Sumario 01
Editorial
apuntes extraordinarios
02
Panoramas
“La espera” de borges
04
Caminando por el lado salvaje
Réquiem para las felatrices impiadosas
06
Un día en la vida
Una muchacha, un cuadro negro y un cadáver
Por Ana Marín
07
Una película
08
Muerte en Venecia Luchino Visconti
Mitologías
Poder y desenvoltura Volver a los clásicos
Norman mailer
10
Ensayo
J.a.valente... en el principio fue el crimen
11
Vuelos
12
Interview
14
Poesía sub-22
Diario de la hormiga
las chicas (no) solo quieren divertirse Papeles salvajes
16
Discado Directo Internacional
17
La Rockola
¿Nena virgen o pitonisa erótica? mairim y la danza de balas errantes otro día de buchanan blues Poesía
una silla vacía Con balón dominado
albert camus. fútbol existencialista
19
Metallica Apocalyptica
Libertad bajo palabra Octavio Paz
Muchos necesitaron a Apocalyptica para ver que bajo “ese ruido infernal” se esconde música barroca celestial. Wherever I may roam cifra este espíritu errante, la genialidad de Master of Puppets, el ensoñamiento de Enter Sandman y, por supuesto, la hermosa locura de Sanitarium; son grandes compañeros de largos caminos.
Será esa musicalidad que nos hace fluir a través de la luz que se desprende de cada color, de cada palabra, que nos deposita en el instante o quizá sea la búsqueda que nos reata y libera para encontrar el yo de un tú, “tierra de pronombres entrelazados”, como dice Octavio. Golpes de imágenes con agua que mana, sombras y un verde todopoderoso.
Casa de Citas No tiene gracia, cuando uno es detective, que alguien le robe el papel y haga todas las preguntas. Dinero ahorrado es dinero ganado. Yo podría ahorrarle a usted dinero y complicaciones. Hablaste demasiado, muchacho. Demostraste demasiados deseos de abrirme toda tu vida como un libro. Es una característica corriente de los criminales aficionados. Siempre tienen que exagerar su franqueza.
Perspectivas
palabras que hablan apenas algunos impactos de la morfología
20
Femme Fatale
Anna Karina
21
Un libro
néstor montalvano
15
18
La perspectiva temática, los cuadros animados de Sorolla, el tiempo sostenido, el estilo pulcro y refinado, la expresión que busca otros medios que no sean la palabra, la música que supera el ornamento. Esta película merece el título de obra maestra.
Un disco
Perspectivas
la literatura en la escuela
Estaba tratando de no ganar, y le estaba costando mucho trabajo lograrlo. Si tienes mucho que ver con un asesinato, te afecta de una de dos maneras: o enfermas o llega a gustarte.
Dashiell Hammett (1894-1961) Escritor norteamericano de novelas negras. Autor de algunas de las mejores obras del género, como Cosecha roja, El hombre delgado y El Halcón Maltés. Tengo dura la piel por encima de lo que me queda de alma y, después de andar entre crímenes durante veinte años, puedo estudiar cualquier clase de asesinato sin ver en ello más que el pan de cada día, mi trabajo.
Hubiese preferido estar completamente sobrio, pero no lo estaba. Si la noche me reservaba más sorpresas, no me apetecía enfrentarme con ellas mientras el alcohol se me apagaba dentro. Los planes están bien algunas veces -dije-. Y otras, lo que está bien es simplemente remover las cosas; está bien si eres lo suficientemente duro para sobrevivir y conservas bien abiertos los ojos para poder ver lo que te interesa cuando sale a la superficie. Parecía estar diciendo la verdad, aunque esto no quisiera decir gran cosa cuando se trata de mujeres, sobre todo de mujeres con los ojos azules. Estás logrando que nos portemos como dos payasos. Ahora quédate quieto o te abro un agujero en la cabeza a ver si por él te pueden entrar algunos sesos.
Editorial
En un principio eran noches donde alumbrados por los restos que quedaban de luz intentábamos develar lo que rechinaban los dientes de nuestras propias limitaciones, y así avanzábamos entre la violencia de los colores, con la intuición de que tras la soledad, la miseria, se encontraban nuevas dimensiones de la imaginación. Y éramos el ruido de todos los ríos muriendo en un estrépito de estrellas, el relincho de una bestia arrastrándose en las entrañas del abismo. Hablábamos en una lengua muerta, sin oírnos, bajo el ruido infernal de cien campanas, y nos acribillábamos hipnotizados por hordas desnudas. Luego, cuando perdimos en mitad del itinerario la parte inútil de nuestro ser, y las noches se nos antojaron aún más inmensas, con hombres que morían violentamente acribillados por la desidia, comprendimos que todo lo visto no era más que vana hechicería, bellas fantasmagorías que se empeñaban en retrasar nuestra marcha. Necesitábamos resucitar entre palabras, justo cuando las tinieblas se alzaban para cerrar los ventanales que daban al alba, y probar que son ciertas las formas del espanto allí, en el estertor de una vida semejante a todas las lluvias. Habitando unos ojos ajenos, imbuidos de todas las falsedades, observábamos el paso de las sombras, convencidos de que la única redención posible la encontraríamos en el beso furioso, en el festín de los cuerpos desencajados, en la dicha del animal desbocado que escupe todo su ardor en la boca del santo. Maldecimos la ciudad para inventar en sus lechos tibios el deseo sin reposo, para crear en los pabellones vacíos el amor de dos monstruos desconocidos, para señalar a la chica triste que se tiende a oscuras dispuesta a disputarle la dinastía a los ángeles, para comprender el infinito en la sonrisa de una extraña que nos visita en medio de la tempestad, para rendirnos ante la mano crispada del último habitante de la noche. Nunca tuvimos un oficio donde reconocernos, sólo esta manía de abusar de las palabras, desandar los caminos con los pies descalzos, asaltar en silencio las fortalezas, enfermar el día con los labios chorreados de lúpulo, demorarnos en oscuras cantinas donde se beben vinos infernales, y correr a ciegas entre las calles, convencidos de que para conquistar la soberanía de los placeres es necesario imponerse sobre la realidad, para dejar de ser niños extraviados que sucumben ante los artilugios de los nuevos magos. Hemos caminado lo suficiente para entender que esta existencia no es más que un leve estremecimiento, que tras este deambular sólo nos aguarda un eterno naufragio, que será inútil confiar nuestra salvación a los encantos de un pájaro melancólico, que los milagros no se hacen pensamientos, que al fin de estos días habrá que resistir con los pies agonizantes. Confiaremos nuestros pasos a la elegancia del fuego, dejaremos que las palabras se encuentren, que copulen a plena luz, ligeramente heridas, y ya no tendremos que mirar con un gesto adusto lo que fuimos, nos confundiremos en el éxtasis de las llamas, sin otro don que el poder de nuestras alucinaciones, ansiosos de celebrar todos los placeres inútiles que nos han sido negados, con la certeza de que el furor por escribir supera cualquier escrúpulo.
01
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PANORAMAS
Por María Cristina Castro
nueve de la mañana; el hombre notó con aprobación los man do dra cua el os, tan plá chados , de tierra al pie de cada uno cicon bal de s las decentes casa to, la farmacia contigua, los desvaídos rombos de la pintugo rería y ferretería. Un lar al pit hos de edón y ciego par te; ren enf de a acer la a rab cer s, el sol reverberaba, más lejo hom El . los ácu en unos invern ra (aho s cosa esas que só bre pen en arbitrarias y casuales y que las o com cualquier orden, se ven en los sueños) serían a, con el tiempo, si Dios quisier fay ias esar invariables, nec miliares.
La orientación literaria de Borges parece haber privilegiado géneros la como el fantástico, el policial y r ficción científica. Debemos tene mala que , argo en cuenta, sin emb las yoría de sus relatos no respetan tres s esto a ran sepa que s tera fron géneros. Abordaremos las caractero rísticas propias del policial neg sin pero ges, Bor de ra”, espe en “La olvidar que sus relatos no pueden eadscribirse a uno solo de los gén el e, part otra Por s. ado cion ros men led relato policial negro o hard-boi es, según Raymond Chandler –en ar su libro El simple arte de mat prodo mun del to rela el 0)–, (195 ón fesional del crimen. La resoluci prin tivo obje el es no del misterio y bien e entr es sion divi las l, cipa e mal se difuminan y la mayor part viindi son s ista de sus protagon duos derrotados. En textos como “Sobre Chesterton” y “Nathaniel Hawthorne” –del libro Otras Inquisiciones–, Borges el sostiene que Edgar Allan Poe fue ra, Aho cial. inventor del cuento poli en el policial clásico el investigador villeva a cabo su pesquisa por acti va, ucti ded dad reflexiva hipotético desde su escritorio y apelando casi el exclusivamente a su intelecto. En policial negro, en cambio, el investisu gador toma un rol activo, sale de y – acho desp o udio –est ra zona segu de se involucra en la investigación o un modo más directo. Este rasg to rela del io inic el en se observa ya borgeano, que está contado en tercera persona desde la focalización de la víctima:
y víctima frustrados, pues los indi s. ado ontr enc son no s cado bus cios
En todo relato policial negro con Vi´n: ie –qu inal crim sideramos al nllari–, el móvil –para que´: “cua se do la mujer le preguntó cómo un o com no ari, llamaba, dijo Vill desafío secreto, no para mitigar ad, una humillación que, en verd bre nom ese ue no sentía, sino porq ´: lo trabajaba”–, un arma –con que s, ente paci y es óvil inm tes, ilan “vig de bajos los ojos como si el peso ro and Alej ra, orva enc las armas los ían hab lo cido ono desc un y Villari ón alcanzado”– y una reconstrucci e huy ari Vill : ´mo de los hechos –co tiiden la o iend asum ino de su ases dad del mismo y busca en los diaari rios pistas de que Alejandro Vill ro cuat s Esto o–. inad ases haya sido n cide coin s rale uctu estr s ento elem s: lica toté aris con las cuatro causas agente, final, material y formal. El relato “La espera” propone, entonces, una estructura policial atípica, con elementos del policial detectivesco y del negro, donde el lecla El coche lo dejó en el cuatro tor se ve obligado a actuar desde r ado mil cuatro de esa calle del stig inve ari, focalización de Vill Noroeste. No habían dado las
, El señor Villari, al principio das pli cum ; casa la ba no deja en unas cuantas semanas, dio r. rece oscu al o, salir, un rat ecin el en ró ent he noc Alguna s matógrafo que había a las tre la de ca nun cuadras. No pasó última fila; siempre se levanla taba un poco antes del fin de función. *(...)…] ni No le llegó jamás una carta, o per r, ula circ una iera siqu una za leía con borrosa esperan ] de las secciones del diario. (...)… eens ían hab le d eda sol Años de oñado que los días, en la mem o per s, ale igu ria, tienden a ser a ier siqu ni , día un que no hay no que al, pit hos de o cel cár de traiga sorpresas, que no sea s al trasluz una red de mínima ousi recl as otr En sas. sorpre nes había cedido a la tentación as, de contar los días y las hor disera ón usi recl pero esta o tinta, porque no tenía términ mauna , rio -salvo que el dia la ñana, trajera la noticia de i. lar Vil dro jan Ale de rte mue Borges, sobre Hawthorne, recupera una reflexión sobre la relación entre el sueño y la vigilia publica bre, hom “Un : da por aquel en 1833 y en la vigilia, piensa bien de otro lo pero nte, ame plen él, en fía con go inquietan sueños en que ese ami
obra como enemigo mortal. Se revela, al fin, que el carácter soñado era el verdadero. Los sueños tenían razón”. Este juego especular y laberíntico que posibilita la inserción de lo fantástico en lo policial se da también en el relato borgeano: En los amaneceres soñaba un sueño de fondo igual y de circunstancias variables. Dos hombres y Villari entraban con revólveres en la pieza o lo agredían al salir del cinematógrafo o eran, los tres a un tiempo, el desconocido que lo había empujado, o lo esperaban tristemente en el patio y parecían no conocerlo. Al fin del sueño, él sacaba el revólver del cajón de la inmediata mesa de luz (y es verdad que en ese cajón guardaba un revólver) y lo descargaba contra los hombres. El estruendo del arma lo despertaba, pero siempre era un sueño y en otro sueño el ataque se repetía y en otro sueño tenía que volver a matarlos. Si analizamos el desenlace del cuento: “En esa magia estaba cuando lo borró la descarga”, cerramos el caso de un
Villari que no persigue sino que huye mientras busca, y en esa actividad de búsqueda de pistas de su enemigo es derrotado, engañado y asesinado, en un juego especular, por el asesino Alejandro Villari, quien pasa a ser símbolo del misterio, del enigma irresoluble propio del policial negro, de los límites cognoscitivos del ser humano. Concluimos entonces que, en “La espera”, quien se asume como el detective no siempre persigue, sino también huye, tratando de rastrear –en este caso en los diarios– las pistas del asesino, del enemigo, que es el mismo y el otro, es decir también la víctima. Podemos repensar entonces la gran tolerancia a la incertidumbre que presenta Borges en este relato, por cuanto parece ser que desarrollar el problema es más fecundo que desarrollar la solución. Pues, la solución a los problemas no representa para nuestro escritor una gran ansiedad sino más bien, según Ana María Barrenechea, el ejercicio de “comentar o reelaborar las soluciones literarias y filosóficas de mayor poder imaginativo para comunicar el drama o la magia del destino humano” (Barrenechea, 63). Nos atrevemos a afirmar que Borges ha narrado en “La espera” el proceso de una derrota, rasgo propio del policial negro.
