Cultura Japonesa

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El pecado original Los venezolanos nacemos con una suerte de pecado original. ¿Cuál es ese pecado que nos marca desde el nacimiento? Aunque parezca paradójico, nuestro pecado de nac imiento sería el contar con la bendición del petróleo, privilegio celestial que representa una tentadora y engañosa fuente de riqueza rápida, pero no necesariamente duradera ni verdadera. En contraste, los japoneses que no tienen petróleo, serían entonces más bien inocentes de nacimiento. Puros en el sentido de estar obligados a construir riqueza a partir de la nada. Como ocurre con el pecado de origen bíblico, del que podemos libramos con el bautismo y con la fe, zafarnos de esta mácula hace necesario también tener mucha fe, mucha confianza. Se hace preciso mantener la fe y la confianza en un sistema, entendido como un conjunto de valores, unas conductas, una organización social y una forma de vida. Crear y confiar en un entramado político, ec onómico y social que garantice la equidad y la justicia en sociedad. Librarse del pecado original sería mantenerse en la creencia absoluta de que la riqueza verdadera, el progreso individual y el colectivo dependen de nuestros esfuerzos, los cuales se verán recompensados de manera justa. Sería vivir en la creencia de que la riqueza se crea y no de que simplemente se hereda de la naturaleza generosa. Sería existir ignorando la amenaza de una terrible tentación, la de la riqueza súbita, la del camino rápido y fácil. Una tentación que se presenta cual engañosa manzana ofrecida por una serpiente vil. Deshacerse del pecado original significaría reconocerse como una sociedad vulnerable pero cándida, expuesta a riesgos pero fuerte. Supondría apostar al desarrollo de talentos y habilidades propios, a la búsqueda de las soluciones a los problemas sin emplear a la generosa naturaleza como atajo. Una sociedad inocente pero consciente de sus fortalezas espirituales, capaz de salir adelante, contando los unos con los otros, sin apelar al milagro divino de un recurso abundante y valioso que es capaz de envilecerla. Cuando esa fe es traicionada y el propio sistema es inc apaz de dar garantías de justicia, entonces la confianza se resquebraja, se resiente, comprometiéndose así los valores fundamentales. La sociedad comienza a aflojar los resortes morales, se agudiza la caza del botín, la búsqueda del atajo, del camino fácil. La procura del interés colectivo cede al egoísmo individual, llevando incluso a que se deseche la misma noción de nación, amenazando hasta su propia supervivencia. Se impone entonces en definitiva el pecado original. El Japón ha sabido crear un sistema de vida en el que su gente cree. Si bien el modelo económico japonés pasa en este momento por una crisis de credibilidad, en cuanto a su capacidad para seguir brindando bienestar y crecimiento a largo plazo, sus ciudadanos han creado y apostado por un modelo de sociedad con el que sin duda se han ganado una posición de respeto y privilegio en el concierto mundial. Aún más importante, es un sistema en el cual los individuos disfrutan de calidad de vida, donde sienten que se les hace

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los individuos disfrutan de calidad de vida, donde sienten que se les hace justicia, que pueden ser felices, crecer y progresar en paz, aún en ausencia de petróleo en el subsuelo. Un sistema capaz de producir bienes suficientes para satisfacer las necesidades de sus habitantes. Donde los bienes y su posesión, terminan siendo fáciles, accesibles a todos por su abundancia. Donde como consecuencia no se envidia o anhela lo ajeno, porque se sabe que con esfuerzo se puede tener. Donde se hace casi inmaterial el valor de las cosas, donde ya no se ambicionan y se pierde el sentido de la posesión material, del status, de la opulencia y el exhibicionismo. En contraste, la falta de fe en el sistema ha crecido en Venezuela. Nuestro país ha sido por largos años un exportador neto de capitales, mientras la inversión y el ahorro dentro de sus fronteras son escasos, debido a que no hay confianza. ¿Por qué en nuestro país la gente habría perdido la fe en el sistema? La razón pareciera ser el no habernos librado del peso de nuestro pecado original. Tendría que ver con la pérdida de la creencia de los ciudadanos de que el sistema en verdad les puede hacer justicia alguna vez. Al mismo tiempo, la danza de los millones del ingreso petrolero nos ha convertido infelizmente en un lugar de paso. La distorsión que el petróleo crea nos ha llevado a ser una suerte de pueblo de mineros, adonde se llega para explotar y para continuar el viaje. Con la educación en quiebra, muchos de los jóvenes hoy quieren abandonar la escuela porque no enc uentran en ella una verdadera respuesta para el futuro. Además está el mal ejemplo de los que se apartan del sistema, los aprovechadores, los oportunistas, los que quieren tomarse el atajo, los que prefieren jugar al azar o a la lotería. Los que buscan la cercanía con el poder para apostar a la aventura de hacerse de alguna forma con el botín petrolero en beneficio propio. Tales actitudes y comportamientos son los que nos han dejado pobreza y atraso, una estela de marginados y de excluidos.

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Pero existe una Venezuela trabajadora y honesta que desea mantener su fe en el sistema y que procura lavarse el pecado original. Se trata de maestros, estudiantes, trabajadores a sueldo, empleados asalariados, profesionales, pequeños comerciantes y empresarios, gente honesta y trabajadora que resulta ser la gran mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, la inflación -que es expresión de un sistema económico enfermo- devora sus esfuerzos. M uchos pasan años de trabajo que no rinden frutos. Años durante los cuales no ven nunca llegar sus sueños o los ven alejarse con el paso del tiempo. Los valiosos recursos que podrían servir para construir riqueza verdadera se los llevan la desconfianza, la corrupción, la ineficiencia, la improductividad, la mala administración; unos auténticos jinetes del Apocalipsis. Aquellos ciudadanos que conservan la fe tienen que enfrentar el abuso de depredadores y aves de rapiña que se dedican al pillaje y al derroche. M ientras tanto, el país ve aumentar la mendicidad, el drama de los jóvenes que no consiguen empleo y el de muchas vidas desperdiciadas. Un país supuestamente rico que tiene que vivir la tragedia de más de 19.000 muertes violentas al año, donde cual Caín lo hizo con Abel, los hermanos se matan entre si cada día. Nos hace falta entonces volver a tener confianza y recuperar la fe en un sistema de vida. Construir un sistema en el que creer, el en cual confiar, donde poner nuestra fe. Un pacto de convivencia, basado en el trabajo y en valores compartidos, que estimulen e incentiven un crecimiento sano, ordenado, equilibrado de la sociedad. Donde sea posible creer que el "esfuerzo si paga". Un sistema de justicia, donde se haga justicia. Donde cada cual tenga la satisfacción de ver como alcanza sus metas, como avanzan los hitos en su vida. Donde los ciudadanos disfrutan la alegría de ver cómo progresan, donde pueden sentir la satisfacción del logro y la mejora individual, pero también del avance colectivo, del desarrollo material y cultural de la nación. Donde pueden ver al

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colectivo, del desarrollo material y cultural de la nación. Donde pueden ver al país ganarse el respeto y ocupar un sitial de honor en el concierto de las naciones. Donde puedan sentir felicidad por los logros propios y ajenos. Donde aprecien que existe consistencia, correspondencia, entre lo que se tiene y lo que se merece, por bien ganado con esfuerzo; como el esfuerzo que realiza el atleta que compite, el artista que crea, el obrero que construye. Donde se desprecie la inmediatez y se cultive la perseverancia, se aparte el facilismo y se imponga el trabajo, se liquide la golilla y se encumbre la responsabilidad. Donde los inmensos recursos de la riqueza petrolera, muy bien administrados, alcancen para todos, sean capac es de crear riqueza para todos y nos libren para siempre del pecado original.

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izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo 08/11/2011 09:54. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La educación como clave He recibido en reiteradas ocasiones comentarios a mis artículos en este Blog, haciendo alusión a la c onvicción que tienen algunos de mis lectores acerca de la educación como la c lave del progreso de la nación japonesa. No podría estar yo más de acuerdo con mis lectores. En efecto, los japoneses se distinguen por su educación. La diferencia entre la capacidad productiva de este país y la de otros países, la genera su extraordinariamente bien educada población. Sea la fuerza detrás de su poder económico o aquello que le otorga a su población el perfil de buenos ciudadanos, los japoneses han hecho de la educación la principal herramienta de desarrollo, de equilibrio social y fundamentalmente de paz y entendimiento. Por ello, he querido una vez más ilustrar este aspecto esencial de la vida japonesa, con un artículo de mi amiga de nacionalidad española, la Dra M ontserrat Sanz Yagüe, de cuyo libro Frente al Pacífico (Isla del Naufrago Ediciones, 2011,www.isladelnaufrago.com) ya les he hablado y recomendado en anteriores ocasiones. Su artículo titulado "Vuelta al colegio", hace particular alusión a la enseñanza de valores en el sistema de educación primaria en Japón. Y que importante es, sin duda, la calidad de la educación primaria para el bien de cualquier nación. Espero que les resulte amena su lectura y que sirva a mis lectores de valioso material de reflexión, mientras nos aporta un nuevo ángulo para contemplar y aprender sobre la realidad de esta nación. Que lo disfruten. Vuelta al colegio, por Montserrat Sanz Yagüe Al observar la conciencia cívica de este pueblo, es fácil imaginar que su sistem a educativo difiere fundamentalmente del que conocemos en Occidente. Japón no es una dictadura que asegure un comportamiento correcto en la población. La única otra vía de conseguirlo es la educación. ¿Cómo es el colegio? Tuve ocasión de comenzar a examinar el sistema educativo cuando mi hija se incorporó a la escuela pública a la mitad del curso académico de primero de primaria. Lo primero que me impresionó fue la visita personal de la maestra a mi casa en pleno agosto para traer los materiales que se necesitarían a partir de septiembre, cuando se reanudaban las clases. Era como una vuelta a tiempos anteriores, días en los que los maestros realizaban visitas frecuentes a las casas de sus alumnos. Después comprobé que ésa sería la diferencia principal entre el sistema occidental y el japonés: hemos tildado algunas cuestiones básicas de la educación de una persona de primitivas y no acordes con los tiempos modernos. Asuntos como la obligatoriedad del saludo, el ponerse de pie para comenzar y

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Asuntos como la obligatoriedad del saludo, el ponerse de pie para comenzar y despedir el día lectivo, la responsabilidad de la limpieza del espacio propio y común, el servirse la comida unos a otros por turnos, etc., son aspectos de la educación primaria en Japón. Me pregunto si no son esos pequeños detalles los que se encuentran en la raíz del comportamiento cívico de los japoneses. Me impresiona, por ejemplo, que el director y los maestros esperan a la entrada del colegio por la mañana para abrir la puerta y saludar a cada uno de los niños. Los maestros comen la misma comida que los niños y en el aula con ellos, mientras se aseguran de que los niños sirven la comida adecuadamente. Durante los períodos vacacionales es frecuente verlos pintando los utensilios de gimnasia o las líneas del patio, limpiando las aulas, etc. Cuando se les pregunta si no les molestan esas tareas, responden que enseñar a servir y a comer bien es parte de la educación de los niños, y que cualquier mejora que hagan a la escuela es para los niños. Creo que los niños que crecen viendo a sus maestros trabajar así por y para ellos, crecen sabiendo que el servicio a los demás es fundamental en la vida. En cualquier caso, yo siento un respeto infinito por los maestros de cualquier parte del mundo, y eso es lo que concluyo en el artículo sobre la educación en Japón que presento a continuación: Quién me iba a decir que la incorporación de mi hija al sistema público de enseñanza japonés iba a suponer una "vuelta al cole" para mi, y es que algunos de sus aspectos, hoy im pensables en Occidente, guardan un gran parecido con mi pasado escolar. Me ha soprendido comprobar que todavía puede haber hasta cuarenta alumnos en una clase, aunque no sé por qué me escandalizo, pues hace mucho no habíamos oído hablar en España del privilegio de un máximo de veinticinco estudiantes por aula. La memoria es corta y ahora nos parece imposible que alguna vez existiesen las clases multitudinarias a las que sobrevivimos (sin problemas) los niños de mi generación. Cuando le pregunto a la profesora de mi hija si no se vuelve loca con treinta y siete alumnos de primero que tiene, me mira perpleja y me contesta que, al contrario, su clase está llena de vida y animación. Creo que imagina las aulas con veinticinco alumnos que yo describo lúgubres y vacías, como una fiesta con pocos asistentes. Por otro lado, en Japón, todavía son los niños y los profesores quienes, en grupos y por turnos, limpian el colegio, cuestión que no sonará del todo extraña a las personas de mi edad que lean esta columna. Por supuesto, la costrumbre de contratar empresas de limpieza en los colegios en España ha tenido la féliz consecuencia de procurar trabajo a un número de personas y de conseguir una limpieza más exhaustiva. Sin embargo, aquí les parece esencial que los ciudadanos consideren su lugar de trabajo y los lugares públicos como propios, y estiman que limpiar el colegio es el principio de ese sentimiento abstracto y difícil de inculcar sólo con las palabras. Tampoco hay monitores para la hora de la comida, sino que son los propios niños y los maestros los que se encargan por turnos de servir y de que todo esté recogido al final. Según me cuentan los maestros japoneses a quienes doy clase de posgrado en la universidad y a quienes intento sonsacar alguna supuesta insatisfacción, esto se considera parte de la educación integral de una persona. Los niños deben aprender a ser responsables de sus cosas y a que no venga nadie detrás a limpiar lo que dejan. Me lo explican como amonestándome por representar la tendencia occidental a perder de vista esta realidad. He aqui la conclusión: lo que parece un indudable paso adelante para algunos es considerado contraproducente en algún otro lugar del globo. Los humanos tendemos a defender lo que nos ha tocado como lo óptimo, sin cuestionar ni los cambios (quizás lo que nos parece un avance ahora tenga consecuencias negativas imprevisibles en el futuro, pero esto no lo consideramos) ni la falta de

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negativas imprevisibles en el futuro, pero esto no lo consideramos) ni la falta de ellos (quizás no se pueda educar igual en todas las épocas y haya que adaptar algo más la enseñanza a los tiempos, pero esto no parece ser un objetivo en la educación primaria en Japón, de momento). A nosotros nos parece incuestionable que reducir el número de alumnos y que los maestros no asuman funciones aparte de las estrictamente académicas es una mejora de la calidad de la enseñanza. A los japoneses les parece que exigir más disciplina para controlar una clase más grande, conseguir más responsabilidad personal e integrar los aspectos académicos con la educación social constituye un modo mejor de educar a una persona. Nos seguiremos aleccionando unos a otros, y seguiremos sin tener la clave ni en Oriente ni en Occidente para conseguir la educación óptima. Y, sin embargo, los niños seguirán sobreviviendo a todas las tendencias y reformas. Y es que los que sí es universal, eterno e incombustible es la calidad humana de los maestros, que dedican su vida a extraer de los niños su mejor esencia como individuos y que consiguen con su valía e imaginación que una clase, sea grande o pequeña, esté más o menos limpia, o cuente con m ás o menos recursos, sea siempre el mundo mágico en el que los niños se transforman en adultos felices y capaces. Hasta la próxima semana estimados lectores y amigos. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo 08/11/2011 09:54. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Una noción de nación Largamente forjada. Nutrida durante siglos de aislamiento, entre los estrechos límites de un territorio insular de topografía quebrada e irregular. Acicateada por una historia de luc has internas y amenazas externas. Acrecentada por desastres naturales, amargas derrotas, difíciles reveses e inciertos nuevos comienzos. Reforzada por la sombra de la aniquilación a consecuencia de la guerra. Impulsada por la necesidad de alejarse de una realidad de pobreza y de atraso que lucía inexorable. Inspirada en el anhelo de igualarse en paz con las grandes naciones y de ser miembro prominente del mundo civilizado. Así, con dureza, parece haberse cimentado la identidad de la nación japonesa. Como una "noción de nación" que se apoya sobre sólidas columnas, levantadas a lo largo de siglos. Resultando en una identidad propia, única, auténtica. Donde la nación es entendida por todo aquello que le es más preciado al pueblo japonés: su gente, su territorio, sus tradic iones y cultura, su herencia histórica y patrimonio natural, el presente y el futuro de las generaciones por venir. Esa noción se ha convertido para los japoneses en un valor superior. Un elemento intangible, etéreo y sagrado que gravita sobre las conciencias de sus gentes y dirigentes. Un sentido de hermandad, de unidad, de destino común y de fin compartido. Un principio que no será traicionado y que está por encima de cualquier otro interés transitorio o particular. Además, algo en lo que no hay discusión alguna. Donde existe consenso total: "el interés nacional está por encima de cualquier otra consideración". El interés nacional no es solo la idea de la supervivencia de la nación, sino también la de su grandeza. Así pues, los grandes objetivos nacionales tendrán prioridad sobre las pequeñas y circunstanciales luchas políticas. Los temas de largo plazo, tales como la educación y la salud, la política industrial y la del empleo, se mantendrán como prioridades dentro de un consenso social, de un pacto que va más allá de gabinetes o coaliciones de gobierno. Los japoneses parecieran tener muy claro


gabinetes o coaliciones de gobierno. Los japoneses parecieran tener muy claro qué es lo primero. Y como siempre debe ser, para ellos primero lo primero: el bienestar, la seguridad y el progreso de la nación. Cuando un Estado, como es el caso del japonés, ha sido capaz de crear una efectiva burocracia, cuya misión es implementar de manera consistente un conjunto de políticas públicas de largo alcance, que responden a planes nacionales. Políticas consensuadas, sin distinción de las fuerzas políticas que circunstancialmente pudieran liderar uno u otro gobierno. Cuando esas polític as están destinadas a incluir y hacer participar a las grandes mayorías en el progreso y desenvolvimiento económico del país. Cuando esas políticas propenden a la distribución equitativa de la riqueza y al desarrollo social de la nación. Cuando esa burocracia sirve al país construyendo infraestructura, apoyando el logro de una altísima escolaridad, ofreciendo unos servicios de salud y seguridad social de amplia cobertura para la población. Cuando todo esto ocurre, es cuando esa "noción de nación" está más presente. Primero lo primero, el interés nac ional, la defensa de lo nacional, de lo propio se coloca de primero. Pero no es solo el papel del Estado. Cuando los ciudadanos apartan su egoísmo, su individualismo, para ayudar en el logro del bienestar colectivo, Cuando los empresarios se alinean con el Estado para crear y mantener empleos estables y bien remunerados. Cuando dan cabida y oportunidades a más jóvenes, al tiempo de mantener sus empresas competitivas y sustentables. Cuando esos mismos jóvenes y demás trabajadores se comprometen a mejorar su productividad y la calidad de su trabajo para ayudar a sostener a la empresa que los emplea. Cuando la solidaridad inspira el accionar de la gente y se tiene conciencia de que el bienestar propio no se logra a expensas del bienestar del prójimo. Cuando los ciudadanos y habitantes del país se reconocen a sí mismos como un mismo pueblo, una misma nación. Como miembros de una misma comunidad que trabaja con un verdadero sentido colectivo. Con un sentido de destino común y con conciencia de que tiene que haber para todos, de que tiene que alcanzar para todos. Es entonces cuando la política y la economía adquieren una nueva dimensión ética y se colocan al servicio de un interés superior. El interés del colectivo, que es en definitiva lo que representa la nación. Por nuestra parte, los venezolanos necesitamos igualmente inspirarnos en una noción superior. Una noción que se fundamente en la convicción compartida de que todos cabemos y somos necesarios en nuestro país. Que todos tenemos un papel que jugar, que todos podemos y debemos contribuir en el logro del bienestar colectivo y en la grandeza de la nación venezolana. Cuando los venezolanos nos veamos los unos a los otros como hermanos, sin egoísmos, sin discriminación ni sectarismos. Cuando reconozcamos como nuestros hermanos, como parte de nuestra propia familia, al pescador de M anzanillo, al ganadero del Táchira, al productor de Camaguán, al industrial de Valencia, al agricultor de Turén, al obrero de San Félix, al llanero de Achaguas, al taxista de M aracaibo, al empresario de Caracas, al comerciante de Barinas, al buhonero de M aracay; en fin al venezolano que c amina por cualquier calle y vive en cualquier rincón del país. Cuando veamos a cada ciudadano como nuestro hermano, nuestra sangre y asociemos nuestro destino con el destino de ese otro ciudadano. Cuando el egoísmo dé paso a la solidaridad. Cuando entendamos que la guerra a la pobreza se gana con inclusión y que la mejor política de inclusión es la educación y el empleo. Cuando nos veamos todos compartiendo un destino común, el cual sólo podemos llegar a construir juntos, todos juntos. Cuando pongamos la grandeza del país como meta compartida, tendremos entonces una noción de nación. Cuando esto ocurra, comenzaremos a construir un Estado donde a cada quien se le haga justicia. Nos regalaremos la seguridad de saber que tenemos un lugar,


se le haga justicia. Nos regalaremos la seguridad de saber que tenemos un lugar, un país, un espacio común donde hacer realidad los sueños individuales y colectivos. A diferencia de los japoneses, no necesitamos que pasen siglos antes de que esto ocurra. Tenemos los venezolanos el carácter y las condiciones humanas y espirituales para reenc ontrarnos con nuestra propia noción de nación. Sin duda alguna, nos hace falta volver a creer en el futuro. Para ello debemos rescatar para nuestro país una noción de nación que nos lleve a abrazar a Venezuela entre todos. Abrazarla fuerte para no soltarla jamás. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

