Aitana Carrasco para GRETEL

Page 1

AITANA CARRASCO

El Máster en Libros y Literatura para niños y jóvenes tiene el honor de contar con Aitana Carrasco como escritora e ilustradora invitada de este mes.

Aitana Carrasco Inglés nace en Valencia (España) en 1978. Licenciada en Bellas Artes por la Facultad San Carlos de Valencia que se dedica al trabajo de ilustración. Durante los últimos cinco años ha colaborado con el fanzine El Galliner y la revista Endavant de la Assemblea D’Estudiants Nacionalistes (AEN). También ha escrito artículos en diversas revistas y fanzines sobre el oficio de ilustrar. En 1995, su relato ¡Extra! ¡Extra! es premiada en la XI convocatoria de “El gos i la tortuga”. Sin embargo, no es hasta el 2006, donde se inicia en la creación de libros infantiles con Ramona la Mona, libro con el que ganó el IX premio “A la orilla del viento” convocado por Fondo de Cultura Económica. Sus otros libros han sido merecedores de varios reconocimientos, entre los que se encuentran la lista del White Ravens del 2009, finalista para la lista IBBY 2009; y Los mejores libros para niños y jóvenes 2010 del Banco del libro por el álbum ilustrado El viaje del bisabuelo. Entre otros títulos que ilustra, publicados entre España y México, se incluyen también La armónica, El poso de café y Gigante poco a poco. En el pasado ha trabajado en la dirección artística de cortometrajes y ha participado en diversas exposiciones colectivas internacionales, entre las que se incluye la Bienal Internacional de Bratislavia en el 2007. En el presente, compagina su trabajo de ilustradora con el de escenógrafa. Ha realizado trabajos para la Escola Municipal de Teatre de Meliana y para la Compañía de Teatro de la Sala Círculo de Valencia. También confecciona marionetas para distintas Compañías de Teatro, ilustra campañas publicitarias y diseña carteles.


Texto de Aitana Carrasco para GRETEL HACER LIBROS: CONTAR COSAS

I. LEER, ESCRIBIR, DIBUJAR

Se me ha pedido que escriba algo así como una reflexión sobre mi trabajo. “Trabajo”, “oficio”... ¡qué palabras! A veces me dan miedo. Nunca he sabido muy bien qué poner en los formularios legales después de la palabra “profesión”. Profesión. Dos puntos. Espacio en blanco. (Socorro). Cuando alguien me pregunta: “¿a qué te dedicas?”, yo suelo responder que “hago libros”. A veces escribo; sobre todo ilustro. Pero eso de “soy escritora e ilustradora” me da cierto reparo. En fin, para entendernos, diremos que así es. Al fin y al cabo, es lo que pongo en el espacio en blanco después de los dos puntos cuando voy a Hacienda o a la Seguridad Social; es lo que me genera ingresos. Digamos, entonces, que yo hago libros, que cuento cosas. Contar cosas: ésa sería mi profesión. Yo cuento cosas con palabras y con imágenes. También con los vacíos que crean esas imágenes o con los silencios que existen entre esas palabras. Para eso es necesario, ustedes ya lo podrán suponer, saber leer, saber escribir y saber dibujar. No sé si se habrán fijado, pero pasa algo muy curioso con todo este asunto: Cuando le pides a alguien que te dibuje algo, mucha gente (la mayoría) te dice: “yo no sé dibujar”. Mucha gente dice eso: “no, yo no sé dibujar, me encantaría saber, pero es que no sé”. Es una manera de hablar, claro, porque cualquiera te puede dibujar algo y tú puedes reconocer un árbol, una cara, una casa. Se refieren a que no saben dibujar bien. O a que no saben dibujar de manera realista. O a las dos cosas. Porque saber sí saben, aprendieron en la escuela, como todo el mundo. Lo que pasa es que son conscientes de sus carencias a la hora de dibujar. Y por eso dicen que no saben. En menor medida, pero también los hay, están los que dicen: “yo no sé escribir”. No quieren decir con esto que no hayan aprendido que la Pe con la A es “pa”, ni que desconozcan las letras del abecedario, no: también aprendieron eso en la escuela. Se refieren a que no se saben bien las reglas de ortografía, o a que no tienen un estilo literario o a que no se sienten capaces de escribir, digamos, un cuento o un poema o un artículo. También conocen sus limitaciones para eso. (Algunos).


