Ilusión

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La Realidad y sus Mitos

Ilusi贸n Cuarto Mito

H.C. El铆as


ILUCIÓN Cuarto Mito de la Realidad

Extracto del libro “La Realidad y sus Mitos” ©H.C. Elías

Registro Indautor 03-2015-072909540400-1


“Ilusión”

Cuarto Mito de la Realidad

Hemos establecido que a la idea de realidad, pueden vincularse otros importantes conceptos, como el de conciencia, existencia, observación, percepción y perspectiva. Antes de continuar vale la pena comprender más profundamente los conceptos de observación y percepción. Empecemos por definir lo que debemos entender por observación dentro de una perspectiva cuántica. Observar es colapsar la función de onda o posibilidades en partículas de experiencia. O en otras palabras dentro del contexto de la realidad relativa, observar es colapsar una de la infinidad de historias posibles dentro del dominio cuántico, en particular aquella que se ha constituido como el reflejo de la esencia de la conciencia o ser y por tanto se ha constituido en más probable. Es importante notar que el ser no puede describirse como algo estable o que no sufre cambios, por el contrario, esta fluctuando continuamente, lo que propicia que la conciencia “sintonice” diferentes realidades alternas continuamente, o fragmentos de realidad, estos fragmentos determinan el “ámbito” que será percibido por la conciencia, convirtiéndolo en un objeto de experiencia consciente, subconsciente o inconsciente. El comentario anterior resalta lo mucho que la observación y la percepción se relacionan, por lo que es el momento de profundizar acerca de esta última. La percepción resulta de los estímulos cerebrales obtenidos a través de los 5 sentidos, vista, olfato, tacto, oído y gusto, los cuales describen un fragmento de realidad dotándolo de un grado de existencia y por tanto adscribiéndole un cierto sentido de “realidad”. De acuerdo a la definición anterior llega el momento de considerar una variable nueva en el entramado concepto de realidad, el cerebro. En tanto la conciencia observa dentro del contexto del mundo cuántico colapsando historias posibles más probables en fragmentos de realidad reflejo de las continuas fluctuaciones del ser, la percepción representa un proceso de recolección de información a través de los 5 sentidos para que el cerebro pueda dar sentido a este colapso cuántico. La interpretación que se lleva a cabo en el cerebro se traduce en imágenes o impresiones, las cuales, junto con las sensaciones que se desprenden de este proceso convierten la


información en percepción consciente, acto que da un cierto sentido de “real” a cada fragmento de realidad. La observación colapsa una posibilidad o fragmento de realidad materializándola y adscribiéndole un grado de existencia, la percepción por su parte, le da la connotación de “real”. En particular tenemos dos tipos de percepción, la que se realiza en el marco del espacio tiempo o percepción sensorial y la que se efectúa a nivel cuántico o percepción extrasensorial. La percepción sensorial conlleva ciertas limitantes en virtud de que nuestros sentidos están diseñados para recibir estímulos solo dentro de ciertos parámetros. Para comprender esto pensemos en la vista, nuestro ojo solo reacciona bajo el estímulo de frecuencias dentro de la región visible del espectro electromagnético.

Como se aprecia en la imagen anterior, el rango en que el ojo puede ser excitado por frecuencias del espectro electromagnético es muy pequeño, tan solo corresponde a la región visible compuesta por los 7 colores. ¿Cómo nos parecería la “realidad” percibida si en vez de que nuestro ojo fuera sensible a la luz visible, lo fuera al infrarrojo, o al ultravioleta? Desde luego las cosas se verían de una forma totalmente diferente a la manera a la que estamos acostumbrados. En el caso del infrarrojo solo percibiríamos emisión de calor. Algo como lo mostrado en la siguiente imagen.


Del lado izquierdo, percepción en el rango de la luz visible, del lado derecho lo mismo pero con visión infrarroja, un mundo muy diferente.

En el caso de la luz ultravioleta ocurriría algo similar, el mundo se vería “raro”. Lo mismo ocurre con el espectro audible, hay sonidos que el oído humano no alcanza a percibir. Esto solo es para ejemplificar que el mundo que percibimos depende de la capacidad de los sentidos para ser o no estimulados en diferentes rangos de los espectros de luz, sonido, olor, gusto y tacto. La realidad que cada ser percibe depende del rango en el cual actúan sus sentidos de percepción. Esto implica que la realidad relativa percibida desde la perspectiva de un humano, un gato, una abeja, un reptil, etc. es diferente.


