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CUERPOS HABITADOS, ESPACIOS MODELADOS: EL CASO DE LA SIDERÚRGICA HUACHIPATO, 1940 - 1970 — Alejandra Brito Peña — Rodrigo Ganter Solís

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CUERPOS HABITADOS, ESPACIOS MODELADOS: EL CASO DE LA SIDERÚRGICA HUACHIPATO, 1940 - 1970 — Alejandra Brito Peña — Rodrigo Ganter Solís

Historia 396 Revista del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

ISSN 0719-0719 Volumen 5 / Número 1 Junio de 2015

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Índice

Historia 396

Revista del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Paseo Valle 396, Viña del Mar. Chile www.ihistoria.ucv.cl revistahistoria396@gmail.com / claudio.llanos@ucv.cl Editor Claudio Llanos Co-editores Virginia Iommi María Ximena Urbina Juan Cáceres Ricardo Iglesias Jaime Vito Comité Académico Internacional Franco Angiolini (Universidad de Pisa, Italia) Salvador Bernabeú (Escuela de Estudios Hispano-Americanos – CSIC, España) Richard Bessel (Universidad de York, Reino Unido) Eduardo Cavieres (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile) Ricardo Cicerchia (Universidad de Buenos Aires – CONICET, Argentina) Evguenia Fediakova (Universidad de Santiago de Chile) Josep Fontana (Universidad Pompeu Fabra, España) Pilar García Jordán (Universidad de Barcelona, España) Iván Jaksic (Universidad de Stanford, EE.UU.) Umberto Laffi (Universidad de Pisa, Italia) Fernando López (Universidad de Córdoba, España) Scarlett O’Phelan (Pontificia Universidad Católica del Perú) Anaclet Pons (Universidad de Valencia, España) Alessandro Santoni (Universidad de Santiago de Chile) Patricia M. Thane (Kings College, London, Reino Unido) Pablo Ubierna (Universidad de Buenos Aires – CONICET, Argentina) José Manuel Ventura (Universidad de Concepción, Chile) Director Mauricio Molina Colaboración edición y revisiones de estilo María Fernanda Lanfranco La edición, digitalización e impresión de este número de Historia 396 son posibles gracias a los aportes del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y al fondo de apoyo de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Las opiniones vertidas por los autores de los artículos publicados no representan necesariamente el pensamiento de la Revista Historia 396 EDICIÓN Y PRODUCCIÓN Ediciones Universitarias de Valparaíso Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Teléfono: 227 30 87 – E.mail: euvsa@ucv.cl Valparaíso, Chile

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PRESENTACIÓN

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Artículos CUERPOS HABITADOS, ESPACIOS MODELADOS: EL CASO DE LA SIDERÚRGICA HUACHIPATO, 1940 - 1970

INHABITED BODIES, MODELLED SPACES: THE CASE OF THE STEEL MILL HUACHIPATO, 1940 - 1970

Alejandra Brito Peña Rodrigo Ganter Solís

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REFORMA, MODERNIZACIÓN Y CONFLICTO POLÍTICO EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE, 1963 - 1973

REFORM, MODERNIZATION AND POLITICAL CONFLICT AT UNIVERSIDAD DE CHILE, 1963 - 1973

Aldo Casali Fuentes

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LA REVOLUCIÓN ROMANA DE RONALD SYME, UNOS 70 AÑOS DESPUÉS

THE ROMAN REVOLUTION RONALD SYME, ABOUT 70 YEARS LATER

Nicolás Cruz

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SECURITY AND RISK. HOW WE HAVE LEARNED TO LIVE WITH DYSTOPIAN, UTOPIAN, AND TECHNOCRATIC DIAGNOSES OF SECURITY SINCE THE 1970s

SEGURIDAD Y RIESGO. COMO HEMOS APRENDIDO A VIVIR CON LOS DIAGNOSTICOS DISTOPICOS, UTOPICOS Y TECNOCRATATICOS DE LA SEGURIDAD DESDE LOS AÑOS 1970

Martin H. Geyer

IMPRESIÓN Libra, Valparaíso Historia 396 está indexada en:

(Directorio)


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LAS ASAMBLEAS DE LEÓN C. 1188 Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL MUNDO MEDIEVAL

LEON ASSEMBLIES C. 1188 AND CITIZEN PARTICIPATION IN THE MEDIEVAL WORLD

Ángel G. Gordo Molina Diego Melo Carrasco

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REPRESENTACIÓN DE LA CRISIS Y DISCURSOS JUSTIFICATIVOS DE LA OPINIÓN PÚBLICA DE ARICA EXPRESADOS EN LA PRENSA ESCRITA (1929 - 1984)

REPRESENTATION OF THE CRISIS AND EXPLANATORY SPEECHES OF THE PUBLIC OPINION IN ARICA, APPEARED IN WRITTEN PRESS (1929 - 1984)

Elías Pizarro Pizarro Raúl Bustos González

Reseñas 171

Raúl Fernández. Francisco Javier Rosales Larraín. Personaje irreverente e ilustrado Decano de los diplomáticos en París, Santiago, Ril editores – Adica, 2013, 191 pp., fotos blanco y negro. ISBN 978-956-01-0037-5

Gonzalo Serrano del Pozo

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Presentación En esta oportunidad presentamos el primer número del quinto volumen de Historia 396, revista del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Esta nueva edición muestra la progresiva consolidación y crecimiento de la revista como medio de difusión de la investigación histórica en sus diversas líneas y áreas de estudio. De esta forma, se avanza en la idea de una publicación abierta a diferentes miradas, temporalidades y espacios, donde lo fundamental es el problema histórico que fortalezca al conocimiento y el debate disciplinar. En los artículos publicados en este número se observan los aportes de investigadores chilenos y extranjeros, que con sus escritos dan prueba de la calidad académica que se persigue en nuestras páginas. En ellas el lector encontrará investigaciones dedicadas a la Historia de Chile, América Latina y Europa en diversas temporalidades, cumpliendo así con una de las características del Instituto donde nace esta revista: el compromiso con los grandes problemas históricos de diversas sociedades, regiones y países. Nuestra tarea de asegurar la mejor calidad de cada edición de la revista no sería posible sin la destacada colaboración de nuestros evaluadores, nacionales y extranjeros, que con su voluntaria dedicación son también parte central de quienes dan vida a Historia 396. Se les agradece el esmero y la seriedad que han puesto para cumplir con los tiempos propios de la evaluación de los artículos y, con ello, permitir la continuidad del trabajo editorial. A todos ellos y a todas ellas, muchas gracias. Agradecemos a todos los investigadores que nos envían sus artículos y que confían en la seriedad académica de Historia 396. Ellos dan continuidad a la revista y contribuyen al desarrollo del conocimiento histórico. Finalmente, pero no menos importante, reconocemos el importante apoyo de nuestro destacado Comité Académico.


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Presentation Today we introduce the first issue of the fifth volume of History 396, Journal of the History Institute of the Catholic University of Valparaiso. This new edition shows the progressive consolidation and growth of the journal as a means of dissemination of historical research in its various lines and areas of study. In this way, it has taken forward the idea of ​​a publication open to different perspectives, times and spaces, where historical problems are the key to furthering knowledge and promoting disciplinary debate. This issue includes the contributions of Chilean and foreign researchers, whose writings provide evidence of the academic quality we aim to achieve in our pages. In them the reader will find research devoted to the history of Chile, Latin America and Europe in various timeframes, fulfilling the Institute’s commitment to the great historical problems in various societies, regions and countries. Our task of ensuring the best quality in each of the issues of this journal would not be possible without the remarkable collaboration of our national and foreign evaluators who, with their voluntary dedication, are also very important in terms of giving life to Historia 396. We thank them for their accuracy and for the seriousness in complying with delivery dates inherent to evaluating the articles and, also, for allowing the continuity of the editorial. To all of them, many thanks. We thank all the researchers that have collaborated by sending us their articles and who trust the academic seriousness of Historia 396. They give continuity to the journal and contribute to the development of historical knowledge. Finally, but not lastly we acknowledge the support of our outstanding Academic Committee.

Editor Claudio Llanos R.

Co-Editores Virginia Iommi María Ximena Urbina Juan Cáceres Ricardo Iglesias Jaime Vito

Viña del Mar, Junio de 2015

artículos


CUERPOS HABITADOS, ESPACIOS MODELADOS: EL CASO DE LA SIDERÚRGICA HUACHIPATO, 1940 - 1970 — Alejandra Brito Peña — Rodrigo Ganter Solís

HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 1 - 2015 [11-36]

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CUERPOS HABITADOS, ESPACIOS MODELADOS: EL CASO DE LA SIDERÚRGICA HUACHIPATO, 1940-1970* INHABITED BODIES, MODELLED SPACES: THE CASE OF THE STEEL MILL HUACHIPATO, 1940 -1970

Alejandra Brito Peña** Universidad de Concepción, Chile abrito@udec.cl

Rodrigo Ganter Solís*** Sociólogo, Universidad de Concepción, Chile rganter@udec.cl

Resumen El presente trabajo intenta comprender desde una perspectiva socio-histórica los alcances del modelo industrializador de mediados del siglo XX en el ‘Gran Concepción’ – Chile, a partir de la problematización del diseño espacial y el emplazamiento urbano de las viviendas construidas para los trabajadores de la empresa Siderúrgica Huachipato, instalada en la zona a finales de los años ’40. Lo anterior nos permite afirmar que dicho proceso de desarrollo urbano estaría dando cuenta de una nueva forma de estructurar y habitar el territorio por parte de actores histórica y socialmente determinados en la región. El foco del análisis se orienta a develar cómo los regímenes familiares hegemónicos y su consecuente expresión en la modelación de cuerpos y espacios habitacionales se hacen funcionales a las particularidades del modelo de desarrollo, tanto en una escala productiva como en una urbana, y requieren de una intervención que se expresa, desde arriba con las políticas macroeconómicas y, desde abajo con las formas particulares de intervenir y modelar los espacios privados que constituyen el barrio y la vivienda. Palabras clave: Industrialización, Espacio Urbano, Modelación Corporal, Control Social.

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El presente trabajo se inserta dentro de los Proyectos Fondecyt Nº 1111007 y N° 1040461 (CONICYT – CHILE). Historiadora de la Universidad de Concepción. Doctora en Estudios Americanos, mención Historia. Sociólogo de la Universidad de Concepción. Doctor en Estudios Urbanos.


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Abstract The aim of this paper is to understand, from a socio-historical perspective, the scope of the industrialization model in the area of ‘Greater Concepción’ – Chile during the mid-twentieth century, through the discussion of spatial design and urban location of houses built for Huachipato Steel company’ workers, established in the area in the late 1940s. We state that the process of urban development reveals a new way to structure and inhabit the territory performed by historical and social actors of the region. We aim to reveal how hegemonic family systems and their expression in shaping bodies and living spaces become functional to the particularities of the development model, both in an urban and productive scale. It requires a top-down intervention from macroeconomic policies to particular forms of intervening and modeling private spaces that make up neighborhood and housing. Keywords: Industrialization, Urban Space, Body Modeling, Social Control.

INTRODUCCIÓN En este artículo nos interesa comprender desde una perspectiva socio-histórica los alcances del modelo industrializador de mediados del siglo XX en el ‘Gran Concepción’ – Chile. El foco del análisis está puesto en la experiencia de la empresa Siderúrgica Huachipato, quien representa un ejemplo emblemático de una nueva forma de concebir las relaciones capital-trabajo, en el marco de un nuevo modelo de desarrollo, como lo fue la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI). Lo interesante de esta experiencia no es tanto la novedad de las políticas de bienestar social, entre ellas las de carácter habitacional, sino la puesta en escena de una nueva forma de concebir el espacio, que en el fondo territorializa el nuevo enfoque de desarrollo, que por primera vez incluye de manera explícita el bienestar social de la clase trabajadora. El objetivo es hacer a los trabajadores y sus familias partícipes directos de los beneficios que el desarrollismo promete, y que en la práctica se convierten en mecanismos de movilidad social. De allí la importancia que se le atribuye a la construcción del espacio, modelando una ciudad obrera e industrial, que incluía la construcción de una diversidad de viviendas, a las cuales podían acceder obreros y empleados de la siderúrgica. Con el tiempo este espacio se fue extendiendo a otros trabajadores públicos y privados de la zona, intentando poner en práctica una nueva forma de ciudad, con todos los entramados y redes necesarias para modelar una inédita forma de habitar de la clase trabajadora en la región del Bío-Bío y que al mismo tiempo permitió el despliegue de procesos microfísicos

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de normalización y anclaje colectivo de los cuerpos y la estructuración-internalización de relaciones sociales de tipo hegemónicas al interior de la clase trabajadora adscrita a la siderúrgica.

ENFOQUES Desde una perspectiva de género, analizaremos las relaciones entre las empresas productivas locales y sus trabajadores/as, centrando la mirada en lo que tradicionalmente hemos denominado el espacio privado y el público. Esto nos sitúa en la discusión de la dicotomía público/privado. La historiografía privilegió durante mucho tiempo el espacio público, considerándolo el espacio del cambio social; sin embargo, se mostró insuficiente para dar cuenta de muchos procesos sociales1, lo que llevó a desviar la mirada hacia lo íntimo, revalorizando una mayor cantidad de ámbitos de la vida. Lo doméstico y privado antes oculto comienza a ser analizado, reconociendo en él un conjunto de relaciones de poder, en tanto el espacio privado se define como la salvaguarda de lo propio, lo que debe ser protegido del mundo público, es decir, de la ley general y del Estado2. La exclusión de lo privado de la investigación social no fue una cuestión ni neutra, ni casual, sino que respondió a la estructuración del nuevo orden social. Esta discusión nos parece relevante ya que esta forma de separar los espacios se transforma en un eje clave para comprender las relaciones familiares, en tanto la familia queda encerrada ideológicamente en el espacio privado-reproductivo y se transforma en un pilar central para que la proletarización se consolide3. El espacio y la división estratégica del mismo son factores fundamentales para la puesta en escena del disciplinamiento humano y social localizado en el marco de una matriz productiva, al servicio de un modelo de desarrollo específico. El paternalismo industrial entendido como una tecnología nos permite conocer mejor este proceso, cuyo objetivo era extender la disciplina de la fábrica hacia fuera de la misma, interviniendo el cuerpo y el alma, “únicamente así, actuando sobre la esfera de la reproducción, sería posible producir al obrero, crearlo (…) La revolución en el modo de producir debía ser también –y tal vez antes–

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Duby, George, “Prefacio a la Historia de la vida privada”. Ariès, Philippe y George Duby (dir.). Tomo 1. Buenos Aires, Taurus Alfaguara. 2001. Ariès, Philippe. “Para una historia de la vida privada”. Ariès, Philippe y George Duby (dir.). Tomo 3. Madrid, Taurus Grupo Santillana de Ediciones S. A. 2001. Mayor información en Brito, Alejandra. Concepción, Ediciones Escaparate, 2005; Illanes, María Angélica, “Entre ‘madres’. Maternalismo popular e hibridación cultural. Chile 19001920”. Santiago de Chile. Serie Monografías. Programa de Género y Cultura en América Latina – Editorial Cuarto Propio. 1999.


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una revolución en el modo de vivir”4. El proceso tuvo un carácter fuertemente pragmático, con el objeto de darle a los trabajadores mejores condiciones de vida, en un contexto de control social. En ese marco, abordaremos el concepto del bio-poder, entendido como la articulación e interdependencia de dos tecnologías ejercidas sobre el cuerpo humano y la vida con la finalidad de normalizarla, disciplinarla, rentabilizarla y gestionarla en el contexto de sociedades, territorios y zonas fuertemente vinculados con procesos de industrialización. La primera de estas tecnologías (a partir del siglo XVII) opera bajo una lógica anatomopolítica cuya función era intervenir “capilarmente” la multiplicidad del cuerpo humano mediante mecanismos de corrección, modelamiento y vigilancia microfísica, su objetivo era obtener mayor rendimiento económico, mediante mecanismos que asegurarán la docilidad y la obediencia política, es decir, el cuerpo-máquina. La segunda tecnología (a partir de mediados del siglo XVIII), es de carácter biopolítica y buscará un efecto de conjunto sobre la población, mediante la gestión de procesos como la natalidad, la morbilidad, la sexualidad, la vivienda, la salud, la higiene, la educación y la capacitación, la calidad de vida, etc., donde los controles (poder-saber) para la promoción de la vida serán los determinantes y operarán en un nivel que Foucault llama del cuerpo-especie5. Metodológicamente nos situamos en el ámbito de un ejercicio genealógico –en el sentido foucaultiano– donde lo relevante está orientado por la búsqueda e identificación de procesos de mutación en espacio-tiempos de larga duración, a fin de dar cuenta de las formas de constitución de un campo de relaciones sociales. A su vez este ejercicio intenta dar cuenta de la lógica de funcionamiento de dicho campo, y las relaciones existentes entre los discursos y el contexto no discursivo. Se trata de poner en interacción las prácticas y disposiciones de nivel micro-físico con las estrategias de poder más globales que operan en el ámbito de la población en tanto categoría sociodemográfica y factor neurálgico de la biopolítica. Esto es, las articulaciones entre saberes y poderes. Pero, más importante aún, es un ejercicio metodológico que permita ir desmontando y poniendo sobre el mapa al conjunto de mediaciones que intervienen entre estos dos niveles mencionados anteriormente, esto es, las articulaciones y las tramas susceptibles de identificar entre el tejido molecular y la estructura orgánica o sistémica vinculada en este caso con un modelo de control y desarrollo social específico, y que se encuentra socio-históricamente conformado.

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Ese es uno de los principales objetivos de este trabajo, que si bien posee un importante componente descriptivo, lo relevante pasa por poner en juego una metodología particular que permita hacer visibles algunas de las mediaciones más significativas al interior de este entramado, y que muchas veces operan a modo de redes difusas de control y cuadriculación social y relacional. Por ello nuestro interés es explorar los posibles ensambles –la mayoría de las veces opacos– entre los modelos desarrollistas de los años ‘50; el paternalismo industrial, el surgimiento de agentes locales privados focalizados en la promoción de la movilidad social de la clase trabajadora; las estrategias de diseño y planificación urbana vinculadas al proyecto moderno; los dispositivos comunicacionales desplegados por la propia empresa; la puesta en vigencia de un régimen familiar hegemónico para la nueva clase obrera, orientado a legitimar y rentabilizar capilarmente el orden industrial capitalista y la gobernabilidad social. Con todo, fuerzas sociales e históricas que se introducen micro-físicamente en los cuerpos con el objeto de poner en marcha una bio-economía asentada en la re-organización “moderna” del espacio de lo doméstico.

CUERPOS HABITADOS Entendemos bajo el paradigma del bio-poder –siguiendo a Foucault (1992) –que el poder no se encuentra localizado de modo fijo en alguna potestad jurídica, estatus individual, carácter personal, función, institución o estructura social específica, sino que en tanto relación social que se ejerce, circula por el cuerpo social, muchas veces de modo difuso y ubicuo. En ese sentido, el poder se encuentra operando en el campo de lo experiencial y lo fáctico, y por tanto modificando y regulando las prácticas sociales que se inscriben en el nivel de las regulaciones y disposiciones de lo corporal; por tanto dichas modelaciones se introducen materialmente en el cuerpo de los individuos y las poblaciones humanas, habitando en su interior y formateando los diversos modos de usar y disponer del cuerpo en los espacios sociales. De ahí que se sostenga que tanto las dinámicas concretas de proletarización de la primera parte del siglo XX, como la normalización de determinado régimen familiar para el mismo período penetren materialmente los propios cuerpos; recomponiéndolos, distribuyéndolos y re-ensamblándolos con el objetivo de implementar una “ortopedia social” al servicio de la extracción de rendimiento físico y docilidad política. La Siderúrgica Huachipato instalada en la región del Bío-Bío, forma parte del mo-

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Sierra Álvarez, José, “Políticas de Vivienda y Disciplinas Industriales Paternalistas en Asturias”. N° 8.1985. p.63. Foucault, Michel. Madrid, Ed. La Piqueta, 1992.

delo desarrollista, de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI), de mediados de la década de 1940. En este proceso de transformación, el Estado fue


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el promotor del fomento productivo y el acero fue uno de los ejes centrales del

al personal, persiguió vincular a los trabajadores en forma permanente a la

modelo “hacia adentro”. Con la llegada a la presidencia del radical Pedro Aguirre

zona de la nueva industria6.

Cerda en 1938, representante del Frente Popular (alianza de centro-izquierda), se pone en marcha este modelo, creándose en 1939 la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), con el fin de promover desde el Estado la creación de infraestructura básica para fomentar el desarrollo productivo. Durante el gobierno del Presidente Juan Antonio Ríos en 1942 una comisión creada por el Decreto N° 1420 del Ministerio de Economía y Fomento, fue la encargada de analizar si era posible avanzar hacia la creación de una industria siderúrgica en el país, concluyendo su factibilidad, eligiéndose a la Bahía de San Vicente en Talcahuano, para su instalación. Se consideró que una administración mixta era la más adecuada, por lo cual se creó una Sociedad Anónima en la que el Estado participaba a través de la CORFO. Los capitales privados vinieron esencialmente de la banca norteamericana, creándose para dichos fines la Compañía de Acero del Pacífico S.A. y dentro de esta el Proyecto Huachipato. La Siderúrgica Huachipato inicia su construcción con la contratación de 120 hombres en 1947, pero ya en 1949 se habían intensificado las faenas, subiendo el número a 5.672 obreros. Para hacer más eficiente la construcción de la empresa se creó un campamento para los trabajadores, en el cual fueron alojados junto con sus familias. Con esto comienza la implementación de un modelo empresarial que tempranamente visualiza el anclaje permanente de los trabajadores y sus familias, alrededor de la industria, como la forma más eficaz para llevar a cabo el modelo modernizador. Este modelo iba mucho más allá del sólo desarrollo productivo, incorporando una nueva forma de comprender las relaciones entre el capital y el trabajo, que en la práctica se traducía en la constitución de un obrero moderno, para lo cual la creación de un espacio social adhoc era central. De allí que la política habitacional se convierta en uno de los pilares del nuevo obrero moderno. Para llevar a cabo esta política, Huachipato adquiere el fundo “Las Higueras” proyectándolo de manera temprana como una “ciudad industrial”, de carácter esencialmente obrera y que incorporara nuevas tendencias del urbanismo moderno. La empresa se involucra en la idea de construir un moderno complejo habitacional con capacidad para 30.000 habitantes, aproximadamente. En 1951 se inició la construcción de la villa, entregándose las primeras 198 casas dos años después. Cabe destacar que, en

La construcción de viviendas para trabajadores debe ser entendida como una política de paternalismo industrial, en la cual el Estado tuvo un papel protagónico. En la práctica interviene en los modos de vivir para asegurar la reproducción de la mano de obra. Lo que se pretendía era transformar al trabajador en un hombre nuevo, a través de la intervención disciplinaria que se sostenía “sobre dos ejes: una adecuada disposición de los espacios y una sabia combinación de los ritmos, de las actividades”7. La intervención en los espacios, se va a centrar en la construcción de viviendas para las familias, en las que no solo se jugaba el destino de la familia obrera, sino también el de las empresas, ya que un obrero bien instalado era garantía de paz social y mayor productividad, es decir, constituía una verdadera ingeniería social8. Sin embargo, esto no siempre se cumplía, aunque esto no implicaba necesariamente el abandono de prácticas paternalistas, sino que muchas veces estas se ampliaban y comenzaban a incorporar otros aspectos de la vida, como por ejemplo, el ocio. Esta perspectiva es particularmente importante en el caso chileno, ya que desde los primeros años del siglo XX las habitaciones obreras se transformaron en un eje discursivo fundamental para avanzar en la proletarización y la educación moral de la familia obrera. Por lo que las políticas implementadas en Huachipato no hacen sino poner en práctica los discursos que, desde comienzos del siglo XX, ven en la familia bien constituida y bien instalada el pilar central del disciplinamiento para lograr el desarrollo y el bienestar de la clase trabajadora. A esto hay que agregar el hecho que el obrero moderno, propio del modelo desarrollista, tiene la posibilidad cierta de la movilidad social, lo que implica que el paternalismo industrial que surge en el siglo XIX, se reconfigura hacia mediados del siglo XX, entregando a los trabajadores y sus familias, no solo el bienestar social, que los convertía en sujetos más dóciles y productivos, sino también les permitió constituirse como clase con conciencia de lucha que aprovecharon los mecanismos entregados por la empresa para ir tejiendo su propio proyecto de desarrollo, que se expresa en la oportunidad de ascender en la escala social y comenzar a aspirar a una forma de vida más cercana a los ideales de la emergente clase media, en lugar de los ideales más propios del mundo obrero tradicional.

su ejecución, CAP puso a disposición algunos ingenieros de la empresa. Con respecto al dominio de las casas, la compañía fue partidaria de hacer propietarios a sus trabajadores, acogiéndose a los distintos subsidios habitacionales

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de la época. Esta política, además de procurar condiciones adecuadas de vida 8

Echeñique, Antonia y Concepción Rodríguez, Santiago, CAP, 1990. Sierra Álvarez, José, “De las utopías socialistas a las utopías patronales: para una genealogía de las disciplinas industriales paternalistas”. Nº26. 1984. p. 36. Sierra Álvarez, José, “Políticas de Vivienda…”


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La creación de la nueva ciudad obrero-industrial, particularmente reflejado en el caso de la Población Higueras (Villa Presidente Ríos), constituye un proyecto emblemático debido a su reconocimiento como el primer ensayo de arquitectura modernista en Chile9, en el cual se pensó un diseño urbano que hiciera dialogar coherentemente la escala vecinal, comunitaria y el de la propia ciudad, entendida esta última como un sistema envolvente de las dos anteriores10. En este marco, la arquitectura moderna de los años 30’ y 40’ en el contexto sudamericano, operó como una estrategia –una fuerza– orientada a la transformación social. El movimiento moderno en sintonía con el modelo y los esquemas industriales vigentes de la época (particularmente el Taylorismo y su organización científica del trabajo y el proceso productivo), asumió a las ciudades a partir de un plan reformador que incluía elementos estéticos, sociales, ideológicos, de habitabilidad y de tipo técnico, entre otros. De este modo se fue imponiendo el carácter central de la vivienda colectiva con la finalidad de erradicar los focos insalubres asociados con formas tradicionales y precarias de ocupación del territorio (campamentos, tugurios, “callampas”, etc.) que constituían factores nocivos para la experiencia social, de ahí la consigna “sin higiene ni salud moral, la célula social se atrofia”11. La nueva arquitectura en fusión con el higienismo imperante decantó en un particular tipo de tecnología “política” sobre el espacio y la población, esto es, un disciplinamiento de lo social a partir de la racionalización funcional del espacio y la re-organización compartimentada del territorio como objeto de intervención “clínica”; y donde además la vivienda colectiva constituiría el dispositivo privilegiado para el nuevo modelamiento de la clase obrera. Lo más probable es que este desenvolvimiento de fuerzas no estuvo en la mente de ningún arquitecto, tampoco creemos que fueron los criterios “conspirativos” y ocultos del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM)12; el punto es que considerando la multiplicidad capilar de mediaciones que intervienen en estos procesos, la nueva arquitectura y la planificación racional del espacio contribuyeron en la práctica a fabricar –junto a otras fuerza sociales– una nue-

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Fuentes, Pablo. y Leonel Pérez, “Vivienda obrera en Concepción: La Villa Presidente Ríos primera ciudad moderna en Chile”. Hidalgo, Rodrigo y María José Castillo (eds.) Santiago de Chile, Universidad Andrés Bello – Universidad Central de Venezuela. 2007. Fuentes, Pablo, “Mort de la rue o la introducción de los principios del urbanismo moderno en Chile. Ejercicios de la época”. Revista Urbano. Vol.9. Nº14. Concepción. 2006. Le Corbusier. Buenos Aires, Ediciones Infinito, 2003, p. 63. En el CIAM se definen las directrices de la nueva arquitectura modernista, en el documento denominado la Carta de Atenas (1931).

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va subjetividad obrera sustentada en una utopía para la construcción de una nueva sociedad y civilización humana moderna. Higueras fue concebida como una ciudad autosuficiente, a 4 Km. de la planta, separada de ella por una cadena de cerros que le asignaban ventajas climáticas y la aislaba de la polución acústica y de gases, se caracterizó por posibilitar la proximidad y el intercambio entre diferentes clases y segmentos sociales, que contribuyeron a prefigurar un modelo de barrio y de desarrollo urbano que, a diferencia de ciudades como Santiago, no privilegió la segregación residencial y socio-espacial, sino que la mezcla y el intercambio en los modos de vida urbana, particularmente vivenciado en los espacios públicos y comunitarios inscritos en sus emplazamientos. En esta perspectiva, el modelo de la ciudad obrera llevado a cabo en el caso de Higueras configura un reflejo de la articulación y mediación entre las tecnologías anátomo-políticas y bio-políticas a las cuales hacíamos referencia anteriormente; esto es, la localización y conectividad privilegiada de los barrios, las zonas protegidas de la polución, la diversidad y calidad de espacios públicos y colectivos, el equipamiento urbano, el tipo de viviendas pensada para familias nucleares numerosas; junto con las políticas de control y promoción de la vida vinculadas con normas de higiene, moral y urbanidad, seguros de enfermedad, control de la natalidad, escolarización, previsión social, esparcimiento y deporte, etc. VIVIENDO LAS VIVIENDAS: DIAGRAMAS DE LO DOMÉSTICO Como ya se planteó, desde finales de los años‘ 40’, la moralización y normalización de las clases trabajadoras estuvo asociada directamente con la “cuestión de la vivienda” y las mejoras de las condiciones habitacionales. El imperativo de alojar a un importante contingente de mano de obra llevó tanto al Estado como a agentes industriales privados y mixtos a edificar una serie de ciudades obreras como expresión palpable del despliegue del paternalismo industrial y su ideario de familia trabajadora. Este nuevo orden social se encuentra íntima y poderosamente imbricado con un régimen familiar específico y asentado ahora sobre el dispositivo físico de la vivienda, con su analítica de cerrojos y ventanas, clausuras y aperturas: la casa como tecnología y dispositivo mediador donde se conforma el hogar. Para la gran industria, alojar a los obreros se había convertido en algo imperativo. Era una manera de atraer a la mano de obra, de fidelizarla, de disciplinarla, una oportunidad para fabricar a ese “pequeño trabajador infatigable”, tan necesario para su expansión. A los primitivos conjuntos de “barracones” les sucedieron ciudades de una mayor amplitud, concebidas por arquitectos


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especializados en la elaboración de planes racionales sobre la construcción de casas para obreros, mínimas para los mineros, y algo más refinadas para los obreros metalúrgicos13. El caso de Higueras no se encuentra ajeno a estas políticas de paternalismo industrial. En primer lugar, desde el comienzo del proyecto la distribución de los espacios y unidades vecinales estuvo orientado por una lógica de localizaciones residenciales que facilitara el intercambio, la proximidad y la convivencia entre estratos sociales diversos que se adscribían a la Siderúrgica, y que se puede verificar no sólo en el diseño de espacios públicos sino también en la situación de proximidad y de contacto de las viviendas destinadas para obreros, trabajadores calificados y empleados pertenecientes a segmentos medios que operaban en la Siderúrgica. La mezcla y el intercambio social como horizonte deseable. Ello debido a que dicho proyecto de viviendas se acoplaba con un modelo de sociedad anclado en la internalización del orden mediante el consenso de clase, el mérito, el ascenso social y la asimilación del estilo de vida hegemónico desplegado por las clases medias urbanas. En segundo lugar, se aprecia –en general– un diseño de vivienda para familias nucleares numerosas, con una significativa cantidad de mts2 construidos para la época (en la mayoría de las tipologías de vivienda superando los 100 mts2 por unidad). Muchas de estas viviendas se presentaban en tipologías de carácter continuo, todas construidas con materiales sólidos, donde se incluía un patio, jardín o ante-jardín (tipo chalet). La gran mayoría de las tipologías consideraba una planta baja y otra en altura. Algunas proyectaban su propia ampliación o subdivisiones interiores; otras incluían un porche con el objeto de estacionar (o proyectar) un vehículo para la familia. En tercer lugar, entre las variadas tipologías de viviendas construidas desde mediados de los años ‘50’ hasta mediados de los años ‘60’, es posible ir reconociendo aspectos interesantes en los diagramas de la intimidad y la privacidad de estos espacios, donde se va expresando una subjetivación de la habitabilidad típicamente moderna para un sujeto moderno, un modelamiento familiar que implicaba: tiempos, ritmos, trayectorias, distribuciones y jerarquizaciones de lo corporal con una clara división sexual y generacional del ambiente doméstico. Se observa una taxativa –pero nunca rígida– compartimentación, zonificación y distribución funcional de los distintos espacios domésticos con el objeto de

13

Perrot, Michelle. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 233.

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evitar la mezcla y la promiscuidad, el hacinamiento y la confusión inútil de actividades y cuerpos. Se configura al interior de las viviendas una nítida distinción y separación entre la cocina y el resto de los espacios, como por ejemplo el comedor, donde el uno y el otro se encuentran dialogando pero sin “contaminarse”. Aspecto que marca la diferencia con el mundo popular o tradicional, donde muchas veces la cocina formaba parte del espacio para comer y estaba anexada con otros espacios vinculados por ejemplo con el taller; formando parte de una unidad más híbrida y compleja. También aparece como innovación un “estar” o “living room” suficientemente amplio y cómodo para desarrollar la sociabilidad familiar y eventualmente extenderla hacia ámbitos que rebasan lo estrictamente familiar. Asimismo, se puede verificar la presencia de al menos un baño como unidad aislada e independiente desde el punto de vista funcional, equipado con diferentes artefactos sanitarios y cuyo suelo estaba recubierto con azulejos y/o cerámicos, marcando la distinción con el resto de la vivienda. Algunas tipologías incluyen lavaderos. Todo lo cual evidencia la relevancia del modelamiento en materia de higiene para la clase trabajadora. En definitiva, podemos dar cuenta de un nuevo diagrama de lo doméstico, una nueva cualificación del espacio de lo doméstico fundada en una microsegregación del universo de lo alimentario y sus protocolos de elaboración; una zonificación específica para las prácticas de la higiene y el desecho; lo mismo con el universo de la vigilia y del dormir; de la sociabilidad y del ocio; de la intimidad; etc. En el fondo, estamos en presencia de una nueva habitabilidad a partir de la introducción de nuevos espacios y artefactos para la familia de clase trabajadora, toda una economía política del ahorro, la obediencia y la eficiencia energética de lo corporal en un continuo entre la fábrica y la casa, los espacios del afuera y el adentro, lo público y lo privado. Por otra parte, en todas las tipologías de vivienda se observa una clara segregación de los dormitorios de padres-madres e hijos/as; distribuyendo y anclando de modo jerárquico el tiempo del dormir y el tiempo de la vigilia; y simultáneamente diferenciando los espacios para cada una de las generaciones. En esta parte del trayecto ya nos encontramos subsumidos en el universo de la anatomopolítica de la vivienda, cada individuo en su lugar, todo un arte y una analítica de las distribuciones y las combinaciones prescritas, donde es posible identificar tipologías de hasta 3 dormitorios destinados exclusivamente para los hijos e hijas, con un total de 6 camas de una plaza, sin contar la cama matrimonial de dos plazas en su respectivo y también amplio dormitorio; todos convenientemente iluminados con ventanas o ventanales. En algunos casos el dormitorio de pareja o matrimonio se situaba en la planta baja, acentuando la especialización y


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jerarquización anteriormente aludida; y privilegiando el aislamiento del espacio para el encuentro íntimo y reproducción de la fuerza de trabajo (Ver Figura N°1). Pensado así, el espacio de la vivienda, en ensamble con el del barrio, el de la fábrica, el de la escuela, el hospital, el del sindicato, el de la propia ciudad, implica un diseño de alto rendimiento que permite mediante mecanismos sutiles de vigilancia y autorregulación el identificar dónde y cómo debe encontrarse cada quién, tal como si se tratara de un laboratorio de micro-prácticas sociales, la vivienda como fábrica de conductas o la fábrica como factoría de cuerpos normalizados e interdependientes en sus tareas más simples y cotidianas. Más adelante, en las fases posteriores de diseño y construcción del proyecto habitacional ligado a la industria, es posible identificar tipologías que incluirían, además de los espacios normalizados y descritos hasta ahora para las primeras viviendas, un dormitorio de servicio con su respectivo baño independiente. Muy probablemente corresponden a tipologías de viviendas orientadas a segmentos de trabajadores calificados o sectores profesionales adscritos a la Siderúrgica. Por último, frente a las dinámicas de movilidad laboral y las tendencias itinerantes de la fuerza de trabajo, las políticas de vivienda de Huachipato se orientaron a privilegiar la promoción personal y acceso a la propiedad de las viviendas por parte de sus trabajadores, obedeciendo a criterios de estabilidad y anclaje de la fuerza de trabajo, donde el estilo de vida sedentario –en lo material y en lo emocional– fue legitimado en acoplamiento con el apego por los regímenes familiares hegemónicos, convenientemente ensamblados con los propios diseños de vivienda y vida urbana dominante en ese período. Con todo. “La casa y el cuerpo se encuentran íntimamente unidos. La casa es una extensión de la persona, una especie de segunda piel, un abrigo o caparazón, que exhibe y despliega tanto como esconde y protege. Casa, cuerpo y mente se encuentran en una continua interacción; la estructura física, el mobiliario, las convenciones sociales y las imágenes mentales de la casa permiten, moldean, informan y reprimen al mismo tiempo las actividades y las ideas que se desarrollan dentro de sus paredes”14.

14

Carsten, J. y Hugh-Jones, S. Citado en Mc-Dowell, Linda, Madrid, Ediciones Cátedra, 1999, p. 141.