Sin embargo, nadie te dirá “yo no sé leer”. Nadie dice “no sé leer”, es curioso. Nadie conoce sus limitaciones ni sus carencias para leer, ¿no se han parado a pensar en eso?. Es más, te pueden incluso decir: “mi hijo va a la guardería; aún no sabe leer”, cosa que además es mentira, ya que es bien sabido que los niños leen imágenes desde muy temprana edad. Adonde quiero llegar con esto es a lo siguiente: no tenemos muy claro lo que es leer (lo deduzco porque nadie dice que no sabe hacerlo). Pues bien: leer es el principio de todo este asunto de hacer libros. Para contar cosas en los libros hay que saber escribir: narrar con imágenes o con letras. Y para saber escribir hay que saber leer, no hay otra manera, y uno aprende a escribir leyendo (eso puede sonar a lugar común pero es una verdad como una casa). Hay, sin embargo, (yo me he fijado) muchos ilustradores que no saben escribir. No estoy diciendo que tengan que ser Miguel de Cervantes, me refiero a que no debería haber ilustradores con faltas de ortografía o sintácticas ni gramaticales y los hay. Si no saben escribir, es que no saben leer; si no saben escribir, no saben ilustrar (porque ilustrar, sobre todo cuando ilustramos libros álbum, es escribir). Sabrán descifrar las letras, eso sí, pero seguramente tendrán lagunas a la hora de interpretar o comprender un texto y, por consiguiente, a la hora de narrar con sus dibujos. De igual forma, aunque en menor medida, hay escritores que no saben leer, ni leerse, ni saber dónde están sus carencias y sus limitaciones. Creo que eso es un peligro que tenemos que tener presente y del que nadie estamos exentos de uno u otro modo. Pero en fin, yo no he venido aquí a meterme con nadie, no era esa mi intención, ni mucho menos. Se me ha invitado a reflexionar sobre mi trabajo. Qué cosa tan difícil. A ver si no me voy por las ramas: Yo siempre me había jactado de no haber tenido una formación específica en ilustración. Hice la carrera de Bellas Artes, eso sí, pero salí de la facultad sin saber qué era una portadilla, qué era un libro álbum o una secuencia o qué significaba la palabra “cartoné” (me encanta esa palabra, por otra parte). Tardé tiempo en darme cuenta de que quería hacer libros. Transcurridos 5 años tras la obtención de mi licenciatura, después de decidir que no quería ser artista así en mayúsculas (me suele dar una pereza sin igual el mundo de los “Artistas”) y de sentir que debía desaprender lo aprendido y de darme cuenta de que lo que yo quería era contar historias, escribí un libro (Ramona la mona) y le puse imágenes. Gané un concurso muy importante y fue toda una suerte y un acontecimiento en mi vida, y en las presentaciones los expertos hablaban de cosas que yo no comprendía muy bien, pero que estaban ahí, por lo visto y para mi gran sorpresa. Empecé, pues, a pensar que yo trabajaba desde la intuición, y que era algo así como magia que me salieran bien las cosas. De hecho, siempre pensaba que todo me salía de pura casualidad y que iba a ser absolutamente incapaz de repetirlo, y eso no dejaba de generar cierta angustia en mí. Pero lo repetía, con mayor o menor acierto, y parecía ser que no me salía del todo mal. Entonces, consciente de mis carencias, tomé algunos cursos con profesionales, y empecé a enterarme de lo que significaban muchas de esas palabras que usaban los expertos. Pasado algún tiempo descubrí que no es que no conociera el significado de todas esas palabras antes, es que no le sabía poner nombre. Me di cuenta