03
Raymond Chandler
El simple arte de matar Fragmentos
“La literatura de ficción siempre, en todas sus formas, intentó ser realista. Novelas anticuadas, que ahora parecen pomposas y artificiales, hasta el punto de resultar ridículas, no lo parecían a las personas que las leyeron por primera vez.” “La novela de crímenes tiene también una forma deprimente de dedicarse a sus cosas, solucionar sus problemas y contestar sus preguntas. Nada queda por analizar, aparte de si está lo bastante bien escrita como para ser buena literatura de ficción, y de todos modos la gente que contribuye a las ventas de medio millón de dólares nada sabe de esas cosas. La búsqueda de la calidad en la literatura es ya bastante difícil para aquellos que hacen de esa tarea una profesión, sin tener que prestar además demasiada atención a las ventas anticipadas.”
Bibliografía • Barrenechea, Ana María. La expresió´n de la irrealidad en la obra de Borges, Buenos Aires, Paidós, 1967. • Borges, Jorge Luis. “La espera”, del libro El Aleph (1949); “Sobre Chesterton” y “Nathaniel Hawthorne”, del libro Otras inquisiciones, ensayos críticos. De Obras Completas, Buenos Aires, Emecé, 1999. • V.V.A.A. La novela criminal, Román Gubern (ed.), Tusquets, Barcelona, 1976.
“Las buenas muestras de arte son mucho más raras que las buenas novelas serias. Mercancías de segunda fila sobreviven a la mayor parte de la literatura de ficción de alta velocidad, y muchas de las que jamás habrían debido nacer se niegan, lisa y llanamente, a morir. Son tan perdurables como las estatuas que hay en los paseos públicos, e igualmente aburridas.”
04
CAMINANDO POR EL LADO SALVAJE
Raymundo Godoy. También conocido como El Calcuta. 33 años, como Jesús al ser crucificado. Venía de algún pueblo, supongo, por la pinta. Al principio era muy tímido. Entraba con miedo, y le resultaba difícil elegir alguna de las chicas. La primera vez que vino estuvo media hora para decidirse. Le servimos un vasito de vino para que la cabeza se le despejara. Tenía los zapatos embarrados. Sacó del bolsillo de la chaqueta un pedazo de diario, y con prolijidad limpió la suela. Siempre había una chica atractiva en la puerta. Señorita Anzuelo la llamaban. Ella se encargaba de acompañar a los hombres hasta la sala de espera. En esa época, me parece que se subía por una escalera caracol adornada con motivos navideños. Cuando salían los clientes se resbalaban, el hombre que nos cuidaba los ayudaba a llegar a la calle o llamaba a una ambulancia cuando el golpe era de gravedad. También recuerdo el dibujo de un tigre a punto de dar un zarpazo en una de las habitaciones, y los espejos que siempre estaban sucios. Todos los que se dejaban caer cuando el sol estaba por entrarse eran pajaritos. Subían con temor hasta la planta alta, y ahí se quedaban temblando, dejando escapar cada tanto alguna sonrisa nerviosa, hasta que aparecía Mariana detrás de las cortinas y con ternura maternal les preguntaba con cuánto dinero contaban. En caso de que la suma valiera la pena, los hacía sentar en unos sillones rojos mullidos, y una por una les presentaba las chicas como si por primera vez asistieran a aquella casa.
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Qué quiso decir aquella noche con la miraba turbia por el alcohol, arriba y un poco más abajo, desplazándose hacia las sombras, quebrado por la carga excesiva, respirando con dificultad, hasta ver entre esas piernas la desaparición total del deseo, con un oído puesto en la inmensidad, tratando de esclarecer entre esos pechos temblorosos una antigua duda. Apoyó sus recuerdos en la silla vacía, y dejó que el reloj tictaqueara en cámara lenta. Le dio cierto trabajo desabrocharse los botones de la camisa a rayas. Balbuceó algo mientras apagaba el cigarrillo. Media hora. Ciento veinte pesos. Ella a medio desvestir salió con el dinero. Un billete de cien y otro de cincuenta. A la salida le dan el vuelto, señor, le dijo al volver. Para ese entonces él ya se había sacado toda la ropa. Con tristeza acarició la bolsita. En la bolsita de tela blanca ella buscó un preservativo. ¿Qué otras cosas habrá dentro de la bolsita? Un desodorante de ambiente. Gel lubricante. Espermicida. Pañuelos descartables. En otros sitios más decadentes habría rollos de papel de cocina. ¿Por dónde te parece que empecemos? Hay tanto por hacer que esta media hora va a resultar escasa.
Aquel verano fue desalentador. Cualquier intento por mantenerse en pie costaba el doble de esfuerzo sólo por el efecto de las altas temperaturas. Cuarenta grados a la sombra. La transpiración inundando el corpiño, cubriendo la piel de gotas salitrosas. Las moscas azuladas revoloteando, zumbando, despeinando la muñeca encinta. Así era imposible moverse, cubrir los espacios en blanco, fugarse en el vacío entre unos brazos que te asfixian y unos muslos que te disuelven, viendo desmoronarse todo sin ruido. Me llamo Cielo. También podría llamarme paraíso. Yo confundía los rostros. Todas las personas se parecían. Me resultaba imposible retener las formas de esos cuerpos desesperados que subían hasta mi habitación. Recuerdo pasos, miradas, algunos nombres, pero ningún rostro. Afuera parpadea un sol opaco, incapaz de engullir la niebla dispersa. Estoy sola. Mi compañera está de viaje. Me he pasado todo el día desnuda en la cama sin atender el teléfono. Supongo que es domingo, en la habitación de al lado no se escuchan voces. Disuelvo la pastilla efervescente en el vaso, cierro los ojos y bebo de un sorbo todo el contenido.
No hay música más maravillosa que el sopor de tus labios. Veo que va a correr mucha sangre. Entre los calcetines llevo una navaja. Con ella solía pelar cerdos. Van a bastar un par de tajos para que se desate la sinfonía. Tu cuerpo es un árbol degollado. En torno a tu vientre crecen alambres de púas. Unos hombres de chaquetas verdes nos apuntan con sus linternas como si quisieran neutralizarlo todo. Amanece y el sopor de la escarcha se niega a aplacarse. Con una regadera de plástico naranja humedezco el patio de tierra, mientras la otra que vive en mi cabeza desprende estrellas de un cielo cada vez más sombrío.
¿Quién me escondió los zapatos? Hay otro cliente esperando. Aquí la gente entra, recibe lo que busca y se va. Se va. Siempre se va. Se va a tener que apurar. Cuando se sacó los zapatos, ¿dónde los dejó? No se pueden extraviar. Sólo usted y yo entramos a esta pieza. Una vez, déjeme que le cuente, uno de los muchachos se olvidó los calzoncillos, salió apurado porque tenía que ir a rendir una materia. Siempre que rendía finales venía a tomar unos matecitos. Se ve que un poco de piel lo relajaba. Cada vez los muchachos son más difíciles de entender. ¿Se fijó debajo de la cama? Entonces comienzan los movimientos, imprevistos, exagerados. Como si se tratara de la representación de una absurda comedia, y los rostros se confunden, se desfiguran entre unas manos abiertas, y el chico que se dejó caer con un violín se parece al muchacho que, cuando lo desgarraba con un atizador, me preguntó muy serio qué se sentía flagelar a dios, y todo se mezcla con el flaco que me estrangula y mientras aprieta con fuerza mi cuello me susurra que le encantaría disolverme, y el viejo al que hay que servirle unos tragos para que tome coraje se parece al seminarista que viene a implorarme que lo purifique, y todos los hombres se llaman Jesús y van a morir condenados, y yo soy la virgen María deseosa, incapaz de decir que no, pensando en unos zapatos extraviados, en ese momento en que la lengua te roza el paladar y todo se esclarece y, ah, una comprende.
Mientras tanto trato de no asombrarme. No estoy loca. A veces creo que la gente lo piensa y me esquiva, o se comporta de una manera extraña cuando habla conmigo. Algunos amigos vienen a visitarme los lunes, traen algo para tomar, ponen algún disco y me cuentan sus hazañas sexuales. La mayoría son aventureros, recorren grandes distancias a pie, cargando mochilas pesadas, lo hacen escuchando música bailable, y una vez que se acuestan inhalan el humo de los sueños, convencidos de que no hay mejor final para una excursión que encontrarse en la cama desnuda con una desconocida que oculta armas en su armario, o descubrirme arrodillada ante un maleante que acaba de asaltar a una anciana.
05
Si pudiera entender el orden de las cosas, cómo ocurren, qué fuerza incontrolable las empuja hacia acá, si pudiera saber quién provoca accidentes inesperados en plena temporada baja y qué decir de ese paisano que cae a fin de mes, y me muestra un cuchillo tajeador con el que peló varias mulitas y degolló un jabalí. Cuando me sorprendí fumando de una pipa de agua con un hombre que había conocido en la sala de urgencias después del incendio, me sentí frágil y supe que debía regresar a casa antes de que se largara la lluvia, pero teniendo en cuenta los movimientos telúricos, la inseguridad creciente, tal vez mi casa ya no estaba y ese extraño me tendría que dar cobijo, alimento y, dios, si es posible un poco de amor. No sé. No sé si son los roces imprevistos o ver mi nombre escrito en las páginas de un cuaderno mugriento, o la simple observación de las cosas que acontecen silenciosamente a mi alrededor, que me hacen pensar que todo esto no es más que una ilusión, una vana ensoñación a la que se asiste con los ojos abiertos, un punto en medio de la inmensidad donde la idea que tengo de vos se encuentra con la idea que vos tenés de mí, intercambiamos fluidos, dinero, enfermedades venéreas y alguna fulguración capaz de mantener fuera de nuestro espacio a la oscuridad.
