La Mejor Revista Cinegética de México Año 13 Número 1
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EDITORIAL
ÍNDICE
El tema de la pandemia es inevitable, por lo que un artículo de Ariel Berreta nos recuerda las medidas básicas a tomar cuando salimos de cacería. Hablemos de cacería y temas relacionados… Ya entrada la temporada de caza insignia del norte del país, hemos visto fotos de muy buenos venados cola blancas de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, muy buenos venados bura del desierto chihuahuense cazados en Chihuahua y Coahuila y unos magníficos venados bura de Sonora. Se percibe mucho movimiento y se empieza a reflejar en los registros de piezas en la Copa de Caza México, al final de la revista puede encontrar el listado de medidores, no deje de registrar sus piezas cobradas de venado cola blanca de cualquiera de las 7 subespecies reconocidas por él SCI, venado bura, pecarí de collar, guajolote silvestre o río grande, guajolote Gould, pavo ocelado y temazates. La participación de los cazadores mantiene en auge los eventos que persisten. Y aproveche la carne de sus trofeos de caza, es muy saludable, con múltiples beneficios, Pablo Cantú de Don Pablo, nos comparte un artículo al respecto. En mi casa se aprovecha muy bien en barbacoa, flautas, taquitos, tamales, medallones de lomo, entre muchas formas más, pero Don Pablo la convierte en embutidos muy sabrosos. Alejandro González de Cossío, nos permite publicar capítulos de su libro en forma de artículos, Alejandro es un experto que convive de forma muy constante y directa con sus venados. El libro se titula “El secreto mundo del venado cola blanca”, se hizo en un tiraje limitado, está m uy completo y no debe faltar en el librero de cazadores y manejadores de ranchos. Con grandes esfuerzos de iniciativa privada, gobierno y particulares, se han repoblado las zonas altas del sur de Nuevo León. El resultado ha sido favorable y ya aprovechan venado cola blanca y guajolote, por lo que Juan Diego Padilla nos comparte la experiencia de su cacería, que se realiza en la montaña. La caza del berberisco ha recibido más interés por parte de los cazadores que quieren probarse en la cacería de montaña y en los que aman esta modalidad. Es un gran reto y muchos regresan sin la presa, pero las poblaciones han mejorado mucho y también hay los cazadores afortunados que logran la meta y en ocasiones con excelentes resultados. César Gómez fue uno de ellos y nos lo platica en un relato muy bien hecho. Juan Carlos Marroquín ha sido muy constante con el arco y nos comparte su relato de la cacería con arco de la temporada 2019-2020 con el que ganó el segundo lugar en la Copa de Caza México. Por su versatilidad como cazador, también la practica con rifle y ya está preparando su relato de la cacería del berberisco, lo estamos esperando con ansia. A pescar con kayac, está muy de moda, en esta edición se publica un excelente artículo. Ala sección de pesca le dejamos en plecas le dejamos el título GRAN PESCA, en memoria de nuestro gran amigo, el doctor Rogelio Villarreal, que partió de este plano hace poco más de un año. Lo recordaremos siempre con aprecio y por su pasión por la “caza de lobinas trofeo”. Todavía le queda un poco más a la temporada, hay que sacar un buen venado, pero por favor no dejen de tirarle a los marranos, ya los vieron hasta en ¡la carretera Monterrey-Saltillo!, no podemos dejar se nos vuelva un problema incontrolable. Los dejo con su revista… Hilario Garduño
Envíe fotos para la Galería de Fotos o relatos para publicarlos a eventosdecazaytiro@gmail.com Anúnciese en Gran Safari hilario.garduno@gmail.com o llame al (81) 8994.6600, (81) 8476.1995
Publicación Bimestral. Año 13, Número 1 Edición: Hilario Garduño. Diseño Editorial: Jorge David Montemayor./www.dismont.mx Diseño Original: Liliana Cañamar. Diseño Comercial: Liliana Cañamar, Aarón Patricio Garduño, Jorge David Montemayor.
6 CARNE DE CAZA / Beneficios de la carne de caza / Pablo Cantú 8 MÉXICO / Una temporada diferente / Ariel Berreta 12 COLA BLANCA / Comportamiento del venado / Alejandro González de Cossío 20 MUNDO / Cacería del Tur de Kuban en el Cáucaso / Humberto Enoc Cavazos 28 COLA BLANCA / Cacería en Ejido La Carbonera, Galeana, N.L. / Juan Diego Padilla 32 MÉXICO / Berberisco: De las mejores experiencias en México / César Gómez 38 COLA BLANCA / Gracias a Dios y a mis compañeros / Juan Carlos Marroquín 42 ARQUERÍA / Entrenamiento con arco y flechas / Juan Manuel Ugarte 48 PESCA / Pesca en Kayak ¡No le pienses más! / César Gómez
El CEFFSNL entregó la Medalla al Mérito a Gran Safari
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CARNE DE CAZA
Beneficios de la carne de caza
Por Pablo Cantú Garza. Don Pablo
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n la edición anterior resaltamos los beneficios nutrimentales de la carne de nuestros trofeos: buena fuente de omega 3, hierro, zinc, vitaminas B y magnesio. Beneficios de consumir carne de caza: a) Controlar el colesterol, baja en grasas saturadas, tiene menos colesterol que el pavo y pollo b) Menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y previene la anemia, rica en vitamina B12 y B6, ayudan en disminuir la homocisteína en la sangre c) Regular el metabolismo, contiene vitaminas B2(riboflavina), B3(niacina) y hierro, que estabiliza los niveles de energía d) Disminuir grasa corporal, bajo contenido en grasa y alto contenido de ácido linoleico conjugado, (se encuentra en animales de libre pastoreo), que reduce el almacenamiento de grasa
e) Construir Musculo, por su alto contenido de proteína (libre pastoreo) ¿Cómo prepararla?: - Guisados, estofados, caldos o guisados jugosos (deshebrada, chilorio, pibil, cortadillo, salpicón, etc.), Al ser carne muy magra, la preparación tradicional más aconsejable sería: - Embutidos, por su contenido alto en proteína es una de las mejores materias primas para hacer salchichas, salamis (cocidos o madurados) y hamburguesas, entre otros. - Snack´s saludables: carne seca (natural, enchilada, limón, tazajo, jerky´s, etcétera) - Añejarla para obtener buenos cortes (pierna, lomo) para el sartén o asador, se obtiene una carne de fibra fácil de masticar, pero aun requiere de cierta pericia para su cocción. ¡Buen provecho!
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Una temporada diferente Por Ariel A Berretta
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os cazadores debemos unirnos solidariamente a nuestras autoridades. De manera responsable, dando el ejemplo, hagamos caso a algunas de sus principales recomendaciones, que, en definitiva, solo intentan mantenernos con vida. 1- Usar cubrebocas. Algo que hacemos año tras año al usar pasa montañas o bufandas durante el desarrollo de la cacería. No somos exagerados con tanto camuflaje, somos muy cuidadosos para protegernos del COVID. 2- Use alcohol para desinfectar. Si el virus se introduce a nuestros organismos a través de la garganta, hay que mantener esa zona en contacto constante con alcohol en cualquiera de sus presentaciones, como gel, tequila, mezcal, güisqui. 3- Sana distancia. Muestren su enorme solidaridad social a sus esposas, evitando ir a fiestas, posadas o reuniones familiares. En lugar de eso busquen
lugares alejados de los focos de infección, como espiaderos, brechas en los montes y similares. Nuestras esposas deben a su vez entender que no abusamos de salir a los ranchos esta temporada, que a pesar del amor que les profesamos, nos alejamos sufriendo para mantener nuestros hogares libres del malvado COVID-19. Atendidas estas recomendaciones en honor a nuestros heroicos cuerpos de salud, recuerden… …Si quieren tener buenos trofeos, aprendan a mantener sana distancia entre su índice y el gatillo de su arma. Un venado viejo es muy diferente de uno joven, si no lo has aprendido en tanto año de salir de caza, o te vale la fauna de tu país o de plano tus neuronas se entregaron al virus. El alcohol en cualquier presentación es ahora una recomendación médica, pero no te pases de lanza, las armas de fuego y el abuso de tal consejo nunca se han llevado bien. Puede ser una temporada buena o mala, pero llegar a casa con bien es nuestra responsabilidad.
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Usen el tapabocas si asisten a reuniones estas fiestas. Entre otras bondades dificulta el hablar de más y permite dejar las mentiras en el anonimato. Recuerden que nuestra actividad preferida es cada vez más despreciada por el vulgo ignorante animalista, y muchas veces se debe más a la gran cantidad de mentiras que contamos en una reunión, que a la realidad que vivimos en una partida de caza. Recuerden; no pretendamos enseñar a la naturaleza con conocimientos adquiridos en los últimos cien años estudiando la fauna. Ella equilibró todo con gran dedicación durante millones de años. Ningún animal sobra o falta en el planeta. Seamos responsables. Cuando rentas un rancho, lo haces para tener la oportunidad de poder buscar y cazar un animal, pero no tendrás ningún problema de salud si no tienes suerte. Eso de tirarle a lo que salga el último día es una estupidez muy arraigada en cierta raza cazadora no muy ética. Queridos amigos: ¡Buena suerte!
El cubrebocas es ahora parte del equipo de cacería.
El relato de esta cacería aparecerá en la siguiente edición
Mariana Garza con su venado cola blanca cazado con rifle 7 mm Rem Mag en Guerrero, Coahuila. Acompaña Victor Hugo Concha.
