MIGUEL MENA 2016-17
GRUPO LECTURA
Miguel Mena (Madrid, 1959) es periodista y escritor. Trabaja desde hace treinta años como locutor en Radio Zaragoza (Cadena SER), ciudad en la que reside desde el año 1983. Durante un tiempo también fue voz en esta ciudad de las emisoras 40 Principales y Cadena Dial. Actualmente dirige el magazine de fin de semana "A vivir Aragón". Colaborador habitual en las revistas La Magia de Viajar, Aragón Rutas, y en el suplementoArtes&Letras del diario Heraldo de Aragón. Ha publicado novelas, libros de viaje y relatos, de entre los que cabe destacar títulos como Paisaje del ciclista (1993), Bendita calamidad (1994), Por las ramas(1995), El escondite inglés (1997), Onda media (1999), Cambio de marcha (2000), Una nube de periodistas (2001), 1863 pasos (2005), Días sin tregua (Premio Málaga de Novela 2005), Piedad (2008),Alerta Bécquer (2011) o Todas las miradas del mundo (2012). En 2006 fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad de Zaragoza. ALCOHOL DE QUEMAR, 2014 La historia de su nueva novela aborda un suceso real que conecta con otro hecho similar en EE. UU... El suceso del que parto tuvo lugar en Cervera de la Cañada, un pueblo de la provincia de Zaragoza, en 1991. Murieron cuatro personas en un incendio tras una discusión absurda. Fue durante las fiestas: dos jóvenes, en medio de la borrachera, provocaron un incidente en la puerta de una casa, luego echaron gasolina y la quemaron. Años después, leí una autobiografía de James Ellroy en la que contaba una cosa que le había impresionado mucho en su adolescencia, idéntica a la que ocurrió en Cervera de la Cañada, pero en un bar: unos borrachos molestando a la gente en un bar, los echan, vuelven con gasolina le pegan fuego y mueren seis personas. La coincidencia de dos sucesos tan parecidos es lo que me llevó a pensar en una historia que, aparte de los sucesos, trata de lo que se puede llegar a hacer borracho y de las diferentes maneras que la justicia tiene de evaluar este tipo de cosas. ¿Hasta qué punto es ficción su novela? En el libro es real el suceso, el paso por los tribunales. He reproducido fielmente las sentencias, los cumplimientos... pero los personajes son de ficción, al igual que los topónimos Madevera y Medina. No es un ensayo, sino una novela. Para un escritor y periodista, ¿las mejores historias son aquellas en las que la realidad supera la ficción? ¿El periodismo es constante fuente de inspiración literaria?
Abiertamente, sí. Muchas de las cosas que he escrito están basadas en cosas que he conocido por mi trabajo. Este fue un suceso que todos los medios de comunicación tratamos ampliamente. Las hemerotecas me inspiran mucho. Pasar por ellas y repasar sucesos antiguos me aporta abundante material a la hora de escribir. En su libro reflexiona sobre la venganza, el olvido, el dolor, la búsqueda de identidad pero ¿cual es el tema que predomina sobre todos ellos? El punto de partida fue algo que también había vivido a través del programa de radio 'Estudio de Guardia'. Es sobre todo dos cosas: los sucesos que se provocan de manera absurda y, algo que siempre me ha llamado mucho la atención, la gente que vive con un sentimiento de injusticia. Así lo entendí con la familia que padeció este suceso en el pueblo de Zaragoza pero también a través de muchos otros casos que conocí en 'Estudio de Guardia', sucesos muy diferentes, relacionados con accidentes de tráfico o cosas parecidas. En la vida cotidiana hay mucha gente que vive con el sentimiento de que la justicia ha sido injusta con ellos y viven con esa humillación. Eso está muy presente en la novela. 