06
Un día en la vida
etodos todavía humeantes. No hay sobr en ndo sona ” oscuros, no hay “Paloma a, hach muc una Hay a. una rockola ronc moAco ver. cadá un y ro neg ro un cuad raigas, do mis pensamientos. “No te dist so pien , dió” suce o necesitás saber cóm Eran os. dad s paso los so mientras repa me las 7, o las 8, ya no recuerdo. Ella de o chad man recibió con un pijama res. colo los s pinturas de todo ya “¿Y ahora, seguís buscando paz o no os caíd los te enteraste de que para oa existe el retorno?” Me está habland er pod aría gust Me ver. cadá mi mí, o a a. ajen es me sonreír en esa cara que ya eemp ra aho que Me gustaría decirte las zaste a entender, pero siento que lan. hab me ias best La loba está durmiendo, y el tigre Por Matías Lucero rugir. ronda tras el león que no para de de stico holí lo o, cipi prin al vez Otra , “No rdo. absu ba todo esto puede resultar verse chorreada, y la muchacha llora o én mism reci un en ue, o bosq mid del resu o da Todo se que tapanrecién había salid mientras desparramaba el negro nada ver a punto. Convergen la eternidad y la estaba mirando la montaña, quiero luz. de a ícul part toda do sé No boca ro. mi cuad en el centro mismo del dios”, quiero decirle todo, pero “La profesora me va a matar”, dijo anlos fue si de eso, idad de cual ta or cuen cuándo me di miranno se mueve. La mej acostada a mi lado en la cama e sobr quie rto la a mue s e ado verm den de con r ués esta desp tes o muertos es que parecía el bosque de ro cuad el do ndo r mira dura a ía la cama mientras ella segu entrar tud eterna, la eternidad que va Birnam sobre Dunsinane, “Para una cuerel cuadro a través del espejo. “Es espe lo que dura un gusano en forjar su de ro rast aquí debes perder todo mor lo dijo erse me ”, com y ivas po pect cuer pers del de ra cuestión pecito dentro ranza.” “¿Y eso quién lo dijo?” “Aho po e te mpr “Sie ió. mov se vez na nalgu diéndose el labio. Ahora que mi cuer “¿Se que yo, antes me lo plagió Alighieri.” el cae el inerte se bate entre lo helado y gustó que creyera que estabas sobr ” Esas prerno? infie el en s está que tís vetesmis con por ce ió pare corr s”, vez tale na lor que algu años resto de los mor guntas la hacían parecer varios enso no , desc el ente fue dam vez upa tal reoc que desp so la pien hab nas, tarme, “No sé. Lo único que intuyo n. jove más . tibia a cam esta as. lo que me trajo hasta voy a le afectan las muertes ajen es que no me va a gustar lo que los rto. Tengo frío. La loba se levanta y me muestra mue a cam la a encontrar.” Y de ahí pue an no , asom año tes del dien mes un Los en os. ilad mos Esta eles pechos mut La gente afuera se esconde tras pap ndario que ría tend nces ento y e, carn de la r do recordar qué día dice el cale por de celofán, un gorrión canta a pesa es la y preque es hoy. Me gustaría saber cuál cayenaparecer el poeta detrás de mí la eterna lluvia que siempre está o poc enPero com a rte. o mue uest mi disp de y ta esto fecha exac seca. guntarme si do sobre la ciudad cada vez más e el vida, en es erto desi el Pero r. abaja a importa ahora que ella vuelve sobr entr zar Hay unos niños que se comen las ositido colibrí dándole una tonalidad más a los cadáveres sólo les está perm en la compus ntra mie ente uam mut ñas haz uun e pint rend hay no desp ya se e, viaj pico bia cura. De su brillar, ya no hay tadora del gobierno suena una cum ia que ipos desd a mar a una ienz a com hast ión baja itac que hab la luz de ras. Y r. rsta supe o fond sa“El sito e. nece verd , se escapa de un fuego bujarse, necesito recordar Se vería bien un banco de arena haso.” Todo en tiene que ser negro, como todo fond sola ber. Entonces recuerdo el frasco. la hab a hach ta la cintura, la muc arlo tras pint ida más perd aría a gust ipos me mar la ce?, y pare ro, “¿Te armas está neg la habitación. No hay Gitanes, ni del do. con colores débiles así resalta la flor las manchas de un cuadro chorrea tar pájaro.” Prendí un cigarrillo sin apar rocé y qué acer me a, nuc su de los ojos flacos. apenas su cabeza con mis dedos siemos fond los s “Haceme caso, todo ezó Emp ros.” neg do sien pre terminan desse as apen el pinc el da, tími o com medilizaba sobre el lienzo blanco. A ya que ndía ente o, and da que iba pint la r ntra enco de idea la cía sedu no la del tro den res misma mezcla de sabo o, de frasco que nunca nadie había vist en jado refle ro rost o mism el r encontra va no ya el el agua del inodoro. El pinc ba unta lo s ntra mie a servir más, pensé el e sobr enta viol más vez cada de forma que se lo todo do chan man ro, neg oleo a le interponía. La mariposa comenzó
mitologías
Tomado de Mitologías, de Roland Barthes En las películas de la serie negra se ha llegado a una buena gestualidad de la desenvoltura: muñecas de boca muelle que lanzan sus anillos de humo bajo el asalto de los hombres, chasquidos de dedos olímpicos para dar la señal clara y parsimoniosa de una ráfaga; tejido apacible de la esposa del jefe de la banda, en medio de las situaciones más ardientes. Grisbi (Tochez pas au Grisbi, Jacques Becker, 1954) ya había institucionalizado este gestuario del desapego dándole la garantía de una cotidianidad absolutamente francesa. Ante todo, el mundo de los gángsters es un mundo de sangre fría. Hechos como la muerte de un hombre, que la filosofía común todavía juzga importantes, se reducen a un trazo, se presentan con el volumen de un átomo de gesto: una breve alteración en el desplazamiento apacible de las líneas, dos dedos chasqueantes y en el otro extremo del campo perceptivo, un hombre que cae dentro de la misma convención de movimiento. Este universo dé la litote, que siempre está construido como una irrisión helada del melodrama, es también como se sabe el último universo de lo maravilloso. Lo exiguo del gesto decisivo posee una tradición mitológica, desde el numen de los dioses antiguos que con un movimiento de cabeza hace tambalear el destino de los hombres, hasta el golpe de varita del hada o del prestidigitador. Es indudable que el arma de fuego había distanciado la muerte, pero de una manera tan visiblemente racional, que fue necesa-
rio refinar el gesto para manifestar de nuevo la presencia del destino; en ello reside precisamente la desenvoltura de nuestros gángsters: en el residuo de un movimiento trágico que consigue confundir el gesto y el acto en el volumen más insignificante. Insistiré una vez más en la precisión semántica de ese mundo, en la estructura intelectual (y no solamente emotiva) del espectáculo. La extracción brusca del colt fuera de la ropa en una parábola impecable, no significa en modo alguno la muerte, pues desde hace mucho tiempo el uso indica que se trata de una simple amenaza cuyo efecto puede ser revertido milagrosamente: la emergencia del revólver no tiene en este caso un valor trágico, sino únicamente cognitivo; significa la aparición de una nueva peripecia, el gesto es argumentativo y no concretamente aterrador; corresponde a una determinada inflexión del razonamiento en una pieza de Marivaux: la situación se revierte, lo que había sido objeto de conquista se pierde de golpe. El ballet de los revólveres hace más lábil al tiempo, disponiendo regresos a cero dentro del itinerario del relato, saltos regresivos análogos a los del juego de la Oca. El colt es lenguaje, su función consiste en mantener la pre sión de la vida, en eludir el cierre del tiempo; es lagos y no praxis. El gesto desenvuelto del gángster, por lo contrario, tiene todo el poder concertado de una detención; sin ímpetu, rápido en la búsqueda infalible
de su punto terminal, corta el tiempo y turba a la retórica. Toda desenvoltura afirma que sólo el silencio es eficaz: tejer, fumar, levantar el dedo, son operaciones que imponen la idea de que la auténtica vida está en el silencio y que el acto tiene derecho de vida o de muerte sobre el tiempo. El espectador posee así la ilusión de un mundo seguro que se modifica sólo bajo la presión de los actos y jamás bajo la presión de las palabras. Si el gángster habla, habla en imágenes, para él el lenguaje no es más que poesía, en él la palabra no tiene ninguna función demiúrgica: hablar es una manera de estar ocioso y de mostrar ese ocio. Existe un universo esencial, el de los gestos bien aceitados, siempre detenidos en un punto preciso y previsto, especie de suma de la eficacia pura; luego, por encima, algunos festones de lunfardo que son como el lujo inútil (y por ende aristocrático) de una economía donde el único valor de cambio lo constituye el gesto. Pero para que ese gesto signifique que se confunde con el acto, debe limar todo énfasis, minimizarse hasta el umbral perceptivo de su existencia; no debe tener más que el espesor de un vínculo entre la causa y el efecto: la desenvoltura es en este caso el signo más astuto de la eficacia; cada cual vuelve a encontrar en él la idealidad de un mundo a merced del puro gestuario humano, donde las complicaciones del lenguaje no detendrían su marcha: los gángsters y los dioses no hablan, mueven la cabeza y todo se cumple.
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VOLVER A LOS CLÁSICOS
Tan pronto comenzó el combate descubrí que el boxeo, como cualquier otra clase de cultura, se adquiere con años de práctica, e inmediatamente perdí la poca cultura pugilística que poseía. Tenía tanto miedo que no paraba de soltar golpes. Mi contrincante se sentía igual y hacía lo mismo. Cuando la campana puso fin al asalto, casi no podíamos ni movernos. Tenía la sensación de que el corazón me iba a estallar. En el segundo asalto no hicimos prácticamente nada. Permanecimos quietos, mirándonos ceñudos, y parábamos los golpes con la cabeza porque estábamos cansados para movernos, y es más fácil recibir un golpe que esquivarlo. Seguramente parecíamos descargadores de muelle incapaces de pelear tan borrachos. Los dos sangrábamos por la nariz, y podía oler la sangre de mi adversario. Aquella noche supe que la sangre tenía un olor tan personal como el cuerpo. Aquel asalto fue desastroso. Cuando volví a mi rincón me sentía como un motor sobrecargado a punto de explotar. —Oye, o boxeas mejor o no vamos a ganar —me dijo el preparador, que era amigo de mi padre. Cuando pude recuperar la voz, dije con mi mejor acento de aspirante a universitario: —Si quiere dar por terminada la pelea, aceptaré su decisión. Por el modo en que miró, comprendí que aquello no lo olvidaría por mucho que viviera. —Muchacho, tú pelea y sácale las tripas —me dijo.