08/11/2011 09:52. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

El orden y el caos La primera y muy lamentable impresión que puede llevarse un turista u otro visitante al llegar a nuestro país es la de una ausencia evidente de limpieza en calles y avenidas y la falta de orden que en general se percibe. Esto pareciera ser, sin embargo, solo el síntoma de un proceso mucho más complejo que vive nuestra sociedad. Si hay algo que caracteriza a un país que ha alcanzado el desarrollo es la presencia de orden, así como el apego y respeto por normas y leyes de la que hacen gala sus ciudadanos. Japón no es la excepción entre las naciones del primer mundo, más bien se ha convertido en un ejemplo para otros países igualmente desarrollados. ¿Qué condiciones prevalecen para que el orden reine en algunas sociedades, mientras que el desorden y la tendencia al caos se apoderen de la vida de otras? Tanto el caos como el orden le son propios a la naturaleza. Todos los sistemas naturales, así como aquellos creados por el hombre o de carácter social o asociativo, pueden exhibir un comportamiento de orden y estabilidad, tender a la inestabilidad o llegar a ser caóticos. Se trata de un asunto de causas y efectos. En el caso de la naturaleza, los seres humanos podemos principalmente ser observadores. Para los sistemas creados por el hombre, procuramos crear las condiciones para que tiendan al orden y se aparten del caos. Tratamos de hacer que su comportamiento pueda ser determinado, previsible, ordenado. Normamos y regulamos los sistemas que creamos con leyes y estándares para hacerlos predecibles. Hace algunos años escuché en Bogotá a un famoso ex-alcalde de esa ciudad dar una charla acerca de la experiencia del gobierno municipal en la gestión de ciertos servicios públic os. Lo curioso e inesperado fue que este físico de profesión, devenido en exitoso político, terminó mezclando la conocida "teoría matemática del caos" c on el tema central de la conferencia que era el modelo de gestión del servicio eléctrico en la metrópolis. Este excéntrico y polémico personaje me dejó impresionado por su capacidad para interpretar y explicar algunas situaciones cotidianas, empleando teorías propias de la academia. El profesor y ex-alcalde intentó filosofar acerca de la relación causa-efecto entre ciertas políticas públic as aplicadas por su gobierno y los resultados positivos o negativos de las mismas en el bienestar de la colectividad. Esta anécdota me hizo también recordar el trabajo de mi más cercano compañero de estudios en la Universidad de Fukui. Como parte de su investigación de post-grado en la escuela de ingeniería eléctrica, mi colega se dedicaba a estudiar el comportamiento de sistemas caóticos empleando modelos matemáticos. El compartir cubículo de estudio me daba la oportunidad de


matemáticos. El compartir cubículo de estudio me daba la oportunidad de observar los resultados de sus simulaciones matemáticas y apreciar gráficamente el comportamiento errático y azaroso de las variables, así como lo aleatorio e impredecible de los resultados en la evolución dinámica de los sistemas por él estudiados. Una teoría fascinante para explicar ciertos fenómenos de la naturaleza que no siguen un comportamiento previsible o cuyo comportamiento no puede ser determinado con precisión. Pero volviendo a nuestra realidad cotidiana, revisemos un poco la relación causa-efecto a partir de ciertos ejemplos. En Japón, ciertos especialistas y académicos afirman que el verdadero origen del poder de las naciones reside en su fortaleza económica. A su vez, mantener la fortaleza económica de la nación japonesa es un requisito indispensable para llevar adelante exitosamente los asuntos del país de una manera sostenible. Se afirma que la debilidad económica conduciría a un círculo vicioso en el cual la industria declinaría, se perderían empleos, se reducirían los impuestos, las finanzas gubernamentales colapsarían, las inversiones en tecnología y recursos humanos se reducirían. En fin, llevaría al país a una situación indeseable de inestabilidad, que tendería al caos y atentaría contra el orden y la paz existentes. Es decir, dispararía la aparición de una secuencia de factores que podrían desencadenar el caos y la anarquía, donde existen hoy el orden y la estabilidad. Evidentemente, Japón tiene otros fuertes resortes de estabilidad, como lo son la educación de su gente, su cultura e identidad nacional, pero no deja por ello de ser esta una preocupación lógica. Y entonces, ¿que es lo que podría estar pasando en nuestro país? ¿Por qué lo vemos cada vez más hundido en la anarquía, la anomia y el caos? Reflexionando sobre lo que académicos acá en Japón afirman acerca de la realidad japonesa, permítanme intentar una hipótesis de causa-efecto para el caso de nuestro país. Postulo que la falta de disciplina y orden en la administración de los grandes recursos de la nación atentan contra la estabilidad del sistema, es decir contra la salud misma de la nación. Entendido pues el sistema como el conjunto de elementos que dan vida al cuerpo de nuestra sociedad y a la nación como tal. La increíble e injusta debilidad económica producto de tamaña irresponsabilidad administrativa y de una pobre gestión pública, desenc adena diversos factores perniciosos. Así es como en nuestro país una tragedia puede suceder a la otra. En la ausencia de orden, el comportamiento se vuelve caótico y las consecuencias son impredecibles. La falta o ausencia de un recurso puede provocar un primer daño. Una subsecuente omisión o negligencia determina el prejuicio que le sigue. Un acto irresponsable, la consiguiente tragedia. La falta de orden y el desequilibrio de lo natural atentan contra la evolución natural y pacifica de las cosas. Por otra parte, donde no se observan las normas y rige la ley del oeste o la ley de la selva, no hay desarrollo posible. El país y su gente comienzan a marchar sin norte, sin rumbo, dando tumbos, sin destino, como los puntos aleatorios y azarosos que resultan de la simulación matemática del caos. Comienza a aparecer una sociedad sin reglas, sin patrón, sin estándares; que marcha a la deriva. ¿Podemos salir de este círculo vicioso? Si conocemos bien los efectos e identificamos correctamente las causas, podríamos comenzar a salir de él. Recientemente, en una entrevista radial con Cesar M iguel Rondón, escuche al sociólogo Francisco Coello, junto a otros especialistas, analizar la situación actual de anomia que vive nuestra sociedad y afirmar que: "Los venezolanos tenemos necesidad de orden. El orden transmite calma. Mientras que la anomia, la ausencia de normas, el alejamiento de las reglas, producen ansiedad y hostilidad entre los habitantes del país". Forzoso concluir pues también que el orden es sinónimo de paz. El recuperarlo en todos los espacios de la vida venezolana solo nos puede llevar al progreso y al desarrollo.


venezolana solo nos puede llevar al progreso y al desarrollo. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo 21/10/2011 23:52. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Cuando cae la noche... Según la opinión de algunos expertos en materia económica, la mayor industria del Japón no sería la automotriz o la electrónica. Algunos han llegado a afirmar que la mayor industria japonesa sería la industria del entretenimiento. Si bien las grandes locomotoras de la economía en los últimos 50 años han sido las importantes industrias de la manufactura con destino a la exportación, es también muy cierto que, en el plano interno, el sector de los servicios posee un tamaño bastante aprec iable dentro del producto bruto japonés. Dentro de ese sector, los servicios asociados al entretenimiento, al ocio y a la distracción, ocupan un lugar relevante en el volumen del consumo y en el desempeño económico de la nación. Esto incluye, por supuesto, el segmento de los servicios de alimentación, restaurantes, bares y otros lugares de distracción nocturna. Desde el inicio de la era Edo, hace unos 400 años, cuando el país alcanzó una relativa estabilidad política y cesaron las guerras entre los jefes feudales, se comenzó a desarrollar de manera incipiente esta industria. Las crónicas relatan que ya hacia el año 1.680 habían aparecido en ciudades como Edo (hoy Tokio) y Kyoto algunos distritos destinados al entretenimiento de las elites, de las clases más favorecidas en el orden social de entonces. Allí acudían los samuráis educados - para la época más unos burócratas que unos guerreros -, los mercaderes y artesanos, así como otros colaboradores de los Daimios y funcionarios del Shogunato, para comer, beber y disfrutar de la música, la poseía y las artes escénicas. Se revitalizaron entonces antiguas expresiones como el teatro Noh y aparecieron nuevas manifestaciones culturales como el teatro Kabuki, y la figura de lasGeishas, estas últimas representando la definición más acabada de una artista del entretenimiento. Un país que para entonces ya no se mataba en guerras civiles fraticidas, comenzaba a apreciar el disfrute del ocio y del tiempo libre, a desarrollar una mejor apreciación sobre la belleza y un renovado interés por las artes; así como se abría a una nueva y hasta entonces desconocida actividad económica. El Japón moderno, por su parte, ha producido variadas e innovadoras formas de entretenimiento, las que han logrado gran popularidad internacional. Desde el Manga y elAnime, pasando por el Karaoke, hasta llegar a la rica culinaria japonesa, todas ellas se han convertido en expresiones culturales reconocidas en todo el mundo. Algunas de estas actividades han promovido la aparición de toda una sub-cultura urbana alrededor de ellas. Hoy en día, son cientos los jóvenes que pueden encontrarse en las calles japonesas vistiendo a semejanza de sus personajes favoritos del Anime. Las convenciones y clubes de fanáticos del Manga son cada vez más populares y numerosos, tanto en Japón como en otros países del mundo. M ientras tanto, la televisión, el cine, el teatro, los museos, exhibiciones y conciertos, los parques de atracciones y hasta los salones de juegos como el Pachinko, son parte de las actividades que más ocupan hoy al japonés promedio en su tiempo de ocio. Sin embargo, cuando cae la noche en el arc hipiélago, las opciones que ofrece cualquiera de sus ciudades, no se limitan al disfrute de la buena mesa. Cientos de locales para comer y beber, pequeños bares, diminutas barras en pasajes, callejones y veredas alrededor de las estaciones de tren. Calles repletas de centellantes


veredas alrededor de las estaciones de tren. Calles repletas de centellantes avisos de neón y edific ios enteros de varios pisos con pequeños locales y sitios de diversión nocturna. Sin olvidar a los mundialmente famosos Karaokeparlors, con casetas privadas para cantar a todo pulmón, y las populares Isakaya, mezcla de bar y restaurante donde se sirven comidas para picar y compartir, siendo lo más parecido quizás a las bien conocidas tascas en nuestra cultura. Todos ellos ubicados en los distritos más céntricos, tanto en la superficie como en las decenas de kilómetros de galerías comerciales subterráneas de las grandes ciudades japonesas. Acicateados por la seguridad que se vive en sus calles, los japoneses salen a divertirse con absoluta libertad. Es común ver a parejas, grupos, hombres de negocios y asalariados de empresas (llamados aquí salary-man) acudir a los locales nocturnos con frecuencia. Cualquier día de la semana parece ser bueno para una parada, junto a los colegas de oficina o grupos de amigos, para disfrutar de una comida o para relajarse alrededor de una mesa o de una barra. Al parecer la única limitante que tienen muy en cuenta los japoneses a la hora de planear una salida es la del horario. Por lo general los clientes procuran tener tiempo para disfrutar y todavía salir para no perder el último servicio de tren hacia sus domicilios, lo que ocurre en la mayoría de los casos hacia la medianoche. Por eso, y por que se debe regresar a trabajar al día siguiente, las jornadas son relativamente cortas y se inician más bien temprano. Hacia las 7 de la noche ya se encontrarán llenos muchos de estos locales y antes de las 11 de la noche la gran mayoría ya los habrán abandonado. No falta por supuesto quien se pase del horario y c ontinúe hasta después de la medianoche, después de seguir una tradición que reza que al salir de un primer local se debe invitar a acudir a un segundo y hasta un tercero. Entre los sitios más visitados, para esta segunda o la tercera ronda nocturna, están los llamados bares o pubs de conversación, sitios donde los samuráis modernos, los salary-man, buscarán relajarse conversando con sus colegas y con las anfitrionas de esos locales, en búsqueda de una suerte de elixir para la rutina, aunque las conversaciones versen sobre los temas más triviales e intrascendentes. Para aquellos que pierden el tren a sus c asas, siempre habrá un taxi a la espera, una opción de transporte más costosa pero siempre disponible y segura. Este segmento de servicios, el de los taxistas, es sin duda otro de los beneficiarios de la cadena de suministros de la industria del entretenimiento en el Japón. Cuando cae la noche, el Japón también sale a divertirse. Una parte del país no descansa, se mantiene activa y produciendo, para servir, para entretener a la otra parte, como componente de una frenética industria que genera millones de empleos y produce importantes ingresos a su economía. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo 09/10/2011 23:30. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La sociedad de la campana Quién visita por primera vez el Japón, al observar la vida cotidiana, puede ya llevarse la impresión de que la sociedad japonesa es una gran clase media. Una sociedad donde los ingresos de la nación parecieran estar bastante bien distribuidos entre el conjunto de sus ciudadanos. Es decir, una sociedad donde no habría excluidos ni marginados. De igual manera, resulta difícil para el extranjero que habita aquí percibir grandes o marcadas diferencias entre las clases sociales, si es que en definitiva se pudieran distinguir algunas clases sociales en este país. Con el tiempo se convence uno de que aunque, como


sociales en este país. Con el tiempo se convence uno de que aunque, como ocurre en todas partes del mundo, existan en Japón ricos y pobres, asalariados y millonarios, empresarios y trabajadores, obreros y profesionales, clases bajas, medias y altas o variados estratos de diferentes ingresos; no obstante ello, las diferencias entre esos estratos, entre esas capas, son en efecto casi imperceptibles. Si acudimos al sustrato cultural como explicación, por una parte encontraremos el valor que los japoneses otorgan a la modestia, a la humildad individual y por la otra, la propensión al ahorro que anima a esta sociedad, la cual valoriza mucho esa virtud a la vez que renuncia de manera generalizada a la demostración ostentosa de la riqueza. Tanto el transeúnte como el residente extranjero pueden apreciar como las grandes mayorías en este país tienen acceso libre al disfrute por igual de los mismos servicios públic os de calidad, al uso de unas muy bien mantenidas infraestructuras para el transporte y las comunicaciones; a la educación y adquisición de un oficio; a espacios para la recreación; a la provisión adecuada y suficiente de energía; a servicios de salud de todo nivel; a viviendas en cantidad y calidad sufic iente para ofrecer a las familias una vida digna; a una amplia seguridad personal, social y ciudadana y a condiciones ambientales favorables para la preservación de la vida y de la naturaleza. En su conjunto, todos los ciudadanos tienen acceso a similares condiciones de vida, a un estándar de vida de elevada calidad, accesible a todos, sin distingo de clase o condición socio-económica. Pero, ¿cuál es el sistema que permite que esta pueda ser una realidad palpable en la sociedad japonesa?, ¿cómo es que los japoneses pueden hacer que el mundo los perciba como una sociedad igualitaria, donde se practica la equidad y la justicia social?, ¿qué hay detrás, en el fondo, en el pacto social que rige y sustenta el desenvolvimiento colectivo en este país? La respuesta a este fenómeno es compleja y seguramente envuelve muchas variables. Yo solo pretendo presentar una arista, una reflexión y un enfoque que nos permita arrojar algunas luces al asunto. El sistema, como yo lo veo, estaría definitivamente basado en un proceso de naturaleza incluyente, pero que tiene sus costos asociados. Le ofrece la oportunidad a cada cual de participar de la vida económica de la nación, de crecer y prosperar en la medida de sus posibilidades y talentos y de beneficiarse de los servicios públicos, las garantías y la protección del estado, y de los bienes intangibles comunes a todos los ciudadanos. Desde mi punto de vista, la sociedad parec iera estar organizada sobre la base de propiciar y estimular una "distribución normal" de la población, la que se me antoja como del tipo de una "campana de Gauss". La campana de Gauss es un concepto estadístico, una función matemática que permite observar y modelar un fenómeno. Los datos de una muestra o población estadística se distribuyen de forma tal que la resultante es una curva en forma de campana. Bajo esa curva acampanada, estarían los datos, en este caso los relativos a los individuos pertenecientes a una población, como sería el caso de la japonesa. Todo gira alrededor de un centro, de un punto medio que representa al neutro, lo normal, lo deseable. Los extremos representarían lo no deseable, lo que se sale de la normalidad, pero que no por ello deja de estar presente. Alrededor de ese centro la campana muestra una simetría. Ese parámetro central sería en nuestro caso, por ejemplo, el ingreso medio de la población, o un indicador de su nivel educativo, de sus talentos individuales o de sus capacidades para producir riqueza. Los extremos representarían las excepciones, los talentos superdotados o de muy bajo rendimiento, los muy ricos o los muy pobres, los muy sanos o muy enfermos, los más viejos o más jóvenes, los más educados o sin educación alguna.

Es bien sabido que la sociedad japonesa privilegia al grupo frente al individuo.