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Comportamiento del venado cola blanca durante el año
Por Alejandro González de Cossío
“Cuando has logrado evadir el perímetro defensivo de un trofeo de venado Cola blanca; cuando has logrado acercarte lo suficiente para oírlo respirar; cuando logras ver explotar una llamarada de furia en sus ojos; cuando su más fuerte sentido, el Sexto, repentinamente instila electricidad a través de cada fibra de acero en su cuerpo, entonces podrás decir que has superado, en sus secretos dominios… al más destacado sobreviviente de la naturaleza” Jim Shockey, “Ultimate Big Game Adventures”
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i de alguna manera pudiésemos descifrar que es lo que motiva a los venados para actuar de tal o cual manera; o escudriñar su mente para adivinar su próximo movimiento. Seguramente tendríamos una amplia ventaja sobre estos y sobre otros cazadores. Los venados, bajo las mismas circunstancias, en ocasiones actúan de forma distinta. Hace poco leía un interesante artículo titulado “Into the mind of a Whitetailed buck”, traducido... “Dentro de la mente de un macho de venado Cola blanca”. El autor se cuestionaba si los venados realmente pueden procesar sus pensamientos y ser capaces de razonar de manera consciente e inteligente ante ciertas situaciones, y “aprender” de las experiencias. Yo creo que sí, los venados poseen instintos y habilidades que han
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adquirido por memoria genética a través de miles de años de evolución. No solo sus sentidos, anatomía, aspecto y fisiología están hechos y perfeccionadas para sobrevivir y evadir a sus depredadores, también su complejo comportamiento e interacción con otros venados a través de su vida, les añade experiencia y sabiduría a los más viejos. Habiendo convivido de manera muy cercana a los venados por muchos años, filmando y estudiando su comportamiento, tanto en cautiverio, como en estado salvaje. Puedo asegurar que los venados son mucho más inteligentes de lo que podríamos suponer, y son capaces de modificar bajo ciertas circunstancias su comportamiento habitual. El comportamiento del venado Cola blanca es, a la vez; instintivo y aprendido. Los venados “aprenden” al observar a otros venados. Desde crías obtienen, siguiendo a su madre, los primeros conocimientos. Sobre todo, lo que es comestible, oliendo el hocico de su madre mientras se alimenta, y aprende de esta, como detectar y huir de un peligro inminente. Mientras las crías maduran, enfrentarse a todo tipo de circunstancias y peligros les enriquece con experiencia. Interactuar
con otros venados les disciplina, y los hace saber si deben dominar, o subordinarse. Les enseña a convivir e interactuar con sus congéneres y a comunicarse con ellos. Los instintos en el venado están altamente desarrollados, no solo para sobrevivir, sino también para reproducirse exitosamente. Sus finos sentidos les ayudan a detectar cualquier anomalía en su entorno. Comparados estos a los del ser humano, nos superan enormemente. ¿Cómo debemos actuar cuando tratamos de cazar a un experimentado venado macho dentro de su terreno? Lo primero que debemos tomar en cuenta es que él vive ahí. Conoce a la perfección su entorno; reconoce cada vereda y sus rutas de escape. Sabe que estaba ahí ayer, y que no estaba; cualquier sonido, movimiento u olor extraño lo pondrá en alerta. El venado actúa en el ahora y en el hoy. Su mente está manejada por sus instintos; lo que ve, lo que huele y lo que oye. Sus movimientos están dictaminados por su interpretación de lo que está pasando en su entorno, y de sus apremiantes ne-
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La mente del venado no puede manejar varios pensamientos a la vez. Actúa instantáneamente, guiado por sus instintos y experiencia. Por eso es cierto, aunque de manera relativa, que cuando el venado trae algo en la cabeza, olvida lo demás. Cuando persigue a una hembra en celo, su mente está obstinada en perseguir y tratar de copular con la venada. Descuida su acostumbrada cautela y recorre territorios desconocidos para él, lo que lo vuelve más vulnerable. El venado requiere alimentarse constantemente; si no es molestado, sus desplazamientos son relativamente predecibles, pero solo hasta cierto punto, pues dependerán del estado del tiempo, la dirección del viento, el calor y de la oferta estacional de ciertos alimentos favoritos. Su apetito por algún bocado sabroso e irresistible los pone en peligro constante, por lo que siempre está en alerta. Tanto las hembras como los machos conviven en grupos aislados, no hacen manadas como otras especies. Pueden coincidir en ciertas zonas, e interactuar aparentemente como un solo grupo, pero llegarán y se retirarán cada uno de ellos por separado. Los recorridos diarios de los venados también están regulados por la necesidad diaria de alimentarse, beber agua, y protegerse del calor, el viento y el sol; lo mismo que para descansar y rumear su comida, como para interactuar con otros compañeros. También el estado del tiempo altera sus movimientos. El venado percibe los más ligeros cambios de presión atmosférica. Reconoce el presagio de una tormenta que se acerca, el arribo de un fuerte viento, o la próxima llegada de un frente frio.
lo largo de sus rutas. Tienen vocalizaciones muy graves, que difícilmente son escuchadas por el oído humano; a menos que se sientan atrapados o se asusten, entonces cualquier venado berreará fuertemente. Cuando invadimos de manera descuidada su mundo, somos detectados casi de inmediato. Nos ven, huelen u oyen. Abandonan lo que estaban haciendo, y huyen a donde se sientan seguros, generalmente a lo alto de una colina, o entre lo más espeso del monte; se vuelven cautelosos y entran en estado de alerta. Los machos viejos son más delicados y experimentados, al detectar peligro se ocultan inclusive por varios días, saliendo solo cuando la oscuridad los protege. El venado modifica durante el año su comportamiento, sus rutas, y sus preferencias de territorio. Estas variaciones son impulsadas por cambios en sus ciclos biológicos y fisiológicos; cambios en la oferta de agua y del alimento natural que le brinda el hábitat; pero también, por los cambios estacionales anuales y por cambios bruscos del clima. Pocos meses antes de la temporada de cacería, el venado ha pasado por una serie de cambios, tanto físicos como fisiológicos. Sus astas crecieron y comienzan a desprenderse del pellejo marchito que las cubrió. Al acortarse las horas de luz, su organismo genera altos niveles de la hormona testosterona, lo que los vuelve más agresivos, y los incita a tallar sus astas contra arbustos y árboles. Muestran su fuerza y su furia a otros venados haciendo despliegues amenazantes contra los indefensos arbustos. Esta actividad está encaminada a intimidar a otros posibles contrincantes, y a fortalecer los músculos de sus cuellos. Los machos dejan estas marcas a lo largo de sus rutas, las que podemos reconocer nosotros y tomar ventaja de estas.
Aunque de la misma especie, machos y hembras difieren en su anatomía, fisiología, necesidades y comportamiento. Por lo que usualmente ocupan distintos territorios. Las veredas de los machos adultos suelen diferir bastante de las del resto de los venados. Caminan tratando de utilizar la topografía y lo tupido del monte a su favor, ocultando su paso, y manteniendo un bajo perfil. Durante sus recorridos tallan arbustos y rascan la tierra para hacerla receptiva a sus orines, dejando su olor individual a través de sus feromonas.
Es ahora también, que ellos prueban su fuerza y destreza entrechocando sus astas, y simulando peleas tratando de desestabilizar e intimidar a su contrincante; de esta manera establecen rangos de dominancia entre ellos. Lo que “no” impedirá que haya peleas a muerte, incluso contra sus habituales compañeros, cuando la época de celo comience. Aunque generalmente, a los machos más jóvenes e inexpertos, por su aprendizaje en estos juegos, les bastarán ciertas posturas de dominancia de los machos mayores y más agresivos para hacerles desistir del mortal combate.
Los venados se comunican tanto por signos visuales como por las señales de olor que dejan a
Poco antes de la época de celo, los machos dominantes eligen a lo largo de sus rutas, ciertos
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cesidades. Sean estas alimentarse, ocultarse para descansar, tomar agua, o aparearse.
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lugares para mascullar y dejar en una ramita a su alcance, olores de su saliva, glándulas lacrimales, frontales y nasales. Rascan fuertemente con sus patas delanteras la tierra para hacerla más receptiva, y se orinan sobre sus glándulas “tarsales” frotándolas. De esta manera, dejan todo un coctel de olores que otros machos revisan en sus recorridos, y son muy atractivos también para las hembras; pues las feromonas dejadas por los machos las incitan a entrar en celo. Las hembras suelen orinarse en estos sitios, frotando algunas veces sus glándulas tarsales, dejando no solo su olor en estos sitios, sino también su estado reproductivo. Los venados se preparan para la época de celo. Los machos, cada vez más interesados en reproducirse, revisan los grupos de hembras constantemente; las acosan y las persiguen para detectar si están entrando en celo. Los machos abandonan sus habituales territorios y deambulan incansablemente por las veredas utilizadas por las hembras y por los claros en donde estas suelen estar alimentándose, y las levantan de sus echaderos. En este momento debemos recor-
dar por donde vimos grupos de hembras, pues, aunque algún macho las acose y persiga, estas casi no abandonan su entorno familiar, solo dan vueltas y retornan. Podemos también tratar de formarnos una idea de las zonas más adecuadas para cazar, aunque no conozcamos el terreno. Los machos adultos utilizan las partes más montosas como sus echaderos; les gusta estar un poco en alto para observar el terreno y prevenir con tiempo algún peligro. Encontremos fuentes de alimento y agua y encontraremos rastros que demuestren que los venados están utilizándolos. Será sumamente difícil que podamos entender los movimientos y preferencias de terreno de los venados, si de plano no queremos meternos al monte. Debemos aprender a localizar signos del rastro de los venados, como excretas, talladeros, rascaderos y veredas que estén siendo utilizadas. Observar la topografía del terreno nos dará idea de los movimientos probables de los machos dominantes, mientras más exploremos sus terrenos, más experiencia tendremos para comprenderlos.
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Si localizamos algún aguaje, podemos examinar los arbustos que crecen alrededor de este, a menudo podremos descubrir ramas talladas por los machos. Si somos observadores, podemos seguir estas “líneas” de talladeros hacia el monte, y descubrir alguna zona con gran cantidad de excretas en donde los venados suelen convivir. Estas son zonas preferidas de los venados, aquí juegan, se echan y se alimentan.
de nosotros. Si no nos han visto, podremos pensar en nuestro siguiente paso. No debemos movernos ruidosamente, ni asomarnos a cada instante.
Observar y seguir las veredas que se abren entre el monte, nos llevará a los lugares preferidos por estos. Debemos hacer una cacería lenta y no invasiva, mantener un perfil bajo, evitar en lo posible que nos vean. Caminar por las partes bajas, al lado de los arroyos. No dejarnos ver en los claros y en las siluetas altas de las colinas, y desde luego cuidar siempre la dirección del viento. Debemos tratar de caminar cubiertos por las partes sombreadas de las sierras. Pero sobretodo, movernos muy lentamente, parando constantemente para observar y escuchar. Veremos muchos más venados de esta manera, que tratando de recorrer grandes distancias caminando como un robot y haciendo mucho ruido.
Un par de “tips” que les puedo dar, y que me han ayudado muchas veces son estos: Busquen líneas horizontales, las cuales no son comunes en el entorno del Cola blanca, algunas veces esto delata a los venados inmóviles. Cuando les da el sol en la espalda, el lomo de los venados “brilla”, esto se debe a que los venados cambiaron al pelo de invierno, y si están bien alimentados, su pelo es muy lustroso, y tiene una especie de lubricante que lo aísla de la nieve y la lluvia.