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CONSTRUYENDO LA FAMILIA HUACHIPATINA: EL (MICRO) PODER DEL DISCURSO Las palabras, el discurso, no son un simple mecanismo comunicacional o medio de expresión de ideas, sino que desde nuestra perspectiva constituyen un medio de ejercicio del poder, un instrumento de acción y de poder, y por tanto generan efectos sobre las prácticas sociales cotidianas de los individuos y los grupos humanos; así la influencia de un discurso se encuentra determinada por las condiciones materiales e institucionales de su puesta en circulación15. Los sujetos muchas veces más que producir creativamente discursos, son construidos por estos discursos; muchos de estos discursos tienen un carácter hegemónico debido a sus condiciones institucionales de producción y difusión, penetrando cotidianamente la existencia social a través de diferentes soportes. Este es el caso del discurso hegemónico en torno a la familia, que se convierte en el eje articulador a partir del cual la empresa Huachipato fue modelando el tipo de trabajador que requirió, generando los mecanismos de control que le permitieron cumplir sus objetivos tanto de productividad como de gobernabilidad social y política. Para lograr los objetivos propuestos la empresa crea el concepto de la familia huachipatina y crea un órgano difusor y propagandístico de las ideas de paternalismo industrial que se estaban implementando. Esta fue la Revista Huachipato, publicación oficial de la empresa, la que se publica entre 1953 y 1971, llegando a 125 números, transformándose en un agente comunicacional y táctico para la mediación e internalización de una política general de la verdad16. En el editorial del Nº 1 aparecida en octubre de 1953 se hace explícita mención a que la revista va dirigida a todo el personal de la empresa, con el objeto de mostrar el trabajo, la seguridad, las actividades culturales, el deporte y la vida social. En la práctica se convierte en un órgano de difusión de las actividades de la empresa dirigida a los trabajadores, se muestran cuestiones vinculadas al trabajo y al crecimiento de la empresa, como también las acciones dirigidas a la familia en su conjunto. La idea era ir comunicando las acciones, pero también y de manera relevante el ir generando una identificación de los trabajadores con la empresa, por eso se crean secciones tan relevantes como Conozca mi trabajo compañero. En ella se muestra lo que hacen en cada una de las secciones de la planta, explicando sus funciones, con fotos de los trabajadores. Otro aspecto que ocupa un lugar destacado en la revista es la destinada a generar propaganda de las políticas de bienestar que la empresa tenía, sobre todo aquellas

15 16

Bourdieu, Pierre. Madrid, Akal, 1985. Foucault, Michel,


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vinculadas al servicio social a cargo de un grupo de visitadoras sociales, estas son las que articulan las relaciones entre la familia huachipatina y la empresa. Uno de los ámbitos recurrentes para la difusión fue la educación, tema que si bien no tenía una sección específica en la revista, en casi todos los números hay información. La acción de la empresa en esta materia es muy temprana, desde la etapa del campamento, cuando se construía la planta, se instaló la Escuela Experimental Nº16 (1949), usando para ello las herramientas que la plataforma educacional estatal posibilitaba, y si bien fue una escuela pública, la presencia e influencia de la empresa fue enorme. El objetivo de la escuela era dar educación formal a hijos e hijas de los trabajadores, pero también se convirtió en un centro de actividades vinculadas a moldear el tipo de familia que se requería. El vínculo escuela-empresa fue explícito. El tipo de educación que los y las menores recibían era una forma de acercarlos a las necesidades de mano de obra de la empresa, de allí que se incorporaba lo que se denominó, el grado vocacional en el cual los varones recibían instrucción en oficios como mecánica, electricidad y carpintería. Muchos de ellos eran incorporados desde temprana edad en la industria, comenzando como alumnos en práctica (que se presentaban como becas) y muchos de ellos se transformaron con el tiempo en trabajadores de planta de la empresa. El grado vocacional de las niñas eran costura, tejidos y economía doméstica, es decir, labores propias de su sexo. Existió una clara diferenciación de género, los varones eran educados para hacer frente al mundo del trabajo fuera de la casa, oficios pensados para talleres e industrias; en cambio las niñas para ser buenas reproductoras del modelo de la madre-esposa (Ver Figura N°2).

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Así se lograba cumplir el ideal de la empresa: obreros instruidos y capaces de seguir las instrucciones, para lo cual la nivelación de estudios era muy relevante. También se lograba moldear la familia deseada, por ello a las mujeres se les enseñaban actividades que les permitiera ser mejores madres y esposas; y en el caso de los varones se pensaba en cómo ocupar de mejor manera su tiempo de ocio, cuestión central para alejarlos de los vicios peonales aún muy presentes (el burdel y la taberna). Otro aspecto del modelamiento de los cuerpos tiene que ver con el ámbito de la salud. En este sentido el primer protagonista de las políticas era el trabajador, entendido como un sujeto varón. Es él quien está expuesto a más riesgos en el espacio del trabajo, para lo cual se generó una gran campaña propagandística de Seguridad. La Revista tenía una sección denominada Seguridad ante todo, la que a través de herramientas pedagógicas, basadas en cuentos y caricaturas se le advertía a los trabajadores de los riesgos y se le enseñaban las medidas de seguridad. En una primera etapa, la enseñanza era más explícita en torno a los riesgos y por lo tanto las precauciones que se debía tener en el trabajo, considerando que para la empresa el elemento clave en los accidentes laborales era la poca precaución tomada por los trabajadores y el no cumplimiento de las normas de seguridad establecida por los organismos pertinentes dentro de la empresa; con el tiempo fue siendo más informativa, en torno a los medios e instrumentos de seguridad. Frecuentemente se informaba de los beneficios de usar los mecanismos de seguridad, como lo relató un trabajador en 1955.

Pero la escuela no se agotaba en las actividades formales de niños y niñas, también actuó como un centro social, a partir del cual el servicio social comenzó a implementar cursos para los otros miembros de la familia. En 1954 se informaba de las actividades para la educación de adultos que la escuela realizaría en ese año: “Alfabetización y Cultura Primaria para obreros de CAP. Costura, Zurcidos, Remiendos, Tejidos y Economía Doméstica para esposas y familiares de los operarios que viven en el Campamento. Además, y con la cooperación de algunos operarios carpinteros del Campamento, se está proyectando el funcionamiento de un Mueblería, los que aprovechando las horas libres, iniciarán la construcción en serie de muebles apropiados para el hogar y de venta económica”17.

17

Un nuevo año de fructífera labor se inicia en la Escuela Experimental Nº 16 de Huachipato. Huachipato. Concepción. Año I. Nº5. Febrero 1954.

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“Me encontraba trabajando, como de costumbre, en mi puesto de pasador y estábamos laminando alambrón cuando oí un grito de alerta de mis compañeros que me señalaban el peligro (…) al levantar la cabeza recibí un fuerte golpe por una de la barras al rojo… El impacto lo recibió la máscara a la altura del ojo derecho… y si no es porque estaba con ella puesta, habría recibido una quemadura en la cara de graves consecuencias. Muchas veces por descuido o comodidad, trabajaba sin la máscara puesta, pero ahora tanto yo como mis compañeros no dejamos de colocarnos este eficaz medio de protección18”. La preocupación en torno a la salud de los trabajadores no se agotaba en el tema de los accidentes de trabajo, sino que avanzaba mucho más e incorpora-

18

Máscara salvó de grave accidente a operario. Huachipato. Concepción. Año I. Nº 5. Febrero 1954.


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ba el concepto de una salud preventiva en dos aspectos: en primer lugar, prevención de enfermedades a través de consejos de cuidados de la salud y advertencia sobre ciertas enfermedades; en segundo lugar, las recomendaciones para llevar una vida sana. Para esto se consideraban dos cuestiones claves: por un parte, la importancia de llevar una buena alimentación, con una dieta balanceada, y por otra, la realización de ejercicios físicos, la cual se estimulaba a través de las prácticas deportivas, ampliamente difundidas por la empresa a través de la Revista. La preocupación por la salud iba más allá del trabajador, incorporando también a su familia; para ello se van a crear centros de salud internos, que si bien se piensan en primer lugar como atención primaria en caso de accidentes, tempranamente en los policlínicos y postas de primeros auxilios se instalaron espacios para la salud de la familia, para lo cual se contrataron especialistas, como matronas, pediatras y dentistas. Con esto en el espacio de salud, la frontera del adentro y afuera de la empresa una vez más, se diluyó. Con el tiempo agregó un apoyo de salud más completo y con una red mayor de convenios para la familia huachipatina, bajo la lógica de un moderno seguro de salud. El círculo se cierra con reiterados artículos en la revista destinados a dar consejos vinculados a la salud de los niños, la seguridad al interior del hogar, la prevención de accidentes en la casa, etc. Un ámbito muy destacado en la lógica del trabajador sano y bien entretenido es el énfasis dado al Deporte; en todos los números de la revista hay una sección dedicada a informar sobre los logros de cada una de las ramas deportivas que se cultivaban dentro de la empresa, tanto de adultos como de niños. Esta preocupación se tradujo en la creación de un moderno campo deportivo, para lo cual se crea la Sociedad Campos Deportivos Huachipato S. A., cuyos capitales estarían integrados por la CAP y el Club Deportivo Huachipato y sus socios.

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pectáculos y cuya construcción deberá contar con los aportes necesarios del Estado y una zona exclusiva para los socios del Club19”. En este moderno campo se construyeron instalaciones para la práctica de diversas actividades como el fútbol, básquetbol, voleibol, hockey, atletismo, entre otras. La empresa se involucró directamente en la construcción de este enorme complejo deportivo, generando un espacio para que los trabajadores y sus familias tuvieran acceso efectivo, a un campo deportivo que les permitiera llevar una vida sana a través del deporte. Otro aspecto relevante de cómo se moldean los cuerpos y los espacios en los cuales se va constituyendo esta familia huachipatina, fueron las actividades que la empresa realizó a través del departamento de servicio social, las que mayoritariamente estaban dirigidas no al trabajador dentro de la industria sino al de afuera. El tema de los niños y niñas fue central, no solo por la influencia de la empresa en la creación de la escuela, sino también en darles mayor bienestar, lo que se realizó a través de dos mecanismos: el entretenimiento y el fomento de la educación secundaria y terciaria. En el campo del entretenimiento se destacaban las fiestas que realizaban sobre todo para Navidad a la cuales se le dio mucha cobertura, sobre todo al reparto de regalos; en casi todos los años aparecen artículos sobre dicha fiesta y los tipos de regalo, incluso con fotos, a lo cual se agregan la información sobre las gestiones que se hicieron para comprarlos y la forma en que se decidieron los tipos de regalos entregados. También se difundía la realización de las colonias de verano, organizadas para mantener a los niños y niñas ocupados y entretenidos en el verano, a cargo de una o más visitadoras sociales de la empresa. Allí se realizaban actividades de juego, recreación, compañerismos, se les daba una buena alimentación, etc. Respondiendo a la misma idea estuvo la creación de las Brigadas de Boys Scouts que se vinculaban a este tipo de actividades. En cuanto al fomento de

“¿Qué pretende el Club Deportivo Huachipato? Servir a la industria y a todo el personal que en ella trabaja, a través de una organización deportiva bien orientada y eficientemente dirigida (…) Los Campos Deportivos Huachipatos, se levantarán en la Villa Presidente Ríos, moderna ciudadela en la que vivirá toda la población huachipatense. El anteproyecto, confeccionado por la firma de arquitectos especializados García Huidobro del Canto, ha sido terminado y su hermosa maqueta se encuentra ya en nuestro poder. Estos campos deportivos comprenden dos zonas: Una pública destinada a grandes es-

la educación superior, esto se materializaba en la entrega de becas y los logros de estos jóvenes se difundían a través de la Revista. La preocupación de la empresa en el afuera de la industria se tradujo en propiciar la creación de organizaciones sociales, dirigidas esencialmente a niños/ as, jóvenes y mujeres. Bajo la tutela directa –una vez más– de las visitadoras sociales de la empresa. La mayor parte de los esfuerzos estaban dirigidos a las

19

En marcha construcción de campos deportivos. Concepción. Año IV. Nº 39. Diciembre 1956. p. 5.


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mujeres, modelando la esposa y madre que el modelo de desarrollo requería. En la Revista existe una sección llamada Para ellas; es una sección completamente estereotipada que lo que buscaba era modelar una mujer ideal, aquella

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pero no fueron relevantes para instalarlas dentro de lo que interesaba difundir, porque los sujetos relevantes para la empresa eran el trabajador y su esposa; ellos representaban la imagen que se construía de la familia huachipatina.

preocupada por su belleza y cuidado personal y el de niños/as y el cuidado del hogar; se entregan recetas de cocina, se les enseñaba realizar adornos navideños, juguetes, ropa, etc. Ese era el concepto de mujer que tenía la empresa, expresada en la revista. Se propició además el modelamiento temprano, para lo cual se creó un grupo juvenil para las jóvenes “que reúne a las hijas o hermanas solteras de los pobladores y cuya edad va de los 14 a los 23 años y en donde se les prepara para la vida de hogar, con reuniones mensuales y charlas”20. Una de las organizaciones más importantes y a la cual se le dio mucha cobertura en la revista son los Centros de Madres; se informa sobre las actividades, los cursos que se realizaban (costura, tejidos, bordados, etc.); la información iba siempre acompañada de fotos de las socias en las reuniones, fiestas, charlas, etc. (Ver Figura N°3). El cierre de este modelamiento de la familia lo constituía la sección iconográfica de la familia huachipatina. Se crea una sección especial denominada Nuestros hijos, en la cual se mostraban fotos de hijos e hijas de los trabajadores, con el objeto de que fuesen conocidos por todos los miembros de la comunidad. También se le dio cobertura a eventos sociales, como matrimonios, bautizos, primeras comuniones, despedidas de solteras, etc. La Revista tuvo un rol propagandístico del modelo de familia que se quería, es decir, la familia huachipatina compuesta por el trabajador, su esposa y sus hijos e hijas. Fiel a este principio, el trabajador era teóricamente un sujeto varón. Para la revista las trabajadoras tuvieron un rol más ambiguo, por lo tanto su cobertura era muy distinta a la de sus compañeros. Por lo general, fueron tomadas como excepción y en el tratamiento que se les daba se reproducían los estereotipos de género; se le dio mucha cobertura por ejemplo, a la elección de reinas en la época de aniversario de la empresa, se mostraban fotos de las candidatas, de sus actividades, etc. Por lo tanto, el modelo de feminidad no estaba representado en la trabajadora, sino por la esposa, la que se transforma en la agente central de esta política propagandística del modelo de familia deseada. De hecho, al interior de la revista prácticamente no aparece ningún artículo vinculado a las leyes de protección a la maternidad que contiene el Código del Trabajo, aunque sí otras materias del mismo código. No es que no se cumpliera la ley,

20

Un servicio social organizado rige las actividades comunes en la Villa “Pdte. Ríos”. Huachipato. Concepción. Año III. Nº37. Octubre 1956. p. 4.

CONSIDERACIONES PARA LA DISCUSIÓN Hasta aquí podemos ir sosteniendo la existencia y la identificación de una red de mediaciones –un soporte complejo– para hacer efectivo el control material sobre la vida y la reproducción del orden social, tanto en la escala micro como en la escala macro social. Estas mediaciones y articulaciones son interdependientes y se ubican a modo de trama entre el campo del control directo sobre lo corporal y el campo más global de la gestión de las poblaciones humanas. Así van surgiendo y consolidándose diversos dispositivos mediadores de dicho control, como son, en un nivel más global: el paternalismo, el higienismo, el urbanismo, la arquitectura, la planificación social, la medicina, las propias políticas de asistencia social, de seguridad, de vivienda, etc. En otro nivel más micro-social se observa la consolidación y legitimación de un régimen particular de familia, los agentes y técnicos que trabajan vigilantes e inmersos en la propia vida cotidiana de las familias de los operarios de la fábrica, el rol de los medios de comunicación de tipo corporativos, los centros de madres, el impulso de parte de los clubes deportivos para llevar una vida más saludable, y la casa, la vivienda como dispositivo difuso y por lo mismo privilegiado para el control y la sujeción espacial de los cuerpos y los vínculos. De este modo, el paternalismo de tipo industrial adquiere una particular relevancia a partir del siglo XIX en Europa, y en el caso examinado en este trabajo, es a finales de los años 40’ cuando se materializa en una empresa mixta, con una fuerte presencia estatal, como lo fue Huachipato. Aquí hemos asumido al paternalismo –en tanto tecnología de gobierno– como un estrato susceptible de identificar en una red de mediaciones sociales para el control social y político de la fuerza de trabajo, pero sobre todo de la ciudadanía, sus cuerpos, la gestión de sus vidas. Como de Gaudemar bien lo plantea –aplicando el enfoque genealógico– se trata de un “paternalismo extensivo”; esto es, que sea capaz de colonizar el más allá de la fábrica, su exterioridad, avanzando hacia la legitimación de un poder que es co-extensivo a las relaciones laborales en la fábrica y a las relaciones familiares en la casa, con el propósito de obtener efectos simultáneos de docilidad, obediencia, admiración, afectos corporativos y utilidad de parte de súbditos y subordinados21. Con esta fórmula del paterna-

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De Gaudemar, Jean-Paul. Madrid, Editorial Trotta, 1991.


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lismo podríamos decir que se inaugura una especie de cruzada moral de parte del patrón y sus agentes vigilantes por averiguar, informarse y conocer microfísicamente la vida cotidiana de sus operarios, sus aflicciones y alegrías, sus reclamos y demandas, sus esperanzas y proyecciones como grupo social22. Mediante este modelo, o esquema de gobierno de la conducta humana, el patrón gestiona la vida del obrero dentro y fuera de la fábrica. Es decir, controlando el extra-muro de la fábrica se logra disciplinar el intra-muro de la fábrica; disciplinando el exterior se gobierna la propia fábrica, esto es, el paternalismo extensivo. Lo anterior se logra sólo con una red de mediaciones como las que ya hemos descrito en este trabajo. La máxima expresión de este esquema se alcanza precisamente con la cristalización de las ciudades obreras, que de utopías pasaron a realidad en su momento. La ciudad-obrera fue iniciativa y desarrollo de la propia empresa, pues a ella le pertenecían las instituciones, la infra-estructura, la escuela, los centros de abastecimientos, el cuartel de bomberos, el teatro, la cancha, el gimnasio, el club social, etc. Ciudad-industria como ciudad máquina, “nueva” mediación más compleja y sistémica para el ajuste y el ensamble entre la anatomopolítica y la biopolítica, entre lo micropolítico y las macro-políticas desarrollistas. Por su parte, en este diseño social, la sedimentación del saber acumulado por parte de los diversos estratos del conocimiento, la ciencia y la técnica, irán fuertemente imbricados con los mecanismos de poder que los han generado previamente y cuya emergencia se encuentra adscrita a contextos socio-históricos concretos. Estos saberes como el urbanismo, el higienismo, la medicina, el trabajo social, la sociología, también constituyen complejas mediaciones para el control (acaso vástagos del propio poder en sus primeras aplicaciones), pues el poder –en tanto relación social– produce y genera saberes que refuerzan el orden, el consenso social y neutralizan la desviación y el conflicto social. Y quien ejerce el poder impone su saber, su política general de la ver-

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La empresa en el año 1948 crea el cargo de Asistente Social, con el objeto de asesorar a la Administración en la solución del problema habitacional que presentaba el personal contratado en esa época, y en 1964 ya contaba con un equipo de catorce Asistentes Sociales, el que tenía la responsabilidad de atender a 5.134 personas, entre obreros y empleados y familiares. En el caso del Servicio Social interno se orientaba especialmente a la atención de los problemas individuales derivados por desajustes en el trabajo, conflictos familiares, desequilibrio en el presupuesto, alcoholismo, etc. Asimismo, destacan estudios constantes de la empresa a través de la unidad de Servicio Social, sobre problemáticas como el alcoholismo o la deficiente nutrición de sus trabajadores y empleados. Para profundizar estos aspectos, revisar Bresel, Graciela, “Experiencias con grupos en el medio industrial”. Memoria de prueba para optar al título de Asistente Social. Concepción, Universidad de Concepción, 1964.

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dad, excluyendo y silenciando los saberes heterodoxos, los saberes populares, los saberes de la calle. Otro aspecto central a destacar como mediación en este marco lo conforma la familia, pues se observa la importancia que se le da al trabajador, en tanto modelo la masculinidad hegemónica, representado en la imagen del operario responsable y esforzado dentro y fuera de la industria. En interdependencia, el modelo de feminidad hegemónico aparece representado por la madre-esposa, leal y abnegada. Del otro lado, la mujer que trabaja, la mujer-operaria, se transforma casi en una anomalía dentro de este esquema, por lo que es ignorada e invisibilizada por los discursos predominantes. Completan el cuadro los niños y niñas. Es en el fondo este régimen familiar dominante el que se constituye en un puente, en articulación convexa para el control y el orden macro y micro social, es decir, entre las políticas estructurales de desarrollo –implementadas por agentes privados y públicos– y la expresión material de dichas políticas en los espacios domésticos de la vida cotidiana y la intimidad familiar. La familia se convierte en un instrumento a través del cual se materializan las políticas que moldean los cuerpos en el nivel de las prácticas cotidianas; en este caso cuerpos atravesados por el discurso y el sueño de la familia huachipatina. De modo que se hace posible ir identificando al interior del proceso descrito hasta aquí, una red compleja e interdependiente de mediaciones capilares –algunas veces más explícitas, otras veces más difusas– que tienen como objetivo reforzar la eficacia y la eficiencia del control social tanto en el nivel estructural (las poblaciones, la especie) como en el nivel cotidiano (el cuerpo, los gestos, los actos); sin esas mediaciones para el control y la dominación no hay posibilidad para los incesantes procesos de acumulación y reproducción de capital, cuerpos y fuerza de trabajo. Por otra parte, destaca como tensor de esta red de mediaciones el departamento de Servicio Social de la empresa, cuyo rol central y difuso estaba dado por la coordinación logística del modelamiento, a través de las funciones asignadas al personal de las Visitadoras Sociales; ellas son las agentes que se insertan e ingresan al tejido capilar de la vida privada de las familias y desde dentro de los hogares van configurando los mecanismos más eficaces para poner en juego materialmente la operatividad de los modelos ideales de escala macro y micro. También es posible identificar en tanto mediación del control social, una suerte de especialización del espacio; ello a partir de la conformación de la vivienda para los operarios. La casa para el nuevo asalariado de Huachipato se constituyó simbólicamente en un signo de prestigio y posición social, y fácticamente


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logró materializar el sueño del ascenso social. Así, planteamos en este contexto que el espacio de la casa constituye mucho más que una estructura física, es decir, un techo y cuatro paredes, ya que la casa además de configurar un espacio físico confortable para ser habitada y ocupada por la “moderna” clase asalariada, se constituye –por sobre todo– en un conjunto de pautas y regulaciones, esto es, un micro-orden social, un diagrama espacial que hace rendir la intimidad mediante una economía política de lo corporal y lo sexual. La casa supone una mediación –a nuestro juicio– emblemática para la internalización del orden y la normalización de una familia-tipo ensamblada con los modelos macro-sociales y las políticas de desarrollo imperantes en los años 50. Así, “(…) el espacio doméstico es “la representación material del orden social” y la “reproducción social se consigue perpetuando simbólicamente el orden social representado en el hábitat”23. La casa configura un reciente y nuevo modo de habitar, en tanto produce un nuevo ambiente para las clases asalariadas modernas: el ambiente de lo doméstico como forma de vida, otrora aspiración exclusiva de las clases medias, luego aspiración internalizada y masificada en las clases asalariadas. Asimismo, este ambiente produce una mayor trasparencia en el control social y espacial, es decir, una mayor predicción de las localizaciones y desplazamientos corporales, y al mismo tiempo un mayor esfuerzo, compromiso y autodisciplina de parte del operario para sustentar la bio-economía que ello implica. Aquí la casa y el ambiente doméstico que esta construye, va colonizando los cuerpos de quienes lo habitan y con ello también los va modelando; “cada vivienda sintetiza las normas societales del espacio colectivo como si se tratara de un micro orden inmutable. El individuo interpreta y aplica las nociones que sobre tiempo y espacio la sociedad le ha enseñado, fundamentalmente a base de asignarle a él como a los demás un lugar en el espacio y un ritmo en el tiempo”24. Pero la casa y su ambiente doméstico también se va definiendo por oposición a la calle y su sociabilidad, pues genera una tendencia al ensimismamiento del grupo familiar, privilegiando un tipo de interacciones sociales que debilitan el interés por lo público, fenómeno asociado típicamente al habitus de las clases medias y que en contexto que analizamos comienza a permearse y extenderse al ámbito de las clases trabajadoras. La vivienda para este estrato de operarios implicó la sujeción de los cuerpos a ese nuevo régimen de ritmos, tiempos, distribuciones, jerarquías y subordinaciones

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Bahloul, J. Citado por McDowell. Madrid, Ediciones Cátedra, 1999, p. 113. González, María José. Madrid, Editorial Fundamentos, 2000, p. 65.

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sexuadas del espacio. Dicho micro-orden supuso el acoplamiento y la estrecha interdependencia con otros órdenes, en este caso el orden exterior; el orden de la calle, del barrio, del consumo, de la propia ciudad y la producción industrial. Así, la casa en tanto mediación estratégica del disciplinamiento colectivo en este segmento social, se va prefigurando como un “nido” y como un “nudo”25 de la fabricación de nuevos sujetos y de las intrincadas relaciones que operan entre el saber, el poder y la conformación de los espacios para el control social. Por tanto, reconociendo que no se trata de una burda operación de ortopedia social o de una división sexual rígida de los espacios, observamos –a partir de la segunda mitad del siglo XX– signos que dan cuenta de una superposición compleja de mediaciones disciplinarias y normalizadoras que han apuntado a extender e intensificar las funciones de gobierno más allá del estado, y que operan de modo interdependiente tanto en el espacio de la fábrica como en el espacio en lo doméstico, redefiniendo constantemente las relaciones y demarcaciones entre lo público y lo privado, entre el espacio colectivo y el espacio de la intimidad familiar. De modo que, ya no se trata tanto de interiorizar el orden social mediante estructuras disciplinarias verticales y explícitas, sino que de una modelación social más ubicua, que incluye desde un componente socio-afectivo en el caso del paternalismo industrial e interiorizado por los sujetos, hasta sistemas de bienestar, de promoción de la salud y la higiene, diseños de viviendas y barrios para familias de trabajadores, formateos de los espacios de ocio y esparcimiento, etc. Es decir, una red de gobierno que desborda las fronteras de la intervención directa del Estado, pero donde ese desborde implica que dicha función de soberanía se desterritorializa para hacerla operar en tramas institucionales que se inscriben en el campo de la vida cotidiana de los actores sociales. Finalmente, queda pendiente como desafíos futuros y para la siguiente fase de esta investigación la pregunta por las formas en que el mundo de la clase trabajadora, tanto de varones como de mujeres, contestó, se apropió y reelaboró –táctica y creativamente– los modos de control promovidos por el paternalismo industrial y la red más difusa para la gestión del territorio y el tejido social, particularmente los vinculados a desarrollos industriales en la zona de Tomé, Coronel y Talcahuano durante los años 40’ y 70’, en el contexto del Gran Concepción.

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Ariès, Philippe y George Duby, Volumen 7. Madrid, Taurus, 1991.


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Ariès, Philippe y George Duby, Historia de la vida privada. Volumen 7. Madrid, Taurus. 1991 Bourdieu, Pierre, Qué significa hablar. Madrid, Akal, 1985. Brito, Alejandra, De mujer independiente a madre, de peón a padre proveedor. La construcción de identidades de género en la sociedad popular chilena (1880 -1930). Concepción, Ediciones Escaparate, 2005. Duby, George. “Prefacio a la Historia de la vida privada”.Ariès, Philippe y George Duby (dir.). Historia de la vida privada. Tomo 1. Buenos Aires, Taurus Alfaguara. 2001. De Gaudemar, Jean-Paul, El orden y la producción. Nacimiento y formas de la disciplina de fábrica. Madrid, Editorial Trotta, 1991. Echeñique, Antonia y Concepción Rodríguez, Historia de la Compañía de Acero del Pacífico S.A. “Huachipato: Consolidación del proceso siderúrgico chileno 1905-1950”. Santiago, CAP, 1990. Foucault, Michel. Microfísica del poder. Madrid, Ed. La Piqueta, 1992.

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Fuentes, Pablo. y Leonel Pérez, “Vivienda obrera en Concepción: La Villa Presidente Ríos primera ciudad moderna en Chile”. Hidalgo, Rodrigo y María José Castillo (eds.). 1906-2006: 100 años de vivienda y barrio. Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile, Universidad Andrés Bello – Universidad Central de Venezuela. 2007. González, María José. Políticas y estrategias urbanas. La distribución del espacio privado y público en la ciudad. Editorial Fundamentos, Madrid, 2000. Le Corbusier, La ciudad del futuro. Buenos Aires, Ediciones Infinito, 2003. McDowell, Linda, Género, identidad y lugar. Un estudio de las geografías feministas. Madrid, Ediciones Cátedra, 1999. Perrot, Michelle, Historia de las alcobas. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2011.

Figura 3. Actividades del Centro de Madres de la Villa Presidente Ríos Fuente: Huachipato, Año IV Nº 46, Julio 1957, p.12

Rebolledo, Pía, “Contribuciones de la empresa Huachipato a la formación del espacio residencial en Concepción. Estudio de cuatro conjuntos residenciales”. Seminario de grado carrera de Arquitectura. Concepción, Universidad de Concepción, 2012.


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REFORMA, MODERNIZACIÓN Y CONFLICTO POLÍTICO EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE, 1963 - 1973 Aldo Casali Fuentes

Artículos

HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 1 - 2015 [37-71]

Fuentes, Pablo. “Mort de la rue o la introducción de los principios del urbanismo moderno en Chile. Ejercicios de la época”. Revista Urbano. Vol.9. Nº14. Concepción. 2006. Illanes, María Angélica, “Entre ‘madres’. Maternalismo popular e hibridación cultural. Chile 1900-1920”. Nomadías. Santiago de Chile. Serie Monografías. Programa de Género y Cultura en América Latina – Editorial Cuarto Propio. 1999.

REFORMA, MODERNIZACIÓN Y CONFLICTO POLÍTICO EN LA UNIVERSIDAD DE CHILE, 1963-1973 REFORM, MODERNIZATION AND POLITICAL CONFLICT AT UNIVERSIDAD DE CHILE, 1963-1973

Aldo Casali Fuentes*

Sierra Álvarez, José, “De las utopías socialistas a las utopías patronales: para una genealogía de las disciplinas industriales paternalistas”. REIS. Nº26. 1984. Sierra Álvarez, José, “Políticas de Vivienda y Disciplinas Industriales Paternalistas en Asturias”. ERIA. Revista Cuatrimestral de Geografía, Universidad de Oviedo N° 8. 1985.

[Recibido el 27 de agosto de 2014 y Aceptado el 18 de diciembre de 2014]

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Universidad Andrés Bello, Chile. aldo.casali@unab.cl

Resumen El presente es un estudio histórico de la “reforma universitaria” en la Universidad de Chile, vista en una década de perspectiva histórica, 1963-1973. A partir de la revisión de las Actas del Honorable Consejo Universitario, los testimonios de sus actores más relevantes y los datos de los autores mejor informados, buscaremos interpretar adecuadamente las particularidades institucionales del proceso. Es corriente observar referencias a la “reforma universitaria” como si se tratase de un proceso unívoco y homogéneo en todas las universidades en las que tuvo lugar. Sin embargo, las particularidades de cada experiencia permiten sostener la singularidad del proceso en la Universidad de Chile. Observaremos la evolución del proceso reformista en la Universidad de Chile, desde una etapa de modernización institucional, pasando a una etapa de reforma estructural de la corporación, pero que devino finalmente en una etapa de conflicto político creciente, que no pudo ser superado antes del quiebre de 1973. Buscaremos mostrar la estructura institucional de la Universidad de Chile, constatando las transformaciones que surgen como resultado del proceso de reforma universitaria. Palabras clave: Reforma universitaria, Universidad de Chile, modernización, reforma, conflicto político.

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Profesor-Investigador de la Facultad de Educación de la Universidad Andrés Bello.


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Abstract The present article is a historical study of the “university reform” at Universidad de Chile, which has been seen in the historical perspective of the 1963-1973 decade. We will try to correctly interpret the institutional particularities of the process from the revision of the Acts of the Honorable University Council, the testimony of its most relevant actors and the information given by better informed authors. It is very common to read and listen to references of the “university reform” as if it was a univocal and homogeneous process in every university in which it took place. However, the particularities of each experience support the singularity of the process at Universidad de Chile. We will take a look at the evolution of the reform process at Universidad de Chile starting from an institutional modernization stage, going through a corporation’s structural reform that eventually ended in a growing political conflict stage that could not be overcome before the 1973 breakdown. We will try to show the institutional structure of Universidad de Chile establishing the transformations that arose as a result of the university reform process. Keywords: University reform, Universidad de Chile, modernization, reform, political conflict.

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sidad de Chile para el período 1963 – 19731. De esta manera, nuestra observación trata sobre las dinámicas de modernización y reforma que afectan la institucionalidad universitaria, razón por la que se enmarca en los parámetros (fundamentalmente) de una aproximación histórica institucional. Al realizar la revisión bibliográfica, es posible constatar que la mayoría de las investigaciones sobre el tema se han desarrollado desde un enfoque sociológico y no necesariamente historiográfico. De esta manera, el riguroso trabajo heurístico que implica la recopilación de fuentes primarias y su posterior crítica no es en absoluto concluyente en el estado actual del conocimiento. Así, los agudos análisis sobre el problema de la reforma, si bien son un notable aporte para la fase hermenéutica2, no es menos cierto que el trabajo sobre los archivos documentales permitiría falsear muchos supuestos. Aunque la historiografía debe superar lo meramente conmemorativo, al cumplirse más de cuarenta y cinco años de las acciones que el movimiento estudiantil desarrollara en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile: investigaciones como estas permitirían comenzar una retrospección crecientemente más profunda y así evitar lo que Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez llaman “la escasa memoria del movimiento estudiantil”3. En nuestra interpretación del proceso ocurrido en la Universidad de Chile, si-

INTRODUCCIÓN En el contexto de cambio cultural de la sociedad occidental, incubado en los cincuenta y cuya explosión se verificó de la mano del protagonismo de los jóvenes en los sesenta, se reconocen de forma destacada las movilizaciones estudiantiles: las de Praga, París y Tlatelolco, lo mismo que las de Chile. Es una época donde la “revolución” se pone de moda, la dimensión de los cambios, que conforme a ella se exploran, comprenden una modificación estructural que ambiciona la transformación de todo el “sistema”.

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En Chile, el protagonismo de ese espíritu de cambio estuvo expresado, como actor relevante, en el movimiento estudiantil dentro del proceso de “reforma universitaria”. Sin embargo, la reforma no es unívoca y adquiere la fisonomía de las distintas culturas institucionales de las universidades en las que tuvo lugar, transformando el proceso general en una pluralidad de experiencias particulares que deben ser estudiadas y comprendidas en su singularidad. Desde dicha perspectiva, elaboramos una interpretación del proceso histórico de reforma universitaria ocurrido al interior de la Universidad de Chile, a partir de la revisión de las Actas del Honorable Consejo Universitario de la Univer-

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Es decir, desde el inicio del rectorado de Eugenio González R. hasta el fin del rectorado de Edgardo Boeninger K. y el advenimiento del régimen militar. No obstante aquello, más adelante proponemos una periodificación que podría considerar el rectorado de Juan Gómez Millas (1953-1963) en lo referente al proceso de modernización (volveremos sobre este punto). Las Actas del Honorable Consejo Universitario son la publicación de las sesiones del Consejo Universitario, organismo superior de la Casa de Bello encargado de aprobar decisiones del más alto nivel en conformidad al Estatuto de la Universidad de Chile. Estaba compuesto por el Rector, los Consejeros (Decanos de Facultades y representantes del Ejecutivo) y el Secretario General. Su función principal era fijar la política global de la Corporación (política universitaria) y, dentro de sus atribuciones, cabría señalar que el Consejo debía aprobar, pronunciarse y proponer sobre los aspectos relevantes de la Universidad. Los documentos están ubicados en el Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile, específicamente, en el Catálogo Bello. Su organización es por tomos y cada uno de ellos contiene la transcripción de las Sesiones del Consejo (ordinarias y extraordinarias) y sus respectivos anexos. No contiene un índice temático o de otro tipo a nivel general, sino que están ordenados cronológicamente. Asimismo, la numeración es de cada documento por separado y muchos sencillamente no están numerados. Dado que tampoco hay una numeración de los tomos, hemos decidido ordenarlos de forma correlativa según la periodificación de cada rectorado. Estamos pensando en las tesis de Carlos Huneeus, Felipe Agüero, Raúl Atria, José Joaquín Brunner, Manuel Antonio Garretón y Sofía Correa. Correa, Sofía y Manuel Antonio Garretón, Universidades chilenas: historia, reforma e intervenciones. Tomo I. Biblioteca del Movimiento Estudiantil. Santiago, Editorial SUR, 1985, p.6


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guiendo y adaptando las distinciones conceptuales de Huneeus4, es posible aseverar que existió una dicotomía entre la modernización de la universidad –encabezada por los estamentos académicos, las autoridades y los estudiantes organizados institucionalmente– y la reforma de la universidad –llevada a cabo por el movimiento estudiantil y caracterizada por ciertos hitos que marcan el proceso–, que finalmente encuentra su epílogo en un creciente conflicto político de la corporación durante la última etapa. Observamos que el proceso reformista se desarrolla, incluso en su momento de mayor efervescencia, por los canales institucionales de la corporación, teniendo el estamento académico un importante protagonismo, compartiendo y a veces superando en liderazgo al movimiento estudiantil. De la revisión documental se desprenden algunos aspectos relevantes que podrían sustentar esa hipótesis. Primero, la larga data del debate en torno a la reforma de la Corporación, pues esta escapa a la periodificación convencional a partir de la discusión sobre el Nuevo Estatuto Universitario, que comienza en 1959, cuando “(…) entre las tareas de política universitaria que debió afrontar [la Universidad de Chile], algunas de las cuales quedaron inconclusas, estuvo el propósito de acomodar las estructuras universitarias al grado de expansión que experimentaba la Universidad. Gómez Millas nombró una comisión de reforma –integrada por Enrique Silva, Eugenio González, Amador Neghme, Arturo Arias, Benjamín Viel, Roberto Munizaga, Enrique D’Etigny, Benjamín Cid y Sergio Molina– que preparó un nuevo Estatuto y el Consejo empezó su discusión en 1959, lo que motivó que se postergara el estudio de otras actividades”5. No obstante, el debate continuará hasta el inicio de la fase reformista y de ello da cuenta la cantidad de proyectos y anteproyectos de estatutos universitarios6.

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Por otra parte, la expresión de una coyuntura auténticamente reformista se produce, básicamente, en la Facultad de Filosofía y Educación: en este organismo confluyen todas las grandes demandas del movimiento estudiantil y este fenómeno no ocurre en otras facultades de la Universidad. Además, se incurre en dicha institución en las prácticas propias de un movimiento social organizado y con capacidad de acción7. Sin embargo, la inconstancia del movimiento estudiantil8 y su articulación ocasionada por circunstancias concretas, se manifiesta de forma evidente en los tomos de las Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile relativos a los rectorados de Barbosa y Boeninger, donde es posible apreciar que la reforma se le escapa al movimiento estudiantil y hay un aumento en la politización al interior de la corporación9. Otro aspecto relevante de observar es la participación del estamento funcionario y estudiantil, como movimientos paralelos donde incluso el primero (a través de la APEUCH10) tiene mayor capacidad de articulación y de instalar sus demandas. Por último, es claro el surgimiento de ciertos líderes de la elite que destacan en el ámbito académico y escalan posiciones en la jerarquía del gobierno universitario11.

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Huneeus, Carlos, La reforma en la Universidad de Chile. Santiago, Editorial CPU, 1975. Mellafe, Rolando et al. Historia de la Universidad de Chile. Santiago, Editorial Universidad de Chile, 1992, p. 223. Véase, por ejemplo: Anteproyecto de Estatuto Universitario. Sesión 36ª ordinaria. 5 de septiembre de 1967. Santiago. p. 14. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XVII (5 de septiembre de 1967 – 25 de octubre de 1967). Santiago. 468 pp.

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De algún modo, por los temas tratados en las sesiones del Honorable Consejo, el principal foco de conflicto es la Facultad de Filosofía y Educación; las demás están, de cierto modo, al margen. Por ejemplo, la queja del Decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo por inasistencia de los miembros de los organismos de la Reforma, en sesión ordinaria de octubre de 1968. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Ruy Barbosa P. Tomo III (2 de octubre de 1968 – 30 de octubre de 1968). Santiago, 468 pp. Ejemplo de ello, es la aprobación de un convenio con la Universidad de La Habana y la incorporación a las sesiones del Consejo de los señores Rector y Vicerrector de la Universidad Karl Marx de Leipzig. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963- 1973). Edgardo Boeninger K. Tomo III (22 de octubre de 1970 – 15 de junio de 1971). Santiago. 468 pp. Incluso en agosto de 1968 se llega a un acuerdo para aceptar en el Consejo a representantes de la APEUCH. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963- 1973). Rectorado Ruy Barbosa P. Tomo II (7 de agosto de 1968 – 25 de septiembre de 1968). Santiago. 469 pp. Por ejemplo, Ricardo Lagos E., de becario de la Facultad de Ciencias Económicas, Director del Instituto de Ciencias Políticas y Administrativas a Secretario General, en elecciones de 1969 donde obtiene el 55,7% de los votos. Una vez terminada su Licenciatura en Derecho y Ciencias Jurídicas, con su citada tesis sobre la concentración de la riqueza, en una sesión de enero de 1966, se acuerda financiar con un sueldo el doctorado de Economía de Ricardo Lagos Escobar en la Universidad de Duke, Estados Unidos. Más tarde, sería Director de la Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo IX (5 de enero de 1966 – 30 de marzo de 1966). Santiago. 468 pp.


