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Monchu Calvo. Hogueras que se encienden
Monchu Calvo
Hogueras que se encienden
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Uno ya había amarrado la nave que surcó océanos, y se curtió en muchas tempestades. Merecido lo tenías después de muchos años de trabajo. Llegó el momento de la calma, y el levantarse a la llamada del sol, ó la lluvia, pero no del despertador. Hubo tiempos en que esa singladura por el mar de la vida la hacías llevando al timón la mano experta de una mujer, y tú te sentías tranquilo, porque confiabas en aquella persona y te sabias seguro en ese viaje.
Por circunstancias largas de explicar esa nave lleva tiempo sin piloto, quizás porque se cansó de navegar, o porque no recibió el suficiente cariño por parte de la persona a la que consagró su tiempo. Esos temas son complejos de entender, y cada relación es un mundo, y unas prosiguen hasta el final de esa singladura que es la vida, y en otros casos esa nave perfectamente equipada para la travesía, solo la habita un solo ocupante, que realiza sus quehaceres, pero los comparte con la soledad. Quizás a veces con un perro o un gato.
De repente algo cambia en tu vida y aquel fuego, que tuvo momentos de ser hoguera, pero llegó a ser una débil llama, vuelve a encenderse, y se aviva cuando un soplo de aire entra por esa ventana que se acaba de abrir. ¿ Amor, se llamaba? Ya no te acuerdas, pero sí, amor se llama.
Y ahí te encuentras tú, como un adolescente con las hormonas en ebullición, esperando encontrarte con esos ojos, o tomar las manos con ternura, y apoyar la cabeza en su hombro mientras habláis de muchas cosas.
Y te pones a pensar cómo llegaste a esto, que no lo tenías escrito en el cuaderno de bitácora de tu vida, pero te alegra que haya sucedido.
Los amores en la edad madura están filtrados por la experiencia vivida y por la serenidad del corazón. Hablamos de almas otoñales que se encuentran en el crepúsculo de una etapa en la que entender el amor, ya no como una conquista o una invasión, si no como una conexión basada en la alegría, la ternura y la complicidad.
Existir es al fin y al cabo saber apreciar todo aquello que acontece en cada etapa de nuestra vida. Sé de sobra que las parejas no son medias naranjas, si no mas bien “naranjas y manzanas”. Personas que llevamos a cuestas experiencias diversas y a veces muy distintas. Almas con su propia individualidad que desean, por qué no, darle una nueva oportunidad al amor.
La madurez no confiere ingenuidad, si no sabiduría de la buena. Precisamente las arrugas y las cicatrices, aunque empañen un poco la piel, revisten de fortaleza el corazón y la voluntad.
No me acuerdo donde leí que “El amor joven vive del entusiasmo, el maduro de la armonía”
No es un fuego que queme la piel, mejor un rio que nos lleva en un paseo de descubrimientos en pareja, ahí donde seguir creciendo, experimentando un nuevo tipo de felicidad.
Quizás en algunos casos, nuestra soledad fue debida a la extinción de ese fuego, que el viento de la rutina fue apagando, y de repente te ves solo, y a una edad que posiblemente vayas a necesitar cuidados, aunque solo sea en forma de caricia cuando te despiertas. Tengo compañeros que están pasando por esa etapa, y ciertamente no sabes en qué lugar tienes que ponerte. Fueron muchos años compartiendo todo lo que conlleva vivir. Luchar juntos para todo, afianzar un trabajo, unos hijos, una casa, quizás se nos olvidó luchar por lo mas importante en una pareja: mantener siempre viva esa llama, ese fuego, que algunos llaman amor.
Ahora llega una nueva oportunidad. Has aprendido de tus equivocaciones, eres más selectivo, más cauto, en nosotros aún queda el perfume de esos estíos intensos, pero preferimos brisas más tibias, de esas que huelen a calma y a sosiego. Por otro lado, gran parte de la juventud tiene asociada de que la madurez, o ese periodo otoñal de nuestras vidas, es sinónimo de pasividad y resignación. Es como si el amor o la pasión tuviera fecha de caducidad, vetado para quien deja atrás más vida de la que tiene por delante.
Bien, pues todo este resumen viene a cuento de que estoy enamorado, y mientras la salud me lo permita disfrutaremos de ese amor, que no tengo dudas de que es correspondido.
Que tengáis unas venturosas fiestas, y que el 2023 cumpla alguno de nuestros sueños.