Sonó la campana. El preparador me puso el protector bucal y me empujó hacia el centro del ring. Peleé con desesperación. Tenía que tragarme aquella frase, tragármela hasta las mismas entrañas. Mi padre aullaba de tal modo que pensé que estaba ganando la pelea. ¡Zas! Me pareció que había estallado una bomba. O que me habían atizado en la sien con un bate de béisbol. Debí de recorrer el ring tambaleándome, porque mi contrincante oscilaba ante mí como un tentetieso. Aquel puñetazo fue como una inyección de adrenalina. Sentía las piernas rebosantes de vitalidad. Comencé a bailar en círculos alrededor de mi rival y a lanzarle golpes cortos constantemente (era lo que debía haber hecho del principio). Y entonces me di cuenta de una cosa: ¡mi oponente era todavía peor que yo! Y, precisamente, en el momento que vi la posibilidad de dirigirle un gancho (había descubierto que mi contrincante bajaba la derecha siempre que yo hacía amago de darle en el estomago con la izquierda), sonó la campana. La pelea había terminado. El árbitro levantó su mano. Después, cuando los amigos que trataron de consolarme ya se habían ido y estaba a solas con mi padre en un café, cuando comenzaba a sentir
nuevas oleadas de dolor, el Gran Mac murmuró: —Hubieras podido ganar. —Yo pensaba que había ganado. Todos han dicho que merecía vencer. —Son amigos. —Movió la cabeza como diciendo que no. —Perdiste el último asalto. —Todos han dicho que estuve muy bien cuando recibí aquel golpe y seguí peleando. —Amigos. Lo dijo en un tono tan lúgubre, que hubiera creído que los amigos, y no la bebida, eran el azote de los irlandeses. Nunca había tenido ganas de discutir con mi padre como entonces. No hay mayor tristeza que la de estar sentado con el cerebro medio atontado, con el torso y las extremidades laceradas, todo tu ser ardiendo y pesado como el plomo, y el corazón rebosante de consternación por haber perdido una pelea que todos decían que merecía ganar. Por eso, con la boca medio hinchada y una arrogancia que mi padre debió considerar fuera de lugar, dije: —Mi error fue que no bailé. Hubiera debido bailar desde el principio, boxeando sin parar, acorralándolo. —Moviendo las manos, añadí—: Hu-
09 biera podido pelear así, ¡zas, zas!, esquivar, dar vueltas a su alrededor. Volver al ataque con golpes cortos, bailar alejándome de su alcance, bailar en círculos, ¡zas, zas! ¡machacarle, machacarle, machacarle! —Hice un movimiento afirmativo con la cabeza, como aprobando tan excelente plan de ataque. —Y cuando lo hubiera tenido a punto, soltarle un buen directo. Mi padre tenía la cara inexpresiva. —¿Has oído hablar de Frank Costello? —me preguntó. —Uno de los gángsters más importantes —dije con admiración. —Una noche, Frank Costello estaba sentado en un club nocturno, en compañía de su rubia, una chica muy linda, y en su mesa estaban también Rocky Marciano, Tony Canzoneri y Dos Toneladas Tony Galento. Una reunión de italianos. La orquesta tocaba. Y Frank va y le dice a Galento: “Anda, baila con Gloria”. Esto pone nervioso a Dos Toneladas. No le gusta bailar con la chica del gran hombre. ¿Y si la rubia se le arrima demasiado? Así que le dice: “Bueno, señor Costello, ya sabe que no soy un gran bailarín”. Y Frank contesta: “Y una mierda, bailas muy bien. Baila con Gloria”. El caso es que se levanta y da un
par de vueltas por la pista con las muchachas, manteniéndola muy alejada, y cuando vuelve con la chica a la mesa, Costello le pide lo mismo a Canzoneri. Tony saca a la chica a bailar. Luego le llega el turno a Rocky Marciano. Este es el único que se considera lo bastante importante para llamar a Costello por el nombre de pila, y le dice: “Señor Frank, ya se sabe que los peso pesado no nos lucimos en una pista de baile”. Frank Costello le contesta: “Sal a la pista y baila con Gloria”. Mientras bailan, Gloria aprovecha la ocasión para decirle al oído: “Oye, hazme un favor. A ver si consigues que el tío Fran dé unos pasitos conmigo”. Terminado el baile, Rocky lleva a la chica a la mesa, sintiéndose un poco más relajado, en tanto que los demás ya se han tranquilizado. Comienzan a pinchar al gran hombre, con mucho cuidado, ¿comprendes?, sólo bromeando un poco: “Vamos, señor Costello…” “¡Vamos, señor Costello, complazca a la señorita!” Y Gloria le dice: “Sí, ¡por favor…!”. Y los otros dicen: “Ahora le toca a usted, señor Frank…”. Pero Costello niega con la cabeza y dice:
“Los tipos duros no bailan.”
Fue publicada en 1984. Narra la historia de Tim Madden, un escritor fracasado adicto al bourbon, al cigarrillo y, sobre todo, a las rubias adineradas. Es una obra cargada de violencia, en la que el protagonista, después de una resaca bíblica, se convierte en sospechoso de dos asesinatos. A lo largo de la narración intentará develar lo que se encuentra oculto tras una espesa
(1923-2007) Escritor estadounidense. Sirvió al ejército en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Un año después entró a La Sorbona. Para esa época publicó su primer libro Los desnudos y los muertos que lo catapultó a la fama literaria. Fue guionista de Hollywood, periodista de los diarios más importantes de su país, ensayista y autor de biografías sobre Lee Harvey Oswald y Marilyn Monroe. Su novela más conocida es La Canció´´n del Verdugo, por la que se le otorgó el premio Pulitzer. Admirador de García Márquez y de Jorge Luis Borges, a quien definió como “un mago entre los magos”. En un libro sobre los boxeadores Alí y Frazer, afirma que el ego es el sustantivo más importante del siglo XX. Su prosa desbordante, hiperbólica y persuasiva ha influenciado a innumerables escritores. Son célebres sus riñas con otros escritores, así como los ataques verbales a importantes personalidades norteamericanas. Eterno candidato al Premio Nobel. Sus novelas y ensayos son una autopsia del sueño americano. Al referirse a sí mismo, afirmó: “Siempre me ha parecido que la gente no reacciona ante mí como si estuviera realmente ante mí, sino como si estuviera frente a una fotografía mía. Así que puedo cambiar la fotografía y divertirme observando las reacciones. El demonio que hay en mí se regocija con esta capacidad camaleónica. Nunca podrás comprender a un escritor hasta que le encuentres y precises su pequeña vanidad secreta; la mía siempre ha sido la seguridad de que puedo frustrar las expectativas. La gente cree que ha encontrado el modo de prescindir de mí, pero, como el mayordomo loco, regreso a servir la comida”.
niebla, y lo hará poseído por una violencia física, sexual y emocional devastadora. En sus páginas deambulan una fauna de borrachines melancólicos, boxeadores profesionales, médiums, truhanes, policías, novias desencantadas y el mismísimo padre del narrador. Esta es una de las obras cumbres de Norman Mailer, donde bisturí en mano disecciona las partes más oscuras del sueño americano.
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ENSAYO
Por Francisco Almena García-Ortega
EL CRIMEN Hoy he amanecido como siempre, pero con un cuchillo en el pecho. Ignoro quién ha sido, y también los posibles móviles del delito. Estoy aquí tendido y pesa vertical el frío.
El doctor estuvo brillante, pero el interrogatorio ha sido confuso. El hecho carece de testigos. (Llamada la portera, dijo que el muerto no tenía antecedentes políticos.
La noticia se divulga con relativo sigilo.
Es una obsesión que la persigue desde la muerte del marido.) Por mi parte no tengo nada que declarar. Se busca al asesino; sin embargo, tal vez no hay asesino, aunque se enrede así el final de la trama. Sencillamente yazgo aquí, con un cuchillo… Oscila, pendular y solemne, el frío. No hay pruebas contra nadie. Nadie ha consumado mi homicidio.
José Ángel Valente A modo de esperanza (1953-1954)
Poeta de la estirpe de Quevedo y de Manrique, de Unamuno y de Cernuda –ese raro oxímoron del pensamiento español parece irremediablemente abocado al estadio prefilosófico de la poesía. Poeta traductor de poetas; Kavafis, Keats, John Donne o el genial autor del Evangelio atribuido a Juan. El estudioso de Miguel de Molinos y el poeta social, el hijo alucinado de la desértica década del cincuenta en un país aturdido de posguerra. Odiseo de polimorfo ingenio, Valente se supo también Cíclope, el ser esencial siempre cegado por la divina inteligencia, por la astucia de quien sabe llegar a ser nadie; Nadie como el imposible nombre propio del superviviente absoluto, el único capaz de sobrevivirse a sí mismo. Y “Nadie / ha consumado mi homicidio”. Como en las religiones, como en la Historia y en las buenas novelas negras, en el principio fue el crimen. El crimen sublime, el delito emancipador de la hu-
manidad esencial y el crimen sórdido, el que se consigna en las páginas de sucesos y se canta en los panegíricos y los poemas épicos, el que consagra por igual a los héroes y a los canallas. Pero después de la noche del millón de muertos no amaneció el sol de la épica, la historia dejó de escribirse con mayúscula y en el reverso del último parte de guerra, “En el día de hoy...”, los poetas empezaron a datar fechas y registrar lugares: “Aquí Madrid, mil novecientos / cincuenta y cuatro: un hombre solo”, de Ángel González; “En el nombre de hoy, veintiséis / de abril y mil novecientos / cincuenta y nueve, domingo / de nubes con sol, a las tres / –según sentencia del tiempo–”, de Gil de Biedma. La exactitud del dato objetivo en la búsqueda de una voz colectiva cercenada para siempre y que, sin remedio, se vuelve hacia la hora interior del poeta, hacia su propia voz vuelta silencio y frío ante la recién estrenada hiperconciencia del ser para la muerte.
A modo de esperanza es el libro que inaugura la obra poética de José Ángel Valente, la esperanza concebida como ensayo general de una imposible puesta en escena. El poeta abre el libro con la cita de Quevedo “Serán ceniza...”, y ya desde sus dos primeros versos, “Cruzo un desierto y su secreta / desolación sin nombre”, se aventura en el páramo de lo innombrable, despojado de la inocencia que otorgan las palabras y de la ficción de identidad contenida en el nombre propio, definitivamente diluida en un adverbio –“estoy aquí / tendido / y pesa vertical / el frío”–; la palabra invariable, fosilizada, la última metáfora de la muerte, el último ensayo posible de supervivencia.
José Ángel Valente (1929-2000) Obra poética: Punto Cero (1953-1976), Material memoria (1977-1992) y Fragmentos de un libro futuro (2000).
VUELOS
Por Luciano Achervi
1. Ahora: la ínfima certeza de ver un vidrio plomizo, poco a poco tomando la ilusión de ser parte del aire que respira y de la decadencia transitoria que reverbera lo que antes era un vidrio traslúcido. Ahora: las sillas de un jardín adecuando el tiempo del invierno en que restan breves ademanes para retener el lenguaje que las hojas bucólicas desconocen, para hacerse de nuevos árboles: aquellos en los que el fuego es fuego desde una semilla retirada de su oxígeno, aquellos en los que una cruz va demarcando la tierra horadada para constituir el punto de inflexión, aquellos en donde viran las páginas asesinadas y surcan galaxias sobre caminos que no tienen apariencia de sucumbir agrietados, aquellos que recorre ahora una humanidad, la hormiga.
3. La colonia es una. En este caso es una. No puede decirse que es una omisión de una persona, o de otra persona que fue parte de exilios, o de otra persona que dejó de ser ella a la hora de ver el goteo ecléctico, descomunal, en una tarde que asoma legítima, su lluvia, golpeando sobre hojas que forman parte de la caminata huidiza, en lomos cadavéricos de hormigas celéricas.
2. La luz diáfana es señal de que un rostro ha adaptado una luz de sí, para escribir fronteras dentro de la letra íntima, que hace las veces de humano, o ademán perdido, en la exclamación certera e impávida de animales que son animales por la naturaleza finita, al llevar su deseo a un árbol reseco y mullido de esplendor, al reproducir la existencia poblada de seres ínfimos y paralelos, que residen en sitios cercanos. A saber de las hormigas coloradas que se imitan a sí mismas y constituyen la poética surreal de días que se disfrazan de otros, para sustraer la anécdota de lo simple, del acaecer inmediato de una aguja de reloj, intentando escapar de ser un nuevo segundo que se repite, hasta que sus movimientos de bronce dicen basta, y deja de ser segundo para pasar a ser eternidad. Eternidad en que la hormiga deposita su mundo en la Reina, y satisface a la colonia para mostrar reverberada, la producción orgiástica que dio motivo al estallido exánime, sideral, de las miríadas universales de las aves póstumas que alcanzan el regazo vespertino, cuando el color ámbar disuade a la costumbre de un cielo tiznado, de la claridad perpetua de los tonos celestes dominantes, que hacen de disfraz reconocible, como la tarde lo hace al bautizarse con el oxigenar de transparencias biseladas, y dotes de refugios oscuros de los altiplanos distantes.
4. No se puede nombrar el principio porque el inicio de la hormiga es la hormiga misma que no fue. Puede admitirse la costumbre, en torno a la circunstancia en que el día retorna cotidianamente. En ello, la admiración perpleja y recurrente que constata el microcosmos del ladrillo para ser muro de dos realidades: la sombra y la penumbra incompleta que se confirma con la frecuencia de los sentidos. El adiestrador de razas profanando el cuerpo sin dueño. La cantata delirada secuenciando el film de palabras en silencio de grafito, cuando el celofán adquiere la afirmación de pergamino, y se sombrean números con lapiceras vacías.
