Los caminos del racismo en México Jorge Gómez Izquierdo Coordinador
BUAP, Plaza y Valdes, México, 2005
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El señor conde y la humanidad. Los prejuicios étnico-raciales de un viajero suizo decimonónico Guy Rozat Dupeyron
Resumen. Durante el siglo XIX fueron muy numerosos los viajeros que se personificaron en México. Atraídos a estas tierras por diversos motivos, muchos dejaron de su experiencia mexicana escritos que aunque algunas veces son solo el resultado de una experiencia personal y fueron redactados a partir de sus prejuicios, representan para la historia de México una importante fuente de información sobre ese siglo. En las numerosas cartas que el naturalista Henri de Saussure manda a su familia y que analizaremos aquí, en la medida que ese no es, ni un colono fracasado, ni un aventurero en busca de El Dorado, sino un joven científico muy atento a la naturaleza, a la realidad política, así como a la historia de México, encontramos un manantial de informaciones puntuales y realmente mucha materia para las reflexiones del científico social de hoy. Pero en el presente ensayo solo nos limitaremos a estudiar algunos prejuicios “raciales” de ese científico, que innumerables también, acompañan las informaciones sobre ese México que ve o cree ver, y que atraviesa furioso y decepcionado. Pero ese México real en revolución no se parece en nada al México imaginario que se forjó a partir de la lectura de los grandes viajeros que lo precedieron.
Introducción El joven Henri De Saussure, diplomado de Paris y de Berlín, vástago de una familia de científicos ginebrinos reconocidos, deseoso de hacerse un nombre en la ciencia de su tiempo preparó con mucho esmero el viaje que hizo a las Antillas y a México entre 1854 y 18561. Hacía años que soñaba con realizar un viaje a algún país lejano, que en esos entonces era fundamental para la formación y la fama futura de un naturalista. Ya en 1850 cuando tenía solo veintiún años, escribía en su diario: Nada podría remplazar el tiempo que paso leyendo libros de viajeros célebres, Humboldt por ejemplo. Ardo de deseo por seguir su ejemplo y visitar países lejanos, pero al mismo tiempo, siempre me pregunto si la providencia me permitirá algún día realizar una empresa tan vasta, si sabré sacar los frutos que todos ellos han sacado.”2 Durante algún tiempo piensa dirigir sus pasos hacia África, pero como en el Museo de Historia Natural de Paris descubre muchas colecciones de plantas y animales americanos sin ordenar,
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Saussure,Henri de, Voyage aux Antilles et au Mexique ,1854-1856, Olizane, Genève, 1993. Ibid, p.9
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realizando esas clasificaciones, se familiariza con la flora y la fauna americana
y así
naturalmente empieza a dirigir su mirada hacia ese continente marcado en ese tiempo por las omnipresentes huellas del barón de Humboldt. Lee todo cuanto encuentra a su alcance en las bibliotecas europeas sobre México y América. Su fascinación mórbida por la obra del barón prusiano es evidente, incluso si pretende venir a América a corregir “los errores” del famoso viajero3. También establece una red de comunicación con personajes oficiales y privados, tanto a través de Europa como en México, susceptibles de favorecer su proyecto. Con todo este cúmulo de informaciones, el personaje parece tan seguro de sí mismo que no debemos extrañarnos si puede escribir, en la primera carta a su familia que redacta en el barco que lo lleva hacia América: “ya conozco México a fondo, y creo que tocando tierra abordaré a un país ya conocido”4 Y algunos renglones después añade: “A veces me río de vuestros temores sobre el desarrollo de mi viaje. Según ustedes este lindo país de México no es más que una caverna de bandidos y una cueva de ladrones, corroído por la fiebre amarilla...” Pero como en el barco iba un grupo de mexicanos con quienes está forzado de cohabitar, tiene tiempo para informarse más sobre México y sobre la gravedad de la fiebre amarilla y puede escribir a su madre angustiada que esa enfermedad no era tan terrible y que los mexicanos “se burlaron de mí cuando les manifesté sus terrores.” La conclusión que saca tanto de sus lecturas como de sus conversaciones con algunos mexicanos es que: “México es un país de risa y los habitantes también son gente para reírse”.5
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Saussure, Henri de, op.cit., p.27 Lo que no le impide hacerse del apoyo del sabio alemán, quién muy amablemente le da una carta de recomendación para sus viejos amigos y corresponsales mexicanos. 4 Saussure, Henri de, Voyage aux Antilles et au Mexique ,1854-1856, Olizane, Genève, 1993, p.27 5 Op cit., p.28
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Evidentemente hay una gran parte de fanfarronada en esas primeras afirmaciones sobre México, pero si ponemos de lado el lado “humorístico” de ese juicio podemos ver a pesar de todo en acción esa pretensión general de ese representante del logos occidental que afirma ya conocer el mundo antes de haber llegado a las tierras que va a visitar e incluso ya las ha juzgado. De un logos siempre inventando al mundo y describiendo al otro según la dialéctica bien conocida de lo mismo, pero cuando ese mismo se vuelve problemático, se irá utilizando principalmente la figura de la inversión. Si el otro no puede ser yo -¿y quién puede estar a la altura de nuestro joven científico suizo?- por lo tanto, si esos otros que va a encontrar no pueden ser sus álter ego, solo podrá pensarse como su inverso6 . Es esa suficiencia sin fallas la que llamó poderosamente nuestra atención, al hojear el libro, cuando lo encontramos por azar en una librería de segunda mano. En la medida en que estas cartas del joven científico suizo no estaban destinadas a una futura publicación, sino al círculo de los íntimos, podemos ver expresarse sin ningún freno de lo políticamente correcto de su época, en toda su crudeza y jocosidad, los prejuicios de un joven occidental.7 No queremos hacer de ese viajero El prototipo de todos los occidentales de esa época, pero sí creemos que en sus innumerables juicios sobre los otros hombres, hay algo fundamental, un núcleo que bien vale la pena analizar y que nos parece pertenecer a la matriz de la civilización occidental en sus relaciones con los demás. Por otra parte el interés por estudiar las cartas de este viajero en particular, es que no se trata de un hombre de pocas luces, al cual una falta de cultura pudiera parecer como una excusa para sus juicios negativos y radicales sobre los otros. Al contrario, se trata del hijo de una familia reconocida de científicos, él mismo a pesar de su juventud es un científico conocido, que ya ha publicado varios trabajos que han sido bien acogidos en el medio científico europeo. 6 Guy Rozat, Las representaciones del indio, una retórica de la alteridad , Debate Feminista, año 7, vol.13, abril 1996, México. 7 Si estas cartas hubieran estado destinadas a la publicación se hubiera desarrollado desde el momento de su escritura un trabajo de censura sobre su textualidad. El interés principal de estas cartas es que son documentos relativamente brutos salidos al calor de la pluma y enviadas a personas con quienes el autor se siente en plena complicidad de ideas y prejuicios.
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Por otra parte, tratándose de un suizo podíamos pensar que este no estaba ligado o influenciado directamente por los sectores que en las opiniones nacionales empezaban a apoyar la nueva expansión europea ultramarina8. Por fin se trata de un sujeto que escribe antes de lo que será la gran ola del racismo científico de la segunda mitad del XIX. Por otra parte, el hecho de que sean cartas a su grupo familiar, la complicidad de los intercambios que vemos desarrollarse nos permite pensar que muchos de sus juicios son compartidos por ese mismo grupo familiar, y por lo tanto no es ninguna casualidad si un descendiente de ese mismo Henri se vuelva décadas más tarde un teórico del colonialismo. Así creemos que más allá de la visión del joven Henri de Saussure se pueden reconstruir algunos elementos de esa especial manera de los occidentales de ese periodo de apropiarse del mundo y armados de la creencia narcisista en su superioridad natural se instauran en el siglo XIX como los amos del universo.
Los prejuicios del joven Henri
Si hemos dicho que esos textos son producidos antes de la gran ola del racismo científico, quedaría por aclarar si podemos considerar a nuestro viajero llanamente como racista. Cierto es que a grosso modo utiliza términos despectivos y fórmulas que serán en el siglo siguiente el vocabulario y las expresiones e imágenes clásicas del racismo. Pero es probable que para entender históricamente al fenómeno del racismo, sería preferible no adelantarse y tachar sistemáticamente de RACISTA a todo individuo que profiera algún juicio negativo sobre otro hombre, porque de esa manera los conceptos de racismo como de antirracismo se vuelven opacos y pierden toda pertinencia histórica. Por eso proponemos de ver en los prejuicios del joven Henri solo manifestaciones de la manera en que la conciencia europea se ve a sí misma, al mundo y a
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Recordando que es en esos años cuando empieza a gestarse entre las grandes potencias coloniales europeas la gran estrategia de apropiación de la cual saldrá el reparto de África y Asia.
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los demás desde hace varios siglos.9 Si tuviéramos que ponerle etiqueta a nuestro joven Henri es muy probable que perteneciera aún al siglo de las luces, muchas de sus cóleras, sus prejuicios de clase, su fascinación por los honores nobiliarios, los símbolos jerárquicos, la caza, y al mismo tiempo, la valoración del mérito y de la acción individual lo jalan hacia un modo de vida y valores de esa aristocracia ilustrada, con títulos de nobleza reconocidos o no del XVIII. 10 Una oligarquía rica, ilustrada que está desapareciendo frente a la nueva burguesía financiera e industrial, dueña de esa modernidad que lo espanta y le hace odiar por ejemplo a los yankees. Por fin su anticlericalismo virulento es más que una particular forma suya de la denuncia tradicional del papismo por un protestante, la violencia de la denuncia huele más al “ecrasons l’infâme” de Voltaire, a Diderot y a la “clique holbachique” que a una crítica decimonónica de la Iglesia católica. Recordemos que de hecho, al contrario, en la mayoría de los países europeos en esos entonces las iglesias firman un vigoroso pacto social y político con esa nueva fuerza social en el poder11. Censar todos los prejuicios de nuestro viajero sobre los hombres que encuentra en sus dos años de viaje en solo unas cuantas páginas parece una tarea imposible y solo podremos intentar establecer parte de la taxonomía que organiza en sus cartas ese naturalista, que no clasifica solo plantas e insectos, sino también a los humanos. En la jerarquía de los prejuicios expresados la cantidad correspondientes a los mexicanos tiene evidentemente un lugar preeminente, a cada paso que da en este país afloran juicios sobre el lugar y sus habitantes y por eso nos dedicaremos aquí a mostrar como ve el viajero a los mexicanos, pero nos apreció importante en un libro sobre “Racismo” recuperar los prejuicios que florecen en sus cartas cuando empiece a relatar su
9 Ver por ejemplo Rozat Guy, Identidades y alteridades. El Occidente medieval y sus otros, Desacatos no4, Racismos, Ciesas, 2000, pp.27-43. 10 Es probablemente por eso que aceptara jubiloso que en América se le otorgue un titulo de nobleza que sabe ficticio, pero que si no es real marca claramente la diferencia esencial entre él y el resto de los humanos que puede encontrar en esas tierras. 11 Por ejemplo en Francia en los mismos años del viaje de Henri de Saussure, se concluye esa alianza entre la iglesia y la burguesía que permitirá a la iglesia como institución fortalecerse, reconstituyendo su sistema de organización y de propaganda así como su riqueza temporal. El aparato eclesial francés y por lo tanto su riqueza se multiplica por 3 en el periodo incluido entre 1850 y 1880.
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primer contacto con América, cuando entra en contacto con la población de origen africana en las Antillas y con los colonizadores hispanos.
I Los monólogos oceánicos del conde Henri Un México imaginario.
En el barco que lo lleva de Francia a Inglaterra de donde sale su vapor para las Antillas y México nuestro viajero conoce a sus primeros mexicanos reales. Rápido expresa sus primeros prejuicios, solo son “un cargamento de mexicanos, todos ferreteros, puros pelagatos, en una palabra, verdaderos mexicanos, exceptuado uno que es el encargado del correo diplomático y al cual me pegué...”
Vemos en esa primera frase expresada sobre los mexicanos sus prejuicios
aristocráticos, los comerciantes, los ferreteros, son iguales a nada, solo es digno de atención un personaje que participa de alguna manera del poder12 . Se puede ver también aquí expresada la superioridad natural del occidental, los mexicanos son realmente poca cosa, lo que explica el comportamiento arrogante que tendrá a todo lo largo de su viaje en sus relaciones con los habitantes de México. Así ese prejuicio aristocrático, más que racista en el sentido clásico del XIX y del XX, lo llevará a reconocer las luces y las cualidades de unos cuantos mexicanos13. Esos escasos mexicanos que le parecen “tan poco mexicanos” son finalmente siempre hombres ricos, comerciantes, empresarios, lo que no quiere decir que sea un adulador sistemático de los representantes del poder o del capital. Al contrario es bastante crítico del estado mexicano y de los políticos mexicanos en general. De hecho sus juicios críticos son ante todo la expresión de su enojo porque como llegó a México al final de la era de Santa Anna los problemas políticos
12 Incluso en la descripción de sus relaciones con el General Mayor García Conde, el tono es burlón y un tanto despectivo, su interés hacia ese personaje es sacarle informaciones frescas y útiles para su viaje: “Pregunto mucho y haciéndolo con astucia saco una gran cantidad de cosas que me serán útiles y que cada uno considera como tan triviales que nadie habría pensado en hablarme de ellas.” 13 Así conocerá en Córdoba, Ver. al señor Nieto, uno de sus corresponsales mexicanos, del cual cuenta, “ese hombre es totalmente europeo por sus maneras”. Si ese mexicano es tan poco mexicano “ es probablemente el único mexicano que camina rápido, el único que posee una biblioteca científica y una colección de insectos”, pero sobre todo es un hombre rico que cultiva 1.000,000 de pies de tabaco y 200.000 de cafés y lo recibió muy gentilmente e incluso le regala una colección de insectos.
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suscitados por el fin de la era de su Alteza van a contrariar la organización de su viaje y sus proyectos de investigación. Promiscuidades. Abordo, antes incluso de expresarse sobre antillanos y mexicanos, su sentimiento de superioridad aristocrática, se ejerce ya sobre “la raza” (blanca) del personal de servicio. Como la comida y el servicio no están a la altura de lo que se puede esperar, o de lo que esperaba el joven suizo, este organiza un movimiento de protesta al cual se unen algunos pasajeros. Exageración o no, según el relato del incidente a su familia, se hace investir del poder de reorganizar el servicio en el vapor, cuya máquina por otra parte, está fallando. Lo que más lo molesta es que en el barco no haya división de clases y eso realmente chocante para nuestro científico, solo hay un salón para comer: “Todos comemos revueltos, el resultado es que la gente sin educación se echa sobre los platos más comestibles. Nuestras comidas son asquerosas. Se cuentan fácilmente 10 platos sobre la mesa pero son tan detestables que por fuerza tengo que desayunar y cenar papas hervidas.” Y el colmo es que también los empleados de los viajeros comen en ese mismo salón aunque sea en un segundo servicio, esto lo pone evidentemente furioso ya que no encuentra otro lugar para poder escribir tranquilamente más que la mesa del comedor. 14 En su primera carta se esboza así el retrato de nuestro joven ambicioso, su manera de relacionarse con la gente y su deseo narcisista de dominar e imponer su voluntad y sus intereses particulares sobre el mundo. Pero para combatir el aburrimiento y lo tedioso de esos largos días de viaje, el joven científico soliloquia, a lo mejor para exorcizar cierta angustia, prosigue su reflexión sobre México y los mexicanos, integrando el fruto de sus conversaciones con los recuerdos de sus estudios. 14 Esa primera carta es interesante no solamente por los prejuicios expresados sino para entender las condiciones de viaje al interior de esos primeros vapores que no son más que antiguos veleros que han sido adaptados, mal que bien a la navegación al vapor. También el abasto, así como la formación del personal dejaba mucho que desear si creemos en el testimonio de nuestro viajero. Y en cuanto a la promiscuidad con las “clases subalternas” escribe molesto: “Me expulsan (de la única mesa que sirve para comer) para dejar el lugar libre a los domésticos que cenan también en el salón” (subrayado nuestro: el colmo.)
