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Juan Depunto. El tiempo pasa

Juan Depunto

El tiempo pasa

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II. Toda una vida1

Mentira

“Toda una vida me estaría contigo no me importa en qué forma ni dónde ni cómo pero junto a ti…” Los Panchos, 1944-1981

“Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira” Mahatma Gandhi

“Dícese que irritada con los dioses la tierra madre la engendró postrera, fiera hermana de Encélado y de Ceo, tan rápidos los pies como las alas: Vestiglo horrendo, enorme; cada pluma cubre, oh portento, un ojo en vela siempre con tantas otras bocas lenguaraces y oídos siempre alertos Por la noche vuela entre cielo y tierra en las tinieblas, zumbando y sin ceder al dulce sueño; de día, está en los techos, en las torres, a la mira, aterrando las ciudades. Tanto es su empeño en la mentira infanda como en lo que es verdad. Gozaba entonces regando por los pueblos mil noticias, ciertas las unas, calumniosas otras” Eneida (Virgilio)

Acabas de pillarla en una mentira. Sospechabas que te estaba engañando por no hacerte sufrir y por no sufrir ella con las consecuencias de la verdad. Aunque la mentira ha sido de las piadosas, sin mayor beneficio para ella que, si acaso, evitar las tensiones. Pero el hecho te ha llevado a reflexionar sobre el asunto.

1 Se puede ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo” acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo que pertenece a su segunda parte “Toda una vida”. Enlace: https://escribiendoconlaluz.ning. com/luzytinta/luz-y-tinta-no-75

Dando por descontado que una mentira no es un error sino algo que se lanza con la intención de engañar, para ti hay tres tipos fundamentales de mentiras: 1. Las blancas, que no hacen daño y si acaso producen beneficios (como las de las Artes, plásticas o escritas; aquí podríamos incluir el pensamiento de García Márquez en su autobiografía: “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”). 2. Aquellas de las que se obtienen un beneficio ilegítimo (como las políticas o económicas). Estas son las que hay que perseguir y penalizar. 3. Las dudosas (como las de las religiones), en las que una mentira global alivia de la angustia de la muerte, aunque al precio de asumir unos mandamientos cuyo incumplimiento te puede incluso llevar a la hoguera. Hay quien piensa que las mentiras son necesarias para las relaciones humanas, sobre todo las piadosas, e incluso que hay que huir de quien presume de decir siempre la verdad. Pero cuando pensamos que es mejor una piadosa mentira nos constituimos en jueces de lo que le conviene al otro. Y lo sentenciamos a que se acomode en nuestra mentira. Y puede que momentáneamente lo aliviemos. Pero en el fondo, toda mentira es porque le conviene a quien la dice. Aunque lo disfrace de que le conviene a ese otro. Toda mentira va buscando un beneficio al que la lanza, aunque ese beneficio solo sea aligerarle de afrontar tener que decir la verdad. Aquí podríamos ver una relación de la mentira con la cobardía.

El problema no es solo la obtención de ese beneficio, ilegítimo, si no que el mentiroso pierde credibilidad. El beneficio de la mentira, sea cual sea y si es que existe, siempre se paga con el perjuicio de la pérdida de credibilidad de quien la usa. Y este perjuicio es mucho mayor que el supuesto beneficio.

Pero la naturaleza humana es débil y con frecuencia se tolera mejor una mentira piadosa que la realidad que nos rodea. Soportamos mejor pensar en la mentira de la vida eterna, que en la verdad de que con la muerte todo se acaba, aunque suponga el beneficio de la libertad, aunque suponga el perjuicio del peso y el precio de una religión y sus liturgias, mandamientos y penitencias. Como se toleran mejor las deficiencias que el trabajo que hay que hacer para corregirlas.

El problema ético viene de la mano de que uno podría en todo caso ser libre de elegir sus mentiras, asumiendo beneficios y perjuicios. Pero no lo es de elegir por otro. Y en la mentira que lanzamos a nuestro interlocutor, elegimos por él. Esta es la principal falta de ética de la mentira, aunque no la única.

Y la pérdida del beneficio de la credibilidad de una persona no tiene parangón con ningún supuesto beneficio. Una persona sin credibilidad no es nada.

El extremo del mentiroso lo trata magistralmente en “El adversario”, Emmanuel Carrère. En esta novela el protagonista se fabrica desde una profesión a todo

un sistema de vida totalmente inventado, en el que la bola de nieve de su mentira se va haciendo cada vez más grande hasta caer en el precipicio donde explota en crímenes en cadena, conforme van averiguando su mentira: desde su mujer e hijos, a sus padres. Se basa en una historia real y a su criminal protagonista le acaban de conceder la libertad, a pesar de la condena a cadena perpetua de 1993 (que también es una mentira, porque no es perpetua, aunque se llame así) y se ha internado voluntariamente en un monasterio cisterciense francés.

En nuestra literatura son también muchos los autores que tratan del tema de la mentira, desde la antigua picaresca al Quijote, y ya en nuestros días “La vida negociable”, de Luis Landero, y otras del mismo autor, en las que se autodefine como “el gran mentiroso”. Cabría preguntarse si la ficción literaria en sí misma (novelada o en poema) es también una mentira, pero para ti no lo es y no porque no te guste sino porque cuando se es consciente de la falta de realidad, de que es ficción, falta el ingrediente principal de la mentira: el engaño. En el cine es un clásico “Pinocho” y múltiples cintas tratan sobre el asunto.

