Revista Herencia Vol. 16.2 - September 2010

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El 4 de septiembre de 1933: Cara y cruz

La fecha del 4 de septiembre de 1933 ha sido desde entonces, y aún lo es, una fuente de vigorosos desacuerdos entre los cubanos, incluyendo a aquellos que tratan de ser tan objetivos y serenos como sea humanamente posible con respecto al complejo escenario de la política cubana en el siglo XX. Sin embargo, desde aquella fecha han transcurrido ya 77 años, y parece que una distancia tan larga permite hoy un tratamiento más imparcial y desapasionado de las causas y consecuencias de esa fecha. Ese tratamiento objetivo y libre de pasiones es lo que el autor de este artículo ha procurado lograr. Algunos lectores tal vez no estén de acuerdo, pero quizá muchos otros aprecien y agradezcan el esfuerzo hecho por el autor

Por Tony Otero

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a literatura sobre el 4 de septiembre es extensa. Hay referencias a la fecha, sus causas y sus consecuencias, en infinidad de textos de historia de Cuba. No es nuestra intención ubicarnos en una línea de pensamiento en particular, sino aportar algo para la consideración de las nuevas generaciones. Éstas pudieran confundirse ante la repetición de datos que pasan de unos a otros sin análisis, únicamente como reflejo de posiciones partidarias tradicionales. En la historia de todos los pueblos hay una línea causal en la cual acontecimientos y personajes determinan en cierta forma acontecimientos futuros. El atribuirlo todo a un hecho en particular es, en general, un paso normalmente rechazado por los historiadores profesionales. Además, es importante reflexionar más allá de las opiniones de los protagonistas, lógicamente comprometidos con una línea de pensamiento determinada.

Presidente Tomás Estrada Palma

Se ha escrito en apoyo de este evento, inclusive con grandes alabanzas. Algunos de estos textos fueron difundidos en círculos militares y otros en círculos civiles, y otros hasta fueron utilizados en campañas electorales y en la promoción de líderes políticos. Por lo general, las celebraciones de esa fecha se hacían oficialmente, o con mayor intensidad y frecuencia, en los períodos en los cuales el general Fulgencio Batista gobernaba o determinaba el rumbo del gobierno (1933-1944 o 1952-1958). Durante los gobiernos auténticos de 1944-1952, el mayor énfasis no se puso en la participación de los militares en el derrocamiento del brevísimo gobierno del Dr. Carlos Manuel de Céspedes y Quesada en 1933. Al contrario, se hizo hincapié en las leyes y reformas que fueron dictadas por la administración de algo más de cien días del presidente provisional Ramón Grau San Martín (1933-1934) y su Secretario de Gobernación, Antonio Guiteras Holmes. Sin acudir a fuentes inclinadas en alguna dirección marcada, nuestra historia tiene en el 4 de septiembre de 1933 un momento importante.

En 1906 quedó interrumpido por primera vez el proceso natural de una república naciente, con la renuncia del presidente Tomás Estrada Palma. Fue el resultado de su reelección y de su “gabinete de combate”, situaciones que ignoraron el sentimiento popular. Esa anormalidad 66

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causó la llamada “Guerra de Agosto” y la Segunda Intervención Americana, la cual no respondió a un deseo estadounidense sino que fue la respuesta a una situación de desestabilización y a la solicitud de sectores cubanos. Otra ruptura de la continuidad de las instituciones de la joven república se produjo con la reelección del presidente Mario García Menocal en 1916, considerada un fraude electoral, y la rebelión de sus adversarios del Partido Liberal y de un sector de las Fuerzas Armadas en la llamada “Revolución de la Chambelona”, en 1917. Menocal se mantiene en el poder gracias al apoyo de la mayoría del ejército y la ayuda del ministro norteamericano en Cuba (equivalente a embajador), el famoso “Míster González” (William Elliot Gonzales).

provisional, de Carlos Manuel de Céspedes y de Quesada, hijo del “Padre de la Patria”, fue el resultado de una mediación norteamericana encabezada por el diplomático Benjamin Sumner Welles. En ese momento, el país estaba pasando por una severa crisis económica, resultado de la Gran Depresión. Esta fue iniciada con la crisis bancaria de 1929 y otros acontecimientos que afectaron la economía de Estados Unidos y del resto del planeta. Por consiguiente, la oposición a Machado aceptó la mediación extranjera. Machado era acusado de dictador por un gran sector de la opinión pública, pero contó siempre con una base de apoyo en la población.