'Alcohol de quemar' sale pocos meses después de su anterior novela 'Foto movida'. Da la sensación de que cuando publica uno de sus libros ya tiene el siguiente bajo el brazo... No, esto ha sido casualidad. En realidad, este libro estaba escrito antes y se iba a publicar con anterioridad pero decidí retrasarlo. Me costó encontrar el tono porque tenía tanta documentación que llegué a pensar en hacer un ensayo, en contar la historia real de los personajes, con entrevistas, pero al final me incliné por la ficción. Ha sido una casualidad que los dos libros salieran este año pero en realidad llevaba trabajando en 'Alcohol de quemar' diez años. Es un autor consolidado pero, ¿cómo encuentra un locutor su voz literaria? La encuentro acercándome lo más posible a la locución de radio. Intentando que los libros tengan un poco lo que tiene que tener un programa de radio: un cierto ritmo, una cierta amenidad y un lenguaje sencillo, accesible y bastante directo. Mis primeros libros no eran así pero al final me he ido acercando más al trabajo de la radio y creo que ya he encontrado, más o menos, mi tono imitando lo que hago en la radio. Esa es mi voz. La temática de su literatura es algo heterogénea... Supongo que será porque escribo lo que me apetece en cada momento. Se me mete una historia en la cabeza y esa es la que llevo. Y también a lo mejor tiene que ver con la radio, en mi programa empiezo hablando de un tema y luego sigo con otros diferentes, donde toco un poco todos los palos. Decía en su libro 'Micromemoria' que no le gustan los niños en la radio... ¿es usted un Hitchcock de las ondas? Lo que decía es que siempre que puedo huyo de entrevistar a niños porque sus respuestas suelen ser “sí”, “no” o encogimiento de hombros, que es la peor en la radio. Con todo el cariño hacia la infancia, huyo de ellos. Son un encanto pero no para hablar por la radio. Es un gran conocedor de Aragón, aunque usted es madrileño ¿Se quiere más a esta tierra siendo de fuera? Creo que la miro de otra manera, con menos prejuicios que la gente de aquí, valorando más determinadas cosas. A veces voy a sitios en los que me quedo fascinado, en algunos pueblos hay quien me dice: “Bah, pero si eso es un secarral”. Y de repente veo un paisaje que me impacta. No lo sé, lo ves con ojos distintos, descubriendo de otra manera las cosas. ¿Existe algún rincón de Aragón que no conozca o que le gustaría visitar? Comarcas, las conozco todas. Pueblos, me deben faltar como mucho 30 o 40 municipios. No he subido al Aneto ni creo que suba, pero sí a Monte Perdido. Creo que me quedan sitios muy particulares, muy pequeñitos pero prácticamente conozco todo. Primero, porque me gusta, porque es el entorno que tengo más cerca y también porque por mi trabajo durante años me ha venido muy bien. Me sigue viniendo bien. Sobre todo me divierte, me gusta ir a descubrir sitios, pueblos... Su obra literaria también ha calado en el cine con el corto documental 'Un dios que ya no
ampara' y la película 'Bendita Calamidad'. ¿Cómo se adapta su literatura al lenguaje cinematográfico? Gaizka Urresti, que es quien ha adaptado las dos obras, parece que ve que los libros se acercan claramente a los guiones. Como soy de frase de corta, no meto muchas descripciones y hay bastante diálogo, hay algunos libros que se adaptan con bastante facilidad. Puede que el lenguaje cinematográfico tenga influencia en mí. De hecho, algunas personas me han dicho de 'Todas las miradas del mundo'. parece un guión desarrollado. Otra de sus facetas en el cine es la de actor, aunque en su último papel está un poco verde... (Risas) No soy actor. Desde COU, que hice 'Luces de bohemia', no he vuelto a hacer ninguna interpretación. 'Un dios que ya no ampara' es un documental en el que la cámara me seguía y no actuaba. Y en 'Bendita calamidad', el director me dijo que iba a hacer un cameo y luego me puso de guardia civil. Bien es cierto que pensaba que sería más fácil, haciendo bulto como Hitchcok, pasando por allí... pero luego me hicieron desmontar un control, que es más difícil de lo que parece, a toda velocidad, y arrancar un Nissan Pathfinder, que nunca había conducido, en cuesta y poniendo la sirena. Ha sido un experiencia muy bonita pero creo que, de momento, voy a dejar la interpretación. Es un gran Me gusta mucho la muchas vueltas a la andar horas y
aficionado al deporte. ¿Le ayuda en su trabajo? bicicleta porque me da una cierta disciplina. Cuando vas por ahí le das cabeza y muchas veces pienso en libros. Me gusta mucho andar y la bici, horas. Son deportes con paisaje. Para nadar no valdría.