Es bien sabido que la sociedad japonesa privilegia al grupo frente al individuo. Procura una alta identificación entre sus miembros y promueve que sus integrantes sean lo más afines posible los unos a los otros. Pareciera que en conjunto tanto el Estado como los ciudadanos hacen grandes esfuerzos para que la sociedad se comporte alrededor de los promedios y que no se mueva hacia los extremos. Es decir, que sus recursos, su gente y oportunidades estén distribuidas lo más posible hacia el centro de la campana y reducida hacia sus extremos. Se intenta lograr una "sociedad promedio", que permita mantener la cohesión, cumplir con el pacto social, evitar resentimientos y procurar la mayor equidad y armonía entre sus integrantes. Pero también se busca que ese promedio ascienda, que mejore arrastrando a la campana y a todo lo que la compone hacia arriba. Este fenómeno es posible observarlo en la mayoría de las organizaciones sociales, y por supuesto tanto en la escuela como en la empresa. Existe en el trasfondo un sentido paternalista que obliga a buscar el beneficio del grupo, como si se tratase del bien de una gran familia, por encima del beneficio individual. La idea es no permitir que haya muchos rezagados, pero tampoco muchos adelantados. Que nadie se sienta demasiado privilegiado, pero tampoco que nadie se sienta fracasado, excluido por la sociedad. Si bien, la sociedad estimula la competencia - y es la japonesa una sociedad extremadamente competitiva - en el fondo se busca que se compita con equidad en el acceso a las oportunidades. De allí surge un sentido de responsabilidad por sac ar adelante a los rezagados, que existen en la naturaleza y en cualquier cuerpo social. Esa responsabilidad se nutre de conceptos como el de la relaciónKohai/Senpai, que define la obligación de quién tiene más experiencia o más años de servicio (en la escuela o la empresa), el senior (el Senpai) en ayudar, en asistir al de menos experiencia, al más joven, al junior (el Kohai). Del mismo modo que un estudiante rezagado sería un problema, un individuo c on demasiado talento puede serlo porque se sale del promedio, se va a los extremos. Hay una expresión japonesa que reza así: "Deru kugi wa utareru". Su traducción es algo así c omo: "Al clavo que se asoma se le martilla". Ilustra este dicho la manera tradicional como se trata en muchas organizaciones sociales de limitar la iniciativa individual, en especial cuando esta puede poner en riesgo los objetivos del grupo al que pertenece el individuo. Se espera que nadie se asome más de la cuenta (como lo haría un clavo) y que todos se comporten más o menos igual, siguiendo el patrón del grupo y las indicaciones de sus líderes, de los Senseis (maestros) o Senpais (seniors), que serían los martillos. Así los japoneses intentarán marchar todos juntos, más bien apretaditos en las escuelas y en las empresas, sin nadie que se destaque demasiado, ni que se quede demasiado. Un sistema, sin duda, que tiene sus costos, sus problemas y sus consecuencias. Si bien alcanza el objetivo de la uniformidad y la cohesión de la sociedad, ejerce grandes presiones sobre organizaciones y personas, limitando la aparición de talentos individuales. El énfasis que se le pone al seniority, es decir el atribuirle el conocimiento y el ejercicio de la autoridad solo a quien tiene más edad o experiencia, le corta el paso a los más jóvenes y talentosos. El conjunto de creenc ias y métodos que sustentan a esta por mi llamada "sociedad de la campana", ejerce grandes presiones sobre el cuerpo social. Por ejemplo, le pone algunas cortapisas a las políticas de recursos humanos de las empresas. La búsqueda y reclutamiento de talentos puede resultar una dificultad. Para algunas empresas demasiado talento individual podría causar problemas en la armonía del grupo. Resultaría mejor entonces apuntar a buscar los promedios, siempre sobre la base de que la sociedad en su conjunto mejore cada vez más en promedio. Si bien este sistema, este enfoque de la sociedad podría ser responsable de la mayor inclusión, de la equidad e igualdad de oportunidades de la que disfruta la nación japonesa, ese logro no ha


igualdad de oportunidades de la que disfruta la nación japonesa, ese logro no ha sido gratis. Lo ha sido a un precio que la sociedad japonesa ha tenido que pagar para lograr el progreso y la calidad de vida que exhibe. Un precio que creo las sociedades occidentales probablemente no estarían preparadas o dispuestas a pagar. izquierdomoreno@gmail.com twitter: nizquiermo

09/10/2011 23:29. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La gran fiesta del béisbol En Japón el béisbol es una gran fiesta. Una fiesta, por demás civilizada, a la que acuden miles de fanátic os de todas las edades; jóvenes, ancianos, niños, adultos, incluyendo a familias enteras, en un ambiente de sano esparcimiento. Una fiesta que se inició con la introducción de ese deporte al país, hace ya c asi 140 años, y que lleva 75 años desde que se comenzara a jugar a la pelota profesionalmente. La temporada actual está llegando a su fin por estos días y, como ocurre con otras ligas profesionales del mundo, los ánimos se exacerban y la competencia se pone más dura, con cada equipo en la búsqueda de asegurarse un lugar para la post-temporada. Las posiciones están muy cerradas y cada juego se juega con intensidad. El público que asiste a los estadios es también el gran protagonista y su aporte al equipo de casa puede resultar decisivo en el desenlac e de muchos encuentros. El equipo más emblemático de la región de Kansai es el de los Tigres de Hanshin. Representando al cinturón urbano que une las ciudades de Osaka y Kobe, los Tigres son una de las franquicias con más seguidores en el béisbol japonés. El término Hanshin no significa otra cosa que la combinación de los nombres de ambas ciudades, así que los felinos son queridos tanto en la orgullosa Osaka segunda ciudad del Japón - como en la más pequeña, portuaria e internacional ciudad de Kobe, vecina de aquella. La rivalidad entre las regiones de Kansai y de Kanto - cuyo epicentro es la capital Tokio - ha estado presente por siglos. En el plano deportivo, esa rivalidad la exhiben y dirimen el equipo de los Gigantes de Yomiuri, proveniente de Tokio y el de los consentidos locales, los Tigres deHanshin. Desde tiempos antiguos, cuando el eje del poder político se movió del Oeste al Este; es decir desde que el asiento de los poderes gobernantes se desplazo a la orientalEdo (hoy la cosmopolita Tokio), la región occidental de Kansai, que incluye a las ciudades de Kyoto y Nara (capitales históricas) y a la antiguamente poderosa Osaka (antigua sede de despacho de importantes señores feudales), ha mantenido una fuerte rivalidad con la primera. De manera tal que un partido entre los Tigres de Hanshin y los Gigantes deYomiuri, es un pulso entre las regiones, un verdadero clásico, una suerte de CaracasM agallanes de nuestro béisbol venezolano. Lo que les quiero contar a mis lectores este domingo, es acerca de las "peculiaridades", esos detallitos curiosos, singulares y quizás únicos, que los fanáticos de este deporte podríamos encontrar y disfrutar al asistir a un partido del béisbol japonés. Es pues el relato de un fanático que comparte sus observaciones, para el disfrute tanto de los entendidos en la pelota como de los que solo pudieran tener curiosidad por conocer similitudes o diferencias entre la práctica de este deporte en Japón y el primer pasatiempo nacional de Venezuela. Empezaré por decirles que, por su gran colorido, es de por sí ya un espectáculo el contemplar el público en las gradas. Además de las camisetas c on los colores de cada divisa, los asistentes despliegan grandes banderas las que


los colores de cada divisa, los asistentes despliegan grandes banderas las que son batidas al viento, a la usanza de los estadios de fútbol en Europa. Por supuesto, no podrían faltar los expendedores de bebidas y de comida que circulan por las graderías. Los fanáticos disfrutan también de llevar sus cajas de almuerzo - llamadas O Bento - o de comprar en el estadio toda clase de platillos, para disfrutar antes y durante el juego. En los estadios japoneses destacan las chicas que portando vistoso uniforme y un depósito a manera de morral gigante, le llevan al fanático la c erveza en sifón hasta su misma silla. Portan ellas consigo además los pasapalos o snacks que mejor combinan con la espumante bebida. Se consiguen refrescos, helados, chucherías, además de otras bebidas espirituosas. Pero para desilusión de algunos, no encontraremos ni chicharrones ni tostones. Continuaré con las barras y con los coros que se entonan durante cada partido. La barra de cada equipo ocupa un número importante de escaños en las tribunas del fondo - en los llamadosbleachers -, tanto por el lado izquierdo como por el lado derecho de los jardines. Las conforman decenas de jóvenes que siguen a sus equipos a cada estadio y el grupo se refuerza, en calidad de visitante, con hinchas locales del club que apoyan a su divisa cuando está en "la carretera". Algo muy significativo es que mientras la barra del equipo que batea se esfuerza por levantar el ánimo de su team, la barra contraria escucha tranquila, en silencio, esperando que le toque su turno al cambiar el inning, para entonces entonar su versión del cántico a favor de su propio equipo. No hay lugar para la provocación o para la ofensa, para el exceso o la violencia entre las barras. Todo transcurre dentro del mejor espíritu deportivo, la civilidad y la decencia. Cuentan las barras con dos instrumentos principales, al menos con una trompeta y un tambor, además de las decenas de gargantas de sus entusiastas miembros. No descansarán durante todo el juego, sea que el equipo vaya ganando por 5 o perdiendo por la misma cantidad. En el turno de cada bateador, repetirán varias veces un pegajoso estribillo que, en el caso del equipo de la casa, será acompañado a manera de coro por los hinchas locales. El mismo canto en cada ocasión, pero también en cada ocasión incluirá el nombre del bateador de turno para animarlo a batear. Por ejemplo, si el bateador es de nombre Arai, el coro de los Tigres dirá algo así como: "batea duro Arai, batea fuerte Arai....arriba y ánimo Arai....". Y así cada vez que se pare un hombre en el plato. Y si se trata de estar en medio de un rally, entonces la emoción se hac e mayor y todas las tribunas se unen al coro para ligar al bateador propio y presionar al pitcher contrario. Celebrarán cada una de las carreras, cada ponche, cada lanzamiento en strike, cada cuadrangular. Esto lo hacen saltando y mostrando banderolas o pendones. En el caso de los jugadores extranjeros más populares mostrarán incluso las enseñas nacionales de ese jugador. Así pues es, en el caso de la barra de los Gigantes de Yomiuri, es posible ver banderas de Venezuela, ondeando orgullosas, cuando el turno de bateo corresponde al tremendamente popular y exitoso jugador venezolano Alex Ramírez, toda una sensación en este béisbol. Una curiosa diferencia con nuestro béisbol y también con el de las Grandes Ligas de los EEUU, es que los Umpires permiten que algunos jugadores calienten el brazo durante el partido. Y no se trata de un pitcher haciendo bull-pen. No, se trata de jugadores suplentes del banco que se ubican a un lado de su dogout en forma paralela a la raya de foul, dehome a primera o de home a tercera, y allí calientan el brazo. Eso sí, lo hacen mientras la acción del juego esta suspendida, la pelota que usan la detienen cuando el lanzador está impulsándose al plato. La regla es hacerlo solo mientras la bola no está viva o en movimiento. Esto es algo que nunca he visto en ningún estadio, sólo aquí en Japón. Pero, cuando llega el séptimo de la suerte, aparece otra notoria y simpática diferencia. Los fanáticos no entonan canciones o cantan himnos


simpática diferencia. Los fanáticos no entonan canciones o cantan himnos patrióticos para el cierre de ese capítulo, como la hacen los norteamericanos. Durante la parte alta de la entrada, los seguidores locales inflan globos de múltiples colores. No los ligan ni los amarran en sus extremos, solo los aprietan para retener el aire. Los globos con el nombre o las insignias de su equipo pueden ser comprados en el estadio y casi nadie se queda sin inflar al menos uno. Cuando se va a iniciar la parte baja del séptimo, para desear suerte al equipo, después de seguir una rítmica melodía acompañada de un bailecito, cada fanático suelta su globo al aire para que se desinfle mientras sube y hace un fuerte silbido. Segundos después los globos caen como una lluvia multicolor, entre la euforia y celebración colectiva y la felicidad reinante, especialmente de los más pequeños. Y al cierre del encuentro no puedo dejar pasar el detalle, muy ligado a la cultura japonesa, de que los peloteros del equipo vencedor saldrán de la cueva a hacer una fila sobre la raya de foul del lado correspondiente a su dog-out para - despojándose de sus gorras y con una venia - saludar al público que en su gran mayoría aún no se ha retirado de las gradas. M inutos más tarde, el héroe del partido será entrevistado en vivo, aún sobre el gramado y muy cerca del diamante, encima de una pequeña tarima improvisada al efecto, ante un públic o delirante que sin retirarse todavía del estadio le aplaudirá a rabiar, celebrando y terminando de descargar toda la emoción acumulada después de nueve intensas entradas. Cosas del béisbol, de la emoción del béisbol; que a pesar de las diferencias no le podían ser ajenas a la pelota en este lado de mundo. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

28/09/2011 02:19. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

El monje sentado Al norte de la isla princ ipal de Honshu, a unos 16 kilómetros hacia el este de la ciudad deFukui, en la prefectura del mismo nombre, se encuentra el templo de Eiheji. Fundado hace casi 8 siglos, ha servido como lugar de entrenamiento y preparación para monjes budistas, distinguiéndose por ser la sede principal de la secta Soto-shu y el templo más importante en todo Japón de la escuela Zen del budismo. Ubicado en un hermoso enclave natural de 33 hectáreas, el templo cuenta con 7 monasterios de vastas dimensiones, dedicados a diferentes ritos, entre ellos la oración y la lectura de escritos antiguos. Estos edificios también están destinados a proveer espacios para el ejercicio de la estricta disciplina de los monjes, además de incluir aquellos que ocupan el área de los dormitorios y otros servicios para los religiosos y discípulos enclaustrados. Sus monasterios, rodeados de pasillos, están conectados entre si por múltiples corredores, formando un extraordinario complejo de gran belleza e indiscutible valor arquitectónico. Asciendo las escalinatas de piedra en la vereda inclinada que conduce al pórtico ubicado a la entrada principal de Eiheji. Camino entre grandes cipreses y otras especies de longevos árboles japoneses, la mayoría de los cuáles han estado allí por siglos, como fuertes barreras, como silenciosos vigilantes, como testigos mudos o estoicos sobrevivientes de eventos de la historia humana. Es una mañana de verano, y a pesar de ser una temporada calurosa, se siente gran frescura en el ambiente, un efecto proveniente quizás de las montañas cercanas. Un tupido musgo sobresale sutilmente por entre los resquicios de los


escalones y se asoma debajo de las grandes piedras que bordean el camino. Un profundo verdor ilumina la imagen, que a manera de postal, se presenta ante mis ojos. Las luces del sol mañanero se cuelan por entre las ramas de los árboles que cubren de boscosa espesura la colina ubicada detrás, en los límites del claustro. Atravieso la puerta principal con su prominente techo doble y me encuentro frente al edificio San-mon o templo de la compuerta, protegido este en su entrada por una sencilla cerca construida de bambú. Recuerdo entonces que este templo aloja el famoso libro de instrucciones para la práctica de la denominada "meditación Zen con asiento" o la "meditación sentada", conocida en japonés como Zazen. El monje Doge, fundador de Eiheji, escribió ese texto por allá en el siglo XIII, a su regreso de China, después de haber estudiado en ese país las enseñanzas budistas. Dicho texto terminó convirtiéndose en el fundamento de la disciplina de esa entonces nueva escuela del budismo. El budismo Zen enfatiza el logro de la llamada "iluminación", o el "despertar" a la luz del conocimiento, a través de la experiencia de la sabiduría. Le resta privilegio al conocimiento teórico, para darle mayor fuerza a la auto-realización por medio de la meditación. Habría que advertir que la filosofía original de esta religión procura el cultivo de la meditación para conseguir el estado del nirvana. Sin embargo el Zen, a diferencia del budismo más antiguo, no lo propone como un proceso progresivo, sino mediante un acceso directo a este estado superior de la espiritualidad. Se dice que es una enseñanza que no se basa en las escrituras o en los textos de los antiguos maestros, sino más bien en un aprendizaje personal, transmitido de corazón a corazón, por parte de unos practicantes a otros y como consecuencia de la sabiduría que experimenta el discípulo de forma natural, mediante la meditación y el cultivo del espíritu. El Zazen por su parte es la práctica de la meditación mientras se está sentado en la clásica postura de loto, o la postura de Buda. En esta posición, el practicante adopta una actitud tranquila y de silenciosa contemplación. En el templo de Eiheji, en Fukui, se realiza la meditación Zazen en grupos y de manera intensiva. La rutina aquí requiere que los monjes dediquen varias horas a la meditación sentada c ada día. Los largos períodos de meditación son solo interrumpidos por cortos recesos. Durante estas sesiones, es común observar a los maestros usar unas largas y delgadas varas de madera llamadas Keisaku, para golpear a los discípulos ligeramente en los hombros y la parte alta de la espalda, para mantenerlos enfoc ados y despiertos. El empleo del Keisaku no produce ningún tipo de daño. A través de uno de los corredores, ingreso al monasterio So-do, donde los monjes practican la disciplina. Solo puedo observar el ritual desde alguna distancia. No me es permitido acercarme más. Ocho jóvenes monjes están practicando el Zazen en este momento. El silencio reinante es sobrecogedor. Alcanzo a escuchar apenas el sonido intermitente del Keisaku; una especie de chasquido sordo que produce la madera al chocar con el cuerpo de los discípulos. Esto no es c onsiderado un castigo, sino más bien como una medida compasiva que ayuda al discípulo a vigorizarse y mantener su concentración. Cuando el practicante solicita expresamente no ser golpeado por elKeisaku, se le concede y se exime del uso del mismo. Los jóvenes iniciados, con la cabeza rapada, parecieran estar absortos. Sus mentes intentan luchar por quedar inactivas. Y es que la filosofía del budismo Zen reclama que en la pura contemplación el hombre es capaz de penetrar el núcleo o la esencia de las cosas. Vaciando su mente y liberándose de los impedimentos mentales y de las distracciones que le apartan de su verdadera naturaleza, puede observar las cosas como verdaderamente son. En ese camino, el monje sentado aspira a obtener la iluminación, llamada en japonés Satori. Un estado en el cual el individuo recupera su ingenuidad inicial y esta en condiciones de empezar el re-


aprendizaje. En su postura el alumno no siente ni miedo ni timidez, se despoja de su arrogancia e individualismo. Los pensamientos de quién así medita, fluyen libremente, sin condicionamientos, sin detenerse en ninguno, ni permitir que uno sea superior a otro; todo en procura de una transformación psicológica, en la búsqueda del conoc imiento de sí mismo. En las profundidades de su estado meditativo, el monje sentado se encuentra buscando observar una realidad que está oculta ante sus ojos. Ha pasado ya más de una hora. M e retiro ahora sigilosamente del recinto. Acompañado de mi guía, dejo atrás el edificio de la disciplina de Eiheji donde nuevos alumnos de la escuela Zen se inician en el camino de Buda. Y es que para los adeptos a esta religión la meditación sentada no tiene otro propósito sino el de buscar convertirse en el propio Buda. El monje sentado está en la búsqueda de un despertar, de un estado de conciencia y de conocimiento pleno de sí mismo. No otra cosa pues que la manifestación de una muy humana aspiración la que, sin resultarle ajena a otras religiones, le es consustancial a la profunda naturaleza espiritual del hombre. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

28/09/2011 02:18. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Seguridad ciudadana y bienestar colectivo

¿Cuanto vale para un ciudadano de cualquier país la sensación de seguridad? Sin duda, la respuesta es que: vale muchísimo. Encontraríamos con certeza la misma respuesta si consultáramos a los ciudadanos de cada rincón del planeta. Los ciudadanos japoneses podrán confirmarlo y con mucha razón. La noción de seguridad, empero, es compleja y abarca la seguridad personal y física, la seguridad económica, la seguridad jurídica, la situación del Estado de Derecho y


de la justicia, la seguridad en la alimentación y en la salud, la seguridad social, la integridad del territorio; entre otros componentes esenciales de cualquier sociedad democrática moderna. Es la sensación de seguridad, además, un indicador muy importante acerca del estado del bienestar colectivo. Sin embargo, es propiamente la seguridad ciudadana, aquella relativa a la integridad personal - tan íntimamente ligada a la preservación de la vida - la que se constituye en una suprema necesidad humana, además de un derecho fundamental. Todas las encuestas en nuestro país revelan que la inseguridad es el principal problema, la principal preocupación de los venezolanos. No podría pues ser de otra manera. En el Japón, al propio tiempo, ciudadanos extranjeros de diversas nacionalidades, quienes como yo han venido a vivir, a estudiar o a trabajar acá, coincididen en la opinión de que este país es tal vez el más seguro del mundo. Al menos todos afirman percibirlo así, o sentirlo más seguro aún que su propio país de origen. No es mi intención entrar a realizar un análisis estadístico comparativo para corroborar o desmentir esta apreciación. Las estadísticas están a la mano. Lo que si quiero significar es que todos los extranjeros que conozco y que han tenido la oportunidad de vivir por algún tiempo en este país, consideran este aspecto de la sociedad japonesa como una de sus mayores virtudes. Un elemento de tal valor en materia de bienestar personal y colectivo que simplemente "no tiene precio". Y es que no hay salario, sueldo o beneficio laboral, incentivo fiscal y tributario, o servicio público que pueda sustituir o compararse al valor de una auténtica sensación de seguridad. La sensación, asentada en la realidad, de saberse lejos del peligro, libre de un asalto, de un atraco, de un asesinato, de un crimen violento, o incluso lejos de la posibilidad de un accidente. La vida no tiene precio y el sentirse seguro es de las cosas más valiosas para cualquier ser humano, venga de donde venga. A manera de ilustración de este aspecto de la realidad japonesa - que es a su vez un asunto de tanta significación en el mundo y en especial en estos momentos para Venezuela - he querido esta semana transcribir un artículo de una estimada amiga de nacionalidad española, quien ha residido en Japón por muchos años. Es ella una destacada académica y profesora universitaria, la Dra. Montserrat Sanz Yagüe. Este texto, tomado de una recopilación de muchos otros escritos de su autoría, publicados rec ientemente en su interesante libro titulado "Frente al Pacífico" (Isla del Naufrago Ediciones, 2011), se llama "Imagínese". A mi se me antoja un poco como la canción de título similar que, anunciando un mundo utópico, compusiera y cantara el famoso músico John Lennon. La diferencia es que el artículo de mi amiga M ontserrat nos habla de una realidad palpable, tan verificable como actual, y no de un ideal o una utopía. El texto habla por sí solo. "Imagínese", por M ontserrat Sanz Yague (Frente al Pacífico, 2011) "Imagine un mundo en el que se pudiera dejar la bicicleta sin candado a la puerta de un restaurante en el centro de una gran urbe a la hora más transitada del día y encontrarla en su sitio al salir de comer. Imagine un mundo en el que pudiera olvidar su bolso en la parada del autobús y encontrarlo horas más tarde en el mismo lugar. En el que encargase la compra, ésta fuera depositada en su portal por la mañana y usted la pudiese recoger al salir del trabajo sin que nadie hubiese tocado nada. Im agínese un lugar donde los pisos bajos no tuvieran rejas en las ventanas. Donde las terrazas y los garajes abiertos estuvieran llenos de enseres, triciclos, juguetes, bicicletas y hasta de la lavadora haciendo la colada, todo ello visible y accesible a cualquiera. Imagínese una sociedad en la que esto fuese así porque a nadie se le ocurriera robar nada de lo que allí se almacena, y por tanto no existiera la desconfianza del dueño ante sus vecinos ni la necesidad