Nuestra presencia, si somos descuidados, sea caminando o en un vehículo, puede modificar drásticamente el comportamiento y la actividad cotidiana de los venados. Si utilizamos los vehículos del propio rancho, si no invadimos con ruidosas motos sus santuarios, ni hablamos ruidosamente; los venados suelen seguir siendo bastante predecibles y tranquilos; dándonos una oportunidad tarde o temprano, para intentar realizar un tiro certero a algún trofeo. Si tenemos la opción de subirnos a un “blind” elevado, podremos tener una buena ventaja para observar los movimientos de los venados a mayor distancia sin que nos vean. Observando la actitud de los venados machos cuando los descubramos, determinará si nos vieron o no, si están alarmados o relajados, y si se vienen acercando o alejando
Debemos vigilar constantemente con unos buenos binoculares los alrededores. Pues muchas veces los machos más grandes, permanecen ocultos entre el monte por mucho tiempo, observando pacientemente antes de hacer algún movimiento.
Cuando se tienen muchos años observando venados, nuestro cerebro nos los muestra de manera inconsciente, solo “sabemos que ahí hay un venado”, por eso los vaqueros del rancho, que están habituados a verlos cotidianamente, pueden tan fácilmente descubrirlos, aun cuando estén inmóviles. Los venados Cola blanca aprenden y se vuelven más sigilosos con cada temporada que logran sobrevivir. Si queremos tener la oportunidad de cazar un verdadero trofeo, debemos ser muy cuidadosos y pacientes. Sobre todo, ser observadores silenciosos. No esperemos ver una silueta de venado completa recortada contra el cielo. La mayoría de las veces solo veremos parte de su cuerpo, o los descubriremos caminando sigilosamente entre el monte. Algunas veces un leve movimiento de sus orejas o su cabeza los descubre. Estudiar el comportamiento y tratar de comprender que es lo que motiva a actuar a los venados y observar sus reacciones, nos dará con el tiempo, la experiencia y los conocimientos para obtener algún día, un merecido trofeo.
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Cacería del Tur de Kuban en el Cáucaso
Uno de los animales más majestuosos del mundo.
Por Humberto Enoc Cavazos Arozqueta
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o peor que le puede pasar a un cazador es llegar a casa y no encontrar suficientes fotos de su trofeo recién abatido. Yo por eso me dedico a tomarle a mis trofeos todas las fotografías posibles. Y me retrato sosteniéndolos en una posición y luego en otra. También me tomo el tiempo para limpiar,
maquillar, coser, si es necesario. Se hace o se intenta hacer todo lo que haga falta para tener una enorme cantidad de imágenes inmortales. Siempre. Ahí quedará el recuerdo eternamente. Y con el MidCaucasian tur no hice ninguna excepción. Pero la noche amenazaba con caer; y quedaba aún un largo trecho por recorrer para regresar al campamento, que seguramente para entonces Kirin ya
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Esperaramos a que los tures regresaran a pastar.
había levantado. Así que, ya sobre nuestros caballos, le dije a Eugenio, quien me apresuraba, citando al jefe: “Hey, I know is late. We can make it if we run”. Para mi enorme placer, mi guía, también fan de Springsteen, respondió: “Oh, Thunder Road, sit tight, take hold”. Y espoleamos nuestros caballos camino al ocaso. Detrás nuestro dejábamos una montaña y un recuerdo inolvidable. La cacería continuaba.
sedientos y bronceados. También hambrientos. Eugenio y yo decidimos no desperdiciar con agua la sed que nos aquejaba faltando una hora de recorrido. Aguantamos. Sabíamos que abajo nos esperaban unas ocho botellas de medio litro de cerveza Halvichny Zavod Nalchikskiy. Y al llegar al campamento base sentimos un goce indescriptible en el momento en que nos bebimos cada quién un litro de cerveza dándole grandes y larguísimos tragos.
Lo que le siguió a la cacería del Mid-Caucasian Tur fueron dos días larguísimos, de muchas más de veinticuatro horas cada uno de ellos.
Refrescados y sin botas, pasamos a la cocina a que nos dieran de comer. A continuación, empacamos y esperamos a que Tomás, el mismo chófer que nos había traído, nos recogiera para llevarnos al pueblo, donde pasaríamos la noche en un hostal de cazadores de la localidad.
Despertamos un dieciséis de agosto soleado. Afuera de nuestras tiendas el sol amenazaba con caer con todo su peso sobre nosotros. El cielo, de un azul exaltado, se lucía impoluto e infinito. No se vislumbraba ninguna nube a miles de kilómetros a la redonda; solamente se apreciaba el Cáucaso en todo su esplendor, que se extendía a nuestro alrededor presumiendo altanero sus picos, sus collados, sus crestas, sus glaciares. Por su parte, los caballos pastaban tranquilos cerca del campamento. Los guías salían de su tienda, se estiraban, y saludaban entusiastas. ¡Dobroye utro! ¡Good morning! ¡Buenos días! Eran alrededor de las siete de la mañana. Pronto tocaría levantar campamento y descender a la cabaña. El descenso fue a pie, jalando cada quién a su caballo. Tocaba devolverles el favor a nuestros corceles. Nos tomó cinco horas llegar a la cabaña. Llegamos
A eso de las dos de la tarde pasaron por nosotros. De camino al pueblo, pasamos a visitar las Cascadas de Chegem, atractivo turístico de la región. Y ya en el pueblo, antes de que nos llevaran al sitio donde pasaríamos la noche, pedí que me llevaran a supermercados a tratar de encontrar una botella de Tabasco. Visité todos, chicos, grandes y medianos. Pero en ninguno encontré lo que buscaba. Tuve que conformarme con salsa Sriracha hecha en Rusia. Definitivamente era mejor que nada. Arribamos al pequeño hostal de cazadores poquito antes de las ocho de la noche. Nos instalamos, nos dimos un baño, cenamos ensaladilla rusa y pollo, bebimos cerveza y fumamos.
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Mientras cenábamos, Eugenio y yo no dejábamos de intercambiar anécdotas de cacería. Ambos repetíamos una y otra vez la cacería del Mid-Caucasian Tur. Porque los dos pensábamos que había sido algo insólito: los tiempos, las coincidencias, las decisiones que se tomaron. Pero sobre todas las cosas, el tiro de Aslan a la piedra a mil metros; que haya pegado, y que los tures hayan reaccionado tal y como el guía local lo había anticipado. Lo cantó. Contaba doble. Me iba a costar dejar de soñar en ese suceso. A Eugenio también, me confesó. Ya entrada la noche comenzó a llover. La humedad despertó a los insectos, que no tardaron ni un segundo en rodearnos. Al terminar el último sorbo de lo que nos quedaba a cada uno de cerveza decidimos irnos a descansar. Posteriormente viajaríamos a Cherkesk, capital de la República de KaracháyevoCherkesia. La aventura continuaba. A las siete de la mañana del diecisiete de agosto Eugenio y yo desayunábamos huevos, pepinillos, queso fresco y salchichón. Bebimos cada quién tres o cuatro tazas de té y, después del desayuno, preparamos todo para viajar a nuestro nuevo destino. Antes de que pasaran por nosotros, visitamos al taxidermista, que tenía su taller justo enfrente del hostal donde nos hospedábamos. Nos enseñó el excelente trabajo que había hecho con el cráneo de mi tur y su copina, que para entonces ya tenía debidamente cubierta de sal.
Al atardecer, ubicamos a un tur enorme.
No recogieron a eso de las once de la mañana. Y no fue hasta las cuatro de la tarde que llegamos a un pequeño hotel a Cherkesk. Ahí nos dieron a cada uno de nosotros una habitación. Dejamos las cosas y bajamos de inmediato a comer. Estábamos famélicos. Afortunadamente a un lado del hotel había un restaurante de comida georgiana. Ahí comimos carne asada, kebab, vegetales, quesos, pan, lavash. Y bebimos cerveza. Todo hasta atiborrarnos, pues no volveríamos a comer nada hasta quién sabía cuándo del día siguiente. Terminando el festín nos fuimos a dormir. No eran más que las seis de la tarde. Pero a la una de la mañana nos iban a recoger para trasladarnos a la casa del guía principal de la zona del Kuban tur. Más nos valía tratar de descansar, que iban a ser dos días con sabor a uno, muy, pero muy largos. El celular chilló al diez para la una de la mañana y pensé que pocas cosas se sentían más antinaturales que escuchar la campanilla de un despertador a esa hora de la madrugada. Pero me espabilé rápidamente y salí de mi habitación cargando con todo mi equipo. Afuera nos esperaba Alí, que sería el encargado en llevarnos a Urupskiy Rayon, un diminuto poblado en la cercanía de las montañas, a dos horas de Cherkesk. Ahí vivía Gena, quien sería el guía líder en la cacería del Kuban tur.