Allí veo otra hormiga. La que fui en otra circunstancia. Allí veo una mantarraya mientras voy hacia la colonia. Sigue el curso que estimula ver una parte de la naturaleza en las manos del agua, cuando se deshace analítica en su fluir. El curso se llama agua para deletrear su transparencia adhesiva. Por eso, la mantarraya incorpora aires grisáceos en su exhalar oceánico; por eso, su nombre pertenece a la deriva de las profundidades que suman filamentos de miradas delgadas. En fin, hablo diciendo que era la sensación de hormiga colorada, u hormiga colorada era mi nombre de decurso guiado, por las sombras estimuladas de lo indistinto parecer de sí.
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interview
Una entrevista a néstor montalbano, guionista y director de cine y televisión. La cara menos visible detrás de programas que marcaron una ruptura en el humor argentino, como “de la cabeza”, “cha cha cha” y “todo por dos pesos”.
Por Matías Lucero & Matías Caruso –Queremos hacerte una entrevista. –Bien… ¿tienen preguntas? –No, queremos que hables vos. –Ah, está bien, que fluya… que fluya… Néstor Montalbano se sienta frente a una mesita de plástico. Se encuentra en San Luis para la presentación de su última película junto a García Ferré. En la sala de teatro donde nos encontramos están filmando una obra de teatro para niños. Una luz opaca, macilenta, entra por los grandes ventanales, como si fuera la sórdida anticipación de algo que ya sucedió, pero se empeña en emitir su
resplandor. Comienza la entrevista refiriéndose a la tiranía del humor, explica que una vez planteado debe ser llevado hasta las últimas consecuencias, puesto que después de hecho el chiste no hay retorno posible. Montalbano ha dejado su marca detrás de programas televisivos como “De la cabeza”, “Cha Cha Cha”, “Todo por dos pesos”, “Sábado Bus”. Por otra parte dirigió películas como Có´mplices, Soy tu aventura, El regreso de Peter Cascada y Pá´jaros volando. Ha sido parte de programas que hicieron historia y generaron un quiebre en la concepción del humor argentino, aportándole matices imprevistos, y dotándolo de una de sus marcas autorales: el absurdo. Tal vez la virtud de estos productos ha sido el desparpajo desmedido, la seguidilla implacable de gags, y
la posibilidad de reflexionar en medio de la risa. “En mi caso, traigo lo cinematográfico muy adentro. Yo era panadero y desde chico, 9 años, cuando iba al cine me daba cuenta de que quería estar haciendo la película más que viéndola. Estamos hablando de finales de los 70. Grababa el audio del cine, después con el cinegraph, un aparatito en el que vos dibujabas en la cinta con papel de calcar. Dibujaba fotograma por fotograma, armaba la película y entretenía a los chicos del colegio. Allí fue cuando descubrí que quería ser cineasta. Recién a los 25 años, en Buenos Aires, entendí que quería hacer de eso mi vida.” Entonces surge la historia de una cámara Súper8 prestada por un vecino con la que en los ratos libres, convocando a los vecinos, con un “guioncito”, surgía la magia, la creación. Épocas en las que se iban acumulando los cortos, entre los que se destaca un western cómico que parodia El bueno, el malo y el feo. “Era una forma de canjear felicidad. Replicaba lo que estaba hecho. Por ejemplo, Juan Moreira de Leonardo Favio. Veía los planos y las tomas. Fui muy autodidacta, de mucha intuición. Con el tiempo fui evolucionando, viendo lo que podía mejorar y con la gente iba probando. Después ya filmamos El Padrino, que tenía como 40 minutos de duración pero estaba teñida de comici-
“La ficción nunca va a superar la realidad, y eso es real. Uno como artista tiene la capacidad de transformar eso a un lenguaje con el cual vas a comunicar y montarte sobre una ilusión. Ese es el motor del arte.” dad. Siempre tuve la virtud, o lo que sea, de lo paródico. Seguí experimentando con los guiones, mejorándolos hasta que gané un premio en Tandil de cine independiente. Ahí me descubrió un crítico profesor del NERC, y me siguió. Me llamaba a la panadería de mi viejo diciendo que tenía talento. Y ya a los 25 años me fui a Buenos Aires. Tenía miedo. Imaginate, un pibe de pueblo, era feliz, hacía mis películas y nadie me hinchaba las pelotas. Mirado desde un pueblo, Buenos Aires, que es donde se cocina todo esto, era un sueño. Yo sentía que las películas las podía hacer, pero pensaba en lo difícil de esa oportunidad. Cuando la tuve, pensé que lo iba a hacer. En el proceso de estudio, la fuerza interior de uno es importantísima. Necesité aprender el abc en la academia y después… volar”. Y la gran ciudad definitivamente lo recibió bien… “Me tocó hacer cosas muy transgresoras como ‘Cha Cha Cha’, con Alfredo Casero, y ‘Todo por dos pesos’ con Capusotto y Alberti, pero todo eso fue gracias al cine. Y eso fue porque estudié. Además de la educación, es vocación y la necedad de soñar. Con el cine tengo una doble vida. Cuando camino por la calle no veo gente, veo personajes. Al cine lo saco de la vida, ya lo decía Chaplin. La ficción nunca va a superar la realidad, y eso es real. Uno como artista tiene la capacidad de transformar eso a un lenguaje con el cual vas a comunicar y montarte sobre una ilusión. Ese es el motor del arte.” Las primeras sombras de la tarde se alargan en torno al salón. Montalbano intenta atrapar algo en el aire, algo que parece situarse más allá, en un punto donde la comicidad se confunde con lo trágico. ¿Por qué empezar con el sketch? ¿Cuál es el valor seductor de la tira corta?
“Un sketch es una historia, tenés toda la construcción dramática. Un comienzo, desarrollo, epílogo, etc. Manejás causa-efecto. Y eso es manejar un cuentito. Muchas veces el que busca un monólogo no se da cuenta de que el espectador se deja llevar por el cuento. Por eso los chistes tienen tanto éxito.” Nos señala elementos importantes para la creación artística, por un lado la formación, por el otro la creatividad. Siempre entre polos opuestos. “Utilizaba gente común, no actores. Podía incluir todos los estratos sociales, desde el comisario hasta mi última película Pá´jaros volando, en la que sale Cafiero. Me siento más cómodo con alguien que no esté en el ámbito, más allá de que un actor es importantísimo. Dirigir a alguien que no es actor es un desafío. Cuando el tipo no es actor, el actor sos vos. Vos tenés que moldearlo. Tengo una dualidad, afinidad a lo intelectual y a lo popular, coqueteo con eso. Esto mismo lo tenemos con Diego (Capusotto).” Nos habla de su admiración por Leonardo Favio, tanto como cantante y cineasta, de sus recuerdos que se encuentran indefectiblemente ligados a los 70, con tardes en el cine, con juegos donde las fantasías se alumbraban con destellos de utilería. “Lo que hago se recorta en algo distinto, como tiene tanta identidad no me da miedo sentir que se puede parecer a algo ya hecho. Lo importante es tener las herramientas suficientes para poder crear. Por eso una palabra que detesto es oficio. Uno es apasionado por el cine. La libertad está en eso, en poder moverte de un lado a otro, sin que ese movimiento demande esfuerzo.” “El artista tiene tres componentes: misterio, magia y ángel. El intelectual va con la cabeza, el artesano con las manos pero el verdadero artista va con la cabeza, las manos y el corazón.” “El humor está en todos lados: desde el noticiero hasta las peleas. No hay lugar específico, salvo lo que hace Diego con Pedro, que es exclusivo de humor. Humor que ahora está bien tomado, masificado, como se masificó el rock en estos últimos años.” “Hubo una ruptura con ‘Cha Cha Cha’ en el humor argentino, en un comienzo era algo que no se entendía y lo miraba poca gente. Hoy en día se conoce y de alguna forma somos los padres de un estilo. Pero en tiempo y espacio
tenía que suceder, es ideológico en el momento en que nada se creía, había que burlarse de eso. No creíamos en ninguna institución.” Nos despedimos de Montalbano, en el momento en que la tarde comienza a desintegrarse, y una oscuridad nebulosa se filtra por las ventanas entreabiertas. Néstor continúa con sus “corte” y “acción”, y nosotros nos retiramos del estudio, nos retiramos pensativos, casi no hablamos. En el ambiente siguen flotando sus palabras, esa visión visceral sobre lo que ahora está aquí, y dos segundos después ha desaparecido. Lo fugaz como contraseña necesaria para revelar lo reprimido, aquello que actúa como detonante de lo soterrado.
Nació en 9 de Julio, Provincia de Buenos Aires, en 1961. Director, guionista de cine, televisión y teatro. Participó junto con Favio Posca, Alfredo Casero, Diego Capusotto y Fabio Alberti de la generación que renovó el humor en argentina. Dirigió los largometrajes: Co´mplices (1998), Soy tu aventura (2003), El regreso de Peter Cascada (2005), Pa´jaros volando (2010). En televisión dirigió: De la cabeza, Cha cha cha y Todo por dos pesos.
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POESÍA SUB-22
Las chicas también escriben. Desarman el papel y lo hacen hervir. Improvisan, devoran, trastocan. Poco a poco, las nuevas poéticas se tiñen de las formas clásicas y se fusionan para encontrar sintonías frescas, voces que despiertan y deben encontrar su propio ritmo. Esta selección de cuatro poetas sub-22 esboza la línea de búsqueda del nuevo semillero. Ellas le hablan al mundo, nos hablan, nos dicen algo que está sucediendo: el sonido de una aurora boreal, el pétalo irisado de una rosa, el acantilado susurro del viento. Hay algo que se dice y algo que implora no ser dicho. Las chicas escriben, y la tempestad dispersa caballos…
Todos los días grises
Pétalos irisados
Dioscuro
Teníamos las sombras. La superficie que formaba ese amasijo de sombras. Afuera siempre llovía y los días uno tras otro se derrumbaban. Dejábamos que la música oscura entrara por las rendijas, y a una distancia prudente oíamos fanfarrias de trompetas, galopes de caballo sincopados y al calor de las armas repetíamos nombres. Expectantes en la penumbra, abríamos nuestra cabeza a las gotas que el techo filtraba y así enfrentábamos el miedo. Contra todo lo que debilita, con todo lo que nos quedaba, con las manos que abrazaron sueños muertos, luchábamos a ciegas, como queriendo acariciar el cuerpo del enemigo. Un adversario que dejaba en nuestras manos su saliva, para que la dispersáramos en la herida abierta, y era dulce pelear de ese modo, resignarse a satisfacer deseos perversos. La tempestad dispersaba caballos. Se oían los rugidos de los truenos abriendo grietas en la profundidad de la tierra. Abrazados en el fondo de la caverna aguardábamos el momento donde todo se vendría abajo, pero una fuerza interior se empeñaba en impedirlo, y así convivíamos con las sombras. Adorábamos las sombras. Ellas parecían tomar formas de dioses cuando a sus pies, sudorosos, nos postrábamos. Dichosos, exultantes, convencidos de que en ellas habitaba una divinidad. Algunas veces cuando el estrépito de la lluvia ahogaba la respiración de nuestros compañeros de encierro, creíamos que el milagro al fin había sucedido, y nos habíamos convertido para siempre en sombras.
Los pétalos de las rosas se irritan, un silencio invade el cuarto, el llanto no cesa, el dolor es un largo cautiverio, no se puede vivir así, tratando de conquistar lo inconquistable. Este es el fin, el cielo ya no está aquí, el mar se cubrió de sombras, la sangre corre hacia el cenit y la muerte llega con su féretro deshecho.