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Un rito de paso, la aduana Si México es un país de risa, lo más chistoso es la aduana, afirma nuestro viajero. Leyendo ese relato entendemos porqué se extiende tanto sobre esa administración mexicana, el tema de la aduana debía ser recurrente en las conversaciones entre los pasajeros. La regla parecía ser que se podía pasar “todo lo necesario para el uso personal”, evidentemente eso se presta, dice nuestro suizo, a una gran corrupción. Cita el ejemplo de un pasajero, Monsieur Alexandre, quien “tiene el nombre y toda la facha de un peluquero”(sic), y que pasó150 pares de guantes “para su uso personal”15. Pero si realmente el aduanero quiere hacer su trabajo hay que ponerse a gritar y hacer que se llame al director, quien de todas maneras jamás se molesta en llegar. Pero también si “la cantidad de relojes, guantes y otros objetos personales pasan de lejos la cantidad que la imaginación más vagabunda y la indulgencia más elástica permiten...”, lo más natural es dar uno o dos codazos al aduanero, darle su carta de visita y éste gentilmente cerrará las maletas, pero en la noche se presentará en el hotel para hacer una visita “desinteresada y amable”. Por esta corrupción, explica nuestro viajero, México no saca de sus aduanas lo que debería. El erario nacional no tiene ingresos y en consecuencia los empleados federales no están bien pagados por lo que se vuelven bandidos. Bandidos, personajes de novelas. El suizo introduce así una interesante digresión sobre los bandidos mexicanos, que será un tema recurrente en todas sus cartas. Sí, estos son muy numerosos en México, pero cuidado, no pertenecen a una chusma cualquiera, en general son hombres “bien nacidos, bandidos con buenas maneras.” Aunque informa que si en estos entonces estaban bastante perseguidos, seguían atracando viajeros, pero solo robaban lo que podían agarrar rápidamente. Esos bandidos de zarzuela, si pedían temblando, también huían pidiendo perdón, explicando a sus víctimas que era la miseria la que los había empujado a tomar ese camino, antes habían sido empleados 15
Ese personaje que desprecia así en un primer movimiento -cómo alguien como él tiene que convivir con un peluquero- se revelara después como perteneciente al círculo de los íntimos de Santa Ana y su mujer y probablemente como un agente de las múltiples triquiñuelas financieras de su Altesa Serenísima.
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honestos del gobierno y eso era lo que los había arruinado. En general se podía tratar con ellos y llegar a un acuerdo y separarse dándose la mano, como “auténticos caballeros”. Si era cierto que los bandidos eran más numerosos en las grandes vías donde circulaban las exportaciones de plata mexicana, era también un hecho muy conocido que los atracadores de caminos secundarios sabían casi siempre lo que había en las maletas de los viajeros, y solo atacaban muy bien informados. Así para prevenir esas inoportunas intervenciones, explica a su familia que en las ventas y posadas dejará ver el contenido de sus maletas, llenas de cajitas, hierbas, insectos y papeles. Y que, si a pesar de todo algún loco se atrevía a atracarlo, asegura, que abriría fuego con todas sus armas sin titubear. Las armas son otro tópico que nuestro viajero no deja de mencionar, está orgulloso de sus pistolas y de sus carabinas de doble cañón. Como viajan a caballo tiene siempre las armas a la mano, la carabina en la espalda y las pistolas en el cinto. Por la manera tan tensa con la cual describe el placer y sensación de potencia que le procuran esas armas, se intuye que le gustaría, si la ocasión se presenta, utilizarlas no solamente contra los patos y animales silvestres que no pierde la ocasión de matar, para comer y/o aumentar sus colecciones, sino también contra esas especies de animales tan poco humanos que encuentra a lo largo de su viaje16. Si está tan tranquilo de la protección que le procuran sus armas es porque está convencido de que los ladrones y los mexicanos en general son muy cobardes, y no vacila en escribir: “El mexicano está hecho de tal manera que no resiste al placer de huir a toda velocidad cuando una bala chifla cerca de sus orejas.” Está convencido de que los mexicanos eran tan cobardes que era suficiente con matar a un bandido para que los otros 24 huyeran despavoridos. Justicia de zarzuela Y en ese monólogo que redacta para su familia por asociación de ideas, la imagen de los bandidos lo lleva directamente a hablar de la justicia. También la justicia mexicana es de risa, o más bien, no existe si como escribe: “la justicia mexicana es de una admirable organización: 16
Viendo en Veracruz el espectáculo de una cuerda de forzados, escribe “viendo estas caras sombrías y barbudas, como no se ven en Europa, me parecía tenerlos en la mira de mi carabina”
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cada quien se hace justicia a sí mismo”, fórmula humorística que para un suizo ilustrado llega a negar la misma posibilidad de la Justicia. Si tu sirviente te roba, explica, hay que darle una buena tunda a palos, pero sin testigos, sino se podría quejar a un juez, que aunque el sirviente fuera culpable condenaría al amo, porque es el único que tiene dinero para pagar una multa. Si todo se hace sin testigos, “el sirviente no se atreverá a quejarse, porque el amo mexicano tiene la costumbre de mentir, negará todo, llegará incluso a sostener que ni conoce a su sirviente”. Esos primeros escritos redactados en la promiscuidad de los primeros barcos de vapor, nos ha permitido esbozar un primer retrato de nuestro viajero y observar que ese lleva consigo ya, antes de llegar a las tierras americanas muchos de los prejuicios que ordenaran sus relaciones con los americanos. II América ya llegue. El conde Henri en las Antillas
Pero como El Paraná se demora por múltiples descomposturas en el Atlántico, cuando llega a Santo Tomás donde el viajero debía tomar su correspondencia para México ésta se había ido ya. Condenado a viajar de isla en isla, el texto de sus cartas se olvida de México y de los mexicanos para consagrarse a la descripción de una región que no pensaba visitar. Si el viajero está furioso por ese contratiempo que perturba sus planes, para nosotros será una fuente infinita de reflexión por la reiteración jubilosa de sus prejuicios frente a la realidad contrastada de las Antillas. -Las maravillas de Saint Thomas. La primera carta americana la redacta en Santo Tomás, pequeña colonia danesa y punto de encuentro de diversas líneas de navegación que unen a Europa con las Américas, empieza con descripciones muy pintorescas, los viajeros escapan por fin a la promiscuidad forzada de la vida en el vapor, y el cambio de alimentación es bienvenido17 . El viajero tiene la impresión de haber llegado a una “decoración de teatro, pero una decoración animada”y “cuando encontramos 17 “Hacemos comidas deliciosas de pescados voladores, de bananas, patatas y cocos” pero pronto el viajero forzado a navegar sin rumbo por las Antillas, sin encontrar un barco para México, no tardará en vomitar gran parte de esa nueva cocina.
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negras cargando canastas llenas de naranjas y de frutos de formas extrañas creímos estar en la ópera”. Nada parece poder alterar el sentimiento de felicidad que le procura el descubrimiento de ese nuevo mundo americano. Negros extraordinarios
En ese paisaje, negros y negras, mariposas, ciempiés y lagartijas tienen el mismo estatuto, son partes del paisaje. Pero algo rápidamente choca a nuestro viajero. En esa próspera colonia danesa los negros “parecen muy felices, son propietarios de tiendas, se pasean muy bien vestidos, incluso hay algunos vestidos con elegancia y que tienen maneras distinguidas”. El correo incluso esta en manos negras, “parece como si aquí escapasen los negros a la regla común” y “cosa extraordinaria, los negros prosperan y se civilizan sin golpes de palos”. En efecto solo ve negros “trabajadores, activos, sonrientes”, no ve a esos tradicionales negros de caricatura ni de sus prejuicios, insolentes, sucios, harapientos y todo el día acostados tomando el sol. Pero para nuestro joven científico, esa aparente prosperidad de los negros de Santo Tomas no les quitaba “su negritud”, “ a pesar de todas estas cualidades, siguen siempre siendo negros, la riqueza no va con su color, nada es más grotesco que el observar a uno de estos morricaud18 con aspecto muy respetable, canoso, con lentes cercados de plata, examinando su reloj en la puerta de su tiendota y aparentando que no le molesta su saco hecho a la medida, ni el cuello estrangulado por una corbata perfectamente anudada.” Los negros en esta isla son muy felices, cantan todo el día, lo que constituye un ruido de fondo muy agradable, de noche bailan y siguen cantando “sus cantos monótonos pero armoniosos”, en el puerto, a la luz de la luna.19 Criollos degenerados 18
La palabra Morricaud que utiliza en contraste con la descripción del aspecto respetable y civilizado de esos comerciantes, es voluntariamente despectiva y constituye un intento por hacer ver a sus corresponsales lo inaudito del espectáculo. La palabra “morricaud” se empleará de manera despectiva en Francia durante toda la época colonial para designar a casi a todos los no blancos europeos. 19 Esa descripción aparentemente positiva de la felicidad de los negros de Santo Tomas no debe engañarnos, para un suizo de esa clase social y esa época como para muchos europeos del mismo rango, hay algo de obsceno e indecente en esas manifestaciones gratuitas y públicas de felicidad. En su incontinencia festiva, en esa incapacidad de refrenar sus emociones de placer, estos negros demuestran que finalmente a pesar del éxito económico aparente de algunos de ellos, son solo primitivos.
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Pero no hay solo negros y mulatos en Santo Tomas para sorprenderlo, las costumbres de los criollos llaman su atención, aunque hoy podemos preguntarnos si su mirada aquí también no está falseada por la añeja visión de los criollos americanos producida por las Luces europeas, y que trajo con él, por esos criollos degenerados que describía Cornelius de Paw y enfurecían tanto a nuestro Clavijero. Después de escribir que las mujeres criollas “son de una blancura notable”, afirma que “los criollos tienen un miedo fenomenal al sol”. Los europeos, incluso, tienen una mejor constitución y resistencia al sol, pueden caminar bajo sus rayos mucho mejor que ellos, que no pueden caminar con rapidez sin caer en un ataque de nervios. Solo salen temprano o al anochecer y bajo enormes panamas que los protegen del sol, “el resto del tiempo duermen bajo sus mosquiteros y beben ron”. Resultado, todos los comerciantes criollos están borrachos al mediodía. Con esta última condena acaba su retrato, pero nosotros podemos interrogarnos si este retrato desfavorable del criollo no debe ponerse en paralelo con el éxito de los negros, será la especie de degeneración de los criollos la que permite y sostiene el extraño y fuera de lo común éxito negro. Una naturaleza para el pincel
La mayor parte de esa primera carta americana esta dedicada a la descripción de la naturaleza antillana cuya seducción intenta hacer compartir a sus familiares, aunque no encuentre las palabras para describir ese encantamiento. “Las palabras son vanas, hay que haberlo visto. Creo que nadie podría pintar este efecto, porque cada país tiene su poesía propia y estos lugares por donde navegamos solo podrían ser recreados por pintores que los hubieran estudiado durante mucho tiempo.” El viaje tiene que continuar finalmente su vapor ha puesto el cabo sobre Haití. Si la comida a bordo sigue igual y los mal educados siguen comportándose como siempre, “les hicieron el favor” de embarcar frutas tropicales, naranjas, piñas, cocos. Pero el viajero ya no los aprecia porque está de muy mal humor, su deriva sin fin a través de las Antillas lo pone furioso. La escala forzada que tiene que hacer en Haití no estaba prevista y nada sucede como lo había
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planeado. Incluso un corto viaje a Jamaica no dio los frutos esperados, fue a esa posesión inglesa para obtener dinero, pero el representante local de su banco inglés no quiso pagarle una carta de cambio y tuvo que regresar con su mismo vapor a Santo Tomas y sin dinero.
B) Haití
y los haitianos vistos por el conde Henri
Llegando a Haití sabe que su estancia ahí no es muy bienvenida, las autoridades no acuerdan fácilmente permiso para visitar el país, ambas cosas llenan su pluma de acidez. 20 El encanto de los trópicos se está esfumando, y si las frutas son las que reciben las primeras gotas de su humor ácido, Haití, sus habitantes, su gobierno, van a recibir un diluvio de juicios negativos cuyo desprecio alcanza proporciones impresionantes.21 Finalmente encuentra un pequeño interés en ese viaje forzado y considera que esos contratiempos le permitirán visitar “un país enteramente nuevo, que muy pocos viajeros han visitado aún, que nadie ha explorado”, aunque lamenta el numero restringido de días que se le acordaron.22 Conforme a su costumbre contacta inmediatamente a los cónsules, representantes de las potencias europeas y logra hacer con la ayuda de estos personajes que su dinero le sea pagado. Su atracción por los uniformes que marcan el rango y enuncian a la persona, se ve confrontado con el estado lamentable, uniformes hechos jirones, armas inservibles, soldados descalzos o con chanclas del ejército Haitiano lo que le permite hacer digresiones llenas de humor despectivo sobre ese ejército de negros en un país de puros negros. Al leer esas páginas es evidente que
20 “Tienen derecho de poseer y habitar en este imperio (Haiti) solo los negros y hombres de color.”p.50 Al desembarcar se siente mal, “en posición precaria” porque “los blancos son tolerados en este país y nada más”, pero el que más se burla con manifestaciones ruidosas de la garita de la aduana de Haití es su sirviente Marc.. 21 Si las naranjas son una santa bendición en este país, las piñas, son bastante ácidas y en cuanto a los cocos, no valen nada. “Los he probado porque leí hace 19 años el “Robinson Suizo” (una de las muchas imitaciones que suscitó el éxito del Robinson Crusoe de Daniel de Foe) pero francamente considero que Robinson era muy tonto por pasarse toda una tarde lanzando piedras a los monos para procurarse ese fruto sin sabor” 22 De Saussure da dos razones a la restricción de ingreso a extranjeros; la primera es que “Soulouque (el emperador de Haiti) no deja entrar a nadie, ni permite recorrer el interior, temiendo que la riqueza del suelo pusiera a prueba la avidez del extranjero...” Explicación demasiado racional para ese ilustrado quien propone también otra: “los haitianos sienten muy bien su inferioridad natural, creen que los blancos son brujos y que si se instalan en la isla, se apoderarán de ella.” p 55.
