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Las posibilidades para el renacimiento del mutualismo en Chile entre 1930 y 1960. / 351 Estudio de un caso, Limache — Fernando venegas espinoza

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HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 2 - 2014 [353-357]

Pablo Rubio Apiolaza, Los civiles de Pinochet. La derecha en el régimen militar chileno, 1983-1990, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana (DIBAM), Santiago, 2013, 326 páginas. Durante el año 2013 se cumplieron cuarenta años del golpe cívico-militar que dio inicio a la dictadura de Augusto Pinochet. Esta conmemoración dio pie a una infinidad de actividades académicas relacionadas con el tema, pero lo cierto es que desde el ámbito historiográfico, los estudios relativos a este período de la Historia de Chile siguen siendo escasos. Quizás este sea el primer mérito del texto que reseñaremos, aunque claramente no el único. La temática escogida por Pablo Rubio es el desarrollo de la derecha política durante el régimen militar, específicamente en sus últimos siete años (1983-1990). Sobre este tópico, sólo destacan los trabajos de las profesoras Verónica Valdivia y Sofía Correa, además de los estudios conjuntos de Tomás Moulian e Isabel Torres. Si bien la investigación centra su mirada en el nacimiento y desarrollo de los partidos de derecha durante la década de los ochenta – específicamente la UDI, el MUN y RN –, el mérito de esta investigación se encuentra en la visualización que el autor realiza de este proceso como continuidad pretérita y proyección a la actualidad. Continuidad porque Rubio tiene la capacidad suficiente para construir una explicación que integra la larga historia de los partidos “tradicionales” de este sector, lo cual permite entender un cierto continuum entre lo que llama los “troncos históricos” (p. 22) de la derecha, y su reorganización durante la década de los ochenta. Esta es una afirmación importante, ya que una


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interpretación habitual sobre la derecha en el siglo XX es que esta careció de un proyecto de país concreto, definiendo su identidad mediante la otredad: el comunismo. El autor comparte esta tesis, aunque también estima que la derecha no puede ser estudiada de forma esencialista, pues depende del contexto histórico en que se desempeñe. Por otra parte, también existe una preocupación de Rubio por proyectar este fenómeno como un punto de iniciación tanto para el proceso de “transición pactada”, como para el bipartidismo (al menos hasta la elección presidencial de 2013) de la derecha chilena. La introducción es breve y cumple con su función al presentar las problemáticas del libro. Justifica la elección del tema debido a la escasa producción historiográfica sobre el período (algo ya destacado) y sobre todo, por tratarse de un proceso contemporáneo, ya que la configuración actual de la derecha chilena tiene su big bang en este período, independiente de sus características históricas (p. 18). Plantea como hipótesis que el principal aglutinador de estos partidos fue la adhesión a la figura de Pinochet, tomando en cuenta las importantes diferencias que se marcaban entre una derecha catalogada como “tradicional” (el MUN y RN) y otra aparentemente renovada, como la UDI. El primer capítulo representa el marco teórico de la obra, estableciendo dos interesantes discusiones teóricas: la relación entre historia del tiempo presente e historia política, y la vigencia de los conceptos de derecha e izquierda como categorías de análisis histórico. Sobre la historia del tiempo presente, el autor se limita a exponer las principales definiciones de esta perspectiva, como son la memoria, el tiempo actual y la noción de “proceso inacabado” sin entrar a problematizarlas en relación al objeto de estudio (p. 29). Luego, realiza una reconstrucción del concepto de “derechas”. Recalca el carácter plural del término, planteando la existencia de múltiples tradiciones políticas que conforman un cuerpo heterogéneo, aunque dichas diferencias sólo sobresaldrían en ciertos momentos históricos (como el periodo analizado en este libro). Rubio también busca defender el clivaje izquierda-derecha como categoría de análisis válida. En su opinión, aquellas voces que dan por superada esta taxonomía cumplen el objetivo de “abolir” la política, poniéndola en una suerte de vacío relativista (p. 36). El siguiente capítulo se centra en la evolución histórica de la derecha chilena entre 1932 y 1973. El primer espacio de tiempo (1930-1960) estaría caracterizado por un fuerte predominio político de la derecha, a pesar de no gobernar en la mayoría del periodo. Esto debido a su unidad en torno al anticomunismo y su peso electoral en el parlamento (p. 47). Este dominio que se habría mantenido hasta finales de los 50, experimenta un sostenido declive electoral gracias a la ampliación del electorado, el proceso de migración campo-ciudad y la