de que no era la casualidad la que me guiaba, ni un designio divino, ni un talento innato: lo que pasaba era que yo sabía leer. Y había aprendido leyendo. Fijándome. Y había aprendido también a escribir, un poco. Leer y escribir son cosas que se aprenden en soledad y que no se enseñan en ninguna parte. Son cosas, además, que nunca se aprenden por completo (y ahí está la gracia). Eso supuso un gran alivio para mí, como comprenderán, aunque también provocó que fuera más exigente con mis obras y tuviera más miedo y un mayor sentido de la responsabilidad. También supuso una mayor preparación de los libros. He aprendido con el tiempo que el proceso previo a dibujar es importantísimo, es mucho más importante que dibujar en sí. Que ilustrar no es simplemente hacer dibujos. Que es fundamental equivocarse y hacerlo hasta el final, porque de todos los errores se rescatan cosas que no hubiéramos descubierto acertando a la primera. Que bocetar un libro 4 veces no es ninguna derrota, sino todo lo contrario. Todavía estoy aprendiendo y espero no dejar de aprender nunca. La actitud de un creador (y lo mismo vale para los que inventan libros que prótesis dentales) debe estar en constante movimiento. No se vale hacer algo que funcione y detenerse ahí. Eso es trampa, y es un aburrimiento. Y a mí no me gusta aburrirme. II. LA IMAGINACIÓN, EL ABURRIMIENTO Cuando viene alguien de visita a mi casa y ve mi mesa de trabajo con alguna ilustración a medias, no falla, la mayoría de gente te dice: “ay... ¡cuánta imaginación que tienes!”. Y luego, de colofón, agregan: “yo no tengo imaginación”. Eso es mentira: todos tenemos imaginación. A mí eso me hace mucha gracia. Me he dado cuenta de que los que no viven de contar cosas (los que después de los dos puntos, ponen en el espacio en blanco cosas que no son “escritor” o “ilustrador”) suponen que ser “autor” (tal y como yo creía antes de dedicarme a esto a jornada completa) es algo así como una facultad natural. Creen que la imaginación nos desborda y tenemos un mundo interior (que todos tenemos de eso, señores) que es algo así como el Reino de la Fantasía, del que sacamos las cosas como un mago de una chistera. Es como si creyesen que lo que hacemos no supone esfuerzo porque somos como una especie humana diferente de las demás y cuando nos dan un lápiz brotan mágicamente de él mundos enteros (ahora que lo pienso, quizás el hecho de que estas profesiones no estén económicamente muy bien remuneradas se pueda deber a esto: no nos pagan mucho porque se supone que no nos cuesta nada). Pues bien, queridos, eso no es así: somos gente normal y corriente y lo que hacemos es fruto del trabajo, del ensayo y del error, no de la señora Inspiración que nos dicta lo que hacer desde ese mundo interior de color y fantasía. Y ahí está la gracia, ahí está el mérito. Es verdad que hay cierta predisposición, no lo voy a negar, pero es la misma que tienen algunas personas para ser médicos o maestros o masajistas, y nadie cree que ellos sean unos seres distintos con unos poderes especiales, ¿no? Habría que desmitificar un poco todo esto. Personalmente creo que la imaginación y la capacidad creativa son facultades cuyo desarrollo es directamente proporcional a las oportunidades que uno ha tenido de aburrirse durante la infancia. Es importantísimo tener tiempo de aburrirse, siempre, pero sobre todo durante la infancia. No quiero


decir con esto que no se deba motivar ni incentivar entre los niños actividades que fomenten sus inquietudes hacia las artes o las ciencias, pero sí debería ser obligatorio que los niños se aburran, digamos, dos horas a la semana (por lo menos). Creo firmemente que el aburrimiento está infravalorado y que es algo maravilloso en la medida en que nos obliga a “desaburrirnos”. Aburrirse es el mejor motor para la imaginación: nos obliga a inventar, a jugar, a descubrir todos los mundos que encierra el mundo; nos obliga a mirar a nuestro alrededor y tomar las cosas, a crear e imaginar. Imaginar es también algo que se aprende en soledad y que no se olvida nunca: uno aprende a domar en cierta medida a la imaginación (ese monstruo, a veces, no me digan que no) y puede disponer de ella como un recurso, una herramienta para la vida. En mi caso particular, fui una niña que se aburrió bastante, a veces, y estoy muy contenta de ello. Recuerdo esa sensación, la recuerdo mucho: “me abuuuuurroooooooo...”. “Pues haz algo”, decía mi madre. El aburrimiento hizo que yo aprendiera a observar, a sentir curiosidad y a tener una visión propia de las cosas (y todo eso del “estilo propio” y del famoso “mundo interior” tiene mucho que ver con esto: con el aburrimiento, con la búsqueda, con la visión). Digamos que yo estaba predispuesta a contar cosas, y el aburrimiento hizo que encontrara las materias primas para ello y que aprendiera, entre otras cosas, a leer, a escribir y a dibujar. La imaginación no es, sin embargo, propiedad de las profesiones artísticas. Mi hermano, por ejemplo, se aburrió también de niño y ahora también tiene a su imaginación a su servicio para inventar máquinas, crear circuitos informáticos, diseñar muebles o tocar el piano.