Como se han celebrado repetidamente una serie de conquistas sociales atribuidas, con mayor o menor razón, al 4 de septiembre, es importante que las nuevas generaciones conozcan la otra cara de la moneda. Toda revolución afecta el acontecer nacional, y de muchas maneras, entre ellas algunas peligrosas.

El caos producido por estos acontecimientos facilitó un golpe militar en el Campamento de Columbia. El ejército, apoyado por el Directorio Estudiantil, culminó con Presidente ese hecho, ocurrido el 4 Miguel Mariano de septiembre, un proceso Gómez de politización. En realidad, el ejército se convirtió en un partido político, a pesar de que ése no era el resultado deseado por gran parte de la oposición a Machado. Como consecuencia, los gobiernos cubanos, a partir de esa fecha, tuvieron que contar con el apoyo del ejército para sobrevivir. En este caso, Fulgencio Batista, ascendido de sargento taquígrafo a coronel jefe del Estado Mayor por el primer gobierno revolucionario posterior al 4 de septiembre, se convirtió en el principal árbitro de la política nacional hasta 1944. Entre 1933 y 1940 desde el Campamento de Columbia, y desde el Palacio Presidencial entre 1940 y 1944, Cuba fue gobernada por un militar.

El 12 de agosto de 1933, el derrocamiento del gobierno del Presidente Gerardo Machado estaba señalando el final de la primera república fundada por los libertadores. La instalación, como presidente

El apoyo de Batista era fundamental. Tanto que sin él no pudo funcionar el gobierno de Grau-Guiteras, reemplazado por el coronel Carlos Mendieta con aprobación del propio Batista. Luego de un breve

Independientemente de Presidente esas situaciones y de otros José Agripino Barnet hechos similares, como la Guerra Racial de 1912, fenómenos a menudo relacionados con la juventud de un gobierno independiente (casos mucho menos graves que los ocurridos en las primeras décadas de independencia del resto de Iberoamérica), el Golpe de Estado militar del 4 de septiembre de 1933 significó una fuerte ruptura del orden establecido.

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September 4, 1933: The Two Sides of the Coin

By Tony Otero

The date of September 4, 1933, has always been-and still is- a source of strong disagreements among Cubans, including those who try to be as objective and serene as humanly possible in regard to the complex scenery of Cuban politics in the 20th century. However, 77 years have elapsed since that date, and it seems that the passing of so many years does allow for a more impartial and detached treatment of the causes and consequences of that date. That detached and objective account is what the author of this article has tried to accomplish. Some readers perhaps will disagree, but perhaps many others will appreciate and be thankful for the author’s effort in this respect.

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iterature about this date of September 4 is quite voluminous. There are, in infinite number of texts on Cuban history, plenty of references about that date, its causes and its consequences. My purpose is not to place myself in a particular line of thought, but rather to contribute something for the benefit of the new generations. Younger Cubans might be confused by the repetition of information that goes on devoid of analysis, only as expressions of traditional partisan positions. There is, in the history of all countries, a causal thread of events and personalities through which somehow a nation’s future is determined. Therefore, to ascribe all cause and effect to a specific fact or event is something that, in general, is rejected by professional historians. Moreover, we must think beyond the opinions of any particular event’s leading characters, because those are likely to be logically embedded in a pre-determined line of thought.

Many have written to support that event of September 4, frequently with high praise. Some of those writings were widely spread within military and civilian circles. Other testimonials were used in electoral campaigns and to promote political leaders. In general, there were official commemorations of that date more frequently and vehemently in the periods of 1933-1944 and 1952-1958. in which General Fulgencio Batista. was either the ruler or the man who determined the policies of the government: While the Partido Auténtico (Revolutionary Authentic Party) held power (19441952), the strongest emphasis was not placed on the overthrow of the very brief government of Carlos Manuel de Céspedes Quesada in 1933. Far from it, the emphasis was focused on the laws and reforms that were enacted by the administration of the Provisional President Dr. Ramón Grau San Martín (1933-34), whose tenure lasted just a little more than 100 days, and Antonio Guiteras Holmes, his Secretary of the Interior. Without resorting to sources that leaned towards