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figura de Ibáñez. También se cuentan factores internacionales, como la revolución cubana y el acercamiento de la Iglesia Católica a posiciones más sociales. Ya a mediados de los sesenta, la crisis de la derecha se tornaría terminal. El autor interpreta este proceso como una crisis de las formas tradicionales de hacer política, basadas en las decisiones cupulares y el dominio del campo, aunque no profundiza esta afirmación (p. 57). La nueva derecha post-crisis estaría empapada de la polarización del periodo, donde destacó la formación del Partido Nacional (PN) y del movimiento gremialista. Rubio comparte el análisis de otros especialistas, como Verónica Valdivia, sobre el carácter renovado de esta derecha, más propicia a la movilización social (p. 59). Este sector recuperó fuerza electoral con el PN, al mismo tiempo que dentro de las paredes de la Universidad Católica se formaba otra derecha gremialista, aunque con un reducido margen de acción aún. El gobierno de Allende fue la oportunidad para que esta nueva derecha demostrase su renovación ideológica. Los próximos tres capítulos son la parte medular de la investigación. El cuarto capítulo corresponde al periodo fundacional de los nuevos partidos de derecha. Se recalca que entre 1973 y 1982, el régimen de Pinochet optó por un “silenciamiento” político, prohibiendo la existencia de partidos. Pinochet no habría gobernado en estos años con la derecha tradicional, sino más bien con una alianza formada por militares, jóvenes profesionales y tecnócratas, la mayoría sin militancia partidista (p. 80). Es dentro de estos grupos donde el gremialismo comienza a adquirir la relevancia de la que hará gala en los años posteriores, pues sus jóvenes cuadros fueron los aliados civiles preferidos de Pinochet. A finales de los setenta, el gremialismo sostuvo la necesaria institucionalización del régimen mediante la creación de una nueva constitución. Cabe destacar el acabado conocimiento que demuestra poseer Rubio sobre el movimiento gremialista, superando de alguna forma aquellos trabajos que se centraban en forma excesiva en la figura de Jaime Guzmán, como algunos de Carlos Huneeus y Verónica Valdivia. La investigación prosigue analizando el periodo que va desde 1983 a 1987. El primero de estos años resultó ser uno de los años más convulsionados para el régimen militar. La creciente reorganización de la oposición, reflejada en las jornadas de protesta, contó con gran apoyo popular. Esto lleva al ministro del interior, Sergio O. Jarpa, a comenzar un tímido proceso de apertura hacia la formación de partidos políticos. Así que surgen la UDI (gremialistas) y el MUN, que agrupaba principalmente a los sectores de la derecha tradicional (PN). Con los dos partidos ya establecidos, comenzaron a surgir las primeras discrepancias. Si bien ambas colectividades apoyaron en un principio el giro aperturista de Jarpa, rápidamente la UDI procedió a criticar el actuar del ministro del inte-