La música también forma parte de su vida. Como locutor y como aficionado vivió en primera persona la efervescencia musical de los 80 en Zaragoza. ¿Nunca le tentó ser músico? No. Imposible. Tengo dos cosas que me incapacitan como músico: muy mal oído y muy mala coordinación. Un músico tiene que manejar la mano izquierda y la mano derecha haciendo cosas distintas y eso para mí es increíble. Por eso, a lo mejor los admiro tanto y por eso me ha gustado tanto la música. Uno de mis vicios ahora es digitalizar mis vinilos en el ordenador. Con eso me paso las horas muertas, pero hacer música, imposible. Le encanta jugar con las palabras pero, ¿alguna vez le han jugado las palabras una mala pasada? Alguna vez. Hace años, en 'Estudio de Guardia', saludé a una persona, y al momento le dije 'Adiós'. O cuando hacíamos musicales y me equivoqué de nombre de manera disparatada al presentar a un artista. Me ocurre más escribiendo que en antena o hablando.
PIEDAD ,2008 "Me gustaría que mi hijo hablase, es lo único que digo; poder charlar con él" . Y Miguel Mena (Madrid, 1959) que ayer presentó su libro Piedad(Xordica), en el que plasma el dolor por la enfermedad de Daniel, su hijo, a la vez que se muestra conmovido por tantos otros casos como páginas (166) tiene el libro, rió cuando alguien le dijo que ahora, a los once años que tiene el chico, hubiera tenido que sufrir el apagón del encuentro, que llega con la adolescencia. Piedad comienza con dos citas: Una de Kapuscinski, que describe el caso de una niña africana en los años 60 con los síntomas de lo que el doctor Angelman llamó de los muñecos felices y otra de Bécquer, que es ya un alegato desde el principio: "La vida, tomándola como es, sin exageraciones ni engaños, no es tan mala como dicen algunos". A partir de ahí, en notas breves, muy cargadas de piedad hacia mucha gente que sufre y hacia sí mismo, Miguel Mena recoge la extrañeza, el estupor, el límite de lo humano, casos que conoció como periodista, las noches oscuras del insomnio. Y van acompañadas de fotografías tomadas por él mismo en excursiones, algunas tan enternecedoras como este rótulo en el campo: “Cuidado: Caracoles". "Es una piedad hacia lo que me rodea y también hacia mí mismo. Esos sentimientos que tienes a veces. Esperabas otras cosas que no son las que tienes. Mi hijo no me da pena, pero me da mucho trabajo. Este libro nace en una época en la que yo duermo muy poco", explicó ayer el autor. Y más que un libro de resistencia, Miguel Mena señala que lo es "de esperanza" y también "de dolor", dice, "porque no hay que esconderlo tampoco". Miguel Mena trae a su libro a Garrido, el montañero que, tras varios meses de proeza en solitario, ve cómo los terroristas matan a sus padres y a un hermano; la madre con Alzeimer que aún no olvida cuando murió un hijo suyo hace 60 años suplicándole en vano el agua que le había prohibido el médico; la toma de TV desde el helicóptero del ciclista escapado, al que el pelotón rebasa poco antes de la meta; la muerte de Manolo Fernández, de los Bravos, tras el éxito del grupo; el líder sindical el 1° de mayo comprando en la gran superficie que hace años logró que cerrara; el ascenso y la lesión de César, el canterano... El autor explica: "He reflejado recuerdos propios y otros profesionales. Me han conmovido. Lo del atracador pillado a la salida del banco que optó por pegarse un tiro. Su padre vino a la radio a decir que su hijo no era malo, que la droga le había hecho delincuente y que antes de hacer daño