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Las Chicharras Santiago Quintero

LAS CHICHARRAS por Santiago Quintero

Serían alrededor de las 5 pm cuando salimos con Juli a ver la puesta del sol. Por aquel lado de la montaña no iba la policía, por lo que no corríamos gran riesgo. Los incendios en Tigrera llevaban ya varios días, una gran nube de humo se interponía a la visión lejana del mar, la ciudad, la bahía, difractando los colores del atardecer. Se veía pasar uno que otro helicóptero enviado por el gobierno, la luna se asomaba rojisima.

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En la noche, se sentía una tormenta a lo lejos. Desde la cabaña se veían unos inmensos flashes de luz blanca que cubrían todo el cielo por encima de los árboles, seguido de un gran estruendo sonoro unos 13 a 15 segundos después, Arnaud pasaría un rato a contemplarlo. Las luciérnagas centelleaban, tres entrarían volando al cuarto generando figuras de luz. Al cerrar los ojos un montón de destellos, colores e imágenes sin forma emergerían en mi cabeza, de igual modo la sensación de mi cuerpo sería particular. Podría ser a causa del dmt que hubiera tomado el día anterior en el río, o del porro gigante que habíamos armado entre todos en la tarde, o de la happy torta con la que me sorprendería Fanny después de la cena, o de la falta de sexo, o de todo junto, probablemente.

A la siguiente mañana me encontraría con Virginia en el bar, me encantaban sus abrazos matinales. Más tarde, Angélica pasaría a recoger algunos mangos, le ayudaría a llevar una bolsa grande a su casa. Allí me alegraría de encontrar a Carmen, siempre teníamos cuentos divertidos que contarnos, me regalaría un cuarto de ácido que le habría sobrado de la fiesta de cumpleaños de Gina, lo tomaría. Aprovecharía la salida para ir a buscar cacao en grano, aceite de coco y hoja de coca a donde Diana. Al pasar por el pueblo, la seño del puesto de salud me contaría que hasta el momento nadie habría pasado por causa del COVID-19, que incluso no pasaba nadie ni por ningún otro motivo, y que se estaba volviendo algo aburrido.

Al volver, me enteraría que, desde una playa en Ecuador en la que estarían confinados Ed y Lorena, habrían decidido pagar aquella factura inmensa proveniente de aquella multinacional imposible de contactar pero amparada por la ley. No querían endeudarse. No quedaría mucha plata en la cuenta, habría que recortar gastos. En ese momento sentiría esa sensación de cuando caes de la nube, que sabías que tanta alegría no podría durar, que en algún momento te iba a llegar. Si, la estábamos pasando increíble, tal vez sería el momento de bajarle un poco, tomar las cosas con seriedad, aunque siempre las había tomado así. Me pondría a recalcular el presupuesto con la nueva información, de modo de ayudar a Juan y a Brian. Entre la revisión de los gastos, ingresos, inventarios, bases de datos, documentos de control, intentaría subconscientemente entender mi nueva situación. Muchas cosas habrían de cambiar en los próximos días.

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