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La casa de Gena era pequeña, pero acogedora. Nos recibió con los brazos abiertos. Nos sirvió a cada quién un plato de gulash y un vaso de te. Al servirnos, no obstante, también nos urgió a que terminando de desayunar nos preparáramos para un viaje de dos horas en todoterreno ruso y una cabalgata de ocho larguísimas horas. Las montañas esperaban, y no había mucho tiempo que perder. Eran las tres de la mañana. El día recién empezaba, ¿o continuaba? Ya no sabía. El viaje en todoterreno fue algo ondulante. Se atascaba, se apagaba. Mas yo nunca he visto un automóvil que aguante más que estos vehículos. Porque al final nos subió a mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Un avance que agradecí enormemente. Y siendo las seis de la mañana, logramos alcanzar la zona donde nos reuniríamos con los otros dos guías, que venían con los caballos. Alberto y Vladimir, los otros dos locales que subirían con nosotros, nos alcanzaron una hora más tarde. El primero, quien de inmediato me llamó tocayo en ruso, tiozka, venía completa y absolutamente ahogado de borracho; toda vez que un grupo de jóvenes turistas le habían regalado una botella de plástico llena de vodka. El otro, Vlad, un ruso gigante y recio, era el hermano menor de Gena. Después de las presentaciones correspondientes y de rolar la botella de mano en mano, inició una cabalgata húmeda, empapada, blanca. Fueron siete horas de atravesar una espesa e interminable neblina. Mucho más de la mitad del camino fue en terreno alpino; es decir, por encima de la línea de árboles. La idea era cazar mientras nos dirigíamos al campamento. Sin embargo, la niebla no sólo nos obstaculizaba la cacería, sino que tampoco nos permitía contemplar los hermosos paisajes. Al final, ya entrada la tarde, jalando los caballos, descendimos a un valle. Conforme bajábamos, empapados y cansados, dejábamos detrás el pálido velo que cubría las montañas. Los árboles nos arrojaban gotas inmensas que se nos colaban por el cuello y nos arrancaban un estremecimiento ocasional. Todos ya queríamos llegar al sitio donde levantaríamos el campamento. Y nunca olvidaré cómo al encontrarnos a unos quinientos metros, Gena se volteó y me dijo en ruso, que ya falta poco; que menos de medio kilómetro. Vas bien. Pero aquí los Tur se ganan, no se regalan. Eso fue lo que me tradujo Eugenio segundos después. Montamos campamento a orillas de un río. El cielo seguía cubierto y de matices grises. Eran cerca de
las seis de la tarde. La humedad y la niebla habían quedado atrás. A nuestro alrededor se erguía el Cáucaso. No hacía frío. Levantadas las tiendas de campaña y desensillados y amarrados los caballos, procedimos a preparar la cena. Cenamos pan, quesos frescos, salchichón, pollo frito y cebolla cruda. Mientras cenábamos, Alberto, el guía local que casi se había acabado un litro y medio de vodka en el camino, dormía profundamente afuera de su tienda y al lado de los caballos. Gena, Vladimir, Eugenio y yo escuchábamos sus ronquidos y nos preguntábamos cómo había logrado llegar en una pieza hasta donde nos encontrábamos en el estado en el que venía. Nos pasábamos de mano en mano lo que quedaba de vodka, pero siempre siendo cuidadosos en dejar un poco para que a la mañana siguiente mi tocayo se pudiera curar la cruda. Tras beber varios vasos de té, todos nos fuimos a dormir. Alberto, tiozca, seguía dormido bajo las estrellas, con la bóveda celeste haciéndole de techo y la hierba como cama. Diecinueve de agosto. Siete de la mañana. El Cáucaso. Rusia. Un despertar más en la montaña, en el Cáucaso. Salí de mi tienda de campaña. Me recibió el río cuyo murmullo en la noche me arrulló. Sobre mí se ampliaba un gran cielo despejado. Y a nuestro alrededor las serranías más empinadas que he visto en mi vida. Algunas laderas lucían glaciares. Por otro lado, los guías ya tenían el agua hirviendo para el té. Todo indicaba que iba a ser un gran día. ¡Buenos días! ¡Dobroye utro! ¡Good morning! Como cualquier desayuno en la montaña, el de esa mañana también fue sencillo: avena, pan y té. Al terminar de desayunar, los guías se ocuparon de ensillar los caballos. Mientras tanto, yo acomodé mi tienda, me preparé para salir y me fumé un par de cigarrillos con Eugenio. En la montaña no suele haber cabida para las prisas. Y cuando las hay, la cosa suele ponerse fea. Por eso hay que llevársela leve y con paciencia. Montamos cada quién en nuestros caballos y enfilamos hacia el valle. El plan para esa mañana era gemelear las caras de las montañas que daban al cañón. En caso de ubicar algo, prepararíamos el ascenso mientras los animales se echaban. Subiríamos a lo alto con el sol en perpendicular; emprenderíamos el asecho final por la tarde, pero cuidándonos de contar con suficiente luz para bajar en caso de éxito.
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Jalé con cuidado al caballo, sintiendo el sudor perlar mi frente. Sudaba por nervios. Cada pisada del animal me erizaba la nuca. Perder un caballo sería desastroso, por todo lo que implicaba una tragedia de esa naturaleza. Para el corazón y para las piernas. Afortunadamente pasamos sin percances. Luego del paso mortal, nos reincorporamos a nuestras sillas de montar y cabalgamos hacia un collado. Ahí, luego de un buen rato de montar bajo el sol, nos detuvimos para gemelear las laderas de las montañas que nos rodeaban. Nos apeamos de los caballos. Inmediatamente después, Eugenio y yo preparamos tripies y lentes; mientras tanto, los guías preparaban te y cortaban pan, queso y salchichón. Comeríamos antes de empezar a lentear. Los locales se tomaban las cosas con calma. Yo también. Así que podía relajarme y disfrutar de cada momento en la montaña. Para el abate se requiere algo de tiempo, pero es una fracción pequeña ante la totalidad de una expedición de caza. En Eurasia y Asia, tomar te entre las nubes también es cazar.
Encumbramos, recorrimos la montaña y transitamos sobre los desfiladeros.
Todo sonaba bien. Sin embargo, no contábamos con que, a medio día, antes de que encontráramos algo, una niebla densa y avasalladora lo cubriera todo. La neblina devoró al Cáucaso, con sus pendientes, sus rocas, su tierra, su agua y sus tures. Consecuentemente, tomamos la decisión de regresar al campamento, relajarnos y esperar a que el día de mañana tuviéramos mejor clima. Porque en la cacería de montaña puede caerse el cielo sobre uno o que el sol lo incendie todo; ¡pueden crecer las montañas! Pero sin visibilidad, no hay nada que hacer. El veinte de agosto amaneció despejado y sin frío. El azul eléctrico del cielo se saboreaba como buen presagio. La visibilidad era total, así que decidimos no perder el tiempo y encaminarnos hacia donde teníamos la intención de cazar el día anterior.
Comimos en silencio. De repente, entre bocados y sorbos de té, tomábamos los binoculares y recorríamos por un instante las montañas. Pero no se veía nada. Al terminar el lonche, me acosté y me acomodé la mochila como almohada. Ya recostado cómodamente, fingí buscar un tur. A los pocos minutos lo encontré; pero en sueños. Me había quedado dormido. Y disfruté de una leve siesta. Desperté un par de horas después. Me estiré y más espabilado le pregunté a Eugenio si no se había visto nada. Con un gesto me indicó que no. Gena y Alberto se habían subido a una loma para abarcar más terreno y poder buscar en áreas más lejanas. No obstante, al poco tiempo regresaron con la noticia de que únicamente vislumbraron un par de hembras y tures jóvenes. Todo indicaba que ese día también se esfumaría sin emociones fuertes. Qué equivocado estaba. Al regreso, en el paso de las piedras de vidrio, el caballo de Vlad, el corcel más joven de todos estuvo a punto de caer al acantilado; si no hubiera sido por la fuerza bruta de su dueño, que jamás lo dejó ir, el grupo hubiese perdido un rocín al segundo día de cacería. Afortunadamente no fue así.
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En cuanto llegamos al sitio donde nos había sorprendido la niebla, nos bajamos de los caballos. Frente a nosotros se ensanchaba el paso de las piedras de vidrio, unas lajas que, si el caballo pisaba mal sobre ellas, se iba al precipicio.
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Al atardecer, en el valle cercano al campamento ubicamos a un tur enorme. Como ya no había luz, decidimos cazarlo pon la primera aurora del día siguiente. Por fin algo de acción. Durante la cena charlamos con entusiasmo. El haber visto un tur tan majestuoso hacía tan sólo unas cuantas horas antes nos había llenado a todos de emoción y esperanza. La noche transcurrió oscura y silenciosa. Dentro del saco de dormir soñé con el día siguiente y entre sueños ansiaba por que amaneciera. Sentía paz y urgencia. Las montañas afuera esperaban pacientes, los tures seguramente pastaban. El rumor del agua acurrucaba mi vigilia y los ronquidos de los demás no afectaban en lo más mínimo. Veintiuno de agosto. Abrí mi tienda de campaña y la luna aún lucía sin ninguna intención de ser relevada por el sol. Eugenio y Vlad hervían el agua para el te en silencio. El resto de los guías se preparaba dentro de su tienda de campaña. Las estrellas brillaban sin obstáculos, lo que significaba que podía ser un día despejado, ideal para cazar tures. La emoción a flor de piel. La precipitación latente. Las puertas del Cáucaso de par en par. El desayuno, como siempre: parco, pero nutritivo. Todo el grupo comió avena, bebió te y compartimos unas galletas. Lo mínimo para emprender un ascenso. Y acabando de desayunar, montamos nuestros caballos y nos dirigimos a las faldas de la montaña donde dejamos visto el tur de la tarde anterior. Al llegar, desmontamos y preparamos las mochilas para el ascenso. El plan me pareció algo alternativo: consistía en trepar casi a la cumbre, apostarnos detrás de una peña que destacaba y se recortaba contra el cielo, y ahí esperar a que los tures regresaran a pastar a eso de las once de la mañana. Sonaba a magia, a adivinanza, pero quién era yo para contradecirlos, si ya había sido testigo antes de una hazaña que rayaba en lo mágica en la República de Kabardia-Balkaria durante la cacería del Mid-Caucasian tur. Sin embargo, en esta ocasión, la realidad se impuso. El día veintiuno de agosto fue todo sudor, vértigo, humedad y frío. Nada de sangre. Encumbramos, recorrimos la montaña, nos asomamos a todos los cañones, transitamos sobre los desfiladeros. Pero jamás volvimos a ver a los tures. Aquel día fue de silencio y esfuerzo. La montaña iba a pedir mucho más arrojo antes de darnos un tur. La euforia se antojaba lejana, al igual que los animales.
Tomábamos los binoculares y recorríamos las montañas.
La noche cayó. Se sintió como un balde de agua fría. Mientras que en la mañana todo era esperanza, curiosidad, excitación, por la noche los ánimos tenían un sabor más a derrota y desengaño. Empero aún quedaba tiempo, y muchas tierras por recorrer. Y es por esto por lo que durante la cena se determinó que al día siguiente iríamos a probar nuestra suerte a otra área, que se encontraba a por lo menos un par de horas a caballo. Saldríamos de madrugada para poder aprovechar el día. Era, de acuerdo con los guías, el as bajo la manga, el comodín: la zona secreta, la que Gena en todas sus cacerías se reservaba para el Plan B, y hasta entonces siempre le había dado resultado.
