómico durante el rodaje de una película, en el emblemático Paseo del Prado de la Habana Vieja, donde una joven actriz, se ubica en los peldaños de una de las escaleras de acceso y comienza a pedir limosnas a los transeúntes, mientras corre el guión la escena se filma con una cámara oculta desde un portal cercano. En esta tarea estaban cuando llega un mendigo, quien muy serio, recrimina a la muchacha con fuerza, por ocuparle su lugar habitual de limosnero, acto seguido, el hombre se sienta
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junto a ella y con una sincera y desdentada sonrisa, le promete, compartir entre los dos, la recaudación del día. De inmediato, el vagabundo acostumbrado a la faena, comienza a pedir a viva voz ayuda para la joven, y hasta adopta posturas groseras con las cuales manifiesta su disgusto, al notar la falta de solidaridad humana de los que pasan insensibles, muchos de los cuales hasta ofenden al miserable dueto, con frases irrespetuosas, las que incluyen por supuesto, los conocidos vocablos de, vagos, descarados y putas. Pueden imaginar que ninguna de estas escenas, las cuales también fueron captadas por las cámaras, y que reflejan las escenas cotidianas en una céntrica esquina habanera, aparece en el filme de marras. Quiero aclarar, antes de concluir mi recuento anecdotario, que aunque mi amigo no fue tan explicito, presumo que ninguna de estas dos anécdotas, guardan relación alguna con el rodaje de la película Boleto al Paraíso, sino que ambas pertenecen a uno de los tantos proyectos artísticos inconclusos, que se acometen cada año por la austera industria cinematográfica cubana. Estos episodios, son una muestra de que La Habana, a diferencia del discurso oficial de los dirigentes locales, sí está plagada de hombres y mujeres desamparadas y marginadas, muchos de ellos padecen trastornos mentales o de personalidad, y son los que merodean y piden limosnas, a cualquier hora del día o la noche, principalmente a los turistas y a los extranjeros. Es cierto que hoy son muchos menos, si se les compara con épocas anteriores, y que mediante la fuerza y
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la coacción de las autoridades y en especial de la policía, estos marginados se comportan menos asiduos con la población, pero eso no quiere decir de que no existan y que cada día, en la medida en que se agudiza la crisis económica por la que atraviesa el país, su número continúe incrementándose. Conozco personalmente el escenario que sirve de colofón a la película y les aseguro que no constituye ningún paraíso terrenal. Villa Los Cocos, una antigua finca de recreo perteneciente a una de las familias de abolengo de la época republicana, es un acogedor sitio al margen de la carretera hacia el Santuario del Rincón, a las afueras del pueblo de Santiago de Las Vegas, en los límites de La Habana. Pasé una temporada en este lugar cuando a principios de los 80, la centenaria instalación servía como sala de recuperación, del hospital militar naval. Es un lugar muy pintoresco y por lo apartado del bullicio urbano, muy tranquilo, con una vetusta casona de dos plantas en el centro de la finca, construida con un refinado buen gusto y un gran sentido estético, la que conserva intactas las finas decoraciones de alegorías mozárabes, en la que abundan los vitrales y los azulejos cromáticos importados. A pesar de la cruzada destructiva de las décadas revolucionarias, la instalación ha logrado conservarse en el tiempo, con sus alegres fuentes de ninfas surtidoras, los amplios portales de arcadas y los pisos de mármol blanquísimo. Son admirables también en el sitio, los bellos y cuidados jardines, floridos en todas las estaciones, y los parques
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interiores sombreados con inmensos árboles centenarios, ya que el lugar, con un manto freático abundante y saludable, disfruta todo el año de un microclima muy agradable y refrescante. En resumen, es el marco apropiado para una vida paradisiaca. Por desgracia, los inquilinos de hoy de la Villa Los Cocos, no pueden disfrutar a plenitud de las maravillas que les brindan la naturaleza y el sistema sanitario cubano. Convertida desde hace algún tiempo en sanatorio para enfermos con el VIH o SIDA, alberga una población condenada a sufrir en silencio las secuelas de su mala suerte. Es cierto que han tratado de crear un ambiente material agradable, muy distinto al mayoritario fuera de sus muros, y es como un oasis florido en medio de un vasto desierto de arena salada, pero los que adentro del viven, no conocen ni un momento de felicidad, ya que están sujetos a una reclusión forzosa y a un exigente y estricto control sanitario, como medidas para evitar su propagación. Hasta este sitio de la geografía cubana llegaron los jóvenes del filme, después de auto-contagiarse con la enfermedad, en el afán de encontrar y de disfrutar de los placeres de este paraíso terrenal, confiados en la leyenda de la muerte improbable y lejana, y confiados en que dentro del recinto hospitalario todo sería perfecto para la vida, para tener después la amarga desilusión, de que todo era una farsa y que dentro de las fronteras de la isla-país, convertida desde hace décadas en un inhóspito desierto, no existen oasis salvadores.
