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Gloria Soriano. Poner en remojo la noche anterior

Gloria Soriano

Poner en remojo la noche anterior

Estaba en el estudio pensando en un tema para un artículo cuando escuché un ruido como el chasquido de un hueso, que se volvió intermitente. Yo era el único vertebrado que había en casa y aquel sonido no salía de mi esqueleto, así que me puse a investigar y llegué hasta la cocina. Sospeché de los garbanzos que estaban a remojo, pero ante mi presencia se quedaron en silencio. Solo algunos flotaban, los demás permanecían hundidos. Sí, son ellos, pensé, están pidiendo una pizca de bicarbonato contra la acidez que les produce el agua con cloro. Atendí su súplica y volví al estudio. Y en éstas andaba cuando empezó otra vez una sinfonía de estadillos entre silencios, que nada tenía que ver con los crujidos de las articulaciones. Aguanté sentada el primer movimiento, pero cuando llegó el adagio pensé que a los garbanzos ya se les habrían inflado bastante los cotiledones, y ahora imploraban un hervor. No tengo cuajo para permanecer impasible ante las quejas, lo dejé todo, incluso mi falta de ideas para escribir, y me encerré con ellos en la cocina. Eché cuenta de las horas que llevaban en remojo. No eran muchas. No entendía su impaciencia. Otras veces han estado noches enteras en agua sin rechistar. O será que dormida no me entero. Los había puesto a remojo a medio día para cocinarlos al final de la tarde. Pero así como las flores se abren o cierran según las horas, parece que los garbanzos también tienen su particular ritmo circadiano. Desde antes de mi bisabuela, en mi familia esta legumbre siempre se han remojado de noche y cocido de día, está escrito en la receta: poner en remojo la noche anterior. Una costumbre fuera de lugar. Un detalle prescindible en los tiempos del algoritmo. Lo importante para la cocción es el cuanto, pensaba, no el cuándo; el número sin emoción. Apartándome del lenguaje de las cosas había caído en un vacío enmarañado. Me quedé con los garbanzos comprendiendo sus quejidos, cada vez más débiles.

Luego regresé al estudio, tenía que escribir el artículo. Ellos esperaron silenciosos en el agua hasta que lo terminé.

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