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UN RECTORADO MODERNIZANTE: JUAN GÓMEZ MILLAS (1953-1964) La modernización de la Universidad de Chile durante el rectorado de Juan Gómez Millas12 es una puesta al día de la universidad a las necesidades del desarrollismo. En efecto, durante el período que va desde 1953 hasta 1963 se lleva a cabo una modernización en términos cuantitativos –que se manifiesta en la espectacular expansión de las matrículas y el aumento en el presupuesto– y en el ámbito cualitativo –donde se incentivan las relaciones internacionales, el fomento de la investigación, las modificaciones al régimen académico, la descentralización y la elaboración de una nueva política universitaria– que modifican la concepción, organización y función de la Universidad de Chile. Por lo mismo, referirse a un “intento de modernización”13, como plantea Sofía Correa o a las “modernizaciones parciales”14, como propone Huneeus es minimizar un proceso de importantísimas consecuencias. Antes de que asumiera los destinos de la Casa de Bello el profesor Juan Gómez Millas, entre 1940 y 1952 se produce un incipiente movimiento de reforma –con ocupación de locales– en la Facultad de Filosofía, de Arquitectura y de Medicina: no sólo fue la forma en que terminaba un largo y fructífero rectorado de veinte años, el de Juvenal Hernández, sino que también anunciaba una serie de cambios que facilitarán el surgimiento de un proceso auténticamente reformista. Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre a fines de la década de 1960 y comienzos de 1970, a lo largo de este rectorado el movimiento estudiantil no tiene el protagonismo de estas transformaciones, pues son las autoridades que en el marco de la institucionalidad vigente desarrollan un proyecto modernizador15. A partir de 1954, se crea el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas

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Juan Gómez Millas (1900 – 1987) en su rectorado iniciado en 1953 prosigue con la creación de institutos de investigación iniciada por su antecesor, proyectando además la profesionalización de las actividades académicas. En materia de extensión, la Universidad creó los Colegios Regionales y extendió la labor Universitaria a provincias, a través de la sede de Valparaíso. En 1956, por medio de una ley, se creó el Centro Universitario de la zona norte, que quedó bajo la tuición de la Universidad. En el plano internacional intensificó los contactos con el exterior, fundando cursos para graduados. Gómez Millas concedió importancia a la vinculación universitaria con el desarrollo del país. Por lo tanto, firmó varios convenios con organismos estatales en beneficio del progreso nacional, como fueron la participación universitaria en la Expedición Antártica y el fomento de la investigación en la agricultura y la minería. Ver Mellafe, Rolando et al. Historia de la Universidad de Chile, p. 269. Correa, Sofía y Manuel Antonio Garretón, Universidades chilenas, p. 46. Huneeus, Carlos, La reforma universitaria: veinte años después, p. 83. Ver presidentes de la FECH para el período, en Auth, José et al. El movimiento estudiantil: conceptos e historia. Tomo IV. Biblioteca del Movimiento Estudiantil. Santiago, Editorial SUR, 1987, p. 42.

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(CRUCH), donde la Universidad de Chile tendrá un rol predominante, reafirmando, una vez más, la hegemonía de la corporación al interior del sistema universitario16. Dos años más tarde, en virtud de la ley 11.575 –ley que destinaba el 1/2 % de los impuestos directos e indirectos a la creación de un Fondo de Construcción e Investigación Universitaria– y de los aportes externos, como la fundación Guggenhein, Fundación Salomón Sack y de Belisario Torres, la Universidad de Chile aumenta considerablemente sus recursos. Asimismo, el CRUCH –presidido ya por Gómez Millas– debía coordinar estos recursos estatales al resto del sistema de la siguiente manera: 10/18 para la Universidad de Chile; 2/18 para la Universidad de Concepción; 2/28 para la Universidad Católica de Santiago; 1/18 para la Universidad Católica de Valparaíso; 1/18 para la Universidad Técnica Federico Santa María; 1/18 para la Universidad Técnica del Estado; y 1/18 para la Universidad Austral17. A este respecto, cabe señalar que este aumento presupuestario permitirá que en la corporación este tema no sea un ámbito de conflicto hasta fines del proceso reformista. Sin embargo, los logros de la “era Gómez Millas” no se explican exclusivamente por estas indudables ventajas en el ámbito presupuestario. Por de pronto, cabe mencionar la exhaustiva preocupación por consolidar lazos internacionales. En 1954, por ejemplo, el Rector asiste a la Conferencia General de la UNESCO donde propone, entre otras cosas, la creación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO): la idea era preparar profesionales para enfrentar los desafíos futuros en América Latina, tanto en el ámbito público como privado18. Asimismo, en 1958 la Universidad de Chile envía una delegación –donde participan Álvaro Bunster, Roberto Munizaga, Aníbal Bascuñán y Francisco Galdames– para la creación del Consejo Interuniversitario Regional (Santiago, Buenos Aires y Montevideo)19. Durante el rectorado siguiente, el de Eugenio González Rojas, los esfuerzos por establecer vínculos internacionales serán del todo menores. A modo de ejemplo, de las acciones llevadas a cabo en América Latina destacó por sobre todo una discreta nota de apoyo a las universidades mexicanas motivada por las masacres de Tlatelolco en 196820.

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Para una historia del CRUCH, ver Krebs, Ricardo et al. 20 años del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas. Santiago, Editorial Consejo de Rectores, 1979. Ver cifras en Mellafe, Rolando et al. Historia de la Universidad de Chile, p. 223. Ibíd., p. 224. Ibíd., p. 227. Nota al embajador de México expresando preocupación de la Universidad de Chile sobre sucesos ocurridos en ese país. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Ruy Barbosa P. Tomo III (2 de octubre de 1968 – 30 de octubre de 1968). Santiago. 468 pp. Para un relato testimonial sobre lo ocurrido en México


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Desde el punto de vista del régimen académico, de 1950 en adelante que en la Universidad de Chile se financiaba el sistema de personal de dedicación exclusiva, según el cual la planta docente debía acogerse al régimen de jornada completa. Durante el rectorado de Gómez Millas esto se va a consolidar con mecanismos como las asignaciones de responsabilidad o el régimen de incompatibilidades. De este modo, se establecía una profesionalización de la actividad académica21. Asimismo, ya lo adelantábamos, este rectorado se destacó por aplicar de forma concreta las disposiciones del estatuto de 1931 relativas a la investigación. En efecto, durante el rectorado de Gómez Millas se aumenta considerablemente el fomento de la actividad científica, concebida ahora, no como una lucha contra la tradición, sino que como una necesidad para el desarrollo técnico del país. En 1954 se había creado el Instituto de Ciencias Políticas y Administrativas –dependiente de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales–; en 1957 se crea el Centro de Investigaciones Criminológicas, también dependiente de la misma unidad y el Instituto de Investigaciones y Ensayos Eléctricos, dependiente de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas; al año siguiente se funda el Centro de Investigaciones Documentales con Sede en Valparaíso de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, la Escuela de Contadores Auditores de la Facultad de Ciencias Económicas, la Escuela de Geología, dependiente de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y se crea la carrera de bioquímico en la Facultad de Química y Farmacia; por otra parte, en 1960 se crea la Escuela de Graduados y Tecnología Médica, dependiente de la Facultad de Medicina; en 1962 se crea el Centro de Capacitación Agrícola, dependiente de la Facultad de Agronomía; en marzo del año siguiente, se aprueba el plan de estudios para el naciente Instituto de Ciencias (donde Darko Brncic elaboró el plan de Biología; Osvaldo Cosi, el de Química; Igor Saavedra, el de Física; y Santiago Arias, quien redacta la malla de Matemáticas) y se crea el Centro de Estudios Humanísticos en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile, dirigido por Roberto Torreti22. Si la función principal de estas unidades era fortalecer la investigación para una eficiente industrialización de la economía nacional, el acuerdo que se concreta en 1961 entre la CORFO y la Universidad de Chile para financiar un estu-

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ver Poniatowska, Elena, La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral. México D.F., Editorial Biblioteca ERA, 1971. Poniatowska, Elena, La noche de Tlatelolco, p. 230. A este último centro se refiere elogiosamente Bravo Lira. Bravo Lira, Bernardino, La Universidad en la Historia de Chile 1622- 1992, Santiago, Editorial Pehuén, 1992, p. 378.

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dio sobre los recursos naturales del país se debe tener como ejemplo de la efectividad de la modernización de la “era Gómez Millas”23. Por último, la administración de Gómez Millas entre 1954 y 1964 lleva a cabo un profundo proceso de descentralización de la universidad. A un año de asumir el cargo, en 1954 se incorpora a la Casa de Bello el Instituto Pedagógico de Valparaíso, que al poco tiempo pasa a constituirse en su sede más importante (con la Escuela de Derecho, Escuela de Medicina, Instituto Pedagógico, Escuela de Servicio Social, Escuela de Economía, Escuela de Vistas de Aduana, Escuela de Obstetricia, un Curso de Arquitectura y un Departamento de Ciencias). Asimismo, a partir de 1957, con la inauguración en junio el Centro Universitario en Tarapacá, Antofagasta y Atacama se lleva a cabo una expansión de la corporación a la zona norte. Desde fines del año 1959, Eugenio González Rojas –entonces Decano de la Facultad de Filosofía y Educación– prepara un texto donde se definen los Colegios Regionales como estrategia de expansión, modernización y democratización de la universidad. No obstante, dos años atrás los académicos Irma Salas y Egido Orellana habían presentado un texto con las mismas propuestas24. Como fuere, tanto las Sedes como los Colegios Regionales o los Centros Regionales serán una eficiente estrategia. Desde entonces, se inicia este proceso de expansión que consolidará definitivamente la presencia nacional de la Universidad de Chile. Así, esta corporación pasa a convertirse, en efecto, en la Universidad de Chile.

HACIA UNA TRANSICIÓN A LA REFORMA (1964-1970) El primero de septiembre de 1963 asume como rector de la Casa de Bello Eugenio González Rojas25 –socialista y masón–, electo en un Claustro Pleno donde

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Mellafe, Rolando et al. Historia de la Universidad de Chile, p. 229. Balocchi Piccioli, Roberto, “La experiencia de las Sedes Regionales” en: Cifuentes Seves, Luis (Editor), La reforma universitaria en Chile (1967- 1973). Santiago, Editorial Universidad de Santiago, Colección Ciencias Sociales, 1997, p. 183. Eugenio González Rojas (1903 – 1976), fue un hombre ilustrado, masón, escritor y educador. Después de haber participado en diversos movimientos sociales (Federación de Estudiantes Secundarios, Federación de Obreros de Chile – la FOCH de Recabarren –, entre otros) fue uno de los fundadores del Partido Socialista en 1933, junto a Eugenio Matte, Marmaduke Grove, Óscar Shnake y Salvador Allende. Entre 1949 y 1957 fue Senador de la República. Además, fue Ministro de Educación Pública y viajó a Venezuela para asesorar al gobierno de dicho país en temas de educación. Estudió Castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y, luego de una brillante carrera, en 1931 es nombrado profesor de dicho Instituto. Cuatro años más tarde publica su novela Hombres y en 1945 termina su carrera literaria con la novela Noche. Entre 1963 y 1967 le correspondió asumir la Rectoría de


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se abstuvieron 78 miembros y donde González Rojas obtuvo 258 votos en una primera votación y 388 votos en la segunda (derrotando, de este modo, a la segunda mayoría, Luis Escobar Cerda, con 328 votos)26. Sobre su importancia para el proceso de reforma, mucho se ha especulado, pero en realidad a la luz de las fuentes, fue más importante el papel del Consejo Universitario –e incluso de un rector interino, como se verá– que las simpatías del rector González por la idea de “cambio social”. No obstante aquello, para autores como Felipe Agüero, el rector González “(…) era internamente reconocido en la Universidad por su condición de académico y por su preocupación por las cuestiones propiamente universitarias”27. Sin embargo, agrega el autor que “(…) como se ve, un cambio radical en la estructura y función de la universidad, a juicio suyo [según Eugenio González], era derivable únicamente a partir de un cambio radical a nivel de toda la sociedad (…) Mientras tanto, fue posible el desarrollo de algunas tareas que satisficieron las demandas externas (…)”28.

a poco, se va desgastando en querellas internas (entre oficialistas, terceristas y rebeldes) y que va perdiendo influencia en una sociedad mucho más polarizada y motivada por la revolución. En el marco del importantísimo auge que tuvo este partido de centro, se debe entender el predominio de la DCU en la dirección del movimiento estudiantil.

En 1964 se crea el Departamento de Reforma de la FECh y se produce la incorporación de representantes del estamento estudiantil al Consejo Universitario. Como propone Ana Tironi, sería un elemento fundamentalmente diferenciador de la Universidad de Chile, pues en ninguna otra corporación existía esa relación semejante entre las autoridades y académicos con los estudiantes29. Asimismo, podríamos agregar que desde 1964 el movimiento estudiantil se suma al largo proceso de modernización.

“Resoluciones tales como las que se refieren a la participación de un determinado porcentaje de estudiantes en la generación de las autoridades de la Universidad Técnica del Estado no sólo afectaría a ésta sino que a todas las demás Universidades públicas y privadas del país, al progreso de las ciencias y las técnicas y repercutiría en forma profunda y amplia en todo el desarrollo nacional. Por tanto, esto no puede ser resuelto sino con un mismo criterio para todo el sistema de Educación Superior.

A este respecto, Agüero señala que los “planteamientos reformistas originales en la Universidad de Chile son sustentadas por una fuerza organizada, el movimiento estudiantil, dirigido por la Democracia Cristiana Universitaria (DCU), que tiene fuerte vinculación a nivel ideológico con el agente político impulsor de las transformaciones sociales (…)”30. Sin embargo, no parece tan clara una unicidad entre los órganos estudiantiles y las posturas del gobierno del PDC. De hecho, en una carta de Juan Gómez Millas, entonces ministro de Educación, se expresa un claro rechazo a la democratización de la universidad:

Asimismo, en 1964 llegaba al poder la alternativa al socialismo y al capitalismo, la llamada “tercera vía” que se materializó en una propuesta comunitarista de inspiración socialcristiana que fue el gobierno del PDC encabezada por la imponente y carismática figura política de Eduardo Frei Montalva. A partir de una sólida base social en las clases medias, este gobierno intentó poner en marcha una “revolución en libertad” que implicaba un ambicioso programa reformista: la reforma agraria, la chilenización del cobre, la promoción popular y, por último, la reforma educacional. Serían los ejes de un gobierno que, poco

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la Universidad de Chile. Aunque la fuente no nos parece del todo confiable –por su carácter oficial y falta de crítica–, los datos están en Sánchez Durán, Fernando, Eugenio González Rojas. Tres veces maestro. Santiago, Editorial Gran Logia de Chile, 1992. Otro esbozo biográfico lo da Arrate, Jorge, La fuerza democrática de la idea socialista. Santiago, Editorial Ornitorrinco, 1985, pp. 270-277. Citado en Huneeus, Carlos, La reforma universitaria veinte años después, p. 83. Cifras en Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad de Chile. Tomo III. Biblioteca del Movimiento Estudiantil. Santiago, Editorial SUR, 1987, p. 84 Ibíd., p.12. Ibíd., p. 14. El énfasis es nuestro. Auth, José et al. El movimiento estudiantil, p. 97.

Existe la tendencia en los grupos más débiles de las Universidades chilenas a dejarse arrastrar por el camino fácil de las concesiones inmaduras a la presión de grupos transitorios, que no representan el consenso general de las comunidades académicas, sino que son más bien reflejo de posiciones contingentes. La verdadera y alta misión de las Universidades es orientar a toda la comunidad nacional con métodos efectivos y de alta productividad intelectual, lo cual depende principalmente de la calidad de las personas que allí trabajan”31.

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Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 16. Carta del Ministro de Educación, Juan Gómez Millas. Sesión 31. 16 de agosto de 1967. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XVI (5 de julio de 1967 – 3 de agosto de 1967). Santiago. 468 pp.


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De este modo, es posible observar una posición crítica del Gobierno respecto de la democratización de la universidad e incluso se considera que en la Universidad de Chile no sería un problema, puesto que la representación estudiantil estaba asegurada en una instancia concreta que era el mismo Consejo Universitario. No obstante aquello, es indudable que después del cambio de posición de la DCU en 1968 o se genera un conflicto con el Ejecutivo o este último termina por modificar su postura sobre la democratización de la Casa de Bello. Como fuere, no había una identidad tan absoluta entre el movimiento estudiantil y el PDC como propone Agüero. Por otro lado, ante las reiteradas teorías sobre la reforma, en lo que a sus marcos temporales se refiere, se insiste –como adelantábamos más arriba– en el carácter circunstancial o contingente de la discusión sobre el estatuto. Sin embargo, antes del rectorado de González Rojas, en 1959 Juan Gómez Millas designa una Comisión de Reforma que inicia un debate en torno a la modificación del Estatuto Universitario de 1931 orientado a “(…) acomodar las estructuras universitarias al grado de expansión que experimentaba la Universidad. Gómez Millas nombró una comisión de reforma –integrada por Enrique Silva, Eugenio González, Amador Neghme, Arturo Arias, Benjamín Viel, Roberto Munizaga, Enrique D’Etigny, Benjamín Cid y Sergio Molina– que preparó un nuevo Estatuto y el Consejo empezó su discusión en 1959, lo que motivó que se postergara el estudio de otras actividades”32. Por esta razón, es factible postular que esas discusiones tenían una mayor duración: por lo mismo, el rectorado de Gómez Millas no sólo lleva a cabo una profunda modernización, pues además abría las puertas para una futura reforma de la corporación. Sin embargo, tampoco es correcto postular que durante el rectorado de González Rojas no hubo una contribución a la modernización de la Casa de Bello. Si bien es cierto, es efectivo que desde la incorporación del estamento estudiantil al Consejo Universitario se produce una progresiva transición hacia el proceso reformista y un protagonismo cada vez más creciente del movimiento estudiantil, pero ello no significa que los impulsos modernizadores de la nueva administración hayan sido nulos. Lejos de esto, en 1965 el rector

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González designa una Comisión para elaborar las “Bases de un Plan de Desarrollo de la Universidad de Chile”33. Según lo plantea Sofía Correa, a principios de la década de 1960 se habría publicado para América Latina un informe titulado “La Universidad Latinoamericana”, elaborado por el consejero de la UNESCO, Rudolph Atkon y que habría influenciado a varias corporaciones en el continente34. Si este “informe Atkon”, como pronto se le conoció, fue o no inspirador de este plan de desarrollo es una cuestión que no viene al caso. Por ende, lo que vale la pena destacar de este informe es algo mucho más relevante: el hecho de que este plan de desarrollo es la máxima expresión de la modernización en la Universidad de Chile. A este respecto, tendemos a coincidir con lo que plantea Agüero, cuando señala que el “(…) Plan de Desarrollo no pudo aplicarse al no contar con el apoyo del Consejo Universitario. Pero lo hemos destacado en la medida en que resume una visión universitaria caracterizada por el énfasis en las cuestiones de estructura y funcionamiento, bajo los conceptos de racionalización y de eficiencia”35. En suma, es el epítome de un largo proceso de modernización. Ahora bien, este informe –que para su elaboración recibe ayuda financiera del Banco Interamericano del Desarrollo– fue elaborado por los decanos de las Facultades de Arquitectura y Urbanismo, de Ciencias Físicas y Matemáticas, la Oficina de Planificación y Construcción de la Universidad y cuatro consultores internacionales. En más de ciento veinte páginas, el texto se estructura en tres partes centrales: a) un diagnóstico sobre el estado de la educación (primaria, secundaria y superior, y dentro de esta última, la situación específica de la Universidad de Chile); b) una estimación sobre la demanda laboral dentro de los diez años próximos (es decir, hasta 1975); y c) una política universitaria para lograr una reforma de la corporación. En lo que al diagnóstico se refiere, es posible apreciar un estudio técnico, detallado y equilibrado sobre las falencias principales de la Universidad de Chile: un mal aprovechamiento de los organismos docentes, mal diseño de los planes de estudio, bajas tasas de retención en las escuelas, método docente anquilosado, planificación ineficiente del calendario escolar, fomento de la investigación científica inorgánico, mal funcionamiento de las bibliotecas, es-

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Mellafe, Rolando et al. Historia de la Universidad de Chile, p. 223.

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Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XI (6 de julio de 1966 – 24 de agosto de 1966). Santiago. 468 pp. Correa, Sofía y Manuel Antonio Garretón, Universidades chilenas, p. 44. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 23.


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casez de servicios de orientación al alumno, exceso de jerarquización y lentitud en el ámbito administrativo.

Sería un grave error considerar como subalterno un aspecto de la vida universitaria que influye de manera importante en el adecuado aprovechamiento de los recursos de la Corporación y del tiempo de millares de estudiantes y profesores”40.

“Esta norma predominante [el alto grado de autosuficiencia de los organismos docentes] en la organización de los estudios contribuye en el más alto grado al mal aprovechamiento

“Es un hecho, por otra parte, que la Universidad de Chile constituye actualmente el foco más importante de la investigación científica en el país. Existe, sin embargo, la impresión, corroborada por los hechos mencionados en párrafos anteriores, de que sería posible aprovechar mejor los recursos que se le destinan, y de que es tan urgente como necesario establecer organismos competentes que asesoren al Rector y al Consejo Universitario en la tarea de formular y evaluar una política de investigación de la Universidad”41.

de los recursos de la Universidad y compromete la calidad y el espíritu de la educación universitaria”36. “Sin embargo, la más superficial inspección de las denominaciones de muchas de estas asignaturas sugiere que su número podría ser drásticamente reducido con grandes ventajas de todo orden, si se procediera a una revisión de los planes de estudios desde el punto de vista académico y de acuerdo con normas técnicas adecuadas”37.

“De estas 135 bibliotecas, sólo 47 tienen colecciones satisfactoriamente organizadas, 45 carecen de toda organización técnica, 38 funcionan precariamente, tres están en formación, y dos están cerradas; 22 no tienen personal; 58 están a cargo de profesores o investigadores que las atienden esporádicamente; 20, entre ellas la Biblioteca Central, están dirigidos por personas que no son bibliotecarios y 35 están dirigidas por bibliotecarios”42.

“A las graves consecuencias de este concepto [mala distribución del tiempo en los planes de estudio] que se han señalado párrafos anteriores, hay que agregar sus efectos sobre la bajísima tasa de retención de nuestras escuelas, particularmente en los primeros años, y las pérdidas de todo orden que ella acarrea a la Universidad y a sus alumnos”38. “Predomina en la mayoría de las escuelas la clase magistral o expositiva –irremplazable y perfectamente justificada para la introducción de grupos numerosos de alumnos a ceritos aspectos de materias teóricas generales y especializadas– pero rara vez se la complementa (salvo por los “apuntes” del profesor que algunos alumnos reproducen) con material de lectura, visual o auditivo adecuado, con la organización de grupos de discusión y con la consulta sistemática de la biblioteca, generalmente mal dotada”39.

“A excepción de los Centros Universitarios Regionales y, en ciertos aspectos, del Instituto Pedagógico, la Escuela de Medicina y la Escuela de Economía, ninguna escuela de la Universidad tiene servicios organizados de orientación de los alumnos”43. “Las denominaciones y la jerarquización de los cargos, así como la relación entre la jerarquía de las funciones y las remuneraciones son realmente caóticas. Los esfuerzos hechos para mejorar esta situación por distintas Facultades, inspirados en criterios diferentes, han agravado las desigualdades y

“Los hechos anteriores justifican la afirmación de que no hay política de la Universidad con respecto al calendario escolar.

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Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XI (6 de julio de 1966 – 24 de agosto de 1966). Santiago. 468 pp., p. 33 Ibíd., p. 34, el énfasis es nuestro. Ibíd., p. 35, el énfasis es nuestro. Ibíd., p. 37.

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Ibíd., p. 38. Ibíd., p. 40. Ibíd., p. 41. Ibíd., p. 43.


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producido una anarquía muy difícil de solucionar con medidas parciales, especialmente en materia de remuneraciones”44. “Si se agregan a los hechos anteriores la dispersión de los locales de la Universidad, que agrava las dificultades de comunicación entre servicios muy escasamente coordinados y la compleja reglamentación cuyo estricto cumplimiento exige la Contraloría General de la República, no es de extrañarse que los procedimientos administrativos usados sean dilatorios y engorrosos”45. Si el concepto de reforma es clave en un plan de desarrollo que pretende proyectar una modernización futura, esto es, porque a diferencia de la reforma propulsada por el movimiento estudiantil, las autoridades llevan a cabo una racionalización de las relaciones entre la universidad y sociedad. Por el contrario, el diagnóstico del movimiento estudiantil es mucho menos técnico y más asociado a la cultura política de la década de 1960. A este respecto, conviene analizar los resultados de dos importantísimas convenciones que van más allá de la definición de cronogramas o plataformas. Por una parte, en 1965 se realiza la Convención de Reforma Universitaria o las llamadas Jornadas de San Alfonso, cuyas conclusiones se expresan en un doccumento de carácter oficial llamado “Cuadernos de Reforma”46. No obstante, más importante que las susodichas jornadas fue la Convención de la FECh en 1966, celebrada entre el 25 y 29 de junio, donde participan cerca de 320 estudiantes (mayoritariamente de la DCU) que discuten sobre la universidad en cinco comisiones centrales: a) tareas de la universidad; b) desarrollo de la educación superior; c) docencia, investigación, extensión; d) financiamiento; y e) democratización. A efectos de la comparación, las comisiones más importantes fueron las de tareas universitarias y las relativas al desarrollo de la educación superior. En la comisión sobre las tareas universitarias, primero se elabora un diagnóstico de la sociedad chilena que se caracterizaba por los siguientes aspectos: estaba marcada en su esencia por el capitalismo; como país latinoamericano

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Ibíd., p. 55. Ibíd., p. 59. Hasta el momento no ha sido posible revisar esta documentación, pues está reproducida en la Revista Claridad. Sobre la existencia del documento no hay dudas: lo cita tanto Tironi como Huneeus. Ver Auth, José et al., El movimiento estudiantil, p. 97; Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p.85.

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vivía un inevitable proceso de modernización; y enfrentaba un complejo proceso social que suponía el esfuerzo de emprender el desarrollo económico y modificar las instituciones caducas. En segundo lugar, hay un análisis crítico de la universidad. Ésta presentaba un crecimiento inorgánico, era profesionalizante, sufría de “hipertrofia administrativa”, era contraria a las ideas de cambio, adolecía de investigación aplicada, docencia estática, programas de extensión insuficientes, falta de la función social en los estatutos y un carácter fuertemente oligárquico. Por otra parte, en la comisión sobre el desarrollo de la educación superior se señalan las características principales del desarrollo universitario chileno. De este modo, la universidad tenía un “desarrollo insuficiente”, pues no entregaba los profesionales que el país requería; era un “desarrollo no diversificado” donde había una concentración del alumnado en las carreras tradicionales liberales (Medicina, Derecho, Ingeniería y Pedagogía); y, por último, existía un “desarrollo irracional, inorgánico y discrecional”, pues no había coordinación, planificación ni control. En ese sentido, el citado Agüero señala que “(…) como política de desarrollo se plantea el aumento substancial del ritmo de crecimiento de la Educación Superior y la diversificación “creando nuevas carreras, especialmente de tipo técnico”. Se acuerda propiciar la creación de un Consejo Nacional de Educación Superior (…)”47 que, justamente, coordinara, planificara y controlara. Sin embargo, en realidad ninguna de las dos convenciones esboza medianamente un programa reformista ni mucho menos modernizador. Se limitan a las reflexiones generales sobre la sociedad, la función de la universidad y cantinelas afines. Por último, lo más importante que sucede en dichas jornadas es la decisión de adoptar una estrategia de diálogo con las autoridades48, estrategia que era sustentada por la Democracia Cristiana Universitaria (DCU) que en octubre vencería las elecciones en la FECh, con la candidatura de Antonio Cavalla que obtiene 5.232 votos49. Por lo mismo, no resultan tan sorprendentes –aunque sí algo exageradas– las opiniones del Decano de la Facultad de Medicina, Amador Neghme sobre estas convenciones:

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Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 21. Es interesante consignar que en las Actas del Honorable Consejo Universitario no se consigna una copia de los documentos oficiales de dicha convención, aunque sí se discuten algunos temas de las mismas. Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p.85. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 29.


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“Un imperativo de conciencia me obliga a dirigirme a los alumnos de esta Facultad para expresarles mi preocupación por la imagen deformada que se ha trazado de su Casa de Estudios, a través de las tesis aprobadas por la citada Convención prerreforma. El mayor peligro que conjeturo en esas apreciaciones es el intento de convertirla en una Universidad militante, al servicio de fines extraños a su esencia, sometiéndola a los vaivenes de la política contingente y a la pugna ideológica de grupos de presión partidista en fragorosa disputación externa”50. Así, queda clara la dicotomía de diagnósticos entre las «Bases para un Plan de Desarrollo de la Universidad de Chile» y los “Cuadernos de Reforma”, una impulsada por las autoridades y otra por el movimiento estudiantil. Mas, ¿era tan coherente la posición del movimiento estudiantil con respecto a estas propuestas de reforma?, ¿su cohesión y coherencia se reflejaron en una relativa unidad del colectivo? Durante el año de 1967, ocurren dos hechos que podrían sustentar la mentada hipótesis de cohesión del proceso de Reforma Universitaria incluso a nivel nacional. En julio, estudiantes de la Universidad de Chile, la Universidad Técnica del Estado y la Pontificia Universidad Católica de Santiago apoyan la toma de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso del 15 de junio. Por otro lado, el 18 de agosto se crea un Comité de Coordinación y Planeamiento de la Educación Superior donde participan el Ministro de Educación, el Subsecretario, el Rector de la Universidad de Chile, de la Universidad Técnica del Estado y dos rectores de las universidades privadas, el director de ODEPLAN y el representante de la UFUCH, para asesorar al Gobierno. Sin embargo, fue más estimulante para el movimiento participar de las tomas de la PUCV que de los comités con el Gobierno. Al parecer, este sentido de “solidaridad” era la opinión del presidente de la FECh, Antonio Cavalla, y no la de los miembros del Consejo: “Ahora, el sentido eminentemente universitario del movimiento apoyado por todos los estudiantes y en el cual participan 90 de los 210 profesores del plantel [de la PUCV] obliga a las Federaciones estudiantiles del resto de las Universida-

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des a manifestar su solidaridad y ejercer una presión efectiva sobre quienes no representan en el hecho a la Corporación Universitaria. Esta adhesión se concretará en el curso de la próxima semana a través de un paro, cuya intensidad y duración dependerá de la actitud de la autoridad universitaria de Valparaíso”51. Por otra parte, el estamento estudiantil en los comienzos de la reforma nunca tuvo la unidad que muchos le atribuyen. De hecho, a partir de las discrepancias que surgen en la Convención de la FECh –principalmente las divisiones entre la JJCC y la DCU a propósito de la estrategia de diálogo–, en septiembre de 1967 se lleva a cabo un plebiscito entre la tesis I (DCU, participación estudiantil y fomento de organismos colegiados) que vence a la tesis II (JR, BUS y JJCC, cogobierno y prioridad de las autoridades unipersonales) por 7.050 votos contra 5.02252. Considerando que las disputas del movimiento estudiantil se arrastran de la Convención de 1966, resulta discutible lo que plantea Agüero: “la importancia del episodio del plebiscito radica en que constituye el primer hecho que señala el inicio de la división del movimiento estudiantil, el intento de disputar su dirección en torno al planteamiento de posiciones alternativas”53. En realidad, hacía tiempo que fuerzas de izquierda pretendían arrebatarle la dirección de la FECh a la DCU. Sin embargo, a fines de ese año se llevan a cabo elecciones en la FECh, donde nuevamente vence la DCU con la candidatura de Jorge Navarrete que obtiene la mayoría con 6.292 votos contra los 3.413 votos de la JJCC, la mayor fuerza opositora. Meses más tarde del plebiscito, dada la creciente preocupación por incorporar al proceso de reforma a la Facultad más importante de la Universidad de Chile, la Facultad de Filosofía y Educación, se crea en septiembre una Comisión paritaria para su estudio (fue presidida por el profesor Hernán Ramírez Necochea y compuesta por siete académicos y siete alumnos). En octubre dicha comisión aprueba un informe en el que se postula una nueva organización de la Facultad

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Carta abierta al Presidente del Centro de Estudiantes de Medicina, Sr. Alfredo Pemjean. Sesión 38. 13 de septiembre de 1967. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963- 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XVII (5 de septiembre de 1967 – 25 de octubre de 1967). Santiago. 468 pp.

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Sesión ordinaria Nº1 28 del 26 de julio de 1967. pp. 10-11. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XVI (5 de julio de 1967 – 3 de agosto de 1967). Santiago. 468 pp. El énfasis es nuestro. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 27; Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p. 98. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 27. “Es por este último aspecto que empezarán a surgir las primeras situaciones conflictivas, principalmente por la presión estudiantil –contradictoria– orientada a profundizar las tareas modernizantes y, en ocasiones, a trascenderlas”. Ibíd., p. 16.


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y una participación del estamento estudiantil del 25%54. Ante esto, renuncia el decano Julio Heisse y se propone una lista al rector para su reemplazo: Félix Schwartzmann, Sergio Villalobos, Pedro Mira, Julio Villalobos y Hernán Ramírez Necochea. El 11 de octubre se incorpora este último al Consejo, aunque no queda claro si era la mejor opción para el organismo: “El señor Rector da la bienvenida, en nombre del Honorable Consejo, al Decano interino de la Facultad de Filosofía y Educación, señor Hernán Ramírez, al mismo tiempo que procede a su presentación al resto de los Consejeros (…). El señor Rector manifiesta que ha sido tradición en la Universidad consultar oficiosamente al Consejo cuando se trata de situaciones anómalas acaecidas en alguna facultad. De acuerdo con esta tradición, convocó a los señores Consejeros a una reunión en la que se mencionaron los nombres de algunas personas que podrían hacerse cargo del Decanato de la Facultad de Filosofía. En esa oportunidad se ahondó en consideraciones generales acerca de la situación crítica por la que se atravesaba, expresando algunos Consejeros ciertas reservas en relación con una de las personas propuestas, no en cuanto atañe a la persona misma, sino atinentes a otras circunstancias que podrían no hacer aconsejable su designación”55.

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un modo resuelto”57. Aunque la moción no prosigue a que se discutan otros temas en el Consejo –como en la Sesión del 6 de mayo, donde de hecho se aprueba un reglamento para la facultad aludida, aunque sin aprobar lo relativo al co-gobierno58–, en pocos días volvería a adquirir plena relevancia. Ante esta negativa del Consejo, el decano Ramírez Necochea con el apoyo del Centro de Alumnos del Instituto Pedagógico –a la sazón, presidido por el militante comunista Augusto Samaniego–, procede el 20 de mayo a rechazar formalmente las posturas del decano Velasco y lleva a cabo una consulta interna a la comunidad académica de la Facultad de Filosofía y Educación sobre las cuestionadas elecciones59. Dos días después, en la sesión del 22 de mayo –a la que no asiste deliberadamente el decano Ramírez en señal de protesta– triunfa finalmente la posición del decano Velasco y se aprueba en el Consejo Universitario la propuesta de intervenir y reorganizar la Facultad de Filosofía y Educación. Ese día, por las divergencias insalvables entre el Rector y el Consejo Universitario, renuncia de forma indeclinable el rector González. A todas luces, este fue un punto de inflexión en esta crisis de la universidad. De hecho, para la FECh la renuncia del Rector significó una profunda sensación de crisis interna y el consejo compartía en parte esta apreciación, sobre todo el Vicerrector. No obstante, es posible apreciar también las discrepancias que existían entre el Rector y el Consejo y, por otra parte, la inestable posición del nuevo consejero Ramírez Necochea al interior del Consejo.

Sin embargo, las cosas se radicalizan aún más y en abril de 1968 se realizan elecciones de facto en el Instituto de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Educación, resultando electa la profesora de militancia PC, Olga Poblete generándose un conflicto con el Consejo y la legalidad vigente56. Ante lo sucedido, en el Consejo Universitario el gran detractor de dichos procedimientos fue el Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Eugenio Velasco quien, el 19 de abril, presenta una propuesta para intervenir y reorganizar la Facultad de Filosofía y Educación. En realidad, como sugiere Agüero, la figura del decano Velasco adquiere mayor relevancia en relación a la dramática ambigüedad del rector Eugenio González: “el Rector no se ha manifestado de

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Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p. 93. Incorporación del Sr. Hernán Ramírez Necochea, Decano Interino de la Facultad de Filosofía y Educación. Sesión 44. 11 de octubre de 1967. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XVII (5 de septiembre de 1967 – 25 de octubre de 1967). Santiago. 468 pp. Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p. 94; Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 38.

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“El señor Decano Ramírez expresa que se siente particularmente acongojado por la resolución tomada por el señor Rector. Propone al señor Vicerrector que este Consejo tome la iniciativa de solicitar al Presidente de la República el rechazo de la renuncia del señor Rector. Expresa que la Facultad de Filosofía y Educación desearía marcar un compás de espera en la solución de los problemas que ella misma ha planteado a este Consejo y que la resolución adoptada en la sesión anterior en 22 de mayo en curso en el sentido de reorganizar dicha Corporación quedara en suspenso hasta que las cosas se pudieran normalizar. Cree que una medida de esta natu-

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Ibíd., p. 39.

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Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XXIII (6 de mayo de 1968 – 31 de mayo de 1968). Santiago. 468 pp. Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p. 95.

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raleza evitaría a la Universidad males mucho mayores de los que pudieran derivar de las divergencias que ha habido con respecto a la Facultad de Filosofía y Educación”60. A esto, responde el decano Quintana siguiendo la postura del decano Velasco de proseguir con la intervención y reorganización de una unidad académica –la Facultad de Filosofía y Educación– que había transgredido la legalidad vigente: “El señor Decano Quintana estima que la proposición del señor Decano Ramírez en el sentido de que quede en suspenso la decisión de reorganizar la Facultad de Filosofía y Educación envuelve, por parte de dicha Corporación, el compromiso de acatar los acuerdos que adopte el Consejo Universitario sobre los problemas en discusión. A su juicio, las dificultades surgidas entre el Consejo y la Facultad de Filosofía y Educación se originaron justamente por el hecho de que ésta no acataba los acuerdos tomados por este organismo. Piensa que si como resultado de la consulta que se va a hacer en las Facultades, la mayoría se pronuncia por el cogobierno, habría que implantar ese sistema, por tratarse de una decisión democráticamente aceptada”61. Así, el 24 de mayo de 1968 estallaba una verdadera crisis al interior de la Universidad de Chile. Por su parte, la FECh había acordado tomarse la Casa Central en apoyo del Centro de Alumnos del Instituto Pedagógico y del decano Ramírez. Sin duda, fue el primer acercamiento de la directiva DCU a un cambio de la posición sustentada en el plebiscito de 1967. De hecho, el lunes 27 de mayo –durante el momento de mayor efervescencia del movimiento estudiantil–, el Comité Ejecutivo de la FECh acuerda, con los votos de la DCU, la JJCC y el GUR, llegar a una posición única en torno al co-gobierno, dejando atrás las divisiones del mencionado plebiscito. A este respecto, Huneeus plantea que “(…) desde entonces, no se volverá a debatir el problema del cogobierno durante la reforma, pues se seguirá aplicando en las elecciones uniper-

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Discusión en torno a la renuncia a su cargo presentada por el señor Rector. Sesión 30 extraordinaria. 24 de mayo de 1968. p. 4. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Eugenio González Rojas. Tomo XXIII (6 de mayo de 1968 – 31 de mayo de 1968). Santiago. 468 pp. Ibíd., p. 5.