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Eran alrededor de las cuatro y media de la mañana. Destinábamos a nuestros caballos hacia la nueva área. La noche anterior, mientras cenábamos, discutimos sobre si moveríamos el campamento o no, ya que esta nueva zona de caza se encontraba algo lejos de donde teníamos montado el camp. Al final, Gena y los guías locales decidieron que no. Que cazaríamos todo el día, y que volveríamos de noche, con o sin tur. La cabalgata estuvo amena. Sin embargo, ese día fue perdido. Si bien es cierto que al primer ascenso encontramos la manada de tur que buscábamos; no obstante, la neblina no nos permitió cazar. Justo al ponernos cerca de los animales, nos quedamos sin visibilidad. Así que pasamos una interminable cantidad de horas rodeados de niebla, sin podernos mover, fumando y conversando entre susurros, con la excitante sensación de que estábamos rodeados de kubans, pero agobiados por la histérica frustración de que no podíamos hacer nada al respecto. Tendría que ser mañana, el penúltimo día de cacería. Y llegó ese día, el penúltimo. Al principio, fue una calca del anterior: todo inició con la alarma del celular retumbando dentro de la oscuridad y el silencio absolutos de la tienda de campaña; luego los malabares que se requieren para vestirse dentro de la carpa; una vez vestido, la fresca e intensa salida al aire limpio y a la noche; y por supuesto, el desayuno escueto de diario y, previo a los aseos y necesidades humanas correspondientes, montar los caballos. Al arribar al área de cacería, con las primeras luces del día, el cielo ostentaba destellos carmesíes y pocas nubes; el viento aún dormía, porque no soplaba en lo más mínimo; y la temperatura se sentía fresca, agradable. Descabalgamos y montamos los telescopios. No queríamos iniciar ningún movimiento sin antes cerciorarnos de que no había tures en los alrededores. Al hacer esto, comenzamos a gemelear. ¡No habían transcurrido ni veinte minutos y ya habíamos ubicado a un tur solitario a unos novecientos metros! Y nos pusimos manos a la obra: Gena y Vlad se quedarían detrás del spotting scope. Por nuestra parte, Alberto, Eugenio y yo, nos encargaríamos del acecho. La idea consistía en mantener comunicación entre todos para que, en caso de que el Kuban tur se moviera, nosotros supiéramos hacia dónde caminar.
Los primeros quinientos metros fueron descendiendo, para salir del campo visual del animal. Ya abajo, rodeamos un pequeño valle durante unos cien metros; en seguida, comenzamos el ascenso hacia un puerto que se veía a unos seiscientos metros de distancia, por lo que volvimos a ascender; ulteriormente brincarnos del otro lado de la arista, con el fin de hacer el último acercamiento recorriendo no más de un centenar de metros caminando al margen, justo debajo del filo del borde de la montaña. El primero en llegar al sitio de donde se supone podríamos tirar fue Alberto, tiozca; inmediatamente después le siguió Eugenio; yo venía a unos diez metros. Al alcanzarlos, me detuve debajo de los dos guías, que ya se encontraban en posición. Tomé aire en un par de ocasiones; a unos cinco metros de mí, el guía local me sonreía, mientras usando el palo para caminar como rifle, apuntaba hacia donde seguramente se encontraba el tur. Yo, feliz, le devolví la sonrisa. Arrastrándome me dirigí hacia donde yacían Alberto y Eugenio. Al posarme entre ambos, le tendí mis binoculares a este último y le pedí que me indicara a qué distancia se encontraba el tur; a lo que me respondió que, con gusto, pero que primero lo ubicara a través de la mira telescópica. Le pedí me señalara el lugar en el que se encontraba el borrego; y al hacerlo, de inmediato lo divisé; el animal estaba echado, tranquilo. En cuestión de segundos lo tenía en la cruz; por lo que insistí con que se me apuntara qué distancia nos separaba del ejemplar. Que trescientos cincuenta; pero que esperara a que se pusiera de pie. Y esperé, unos segundos; más no pude esperar, el corazón me latía, pero la confianza por primera vez se imponía a la emoción, así que decidí tirar, apretando muy poco a poco el gatillo hasta verme sorprendido por la detonación. El tur no corrió más de una docena de metros, cuando comenzó a rodar. Un par de horas después tenía mis manos sobre los cuernos de uno de los animales más majestuosos del mundo, el Kuban tur, monarca del Cáucaso en la República de Karacháyevo-Cherkesia. Con éste, había logrado un sueño, el cazar todas las subespecies de tur que hay en esta región del mundo; aunque a la fecha no se define si son cabras o borregos, en lo que coinciden todos es que la caza de estos animales probablemente sea una de las más demandantes físicamente y de las más peligrosas que se pueden practicar en el orbe.
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Un día más en el Cáucaso.
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Galeana, Nuevo León
Cacería en Ejido La Carbonera
Juan Diego Padilla con su venado miquihuano del Ejido La Carbonera.
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Por Juan Diego Padilla
ran las 5:30 de la mañana cuando sonó mi alarma. No podía abrir los ojos del frío que hacía. Cuidadosamente saqué mi cabeza del sleeping y localicé mi celular que seguía sonando. Lentamente libré mi brazo derecho y tomé mi teléfono, minimizando mis movimientos para prevenir que se metiera el frío adentro de mi sleeping. Con voz ronca y sin mucha convicción, pregunté si alguien más estaba despierto. Mi hermano Charly, que me iba a acompañar a cazar esa mañana, me hizo saber que estaba mal de la cabeza si pensaba que íbamos a salir con ese frío. Obediente, seguí sus órdenes y me
quedé dentro del sleeping un rato más. A los 15 minutos sonó mi segunda alarma. Con el celular ya en la mano, apagué la alarma al instante. Más del 90% de mí quería quedarse sobre el catre, pero el otro 10% me recordó que estábamos ahí con un propósito y era nuestra última oportunidad para cumplirlo. Haciendo uso de toda mi voluntad, me senté y avisé que era hora de salir a cazar. Temblando del frío fui aumentando capas de ropa sobre mi cuerpo. Cuando sentí que estaba suficientemente cubierto para aguantar el frio, salí de la carpa y me encontré con nuestro guía. Al este se veía como si el sol apenas quería asomarse detrás de las
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montanas. Al minuto salió Charly atrás de mi, tapado de pies a cabeza. Tomamos una tasa de café para despertarnos. Llenamos nuestras mochilas de aguas y barritas. Ya listos para conquistar el día, agarré mi Kimber 270 Winchester Short Magnum y me lo colgué sobre el hombro derecho. Con pocas palabras y mucho frio, salimos hacia el cerro.
Decidimos seguir con nuestro plan. El guía y yo avanzamos unos 50 metros cuando de repente nos grita Charly. Nos detuvimos a buscar el venado. El guía
El primer tramo fue en pick up, a obscuras, llegamos hasta donde el camino de terracería terminaba. Ahí dejamos la pick up y empezamos a escalar la sierra. No habían pasado más de 5 minutos y ya estaba sudando toda mi espalda. Irónicamente, extrañando el frío que nos paralizó dentro de la carpa. Siguiendo al guía por un camino angosto entre arboles y arbustos, caminamos por media hora hasta que se detuvo, sacó sus binoculares y en voz baja nos dijo que habían observado mucho movimiento en la montaña a nuestra derecha. Mientras él se preocupaba por encontrar un venado, yo me preocupaba por recuperar mi respiración. Bajo sus binoculares y seguimos en nuestro camino. Esto sucedió varias veces, con tramos de 15 a 20 minutos entre ellos. Cada vez más luz sobre los cerros y más calor dentro de mis capas infinitas. Subimos y bajamos un valle, cruzamos un río seco y subimos hasta la cumbre de un cerro [Punto 1]. Desde ahí podíamos ver a todos los cerros que nos rodeaban. Una vista espectacular, pero no estábamos ahí para eso. A diferencia de la cacería típica en la zona norte de nuestro país, el no estar sentado en un blind con
José Carlos y Juan Diego Padilla, acompañados por el guía.
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Trayectoria desde el punto del disparo a donde encontramos al venado
brechas definidas, te deja ver los 360 grados. Pero a la vez, también te deja expuesto y los venados te ven desde muy lejos. El plan era separarnos ahí para observar los cerros a nuestro alrededor, bueno eso es lo que nos decía el guía cuando Charly levanto sus binoculares espontáneamente y dijo: “Hay un venado ahí”. Los tres nos asomamos por los binoculares e identificamos que había dos hembras y un macho caminando en el cerro que ya habíamos recorrido. Estábamos a más de medio kilómetro, entonces no podíamos identificar bien si era un macho que valía la pena perseguir. De pronto, como si la naturaleza escuchaba lo que nos preguntábamos, un rayo de luz pegó directamente sobre la canasta del macho. No cabía duda, teníamos que ir por él. Para no espantarlo y tampoco perderlo de vista, nos separamos en grupos. El guía y yo íbamos a acercarnos, mientras Charly dejaba sus ojos puestos en el animal. Cuando teníamos un buen avance, localizábamos el venado y Charly nos alcanzaba. Hicimos eso 4 veces, acercándonos mas de 50 metros cada vez. Llegamos al punto que podíamos ver que era un venado grande, pero estaba muy alejado para pensar en un tiro y para empeorar el asunto, me di cuenta qué no traía mi range finder. Mi rifle estaba alineado para un tiro de alrededor de 250 metros, y por experiencias pasadas, sabia que no estábamos ni cerca a esa distancia todavía.
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Juan Diego con su padre Don Carlos Padilla.
lo localizó, escondido detrás de unas matas [punto 3], con la mirada puesta en nosotros. Parados como estatuas por unos minutos, debatíamos si avanzábamos más o si tratábamos de sacar un tiro desde ahí. Con poca confianza en mi tiro sin saber la distancia, le dije al guía que teníamos que acercarnos más. Me contestó: “Si este venado es nuestro, es nuestro”. El venado se agachó y lo perdimos de vista por unos minutos, decidimos que era nuestra oportunidad para avanzar. Rápidamente caminamos bajando la loma y otra vez, un grito de Charly. Volteamos hacia donde habíamos visto el venado y notamos que el venado se había espantado y estaba alejándose de nosotros. Sin mucha certeza, le grité al venado y por suerte, la curiosidad lo paró. Arrodillado [punto 2], puse al venado en la mira del rifle, le apunté unos centímetros arriba y saqué el tiro. Observé que había salido polvo detrás del venado. Recargué y le tiré otra vez, no vi donde pegué. El venado trataba de correr pero se veía herido. Sin parar, el venado seguía subiendo el cerro. Si llegaba a la cima, probablemente se nos escaparía. Decidí sacar otro tiro, apuntando justo arriba del codillo. La bala pego abajo. El venado se escondió detrás de un pino, y entre las ramas, visualicé su cola y saqué el cuarto tiro. El guía trataba de localizar algún movimiento detrás del pino donde estaba el venado, pero nada. El mundo se quedó paralizado por unos segundos, no se escuchaba ni un ruido. Solo mi respiración corta-
da, efecto de la adrenalina. El guía me volteó a ver y puso cara de susto. Al parecer estaba sangrando de la ceja. Con tanto alborote, en uno de los tiros, me acomodé mal y me golpeó el telescopio. Decidimos esperar ahí unos minutos para no espantar al venado, si es que seguía con vida. Charly bajó el cerro y, tan pronto llegó a donde estábamos, el guía notó que el venado estaba moviéndose. Apunté el rifle hacia esa dirección, pero ya no volví a localizar al venado. Se nos había escapado. Sabíamos que iba golpeado y decidimos que nuestra mejor opción para triunfar era dejar al venado desangrarse. Nos sentamos y platicamos sobre como vivimos el acontecimiento cada quien. Después de media hora, decidimos embarcarnos hacia el pino donde había sacado el cuarto tiro. Si el venado iba sangrando, íbamos a poder seguir sus rastros desde ahí. Fue casi media hora de subida a la cumbre del cerro. Íbamos confiados rumbo al pino cuando Charly gritó: “¡Sangre!”, Volteé hacia abajo buscando mas sangre cuando de reojo, vi algo moverse. Debajo de un pino a 5 metros de nosotros [punto 4], estaba el venado pataleando, sin poder pararse. Lo saqué de su miseria con mi última bala. Entre los 3 batallamos para sacarlo debajo del pino. Con el venado acostado en una zona despejada, pudimos por primera vez ver el gran trofeo que era. Es el miquihuano de montaña más grande que habían visto en esa zona. Tuve la suerte de ser yo, el cazador que puede contar esta historia.