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nuestro viajero las escribió con un placer intenso, parece una revancha contra aquellos negros tan limpios, tan cuidadosos de sí mismos, tan exitosos de Saint Thomas, en Haití el naturalista encuentra por fin a “sus” verdaderos negros. Se burla del viejo emperador que gobierna ese extraño país y que un día mandó un ejército de 18,000 hombres para liberar a sus hermanos negros de Santo Domingo pero que fue parado por un solo cañonero suizo que acabó con 5,000 de esos soldados libertadores. Nuestro científico visita a las autoridades y describe al gobernador de la provincia de Jacmel, puerto donde está autorizado a residir: “Es el más pobre diablo del imperio. Su casa es una de las más humildes... el hombre es digno de ser visto, es la bestia más curiosa de Jacmel. Pasa por incorruptible...” pero en lugar de ser una cualidad, la honorabilidad de un negro parece más bien ser la prueba de la completa estupidez del personaje. Pero lo que más molesta a nuestro ilustrado, es que aquel tenga la costumbre de decir, a los escasos extranjeros de paso por su circunscripción, que si se pica a un negro y a un blanco la sangre que sale es roja, idéntica en los dos casos, por lo tanto, “la identidad más perfecta entre las dos razas es demostrada.” Constatación a la cual nuestro ilustrado añade, para su parentela, que si se pica a un burro y al duque la sangre es igualmente roja, por lo tanto el duque es un burro.23 En otra carta vuelve a describir a ese personaje: “Es un hombre grande de 6 pies y tantas pulgadas, perfectamente proporcionado. En Cuba valdría 3,000 francos. Negro completo, color de carbón, porque hay negros de todos los colores y son menos parecidos a los gorilas mientras más se acercan al moreno o al amarillo.” Sabía muy bien que para tener audiencia con el duque había que pedirla con antelación, pero cómo, ¿hacer antesala para ser recibido por un negro? Así se presenta repentinamente exigiendo ser recibido. Los oficiales del gobernador lo hacen esperar un buen momento, sin una palabra, y rápidamente se siente ofendido y exasperado. Describe así la comunicación que esboza con ellos: “Cuando el primer oficial me dirige sonoros gruñidos de puerco (la palabra no es exagerada). En efecto, el negro os advierte con un sonido, un ruido, un gruñido pero su inteligencia jamás le permite dar una explicación”24. 23 24
Op.cit., p74 Op. cit.,p.76.
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Otra manera de burlarse de los haitianos es hablar de sus sacerdotes, que son según él, todos usureros, borrachos, ladrones y tienen casi todos un harén a su disposición. Estos defectos humanos no impiden que estos sacerdotes inmorales sean siempre acorralados por feligreses “horriblemente supersticiosos” que los adoran, otra prueba según él de su total estupidez.25 Finalmente confiesa que le es muy difícil describir lo que ve en ese país y reportarlo con exactitud, porque el lenguaje traiciona toda posibilidad de un relato fiel, e inmediatamente da un ejemplo de su imposibilidad semántica con un chiste eminentemente “racista”. Cuando en Suiza “se habla de tal ministro o de tal general, uno se representa a un ministro o a un general, pero aquí es diferente porque el primero es un orangután y el segundo un mono capuchino.” Su relación con la naturaleza americana es ambigua, oscila siempre entre lo maravilloso-poético e incluso épico y un realismo negativo y vengador. Así si hay bellezas en las Antillas como las que les describió ya, estas tienen que ser pagadas muy caro por todo tipo de desavenencias y tribulaciones. Y los que han escrito sobre esos países lejanos, los que “ halagan las bellezas de los mares y de las Antillas son gente que no ha conocido más que las insípidas llanuras de París o Londres, porque cuando se ha visto Suiza, se ha visto todo”. Es evidente que Suiza es para él el parangón, la medida de toda vida social y cultural pero también la naturaleza de Suiza, sus lagos, montes y valles son los instrumentos con los cuales mide siempre los paisajes que descubre. Las bellezas de la naturaleza tropical contrastan con la estupidez de los habitantes, así cuenta que despuntando el día, como se había perdido cuando regresaba a Jacmel, lanzó su caballo hacia una casita que vio a lo lejos con la intención de pedir la dirección para llegar a la ciudad. El relato de ese encuentro y de las conclusiones que saca son ejemplares de la manera de actuar de un petit blanc cuando está convencido de su superioridad natural.
25 Afirma también que en Francia cuando un cura se revela muy aficionado a la cosa venérea y se convierte en un escándalo, se manda al susodicho a las colonias y si sigue así finalmente lo mandan a Haití. Incluso cuenta que encontró a un personaje particularmente especial que estaba excomulgado pero seguía en sus funciones. Da el ejemplo de un corso de 80 años, pastor de Jacmel, que no pudo hablarle de otra cosa más que de sus mujeres y de su ron.p.59.
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“...despierto a la gente haciendo dar coces a mi caballo contra la puerta. Rápidamente tres negros con cara de espanto salen medio desnudos. Uno dice que hay que continuar, otro que hay que regresar, el tercero quiere mandarnos por una vereda que nos llevaría a perdernos en el monte. Es imposibledar cuenta del estado limitado del negro que no ha sido educado. Es apenas un ser humano, el lenguaje se le dio al nacer, pero el raciocinio le es imposible”26
Con esta actitud frente al mundo negro es evidente que nada le parece prohibido, así al querer visitar los jardines privados de la residencia del emperador, frente a la prohibición que le hace un oficial concluye: “ Nada es más chistoso que oír a un alto funcionario cubierto de galones de oro hablar el lenguaje limitado e inocente de los negros. De cualquier manera un negro es siempre ridículo en un hermoso traje, pero si además se le oye hablar, uno se inclina hacia esas cosas que nadie se atreve a pensar desde que leyó La casa del tío Tom, les puedo asegurar que el tío Tom está muy bien en teoría (como los viajes) pero de la teoría a la práctica hay un trecho. El Tío Tom es sublime, pero Montesquieu dijo que había solo un paso de lo sublime al galimatías”27 . Su reflexión sobre la economía de las Antillas también lo lleva a reconocer el papel fundamental de la población de origen africana “ Los negros son verdaderamente de una inmensa ayuda en las colonias: los europeos mueren por la fiebre como moscas y sin los negros ningún trabajo pesado podría ser realizado; los barcos estarían sin tripulación, los puertos sin cargadores, las campiñas sin operarios. En tierra esta raza es de una gran impertinencia, pero en el mar mandada por oficiales ingleses, forma excelentes marineros y excelentes servidores” 28 Reconocido el papel fundamental de esa mano de obra le queda por tocar el tema de la esclavitud porque el problema para él es cómo hacer trabajar a los negros si éstos son liberados. En su viaje forzado e imprevisto a las diferentes islas de las Antillas se da cuenta de la complejidad del problema de la abolición. “Es una verdadera lástima ver a todas las colonias que hemos encontrado en nuestro camino arruinadas, abandonadas, destruidas, en todos los lugares donde la esclavitud ha sido abolida, el 26 Henri de Saussure, op cit .p.69 27 Henri de Saussure, op cit .p.74 28 Henri de Saussure, op cit .p.87 Pero un texto como el de nuestro viajero no sirve solo par enterarnos de los prejuicios raciales de los europeos. Como se trata de un viajero observador su texto podría también servir para encontrar informaciones sobre el papel de las potencias europeas en Haití, en ese periodo mal conocido, de las funciones imperialistas de esos cónsules extranjeros y particularmente del cónsul Francés Reybaud que conoció.
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espectáculo del país es espantoso, cuando al contrario, Puerto Rico ofrece un espectáculo floreciente, de lo más limpio del mundo. La Habana es también, me han dicho, una ciudad soberbia, pero al contrario, todo lo que se ve en Jamaica y Haití no es más que un conjunto de barracas. En efecto, desde el momento en el cual el negro esta libre, ya no trabaja y como el europeo no puede trabajar en los trópicos e incluso los chinos mueren al desembarcar, las tierras siguen abandonadas y se transforman en ruinas.29 Al llegar a Cuba y a pesar de las restricciones del poder colonial español que teme una invasión de filibusteros yankees, no puede evitar retomar el problema de la esclavitud. “En Cuba el negro es el hombre más feliz del mundo... es el amo de su amo. En efecto, no le pegan por lo que se vuelve holgazán e impone una inercia a su amo que su molicie criolla no logra vencer. A la larga se le deja hacer lo que quiera.” En su reflexión aparecen los viejos argumentos que desde el fin del XVIII animaban ya los debates en la Societe des amis des noirs, donde lo que estaba realmente en juego, no era tanto la emancipación de los negros, sino la demostración de que visto desde la naciente economía política ese sistema era obsoleto. Porque nuestro viajero estima que si “el negro es un detestable doméstico” finalmente era una mano de obra muy cara, si se consideraba su precio de compra, de 3 a 4,000 francos, además de que había que vestirlo y mantenerlo, por lo que el dueño arriesgaba a perder su capital. Pero sus reflexiones sobre la esclavitud no son solamente teóricas, como pudieran ser las de un ilustrado europeo de finales del siglo XVIII, es confrontado con la realidad que ve en sus viajes y tiene que tomar en cuenta la gran falta de mano de obra necesaria para un crecimiento económico de las Antillas. Porque si no hay crecimiento autónomo, está convencido de que los yankees se apoderarán de éstas y particularmente de Cuba. Veremos más adelante cómo se sostiene ese odio a los yankees, pero solo mencionaremos aquí el rechazo a ciertas formas de la eficacia capitalista, nuestro ilustrado quiere un mundo de progreso pero que conserve las antiguas jerarquías y valores aristocráticos, y particularmente la idea de que hay hombres nacidos para ser
29 Henri de Saussure, op cit .p.89
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amos por sus eminentes cualidades naturales, y éstos en general son europeos, y hay otros hechos para servir y obedecer, es decir, el resto de la humanidad. Pero regresando al modo de solucionar el problema de la esclavitud, que es antes que nada un problema pragmático de economía y en ningún momento puede ser moral, en la medida en que, de hecho, no reconoce a los “negros” una humanidad semejante a la suya, piensa que no hay solución. Porque intenta pensar más allá de la suerte de la población esclava y más del desarrollo global del área, se da cuenta de que no hay solución porque “ahora que la trata de negros encuentra obstáculos, falta mano de obra y se hacen venir chinos que aunque libres son más esclavos que los negros. Y a pesar de todo falta mano de obra.” C) Cuba, un destino incierto. En sus cartas escritas desde Cuba seguirá retomando el problema de la esclavitud. Así encontramos el relato de la visita a dos plantaciones que pueden parecer como arquetípicas del debate sobre la abolición de la esclavitud. Paternalismo y modernización
La primera plantación azucarera es la de un hacendado inteligente, modernista, que introdujo el vapor para moler y trabajar el azúcar, que ha transformado sus medios de producción, que utiliza las técnicas más modernas para el refinamiento del azúcar y trata con relativa “humanidad” a sus esclavos. En este relato vemos cómo el joven Henri se identifica con este tipo de amo y de organización del trabajo. Está muy sorprendido por ese dueño que lo recibe con los brazos abiertos, es un hombre que ha viajado, ilustrado al punto que incluso ha leído algunas obras de su abuelo. Cuando llega a esa hacienda reina una gran excitación porque se está llevando a cabo la primera experiencia de refinamiento del azúcar con el bisulfito de calcio.30 A la hora de la comida él y su sirviente son 30 Ese hacendado particularmente dinámico no es un criollo cubano, originario de Santo Domingo, “expulsado durante la insurrección” vivió un tiempo en los Estados Unidos antes de instalarse en Cuba. Antes de sembrar caña su hacienda era de café pero fue totalmente arrasada por un huracán en 1848 que “arrancó del suelo cafetos, cocoteros, casas y hasta a los hombres. La volvió empresa azucarera porque el azúcar da ingresos casi inmediatos mientras que el café necesita varios años.”
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invitados y comparten una excelente cena con un sabroso vino de Málaga. Durante la comida, recuerda el viajero, el amo no hablo de otra cosa más que de la felicidad de sus negros y del famoso bisulfito. Escéptico, nuestro viajero visita la hacienda y debe constatar que hay algo de verdadero en los propósitos del amo y nos confía que “es un placer ver los procedimientos mecánicos que han reemplazado los brazos de los negros” Aunque la zafra sigue siendo a mano, el vapor ha transformado el aspecto tradicional de la hacienda que se parece más a una fábrica. Efectivamente los esclavos que puede ver tienen un aire de alegría, aunque nos dice que trabajan 16 horas diarias, también añade que pudo constatar que no era ningún trabajo rudo31. Estos esclavos están muy bien alimentados e incluso el amo les da un día de descanso cada 10 días.32 Pero esta benevolencia tiene una explicación personal: el dueño siendo niño fue salvado por un esclavo en Santo Domingo y desde ese día ése se quedó con él hasta su muerte. Aunque también menciona, sin comentarios, que hay guardias y grupos de perros “en cada habitación que no dicen nada a los blancos pero ladran a los negros”. No todos los azucareros son como el Sr. Chartrand, nuestro viajero relatará otra visita a un ingenio en la misma región de Matanzas, donde la situación es enteramente diferente. Pero no olvida de apuntar para sus lectores, que el aparente “humanismo” del Sr. Chartrand tiene también y ante todo muy buenos resultados económicos, así como sus esclavos están bien alimentados y procura darles medicinas cuando es necesario, durante la última epidemia de cólera en la región, no perdió un solo esclavo, lo que no fue el caso de otros dueños menos cuidadosos de su mano de obra, recuerda con todo su realismo económico que “cuando un hacendado pierde 20 negros, pierde 100.000 francos”. Afirmaciones como esta nos recuerdan que estamos en una reflexión económica sobre la esclavitud y jamás en una discusión moral sobre la naturaleza y estatuto “del negro” o de la esclavitud.
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Actualmente la cifra de 16 horas de trabajo nos parece algo terrible y muy cínica de parte de “un amigo de los negros”, pero recordemos y comparemos no con nuestra época sino con las condiciones de trabajos de los obreros, mujeres y niños en la naciente industria europea de la época. 32 La hacienda del Sr Chartrand tiene 80 esclavos, 50 en la producción de azúcar y 30 en el servicio y produce según Henri de Saussure 800,000 libras de azúcar.
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Explotación mortífera
La segunda visita a una hacienda azucarera que encontramos en sus cartas es a una medio arruinada en manos de un capataz vasco, nada familiar ni mínimamente amable, más bien avaro y duro “que maltrata a los negros y vive como un perro en su guarida”. El espectáculo, más bien inhumano, deprime al viajero: “Nada es más triste que ver a 400 negros trabajando a latigazos dominados por un pequeño numero de blancos, aquí nada de canto, de alegría, solo un trabajo lento y maquinal. Aquí el negro no es más que un animal de trabajo al que se hace trabajar hasta su muerte para enriquecer a un particular que vive en Paris.” Aquí también encontramos uno de los temas de los discursos ilustrados de finales del XVIII, sobre la irresponsabilidad social de los grandes propietarios ausentistas. Si hay que someter a los esclavos con el látigo es por la culpa de un dueño irresponsable que vive a miles de kilómetros. Sin la presencia activa y pensante del amo no hay otra vía que de maltratar a los esclavos, sacándoles todo lo que se puede. Departiendo con el viajero, el capataz le confiará incluso que: “No me quedaré ni 24 horas si se proclama la emancipación, los hacemos sufrir demasiado para que nos perdonen”. Pero se harta pronto del espectáculo de las grandes regiones productoras de azúcar y se regresan a La Habana. “No me gustan estos inmensos corrales quemados por el sol, estos latigazos que resuenan hasta las entrañas de un europeo, ni estos perros caza-negros que merodean amenazadores en todos los edificios, ni el trabajo silencioso de la esclavitud”. En conclusión la posición de Saussure frente a la esclavitud es ambigua. Una cosa si está clara, no le gustan los abolicionistas, la repetición de esa afirmación confirma que la abolición sigue siendo un debate fundamental en esa época, ha leído ya varios libros y como todo el mundo cultivado de su época La Casa del Tío Tom no le gustó. “En los últimos años los abolicionistas recorren la isla, se hacen nutrir y alojar por los dueños de las plantaciones de caña y después dicen 100 estupideces en sus libros” . ...Cierto nadie más que yo desea ver acabar la esclavitud pero encuentro a estos abolicionistas absurdos en sus libros, para empezar el del Tío Tom. Todos parten de una mala primicia, quieren
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arruinar a los propietarios para meter en el paraíso terrenal a esa mala raza del negro, incluso algunos excitan a los esclavos contra sus amos y estarían encantados de ver estallar una guerra de negros”. El problema de la esclavitud no era un problema moral sino de eficacia económica y como está convencido de que sin amo el negro no hacía nada, no puede imaginar solución alguna para la economía de las Antillas, considerando muy realistamente que solo puede subsistir por el trabajo de la mano de obra negra. Aunque ha tenido varios ejemplos de eficacia negra en San Tomas o en la finca de Chartran, son sus propios prejuicios de clase lo que le impiden razonar fríamente y construir esa lógica económica que parece interesarle ante todo. Sus prejuicios aristocratizantes se oponen definitivamente a que pueda considerar a los negros como hombres iguales a él, si para él son solo un eslabón primitivo y lejano entre el simio y el hombre. Es por eso que lo que reprocha a los abolicionistas no es la denuncia de la terrible suerte cotidiana de los esclavos, que ha observado con sus propios ojos, sino al hecho de
pretender considerarlos como seres
humanos con los mismos derechos fundamentales que los suyos. Es ese rechazo de la igualdad humana proveniente de las antiguas identidades jerárquicas, que las teorías científicas raciológicas de las décadas siguientes, con el racismo científico,
vendrán a confortar y a
sistematizar. Españoles y criollos.
