PROPUESTA PARA EL TALLER DE POESÍA DE LA UPV 2005-2006 Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable. ("El Aleph", J.L. Borges) Este artículo nace de mi mala conciencia de filólogo por desentenderme de los asuntos del Taller, pero también de una sana voluntad de colaboración en la línea de las sugerencias expresadas durante las últimas sesiones del curso pasado. Mi propuesta se articula sobre varios supuestos que Elena Escribano comentó: la presencia de dos cursos (uno de iniciación y otro más avanzado), la métrica como contenido fundamental del curso de iniciación, la exigencia del Rector de la UPV de estructurar los contenidos como una asignatura universitaria, la intención de impartir clases magistrales sobre Historia de la Literatura (a través del comentario de texto y de los autores clásicos más representativos), la injerencia de un "consejo de sabios" que decidan sobre la publicación de los poemarios de algunos compañeros del Taller, el patrocinio de la Biblioteca Valenciana... Y no menciono a los poetas invitados de este año porque, a día de de hoy, sólo tengo noticia del recital de Joaquín Sabina en octubre. A todo esto le añadimos la peculiaridad de ser un taller de poesía universitario y un grupo poético, "Polimnia 222", en uno. Esta doble vertiente me ha inducido a desarrollar otra idea, que Elena ya esbozó en su momento, y que considero acertada: separar el taller del grupo poético en los dos cursos antes mencionados. El curso de iniciación sería el Taller propiamente dicho y el más avanzado correspondería a "Polimnia 222". La justificación no residiría exactamente en los niveles de conocimientos de los asistentes, sino en la fórmula didáctica de aprender, comprender y reflexionar. Sólo se puede reflexionar sobre lo que se ha comprendido, y sólo se comprende aquello que se ha aprendido: la reflexión es el último estadio del proceso de aprendizaje, cuando el alumno ya se ha apropiado de los conceptos que previamente ha aprendido y comprendido. Es entonces cuando surge la creatividad, el juego, la posibilidad de generar conceptos nuevos, de "transgredir las reglas", y hacer progresar la disciplina que se ha dominado. En mi propuesta defiendo que los futuros asistentes aprendan a escribir y comprendan la poesía en el curso inicial (Taller), y reflexionen sobre el fenómeno poético en el curso avanzado ("Polimnia 222"). Pero a esta sugerencia habría que hacerle una objeción: no hemos hablado de procedimientos, sólo de conceptos. El problema surge si tenemos en cuenta el carácter práctico de los talleres literarios, su naturaleza procedimental, dirigida al "saber hacer", o al menos es lo que intuimos en la definición que nos ofrece Daniel Cassany en Enseñar Lengua (2001): "Actividades de expresión escrita centradas en el desarrollo de la creatividad y en las características de los textos, más lúdicos y estéticos y no tan funcionales". En consecuencia, los conceptos, aunque necesarios, deben subordinarse a los procedimientos; han de ser "conceptos prácticos": si quisiéramos formar, por ejemplo, electricistas que supieran arreglar un enchufe, no les será demasiado útil que les relatemos la vida y milagros de Thomas Edison, sino que les aprovechará más que les enseñemos qué cables deben cortar y qué alicates utilizar, o aconsejarles, simplemente, que desconecten antes la electricidad para evitar calambrazos. Por tanto, creo que no sería adecuado incluir nociones de Historia de la Literatura en el programa de un taller literario, porque constituyen, esencialmente,