de cerrar la puerta. Im agínese un universo en el que se le olvidase la cartera en un supermercado, volviese a por ella y encontrase que otro cliente la había entregado (sin tocar su contenido) a la cajera, quien la tiene reservada para cuando usted regrese a recuperarla. Imagínese un lugar donde, para marcar un asiento como propio en la cafetería de una facultad universitaria, por ejemplo, pudiese dejar el móvil o el bolso sobre la mesa e ir a recoger la comida al otro extremo del local. Un mundo en el que pudiese pasear con niños y, para atrapar a uno que se le está escapando a la carretera o para jugar con ellos, fuese posible posar su bolso en un banco o dejar sus compras sin atender durante toda la tarde en un rincón del parque. Imagínese un lugar donde los baños públicos estuvieran llenos de rollos de papel higiénico y nadie tuviera la tentación de llevárselos a su casa, donde los paragüeros de entrada a los organismos públicos y privados sirviesen para dejar su paraguas al entrar y encontrarlo intacto al salir. Imagínese un mundo en el que pudiera dejar artículos personales e incluso valiosos en el asiento del coche de manera que quedasen visibles desde las ventanillas, sin que esto supusiera un riesgo para la integridad de su vehículo. Imagínese. Sobre todo imagínese que esto no se hubiera conseguido por medio de una dictadura de férreas leyes contra el crimen, ni con liderazgos religiosos que amenazan con latigazos, mutilaciones o lapidaciones al sorprendido en el delito. Conciba ese mundo imaginario como un lugar en el que tampoco se lograse tal seguridad ciudadana m ediante patrullas policiales constantes. Imagínese que esta confianza mutua fuese producto sencillamente de la honestidad individual y del respeto generalizado de unos seres humanos hacia otros, de una conciencia ciudadana donde ese respeto al prójimo fuese la norma y no la excepción. Visualice una vida diaria así y experimente en su imaginación la tranquilidad, la ligereza de espíritu derivadas de tal actitud ante la propiedad individual y la integridad física y emocional del otro, y la falta de estrés que supondría no tener que desconfiar constantemente de los que le rodean. Imagínese la calidad de vida que aportaría esa pequeña diferencia entre la candidez más absoluta y la desconfianza constante ante sus semejantes. Ese lugar existe. Y no sólo en su imaginación. Bienvenido a mi casa. Bienvenido a Japón." Lo dicho, el artículo habla por si solo. Ojalá nos permita reflexionar, aprender de él y ayudarnos de alguna forma a comenzar a cambiar nuestra realidad. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

19/09/2011 00:48. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La longevidad japonesa


La revista The Lancet publica esta semana un especial sobre los últimos 50 años de sanidad en Japón. El primer estudio, liderado por Kenji Shibuya, investigador de la Universidad de Tokio (Japón), muestra el rápido aumento de la esperanza de vida durante las déc adas de 1950 y 1960, a medida que las primeras enfermedades infecciosas disminuyeron y cayó la mortalidad por infarto. La introducción de la c obertura sanitaria universal en 1961 hizo posible la igualdad de oportunidades en la promoción de la salud. Los logros llegaron a toda la población, a todas las regiones y grupos socioeconómicos. Sin embargo, esta tendencia a la baja en la desigualdad socioeconómica sanitaria ha sido menos obvia a partir de la década de 1990, con el aumento gradual de la discrepancia en los salarios.

Los autores hacen hinc apié en «cómo la experiencia del país puede constituir un recurso importante para la comunidad sanitaria global que trascienda las fronteras geográficas, sociales, culturales y políticas, que ayude a entender y mejorar la salud de la población en todo el mundo». Hoy los japoneses van al médico una media de 13,4 veces al año, más del doble que los residentes del Reino Unido (5 veces). Además, algunas empresas financian revisiones médicas completas (conocidas como ningen dock) para prevenir el desarrollo de enfermedades crónicas y detectar el cáncer en sus fases más tempranas. Los japoneses van al médico más del doble de veces al año que los residentes del Reino Unido.

«Esta serie [de artículos] sobre Japón pone de relieve su capacidad única para hacer frente a los retos diferentes y cambiantes de la salud de la población en los últimos 50 años a la hora de conseguir la longevidad de sus habitantes», explican los autores. «Esperamos que sirva de guía para ayudar a otros países». Los futuros avances en la longevidad japonesa dependen de la prevención de los factores de riesgo más importantes de enfermedades crónicas, como el consumo del tabaco, la obesidad y la tensión arterial no controlada. También deberá controlarse el tratamiento de la infección por Helicobacter pylori (que tiene una gran presenc ia en varios países asiáticos).


tiene una gran presenc ia en varios países asiáticos). «Con el éxito obtenido durante la transición sanitaria tras la segunda Guerra M undial, Japón necesita hacer frente a retos más importantes derivados de una población que envejec e rápidamente, causas que no pueden achacarse a la tecnología sanitaria y a los efectos de una creciente disparidad social para sostener la mejora de la salud de la población», concluyen los autores. Se ocupan de sus ancianos Como la población anciana nipona continúa creciendo, sus necesidades de atención están aumentando de la misma manera. En el año 2000, Japón inició de forma obligatoria el seguro de cuidado a largo plazo (LCTI) para ayudar a las personas mayores a llevar vidas más independientes y aliviar la carga de los cuidadores familiares. El cuarto artículo en The Lancet Series de Japón refleja el efecto del LCTI en el futuro de los cuidados a personas mayores en el país. En la actualidad, el 23% de la población japonesa tiene 65 años o más. Sin embargo, en el año 2050 la población con esta edad supondrá el 40% del total. M ás de la mitad de los ancianos de la nación (57%) no reportan problemas financieros, mucho mejor que los EE UU (36%) y Francia (18%). El 85% de los japoneses más ancianos no posee ningún impedimento para su vida diaria, frente al 65% en los EE UU. Los autores concluyen que la primera década de funcionamiento del LCTI «ha demostrado ser eficaz y manejable» y afirman que «el enfoque japonés, con servicios diseñados específicamente para las personas mayores, es la solución directa a la dificultad de los gobiernos para lidiar con el creciente número de personas ancianas». El suicidio en Japón M ás de 30.000 japoneses (el 70% de ellos, hombres) se quitan la vida cada año, una estadística que se ha mantenido constante desde la crisis financiera asiática de 1997. Yutaka M otohashi, investigador en la Universidad de Akita (Japón), analiza en la revista The Lancet estas alarmantes cifras y qué se está haciendo para resolver la situación. El gobierno japonés ha adoptado medidas especiales, además de los esfuerzos para controlar el acceso a lugares peligrosos y las drogas. Tales acciones han disminuido la tasa de suicidios en las ciudades de intervención del 70,8 por 100.000 por año en 1999 al 34,1 por 100.000 por año en 2004, en comparación con los pequeños cambios en las tasas de suicidio en las poblaciones de control del estudio. «La clave para reducir con éxito la tasa de suicidios en Japón es el uso de enfoques multidisciplinarios e interprofesionales para el desarrollo integral de medidas de prevención y su puesta en práctica en una escala más amplia», concluye M otohashi. Seis meses tras Fukushima Con el terremoto y el tsunami de marzo de 2011 en Japón, la amenaza que suponen las catástrofes naturales ha vuelto a situarse en el punto de mira. Ahora, seis meses después del desastre, el país debe ocupar un lugar central en la salud mundial para ayudar a otros países. Así lo indica otro de los artículos de The Lancet Series, liderado también por el profesor Kenji Shibuya. Los autores dicen que «Japón debe compartir activamente con la comunidad internacional sus conocimientos acumulados para fortalecer la salud global», y añaden que el país debe involucrarse en ayudar a los países asiáticos en desarrollo a alcanzar la cobertura universal y los Objetivos del M ilenio. «Esta riqueza de conocimientos representa una fuente casi ilimitada, es el momento de actuar», concluyen. Etiquetas: Salud


Etiquetas: Salud 05/09/2011 21:16. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Las victorias del carácter Nuestra pluma estuvo de vacaciones el último mes y medio. Ese período, que incluyó el tiempo empleado para una breve estancia en Colombia y para un entrañable reencuentro familiar en Venezuela, coincidió con eventos deportivos de gran significación para nuestro país y para el Japón. A mi llegada a Caracas a fines de Julio, Venezuela se encontraba en un estado de efervescencia por los éxitos de la Vinotinto en la Copa América. Algunos días más tarde, las chicas de la selección femenina de fútbol de Japón se titulaban campeonas del mundo, por primera vez en los anales de ese deporte. Ambos éxitos deportivos representan una muestra de carácter, de tesón y de un extraordinario empeño por hacer las cosas bien, por superar el pasado y por cambiar el curso de la historia de esas disciplinas deportivas en cada nación. La eterna cenicienta del fútbol de América se terminó de quitar el viejo ropaje. Enfrentando y superando prejuicios, estereotipos y hasta conductas de dudosa imparcialidad por parte de árbitros y altas autoridades deportivas de la región, nuestra selección se hizo respetar para dejar el nombre de nuestro país muy en alto en el torneo continental. M e encontré al llegar a Caracas con un sentimiento de unión y de identidad nacional que hacía mucho tiempo no se percibía en el país. M ientras tanto en Japón, he encontrado de igual manera a mi regreso un sentimiento de euforia, una alegría y orgullo por el "inesperado" triunfo de las jóvenes muchachas futbolistas. Especialmente, la felicidad ha sido total aquí en Kobe, ciudad de donde provienen 7 de las 21 jugadoras del plantel c ampeón del mundo de este año 2011. Un campeonato que llegó después de 30 años de haberse iniciado la práctica oficial del fútbol femenino en este país. Pero, hay algo en común en estas victorias, a pesar de la gran distancia que separa a nuestras naciones. Esas victorias son la muestra de una gran carácter por parte de los jóvenes que lograron tales hazañas. De una actitud ganadora por parte de esos atletas, que no se dejaron presionar por el peso de la historia o por la presunta "superioridad" de sus rivales. También revelan en cada uno de nuestros pueblos los sentimientos que nos hacen tan cercanamente humanos. Y es que todos queremos, anhelamos que nuestro país gane. Nadie quiere que su país pierda. Es esa siempre una aspiración, un anhelo, un sentimiento común compartido por los seres humanos de cualquier latitud. Los japoneses, al igual que los venezolanos, aspiramos lo mejor para nuestra nación. Cuando somos capaces de encontrar el camino de la victoria, de la gloria deportiva, del orgullo patrio insuflado por el merecido triunfo del esfuerzo, todos tanto japoneses como venezolanos, así como los hijos de cualquier otro gentilicio, sin distingos de ningún tipo, sentimos plena identidad con nuestros conciudadanos y con ese espacio vital que llamamos patria. En el partido final las muchachas japonesas tuvieron que enfrentar muchos momentos difíciles. Dos veces en el partido estuvieron estas chicas abajo en el marcador. Pero no se desesperaron. No se amilanaron, ni perdieron la compostura. El fatídico reloj avanzaba inexorablemente, suponiendo una presión tremenda para ellas, ante el reto de superar a las extraordinarias rivales de la selección de los Estados Unidos, anteriores campeonas del mundo. Los propios narradores japoneses c omentaban al inicio del partido acerca de las diferencias en estatura física que se evidenciaban entre las futbolistas norteamericanas y las niponas. Las representantes de la selección estadoudinense, con gran presencia física, comenzaron controlando el encuentro, pareciendo a ratos que la historia habría de repetirse una vez más y que las japonesas debían conformarse con el sub-campeonato, tras haber llegado por primera vez a la


conformarse con el sub-campeonato, tras haber llegado por primera vez a la instancia final. Después de mantener el partido empatado durante los 45 minutos del primer tiempo, el marcador de abrió a favor de las americanas a falta de 15 minutos para el pitazo final. Es precisamente en momentos como este donde la diferencia solo la puede hacer una muestra de carácter y de presencia de ánimo. Es cuando hace falta fortaleza de espíritu y un gran corazón para no claudicar en el empeño. Algunos minutos más tarde, el empeño nipón vio se vio coronado con el gol del empate. De esta manera, se llego al tiempo de alargue durante el cuál, y a falta de solo 5 minutos de la culminac ión del partido, nuevamente las chicas norteamericanas se pusieron arriba con una jugada brillante. Una vez más las pequeñas japonesas no desfallecieron. El tiempo para reaccionar era bastante escaso, pero eso no pareció influir en su renovado empeño en atacar el arco rival, en momentos en que el cansancio comenzaba a hacer mella en el estado físico de las jugadoras de ambos equipos. Poc os instantes después, de manera increíble las niponas nuevamente emparejaron el encuentro con un sorprendente gol, producto más de habilidad y empeño que de una refinada técnica futbolística. No faltarían más momentos de carácter por parte de las chicas de Japón, quienes a solo segundos del final, tuvieron que contener la arremetida postrera de las gringas al defenderse de un tiro libre a poca distancia del área chica. El desenlace final se produjo minutos más tarde, mediante la tanda de los penaltis, cuando las meritorias jugadoras americanas se derrumbaron no solo en el aspecto físico, ya sensiblemente disminuido, sino especialmente en el aspecto anímico, una vez que la también "pequeña" portera de la selección japonesa le detuvo el primer lanzamiento de penalti a la artillera norteña. A la postre, venció el empeño, triunfó el carácter, se impuso la actitud y la disposición ganadora, la paciencia, la constancia y el empeño por buscar la victoria, sin descanso, con ilusión, confianza y sac rificio. Las victorias deportivas recientes de las juventudes venezolana y japonesa representan las victorias del carácter. Una muestra de la actitud necesaria para vencer, para superar obstáculos y dificultades, para ponerse a la altura de los compromisos que pueden darle un vuelco a la historia deportiva. Pero esa misma actitud, ese mismo carácter es el que nos hace falta como ciudadanos para darle un vuelco a tantas otras situaciones que agobian a nuestra sociedad. Las mismas situaciones y problemas que requieren de la participación de una juventud con la ilusión y la aspiración de ser campeones, de ser los mejores en cada uno de los ámbitos de su actividad, de convertirse en héroes para la sociedad. También del concurso de ciudadanos que con la misma muestra de carácter, con honesto y sacrificado accionar en favor y a nombre de su país, sean capaces de despertar los sentimientos y emociones que nos saben deparar los triunfos deportivos. Verdaderos sentimientos de unión, de expresión genuina del anhelo de superación colectiva, de la búsqueda de un propósito común para grandeza de la nación y para el bien de todos. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

Nelson Izquierdo M oreno Nelson Izquierdo Ciudadano del mundo. Ingeniero y experto en generación de energía. Profesional venezolano de amplia trayectoria gerencial, actualmente ejerciendo un rol ejecutivo en Japón. Comenta y reflexiona sobre las prácticas de negocios


un rol ejecutivo en Japón. Comenta y reflexiona sobre las prácticas de negocios de ese mercado y las experiencias de un gerente venezolano en esa nación. Intenta mostrar el rostro humano del país, sus curiosidades y contradicciones, sus costumbres, contrastes y maravillas, desde un ángulo íntimo y personal. Comparte vivencias y c onversaciones con gente común, ofrece ideas para conocer, debatir y contrastar nuestras realidades, tan lejanas pero también muy cercanas.

28/08/2011 18:24. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Un breve paseo gastronómico Corría el año 1984. Poc o antes de mi primera visita de trabajo a Japón, tuve la oportunidad de acudir a un restaurante japonés en la ciudad de Caracas. Era quizás el único local de esa naturaleza que existía entonces en nuestra capital. Era ciertamente extraño para una ciudad que siempre ha sido reconocida como una meca gastronómica. La misma Caracas donde era posible encontrar excelente comida proveniente de muchas culturas y regiones del mundo. Todavía no se había desatado el furor del sushi, aquel boom que invadió nuestras ciudades hacia fines de la década de los noventa. Aquella invitación, a la que acudí con gran c uriosidad y expectación, era para mí la oportunidad de experimentar por primera vez la comida de un país distante y exótico, cuya cultura desconocía yo hasta entonces. Se trataba del Restaurante "Avila Tei", ubicado por aquella época en una vieja casona de la Urbanización El Rosal. El mismo que, tengo entendido, existe aún hoy en La Castellana. M is anfitriones japoneses y venezolanos de aquella velada de 1984, me iniciaron en el conocimiento del sushi, especialmente en su variedad o-nigiri; me mostraron la manera de saborear las lonjas frescas del sashimi; me explicaron cómo usar y respetar al wasabi, la picante mostaza japonesa. Gracias a su gentileza, pude por primera vez apreciar el sake o vino de arroz servido caliente. También tuve mi primer encuentro con la tempura (vegetales y mariscos rebosados) y con el miso-shiro o sopa demiso (preparada a partir de una pasta fermentada de soya). La comida japonesa era poco conocida entonces entre el público en general en Venezuela. Japón seguía siendo un país lejano, una cultura desconocida tanto para mí como para la mayoría de mis compatriotas. Cuando un par de años más tarde me disponía a volver a esta nación, pero ya como estudiante de post-grado, muchos amigos y familiares me preguntaban cómo haría para vivir aquí, cómo haría para alimentarme. Sí es que vendría a comer serpientes u otros animales extraños. Sin duda, privaban mucho entonc es los estereotipos y prevalecía una suerte de "melcocha cultural" acerca de los países asiáticos. Estos se percibían como una sola cosa, una sola entidad geográfica y cultural, sin hacer mucha distinción entre la China y el Japón, entre Tailandia y Vietnam, entre M alasia o Indonesia. Así que a mucha gente le parecía haber escuchado que en China o tal vez en Japón se consumían serpientes, quizás insec tos y quién sabe que otra cantidad de raras especies animales. Como lo pude comprobar yo mismo después, y como lo han hecho millones de personas en occidente, la comida japonesa no emplea ninguna de esas rarezas o especies de dudoso buen gusto. Tiene naturalmente elementos exóticos para nuestro paladar, como el pescado crudo. Pero ofrece también una gran variedad y diversidad de platos con múltiples influencias y opciones, los que hoy por hoy hacen las delicias de comensales alrededor del mundo. No está demás el mencionar lo que muchos ya han podido reconocer y apreciar de esta gastronomía, como lo es su estética, su magnifica presentación y el cuidadoso detalle con que se arreglan los platillos en la mesa tradicional japonesa, para el