Reflexionando sobre lo que ve, o cree ver en Cuba nuestro viajero irá esbozando para su familia, lo que cree ser la esencia del carácter español. La mirada que deja caer sobre Cuba será siempre la de un ojo dominador y seguro de sí mismo. Si en esta colonia todo parece más civilizado que en Haití, reconoce que en la isla se puede observar “una civilización muy especial, enteramente española”. Para caracterizar esa excepcionalidad española vemos que utiliza un estereotipo ya muy clásico en Europa que afirmaba que “África empieza en los Pirineos”, o como lo escribe de Saussure, “Europa, es bien conocido, se termina en los Pirineos”. Así si España ya es África,
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entendemos mejor porqué, al terminar su descripción de las grandes aficiones de ese país, las peleas de gallos y las corridas de toros, espectáculos que considera grotescos y salvajes, puede escribir “paso ahora a los negros, solo hay un paso que dar”33. La vida en La Habana
Por su exotismo la ciudad de La Habana le gustó, y por eso escribe que “es una soberbia ciudad, pero una ciudad española. Su arquitectura es admirable en los trópicos, va muy bien con las palmeras y la tierra quemada del país, desgraciadamente las calles son estrechas y fangosas.”34 Cómo solo algunas están pavimentadas, en las otras los coches transiten a trancazos en el barro entre profundos baches, concluye que no hay que sorprenderse de eso ya que “es lo propio de las colonias”35. Si recordamos que nuestro viajero es un ser apurado que lleva meses paseándose contra su voluntad por Las Antillas, podemos entender porqué tanto el ritmo de vida colonial como las complicaciones impuestas por la burocracia de la administración española lo exasperan. “Todo es muy lento, a la española”. Esa lentitud, escribirá más tarde, impregna toda la vida social y económica, llegando a infectar incluso a las escasas empresas americanas. El primer contratiempo es que cómo no había previsto pasar por esa isla no llevaba visa, las autoridades no lo dejan desembarcar. Tiene que llamar al cónsul suizo, dueño naturalmente de una tienda de relojes, quien intercede con el gobernador para que se les autorice bajar pagando solo los derechos usuales, exceptuando las fuertes multas de castigo por no traer ese requisito. Se queja de que toda esa burocracia colonial encargada de hacer cumplir tantos reglamentos confusos y contradictorios no sirve de nada, pero como ya existe esa bendita institución española
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Entendido como un juego de palabras, entre la proximidad física, España solo está separada de África por el estrecho de Gibraltar y la proximidad moral entre Españoles y negros. 34 Op.cit., p.97. 35 Ese juicio elíptico sobre las colonias nos indica cómo se representa nuestro viajero una colonia, un lugar donde se enfrentan dos espacios, el de la cultura, una soberbia ciudad (aunque sea solo española) y el mundo de la naturaleza, a veces admirable pero indómito y peligroso. El viajero finge aquí olvidarse del estado lamentable de algunas ciudades europeas en esa época, e incluso que la pavimentación sistemática de las grandes capitales de Europa data solo de la mitad del siglo precedente.
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del coyote, éstos se encargan de desembarcarlos y de allanar las mil dificultades contra una corta remuneración. Al pasar los días, el ritmo de decisión de la administración española lo pone realmente frenético “se necesitan días para las cosas más sencillas”, por suerte la ayuda del cónsul es decisiva y logra obtener visa y pasar la aduana sin problemas. Se fascina con la originalidad de los uniformes de los soldados y de la policía española, en general los uniformes le fascinan, afirma que “lo militar es muy hermoso, agrada al ojo”36. Si los uniformes son muy vistosos, confiesa también que por desgracia “la música de los regimientos negros de Jamaica es superior a la de los militares españoles de Cuba.”37 La barbaridad española.
De la “vida cultural en la colonia española”, las primeras cosas que describe son las peleas de gallo y las corridas que, junto con la tumba de Colón, son las tres cosas que el europeo tiene que ir a ver en la isla al desembarcar. Las peleas de gallos se asemejan “a una asamblea de locos vociferando hasta la ronquera” y las corridas son “el gran espectáculo del lugar, hay que haber nacido español para encontrar el menor placer a esta serie de escenas tan crueles como asquerosas”. Lo único que gozó del espectáculo fue, otra vez, los uniformes, la entrada de las cuadrillas con sus trajes de luceslo maravilla, incluso confiesa que si pudiera se compraría uno para ir al baile en Ginebra.
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Frente al antimilitarismo declarado de las inteligentsias de finales del siglo XX, esa fascinación de un joven suizo, país de donde saldrá el fundador de la cruz roja, revela a contrario cosas muy interesantes y poco estudiadas sobre el estatuto en el imaginario social de ese periodo del militar y de la guerra, cuyo análisis debería ir más allá de una visión mecanicista que lo reduce muchas veces al estudio de un simple estamento con sus fueros y privilegios. 37 Op. cit., p.92. No es que reconozca aquí las dotes musicales de los negros, burlados en cartas anteriores, sino de esa incapacidad española de producir ahora algo artístico, una bella música militar con orquesta de cobres. La grandeza de España pertenece para él definitivamente al pasado, si soldados negros bien dirigidos y controlados por amos ingleses logran superarlos en ese estilo musical que gusta particularmente en esa época. La superioridad artística solo puede provenir de la capacidad innata de los ingleses de domesticar con eficacia a la raza negra. Ya explicó en páginas anteriores cómo en el mar esos haraganes negros, se convierten en marineros eficaces bajo la mirada (y el látigo) de los oficiales ingleses. Nada extraño por lo tanto que estos soldados españoles como sus superiores inmersos en el mundo de la naturaleza sean incapaces de superar a los brutos negros bien dirigidos. Recordemos que a lo largo de su viaje comparando por ejemplo a indios y negros siempre recordará que si el indio es capaz de perfeccionamiento, bien dirigido (por mentores europeos se entiende), el negro al contrario, es incapaz de superación y condenado para siempre a la brutalidad.
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No entendió nada de esa manifestación cultural típicamente hispana. Describe la corrida mofándose y concluye que mientras más sangre, caballos destripados, picadores o toreros heridos, más hermosa y más exitosa ha sido la corrida. Estas páginas encantarán a los estudiosos de esa práctica porque describe un espectáculo bastante diferente a los rituales de la corrida actual. Vemos por ejemplo como se prende fuego a un toro demasiado manso, o un combate de perros contra un toro. Nada extraña que nuestro ilustrado suizo pueda escribir: “todo este espectáculo es cruel, horrible, repelente... no entiendo mucho a los toreros que se dan en espectáculo y son tan viles para divertir a un populacho que aplaudirá su muerte”38 . Todo es deprimente para él, los toros flacos casi incapaces de moverse, los caballos cegados recibiendo cornadas que les sacan las vísceras. Pero más que el espectáculo del sufrimiento animal y de los flujos de sangre lo que le choca es el “vil populacho que ríe”. Pero, rectifica en seguida, ni tan populacho, si a ese espectáculo sangriento y repugnante, asiste la sociedad de La Habana, condes, alcaldes, señoras e incluso el gobernador. Es un espectáculo bárbaro para un pueblo de bárbaros. Mientras más sangre corra, el público grita más fuerte su satisfacción. “Lo realmente curioso es el conjunto de los espectadores. Esas caras apasionadas, esos aullidos, esos gestos, uno se cree en un hospital de orates”39 Carácter del Español.
Si la imagen de los combates de gladiadores viene inmediatamente a su pluma, es porque esas manifestaciones romanas ya anunciaban según él, la decadencia irremediable de Roma, la corrida se transforma así en la muestra visible de la decadencia española. Repite “hay que haber nacido español para agarrarle gusto a ese espectáculo”, el retrato que esboza del español está de acuerdo con su gusto por esas manifestaciones bárbaras. Escribe que si todos los españoles tienen cara de asesinos, felizmente su aspecto no corresponde a su personalidad. En el fondo no tienen chiste y son mil veces más infantiles que los campesinos suizos, además no tienen ningún sentimiento
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Op cit ., p.96. Op. cit p.97
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profundo. Porque los españoles “no reflexionan jamás, todo es pasión en ellos”. Afirma a sus lectores que esa poca civilización se refleja incluso en su vocabulario- que ignora en gran parte no lo olvidemos-el español está lleno de expresiones simples y triviales.40 Si el español y el francés -que él habla - son lenguas hermanas “una se crió en la ciudad y la otra en el campo.”41 En La Habana asiste a otras actividades culturales como el teatro, pero tampoco le gustó lo que vio. En todos los teatros generalmente gesticulaban de manera grotesca actores de todos los países. Cuenta que así vio “estropear la ópera italiana Lucia.”42 Si los espectáculos son malos, no es solo porque los actores sean malos, sino porque el espectador es inculto y no sabe juzgar el trabajo de los actores. Como también su falta de modales y de cultura le impiden medir su entusiasmo, éste grita sin medida, hace grandes gestos, aplaude a lo loco. Y concluye “es todo un placer ser artista en este país.”43 Es ese déficit civilizacional lo que explica por ejemplo el fanatismo religioso español. Si encuentra bellas iglesias en pequeños pueblos recuerda que para su construcción se arruinaron fortunas, que aunque no lo explicita claramente, hubieran sido mejor utilizadas en otros fines, en la mejoría de la producción agrícola por ejemplo44. Cuba, economía presente y futura.
Constata que Cuba no producía nada fuera del azúcar y tabaco, y que si todo era muy caro es porque todo tenía que ser importado de España, pagando altos derechos de aduana. Como
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Lo interesante es que no habla muy bien “el español” y su comunicación en esa lengua debía ser pasablemente azarosa, pero la reflexión sistemática sobre la lengua es un tópico en las cartas de nuestro viajero, como lo era a finales del siglo XVIII en los círculos ilustrados, podemos imaginarnos que leyendo estas cartas, un vástago de esa familia se volvió “Ferdinand de Saussure”. 41 Aquí también encontramos ese viejo prejuicio ilustrado contra la gente del campo, sin cultura, bárbaros, e incluso se pueden hacer paralelos entre la manera en cómo los ilustrados piensan que hay que tratar a los esclavos al final del siglo XVIII, con la manera con que recomiendan tratar a los campesinos europeos. A todos, darles más que todo la ilusión de la libertad, simple reflejo ilusorio de la libertad verdadera la de entrar en el mercado y el reparto de sus riquezas, único privilegio de sus señores naturales. 42 Probablemente Lucia de Lammermor, de Gaetano Donizetti (1797 –1848) 43 Pero el edificio de la ópera de La Habana le gustó mucho, “bien valía una visita”, aunque lo que se representara al interior fuera más que mediocre, el edificio es muestra del genio español, las representaciones las muestras de su decadencia. 44 Se compadece de los propietarios cubanos. Si había tantas tierras ociosas en Cuba era porque los propietarios tenían que pagar impuestos, produjeran o no, si no podían trabajarlas por falta de mano de obra, por ejemplo, seguían pagando impuestos sobre esas tierras incultas y esto los arruinaba forzándolos a entregar sus tierras al fisco.
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además se pagaba el mismo impuesto por objetos baratos o caros, los importadores preferían importar solo los productos caros. Por otra parte como los productos cubanos que llegaban a la metrópoli pagaban ellos también altos derechos de aduana, el negocio cubano para España era redondo. Pero la riqueza cubana produce envidia, nuestro viajero hace eco de los rumores persistentes durante su estancia. los posibles ataques filibusteros yankees. Él no cree en el éxito de tal empresa, afirma que solo para dominar La Habana se necesitarían más barcos que todos los que tienen los yankees juntos y en cuanto a intentar desembarcar, ni pensarlo45. Concluye que si España dominaba aún a Cuba cuando el resto de las colonias americanas se habían independizado desde hacía tiempo, era por la desidia y la falta de carácter de los criollos, que permitían a España oponer una terrible fuerza de inercia frente a sus demandas legítimas. Todo se arreglará “mañana”. Considera que si tal sistema era muy vejatorio para los criollos, y que si bien estos gritaban mucho, nada pasaba a mayores, porque finalmente “casi todos hacían buenos negocios”, sin olvidar, como le explica a su hermano, “imposible de darte una idea de la indolencia y la cobardía de los criollos”. El diagnóstico que nos ofrece de las relaciones entre Cuba y la metrópoli es bastante realista. “España sangra a Cuba”, la trata como trataba antes a México, “la pérdida de ese soberbio país no le enseñó nada”. El resultado es que los criollos odian a los españoles que solo vienen a Cuba para enriquecerse. Todos los lugares importantes eran ocupados por españoles, y el criollo está excluido de cualquier función oficial, un criollo que quiere entrar en el ejército tiene que ir a la escuela militar a Madrid.46 Como la justicia estaba en manos de jueces corruptos, los procesos duraban años arruinando a las dos partes, pero está a favor del fisco, los abogados eran según él la parte más abominable de del sistema de dominación española. Añade que si España seguía
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Nuestro viajero vaticina que España seguiría dominando a Cuba como efectivamente lo hará hasta finales del siglo y que América seguiría siendo una región dominada por los españoles, juicio más erróneo. 46 Nuestro viajero logra hacerse recibir por el Gobernador Capitán General de la Concha, deja constancia de que era un hombre querido, “tanto como un español puede serlo” porque no roba, ni se enriquece, es un hombre simple y accesible pero tiene el defecto de que “en sus recepciones busca impresionar por el silencio y una impasibilidad hierática”.