III. LOS LIBROS, EL PROCESO CREATIVO Para hacer libros, además de saber leer y escribir y tener una visión y un lenguaje propios, lo que tiene uno es que querer contar algo, y saberlo contar. Hay que contar algo por el mero placer de contarlo, no porque le vaya a servir a nadie para obtener respuestas acerca de ningún tema en especial. Hay una creciente predisposición en la literatura infantil actual a hacer “libros de valores” (así los llaman); a enseñar mediante historias por qué tenemos que ser respetuosos con el medio ambiente o cómo dejar de hacernos pipi en la cama. Los libros son literatura (deberían serlo, al menos). Te ayudan a muchas cosas, no lo voy a negar, pero no han de estar concebidos con esa finalidad, porque entonces son mentira. Lo más importante a la hora de narrar es no hacer trampa, ser coherentes, ser creíbles, divertirse, no pensar en si les va a gustar o no a los niños, no pretender adoctrinarlos desde arriba como si nosotros supiéramos algo que ellos desconocen. Cuando yo hago un libro, cuando lo concibo o lo escribo o lo ilustro, pienso en que me guste a mí; pienso en si a mí me hacen risa los chistes que hago o si me conmueve la imagen que creo. Es cierto que hay que pagar el alquiler todos los meses y que hay textos que no le chiflan a una, pero siempre se puede hacer algo que no te haga pasar vergüenza después, que hable desde adentro de las cosas que yo sé y conozco, que son las únicas de las que me siento capaz de hablar. En la profesión de hacer libros, además de saber leer y escribir y ser conscientes de las carencias y limitaciones que tenemos a la hora de hacerlo, hay que ser honestos, tener dignidad, y también vergüenza. Hay que tomarse tiempo (el


máximo, dentro de las posibilidades de uno) y no usar una fórmula predeterminada, dado que cada libro exige un proceso creativo específico. Aún así, hay ciertos pasos que yo suelo seguir en un cierto orden (creo que por fin voy a empezar a hablar de lo que se me pedía), a saber: Normalmente escribo primero el texto, o, las más de las veces, me viene dado de antemano, bien de parte de un editor, bien de parte de un escritor. Leo el texto. Lo releo. Lo canto a veces (sobre todo la poesía). Lo leo en voz alta (esto es importante, dado que la mayoría de la literatura infantil está hecha para ser leída en voz alta) y hago que otra persona me lo cuente (no es igual escucharlo de tu propia voz que de la voz de otro). Luego lo parto, es decir: decido cómo, dónde y cuándo cortar el texto. Y aquí ya va todo a la vez (y yo que quería ser ordenada en mi explicación), porque, para partir un texto, necesitas pensar al mismo tiempo en las ilustraciones, en el ritmo y la composición, en lo que se verá reflejado en los dibujos y en lo que imaginará el lector en su mente entre dos imágenes. Tengo que decir que en este punto es mucho más fácil que el texto sea propio, porque puedo modificarlo si hace falta, reescribir trozos para que la imagen no repita lo escrito, puedo cambiar algunas palabras y quitar otras (eliminar palabras es algo que siempre tengo la tentación de hacer y que no suele ser posible cuando el texto es ajeno). Después preboceto el conjunto muchas veces: suelen ser bocetos mínimos que no entiende nadie excepto yo misma, y suelo atascarme siempre, así que aprovecho para seguir bocetando mentalmente mientras creo los personajes. En mi trabajo, la creación de personajes es algo muy importante, casi lo más importante. Definir bien a los personajes, conocerlos bien, ayuda muchísimo a la hora de contar cosas y de que el conjunto resulte coherente. No se trata tanto de decidir cómo será un personaje físicamente, sino de saber cómo es por dentro (y eso nos dirá, seguramente, cómo es por fuera). Siempre me pareció que eso que dicen los escritores de que “los personajes van por su cuenta y te toman de la mano y te llevan por donde quieren y los libros se escriben solos” eran tonterías, pero con el tiempo me he dado cuenta de que, si bien no es así exactamente (ya le gustaría a más de uno que las historias escribieran solas), sí que es cierto que, si tienes bien delimitado un personaje, si sabes cómo es y cuáles son sus deseos y sus miedos y si elaboras hasta un esquema de qué estará haciendo mientras no sale en escena, lo que cuentas se torna creíble y a veces hasta toma otros rumbos. Eso es algo que me maravilla (y que a veces incluso contradice al texto, eso que dicen no se debe hacer). En mis libros hay personajes que me caen bien y hay otros que me caen fatal, pero que funcionan porque son ideales para contar algo o para que lo que estoy contando tenga gracia (reírse es también muy importante en la vida, además de aburrirse, todo sea dicho de paso). Con la ayuda de los personajes (y también de los editores, que los hay buenos y no siempre son el malo de la película), vuelvo a bocetar, y hay veces que ésta es la vez definitiva y hay otras que no, y entonces tengo que volver a empezar.


