El movimiento neoclásico común a toda Europa no iba a ser una excepción en la España del rey Carlos IV. Decae ahora el tema religioso en pro de las figuras alegóricas más acordes con los modelos clásicos adoptados, figuras alegóricas que ya habíamos visto cómo hacían su irrupción en nuestra escultura con la decoración de los jardines de La Granja en tiempos de Felipe V. Abundarán los sepulcros como testimonio de culto a la persona, así como el retrato, que alcanzará cimas insospechadas, favorecido por el ambiente de la época, que exige la perpetuación del personaje.
Texto de Ernesto Ballesteros