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atrasada dos siglos con respecto a lo que podría ser su relación con su colonia y no quería cambiar nada, era porque ganaba mucho dinero con esa situación47 . Cuba y los yankees
La mención de los norteamericanos es siempre la ocasión de recordar el estado de barbarie que encuentra imperante en los Estados Unidos. El encanto de Cuba, si tiene alguno, radicaba en que era española, “Cuba es más bella, más pintoresca y más digna de ser vista española que americana”, de todas maneras los que la conquistaran no harían más que “empeorar un poco más la suerte de los negros”, la base de la población, repitiendo una vez más ese juicio definitivo,
no se debe olvidar que “el americano el más bárbaro de todos los pueblos
civilizados”. Si el español tiene sus corridas de toros y detiene diligencias para pedir limosna a mano armada, el americano atraviesa con su vapor otro barco y cuando 100 personas batallan en el agua pidiendo ayuda para no morirse ahogados, él responde, “adelante” y continúa su camino para no perder tiempo. Llegado a su destino, hace un reporte del percance y las autoridades responsables solo responden “adelante”. “Así es el yankee”, por eso “prefiere al mexicano” (aunque todavía no ha pisado esas tierras)48 A veces es tan afilada la pluma del viajero que no sabemos qué pensar de algunos juicios un tanto extraños, como el que profiere sobre el tabaco cubano y sobre los cigarros que ahí se manufacturaban. No solamente los cigarros se han vuelto caros, por la falta mano de obra -“de dedos sucios para enrollarlos” - sino que “los habaneros y habaneras no saben fumar” dice que él “ganaría mucho dinero dándoles lecciones”, para colmo, éstos prefieren fumarlos verdes y no secos. En resumen afirma que es difícil encontrar buenos cigarros en La Habana, lo que no impide que un poco más tarde escribirá a su hermano, que le envió 150 cigarros para pasar juntos y agradablemente largas tardes del invierno suizo.
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Incluso afirma que es difícil formarse una opinión sobre la riqueza de la colonia porque los balances anuales de los ingresos de la aduana publicados por la administración colonial son voluntariamente falseados. 48 Una vez más, no debemos construir la ilusión retrospectiva de una consideración positiva del mexicano, sino solamente del grado extremo de su visión acerca de la barbarie del yankee.
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Si los cubanos no saben fumar, tampoco saben montar, aunque la isla criaba excelentes caballos, es evidente que con este juicio nuestro viajero nulifica una larga tradición hípica hispana que probablemente ignora o le parece una vez más decadente y perteneciente al pasado. Mujeres cubanas
En su estancia en La Habana pudo asistir a varios eventos sociales, fue a la ópera como dijimos, así como al baile ofrecido por la visita de la flota inglesa de Jamaica, lo que le permitió ver de cerca a las habaneras, así como a sus acompañantes masculinos. Su juicio es severo, los habaneros son sencillamente “horribles” y si ellas “son lindas”, su aspecto las hace parecerse a las campesinas suizas, “más bien gorditas, con ojos negros” añade que todas tienen más o menos figura de vampiro aunque confiesa que ese vampirismo puede gustar, pero a él no le gustó. Aunque conoció a algunas señoras muy bellas, su contacto era muy poco atractivo porque casi todas eran “idiotas, sin instrucción y sin conversación”, exceptuando unas pocas inglesas y americanas49. Adiós Cuba
Por fin puede escribir jubiloso que encontró un transporte para viajar a México, “nos vamos de La Habana”. Zarpa de esa ciudad “plana e insípida como ninguna, en la cual al cabo de una semana uno se aburre. El color local sorprende los primeros días pero rápidamente viene el aburrimiento nacido de la falta de cultura y conversación de los cubanos”. Se despide de Cuba con palabras muy severas para sus habitantes, “es muy singular que bajo esas bellas figuras españolas de aire tan noble, con grandes bigotes negros, se esconda un
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A un joven tan lleno de prejuicios no debía faltarle, los del sexismo, como vimos, pocas mujeres tienen gracia a sus ojos. Cuando en una carta anterior se comparaba con el Quijote por lo épico y utópico de su empresa americana, y si bien ya tenía a su Sancho Panza, su valet Marc Grosjean, está seguro de que no encontrará en América a ni una Dulcinea. Por otra parte en cartas posteriores desde México cuando tratará sobre su interés por enlazarse con la que será su futura esposa solo será utilizando el vocabulario frío de un trato comercial o de una alianza social, con una mujer cuya utilidad reconocida es la de proporcionarle descendencia y compañía. De esa reserva no podemos sacar ninguna conclusión sobre su posible misoginia y su poca consideración hacia una suiza que de todas maneras, aunque sea mujer, pertenece como él al estrato más culto y racional de la especie humana. El elemento femenino está casi ausente de su correspondencia a excepción de unas notas sobre la salud de su cuñada enferma, y si bien recuerda que, según rumores recogidos, el barón de Humboldt en vez de investigar sobre la Nueva España se fue a gozar un romance de seis meses con una condesa Mexicana a una lejana hacienda, está seguro de que eso no le pasara a él.
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espíritu tan nulo”. Para ilustrar un juicio tan drástico, esboza el retrato de un español que acababa de ver actuar en su propia mesa en el barco que lo lleva a Veracruz. “Tenemos en nuestra mesa a uno de estos españoles, que se pone frenético todos los días y gesticula con un fuego extraordinario... para probarnos que la nación española es grande y noble”. Como sus discursos duran la mitad de la comida no hay manera de colocar una palabra y por lo tanto siempre nos reímos a carcajadas. “Es un pueblo de caníbales sin vergüenza y sin pudor”.
III) Primeros contactos con el México real El conde Henri en Veracruz
Henri de Saussure llega por fin a su destino. Cierto, no ha perdido su tiempo, ha escrito muchas páginas, levantado mapas y realizado planes, también ha embarrilado centenas de kilos de pescado en salmuera, disecado plantas e insectos, naturalizado aves, que van ya en camino hacia las colecciones del museo de Historia Natural de Ginebra, vía Veracruz. Llega a Veracruz el 3 marzo 1855, una vez más, no siente haber llegado a un espacio nuevo, al contrario, su primera impresión es que esta aún en España, esa España que creía ver a todo momento en La Habana. Si bien es cierto que hay algo en común entre esas dos ciudades, sus impresiones nos muestran cómo su relato está siempre funcionando en un imaginario compartido con sus correspondientes, más que en lo que ve. Pero Veracruz supera según él mucho a la capital cubana. “... por el momento me creo más en Sevilla que en México. Imposible de estar más agradablemente sorprendido que cuando se desembarca en esta linda ciudad después de haber arrastrado el cuerpo por las Antillas”. “Si La Habana tiene calles estrechas y lodosas, casas bajas de un solo piso y sin estilo. Aquí las calles están bien pavimentadas, bien alineadas, uno encuentra una plaza espléndida, monumentos dignos de capitales europeas. Todas las casas son igualmente regulares, llenas de arquitectura y con cornisas elegantes”.50
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Op.cit. p.121
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El primer recorrido por Veracruz impresiona favorablemente al viajero y añade que cada casa es “como un pequeño palacio”, no hay ninguna que no tenga “una arquitectura distinguida”. Asegura que el europeo encuentra realizado aquí un sueño imposible en toda Europa, el de una ciudad sin calles feas. De las 4 ó 5 iglesias que vio, “la más modesta es más bella que la catedral de La Habana”. La ciudad parece rica y “el ayuntamiento la mantiene con gran cuidado, aunque el aire es propicio a las fiebres y mefítico”. Atento al espectáculo de la calle puede mirar “una cantidad de tropas muy bien ordenadas que circulan por la cuidad y maniobran con la misma precisión que la tropa francesa”, aunque lo hagan a veces vestidos muy ligeramente y calzados con huaraches. Esa aduana mexicana objeto de tantos comentarios negativos y burlones en los meses anteriores se pasa sin problemas, el proceso fue largo pero logra introducir todo lo que trae. Sin embargo nuestro viajero no agradece mucho estas facilidades “Nada es más falso ni más alevoso que un mexicano, pero nadie tampoco es más servil e indulgente cuando se sabe manipularlo y halagar su vanidad con muchos señor y señor caballero...”51 Si el paso de la aduana fue tan fácil es porque había escrito con antelación al director de la aduana y éste se sintió tan honrado por el detalle, “que nuestras cajas fueron depositadas en la aduana sin que nadie las abriera, ese buen hombre incluso había enviado una carta a mi nombre a casa del cónsul a fin de asegurarme su gran consideración”. Pero insiste, si hay algo corrupto en México es su aduana, no solo considera que los derechos de aduana son exorbitantes y por eso el fraude se hace a gran escala, no solo la burocracia de las aduanas es parasitaria, sino que el ejemplo viene de muy alto. Como el gobierno acuerda exenciones a los funcionarios públicos, estos “ se aprovechan para contrabandear y pasar bajo su nombre cosas que los otros revenden con beneficios enormes...son las imperiosas necesidades de liquidez del estado mexicano las que
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Op.cit., p.121.
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producen expedientes torcidos, leyes retroactivas, cambio de tarifas, prestamos forzosos, pero todo eso es inútil si sigue la corrupción”, dictamina el viajero. En el espectáculo pintoresco cotidiano que ofrece el puerto se topa con una tropa de forzados, “conjunto pintoresco de todo tipo de bandidos, un lienzo de bandidos italianos... la pierna desnuda calzada con sandalias, el largo pantalón de cuero, una manta de lana con cinta de color en la espalda y el sombrero de fieltro....viendo estas caras cerradas y barbudas, como no se ve en Europa, me parecía tenerlos en la mira de mi carabina”52 Definitivamente México es otro mundo, pero no algo específico que se llamaría México y que habría que descubrir, sino algo que le recuerda más bien “al mundo de Carlos Quinto en su esplendor y originalidad.” Esa reconstrucción espectacular de la historia española es ambigua porque a pesar de toda su grandeza, el ridículo local se asoma a cada momento. Si los inmensos sombreros hechos de los restos de otros sombreros provocan sus carcajadas, pudo oír una excelente música “distinguida” en la tardeada ofrecida al gobernador. Ese refinamiento musical contrasta con el de La Habana donde la música era en general mediocre. Y otra vez nos hará partícipes de sus impresiones musicales de Veracruz, estoy “maravillado por esa música militar que perturba mi reflexión”. El cónsul de Francia que ya se ocupó de varias cajas suyas llegadas anteriormente desde las Antillas lo ayuda a sacar su pasaporte y lo presenta al general-intendente que vivió 15 años en Paris y está contento de recibir a un joven naturalista tan bien recomendado, de una honorable familia de científicos, le abre su casa. El cónsul inglés también lo recibe muy bien, impresionado por sus cartas de recomendación, pero como estaba contando un millón en plata que salía en el próximo vapor, no lo pudo atender de inmediato, nuestro viajero no se formaliza, el cónsul inglés esta realmente muy ocupado, y en algo importante.53 52
Aquí están índices de la percepción del viajero de una cierta extrañeza física del mexicano, no se trata solo del producto de un cruce con los indios sobre el cual insistirá, sino que son más bien síntoma de una ambigüedad moral. Se tiene la impresión de que estos forzados representan algún escalafón de la humanidad hacia la animalidad y por lo tanto de la misma manera que espera ir a cazar tigres, anhela usar sus armas ultramodernas contra estos semianimales. 53 Los agentes consulares son los intermediarios naturales y obligatorios entre estos viajeros y el país a donde llega el extranjero, y su contacto con estos personajes le permite concluir: “desde el principio de mi viaje siempre he podido constatar que los cónsules franceses son mil veces más influyentes, con mejores maneras y más honestos que
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Fiebre amarilla
Sin embargo su humor y el color rosa de su relato empiezan rápidamente a cambiar cuando se da cuenta de que un baúl salido de la Jamaica se perdió. Se vuelve repentinamente pesimista y la aduana una administración siniestra, escribe a su familia, “si es la caja de armas no veo como vamos a poder continuar. En cuanto a “esperar aquí en la capital de la fiebre amarilla es imposible”. De hecho tiene ya la fiebre amarilla, por suerte está en buenas manos porque vive en casa de un doctor húngaro que le presentará a un doctor alemán, amigo de Santa Anna, y director del hospital militar En unos días estará fuera de peligro y después de describir los métodos que lo llevaron a su curación, se burla de esa enfermedad recordando los miedos de su familia y de los europeos en general54. Como sobrellevó el primer acceso de fiebre ironiza sobre ese flagelo de Veracruz que es la fiebre amarilla. Asegura que “es menos peligrosa de lo que se dice en Europa, aquí la gente se burla, y en efecto no es finalmente más que una fiebre de aclimatación por la cual deben pasar los extranjeros” y que “curada a tiempo y tratada adecuadamente se salvan unos 19 sobre 20 y la enfermedad, afirma, no se agarra dos veces” no deja huellas y dura 9 días sin más.55 La razón de la inmensa mortalidad que se observa a veces “es que el populacho cuando enferma sigue en las cantinas y va al hospital demasiado tarde”. De hecho el terror que inspira a los soldados es el resultado de la conjunción de los “2 amigos de la fiebre”, el miedo y la borrachera. Entre cónsules, doctores, generales y alguno que otro científico y comerciante extranjero está inmerso en un medio extranjero, pero que su familia no se extrañe, si no ha tenido contacto con los veracruzanos es porque, “La sociedad mexicana es absolutamente nula, no se sabe aquí lo que es rendre une visite y solo se ven cuando se encuentran por casualidad.” los cónsules ingleses. Aquí los dos se valen” 54 Después de haber salido del acceso de fiebre comenta: lo que mata es el miedo y el alcoholismo, más que la enfermedad y como le comenta el general médico en jefe del hospital: el que tiene miedo, se muere. 55 No sabe que durante todo su viaje será asediado por innumerables accesos recurrentes de esa enfermedad y no será la menor de sus dificultades en su viaje por México.
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Pronunciamiento
En lo político tampoco tiene muy clara la cosa, con las noticias que había tenido antes de llegar pensaba que iba a encontrar todo en desorden... “pero Santa Anna esta aún de pié y Álvarez no está en México”. El elemento sorpresa es que “las tropas no son pagadas y amenazan a todo momento con levantarse”. Para ilustrar esa instabilidad, cuenta que al estar escribiendo, “todas las tiendas están cerrando, se teme un pronunciamiento militar” aunque luego se vio que fueron solo rumores y temores, de manera muy atinada confiesa a sus familiares que teme que no podrá ver todo el país, aunque no puede saber a qué punto esa agonía del régimen santanista modificará su proyecto de viaje. Espera con impaciencia la salida de Veracruz y si esta ciudad le encantó un instante, ahora no es más que una pequeña ciudad de comercio, sin ningún interés, donde la base de la población es extranjera, y vive en medio de la arena e invadida por los zopilotes. “Vera-Cruz no tiene ni un encanto, es bonita y coqueta, su pavimento es limpio como en ningún otro lugar”, pero se debe a que no hay coches para desgastarlo. Y “a los dos días, uno se harta de esta colonia en la arena. La ausencia de coches y la falta de movimiento comercial hacen que las calles sean mortalmente tristes”.56 Mestizaje
Los extraños sombreros de los mexicanos van muy bien “con esas caras de bandidos”. La piel del mexicano es diferente de la de los europeos de las Antillas. Es morena, o café con leche, lo que proviene, piensa el viajero, de la constante exposición al sol y sin ninguna duda a una mezcla de sangre. Hay pocas familias que no tengan sangre india. Incluso, escribe, Santa Anna es medio blanco, medio moreno y medio negro. Pero ese chiste sobre el tambaleante presidente refleja la ambigüedad del espectáculo de la mezcla racial que ofrecen las calles de Veracruz. 56
El comercio de Veracruz “es solo un comercio de importación, el país exporta solo plata, un poco de vainilla, la raíz de Jalapa, y el “bois de Campeche”, por eso solo se ve 30 barcos enfrente de Veracruz... llegan cargados de todo porque aquí no se fabrica nada... como los derechos aduanales son muy altos, solo se importan cosan de valor... resultado, todo es muy caro... La ciudad se termina en su muralla y ningún barrio se edifica en sus alrededores, porque las ciudades de México disminuyen en vez de aumentar”.