Y es aquí, en el último tramo del proceso, cuando ya tengo los bocetos definitivos, cuando empiezo en verdad a dibujar. Me gusta mucho este punto porque te permite hacer un descanso mental y sumergirte en el mundo de los trazos y los colores y todas esas cosas que siempre he considerado más mecánicas o intuitivas, hasta terapéuticas a veces, y que te permiten escuchar música o pensar en otras cosas a la vez. No hay, sin embrago, que bajar la guardia, porque a veces hay pequeños detalles que se me ocurren haciendo los dibujos finales y que incorporo sobre la marcha: chistes, guiños, homenajes... Me gustaría decir en este punto que muchas veces es necesario aprender a renunciar a grandes ilustraciones. Eso es algo que cuesta trabajo, pero hemos de saber poner las imágenes al servicio de la historia, porque escribir con imágenes no tiene nada que ver con pintar cuadros, y a veces hay ilustraciones que, por muy bonitas y poéticas que sean, no nos ayudan a contar nada; del mismo modo, ilustraciones que no colgarías nunca en tu pared pueden ser imprescindibles para entender la historia, para ralentizarla, acelerarla o para mostrar algún detalle relevante. He de decir, sin embargo, que este tratar de ordenar por puntos el proceso creativo no es muy verdadero. Como he dicho antes, cada libro exige un proceso distinto, y hay veces en que he tenido antes las imágenes que el texto de un libro (El poso del café) o que me he tenido que inventar una técnica que me permitiese no dejar de jugar ni de sorprenderme e intentar lograr así la sorpresa de los bebés, que leen jugando (Ernestina la gallina). Sin embargo, no voy a extenderme más, que creo que ya es suficiente. IV. COLOFÓN Para terminar, les haré un resumen: para hacer libros hay que saber leer, escribir y dibujar. Hay que haber aprendido a domar a la imaginación a base de aburrimiento. Hay que tener honestidad, coherencia y vergüenza. Hay que tener algo que contar y saber contarlo sin pretender dar lecciones. Y hay que trabajar mucho. Les contaré además, si no están ya hartos de mí a estas alturas y totalmente gratis, un secreto: a mí me gusta mi trabajo, me gusta mucho, créanme (si no, hace tiempo que me hubiera rendido), pero, en el fondo, lo que a mí más me gusta es no tener nada que hacer. Hago tantas cosas, cuando no tengo nada que hacer.... y, aunque no haga nada, no me aburro. Yo nunca me aburro, ¿y ustedes?.