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one specific direction or another, we can say that September 4 of 1933 certainly is a remarkable moment in our history. Before going any further, President let’s do some level setting. Mario The natural process of the García Menocal newborn republic was halted for the first time in 1906, with the resignation of President Tomás Estrada Palma. His reelection and subsequent appointments to what eventually became known as his “combat cabinet”, were situations that overlooked popular feelings. Such an anomaly brought about the so-called Guerra de Agosto (The August War), as well as the Second U.S. Intervention in Cuban affairs. This second intervention was not due to U.S. will but it was rather as a consequence of an unstable situation and at the request of certain Cuban factions. Another interruption of the stability of the institutions in the young Republic took place with the reelection of President Mario García Menocal in 1916 because it was considered an electoral fraud. This event was followed by the rebellion of Menocal’s adversaries of the Liberal Party and also of a sector of the Armed Forces. This was known as the Revolution of “La Chambelona” in 1917. Menocal managed to stay in power thanks to the support of the majority of the Army and with the help received from the U.S. Minister (equivalent to Ambassador) in Cuba, the famous “Míster González” (William Elliot Gonzales). The above cited situations, as well as the Racial War of 1912, were relatively minor and isolated incidents indisputably caused by the youth and inexperience of the Cuban independent government structure. Incidentally, such events were quite less in number and undoubtedly less severe than those experienced in the rest of the Latin America countries throughout the first decades of their independence. Having said that, the military coup d’État of September 4 of 1933 entailed a drastic disruption of the established order.

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President Ramón Grau San Martín

Taking into account that a series of social improvements has been ascribed (with justified and not so justified reasons) to that date of September 4, and repeatedly celebrated, it is important for the new generations to get familiar with the reverse side

of the coin. On August 12 of 1933, the downfall of President Machado’s government earmarked the end of the first republic, founded by the patriots who had fought against the Spanish colonial power. The choice of Carlos Manuel de Céspedes Quesada, a son of “The Father of the Homeland” to act as Provisional President, was the result of .mediation, spearheaded by the US Ambassador, Benjamin Sumner Welles. At that time, the country was going through a serious economic crisis, a result of the Great Depression, which began with the 1929 banking catastrophe and other events that jeopardized the U.S. economy and of the rest of the world. Therefore, the opponents to Machado opted for accepting foreign mediation. Machado was accused of being a dictator by a large segment of the public opinion, although he always had a supporting base within the people. The chaos generated by the confluence of all these events made possible a military coup that ensued. The Army, supported by the Students’ Directorate, entered into a process of politization with the events of September 4. To be realistic, the Army became a political party, although that wasn’t the result desired by a large segment of the opposition against Machado. As a consequence, from then on, Cuban governments needed the Army’s support in order to survive. In this specific case, Fulgencio Batista, promoted by the first revolutionary government, right after September 4, from being a sergeant and stenographer to the rank of Chief Colonel of the General Staff, became the main arbiter of national politics until 1944.. Cuba, therefore, H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A

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Mariana Grajales

Agüero fue apresado y ejecutado, y su esposa tuvo que partir a Estados Unidos, donde murió de angustia a los 48 años de edad. En señal de luto por la muerte de Agüero todas las damas de Camagüey se cortaron el cabello, haciendo famosa esta copla: “Aquella camagüeyana / que no se cortase el pelo / no es digna que en este suelo / la miremos como hermana” Concha Agramonte, mujer camagüeyana, acompañó a su esposo Francisco Sánchez Betancourt cuando se alzó en los campos de Cuba. Prisionera en 1871, tuvo que salir desterrada hacia New York y, al regresar a Cuba en 1878, contando 66 años, las autoridades españolas la encarcelaron primero y luego la hicieron partir a un destierro definitivo. Bernarda Toro de Gómez, casada con Máximo Gómez, ambos dominicanos de sentimientos cubanísimos, acompañó a su esposo cuando se alzó en los montes. Dijo José Martí que Bernarda llevaba a sus hijos al paso de los combates, en la cuna de sus brazos... Bernarda vivió la vida de los mambises, fue encarcelada y vivió en el exilio cuando le quitaron todos sus bienes. Su hijo mayor, Panchito, murió en combate al lado del Lugarteniente General Antonio Maceo. Cuando el Presidente de la Junta Revolucionaria de New York quiso ayudarla para que pudiera alimentar a sus hijos en el exilio forzoso en Estados Unidos, Bernarda manifestó: “No debe gastarse en pan lo que hace falta para pólvora. Las que hemos dado todo por la patria, madre, esposo, hijos, no tenemos tiempo para ocuparnos de las necesidades materiales de la existencia”. Bernarda Gómez Toro fundó un club revolucionario al que llamó Panchito Gómez para H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A / V O L . X V I • N o . 2 • 0 9 - 1 0