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“He visto figuras perfectamente españolas tan negras que un europeo se pregunta si se trata de negro o de un blanco...y aquí no hay mezcla de sangre”57 El pueblo mexicano es a la vez un pueblo de bandidos y un pueblo honesto y muy pacífico, el mismo cargador del puerto que robaría unos cuantos pesos en una mesa, transporta bolsas de monedas de plata con toda honestidad, lo mismo ocurre con los arrieros que transportan cada año toneladas de plata desde México hacia Veracruz. Primera cacería américana
Aunque su salud no es tan buena, después del acceso de fiebre amarilla, no puede rechazar una expedición de caza en los alrededores: “la caza en este país es una verdadera bendición” confiesa el nemrod suizo, “uno no tiene que moverse”, solo se pone a tirar lo más que puede, por desgracia la mayoría de las presas caen en el agua donde no es muy prudente aventurarse. Lástima que nadie tenga perros de caza para recoger las presas en el agua, afirma este fanático de la caza, aunque reconoce que éstos tampoco servirían de mucho porque con el calor pierden el olfato y solo pueden trabajar con la vista. De cualquier manera regresan cargados y puede empezar así su colección de aves mexicanas. Adiós Veracruz
Es tiempo de despedirse, ha encontrado su baúl, una caja faltante, ya compró caballos y mulas, conseguido un guía, las armas han sido engrasadas, es hora de empezar las cosas serias. Al salir de Veracruz reconoce que ha sido muy bien recibido por los mexicanos y no solamente se despide del gobernador, “una persona muy distinguida”, sino que “los burgueses de la ciudad” también lo despiden. Tiene que despedirse de “3 pequeñas sociedades” donde fue bien recibido e incluso muchos que no tuvieron la ocasión de conocerlo quieren ahora ser presentados, “es un fastidio”, añade nuestro infatuado. Concluye así su estancia, “me llevo de Veracruz un recuerdo muy agradable” a pesar de la fiebre amarilla, ese recibimiento sin embargo
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Op. cit., p .124.
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no revaloriza su concepto de “los mexicanos” porque finalmente así debía ser “me han recibido como se debe siempre recibir a los extranjeros”58 .
IV) El conde Henri a la conquista de México Llegando a Córdoba se hospeda en casa de un francés a quien ha sido recomendado por el cónsul ahí encuentra al Sr. Nieto, con quien se carteaba desde Suiza. El retrato de este personaje es uno de los escasos retratos positivos de mexicano de sus cartas, y si bien es mexicano, “este hombre es totalmente europeo por sus costumbres y a lo mejor es el único mexicano que camina rápido, el único en tener una biblioteca científica y una gran colección de insectos”59 Tiene “también” un sembradío de 1 millón de pies de tabaco, 200 mil cafetos sin contar sus sembradíos de maíz. El señor Nieto es dueño por lo tanto de “un país” inmenso, pero no lo puede cultivar por falta de mano de obra. Nuestro viajero deplora las inmensas selvas que siguen sin ser roturadas y los terrenos productivos que no son barbechados. Pero el Señor Nieto ha encontrado un medio para hacerse de mano de obra, ha pedido al gobierno mexicano que los mayas insurrectos capturados en la guerra de castas de Yucatán en lugar de ser vendidos a Cuba como esclavos, le sean enviados para cultivar las tierras de Córdoba y su región. Los mexicanos pueden a veces comportarse con amabilidad, así cuando se cruza en el camino con dos grandes recuas de mulas, en la confusión que resulta, sus mulas se mezclan con aquellas y se van en sentido contrario. Felizmente los arrieros mexicanos, gente “muy complaciente”, bajaron del caballo y les ayudan a recuperar sus mulas.60 Comidas exóticas
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Op. cit. p .134 Ese señor Nieto es probablemente José Apolinario Nieto(1810-1873), conocido naturalista quien ayudó al francés Laseur a formar la colección entomológica mexicana. Corresponsal de varias academias y grupos d e científicos europeos recolectó para ellos una multitud de coleópteros. Conocido también por sus estudios meteorológicos que mandaba a varias sociedades científicas. En sus últimos años, según el Diccionario Porrúa (H.G.B.) “se dedicó a cultivar diversas plantas, sobre todo la quina, a cuyo celo se debe su propagación por la República.” 60 Henri de Saussure está muy atento en apuntar todo lo que ve, nos ofrece elementos para la descripción del tráfico arriero de esa época. 59
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Los detalles pintorescos en la descripción de su viaje, no son solo los de la naturaleza mexicana y los cambios drásticos de paisajes
que atraviesa y descubre día tras día, también describe
sistemáticamente las prácticas cotidianas de la alimentación que se le ofrecen o que puede observar. Le tiene horror a la tortilla que le sabe como a trapo mojado, odiará el pulque y generalmente la comida mexicana que hay que comer sin cubiertos solo con la ayuda de la tortilla. Por suerte, su cocinero y valet, Marc, sabe sacarlos de apuros porque además viajan con buenas reservas para no pasar hambre, una cosa que Peyrot, el compañero suizo de Henri, quien financió parte de la expedición, no hubiera podido aguantar. Y si finalmente no hay nada comestible, un poco de chocolate les permite soportar el hambre unas cuantas horas hasta llegar a algún otro sitio más hospitalario. En ese exotismo culinario forzado, expresa su sorpresa y su placer cuando puede encontrar algún cocinero vizcaíno o algún francés perdido en alguna venta de arrieros y capaz de hacerle una sencilla sopa. Sobre ese camino los estamentos sociales tienen que ser respetados, de la misma manera que en Cuba los barcos y los trenes manifestaban la segregación entre blancos y negros, en las ventas de arrieros, los señores duermen en el rancho, en camas rústicas o sobre las mesas pero los demás, sirvientes, arrieros, mozos, la chusma en una palabra, duerme afuera en el suelo de las galeras, por suerte no hace frío, anota el viajero. Iglesia, papismo et fanatismo.
El interior de las iglesias llama su atención sobre todo, admira las magníficas esculturas de madera de las iglesias y capillas de algunos conventos, constata a veces el mal estado de algunos edificios que aunque fueron saqueadas en varias épocas contenían aún oro y plata.” 61 Pero ese arte religioso no lo conmueve, al contrario, refuerza ese prejuicio protestante que piensa que México es un país dominado por el papismo.62 Y por eso pasa directamente de la mención de las iglesias y su decoración a un juicio general: “la superstición de los mexicanos sobrepasa los 61 Uno puede preguntarse si detrás de estas reflexiones sobre el patrimonio mexicano, no se esconde ese deseo omnipresente del viajero de apoderarse de todo lo que puede incluso esas obras de arte productos de la superstición papista. 62 Op.cit., p.141
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límites de lo creíble”. Critica el laxismo moral imperante, caucionado por el papismo “el campesino asesina
y se confiesa al día siguiente, si se arriesga a morir sin confesión no
intentaría la aventura”. Le parece muy arcaico que en el momento en que tocan los campanarios el Angelus
todos se quitan el sombrero, aunque concede que ya se había dado un ligero
progreso, porque hacía 20 años se hubiera lapidado al que no lo hubiera hecho. De ese fanatismo religioso pasa al fanatismo nacional. Porque quién, si no un extranjero evidentemente más ilustrado que los mexicanos, hubiera conservado su sombrero. En esos años, afirma que el odio hacia los extranjeros (sobre todo si eran protestantes, o ateos) “era extremo”. Pero “Ahora el pueblo los quiere, se fascina con los americanos, si éstos regresaran los recibirían con entusiasmo, porque el país es muy infeliz. Es la gente en el poder la que sigue siendo una clase que odia a los extranjeros; el mexicano es un pueblo eminentemente tranquilo, como no existe ningún otro en Europa, pero en cuanto sube al rango de caporal ya no vale nada. Si el país es infeliz es porque el gobierno es detestable”.63 Santa Anna
Llegando en los últimos momentos de la era de Santa Anna, la figura de este personaje controvertido de la historia de México atraviesa muchas veces a su relato. Según él, tiene el mérito de haber acabado con los bandidos, aunque no tenga instrucción y aplaste al país con derechos aduanales. La confusa situación política de México interesa mucho a nuestro viajero y varias veces escribe largas cartas en las cuales intenta proponer a sus familiares una imagen de esa situación política y social. Les cuenta el fracaso de Santa Anna cuando intentó reducir por la fuerza a Alvarez, la pérdida de su ejército y cómo logró a pesar de todo entrar “triunfalmente” a la ciudad de México después de haber perdido el 60 % de sus tropas. Es testigo de las últimas pataletas de su Alteza Serenísima, “que mueve cielo y tierra para mantenerse en el poder” pero “la falta de dinero pone al pobre dictador en aprietos”. Esa falta de dinero es evidente si es verdad, como lo afirma el viajero, que los ingresos del estado son solo de 13 millones de pesos 63 Sería interesante saber si esa deducción del sabio suizo es una opinión individual o si era compartida por la elite europea. Lo que explicaría en parte el entusiasmo por apoyar la aventura de Maximiliano en México. Un pueblo suave, un país rico pero sin trabajar, con un gobierno corrupto e incapaz de hacer la felicidad de un pueblo, ese razonamiento podía incitar a muchos ilustrados a pensar que la intervención francesa era bastante legítima y sería bien recibida por la gran mayoría delos mexicanos.
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cuando el ejército que acaba de perder Santa Anna costó 18. En consecuencia los empleados civiles ya no son pagados y los soldados piden a gritos sus sueldos atrasados. Todas las remesas que los Estados Unidos mandaban (para el pago de La Mesilla) equilibraban hasta ese momento el presupuesto nacional, pero como se han terminado, ya no hay dinero. Lo más lamentable escribe nuestro viajero, es que todo ese dinero solo ha servido para pagar al ejército, los oficiales se acostumbraron a ser demasiado bien pagados. Para procurarse
dinero el viejo dictador
pretende ahora vender Yucatán “pero el yankee no lo quiere comprar, porque no lo necesita, además para qué pagarlo, cuando sabe que en su momento lo obtendrá gratis.”64 Su visión del gobierno de Santa Anna, es bastante realista. “Aunque Santa Anna esté muy cerca del final, no lo detestan. La gente en el poder le es fiel, lo que es normal, pero también la gente ilustrada, los comerciantes, los agricultores, todos los hombres en una palabra que tienen como proyecto introducir la civilización europea a México también deben serle favorables, porque Santa Anna es un hombre fuerte como su gobierno, no hay que olvidarlo, es el más estable de todos, en definitiva es el menos peor”.65 También considera que Santa Anna es “ilustrado y está deseoso de hacer el bien a su país”, cuenta que el presidente escucha los consejos de hombres con ideas nuevas por lo tanto, modifica las leyes de un día para otro si se le demuestran el efecto nocivo de éstas. Pero también en el preciso momento en que estas reformas “benéficas” se van a realizar, el presidente se deja embaucar por otros consejeros cambiando de nuevo la ley, nada provechoso se realiza en el país. Santa Anna “carece de instrucción, no está al nivel de su posición y no entiende las reglas de la buena economía política. En cuanto al pueblo no se inmiscuye en política.Ya sea el criollo o el indio son los seres más lindos y pacíficos del mundo y para ellos todos los gobiernos son buenos”.66 Incluso añade que la palabra linda parecerá un poco extraordinaria aplicada a una población en donde cada ser es un bandido potencial al nacer, “pero en Europa uno se hace ideas muy falsas sobre la ferocidad del mexicano. Son bandidos por tradición, pero bandidos corteses y ladrones de risa loca... El bandido de México es el hombre 64 Op.cit. p.143. 65 Op.cit. p.143. 66 Op.cit. p.143.
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más lindo del mundo, no cree hacer mal, se confiesa y todo está perdonado, sus rasgos no se contractan jamás por la ira.”67 Pero sus relatos no están dedicados en primera instancia al análisis político de México, Hospitalidad y convivialidad
En el relato de su peregrinación cuenta como los franceses lo han recibido como paisano como muchos otros europeos, pero al contrario, se queja amargamente de la falta de hospitalidad de los mexicanos. “En este país, los franceses son universales. Se les encuentra hasta en los pequeños pueblos, están en todas partes, y para un viajero son la providencia, porque uno está seguro de encontrar ayuda y protección en sus casas, cuando los mexicanos leen vuestras cartas de recomendación, os ofrecen todo y cuando se les pide un servicio, inventan mil pretextos para escabullirse.”68 Calzando inconscientemente las botas del barón Humboldt, éste esperaba ser recibido con los brazos abiertos, como lo fue en su tiempo ese ilustre viajero; pero nuestro joven gallo suizo no sabe relacionarse con los mexicanos, el tiempo ha pasado y el México que visita de Saussure ya tiene poco que ver en muchos aspectos con la Nueva España. Furioso contra lo que considera como una falta de atención a su persona, escribe: “En resumen el mexicano no recibe, il tient boutique, pero no tiene idea de lo que es el confort. Estas ciudades de México son solo grande pueblos, nadie tiene idea de invitarse a cenar y nadie sabe lo que se entiende por devolver un servicio. Por lo demás esta gente es dulce, inofensiva y buena persona, pero no le pidan nada”. La pepena
Llegando a Orizaba se dirige hacia iglesias y conventos, si le maravilla siempre la obra constructiva de los españoles, esos conventos que parecen palacios están ya muy descuidados. “No puedo dejar de admirar la grandeza de España en sus monumentos mexicanos: ningún pueblo supo jamás colonizar con tanta rapidez y levantar tantas cosas importantes. Necesitaron llenar el país de arquitectos, de cortadores de piedras, de doradores, de artistas y lo que las revoluciones han dejado de ese antiguo esplendor es apenas suficiente para hacerse una idea. Ahora el gusto de la grandeza y de lo bello ha desaparecido”.69 67 Op.cit. p.144. 68 Op.cit. p.147 69 A cada paso nuestro viajero se maravilla de la obra arquitectónica dejada en América por España , pero esto no cambia su concepto del español cuya grandeza pertenece definitivamente al pasado, y muchas veces sirve solo para mostrar al contrario la desidia, la flojera y el mal gusto de los mexicanos que dejan perderse las grandes obras que
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Pero de Saussure ya no es un romántico, no es sensible a la poesía de las ruinas; se lanza más bien y con todas sus fuerzas en esos conventos arruinados a la pepena de viejos manuscritos, de joyas bibliográficas olvidadas en esas bibliotecas descuidadas. Hará verdaderos números de seducción para obtener que le regalen o vendan manuscritos, coloniales o códices indígenas, y si no se los regalan de buena gana, los robará y logrará constituir así la colección de manuscritos y códices que actualmente lleva su nombre en Ginebra.70 Al inicio de sus investigaciones se quejaba de su incapacidad de robarse nada a pesar de muy fuertes tentaciones ya que lo dejaban solo mucho tiempo en esas bibliotecas, pero pronto aprovechará el descuido de los monjes, y constituye su propio fondo de manuscritos del siglo XVI, interesado particularmente en las gramáticas de las lenguas indígenas. Llega muchas veces a sus fines, así anuncia de repente a su madre que “en el convento del Oratorio de Orizaba” me han vendido a un precio módico unos libros aztecas”, y cuando no los puede robar ni comprar no le queda más remedio que hacerlos copiar por su ayudante. El pueblo de Orizaba es como el de Córdoba, pero aún más supersticioso, si eso es posible. “Cuando un hombre se enferma de gravedad, se cuida mucho de llamar a un médico, es al cura al que se llama.” En Orizaba solo valen arquitectónicamente la pena los conventos y las iglesias, las casas son poco confortables, de un solo piso, y solo hay ventanas en las más ricas, las otras solo tienen puertas. Como está soplando un Norte, la ciudad está inmersa en la neblina y el espectáculo deprime a nuestro viajero.“Les aseguro que una ciudad muerta, habitada por mexicanos es mortalmente triste en la neblina.” Por suerte su amigo francés, Mr. Bernard, ofrece muy buenas comidas donde los labios se animan con los vinos franceses. También en esa pepena incluye sumarios “rescates” arqueológicos. Así en Orizaba, situada, según él, “en un lugar encantador, donde se encuentran grandes túmulos aztecas”: el señor Grandison director de la fábrica de Cocolapan después de hacerle la visita de la gran hilatura, le les heredo España. 70 Joaquín Galarza, Decouverte des codex mexicains à Genéve. La collection Henri de Saussure de 1855, in Bull. Soc. Suisse des Americanistes, 50 (1986): 7-41.