a nadie prefirió matarse. Veinte años después lo sigo recordando". Pero todas las historias, desde su mirada, están transidas de lirismo. Ninguna excede una página, ni hay un punto y aparte. Ni una sola es de ficción. Van escritas de tirón, con el mínimo imprescindible, sin retórica. Pero ese tirón es como el de los pellejos de piel junto a las uñas, que arranca dolor y sangre. La más corta de todas está en la página 94: Un torrente de alegría se abre camino entre un mar de miradas heridas. Va referida al colegio de Daniel, en una tarde de padres. Pero el libro, a pesar de tanta desolación y tanto dolor, no es un libro desesperado. Es un libro en el que hay también lugar a la esperanza y sus páginas están llenas de gente noble que ayuda a sobrellevar tanto dolor: el motero que salva a la niña a la que un lobo le está devorando el brazo, el empresario que apuesta por un chico y le ofrece trabajo tras escucharle por la radio, el nadador que muere tras salvar al que se está ahogando, los casos antes citados de Álvaro Iglesias y Daniel Oliver, que también dieron sus vidas por salvar a otros... Y abunda lo autobiográfico. Hay un gran número de textos autobiográficos con sucedidos que le han ocurrido al propio MIGUEL MENA: “Río adentro”, cuando MIGUEL MENA se golpea la cabeza en el río y piensa en el tetrapléjico Ramón Sampedro, “Foulard”, cuando su larga bufanda se engancha en la cadena de la moto y está a punto de ahogarle, o “Mozo”, cuando le suspendieron un examen para mozo de almacén. Uno de los textos autobiográficos más conmovedores -con serlo mucho casi todos- es el que dedica a Mercedes, lleno de admiración y cariño. (pág. 84)
Aunque en este aspecto autobiográfico del libro, el gran protagonista de PIEDAD es DANI, el hijo discapacitado de Miguel y Mercedes, al que se le dedican dieciséis textos, y que es la luz que ilumina el libro y el hálito que lo sustenta. Dani nunca sabrá que ha sido la causa y que ha dado origen a uno de los más grandes libros publicados en Aragón en los últimos tiempos, que ha sido para su padre como don Quijote o Sancho para Cervantes, como Lolita para Nabokov, como Patricio Julve para Antón o como el Miralles de “Soldados de Salamina” para Javier Cercas, pero con la particularidad de que no es un personaje de ficción sino un personaje real, de carne y hueso, lleno de vida y alegría. Por eso hoy DANI debería ser el gran protagonista del día y a él debemos rendirle nuestro homenaje y ofrecerle nuestro cariño. Todos los textos a él dedicados son estremecedores, pero hay uno que quiero leerles: SILENCIOS (pág. 44). No me gustaría terminar sin hablar de las pinceladas de HUMOR que aparecen en el libro, humor que ha de ser necesariamente NEGRO. Pensemos en dos textos: “Postal” y “Funeral”. En el primero MIGUEL MENA nos cuenta la historia de su tío Julio, que murió en Navidad. Pocos días después de su muerte, con la demora postal propia de esas fechas, MIGUEL MENA recibió la postal de felicitación navideña de su difunto tío en la que se leía: “Espero que al recibo de la presente estéis bien. Nosotros bien, gracias a Dios”; y en el segundo se describe el funeral de Pedro. Vamos a leerlo. (Pág. 90) Y quiero que terminemos sonriéndonos, porque el libro, a pesar de su dureza, no deja nunca un sabor amargo, porque hay en él una defensa heroica de la vida, del amor, de la justicia y de la bondad de las gentes. Porque es un libro hecho con los más nobles sentimientos, un libro decente y luminoso de los pies a la cabeza.