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Berberisco de Candela, Coahuila
De las mejores experiencias en México
César Gómez con su gran berberisco.
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a Sierra de Candela, Coahuila, un lugar donde toda planta tiene espinas, toda piedra desgarra tus botas, todo insecto amenaza con atacar y, si tienes SUERTE, podrías lograr una cacería de ensueño. Tres años tuvieron que pasar para que mi amigo Alejandro Cantú Martínez y un servidor César Gómez Treviño, pudiéramos alinear los pendientes laborales, compromisos personales, y sobre todo la condición fisca y mental para llevar a cabo la cacería del Berberisco (Aoudad), un animal tan imponente y sigiloso que se logró adaptarse a esa sierra desde su introducción a México proveniente desde el norte de África hace ya muchos años. La salida… Sin entrar en detalle en la preparación física, ni el equipo que llevábamos, la cacería comenzó un viernes a las 3:45 A.M., horario en el que Alex pasó por mí y salimos de Monterrey; obviamente ninguno de los dos había podido dormir bien por la emoción que sentíamos, como niños en navidad. El clima no era favorable y se pronosticaba mucha neblina y porcentaje menor de lluvia por las mañanas, por lo que estábamos nerviosos y dudosos si pudiéramos subir o no a las sierras. De todas maneras, no nos íbamos a quedar en Monterrey con los brazos cruzados. Nuestra cacería estaba planeada para que tuviera una duración de 3 días. En el peor de los casos, nos iríamos a pescar a una de las presas del rancho. Conforme amanecía, la neblina se disipaba poco a poco e inclusive la llovizna dejó de mojar el parabrisas de la camioneta. Al llegar al Rancho Las Navajas en Candela, Coahuila (UMA de cerca baja para los curiosos), pasamos por René y su hijo para que nos ayudaran con la guiada, ya que ellos conocen esas serranías como las palmas de sus manos. Luego de llegar a la falda de un cerro, empezamos a ver con nuestros binoculares la cima para ver si había movimiento y decidir si subíamos a ese o a otro cerro dentro del mismo rancho.
Equipo clave: Rifles Rem 700 cal .270 y Browning 7mm Rem. Mag. Botas marca Red head e Irish Setter Mochilas marca Bad lands y Easton Bandoleras para rifle marca Venali
pasado ni 60 minutos y ya estaba pensando en que mi entrenamiento y los videos de preparación para el “sheep shape” en youtube no habían sido suficientes, pues ya estaba jadeando. Nuestro guía René, juzgando por su edad, yo podría haber apostado que se cansaría primero que nosotros y para nuestra sorpresa era quien nos apuraban el paso, pues queríamos ganarle el trayecto a aquel berberisco que vimos a lo lejos y poder realizar el tiro. Decir que el cerro es retador es poca cosa, no hay preparación en el gimnasio ni en Chipinque que te prepare para este momento, pues elementos como el peso de tu rifle, alimentos, equipo, cansancio mental, sumado por las historias trágicas de los guías cuando cazadores fallaban tiro tras tiro, juegan un papel clave en el desgaste de la persona. Siendo sinceros, de lejos el cerro se ve fácil de subir (y hasta pequeño) pero al estar en la falda y subir la mirada a la cima, parece que no avanzas nada y se hace eterno, hacíamos pequeñas pausas para tomar algunos tragos de agua y retomar fuerzas, la neblina había quedado atrás y un sol bastante picoso estaba sacando lo mejor de nosotros.
Buscando al macho adulto… Para nuestra fortuna después de buscar en 2 cerros diferentes, a muchísimos metros de distancia (probablemente kilómetros, aunque los cazadores tengamos mala fama con eso de las distancias), en la cima del cerro, René y su hijo lograron ver lo que según ellos era un macho caminando, por lo que nos dispusimos a rodear por la falda del cerro y hacerle la cacería y para poder hacer un tiro de arriba del cerro para abajo y así tener un mayor porcentaje de éxito. Honestamente, yo no alcancé a ver más que una mancha rojiza entre el monte, ahí fue cuando pensé: “Estos sí tienen vista de águila”. Al empezar a subir a toda prisa pues habíamos demorado mucho en dirigirnos de un cerro a otro, no habían
Estupenda vista desde las alturas.
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Por César Gómez Treviño
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Llegando a la cima del cerro… Después de varias horas de subir en zig zag, logramos llegar casi a la cima, nos preparamos y cargamos los rifles (Alex y yo, ilusos, queríamos tirar al mismo tiempo a animales distintos), para, posteriormente, llegar a la cima y ver para abajo si había algún animal de edad madura. Yo estaba muy orgulloso, ya que estaba probando una bandolera (gun sling) de la marca Venali de la cual junto, con mi hermano Marcelo, soy socio y que después de muchos prototipos y pruebas en el monte, considerábamos que esta era la versión final para por fin sacar ese modelo a venta al público. Lo cual así fue. La metida de pata… Por el nervio, yo quería ver si el cañón no tenía alguna obstrucción que por tanto pasar por matorrales en la falda del cerro pudiera haber entrado alguna rama y hoja y me afectara al tiro o al rifle por lo que, en lugar de presionar el botón para sacar el cerrojo, apreté el de al lado (Rem 700) y cayeron las balas al piso…. fue un momento en el que todos se me quedaron viendo, si sus ojos hubieran hablado, me hubieran recordado a mi progenitora y cuestionado mi intelecto. Fue un ruido que en el campo de tiro no es gran cosa, pero ahí sonó como si tuviera un amplificador. Pensé que todo el esfuerzo, había sido tirado a la basura. Después de haber cargado el rifle nuevamente y revisado que el cañón estuviera libre de cualquier obstrucción, nos dispusimos a ver del otro lado del cerro, vimos un macho adulto que estaba solo, volteaba a otro lado como si estuviera acompañado, la
adrenalina estaba a todo lo que daba y buscábamos si había otro animal cerca para lograr un doblete. Con el cambio en la dirección del aire, el Berberisco corrió entre laderas y se perdió entre el monte y la tierra rojiza. Fue una verdadera decepción, contrario a lo que pensábamos, ahí fue donde la cacería empezaba. El momento de demostrar a lo que vinimos… Decidimos separarnos, Alex se quedó en ese cerro buscando más animales y yo me fui en busca del animal que se había ido corriendo… dicho sea de paso, fue inútil seguirlo, pues son muy hábiles y rápidos. Pensamos que, si nos dividíamos Alex y yo, tendríamos más éxito en la cacería. Con el sol encima de nosotros y cerca de 35º C, seguimos el guía y yo una pequeña vereda intermitente sobre la cima de la sierra y vimos nopales mordidos y heces de berberisco por lo que teníamos evidencia clara de que estábamos en el lugar correcto. Después de mucho avanzar a paso rápido, el desgaste de las rodillas era inminente, como lo dije, la mente juega un papel muy importante en esta cacería y hubo momentos en los que veía al acantilado para ambos lados mientras brincaba de piedra en piedra con mi rifle y pensaba: “¡QUE FREGADOS HAGO AQUÍ, QUE NECESIDAD!”, pero la adrenalina estaba haciendo su función y el saber que ese camino sobre la sierra nos llevaría cerca de la falda donde estaba la camioneta, me daba tranquilidad saber que si me rajaba, al menos no estaba caminando en sentido contrario a la camioneta.
Revista Gran Safari / Año 13 / No. 1
En una de las pausas que hicimos para ver con los binoculares y ya casi rendido, me dice René: “Allá se ven unas manchas rojas, ya los encontramos, hay que rodear el cerro”. Para ese momento yo ya estaba cansado, asoleado, seguramente deshidratado y con ampollas en los pies, pensando en la hielera que teníamos en la pickup. Al llegar a un acantilado, fuimos muy cautelosos pues estaba un atajo de al menos 10 borregos descansando en una pared en otro cerro frente a dónde estábamos. Me puse pecho tierra para ver los animales y tratar de calmarme, entre lo acelerado que estaba por el ejercicio y la adrenalina, era muy difícil mantener la cruz del lente en un solo animal. Momento del tiro… Luego de cerca de 1 minuto, que pareció eterno y más porque el guía me decía que ya tirara por que se estaban moviendo, logré controlar mi respiración, estaba justo donde lo había imaginado, aire a favor, un berberisco maduro en la mira, ahí fue donde todo pasó por mi mente, los tiros de práctica con mis amigos y hermano, las interminables pláticas de los granos de pólvora, de las trayectorias de las balas y flechas en los tiros ascendentes y descendentes.
famoso “PAC”, me daba ánimos y al mismo tiempo sentía mucha impotencia, pues yo pude haber jurado que el borrego al que no le tiré lo había mandado herido, un verdadero pecado para cualquier cazador. Fueron algunos metros los que recorrimos para bajar del acantilado a una parte donde tuviéramos mejor vista para tratar de ver al borrego probablemente herido o algún indicio de su ubicación, bajamos por una pared que ahorita no paso por ahí ni loco, tuvimos mucha suerte de no accidentarnos, las piedras se derrumbaban al pasar y la tierra estaba muy floja, yo con lo que me quedaba de fuerza, agarraba mi rifle y aventaba mi mochila para moverme sin tanto peso. Al ver al otro lado del cerro, en donde habían estado los borregos, el guía buscaba para un lado y yo para el otro, empecé a preocuparme por no encontrar el animal (pues nunca está en los planes de los cazadores esta parte y es el miedo de todos) hasta que de pronto, entre nopales y lechuguillas, vi algo blanco, era el estómago del berberisco que estaba a escasos 30 metros de donde estaba antes de que le tirara y, que por el lugar en donde inicialmente estábamos, no lo podíamos ver. Inmediatamente al verlo grité una cantidad importante de maldiciones de pura alegría y alivio, el guía me felicitó y hasta me regaño diciéndome que por poco y les tiraba a dos animales por acelerado. Fue una mezcla de sentimientos encontrados, la felicidad por haber cobrado el animal que por tantas y tantas pláticas y carnes asadas habíamos planeado y el respeto que el animal cobrado merece.