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rior por un excesivo apresuramiento en las conversaciones con la oposición. Finalmente, los intentos de Jarpa fueron abortados desde la propia Moneda, quitándole el “piso” político necesario a la iniciativa. De esta forma, en 1985 se registró un “endurecimiento” del régimen. En este contexto, parte de la oposición agrupada en la Alianza Democrática, junto al nuevo PN y el MUN, firmó un documento denominado “Acuerdo Nacional” que proponía algunas reformas constitucionales, pero que, tal como recalca Rubio, mantenía en su esencia el modelo económico neoliberal. La UDI optó por oponerse a este acuerdo, generando un nuevo impasse con el resto de los adherentes civiles a la dictadura y de paso, demostrando una vez más el carácter “renovado” de esta nueva derecha, la cual no estaba dispuesta a transar sus principios. El último capítulo abarca el periodo de 1987 a 1990, el que el autor denomina como de aceptación de la “transición pactada” (p. 221). Este estuvo marcado por la fusión de los partidos de derecha (MUN, UDI y FNT) en el contexto de un clima tanto nacional como internacional propicio para el desarrollo de una transición a la democracia controlada por el propio Pinochet. Hacia finales de 1986, los grupos de derecha confluyeron en la necesidad de formar un so lo partido político que defendiera el legado de Pinochet, el cual podría estar en peligro ante la inminencia del plebiscito de 1988. Así nació Renovación Nacional (RN), cuya efímera duración refuerza la tesis principal del autor sobre la existencia de “derechas”. Finalmente, la derrota en el plebiscito marcó el camino a seguir, con una compleja negociación entre RN y la UDI, quienes acordaron actuar como bloque a pesar de posteriores desavenencias electorales. En conclusión, la exhaustiva investigación realizada por Pablo Rubio puede ser calificada como la obra de mayor extensión escrita sobre el tema hasta el momento. Existe una amplia utilización de las fuentes tradicionales de la historia política, así como de bibliografía especializada. Su principal fortaleza radica, en nuestra opinión, en la visión de “larga duración” que sostiene el autor, aunque sin caer en un estructuralismo contraproducente. Si bien existen algunos rasgos “permanentes” en la derecha chilena del siglo XX, Rubio se encarga de apelar continuamente a la coyuntura como eje central del relato propuesto, evitando caer en ciertos apriorismos o lo que Bloch llamase la “idolatría a los orígenes”. Sin embargo, procesos y acontecimientos son conjugados de forma correcta, especialmente en la distinción conceptual que realiza entre la derecha tradicional, su renovación durante la década de los sesenta y su cristalización bajo la dictadura de Pinochet. De esta forma, sólo podemos realizar dos observaciones, las cuales no son discrepancias de fondo, sino más bien otros enfoques a investigar: en primer


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lugar, si bien el autor declara interesarse no sólo por la relación entre los grupos civiles, sino que además por los vínculos de estos con la dictadura, la investigación dedica poco espacio al desarrollo de esta relación, centrándose más bien en las dinámicas internas propias del incipiente sistema político partidista. Hubiese sido interesante indagar en los vínculos de los civiles con las estructuras del Estado, pues a ratos pareciese que los civiles de Pinochet eran actores más bien sumisos, con poca capacidad de autonomía con respecto al dictador. Por otra parte, también queda pendiente revisar la relación de estos partidos con los grupos económicos que emergieron durante el periodo. Investigar los lazos de la derecha con la nueva elite económica nacida al alero de la implantación del neoliberalismo, los gremios empresariales o el capital transnacional resultaría una tarea en extremo provechosa para la comprensión del periodo dictatorial. Entendemos que este no era uno de los objetivos propuestos por el autor para su investigación, pero la profundización en estos temas es una tarea aún pendiente por la historiografía nacional. Por otra parte, Rubio plantea en su marco teórico que introducirá el concepto de cultura política a la investigación, pero la verdad es que este no aparece en los diferentes capítulos. En los últimos años la historia política ha integrado nuevas corrientes y metodologías, en especial aquellas provenientes de los estudios culturales y el “giro lingüístico”. Historia conceptual, de las prácticas políticas o la teoría de redes (entre otras) son nuevas perspectivas que los historiadores centrados en “lo político” han recogido en un proceso de creciente renovación de la subdisciplina. Este nuevo enfoque se caracteriza por utilizar conceptos tales como la memoria y el discurso para intentar penetrar en lo que Lechner llamó la “dimensión subjetiva de la política”. Si bien los trabajos que integran este aspecto son aún escasos en nuestro país – salvo quizás algunos trabajos relativos a los partidos de izquierda como el MAPU, el PC o el MIR – se encuentra pendiente una investigación sobre la derecha chilena en clave subjetiva, que integre tanto las variables estructurales con el análisis de las mentalidades y los mapas cognitivos que finalmente definen este “nuevo estilo” de la derecha chilena contemporánea. La utilización de memorias escritas y fuente orales hubiese sido adecuado para cumplir estos objetivos. Patricio Ruiz Godoy Universidad de Santiago patricio.ruiz@usach.cl