honrar a su hijo muerto y poder colaborar con la causa de Cuba. Mariana Grajales, la madre de los Maceo, fue insuperable como madre revolucionaria. En 1868 reunió a sus hijos y les hizo jurar que darían la vida por Cuba. Ella acompañó a su esposo y a sus hijos al campo de batalla. Tanto su esposo Marcos como sus hijos, el Mayor General José Maceo y el Lugarteniente General Antonio Maceo, murieron en combate. Cierto día, cuando había muerto uno de sus hijos y los otros tres estaban heridos, le dijo al menor: Y tú, empínate, ya es hora de que sirvas a la patria... Pronto llegó al extremo occidental de Cuba la noticia de que las camagüeyanas se cortaban el pelo en señal de luto, y en Pinar del Río Magdalena Peñarredonda y sus hermanas se cortaron las trenzas. El padre, por miedo a las represalias, encerró a sus hijas y no las dejó salir hasta que terminó la guerra. Magdalena conseguía alimentos y suministros para los mambises, los surtía con zapatos, papel, tinta, plumas, les proporcionaba información de inteligencia, mapas y planos. Finalmente fue encarcelada, y en la cárcel se convirtió en portavoz de las presas y exigió para ellas un trato digno. Al fin fue enviada al exilio. Amiga personal de José Martí, trabajó activamente para el Partido Revolucionario Cubano sin un momento de descanso. Luz Vázquez, nacida en Bayamo, inspiró la canción “La Bayamesa”, cuya letra y música, con algunos cambios, se convirtieron en el Himno Nacional de Cuba. Perdió a su hijo primogénito en combate contra los españoles 81




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Ciudadanos: La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime, en que una revolución justa rompe su yugo y le desata las alas. Todo era esclavo en Cuba: la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna, peleando hasta morir si es necesario. La esclavitud del color no existe ya, habéis emancipado al siervo. Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano que ha echado abajo la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue hoy, su compañera ejemplar. Otra mujer independentista, Edelmira Guerra, fundadora de un club revolucionario, dijo que en la nueva Cuba “debía existir instrucción pública obligatoria para niños y adultos, y reintegración de la mujer a sus derechos naturales como el derecho al voto, el divorcio por causa justificada, el derecho a trabajar en el Estado”. Su postura fue apoyada y seguida por Aurelia del Castillo, gran luchadora por la reivindicación de la mujer en todos los sentidos, y por Emilia Casanova, esposa de Cirilo Villaverde, la cual trabajó en el exilio editando el periódico independentista América Latina. Ella también fundó el club nacionalista de mujeres “Liga de las Hijas de Cuba”, el cual tuvo gran éxito reuniendo fondos para comprar pólvora, armas y medicinas para el Ejército Libertador. Emilia viajó a Washington y se entrevistó con el Secretario de Estado Hamilton Fish y con el Presidente de Estados Unidos, Ulises Grant, para presionarlos a fin de que apoyaran la independencia de Cuba.

Dr. Salvador Larrúa es un historiador, investigador, conferencista y exprofesor de la Universidad de La Habana y el Seminario Mayor de San Carlos y San Ambrosio. Es autor de 28 libros de