Hablemos ahora de la percepción extrasensorial, aquella que se realiza a nivel cuántico. Existe un fenómeno conocido como entrelazamiento cuántico. El físico de partículas Aspect observó en el laboratorio que después de una colisión entre partículas elementales donde como resultado de la misma aparecían un electrón y su correspondiente antimateria, el positrón (electrón con carga +), sin importar si entre ellos había una distancia de separación pequeña o enorme, cuando uno era excitado el otro respondía instantáneamente. ¿Por qué era esto desconcertante e impresionante?, porque la máxima velocidad en el vacio es la velocidad de la luz, dos partículas que se encuentran separadas una cierta distancia no pueden responder de forma simultánea a un estimulo, de acuerdo a esta limitante una tendría que responder primero y la otra después. Además estaba otro problema, ¿Qué las conectaba?, ¿Por qué al excitar a una la otra respondía? Dentro del contexto del pensamiento de ese momento no había solución aparente, hasta que al físico David Bohm, se le ocurrió un experimento mental para explicar tal situación. Imaginen que ponen un pez en una pecera, colocan una cámara frente a la cara y otra mirando el costado, luego ponen los dos monitores en un cuarto y los miran. Cuando ven ambos monitores desconocen que pertenecen a dos aspectos de un mismo pez, y como ignoran esto supondrán que son dos peces diferentes. Si estimulan el costado del pez, observaran que de inmediato hay reacción en ambos monitores, esto los lleva a pensar que están relacionados de alguna manera en virtud de que el estímulo en uno de ellos provoca una respuesta inmediata en el otro. Ahora pueden salir del cuarto y se dan cuenta que no son dos seres diferentes, sino el mismo, solo que desde la perspectiva de ambos monitores adentro era imposible percatarse de esto. Lo mismo ocurre con ambas partículas, son una misma, aunque debido a nuestras limitantes sensoriales que nos impiden percibir desde una dimensión superior no podamos verlo así. Esto significa que todas las partículas cuyo origen sea el mismo están conectadas como parte de un mismo “cuerpo”. Si consideramos que de acuerdo a la Teoría del Big Bang, nuestro Universo tuvo un origen común, entonces todas las partículas en él están entrelazadas. A esto se le conoce en física cuántica como entrelazamiento cuántico.


El entrelazamiento cuántico implica que el universo es una expresión diferente de un único todo y no está sujeta al marco del espacio tiempo ya que su fenomenología se da dentro del marco de la simultaneidad. Como el segundo tipo de percepción tiene lugar a nivel cuántico, se realiza, a diferencia de la primera, fuera del marco del espacio tiempo, es decir, en el dominio del entrelazamiento cuántico. Dado que el entrelazamiento ocurre en los niveles, mental, emocional y físico, en el nivel mental, podemos hablar de diferentes clases de percepción extrasensorial. La telepatía corresponde a entrelazamiento mente-mente; la clarividencia, mente-materia; la precognición, mente-tiempo; la visión remota, mente-espacio. Irónicamente este tipo de percepción que por siglos se considero imposible y fue motivo de burlas, ahora es la muestra palpable de que el entrelazamiento cuántico trasciende el domino del espacio-tiempo. El espectro completo de la percepción está formado por estímulos restringidos dentro de un marco espacio temporal o percepción sensorial, y por otro grupo de estímulos provenientes del mundo cuántico o percepción extrasensorial. Hasta aquí tenemos dos actividades, una que definimos como observación que ocurre a nivel cuántico y que es realizada por la conciencia. Otra que denominamos percepción y que se realiza tanto dentro del marco espacio temporal, como en el dominio cuántico; una utiliza como órganos receptores los correspondientes a los 5 sentidos, y la otra el sistema de microtúbulos de las neuronas del cerebro y del tejido neuronal del corazón. Mientras que la observación no requiere de la participación de tejido neuronal ya sea en el cerebro o en el corazón, la percepción en sus dos modalidades, sí. El cerebro hace el papel de una “computadora” que decodifica la información que es transmitida a través de las terminales nerviosas que lo conecta con los 5 sentidos. Lo mismo ocurre con la información que recibe a través de los microtúbulos de las neuronas tanto del cerebro, como del tejido neuronal del corazón. La información sensorial la convierte en representaciones tridimensionales desarrollándose secuencialmente, esto es, sujetas a una secuencia temporal. Cada representación está formada por imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones táctiles.


