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ENTREVISTA

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¿Alguna vez te has quedado con algo de tus personajes, una frase, una actitud?

No, al contrario, yo les presto mi cuerpo y mis emociones, todo lo que está en mi interior se los doy en este proceso creativo. Hay algunos que te sacan de tu zona de confort porque tienen ciertas exigencias. De ellos he aprendido mucho a lo largo de mi carrera. Es lo fascinante de la actuación: si te toca ser médico o si eres una policía, adquieres conocimientos que jamás hubieras imaginado. Es maravillosa la actuación porque estás en constante aprendizaje de todo.

Cuando te ofrecen interpretar a una asesina o a una narcotraficante, ¿la juzgas?

Si un actor juzga a su personaje, empieza mal. En primera instancia, para tomar una decisión lo analizas, pero si ya le vas a dar vida, lo último que debes hacer es juzgarlo, más bien debes honrarlo, ponerte en sus zapatos y entender por qué una persona así llegó a hacer esas cosas. Si su proceder te parece mal, vas a luchar contigo mismo para poder interpretarlo de una manera honesta. Si de entrada te parece fatal, mejor no lo hagas. Justo ahí radica la maravilla y la magia de la actuación: tener la capacidad de interpretar todo tipo de personajes, ya sea narcotraficantes, asesinos seriales o un hada mágica, lo que quieras en la ficción, porque tienes muy clara cuál es tu realidad. Eso también es importante para el público: que distinga entre la ficción y la realidad, no crear apología de los personajes que de pronto tienen características no tan sanas o dañinas para la sociedad.

¿Te gusta tomar riesgos como actriz?

Por supuesto, me gusta dar vida a personajes diferentes, ser camaleónica, interpretar distintos géneros, y jugar con los acentos.

Viviste mucho tiempo en España…

Mis padres son españoles, crecí en ese país, el acento español es mi lengua materna. Tuve que aprender a hablar como mexicana para quitarme el acento ibérico.

La niñez y la adolescencia las viviste allá, ¿cómo influyó eso en tu personalidad?

Influyó bastante porque soy una mujer que tiene la mezcla de estas dos culturas. Siempre digo que tengo sangre española, pero mi corazón y mi alma son mexicanos. Es una simbiosis bonita, aunque al principio no me sentía ni de aquí ni de allá: en España era la mexicana, y en México era la española, y eso me enojaba porque quería tener mi identidad, mi nacionalidad, no deseaba estar dividida, hasta que llegué a la conclusión de que podía tener lo mejor de las dos culturas, distinguir lo que más me gustaba de los españoles y de los mexicanos, y explotarlo.

En una época en la que todo mundo se quiere parecer a alguien, veo mucha autenticidad en tu trabajo…

Yo no me quiero parecer a nadie, soy yo. Pienso que con toda esta era digital viene una reestructuración de pensamiento: los jóvenes están aceptándose como son y admirando las diferencias, lo que nos hace únicos. Antes, ser diferente era como un defecto, ahora es una virtud, y eso me fascina. Cuando empezaba mi carrera me criticaban por mi nariz y porque no tenía busto, me decían: “Opérate”, y dije: “No, así soy; a quien le guste, bien, y a quien no, ni modo”. También era de las que salían casi sin maquillaje en pantalla, y eso desconcertaba mucho. Además me rebelaba para no usar apuntador, quería brindar una actuación mucho más orgánica, natural y honesta, no nada más repetir como loro las líneas que me tocaban. Esas son de las decisiones que tomé siendo joven y que hoy valoro, porque me planté y no me dejé ir con la manada. Siempre me amé como venía: con mis defectos de fábrica, y los abrazaba. Eso ahora ya es mucho más común, y me encanta porque la gente es más feliz y relajada, no está tan preocupada por complacer a los demás, sino estar bien con uno mismo.

Después de tantos años de carrera, ¿qué te motiva a seguir siendo actriz?

Fíjate que llevaba como cuatro años intentando dejar la carrera. Decía: “Ya no quiero, deseo alejarme y hacer otras cosas”. Tenía una ambición frustrada: la psicología; seriamente pensé en dejar la actuación para estudiar la carrera, pero no lo he logrado porque al final la actuación es mi vida, mi pasión, una necesidad, un estilo de vida, y por más que de pronto haga mi berrinche y me enoje, no puedo dejarla. He intentado lograr un equilibrio, integrar ambas necesidades: la psicología, que la estoy haciendo de manera laxa, relajada, con talleres, cursos, sin abandonar mi carrera, pero siendo más selectiva en mis proyectos, no atascándome al tratar de hacer todo; aunque, aun así, sigo llena de trabajo, jajaja.

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