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sonales en departamentos y facultades y de Rector y Secretario General de la universidad”62. Ahora bien, una vez que se llega a este consenso, el movimiento estudiantil dirigido por la FECh llama a diseñar una “plataforma de lucha” que sentará las bases centrales de la propuesta reformista del movimiento estudiantil. Aunque obtiene una censura de los sectores más radicales de la izquierda, el BUS y el MIR, ésta no logra mermar la iniciativa y se negociará con una sola postura con las autoridades, específicamente con el otrora decano de la Facultad de Agronomía que asume como el Rector Interino, Ruy Barbosa. De este modo, en poco tiempo se logran cambios importantes y favorables al movimiento: el 29 de mayo se deroga la intervención y reorganización de la Facultad de Filosofía y Educación, y por otro lado, el 12 de junio se firmaba un Acta de acuerdo entre el Rector y la FECh cuya importancia será capital63. A todas luces, este cambio de posición de la DCU es uno de los sucesos más complejos del proceso reformista en la Chile. Si bien es cierto, desde principios de 1968 la FECh venía realizando severas críticas al Consejo Universitario por no concretar las modificaciones al estatuto, no es razón suficiente para explicar una posición más “rupturista”, al decir de Garretón, con respecto a las autoridades. De hecho, lo que había caracterizado a la directiva de la FECH –dirigida, como sabemos, por el órgano universitario de la JDC– desde el inicio del rectorado de González Rojas era una permanente colaboración e incluso un rechazo velado a todo aquello que atentara contra la institucionalidad vigente. Para explicar esto, los actores del proceso dan versiones totalmente contradictorias según el prisma ideológico-partidista de los mismos. Por ejemplo, el presidente del Centro de Alumnos del Instituto Pedagógico, el comunista Samaniego, plantea que en “(…) la Universidad de Chile, el grupo DC que dirigía la FECh se vio enfrentado a una situación que era reflejo de las tendencias generales ya expuestas. Su compromiso o responsabilidad de orientar la acción de la FECh en concordancia con las políticas de gobierno, chocaban con las tensiones específicas que caracterizaron a los movimientos universitarios”64. En realidad, esta hipótesis cae en el error de creer en la complicidad casi absoluta entre el órgano universitario del PDC y las reformas del gobierno de Eduardo Frei Montalva, que ya se podrían discutir, por ejemplo, a propósito de la carta de Juan Gómez Millas al Consejo Universitario. Por otra parte, se

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Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p. 99. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p.43. Cifuentes Seves, Luis, La reforma universitaria, p.155.


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olvida que al interior del mismo PDC se gestaban diferencias que a la postre serían irreversibles, como el surgimiento de sectores rebeldes y terceristas, o la fundación del MAPU65. El Acta de acuerdo fue el programa y proyección de la reforma que provoca su inevitable institucionalización. En ella se establecían los mecanismos para la discusión de temas centrales, tales como la reorganización de las cátedras, el desarrollo de la extensión, la reglamentación de la carrera académica, la departamentalización de las Facultades, la descentralización universitaria, el reconocimiento de la participación estudiantil en las elecciones de autoridades, el fomento en la investigación y el establecimiento de presupuestos adecuados66. En la segunda parte del documento, se especificaba las atribuciones de los organismos que deberían amparar estos debates, fundamentalmente las llamadas Comisiones y los Plenarios. Por lo ocurrido el 29 de mayo, esta Acta de acuerdo en realidad no contribuye a la estabilidad o advenimiento de la paz social al interior de la corporación: es menos circunstancial y con alcances a largo plazo, cosa que da cuenta de la habilidad política de Barbosa como rector interino. A este respecto, cabe mencionar que el documento estatuye una nueva institucionalidad que lleva el conflicto hacia organismos colegiados. Como órganos base del debate estarían las Comisiones de Facultades, cuyas conclusiones derivan en instancias de carácter general, como lo fue la Comisión Central de Reforma. Es en este ámbito en donde se despliegan las mayores pugnas de los diferentes gremios de la Casa de Bello: por una parte, la ADIEX (que representaba a los académicos y era afín a las posturas del llamado “varguismo”, por su presidente Fernando Vargas); la FEUCh (que representaba a los estudiantes y estaba relacionada con el PDC); y, por último, la APEUCh (que representaba al personal no académico y era cercana al PC y al PS). Así, el Acta de acuerdo sentenciaba una superación de la crisis de la siguiente manera:

Reforma que nuestra Universidad requiere, superar la crisis que la afecta, asumir el papel que le corresponde dentro del proceso de cambio que vive el país, interpretar fielmente el espíritu democrático que la anima, darse una estructura académica y administrativa más eficiente y dignificar a quienes en ella conviven, han coincido en aprobar las bases de Reforma que se expresan”67. A fines de junio y comienzos de julio las distintas facultades, en virtud de las modificaciones de los claustros, proceden a elegir a sus decanos: en la Facultad de Medicina triunfa Alfredo Jadresic; en la Facultad de Ciencias y Artes Musicales hace lo propio Elisa Gayán; Pedro Miras vence en la Facultad de Bellas Artes; y Fernando Kustnetzoff, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. A modo de excepción, Edgardo Boeninger y Eugenio Velasco permanecen inamovibles en sus respectivas facultades, Economía y Ciencias Jurídicas y Sociales68. Por otra parte, en ese mismo momento se eligen a las directivas de las Comisiones de Facultades que debían estudiar la modificación al estatuto vigente. Así, el 12 de julio se presenta ante el Consejo Universitario un sólido Anteproyecto de Nuevo Estatuto Universitario69. ¿Cuáles son sus características centrales?, ¿de qué forma se modificaban los aspectos anquilosados del estatuto de 1931?, ¿se había llegado finalmente a un término en esta discusión que había sido transversal a todas las fases del proceso? En el artículo primero se establece una relación entre la universidad y el cambio social, dejando de lado cualquier referencia al sistema formativo nacional. De este modo, resulta interesante constatar que –después de tantas discusiones– se había llegado a un consenso en cuanto a la función social de la Casa de Bello. “Art. 1. La Universidad de Chile es una comunidad de trabajo intelectual, destinada a contribuir al progreso humano y social en el orden de la cultura. Tiene como principales objetivos los siguientes:

“La Universidad de Chile, representada por el rector don Ruy Barbosa P. y la Federación de Estudiantes de Chile (FECh),

Asegurar la continuidad de la cultura, mediante el ejercicio y estímulo de todas las formas superiores de actividad creadora.

representada por su Presidente Jorge Navarrete M. declaran que, como forma de avanzar decididamente en el proceso de 67 65

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No obstante aquello, en general parece plausible señalar con Samaniego que “(…) la DC realizó la toma de la Casa Central de la Universidad de Chile a fin de explicar su aceptación del pleno voto estudiantil y argumentando que la situación había cambiado (…)”, Ibíd., p.162. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, pp. 44 – 45.

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Anales de la Universidad de Chile. Año CXXVI. Nº 147. Julio – septiembre. 1968. p. 1. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p.51. Anteproyecto de Nuevo Estatuto Universitario. Sesión 50ª extraordinaria. 12 de julio de 1968. Anexo Nº 1. pp. 1-13. Actas del Honorable Consejo Universitario de la Universidad de Chile (1963 – 1973). Rectorado Ruy Barbosa P. Tomo I (3 de julio de 1968 – 31 de julio de 1968). Santiago. 488 pp.


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Dar formación académica y profesional en los diversos grados y modos de la enseñanza superior.

“Art. 42. Todos los miembros de las Asambleas y Claustros, excepto los miembros honorarios, tendrán derecho a participar en las deliberaciones de los organismos respectivos y en las elecciones que a éstos correspondan. Sobre todo, cuando se trate de la generación de los profesores, no participarán los representantes de los alumnos”73.

Difundir la cultura, estimulando la conciencia de los valores que dignifican la vida personal y social del hombre. La Universidad de Chile, como institución de cultura, debe participar activamente en el proceso de cambio social»70. Por otro lado, el artículo 23 consagraba una organización de las Facultades en función de las áreas del conocimiento y no de las profesiones que pudieran contribuir al desarrollo nacional. A este respecto, es indudable que se modificaba una concepción de universidad profesionalizante y se la sustituía por una nueva mirada más holística. “Art. 23. Las Facultades son, dentro de una Sede, cuerpos académicos constituidos por los Profesores y demás personal académico del conjunto de Departamentos que el Consejo de la Sede, al momento de crearlas o por resolución posterior, haya situado dentro de un área determinada del conocimiento. Habrá en las Facultades la representación estudiantil correspondiente. Serán presididas por un Decano, que deberá ser Profesor ordinario de uno de los Departamentos comprendidos en ellas. El Decano será elegido para el período siguiente. Habrá también un Secretario de la Facultad, a quien será aplicable lo dispuesto en el precedente inciso”71. Por último, en cuanto a los mecanismos para generar a las autoridades universitarias, se consolida un formato que asegura la democratización de la universidad y se asegura el co-gobierno a través de un Senado Académico. “Art. 34. Los órganos centrales de la Universidad son el Claustro Pleno, el Senado Académico, el Consejo Ejecutivo y el Rector”72.

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Ibíd., p. 1. El énfasis es nuestro. Ibíd., p. 5. Ibíd., p.8. Es sintomático que el Rector –otrora el centro de la institucionalidad de la Universidad de Chile– figure al final de la lista. El énfasis es nuestro.

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Entre el 14 y 29 de septiembre se celebran los Plenarios Nacionales de Reforma en la Casa de Bello, que se dividen en dos fases según Huneeus: fase de comisiones, del 14 al 17 de septiembre; y fase de reuniones, del 24 al 29 de septiembre74. Estos plenarios fueron presididos por Enrique Paris como su Presidente; Clodomiro Almeyda, Jorge Navarrete y Raúl Bitrán como Vicepresidentes; y por René Vásquez, Hernán Vergara y Otto Eichin (fuera de Navarrete y Vergara, que eran DC, el resto era de sectores de izquierda). El objetivo central de estos plenarios fue fijar o establecer un cronograma para la reforma: se crearía una Mesa Directiva de los Plenarios de Reforma que debería redactar un nuevo estatuto (que en realidad ratifica el presentado el 12 de julio); la Comisión Central de Reforma debía estudiar su aplicación en los estadios reglamentarios de cada Facultad; y el Consejo Universitario debía continuar sus labores administrativas75. Por último, si el estatuto no estaba aprobado el 30 de marzo de 1969, se debía convocar a elecciones de un Senado Académico. El 27 y 28 de noviembre de 1968, se lleva a cabo un referéndum en los Plenarios que enfrentaba a dos tesis contrarias –una defendida por Félix Schawtzmann y otra por Eduardo Novoa M.– en relación a temas como la función social de la universidad, la “inviolabilidad territorial” o el concepto de comunidad universitaria que debían incluirse en el nuevo estatuto. A este respecto, es interesante la discrepancia entre Huneeus y Agüero sobre las fuerzas en pugna de este referéndum: “Huneeus ha señalado que las diferencias reflejadas en el referéndum correspondían a dos modelos antagónicos de universidad. Nosotros pensamos que tal afirmación no puede derivarse de tales datos. Las pocas diferencias sustantivas reflejadas en las discusiones no alcanzan a configurar modelos, propiamente tales, diferentes o antagónicos”76. A esto, podríamos agregar que el mentado referéndum en realidad fue más expresión del temprano desgaste de una discusión demasiado institucionalizada que de

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Ibíd., p. 11 Hunneus, Carlos, La reforma universitaria, p. 102. Ibíd., p. 105. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 64.


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un debate ideológico sobre el papel de la universidad en la sociedad contemporánea. A partir de estos hechos y su documentación, en realidad lo que ocurre con los acuerdos del 12 de junio es que la reforma vuelve al cauce en el que siempre estuvo, la vía institucional, pues la crisis universitaria de mayo de 1968 había sido un paréntesis que se explica más por el cambio de postura de la DCU que por un afán del movimiento estudiantil de ir en contra de la institucionalidad, para adoptar a rajatabla una “estrategia rupturista”. En enero de 1969, Enrique Paris, Presidente de la Mesa Directiva de Plenarios Nacionales de Reforma, realiza un llamamiento para realizar elecciones. Sin embargo, porque se adelantaba a la fecha acordada –el 30 de marzo de ese año– y porque aún se cuestionaba la legitimidad del organismo que presidía, la convocatoria sería nula. No ocurre lo mismo con la propuesta del 18 de abril de las autoridades, el Consejo Universitario y en especial del rector Barbosa, para realizar elecciones: éstas sí tienen un amplio margen de legitimidad. De este modo, en abril de ese año se llevaron a cabo las primeras elecciones de autoridades con participación estudiantil, ponderando cada estamento un 65% (académicos), 25% (estudiantes) y 10% (personal no académico)77. Aunque fueron elecciones reñidas, al punto que resultan electas autoridades de ambas listas, lo cierto es que la crisis de la universidad había debilitado a las autoridades unipersonales, y fortalecido al gran organismo colegiado, el Consejo Universitario. Por lo mismo, no es exagerado plantear que para 1969 el “(…) poder universitario en ese tiempo era ya ejercido con claridad por el Consejo Universitario, que había cooptado a los organismos reformistas”78. Después de estas elecciones, se constituiría un Consejo Superior Provisional que dará pasó a un nuevo esquema institucional donde las autoridades unipersonales entran en conflicto con el mismo Consejo: será el reflejo del conflicto político de una sociedad cada vez más polarizada.

Del conflicto político a la intervención total (1970- 1973) Al asumir la presidencia en 1970, el candidato de la UP, Salvador Allende, logró encauzar los ideales de revolución de la sociedad chilena. Sin embargo, lo interesante de la experiencia del gobierno de Allende fue, precisamente, que se

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Auth, José et al. Antecedentes estructurales de las universidades chilenas. Tomo V. Santiago, Editorial SUR, 1987, p. 38. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 71.

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intentó articular una transición al socialismo mediante una revolución que no fuera necesariamente insurreccional. En efecto, la idea era respetar los ordenamientos políticos e institucionales vigentes en la búsqueda del poder total. Así, cada una de las políticas de la UP suponían un alto grado de conflicto con la oposición (el PDC y el PN) en los ámbitos del poder formal (Legislativo, Judicial y en la Contraloría) e informal (los medios de comunicación, las FF.AA., los EE.UU. o las grandes empresas). Ahora bien, todo este conflicto político que irá in crescendo desde 1970 hasta 1973 se expresa inevitablemente en el ámbito de la universidad. Como dirá el Presidente de la FECh entre 1968 y 1969, Jaime Ravinet, en “(…) el último período se discutió mucho más de poder que de los contenidos de la Reforma”79. No obstante, donde mejor se expresará el conflicto político y donde más se aprecia la polarización política de la corporación es en el conflicto entre la autoridad unipersonal, el rector Boeninger y el organismo colegiado, el Consejo Normativo Superior. Es más, podríamos aseverar que la reforma finalmente se le escapa al movimiento estudiantil, pues el conflicto político hace dirigir la atención a aspectos relacionados con los mecanismos de poder. Una expresión de todo esto fue el conflicto en el Canal 9 TV. En enero, Boeninger designa a Jaime Celedón como director del Canal 9 TV de la Universidad de Chile. Ante esto, las fuerzas de izquierda articulan una movilización que a la postre termina con un paro de la APEUCh de 24 horas en protesta por los acuerdos del Consejo80. Por otra parte, en marzo de ese mismo año las Escuelas e Institutos de la Facultad de Filosofía y Educación y de la Facultad de Economía reclaman la creación de una Facultad de Ciencias Sociales que debería estar constituida por una Escuela de Sociología, de Psicología, Historia y Economía. Asimismo, ese año se genera un tercer conflicto que afecta uno de los núcleos de la institucionalidad de la corporación, el Consejo. En efecto, con el cambio de Gobierno se modifica la representación de la izquierda al interior de este organismo colegiado y así se enfrentaría la discusión del presupuesto para el año 1971, que sería la primera vez que se discutía sobre el tema desde el rectorado de Gómez Millas. Aunque para muchos lo más relevante fue la aprobación y promulgación en 1971 por el Presidente Allende del nuevo Estatuto Orgánico de la Universidad de Chile, en realidad este ya estaba definido desde 1968 y en 1970 se tenía un texto definitivo. Por lo mismo, más relevantes fueron estas

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Cifuentes Seves, Luis, La reforma universitaria en Chile, p. 72. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p.83.


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disputas por el control de los medios de comunicación, la reorganización de ciertas unidades académicas y el problema del presupuesto. El 10 de junio se llevan a cabo nuevas elecciones de autoridades (Rector, Secretario general y Consejo Normativo Superior) en conformidad al nuevo estatuto. Cada estamento tenía derecho a voto según la siguiente ponderación: 65% los académicos; 25% los estudiantes; y 10% para el personal no académico. En esta oportunidad, se enfrentaban dos listas con propuestas radicalmente distintas. Por una parte, el PDC y el PN –con sus respectivos órganos juveniles o universitarios– apoyaban la candidatura de Edgardo Boeninger como Rector y Raúl Bitrán como Secretario General, candidaturas que postulaban un cierre del proceso de reforma y un acento en la modernización interna de la corporación81. Desde la orilla contraria, se erigía la candidatura de Eduardo Novoa como Rector y Ricardo Lagos como Secretario General, apoyados por partidos de izquierda y que proponían una radicalización de la reforma82. Desde septiembre a octubre de 1971, el CNS encontrará un primer pretexto para desencadenar la contraposición de fuerzas en la aprobación de la organización de cuatro sedes en Santiago (Norte, Sur, Oriente y Poniente). A este respecto, cabe señalar que se generaron una serie de conflictos en la Facultad de Economía o en la Facultad de Medicina, que terminan por movilizar al estudiantado el día 20 de octubre, cuando el FU (el Frente Universitario, nuevo órgano del movimiento vinculado con la DCU y la JN) se toma la Escuela de Leyes y se declara contrario al CNS. Ante la intervención explícita de los partidos políticos en la expansión del conflicto a otras unidades académicas, el rector presenta un decreto de organización que, no sólo es rechazado por el CNS, sino que por la Contraloría –que no toma razón del decreto–, la Cámara de Diputados e incluso el Presidente de la República lo critica. El 9 de noviembre se produce finalmente una ruptura entre el Rector y el CNS, al tiempo en que se radicalizaban las “tomas” y las “re-tomas” de los establecimientos de algunas unidades académicas. Lejos de atenuarse el conflicto, este llega al paroxismo con un curioso episodio ocurrido nueve días después de la mencionada ruptura entre el Rector y el CNS. En efecto, el 17 de noviembre un grupo de diputados de oposición llega a la casa del rector Boeninger que, cercada por grupos de izquierda, era inaccesible. Ante esta situación, Boeninger concurre a La Moneda para presentar un reclamo, cosa que le vale una acusación de asalto criminal al

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Ejecutivo83. Aunque hacía tiempo había surgido la idea de celebrar un plebiscito, el 30 de noviembre se impone finalmente la convocatoria a Claustro Pleno de FU y la discusión de algunos aspectos de la reforma, acuerdos que se materializan en la Ley 17.618 promulgada el 1 de febrero de 1972. Así, en virtud de estos acuerdos se desarrollan en abril de ese año nuevas elecciones, esta vez participando diversas candidaturas: Boeninger era apoyado por el FU; Felipe Herrera y Fernando Vargas, por la UP; mientras que Andrés Pascal y Luis Vitale eran apoyados por el MIR y el PCR respectivamente. Ahora bien, más interesante que esta diversidad de propuestas fue el resultado de la selecciones, pues triunfa Boeninger con un amplio 51,87%, contra el 43,62% de la UP, el 3,66% del MIR y el 0,85% del PCR. Además, la propuesta del FU obtiene 54 consejeros en el CNS y la mayoría en un plebiscito que definía aspectos administrativos de la corporación84. Sin embargo, dada la polarización creciente de la misma sociedad, los conflictos en la Casa de Bello no cesaron. De hecho, continuarán hasta 1973 a través de todas las disputas en torno al Canal 9 TV. Aunque en marzo de 1973 se crea un nuevo medio para resolver el conflicto, el Canal 6, lo cierto es que los antagonismos no disminuirán hasta el inicio de la intervención total de la corporación. Así, en septiembre de 1973 se produce el quiebre general de la democracia en Chile, pero en particular se producía una intervención absoluta de la Universidad de Chile. Aunque no es claro si con el 11 de septiembre comienza la contrarreforma, por lo menos es plausible aseverar que, por decreto, la Junta Militar revoca la participación estudiantil en las universidades, pierden vigencia los estatutos orgánicos y se establecen los rectorados delegados.

CONCLUSIONES PARCIALES A través de la documentación revisada, el proceso de reforma en la Universidad de Chile se nos presenta con toda su complejidad histórica. A partir de las Actas del Honorable Consejo Universitario, los Anales de la Universidad de Chile, los testimonios de sus actores más relevantes y los datos de los autores

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Ibíd., p. 93. Los resultados están en Auth, José et al. Antecedentes estructurales de las universidades chilenas, p. 39.

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A este respecto, concordamos con Agüero cuando señala que esta fue una expresión de la intervención de la Universidad de Chile y que se violentó su autonomía. Agüero, Felipe, La Reforma en la Universidad, p. 101. Los resultados están en Auth, José et al. Antecedentes estructurales de las universidades chilenas, p. 39. Cabría preguntarse, entonces, por qué ganaba Boeninger nuevamente si los conflictos entre el Rector y el CNS parecían insalvables.


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mejor informados, se verifican las tres fases del proceso global, descompuesto en “modernización”, “reforma” y “conflicto político”. De la observación de los acontecimientos institucionales de la Universidad de Chile, queda claro que el proceso reformista no fue una gesta propia y exclusiva del movimiento estudiantil. No lo fue porque el Consejo Universitario mantiene durante todo el proceso un rol central: no lo destrona el movimiento estudiantil y tampoco lo hace la institucionalización del conflicto a partir del Acta de acuerdo. De hecho, el Consejo pierde el control finalmente cuando se produce el paso de la transgresión de la autonomía por el aumento del conflicto político desatado con la polarización durante el gobierno de la UP y la intervención total de la Casa de Bello con el advenimiento del Gobierno Militar. De este modo, entre la dinámica institucional del proceso reformista y el movimiento estudiantil, parece predominar la primera en la dirección del proceso.

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la cultura juvenil. Punto de inflexión o no, para el caso chileno y, más específicamente, para el caso de la Universidad de Chile, en realidad todo eso se jugó en los cauces institucionales. Aunque hasta la saciedad, sus protagonistas nos pintan una Reforma Universitaria llena de esperanzas, ideales y utopías, donde el cambio social era realmente posible y ellos eran en verdad responsables con su propio tiempo histórico, todo parece indicar que fueron pocos los que participaron de los cambios concretos. Por esto, los Ricardo Lagos, Jorge Navarrete o Jaime Ravinet de hoy –militantes de partidos relevantes y con protagonismos políticos no menores– han conseguido los votos suficientes para que la imaginación llegue efectivamente al poder. Siendo tales líderes miembros de una minoría selecta que participó de la reforma en tanto cuanto se acercaron a los cauces institucionales.

Tal vez, lo que grafique mejor esta predominancia del canal institucional sea la discusión sobre el estatuto orgánico de la universidad, debate que será transversal y que funciona como hilo conductor en lo que nosotros hemos propuesto como fase de modernización, fase de reforma y conflicto político. Además, esta discusión tan prolongada y postergada expresa un carácter sumamente democrático de la Casa de Bello, pues en ninguna otra corporación de educación superior se desarrolla un debate similar con la participación del estamento estudiantil. A fin de cuentas, los ámbitos o esferas institucionales se dieron a la tarea de racionalizar la organización de la universidad y poner en sintonía sus funciones inherentes con las necesidades de la sociedad.

La Universidad, como espacio hermético de una elite estratégica, no quedó al margen de los embates de un tiempo demasiado cargado de ideales. Sufrió, como tantas otras instituciones (la familia, la Iglesia, el Estado, el mercado, etcétera) tanto los agudos como los superficiales cuestionamientos de una generación que creía en el cambio. Sin embargo, es en esta institución –la universidad– donde tal vez perdura de forma más clara la herencia de una época, pero si perdura, fue más por la modernización que por la “reforma”.

Por otro lado, queda claro que los ensayos de periodificación, no son en absoluto un marco lo suficientemente rígido como para excluir intentos modernizadores en una fase reformista, como lo fue el intento de plan de desarrollo durante el rectorado de González Rojas. Sin embargo, los hechos y la documentación dan cuenta de las diferencias esenciales entre cada una de las fases. A todas luces, la crisis de universidad de mayo de 1968 no se podría haber producido en la fase modernizadora del rectorado de Gómez Millas, así como la proliferación de institutos de investigación no podrían haberse fundado durante el fragor del conflicto político de la última fase.

Fuentes

De la rebelión contra prácticamente todo a la crítica discreta de una generación marcada por el descreimiento, las jornadas de mayo de 1968 (del francés, el mexicano, el norteamericano, el chino y hasta el chileno) sirven indistintamente para cerrar un período de la modernidad, señalar una crisis en las ciencias sociales, mitificar movimientos sociales pasados o cristalizar un ethos de

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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[Recibido el 30 de diciembre de 2014 y Aceptado el 6 de abril de 2015]


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HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 1 - 2015 [73-92]

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LA REVOLUCIÓN ROMANA DE RONALD SYME, UNOS 70 AÑOS DESPUÉS* THE ROMAN REVOLUTION RONALD SYME, ABOUT 70 YEARS LATER

Nicolás Cruz Pontificia Universidad Católica de Chile ncruz@uc.cl

Resumen El presente artículo propone entender la lectura de The Roman Revolution, una obra fundamental de Ronald Syme, como un texto emblemático de la crisis de los paradigmas historiográficos desarrollada en la cultura europea del período de entreguerras. Para esto propone diferenciar la obra de lo que fue la crítica encabezada por Momigliano, así como también por la particular historia de este libro a partir de su aparición (1938) y hasta fines de la década de 1970. Palabras clave: Roman Revolution, crítica historiográfica, historia de la obra, crisis paradigmas, nuevas perspectivas.

Abstract This article proposes to understand The Roman Revolution, Ronald Syme’s seminal work, as an emblematic text of the European historiographical crisis during the period between the world wars. To do so, the article proposes to differentiate Syme’s work from the criticism to The Roman Revolution led by Momigliano, as well to consider the particular history of the book since it was published in 1938 until the late 1970. Keywords: Roman Revolution, historiographical criticism, history of the book, paradigms crisis, new perspectives.

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El presente artículo forma parte del proyecto 1120036 La Construcción de la memoria en los Inicios de la Roma Imperial, financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT), Chile.


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UN LIBRO: UNA POLÉMICA

En dicho comentario, Momigliano reconoció la calidad del libro de Syme, especialmente porque superaba decisivamente la discusión centrada en los aspectos políticos del gobierno de Augusto y en el debate sobre los alcances constitucionales de su poder, así como también porque presentaba el proceso como una revolución colectiva y no sólo la de un hombre individual que actuaba hasta cierto punto aislado del resto.

Ronald Syme, un historiador de origen neozelandés (1908-1987), publicó en el año 1939 su The Roman Revolution, un libro que modificó la manera de abordar la crisis del sistema republicano y el surgimiento del régimen imperial en Roma antigua. En esta obra planteó, de manera documentada y convincente que, a finales de la República, se había instalado una monarquía en Roma y que su constructor fue Augusto, apoyado por los caballeros, los soldados y las élites de todas las ciudades de Italia, reunidas o representadas en un partido. Este sistema, entonces, no habría sido la obra de un genio iluminado solitario, sino la de una suerte de grupo imperial, o sindicato (syndicate) según un término del propio Syme, integrado por algunos sectores sociales que habían estado en el vértice de la vida política, y otros que se habían incorporado de manera creciente a partir de fines del siglo II a.C., pero de forma muy especial en la última centuria de la República romana. Para estos efectos amplió y profundizó la aplicación del método prosopográfico para la comprensión del tema. Así aparecen unidos de manera intrínseca la argumentación y el método usado para la investigación. The Roman Revolution, tuvo un temprano y decisivo comentarista en Arnaldo Momigliano, un historiador italiano quien a los 31 años se encontraba, desde hacía un breve tiempo, en Oxford luego de haber abandonado su país a causa de las políticas implementadas por el régimen fascista1. En el Journal of Roman Studies de 1940 publicó una reseña que habría de llegar a ser casi tan famosa como el libro que comentaba2.

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Stray, Christopher, “’Patriots and Professors’: A Century of Roman Studies”. Journal of Roman Studies. N°100. 2010. p. 12, señala que la reseña realizada por Momigliano es una de las más importantes aparecidas en el Journal of Roman Studies a través del tiempo. Se trató de una crítica “generosa y penetrante”. The Roman Revolution fue comentada al momento de su aparición más en los Estados Unidos y en Inglaterra más que en el resto de Europa. Hemos tenido la oportunidad de encontrar y trabajar las siguientes reseñas aparecidas entre 1940 y 1942: Giles, A.F, “Dux et Prínceps”. The Classical Review.Vol.54. N°1. 1940. pp. 38-41. (“Una interpretación alarmante y perturbadora. Su tono es pesimista y truculento” Lo más importante es la idea de partido de Augusto); Ginsburg, M. The American Historical Review. Vol.46. N°1. 1940. pp. 106-108 (Establece la relación entre el tiempo de entreguerras y el libro de Syme; lo más interesante es ese Augusto “sangre fría e inescrupuloso” desde el principio); Lambrecht, P, L’Antiquité Classique. Tomo XI. 1942, pp. 147-151 (“La contribución más original y la más importante de estos últimos años…”. Pero, los revolucionarios de ayer son los conservadores de hoy, destaca respecto de Augusto); Mc.Fayden, D. The Classical Journal. Vol.38. N°1. 1942. pp. 38-40 (La política romana se movía por motivos más importantes que la sola ambición por el poder a la que Syme da una importancia exagerada); Piganiol, A. realizó dos referencias al libro de Syme. La primera de ellas fue una reseña propiamente tal y fue publicada en la Revue des Etudes Latines. 18e. Annè. 1940. Fasc. I-II. pp. 221-224 (Un libro llamado a despertar controversia dado que presenta a Augusto como el jefe de un partido.

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A partir de lo anterior Momigliano, centró su análisis en la discusión de una serie de aspectos propiamente históricos, tales como las posibilidades y limitaciones del método prosopográfico utilizado por el autor, ante el cual expresó una serie de reservas, destacando el hecho de que por esa vía sólo se accedía a las élites de Roma e Italia, lo cual dificultaba la comprensión de una revolución en la que la masa anónima había tenido protagonismo3: “En otras palabras, debemos reafirmar que la investigación prosopográfica no puede entregar una interpretación suficiente de este período (y podemos añadir que de ningún período histórico)”4. Igualmente advirtió insuficiencias en el trato que Syme daba al papel de los soldados en el nuevo régimen –Momigliano los consideraba la columna vertebral, mientras que Syme diluía esa importancia–, y por último, atacaba la tesis central que sostenía que la aristocracia romana había hipotecado su libertad

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La constitución de Augusto “repose sur la terreur”, pero era la única salida para Roma). En el año 1941 André Piganiol publicó en Revue Historique, 66e. Annè, T. CXCI, Janvier-Mars, 1941, un informe sobre las publicaciones dedicadas a Roma antigua entre los años 1936 a 1940 (Interesante registrar que las referencias al Augusto de Syme aparecen entre las publicaciones dedicadas a César y no en aquella dedicada al Imperio y a Augusto mismo); R.L.R. publicó una reseña en Greece and Rome. Vol.9. N°26. 1940. pp. 123-126 (Hay una poco amistosa presentación de quien fuera un “monarca militar”. Se trata de un libro “novedoso y llamativo de un gran tema”); Wannemacher, W. L. en The Classical Weekly. Vol.34. N°2. 1940. pp. 18-19 (Roman Revolution representa “una reacción extrema ante el tratamiento convencional”); Winspear, A.D, The American Sociological Review. Vol.6. N°1. 1941. pp. 123-125 (Una buena parte de los términos utilizados por Syme en su libro son confusos y tiene poca base para defenderlos). A todas estas cabe agregar, por cierto, la ya mencionada de Arnoldo Momigliano en el Journal of Roman Studies. vol 30. 1940. pp. 75-80. Algunas revistas importantes de Europa no incluyeron una reseña del libro de Syme, no obstante sí comentaron los otros libros aparecidos sobre el mismo argumento en el período. Entre estas hemos podido identificar Atene e Roma y Athenaeum, así como la Revuè Belge de Philologie et Histoire y la española Emérita. Momigliano, Arnoldo., Reseña a “The Cambridge Ancient History, vol. XI The Imperial Peace A.D. 70-192, edited by S.A. Cook, F.E. Adcock y M.P. Charlesworth”,en Momigliano, Arnoldo Sesto Contributo alla Storia Degli Studi Classici e Del Mondo Antico, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura 1980. Para la cuestión prosopográfica ver pp. 411-413. Las traducciones al español que figuran en este texto son de mi responsabilidad. Ibíd., p. 411. En torno a la cuestión prosopográfica agregó: “La investigación prosopográfica tiene la gran virtud de alcanzar a los individuos o pequeños grupos, pero no explica sus necesidades materiales o espirituales, simplemente las presupone. La Historia es la historia de los problemas, no la de individuos o grupos”.


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al optar por la estabilidad que le fue ofrecida una vez finalizadas las guerras civiles. Para Momigliano, esa idea tan dependiente de los Anales de Tácito, era incorrecta ya que a la aristocracia romana el poder le había sido quitado debido a su incapacidad crónica de abrirse y compartir su dominio con los nuevos grupos sociales que gravitaban de manera más decisiva en Roma durante los siglos II y I a.C. Lo suyo, entonces, no había sido una elección sino una imposición.

de Fergus Millar puede resumir muy bien el punto, considerando que es otro de los historiadores más importantes del siglo XX y del mismo ambiente universitario de los historiadores que estamos discutiendo: “Roman Revolution fue, por cierto, una reacción a los hechos políticos de los años 20 y 30, como fue brillantemente destacado por Momigliano en su introducción a la traducción italiana de 1962”7. Parece interesante destacar que las palabras de Millar constituyen a Momigliano como una autoridad decisiva sobre el tema, pero para ilustrar su punto Millar se ve en la necesidad de refereirse al prólogo de 1962 y no la reseña de 1940, en la cual como ya hemos señalado Momigliano no tocó el punto.

Por último, y lo que nos parece la crítica más profunda, Momigliano expresó su completo rechazo a considerar que el Estado surgido de las guerras civiles era solo el resultado del triunfo de un partido que se había hecho del poder. El historiador italiano se preguntaba cómo había sido posible, entonces, que el modelo mantuviese su vigencia por los doce o trece siglos siguientes. En el sentido inverso, reconoció y aplaudió la nueva perspectiva en que Syme había presentado el problema, destacando el papel otorgado a las élites de los municipios de Italia en la transformación y el entendimiento de Augusto con ellas para el desarrollo de su gobierno. El paso de estas élites al poder central sería uno de los aspectos centrales que permitiría, efectivamente, hablar de una revolución. Momigliano en 1940 no hizo ninguna referencia a algunas ideas en las que comenzaría a insistir cada vez con más fuerza en los años siguientes respecto de este libro. En 1961 se publicó la primera edición italiana de The Roman Revolution5. La breve ‘introduzione’ fue escrita por Momigliano y se abre con la idea de que Syme escribió su libro discutiendo con las experiencias autoritarias de la Europa de entreguerras, y muy especialmente con la del fascismo italiano que había exaltado la figura de Augusto y de la Roma imperial. La obra contendría una referencia al gobierno de Mussolini, de modo tal que la antigüedad sería una suerte de espejo del presente: “Y si Mussolini estaba muy presente en su libro”, también podían encontrarse referencias indirectas a Hitler y al nacional socialismo y probablemente a la Guerra Civil española que también había creado profundas divisiones en Oxford”6. Esta lectura de Momigliano de la obra de Syme tuvo una enorme recepción a partir de los años sesenta y se podría hacer un interesante elenco de citas que así lo demuestran, pero una

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Syme, Ronald, La Rivoluzione Romana. Torino, Editoriale Einaudi, 1962. Introduzione, p. IX. “El libro aferraba al lector, establecía una relación inmediata entre la antigua marcha sobre Roma y la nueva, entre la conquista del poder de Augusto y el golpe de estado de Mussolini, y probablemente aquel de Hitler. En la incisiva viveza con que se representaban hombres y situaciones de la antigua Roma se reflejaba la experiencia de las situaciones de nuestro tiempo”.

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Arnaldo Momigliano volvió a preocuparse varias veces más del libro de Syme. Mezcló siempre elogios con críticas y resulta común encontrarse con una frase que tras iniciarse con algo así como “este brillante estudio” concluye en la crítica de un determinado punto. En el año 1979, escribiendo sobre Ranke, deriva hacia Syme y señala que el historiador neo zelandés nunca llegó a preguntarse si en el fondo su obra era la percepción de la revolución romana como una de tipo fascista. De haber tenido claro el punto “su investigación se habría dirigido a un objetivo definido con mayor claridad”8. El historiador italiano avanzó una idea más respecto de la obra de Syme al señalar que en ella Augusto era descubierto en su impostura y en su hipocresía política. Cuando hablaba de restaurar la República romana y tener como norte el bienestar de Roma, en realidad estaba llevando adelante una revolución en su beneficio propio y el de su partido. A esta idea se refirió Momigliano más adelante destacando que en el libro de Syme “La clase dirigente augustea es analizada en su estructura y en sus intereses y donde Augusto aparece como el maquiavélico organizador de la opinión pública a costa de la estabilidad social”9.

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Millar, Fergus, “Roman papers I-II by Ronald Syme; edited by Ernst Badian”, Journal of Roman Studies. Vol. 71. 1981. p. 146. También se encuentra en el prefacio de un libro de mucho impacto como lo ha sido Between Republic and Empire (1993) donde los editores puntualizan que el libro de Syme fue una respuesta al uso que el gobierno fascista estaba haciendo de la figura de Augusto, especialmente a partir de la Feria Internacional del año 1938 (p. XIV). El punto es tratado por Arce en pp. VIII y IX del prólogo a la edición castellana, así como también por Bowersock, William (1993) y por Dupla, Antonio (1984) entre tantos otros. Momigliano, Arnoldo ,“A Hundred Years After Ranke”. Contributo Alla Storia Degli Studi Classici.. Edizioni di Storia e Letteratura. Roma, 1979. p. 372. En el Sesto Contributo se vuelven a encontrar referencias a la obra de Syme, tal como puede apreciarse en el tomo I, p. 308 y en el tomo II, pp. 766-767. Momigliano, Arnoldo, “Dopo Max Weber?”. Sesto Contributo alla Storia Degli Studi Classici, Edizioni di Storia e Letteratura, Roma, 1980, Tomo II. p. 767.


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Por último, y de manera retrospectiva y contradiciendo expresiones anteriores, Momigliano consideró que una parte decisiva del éxito del libro se derivó de la relación que el público estableció entre los tiempos del primer emperador romano y el suyo propio, destacando el carácter contemporáneo de la obra10.