En las condiciones más difíciles ha luchado la mujer cubana. Ha enviado a sus hijos al combate, acompañado a sus esposos en la lucha, y peleado ella misma en la batalla. La mujer cubana pasó hambre y miseria, fue presa y exiliada, fue abatida a balazos y se levantó para seguir peleando, conspiró, habló, escribió, sirvió de enlace, trabajó en asuntos de inteligencia, pasó por los dolores más grandes y por los momentos más sublimes. Y la lucha sigue. En la Cuba de hoy, las Damas de Blanco marchan solas por las calles, insultadas, golpeadas y amenazadas, encarceladas e insultadas. Marchan pidiendo libertad para sus esposos y sus hijos, que no tienen más culpa que pensar distinto y proclamarlo. No llevan en la mano sino una flor. Son las únicas capaces de hacer semejante cosa y lo han logrado. Más y más mujeres se unen a su ejemplo, a través de las Damas de Apoyo que se solidarizan con su ejemplo... y parece que la ternura infinita de estas hijas, esposas y madres tiene más fuerza que todo lo que se hizo y se pensó antes, y que la luz del amor está haciendo retroceder al odio y sus tinieblas.

historia civil y eclesiástica

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that the Spanish authorities ordered to have her followed. As a result, they intercepted several messages which uncovered the names and addresses of many patriots who were sent to prison. Her husband was captured and executed, and Josefa had no other choice than to go to the United States, where she died from anguish at the early age of forty-eight. In mourning for the execution of Joaquín de Agüero, many ladies of Camagüey decided to cut their hair short, a fashion that was the origin of this popular verse: Aquella camagüeyana que no se cortase el pelo no es digna que en este suelo la miremos como hermana (“Those women who don’t wear their hair short don’t deserve to be considered as our sisters in our city.”) Concha Agramonte, also from Camagüey, joined her husband, Francisco Sánchez Betancourt, when he rose in arms in the rural areas. She was captured in 1871 and forced to go to New York in exile. In 1878, back in Cuba at the age of sixty-six, the Spanish authorities imprisoned and later deported her again, this time for good. Bernarda Toro de Gómez and Máximo Gómez, her husband, both from Santo Bernarda del Toro de Gómez Domingo felt an authentic and deep love for Cuba. Bernarda accompanied him when he rose against Spain. José Martí said that Bernarda carried her children cradled in her arms as she went into combat. She led the same lifestyle of the mambises (name given to the Cuban patriots who fought for freedom). She endured prison and had to live in exile when she was dispossessed of all her properties. Panchito, her oldest son, died in battle, beside Lieutenant General Antonio Maceo. When the Chairman of the Cuban 86

Revolutionary Board in New York tried to help her to feed her children in exile, Bernarda answered: “We must not to spend in bread the money that we need for gunpowder. Those who had given all for their homeland –mother, husband, children-- don’t have the time to worry about material needs.” Bernarda Gómez Toro founded a revolutionary club to which she gave the name of Panchito Gómez to honor her dead son and cooperate with the Cuban cause. Mariana Grajales, the mother of the Maceo brothers, was unsurpassed among revolutionary mothers. In 1868 she gathered all her children and asked them to swear that they would sacrifice their lives for Cuba. Moreover, she joined her husband and children in the battlefield. Marcos, her husband, and two of her sons (Major General José Maceo and Lieutenant General Antonio) died in combat. One day, upon the death of one of her sons, and having three of them wounded, she told the youngest one: “And you, grow up, it’s time for you to serve your country.” Magdalena Quite soon, the news Peñarredonda about women in Camagüey cutting their hair short in mourning reached the westernmost area of the island. In Pinar del Río, Magdalena Peñarredonda and her sister cut their braids short in solidarity. Their father, afraid of retaliation, forbade his daughters to go out of their home until the war ended. Magdalena, however, somehow managed to send to the mambises food and supplies, including shoes, paper, ink and pens, and also gave them secret information, maps and topographical drawings. In the long run, she was finally imprisoned and, once in jail, she became the spokesperson of the jailed women to demand for them a dignified treatment. Upon being set free, she was sent into exile. Being a personal friend of José Martí, she worked tirelessly in the Cuban Revolutionary Party. H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A