[Recibido 16 de abril de 2014 y Aceptado 27 de octubre de 2014]


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HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 2 - 2014 [359-365]

Isabel Torres Dujisin, La crisis del sistema democrático: las elecciones presidenciales y los proyectos políticos excluyentes. Chile 1958 – 1973, Editorial Universitaria, Santiago, 2014, 421 páginas. El estudio de la trayectoria política de Chile durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente entre las décadas de 1950 y 1970, es un tema de alto interés historiográfico, toda vez que permite focalizar la mirada en las corrientes intelectuales que sustentan los proyectos ideológicos y los comportamientos políticos de los actores que aspiran a transformar la realidad de ese momento. Asimismo, investigar este período ofrece la posibilidad de explicar el desarrollo de los diferentes procesos políticos y electorales que se suceden, los que en su conjunto, son fundamentales para comprender el desenlace del sistema político chileno en el golpe de Estado de 1973. En este sentido, la investigación realizada por Isabel Torres constituye una importante contribución a la comprensión del contexto político previo al quiebre institucional ocurrido en la década del setenta. Su propósito consiste en estudiar el ambiente que rodea las tres elecciones presidenciales de 1958, 1964 y 1970, y abordar las interrogantes acerca de “(…) cómo se formaron las alianzas electorales previas, cuáles fueron los mecanismos para designar los candidatos, qué liderazgos y tendencias emergieron, cuáles fueron los debates programáticos y qué características tuvieron las campañas electorales propiamente tales; apreciar cómo actuaron las fuerzas políticas para tratar de ganar la adhesión de los electores y cuál era la racionalidad que las impulsaba” (p. 18).


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Es un trabajo que aporta una mirada particular de esos años, pues intenta explicar, fundamentalmente, los motivos de carácter ideológico y político que condujeron a que cada agrupación decidiera actuar de la manera que lo hizo durante la época, realizando su análisis en función de estos tres hitos claros y precisos: los momentos que preceden a las elecciones presidenciales de los años señalados, con sus consiguientes repercusiones en la escena nacional. De acuerdo a ello, el libro se estructura en seis capítulos de desarrollo, más la introducción y conclusión. En su introducción explica la razón de su estudio, discutiendo sobre el enfoque utilizado para abordar el período. En este sentido, la autora pretende comprender las condiciones históricas que anteceden al golpe militar en el país, señalando que entre las décadas del cincuenta y setenta, se configura un escenario de polarización en el ámbito político, que puede estudiarse en relación a la manera en que se constituyen las alianzas electorales; según la forma en que se condujeron los debates programáticos y las campañas políticas; y conforme a las motivaciones que orientan el accionar de las distintas fuerzas políticas. Considera la elección de 1958 como punto de partida, pues en ella “(…) se hizo manifiesta la emergencia de un sistema de partidos diferente al existente en las décadas anteriores, el cual va a estar vigente hasta la ruptura democrática en 1973” (p. 18). El sistema que se configura, en el transcurso de los años, se va a caracterizar por sus altos niveles de confrontación y polarización ideológica, lo que guarda relación con el surgimiento de nuevos actores y las definiciones que éstos toman para actuar en la escena nacional. De esta manera, el Capítulo I de la obra inicia el estudio, al referirse al funcionamiento del sistema de partidos políticos en la década de 1950. Con esto, se pretende contextualizar el problema de investigación, destacando las principales características y transformaciones que experimenta. Para ello, explica sucintamente el panorama general del sistema político chileno a partir de la elección presidencial de Arturo Alessandri en 1932, año en el cual comienza el restablecimiento de la institucionalidad en el país, junto con el surgimiento paulatino de un sistema de partidos caracterizado por tres fuerzas políticas. En su análisis, resalta con especial importancia la elección parlamentaria de 1957 como hito diferenciador de los procesos electorales previos, pues expresa el proceso de reorganización social y política experimentada durante esos años. Por ejemplo, menciona que en 1957 se reducen a 17 las fuerzas políticas que alcanzan representación, a diferencia de 1953 donde hubo 29. Junto a ello, permite conocer a los principales actores que comienzan a transi-