Hay un aspecto que se debe tener presente al hablar del libro de Syme y es que su difusión fue tardía, incluso en Inglaterra y Estados Unidos. En el resto de Europa demoró más y en lengua castellana, y en América Latina por lo tanto, recién ha comenzado en los años recientes. Su fama precedió a su lectura por más de una década en el mejor de los casos, y cuando el grueso del público llegó a leerlo, y por esto entendemos los estudiantes universitarios, ya la obra había empezado el camino a convertirse en una pieza importante de la discusión historiográfica del siglo XX, perdiendo fuerza aspectos más impactantes y trasgresores que Momigliano leyó en 1939.

Como ya hemos señalado, Momigliano marcó de manera decisiva la interpretación de The Roman Revolution. Pero, lo hizo respecto de un libro que tuvo una propia historia en la que se hizo difícil que estos comentarios, u otros, pudieran ser confrontados con la lectura misma. Ya hemos señalado que esta obra no fue traducida al italiano hasta el año 1961 (“En la Italia de 1939-40 una traducción de este libro no era pensable; no fue posible ni siquiera reseñarlo…”, escribió Momigliano en la mencionada Introduzione)11. En Alemania sucedió otro tanto y la obra vino a ser publicada en los inicios del año 1957, mientras que en Francia apareció diez años después por Gallimard. En castellano el libro se editó a fines de la década de 1980, y de manera más amplia en 2010. De modo tal que no se entiende bien a qué se refirió el historiador italiano cuando habló del éxito de la obra, dado que sólo unos pocos italianos, alemanes y españoles, presumiblemente académicos, deben haber podido acceder a sus contenidos. Es probable, entonces, que su referencia apuntara a quienes la leyeron en inglés, cosa que empezó a suceder más ampliamente a partir de la década de 1950, esto es, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y sus efectos más inmediatos Y puede haberse referido también en este caso a los académicos de distintos países. Siendo así, convendría moderar las referencias al éxito o al impacto del libro12. “No obstante la gran aclamación que logró inmediatamente entre los que tuvieron la oportunidad de leerlo, The Roman Revolution tuvo que esperar un largo tiempo para obtener un reconocimiento extendido. La Segunda Guerra Mundial, en efecto, impidió que el libro ingresara a la corriente principal de la erudición histórica, y no fue hasta los inicios de los 50 que el impacto de Syme se comenzó a sentir”13.

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Ibíd. Canfora, Luciano., Ideologie del Classicismo.Torino, Piccola Biblioteca Einaudi, 1980, p. 108. Señala que el libro se tradujo al italiano varios años después del fascismo. Las revistas italianas dedicadas a los estudios clásicos no le habían concedido adecuada atención antes de ello. Véase Raaflaub, Kurt A. y Toher, Mark “editor’s Preface” Raaflaub, Kurt A. y Toher, Mark (eds.) Between Republic and Empire, University of California Press, Berkeley and Los Angeles California 1993, p. XV. Se ha hecho un lugar común hablar del inmediato y gran impacto del libro de Syme. No se encuentran noticias suficientes para respaldar esta afirmación. Ibíd, p. XIV. En todo caso, y de acuerdo a lo señalado en la nota 3 de este trabajo, no debe descartarse una lectura temprana y más difundida en los Estados Unidos.

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A raíz de lo anterior es que se puede proponer que el libro The Roman Revolution ha sido más comentado que leído. Esto genera el problema de que se conoce la obra a partir de los comentarios de terceros, y estos, a su vez, se van simplificando y distanciando de los originales en la medida que pasa el tiempo. Un ejemplo ilustrativo que se puede traer a colación es lo que dice relación con la figura de Augusto, presentada por Syme con varios matices claros y oscuros, pero que con el tiempo se han ido perdiendo, terminando por imponerse solo aquellos que dicen relación con el ‘hipócrita político’, o el ‘tirano cruel’. La fuerza del lugar común es tan fuerte que lo encontramos en la forma de aproximación de historiadores tan destacados como Bowersock, Arce y en la voz ‘Augustus’ del diccionario The Classical Tradition, por colocar algunos entre los muchos ejemplos que existen14. En este último caso, Paul Nelles, quien tiene a su cargo la voz ‘Augustus’ señala “En su Revolución Romana de 1939, Ronald Syme, así como antes lo habían hecho Lipsius y Gibbon, un profundo admirador de Tácito, expuso que el éxito de Augusto había estado basado en la crueldad y la manipulación de las tradiciones constitucionales”15. Nadie puede decir que Syme no dijo tales cosas, pero las dijo en un contexto que escasamente vuelve a ser recuperado. En todo caso, retomaremos este punto en la parte final del artículo. Momigliano contribuyó mucho a la difusión del libro de Syme. De hecho, no creo haber leído ningún comentario a The Roman Revolution en que no se hi-

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Bowersock, William. en un artículo publicado el 6 de marzo de 1980 en The New York Review of Books, señala que un objetivo de Syme fue demoler la figura de Augusto que había sido construida por la historiografía hasta ese momento. Y describió a Augusto de la siguiente manera: “Un político cruel y doble que deliberadamente destruyó la República romana mientras anunciaba que la estaba restaurando”. Arce, Javier, por su parte, en el prólogo a la edición española señala: “En él [en el libro de Syme] el primer emperador romano es un déspota, un dictador frío y calculador que no duda en eliminar a todos sus enemigos, reales o eventuales, de modo sutil, pero sistemático. Sus medios fueron la manipulación de la opinión pública y el enmascaramiento: apariencia republicana, realidad tiránica”, (p. XIV). Grafton, Anthony et al, The Classical Tradition. Belknap Press, Cambridge, 2010, p. 109.


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ciera referencia a los que le dedicara el historiador italiano. La difusión en Italia fue obra directa de Momigliano, así como una parte no menor de la extensión que logró alcanzar en los pueblos de habla inglesa se debe a sus reseñas y comentarios. Pero esto tiene el alto costo de que Momigliano terminó haciendo decir a Syme cosas que él no decía, o no las decía con esa intensidad y de manera tan resuelta.

Visto desde hoy, la proposición de Syme sentó las bases para aquel punto de vista que fue difundiéndose y consolidándose a partir de mitad del siglo pasado y que alcanzó su mayor fuerza en la década de los 70 y 80 del siglo XX y que tuvo un momento muy importante cuando aparece el artículo “L’Impero di Augusto”, de Emilio Gabba en la Storia di Roma, publicada en el año 1991, texto en el cual se destaca la dimensión colectiva del régimen imperial e identifica que la fuerza mayor de los emperadores radicaba en su capacidad para articular aquella enorme diversidad de pueblos, intereses, expresiones culturales y religiosas, etc., que circulaban en el territorio bajo el dominio romano18. Nada

UNA NUEVA LECTURA DEL LIBRO DE SYME Lo señalado hasta aquí nos pone frente a un problema que complica a la lectura actual. Por una parte, el planteamiento de Ronald Syme implicó una crítica y revisión de quienes pensaban que se podía hacer la historia desde los gobernantes, quienes eran presentados y analizados independientes de sus seguidores o del ‘partido’ al que pertenecían. Ante esto había que cambiar e intentar entenderlos, como ya hemos señalado, en su accionar en redes16. Por otra parte, la lectura de su obra unos setenta años después, nos deja la sensación de que todavía en ella se concedió una centralidad excesiva a la figura de Augusto, en cuanto centro del partido, gestor del programa nacional y como quien tomaba, en una suerte de decisión libre, todas las iniciativas. La discusión del autor de The Roman Revolution fue con aquellos historiadores destacados de su tiempo que centraban la historia en la figura de un Emperador al que valoraban de manera excesiva. Era la línea que se remontaba a Mommsen, una figura fundamental para todos los efectos del estudio de la historia romana y de este período en particular, y desde él, en la década de 1930, a Mason Hammond con su The Augustan Principate (1933) y a los autores de la primera edición del volumen X de la Cambridge Ancient History (1934). Como fue habitual en Syme cuando escribía, la polémica fue de bajo tono y él se esmeraba en contradecirlos a partir de los hechos que presentaba y la explicación que exponía, sin realizar ataques frontales ni descalificaciones personales17.

de esto quitaba los grados muy fuertes de concentración del poder en la figura imperial. Syme escribió en un tiempo en el que todavía una parte significativa de la historia que se publicaba era historia política y militar, y las figuras individuales que gobernaban gozaban de crédito, al menos por lo que se refiere a la posibilidad que se les concedía de influir decisivamente en el diseño y la marcha de la vida política. Se tenía la idea de que si el poder se podía representar como una ecuación, el factor del gobierno y del gobernante era el decisivo. Pero, los términos de la ecuación habían comenzado a cambiar en el período de entreguerras, situación que se profundizó en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial19, cuando comenzó a gestarse una crítica y desconfianza hacia los motivos y procedimientos de quienes ejercían el poder, desconfianza que no sólo afectará a la esfera política sino que también al desempeño del poder en todas las otras20. La crítica de Syme fue realizada en ese contexto inicial de la primera mitad del siglo XX y, tal como hemos señalado, si bien criticó la excesiva centralidad otorgada a la figura del gobernante, no negó su importancia, especialmente porque el caso de Augusto que él analizaba, evidenciaba que el individuo ejercía una influencia no descartable21. Un segundo aspecto consiste en que el estudio prosopográfico de las figu-

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“Por mucho talento y poder que posea, el estadista romano no puede alzarse solo, sin aliados, sin seguidores…El gobierno de Augusto fue el gobierno de un partido, y en ciertos aspectos su principado fue un sindicato. A decir verdad, lo uno presupone lo otro”, Syme, Ronald La Revolución Romana, Barcelona, 2010, p. 7. Stray, Christopher, “’Patriots and Professors’: A Century of Roman Studies”. Journal of Roman Studies. N°100. 2010. p. 9, comenta que Syme, desde sus primeras colaboraciones en el Journal of Roman Studies, fue evidenciando su distancia con la visión de Mommsen sobre el gobierno imperial de Augusto, especialmente por la valoración de este emperador luego de la batalla de Accio. Téngase en cuenta que la aproximación metodológica al tema seguida por Syme fue muy distinta a la de Mommsen.

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Gabba, Emilio, “Augusto e L’ Impero”. Storia di Roma. Vol.2., Torino, Einaudi. 1990. pp. 8-28. Yavetz, Zvi, “The Personality of Augustus: Reflections on Syme’s Roman Revolution”. Raaflaub, Kurt and Tober; Mark, Between Republic and Empire , Berkeley and Los Angeles California, University of California Press 1993. p. 25; Watson, P, Historia Intelectual del Siglo XX. Barcelona, Crítica, 2002, capítulos 16 y 17 de la II Parte; Iggers, Georg “The Professionalization of Historical Studies and the Guiding Assumption of Modern Historical Thought”. Kramer, Llloyd y Maza, Sara (eds.) A Companion to Western Historical Thought, Massachusetts, 2002, capítulo 11 en Parte III. Retomamos este aspecto en las conclusiones del presente texto. Interesante a este respecto es Yavetz, “The Personality of Augustus: Reflections on Syme’s Roman Revolution”, pp. 26-27.


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ras, buscaba trasladar el eje de interés de la investigación desde los discursos políticos al plano de los hechos realizados. Es cierto que los discursos son hechos históricos en sí y que generan otros hechos llevados adelante por quienes los pronuncian o los escuchan, pero no sería ese el ámbito privilegiado en que habría que centrarse para saber cómo iban verdaderamente las cosas en Roma y cuáles eran los intereses de quienes se movían en las esferas de mayor influencia. De acuerdo a esta idea, el discurso del poder, en un sentido más radical, enmascara la realidad y busca engañar sobre las verdaderas intenciones de quien aspira a él o lo tiene. Tomaba así fuerza una de las ideas que tendría mayor difusión en las décadas siguientes respecto del poder; una que se ha mantenido por más de medio siglo y que alcanza una fuerte expresión en nuestros días.

que ha sido repetida tantas veces, destacando la última con motivo de la muerte de Syme en el año 1989?

Es probable que una diferencia entre los tiempos de Syme y los actuales consista en que en el primero de los casos la duda y la desconfianza apuntaba de manera central a los regímenes autoritarios del período de entreguerras, caracterizados por una esquizofrenia política, según la cual entre más poder concentraban más generaban un discurso público inverso. En la actualidad, la desconfianza apunta a todas las formas de poder, ya sea este político, cultural, religioso o económico. La visión de Syme apuntaba más que nada a Mussolini, quien sostenía, y probablemente con algún grado de convicción, que existía una alternativa a la democracia liberal que había entrado en crisis luego de la Primera Guerra Mundial, postulando que su ‘democracia fascista’ era tan válida como la que deseaba modificar. En este caso, además de este punto hay que tener en consideración que hacia mediados del siglo pasado, y dada la importancia de los estudios de Roma antigua, así como aquellos sobre el imperialismo a nivel general, el caso de Augusto y el establecimiento de su sistema fue considerado como un paradigma de la discusión sobre la concentración del poder y sobre la hipocresía política que parecía inherente a su ejercicio en cualquier tiempo y lugar. Casi una década después del libro de Syme apareció la novela de Hermann Broch La Muerte de Virgilio (1945), en la que se evidencia la sospecha ante los códigos y comportamientos de los gobernantes, y muy especialmente los de Augusto. Esta novela tuvo una gran difusión. Pero, ¿cuál es el Augusto presentado por Syme?, ¿resulta posible una aproximación que pueda enfrentarse a la versión que se ha generado por varias décadas al respecto?, ¿es posible una relectura de ese Augusto sin relacionarlo estrechamente con el fascismo italiano, relación que planteó Momigliano y

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Antes que nada hay algunos datos que resultan necesarios tener a la vista: Syme como ya hemos mencionado con anterioridad, no señaló de manera expresa la relación que podía existir entre el personaje de su libro y Mussolini, ni aquella de la revolución romana con la fascista. Tanto así que puede darse que un lector actual que desconozca el punto no lo advierta necesariamente, salvo que logre hilar y deducir con cierta agudeza a partir de los títulos de los capítulos de The Roman Revolution. A esto cabe agregar que la casi totalidad de los reseñadores que publicaron sus comentarios entre los años 1940-1942, no repararon o descartaron referirse a este punto. Nos ha sido posible encontrar solo una referencia en la reseña de Michael Ginsburg aparecida en The American Historical Review de 1940, y en esta destaca más bien la relación del libro con su propio tiempo en términos generales, señalando que esta obra difícilmente “podría haberse escrito diez años atrás. Los dramáticos hechos de nuestro tiempo parecen haber estado presentes en la mente del autor”22. Otro punto a tener en cuenta es que Syme fue muy poco dado a las declaraciones explicativas sobre su obra, de hecho, no se conocen comentarios suyos a las expresiones de Momigliano en torno a la relación de The Roman Revolution y el fascismo italiano. Ambos parecen, al menos, haber mantenido corteses relaciones profesionales durante un largo tiempo. Pero, volvamos al punto, el Augusto de Syme rescata la definición que del primer emperador romano hiciera su colega Juliano unos tres siglos antes, cuando lo caracterizó como un camaleón: “el color cambiaba, pero no la sustancia”23. El primer emperador de Roma podía modificar su color según determinadas circunstancias y buscaba ocultar sus intenciones, pero quedaba en pie lo básico e inalterable que era su ambición por el poder y la decisión de suprimir a cualquiera que se interpusiera entre él y ese objetivo. En eso el emperador había sido uno solo desde que debutó en la arena política tras la muerte de César y lo sería hasta el último instante de su vida, cuando seguía gobernando Roma luego de casi sesenta años. La visión del historiador debía ser dirigida al conjunto de la vida del biografiado, y no a uno de los momentos, ya fuese la del triunviro involucrado en las proscripciones o la de emperador. Dividirlos había sido un error en el que había caído con frecuencia la investigación del siglo XIX y la de la primera parte del siglo XX. La visión de la continui-

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Ginsburg, M., en la reseña publicada en The American Historical Review. Vol.46. N°1. 1940. p. 106, ver nota 3 de este texto. Syme, La Revolución Romana, p. 2 (Juliano citado por Syme).


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dad fue uno de los puntos en los que el autor de The Roman Revolution insistió más, contradiciendo aquellas que dividían las actuaciones de Augusto entre un antes y un después del 27 a.C. y que insistían en cómo a partir del último año había formalizado sus poderes y se había comportado republicanamente24.

eficiencia no se contraponían, pero se mantenía aquella fuerte tensión de que “El final feliz del Principado podía considerarse que justificaba, o al menos paliaba, los horrores de la revolución romana; de ahí el peligro de juzgar con indulgencia a la persona y a los actos de Augusto”26. Junto a la importancia de esta postura ética del autor de The Roman Revolution, cabe recordar que la corriente mayoritaria de los historiadores que se ocupaban del tema establecían una tajante división entre el revolucionario y triunviro de los primeros tiempos y el princeps constitucionalista del año 27 a.C. y siguientes27.

Partiendo de la imagen camaleónica es que se puede intentar una aproximación a la figura de Augusto tal como la presenta Syme en su Revolución Romana. Su norte fue la obtención del poder de manera cada vez más completa: “el príncipe abusa en todas partes, abarcando más y más” y “el Dictador elabora tranquilamente sus planes en compañía de sus íntimos”; poder que hace recaer en su grupo más cercano. “El princeps, los miembros de su familia y sus adeptos personales eran el verdadero gobierno. El principado nació de la usurpación y nunca olvidó su origen ni lo ocultó enteramente”. Y buscó, con una consistencia que sorprende en grado máximo, enmascarar el sentido profundo de su régimen, pero “La dominación nunca es menos eficaz por estar disfrazada. Augusto utilizó todos los artilugios del tono y del matiz con la segura facilidad de un experto”25 . No obstante lo anterior, Syme enfrentó el hecho de que la extensa administración de Augusto fue, según su opinión, exitosa en muchos aspectos centrales de Roma, Italia y las provincias: estableció una forma de gobierno estable y duradero (la pax y sus ‘ventajas reales’); extendió de manera significativa las fronteras del imperio; amplió la base social de participación en el vértice del poder, y logró hacer del programa de su partido una agenda imperial gradualmente aceptada por sectores muy diversos. Para Syme el autoritarismo y la

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El rechazo por parte de Syme a la idea de que hubo un Octaviano joven y revolucionario y un Augusto maduro y estadista de tendencia conservadora, provocó algunas ácidas polémicas con los historiadores de su época, especialmente con los historiadores ingleses de Oxford, quienes centraban su análisis en la idea de que el Augusto post Accio había transitado hacia la constitucionalidad. Syme hizo numerosas menciones en contra de esta última visión que era la que prevalecía en ese tiempo; Syme, Revolución Romana, p. 2: “el fin de las guerras civiles dejó en la sombra los horrores de la revolución”; “resulta del todo inconveniente juzgar a Augusto solo de acuerdo a su período de principado, como ha buscado hacer la historiografía más proclive a él”. Ibid, p. 3: “la idea de una apreciación separada de la vida de Augusto en un período revolucionario y otro de normalidad administrativa fue planteada por él mismo en la Res Gestae Divi Augusti, por lo que esta fuente debe ser leída con mucha atención y cautela”; Ibid, p. 3: ese intento le otorgó buenos resultados a Augusto y “los hombres se han visto impotentes para explicar la transformación…”. En suma, “la continuidad es evidente” Ibid, p. 4) y el tema debe ser analizado desde este punto de vista. En la década de 1930 las expresiones más significativas de la visión de un Augusto distinto a partir de Accio, se encuentran en Hammond, Mason The Augustan Principate In Theory and Practice During the Julio-Claudian Period. Cambridge, Harvard University Press, New York, 1933. y traspasa casi la totalidad de Adcock, Frank, Cook, Samuel y Charlesworth, Martin (eds.) The Cambridge Ancient History vol. X The Augustan Principate 43 B. C.- A.D. 69, Cambridge, 1934. Syme, La Revolución Romana, pp.407, 414 y 2, respectivamente.

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El Augusto de Ronald Syme es un político que sabe captar los signos de los tiempos de crisis aguda que vivía la sociedad romana, y, por cierto, aprovecharlos en beneficio propio. Pero tenía también una capacidad de establecer de manera progresiva un liderazgo a partir de aquella simple nominación de heredero realizada por César –nominación no menor pero para nada decisiva en el año 44 a.C.–, e ir incluyendo progresivamente a más sectores dentro de su proyecto. La presentación realizada por Syme destaca cómo Augusto buscó incorporar a la aristocracia romana y al Senado dentro del nuevo régimen (27 a.C.). Los aristócratas, mermados y bastante modificadas sus familias como efecto directo de las guerras civiles, terminaron aceptando y utilizando el espacio que se les ofrecía. Tácito fue muy duro a este respecto cuando señaló que esos aristócratas bajaron la cabeza ante la seguridad que habían recuperado. Syme, aun aceptando parcialmente la imagen de su modelo antiguo28, es más moderado en la evaluación del comportamiento de los senadores: “La libertad se había perdido, pero sólo una minoría había gozado de ella en Roma alguna vez. Los supervivientes de la antigua clase gobernante, descorazonados abandonaron la lucha. Resarcidos por las ventajas reales de la paz y por la evidente terminación de la época revolucionaria, estaban dispuestos, si no a participar activamente en su formación, sí a aceptar el nuevo gobierno que una Italia unida y un Imperio estable exigían e imponían”29.

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Syme, La Revolución Romana, p. 2. Una tercera corriente de interpretación indicaba que si bien resultaban evidentes los excesos de Augusto, dificílmente alguien podía haber hecho mejor las cosas (Mais pouvait on faire mieux?) dadas las circunstancias. Esta fue la idea que expresó Andre Piganiol en su reseña a The Roman Revolution del año 1940, ver nota 3 en este texto. Syme publicó en el año 1958 un estudio sobre Tácito en dos volúmenes. Syme, La Revolución Romana, pp. 10 y 427.


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Y estaban dispuestos también a seguir siendo miembros del Senado, desarrollar los cargos del cursus honorum y ocupar, con la mayor dignidad que fuese posible, el consulado. No es que se engañaran puesto que entendían perfectamente la situación. Aceptaban, al menos tácitamente, no protagonizar reacciones republicanas a partir del ejercicio de los cargos asignados y “sabían el verdadero propósito de la adopción de Augusto de las formas y frases republicanas…”30. A hipocresía, hipocresía y media podría decirse, para com-

minución de la represión en la medida que pasaron los años a partir del año 31 a.C. En este sentido, y siguiendo la idea de la unidad de la figura de Augusto propuesta, se advierte el tránsito desde la brutalidad del período triunviral, en la que destacó Augusto si bien intentó luego hacer cargar con las mayores culpas a Antonio, hacia formas moderadas de represión selectiva y ocasional que aplicó –de manera constante, eso sí– durante el gobierno a partir del año 31 a.C.

prender la situación, pero eso no ocultaría el acercamiento las de dos partes. Inclusión de los sectores llamados tradicionales; incorporación de los derrotados de las guerras civiles a través del ejercicio de la clemencia; quizás una de las virtudes que tuvo una mayor aplicación y alcance práctico en la obra del gobierno. Una clemencia que alcanzó a algunos de los comandantes y políticos cercanos a Antonio, y a una proporción muy importante de los soldados que combatieron bajo sus órdenes. La clemencia de Augusto ha sido sub valorada muchas veces, abordándola con simpleza al señalar que no afectaba su poder y que no tenía costo político para él otorgarla. El propio Syme lo señala así en un cierto momento, no tomando en cuenta que luego del triunfo de Accio el ejercicio de la clemencia no era un imperativo para el vencedor, quien, asumiendo los costos que ello hubiese representado, podría haber adoptado otra dirección, especialmente por lo referido a los aristócratas y comandantes que habían militado bajo la dirección de Antonio31. Son incontables los casos en la historia en los que los vencedores evidencian una fuerte soberbia ante los vencidos, y no una moderada prudencia como sería el caso que estamos analizando. La implementación de la clemencia termina por decir algo sobre Augusto mismo, pero también respecto de su intención por incorporar a determinados sectores dentro de su programa. Incorporación, también, de manera gradual de las élites de las ciudades de Italia, de la mayor parte de ellas y no sólo de aquellas ciudades más poderosas del centro que ya habían visto incorporarse a sus grupos dirigentes a la vida política romana. Por cierto que los logros de Augusto durante su gobierno, por extenso que hayan sido, fueron parciales, pero quedó instalada la idea de que el nuevo régimen debía contar con la colaboración de las élites italianas y no sólo de la romana y unas pocas más. A la incorporación de nuevos grupos al centro del poder, cabe agregar la dis-

Syme denominó el capítulo XXXI de su libro con una sola palabra “Oposición”, una que se desplegaba en una Roma que había encontrado la paz, pero una tranquilidad sangrienta, como señaló Tácito y repitió con convicción Syme32. La impresión que deja la lectura es que el número de los contrarios y las acciones que llevaban adelante no excedía los niveles habituales de resistencia que encuentra cualquier gobierno que ejerza su poder en algún momento. La mayor parte de ella provenía, además, del interior de la familia imperial, o entre los ascendidos o degradados a los cargos imperiales más importantes. Lo que no parece encontrarse es algo así como un partido opositor o un sector social en que se agrupe una mayoría de descontentos. En Syme, a nuestro entender hay un Augusto de dos caras: la del político ambicioso, frío y dotado de una gran capacidad para perseguir el poder y eliminar a cualquiera que atentara contra su intención, pero también aquel que le dio status imperial al programa de su partido, esto es, lo convirtió en un programa progresivamente incluyente, con las transacciones, incorporaciones e imposiciones que esto conlleva. De los dos rostros de Augusto ha prevalecido largamente la visión del ‘emperador hipócrita’, del que enmascaró su construcción autoritaria con un maquillaje republicano. Esta última interpretación fue la que se impuso tras algunos años de la aparición del libro. En parte animada por esta lectura, así como por la desconfianza en que cayó el poder político luego de la Segunda Guerra Mundial, la historia de la segunda parte del siglo XX, insistió mucho en visiones como esta. Pero esto no significa que Syme haya dicho exactamente lo que se le hizo decir después. Su Augusto intentaba ser mucho más ambiguo y profundamente más político en sus acciones33. La presentación y referencia a la ambigüedad de Augusto tiene relación con

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Ibid, p. 351. Syme, Ronald, La Revolución Romana, p. 298, critica además las referencias de Veleyo Patérculo 2, 86, 2, a este respecto.

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Syme, Ronald, La Revolución Romana, p. 479, cita a Tácito en Annales, 1, 10. Para una discusión sobre el punto, cfr. Galsterer, Hartmut, “The Augustan Aristocracy by Ronald Syme”. Journal of Roman Studies. Vol.79. 1989; Yavetz, “The Personality of Augustus: Reflections on Syme’s Roman Revolution”, p. 25.


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la condición de Ronald Syme como escritor de historia. La ambigüedad es un recurso difícil de manejar y no siempre se logran de manera plena los efectos buscados, cosa que parece haber sucedido con este historiador que desarrolló una prosa directa, simple y en la que se privilegiaba la transmisión de ciertos volúmenes de información, más que el buen logro de los párrafos. Así, y en varios pasajes, el intento de presentar un Augusto ambiguo concluye en dos que se contraponen o, como se advierte en más de una ocasión, las palabras que cierran un párrafo contienen una contradicción con lo que se ha señalado y destacado hasta ese momento. Todo esto para señalar que la forma de la escritura de Syme ha ayudado a la confusión generada en torno al personaje central de su obra. La historia de las formas de la lectura, por su parte, nos muestra que toda obra rica y compleja tiende a ser reducida a una o unas pocas sentencias que buscan explicarla al público. Estas explicaciones que al principio son pronunciadas con una serie de resguardos que buscan alertar sobre la riqueza del libro, se van perdiendo con el tiempo y lo que fue una suerte de cuña de entrada para condensar algunas referencias a una obra finalizan por ser aceptadas y repetidas fuera del contexto del libro. La Revolución Romana de Ronald Syme ha terminado por ser aquel libro en que desenmascaró al Augusto simulador, evidenciando las similitudes del emperador romano con los gobernantes fuertes y autoritarios de Europa en el tiempo en el cual escribió el libro.

CONCLUSIONES

La historia de las formas de lectura nos muestra también que un libro intensamente leído por una generación es desatendido por las siguientes, las que se limitan a citar y comentar más las referencias que la obra misma o acceden a ella por intereses muy específicos que no implican la lectura completa y reposada de ella. La experiencia de una lectura actual no discute la relación que pueda haber existido entre los discursos del poder formulados por Augusto con aquellos puestos en circulación con tanta eficiencia por Mussolini y Hitler, pero percibe que ese rasgo no agota el alcance y la profundidad de la obra. Syme fue bastante sutil al respecto y se refirió al punto, si es que efectivamente lo hizo, de una manera indirecta y proponiendo al lector ciertas imágenes y situaciones que podrían llevarlo a esta percepción. Quiero decir con esto que no hay ninguna mención directa al punto ni páginas en que la relación resulte evidente para el lector de todos los tiempos. Me parece, entonces, que The Roman Revolution es un interesante ejemplo de la relación entre escritura y lectura, destacando como las situaciones e intereses de un tiempo que marcan decididamente a una obra.

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Nos parece posible proponer al menos cuatro conclusiones respecto de esta Revolución Romana. La primera es que su lectura, realizada unos setenta años después de su publicación, permite separar el libro de Syme de los comentarios de Momigliano, y más aún, podemos desmontar el mecanismo mediante el cual el historiador italiano se apropió del libro de Syme, figurativamente hablando, por cierto. Esto quiere decir que hoy se puede leer este libro más allá de las relaciones que haya tenido con la figura de Mussolini y el fascismo. En el sentido inverso, una lectura de este tipo no busca negar o esconder esa situación sino que más bien redimensionarla y sugerir otras aproximaciones posibles. Esto último nos permite, dada la perspectiva con que contamos, avanzar a una segunda conclusión, al señalar que el aspecto central del libro de Syme es el estudio de las élites en los tiempos de las guerras civiles romanas, y muy especialmente que la llegada de aquellas provenientes de Italia y gradualmente de las provincias, fue un hecho de gran magnitud social que encuentra su representación política a través de la figura del emperador y del sistema de gobierno que lo sustenta. Resulta común apreciar que un autor está escribiendo siempre un único y largo libro34. Esta explicación utilizada especialmente por los literatos apunta al hecho de que cada uno de nosotros vuelve siempre sobre aquellos problemas historiográficos y temas que ha podido formular para intentar explicar y responder a nuestras inquietudes y problemas en relación a la explicación del mundo. Hoy sabemos bien que Syme volvió una y otra vez sobre el tema de las élites, argumento que abordó directamente en muchísimos de sus escritos, especialmente en Colonial Elites. Rome, Spain and the Americas (tiene una traducción castellana de 1992), Tacitus (1958), y en su libro The Augustan Aristocracy (1986), su última obra35. La preocupación que se puede advertir en su primer gran libro aparece hasta en las últimas páginas que escribió. Hans Galsterer en su artículo “Syme´s Roman Revolution after Fifty Years” se pregunta por la vigencia de esta obra, y enumera las limitaciones del libro y aquellos aspectos o áreas en las que sus postulados que, luego de cincuenta

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Leí esta referencia por primera vez en las entrevistas a Ernesto Sábato, las que tienen una atractiva coincidencia con Millar, Fergus, “Roman papers I. II by Ronald Syme; E. Badian” (review), Journal of Roman Studies, vol. 171, 1981, p. 148. Respecto de este libro, véase Galsterer, Hartmut, “The Augustan Aristocracy by Ronald Syme”, pp. 201- 203.


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años, han sido superados a partir de las investigaciones y escritos de varios historiadores más jóvenes. El tema es interesante y sirve para recordarnos de que el libro comentado fue una obra de gran aliento elaborada por un solo autor, algo que resulta menos frecuente cada día. La tendencia en el último tiempo es la de reunir a varios autores especialistas y editarlos de manera conjunta en torno a un tema determinado. El papel del antiguo autor se ha trasladado al editor que debe dar la unidad a los distintos textos entregados por los diferentes autores. Hoy consideramos difícil que un solo autor pueda abordar todas las aristas de la complicada situación de las guerras civiles romanas a partir del año 60 a.C. Las obras como la que escribió Syme tenían la fuerza de que el autor disponía de espacio para dar a conocer la visión que se había formado sobre la globalidad del proceso, siendo su contraparte el hecho de que no podía conocer a cabalidad el estado de la cuestión. Las obras colectivas de nuestros días aportan muchas veces excelentes trabajos monográficos pero no alcanzamos a contar con una visión general del tema abordado.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

La Revolución Romana es un libro muy particular en su visón del problema tratado y que llevó al extremo el uso del método prosopográfico que ya había sido utilizado por otros autores para el análisis de diversos períodos de la historia. En este sentido esta obra es deudora de cuestionamientos y nuevas búsquedas que se venían generando en el campo historiográfico, pero es también deudor en un grado muy importante de situaciones que estaban en acto en la cultura en un sentido más amplio que la pura investigación histórica y que dicen relación con la situación cultural del período de entreguerras, un tiempo en el cual comienzan a someterse a revisión casi todos los aspectos aceptados de la vida considerada civilizada. En las humanidades, el arte y las ciencias sociales, por mencionar sólo algunos planos, todos están planteando nuevos temas y entregando enfoques diversos, y la obra de Syme está impregnada de este deseo de novedad, como también buscaban serlo los integrantes del movimiento de los historiadores franceses de Annales o los jóvenes historiadores marxistas que estaban desarrollando investigaciones en todas partes de Europa y los Estados Unidos.

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SECURITY AND RISK. HOW WE HAVE LEARNED TO LIVE WITH DYSTOPIAN, UTOPIAN, AND TECHNOCRATIC DIAGNOSES OF SECURITY SINCE THE 1970s. – Martin H. Geyer

HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 1 - 2015 [93-134]

SECURITY AND RISK. HOW WE HAVE LEARNED TO LIVE WITH DYSTOPIAN, UTOPIAN, AND TECHNOCRATIC DIAGNOSES OF SECURITY SINCE THE 1970s SEGURIDAD Y RIESGO. COMO HEMOS APRENDIDO A VIVIR CON LOS DIAGNÓSTICOS DISTOPICOS, UTÓPICOS Y TECNOCRATÁTICOS DE LA SEGURIDAD DESDE LOS AÑOS 1970

Martin H. Geyer

Iggers, Georg, “The Professionalization of Historical Studies and the Guiding Assumption of Modern Historical Thought”, en Kramer, Lloyd, y Maza, Sara (eds.), A Companion to Western Historical Thought, Massachusetts, Blackwell Publishing, 2002. Millar, Fergus, “Roman papers I. II by Ronald Syme; E. Badian” (review). Journal of Roman Studies. Vol.71. 1981. Momigliano, Arnoldo, “The Cambridge Ancient History, vol. XI The Imperial Peace A.D. 70-192, edited by, Adcock, Frank; S.A. Cook, Samuel y. Charlesworth, Martin” (review), Sesto Contributo alla Storia Degli Studi Classici e Del Mondo Antico, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1937. Momigliano, Arnoldo, “A Hundred Years After Ranke” Contributo Alla Storia Degli Studi Classici, Storia e Letteratura, Raccolta di Studi e Testi. n°47, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura. 1979. Momigliano, Arnoldo, “Dopo Max Weber?” Sesto Contributo alla Storia Degli Studi Classici, tomo 1, 1980. Sui Fondamenti della Storia Antica,Torino, Einaudi Papers 157, 1984. Momigliano, Arnoldo, “Ronald Syme, The Roman Revolution”, Journal of Roman Studies, vol. 30, 1940. Stray, Christopher, “’Patriots and Professors’: A Century of Roman Studies”. Journal of Roman Studies. N°100. 2010, pp. 1-31. Yavetz, Zvi, “The Personality of Augustus: Reflections on Syme’s Roman Revolution”, en Raaflaub, Kurt y Toher, Mark (eds.) Between Republic and Empire. Berkeley and Los Angeles California, University of California Press, 1993. Yavetz, Zvi, “The Res Gestae and Augustus’ Public Image” en Millar, Fergus y Segal, Erich (eds.) Caesar Augustus: Seven Aspects, Oxford, Clarendon Paperbacks, 1984.

[Recibido 23 de diciembre de 2014 y Aceptado 27 de marzo de 2015]

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Ludwig Maximilians-Universität München, Alemania. mhgeyer@lrz.uni-muenchen.de

Abstract This essay starts with the observation that issues of security, safety and risk became highly controversial political topics in the 1970s and 1980s. This is particularly true with respect to West Germany, where one can distinguish a broad and very diverse range of political debates concerning security and safety “gaps” in fields like social and military security, ecology, plant safety, and, with respect to left-wing terrorism, also domestic security. Parallel to these political debates, a vast range of academic and intellectual efforts evolved to conceptualise the ongoing transformation of society and politics by the new issues of security. They range from modernization theory to ideas of newly emerging risk or surveillance societies. These intellectual debates are linked to various strands of social and political movements, both on the left and the right, which more often than not challenged social-democratic and reformist ideas of the Modell Deutschland with its emphasis on security. Debating security and risk went hand in hand with efforts not only to shape actively but also to describe modern societies. Thus the evolving technocratic, utopian, and dystopian models of risk societies are of particular interest. Keywords: Security, Risk, Surveillance Society, Modernization Theory, 1970s, Germany.


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Resumen Este ensayo comienza con la observación de que las cuestiones de seguridad y el riesgo se convirtieron en temas políticos muy controvertidos en los años 1970 y 1980. Esto es particularmente cierto con respecto a Alemania Occidental, donde se puede distinguir una amplia y muy diversa gama de debates políticos relativos a las “brechas” de seguridad y vigilancia en campos como la seguridad social y militar, la ecología, con respecto al terrorismo de izquierda y también la seguridad nacional. Paralelamente a estos debates políticos, una amplia gama de esfuerzos académicos e intelectuales evolucionó para conceptualizar la transformación de la sociedad y los nuevos temas de la política y de la seguridad. Estas cubrían desde la teoría de la modernización a las ideas de las sociedades de riesgo o de vigilancia, de reciente aparición. Estos debates intelectuales están vinculados a distintos aspectos de los movimientos sociales y políticos, tanto de la izquierda, como de la derecha, que a menudo no desafiaron las ideas socialdemócratas y reformistas del Modell Deutschland, con su énfasis en la seguridad. Los debates sobre la seguridad y el riesgo iban de la mano con los esfuerzos para dar forma activa y describir las sociedades modernas. Así, son de particular interés, la evolución tecnocrática, los modelos distópicos y utópicos de las sociedades de riesgo. Palabras clave: Seguridad, riesgo, sociedad de la vigilancia, teoría de la modernización, 1970s, Alemania.