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waited patiently and resignedly for this sublime moment, in which a just revolution would throw off her yoke and untie her wings. Everything was subject to slavery in Cuba: the cradle, the skin color, the gender. You are willing to do away with slavery based on the birthplace, fighting on to death if necessary. Slavery based on one skin color doesn’t exist any longer because you have set the slaves free. When the time comes to give woman her freedom, the Cubans, who have eradicated slavery based on race, will devote their generous souls to conquer the rights of the woman who today, in times of war, is their loving and self-sacrificing sister, and tomorrow shall be, as she is nowadays, their exemplary companion. Another woman, Edelmira Guerra, who favored independence and founded a revolutionary club, said that in the new Cuba “must exist public and mandatory schools for children and adults, as well as restoration to women of their natural rights, such as the right to vote, to seek divorce for justified reasons, and to work in the Government.” Edelmira’s stand was supported and followed by Aurelia del Castillo, a great fighter for women’s rights, and by Emilia Casanova, the wife of the novelist Cirilo Villaverde. Emilia worked in exile publishing the independent newspaper América Latina and founded a nationalist club for women, “Liga de las Hijas de Cuba” (“League of the Daughters of Cuba”), which was very successful in raising funds to buy gunpowder, weapons and medicines for the Cuban Liberation Army. Emilia traveled to Washington to meet Hamilton Fish, Secretary of State, and President Ulysses S. Grant, and asked them to support Cuban independence. Cuban women have fought under serious hardships. They sent their sons to war. They also went to war along with their husbands, and many of them went as far as to fight in the battlefields. They had to endure hunger and poverty, prison and exile. Wounded by bullets, some of those women stood up again and kept on fighting. They conspired, spoke, wrote, acted as liaisons, handled secret information, and went through the greatest pains and the most heroic moments.

Dr Salvador Larrúa is a historian, investigator, lecturer and an ex-professor at

And their fight has not yet stopped. Now in Cuba, the Damas de Blanco (Ladies in White) parade bravely the streets, all by themselves, under insults, threats and physical affronts, risking imprisonment. They parade claiming for freedom for their husbands and sons, whose only crime has been to think by themselves and proclaim their ideas. These ladies only carry a flower in their hands. They are the only ones brave enough to defy officialdom in such a way. More and more women keep on joining these Ladies in White as Damas de Apoyo (Supporting Ladies) to show their solidarity. It seems that the unending tenderness of these daughters, wives and mothers is stronger that all that was thought and done before, and that the light of love is making hate and darkness step back.

the University of Havana. He has authored 28 books on civil and ecclesiastic history.

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por sus mejillas. Estos son breves detalles del día en que mi hermano y yo llegamos a los Estados Unidos como parte de la Operación Pedro Pan, dos de los más de El autor 14,000 jóvenes (70% en el varones de más de 12 campamento años) que fueron parte de Florida la emigración City en 1962 de juvenil más numerosa The author en la historia del while at the mundo. En compaFlorida City menos de camp in 1962 ración, 10,000 jóvenes judíos fueron evacuados de la Alemania Nazi en la década de 1930. Se cree que unos 7,000 jóvenes españoles fueron evacuados a Francia, Bélgica e Inglaterra durante el régimen de Franco, y unos 1,000 adolescentes ingleses fueron enviados a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Al final de la guerra, unos 500 huérfanos europeos también fueron traídos a América para ser adoptados. Nunca nada como 14,000 jóvenes, una cifra impresionante por su propio valor, que genera estupefacción si se considera que en esos momentos sólo había unos seis millones de cubanos. Décadas más tarde, aun después de todos los conocimientos adquiridos sobre la situación del país en aquellos años, todavía no puedo comprender el miedo, o el terror, que esos padres le tenían al régimen de Castro, sentimientos tan poderosos que les hicieron tomar una decisión como la de separarse, tal vez para siempre, de sus propios hijos. Francamente yo no pudiera, con mis hijos, tomar la misma decisión que tomó mi madre con mi hermano y conmigo. Pero comprendo claramente que el de ella fue un acto de valor y de visión, y jamás la he criticado, al contrario. Aun más: jamás toleraría que alguien la criticara por esa decisión. Con ese, y con muchos otros actos, mi madre me demostró lo que es ser un héroe, tanto como H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A / V O L . X V I • N o . 2 • 0 9 - 1 0