ALCOHOL DE QUEMAR, 2014 La historia de su nueva novela aborda un suceso real que conecta con otro hecho similar en EE. UU... El suceso del que parto tuvo lugar en Cervera de la Cañada, un pueblo de la provincia de Zaragoza, en 1991. Murieron cuatro personas en un incendio tras una discusión absurda. Fue durante las fiestas: dos jóvenes, en medio de la borrachera, provocaron un incidente en la puerta de una casa, luego echaron gasolina y la quemaron. Años después, leí una autobiografía de James Ellroy en la que contaba una cosa que le había impresionado mucho en su adolescencia, idéntica a la que ocurrió en Cervera de la Cañada, pero en un bar: unos borrachos molestando a la gente en un bar, los echan, vuelven con gasolina le pegan fuego y mueren seis personas. La coincidencia de dos sucesos tan parecidos es lo que me llevó a pensar en una historia que, aparte de los sucesos, trata de lo que se puede llegar a hacer borracho y de las diferentes maneras que la justicia tiene de evaluar este tipo de cosas. ¿Hasta qué punto es ficción su novela? En el libro es real el suceso, el paso por los tribunales. He reproducido fielmente las sentencias, los cumplimientos... pero los personajes son de ficción, al igual que los topónimos Madevera y Medina. No es un ensayo, sino una novela. Para un escritor y periodista, ¿las mejores historias son aquellas en las que la realidad supera la ficción? ¿El periodismo es constante fuente de inspiración literaria? Abiertamente, sí. Muchas de las cosas que he escrito están basadas en cosas que he conocido por mi trabajo. Este fue un suceso que todos los medios de comunicación tratamos ampliamente. Las hemerotecas me inspiran mucho. Pasar por ellas y repasar sucesos antiguos me aporta abundante material a la hora de escribir. En su libro reflexiona sobre la venganza, el olvido, el dolor, la búsqueda de identidad pero ¿cual es el tema que predomina sobre todos ellos? El punto de partida fue algo que también había vivido a través del programa de radio 'Estudio de Guardia'. Es sobre todo dos cosas: los sucesos que se provocan de manera absurda y, algo que siempre me ha llamado mucho la atención, la gente que vive con un sentimiento de injusticia. Así lo entendí con la familia que padeció este suceso en el pueblo de Zaragoza pero también a través de muchos otros casos que conocí en 'Estudio de Guardia', sucesos muy diferentes, relacionados con accidentes de tráfico o cosas parecidas. En la vida cotidiana hay mucha gente que vive con el sentimiento de que la justicia ha sido injusta con ellos y viven con esa humillación. Eso está muy presente en la novela. 'Alcohol de quemar' sale pocos meses después de su anterior novela 'Foto movida'. Da la sensación de que cuando publica uno de sus libros ya tiene el siguiente bajo el brazo... No, esto ha sido casualidad. En realidad, este libro estaba escrito antes y se iba a publicar con anterioridad pero decidí retrasarlo. Me costó encontrar el tono porque tenía tanta documentación que llegué a pensar en hacer un ensayo, en contar la historia real de los personajes, con entrevistas, pero al final me incliné por la ficción. Ha sido una casualidad que los dos libros salieran este año pero en realidad llevaba
trabajando en 'Alcohol de quemar' diez años. Es un autor consolidado pero, ¿cómo encuentra un locutor su voz literaria? La encuentro acercándome lo más posible a la locución de radio. Intentando que los libros tengan un poco lo que tiene que tener un programa de radio: un cierto ritmo, una cierta amenidad y un lenguaje sencillo, accesible y bastante directo. Mis primeros libros no eran así pero al final me he ido acercando más al trabajo de la radio y creo que ya he encontrado, más o menos, mi tono imitando lo que hago en la radio. Esa es mi voz. La temática de su literatura es algo heterogénea... Supongo que será porque escribo lo que me apetece en cada momento. Se me mete una historia en la cabeza y esa es la que llevo. Y también a lo mejor tiene que ver con la radio, en mi programa empiezo hablando de un tema y luego sigo con otros