detalle con que se arreglan los platillos en la mesa tradicional japonesa, para el pleno disfrute de todos los sentidos. Ya en este año 2011, en pleno siglo XXI, algunos paisanos y amigos me han insistido desde hace tiempo en que debo escribir sobre la gastronomía japonesa. En especial una gran amiga venezolana, residente en Bogotá y seguidora fiel de este Blog, ha estado muy pendiente de alguna entrada sobre este tema. Sin considerarme para nada un sibarita ni un experto gastrónomo, quiero esta semana complacerles, y en especial a la amiga de Bogotá, quien convalece por estos días, ofreciéndoles un breve paseo gastronómico por el Japón. Empecemos por el norte, por la isla de Hokkaido donde al visitarla no se pueden perder de disfrutar del famoso cangrejo o Kani de Hokkaido. Aunque se consigue el cangrejo c asi todo el año, la mejor temporada es sin duda la del invierno, aprovechando una visita al famoso festival del hielo que se realiza cada Febrero en Sapporo. La variedad más conocida y buscada es la del Cangrejo Rey o King Crab. Lo sirven de muchas deliciosas maneras, se puede comer naturalmente en forma de sushi o sashimi, pero también se degusta asado al carbón, preparado al vapor o cocido junto a vegetales y mariscos en la forma de un hervido o sancocho. La siguiente parada es en Tokio, donde mi recomendación no puede ser otra que disfrutar del pescado fresco en el famoso mercado mayorista Tsukiji, en pleno centro de la metrópolis. Es allí donde se realiza la famosa subasta del atún. En cualquiera de los restaurantes que están en el área exterior de este mercado, donde se subastan más de 2.000 toneladas de frutos del mar cada día, deben probar el Maguro-don. Es este un ból (al que se le llama don) de arroz blanco muy caliente, cubierto de frescas lonjas de atún crudo, ligeramente marinadas. El pescado literalmente se deshace como crema en la boca. Es el mejor de su tipo en todo Japón. Bajando hacia el suroeste de la isla principal de Honshu, paramos en la ciudad de Nagoyapara comer el Miso-katsu. Es un filete de cerdo apanado y servido cubierto de una salsa demiso, la misma pasta de soya que se usa para la sopa, pero preparada con consistencia salsosa y dulzona. En realidad, en Nagoya y demás ciudades cercanas de la prefectura deAichi, les encanta colocarle la salsa de miso a casi cualquier plato. Por eso encontrarán también las versiones con filete de pollo y de carne. Por cierto que quienes visitan la cercana ciudad de Suzuka, para presenciar las carreras de autos, asi como el gran premio de Formula 1, aprovechan siempre para disfrutar del Miso-katsu. La siguiente parada es enHiroshima, ya en el oeste de Honshu. La ciudad de la paz, victima de la primera bomba nuclear, es una ciudad orgullosa de su gastronomía, y en ella destaca el famoso Okonomi-yaki. Al igual que como se prepara en otras regiones, es esta una especie de tortilla japonesa con un gran variedad de rellenos, entre los que nunca falta el repollo. Sin embargo, la especialidad de Hiroshima es que el plato se prepara sobre una cama de delgados fideos conocidos como O-soba. Como si se tratara de una pizza o de una sabrosa arepa rellena nuestra, pueden elegir casi cualquier cosa que deseen para rellenar su Okonomi-yaki. Carne de res o de cerdo, pollo, calamares, camarones o pulpo y hasta ostras, son de los más populares. Y encima se le coloca la especial y famosa salsa deHiroshim a, una salsa de soya espesa, tipo barbacoa, de sabor más bien dulce, pero cuya receta es patrimonio único de esta ciudad. Ya en el sur del país, en una ciudad igualmente emblemática como lo es Nagasaki, no se pueden perderse de comer el famoso Chambom. Este plato tiene profunda influenc ia china, por el gran intercambio histórico de este puerto japonés con esa nación. Es una sopa servida en un gran ból con fideos finos, conocidos como rámen, acompañados de lonjas de carne de pollo o cerdo y vegetales varios en un sabroso consomé. Una delicia! He dejado para el final dos platos que rec omendarles. El primero, que es uno de mis favoritos, es


final dos platos que rec omendarles. El primero, que es uno de mis favoritos, es el Katsu-karei. No pertenece este plato a una región en particular y ustedes lo pueden pedir y disfrutar en casi cualquier lugar del Japón. Consiste en un filete de carne de cerdo, puede ser de lomo o pernil, debidamente apanado y frito en profundidad, con el cuidado de que quede muy seco y para nada aceitoso. El filete se sirve sobre arroz blanco y luego se le coloca una salsa de curry. Este condimento, original de la India, es altamente apreciado y consumido en Japón. Ya lo aprendí a comer yo en mis años universitarios, en el comedor de mi facultad. El grado de picante del curry, así como su color, varía de acuerdo al lugar y a los requerimientos del comensal, sin embargo en el restaurante promedio ustedes encontrarán una salsa no muy picante, bastante tolerable y de un sabor exquisito. Y por último, no puedo dejar de hablarles y recomendarles la especialidad de la ciudad que es hoy mi hogar. Se trata de la mundialmente famosa carne de Kobe o Kobe-beef. Si bien es costosa, para disfrutar de esta deliciosa carne no es necesario gastar mucho dinero. No deben imaginarse que se van a comer un churrasco de 400 gramos, como acostumbramos en nuestro país Su consistencia delicada y sabrosa, la grasa entreverada en sus pliegues, la convierten en una especie de mezcla sublime de la ternura del lomito con el sabor del solomo. Por tanto, se disfruta mejor en cantidades pequeñas y como parte de un menú o curso de degustación. M i recomendación es comerla en los restaurantes tipo teppan-yaki, de los que hay muchos en Kobe. Allí, acompañada de otras delicias, sirven esta carne finamente picada en pequeños cubos, cocida al gusto en la gran plancha teppan, todo justo delante de ustedes. Llega la carne de Kobe a su plato estando todavía roja, pero muy jugosa y tierna. Se disuelve en la boca con lentitud y suavidad, dejando en el paladar un sabor profundo e inigualable. Queridos amigos, espero que lo disfruten. ¡Hasta pronto y buen provecho! Itadakimasu!!

Etiquetas: Gastronomia 13/07/2011 15:25. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

En la tierra de Meteoro Uno de los programas de televisión favoritos de mi infancia, contaba las aventuras de un joven corredor de carreras automovilísticas. Nuestro héroe, al frente de su bólido, avanzaba raudo por caminos y autopistas. Tenía licencia


frente de su bólido, avanzaba raudo por caminos y autopistas. Tenía licencia para acelerar a más no poder, mientras andaba en la búsqueda de su hermano perdido. Era capaz de viajar a gran velocidad, logrando ascender las montañas, atravesar valles, acantilados y praderas en procura de la meta. Para superar a sus contrincantes y enemigos, su vehículo contaba con dispositivos especiales que le permitían hacer las más audaces piruetas. Volar por los aires, saltar precipicios, inclinar el carro para ponerlo a andar en dos ruedas, prodigios estos que hacían las delicias de los niños de mi generación, mientras disfrutábamos cada uno de los capítulos de nuestra serie preferida. Algunos años más tarde, descubrí que esa serie de animación, conocida en nuestro país con el nombre de Meteoro (Speed Racer), era una producción japonesa. Se trataba de un auténtic o pionero del animé de los años 60, muy popular también entre los niños del Japón y conocido aquí como: Mach Go Go Go, en honor al Mach V, nombre del increíble vehículo de nuestro osado piloto. Las aventuras de fantasía de nuestro héroe ocurrían por caminos que recreaban la bella geografía de la tierra del sol naciente. Encontrándome pues en la tierra de Meteoro, he recordado por estos días aquella serie. M e ha tocado aprender con dureza la importancia que aquí se le da al conducir un vehíc ulo. Existen en Japón hoy casi 1.200.000 kilómetros de carreteras y autopistas. Por el país circulan más de 90 millones de vehículos y ocurren cada año casi un millón de accidentes viales. La prevención de accidentes es un asunto tomado muy en serio por las autoridades, siendo la Agencia Nacional de Policía la primera autoridad en materia de tránsito. He podido recomocer la seriedad de este tema aqui desde que tomé la decisión de solicitar una licencia de conducir japonesa. Siendo poseedor de una licencia venezolana por más de 30 años y habiendo conducido vehículos anteriormente en más de 10 países diferentes, incluyendo el mismo Japón, asumí erróneamente que sería un trámite de rutina, una mera formalidad. No fue así de fácil. Usted puede conducir un vehículo alquilado en el Japón con una licencia internacional. Sin embargo, si se convierte en residente y pretende adquirir un carro, deberá solicitar el cambio de su licencia nacional por una licencia japonesa. Es como realizar una especie de equivalencia, una suerte de homologación de las habilidades acreditadas por su licencia nacional. Pero no termina todo ahí. Usted debe demostrar en la práctica que en verdad sí entiende y sí es capaz de respetar y seguir las reglas de conducir de este país. Siguiendo las instrucciones de las autoridades, una mañana me presenté con la documentación necesaria, para el examen teórico. Hasta allí todo marchó bien, habiendo superado sin mayor problema el examen escrito inicial sobre las reglas de tránsito. Al llegar a la sede polic ial, ya había advertido yo una figura grande que recibe a los aspirantes a la entrada del edificio. Es una especie de mascota de la policía de tránsito. Un águila inmensa, estandarte de los patrulleros de ese cuerpo policial. Un personaje de traje azul, a la manera de los superhéroes, que nos recibe con actitud adusta y mirada severa. Con sus alas blancas cruzadas en el pecho y portando un c inturón rojo de gran hebilla pareciera querer gritarnos el lema que se encuentra escrito en grandes letras sobre su cuerpo, y que reza así: "Detengamos los accidentes de tránsito". Trago grueso, mientras asimilo el mensaje. Era el preámbulo del inesperado vía crucis que vino después con el examen práctico. En Japón, cada prefectura es autónoma en el otorgamiento de la licencia de conducir, con base a criterios y estándares nacionales. Cada sede está debidamente equipada con una pista o circuito para las pruebas prácticas, la cual recrea toda suerte de situaciones posibles en la circulación, tanto en ciudad como en carretera. Pasos a nivel, cruces con semáforos, pasos de trenes, ascensos, bajadas, obstáculos en la vía, lugares para estacionar, calles estrechas y cerradas en forma de S o formando dos L opuestas y


calles estrechas y cerradas en forma de S o formando dos L opuestas y continúas. Además, mientras se cubre el circuito, podrían estar circulando otros vehículos, tanto de pasajeros como de carga, autobuses, maquinaria pesada, etc. que le agregan más realismo a las situaciones a experimentar. En la charla introductoria se nos advierte: "este no es un examen para demostrar que usted sabe manejar, es un examen para demostrar que usted conoce las reglas de tránsito japonesas". "Esto es por su propia seguridad y para evitar accidentes". A la primera prueba llegué con bastante confianza. Realmente, esperaba que fuera una única vez. Después de leer por Internet algunos consejos de otros extranjeros que habían pasado esta experiencia y de repasar las más importantes reglas, mi mayor preocupación se centraba en la conducción por el canal izquierdo. Algunos extranjeros, estando acostumbrados a conducir por la derecha, tienden a confundir las palancas de las luces de cambio con la de los limpia-parabrisas, que en los vehículos japoneses se encuentran en posición contraria. Hice el recorrido bien concentrado y sin cometer, al parecer, ningún error mayor. Equivocado. No pasé en el primer intento. M is errores, según el inspector que me acompañaba, fueron el voltear la cabeza muy tarde hacia a la izquierda antes de cruzar en esa dirección. Eso debe hacerse oportunamente para evitar un accidente con algún ciclista o motorizado que circule pegado a la acera. El inspector me despidió con la clásica expresión japonesa: "Gambatte Kudasai", o sea: persevere, no se desanime, insista, no se rinda. Para mi segundo intento, dos semanas más tarde, procuré evitar los errores anteriores, sin embargo fallé de nuevo, de acuerdo con mi examinador. Esta vez, la distancia a la raya central y al diamante que señala el centro en los cruces con semáforos era muy grande. Debía circular acercándome más a las orillas, antes de realizar los giros hacia una u otra mano. Paciencia. M e presento por tercera ocasión. Resultado: de nuevo reprobado. Esta vez por no advertir que debía ceder el paso preferencial a un camión que circulaba por una vía principal. Ya para la cuarta vez, confieso que mi confianza estaba resentida. M ucha concentración de nuevo, pendiente de las distancias, de voltear a tiempo hacia los lados, de esperar con paciencia por otros vehículos, de poner a tiempo las luces de cruce, de no superar el limite de 40 Km/h, pero tampoco de ir demasiado lento, etc., etc., etc. Nada, reprobado de nuevo. Escucho atentamente las indicaciones de mi examinador. M e lleno de nuevo de paciencia y lo asumo como un verdadero reto. Lo más difícil era la incertidumbre, podría ser la siguiente la última vez o podría tener que hacerlo muchas veces más. M e comentaron algunos amigos extranjeros que se habían dado casos de hacer el examen más de diez veces. M e preparo y repaso mentalmente los exámenes anteriores. Finalmente, a la quinta fue la vencida. Según mi examinador, esta quinta vez no tuve errores y pude finalmente demostrar, no el saber manejar un carro, sino conocer y practicar las reglas de conducción de un vehículo en el Japón, y por ende ser capaz de prevenir la ocurrencia de accidentes. Para el año 1970, casi 17.000 japoneses murieron en accidentes de tránsito, la cifra más alta en su historia. Desde entonces, Japón adoptó severas medidas de control y vigilancia para reducir los accidentes y sus consecuencias fatales. Logró este país reducir el número de muertes por esa causa, que se mantuvo cercano a los 10.000 por año hasta el año 1989, cuando se supero por primera vez en muchos años la cifra de 11.000 fallecidos. Nuevamente, estrictas medidas fueron aplicadas, en especial las relativas a la inspección bianual de los vehículos, a la emisión de licencias y a la educación vial, en particular para los jóvenes que se inician. Como consecuencia de esas medidas, se redujeron significativamente los accidentes por causa del exceso de velocidad y se redujeron los decesos de jóvenes entre los 16 y 24 años. Junto a la expansión y el desarrollo económic o, el número de vehículos en Japón se ha más que triplicado desde 1970, sin embargo a partir de 1992 el número de muertes ha


triplicado desde 1970, sin embargo a partir de 1992 el número de muertes ha caído año tras año hasta reducirse a la mitad, cerca de 5.000 el pasado año. Una cifra bastante baja en términos per capita y cuando se coteja con el número de accidentes y de vehículos en circulación. En el Japón de hoy, no se toleraría la audacia al conducir de M eteoro y nuestro héroe de la infancia habría tenido que abandonar las carreras o quizás nunca habría obtenido una lic encia. La responsabilidad de ponerse frente a un volante es cosa seria. Los accidentes de tránsito y las muertes por esta causa no son la fantasía de un animé o un juego de niños. Deben ser un asunto de salud públic a en cualquier nación, siendo una responsabilidad del Estado junto a la ciudadanía el asumir la tarea de evitar los accidentes y sus terribles consecuencias. Así ocurre en la tierra de M eteoro, donde gobierno y ciudadanos hacen grandes esfuerzos por prevenir accidentes. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

Etiquetas: M eteoro 05/07/2011 15:16. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Conoce al hombre que fundo Sony: Aiko Morita Akio Morita, el legendario fundador de Sony, fue un empresario de sabiduría oriental: “No tema equivocarse. Pero no cometa el mismo error dos veces” Nacido en 1921 en la c iudad japonesa de Nagoya en el hogar de un fabricante de sake, la inagotable c reatividad de Akio M orita le tenía reservado un pedestal destacado entre los hombres de negocios del siglo XX. Entre los edificios derruidos del Japón de posguerra, en 1946, este ex oficial de marina fundó con un amigo la Tokio Telecommunications Engineering (rebautizada como Sony en 1960) con un capital de apenas 190.000 yenes. En los sesenta años por venir, su empresa sería una impresionante máquina de innovar. En 1957, lanzó la primera radio de bolsillo. Tres años más tarde, el primer televisor a transistores del mundo. En los setenta y ochenta, mantuvo su liderazgo en la creación de bienes electrónicos de consumo. De los centros de investigación de Sony salieron el Walkman, el compact-disc (desarrollado en sociedad con Philips) y el televisor Trinitron. Bajo el liderazgo de M orita, la empresa se expandió geográficamente a los


Bajo el liderazgo de M orita, la empresa se expandió geográficamente a los cuatro rincones de la tierra, siendo la primera firma electrónica japonesa en instalar una fábrica en los Estados Unidos. M ás adelante, también diversificó sus actividades hacia la industria discográfica con la creación de Sony M usic y el cine, con la compra de Columbia Pictures en 1989. Akio M orita falleció en 1999. ¿Su legado? Una de las marcas más prestigiosas del mundo en la fabricación de artículos electrónicos. Nada mal para un muchacho que había empezado a los 25 años con apenas 190.000 yenes en un país en ruinas. Pero el impulso innovador de Sony no murió con su fundador. Hoy, la compañía es una jugadora importante en la mayoría de los mercados de bienes de consumo tecnológico. De sus fábricas salen cámaras digitales, televisores, consolas de video juegos, computadoras portátiles y de escritorio, reproductores de mp3 y DVD… La lista es interminable. En los primeros años del siglo XXI, de la mano de ingeniosas campañas publicitarias, nuevas marcas de Sony se posicionan en lo más alto de los mercados globales. La línea de computadoras Vaio, los televisores Bravia y la célebre PlayStation 2 son algunos de los nuevos íconos de una empresa que se ha convertido en sinónimo de tecnología. Fuente: http://www.materiabiz.com/mbz/biografas.vsp?nid=22618

Etiquetas: M orita, Japon 05/07/2011 15:14. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Cuando la vida es un ciclo Una fresca mañana de fines de M arzo, con la primavera ya asomando sus colores por entre las verdes montañas del norte, me encuentro junto a otros gerentes en una ceremonia con propósito de honrar en este día a los empleados que alcanzan la edad de la jubilación. M ientras me preparo para las palabras que algunos minutos más tarde me tocará expresar, dedico unos minutos a observar detenidamente el cuadro que se presenta frente a mí. Ocho hombres, cada uno de los cuales ya cumplió sus 60 años de edad, se encuentran sentados en actitud serena y circunspecta, esperando el inicio de la ceremonia. Es esta una gran sala de juntas y se encuentran ellos ubicados directamente en la mesa que está al frente nuestro. La imagen que contemplo me trae al recuerdo el significado que tiene c ada mes de Abril para los japoneses, siendo este mes la representación del inic io de un nuevo ciclo anual, uno que arranca con la primavera y que termina en M arzo del siguiente año con el fin del invierno. Así también ocurre con el año escolar, y con el inicio de la vida laboral para los jóvenes recién graduados. También emplean ellos este ciclo anual - de Abril a M arzo - tanto para determinar el inicio y el fin de los años fiscales como para la ejecución de los presupuestos de las empresas privadas y los entes públicos.


