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Monchu Calvo. La mudanza
Monchu Calvo
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La mudanza
Pocos son los que se habrÁn podido librar a lo largo de sus vidas de un traslado de vivienda, de un cambio de casa, incluido también el cambio de ciudad. Si alguno se pudo librar, podría decir que es una persona afortunada. Yo desgraciadamente llevó unas cuantas a mis espaldas, y juro que ya no me quedan fuerzas para más.
Esta prometí que sería la última, y de aquí solo saldré para el último cambio, en posición horizontal. Quizás sea un defecto, pero llevo muchos años viviendo en casas grandes, y todo me parece interesante para guardarlo, y como hay sitio, pues allí se almacenaba. Cachivaches que para nada sirven, pero yo siempre les veía alguna utilidad, encima en lo que fue mi profesión de fotógrafo todo lo relacionado con esa actividad tenía sitio en cajones y estanterías. Objetivos, difusores, antiguos flashes, marcos, miles de sobres con negativos, asi como cientos de cajas de diapositivas, máquinas y demás parafernalia.
Luego siempre tuve la buena o mala costumbre de pasar mis fotos que consideraba interesantes a papel, y colocarlas en álbumes, de los que también hay montones en cajas de cartón. Pues todo eso forzosamente tuvo que pasar por mis manos, dejando a los empleados de mudanzas el trabajo con muebles y electrodomésticos, lo de más peso.
Y revisando esos álbumes te das cuenta del inexorable paso del tiempo. Por sus páginas con las viejas fotografías pegadas en sus hojas, como flashes que destellan ante tus ojos, trascurren momentos que te parecían olvidados, allí aparece aquella novia que despertó tus hormonas de adolescente. Los amigos con los que descubriste los primeros guateques, o aquel viaje iniciático a las remotas aldeas de los Ancares,
donde descubriste aquella extraña experiencia de dormir en una palloza de tejado de paja, acompañado por el cercano calor de las vacas que compartían el mismo espacio.
Te quedas mirando largo tiempo esas fotos, y en algún momento llamas a tus hijos y nietos para que vean que el adulto de la tercera edad que soy ahora, en algún tiempo fue un apuesto jovenzuelo, que muestra orgullosa aquella Ducati con la que se creía el rey del mundo, o la primera máquina Zenit con dos objetivos, con la que creías emular al mismo Cartier Bressons. Y de un sobre de cartón extraes aquellas fotos que revelabas en el improvisado laboratorio del baño de tu casa, y que te parece que todavía huelen al Rodinal que usabas como revelador.
Vas haciendo un hueco en la nueva casa a todas esas cosas. Las acaricias con mimo, posiblemente nunca más vuelvas a tenerlas entre tus dedos, pero ahí tienes tu vida resumida en trozos de papel monocromo y de color.
Quizás cuando tú no estés, otras manos crean que esos recuerdos carecen de valor, y ocupan un sitio que mejor sería para el último modelo de consola con inteligencia artificial, y acaben en algún contenedor.
Parecido pasa con los cientos de libros y revistas, que te faltan estanterías para colocarlos. Haces una primera criba, y vas desechando aquellos que te parece no te aportaron nada más que la simple lectura, y apilas un buen número que irán al contenedor de cartón, porque tampoco sabes ni a quien regalarlos. Piensas que en cuantos lugares serian un regalo de lo más apreciado, pero no veo como hacerlos llegar. Esta es la sociedad en la que vivimos, y no me veo con fuerzas para cambiarla.
La casa es bonita y espero disfrutarla todos los años que la salud y el destino me permitan. Voy colocando cajas en su nueva ubicación. Me hago la promesa de que ese proyector de diapositivas envuelto en su caja lo pondré un día a funcionar para deleitarme insertando un cartucho y verme en gran pantalla ascendiendo al Torrecerredo, con mis veintitantos años, o aquel amanecer en el desierto de Merzouga que ya tenía olvidado. La promesa la hice, ahora veremos si se cumple.
Queda algún detalle de decoración, pero ya está la mudanza finiquitada, ahora solo queda que los tiempos nos den un respiro, la pandemia desaparezca y podamos disfrutar de la compañía de amigos, y el nuevo salón celebre una alegre reunión de amantes de la amistad con vino y música en abundancia. Asi hay que celebrar la nueva vivienda en el paraíso de Redes. Todos seréis bien recibidos.