INTRODUCTION In the words of the German political scientist Christopher Daase, “security” is not only a “major concept of value for modern –and postmodern– society”, it has actually developed into the “gold standard of all things political”1. Debates on (in)security and risks dominate day-to-day political topics, be it in the area of social, internal, or nuclear security, of disaster management or fire protection regulations. An ever-increasing number of scientific studies simultaneously satisfy and create an insatiable demand for analyses on security and risk in nearly all areas of economics, politics, and society. Their diagnoses identify and evaluate specific dangers and risks and thereby often evoke new scenarios of ubiquitous dangers and risks. This is certainly not a new observa-

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tion with regard to either scientific theory in general or the field of security in particular. Already many years ago, the German sociologist Niklas Luhmann argued along similar lines to refute those experts in the field who promised simple solutions to security issues: “The terminology constitutes that about which is spoken”. Consequently, promises of security imply ever new forms insecurities and risks: it is, if not a “social fiction” (Luhmann), then a “construct” (Münchener Rückversicherung)2. A group of scholars working in the field of international politics associated with the political scientist Ole Wæver that is now known as the “Copenhagen School” places a somewhat different emphasis on the topic. This group of scientists examines performative phrases that actors use in a clearly discernible way to put security and risk issues on the agenda of various policy fields: within the realm of national security policy, a state of emergency and exception is evoked from which a need for action is derived –action that is to be implemented by way of supposedly nonpolitical and factbased decisionism. Also from the viewpoint of this group, dangers, risks, and security may not only be “real” but also socially and discursively constructed and arise in the form of a specific societal communication of risk. Accordingly, debates on security require a receptive public. This group of scholars highlights the idea that discourses on security in areas such as international politics, economics, and environmental policy interlace and mutually strengthen each other3. This applies not the least for certain regions and societies and has far-reaching implications for the development of national and international “security cultures”4. Security and risk are by no means strictly present-day topics and phenomena. Recent language used in connection with security incorporates earlier semantics of “calm and public order” as well as the semantics of peace and the welfare state5. The American “national security state” has always included ques-

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Daase, Christopher, “Wandel der Sicherheitskultur – Ursachen und Folgen des erweiterten Sicherheitsbegriffs”. Peter Zoche et al. (eds.). Zivile Sicherheit. Gesellschaftliche Dimensionen gegenwärtiger Sicherheitspolitik. Bielefeld. Transcript Verlag. 2010. p. 139; similarly, Conze, Eckart, “Sicherheit als Kultur. Überlegungen zu einer ‘modernen Politikgeschichte‘ der Bundesrepublik Deutschland”. Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte. Vol. 53. 2005. p. 357380.

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Luhmann, Niklas, Risiko und Gefahr. St. Gallen, 1990, p. 14 and 37; Münchener Rückversicherung (ed.), Risiko ist ein Konstrukt: Wahrnehmungen zur Risikowahrnehmung. Munich, 1993; Bonß, Wolfgang, Vom Risiko. Unsicherheit und Ungewißheit in der Moderne. Hamburg, Hamburger Edition, 1995. Wæver, Ole, “Securitization and Desecuritization”. Ronnie D. Lipschutz (ed.). On Security. New York. 1995. p. 46-86; Wæver, Ole et al., Security: A New Framework for Analysis. Boulder, Lynne Rienner Publishers, 1998. Daase, Christopher et al. (eds.), Sicherheitskultur. Soziale und politische Praktiken der Gefahrenabwehr. Frankfurt/M, Campus Verlag, 2012. Daase, “Wandel der Sicherheitskultur – Ursachen und Folgen des erweiterten Sicherheitsbegriffs”, p. 139; Nehring, Holger, The Politics of Security. British and West German Protest Movements and the Early Cold War, 1945-1970. Oxford, Oxford University Press, 2013; Conze, “Sicherheit als Kultur. Überlegungen zu einer ‘modernen Politikgeschichte‘ der Bundesrepublik Deutschland”, p. 484; Sherry, Michael S., In the Shadow of War. The United States since the 1930s. New Haven, Yale University Press, 1995; Saupe, Achim, “Von‚ Ruhe und


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tions concerning social and economic security since the late 1930s6. This said, this essay starts with the observation that, particularly in the 1970s and 1980s, issues of security and risk arose to become not only a new guiding concept for political action but also a highly controversial topic in the academic community, especially in West Germany, the country this essay looks at in particular. The questions addressed will explore, for one, the origins of the great contemporary interest in the topic of security starting in the second half of the 1970s and, for another, what it means that scholars treated this topic from the beginning in the context of debates on theories on modernization and modernity. I will start out by exploring the debate on “gaps”, a term prevalent in the public policy debates in West Germany during the 1970s and one closely linked to the guarantee of comprehensive security to be provided by the state. This is then followed by several thoughts on the semantic peculiarities of the German word Sicherheit, which point both to nationally specific dimensions as well as to several general developments in the more recent trans- and international debates on security and risk. The solution for security issues played a prominent role in the political catchword Modell Deutschland. In this essay, I interpret it as part of a –often diffuse– theoretical and practical paradigm of modernization and reform, whose real or supposed “crises” became the starting point for theoretical criticism and reflections on security, risk, and modernity. Why was the term modernity substituted in this context for the term modernization? What nationally specific peculiarities thus became evident?7 The discussions presented here on “new” (in)securities, risks, and uncertainties were not limited to the intrinsic logic of academic controversies; as will be argued, they were rooted in social movements and political, social, and economic institutions. Criticism, crisis diagnoses, and thus theory and social practice were tightly interlaced and their mutual reinforcement makes it difficult to untangle them8. It is against this

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Ordnung‘ zur ‚inneren Sicherheit‘. Eine Historisierung gesellschaftlicher Dispositive”. Zeithistorische Forschungen /Studies in Contemporary History. Vol. 7. 2010. p. 170-19. Ewald, François, Der Vorsorgestaat. Mit einem Essay von Ulrich Beck. Frankfurt/M, Suhrkamp, 1993; Borscheid, Peter, Sicherheit in der Risikogesellschaft. Zwei Versicherungen und ihre Geschichte. Stuttgart, Deutscher Sparkassenverlag, 1999; Moss, David A., When All Else Fails. Government as the Ultimate Risk Manager. Cambridge, Harvard University Press, 2002. Although with another emphasis, see Wagner, Peter, Modernity: Understanding the Present. Cambridge, Polity, 2012; Dipper, Christof, “Die deutsche Geschichtswissenschaft und die Moderne”. Internationales Archiv für Sozialgeschichte und Literatur. Vol. 37. 2012. p. 37-62. Here I take up ideas presented earlier in Geyer, Martin H., “War over Words: The Search for a Public Language in West Germany”. Steinmetz, Willibald (ed.). Political Languages in the Age of Extremes. Oxford. Oxford University Press. 2011. p. 293-330; Geyer, Martin H., “Politische Sprachkritik und Krisendiskurse in den 1970er Jahren”. Thomas Mergel (ed.). Krisen verstehen. Historische und kulturwissenschaftliche Annäherungen. Frankfurt/M. Campus

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backdrop that this essay describes, on the one hand, the paradigmatic dystopian, utopian, and technocratic diagnoses of security and risk and, on the other, the debates on modernity, which –as it is argued here– significantly shape our current debates, not just in Germany.

“GAPS”, PREVENTION, AND THE SPREAD OF RISK DEBATES In 1977, the economist John K. Galbraith published what would become a widely translated book titled The Age of Uncertainty9. His choice of this title reflected a pervasive feeling that the times were experiencing dramatic change. This was not limited to economic life, where the oil crisis of 1973/74, (stag) inflation, unemployment, and growing public deficits could be felt in almost all countries outside the communist orbit; more often than not, these phenomena could only rather insufficiently be explained by established scientific explanatory models, as the die-hard Keynesian Galbraith was forced to admit. In addition to economic problems, he also stated that international terrorism, environmental hazards, nuclear energy risks, and the classic field of national (military) security would pose new challenges in the future. Such changes were observed by many contemporaries and, in turn, were to become depicted in historiography as the end of the “golden age” (Eric Hobsbawn) and the “social democratic consensus” (Ralf Dahrendorf/Tony Judt), or as the demise of security and optimism about the future in the “period after the boom” (Anselm Doering-Manteuffel/Lutz Raphael)10. One way in which these changes were simultaneously debated in various West German policy fields was in terms of Lücken, meaning gaps, shortages, and deficits11. It is no accident that many depictions of the “crisis-ridden” 1970s identify the oil crisis as the beginning of the troubles. After all, wasn’t the Western model of growth and prosperity threatened by the emerging Energielücke, namely by the fact that the plentiful flow of cheap oil could be permanently interrupted? Issues concerning the supply of energy became a matter of “national security”. The report of the Club of Rome on the limitation of national

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Verlag. 2012. p. 257-274; on social practice, see Reckwitz, Andreas, “Grundelemente einer Theorie sozialer Praktiken. Eine sozialtheoretische Perspektive”. Zeitschrift für Soziologie. Vol. 32. 2003. p. 282-301; Reichardt, Sven, “Praxeologische Geschichtswissenschaft. Eine Diskussionsanregung”. Sozial.Geschichte. Vol. 22. 2007. p. 43-65. Galbraith, John Kenneth, The Age of Uncertainty. London, Houghton Mifflin, 1977. See also Geyer, Martin H., “Auf der Suche nach der Gegenwart. Neuere Forschung zu den 1970er und 1980er Jahren”. Archiv für Sozialgeschichte. Vol. 50. 2010. p. 643-670. In the following, I draw on Geyer, Martin H. (ed.), Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945. Vol. 6. Bundesrepublik Deutschland 1974-1982. Neue Herausforderungen, wachsende Unsicherheiten. Baden-Baden, Nomos Verlag, 2008.


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resources, which had been published shortly beforehand, set a new, more or less pessimistic tone, also because observers dramatized both the gaps that were to be expected in the future and the possible crises, if not catastrophes linked to them12. Following the first oil crises of 1973 and the second of 1979/80 came, timelagged, recessions that quickly –and permanently– put the topics of Wachstumslücken (gaps in economic growth), Beschäftigungslücken (unemployment), and Haushaltslücken (huge public deficits) on the public agenda. The costs of social entitlements rose rapidly, especially in the public pension and health insurance systems, where a “gap” between revenue and expenditures became blatantly evident in the winter of 1976/77.This particular gap was an embarrassment to the social-liberal government since the SPD had campaigned throughout the preceding federal election that social security contributions would remain stable and that pensions were “safe”13. Pensions were just one field in which the controversial question was raised whether the public’s expectations (as measured by public opinion pollsters) concerning the performance of the economy and the government, particularly the social state, would eventually manifest itself in Erwartungslücken (gaps between expectations and reality) and a fundamental Vertrauenslücke (gap of trust). Catastrophic scenarios were presented depicting Staatsversagens (a failure of the state) and an alleged Legitimationskrises des Wolfahrtsstaats (a crisis of legitimation for the welfare state); such discussions were jumpstarted by similar debates in the United States and came into full swing in West Germany in 1976/7714. It is important to keep in mind, that these debates on economic issues were mirrored in other areas. One such area was that of domestic security, in which the talk revolved around Sicherheitslücken, security gaps, that became evident in connection with the threat posed by terrorism. In the early 1970s, the

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Graf, Rüdiger, “Between National and Human Security. Energy Security in the United States and Western Europe in the 1970s”. Cornel Zwierlein and Rüdiger Graf (eds.). The Production of Human Security in Premodern and Contemporary History. Cologne. 2010. p. 329350; Seefried, Elke, ‘Zukünfte’. Eine Geschichte der Zukunftsforschung 1945-1980. Munich, (forthcoming 2014/15). Schmähl, Winfried, “Sicherung bei Alter, Invalidität und für Hinterbliebene”. Martin H. Geyer (ed.). Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945. Vol. 6. Bundesrepublik Deutschland 1974-1982. Neue Herausforderungen, wachsende Unsicherheiten. Baden-Baden. Nomos Verlag. 2008. p. 393-514. Hennis, Wilhelm et al. (eds.), Regierbarkeit. Studien zu ihrer Problematisierung. Vol. 2. Stuttgart, 1977; Hacke, Jens, “Der Staat in Gefahr. Die Bundesrepublik der 1970er Jahre zwischen Legitimationskrise und Unregierbarkeit”. Dominik Geppert and Jens Hacke (eds.). Streit um den Staat. Intellektuelle Debatten in der Bundesrepublik 1960-1980. Göttingen. Vandenhoeck & Ruprecht. 2008. p. 188-206.

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sociologist Franz-Xaver Kaufmann could still write that those aspects of security pertaining to the realm of policing had been solved, by and large15. The attack of Palestinian terrorists at the Munich Olympic Games of 1972 and the awareness that the Baader-Meinhoff group and their followers were linked, if only loosely, to international terrorist networks in Italy, Northern, Ireland, and the Near East, raised the issue of domestic or homeland security16. Whereas some critics, among them most pronouncedly conservative ones, attacked what they saw as the “gaps” in domestic security –gaps that would cost lives because of “gaps in personal protection”– and the failure of public authorities to react, others criticized the risks caused by the expansion of the Sicherheitsstaat, the security state17. Just as ambivalent sounded the controversy over Sicherheitslücken, “safety gaps”, in the area of major technical plants, specifically nuclear reactors and chemical plants, and the potential risks they posed to human health and the environment. Were the guarantees given by technical experts and politicians credible? Were the risks and consequences of highly complex technologies truly calculable and controllable? Such critical questions pushed the topic of industrial and nuclear risks onto the political agenda. There was another side to this rising tide of antinuclear activism. Police, security agencies, and many onlookers considered the proponents themselves of such political and social activism as posing potential “security risks” through their blockades of nuclear reactors and military bases. This illustrates the entire polysemy of the security and risk discourse. Moreover, one “gap” could be played against another. Chancellor Helmut Schmidt, a social democrat, never tired of pointing out that the civilian use of nuclear power needed to be sped up in order to prevent an “energy gap” in the near and far future which might threaten Germany’s economic and welfare growth. Likewise the chancellor argued that the military

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Kaufmann, Franz-Xaver, Sicherheit als soziologisches und sozialpolitisches Problem. Untersuchungen zu einer Wertidee hochdifferenzierter Gesellschaften. Stuttgart, 1973, p. 71. Schenk, Dieter, Der Chef. Horst Herold und das BKA. Hamburg, Spiegel-Buchverlag, 1998; Bull, Hans Peter, “Politik der inneren Sicherheit vor einem mißtrauisch gewordenen Publikum”. Leviathan. N° 12. 1984. p. 155-178; Jaschke, Hans-Gerhard, Streitbare Demokratie und innere Sicherheit. Grundlagen, Praxis und Kritik. Opladen, VS Verlag für Sozialwissenschaften, 1991; Kunz, Thomas, Der Sicherheitsdiskurs. Die Innere Sicherheitspolitik und ihre Kritik. Bielefeld, Transcript, 2005. Bergstermann, Sabine, Terrorismus, Recht und Freiheit. Die JVA Stuttgart-Stammheim als Ort der Auseinandersetzung zwischen Staat und RAF. PhD thesis Munich 2012, (forthcoming 2014/15); Richter, Maren, Leben im Ausnahmezustand. Terrorismus und moderner Personenschutz 1970 bis 1993 in der Bundesrepublik. Frankfurt/M, Campus Verlag, 2014.


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“security and missile gap”, caused by the Soviet stationing of rockets, required the stationing by NATO of middle-range missiles in Europe18. There existed numerous other debates that revolved around “gaps”, among them the one on the Geburtenlücke, the birth gap, as measured by the long evident decline of the birth rate and thus the coinciding increase in the surplus of deaths over births in West Germany since 1972/73. References to the “ausgefallenen Generation[en]”19, the missing generations, implied far more that prosaic statistical trends. Starting in the second half of the 1970s, this debate played an ever more prominent role in various other debates on social and economic policy. These new demographic arguments linked together various other topics, such as the emerging one on Rentenlücke, pension gaps, and also the economic Wachstumslücke, the growth deficit20.

GAPS: THE RISKS OF THE FUTURE Despite all the differences in emphasis and focus, the various gap-diagnoses at the time did have quite a few things in common. First, spokespeople addressed the discrepancy between the erstwhile predictions and seemingly well-established assumptions regarding the future, on one side, and the actual new developments looming on the horizon, on the other. Many of these assumptions turned out to be “illusionary”, especially after the 1975 recession. Much of what had been considered “doable” and “feasible” until then, not the least thanks to high economic growth rates, proved now to be unrealistic, even “utopian”.The future became “insecure” and “uncertain”; earlier plans needed to be readjusted and adapted to the present. Often there was talk about a loss of optimistic expectations for the future, specifically for a “better future” that was usually understood as a linear improvement of the present21.

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Second, the diagnosed “gaps” identified a strange void between what was no longer and what did not yet exist: a state of transition, of liminality, even a latent state of exception, in which – stated pointedly – the laws, theories and expectations of the past no longer functioned or at least were no longer adequate to explain the present situation. In other words, gaps dominated the new social and economic Erfahrungsraum (space of experience) and questioned existing and only slowly changing Erwartungshorizonte (horizons of expectations), including established assumptions regarding the future. It is no accident that these two terms, coined by Reinhard Koselleck in 1976 (but not with the present in mind), should so successfully persevere in academic debate up to the present day22. They concealed a more or less distinct political and scientific skepticism that spread throughout the second half of the 1970s and permanently entrenched itself in West Germany, perhaps more than in other countries. From the discrepancy between spaces of experience and horizons of expectations resulted the gaps in expectation and the alleged crisis of legitimation discussed in numerous diagnoses – for the time at hand and even more so for the anticipated future, both near and distant. Third, the various diagnoses of gaps called for practical action. It was in this context that risk discourses emerged and quickly spread, starting in the mid1970s. Certain terms corresponded to one another: risk and security, risk and insecurity, risk and uncertainty. Actors questioned, deconstructed, and fundamentally redefined real or assumed certainties using the topos risk in areas ranging from reactor safety and domestic security to the certainty of economic prognoses. In principle, this is not a new phenomenon. However, what makes this notable here is the backdrop against which it occurred, namely against the preceding assumptions in politics and science that it was possible to minimize risk, if not even eradicate it altogether, with the proper care and planning. This indicates, fourth, that whoever brought up the topic of “gaps” simulta-

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Nowotny, Helga, Kernenergie: Gefahr oder Notwendigkeit. Anatomie eines Konflikts. Frankfurt/M, Suhrkamp, 1979; Lau, Christoph, “Risikodiskurse – Gesellschaftliche Auseinandersetzungen um die Definition von Risiken”. Soziale Welt, Vol. 40. 1989. p. 374-396; Haftendorn, Helga, Sicherheit und Stabilität. Außenbeziehungen der Bundesrepublik zwischen Ölkrise und NATO-Doppelbeschluß. Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1986; Risse-Kappen, Thomas, Die Krise der Sicherheitspolitik. Neuorientierungen und Entscheidungsprozesse im politischen System der Bundesrepublik Deutschland 1977-1984. Mainz, Oldenbourg Verlag, 1988. Birg, Herwig, Die ausgefallene Generation: Was die Demographie über unsere Zukunft sagt. Munich, C.H.Beck, 2005. Geyer, Martin H., “‘Gaps’ and the (Re-)Invention of the Future. Social and Demographic Policy in Germany during the 1970s and 1980s” (to appear in Social Science History 2014/15). This topic is addressed often in the literature and almost as a cliché in Ruck, Michael, “Ein kurzer Sommer der konkreten Utopie – Zur westdeutschen Planungsgeschichte der langen

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60er Jahre”. Axel Schildt et al. (eds.). Dynamische Zeiten. Die 60er Jahre in den beiden deutschen Gesellschaften. Hamburg. Christians. 2010. p. 362-401; among others, see Metzler, Gabriele, Konzeptionen politischen Handelns von Adenauer bis Brandt. Politische Planung in der pluralistischen Gesellschaft. Paderborn, Schöningh, 2005; Seefried, Elke, ‘Zukünfte’. Eine Geschichte der Zukunftsforschung 1945-1980. Koselleck, Reinhart, “‚Erfahrungsraum‘ und ‚Erwartungshorizont‘ – Zwei historische Kategorien”. Reinhart Koselleck (ed.). Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten. Frankfurt/M. Suhrkamp Verlag. 1989. p. 349-375; at least as important as the experience of the 1970s is the rekindling of the controversy over the “defeat” of 1945, which started not by accident in the mid-1970s, see Geyer, Martin H., “Am Anfang war… Die Niederlage. Die Anfänge der bundesdeutschen Moderne nach 1945”. Inka Mülder-Bach and Eckhard Schumacher (eds.). Am Anfang war... Ursprungsfiguren und Anfangskonstruktionen der Moderne. Munich. Fink Wilhelm. 2008. p. 279-306.


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neously called into question widespread expectations regarding the present and the future. This was a crucial shift. It gave the risky near or distant future –or better, what was predicted as risky– a strong veto power over actions and policies in the present23. Such not the least rhetorical operations went hand in hand with the dramatization of all sorts of risks. In a subtle way, assumed future risks colonized the present and asserted preventative maxims for action.24 This might include the shutting down of nuclear reactors as a preventative measure to protect against “incalculable security gaps” (risks) that they entailed. Another example of the colonization of the present by the future was the “demographic gap”, namely the bleak consequences for an apparently distant future with regard to both the Germans as a people and the country’s social (insurance) policy. The “demographic gap” acted as a veto against both past and present pension policy, and this veto conjoined with alarmist demands for a change of the regime of social policy (such as through privatization or by changing the financing process) and to bring about, for example, the development of new family policy measures. The risks of the future called for comprehensive preventive measures25. Last but not least, methodological and theoretical reflections make up a remarkable fifth commonality in the context of all of these changes. “Gaps” underscored the power of (also at the time) newly “discovered” (historical) contingency: coincidence and accident as moments of all things unexpected, incalculable, and rule-breaking. This made the central premises even of major theories, including both liberal and Marxist theories of modernization, questionable and challengeable26. This was accompanied by a call to reformulate existing theoretical knowledge. In fact, we can observe an explosion of (post) modern debates –not only on risk– occurring concurrently with this new perception of contingency. Processes of “modernization” in the various different areas of public life appeared not only questionable and disputable, but often as the signum of the past, of a bygone epoch or era. This was clearly expressed in new concepts of a “first”, “classic”, and “industrial” modernity that suddenly

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On this, see also Opitz, Sven and Ute Tellmann, “Katastrophale Szenarien. Gegenwärtige Zukunft in Recht und Ökonomie”. Leon Hempel et al. (eds.). Sichtbarkeitsregime. Überwachung, Sicherheit und Privatheit im 21. Jahrhundert. Wiesbaden. VS Verlag für Sozialwissenschaften. 2011. p. 27-52; Geyer, “‚Gaps‘ and the (Re-)Invention of the Future”. Bröckling, Ulrich, “Dispositive der Vorbeugung: Gefahrenabwehr, Resilenz, Precaution”. Christopher Daase et al. (eds.). Sicherheitskultur. Soziale und politische Praktiken der Gefahrenabwehr. Frankfurt/M. Campus Verlag. 2012. p. 44-93. See the contribution by Ulrich Bröckling in this essay. Graevenitz, Gerhart et al. (eds.), Kontingenz. Munich, 1998; Knöbl, Wolfgang, Kontingenz der Moderne. Wege in Europa, Asien und Amerika. Frankfurt/M., Campus Verlag, 2007, p. 169-207.

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cropped up everywhere; crude as some of them were, they cleared the way for what become conceived a new “second”, “postmodern”, or “postindustrial” modernity27. “GERMAN ANGST” AND THE SEMANTICS OF SICHERHEIT As “real” as most of these gaps were in many instances, they only became public issues because of the new societal discourse on security and risk. The new social movements scandalized the technological risks of nuclear energy, asbestos or chemical production. However, important as it is, this is only part of the story. The new risk debates in the areas of economic and social policies, as well as domestic security, indicate that other, completely different actors were also contributing at the time to the outburst of talk about risk and security. One good example is the conservative Bavarian minister president Franz-Josef Strauss, who dramatized in his famous Sonthofen speech in 1974 an immanent catastrophe facing West Germany in nearly all areas and by urging his party to make “insecurity” the major theme in the upcoming election campaigns, as did others in the CDU/CSU. The theme of insecurity pertained not simply to the challenge of coping with terrorism, for which Strauss (and others) blamed the social-liberal government, but also to social security pensions, state finances, and particularly inflation. In turn, Social Democrats branded the CSU aspirant for the chancellorship, Strauss, as a “security risk” to German democracy, which was also a way to pay back the accusation made not only by Strauss that the political left in general posed a risk to domestic security28. The conservative opposition and the new social movements attacked the social-liberal coalition government wherever it used its security guarantees (to which we will return) to score points with voters. The point is that, at the time, “security” embedded itself as a hotly contested political term into the political conflict over the use of language and terminology29. This entanglement of different security and risk discourses fit well into the foreign perception of Germans and Germany as a people and a country driven by angst, particularly in the late 1970s and early 1980s: angst about an atomic meltdown, nuclear war, the reduction of pensions and retirement benefits, in-

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See the contribution by Steffen Henne in this essay. Geyer, Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945, p. 39-42; Mergel, Thomas, Propaganda nach Hitler. Eine Kulturgeschichte des Wahlkampfs in der Bundesrepublik 19491990. Göttingen, Wallstein, 2010, p. 257-281. Geyer, “War over Words: The Search for a Public Language in West Germany”; Geyer, “Politische Sprachkritik und Krisendiskurse in den 1970er Jahren”.


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flation, dying forests, social and political unrest in Poland, communists, the 1983 national census – angst about nearly everything and everyone. Some in the US administration were convinced that Helmut Schmidt was also driven by “fears” and by the very “German anxiety” that the chancellor decried in others so often. “German angst” became a catchword abroad30. As divergent and polyphone as the talk about angst, (in)security, and risks might have been, it was precisely this divergence that amplified it. This can be attributed to the semantics of security in the German language31. The German word Sicherheit has a far broader meaning than the English word “security”. Sicherheit combines under a single semantic umbrella issues that the English language tends to keep separate. First of all, Sicherheit includes the broad field of safety, meaning protection against bodily harm, the protection of life and property in whatever form. Thus, in the internal operation of an economic enterprise, safety denotes the measures and policies aimed at reducing the risk of danger. In an airline company, for example, this involves the upkeep and inspection of airplanes and procedures designed to prevent accidents. For the industry as a whole, it means taking measures to ensure the smooth running of international air traffic. The English word “security”, which – tellingly – is now often used also in German, applies to the dangers threatening operations from the outside, dangers that are intentional, not accidental, such as the hijacking of an airplane. The dramatic increase in hijacking in the 1960s actually inaugurated the dynamically expanding field of security in the airline industry. Analogous to this in the field of nuclear energy, starting in the 1970s, were the debates about “safety risks” (and the need for protection against radiation leaks) and “security gaps” (and the need for protection against terrorist attacks)32. However, Sicherheit can also mean “certainty” in the sense of dependability and a reliance on the permanence of rules and values. In turn, Unsicherheit

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For critical evaluation of German angst by foreign observers, see Zapf, Wolfgang, Lebensbedingungen in der Bundesrepublik Deutschland. Sozialer Wandel und Wohlfahrtsentwicklung. Frankfurt/M., Campus, 1977, p. 5-10; Bracher, Karl Dietrich, Die deutsche Diktatur. Entstehung, Struktur, Folgen des Nationalsozialismus. Frankfurt/M, Ullstein Taschenbuchvlg, 1976, p. 352; Wiegrefe, Klaus, Das Zerwürfnis. Helmut Schmidt, Jimmy Carter und die Krise der deutsch-amerikanischen Beziehungen. Berlin, Propyläen, 2005, p. 380; Kuby, Erich, Die Deutsche Angst. Zur Rechtsdrift in der Bundesrepublik Deutschland. Berlin, Scherz Verlag Bern, 1970; on dealing with angst in the area of personal protection, see Richter, Leben im Ausnahmezustand. See also Bonß, Wolfgang, “(Un-)Sicherheit in der Moderne”; Peter Zoche et al. (eds.). Zivile Sicherheit. Gesellschaftliche Dimensionen gegenwärtiger Sicherheitspolitiken. Bielefeld, Transcript Verlag, 2011. p. 44-47. Yonah, Alexander and Euegen Sochor, Aerial Piracy and Aviation Security. Dordrecht, BRILL, 1990.

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corresponds to the English word “uncertainty”, meaning a loss of trust in a situation. This is, first, a loss of trust in the permanence of rules, values, and statements, and –thus closely linked to it– in the value of scientific explanations, be it Keynesianism, modernization theories, or scientific-technical risk analyses. Second, this implies a loss of trust in persons and institutions assumed to hold authority. Uncertainty is the mother of doubt, concern, uneasiness, and mistrust33. The coalescence of the English terms “(in)security”, “safety”, and “(un) certainty” into the single German word (Un)Sicherheit points to national specifics regarding the new reality of risks in West Germany starting in the 1970s. SICHERHEIT AND THE MODELL DEUTSCHLAND With all this talk about security, were Germans just playing it safe? Certainly in soccer the defensive strategy of Sicherheitsfußball (and its first generation of true soccer millionaires in the 1970s) had helped the German national team win the World Cup in 1974. Whether this soccer strategy reflected a German obsession with security in everyday life is certainly debatable and, like many political analogies in the world of sports, rather facile. However, it definitely illustrates the semantic flexibility of the German word Sicherheit. On the real playing field of politics, we find that Willy Brandt had been open to experimentation –“dare democracy” was the slogan of the 1969 election– yet Sicherheit definitely seemed to triumph under his successor Helmut Schmidt34. On various playing fields in national and international politics, the new chancellor Schmidt took on the position of “crisis manager”.This was immediately evident in energy and economic policy and in his resolution not to give in to terrorists. Part of his trademark politics was a pessimistic evaluation of the global economy, namely his warning in the mid-1970s that the world was teetering on the edge of a global economic crisis, one whose magnitude would match that of the Great Depression in the early 1930s35. Schmidt and his government were under heavy fire from the opposition, regardless if the issue was combating terrorism and correcting budgetary imbalances or problems of economic growth. Yet, like few others, Schmidt was a master the rhetoric of Lücken –gaps– be they in energy, investment, or public trust. His pessimisti-

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Dosse, Francois, Geschichte des Strukturalismus. Vol. 2. Die Zeichen der Zeit 1967-1991. Hamburg, Junius, 1996/97. Seitz, Norbert, Bananenrepublik und Gurkentruppe. Die nahtlose Übereinstimmung von Fußball und Politik 1954-1987. Frankfurt/M, Eichborn, 1987, p. 78-111. On this and the debate over economic policy as security policy, see Böhm, Enrico, Die Sicherheit des Westens. Entstehung und Funktion der G7-Gipfel (1975-1981). Munich, Oldenbourg Wissenschaftsverlag, 2014, p. 277-289.


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cally imbued undertone and his insistence on the “tyranny of circumstances” (as the German translation of the above-mentioned book by Galbraith was tellingly titled), which was used by his government to block exaggerated expectations for the future, irritated not only Schmidt’s fellow social democrats but also many of his international counterparts and partners, who might have had far more reason for such pessimism36. In Schmidt’s public image, the ability to “manage” new risks was a badge of efficiency and a certification of a “modern Germany”. In the federal elections of 1976, the SPD attempted to market this success story as the Modell Deutschland (Model Germany) and simultaneously pull the rug from underneath the opposition’s plans to present itself as having greater competence in the broad field of security policy. From the standpoint of the social-liberal coalition government, the handling of the recent crises was a political success story, in which the relatively small number of industrial conflicts, the increasing standard of living, and the German reaction to inflation, unemployment, and recession during such uncertain times also played a key role37. Politics for Schmidt was about coping with new risks and insecurity, both at home and in international politics. This becomes particularly evident in his Alastair Buchan Memorial Lecture at the London Institute for International Strategic Studies in 1977. His key message was that “the economic, the social, and the international aspects of Western security” had taken on a new dimension as a result of the oil crises, the phasing out of the Bretton Woods currency system, worldwide inflation, unemployment, and the low rates of economic growth. With respect to “economic security”, he maintained that it was necessary “to safeguard the basis of our prosperity” and especially “to safeguard free trade, access to energy and to raw materials, also a monetary system which assists us in reaching those targets”.This was, as he emphasized, no less important than “social security”, which for him meant “the necessity to achieve and maintain

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social peace at home, making the goods and the jobs available for our people and at the same time bluntly telling them [the people] that there are limits to what the state can do for them”.This last point underscored his emphasis on the need to overcome the “inflation mentality” found everywhere, which Schmidt considered to be responsible for widespread “gaps in expectations” in other contexts. In addition to economic and social security, as well as domestic security in the face of terrorism, the chancellor evoked vital and classic aspects of international security: “Political and military balance is the prerequisite for our security, and I would war against the illusion that there may be some ground or other for neglecting that balance. Indeed, it is not only the prerequisite for our security but for fruitful progress with détente”. Characteristically, he combined his call for stationing middle-range missiles with an appeal to incorporate all other dimensions of security, since they were all interconnected: “In the past, we have worked towards maintaining and mending our defences, but have possibly neglected the economic structure of our gardens, the importance of its beauty, and the threats to the roots of that beauty”38. A certain measure of national arrogance was clearly inherent in such deliberations. Hadn’t West Germany learned the lessons from the past, namely from the “German catastrophe”, better than many other countries? Schmidt would juxtapose (much like Willy Brandt before him) the risk the “old Germany” had posed for the world with the security offered by the new Germany, one integrated into the West; Germany was no longer a warfare state but a welfare state39. To no small degree, the charm of Modell Deutschland was that its set pieces fit well in the theory building taking place in the social sciences at the time. A younger generation of economists, legal scholars, and social scientists operated with the term “security” and comprehensive models of security. Much of this work was more or less reminiscent of, if not borrowed outright from,

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Geyer, Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945, p. 49-58; Haftendorn, Sicherheit und Stabilität; Rebentisch, Dieter, “Gipfeldiplomatie und Weltökonomie. Weltwirtschaftliches Krisenmanagement während der Kanzlerschaft Helmut Schmidt 1974-1982”. Archiv für Sozialgeschichte. Vol. 28. 1988. p. 307-332. See Paterson, William E. and Gordon Smith (eds.), The West German Model: Perspectives on a Stable State. London, Routledge, 1981; Markovits, Andrei S. (ed.), The Political Economy of West Germany: Modell Deutschland. New York, Praeger Publishers, 1982; Scharpf, Fritz W., Sozialdemokratische Krisenpolitik in Europa. Das ‘Modell Deutschland’ im Vergleich. Frankfurt/M, Campus, 1987. German descriptions tended to be more critical, see Altvater, Elmar, “Editorial: Modell Deutschland. Anatomie und Alternative”. Prokla. Vol. 40. 1980. p. 1-13; Rödder, Andreas and Thomas Hertfelder (eds.), Modell Deutschland. Erfolgsgeschichte oder Illusion?. Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 2007.

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Schmidt, Helmut, “Politische und wirtschaftliche Aspekte der westlichen Sicherheit. Vortrag des Bundeskanzles in London, 28 Okt.1977”. Bulletin der Bundesregierung. Vol. 112. 1977. p. 1013-1020; Schmidt, Helmut, “The 1977 Alastaire Buchan Memorial Lecture”. W.F. Hanrieder (ed.). Helmut Schmidt, Pespectives on Politics. Boulder. Westview Press. 1982. p. 24f; on the Modell Deutschland in 1976, see Geyer, Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945, p. 42-46; see also the observations by Conze, “Sicherheit als Kultur. Überlegungen zu einer ‘modernen Politikgeschichte‘ der Bundesrepublik Deutschland”, p. 373-375. Schmidt, Helmut, “Gedenken an den 8. Mai 1945. Ansprache des Bundeskanzlers vor dem Kabinett”. Bulletin der Bundesregierung. Vol. 59. 1975. p. 554f.; for very short references to post-nationalism, see Bracher, Die deutsche Diktatur. Entstehung, Struktur, Folgen des Nationalsozialismus; Bracher, Karl Dietrich, “Politik und Zeitgeist. Tendenzen der siebziger Jahre”. Wolfgang Jäger and Werner Link (eds.). Republik im Wandel 1969-1974. Die Ära Brandt. Bd. 5/1. Stuttgart. DVA. 1986. p. 406.


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approaches in modernization theory (although these models appeared to have long surpassed their zenith of popularity and explanatory strength internationally by the mid-1970s)40. With regard to security, their main unifying postulate declared the state as the guarantor of “welfare” and “security” in a broad bandwidth of areas ranging from social and economic policy to foreign and international security politics, precisely in the sense that Schmidt meant his message to be taken in his Buchan lecture. The terms Wohlfahrt and Wohlfahrtsproduktion, meaning welfare and its creation, thus covered various areas that were designated in the English language by the terms “security” and “safety” and, so went the technocratic assumption, could be measured through the use of indicators: the creation and guarantee of security was a credential of modern societies. The knowledge gained through such scientific research was to be fed into the political process in order, for one, to rationalize policies and make it plannable and, for another, to minimize social conflicts and guarantee economic growth41. Since the use of the term security had been rather narrowly confined to international politics, approaches in political science sought to expand its applicability by referring to the internal and external security of a state in other policy fields and to the protection of society from risks, especially in the context of social and economic security42. Important international impulses emanated from the report of the North-South Commission, published in 1980 under the chairman-

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For a good overview, see Wehling, Peter, Die Moderne als Sozialmythos. Zur Kritik sozialwissenschaftlicher Modernisierungstheorien. Frankfurt/M, Campus-Verlag, 1992; Wehler, Hans-Ulrich, Modernisierungstheorie und Geschichte. Göttingen, Vandenhoeck und Ruprecht, 1975; Knöbl, Wolfgang, Spielräume der Modernisierung. Das Ende der Eindeutigkeit. Weilerswist, Velbrück Wissenschaft, 2001. Kaufmann, Sicherheit als soziologisches und sozialpolitisches Problem; Zapf, Lebensbedingungen in der Bundesrepublik Deutschland. Sozialer Wandel und Wohlfahrtsentwicklung; Zapf, Wolfgang, “Wohlfahrtsentwicklung und Modernisierung”. Wolfgang Zapf (ed.). Modernisierung, Wohlfahrtsentwicklung und Transformation. Soziologische Aufsätze 19871994. Berlin. Edition sigma. 1994. p. 175-187; Roller, Edeltraud, Einstellungen der Bürger zum Wohlfahrtsstaat der Bundesrepublik Deutschland. Opladen, Springer-Verlag, 1992; Kunz, Der Sicherheitsdiskurs. Die Innere Sicherheitspolitik und ihre Kritik. One good example is Schwarz, Klaus-Dieter (ed.), Sicherheitspolitik. Analysen zur politischen und militärischen Sicherheit. Bad Honnef-Erpel, Osang Verlag, 1981; the authors classify topics of military security within the larger framework of security; see especially the introduction in Frei, Daniel and Peter Gaupp, “Das Konzept ‘Sicherheit’ – Theoretische Aspekte”. Klaus-Dieter Schwarz (ed.). Sicherheitspolitik. Analysen zur politischen und militärischen Sicherheit. Bad Honnef-Erpel. Osang Verlag. 1981. p. 3-16; in this connection, also Buzan, Barry, People, States & Fear. Agenda for International Security Studies in the Post-Cold War Era. With a New Introduction by the Author. Colchester, ECPR, 2007; Wæver, Security: A New Framework for Analysis.

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ship of Willy Brandt, who put the fight against hunger and underdevelopment at the heart of a comprehensive concept of global justice and security43. Such broadly conceived models of security were closely linked in the 1970s to social-liberal reform policy, in which security was not defined primarily in a national, military sense (the outline of which is apparent in Schmidt’s stance), but through the security offered by the welfare state. The socially emancipatory dimension resonating from this welfare-state postulate is unmistakable: the individual has the right to security, guaranteed by the state, also in the context of the international system of the United Nations44. Inevitably, such a nexus between these highly heterogeneous fields of security and reformist-emancipatory principles was not plausible to everybody. This was and still is true for practitioners and technocrats with their specialized focus in certain areas. Likewise, it is true for many social science theorists studying phenomena of risk and security. In fact, it was at this precise moment –the mid-1970s– that a great many debates started which still preoccupy us today in some way or another. They have led to manifold attempts to describe and conceptualize security practices and to frame them within concepts of modernization and modernity.