ejecución de los presupuestos de las empresas privadas y los entes públicos. M e sumerjo entonces en reflexiones acerca la muy particular interpretación japonesa según la cual, la vida no es una línea recta de principio a fin, sino que está compuesta más bien por una sucesión de ciclos, de nacimientos y muertes, de inicios y cierres. Cic los donde cada cual tiene siempre la oportunidad de un nuevo comienzo y donde un final no es el fin absoluto, sino que viene acompañado de un nuevo principio. M e puedo ahora imaginar ciertamente a estos caballeros que están frente a nosotros unos 40 años atrás, sentados de la misma disciplinada manera en la ocasión de su ceremonia de iniciación al trabajo. Y es que las cosas son así en este país, donde los rituales forman una parte muy importante de la vida social. El de hoy es uno de esos rituales que marcan la culminación de un ciclo. Un momento significativo, un acto lleno de simbolismos que nos ofrece una pequeña muestra de la mentalidad japonesa. La ceremonia ha dado ya su inicio. M ientras escucho al fondo el rumor de las voc es que me anteceden, alc anzo a leer el muy bien preparado y detallado documento donde se presenta el programa de la ceremonia, los nombres de los asistentes, el orden de los oradores y la reseña biográfica de cada uno de los honrados en este día. Este documento, por trivial que parezca, también muestra la importancia que los japoneses le otorgan al cuidado de los detalles y de las formas. Se trata de no dejar nada a la improvisación o al olvido. M e doy cuenta que la generación que ahora se jubila corresponde a la llamada generación de los "baby boomers" o la de la explosión demográfica de la postguerra. Pertenecen ellos a la generación de los niños nacidos en los años posteriores al fin de la guerra en 1945, cuando en el Japón -como también ocurrió en Europa y los Estados Unidos - se produjo una altísima tasa de nacimientos, en medio de la euforia, del optimismo y de la esperanza que la paz trajo consigo. A los padres de estos respetables señores, después de sobrevivir a la guerra, les tocó vivir la dura etapa de la reconstrucción de su país. Tuvieron que educar a sus hijos en medio de las limitaciones de esos años y con los sacrificios impuestos por el esfuerzo nacional para sacar adelante a una nación devastada. Pienso que su trabajo no fue en vano. Siendo estos hombres - a sus 60 años de edad hoy - los hijos de la post-guerra, fueron inculcados en su juventud en el concepto de "un empleo de por vida" y en el de la fidelidad a una sola empresa. Este concepto, que dominó el mundo laboral japonés durante los primeros 45 años de crecimiento y recuperación económica, se ha ido resquebrajando los últimos años a partir de la explosión de la burbuja económica en 1990 y durante las últimas dos décadas. Cada uno de estos empleados a ser jubilados ha trabajado no menos de 38 años en la misma empresa, desde una mañana de un ya lejano mes de Abril, cuando se presentaron también a una ceremonia como la de hoy, celebrada en un ritual similar al de hoy, para dar inicio al importante ciclo de su vida laboral. Al igual que ya ocurrió con los colegas que me antecedieron, me ha tocado dirigir algunas palabras para saludar la ocasión y así agradecer la lealtad y los largos años de contribución a la empresa. Ahora es el turno de cada uno de ellos para expresar sus sentimientos en esta especial ocasión de sus vidas. El ambiente se ha relajado ya un poco y al tomar ellos la palabra aprecio como describen las anécdotas y recuerdos de algunos de los preciados momentos de su vida laboral. La mayoría se conoce incluso desde la escuela secundaria y han sido amigos la mayor parte de sus vidas. De allí que todas las anécdotas son celebradas y compartidas por todos con risas y satisfacción. A partir de esas palabras puedo darme cuenta que entre sus recuerdos manifiestan haber llegado a la empresa procurando un "algo" que le es muy propio al carácter "asociativo" del japonés. Y es que al recordar el momento de sus vidas en que decidieron ingresar a la empresa que eligieron, dejan ver estos hombres que no


decidieron ingresar a la empresa que eligieron, dejan ver estos hombres que no estaban sólo en la búsqueda de un trabajo, sino que aspiraban realmente unirse a una nueva familia, buscaban asociarse a una especie de franquicia a la cual serle fiel. Es esta otra de las interesantes características que marcaron las relaciones laborales en Japón durante las décadas de fuerte crecimiento económico. Las empresas ha sido consideradas por los trabajadores como su otra familia, un espacio donde asociarse con otros japoneses para crecer y progresar, un lugar que les pertenece a ellos tanto como a los accionistas y donde al ingresar aspiran llevar toda una larga y feliz vida laboral. Al concluir la ceremonia, el ambiente que reina refleja una mezcla de sentimientos, hay nostalgia por los años idos, tristeza por la forzosa separación de la empresa - es dec ir de la que ha sido su familia - y un espíritu de celebración por los logros de muchos años. Entre la sesión de fotografías de rigor y las flores - que como cosa curiosa se ofrecen a los homenajeados - la tensión inicial habrá cedido y nos ocupamos de conversar sobre sus planes y compartir más estrechamente con ellos. No percibo en ellos ansiedad por el futuro y parecen más bien estar muy bien preparados para este paso. M ás tarde en este día, al concluir la jornada, sus compañeros de trabajo les darán una fiesta y entonces después de brindar con ellos les despedirán de una manera muy simpática. Haciendo entre todos un túnel con sus brazos y manos, harán pasar por ese túnel a los ocho nuevos jubilados para, simbólicamente, hacerles saber que es el momento de su paso a una nueva vida, a una nueva etapa que se inicia. Para significar el final de este ciclo, pero también el comienzo de uno nuevo. Como siempre ocurre en Japón nada comienza o termina en términos absolutos, un ciclo se cierra pero otro se abre. Bajo esta filosofía y con sus debidos rituales, los japoneses continuarán interpretando como ciclos, los hitos y momentos clave de su vida. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo Etiquetas: Japon 30/06/2011 14:40. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Si vamos a copiar, habrá que copiar bien Una amable lectora c omenta uno de mis recientes notas y me manifiesta que a ella le produce envidia el admirable desarrollo del Japón, pero eso sí envidia de la buena. También me dice, la consecuente amiga lectora, que ojalá los latinoamericanos pudiéramos "copiar" a los japoneses. En verdad, mi estimada amiga, tiene usted razón en pensar así y le digo que sí hay muchas razones para sentir envidia, y cómo usted bien lo dice "envidia de la buena". ¿Cómo no admirar, envidiar y hasta querer copiar lo bueno de una sociedad libre que es capaz de producir en abundancia para satisfacer las necesidades de su población y donde sus ciudadanos cuentan con educación, salud, trabajo, alimento y seguridad? ¿Cómo no mirar hacia un lugar donde se hace justicia para todos y donde cada cual tiene la oportunidad de realizarse plenamente y de ser feliz? ¿Cómo no querer emular lo bueno de un país donde cada quién puede dedicarse a lo que le resulta mejor según sus capacidades y talentos, prosperar y tener éxito? Estoy persuadido de que "copiar puede ser bueno", pero también estoy convencido de que "hay que saber copiar". En especial, saber a quién se debe copiar, entendiendo bien primero qué modelo de sociedad es el que se aspira y cuáles son los modelos definitivamente indeseables. Veamos pues cómo el Japón lo ha sabido hacer a lo largo del último siglo y medio. Este es un país que,


lo ha sabido hacer a lo largo del último siglo y medio. Este es un país que, llegando tarde a la revolución industrial a fines del siglo XIX, supo darle alcanc e a las potencias de la época, no haciendo otra cosa que copiar inteligentemente lo que más le convenía copiar. En ese devenir supo mantener intactas sus preciadas tradiciones y costumbres, a la vez que preservaba su cultura, sus valores y su soberanía. Cuando decimos copiar, queremos decir "buscar referentes en otras soc iedades", referentes que puedan servir para ser adoptados, adaptados y hasta mejorados en el propio patio. Partiendo del principio de que todo es mejorable, quién copia tiene siempre la posibilidad de mejorar lo copiado, aprovechándose de la experiencia o de los errores de aquel de quién se copia. Una antigua conseja japonesa reza que se no basta con copiar, es necesario adaptar, asimilar y después mejorar. Esta conseja ha sido empleada en más de una ocasión en la historia de esta nación. En el siglo XI, Japón adoptó parte del sistema de escritura chino, lo modificó e incorporó a su propio sistema de escritura. El Budismo, originalmente de la India pero traído de la China al Japón, fue asimilado con variantes que lo han convertido en una religión japonesa propia. Por su parte, muchas industrias japonesas han basado gran parte de su éxito exportador en copiar y mejorar las tecnologías, empleando conceptos propios como el Kaizen o la filosofía del mejoramiento continuo. Un admirado personaje de la historia japonesa, considerado un auténtico precursor de la modernidad, fue quién inició por allá por 1.864 una verdadera revolución en la tierra del sol naciente. Cuando el joven y visionario Sakamoto Ryoma, un samurai de las clases más bajas, junto a otros de sus colegas dio inicio a su movimiento, rebelándose contra la estructura feudal del Shogunato, parecía tener un pié en el siglo XIX y el otro ya en el siglo XX. Sakamoto y su movimiento terminaron por lanzar definitivamente al Japón a la modernidad. Aunque Ryoma murió muy joven, apenas a los 33 años, sus seguidores sentaron las bases para la abolic ión del feudalismo y la reunificación del país, e impulsaron profundos cambios políticos y sociales. Para el momento de aquella transformación, Japón era una nación pobre, militarmente débil y tecnológicamente atrasada, es decir un país sub-desarrollado según los estándares de hoy. Se inspiraron aquellos hombres en el anhelo de evitar una posible colonización por las potencias occidentales de entonces, entre ellas la Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos de América. Después de haber resistido a holandeses y portugueses por varios siglos, se percataron con gran visión de que el mundo había cambiado y de que su nación debía unirse para afrontar el reto de las potencias, aquellas que pocos años antes los habían forzado a salir de su aislamiento comercial. Para ello, en vez de antagonizar con aquellas, creyeron que era necesario precisamente acercárseles y copiar más bien de las naciones que les superaban en poder y amenazaban su soberanía. Después de leer e inspirarse en las instituciones de las modernas sociedades occidentales, Sakamoto visualizó un Japón libre de las ataduras feudales. Se interesó mucho en copiar y adoptar para su país el principio constitucional estadounidense de que "todos los hombres son creados iguales". Tanto él cómo quienes le sucedieron en esta transformación, se dieron cuenta de que para competir con el mundo industrial y tecnológicamente más avanzado, los japoneses necesitaban trabajar todos unidos para modernizarse. Entre las reformas políticas y económicas introducidas a fines del siglo XIX, inspiradas en las instituciones occidentales, estaban la adopción de un parlamento electo, un sistema de comunicaciones y de transporte bien desarrollado, una población altamente educada y libre de las restricciones de clase feudales, un sector industrial con rápido crecimiento basado en las más recientes tecnologías y una poderosa fuerza armada. Después de padecer siglos de un régimen feudal c entralizador y de férrea estructura jerárquica de clases y


castas, millones de personas se encontraron repentinamente libres de escoger una ocupación y de moverse sin restricciones. Todos fueron incorporados, sin exclusiones, a la partic ipación en el desarrollo y al progreso del país. Al proporcionar a las gentes un nuevo ambiente de seguridad política y financiera, el gobierno que sucedió alShogunato hizo posible la inversión en nuevas industrias y en tecnología, así como el crecimiento del comercio. Uno de los principios adoptados, fue el de que el conocimiento debía ser buscado por todo el mundo. De allí que c ientos de estudiantes, intelectuales y académicos fueran enviados a Europa a aprender de las ciencias, las artes y la cultura de occidente. La transformación del Japón, basada en el modelo de las poderosas naciones de occidente, continuó en las décadas siguientes con impresionante velocidad y con la cooperación de toda su gente, convirtiéndose este fenómeno en una de las características más apreciables en el Japón moderno. El propio Ryoma se convirtió en un pionero de la libre empresa al fundar una empresa naviera y otra de comercio en la ciudad de Nagasaki. El gobierno que se instaló en ese entonces lideró el camino al construir vías férreas y navieras, instalar telégrafos y sistemas de telefonía, desarrollar astilleros, minas, e industrias ligeras, entre ellas la del azúcar, textiles, productos químicos, vidrio, cemento, etc. Estas industrias, posteriormente privatizadas, se convertirían en algunos de los grandes conglomerados que todavía existen hoy. Por los años en que Sakamoto se convirtió en precursor del Japón moderno, ya Karl Marx había escrito algunas de sus principales obras y desarrollado sus teorías sociopolíticas. Los líderes japoneses de entonces, afortunadamente para su pueblo, no se dejaron seducir por la naciente idea de la denominada "lucha de clases". Yo creo que la principal razón de ello es que sin duda, acabado el feudalismo, para los japoneses no existió, como no existe hoy, más que una sola clase soc ial y esa no es otra que "la clase japonesa". Creo que en esa temprana definición, los líderes de aquella generación marcaron el destino de las generaciones actuales al apostar por un modelo de desarrollo propio, pero que copiaba lo mejor de los referentes de las sociedades del occidente más avanzado. Estimada amiga lectora, si una nación de escasos recursos naturales, con un territorio limitado por accidentes geográficos y expuesto a terribles desastres naturales, ha logrado c onvertirse en una de las mayores economías del mundo, alcanzando un alto nivel de vida para sus ciudadanos, ¿es que los latinoamericanos con inmensas ventajas comparativas no debemos creer que si es posible lograr lo mismo? Pues, sí podemos y debemos creer, pero también debemos saber hacia donde mirar, si es que queremos copiar algo, si queremos aprender de alguien, si deseamos conseguir referentes verdaderamente útiles para nuestro desarrollo. Al igual que lo hicieron los japoneses de fines del siglo XIX, debemos mirar hac ia adelante, no anclarnos en el pasado ni inspirarnos en modelos e ideas fracasadas. Copiemos lo bueno, desechando lo que ha hecho daño a muchos y lancemos de una vez por todas a nuestra región a la modernidad. En vez de antagonizar con las potencias, los japoneses aprendieron de ellos, se sentaron en la mesa de negociaciones y se fortalecieron desde adentro para poder igualarse y competir con ellas en la escena internacional. ¿Puede algún país en el siglo XXI apostar con ser una potencia con 16 millones de desempleados y con una tasa de inflación de las más altas del mundo? Si vamos a copiar, tendremos que copiar bien.


Etiquetas: copias 25/06/2011 15:07. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Oponiendo la virtud a la adversidad En las semanas que suc edieron al desastre acaecido en las ciudades y pueblos de la región de Tohoku, como consecuencia del gran terremoto, posterior tsunami y la emergencia nuclear, muchas personas me han escrito y algunas otras me han pedido que comente acerca de la serena y civilizada reacción del pueblo japonés ante esta increíble tragedia. M ucho se ha reportado en los medios de comunicación, y a través de las redes sociales, sobre la forma como los ciudadanos japoneses se han comportado, no sólo en los instantes siguientes a la desgracia sino también en los días posteriores a la tragedia. Para extensas audiencias en muchas partes del mundo resultó una gran sorpresa descubrir la capacidad de este pueblo de asimilar ese duro golpe, sin que la inmediata desolación, escasez y difíciles condiciones de vida que provocó, derivaran en un mayor caos o en nuevas tragedias. Que tal vez se trate de su peculiar cultura, o que la religión budista tendría mucho que ver, o que es por la educación del pueblo japonés o por su carácter pacífico. En fin, muchas explicaciones se han intentado esgrimir y creo, en mi modesto parecer, que la mayoría de ellas tienen mucho de verdad y seguramente aportan a la compresión de una conducta social admirable para casi todo el mundo. M i intención hoy, al responder a los amigos y lectores que me han requerido sobre el tema, es solo aportar una visión adic ional que permita enriquecer las múltiples interpretaciones y explicaciones que se han dado al respecto por, entre otros, expertos, periodistas, analistas y muchos ciudadanos comunes.


Para empezar debo dec ir que los japoneses no creen en un M esías, y no lo digo en el sentido estrictamente religioso sino en el sentido práctico. No están esperando que nadie los venga a salvar, especialmente que lo haga un líder ungido. Tampoco creen que sus problemas sean la culpa de otros o el resultado de una "culpa ajena a ellos mismos". Es decir se creen y se saben responsables de sus propias vidas. Poseen una profunda conciencia de nación, conciencia de la que deriva una noción ampliamente interiorizada por este pueblo, y es la de que el destino de uno está indefectiblemente unido al del otro. Una suerte de "complejo de nación-isla", de sentido de identidad propia, les otorga la fuerza interior para estar preparados a enfrentar las amenazas externas. En el plano social privilegian el interés del grupo frente al interés individual. Aspiran a vivir en armonía, pero reconocen que la plena armonía no se alcanza mientras el "otro", es decir el "prójimo" o el "japonés igual a si mismo", esté mal. También entienden que la armonía plena no se consigue sin lograr un equilibrio con la naturaleza, con el ambiente que los rodea. Han construido una sociedad pacífica, sin violencia y han desarrollado una cultura de paz. Después de haber sufrido lo insufrible, de haber padecido el hambre y las miserias de la guerra, se decidieron a sacar a su nación de la pobreza y a no volver nunca más a ella. Son gente laboriosa y diligente, que entiende el trabajo como un derecho, pero que también lo asume como una obligación moral para con la sociedad. Poseen un espíritu curtido por siglos que los hace perseverar, no dejarse vencer fácilmente por el desánimo y muestran cierto estoicismo frente al dolor y a la tragedia. Cuando la realidad de su limitada topografía y de su relativamente escaso espacio territorial tocó a su puerta, aprendieron a limitarse, a administrar sus espacios, a convivir y a respetar el derecho al espacio del otro. Cuando la realidad de una gran población comenzó a hacer peso en la sociedad, crearon millones de puestos de trabajo para incluirlos a todos en la actividad productiva y en el desarrollo del país. Cuando la ausencia de recursos naturales les reventó en la cara, supieron encontrar la fórmula para transformar las materias primas en valiosos productos. Cuando había que sacar de abajo a la población y darle las herramientas para ser autosuficientes, supieron educar a las mayorías y darles la oportunidad de superarse. Cuando la naturaleza golpeó a su territorio y a su gente con fenómenos c omo terremotos, tifones y tsunamis, han estudiado y aprendido a estar preparados para responder a esas fuerzas y prevenir a las generaciones futuras de sus consecuencias. Se dice que el religioso español San Francisco Javier, que realizo labor misionera en Asia y que predicó el evangelio cristiano en Japón durante la primera mitad del siglo XVI, llegó a afirmar después de convivir con este pueblo durante algunos años que "no hay entre los infieles ningún pueblo más bien dotado que el japonés". M uy bien lo ha expresado también una muy querida amiga española, residente aquí en Kobe, quien ha terminado de recopilar recientemente un libro de artículos periodísticos suyos, donde recoge sus observaciones y crónicas de varios años acerca del carácter japonés. Este libro de Monserrat Sanz Yagüe, titulado "Frente al Pacífico" (Isla del Naufrago Ediciones, Segovia, España, 2011), es como bien lo afirma su autora una elegía a la resistencia e integridad del carácter japonés. En este texto - que recomiendo ampliamente a mis lectores por su actualidad y pertinencia y por la autorizada observadora que es su autora - M onserrat nos explica de forma amena conceptos muy propios de la idiosincrasia del japonés, como son "la aceptación del propio destino", "el respeto", "la vergüenza", "la integridad", "la paciencia". Nociones estas reconocidas por la autora amiga como consustanciales a la resistencia del carácter japonés frente a la adversidad y que nos explican el comportamiento ciudadano, la civilidad y el respeto demostrado por el pueblo japonés en las


horas terribles que siguieron a la tragedia. Para mi representan todas ellas un conjunto de valores y virtudes ciudadanas, que han sido incorporadas al patrimonio colectivo, largamente maduradas en la conciencia grupal de una naciĂłn que sabe reconocerse a si misma en sus fortalezas, debilidades y vulnerabilidades. Virtudes preciadas que han sido maceradas con momentos amargos a lo largo de siglos, pero que han marcado el espĂ­ritu y templado el alma de los japoneses para permitirles hoy oponerlas con ĂŠxito a la adversidad y terminar saliendo airosos de ella. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

07/06/2011 13:59. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Historias Japonesas de Maestros y DiscĂ­pulos


Vaciando la taza Un profesor universitario fue a visitar a un famoso maestro Zen en Kyoto en busca de conocimiento. Mientras el monje servía té, el profesor comentaba los ejercicios, analizaba los textos, interpretaba las historias y las tradiciones, divagaba sobre los antigüos procedimientos de meditación. Hizo todo lo posible para impresionar a su anfitrión, con la esperanza de que lo aceptase como discípulo. Mientras hablaba, el monje continuaba llenando su taza hasta que el líquido se derramó y el té comenzó a extenderse por toda la mesa. - ¿Qué es lo que está usted haciendo? ¿Qué no ve que la taza está llena y no cabe nada más en su interior? - Su alma es como esta taza – respondió el maestro. ¿Cómo puedo yo enseñarle el verdadero arte del budismo zen si ella ya está llena de teorías? Quién es el maestro más poderoso Uno de los discípulos de Yu estaba conversando con un discípulo de Rinzai: - Mi maestro es un hombre capaz de hacer milagros y, por causa de eso, es respetado por todos sus alumnos. Yo ya le he vi sto hacer cosas que van mucho más allá de nuestra capacidad. ¿Y el tuyo? ¿Qué grandes milagros es capaz de realizar? - El mayor milagro de mi maestro es que no necesita mostrar ningún prodigio para convencer a sus alumnos de que es un sabio – fue la respuesta.