Nervioso, pues considero que mi gatillo de mi Rem 700 está muy duro, lo jalo con suavidad y de repente PUM… hago el tiro. Por la patada se me sale del lente el animal, se paran los berberiscos y se van corriendo todos, veo en la mira a uno solo que estaba de pie, con la adrenalina, subí tiro nuevamente y estaba listo para volver a tirar, pensando que ese borrego era al que le había tirado, el guía me grita: “¡ESE NO ES, NO TIRES!”, yo no podía ver, pero René me dijo que el borrego al que le había tirado se había ido para abajo, en la dirección contraria de los demás borregos, a los pocos segundos, ese borrego que estaba parado, comienza a correr detrás del atajo de borregos, perdiéndose entre el monte. Tiempo de Buscar el animal… Seguía pensando en que ese había sido al que le había tirado y que lo había mandado herido, me sentía muy mal conmigo (y enojado con el guía que me había dicho que a ese no le había tirado, pensando que se había equivocado). Bajamos por el acantilado a como pudimos para poder ver la falda del cerro donde estaban los Berberiscos. Por el radio, Alex nos decía que se había escuchado pegado el tiro, el
Alejandro Cantú.
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Entre nopales y las famosísimas uñas de gato, me senté en una piedra para descansar, recordando a mi papá que siempre nos dice: “Tengan cuidado con las víboras”, me tomó sin cuidado pues yo ya iba casi en automático, tomé un trago de agua (caliente obviamente y que me supo a gloria) y, después de unos pocos minutos, me puse de pie, estiré y apreté el paso sin hacer mucho ruido, en ese momento ya no sentía las lechuguillas que se enganchaban en el pantalón y viboreras, solo pensaba en la posibilidad de tener un tiro certero.
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No podían faltar las selfies.
Ya con el sol pegándonos en un lado de nuestra cara, bajamos a como pudimos y llegamos por el berberisco. Alex, quien por desgracia no tuvo tanta suerte, se dirigió a donde estábamos con ayuda del radio, nos acomodamos todos en la sombra donde habían estado los borregos, era un sentimiento tan extraño, estar sentado donde apenas algunas horas estaban ellos ahí. Celebramos con unos refrescos calientes (pues llevaban todo el día en las mochilas) y unos lonches que preparamos una noche antes, sin duda la mejor comida que he probado hasta hoy. Después de separar las piezas del animal, entre todos bajamos la copina y la carne que pudimos cargar, ya no podíamos ni caminar, estábamos acalambrados, raspados, espinados, ampollados y muy felices por el gran logro. Después de mucho caminar, llegamos a la camioneta y lo primero que hicimos fue abrir la hielera, era el bien merecido premio, contentos y ahora si entre risas y música, bajamos al casco del rancho, en donde al llegar, bajar las cosas y guardar los rifles, nos quitamos las botas. Inmediatamente nos quedamos dormidos en el piso fresco y por el golpe de calor que traíamos, ha sido la mejor siesta
de nuestras vidas. Había camas a escasos metros, pero nuestros cuerpos ya no podían más. Cuando nuestros amigos preguntan: “¿Fue una friega?… Alex y yo decimos que SÍ… y la siguiente casi siempre es: “¿Volverían?” y contestamos de inmediato: “CLARO”, con una sonrisa de oreja a oreja. Sabemos que tuvimos muchísima suerte en ver en dos ocasiones a los animales, en tenerlos a tiro, realizar la cacería y haber bajado con el trofeo todo en un solo día. Muchos cazadores se ríen y nos dicen: “Que suerte la de ustedes”, hay muchas historias de perseverancia y que hasta la tercera o cuarta vez que suben al cerro, tienen la suerte de cobrar un animal de este tipo y de traerlo de regreso a casa. A quienes se encuentran indecisos en hacer una cacería de este tipo, los invito a que la hagan, será de las mejores experiencias en México. Pueden buscar en internet, videos de preparación bajo “Poor man’s sheep hunt”, “Sheep Shape” “Aoudad hunting”, les aseguro que verán videos y videos y cada uno tendrá una lección que es preferible aprenderlas en la comodidad de su casa, que arriba en el cerro.
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Cacería con arco temporada 2019-2020 Gracias a Dios y a mis compañeros…
¡Se logró el objetivo!
Juan Carlos Marroquin con su venado cazado con arco..
Por Juan Carlos Marroquín
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odo empieza en la mañana del 18 de noviembre, cuando él venado fue visto por primera vez durante un par de minutos a una distancia de aproximadamente 180 a 200 metros. Inmediatamente traté de poner una carpa (espiadero de piso) cerca de donde fue visto, lo cual no tuvo éxito, puesto que estuve dos semanas en el lugar y ¡no volvió a aparecer! Después de esperar y esperar, el día 3 de diciembre fue visto en otra brecha, aproximadamente a un kilómetro de donde estaba, para cuando escucho por el radio que me avisan que lo vieron a la distancia, me
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Gracias a Dios y a mis compañeros de cacería… ¡Se logró el objetivo! Felices de regresar a casa con el venado que obtuvo el 1er lugar de arco en mi club en Allende y el 2do lugar en la Copa de Caza México con una medida de 150 2/8 SCI. ¡Ánimo y mucha suerte para todos!
Juan Carlos obtuvo el 1er lugar en la Copa de Caza México.
moví hacia donde se suponía que se ubicaba, tratando de hacerle una cacería al asecho… sin tener éxito. Siendo así, me subí a la torre, donde se vio originalmente, estuve en ella un par de días para ver si podría cazarlo desde ahí, de igual manera sin tener éxito, el venado salía, pero siempre a su distancia, nunca menos de 100 metros. A medio día fui a comer a la casa del rancho y pedí ayuda a los compañeros para ejecutar un plan “B”. Recorté un pedazo de tela que teníamos en una de las torres, agarré dos varillas, recogimos rama y armamos mi área de asecho en medio del monte, solo teniendo una visión de tiro de máximo 40 metros, de igual manera buscando alguna silla que no fuera visible ni ruidosa, la mejor opción fue un bote de 20 litros, para evitar llamar la atención y yo estaba listo con mi traje de hojas para intentar mi cacería. Estando listo todo en punto de las 6 am ya estaba en el sitio para esperar que amaneciera. Aproximadamente a las 7:20 am, tuve la primera oportunidad de tiro a una distancia de 25 metros, la cual no fue exitosa debido a que nada más abría el arco, me sentía y se alejaba corriendo, así igual al siguiente día. Ya era domingo 6 de diciembre, aproximadamente a las 7:15 am, cuando apareció detrás de las venadas, yo tenía una visión muy limitada, de aproximadamente 5 metros de ancho por 40 metros de largo. Sabía que no había margen a errores porque era el último día de nuestra vuelta y, de pronto, apareció, fue cuando esa adrenalina incontrolable empezó. Tenía frente a mí al
Las astas tienen una medida de 150 y 2 octavos SCI.
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venado que estuve buscando por semanas y ahí fue cuando se pone a tiro a una distancia de 28 metros, solté y obtuve un tiro certero con mi flecha.
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Entrenamiento con arco y flechas
Por Juan Manuel Ugarte
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urante la práctica del tiro con arco, ya sea durante el entrenamiento o la competencia, los resultados se pueden observar inmediatamente con una retroalimentación instantánea: la flecha cerca del objetivo estimula la mentalidad del atleta. El objetivo del entrenamiento se debe enfocar en mejorar la secuencia o técnica del disparo; para lo cual, el propio tirador o su entrenador, deberá ser capaz de identificar el o los elementos posibles de corregir, y enfocarse en ellos, DURANTE EL ENTRENAMIENTO, con ejercicios que lo logren. Lanzar flechas sin un enfoque específico, es un entrenamiento inútil. Enfoques específicos por considerar en el entrenamiento: 1. Principalmente, un punto de la diana y qué al registrar y sumar aciertos, califica la habilidad del tirador, y es un parámetro por comparar (buscando superarlo) en entrenamientos futuros. El análisis estadístico de las puntuaciones del arquero, le dan la pauta para buscar la forma para mejorar los aciertos.
2. Para el deportista, la repetición de una ejecución perfecta es la mayor dificultad en cualquier lanzamiento y esto, aplica a todos los deportes de precisión. “Conseguir un 10 no es difícil, lo realmente difícil es repetirlo”. 3. Por lo tanto, idealmente, cada uno de los elementos de la secuencia durante el disparo de una flecha, deben ser realizados física y mentalmente idénticos. 4. El entrenamiento se basa en la REPETICIÓN de acciones y movimientos para que, se conviertan en reflejos condicionados (automáticos), es decir, se realicen casi sin pensarse, o de otra manera, que, al realizarlos en forma diferente, el tirador lo identifique o sienta la incomodidad que produce la mala ejecución. 5. Además, el arquero deberá considerar su equipo, que, aunque, el instrumento mecánico y los proyectiles son relativamente más fácil de mantener en equilibrio que la fisiología del atleta. El equilibrio del arco y flechas se les engloba en dos procesos inseparables, comúnmente llamados, AFINACIÓN DEL EQUIPO Y ALINEACIÓN DEL SISTEMA DE MIRAS, las cuales, con el paso del tiempo y el uso, pueden sufrir variaciones.
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8. Fortaleza muscular y condición física, son elementos indispensables para el arquero y se deben obtener mediante el entrenamiento físico aeróbico y anaeróbico. Se busca con esto, lograr la mayor estabilidad del arquero durante el lanzamiento. El agotamiento muscular y los latidos del corazón provocan que los músculos del arquero se muevan (fasciculación o movimientos temblorosos). Músculos fortalecidos retardan la fasciculación (músculos temblorosos). Atar un extremo de una banda elástica a la muñeca de la mano del arco y el otro extremo bajo la planta del pie, estirar el arco, apuntar y disparar, fortalecerá la musculatura del hombro correspondiente a la mano del arco; se requieren muchas repeticiones para lograr fortalecerlos. Agrega peso extra al arco durante el entrenamiento, al quitar el sobrepeso, tu forma será mucho más estable. Conseguir un 10 no es difícil, lo realmente difícil es repetirlo.