Tal vez nunca fui la fuga, intoxicado desenlace, superstición americana: el telón rojo que se desfigura en una palma pintada color carne, matices de lámpara encendida bajo el armario, desviste el cántaro de libro azul tapado con resina. Desvístete, anda, mira mis tetas mutiladas. Y mientras artesanal la memoria del caído, mas no tan profundo pero si punzante el olvido o el inconsciente dormido en mi mesa rústica o el grito borracho, asquerosamente cósmico. La caja sueña artilugios de papiro nacido en la muda herida. Qué idiotez dos poetas tirados, videntes, incurables, estimulándose con elegías, entre los pliegues de colchas viejas, llenas de exquisitos revolcones, tan presurosos como las puebladas o tan triviales como la parra podada. A cada paso le pido ritmo, divino profeta que me ha desenmascarado, y ha cantado una huella de desolado blues, mientras se mueve disperso y se desorienta con disimulo sin más horario que la lumbre del reloj, no escucha la voz del guía que toma mis muslos, y así bebe como bebes de mí. Pero yo escucho el acantilado susurro del viento y afuera hay hordas que vienen por nosotros. Aun quiero escuchar despierta el andén amarillento que se dispersa en túnel idílico. Tejida la cornisa está y yo bailo en ella, y vos con tus juegos arcaicamente libidinosos, no escuchas que vienen a mí. Y yo te espero como el fusil a la orden, te espero para cuando estés listo, para dejar de vender noches de versos y prosas de un calibre asesino, y ya no llores sobre lo leído, toma tus muñecas, levántate. Vos, sí, vos, el de mi calaña, a vos desafortunado, extraño entre luces, rey que estremece, artista de la hechicería, a vos, el caudillo que retorna a la puerta encajada, al timbre de los puros, los duros, los blandos, los oscuros.
Por Julieta Murillo
Nació en Santa Rosa del Conlara en 1994. Actualmente reside en San Francisco (Cba).
Por Ana Paula de la Iglesia
La frustración de un alma Por Mayra Forsini
Esclarecer el sonido de una aurora boreal la música suena en silencio y disparas a mí con tu sustituto de amor, la fatalidad, y creas la ilusión falsa de ser mendigo, de suplicar toda mi ferocidad. No eres raíz ni razón, engañas a la lúcida realidad con tu papel de actor fracasado. Jamás sabrás que soñé matarte, secar tu alma en un rapto fugaz y venderla al mejor postor. Aunque ya casi está comprada, y cuando la pierdas, cuando esté entre manos artificiales, la estrujaré hasta que no quede nada.
Por Dagma Peninni
papeles salvajes
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esía Delmira Agustini y su po Una breve mirada sobre i er
Por Cristina Cambar
Fiera de amor Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones. De palomos, de buitres, de corzos o leones, No hay manjar que más me tiente, no hay más grato sabor, Había ya estragado mis garras y mi instinto, Cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto, Me deslumbró la estatua de antiguo emperador. Y crecí de entusiasmo; por el tronco de piedra Ascendió mi deseo como fulmínea hiedra Hasta el pecho, nutrido en nieve al parecer; Y clamé al imposible corazón... la escultura Su gloria custodiaba serenísima y pura, Con la frente en Mañana y la planta en Ayer. Perenne mi deseo, en el tronco de piedra Ha quedado prendido como sangrienta hiedra; Y desde entonces muerdo soñando un corazón De estatua, presa suma para mi garra bella; No es ni carne ni mármol: una pasta de estrella Sin sangre, sin calor y sin palpitación... Con la esencia de una sobrehumana pasión!
Nocturno Engarzado en la noche el lago de tu alma, Diríase una tela de cristal y de calma Tramada por las grandes arañas del desvelo. Nata de agua lustral en vaso de alabastros; Espejo de pureza que abrillantas los astros Y reflejas la sima de la Vida en un cielo!... Y soy el cisne errante de los sangrientos rastros, Voy manchando los lagos y remontando el vuelo.
Bibliografía Agustini, Delmira. Poesí´as completas, Ediciones Cátedra, 1993. Molloy, Silvia. “Dos lecturas del cisne: Rubén Darío y Delmira Agustini”, del libro La sarte´n por el mango, 1984. Rodríguez Monegal, Emir. “Sexo y Poesía en el 900 uruguayo”, en revista Mundo Nuevo, N°16, París, 1967.
Delmira Agustini nació en MonteBlanco (Frágil) (1907), Cantos de la video (Uruguay) el 24 de octubre Mañana (1910) y Los cálices vacíos de 1886, y murió a los 27 años en la (1913), los tres de gran repercusión, misma ciudad, asesinada por su ex y dejó otros trabajos que se recogieesposo. Final sangriento y de pelíron en obras póstumas, El rosario de cula para una Niña poetisa, damiEros y Los astros del abismo, compisela de letras, “rubia y azul, ligera, lados en las Obras Completas (1924). casi sobrehumana, suave y quebraHay una evolución interna e indiza como un ángel encarnado, lletensa que diferencia los dos primeno de encanto y de inocencia”, en ros libros, inicios tímidos de una palabras de Manuel Medina Betanaventura erótica, del tercero, en el cort, el director de la revista La Alcual toca fondo por primera vez borada, donde Delmira publicó sus en todos sus temas, libera sus obprimeros poemas. Escribía desde sesiones, trabaja su verso implacamuy pequeña y su familia incentivó blemente (Rodríguez Monegal). No este interés, incluso su propio padebemos caer en las trampas ambidre era quien se ocupaba de ordeguas de su poesía: Delmira se debate nar y pasar en limpio los poemas de entre el amor y el idilio, es una ninfa la joven, tarea que más tarde conticursi y también una vidente ebria nuó su hermano. A los quince años, de deseo. Ambos aspectos son su Delmira se le presentó a Betancort: máscara para deslizarse cómoda“Traía en la mano un manuscrimente en un mundillo intelectual to, como un envío. Llegó hasta mi y poético cargado de estereotipos mesa, y con ingenuo ademán, sin machistas. Como dirá Silvia Molloy, timidez ni arrogancia, me lo exten“la Nena era la máscara con la que dió y me dijo: circulaba la Pitonisa por el mundo”, –Son versos. Los primeros. Quisu disfraz. Una vampiresa y una siera que usted me los publicara. serpiente, siempre dentada, pronta Las palabras sonaron en los oíal mordisco, glisando y ondulando dos suavemente, menudas, cristalibajo las manos sedosas del amante, nas, como si apenas las tocara para enroscada entre las espinas del tallo decirlas, como si en su garganta de de una rosa, retorciéndose de dolor virgencita hubieran gorjeos en vez en el goce. Su voz poética engarza de vocablos, ecos de vibraciones en profundamente placer y dolor, dolor vez de músicas de sonidos”. y pasión, pasión y ensueño, ensueño Ya comenzaba a construirse el y placer, indefinidamente. mito alrededor de Delmira, alimenElaborada sobre la dualidad, su tado por intelectuales y escritores identidad se quiebra en dos rosde la época, desde Carlos Vaz Fetros, partición que también se verá rreira hasta Rubén Darío, que cuaen la evolución de su imaginería y jaron la visión crítica de su poesía abrirá más el campo de significanhasta convertirla en un problema de tes de su obra, que suele ser leída nomenclaturas: ¿niña-Virgen o Pitocomo una mera descarga autobionisa erótica? Por un lado, la cursilegráfica. ría de la época quería que Delmira Al recorrer su poesía no te disfuera una muñeca que emitía versitraigas... Detrás de las carnes helatos. Y por otro lado asomaba el prodas de la estatua, con ojos abiertos, blema literario que a los hombres de hay un corazón que late: cuidado, letras de aquel entonces Delmira les lector, es una esfinge vampírica a planteaba por su mera existencia… la espera de tu cuerpo, acechando, Porque esta niña escribía una poesía irá a despertar en la misma oscuriimpregnada de los ardores de Safo. dad, tempestiva, a hincar sus dienEn los pocos años de vida, altes y beber tu sangre. canzó a publicar tres libros: El Libro
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DISCADO DIRECTO INTERNACIONAL
Apuntes desde el candente verano venezolano donde el autor de este artículo inicia un viaje en busca de una enamorada mientras resuenan las balas al ritmo del joropo. Por Osnan Pérez Zambrano, desde Maracaibo, Venezuela. Hace casi una semana que las lanchas están paralizadas, sin que nadie se atreva a dar una respuesta convincente. Unos estudiantes delgaditos se sientan frente al embarcadero a fumar. Vienen de Los Jobitos, un pueblo disperso en la carretera que une Sabaneta de Palmas con El Ancón de Iturre. Escuchan Calexico en un teléfono móvil bastante ajetreado. Más allá hay unas muchachas sentadas junto al muelle comiendo lo que parecen ser unos bollos pelones. Hablan a los gritos y se comprometen a reunirse aquí en torno al lago para ver la lluvia de meteoritos que acontecerá a mediados de agosto. Será preciso madrugar esos días ya que se anuncia la conjunción de Júpiter y Venus. Más allá unos polis vestidos de civil arrinconan a unos muchachos que intentaban volarse en el humo de un güiro. Desde que aterricé aquí en Maracaibo, proveniente de La Fría, al norte del estado de Táchira, parece que toda la preocupación pasa por tener unas vacaciones seguras. Hay dispositivos de seguridad por todas las carreteras y más que otras veces el personal de seguridad ha sido inflexible con el uso de armas de fuego. Recuerdo el verano anterior en Sinamaica al norte del Río Limón, parecía que me encontraba en plena época del far-west puesto que se oían disparos a lo largo de toda la noche apenas encubiertos por el ladrido insistente de los perros. Tuve que correr la cama del lado de la ventana por temor a las balas perdidas. Según la Dirección de Estadísticas del Cuerpo de Investigaciones Penales y Criminalísticas, más del 8% del total de homicidios ocurridos en el país se debe a municiones errantes. Si uno trata de visualizar algún signo de estos tiempos convulsionados: son los disparos, sonando y resonando como un joropo reiterativo y machacante. Balas danzantes, tituló un pasquín de la zona.
La desvergüenza de los malandros ha llegado a tal punto que durante los cortejos fúnebres disparan al aire por las autopistas. Me mantengo escéptico con respecto a que esta restricción por parte del gobierno logrará que arruguen. Hace tiempo que los chamos dejaron de ser culillos y se han entregado sin reservas al desnalgue. Si el tiempo es propicio esta tarde cruzaré hacia Altagracia. El verano aquí es agobiante y como si no bastara por las tardes hay cortes de agua. Cada mañana se junta en botellas la cantidad suficiente para abastecerse un día entero. Anoche mientras intentaba dormir oí el sonido incesante de un grifo que no dejaba de gotear, luego escuché a las ratas huir, desterradas por los frenéticos trabajos de remodelación en el tiradero de enfrente. Pensé en los disparos, en Mairim a quien vine a ver, por quien atravesé la mitad del país bajo un sol radioactivo. Nos conocimos allá abajo en Las Delicias, a principios de primavera. Estaba sola y no bebía ni fumaba. Tampoco le prestaba atención al radio que sonaba junto a la pérgola. En un principio estaba un poco achantao, incapaz de embestir contra su aparente frialdad, después me tire a bucearla y ahísito nomás conectamos y como si no quisiéramos nos echamos un pie acompañados por una fría. Mi estrategia al principio fue jalarle bola, adularla, pero esos ojos me desarmaron. También su cortesía y su actitud casi infantil. Y entonces le arrimé pichón sin temblar, apretándola con firmeza como si estuviera dispuesto a hacerla explotar cotuzas. Además había visto esa cara antes. Tal vez en el tiroteo de la noche anterior en un local de comidas. Mientras los disparos se abrían paso me quedé impávido observando los rostros de las
mujeres que corrían en círculos despavoridos. ¡Náguara! Mairim me observaba. Esa boca se relamía. Le excitaba cómo la estaba morboseando. Tenía que invitarla al afuera. Cuando empecé a insinuarle que corriéramos hacia el asiento trasero del carro, calmada me susurró: ¡No coma luz! Reí. Entonces ella empezó a besarme como lo hacen las muchachas con escaso rodaje. Besos húmedos y violentos. Besos cargados de ansiedad. Parecía que le costaba mover la lengua. Entonces decidí guiarla. Terminamos tirando con la aurora como telón de fondo frente a un caserío a punto de venirse abajo. Parece Beirut esto, dijo mientras se acomodaba el vestido. Al día siguiente fui a despedirla al rodoviario, pero estaba distante, lejana; la abracé sin que me devolviera el abrazo. Todos los pronósticos jugaban en contra: pero su forma de mirar me mantuvo en vilo. Esos ojos querían gritar. No me equivoqué. A la semana recibí un e-mail en el que me contaba que no había terminado de desempacar y ya me echaba de menos. Le prometí que apenas arreglara los asuntos pendientes iría a visitarla. Ahora estoy yendo hacia allá, desafiando las balas, las herraduras de seguridad, el cotorreo de los actos políticos. Deseando que Mairim vista ese vestido con lunares rojos y así de pasadita cuando la comida, la bebida hayan ido aflojando las corazas, sin ningún pudor botemos caraotas, enfermos de distancia. Incapaces de alentar el trazo curioso de esas alondras que escarcean graznidos afónicos. Osnan Pérez Zambrano. Nació en 1980 en La Fría, Estado de Táchira, en la República Bolivariana de Venezuela. Actualmente estudia en la Universidad Nacional Experimental de Táchira.