Etiquetas: Japoneses, M aestros 19/05/2011 22:56. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La promesa equivocada Estamos en la segunda década del siglo XXI. Esta mañana de Abril, un hermoso y saludable bebé acaba de nacer en un hospital de la ciudad de Caracas. Al otro lado del mundo, a la misma hora exacta pero ya de noche, otro hermoso e igualmente saludable bebé lo hace en un hospital de Tokio. Cada uno de estos niños representa un motivo de realización y felicidad para sus padres. Encierran estas criaturas también la esperanza en un futuro mejor para sus familias y para su país. Preguntémonos: ¿que pueden esperar del futuro el niño japonés y el venezolano? ¿Cuál es la promesa básica que sus padres y la sociedad que los recibe le entregan a estos niños al nacer? Hace algunos años, durante mis estudios de postgrado acá en Japón, me sorprendía tremendamente el descubrir que muchos japoneses percibían a su país como una nación pobre. M uy por el contrario, cuando advertían que yo venía de Venezuela, me decían: "Ah, de Venezuela, un país de abundancia".Al nuestro lo percibían ric o. Lo hacían sin duda a causa de nuestro petróleo y demás riquezas naturales. M ientras tanto, yo opinaba exactamente lo contrario acerca de la riqueza y pobreza de nuestras dos naciones. Este acertijo me acompaño por bastante tiempo, provocando debates con mis compañeros de estudios e incluso con el profesor que era mi tutor en la universidad. Era aquella la época de la gran burbuja económica japonesa de la década de los 80.


aquella la época de la gran burbuja económica japonesa de la década de los 80. La economía del archipiélago estaba a punto de cerrar un largo ciclo de empuje y crecimiento. Yo afirmaba entonces, sin que me cupiera ninguna duda, que Japón era un país definitivamente rico. El nivel de su ingreso per-cápita, su desarrollo material, su infraestructura, el nivel de vida de sus habitantes, su avance tecnológico, me indicaban que, bajo cualquier estándar, este tenía que ser un país rico. M is interlocutores japoneses no cuestionaban esos poderosos argumentos míos, pero seguían insistiendo que Japón era un país pobre, mientras que mi nación, Venezuela, si que era una nación rica. El núcleo del argumento japonés, como pude comprender más tarde, se basaba en la apreciación que ellos hacían al inventario de recursos naturales de cada una de nuestras naciones, y al potencial o ventaja que según ellos esto representaba a nuestro favor. Para mis colegas y amigos, el Japón era y siempre sería una nación pobre, una nación en desventaja frente a la nuestra. Su escasez de recursos naturales la c ondenaba a esa categoría para siempre. No querían permitirse siquiera verla de otra manera. M ientras que ara ellos, mi Venezuela sí que era una nación de abundancia. Una nación con futuro. Profundizando un poco más adelante en las conversaciones con mi profesor japonés, pude llegar a la conclusión de que si bien ellos reconocían el extraordinario avance material de su nación, no querían olvidar - ni dejar olvidar - la premisa de que su país es fundamentalmente pobre en recursos naturales. M ás importante aún, que su riqueza material es producto del esfuerzo, del trabajo y de la transformación productiva de las materias primas, gracias al aporte creativo del conocimiento y la tecnología. Transformación esta donde únicamente el hombre, educado y capacitado, es capaz de hacer la diferencia entre riqueza y pobreza. Se trataba entonces no de que los japoneses fueran ciegos a la realidad evidente del ascenso y progreso material de su nación. No, de lo que se trataba era de mantener viva y clara la conciencia colectiva de su pueblo acerca del origen real de su riqueza, de la autentica fuente de su prosperidad. Se trataba de que las nuevas generaciones no olvidaran la fragilidad de su nación, su talón de Aquiles, la vulnerabilidad fundamental de los cimientos económicos que sustentan la tierra que es su patria. Para los educadores japoneses era necesario que los jóvenes no perdieran de vista el origen de la abundancia material de la que disfrutaban, frente a la escasez inherente de recursos naturales. M i profesor, como buen educador, me dejo claro que no se podrían permitir que las nuevas generaciones, que ahora disfrutaban del buen desempeño económic o de décadas, se durmieran en los laureles. Dejarse seducir por las mieles de la victoria económica podría hacerles perder el sentido y la orientación que los llevo hasta allí. En verdad, podría hacerles perder la capacidad de crear una ventaja superior a la que significa la posesión de riquezas naturales. Por ello, la educación primaria en Japón ha hecho siempre tanto énfasis en la naturaleza "pobre" de la nación y en la necesidad de mantener los valores del trabajo, la unión, la solidaridad y la creación colectiva de riqueza. Hace un par de años, en la sala de espera de un aeropuerto, tuve la suerte de conversar largamente sobre este tema con otro de mis profesores, esta vez un ilustre compatriota, ex-académico del IESA. Conversamos sobre esa paradoja que me atormentaba, la de países abundantes en recursos naturales pero "pobres" y otros de escasos recursos naturales pero "ricos". El aparente contrasentido de que países que siendo "ricos" se perciban "pobres" y otros que siendo "pobres" se perciban "ricos". M e confirmo este profesor que la relación entre la autoimagen y el desempeño económico de las naciones ha sido tema de investigación y que existen modelos econométricos para analizar el fenómeno. M e citó el nombre de algunos investigadores y me recomendó la lectura de algunos artículos, no obstante se quedó siempre conmigo la inquietud intelectual sobre


artículos, no obstante se quedó siempre conmigo la inquietud intelectual sobre este tema. Japón fue en efecto una nación pobre a principios del siglo XX, cuando ya había iniciado un proceso de transformación de sociedad feudal a sociedad industrial. Después de la Segunda Guerra M undial, se convirtió entonces en una sociedad democrática altamente industrializada, ingresando definitivamente al denominado primer mundo. Esto fue posible no solo gracias al carácter industrioso de su gente, sino también al reconocimiento colectivo de que la riqueza verdadera no se basa en la posesión de ingentes recursos naturales. La abundanc ia verdadera se consigue con productividad y transformación de las materias primas con valor agregado. El valor agregado, que hace la diferencia, lo pone el ser humano. La educación y capacitación del ser humano marca la diferencia entre riqueza y pobreza. En consecuencia, desde hace tiempo ha existido pues en Japón un delicado equilibrio entre escasez, investigación y riqueza. Por supuesto que la presencia de instituciones fuertes, una administración esc rupulosa de los recursos y un sistema de reglas económicas que generan confianza y credibilidad son indispensables también. En Japón, al no haber abundancia de recursos naturales ni un chorro de petróleo que mane diariamente del subsuelo, nadie puede caer en lo que yo llamaría la "tentación del atajo". Para los japoneses no hay atajo posible, ni se puede escapar de esa realidad. Por lo general, tenemos la percepción de que el bebé venezolano llega al mundo con la promesa de heredar una nación llena de riquezas en oro, petróleo, diamantes y muchas otras más. Llega con la promesa de recibir una cuota instantánea de riqueza a la que tiene derecho como ciudadano de una nación de abundancia. Sin embargo, la verdad es que la promesa que recibe es la de un país que aún no sabe como crear verdadera riqueza y que no termina de encontrar el camino cierto hacia el desarrollo. Uno que, hoy por hoy, ofrece pocas perspectivas a la juventud para crecer y progresar. El niño japonés por su parte recibe una promesa de educación, salud y calidad de vida. Sin que le toque una gota de petróleo, recibe la promesa de integrarse a la próspera cadena productiva de la tercera economía mundial, a cambio de una vida de trabajo y de esfuerzo, de disciplina y diligencia. En Venezuela decimos que nuestros niños llegan c on una arepa bajo el brazo, pero en realidad les estamos haciendo la promesa equivocada. Los japoneses llegan sin arepa, y mucho menos con una taza de arroz bajo el brazo. La promesa correcta para todos debería ser la de llegar a una sociedad libre y abierta donde tengan todas las oportunidades para alcanzar el máximo de su potencial, gracias a la administración escrupulosa de los recursos naturales por quienes le anteceden. La promesa debería ser la de vivir en un país de iguales que se construye en paz. Donde los sueños de la gente no se postergan eternamente, porque a cada uno se le entrega el poder para cambiar su futuro. Donde cada uno puede llegar a realizarse, mediante el esfuerzo colectivo de la sociedad por alcanzar mayores y mejores niveles de vida, transformando la tremenda riqueza heredada en verdadero bienestar. En Venezuela no podemos seguir entregándole a nuestros hijos y a las futuras generaciones la promesa equivocada. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

Nelson Izquierdo M oreno Nelson Izquierdo

Ciudadano del mundo. Ingeniero y experto en generación de energía. Profesional venezolano de amplia trayectoria gerencial, actualmente ejerciendo


Profesional venezolano de amplia trayectoria gerencial, actualmente ejerciendo un rol ejecutivo en Japón. Comenta y reflexiona sobre las prácticas de negocios de ese mercado y las experiencias de un gerente venezolano en esa nación. Intenta mostrar el rostro humano del país, sus curiosidades y contradicciones, sus costumbres, contrastes y maravillas, desde un ángulo íntimo y personal. Comparte vivencias y conversaciones con gente común, ofrece ideas para conocer, debatir y contrastar nuestras realidades, tan lejanas pero también muy cercanas. Etiquetas: Japon 04/05/2011 17:16. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Un amor compartido Creo que mi amor por el béisbol nació el día que, por allá a finales de los años 60, encontré botado y abandonado en una calle de Barquisimeto un guante viejo y roto. Acababa yo de cumplir los diez años de edad y el inesperado regalo me permitió iniciar la práctica de este apasionante deporte y así comenzar a tomarle cariño al juego. Naturalmente que, estando entonces entre guaros, mis primeras simpatías se dirigieron hacia el equipo de los pájaros rojos, los que para entonces tenían poco tiempo en la liga. Sin embargo, mi enamoramiento definitivo ocurrió un par de años después cuando mi padre nos sorprendió a mi hermano y a mí llevándonos al séptimo y emocionante duelo de una final en el estadio universitario de Caracas. A partir de allí, ese amor se convirtió en pasión y desde aquel día de Enero me hice fanático del equipo al que he seguido toda mi vida. Años más tarde, esa afición me la traje al Japón cuando me tocó venir a estudiar. Entonces, por allá en el verano de 1986, motivado por amigos y vecinos de la cuadra donde se ubicaba la residencia para estudiantes extranjeros de la Universidad de Nagoya, tuve la suerte de ayudar en rol de coach a algunos niños japoneses en su aprendizaje del béisbol. Nos reuníamos con ellos bien temprano en la mañana, junto a padres y amigos, para practicar en un campo cercano. Comenzábamos a partir de las 5:30 am, aprovechando el sol madrugador del verano japonés. Fue esa también la época en la que terminaba su carrera aquí nuestro Robert M arcano, uno de los jugadores venezolanos pioneros en el béisbol de este país y un personaje muy famoso y querido por los fanáticos japoneses de siempre. Al mismo tiempo, el joven pitcher venezolano Luís M ercedes Sánchez, se iniciaba como relevista estrella para los Gigantes de Yomiuri, la popular divisa de Tokio. Robert quién había jugado su última temporada en el béisbol japonés el año anterior, estaba trabajando como asistente del manager de los Gigantes, el legendario recordman de jonrones de todos los tiempos en el archipiélago, el mítico Sadaharu Oh. Al mismo tiempo, él servía de intérprete al manager en su comunicación con su paisano Luís M ercedes M i trabajo con los niños del barrio me ganó una invitación del Chunichi Shimbum, el diario loc al de la ciudad, para presenciar un juego entre los Gigantes que visitaban a los Dragones, divisa esta propiedad de ese diario y que son los consentidos de Nagoya. Ese partido para mi fue uno de esos momentos inolvidables en la vida de un aficionado al primer pasatiempo de los venezolanos. M ientras se está fuera del país, es siempre muy emotivo poder asistir a un estadio y ver jugar a nuestros compatriotas peloteros. Solo que en esta ocasión mi fortuna era mayor, ya que el diario me invitaba también a reunirme antes del partido con mis paisanos en el dog out, para conocerles en persona y poder conversar con ellos. Querían los periodistas que los peloteros nacionales supieran que en la ciudad había un compatriota que les seguía y que les aupaba en sus presentaciones. A diferencia de lo que ocurre hoy, eran todavía escasos los jugadores nuestros que se animaban a venir a estas tierras lejanas a jugar en


los jugadores nuestros que se animaban a venir a estas tierras lejanas a jugar en rol profesional. Nos reunimos pues antes del inicio del calentamiento previo al partido. Conversamos Robert, Luis M ercedes y yo sobre los acontecimientos más recientes para ese entonces en nuestro país, y sobre sus planes futuros. La historia de M arcano era muy significativa porque había logrado jugar por más de una década en Japón, habiéndose establecido en este béisbol y ganado el reconocimiento de la afición japonesa, que lo admiraba como un extraordinario y versátil jugador. Antes de conocerle aquella tarde en el dog out visitante del estadio deNagoya, ya había yo sentido el orgullo patrio al conocer la admiración que le tenían a él algunos de mis interlocutores japoneses. Robert, quien años más tarde desaparecería prematuramente, me contó durante aquella memorable entrevista, que tenía planes de seguir trabajando y viviendo en el Japón, gracias a varias ofertas para hacer comerciales de TV. Ya algunas vallas publicitarias en Tokio mostraban su rostro, promoviendo algún producto. Se le veía muy ilusionado y agradecido por la gran popularidad de la que disfrutaba entre los aficionados al béisbol y el público en general en Japón. Por su parte, Luís M ercedes, quien lamentablemente también falleciera prematuramente no hac e muchos años, estaba muy entusiasmado con la oportunidad de jugar en este país, aunque nos decía que todo, comenzando por el idioma y la comida, le resultaba muy extraño. Todavía intentaba él adaptarse al país y a jugar competitivamente en un ambiente tan nuevo y distinto, acostumbrado como estaba a la liga venezolana o incluso al ambiente de las ligas mayores en los Estados Unidos. Como para coronar una tarde perfecta para mi, Robert tuvo la amabilidad de invitarme a conocer personalmente al manager Oh, e incluso tuvo la gentileza de tomarme una foto con el legendario Sadaharu, un privilegio que envidian hoy mis amigos japoneses fanáticos del béisbol, para quienes una foto con Oh es un sueño casi imposible de imaginar. La nueva temporada del béisbol en Japón acaba de iniciarse la semana que termina. De aquellos años a esta parte, son muchos los jugadores criollos que han brillado en el béisbol japonés. Alex Cabrera, Alex Ramírez, Roberto Petagine, entre otros, han dejado marcas, han obtenido importantes reconocimientos e insc rito sus nombres en los anales de este deporte aquí. Nuestra nación es reconocida hoy en Japón como cuna de grandes jugadores. El nombre de Venezuela es inmediatamente asociado al béisbol por muchos ciudadanos japoneses. Un hecho que hace honor a hombres que, como M arcano y Sánchez, le abrieron el paso a nuestras actuales estrellas. Tengo amigos de latitudes diferentes a las de Japón o Venezuela que no entienden de béisbol. Por lo general, prefieren el fútbol. En los debates que de vez en cuando se producen entre mis amigos fanáticos del fútbol y del béisbol, para intentar explicarles la pasión que despierta este deporte, he descrito un partido de béisbol como una novela de suspenso, compuesta de nueve o más capítulos. Por lo general, les invito a aprender las reglas del juego y les cuento que cuando comiencen a leer esa novela no tendrán idea acerca del final, el que puede ser tan dramático como inesperado. La trama les ira llevando por momentos de tensión y de angustia, donde la suerte de los personajes podría definirse por un pequeño detalle o ir cambiando capítulo a capítulo y hasta puede que solo se resuelva en la línea final del relato. Pero el amor por el béisbol, sin duda, no es patrimonio exclusivo mío. Es un sentimiento que comparto con muchos compatriotas venezolanos, y también con millones de personas que en Japón disfrutan y viven con pasión este deporte. En esta disciplina deportiva venezolanos y japoneses tenemos mucho en común. Como lo hac emos nosotros, los aficionados aquí siguen con atención los pasos de sus jugadores nacionales en el béisbol de las grandes ligas. La energía inagotable de las barras que acompañan a los equipos a cada estadio en Japón es una marca distintiva de este béisbol. No dejan ellos de tocar sus


Japón es una marca distintiva de este béisbol. No dejan ellos de tocar sus instrumentos y de entonar canciones y corear sus himnos para animar a sus jugadores durante las nueve o más entradas del partido. Equivale ese entusiasmo a los gritos de batalla de nuestros equipos, capaces de ensordecer los estadios en Venezuela o a la emoción que de principio a fin siente el aficionado nuestro hasta que llega el ultimo out. Una derrota o una victoria se sufren o se celebran aquí con similar pasión. La misma pasión que general el béisbol y que no conoc e de fronteras o nacionalidades, aunque se exprese de manera distinta. Gracias a este maravilloso deporte, japoneses y venezolanos compartimos un amor común. Un amor que tiene la virtud de hacer mucho por acercarnos y por hacernos ver más parecidos, menos diferentes los unos a los otros. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo

Etiquetas: Japon, cultura, sociedad 18/04/2011 18:00. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La vergüenza como virtud En cada organización o cuerpo social la conducta de sus integrantes es moldeada por conceptos, principios y valores superiores. Para la gran mayoría de las sociedades, el orden social se sustenta en sus leyes. Por ejemplo, en el


de las sociedades, el orden social se sustenta en sus leyes. Por ejemplo, en el caso de los estadounidenses se habla de "el temor a la ley" por parte de sus ciudadanos porque, en la búsqueda de sus ideales supremos, la obediencia y el respeto a la ley es un valor fundamental para esa sociedad. No obstante, más allá de las leyes, la cultura juega también un papel muy importante en cada caso. Tengo la convicc ión de que para comprender la esencia del orden social en Japón y los valores superiores que modelan la conducta de sus ciudadanos, es necesario comprender bien lo que para la cultura japonesa representan algunos de sus sentimientos, y en este caso muy especialmente el sentimiento de la vergüenza. Formas de expresión, sencillas y naturales para algunas culturas, como pudieran ser el abrazarse o besarse en público se encuentran fuera de los estándares de conducta en Japón. No se trata de leyes o normas que las impidan, de cosas prohibidas, se trata simplemente de códigos de conducta aprendidos en el sustrato de la cultura. Se podría afirmar que los japoneses tienen un muy alto sentido de la vergüenza e incluso un gran temor por el ridículo. Las personas por lo general procuran observar una conducta o evitar situaciones que les produzcan ese sentimiento. De allí que como contrapartida, los políticos, los deportistas, artistas, humoristas y demás personalidades del espectáculo sean admirados y vistos como seres muy especiales, como excepciones a la regla, capaces de vencer ese temor y de desafiar sus inhibiciones para desempeñar una labor profesional. Pero para el ciudadano promedio, resulta mucho más difícil el hacer demostraciones públicas de un comportamiento desinhibido. Para ilustrar mejor lo que quiero decir, revisemos un concepto esencial en la cultura japonesa y que se recoge en la expresión: Enryo. La mejor traducción al castellano para esta expresión sería tal vez: Abstenerse. Como ocurre con muchas otras expresiones del idioma japonés, ésta más que una palabra representa una manera de ser y de conducirse, es una especie de código de conducta aprendido tempranamente en el hogar y en la escuela. Si buscáramos su significado etimológico encontraríamos que se define como: "abstenerse de hablar o de realizar acc iones en relación a otras personas". Traducido de otra manera sería evitar molestar e importunar a los otros, hacer algún contacto físico que pueda no ser bienvenido, ser imprudente u ofender a terceros con su propia conducta. El término dice mucho más, ya que permite explicar el carácter generalmente pasivo y pacífico del japonés, su aparente timidez y su tendencia a evitar el c onflicto. Actuar dentro de la conducta de Enryo, establece para él un marco de referencia, una frontera entre lo socialmente permitido y lo inadecuado, lo bueno y lo malo, convirtiéndose en una suerte de referencia ética para su comportamiento individual. Entonces podríamos decir que cuando para algunas sociedades la regla podría ser: "usted es libre de hacer lo que quiera a menos que este expresamente prohibido", para los japoneses la regla es más bien: "absténgase usted de hacer lo que quiera a menos que este expresamente permitido". Cuando vemos que un japonés prefiere guardar silencio, no contradecir abiertamente a su contraparte, no enfadarse o enfrentarse, procurar mediar, congeniar o negociar, estamos en presencia de la conducta Enryo. El actuar bajo ese código, le evita pues exponerse a la vergüenza o al ridículo. Y esto no quiere decir que los japoneses sean entonces poco decididos o débiles de carácter, todo lo contrario demuestra más bien una gran fortaleza de carácter y su práctica requiere de un fuerte espíritu.