En las Bellas Artes hay numerosas obras que aluden a la Mentira2, entre ellas la “Alegoría de la mentira”, del renacentista Giovanni Bellini, o la de Rosa Salvatore; el “Sueño de la mentira y la ynconstancia”, de Francisco de Goya; la “Alegoría masculina de la Mentira” de autor anónimo expuesto en el Museo del Prado; y dibujos de la serie ”Sueño y mentir de Franco”, de Picasso, también en el Prado.

Pero para ti el simbolismo que mejor define históricamente la mentira es la “Alegoría de la Fama”, una de cuyas estatuillas representativas te la entregaron al jubilarte y le da entrada a este artículo. La puerta principal de la que fue Real Fábrica de Tabacos de Sevilla3, hoy sede del Rectorado de la Universidad de Sevilla, tiene en su parte superior esta estatua. Fue realizada por Cayetano Da Costa en 1755, en mármol blanco con alas de cobre hoy ennegrecidas. Quiere dejar claro el poder de los Borbones que la mandaron construir, quedando como el mayor edificio fabril de su época. Presenta un sólo clarín, no sabes si se refiere al de la verdad.

2. Las fotografías de las alegorías que ilustran este capítulo han sido, en parte, tomadas de Internet. 3. Próximo artículo sobre esta “Real Fábrica” que se añade a los ya publicados sobre las “Reales Fábricas de la Ilustración” (ver los números de “Luz y Tinta” 40, 50, 66, 98, 127, por ejemplo). Enlace: https://escribiendoconlaluz.ning.com/luzytinta/luz-y-tinta-no-40 y siguientes (50, 66, 98, 127...).

La figura de la Fama es una creación original de Virgilio (70-19 a.c.), en su Libro IV de La Eneida. No se encuentran antecedentes en la literatura griega y romana de esta figura de la Fama. Ovidio la adopta en su Metamorfosis y Horacio la menciona en sus Odas. La descripción de esta alegoría la inician unos versos que postulan a la Fama como un mal, muy veloz cual ningún otro: “Fama, malum quo non aliud velocius ullum”. La describe con múltiples plumas y ojos, lenguas, bocas, oídos, vanos, un monstruo horrible que hoy en día podría representar el poder diabólico de la publicidad y el rumor. Se suele representar en figura femenina (ya sabemos que lo malo se atribuye desde el machismo relator a la mujer: Eva, etc.), alada como águila y con una o dos trompetas que proclaman indiscriminadamente la verdad y la mentira.

Entre las representaciones artísticas de la Fama mencionas la de Simon Vouet (1645, Musée du Berry), “Saturno, vencido por el Amor, Venus y la Esperanza, que preside La Fama”. También mereces destacar la de Bernardo Strozzi, “el Capuchino” (1581-1644), que se expone en la National Gallery de Londres, y por último el “Apolo durmiendo, Musas y Fama”, de Lorenzo Lotto (1480-1556), del Museo Szepmuveszeti, Budapest (Hungría).

Volviendo a la mentira, en filosofía, opina Nietzsche que la Biblia solo tiene una frase valiosa, la que pronuncia Poncio Pilatos cuando Jesús se presenta ante él como el Dios de la Verdad y Pilatos le pregunta ¿”qué es la Verdad”? Y renunciando a entrar en debate se lava las manos y lo entrega a los judíos, que también dicen saber lo que es la Verdad y la Divinidad, para que entre ellos resuelvan el asunto...

La mentira es parte de la historia de los países, leyendas de su pasado casi todas falsas, que justifican su historia de pillajes de los más débiles. Esto se ha dado y sigue dando en los imperios y en los totalitarismos.

Hoy día, la mentira está a la orden del día, distribuyéndose rápidamente a través de internet y redes sociales de mil formas diferentes, siendo las más frecuentes los bulos, las calumnias y las llamadas últimamente “Fake news”, falsas novedades, falsas noticias. Su difusión por estos medios electrónicos digitales les proporciona un efecto multiplicador inmediato y devastador. Ha sido especialmente duro el caso de las mentiras relacionadas con la pandemia reciente por la Covid: desde falsas noticias a grupos antivacunas (¡incluso entre médicos!).

En la guerra las mentiras son parte del arsenal militar. Basta con acordarse de las supuestas “armas de destrucción masiva” que llevaron a la invasión de Irak o a las supuestas “maniobras militares” que precedieron a la invasión de Ucrania, a la que los rusos de Putin descaradamente no llaman guerra sino “operación militar” (otra mentira).

Por último, y de aplicación en tu profesión, hay un grado intermedio entre la mentira y la verdad, es el que está entre ambas. Es la media verdad, o la verdad a medias. Decir solo una parte de la verdad no es necesariamente decir una mentira. Esto es de utilidad especialmente en diagnósticos y pronósticos médicos, y puede evitar daños. Sobre todo si el paciente no inquiere acerca de la falta de datos. Pero si insiste, hay que decirle toda la verdad.

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