La información que percibe a través de los microtúbulos la convierte en intuición, presentimiento, inspiración, sensación, imágenes atemporales; sonidos y olores sin contexto, etc. Hasta aquí todo va muy bien, pero ¿por qué la mayoría de las personas, no experimenta este tipo de percepción y no solo eso, sino que se niega a creer que pueda ocurrir? Bueno, esta negación tiene su justificación en lo que se llama sistema de creencias o paradigmas. El cerebro solo decodifica aquella porción de información recopilada por los sentidos o microtúbulos que, de acuerdo a su acervo de memoria, cree que es posible. Esto marca una cierta dicotomía entre la realidad reflejada (ser), la realidad observada (conciencia) y la realidad percibida (cerebro, corazón y sentidos). Como hemos visto, la realidad reflejada depende de la conformación del ser como esencia de la conciencia. Dado que en el proceso de observación realizado por la conciencia no hay filtros, como los paradigmas, la observación colapsa todo cuanto esa realidad relativa es. Sin embargo como la percepción está sujeta tanto a limitantes físicas (sentidos) como mentales (paradigmas), esta se presenta incompleta o parcial. Esto sugiere que la “cantidad” de realidad relativa que es posible percibir tanto sensorial como extrasensorialmente depende de la amplitud del paradigma al cual anclemos nuestro cerebro. Pero, ¿Qué se debe entender por sistema de creencias o paradigma? Una creencia es el estado de la mente en el que un individuo considera como verdadero el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa; cuando se objetiva, el contenido de la creencia presenta una proposición lógica, y puede expresarse mediante un enunciado lingüístico como afirmación. Cuando solo implica mera actitud mental, que puede ser inconsciente, no es necesario que se formule lingüísticamente como pensamiento; pero como tal actúa en la vida psíquica y en el comportamiento del individuo orientando su inserción y conocimiento del mundo. De esta forma, el papel que juega la creencia junto con las limitantes propias de la percepción nos lleva a plantearnos una interesante cuestión ¿Qué tan real es la realidad? Antes de intentar dar respuesta a tan interesante planteamiento, asomémonos al concepto de ilusión, pero desde la perspectiva de la doctrina Hindú.


En el hinduismo, maia o māyā significa ilusión, y representa una imagen ilusoria o irreal. Más concretamente en esta doctrina se suele considerar que todo el universo de cosas fenomenológicas y que aparecen como reales son ilusorias. La palabra māyā está compuesta por dos vocablos en sánscrito, mā que significa “no” y alā que representa “es”. En idioma proto-indo-iranio māiā significa ‘fuerza milagrosa’, ya sea desde la raíz mai (intercambio) o desde la raíz mā (medida). Según la doctrina advaita, percibir la multiplicidad de este mundo fenomenológico (ātmā) perteneciente a un estado u orden diferente al de las almas (Brahman-Di-s) es solo māyā (ilusión): la realidad es que solo hay Di-s. Según la doctrina sankhya, māyā se identifica con prakriti (materia) y con pradhana (presustancia desconocida, fuente de la materia), además, según la filosofía vedānta es la fuente del universo visible. En el marco de la mitología hindú, Māyā es la personificación de la energía ilusoria māyā (materia, en contraposición con el espíritu). En vertientes de la mitología Hindú aparecen diferentes significados para Māyā como personificación de la energía llamada ilusión o materia. Māyā es la deidad principal que manifiesta, perpetúa y gobierna la “ilusión” y el sueño de la dualidad en el universo de los fenómenos. Para algunos místicos esta manifestación es real. Cada persona u objeto físico, desde la perspectiva de la eternidad, es como una breve y perturbada gota de agua en un océano sin límites. La meta de la autorrealización espiritual es entender esto, sentir intuitivamente la diferencia entre el yo y el universo como una falsa dicotomía. Puesto que la idea de que conciencia y materia física, o mente y cuerpo son cosas diferentes, es el resultado de una no iluminada perspectiva. En el Devi Mahatmyam se dice que el aspecto espiritual de Māyā (llamado Yogamaya) cubre los ojos de Vishnú para hacer que él duerma en yoganidra (sueño divino). Cuenta la mitología que en una ocasión, el dios Brahmā no podía matar a dos demonios, Madhu y Kaitabha, por lo que se dirigió a esta Yogamaya para pedirle que despertara a Vishnú. Entonces éste despertó y mató a los demonios. En este relato el sueño divino yoganidra equivale a la realidad relativa o mundo de māyā, cuando Vishnú despierta, es como si su conciencia saliera de la ilusión y acabara con los “demonios” de la dualidad. Solo despertando de la ilusión la aparente dicotomía entre la Unidad y la diversidad, el espíritu y la materia, la mente y el cuerpo pueden ser destruidas. Antes de insertar correctamente esta interesante noción de māyā en nuestra cadena conformada hasta este punto por los conceptos de conciencia, existencia, observación, percepción sensorial, percepción extrasensorial, percepción y creencias, vale la pena