LA ROCKOLA
Por Alejandro Neira
Vuelve de una borrachera... quizá de algún jolgorio doloroso, de esos que dejan huellas indelebles en la mente. No está en apuros, pero tampoco se siente relajado, el alerta que encendió la luz borrosa no logra vislumbrar su futuro inmediato, ni el descalabro de su alma ni los excesos, cree que es una broma de su nublada visión, hasta que se interponen los policías y abruptamente es detenido y sentado en el asiento del patrullero. Ahí, totalmente borracho, ríe en una mueca de resignación. Lo llevan detenido. Jamás supo como en ese instante lo que era ser un ilustre desconocido. A la edad de siete años, Roy Buchanan empuña una guitarra acústica y toca las canciones que oye en la radio. Unos años después, arma una banda local en la que va germinando el sonido al que con el tiempo definiría como una mezcla racial y de matices de música negra. Durante la adolescencia adquiere su primera guitarra eléctrica, una Fender Telecaster, modelo de guitarra con la que identificaría todo el espectro de influencias bluseras en los discos que grabó en estudio y las presentaciones en vivo de toda su carrera. Buchanan comienza una rebelión interior y deja su hogar marchándose a Los Ángeles, a la casa de los hermanos mayores, y conoce a otro legendario músico baterista, Spencer Dryden, quien sería miembro más adelante de la banda Jefferson Airplane. Comienza a deambular en un viaje que lo lleva al menos en 3 años por diferentes lugares de su país. Conoce el paño como auténtico crossroad y también la bebida, elemento que, como su guitarra, lo acompañaría hasta el fin de sus días. Graba tempranamente también, ya que a los 18, en el año 1958, ingresa por primera vez a los estudios de grabación para tocar el solo del rockabilly “My Babe”, de Dale Hawkins, también autor de “Suzie Q”. Para los principios de 1961, Roy se casa con Judy Owens, pero no tienen un lugar establecido de residencia y los
Buchanan cambian tanto de lugar como Roy de bandas para tocar, y se dedica la mayor parte del tiempo a zapar en clubes de suburbios de prácticamente todo el país, pero no ganaba dinero para mantener a su creciente familia. Intenta un trabajo extra con su mujer en una peluquería, algo que abandona para seguir con su raid de blusero y guitarrista original, y así pasa la década tocando, puliendo un sonido que abarca estilos tan cercanos al blues y con su adicción al alcohol, pastillas y otras sustancias a cuestas. Durante la década del 70, Roy Buchanan ya había adquirido prestigio y un amplio reconocimiento de sus pares. John Lennon y Eric Clapton lo admiran, e incluso ya había zapado con Jimi Hendrix, y hasta es tentado a formar parte de los Rolling Stones en reemplazo de Brian Jones, aunque de acuerdo a Roy Buchanan, fue desestimada la idea de su parte. Tanto reconocimiento llevó a la cadena televisiva PBS a filmar en el año 1971 un documental sobre Roy Buchanan al que titularon: “El mejor guitarrista desconocido del mundo”. Este aporte le abre las puertas en el sello Polydor y al siguiente año editan el primer disco de Roy Buchanan, del que son reconocidos
como clásicos “Sweet Dreams” y “The mesiah will come again”. En el mismo sello Polydor le siguen 4 discos más y otras recopilaciones de Buchanan tocando en vivo, entre los que sobresale Live in Japan, que reciben muy buenas críticas pero no obtienen buenas ventas y decide cambiar de sello para grabar dos discos en Atlantic Records, donde al fin adquiere fama y dinero, pero sus adicciones se acrecientan. Durante cuatro años no ingresa a grabar, hasta que la discográfica Alligator le ofrece un contrato y sobre todo la total libertad para que haga su música, y en 1985 sale a la venta su disco When a guitar plays the blues, que es muy bien recibido por las críticas y el público. Roy Buchanan, poseedor de una técnica reconocible por su delicadeza y su fuerza e inmenso sentimiento, toca la Telecaster con una artillería de pickings y yeites que lo hacen único como guitarrista. Aprovecha todas las variantes que le permite su mano y ataca las cuerdas formando barridos y sacando sonidos brillantes sin contar con efectos ni pedales, salvo el manejo de las perillas de volumen y el recorrido de toda la guitarra, y también canta con una voz entre tímida y pausada que lo hace más fácil aún de escuchar. El 14 de agosto de 1988, en Fairfax, Virginia, Roy Buchanan es detenido por conducir ebrio y alojado en una oscura celda. Al día siguiente es encontrado ahorcado con su propia camisa, de acuerdo con el frío parte policial.
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PARA EXORCIZAR LA AUSENCIA
Poesia
Por Denis Illesca
UNA SILLA VACiA Se han quedado mudas las luces del bar, se va yendo a ninguna isla, ni siquiera un naufragio lo espera en la esquina, lo carcome el olvido de una mirada que se esfuma. Lo han condenado al andar de los días y las lunas. Primavera negra, le golpea la puerta a media noche. Le inunda las uñas, le toma el vino de un ayer guardado. Medias, sábanas, tazas, hojas, alguna que otra memoria. Nada ha podido salvar del caos. Avanti primavera negra, el mundo es una silla vacía. Denis Illesca nació en General Alvear. Actualmente estudia Comunicación Social en la Unsl.
Te hablo desde este costado, desde esta otra vereda que multiplica dioses inmóviles y máscaras que ha extraviado el río. Te nombro con un pie hecho ceniza, con la ilusión de que este torpe acontecer de símbolos te salve de tu condición de fantasma. Apuro este sortilegio para que te vuelvas lluvia o para que tu niebla incandescente se transforme en un enjambre de puentes. Pero también desde esta orilla se desinflan los rostros del cielo. Y abandono los trenes que pueblan los espejos, para correr con alas sepultadas hacia estaciones que no existen. No puedo expulsarte de los paisajes que traerán las ventanas, sin relegarte a ser un tótem que adorne los pasillos del insomnio. No puedo darte la espalda sin acatar esa condena que me convierte en isla. Te espero desde estos renglones que sortean las manos del olvido, que llenan la copa con los ecos que sobrevivieron a la intemperie. Te espero, para encontrarme en la sonrisa que enmudece los oleajes.
TU SILENCIO
A orillas de tu silencio sobran los precipicios y los jardines heridos. Habrá que nublar los antiguos rituales, esquivar ciertas esquinas como dagas certeras, resignarse al imperio de la noche, o caer en seco ante la tentación de las cenizas. Me queda un naufragio azul, casi violeta, un intento de tu cara que sigue siendo nube. A orillas de tu silencio, le sobran colmillos a la memoria.
CON BALÓN DOMINADO
CAMUS Albert
FÚTBOL EXISTENCIALISTA Por Maximiliano Martínez
Quién imaginaría que uno de los escritores más importantes del siglo XX, y por qué no de la historia de la humanidad, vincularía todo su aprendizaje a lo que experimentó durante su vida de estudiante universitario en
una cancha de fútbol. Que se sentía “inocente y libre”, decía, sólo en dos lugares: el teatro y la cancha. Que la vida era muy parecida a un partido, que la pelota no viene hacia uno por donde espera que venga, y que eso lo ayudó con la gente que no suele ser lo que se dice derecha. Cuando aquel frío 10 de diciembre de 1957, en Estocolmo, subía para recibir el Premio Nobel de Literatura, por su novela El Extranjero, nadie pensaría que este argelino “pie noir” había sido arquero del RUA (Racing Universitario de Argelia), y que su vida estaba muy vinculada al futbol. Tan vinculada que decía “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol, lo que aprendí con el RUA, no puede morir. Preservémoslo. Preservemos esta gran y digna imagen de nuestra juventud. También estará vigilándolos a ustedes” o que “las virtudes y miserias de cualquier ser humano se pueden ver en una cancha y sus alrededores”. El pitazo final de su partido se dio el 4 de enero de 1960, de forma drástica, como manda el destino de los genios, nunca sufriendo o esperando, sino rápidamente. Nadie conoce la soledad hasta que está debajo de los tres palos… él lo sabía muy bien, este viaje lo haría solo, como cuando defendía el arco del Racing argelino en aquellas polvorientas canchas de Argel.
PERSPECTIVAS
Por Ana Teresa Vignati Un profesor de cualquier materia tiene que enseñar la terminología de su asignatura. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esas palabras no pertenecen al mundo de sus alumnos y ello se transforma en un “impedimento” para aprender? ¿Cómo volver a las palabras accesibles? Evidentemente, conociéndolas, apropiándonos de ellas. Cada uno de nosotros adecua su competencia lingüística a la situación comunicativa de la cual participa. Conocer una lengua implica saber cómo decir qué, a quién, cuándo y dónde. Usamos el lenguaje en diferentes contextos sociales, con diversas intencionalidades y propósitos. Sin embargo, son las huellas de los intersticios, de lo no dicho, lo que más habla por nosotros. Es por ello que las palabras forjan las identidades de los sujetos. Y no cualquier
sujeto, sino aquel que se construye voz a voz, entre los “no dichos”. Ivonne Bordelois asegura que los contextos de uso de los términos curros, budines, lomos y bombones en los adolescentes evidencia “un paulatino refinamiento” y un alto conocimiento en materia gastronómica. Sin embargo, no es esta una materia que forme parte de alguna orientación educativa en la escuela. Al contrario, seguramente, más de un profesor, se escandalice cuando escuche en los anocheceres de su clase decir “¡qué lomo!”. ¿Incluimos a las minutas, a las frutas de diversos colores, a los postres suculentos y a los pescados de mar, río o barro entre los impronunciables? ¿Haremos listas interminables de “prohibidos” que encierren su propia perdición? ¿Ya no podremos más acceder al instructivo por medio de recetas? ¡Qué vinagreta!
Hoy es parte de nuestra tarea como docentes hacer de la conversación el arte de enseñar. Porque hay que ser muy cuidadosos al “igualar la incapacidad para usar una forma gramatical determinada con la incapacidad para develar el concepto que subyace en ella”. A diario les decimos a nuestros alumnos cómo hablar, cuando hablamos y cómo escribir, cuando escribimos. Si no hablamos ni escribimos, ¿qué les decimos? ¿Que no hay qué decir o que no pueden hacerlo? Por lo tanto, es necesario generar junto a nuestros alumnos una reflexión en torno a los usos del lenguaje, para hacer de un prejuicioso “impedimento” una oportunidad abierta a la creación. La polémica solo es posible si se brindan espacios y tiempos en nuestras asignaturas para problematizar sobre los diferentes modos de decir.
ciden: se identifica su estructura interna para finalizar en tal identificación. Las actividades propuestas en los ciclos de la escolaridad llegan hasta allí, ya sea por falta de formación de los formadores o porque se considera un contenido irrelevante. Sin embargo, el poder detectar los procesos morfológicos de afijación, composición, parasíntesis, conversión, modificación… proporciona al hablante una competencia que empleará nada más y nada menos que en la creación de nuevas palabras, en la comprensión de textos cuyas palabras desconoce, en la producción de textos, en la ampliación de su vocabulario, en advertir por qué razones determinados afijos y procedimientos se escogen y de qué manera inciden en la interpretación del lector. Si al analizar la estructura interna de una palabra, el usuario de nuestra lengua puede identificar, por ejemplo, que “ear”
es un afijo derivativo que conforma verbos derivados de sustantivos (canjear) o adjetivos (fanfarronear) y que además se puede añadir a bases verbales para darles un matiz iterativo (corretear), estará en condiciones de comprender cómo se conformaron otras palabras similares y atribuirles el significado pertinente. Es conveniente que el docente comience enseñando los contenidos que abarca la morfología, que garantice la incorporación de tecnicismos propios de ese campo, pero después debe plantearse como tarea ineludible la relación de esos saberes con los demás.