me enseñó a hacer lo correcto antes que lo más fácil. Por ser una persona de excelente trayectoria, mi madre me inspiró a ser el ejemplo para mis hijos que espero haber sido. Pero todo esto se entiende más claramente cuando se yuxtaponen los hechos de la historia. En marzo de 1960 se publica la noticia de que un grupo de 800 jóvenes, algunos de ellos con 11 y 12 años de edad, fueron mandados a la Sierra Maestra por 60 días para ser “educados” en los valores de la revolución. Escuelas privadas, católicas tanto como seculares, estaban cerrando o siendo intervenidas por el gobierno para sustituir la educación regular por una forma de adoctrinamiento a favor de Fidel y del sistema comunista mientras que los sacerdotes y las monjas estaban siendo expulsados del país diariamente. Más tarde, Castro anuncia la apertura de locales campo adentro donde los jóvenes estudiarían agricultura mientras se empapaban en la misión revolucionaria. Además, a los jóvenes se les presionaba sin cesar para que se incorporaran a organizaciones comunistas como los “Pioneros” o la “Juventud Rebelde”. Finalmente, había temor de que el gobierno Castrista implementara una orden pasando la “patria potestad” al gobierno, el cual decidiría el futuro de los jóvenes cubanos sin que la influencia familiar fuese tenida en cuenta. Recientes intentos a revisar la historia con la sugerencia que esta circunstancia era solamente un rumor iniciado por la CIA con el propósito de debilitar el régimen de Castro, pierden toda credibilidad cuando se considera que en 1999 Carlos Franqui, el antiguo Ministro de Propaganda de Castro e intimo amigo de Castro, publica un artículo admitiendo que sí había planes para eliminar la Patria Potestad y aun más, reemplazarla con una ley que le daría control completo al estado de todos los jóvenes cubanos. Es esa incertidumbre la que lleva a mi madre (mi padre y ella se habían divorciado unos dos años atrás) a la decisión de exilarnos, y por esa razón aterrizamos en Miami sobre las 7.00 p.m. de ese día. Allí nos recibió el Padre Francisco Palá, un cura español que había sido maestro mío en las Escuelas Pías de La Víbora y que en esos momentos trabajaba, tanto como lo hacía el padre Segundo Las Heras, con la organización Catholic Welfare Bureau. A propósito, este último fue el 91


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capellán católico y paracaidista de la invasión de Bahía de Cochinos. Por consiguiente, estuvo preso en Cuba por muchos años y luego consiguió emigrar a los Estados Unidos. Años después pude localizarlo y renovar nuestra amistad. Conseguí que accediera a casarme con mi señora y, más tarde, también a mi hermano y su señora. Con la ayuda del Padre Palá se hicieron los trámites legales en el aeropuerto. Alrededor de una hora y media después, ya en noche cerrada, llegamos a uno de los campamentos establecidos para los Pedro Pans. En el caso nuestro, mi hermano fue asignado al de Florida City, un pueblo al sur de Miami. Este campamento era predominantemente para jovencitas cubanas, y para los jóvenes menores de 13 años. Yo, como tenía trece años, fui asignado a Matecumbe. Inesperadamente, unos tres meses más tarde, me transfirieron con mi hermano, y así estuvimos juntos por el resto de nuestra estancia en Florida City. Aunque no lo sé de seguro, vivo convencido de que el Padre Palá uso su “palanca” para asegurarse de que yo y mi hermano permaneciéramos unidos. En mis sueños, el campamento siempre se me aparece separado del resto del universo. Nada lo rodeaba y toda estaba pintado de blanco. De repente, una casa empieza a formarse en esa memoria y me encuentro frente a una puerta cerrada. La puerta se abre como un simbolismo: como que, dentro de ella, está lo que el destino me tiene preparado. Un matrimonio está detrás de la puerta y parece como si fuesen un regalo de Navidad, tan gentil y genial se muestra la pareja. Me saludan, me llevan adentro y comienzan el proceso, tan tierno como eventualmente inútil, de hacerme sentir tranquilo. Ese es el sueño. La realidad era otra. El campamento constituía todo lo que la palabra campamento sugiere. Estaba completamente cercado, y había una oficina al frente donde trabajaba un guardia. Siempre me pregunté si su misión era la de permitir que no entrara nadie sin permiso, o la de impedir que nos escapáramos nosotros. Tal vez las dos. La propiedad estaba organizada en base a una serie de casas tipo barracas, de un solo piso, una detrás de la otra, construidas de norte a sur. En el medio del 92

