Estudié pintura pero elegí dedicarme a la ilustración, enseguida me di cuenta de la importancia de tener un lenguaje propio y miré dentro de mí para encontrarlo. Durante todos mis años de profesión he buscado la libertad en la expresión y me he dado cuenta que es un proceso que no se puede forzar, que la expresión artística va unida a la propia experiencia de vida. Estudié pintura en la Escola Massana de Barcelona y aprendí mi oficio trabajando. Muy pronto sentí la necesidad de salir del país para así ampliar horizontes: Bologna y Frankfurt, los amigos, los debates, la vida, los editores... Mi obra evoluciona por pura necesidad personal, varía en muchos casos por fidelidad al texto, en la técnica, el color, las formas... No obstante el estilo permanece porque forma parte de mí ser más profundo Siempre he considerado mi trabajo como un compromiso con la sociedad. De él destacaría tres etapas (hablo de los libros donde he partido de un buen texto o de una buena idea).
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Libros que hablan de emociones (Pedro y su roble, La Luna de Juan, Yo las quería...)
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Libros que hablan de la sociedad (El Aniversario, Los niños del mar, La Cruzada de los niños...)
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Libros que hablan de la magia que hay en cada uno (La Luna, la Tierra y el Sol, Magenta, la pequeña hada, Sueños).
Durante toda mi carrera profesional he tenido la necesidad de detenerme, he pasado por épocas de mucha desorientación, obligada a trabajar sin poder buscar, investigar... Alguna vez te lo puedes permitir, si te otorgan un premio por ejemplo, y otras es la propia vida que te ofrece la oportunidad. En el 78 una intervención quirúrgica me obligó a parar unos meses, el resultado fue un salto importante: ruptura y síntesis, y la posibilidad de trabajar para editoriales de otros países. Pedro y su roble fue el primer texto que me permitió expresarme desde la literatura, un buen texto te permite sacar de ti lo mejor. Empezó entonces un período de gran intensidad creativa.