Aitana Carrasco Inglés València, enero 2011 LIBROS Y PUBLICACIONES:


BIBLIOGRAFÍA de Aitana Carrasco en el Centro de Documentación del Banco del libro. LA ARMONICA / Antonio Malpica; Ilust: Aitana Carrasco .-- 1ra. ed .-- México D.F. (México) : El naranjo, 2008.-- 34 p. 31 cm; il, color; Original; Español ISBN 978-968-5389-71-6 EL VIAJE DEL BISABUELO / Marta Farias; Ilust: Aitana Carrasco .-- 1ra. ed .-- Sevilla (España) : Kalandraka, 2008.-- 34 p. 22 cm; il, color; Original; Español.-- (Libros para soñar) ISBN 978-84-96388-85-7 DESTINARIO: ORACULO / Abril Castillo; Roxanna Erdman; Daniel Goldin; Anabel Prado; Ana Paula Rosales; Ilust: Ulices Alonso Sánchez; Marissa Arroyo Bautista; Silvana Ávila; Carlos Alberto Badillo Cruz; Abraham Balcázar Rodríguez; Paulina Barraza Gómez; Aitana Carrasco; Abril Castillo; Ana Belén Castillo Martínez; Valeria Cervantes; Gerardo Cotera Brum; Guillermo De Gante; Claudia De Teresa; Blanca Dorantes; Roxanna Erdman; Ixchel Estrada; Martha Flores; Ricardo Figueroa; Humberto García; Maya Selene García; Ximena García Trigos; Mauricio Gómez Morín; Herenia González Zúñiga; Natalia Gurovich; María del Carmen Gutiérrez Cornejo; Diana Hernández Murguía; Tania Juárez; David Lara; Juan Leduc; Teresa Martínez Alanís; Jorge Mendoza; Santiago Mejía Gutiérrez; Nora A. Millán; Mónica Miranda; Manuel Monroy; Claudia Navarro; David Nieto; Alhelí Virginia Ochoa Espinoza; Juan Carlos Palomino; Ángel Uriel Pérez López; Anabel Prado; Luis San Vicente; Israel Emilio Ramírez Sánchez; Cecilia Rébora; Santiago Robles Bonfil; Esmeralda Ríos Rodríguez; Gilberto Rojas; Rey David Rojas; Ana Paula Rosales; Mario Rosales; Jimena Sánchez; Carlos Sandoval; Javier Sáez; Gerardo Suzán; Shaun Tan; Enrique Torralba; Felipe Ugalde; Minerva Uribe; Gerardo Vaca; Rosario Valderrama; Fabricio Vanden Broeck; Cecilia Varela; Enrique Vásquez; Jacqueline Velásquez González; Carlos Vélez; Richard Zela; Lourdes Zolezzi Horiuchi .-- 1ra. ed .-México D.F. (México) : Grupo kimérica; La cabra ediciones, 2009.-- 144 p. 16 cm; il, color; Original; Español.-- (El ilustradero : ver para imaginar) ISBN 978-607-7664-01-7; 978-607-7735-13-7 LA TIENDA DE ANIMALHOMBRES DEL SEÑOR LARSEN / Daniel Monedero; Ilust: Aitana Carrasco .-- 1ra. ed .-- México D.F. (España) : CIDCLI. Centro de Información y Desarrollo de la Comunicación y la Literatura Infantil, 2010.-- [40 p.] 31 cm; il, color; Original; Español ISBN 978-607-7749-14-1 ERNESTINA LA GALLINA / Yolanda Reyes; Ilust: Aitana Carrasco .-- 1ra. ed .-- México D.F. (México) : Océano travesía, 2010.-- [24 p.] 19 cm; il, color; Original; Español ISBN 978-607-400-264-5; 978-84-494-4085-4 CRONICA BREVE E INCOMPLETA DEL TALLER DE TARO GOMI EN EL CENTRO CULTURAL BELLA EPOCA, DEL FCE (MEXICO D.F.NOVIEMBRE 2007) / Aitana Carrasco Inglés.-- p. 29; ilus.; Español // En: EDUCACION Y BIBLIOTECA / Asociación Educación y Bibliotecas.-- Madrid (España) : TILDE Servicios Editoriales.-- Vol. 20, No. 163 (enero/febrero 2008) Y TU QUE DIBUJASTE?: IMAGENES PARA SER LEIDAS CON LUPA / Aitana Carrasco Inglés.-- p. 30-31; ilus.; Español // En: EDUCACION Y BIBLIOTECA / Asociación Educación y Bibliotecas.-Madrid (España) : TILDE Servicios Editoriales.-- Vol. 20, No. 163 (enero/febrero 2008)


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.