NUCLEAR RISKS: THE TIGHTROPE BETWEEN CATASTROPHE AND UTOPIA Ironically, at the very moment when comprehensive guarantees of security found their way into politics and when social scientists began to present their comprehensive theoretical conceptualizations of security, much of this started to be fundamentally questioned. Starting in 1976, critics from the left turned the SPD slogan Modell Deutschland on its head, albeit not for the first time: instead of stability and security, the new catchwords were “crisis” and “new risks”, in particular the risks of nuclear energy. The declared aim of the government’s fourth –and in every sense overblown– nuclear program of 1974 was to close the looming “energy gap” by implementing an enormous reactor construction program and thereby, so it was argued, guarantee the continuation of the modernization course in social policy through economic growth. This program became the spark kindling the fire of a rapidly forming and by now well-

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Independent Commission on International Development Issues, North-South, A Programm for Survival. London, 1980. On this, see also the contribution by David Kuchenbuch in this essay. Kaufmann, Sicherheit als soziologisches und sozialpolitisches Problem; Geyer, Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945, p. 187-191; Wehling, Die Moderne als Sozialmythos. Zur Kritik sozialwissenschaftlicher Modernisierungstheorien.


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documented protest movement that took off in the second half of the 1970s. The “Seven Years War in Brokdorf”, the site of one of the new nuclear power plants, became an on-going media event45. The confrontation over nuclear energy escalated in West Germany like nowhere else, during which time the discourse over security and risk flooded the political landscape. Various aspects of public “safety” and “security” became intertwined. If anything was certain at the time, then it was the loss of trust in scientific and governmental authorities who promised security46. Who defined risks, and which risks were to be considered acceptable and which were not? The ecological movement and, following on its heels, the media not only dramatized these industrial risks and their side effects but also challenged ideas and policies concerning economic growth and, more generally, ideas about modernization47. A lay public became increasingly sensitized to the issue of “risk”. Soon experts were also challenging the expertise of their colleagues, which in turn raised many questions regarding the reliability, objectivity, and “constructedness” of scientific knowledge48. The result was a cacophony of risk discourses about security measures. How probable was the occurrence of the improbable? How risky was economic progress? The debates were fuelled by the accidents at the nuclear power plant in Harrisburg, Pennsylvania, in 1979,

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Gaul, Ewald, Atomenergie oder Ein Weg aus der Krise?. Reinbek/Hamburg, Rowohlt, 1974; Haenschke, Frank, Modell Deutschland? Die Bundesrepublik in der technologischen Krise. Reinbek/Hamburg, 1977; Hirsch, Joachim, Der Sicherheitsstaat. Das ‘Modell Deutschland’, seine Krisen und die neuen sozialen Bewegungen. Frankfurt/M, Europ. Vlg, 1980; Rucht, Dieter, Modernisierung und neue soziale Bewegungen. Deutschland, Frankreich und USA im Vergleich. Frankfurt/M, Campus, 1994; Traube, Klaus, “Der siebenjährige Krieg um Brokdorf”. Stefan Aust (ed.). Brokdorf – Symbol einer politischen Wende. Hamburg. Hoffmann und Campe. 1981. p. 20-46; Kliment, Timor, Kernkraftprotest und Medienreaktionen. Deutungsmuster einer Widerstandsbewegung und öffentliche Rezeption. Wiesbaden, Deutscher Universitätsverlag, 1994. Weisker, Albrecht, “Expertenvertrauen gegen Zukunftsangst. Zur Risikowahrnehmung der Kernenergie”. Ute Frevert (ed.). Vertrauen. Historische Annäherungen. Göttingen. 2003; Weisker, Albrecht, “Powered by Emotions? Affektive Aspekte in der westdeutschen Kernenergiegeschichte zwischen Technikvertrauen und Apokalypseangst”. Franz-Josef Brüggemeier and Jens Ivo Engels (eds.). Natur- und Umweltschutz nach 1945. Konzepte, Konflikte, Kompetenzen. Frankfurt/M. Vandenhoeck & Ruprech. 2005. On this point, see the contribution by Dietmar J. Wetzel in this essay. For an early and interesting treatment of the topic, also on the basis of debates in Great Britain and the United States, see Nowotny, Kernenergie: Gefahr oder Notwendigkeit. Anatomie eines Konflikts; Evers, Adalbert, “Risiko und Individualismus. Was in Ulrich Becks ‘Risikogesellschaft’ unbegriffen bleibt”. Kommune. 6. 1989; Kuhbier, Peter, “Vom nahezu sicheren Eintreten eines fast unmöglichen Ereignisses – oder warum wir Kernkraftwerkunfällen auch trotz ihrer geringen Wahrscheinlichkeit kaum entgehen werden”. Leviathan. N° 14. 1986; and Lau, “Risikodiskurse – Gesellschaftliche Auseinandersetzungen um die Definition von Risiken”; Stehr, Nico and Reiner Grundmann, Expertenwissen. Die Kultur und Macht von Experten, Beratern und Ratgebern. Weilerswist, 2010.

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and at the chemical plants in Seveso in 1976 and Bophal in 1984, in which chemical leaks killed people and animals. New topics emerged, among them the risks posed by asbestos or the causes of forest dieback (Waldsterben), and in the shadows of each of these bleak scenarios was the worst one of all, that of a M(aximum)C(redible)A(ccident) –the German equivalent “GAU” became a common word to designate the worst kind of accident in any context– in the nuclear energy industry49. Shortly after the nuclear reactor accident of Chernobyl in 1986, the German sociologist Ulrich Beck introduced the neologism Risikogesellschaft, risk society, into the public debate, in order to describe modern societies. He certainly hit a nerve, especially in West Germany. Most of the themes about risks and side effects he dealt with in his book had already been raised prior to this in one way or another in the context of the “Atomtheater” (Helga Novotny) and had found their way into academic discourse. The success of Beck’s book and a number of similar publications by him at the time can also be attributed to the fact that he presented the argument in a much wider framework. He proclaimed nothing less than a historical caesura: not only was this the end of the great “Ma(r)x-Weber-modernization consensus”, meaning a paradigm of scientific explanation, but it was also the end of the age of “industrial modernity”50. Actually his argument was a tacit rudimentary criticism of those premises on which the Modell Deutschland and its promises of growth, security, and welfare were based. He presented the argument that capitalism produces its own self-destructive contradictions by warning that the side effects of traditional growth policy were increasingly destroying the very base of this growth. These side effects of earlier forms of modernization could not be corrected by simply stepping up modernization efforts, be it in the form of changes to the welfare state (Beck’s general argument regarding the inexplicitly raised topic of Modell Deutschland) or of technological improvements (his more specific argument about the risks of technology). The journey down this old path had come to a dead end in light of the challenges posed by the “new risks”, meaning the nuclear risks. This would have to lead inevitably to a break with existing policy,

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Among others in the contemporary literature, see Koch, Egmont R. and Fritz Fahrendholt, Seveso ist überall. Die tödlichen Risiken der Chemie. Cologne, Fischer-TB, 1978; Kraatz, Birgit, Seveso oder wie Verantwortung zur Farce wird: Ein Leerstück, aus dem die Großchemie nichts gelernt hat. Hamburg, Rowohlt, 1979; Perrow, Charles, Normal Accidents. Living with High Risk Technologies. New York, Princeton University Press, 1984. Beck, Ullrich et al. (eds.). Reflexive Modernisierung. Eine Kontroverse. Frankfurt/M, Suhrkamp, 1996, p. 37; Beck, Ulrich, Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne. Frankfurt/M, Suhrkamp Verlag, 1986; Beck, Ulrich, Die Erfindung des Politischen. Zu einer Theorie reflexiver Modernisierung. Frankfurt/M, Suhrkamp Verlag, 1993.


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which in hindsight reads like the justification for the recently implemented nuclear power phase-out by the government of Angela Merkel in the wake of the Japanese Fukushima accident. The conclusions Beck reached were sweeping in every sense. In his opinion, future politics would no longer focus primarily on the distribution of wealth but on the distribution of risk. Modern risk societies revolved around problems and conflicts resulting from the production, definition, and distribution of risks produced by scientific, technological advancement51. This is precisely what characterized the transition, as Beck saw it, from a “first modernity” (which he hardly reflects upon) to a “second modernity”. Modern societies had to face up to the risks they produced in order to go beyond the ideas and solution of a “simple modernization”. This made a critical evaluation and departure from earlier premises of modernization necessary. He introduced the –ambiguous and often misunderstood– concept of “self-reflexivity”.A “self-reflexive” society not only encouraged new ways of thinking but also enabled the flourishing of civil society. Solutions could not come primarily from agents of the state but from a politically active and conscientious society that critically reflects its very foundation. Hence, Beck understood the communication of risk as a new form of social communitization, be it on the national or global level, of the “global risk society”52. THE ATOMSTAAT AND THE DYSTOPIAN AMBIVALENCE OF MODERNITY What is remarkable about Beck is that he developed an optimistic, in some aspects almost utopian model of a project of civil society. He firmly put society’s handling of new risks at the heart of his social theory and questioned the state’s competence at providing solutions (even if it can be argued that a few of his premises bordered on triviality and naiveté)53. The ongoing debates on nuclear energy provided the inspiration. However, the sociologist Beck clearly distanced himself from a discourse of angst, one imbued with dystopian scenarios. This is noteworthy because prophecies of gloom and doom anchored in the German

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Beck, Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne, p. 48; Beck, Ulrich, “Das Zeitalter der Nebenfolgen und die Politisierung der Moderne”. Ulrich Beck et al. (eds.). Reflexive Modernisierung. Eine Kontroverse. Frankfurt/M. Suhrkamp. 1996. p. 29; see also Giddens, Anthony, Beyond Right and Left. The Future of Radial Politics. Cambridge, Stanford University Press, 1994, esp. p. 219-228. Beck, Ulrich, Weltrisikogesellschaft. Auf der Suche nach der verlorenen Sicherheit. Bonn, Suhrkamp Verlag, 2007. Evers, “Risiko und Individualismus. Was in Ulrich Becks ‘Risikogesellschaft’ unbegriffen bleibt”; Weiss, Johannes, “Die Zweite Moderne – eine neue Suhrkamp-Edition”. Soziologische Revue. Vol. 21. 1998.

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intellectual tradition found their way into the antinuclear and peace movement. Such apocalyptic visions in the form of a nuclear MCA whether at a nuclear power plant or as result of deploying nuclear weapons (as depicted in the 1983 U.S. feature film The Day After) were able to evoke nightmares. Not for the first time, Günter Anders, an activist in the antinuclear power movement of the 1950s, castigated humankind for its “apocalyptic blindness”, which he said resulted from a discrepancy between what humans could technically produce and what they could take responsibility for54. His writer colleague Christa Wolf took up this and other ideas of Anders and spoke of humanity’s “blind spot”, which she diagnosed as being caused by a “perception gap” (Wahrnehmungslücke)55. Such expressions of cultural criticism are numerous and can be found alongside debates in the peace and antinuclear movements on the probability of an MCA or other technological risks. They are another illustration of how societal risk communications, albeit dystopian, could bring together and communitize individuals. A good example in this respect is the spread of the grassroots social movement of “Zukunftswerkstätten” (future workshops), which were created by Robert Jungk and which developed an educational program for peace and ecological thinking. So, too, is the nuclear physicist Robert Jungk himself, who originally had played an important role in the German nuclear modernization program and “futurology”56. For Jungk, the earlier scenarios of a better technological future had turned nightmarish. As he argued in his book Der Atomstaat (The Nuclear State, originally published in 1977 with several subsequent reprints), the nuclear industry was driven by powerful economic and political interests that made it a security risk to Western democracies. The protection of its citizenry from the dangers of nuclear energy, if not from the potentially destructive effects on all of humanity, made far-reaching preventative measures necessary that strongly impacted the private sphere of citizens57. Jungk’s assessment was prompted not only by law violations perpetrated by the police and justice authorities, but also by new forms of control and monitoring directly affecting scientists and employees in nuclear power plants. He had in mind the “Traube case”, which the magazine

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Anders, Günter, “Über die Bombe und die Wurzeln unserer Apokalypse-Blindheit”. Günger Anders (ed.), Die Antiquiertheit des Menschen. Über die Seele im Zeitalter der industriellen Revolution (1st edition, 1956). Munich. C.H.Beck. 2010. Delisle, Manon, Weltuntergang ohne Ende. Ikonografie und Inszenierung der Katastrophe bei Christa Wolf, Peter Weiss und Hans Magnus Enzensberger. Würzburg, Königshausen u. Neumann, 2001, p. 81. Seefried, ‘Zukünfte’. Eine Geschichte der Zukunftsforschung 1945-1980. Jungk, Robert, Der Atom-Staat. Vom Fortschritt in die Unmenschlichkeit. Munich, rororo, 1977, p. IX-XI.


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Der Spiegel had made public and thereby sparked a major public controversy. Klaus Traube was a physicist who played a significant role in developing the socalled fast breeder nuclear reactor in the town of Kalkar. Because the security authorities suspected him of maintaining contact to terrorists, West German intelligence had kept him under surveillance since 1975 and had wiretapped his apartment without any legal authority. His employer, the Kraftwerk-Union AG fired him. The idea that fissionable material could wind up in the hands of nonauthorized persons was a strong argument for a new and comprehensive form of preventative surveillance of people and objects58. Was West Germany on the way to becoming a modern Sicherheitsstaat, a security state? Jungk was not the only one to draw comparisons to the Nazi era. The focus was not simply on nuclear energy; in fact, talk about the “nuclear state” thrived on the multifarious associations with other risky fields of security. Among these, in the critical year 1977, were the very far-reaching measures within the framework of an –undeclared– state of emergency in combating the escalation of terrorism. These included special deployment forces like the GSG9 (a newly created special police task force), police actions against suspicious groups of people like house squatters, new police techniques like dragnets, and last but not least, security checks to determine whether employees, civil servants, and personnel in “security-relevant areas” as well as teachers were “loyal to the constitution”. All of this went hand in hand with preventative measures to create risk profiles of possible perpetrators and also potential victims of terrorism59. It was in this context that the Modell Deutschland came under criticism for its peculiar composition as a cross between a welfare state and a technologically perfect police-surveillance state. The social scientist Joachim Hirsch voiced the opinion of many members of the new social movements: the social and welfare state served to advance social conformity and new forms of social control and repression, with the aim of bringing under control the consequences not

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Traube, Klaus, Müssen wir umschalten? Von den politischen Grenzen der Technik. Reinbek/ Hamburg, 1978; Traube, Klaus, “Lehrstück Abhöraffäre”. Wolf-Dieter Narr (ed.). Wir Bürger als Sicherheitsrisiko. Berufsverbot und Lauschangriff. Beiträge zur Verfassung unserer Republik. Reinbek/Hamburg. 1977. p. 61-78; Funk, Albrecht and Falco Werkentin, “Die siebziger Jahre. Das Jahrzehnt innerer Sicherheit?”. Wolf-Dieter Narr (ed.). Wir Bürger als Sicherheitsrisiko. Berufsverbot und Lauschangriff – Beiträge zur Verfassung unserer Republik. Reinbek/Hamburg. 1977. For a good overview, see Becker, Peter, Dem Täter auf der Spur. Eine Geschichte der Kriminalistik. Darmstadt, Primus, 2005, p. 187-209; Schenk, Der Chef. Horst Herold und das BKA; Reichert, Ramón (ed.), Governmentality Studies. Analysen liberal-demokratischer Gesellschaften im Anschluss an Michel Foucault. Münster, 2004.

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only of modernization and reform politics but also the protests and resistance these provoked. The security guarantee of Modell Deutschland and modernization politics had the reverse effect: new forms of surveillance and security, predicted Hirsch, would become increasingly important, not the least because the number of discontented people, namely the losers of modernization, would be on the increase60. In 1975, Michel Foucault published his book Surveiller et punir: Naissance de la prison, which appeared two years later in English and in German. With this book the French theorist did indeed touch a raw nerve. Stammheim Prison, where some of the imprisoned members of the Baader-Meinhof group committed suicide in 1977, certainly did not resemble Bentham’s panopticum. In fact, its so-called “high security tract” was somewhat of a misnomer, considering the peculiar setup of cohabitation and the availability of communication devices and even weapons61. However, Foucault’s ideas turned out to be powerful both as a way to conceptualize modern ideas on surveillance and (self-)control, as implemented also in psychiatric hospitals, schools, the military, and factories. In these institutions built on discipline and normalization, Foucault discerned the origins and the basis of both modern societies and modern individuals. Foucault was not only an observer and analyst of the German situation; he was also an active participant in the political and ideological confrontations and controversies in Germany at the time. He spoke out on behalf of Klaus Croissant, a lawyer for the terrorist Red Army Faction, who had fled to France and applied for political asylum in order to evade prosecution in West Germany. In connection with the public campaign supporting Croissant, Foucault even visited Germany in 1977, where in Berlin he apparently gained first-hand experience in dealing with the police and border guards of both German states62. Against the backdrop of these events, Foucault developed his ideas about the état de securité, the security state. According to Thomas Lemke, this was the period in which the idea crystalized in Foucault’s mind that the state he lived in was less a state of law than a security state, whose measures simply overrode legal norms (an argument somewhat reminiscent of Ernst Fraenkel’s Dual

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Hirsch, Der Sicherheitsstaat. Das ‘Modell Deutschland’, seine Krisen und die neuen sozialen Bewegungen; see generally also Wehling, Die Moderne als Sozialmythos. Zur Kritik sozialwissenschaftlicher Modernisierungstheorien. See Bergstermann, Terrorismus, Recht und Freiheit. Die JVA Stuttgart-Stammheim als Ort der Auseinandersetzung zwischen Staat und RAF. Macey, David, The Lives of Michel Foucault. New York, Vintage Books, 1993, p. 392-396.


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State from 1942 in which the German lawyer described the Nazi state)63. This security state, argued Foucault, was based on a security pact between agencies of the state and the populace, the basis of which was fear. In order to guarantee security, the state had to have the freedom to act against and outside the law. In Foucault’s view, the “fear state” was the Janus face of the “state of law”64. By all means, this was another dystopian interpretation of the events of 1977, one reflecting ideas that exceeded the specific German case and the period of the 1970s. In West Germany, such arguments could easily be mingled with the thoughts argued by Horkheimer and Adorno in their classic Dialectic of Enlightenment (1944): The very ideas of universal reason, the rational pursuit of order, and the power of knowledge inherent in modernity, with their expressed assumption of universal validity, could and did bring not only benefits but also terrible excesses. These arguments were reworded during the 1970s in French debates over the Soviet Gulag and Auschwitz, not the least in terms of a fundamental critique of the ‘project of the left’ and its theoretical grand récits65. In different ways, Zygmund Baumann and Giorgio Agamben followed up on these arguments. By the 1990s, this critique of modernity was having a major impact on academic debates (although comparatively late in West Germany). Baumann became certainly one of the more influential thinkers with his argument that efforts to do away with uncertainty and ambivalence – also in the sense of essentialist thinking, the essence of project of enlightenment – could and did lead to the abyss of totalitarianism in the twentieth century. Since 9/11, such disquieting, dystopian models of the “security state” have received much attention, not just in scholarly historical research, but also in analysis of contemporary liberal states66.

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Geyer, Martin H., “Grenzüberschreitungen: Vom Belagerungs- zum Ausnahmezustand”. Niels Werber, Stefan Kaufmann and Lars Koch (eds.). Erster Weltkrieg. Kulturwissenschaftliches Handbuch. Stuttgart. J. B. Metzler Verlag. 2014. p. 375f. Here I follow Lemke, Thomas, Eine Kritik der politischen Vernunft. Foucaults Analyse der modernen Gouvernementalität. Berlin, Argument Verlag ,1997, p. 192. Christofferson, Michael Scott, French Intellectuals against the Left. The Antitotalitarian Moment of the 1970s. New York, Berghahn Books, 2004; Lyotard, François, The Postmodern Condition (French original: 1979). Minneapolis, University Of Minnesota Press, 1984. Bauman, Zygmund, Modernity and the Holocaust. Ithaca, Cornell University Press, 1989; Bauman, Zygmund, Modernity and Ambivalence. Ithaca, Cornell University Press, 1991. Agamben, Giorgio, Ausnahmezustand. Frankfurt/M, Suhrkamp Verlag, 2004; Neocleous, Mark, Critique of Security. Edinburgh, Edinburgh University Press, 2008.

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THE OTHER SIDE OF THE RISK SOCIETY: LIBERAL CRITICISM OF THE SOCIAL SECURITY STATE With its criticism of the assumptions bolstering modernization and reform theories, on the one hand, and of the social-liberal politics of economic growth and reform, on the other, the discourse in leftist and “alternative” circles questioned, in equal measure, theoretical assumptions, political and technological guarantees of safety and security, and their corresponding policies, for which Modell Deutschland was the metonym. The story of the emergence and political institutionalization of the social movements in West Germany starting in 1977 was rather unique and relied on a successful communication about risk, not only in the policy areas of environmental protection and nuclear power. Ulrich Beck’s “risk society” can be considered the unofficial albeit controversial manifesto of this project, not the least because he offered perspectives on alternatives to the taming of apocalyptic and dystopian types of energy by way of civil society. However, it is extremely short sighted yet quite common to search for the conjuncture of the critical debates on risk and security primarily only within the realm of the ecological movement. After all, we need only remember the polemic political debates on gaps in areas like domestic security, economic policy, and social policy. Starting in the second half of the 1970s, the conservative political opposition, a growing number of economists, and certainly a great deal of the press never tired of underscoring the serious risks linked to the social-liberal reform politics. In fact, there existed no shortage of catastrophic scenarios that revolved around the ghost of (hyper)inflation, economic decline, technological gaps, the dissipation of bourgeois values during an acclaimed “value change”, the crises of state legitimation on a Weimarian dimension, and not to forget the implications of the “birth gap”67. We may evaluate these dramatic scenarios of decline and downfall as being primarily calculated arguments reflecting political strategy, quite unlike emotional and “fundamentalistic” scenarios of the antinuclear and peace movements. But this seeming realism should not obscure the fact that the real or supposed gaps and their consequences for the near or distant future were very alarming and therefore made it necessary to revise earlier policies and to develop new intellectual approaches and theories, including ideas of comprehensive prevention in various policy areas.

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See Geyer, Geschichte der Sozialpolitik in Deutschland seit 1945.


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Open to criticism were all aspects of social-liberal reform politics68. One key idea of this criticism was that of uncontrollable and unintended “side effects”. This topos permeated not only ecological debates, but also those of economists and many culture critics. It was argued that the government’s reform politics created the very problems –namely the risks– that it was attempting to solve. It the 1975 report of the Trilateral Commission, called into existence by David Rockefeller, Samuel Huntington and his colleagues blamed welfare-state politics for the demise of private and public values and argued that the welfare state represented a risk both to social and political stability and to the military strength of the West. The democratic process and the “lack of trust” created by the welfare state came under fire69. “The government is the problem”, declared the newly elected president of the United States, Ronald Reagan, in a catchy and immediately famous statement during his 1981 Inaugural Address, a statement that appeared to announce a fundamental change of the political and theoretical paradigms. At its extreme, this line of argument resulted in a fundamental criticism of the state that featured dystopian scenarios in which an expansive government was said not only to lead to economic and social disaster but also to restrict individual freedoms one by one and thus lead the country down the “Road to Serfdom” (Hayek)70. The new paradigm of side effects implied vehement controversy over reform and modernization policies. Be it university reform or social policy, it appeared necessary to “reform the reforms” in all areas and so rectify the side effects of earlier government interventions. The sociologist Franz-Xaver Kaufmann later coined this as “reform of the second order” (Reform zweiter Ordnung)71. When Beck criticized that, in the “first modernity”, interventions would continue to be necessary in order to correct unintended side effects, he was certainly in keeping with the trends of the time. Similar arguments had been made earlier by advocates of critical theory and, from a thoroughly different angle, by

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Also for the many examples to follow, see Wehling, Die Moderne als Sozialmythos. Zur Kritik sozialwissenschaftlicher Modernisierungstheorien. Huntington, Samuel P., “The United States”. Michael Crozier et al. (eds.). The Crisis of Democracy. New York. New York University Press. 1975. The work of Ayn Rand are a good example of this, see Burns, Jennifer, Goddess of the Market. Ayn Rand and the American Right. Oxford, Oxford University Press, 2009; Cockett, Richard, Thinking the Unthinkable. Think-Tanks and the Economic Counter-Revolution, 1931-1983. London, Fontana Press, 1995. Kaufmann, Franz-Xaver, “Der Sozialstaat als Prozeß für eine Sozialpolitik zweiter Ordnung”. Franz-Xaver Kaufmann (ed.). Sozialpolitik und Sozialstaat: Soziologische Analysen. Opladen. VS Verlag für Sozialwissenschaften. 2002; Hockerts, Hans-Günter, “Vom Problemlöser zum Problemerzeuger? Der Sozialstaat im 20. Jahrhundert”. Archiv für Sozialgeschichte. Vol. 47. 2007.

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proponents of radical free market reforms. Yet opinions diverged about the conclusions to drawn from such diagnoses. If the “actual problem” was government policy, then the implication was a corrective plan of action, beginning with comprehensive guarantees of security. This meant the dismantling and restructuring of the social and interventionist state, which – we must remember – was created to rectify market failures and thus the side effects of capitalism and to guarantee “security”72. Welfare state guarantees, economic growth, and social security were contrasted to market liberalization, be it in the health industry, aviation industry, energy industry, or on the capital markets. Liberalization meant the transfer of risk from the state and public institutions to the individual and the realm of the market in the sense of “reprivatizing risks”, a still relatively new catchphrase in the second half of the 1970s that was used in both a critical and affirmative context. It was argued that individuals and market institutions could deal with risks better, more efficiently, and more rationally (in terms of rational choice models) than the state. Funded pension schemes were considered to be a safeguard against the emergence of any gaps in financing (as existed in pay-as-you-go systems), especially in the context of demographic change. The option to bundle (mortgage) loans and risks and to disperse these widely through new financial products seemed to offer a promising way to deal with risks. “Securitization” became the new technical term for this (and should not be confused with the term as used also by the political scientist Ole Wæver)73. From this vantage point, the Modell Deutschland looked like a relic from the past, not the least because the fixation on state-guaranteed security on which these models were based was said to limit economic freedom and mobility, for one, and an individual and entrepreneurial spirit of risk-taking, for another74. The reprivatization of risk pointed to the solution: unfetter not only the Schumpeterian, risk-taking, no-longer-government-regulated entrepreneur, but also the entrepreneurial self of every individual. Although Schumpeter’s destructive capitalism produced uncertainty and insecurity, it offered at the same time vast new opportunities, growth, and thus prosperity, argued its proponents75.

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Rodgers, Daniel T., Age of Fracture. Cambridge/Mass, Harvard University Press, 2011, p. 4176; Cockett, Thinking the Unthinkable. Think-Tanks and the Economic Counter-Revolution, 1931-1983. Comparable studies are currently not available for Germany. Ranierie, Lewis S., “The Origins of Securitization, Sources of its Growth, and its Future Potential”. Leon T. Kendall and Michael J. Fishman (eds.). A Primer on Securitization. Boston/ Mass. The MIT Press. 1996. p. 31. See the contribution by Wencke Meteling in this essay. The almost classical argument originates from Giersch, Herbert et al., The Fading Miracle: Four Decades of Market Economy in Germany. Cambridge, Cambridge University Press,


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In contrast to the state, “the market” and its actors were said to guarantee the efficient and economic communication of risk, which in turn would make it possible to handle economic and social risks effectively; security had a price, one that was measurable and calculable by way of the financial assessment of specific risks. There can be no doubt that a latent utopian undercurrent existed in the political expression of neo-liberalism at the time. The likes of Milton Friedman promised not only “freedom” (thus the title of his 1980 television series starring the Chicago economist) but a brave new world. One underestimates all too easily the popularity of the appeal of freedom and its polemics against the fetters of the old security of the welfare state. This seemingly new philosophy of the market was probably more popular in West Germany than it has often been assumed, in part because of the strong theoretical tradition of market liberalism in Germany which experienced a revival in the 1970s, but also because it corresponded so closely with aspects of modern consumerist lifestyles, such as taking risks and managing individual risks. Good examples are the various “alternative” health movements that sprung up in the second half of the 1970s which advocated “self-help” and criticized the “industrial-health complex”, including the welfare state. This is also illustrated well by the notorious “free climbers” of the 1970s who expressed the spirit of the times in their own way: they heaped scorn on those fellow climbers who went into the mountains with large crews and the latest high-tech gear meant to provide an old-fashioned type of safety at the expense of ruining virgin rock. To the outsider, free climbing might appear as outrageously risky. However, by the 1980s, its practitioners had developed various sophisticated systems of classification with which they measured the degree of difficulty of mountain slopes. Dangers were thus being transformed into a calculable set of “professional” risks; each rock climber had to know which risk he could manage. By the 1990s, the “cliff hanger” had become an icon of modern culture of individualism, although most mountain climbers strongly disliked the commercial box office hit with the same title released in 1993, starring Silvester Stalone76. Another example of the new attitude toward managing risk on an individual basis was the endless German debate over speed limits on the autobahns, in

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1992; Caldwell, Bruce J., Hayek’s Challenge: An Intellectual Biography of F.H. Hayek. Chicago, University of Chicago Press, 2004; Abelshauser, Werner, Kulturkampf. Der deutsche Weg in die Neue Wirtschaft und die amerikanische Herausforderung. Berlin, Kulturverlag Kadmos, 2003. Gschwendtner, Sepp, Sicher Freiklettern. Technik und Training. Munich, Bergverlag Rother, 1981; Messner, Reinhold (ed.), Freiklettern mit P. Preuß. Munich, 1986. Thompson, Michael, “Aesthetics of Risk: Culture or Context”. Richard C. Schwing and W. A. Albers (eds.). Societal Risk Assessment. How Safe is Safe Enough. New York. Springer. 1980.

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which the popular slogan of the 1980s was “Freie Fahrt für freie Bürger” (let free citizens drive freely)77. Once again it was Michel Foucault who recognized these developments quite perceptively and also attributed a pioneering role to the “German model”. Did liberalism and its emphasis on individual freedom and the free movement of people and goods not also bring about surveillance and monitoring technologies in the form of a highly differentiated system of public security? What interested Foucault the most in 1977/78 was the emergence of new technologies of the self, which enabled modern individuals to govern and control themselves. He linked this development to the rise of neo-liberalism generally and to the “German model” specifically. Although this was a somewhat maverick interpretation both of the intellectual tradition of German economic liberalism and –albeit not specifically addressed by Foucault– of the Modell Deutschland, it was indeed an accurate view of the new reality in which the concern over collective and individual security and the concern about government control and self-control intermingled with and complemented each other78.

THE TECHNOCRATIC RISK SOCIETY Like no other scholar, the sociologist Niklas Luhmann challenged various assumptions of the contemporary debate on security. For Luhmann, security was not just an empty term, it was social fiction.79 In like manner, he equally condemned the security guarantees of the social and welfare state and almost ridiculed the assumptions of his colleague Ulrich Beck80. For him security was unattainable, and the pursuit of security only created new insecurity. As had many others, Luhmann criticized the social and welfare state for creating its

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Allgemeiner Deutscher Automobil-Club, Argumente und Dokumente des ADAC gegen Tempo 100 auf Autobahnen. Munich, 1986. Foucault, Michel, Geschichte der Gouvernementalität. Vol. 2. Frankfurt/M, Suhrkamp, 2004, esp. p. 269; see also Hesse, Jan-Otmar, “ʽDer Staat unter Aufsicht des Marktesʼ – Foucaults Lektüren des ʽOrdoliberalismusʼ”. Susanne Krasmann and Michael Volkmer (eds.). Michel Foucaults ‘Geschichte der Gouvernementaltitä’ als Pradigma der Sozialwissenschaften. Internationale Beiträge zu Rezeption und Anschlüssen. Bielefeld. 2007; Bröckling, Ulrich et al. (eds.), Gouvernementalität der Gegenwart. Studien zur Ökonomisierung des Sozialen. Frankfurt/M, Suhrkamp Verlag, 2000. Reichert, Governmentality Studies. Analysen liberaldemokratischer Gesellschaften im Anschluss an Michel Foucault. For the following observations, Cruikshank is of particular interest. Cruikshank, Barbara, The Will to Empower. Democratic Citizens and other Subjects. Cornell/London, Cornell University Press, 1999. Luhmann, Risiko und Gefahr. Luhmann, Niklas, “Die Welt als Wille ohne Vorstellung. Sicherheit und Risiko aus der Sicht der Sozialwissenschaften”. Die politische Meinung. Vol. 31. 1986; Luhmann, Risiko und Gefahr.


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own risky side effects, which either needed to be mended or were used as a pretext to expand the welfare state. Thus the welfare state had the tendency to grow to vast dimensions because nearly every aspect of societal life can be seen as containing inherent social dangers and risks81. Luhmann also found fault with all those, including technology experts, who claimed to create and guarantee security. Here he questioned the logic of their arguments: if the evolution of the modern world was characterized by the transformation of an ever greater number of dangers into risks, then for precisely this reason, security was never attainable. On the contrary, all talk about security implied a growing insecurity for the present and in the future, because that which was traditionally viewed as dangers becomes defined in terms of risk. For this reason, Luhmann argued that modern societies are characterized by ever-increasing insecurity. Who decides what the risks are? Furthermore, who knows what the possible side effects of earlier decisions are? Luhmann thus provided a fundamental critic of the assumptions and theoretical stances based on broad concepts of security. In a highly differentiated modern society with distinct debates on risk in various fields of science, law, economics, and politics, it is futile to imagine that there could be a unifying concept of risk and security. His basic argument that security is not only something unattainable but that it obfuscates more that it explains was another renunciation of those slightly varying models of security that operated more often than not on the basis of assumptions of modernization theory82. Ever new forms of risks were the feature of modern societies, in fact, of modernity. Modern societies or, simply put, “modernity” was embroiled in endless risk debates, for these societies always have to make decisions regarding a future that neither individuals nor institutions could really know much about. This could be juxtaposed to theories and policies of modernization which had promised safety and security83. Luhmann’s decisive point was that these risks were very different in each field or societal subsystem, be it in technology, the economy, or the social sciences. In other words, each subsystem develops its own logic with respect to risk debates, and this logic need not correspond with that of other subsystems. In fact, it could often contradict these. This was reason enough for Luhmann to consider it illusionary, if not absurd, to demand democratic participation in the decision-making processes, as was being advocated by laypersons within the

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Luhmann, Niklas, Politische Theorie im Wohlfahrtsstaat. Munich, Olzog, 1981. This should also be read with regard to his criticism of the welfare state, see Ibíd. Luhmann, Risiko und Gefahr, p. 10-12; see also Bonß, Vom Risiko. Unsicherheit und Ungewißheit in der Moderne.

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antinuclear movement and other self-declared lay experts. Just as illusionary in his mind were the visions of societal risk communication as propagated by Ulrich Beck84. The rejection of broad concepts of security, whatever the type, in favor of diagnosing specific, case-based concepts of risk in scientific research corresponds not only to the trend toward scientific specialization. It also reflects “system logics” of the lawyers who run the government’s bureaucratic apparatus with their narrowly defined departmental responsibilities. Even without any understanding of Luhmann’s complicated social system theory, we can see how such highly specialized expertise on risk multiplied, professionalized, and institutionally established itself starting in the second half of the 1979s (a story that has yet to be written, especially with regard to possible particularities of the West German experience). There can be no doubt that a rapidly growing academic industry dealing with risks emerged and became loosely entwined with the science bureaucracy, in part with the scientific-industrial complex. Much like the “hungry little caterpillar” of children-book fame, this insatiable research on risk has embedded itself in science and bureaucracy. It identifies not only looming safety and security “gaps” and an increasing number of risks, but also defines the threshold values (Grenzwerte), whose compatibility and reasonableness need to be determined in the context of highly controversial debates on security, not only within scientific circles but also in the public media. In many respects, the technocratic operators of these safety and security technologies are the true inheritors of Modell Deutschland. Its advocates, who had claimed to guarantee fundamental security for all of society, might have lost their somewhat naïve belief in guarantees of security; however, securing against risk remains an ever-present political mission. This has inspired new governmental and nongovernmental agents and industries dealing with security issues, which in turn demand new models for risk analysis that – at least theoretically – can already identify the next security gaps and lurking risks. In this process, the emphasis is on prevention85. It is always about extrapolating current risks and security gaps to predict those of the future (and vice versa), whereby the – if not catastrophic then at least gloomy – scenarios of the future colonize the present: technocratic micromanagement of real and potential risks becomes the iron cage of self-created “practical constraints” on bureaucratic apparatus.

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Luhmann, Risiko und Gefahr, p. 27f. On the logic of prevention, see the contribution by Ulrich Bröckling in this essay.


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CONCLUSION Despite all of this criticism leveled against political guarantees of security and modernization theories, we can neither overlook the fact nor deny the irony that the guarantee of security did indeed become the “political gold standard”. This is clearly evident with regard to international initiatives. In 1994, the head of the Development Program at the United Nations, delineated in its Human Development Report a program for action, at the heart of which was nothing less than “a new concept of human security”. The world will not live in peace “unless people have security in their daily lives”. In this report, security is defined on a very broad scope so as to protect against all possible dangers. Security here ranged from “economic security, food security, health security, environmental security” down the line to “personal security” and “political security”. “Personal security” referred to “threats from the state (physical torture), threats from other states (war), threats from other groups of people (ethnic tension), threats from individuals or gangs, against other individuals or gangs (crime, street violence), threats directed against women (rape, domestic violence), threats directed at children based on their vulnerability and dependence (child abuse), threats to self (suicide, drug use)”. Under the rubric “political security”, the stated aim was to ensure that “people should be able to live in a society that honours their basic human rights”86. All of these aspects could be based on the security of each country – the Human Development Report included the publication of a Human Development Index with national rankings – but, as the authors underscored, “threats to human security [are] (…) no longer just personal or local or national. They are becoming global: with drugs, AIDS, terrorism, pollution, nuclear proliferation. Global poverty and environmental problems respect no national border. Their grim consequences travel the world”. There was no reason for trepidation. Just as the world had made progress in the past, it was possible “to engineer change”87. It is quite obvious that the subtle charm of 1970s modernization theory enveloped this program. On a political-normative level, a high degree of security in society was propagated as being not only desirable, but plannable and doable. Very similar to the German-language usage of the word Sicherheit, here “human security” comprises the areas of “safety” and “security”. In contrast to government actors as the guarantors of security, nongovernmental actors are given

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greater weight, thereby enhancing the chances to guarantee “human security” through a global, civil-society community of fate88. Thus we have come full circle. We started by looking at a process that commenced in the late 1960s and 1970s in West Germany and – at first glance – appears contradictory. On the one hand, the agendas of reform and modernization played a major role in soundly anchoring postulates about the state guarantee to provide social, economic, and domestic security. On the other, public diagnoses of existing “gaps” in various policy fields placed the topic of risk prominently on the political agenda. It is in this constellation that we can locate the explosion of public debate and theoretical deliberation on topics concerning risk and security. Typical for this debate is the polyphony of voices that ranged from the ecological movement via the rapidly growing group of security technocrats to the neoliberal economists. These converged in their criticism of all comprehensive models and premises of security that were connected to the reform agendas of the social-liberal government coalition and to the policy models inspired by modernization theory. With this waned the self-confident positioning of scientists and practitioners in a purposeful process of modernization that promised a more publicly guaranteed security both in theory as in practice. Their optimism was struck down by the “(residual) risks” surfacing everywhere in “gaps” and by the incalculable “side effects” of this same modernization process. Yet this exercise in distancing from and critically reflecting upon the modernization process and its theories cleared the way, if not for the reconceptualization, then the discarding of the assumptions inherent to modernization theory. Characteristic was the substitution of the term modernization and the emergence of the abstractly conceived term of “modernity” –be it a “first”, “second”, even “post” modernity– that was used to describe the transition to new forms of security and risk societies. Many questions remain open, particularly those dealing with the international comparison of the German debate and thus the construction of German perceptions of security. Striking is that the guarantees of security were criticized early and very boldly in West Germany, which certainly has something to do with the peculiarity of German terminology. What is also notable is the strong fixation of West German social theorists on the concept of risk, which can un-

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Human Development Report, Published for the United Nations Development Programme (UNDP). New York, 1994, p. 1, 30, 32. Ibíd., p. 2.