Muchachos cubanos relocalizados a Casa Sales en Wilmington, Delaware, 1963 Cuban boys assigned to Casa Sales in Wilmington Delaware, 1963

campamento había un comedor, donde se desayunaba, almorzaba y cenaba a horas exactas y en tandas predeterminadas por la administración. Al lado del comedor había una ermita, construida a mano por un carpintero al que le decían “Papa Frita”, la cual alojaba una imagen de la Caridad del Cobre. Finalmente, detrás del campamento, había un edificio de dos pisos. Construido de este a oeste y mucho más moderno que las unidades del frente, éste tenía las características que uno asocia con un motel en cualquier ciudad de este país. Arriba, estaban otras unidades de vivienda. Cada una de esas unidades alojaba a las jovencitas mayores del campamento. La planta de abajo se usaba como salón de clases, donde maestras cubanas intentaban enseñarnos materias como Inglés, Matemáticas y Cívica. Digo “intentaban” porque, en mi opinión, el propósito principal del campamento era hospedar a los muchachos mientras se esperaba a que fueran reclamados por sus familiares (o que se les encontrara un destino permanente en otras ciudades del país), y no el de educarnos formalmente. Las clases que se daban diariamente tenían buenas intenciones, pero eran más entretenimiento que educación y, por lo tanto, tenían poco efecto. El inglés que aprendí allí puede limitarse a esta frase: “My favorite month is September because in September, is my happy birth”. H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A

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NACIONALES

El autor, su hermano y los esposos Baldor, padres de crianza de 18 muchachos en el campamento de Florida City, 1962 The author, his brother and Mr and Mrs Baldor, Foster parents to 18 boys at the Florida City camp, 1962

del programa Pedro Pan, y de una sociedad americana que ignoraba la presencia en su tierra de 14, 000 jóvenes, los Pedro Panes triunfamos. Casi universalmente, fuimos mencionados como el grupo de emigrantes más triunfante en la historia de este país. Contamos con artistas como Willy Chirino, Lisette, Maricela Verena y Carlos Oliva; políticos como el Senador Mel Martínez y el Alcalde de Miami Tomás Regalado; figuras religiosas como el Obispo Felipe Estévez, de la Diócesis de Miami; banqueros sobresalientes como Sixto Aquino, Jefe de División del Banco Internacional; ejecutivos del periodismo como Mandy Otero; doctores como la psicóloga Ana María Gardanos; abogados como Frank Angones, autor y profesor Carlos Eire y un sinnúmero de ingenieros, líderes en el mundo de la educación, de bienes raíces, en la cultura, en la televisión, en la radio, en las telecomunicaciones, etcétera. Este es el legado real de la Operación Pedro Pan. ¿Hubo fracasos entre nosotros? Por supuesto. Pero, desde cualquier criterio que se pueda aplicar, los jóvenes Pedro Panes se convirtieron en hombres y mujeres de valor y entereza de carácter. Universalmente, todos llevamos el título de “Pedro Pan” como medalla de honor. En la primera semana de noviembre de 2009, después de haber vivido por 44 años en Nueva York, entré en un restaurante en Miami. Dentro estaban docenas de Pedro Panes con sus parejas, con sus hijos y hasta con sus padres. Un total de 123 seres humanos. Hacía casi cinco décadas que yo no veía a Celia Capote, ni a Fernando Collado, ni a Mario Carbajal, ni al Chino Fontán, ni a Celso Ahumada, ni a Charlie García, ni a Rogelio González, ni a Juanita García. Sin duda, los años habían dejado marcas en nuestros rostros, y por supuesto, en nuestros físicos. Pero nunca en nuestras almas y en nuestras actitudes. Éramos jóvenes cuando nos vimos por última vez, y ahora hasta algunos somos abuelos.

El autor y un amigo no identificado frente al Memorial a la Caridad del Cobre en Florida City The author and an unidentified friend in front of the Virgen de la Caridad Del Cobre Memorial en Florida City

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Pero fue como si casi medio siglo no hubiese pasado. Los abracé, los besé, lloré con ellos, me reí con ellos recordándonos el uno al otro nuestras sandeces, nuestras rebeldías, lo que significábamos unos para los otros tras la cerca de esos campamentos, recordando los nombretes que nos decíamos (Oso, Pescao, Mofeta, Pato, Chino, Bastón, Tragedia). Es decir, volvimos a nuestra juventud. Entre las conversaciones de aquellos tiempos había espacio también para regocijarnos por nuestros éxitos y consolarnos por nuestras derrotas. Al final, nos prometimos que jamás nos separaríamos y nos comprometimos a atender a todas las

H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A

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