Por María de los Ángeles Bianchi La morfología es el nivel de la gramática más relegado, y si se aborda se suele equiparar a una mera distinción de género y número en sustantivos y adjetivos, y en los verbos: modo, tiempo, número y persona. Se trata de un inventario de reglas que los alumnos deben memorizar sin comprender de dónde emanan, sin enfrentarse a casos que les permitan deducir regularidades y hasta las excepciones. Así, alumnos de todas las edades repiten reglas como “si un sustantivo termina en consonante átona agrega ´s´ al pasar al plural” o “terminaciones de femenino son a, esa, isa, ina, triz”, solo por citar algunas. No hay construcción del conocimiento por parte del alumno y al no haber construcción no hay aprendizaje verdadero. La segmentación interna de las palabras, cuando se propone, es vista como un tedioso trabajo cuyo comienzo y fin coin-
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FEMME FATALE
A los catorce años, en un viaje junto a su padre, había conocido París, y comprendió que ese sería su lugar. Tres años después dejó su Copenhague natal, para aterrizar con apenas unos pocos francos en la capital francesa, con un solo objetivo: convertirse en actriz. Fue Coco Chanel quien le aconsejó dejar de ser Hanne Karin Beyer, para convertirse en Anna Karina. Su primera experiencia ante las cámaras fue una publicidad de jabón en la que aparecía cubierta de espumas. Esto le sirvió para que la conociera el genial director Jean Luc Godard, quien había publicado en una revista un anuncio donde buscaba una chica de entre 18 y 27 años dispuesta a convertirse en intérprete y esposa. Godard intentó tentarla para que hiciera un pequeño papel en Sin aliento, pero ella se negó. Recién iba a aparecer en El Soldadito, la siguiente película del cineasta francés, quien la enamoró para luego educarla artísticamente y convertirla en una actriz única e irrepetible, capaz de enamorarnos medio siglo después con esos ojos que atraviesan la pantalla y se posan en el espectador con una ternura que provoca asombro. Unos ojos que jamás recurren al artificio para seducir. Con Godard contrajo matrimonio, y filmó ocho películas durante el tiempo que duró la relación. Sobresalen Pierrot le fou, donde interpreta a Marianne Renoir una niñera que se convierta en compañera de aventuras de un Jean Paul Belmondo harto de la vida matrimonial, y Vivir su vida, en la que es Nana una prostituta enamorada del cine. Es en esta última película donde Godard establece un paralelo entre la mirada de Ada Falconetti, quien mejor interpretó a Juana de Arco, y la de Anna Karina, que llora frente a la pantalla. Esa sola ima-
gen alcanza para convertirla en la eterna princesa de la nouvelle vague. El crítico de cine español Albert Galera afirma que una de las formas posibles de entender a Anna Karina es contrastar su figura con la de Briggite Bardot, puesto que ésta era un animal salvaje que escarba en los instintos masculinos más perversos. Mientras que Anna Karina era la mujer a la que todas querían parecerse. Su simpatía irresistible, su apasionada forma de ser, han sido imitadas con suerte dispar por innumerables actrices, tanto como su forma de vestirse. Su otra afición fue la música. En la mayoría de las películas que rodó con Godard canta alguna canción. Magnífica la interpretación de “Ma Ligne de Chance” que hace en Pierrot le fou. Luego, en 1967, iba a grabar junto al gran Serge Gainsbourg, un disco titulado simplemente Anna que iba a tener un éxito enorme con la canción “Roller girl”. Durante la década del 70 protagoniza algunas películas, entre ellas El Extranjero, basada en el libro de Camus y dirigida por Luchino Visconti. También se animó a dirigir su propia película Vivir ensemble. Pese a que sus interpretaciones son bastante convincentes, lo que queda claro es que nadie supo dirigirla como Godard. Él, en apenas un poco más de un lustro, la convirtió para siempre en el rostro de la nouvelle vague, en la princesa del cine francés, en una criatura donde lo glamoroso y lo salvaje podían convivir armónicamente. Nadie como ella representó las debilidades emocionales, la búsqueda constante de algo que parece estar en cualquier lugar menos donde se lo busca, así como la falta de prejuicios para encarnar adolescentes que se debaten entre la inocencia y la perversidad.
Filmografía imprescindible Vivir su vida (Vivre savie, 1962) Película fundamental en su carrera, en la que interpreta a Nana, una prostituta que se interroga por el verdadero sentido de la vida. Godard alguna vez afirmó que “filmar esa película fue como si hubiese sido necesario sacar las imágenes de la noche, como si estuviese en el fondo de un pozo y tuviésemos que atraerlas hacia la luz”.
Banda Aparte (Bande á part, 1962) Godard la describió como el cruce improbable entre Alicia en el país de las maravillas y Kafka. Anna Karina interpreta a Odile, una adolescente cándida que es seducida por dos ladrones para que les ayude a robar una joya. Memorable la escena del baile.
Pierrot el loco (Pierrot le fou, 1965) Obra cumbre de Godard. Tal vez su mejor película. No es realmente un film, es un intento de cine. El tema es la vida, con la pantalla ancha y el color como atributos... Es como un happening, pero controlado, dominado.
PERSPECTIVAS
Por Cecilia Daract Si consideramos a la literatura como una de las expresiones en que se plasma el arte y al arte como el medio que tiene la cultura para expresar los contenidos inconscientes de una época dada, podremos considerar a la literatura como un medio que nos permite ponernos en contacto con las demandas de la propia subjetividad y podremos darle un lugar privilegiado a su enseñanza en el secundario. En una cultura en crisis, donde el adolescente no encuentra modelos de conducta dados y en la que el contacto con su propia subjetividad se encuentra vedado por el ritmo de las exigencias diarias, la posibilidad de comprenderse desde las expresiones de la literatura, con la potencia del discurso simbólico y sus múltiples interpretaciones, es una posibilidad cierta de salud psíquica y emocional que necesitan tanto los adolescentes como el país. Al penetrar en el mundo imaginario, creado por esa síntesis estética entre
razón y deseo, se suspende el juicio habitual sobre el mundo, aprendido como criterio de realidad, y se da la posibilidad de que surja la comprensión profunda de nuestra pertenencia al mundo de la vida, donde subjetividad y deseo pueden compatibilizarse con la vida social. El efecto de referencia creado por el mundo imaginario permite redescribir y redescubrir la realidad en un nivel de pertenencia más profundo que armoniza las demandas psíquicas en conflicto con la tesis de mundo impuesta por el paradigma actual, construido más de acuerdo con las demandas de la economía de mercado que con las de la vida psíquica de los ciudadanos. Si tomamos como ejemplo de lo expuesto un símbolo que ha sido central en la historia de la literatura, como el del viaje, que coloca a la vida como un proceso de aciertos y errores y no como una realidad dada, podremos vislumbrar su importancia para comprendernos en la cultura actual. El racionalismo
del siglo XIX, cuyos patrones todavía no logran superarse en los vínculos culturales, ha desconocido la paradoja de la dialéctica del pecado y el perdón, del error y el acierto, como proceso irrenunciable por el que atraviesa la conciencia para alcanzar su propia coherencia. Este modo de pensar que destaca el resultado y oculta el proceso, se expresa en las relaciones sociales en un juicio que prioriza el éxito y que descalifica el aprendizaje, que estandariza un modo único de expresar los logros con lo cual obliga a la simulación si el resultado no coincide con lo preestablecido. Por esto, el símbolo del viaje, como el del héroe Odiseo, con sus naufragios, sentimientos encontrados, dolores, hasta alcanzar su Ítaca, nos sigue hablando desde la antigüedad clásica y continúa entregando la posibilidad de reentendernos en nuestra verdadera fragilidad y pequeñez sin dejar por ello de ser héroes, pero héroes humanos, no abstracciones racionales.
STAFF Consejo Editorial: Lic. Jorge Martínez, Matías Caruso, Luciano Achervi, Matías Lucero y Marcos Freites. Diseño: Javier Saboredo. Corrección: Cristina Cambareri. IFDC SAN LUIS Rectora: Mag. Nancy Tourn. Directora Académica: Esp. Flavia Morales. Director de Extensión: Esp. Fernando Rodríguez Luiz. Colaboran en este número: Ana Marín, María Cristina Castro, Francisco Almena García-Ortega, Osnan Pérez Zambrano, Alejandro Neira, Maximiliano Martínez, María de los Ángeles Bianchi, Ana Teresa Vignati y Cecilia Daract. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del Consejo Editorial de profesores y alumnos del IFDC San Luis. Queda expresamente autorizada la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación, siempre y cuando sea utilizada con fines educativos y de investigación, respetando los derechos de autor y citando la fuente. Inscripción en el Registro de la Propiedad Intelectual en trámite.
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A Rubén Rogelio Almada, en el final de los días (cuando todo lo sólido se desvanece en el aire).
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Profesorado en Educación Primaria Duración 4 años
Profesorado de Educación Secundaria en Historia
Este profesorado te forma para que asumas la mediación del conocimiento en el nivel primario. Te brinda conocimientos pedagógicos y disciplinares actualizados que te permiten insertarte y actuar en la realidad educativa de este Nivel. Como futuro docente podrás promover aprendizajes significativos en el aula, desarrollar tareas de investigación educativa a partir del trabajo interdisciplinario y contribuir al mejoramiento de las prácticas educativas del sistema.
Duración 4 años
Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura
Profesorado de Educación Secundaria en Geografía
Duración 4 años
Duración 4 años
Este profesorado te forma como profesional de la docencia brindándote un sólido conocimiento del sistema lingüístico del español y capacitándote para desarrollar las competencias didácticas para la transferencia de los contenidos relevantes del campo del saber literario, lingüïstico y comunicacional en general, al ámbito educativo y social, teniendo en cuenta los diseños curriculares vigentes.
Es nuestro objetivo que el egresado del Profesorado en Geografía tenga una sólida preparación en la formación disciplinar, la formación pedagógica y en la enseñanza de la disciplina geográfica desde una perspectiva ambiental y social. Nuestro desafío es formar estudiantes que aprendan a pensar geográficamente, superando lo memorístico y promoviendo el pensamiento crítico.
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Este profesorado te forma con sólidos conocimientos pedagógicos y disciplinares articulados con las pautas culturales y sociales propias del país de origen como así también de los países angloparlantes. Se trata de formarte como un profesional capaz de dar respuestas a las necesidades que la transformación educativa y el nuevo milenio demandan del área. El título te habilita para el ejercicio de la docencia en todos los niveles del Sistema Educativo.
Profesorado de Educación Secundaria en Ciencia Política Duración 4 años
Con una fuerte formación teórica, el profesorado en Ciencia Política brinda competencias didácticas en el área de las ciencias sociales sobre ideas y teorías políticas, juegos de poder entre actores y procesos sociales. Se aspira a formar un sujeto para la acción y la transformación social.
* Enseñanza gratuita. * Contacto con la realidad educativa desde 1° año. * Uso cotidiano de Recursos Tecnológicos * Becas.
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