Para identificar esas variantes, un método es observar las puntuaciones y considerar que, al disminuir; la razón pudiera ser la DESAFINACION O DESALINEACIÓN del arco. Otro elemento importantísimo es, utilizar flechas idénticas ente sí, de la misma marca, iguales en derechéz, largo y peso total y con accesorios de calidad. 6. “La ARQUERÍA es un deporte mental”; el atleta y su entrenador deben reconocer que cerca del 90% de la práctica de la ARQUERÍA es determinada por la mente del deportista (Dave Cousins), por lo que, es necesario, atender este elemento durante el entrenamiento, mediante estímulos positivos que lo fortalezcan. Una forma sencilla y fácil de lograr, es disparar flechas cerca del centro, otorga retroalimentación instantánea y lo estimula a buscar la repetición. EL OBJETIVO DEL ENTRENAMIENTO ES MEJORAR, NO GANAR. 7. Cuando se entrena a ojos cerrados o sin diana, EL ENFOQUE SERÁ MENTAL; concentrando la atención en uno o dos elementos por sesión, como, por ejemplo, dedos de la mano del arco relajados y
Apretar, sobre extender los dedos y relajar.
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disparo sorpresivo o llegar al objetivo desde arriba o disparar conforme a tu respiración, repetir el mismo anclaje en cada ejecución, etc.
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9. Los deportistas con un buen entrenamiento aeróbico (condición física adquirida) tienen una frecuencia cardíaca menor al promedio (bradicardia) y no se debe interpretar como anormalidad, sino como beneficio adquirido por dicho ejercicio. El brazo del arco durante el estiramiento y disparo, responden con pequeños movimientos que corresponden a la dilatación y contracción de los músculos del corazón (latidos), por lo tanto, una frecuencia cardíaca lenta, reduce también los movimientos de las extremidades del arquero. De ahí se deduce, la importancia del entrenamiento físico, el cual, debe entenderse, es en beneficio del deportista y (¡Ojo! entrenadores) nunca establecerse cómo un castigo.
10. Un agarre de la empuñadura del arco inconstante, genera movimientos laterales durante la inercia del disparo (torqueo). Se recomienda, sobreextender los dedos de la mano del arco y luego relajarlos; hace que el grip se acomode siempre en la misma posición, evitando la posibilidad de los pliegues de la piel de la mano, provoquen el torqueo. Los expertos recomiendan agregar a esta parte del proceso, la siguiente secuencia y explican el porqué: antes de estirar la cuerda, apretar la mano en contra de la empuñadura del arco, para luego sobre-extender los dedos de la misma mano y luego relajarlos: APRETAR, SOBREEXTENDER LOS DEDOS Y RELAJAR; dicen que la relajación será más eficiente haciendo dicha alternancia. 11. Durante el entrenamiento, aprenda a disparar conforme al tiempo reglamentario de las competencias, intente secuenciar sus lanzamientos en el mayor tiempo posible permitido. Favorece la recuperación muscular y disminuye los movimientos temblorosos: muy conveniente y recomendado en las competencias. En los intermedios de cada flecha, aproveche para oxigenar su organismo, mediante respiraciones profundas, que, además, reducen el nerviosismo producido por la competencia y/o por el público. Otro ejercicio que alivia el estrés emocional de la competencia es: 4-7-8: inhale aire profundamente durante 4 segundos, sostenga la respiración 7 segundos y exhale el aire en 8 segundos, increíblemente, se reduce el nerviosismo. 12. Practique disparando a mayores distancias que las que compite. Si sus eventos son a 50 metros, haga entrenamientos anotando puntuaciones a 60 o 70 metros con su diana reglamentaria de 50 metros (de 80 cm), cuando regrese a entrenar o competir a 50 metros, MENTALMENTE será más fácil para usted. 13. Entrenando con otros atletas de su categoría y modalidad, busque superar las puntuaciones de ellos; sin que ellos se enteren que, usted está tratando de superar sus puntuaciones. Mejorará sus aciertos sin influencia del nerviosismo de la competencia. Entrena como si estuvieras en competencia y compite, tirando como en el entrenamiento. 14. Otra competencia semejante a la anterior es, con un mazo de naipes retire algunas cartas de baja numeración Ejemplo: deje solo 7s, 8s, 9s,
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10s, Js, Qs y Ks, estos últimos con valor de 10. Mezcle el mazo y saque 3 o 6 barajas, será la puntuación que superar con la misma cantidad de flechas sobre la diana. 15. Las rondas de competencia durante un entrenamiento serán programadas en el itinerario del atleta, pero consumen mucho tiempo, por lo tanto, serán incluidas en forma eventual. Por lo que, durante el entrenamiento, se recomiendan formas de competencia más cortas en tiempo. Se sugieren las siguientes formas: a) Dispare rondas de 30 flechas y anote la cantidad de amarillos logrados. En entrenamientos subsecuentes compita en contra de su récord. b) Con esa idea, puede hacer una variante en entrenamientos subsecuentes: ¿Cuántos flechas en total, se dispararon para lograr 30amarillos? c) ¿Cuántos amarillos en forma consecutiva?
d) Compitiendo en contra de otro arquero, intente una competencia oficial corta, como lo es el HIT AND MISS. 15. “El tiro con arco es un deporte 90% mental (Dave Couisins)”. Al entender este concepto podemos explotar sus beneficios. Desgraciadamente, es naturaleza humana, desconfiar y, por lo tanto, evitar su aplicación. Requisito indispensable para obtener beneficios que son posibles de obtener, se relaciona con creer y confiar en la posibilidad de programar el Sistema Nervioso Central del deportista. En los preceptos de la PROGRAMACIÓN NEURO LINGÜÍSTICA (PNL), se establece que una acción consciente (ejem. secuencia de disparo) se puede convertir en un reflejo condicionado (recordando a Pávlov y su experimento con un perro y una campana) y esto se puede lograr con un ejercicio que PNL y en forma concisa nombra como “7 a 10 X 21”: repetir CONCIENTEMENTE Y FÍSICAMENTE SIN OLVIDAD NADA, la acción de convertir repita la acción, “7 a 10 veces diarias por 21 días consecutivos”. Repita la secuencia de disparo conscientemente, pensando o leyendo cada paso de la secuencia de disparo (substituye la campana de Pávlov), la secuencia mencionada. La literatura de PNL, asegura que, si usted lo hace confiando en la conversión, se logrará hacer dicha secuencia en forma de reflejo condicionado. Elimine totalmente los pretextos. Mantenga en mente sus aciertos y olvide las fallas. Tome fotografías de sus excelentes grupos de flechas y revívalos con frecuencia. Felicite a sus compañeros por sus aciertos, ellos devolverán la cortesía; serán estímulos que empujan a repetir la acción (solo unos ejemplos de estímulos mentales). Primera regla de la arquería: Seguridad
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Pesca en Kayak
ยกNo le pienses mรกs!
La pesca en Kayak se ha ido popularizando cada vez mรกs.
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Por César Gómez Treviño. Venali.
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i eres pescador de orilla o de embarcación ya sea profesional o recreativo, no lo pienses más y anímate a tu próxima aventura en Kayak, estoy seguro de que te va a gustar. La pesca en Kayak se ha ido popularizando cada vez más al involucrar elementos como, el ejercicio, el nivel de reto y competitividad entre los kayakeros para mejorar sus técnicas, ahora la muy necesaria sana distancia y sobre todo sigilo al llegar a los puntos de pesca si lo comparas con una embarcación. Los Kayaks cuyas medidas oscilan normalmente entre los 10 y 14 pies de largo, pueden llegar a ser tan estables que hasta podrías llegar a pescar de pie sobre el kayak, su forma los hace que puedan fácilmente romper el aire, navegar muy rápido y llegar a los puntos secretos que nadie conoce o que nadie se atreve a llegar. Puedes navegar en aguas poco profundas y hacer tu cast en lugares que nunca imaginaste llegar como el corazón de las empalizadas. Pescar en kayak es tan emocionante y retador que al lograr hacer el Hookset, una lobina de al menos 500 gramos puede mover tu kayak en la dirección de donde se encuentre el pez, haciendo su captura muy emocionante y retadora.
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Pescar en kayak es emocionante y retador.
Debes tener en todo momento un chaleco salvavidas.
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Si eres pescador de orilla o de embarcación, no lo pienses más y anímate a tu próxima aventura en kayac.
Para seleccionar el kayak de tu preferencia es muy sencillo y no pretendo ampliar mucho sobre ello, hay muchísimos videos en YouTube que te podrán ayudar a tomar una mejor decisión. Lo que si aconsejaré es que analices bien cuál será el uso que le darás a fin de que adquieras un kayak que verdaderamente será de utilidad, debes revisar al menos lo siguiente:
Procura tener amarrado todo tu equipo para que en caso de que tengas algún accidente.
Tamaño y peso del pescador 1. Dimensiones del kayak para trasladarlo y alma cenamiento. 2. Estabilidad. 3. Accesorios: a. Pedales / Remos b. Porta cañas c. Compartimentos para equipo de pesca y hieleras d. Silla elevada para mayor comodidad e. Asta bandera de colores fosforescentes para visibilidad Debes tener en todo momento un chaleco salvavidas y procurar tener amarrados o al menos con accesorios de flotación todo tu equipo para que en caso de que tengas algún accidente, no se vaya al fondo del embalse tu valioso equipo. Existen kayaks de todos los presupuestos y podrás equiparlo con cuanto accesorio tengas en mente; desde mejoras en la silla, anclas con poleas y hasta luces, todo está en tu imaginación y presupuesto. Puedes hacer accesorios tú mismo o comprarlos y simplemente apretar unas cuantos tornillos y listo. Recuerda que lo importante es que flote el kayak (bastante obvio) y estés cómodo así que no te desesperes si ves muchas opciones en internet, lo demás es lo de menos… No importa la edad ni condición física, todos podemos gozar de este deporte, lo importante es la constancia y sobre todo utilizar este deporte como una vía para escapar del estrés y divertirnos con nuestros seres más queridos. Recuerda practicar la pesca deportiva de captura y libera y así podremos disfrutar de este bello deporte por muchos años más y ver crecer las lobinas pequeñas en verdaderos monstruos dignos de una buena anécdota con nuestros amigos acompañado de su respectiva foto.
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