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El filme Boleto al Paraíso no quiere abordar el asunto de frente, quiere que un espectador inteligente, sea capaz de discernir el mensaje que cada escena de la trama lleva implícita y al mismo tiempo, hacerlos cómplices involuntarios de una obra aparentemente apolítica, pero pienso, que al final el filme no lo logra, ya que le faltó la solidez argumental de los diálogos del guión y le faltó además, la crudeza del símil realista en las escenas filmadas dentro del sanatorio. Aprecio que se fueron demasiado por las ramas al dejar entrever y hasta sugerir, que la única forma de disfrutar, de una vida decorosa y decente, que incluya alimentación, higiene, climatización, televisión sin censura y la internet parcial, lo constituye este tipo de paraíso idílico de Villa Los Cocos, un lugar ideal para vivir, sin la vigilancia cederista o policial permanente, sin consignas revolucionarias a todas horas, reuniones insensatas, mítines políticos o asambleas de todos, un mundo en el cual se pueda vivir en paz, sin chantajes de los inspectores buscavidas y de los trabajadores sociales informantes, o lejos de la amenaza de los delincuentes disfrazados de campañistas cazadores de mosquitos, es decir vivir en un mundo sin héroes, ni espías, ni terroristas, sin aburridas mesas redondas plagadas de enemigos ambientales, en fin vivir en un mundo idílico, donde no existan falsos misioneros, ni padrinos protectores, ni testigos de Jehová de mangas largas o re-vendedores ambulantes del nuevo socialismo del Siglo XXI.
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Por último, no debemos olvidar que el cine, como arte popular y masivo, puede, si es de buena factura, hasta trazar patrones de conducta paradigmáticos, por lo que pienso que el filme fue poco crítico con la decisión adoptada por los jóvenes, los que ven como única salida de su vida miserable, el auto-contagio con la terrible enfermedad. Los acontecimientos históricos de la Cuba contemporánea han demostrado que existen otras vías para salir de la marginalidad y alcanzar la felicidad humana, sin que ello lleve implícito la enfermedad y la muerte. Pienso que el filme se queda corto y no menciona, el hecho real, que mientras la hipotética historia de Boleto al Paraíso acontecía, más de 25 mil jóvenes cubanos, tomaban las playas como punto de partida y se lanzaban al mar, en busca de sus paraísos personales, poniendo también en riesgos sus vidas, es cierto, pero con posibilidades mas ciertas de lograrlo. Creo que infería de antemano nuestro experimentado Director Gerardo Chijona, que el manejar esta vía alterna, como un boleto, a ese otro paraíso cercano, hubiera sido la condena definitiva del filme, a uno de los húmedos rincones de las bóvedas, del edificio de la censura. En fin, les reitero que la película cubana Boleto al Paraíso, no satisfizo mis expectativas personales, a pesar del noble intento de su Director y del gran esfuerzo realizado por artistas y técnicos para su realización. No por esto podemos ignorar, que aunque la obra, a pesar de que no haya recibido muchos galardones en eventos cinematográficos nacionales e
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internacionales, y a pesar de que no trascenderá, ni marcará pautas en el tiempo de la cinematografía cubana, debido a su apego al ritual de los cánones estéticos y políticos impuestos por la férrea censura artística cubana, si quedará para mostrar a las venideras generaciones, un monumento más, a la intolerancia de la llamada época revolucionaria.
Epilogo
Como era de esperar, la película Boleto al Paraíso, originó un gran debate desde su puesta en escena. Como sucede siempre en nuestro pequeño-gran país, la obra contó con un gran número de detractores, pero contó también con el visto bueno de la crítica especializada interna, y en especial del público y principalmente de los jóvenes, quienes la aplaudieron hasta la saciedad. No obstante todo lo que le podamos criticar al viejo director Chijona, le expresamos nuestro más sincero respeto por su larga y digna trayectoria como cineasta, le perdonamos las limitaciones y le aplaudimos por su encomiable esfuerzo. A pesar de todas sus limitaciones, la película Boleto al Paraíso, contó también con una buena aceptación de la crítica especializada de los Estados Unidos, Europa y América Latina y en especial la de España, donde fue hasta una de las obras nominadas y finalistas para el importante Premio Goya en el certamen del 2011, pero desafortunadamente, perdió el
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galardón ante el filme Un Cuento Chino. Pienso que esta es una gran lección para el Director Gerardo Chijona, de que hay que ser más realistas y más críticos, y que no se admiten los cuentos chinos, cuando con el arte se aborden los episodios del drama terrible que ha vivido el pueblo cubano.
FIN Miami, FL. EUA 1 de Noviembre del 2013