Henar Bengale (Abril 2012)
#2 (No pierdas noche y ponte a abrir las ventanas)
Cierras la puerta de un portazo y vuelta de llave. Clavo la aguja en uno de mis discos de vinilo y atenúo el volumen. Me apresuro a abrir las ventanas de par en par, corriendo las cortinas, apagando todas las luces para que entren las farolas de la calle. Te acercas al quicio del ventanal, pasando la lengua por el papel, cerrando el canuto.
Ten, enciéndelo tú. Y cuando tienes las manos libres, te agarras de los bajos del jersey y te lo quitas. Te giras tan de repente que me pillas contándote los lunares con el dedo en el aire. Me pongo azul como un pimiento y agacho la mirada, asomándome a la carretera.
Vuelves sonriendo, solicitándome una calada, fumándolo de mis dedos. Me pregunto de qué color tendrás los ojos, (porque no lo distingo nada bien) pero no quiero que descubras mi daltonismo y sigo mirándote la melena que te cae por el pecho.
Humo, inspiraciones profundas, mareo calor, cada vez eres más bonita.
Huracanes.
Me atrevo a suplicarte que te quites el sujetador.
Y tú, a cambio, me pides un viaje por mis tatuajes. Acepto sin duda y te hago un billete desabrochándome la camisa.
Me preguntas a qué se deben los colores de mis dibujos en la piel. Que parecen negativos. Cierro la boca y se me escapa que yo no me he quejado de tu melena verde grisácea.
Ed, soy pelirroja.
Pelirroja, claro. Y yo te cuento contra mi voluntad que para mí los cielos nublados se tiñen de rojo y el mar es amarillo. Te ríes divertida y morada (y aquí no me equivoco de color), con envidia. Quieres ver con mis ojos, dices. Me besas por quitarme algo, porque no puedes robarme la mirada.
Sigues inventándote el planisferio de mis tatuajes, empujándome en la cama, resiguiéndome la piel. Te entretienes en los bajos sin dejar de acariciar la carne, haciéndome perder el control en pleno vuelo.
Regresas a mí y te detienes incorporada, señalando una pared con una grieta triangular. Eso te recuerda a París, a su Torre Eiffel, y te escurres buscándome las cosquillas mientras me preguntas qué tal se me da el francés.
Me cambias de ubicación constantemente. Canadá, dices. También Noruega y luego me recuerdas que seguimos en Madrid.
Y yo te recuerdo que Madrid está fuera, en la calle. Y nosotros, en esta habitación.
Aeroplanos, aerodinos de ala fija, turborreactores, globos aeroestáticos. Buscas el modo de salir de la ciudad.
Te sugiero alucinógenos, para cuando no hay más métodos de viaje.
Quizá los cohetes se escondan debajo de la cama en noches como esta, Ed. Yo los encontraré y los conduciré por ti.
Ojala no los encuentre nunca y dejemos el mundo fuera de la habitación para siempre.