profundizar un poco en aquello que representan los nombres Brahmá y Brahman, que he mencionado en párrafos anteriores. Brahman (pronunciación-brájman) es un término sánscrito que hace referencia a la divinidad absoluta del hinduismo. Etimológicamente, Brahman tiene el significado de ‘expansión’. En los Upanishads (textos sagrados del hinduismo) se señala al Brahman como lo absoluto, que se encuentra en todo el universo, que es la esencia de todo, que transciende a todo, que es inmanente y causa eficiente del cosmos; en tanto que a nivel de microcosmos su correlato es el atma o alma eterna de cada individuo. (Brahman desde mi punto de vista guarda un gran paralelismo con el Ein Sof del judaísmo). En la mitología hinduista el primer ser creado por el Brahman es el dios creador Brahmá En el marco del hinduismo, Brahmā (literalmente ‘evolución’ o ‘desarrollo’ en idioma sánscrito) es el dios creador del universo y miembro de la Tri-murti (‘tres formas’), la tríada conformada por Brahmá (dios creador), Visnú (dios preservador) y Shivá (dios destructor). (En este caso, el paralelismo es de Brahmā con Elohim también del judaísmo). Māyā no representa la ilusión respecto a lo que es, sino a la manera en la que cada alma lo percibe. Sin māyā sería imposible percibir, pues māyā en cierto sentido, también es el abismo de nada que hemos mencionado anteriormente, en virtud de que representa la presustancia desconocida fuente de la materia (realidades relativas). Por una parte tenemos un ente que lo abarca todo, Brahman el cual es real, luego un “lente” que permite diferenciar la infinidad de realidades superpuestas, sin el cual seriamos incapaces de percibir conscientemente cada una de ellas. En base a esto resulta claro que esa “lente” es māyā. Y es este “ingrediente” de la percepción el que permite al cerebro decodificar la información y convertirla en neurotransmisores y en general toda sustancia química que podríamos clasificar como moléculas de sentimientos, las cuales, en última instancia, se traducirán en sensaciones responsables de dar a la conciencia esa sensación de real a la ilusión que sustenta la apariencia de fragmentación en la Unidad perfecta. Y aunque la realidad percibida es una ilusión, sin ella la conciencia sería incapaz de percibirse a sí misma de forma consciente, subconsciente e inconsciente. Y digo percibirse a sí misma, porque en última instancia, la realidad relativa no es más que un reflejo de su propia esencia.


Es por esto que el considerar la realidad como ilusión y demeritar su importancia es un mito que debe ser erradicado, pues sin ilusión no hay autoconocimiento, ni integración final del ser, ni unión consciente a la Unidad. Respecto a la Unidad las realidades relativas son percibidas a través de la ilusión, respecto a cada conciencia, son reales, y es gracias a esa perspectiva que la conciencia individual puede participar de la Unidad de forma consciente. La próxima vez que nos demos un martillazo en un dedo, en vez de decir “no pasa nada, no es real”, digamos, gracias a que nos parece real, pude sentir dolor, algo que sin duda es un atributo de la Unidad, pues de no serlo, no lo hubiese percibido conscientemente, ya que si todo es unidad, ¿Cómo percibir algo que no es parte de ella? El martillazo me habrá enseñado que en la Unidad existe el dolor. Ahora conozco algo más de ese maravilloso Todo. Cada sensación es conocimiento, descubrimiento, o mejor dicho redescubrimiento de la Unidad. A veces pienso en la Unidad como un lienzo de Picasso, aunque las partes parecieran no estar donde debieran, la verdad es que tal apariencia se debe a que no es posible percibirla completa desde un mismo punto, así que se perciben diferentes aspectos y la conciencia, “mi” conciencia, los une dando la impresión de estar fuera de lugar. Esto lleva a percibir a la Unidad como algo incomprensible, y hago énfasis en esto porque si el ser es capaz de sentir amor, misericordia, paz, armonía, desolación, tristeza, dolor, angustia, celos, mansedumbre, templanza, arrogancia, envidia, miedo, benignidad, bondad, felicidad, etc., etc., es porque todo es parte de la Unidad. Ahora sí estamos listos para dar respuesta a la pregunta que plantemos anteriormente ¿qué tan real es la realidad? Tan real como aquello que podamos aprender respecto a la Unidad. Tan real como el aspecto que podamos comprender de la Unidad. Tan real como seamos capaces de experimentar el reflejo de nuestra esencia en la Unidad. La Única Realidad solo puede ser percibida (aunque con un aspecto bastante “cubista”) por la ilusión que desde la perspectiva de la conciencia individual es “real”.


Por último veamos cómo quedan ahora, considerando a māyā, los conceptos vinculados a la realidad relativa o individual: conciencia, existencia, observación, māyā, percepción sensorial, percepción extrasensorial, perspectiva y creencias.


Ingeniero Físico con especialidad en física cuántica por la Universidad Iberoamericana (UIA). Creador de la Teosofía Cuántica. Ha realizado estudios de Hebreo Bíblico en la Universidad de Jerusalén (en línea). Ha estudiado Sagradas Escrituras, Evangelios Apócrifos, Kabbaláh, Geometría Sagrada, antiguos manuscritos sumerios y egipcios, Decodificación Biológica de las Enfermedades, entre otros más. En la actualidad cuenta con 64 publicaciones. elias.hiram@yahoo.com.mx


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