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prometió que “hará abrir uno para él”. La codicia de nuestro viajero está al rojo vivo, porque su amigo Legrand hace tiempo abrió uno y encontró muchas vasijas “en las cuales había cráneos humanos y diversos objetos de oro”. La región es rica en objetos arqueológicos pero otra vez la desidia impide toda recolección. “Los alrededores de la ciudad están llenos de cráneos y objetos antiguos: me regalaron ayer una cabeza de piedra y si buscara encontraría cosas, pero la gente de aquí, incluidos los europeos dejan todo perderse”. Enriquecerse en México, especulación y corrupción.
La reflexión sobre esa potencial riqueza enterrada, la arqueológica, así como los muchos rumores de tesoros enterrados lo lleva a exponer a su familia, pensando en los jóvenes de la familia ampliada, diversos métodos para enriquecerse. Reconoce que si las fortunas particulares eran muy variables, lo cierto es que México era aún “un país en el cual nadie se muere de hambre. Cuando un hombre tiene un peso, lo gasta, el ahorro es desconocido”. Incluso afirma que hay personas que viven casi sin trabajar o más bien han encontrado la posibilidad de rechazar ser asalariados, y estos, caso interesante para una historia ecológica de México, cazan todos los días y viven de ello: “están siempre bien vestidos porque cuando ya no tienen nada, encuentran algún trabajo que les permite comprase un pantalón y regresan a cazar”. Pero los que ganan sumas locas son los comerciantes, como esos franceses que abren “bazares” panaderías, etc., en cualquier pequeña ciudad y muy activos amasan rápidamente grandes fortunas. Al lado de este comercio estable y regular hay manera de ganarse 50,000 pesos en un mes, participando en varias empresas especulativas. Pero eso no constituía una riqueza sólida, porque “con una especulación bien lograda, el mexicano empieza a vivir como príncipe, y gasta todo”. Un hombre que puede tener aún 6 caballos en su caballeriza, debe todo a sus amigos y no tiene nada para cenar, sino pan y tortillas. Porque en lugar de retirarse, ese especulador quiso más y en el siguiente intento perdió todo. Pero si logra participar en un nuevo negocio especulativo, se levantará y reempezará un nuevo ciclo de gastos desconsiderados.
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Lo que le parece extraordinario es que “el mexicano se pliega con una extraña filosofía a esos golpes de suerte. Cuando tiene, despilfarra, cuando no tiene no se siente infeliz de vivir como un perro”. Un modo más seguro de enriquecerse en poco tiempo era arreglarse con el presidente para compartir con él los beneficios de una operación de contrabando en grande. O si se tiene la suerte de ser ministro, uno puede comprar bonos de la deuda nacional a 20 % de su valor y aprovechar el puesto para hacérsela pagar íntegramente. Así concluye que como el ejemplo viene de muy alto no se debe uno extrañar de que los funcionarios medianos y chicos apenas pagados, para no morirse de hambre, entren a su vez al juego de la corrupción. Por fin, un último método para volverse rico era hacerla de caza-tesoros en un país que ha sido desde siempre un gran productor de metales preciosos y en el cual el robo de caudales y su entierro posterior se vuelve verosímil. Es interesante ver como nuestro viajero, suizo y científico, consagra páginas a esa ficción y se deja atrapar por esa fascinación del tesoro escondido, llega a conversar y a acompañar a un francés que enloqueció buscando tesoros y que pretende conocer un lugar donde fueron escondidas inmensas riquezas, muy probablemente imaginarias. Un experimento científico fracasado, la ascensión del Pico de Orizaba. -Esperando.
Henri no ha venido a México para hacerse rico especulando, llegando a Orizaba quiere empezar sus observaciones científicas y por eso tiene que subir a la punta del Pico para realizar nuevas mediciones si quiere comprobar lo que él llama “los errores” del Barón Humboldt. El relato de esa expedición peligrosa será el de un rotundo fracaso, hoy incluso sabiendo el numero de personas que han encontrado la muerte en sus intentos de ascensión de ese pico podemos pensar que tuvo mucha suerte de regresar con vida. Pero en el relato escrito después de su regreso y amargado por su fracaso, veremos como a pesar de su resistencia física y su familiaridad con la montaña el suizo será víctima de su carácter imperioso y de sus prejuicios clasistas y etnocentristas, aunque le echará toda la culpa de su fracaso a su guía y a los mexicanos que lo acompañaron.
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Después de haberse quejada amargamente desde Veracruz de que no encontraba unos sólidos zapatos para la caminata en montaña, en Orizaba encuentra “mal que bien nuevos zapatos” y emprenderá una marcha que podía suponer triunfal. Pero al leer su testimonio, podemos darnos cuenta de que desde el principio había acumulado una serie de errores que lo llevarán al fracaso. De hecho, nuestro matamoros llega en un mal periodo, en los últimos días de la cuaresma y pretende ecomo buen protestante crítico organizar su expedición durante la semana santa, evidentemente nadie le hace caso y si logra el sábado de Gloria decidir a algunos habitantes a acompañarlo será a regañadientas. La descripción de Orizaba manifiesta su mal humor y su apuro; esta furioso: “El valle de Orizaba es encantador, encantador para los mexicanos evidentemente”, el camino atraviesa algunos pueblitos y llanuras bien cultivadas. Estos riachuelos, escasos en México, hacen crecer el pasto y los árboles y por momentos uno se cree en Europa”. Pero ese encanto no dura y en el fondo mismo del valle, montañas de cenizas vomitadas por el Pico a lo largo de los siglos forman “el paisaje más lamentable el mundo”. Tomando “la soberbia ruta trazada por los españoles” suben hasta el Altiplano, donde el paisaje cambia y llegando a Istapa en medio de los arenales volcánicos, reconoce que no entiende como el hombre puede vivir en una tierra tan árida71. El espectáculo de esas enormes capas de cenizas le recuerda inmediatamente a Pompeya y vaticina, que a lo mejor algún día se encontrará bajo tantas cenizas una antigua civilización que se busca en vano desde que el vandalismo español destruyó todo72. El segundo día de camino fue particularmente duro porque no encontraron ni una gota de agua en 8 leguas bajo un sol ardiente y en medio de remolinos de cenizas, hasta los caballos estaban agotados y las mulas ya no querían caminar. Si al alba le dan ganas de gozar del paisaje, del sol “dorando las nieves” del Pico, de las haciendas o las chozas de los indios que ve a lo lejos, al mediodía cada uno silencioso, sudoroso, escondido bajo su sombrero solo mira la tierra frente de su caballo. Por primera vez habla del pulque porque la carretera está marcada por un doble rango
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Explica a sus familiares que aunque esté situado al pie de una inmensa montaña de nieve, la región se muere de sed. Se está obligado de ir a buscar el agua a 8 o 10 leguas y cargarla a lomo de mulas, además de sacarla de lagunas salobres. Porque el Pico está aislado, sus nieves no son suficientes para alimentar los alrededores ya que el agua se infiltra y se pierde en la arena en lugar de correr sobre la tierra y formar arroyos y ojos de agua. 72 Es interesante esa reflexión porque nos muestra, no sólo la fuerza del intertexto histórico occidental que sostiene sus relatos, viendo montes de arenas volcánicas llama inmediatamente a la historia de Pompeya, sino que para la reflexión historiográfica que puede construir sobre América necesita como un momento orígen, el momento del esplendor americano, de una cultura madre.
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de magueyes: “La gente de aquí fabrica con esa planta un detestable licor refrescante e indigesto que se llama pulque.” En medio de gigantescas tolvaneras que describe para sus lectores llegan a San Andrés Cholchicomula al pie del volcán, en medio de un aire lleno de polvo. Como llegan temprano se instalan en el mesón del pueblo y acaparan los dos único colchones, llevan sus cartas de recomendación. La ciudad está celebrando la semana santa, este protestante describe con mucha burla las procesiones, las vírgenes, los cirios. Pero no hay mucha concurrencia ese año a la fiesta porque los campesinos de los alrededores no han bajado, se ha filtrado que la prensa (la leva) iba a llegar, como en efecto sucedió. Por sus cartas de recomendación llegan con el inevitable francés multiempresario que a la vez tiene una tienda de telas, un bazar, es uno de los 5 panaderos de la ciudad, además es molinero y con el salvado cría puercos, y con la grasa de éstos produce jabón. Este pretendía entonces establecer sobre el único riachuelo del pueblo un molino de trigo, porque hasta ese momento el trigo se molía con mulas. Pero como la gente estaba muy ocupada quemando cirios, nuestro viajero y su séquito se proponen visitar la hacienda del señor Borbolla, “a quien en un principio juzgamos muy mal”, pero es uno de los hombres más ricos, más sabios y más influyentes del país. No gasta nada en él, pero presta a sus parientes y amigos todo lo que quieren. Le ofrecieron el cargo de ministro de comercio, pero lo rechazó diciendo que no “porque no podría impedir a Santa Anna de robar y a sus colegas de arruinar la República”. -Primeros encuentros y desencuentros
El tiempo pasado en esa hacienda es ilustrador del choque de mentalidades entre nuestro joven suizo imperioso y el discreto señor Borbolla. En su primera visita el señor Borbolla lo recibió muy bien y aceptó hospedarlos a todos, de tal manera que al día siguiente llegaron a tocar la puerta de su hacienda con armas y bagajes. “He aquí una muestra de las recepciones mexicanas. Nos tendieron la mano, después nos dejo una hora frente a la puerta: estaba por preguntarme si debíamos hacer recargar las mulas y dar la vuelta o si el señor Borbolla carecía de usos del mundo y nos trataba así por ignorancia o por timidez. Tomé la decisión de tomar la fortaleza por asalto. Pedí un cuarto, me lo acordaron, pedí de comer y se me sirvió. El señor Borbolla muy atento en servirnos parecía chocado por nuestra presencia, es de una timidez extraordinaria. Es un gordito que no caza, ni fuma y cuando se sube a un caballo es para ir al paso hasta al ciudad. No le gusta el contacto mundano, pasa su vida en su hacienda, solo con sus mayorales y dos malas sirvientes indias que nos habían de servir sin entender nuestro español. En la noche tuvimos una muy buen cena, después un té, y después unas camas excelentes y lo cierto es que cuando uno está privado de ese lujo desde hacía tiempo, se sabe apreciar muy bien ese confort”.
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Como el señor Borbolla no apareció a comer al día siguiente, empezaron a pensar que se trataba de una invitación a retirarse, pero el viajero estaba demasiado bien instalado y decidió quedarse un día más, por suerte en la noche llegó un conocido suyo, el Señor Coeto, otra personalidad de la región, que le contó que el Señor Borbolla había hecho el voto de comer solo una vez durante 40 días y que cenaba solo. Durante esa estancia intentan ir de cacería pero sin perros no pudieron lograr nada. Tampoco pudo recoger cosas curiosas que lo consolaran del cansancio y los contratiempos del viaje, “cada vez es una decepción y la apatía de los mexicanos es tal que a través de ellos no se puede obtener nada.” Instaladazos en la hacienda “se siente en casa”, el dueño aparece poco. Para qué aparecería si sus “invitados” solo pueden decirle: “mucho calor” y “buenos días”. El viajero reconoce que si la comunicación no fluye es: “porque nuestro español no mejora y como nuestro anfitrión no ha inventé la poudre, no pone mucho de su parte para entendernos73. Su timidez lo atormentaba mucho y nos huía un poco. Estoy seguro de que hubiéramos podido instalarnos en su casa por un mes...”74
Si el viajero suizo tiene conciencia de haber forzado un tanto la puerta del señor Borbolla, eso no le procura ningún remordimiento, al contrario, escribe con esa presunción que siempre lo caracteriza: “después de todo, no tenía nada mejor que hacer que recibirnos, no puedo entender en qué gasta sus millones.” Cuando regresan a San Andrés el pueblo está en plena revolución, los panaderos no habían querido trabajar el día anterior y no había pan. “Esto es México. El señor Couttolenc tiene bajo su mando a 10 panaderos y la ley le autoriza meterlos a la cárcel si faltan a trabajar. Bajo el último presidente esa ley fue suprimida y al día siguiente México se moría de hambre. Tuvieron que reestablecerla. El mexicano solo trabaja cuando es forzado. Se dice que el país carece de mano de obra, no, lo que le falta es voluntad y nada más.” Continua su reflexión sobre el pan. Aunque el pan sea caro comparado con el precio suizo, nuestro viajero siempre encuentra un pan excelente hasta en los más pequeños poblados.
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Otra maravillosa marca del funcionamiento de la superioridad occidental, Henri no habla español, pero al fin y al cabo el indígena tampoco hace ningún esfuerzo para entenderlo, prueba de su poca inteligencia. 74 Op.cit. p.175 Decir que alguien no ha “inventé la poudre” literalmente “inventado la pólvora”quiere decir que no le parece muy despierto e incapaz de una conversación de hombre cultivado.