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tar en el nuevo trayecto político nacional y que tendrán un rol preponderante en los años venideros; en ello destaca la formación de la Central Única de Trabajadores (CUT) en 1953, la creación del Frente de Acción Popular (FRAP) en 1956, la reunificación del Partido Socialista y la formación del Partido Demócrata Cristiano en 1957. Esto conduce a un nuevo escenario, marcado por el debilitamiento electoral de la derecha y la disputa del nuevo centro democratacristiano por la influencia del mundo católico y los sectores populares y sindicales. La explicación de estas transformaciones del sistema político, son la base para el desarrollo del Capítulo II; en éste, la autora aborda la elección presidencial de 1958. Siguiendo una línea de análisis que repetirá en los capítulos siguientes, se concentra en el escenario de la campaña y en las definiciones estratégicas y programáticas de las agrupaciones políticas que participan en dicha instancia. Asimismo, profundiza en el rol desempeñado por cada uno de los candidatos tanto al interior de sus organizaciones como en la propia elección y evalúa el conjunto de situaciones específicas que envuelven el proceso electoral del momento. En este apartado destaca el rol que desempeñan las fuerzas políticas nacientes en la década del cincuenta y las principales medidas adoptadas, como la anulación de la Ley de Defensa de la Democracia y la reforma a la Ley de Elecciones en el año 1958, que inciden en la generación de un nuevo escenario político – electoral. Estas iniciativas permiten la incorporación de aquellos sectores simpatizantes del Partido Comunista que se encuentran excluidos de participar políticamente y además se establecen garantías para el desarrollo de los procesos electorales al restringir la práctica del cohecho. A pesar de la nueva realidad que se configura, en esta elección triunfa Jorge Alessandri, candidato apoyado por la derecha. Para la autora, con esta disputa ocurre un “(…) realineamiento y consolidación de los partidos históricos, con una estructura definida, adherida más a proyectos que a caudillos o líderes. Tendencia que se irá consolidando cada vez más en los años siguientes, en que el quehacer político y social se vinculará fundamentalmente a través de estas instancias organizativas” (p. 133). Así, continúa la investigación con lo sucedido en la década del sesenta. La finalidad del Capítulo III consiste en comprender las principales relaciones y tendencias de desarrollo de la política nacional en un escenario que experimenta cada vez mayores niveles de confrontación ideológica. Para ello, comienza explicando el impacto del contexto internacional marcado por las dinámicas de la Guerra Fría en el país. Presenta los fenómenos ocurridos globalmente con