Reflexionemos un poco sobre este sentimiento, que por supuesto es común a todos los hombres. Como valor compartido, el sentimiento de la vergüenza puede convertirse en una suerte de dique moral. Podría tener connotaciones


puede convertirse en una suerte de dique moral. Podría tener connotaciones tanto positivas cómo negativas en una sociedad, pero estoy convencido de que representa una poderosa fuerza para moldear la conducta, para promover un comportamiento de armonía y de respeto. Veamos su vertiente positiva: el abstenerse de botar basura en la calle, de intentar adelantarse en la fila del autobús, de decir groserías en público, de levantar la voz, insultar, pelear con otros individuos, no se logra sólo con leyes y castigos, sino con valores transformados en virtudes. Lógicamente, también puede tener su lado oscuro, por ejemplo, cuando un japonés ha sido expuesto a una gran vergüenza, ello puede resultar en una profunda desgracia a nivel personal. Si el sentimiento no es bien asimilado o bien manejado, puede llegar a considerarse un deshonor, afectar la autoestima y, dependiendo de la fuerza de la misma, llevar a situaciones extremas c omo la depresión y el suicidio. Creo que la vergüenza bien administrada puede convertirse en una auténtica virtud. Un valor así instalado puede significar mucho más para cualquier sociedad: el que los ciudadanos elegidos como gobernantes sean pulcros en la administración de la cosa pública, que sepan rendir cuentas, que la sociedad condene por vergonzosas algunas conductas como las de la corrupción, la irresponsabilidad y la incompetencia, que por sentir "vergüenza" tanto gobernantes como ciudadanos se "abstengan" de hacer o de asumir conductas que atenten contra la sociedad en su conjunto, todo ello sólo puede resultar en un valor afirmativo para el orden social, para la armonía y el progreso a que todos aspiramos. Etiquetas: Japon, cultura, sociedad 11/04/2011 14:03. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

La isla de la fortuna A principios de 1986 cuando me preparaba para venir a estudiar a Japón, mi interés se centraba de manera especial en las centrales de generación de energía eléctrica. Después de haber iniciado mi carrera trabajando en una de estas plantas en Venezuela, era entonces mi aspiración avanzar más en el conocimiento de esa disciplina. Una vez que concursé y resulté seleccionado para recibir la beca por parte del M inisterio de Educación del Japón, atendiendo al campo de estudios elegido por mí, fui asignado a la Universidad de Fukui. Su ubicación: la ciudad de Fukui, capital de la prefectura del mismo nombre al norte de la isla de Honshu, sobre las costas del mar del Japón. Allí, en esta misma prefectura, en una península en las cercanías de la población de Tsuruga, se ubican varias de las más importantes centrales nucleares del país. Precisamente, esa cerc anía le otorgaba a esta universidad un gran atractivo para mí, debido al trabajo que esa casa de estudios estaba en capacidad de desarrollar en la investigación aplicada a la generación de energía. Era esta pues una interesante oportunidad, con una combinación de estudios y de aprendizaje de campo, para un ingeniero venezolano aspirante a una maestría en una especialidad de la ingeniería aplicada a la producción de electricidad. Tan solo algunas semanas después de iniciado mi primer año de universidad aquí, en Abril de ese año 1986, se produjo el accidente de Chernobyl en Ucrania. Entonces, la generación nuclear se convirtió en un tema de debate público mundial, pero aún más en una importante preocupación, dada su cercanía a esas centrales, para los habitantes de la ciudad y del país donde apenas había comenzado a residir.

Fukui es una provincia de carácter eminentemente rural y con alguna industria ligera, pero poseedora de una gran tradición universitaria. Su capital goza con la fama de ser la ciudad del Ave Fénix en Japón, después de haber sobrevivido en


fama de ser la ciudad del Ave Fénix en Japón, después de haber sobrevivido en diferentes momentos de su historia a terremotos, incendios y hasta a bombardeos durante la Segunda Guerra M undial. Su nombre significa literalmente: El Pozo de la Fortuna. Y es realmente un lugar afortunado, tranquilo y feliz, de gente amable y sencilla, de gran belleza natural y con un clima muy apropiado para el estudio. Las centrales localizadas en su seno atienden sobre todo la gran demanda de energía de la región de Kansai, cuyo principal centro urbano esOsaka. Otra prefectura japonesa de nombre similar y que es asiento también de centrales nucleares es la de Fukushima, también al norte de Honshu pero sobre el Océano Pacífico. Durante las dos semanas que han transcurrido después del terremoto de Tohoku del 11 de marzo de 2011, la atención de la opinión pública japonesa al igual que la del mundo ha estado centrada en Fukushim a. A la hora en que escribo, la situación generada a raíz del tsunami en la planta Daichi no ha sido resuelta y, aunque se han conseguido algunos progresos, las autoridades siguen haciendo esfuerzos por estabilizar algunos de los reactores y evitar una conflagración mayor. M uchos amigos me siguen preguntando cual es la realidad y cómo se perciben desde aquí los riesgos que se podrían estar corriendo en relación a la radiación. Les quiero decir a todos que si bien la situación sigue siendo muy seria y delicada, no se percibe aquí como una encrucijada apocalíptica para el Japón, como la han querido retratar algunos medios internacionales. Yo entiendo que el solo imaginar que pueda estar ocurriendo en Japón una especie de Armageddon - o la llegada del fin de los tiempos a la manera de las historias de Holywood - pueda atraer mucha audiencia televisiva. Sin embargo, creo que el asunto ha estado expuesto a no poca especulación y cargado de algo de exageración. Creo que es necesario observar el tema con mucho equilibrio y objetividad, apelando a la información más veraz y a la opinión de los expertos. El problema también es que la información oficial ha fluido con demasiada lentitud hasta para los mismos ciudadanos japoneses, acostumbrados a ese ritmo de cuenta gotas cuando se trata de informes oficiales. En una entrevista que tuve el pasado lunes en el programa radial de Valentina Quintero y Alonso M oleiro me preguntaban sobre cómo sobrellevan los japoneses el día a día a la sombra de esta situación. Y tal como se lo dije a Valentina y a Alonso, yo les quisiera decir a mis lec tores y amigos que los japoneses realmente la sobrellevan con mucha dignidad y mucho coraje. Pero también los ciudadanos aquí procuran estar mejor informados y acuden a la voz de los expertos y los académicos. No se dejan llevar por los rumores, o por las noticias que rebotan del exterior, ni se fían solamente de las informaciones oficiales. La gente, en la gran mayoría de las ciudades y pueblos del Japón, sigue llevando su vida lo más normal posible, estando alertas y tomando las debidas previsiones en relación a los alimentos y al agua. Inclusive enTokio que es el mayor centro urbano cercano a Fukushima, la gente ha vuelto a sus oficinas y trabajos aprendiendo a convivir con los racionamientos de energía que están provocando algunas molestias en el transporte público. Existen mediciones independientes y reportes diarios sobre los niveles de radiación y hasta ahora se tiene claro que esos niveles no son una amenaza para la salud de la población en general. Las autoridades sanitarias mantienen un estricto control sobre los alimentos provenientes de la región afectada. De manera pues que la gran preocupación se concentra en asegurar el área correspondiente a ese radio de 30 Km alrededor de la central dañada y a evitar mayores consecuencias para la población y para el ambiente en las zonas más allá de ese radio. Para poder tener una dimensión exacta del problema, creo que los lectores deben primero recordar que Japón es un país extremadamente urbanizado y con una alta densidad poblacional. Por eso es que, aunque sea un radio relativamente pequeño, una gran masa humana es la que se ha visto desplazada por esta situación, además de aquella afectada por el tsunami en las otras regiones. Aún


situación, además de aquella afectada por el tsunami en las otras regiones. Aún mayor sería la población amenazada de ser desplazada en caso de que las cosas eventualmente se compliquen aún más y deban ser evacuados ciudadanos de un área mayor. Esto por supuesto comporta un gran problema y preocupación para las autoridades. Es muy clara pues la necesidad imperiosa de evitar a toda costa un desastre nuclear. El impacto económico y social sería inmenso, aun si los efectos se limitan a una región cercana a la central nuclear y no conlleven riesgos mayores para el resto de la población japonesa que habita más allá de Fukushima. Fukushima comparte c on Fukui la presencia en su territorio de varias centrales nucleares. Además, ambas tienen en común a la palabra fortuna en sus nombres. Si Fukui es el Pozo de la Fortuna, Fukushima significa literalmente La Isla de la Fortuna o la Isla del Bienestar. Un nombre que en este momento pareciera revelar todo un contra sentido, porque se mira hoy a este punto del planeta como una amenaza, no solo para el Japón sino para todo el mundo. De Fukushima seguramente se aprenderán muchas lecciones, se hablará por mucho tiempo de este accidente nuclear, así como del terrible terremoto y tsunami que lo desencadenó. Su nombre no se olvidará fácilmente en el futuro, así como el nombre Chernobyl para mucha gente alrededor del mundo tampoc o podrá olvidarse jamás. Lo que todos debemos aspirar en este momento es a que pronto sea superada la situación y que se logre estabilizar la central para llevarla a una condición segura, que evite mayores riesgos para los habitantes y para el ambiente. Debemos procurar seguir este problema con la mayor objetividad, acudiendo a fuentes fidedignas y sin dejarnos llevar por el sensacionalismo. Apoyemos todos los esfuerzos y la labor que realizan técnicos, ingenieros y expertos japonses y de otras naciones para lograr sofocar esta crisis. Recemos todos para que, tanto Fukushima como el Japón entero, puedan pronto volver a ser para su gente lo que el ahora emblemático nombre indica, es decir una isla de bienestar y de buena fortuna. izquierdomoreno@gmail.com twitter: @nizquiermo


Etiquetas: Japon, isla 05/04/2011 13:06. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

Aprendemos de Japón costumbres y palabras

Sirva este post como mi humilde homenaje a Japón y a l@s español@s que han tenido la desgracia de estar allí, especialmente a mi admirada Elena Gallego, con quien comparto estas reflexiones sobre un país tan singular, como sus gentes, su cultura, sus paisajes o sus costumbres. Desde hace años mis intereses científicos se han cruzado con Japón. M i primer trabajo lo dediqué al Sepuku (o harakiri). M ás tarde investigamos elHikikomori. Por eso, cuando hace días contemplaba el tsunami no pude evitar pensar que quizá habría sorprendido a algunos de esos jóvenes encerradosen sus casas. Y también, cuando hace unos días me comunicaron la publicación de nuestro último estudio sobre el 'Cosplay', pensé que aunque pudiera parecer frívolo hablar de ello en medio de la tragedia, también podría ser una buena manera de comprender su, para muchos de nosotros, extrañísima manera de afrontar las adversidades.


Y es que, la patria del sosiego, la calma y la serenidad, también lo es de la emoción desmesurada. Desde cómo viven a cómo mueren, desde cómo visten a cómo aman, todo es en ellos sorprendente y extremado. Como los terremotos o las catástrofes atómicas. Y sin embargo logran adaptarse, sobreponerse, renacer. Desde el gélido invierno renace la vida de sus cerezos en flor. Tal vez por eso, cuando el tempo de su vida cotidiana se relaja en la opulencia, suceden cosas incomprensibles para nosotros, como el sepuku, el hikikomori, o el kosupure o 'Cosplay'. En efecto, cuando en los años 80 publicamos varios trabajos sobre el llamado 'Dresing Disorder' o Trastorno de Adquisición y Uso Anormal del Atuendo en jóvenes españoles, no podíamos ni imaginar lo que años después ocurriría entre las tribus urbanas de las grandes urbes de Japón. La palabra 'Cosplay', del inglés 'Costume role play', se usa para denominar a jóvenes japoneses que tratan de interpretar un papel a través de su indumentaria, para lo c ual se disfrazan como sus personajes favoritos de manga, anime, películas, libros, cómic, videojuegos o cantantes. Este fenómeno surgió en los años 70 en las Ferias de Cómic que se celebran en Odaiba, Tokio. El fenómeno ha ido en aumento, y hoy es común ver a gente disfrazada por la calle, o participando en concursos nacionales o internacionales, como el Word Cosplay Summit en Japón, o el Yamato Cosplay Cup en Brasil. Los 'Cosplay' se denominan a sí mismos 'reiya', y tienen a gala hacerse su propio traje, planeando minuc iosamente los materiales, telas, peinados, maquillajes, accesorios... Estudian incluso la constitución física y gestos de sus personajes para conseguir parecerse a ellos lo más posible, y pueden emplear ingentes cantidades de tiempo, esfuerzo o dinero en ello. En Tokio, los distritos de Harajuku y Akihabara son los paraísos de los 'Cosplay'. El fenómeno se ha extendido ya por Occidente, con características propias de cada país. Hay infinidad de variantes, por ejemplo el crossplay, que consiste en disfrazarse de un personaje del sexo contrario; el kigurumi, que consiste en vestirse de ositos de peluche, animales o muñequitos; el lolicon, abreviatura de “complejo de Lolita” de acuerdo con el personaje de Nabokov; etc. Pero anécdotas aparte, lo interesante es que en la cultura japonesa reciente están apareciendo modelos de comportamiento de los jóvenes, en este caso relacionados con el modo de vestirse, que enseguida generan olas de imitación en otros países. En nuestro estudio hemos analizado sus orígenes, causas, condicionantes y consecuencias sociales e individuales para la sociedad japonesa, pero lo que de verdad nos preocupa, como observadores del comportamiento humano, es si tales conductas son simples variantes peculiares o desmesuradas de la normalidad, o si por su grado de divergencia, extrañeza, compulsividad o adictividad debemos considerarlas patológicas. Eso lo dejamos a su criterio, aunque seguro que si un día aparece por su casa un hij@ disfrazad@ de algo con un hombre japonés rarísimo, sus padres van a dudar si llevarle o no al psiquiatra. En fin, son esas cosas raras que tienen los japoneses, que ojala fuera lo peor que pudiera ocurrirles.

Etiquetas: Japon, cultura, sociedad 25/03/2011 13:01. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.


25/03/2011 13:01. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

JAPÓN CERCANO Por Nelson Izquierdo Moreno

El corto y el largo plazo 19.12.2010 10:12 AM

Hoy quiero compartir c on mis amigos lectores una reflexión acerca del significado del tiempo en nuestras culturas. El profesor y filosofo español, Fernando Savater en su tratado sobre la educación titulado El Valor de Educar afirma: "El tiempo es nuestro invento más característico, más determinante y también más intimidatorio: que todos los modelos simbólicos según los cuales organizan su vida los hombres en cualquier cultura sean indefectiblemente tem porales, que no haya comunidad que no sepa del pasado y que no se proyecte hacia el futuro es quizá el rasgo menos animalesco que hay en nosotros" ¿Con que actitud asumimos entonces el paso del tiempo y el camino al porvenir en cada una de nuestras culturas? ¿Cómo asumimos y enfrentamos la incertidumbre acerca del futuro? Tenemos ciertamente actitudes distintas entre japoneses y venezolanos, o tal vez entre japoneses y latinos en general. Los latinos tendemos a querer "apurar" el tiempo, a desear alcanzar todo rápido, procurar llegar pronto a ese estado que sería el del máximo bienestar, el de la felicidad absoluta. Nos perdemos en la angustia de esa búsqueda en el corto plazo, mientras parecemos carecer de la perspectiva amplia, la del largo plazo, la del proceso a seguir para llegar al destino deseado, a la meta anhelada. A los latinos, parece que nos gusta más quemarnos en el fuego abrasador del corto plazo, vivir para hoy, mientras que los japoneses parecieran preferir el fuego lento, el del largo plazo. Para ilustrar podríamos pensar que avanzar en el tiempo es algo así como navegar. Se puede entonces navegar por la vida con mayor o menor visibilidad. ¿Con cuanta claridad podemos observar el horizonte temporal de nuestras vidas, a partir de los preceptos de nuestra cultura? Usando la terminología de la navegación, creo que para los japoneses es importante tener una visibilidad casi infinita, para nosotros muchas veces la visibilidad resulta ser muy corta o casi nula. Para esta gente el horizonte temporal es mucho más amplio y lo interesante es que esto no es solo a nivel individual o personal, lo es también a nivel país, a nivel nación. Cuando muchos de nosotros no tenemos idea de donde estaremos o qué estaremos haciendo en una semana, menos en un mes o en los próximos años, los japoneses tienen planes y agendas bastante claras, sus calendarios están llenos de compromisos, programas, metas, actividades. Pasa igual con sus empresas y su gobierno. M ás allá de los vaivenes de la política o la economía, hay cosas que deben trascender en el tiempo, metas nacionales, objetivos de largo plazo, propósitos de largo aliento que van más allá de una generación, que están por encima de cualquier disputa o discusión. En nuestro caso, si se trata de planes a nivel país pareciera que siempre navegamos en aguas crispadas, con muy poca estabilidad, vamos hacia adelante con poca o ninguna visibilidad, por rutas donde vamos cayendo en baches o huecos, dando frenazos, marchas y contramarchas, tomando desvíos o hasta devolviéndonos. Es como si, por tener esa poca visibilidad o por una limitada confianza en el porvenir, no sabemos si el precipicio esta al frente, así que importa mucho más el ahora, importa más el "ya" que el "mañana".


Hablando sobre el conc epto del tiempo para los humanos, Savater también advierte: "La panorám ica temporal es el contrapeso de nuestra conciencia de la muerte inexorable, que nos aísla aterradoramente entre todos los seres vivos. Los animales no necesitan el tiempo, porque no saben que van a morir; nosotros a través del tiempo ampliamos los márgenes de una existencia que conocemos efímera……." Los humanos pues queremos sacarle el máximo provecho al tiempo, naturalmente, y así lo queremos tanto venezolanos como japoneses. Solo que cada uno asumimos esa angustia existencial de manera diferente. Veamos pues lo que pasa con una fiesta en Japón. Una fiesta japonesa no dura para siempre, lógicamente. Tampoco las nuestras, pero cómo nos gustaría que sí duraran, ¿verdad? Por muy placentera que sea la fiesta todos sabemos que se tiene que acabar. La costumbre aquí es que todas las fiestas, que son por supuesto una ocasión placentera, tengan un horario establecido. La fiesta comienza a la hora y se acaba a la hora prevista. Todos los asistentes están al tanto de eso y así lo aceptan. Es decir, se sabe, se tiene conciencia de que "mañana será otro día", esta no será la última fiesta de nuestra vidas y que hay que guardar energías para seguir produciendo y disfrutando de otras cosas, mientras llega la siguiente fiesta. En nuestro medio algunas fiestas se entienden muchas veces como la última fiesta de nuestras vidas, para algunos más que otros la celebración tiene principio pero no fin, se dice "hasta que el cuerpo aguante", es como que no hay mañana. Por supuesto que nadie es capaz de adivinar el futuro, pero tenemos la obligación de crearlo., de alcanzarlo. La disposición que tienen los japoneses a mirar hacia el largo plazo, proviene de contar con una especie de certeza sobre el devenir de las cosas, una seguridad que les permite otear el futuro con confianza, mantener la fe en el porvenir y adoptar una actitud preventiva que les motiva a planificar y preparar todo bien, con la anticipación debida para conseguir avanzar, para progresar de manera cierta, para lograr sus objetivos. Para el japonés es importante contemplar la vida como un tránsito pausado con muchas paradas, no como una carrera impetuosa de gran velocidad. El japonés se da su tiempo para apreciar las cosas pequeñas, para contemplar la belleza en las cosas sencillas y la naturaleza. Esto proviene, sin duda, de una actitud asociada a la meditación y a una óptica diferente acerca de la vida que ha sido forjada a lo largo de siglos. El famoso poeta japonés del siglo XVII, Matsuo Bashoo, plasmó la esencia de la contemplación de la naturaleza y de capturar el tiempo en un instante mágico en muchos de sus hermosos poemas cortos o Haykus como el que dice: furuike ya / kawasu tobikomu / mizu no oto un viejo estanque / la rana que salta adentro / el sonido del agua En Japón, sin duda ,se vive para hoy pero no se olvida el mañana. Se piensa en el mediano y en el largo plazo tanto como se aprecia el poder capturar la belleza o la simplicidad irrepetible del instante en que se vive hoy. Hagamos también nosotros del tiempo nuestro aliado. Aprendamos de esta óptica acerca de la vida, y no nos conformemos sólo con contemplar el corto plazo, con liquidar la angustia por el hoy. Con plena conciencia de ellos, hagamos planes para el mediano y para el largo plazo, contemos con ellos, con confianza, con optimismo. Disfrutemos de lo valioso tanto del tiempo actual como de lo que nos puede deparar el porvenir, anticipándonos, planeándolo, observándolo a lo lejos.

Estamos en una época especial del año. Y por lo valioso de este momento, de este tiempo, de estas fechas para nuestras vidas, aprovecho para desearles a


todos, donde quiera que se encuentren, unas !M uy felices fiestas!

Etiquetas: Japon 23/03/2011 12:38. gustavo hidalgo #. Japon No hay comentarios. Comentar.

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