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“En pueblitos donde no hay ni cucharas ni tenedores, se sirve al viajero chocolate con excelentes panecitos.”75 La evocación del chocolate lo lleva a algunas reflexiones amargas sobre los criollos y sus descendientes los mexicanos. “El chocolate es una invención mexicana o mejor dicho azteca, porque los criollos no inventan nada, son bestias ignorantes y nada más. ¡Ah! sí ustedes pudieran ver como los remuevo a estos mexicanos. Les digo sobre su país todo lo que es posible decirles. Aquí todo el mundo se trata de señor y de caballero, yo tuteo a todo el mundo, incluso a los hoteleros, así todo el mundo me respeta y me saluda atentamente.”76
Aunque llegó hasta el pie del Pico no puede emprender su ascenso porque “los jueves y viernes santos ningún hombre faltaría a la procesión, así que no pudimos subir antes de las fiestas.” Describiendo lo que ve en San Andrés pasa su coraje sobre la obra del viejo barón la cual tiene muy atravesada. “He contado 23 pequeños volcanes en esta llanura y creo que soy el primero en señalarlos. Han escapado al Señor de Humboldt, así como estas inmensas corrientes de lava que bajan del Pico. Verdaderamente no puedo impedir el reírme, pensando que en su carta me pide intentar descubrir estas corrientes, aquí son tan evidentes que si no las ha visto es porque no ha venido aquí, a pesar de lo que afirma”. “ A veces viajando se aprenden cosas muy singulares. Supe, por ejemplo, que durante su estancia en México el señor de Humboldt no se cansó mucho como se cree generalmente en Europa. Pasó tranquilamente 6 meses en un lugar encantador con cierta condesa de México, cuando media docena de pequeños grandes-hombres que le había adjudicado el rey de Prusia recorrían el país y recogían sin mucho cuidado informaciones más o menos exactas y que el señor de Humboldt tomaba como verdaderas. Finalmente todo esto no prueba nada, hay pocos prohombres cuya vida examinada de cerca no mostraría una reputación más o menos usurpada. De todas maneras tiene siempre un gran mérito el producir, aun cuando sea a través de otros. Muy pocos tienen ese talento”.77 - La ascensión Durante horas nuestro viajero escruta con su catalejo la cima del coloso cubierto de nieve, pero no vislumbra el camino hacia la cima sino por la parte nevada. La ascensión es posible porque “un francés ya lo logró yo no dudo que lo lograremos”. Si el viernes santo nadie quiso acompañarlos, por fin el sábado lograron con la ayuda de Couttolenc decidir a 2 hombres a acompañarlos. Estos hombres ya se habían acercado al cráter para buscar azufre y un tercer hombre que en el tiempo en que se creyó posible la explotación de ese material hizo construir
75 Op.cit. p.171. El detalle de los “excelentes panecitos”de los pueblitos es probablemente la huella del uso generalizado del pan durante la colonia, en una clara asimilación al alimento espiritual simbólico del cristianismo. 76 Op.cit. p.172. 77 Op.cit.173.
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una cabaña los acompaña. El día anterior éste se retracta y pide un mejor sueldo, como repuesta del suizo recibe solo la amenaza de que si no viene lo hará incorporar a fuerza en el ejército. Montan sus caballos y empiezan la ascensión llegan a un rancho donde pensaban desayunar, pero el menú no es del gusto del señor naturalista y se van sin comer. 78 Siguen subiendo y llegan después de unas horas llegan a proximidad del cono pero aún muy lejos de la nieve. La barraca esperada es ahora solo unos cuanto palos podridos, que les ayudan a armar un precario abrigo con sus petates. Hace frío sopla un fuerte viento, están a 10,000 pies, el termómetro marca cero. A esta altura no hay ningún punto de agua, no se podrá cocinar. Intentan sin éxito cocer guisantes con tocino, pero sin agua el resultado es incomible. Solo pueden comer un poco de pan de maíz, porque como lo señalamos, los panaderos no habían trabajado el día anterior y no hubo pan en San Andrés. Llegada la noche, los mexicanos toman tantito aguardiente. Los europeos se envuelven en unas frazadas de franela y se cubren con sus abrigos apretados unos contra otros. Los mexicanos con huaraches “medio desnudos se quedaron manteniendo un fuego de brezo seco alrededor del cual se acuclillaron, no entiendo como no se congelaron” 79 A las tres de la mañana levantan el campo, “pero el mexicano solo arranca dos horas más tarde con un descuido que sobrepasa todos los límites”. Tampoco “tienen bastones para ayudarse a subir”. Es otra vez la culpa de los mexicanos que no lo hicieron cuando el viajero se los indicó. A las 5 empiezan finalmente la ascensión, la boca seca y el estómago vacío, el aire falta, sopla un viento glacial que los congela. Llegan a las 6 y media al límite de las nieves, pero aquí también, nueva decepción la nieve se funde pero el agua se pierde directamente en las cenizas. Una vez más es imposible beber y comer. Después de muchos esfuerzos y sufrimientos, que cuenta con detalle a su familia, todos expertos alpinistas, hacia las 13 horas llegan los dos últimos sobrevivientes de la escalada, el naturalista y su guía, a escasos 300 pasos del cráter. Pero se siente agobiado, no ha comido ni bebido desde
78 Nos hicieron una atroz mezcolanza (ratatouille) de bacalao rancia, de chiles y habas, pero Marc había olvidado las cucharas y renunciamos todos a comer esa sopa sobre trozos de tortillas indigestas, de tal manera que nos fuimos habiendo tenido como sustento solo la taza de café del desayuno, pero muy decididos a recuperarnos con los víveres que llevaba nuestra mula” Op.cit.p.179. Es evidente que el nos aquí empleado solo se refiere a los 3 elementos suizos y es muy verosímil que los 3 mexicanos hubieran deseado comer esa “infame”comida y esas tortillas “indigestas”. Podemos pensar que desde ese momento hay una fuerte situación de conflicto en la expedición, lo que no es buen pronostico para emprender una ascensión peligrosa. 79 Op.cit. p.179.
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hacía horas, recorre en una hora 150 pasos pero debe abandonar exhausto a unos cuantos pasos del cráter, solo el guía subirá y bajara por el cráter para recoger muestras de azufre. La bajada es otra aventura porque ya están agotados, por fin encuentran un pequeño riachuelo y puede beber agua mezclada con vino y aguardiente y comer un poco de chocolate. Se reagrupa todo el equipo y llegan de nuevo al rancho despreciado a la ida pero que les parece un auténtico palacio. Por fin Marc puede cocinar, arroz, frijoles, tocino, chiles, “festín de rey”. Pero está demasiado débil y agotado, su estómago no aguanta y vomita todo. Y concluye “es así como cumplí mis 48 horas de ayuno”. Confiesa que también está muy curado de ascensiones, y que si al regreso no mató a palos a su guía, fue porque “es imposible ponerse furioso con un mexicano, porque es tan tonto y tan antipático que no entendería. El mexicano mata sin odio, jamás se pone furioso”. La justicia cotidiana en México.
Para terminar este ensayo, recogeremos su testimonio sobre las prácticas de una cierta forma de justicia que observó en el campo mexicano y nos regala unos juicios muy suyos sobre ese México que atraviesa. En su camino desde el Pico hacia Puebla, que apodará “ciudad de la canalla, los bandidos y la superstición”, se para en una fundición que pertenece al señor Borbolla y está dirigida por un francés el señor Durand, quien al leer sus cartas de recomendación lo recibe “como un verdadero francés recibe”, es decir que le sirvió una buena comida.80 La descripción de esa fundidora no nos interesa por la descripción de los “monumentos de la aberración del espíritu de los mexicanos” como caracteriza a la obra de su predecesor mexicano del señor Durand, sino por el relato que nos propone de cómo ese señor logro imponerse y reorganizar esa fundidora y poner en orden hasta el pueblo vecino. Es decir que tenemos aquí un relato sobre las relaciones laborales en esos entonces y cómo la practica de esas relaciones se inserta en el estado de derecho. Cuando el señor Durand tomo el control de la fundidora hace 4 años el pueblo donde viven los operarios era apodado La Pequeña Sodoma, y ese nombre no era usurpado. Los juegos prohibidos a los mineros, las puñaladas, los robos, los asesinatos eran cotidianos. El sólo, purgo el pueblo de toda la canalla y el pueblo cuenta con 600 almas81. Penetraba de noche en las 80
En esa fundidora se trabajaba el mineral de una mina lejana de 7 leguas, pero donde no había ni agua para hacer funcionar los martinetes, ni madera para fundir el mineral de plata. 81 Lo que quiere decirnos aquí es que como se trata de un pueblo de 600 mexicanos la canalla era muy numerosa y la obra del señor Durand fue algo extraordinaria, casi una epopeya, un solo hombre, un francés, contra esa mala raza mexicana.
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casuchas con su carpintero francés, sorprendía a los bandidos entre sus armas, los desarmaba, los amarraba y los mandaba al ejército. A cada vuelta de la leva, cambiaba los prisioneros contra los buenos sujetos designados por la suerte y así la depuración se hizo rápidamente. En México un jefe de establecimiento es rey y dictador, sus obreros son esclavos como un poco más tarde les explicaré, y las autoridades están siempre del lado del amo, de tal manera que están libres de hacer caminar a su mundo como le parece. Los jueces de pueblos que solo hablaban con los bandidos con el sombrero en la mano fueron amenazados y en el espacio de dos años la pequeña república fue cambiada de todo a todo. Pero esta depuración no fue fácil, un día dos jueces fueron heridos por los bandidos. El Señor Durand se apoderó de estos últimos, metiéndoles su pistola en la garganta cuando estaban fumando sus cigarros entre sus armas y sables, y par darles una idea de la justicia mexicana, le voy a contar lo que ocurrió. Hizo ir a San Andrés al oficial de policía encargado de fusilar a todo aquel de quien se tuvieran sospechas fundadas y sin más proceso, dejandole claro que si no lo llevaba a cabo perdía su plaza. Como no se podía fusilar a los dos bandidos contra una pared sin arriesgar con desatar un motín, se organizó todo a la mexicana. A las 3 de la mañana el oficial y sus tropas se llevaron a estos hombres con las manos libres afín de permitirles intentar evadirse, lo que hubiera permitido aplicarles la ley fuga, lo que es más cómodo que las fusiladas judiciales. Pero estos no eran tan tontos, querían ser llevados ante la justicia ordinaria porque sabían muy bien que los liberaría. El señor Durand que no quería eso por nada del mundo, se puso de acuerdo con el oficial, dio una gran vuelta con algunos hombres de confianza y espero a la tropa en una vuelta del camino. Cuando estaba a 200 pasos él y su gente abren fuego yéndose a todo galope en todas las direcciones. El oficial grita para que liberaran a los bandidos y les pega unos tiros en la cabeza. Después mando su reporte en ese sentido y nadie volvió a hablar del incidente. El cura enterró a sus parroquianos, sembró una cruz sobre sus cuerpos y dijo una misa. Es así como se hace justicia en México y el que tiene la infelicidad de querer hacerla de otra manera esta en el error, aunque tuviese mil veces razón.” 82
Conclusiones. Como hasta las buenas cosas tienen que tener un fin, tenemos que dejar a nuestro enojado y apurado viajero a sus berrinches e intentar concluir este ensayo. Estoy consciente de que el tono que he adoptado, intentando lo más posible “darle la palabra”, podrá molestar a algunos lectores, que esperaron a lo mejor un tono más cercano a la retórica científica universitaria clásica; pero espero que más allá de la manipulación medio jocosa de las cartas del joven Henri que hemos realizado, el lector ilustrado podrá ver cómo, a través de la figura de un viajero suizo, hemos finalmente intentado reconstruir algunos elementos explicativos que nos pueden ayudar a acercarnos al problema historiográfico con el cual empezamos el ensayo. Haber escogido este testimonio en particular tenía un doble objetivo; por una parte mostrar que a pesar de su libertad 82 p.cit.p.189.
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de palabra y sus juicios categóricos el joven Henri no es ningún fenómeno particularmente “racista” en su época, sino que representa la típica visión narcisista del occidental ilustrado de la primera mitad del XIX, pero sobre todo, leer con atención las cartas de ése científico, nos permite ver como está constituida una serie de juicios sobre México y los mexicanos que son tantos dispositivos políticos que hacen posible e incluso deseable lo que se llamo después “La Intervención Francesa”. Al hilo de sus páginas se ve constituir la imagen de unos mexicanos sin estado, sin moral colectiva, sin organización política verdadera, que no solamente no se interesan en la política sino que más bien aceptarían por desidia, cualquier forma política que se les presentara y les pareciera mejor. México es así un espacio marcado por un déficit fundamental, como lo pensaba en su tiempo algunos filósofos dela Ilustración, unas tierras donde todo falta, faltan caminos, falta agricultura, falta industria, falta mano de obra, es un país casi virgen para audaces empresarios ilustrados que serían capaces de poner los primeros elementos de orden y progreso, para fecundar las inmensas posibilidades de sus múltiples regiones83. Incluso cuando nos adentramos en el retrato esbozado del mexicano vemos cómo sus defectos, su poca hombría, su cobardía, su falta de modales, su falta de palabra van siempre marcados con el sello de ese algo que falta, para que México alcance por lo menos el brillo y esplendor que, imagina Henri, tuvo a finales del XVIII cuando era aún la Nueva España. Así no debemos caer en el error de leer en palabras como cobarde, un contenido racista, algo ofensivo para el mexicano, y si lo es, es solo desde la perspectiva del siglo XX dentro del
nacionalismo mexicano,
Henri habla solo desde la superioridad
incuestionable de la ilustración occidental, de ese déficit general que hemos señalado, y que una buena y sana pedagogía moral podría fácilmente llenar, porque insiste también en que el pueblo mexicano es dulce, lindo, amable, sonriente, y trabajador cuando está bien dirigido. A ese país de risa, a estos personajes de novela o de zarzuela hay que darle consistencia, y en ese sentido el testimonio de nuestro viajero es siempre optimista, aún en las peores condiciones ve adelante, y si un tiempo se desanima y se lamenta amargamente de haber escogido a México como teatro de su viaje iniciático al mundo científico, su testimonio es fundamentalmente optimista. Henri cree en México, México es un gran país, tiene un gran futuro, pero también está firmemente 83
Sobre ese déficit fundamental, sobre esa inmadurez de la matriz América en general, el más ilustrativo de esos filósofos es sin ninguna duda Cornelius de Paw en sus “Recherches philosophiques sur les Américains ou mémoires interessants pour servir à l’histoire de l’espèce humaine.” (Berlin, 1774, 3 vol in 12). Ése vacío, ése pretendido desierto será retomado como eje fundamental organizador del discurse de justificación de la nueva empresa
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convencido que solos los mexicanos no lograrán construir ese gran país. Quedaría por examinar en qué medida esa visión de México era compartida en su época por las elites europeas, es una tarea a la cual esperamos dedicarnos en el futuro. Buscaríamos así entender cómo ese conjunto de representaciones de México, en la medida en que estaba compartida por algunos o muchos grupos dirigentes pudo constituir una base “seria”(sic) para la toma de una decisión que apareció en su momento como muy racional por los dirigentes franceses, la de lanzarse en la aventura mexicana. Incluso podemos pensar que el viajero se felicito por esa intervención, si propuso poner al servicio del emperador Napoleón III los resultados de su viaje, ofreciendo un mapa reciente del país que acababa de terminar y que será aceptado.84 No queremos afirmar aquí que los objetivos y esperanzas de Henri fueran totalmente idénticos a los de esos hombres que decidieron finalmente esa empresa colonial tan particular. Henri tiene su originalidad, sus relatos se sitúan en una tensión, entre algo que se fue, y que el imaginario occidental vio, quiso o creyó ver en las obras del Barón Von Humboldt y de algunos otros viajeros, y un futuro de progreso ante todo moral, necesario e inevitable, pero conservando lo esencial del conjunto de los valores de ese viejo mundo que la revolución francesa se propuso acabar. Es por eso que odia a los bárbaros yankees y a la nueva eficacia capitalista y su ausencia de moral y de sentido de las jerarquías naturales.
La Pitaya, Coatepec, el 26 de febrero del 2004
colonizadora emprendida sobre el mundo entero durante todo el XIX. 84 En una carta al emperador Napoleón del 25 de agosto del 1863, al ofrecer su mapa explica que “una estancia de más de un año en esta magnifica región me permitió estudiarla a fondo tanto desde el punto de vista físico como del moral”... “esforzándome por adquirir un conocimiento lo más completo posible de las condiciones científicas y topográficas del territorio mexicano así como también de los recursos del pueblo que ahí mora.” Henri de Saussure, Op.cit., p.498.
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