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el objetivo de enmarcar las decisiones y estrategias adoptadas por los actores políticos locales. En ello, precisa la situación al interior de éstos que da cuenta del proceso de transición que ocurre en el sistema político chileno, caracterizado por la paulatina polarización y continuas transformaciones que, hacia fines de la década, se consolidan. Esto, pues, aun cuando al inicio hubo flexibilidad en el sistema, con el paso del tiempo se vuelven escasas las posibilidades de construir alianzas. En este punto, constituye un aporte relevante el análisis que realiza sobre los cambios experimentados en términos de fuerzas políticas, a partir de los resultados electorales en el período; considera en ello la elección municipal de 1960, la parlamentaria de 1961 y la municipal de 1963. Desde esta perspectiva, marca los puntos de quiebre en términos de las decisiones que adoptan las agrupaciones en cada evento, y además, se observan las tendencias que anticipan la reorganización de fuerzas en vísperas de la elección presidencial de 1964. De este modo, da paso a la discusión del Capítulo IV, referido a la elección presidencial de 1964. Considerando los antecedentes que forjan un nuevo clima político y social, en este apartado la autora se centra en el análisis del proceso particular que involucra esta elección presidencial. Considera en ello el proceso de polarización del sistema de partidos políticos y los resultados electorales previos; así, plantea la reflexión en torno a las posibilidades y tendencias que presentan los proyectos ideológicos que se construyen en el período. Desde allí, pretende entender la discusión política y estratégica que enfrenta cada partido, en un escenario cada vez más proclive a las transformaciones estructurales de la sociedad. En este sentido, aborda, por ejemplo, las dificultades que hubo al interior de cada fuerza para definir al candidato que los representaría, las decisiones programáticas que marcan el discurso de cada fuerza y las opciones estratégicas que concibe cada uno como las más apropiadas para sus proyecciones políticas. A pesar de que la competencia se centra en los dos principales candidatos, Eduardo Frei y Salvador Allende, formando un “(…) escenario de dos bloques sin polarización” (p. 212), y que los proyectos promovidos por ambos implicaban “(…) mayores espacios de participación y en la toma de decisiones a las grandes mayorías” (p. 242), hubo diferencias entre ellos que se explican por el contexto internacional, y que, a la larga, no permiten la generación de un acuerdo amplio (junto a ellos participa también en la elección Julio Durán, representante del Partido Radical). En la medida que profundizamos el estudio de la década del sesenta, observamos un proceso de intensificación de la polarización política en la realidad


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chilena. La tarea de comprender ese contexto, reconociendo a los actores políticos que allí participan y sus definiciones programáticas, es desarrollada en el Capítulo V de esta obra. Por tal motivo, se hace la lectura de lo sucedido desde la revolución en libertad liderada por la Democracia Cristiana hasta la propuesta de la revolución socialista que representa el proyecto liderado por Salvador Allende. El propósito está en entender en un marco más amplio el desarrollo de la elección de 1970; de esta manera, en este capítulo se refiere a las diferentes definiciones programáticas de unas fuerzas políticas cada vez más comprometidas con sus proyectos ideológicos, que no ofrecen posibilidades de acuerdo entre ellas y la construcción de alternativas políticas más amplias. Asimismo, explica el devenir interno de cada asociación política que da cuenta de la polarización política y analiza lo que será la antesala de la elección presidencial, que son las elecciones parlamentarias de 1965 y 1969. Sobre todo esta última, se plantea como un importante indicador de la correlación de fuerzas que evidencia la consolidación de “(…) tres tercios inamovibles” (p. 293). Desde esta perspectiva, analiza la relevancia que tienen los principales cambios sucedidos durante estos años. Plantea el fraccionamiento al interior de la Democracia Cristiana y el surgimiento del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) como una consecuencia de los problemas durante el gobierno y que hacia 1970 se expresan con mayor intensidad. En el caso de la derecha, se refiere a la reorganización que esta experimenta durante este período marcado por una amenaza mayor hacia su poder. Así, explica el surgimiento del Partido Nacional como una alternativa que permita a este sector enfrentar las exigencias que imponen las transformaciones estructurales al interior de la sociedad chilena. Finalmente, señala los cambios generados en la izquierda; destaca en ello cómo la opción de la “vía armada” se consolida en la trayectoria de la década del sesenta ante la “vía electoral”, que había marcado el comportamiento político de esta fuerza. De ese modo, se acentúan las diferencias de estrategia entre el Partido Socialista y el Partido Comunista, referentes cada uno de estas dos alternativas respectivamente; además, es este escenario explicativo para el origen del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). Considera estos procesos políticos para enmarcar el desarrollo del Capítulo VI, con el cual finaliza su investigación. En este apartado, aborda concretamente lo sucedido en la elección presidencial de 1970. Resulta importante comprender dicho evento, pues es un hito en el devenir político del país y marca la relevancia que adquiere el proyecto ideológico de izquierda, el que, reiteradamente, disputó el poder de gobierno por la vía electoral.