diferentes, donde toco un poco todos los palos. Decía en su libro 'Micromemoria' que no le gustan los niños en la radio... ¿es usted un Hitchcock de las ondas? Lo que decía es que siempre que puedo huyo de entrevistar a niños porque sus respuestas suelen ser “sí”, “no” o encogimiento de hombros, que es la peor en la radio. Con todo el cariño hacia la infancia, huyo de ellos. Son un encanto pero no para hablar por la radio. Es un gran conocedor de Aragón, aunque usted es madrileño ¿Se quiere más a esta tierra siendo de fuera? Creo que la miro de otra manera, con menos prejuicios que la gente de aquí, valorando más determinadas cosas. A veces voy a sitios en los que me quedo fascinado, en algunos pueblos hay quien me dice: “Bah, pero si eso es un secarral”. Y de repente veo un paisaje que me impacta. No lo sé, lo ves con ojos distintos, descubriendo de otra manera las cosas. ¿Existe algún rincón de Aragón que no conozca o que le gustaría visitar? Comarcas, las conozco todas. Pueblos, me deben faltar como mucho 30 o 40 municipios. No he subido al Aneto ni creo que suba, pero sí a Monte Perdido. Creo que me quedan sitios muy particulares, muy pequeñitos pero prácticamente conozco todo. Primero, porque me gusta, porque es el entorno que tengo más cerca y también porque por mi trabajo durante años me ha venido muy bien. Me sigue viniendo bien. Sobre todo me divierte, me gusta ir a descubrir sitios, pueblos... Su obra literaria también ha calado en el cine con el corto documental 'Un dios que ya no ampara' y la película 'Bendita Calamidad'. ¿Cómo se adapta su literatura al lenguaje cinematográfico? Gaizka Urresti, que es quien ha adaptado las dos obras, parece que ve que los libros se acercan claramente a los guiones. Como soy de frase de corta, no meto muchas descripciones y hay bastante diálogo, hay algunos libros que se adaptan con bastante facilidad. Puede que el lenguaje cinematográfico tenga influencia en mí. De hecho, algunas personas me han dicho de 'Todas las miradas del mundo'. parece un guión desarrollado. Otra de sus facetas en el cine es la de actor, aunque en su último papel está un poco verde... (Risas) No soy actor. Desde COU, que hice 'Luces de bohemia', no he vuelto a hacer ninguna interpretación. 'Un dios que ya no ampara' es un documental en el que la cámara me seguía y no actuaba. Y en 'Bendita calamidad', el director me dijo que iba a hacer un cameo y luego me puso de guardia civil. Bien es cierto que pensaba que sería más fácil, haciendo bulto como Hitchcok, pasando por allí... pero luego me hicieron desmontar un control, que es más difícil de lo que parece, a toda velocidad, y arrancar un Nissan Pathfinder, que nunca había conducido, en cuesta y poniendo la sirena. Ha sido un experiencia muy bonita pero creo que, de momento, voy a dejar la interpretación.
Es un gran aficionado al deporte. ¿Le ayuda en su trabajo? Me gusta mucho la bicicleta porque me da una cierta disciplina. Cuando vas por ahí le das muchas vueltas a la cabeza y muchas veces pienso en libros. Me gusta mucho andar y la bici, andar horas y horas. Son deportes con paisaje. Para nadar no valdría. La música también forma parte de su vida. Como locutor y como aficionado vivió en primera persona la efervescencia musical de los 80 en Zaragoza. ¿Nunca le tentó ser músico? No. Imposible. Tengo dos cosas que me incapacitan como músico: muy mal oído y muy mala coordinación. Un músico tiene que manejar la mano izquierda y la mano derecha haciendo cosas distintas y eso para mí es increíble. Por eso, a lo mejor los admiro tanto y por eso me ha gustado tanto la música. Uno de mis vicios ahora es digitalizar mis vinilos en el ordenador. Con eso me paso las horas muertas, pero hacer música, imposible. Le encanta jugar con las palabras pero, ¿alguna vez le han jugado las palabras una mala pasada? Alguna vez. Hace años, en 'Estudio de Guardia', saludé a una persona, y al momento le dije 'Adiós'. O cuando hacíamos musicales y me equivoqué de nombre de manera disparatada al presentar a un artista. Me ocurre más escribiendo que en antena o hablando.