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La particularidad de esta elección reside en las principales modificaciones al interior de las fuerzas políticas, junto a los niveles de confrontación y polarización entre ellas. En palabras de la autora, “No obstante que Allende postulaba por tercera vez y que Alessandri ya había gobernado entre 1958 – 1964, la campaña tuvo características peculiares ya que el escenario partidario había cambiado significativamente. La derecha tradicional – que había estado representada históricamente por dos partidos –, ahora se había unificado en el Partido Nacional. Y la DC había terminado su experiencia de gobierno muy dividida. De sus filas se marginaron numerosos jóvenes universitarios con sensibilidad de izquierda que pasaron a formar el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU). Un grupo de ex jóvenes socialistas, ex comunistas y ex trotskistas dio origen al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Este movimiento repitió los símbolos del Movimiento 26 de Julio, de Cuba, pronunciándose contra la vía electoral como una política fracasada, y a favor de la lucha armada” (pp. 301 – 302). Esto consolida el alineamiento en tres tercios y, principalmente, tensiona el ambiente político previo a la contienda electoral. Así, para ella “La existencia de esos tres tercios se convirtió en un obstáculo para lograr cualquier fórmula de alianzas más allá del propio sector. De este modo, cualquiera de los tres candidatos tenía posibilidades de resultar elegido. Que todos fueran potencialmente elegibles añadía un factor de incertidumbre y también de confrontación” (p. 302). El análisis de las definiciones programáticas y estratégicas de cada partido se enmarca en el contexto de confrontación que los lleva, en lo sucesivo, a intensificar las propias posturas. Esto es de especial relevancia respecto a lo que ocurre al interior de la Democracia Cristiana y en la izquierda, pues, si bien parte importante de sus propuestas coincidían o presentaban una línea política similar, el nivel de polarización, resistencias y las decisiones estratégicas adoptadas, inhiben las posibilidades de establecer acuerdos para enfrentar conjuntamente a la derecha. En el desenlace, ante el triunfo de Allende se generan iniciativas tendientes a impedir que asumiera como presidente; no obstante ello, el Congreso Pleno lo elige con una importante mayoría, con lo cual se inicia un nuevo ciclo político en el país. Para la autora, esta cuestión indica que, pese a todo, “(…) el sistema político había demostrado una vez más su alta capacidad de resolución de conflictos” (p. 367). En consecuencia, la obra reseñada es un aporte fundamental para entender, desde un enfoque en particular, el desarrollo de la historia política chilena previa al golpe de Estado. La manera en que aborda el estudio de las elecciones presidenciales, permite profundizar en la evolución que presenta el sistema de partidos políticos y la democracia chilena, considerando en esta mirada las


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principales discusiones y decisiones políticas al interior de cada organización participante en la época. Desde esta perspectiva, podemos comprender en mayor profundidad las determinaciones adoptadas en aspectos programáticos y estratégicos por cada partido político en la búsqueda de concretar sus proyectos en el país, cuestión que, a la larga, genera un ambiente de confrontación evidente entre ellos y que tiene repercusiones en el desarrollo de la vida democrática. Tal como lo señala la autora, “Los avances que venían desde la década de 1930, y que se afianzaron a partir de 1958, se perdieron en medio de la polarización, el miedo y los odios ideológicos”.Todo esto contribuye a fortalecer la reflexión sobre el devenir histórico de la democracia chilena en la década del setenta. Raúl Burgos Pinto Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Valparaíso rburgosp@gmail.com [Recibido el 20 de mayo de 2014 y aceptado el 31 de julio de 2014]


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