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Paris, Roland, “Human Security. Paradigm Shift or Hot Air?”. International Security. 2001; Chandler, David and Nik Hynek (eds.), Critical Perspectives on Human Security. Rethinking emancipation and power in international relations. New York, Routledge, 2011; Conze, Eckart, “Securitization. Gegenwartsdiagnose oder historischer Analyseansatz”. Geschichte und Gesellschaft. Vol. 38. 2012.


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doubtedly be traced to the practical experiences of social movements. As has been argued in this essay, the concept of risk – with thoroughly positive connotations – experienced a boom, especially in the realm of neoliberal economic theory. However, everything indicates that the fundamental positions and diagnoses, which surfaced in the 1970s and are identified in this essay, are generalizable and to be found in one form or another in more recent approaches and debates on security in other industrial societies, namely the dystopian, utopian, and technocratic models of security and risk. These are as varied and multiform as the different fields of policy and action to which they pertain and as different as the respective orientation of the authors, be their intent critical, affirmative, or strictly technocratic.

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LAS ASAMBLEAS DE LEÓN C. 1188 Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL MUNDO MEDIEVAL Ángel G. Gordo Molina – Diego Melo Carrasco

HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 1 - 2015 [135-153]

LAS ASAMBLEAS DE LEÓN C. 1188 Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL MUNDO MEDIEVAL* LEON ASSEMBLIES C. 1188 AND CITIZEN PARTICIPATION IN THE MEDIEVAL WORLD

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Universidad Adolfo Ibáñez, Chile diego.melo@uai.cl Resumen Considerando el proceso de vinculación del rey de León y los concejos del reino por medio del fuero, logramos determinar qué se señaló a los representantes de los concejos en varios documentos antes y después de la asamblea de Alfonso IX de 1188. Por lo tanto, a partir de lo anterior, consideramos que la base social en el proceso de toma de decisiones tradicionales se ha ampliado. Ahora, de manera oficial, los concejos serán también los sostenedores de las acciones de la monarquía leonesa. Palabras Clave: reino de León, asambleas, fuero, Alfonso IX, representación.

Abstract Considering the binding process of the King of León and the councils of the kingdom through the courts, we have determined that the representatives of the councils were indicated in various documents before and after the assembly of Alfonso IX of 1188. Therefore, beginning with aforementioned, the social base in the traditional decision making process had expanded. Now, officially speaking, the councils were now actors in the decisions of the Leon monarchy. Keywords: Kingdom of León, assemblies, charter, Alfonso IX, representation.

Recibido: 31 de marzo del 2014 [Aceptado y revisado en versión final por el autor: 14 de mayo de 2015].

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El presente trabajo es resultado del proyecto Fondecyt Regular N°1120224.


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INTRODUCCIÓN

abanico de los derechos y deberes de los ayuntados. La comunidad se reconocía en sus normas y estas brotaban de la dinámica propia de su conformación y vivencia4. Esa misma fortaleza llevó a que las comunidades de vecinos de los distintos territorios pudieran incorporarse en el sistema señorial, siendo reconocidos en sus dinámicas propias y particulares, lo cual hizo que estas llegaran a ser la base de todo el sistema feudal hispánico5.

El estudio de las formas de participación de las sociedades medievales en asuntos jurídicos, reglamentarios y asuntos sociales de distinto orden ha tenido una importante revisión en los últimos años. Las conmemoraciones en torno a los aniversarios de la Carta Magna y las Cortes de León han venido a replantear algunas visiones acerca de la nula capacidad de integración de las sociedades medievales. En este sentido, la historiografía política tradicional ha planteado el análisis de las estructuras sociales con una suerte de parálisis, siendo este el parámetro de la mayoría de los estudios; sin embargo la revisión de las distintas fuentes documentales nos muestran una realidad con matices de las cuales se puede inferir la participación activa, normada y reconocida de la sociedad medieval urbana y campesina en el caso de León. Se hace necesaria la compresión del poder de la villa, del concejo, a la hora de hacer política y zanjar el poder regio desde el centro neurálgico de la potestas leonesa hasta las periferias. Si las bases de poder regio habían estado en la participación política de la nobleza, ahora se comenzará a dar participación a los representantes urbanos en las reuniones de la curia regia. Por lo tanto, los concejos, claramente, se perfilaron como una fuerza política y social en León1.

LAS ASAMBLEAS, BASE DEL PODER REGIO EN EL REINO DE LEÓN En el reino de León se creó una red de comunidades de vecinos2 que, además de organizarse según su ethos, lograron mantenerse en el tiempo y marcar su impronta en los territorios donde ejercieron su jurisdicción. Todo esto fue posible gracias a la ocupación del espacio y el avance constante y espontáneo de las comunidades de campesinos, además de la colonización a costa de los territorios ocupados por el Islam3. En lo anterior se evidencia el nivel organizacional del campesino hispano. El concejo reflejó la naturaleza de las agrupaciones vecinales a la vez que el grado de organización de las mismas, traducidas en fueros, leyes, y ordenamientos orales que complementaban el

LOS FUEROS Y LA DINÁMICA SOCIAL En el otorgamiento y reconocimiento de los fueros la corona avaló las normativas y leyes propias de cada particularidad. El concejo se fortaleció al ser el garante del vínculo entre la comunidad y el monarca por medio del encuadramiento que el fuero zanjó para cada unidad dentro del territorio leonés. Desde esa relación que corresponde a la vinculación entre las comunidades particulares con el poder regio, se comienza a denotar la preponderancia social, política y económica de cada entidad rural. Todo ello dentro del marco de la reorganización interior de Alfonso VI especialmente en el Camino de Santiago y la Extremadura del Duero6. De ahí el caso paradigmático del fuero de Sepúlveda7. El concejo pasó a ser la base de la estructura social en la Extremadura con esas formas y originalidad de organización que databan del proceso de colonización y que justamente por su origen distaba de la organización e implantación del señorío nobiliario del norte del Duero8. La dinámica social que se articuló en los fueros, corresponde a un conjunto de normas que regularon la vida de la comunidad de los vecinos y de las aldeas dependientes de las distintas manifestaciones de la actividad vecinal particular así como de su relación social, dinamismo productivo y comercial, entre otras.

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2

3

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Sobre esta base se produjo la inclusión de esas particularidades sociales en la estructura política del reino leonés9.

lo que entregó amplias proyecciones de expansión territorial hacia el sur del Tajo. En esa ocupación del espacio13 las milicias concejiles tuvieron un factor determinante como bien refleja la Crónica de Alfonso VII14. La relevancia de los concejos y sus milicias también queda reflejada en toda la acción repobladora y de repartimientos en el territorio andaluz15.

Desde la etapa de la colonización existió en estas comunidades una estratificación de la sociedad y los individuos que la compusieron respecto de las actividades y relevancia de las mismas. A la distinción, jerarquización y territorialización de espacios10, por parte de cada comunidad local, le acompaño la diferenciación de tareas y especialización de sus oficiantes lo que llevó a una distinción económica que desembocó en una tendencia aristocratizadora propia del proceso de enriquecimiento de ciertos grupos dentro de la colectividad vecinal. En un primer momento serán los caballeros aldeanos, campesinos militarizados diferenciados de los peones que combatían a pie, pero que luego se extendió tanto a la producción artesanal como a las labores comerciales en sí mismas. La mención de infanzones en ciertos fueros extremeños11, y el registro documental a la vez que cronístico, bajo la denominación de burgueses, de nuevos grupos sociales en las villas leonesas, enseñan un cambio en los modos de producción y de organización en relación con la importancia de ciertas funciones dentro de la sociedad. Privilegios, exenciones de trabajo y vínculos personales serán las garantías que los grupos de mayor jerarquía irán ganando para cumplir de manera más eficiente e idónea sus actividades. Desde el punto de vista político corporativo y económico significó la posibilidad de realizar una explotación ganadera que no tenía las evocaciones serviles del trabajo de la tierra. En este sentido, será la aristocracia local vecinal, la que tendrá mayor predomino en los concejos locales hacia finales del siglo XI. La acción del ejercicio de la jurisdicción del concejo, y de manera indirecta del monarca, llevará al territorio urbano a vigilar y defender la frontera –especialmente tras la capitulación de Toledo (1085)– a la vez que asentar un sistema productivo de la tierra y del control de los pasos para la actividad ganadera y comercial con el Islam peninsular12,

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Clemente, Julián, “Estructura concejil y sociedad feudal”. Hispania. Revista Española de Historia. 177. Madrid. 1991. pp. 41-71. Mínguez, José María, La España de los siglos VI al XIII, pp. 255. Martínez Sopena, Pascual, “Los concejos, la tradición foral y la memoria regia en Castilla y León”. La construcción medieval de la memoria regia. Valencia. Universidad de Valencia. 2011. p. 135-167. García de Cortázar, José Ángel, La sociedad rural en la España Medieval. Madrid, Siglo XXI, 1988, p. 70. García de Cortázar, José Ángel, La sociedad rural en la España Medieval, p.19. Mínguez, José María, La España de los siglos VI al XIII, p.257. Pastor, Reyna, Del Islam al cristianismo. En las fronteras de dos formaciones económico-sociales: Toledo, siglos XI-XIII. Barcelona, Ediciones Península, 1975.

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Se ve el aumento progresivo y sostenido de la participación política de nuevas fuerzas sociales y económicas dentro del reino de León desde la inclusión de las realidades vecinales rurales en el entramado jurisdiccional de la corona. La aristocracia urbana tendrá dos derroteros que conjugará en la dinámica política y social: la actividad militar y la complejidad de las funciones económicas. Esos, a su vez, tendrán un radio local que se proyectará al territorial y claramente a la esfera propia del soberano leonés, quien planeaba, desde el segundo tercio del siglo XII, la repoblación interior teniendo como base la realidad y dinámica social que acabamos de describir. No fue, por tanto, antojadiza la activación de una política de concesión de tenencias como vínculo entre la monarquía y las comunidades locales, que tuvieran o estuvieran alcanzando superioridad regional, a la vez que se fomentaron los concejos de realengo, muchas veces a costa de señoríos nobiliarios, lo que amplió la jurisdicción regia. Para palear la expropiación nobiliaria y dotar de territorio, a la vez que de jurisdicción al alfoz de los concejos recién institucionalizados, los monarcas ce-

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Martínez Llorente, Félix, Régimen jurídico de la Extremadura castellana medieval. Las comunidades de villa y tierra (s. X-XIV). Valladolid, Universidad de Valladolid, 1990, pp. 116-117. Villar García, Luis Miguel, La Extremadura castellano-leonesa. Guerreros, clérigos y campesinos (711-1252). Valladolid, Junta de Castilla y León, 1986. p.163. García Fitz, Francisco, Castilla y León frente al Islam: estrategias de expansión y tácticas militares (siglos XI-XIII). Sevilla, Universidad de Sevilla, 2001, p.83. Álvarez Borge, Ignacio, Monarquía feudal y organización territorial. Alfoces y merindades en Castilla (siglos X-XIV). Madrid, CSIC, 1993, pp. 101-102. “La fortaleza de los musulmanes y su muy considerable poder perduró hasta que el emperador Alfonso se dirigió a Jerez y hasta que tomo Oreja y Coria. Pero aunque los musulmanes hacían grandes guerrras, siempre fue costumbre de los cristianos que habitaban la Transierra y toda Extremadura reunirse cada año frecuentemente en formaciones , que a la postre eran de mil, dos mil, cinco mil o diez mil caballeros, más o menos, e iban al territorio de los moabitas y de los aragenos, efectuaban numerosas matanzas, capturaban muchos musulmanes, conseguían mucho botin y causaban numerosos incendios, mataban a muchos reyes y caudillos moabitas y de los aragenos, peleando destruían castillos y villas e infligían más daño que el que recibían de los musulmanes”. Pérez, Maurilio (ed.) Crónica del emperador Alfonso VII. León, Universidad de León, pp. 101-102. González, Julio, Repartimiento de Sevilla. I. Estudio y Edición. Sevilla, CSIC, 1998, pp. 236-237. González Jiménez, Manuel, “Repartimientos andaluces del siglo XIII. Perspectivas de conjunto y problemas”. De Al-Andalus a la sociedad feudal: los repartimientos bajomedievales. Barcelona. CSIC. 1990. p.101. Rodríguez López, Ana, La consolidación territorial de la monarquía feudal castellana. Expansión y fronteras durante el reinado de Fernando III. Madrid, CSIC, 1994, pp. 282-283. Conviene ver la nueva interpretación de Álvarez Borge, Ignacio, Comunidades locales y transformaciones sociales en la Alta Edad Media. Hampshire (Wessex) y el sur de Castilla, un estudio comparativo. Logroño, Universidad de la Rioja, 1999, pp. 137-138.


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dieron otro tipo de donaciones de renta o de jurisdicción a los nobles afectados. En todo momento, como Mínguez hace notar, el monarca hace valer su posición y potestas debido al respaldo de la fuerza militar16 con la que puede contar y que es a la postre la gran garantía regia en la dinámica feudal frente a la oposición armada de los nobles.

era el fuero que otorgaba autonomía y autoridad al concejo. Sin embargo, justamente la tenencia de villa fue el catalizador que la nobleza utilizó para entrar a formar parte de sus gobiernos y de ese modo se alcanzaría la señorialización de la misma.

A este proceso se le conoce como curialización de los guerreros y se produjo en los reinados de Fernando II y Alfonso IX17. Los monarcas leoneses tenían bajo su potestad varios territorios con entidad propia que se incorporaron a su soberanía de este modo18. La titularidad de las tenencias revestía diferencias entre las distintas realidades particulares nacionales. En los antiguos dominios del reino de León las parentelas dominantes estaban ya arraigadas en la administración de las tenencias, especialmente porque estas tuvieron un carácter beneficial según la voluntad regia, de tal modo que la dependencia entre el monarca y los líderes de la parentela era estrecho, todo lo cual fortaleció el poder regio pero a su vez debilitó la potestad de las familias nobiliarias locales. Paralelamente los soberanos realizaron un proceso de posicionamiento de los miembros de la parentela regia en los territorios de nueva incorporación como en Extremadura y la Transierra. Los nuevos tenentes no tuvieron necesariamente vinculación familiar con las nuevas posesiones leonesas, pero por medio de la presencia de estos nuevos representantes regios se pudieron realizar interesantes y beneficiosas relaciones familiares que instalaron la potestad regia en esos territorios19. A su vez, los tenentes de las zonas nuevas relacionaban, no siempre de manera fácil, al monarca con los concejos que ya tenían un protagonismo interesante a la hora de la defensa y de la participación en empresas de intercambio o de conquista en la siempre movediza línea fronteriza del sur. Junto con todo esto, la política leonesa se embarcó en el ambicioso proyecto de crear una tupida red de villas reales que dependían directamente del monarca las cuales fortalecieron la presencia regia en esos lugares20. El límite de los tenentes de villas

El proceso de introducción de representación urbana en las reuniones que hasta entonces aparecen documentadas como exclusivas del monarca con la aristocracia y la jerarquía eclesiástica debe encuadrarse tanto en la evolución de la naturaleza misma de la instancia institucional como en la fortaleza de los concejos que siendo pujantes económicamente pasaron a ser el sustento de recursos principal ante las dificultades del monarca en esas materias. Estos nuevos grupos sociales que se registran, pertenecientes a la nobleza local rural y a la burguesía, comienzan a asomar en la documentación en una etapa que se ha definido de “transición” de la participación en la toma de decisiones de la aristocracia y de evolución política leonesa entre 1157 y 123021, teniendo la asamblea de 1188 como problemática central respecto a la presencia o no de los elementos urbanos22.

EL CONCEJO Y LA NUEVA CONFORMACIÓN SOCIAL El periodo transicional, y desde el punto de vista de la conformación social, destacó primero por los nuevos grupos sociales que se documentan, a saber, la nueva burguesía de las ciudades y los caballeros villanos, que tuvieron gran importancia especialmente en la Extremadura. Pero también por la creación y solventación de los concejos que dejan su característica localista para entrar a la esfera de las decisiones públicas oficiales por medio de los hombres buenos que junto con el reconocimiento social, desempeñaron importante labor

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Mínguez, José María, La España de los siglos VI al XIII, p.322. Calderón Medina, Inés, Cum Magnatibus Regni Mei. La nobleza y la monarquía leonesas durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX (1157-1230). Madrid, Editorial CSIC, 2011, p. 305 y ss. Martínez Sopena, Pascual, “Espacios y Poderes: las “villas nuevas” reales al norte del Duero”. El reino de León en la época de las Cortes de Benavente. Benavente, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”. 2002. pp.101-103. Mínguez, José María, La España de los siglos VI al XIII, p.324. González Ramos, José Ignacio, Villas reales en el reino de León. Los procesos pobladores de Fernando II y Alfonso IX en la Tierra de León. León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 2008, p. 619 y ss. Sánchez Badiola, Juan José, El territorio de León en la Edad Media.

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Poblamiento, organización del espacio y estructura social (siglos IX-XIII) Tomo II. León, Junta de Castilla y León-Consejería de Educación y Cultura, 2004, p. 662 y ss. Conviene también revisar Baron, Andrés, Grupos y dominios aristocráticos en la Tierra de Campos oriental. Siglos X-XIII. Palencia, Glyphos, 2006. Estepa Diez, Carlos, “Curia y cortes en el reino de León”. Cortes de Castilla y León (ed.). Las cortes de Castilla y León en la Edad Media. Actas de la primera etapa del congreso científico sobre la historia de las cortes de Castilla y León. Burgos 30 de septiembre a 3 de octubre de 1986. Valladolid. Cortes de Castilla y León D. L. 1988. pp. 26-104. Estos cambios se observan con claridad sobre todo en el tránsito del siglo XII al XIII, momento en el cual adquieren protagonismo los sectores sociales no nobiliarios. Como afirma Carlos de Ayala: “Se trata de sectores laicos ligados, por un lado, al emergente mundo urbano y, por otro, y sin que ello sea en modo alguno incompatible con esa procedencia, asociados a funciones jurídico-administrativas”. De Ayala Martínez, Carlos, “Alfonso IX, último monarca del reino de León (1188-1230)”. Álvarez, César (ed.). Reyes de León: monarcas leoneses del 850 al 1230. León, Edilesa. 1996. pp. 193216. 22 Fernández Catón, José María, Cortes, concilios y fueros leoneses. El reino de León en la Alta Edad Media. León, Editorial Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1988.


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política a la hora de ejercer representación de sus realidades particulares en instancias mayores. En opinión de Estepa, se puede encontrar antecedentes de la participación de grupos no nobiliarios o eclesiásticos en instancias de gran relevancia para el reino, como por ejemplo en la celebración de la coronación de Alfonso VII en 1135 en el relato de su Crónica23. Para el autor los nobles pudieron ser merinos y jueces de comarca o villa más preponderantes del reino. Añade que es bien probable que en la ascensión de cada monarca se hiciera una presentación popular masiva y que el nuevo gobernante en otra asamblea confirmara los privilegios concedidos a cada particularismo territorial por su antecesor.

y jueces de los territorios que no procedían de la aristocracia28 y por Julio González como miembros de la aristocracia local29. La misma presencia se repite en un documento tiempo después donde se añadió “et coram testibus”, o lo que es lo mismo, elementos exógenos a los tradicionales dentro de los concilia30.

Es en este sentido que se debe considerar la importancia de las nuevas coyunturas económicas ligadas al enriquecimiento de ciertos sectores campesinos producto de su vinculación con actividades de carácter comercial e industrial. El registro de los denominados “hombres buenos”24 en las ciudades y villas es revelador y, muchas veces, ellos trascenderán en su obra al ámbito local, para llegar a ser los futuros jueces y alcaldes reales.25 La presencia de elementos ajenos a los tradicionales en la toma de decisiones leonesas, como fenómeno de larga duración, da elementos de juicio no únicamente para repensar el momento de 1188 sino para poder comprender mejor toda la dinámica que se estableció entre la corona y los poderes locales concejiles, pues la importancia de la emergencia de estos sectores se manifiesta en el hecho de que serán capaces de ampliar el espacio político controlado por el rey y permitir a este, un amplio campo de maniobra de cara a la institucionalización del reino.26 En el concilio de Salamanca de 1178 Fernando II se anota la representación de “et ceteris rectoribus prouinciarum”27, identificados por Estepa como merinos

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Estepa Diez, Carlos, “Curia y cortes en el reino de León”, p.30. Tanto a Estepa como a Inés Calderón les interesa qué tipo de personas participaron en las asambleas leonesas. Sin embargo, la autora, buscando más allá e intentando descubrir qué individuos participaron en ellas, ha trazado una hoja de ruta que será beneficioso para nosotros a la hora de entender la presencia de elementos sociales no tradicionales en esas reuniones. Inmediatamente en su estudio la investigadora advierte que las disposiciones emitidas por Fernando II fueron tomadas por el rey, “Estando en concilio con obispos y barones de mi reino”, “En concilio con los mayores de nuestra curia”, “En consejo de la curia y los nobles míos”, en consejo con sus asesores cercanos, magnates laicos y de iglesia. De Ayala Martínez, Carlos, “Alfonso IX, último monarca del reino de León (1188-1230)”, p. 203. Ibíd. Recuero Estray, Manuel José, (dir.), Documentos medievales del reino de Galicia. Fernando II (1157-1187), Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2000, p.166. González, José Ignacio Regesta de Fernando II. Madrid, CSIC, 1943, p.122.

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La villa regia de Benavente, recientemente fundada, fue escenario de una curia en marzo de 1181 que atendió resolver importantes asuntos internos y externos del reino. En esa asamblea además se amplió el fuero de la villa “de consilio y provisione procerum curie mee”31. Calderón Medina ha hecho notar que tanto en esta reunión como en el documento redactado pocos días después donde Alfonso IX restituyó nutridos bienes a la orden de San Juan de Jerusalén, se repiten los asistentes como los principales del reino, pero especialmente la autora detecta presencia de la nobleza local, específicamente el registro de Miguel Sesmiro, junto a otros que sí habían estado en la asamblea salmantina. Resulta significativo que el mismo monarca reveló que las disposiciones fueron tomadas “quando concilium meum cum meis hominibus feci apud Beneuentum, ubi statum mei regni meioraui et omnes incartaciones mihi accepi et istas ibi confirmaui cum omni suo iure, quod unaqueque illarum obtinere debet”32. Todas esas instrucciones eran referidas a mejorar la condición del reino y a la fundación de nuevas villas reales33, Mansilla, Mayorga y Coyanza, junto con el fortalecimiento de las ya existentes.

“ET CUM ELECTIS CIVIBUS EX SINGULIS CIUITATIBUS” La historiografía se ha detenido a analizar 1188, cuando el nuevo rey Alfonso IX de León asume el oficio de reinar ante las fuerzas políticas y sociales en San Isidoro de León. El estudio se ha centrado tanto en la naturaleza de la reunión como la asistencia de la misma referida a los grupos convocados, su participación activa y no únicamente su presencia y las disposiciones que en la asamblea se tomaron en beneficio de respetar las buenas costumbres esta-

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Ellos se reseñan junto a los obispos y abades, condes y barones del reino. González, Julio, Regesta de Fernando II, Madrid, CSIC, 1943, p.123. Floriano Llorente, Pedro, Colección diplomática del monasterio de San Vicente de Oviedo (7811200). Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1968, doc.35. Martínez Sopena, Pascual, Privilegios de la villa de Benavente (XII-XIV). Benavente, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, 1996, doc.2. Fuentes Ganzo, Eduardo, Las cortes de Benavente. El siglo de oro de una ciudad leonesa. 1164-1230. Benavente, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”,1996. Recuero Astray, Manuel José (dir.), Documentos medievales del reino de Galicia, p. 188. Martínez Sopena, Pascual, La tierra de Campos Occidental. Poblamiento, poder y comunidad del siglo X al XIII. Valladolid, Instituto Cultural de Simancas de la Diputación Provincial de Valladolid, 1985, p. 142.


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blecidas por los antecesores del nuevo monarca34. Más allá de dedicarnos aquí a establecer la fecha de celebración de la reunión y a determinar claramente los alcances de la misma35, puntualizaremos la participación de los grupos sociales que se añaden a la estructura tradicional de la asamblea. La alusión de Alfonso IX a la celebración de la curia es: “Aldefonsus, Rex Legionis et Gallecie, cum celebrarem curiam apud Legionem cum archiepiscopo et episcopis et magnatibus regni mei et cum electis civibus ex singulis ciuitatibus”36. Es

nes sociales no se perdió ni se disolvió, sino que se solventó por una política de dominio indirecto por parte de la corona leonesa que entendió que la base, tanto del sistema productivo como político, estaba en las sociedades rurales, y, manteniendo esa estructura de dinámica de conformación social, los soberanos establecieron jurisdicción sobre ella.

evidente que dentro de la estructura de la frase se encuentran, junto al rey, los grupos sociales-estamentales tradicionales que junto al monarca participan en el proceso de toma de decisiones políticas en el reino, pero además, y aquí la novedad, se señalan nuevos elementos en los ciudadanos elegidos de cada una de las ciudades. Esto es interesante, la distinción en la unión, es decir, los elementos están aglutinados, pero antes que eso, caracterizados en su funcionalidad y jerarquía, pero cada uno reconocido en su legitimidad y oficio. Pero además habría que agregar que la participación de estos ciudadanos, siguiendo a De Ayala, es la manifestación de la necesidad que siente la monarquía de reconocer que grupos sociales ajenos a las tradiciones y consolidadas aristocracias deben ser considerados formalmente como parte constitutiva del reino, y por lo mismo, formar parte de modo activo y con proyección sancionadora en los más importantes asuntos de interés general. En fin, la presencia de sectores ligados al mundo urbano37 no es otra cosa que el reconocimiento de una ineludible realidad, un ejercicio político sensato38. Desde el reconocimiento de los fueros locales, la dignidad de la conformación histórica de las comunidades en su autonomía organizativa y legal fue soporte y base de la jurisdicción regia llegada la etapa de la repoblación e incorporación de esas comunidades producto de la colonización a la estructura señorial hispana. Dicho de otra manera, si bien las comunidades campesinas se incorporaron al aparato gubernamental regio, la autonomía de esas conformacio-

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“(…) servarem mores bonos, quos a predessoribus meis habent constitutos”. González, Julio, Alfonso IX. Tomo II. Madrid, CSIC, 1944, doc.11. Fernández Catón, José María, La Curia regia de 1188 y sus “decreta” y constitución. León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1993, p.162. Estepa Diez, Carlos, Las cortes del reino de León. El reino de León en la Alta Edad Media. León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1988, p. 210. González, Julio, Alfonso IX, p. 11. Claramente es imposible determinar a aquellos ciudadanos que fueron electos por cada una de las comunidades particulares del reino. Sin embargo, podemos entender que la presencia reafirma el poder de la comunidad que desde largo tiempo ha estado siendo considerada dentro de la estructura regia como elemento constitutivo a la vez que base de la jurisdicción leonesa De Ayala Martínez, Carlos, “Alfonso IX, último monarca del reino de León (1188-1230)”, p. 203.

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A su vez, la instauración de villas reales durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX obedeció a un proceso de fortalecimiento de la potestad regia que también arrancó de la política de Alfonso VI, convirtiéndose en una etapa más del establecimiento de jurisdicción regia, pero ahora mediante una política de dominio directo por parte de la corona para esas comunidades rurales. No podemos comprobar documentalmente que esas comunidades, los concejos, actuaran desde antes de 1188 en conjunto y distinguidas junto al monarca y su curia, pero es bien probable que lo hicieran en vista de lo expuesto, especialmente cuando el mismo monarca usa el término “curiam” para referirse a la asamblea. Ahora bien, documentalmente, nos encontramos ante un escenario donde la base social del proceso de toma de decisiones se ha ampliado, especialmente si en la asamblea de 1188 Alfonso IX sentó las bases de su reinado a través de una ordenación jurídica con clara intención de perdurabilidad y aplicación en todos sus territorios, convirtiendo al reino en una comunidad política más consolidada. En los decreta de la asamblea el monarca confirmó los fueros del reino convirtiéndolo en adelantado respecto al reconocimiento de las libertades jurídicas, no únicamente en relación a los fueros, derechos y libertades de las instituciones y estamentos públicos constituidos y de los particulares, sino también por establecer y extender el procedimiento judicial. Por otro lado, en la emisión de las constituciones se buscó resguardar la agitación social que se vivía producto de las pretensiones de la madrastra lusa del recién asumido soberano de León. Los decreta, en la experta opinión de Fernández Catón, tienen una misma unidad de redacción y salieron íntegramente de la curia de 1188, al igual que la constitución del reino39. La contribución de todos los estamentos sociales hizo partícipes del proyecto político de Alfonso IX a todas las fuerzas vivas del reino, otorgando una radiografía del pulso público de sus territorios y los alcances y límites de la potestad y jurisdicción en su oficio. El poder del monarca se veía fortalecido de manera

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Fernández Catón, José María, La Curia regia de 1188 y sus “decreta” y constitución, pp.186187.


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oficial porque sumado a la dependencia clara con el grupo magnaticio ahora estaba sancionado el apoyo de los concejos y del mundo rural en general. La naturaleza de la potestas regia se mantuvo ya que las nuevas asambleas, cortes, seguían siendo órgano consultivo en esencia40, que documentalmente ahora contaron con la participación de los “bonorum hominium” de manera constatable.

Alfonso IX de León llamó a una curia regia en 1194 tras la disolución de la alianza con Portugal43 y sellada la paz de Tordehumos (1194) con el monarca de Castilla. En las disposiciones de la asamblea, celebrada en León y Compostela, el rey expresa que fue necesario redactar una nueva constitución debido a la relajada aplicación de los decreta de 1188 junto a la continuidad de desórdenes en sus territorios. No se registró la participación de los concejos en esta reunión; el monarca se acompañó de los sectores tradicionales44. La ausencia

Merece la pena apuntar que las cortes de 1188, por su conformación y decreta, se asumen y proyectan además en órgano fiscalizador del oficio regio en cuanto determinar la protección y mantención de las disposiciones de auto-otorgamiento de normas y leyes estipulados en cada uno de fueros locales, lo que es trascendente porque las relaciones siguen siendo entre cada sociedad rural con el monarca, dejando de lado el carácter de pacto corporativista que podría pensarse que el soberano leonés lograba. Las fuerzas políticas y sociales del reino, por lo tanto, daban y enmarcaban los límites y alcances de la potestas regia por medio del fuero, y el oficio del soberano quedaba encuadrado más claramente en su labor de servidor público de las sociedades y naciones que el territorio de León abarcaba y que encadenaba la figura del soberano nacional. En un aspecto más propio de las labores de gobierno, el oficio del rey que se guiaba desde su praeparatio en sus dos vertientes, la práctica y la teórica41, sumado a la idoneidad y genio político del monarca, debía proveer al soberano de León de las habilidades necesarias para congeniar y coordinar las realidades sociales y políticas de cada una de las comunidades tanto en su dinámica interna como en las interrelaciones naturales con otras realidades políticas rurales; en base al dominio indirecto de la corona leonesa sobre estas es que se articuló y dedujo la fiscalización de los representantes de las fuerzas vivas de los diversos territorios bajo la potestad del monarca de León42.

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“Promissi etiam quod non faciam guerram uel pacem uel placitum nisi cum consilio episcoporum, nobilium et bonorum hominium, per quorum consilio debeo regi”. Ibíd., p.100. Gordo, Ángel, “La praeparatio de Alfonso VII y sus descendientes al trono leonés. La formación en el oficio regio. Siglos XII-XIII”. Mundos medievales: espacios, sociedades y poder. Homenaje al Profesor José Ángel García de Cortázar y Ruiz de Aguirre. II Vols. Oviedo. Universidad de Cantabria. 2012. pp. 573-582. También en Gordo, Ángel, “Estructuras regias en el reino de León. La praeparatio en la elevación al trono imperial de Urraca I y Alfonso VII. Factores diferenciadores y de estabilidad en el gobierno”. El Mundo Medieval. Legado y Alteridad. Santiago, Ediciones Universidad Finis Terrae. 2009. pp. 155-179. Gordo, Ángel, “El ejercicio del poder y el concepto de Imperium en los reinados de Alfonso VI, Urraca I y Alfonso VII”. Tesis Doctoral Inédita. Salamanca, Universidad de Salamanca, 2006. También en los estudios, Gordo, Ángel. Alfonso I y Alfonso VII: Del condado al reino de Portugal. Jurisdicción, pacto y fronteras en el contexto del Imperio leonés. Estudio de Historia de España XIII. Buenos Aires, Instituto de Historia de España, Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires, 201, pp. 73-83. Gordo, Ángel, “Alfonso VII, sucesión e Imperium. El príncipe cristiano en la Chronica Adefonsi Imperatoris y

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documental de las sociedades rurales se puede explicar porque se trató de una curia tradicional donde se ratificaron las constituciones de 118845 y además porque el rey no necesitaba, por lo mismo, soporte económico concejil. “(…) episcopis et uasallis meis et multis de qualibet uilla regni mei in plena curia” participaron una asamblea citada en Benavente el año 1202. Nuevamente no se ha conservado a aquellos representantes de las ciudades que asistieron a la regia cita, pero si la reglamentación emanada de la misma46, la que apuntó nuevamente a aplicar los decreta como han sido promulgados en 1188 y con la fuerza que se exigió en 1194. Es interesante consignar el hecho que plena se usa con curia sólo en ablativo en la frase “in plena curia” y raramente se ocupó en León salvo en estos decretos de Benavente, donde la mayoría de los decretos fueron judiciales47. En la ciudad regia de León en Febrero de 1208 el monarca se reunió con sus nobles, sus obispos, todos los primeros del reino, el colegio de barones y “(…) ciuium multitudine destinatorum a singulis ciuitatibus considente”48. El texto legislativo hace referencia directa a los hombres de los concejos, sin embargo no quedan reflejados en otros documentos de la cancillería regia emanados en la misma reunión. Esta sería la última curia de Alfonso IX.

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el diplomatario regio como modelo de virtud. Fuentes cronísticas e imagen del soberano de León”. Tiempo y Espacio. Vol.18. 2007. pp. 115-144. En relación a las complejas relaciones entre León y Portugal para este momento véase las síntesis de Martin Benito, José Luis, “Frontera y Territorio en el sur del reino de León”. El reino de León en época de las Cortes de Benavente. Salamanca. Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”. 2002. pp.146-147. Procter, Evelyn, Curia y Cortes en Castilla y León, 1072-1295. Madrid, Cátedra, 1988, p. 61. “Verum sicut ea prius cum prelatorum et iudicum consilio et deliberatione atque omnium principum nostrorum consenso statua iuramento conmuni firmauimus”. Fernandez Catón, José María, La Curia regia de 1188, p.132. González Rodríguez, Rafael, Las cortes de Benavente de 1202 y 1228. El reino de León en la época de las cortes de Benavente. Benavente, Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”, 2002, pp. 192-221. Fuentes Ganzo, Eduardo, Las Cortes de Benavente (El Siglo de Oro de la ciudad leonesa) Benavente: 1164-1230. Benavente, Fomento Esla D.L., 1996. Procter, Evelyn, Curia and Cortes in Castilla y León, p. 61. González, Julio, Alfonso IX, p. 221.


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Tras la muerte del leonés y finalizado el enfrentamiento por la sucesión por medio de la renuncia a los derechos al trono de las infantas Sancha y Dulce, los términos de los pactos se hicieron efectivos en la Curia de Benavente de 1230 donde finalmente saldría fortalecido Fernando III de León y Castilla. Algunos historiadores como Procter, han afirmado que en esta curia hubo representación ciudadana e incluso establecen paralelismos con la asamblea de 1135 al momento de asumir Alfonso VII y con la reunión en San Isidoro de León de 118849. Sin embargo, examinando los diplomas pronunciados en la reunión no

CONCLUSIÓN

parece que los concejos estuvieran presentes; se trataba de un asunto crucial porque las coronas de León y Castilla se unían desde la decisión de Alfonso VII de dividir el imperio legionense entre sus hijos. Calderón analizando el papel de la nobleza en estas reuniones curiales50 determina que son pocas las noticias que se tienen de la participación de la nobleza en las asambleas, ni el ritual de celebración y mucho menos los participantes en ellas ni el papel que desempeñaron. Si tenemos una visión aproximada a la participación de los miembros tradicionales asesores del monarca, más complicado es, por lo tanto, determinar quiénes fueron o de qué modo los representantes de los concejos rurales participaron o no activamente en las asambleas dispuestas a establecer disposiciones y leyes permanentes para el reino a la vez que establecer regulaciones transitorias paliativas de las acciones desestabilizadoras del orden dentro de León. En todas las asambleas a las que hemos hecho referencia entre 1157 a 1230 se aprecian los primeros pasos de la importante transformación que sufrirá la curia en el momento que Alfonso IX de León dio participación a los representantes de los concejos. Se trasluce el interés regio por diversificar la base social de su potestad y contar con el apoyo económico que le prestaban las ciudades y villas, en un tiempo en el que el realengo, producto de la enajenación hecha por Fernando II, había sufrido una importante disminución. A pesar de la evolución de la curia que hemos tratado, ni el papel ni la naturaleza del poder del rey variaron, puesto que siguió siendo registrado en la documentación, porque siguió siendo practicado, como potestad superior a la que tanto eclesiásticos y laicos debían auxilium et concilium. Pero además Alfonso IX, con el asesoramiento de los estamentos del reino de León, tres como hemos visto, puso en marcha un ordenamiento jurídico por el que el reino debía regirse e intentó garantizar paz, estabilidad y justicia en sus territorios.

Como se ha revisado, a partir del último tercio del siglo XI la potestad regia, reconoce y acepta la dinámica interna de las comunidades de vecinos, las cuales mantienen su carácter autonómico político y social, reforzado por el vínculo jurídico del fuero y en el reconocimiento mutuo entre la colectividad social y la corona. De tal modo la colectividad, mantiene sus claves sociales que son propias, luego tradicionales, reforzadas y custodiadas por el rey, y el monarca aumenta su jurisdicción en el mismo reconocimiento de la comunidad que le reconoce como su señor natural51. Fue justamente en el fuero donde se encontró la clave para la mantención, de las capacidades de representación de la comunidad campesina ante el monarca en el vínculo que se ha creado entre las partes. La autonomía de las sociedades rurales era, por tanto respetada y por lo mismo el oficio y lugar de cada uno de los conformantes de las mismas en su fuero particular, incluso en el repoblamiento interior y en las dinámicas diferenciadoras del mismo proceso. Es decisivo que en la asamblea de 1188 en la que juró Alfonso IX de León tras asumir la corona se registró documentalmente que acudieron a esa instancia los representantes de los concejos. Aquí se formaría la conformación propia de una corte y se daría espacio a todas las fuerzas sociales. Sin embargo, creemos conveniente revisar esta tradicional consideración en cuanto a esa presencia pues esta podría reflejar la solventación, no únicamente de ese grupo humano, sino que además podría significar una trayectoria que desde temprano ha ido operando en el posicionamiento de estos hombres de concejos, lo que le permite quedar reflejados en quienes reconocen al nuevo soberano como hemos estado sugiriendo. Esto, más que marcar un antes y un después como comúnmente se ve, bien oportunista por lo demás por aparecer en la jura de un soberano nuevo. Por lo mismo será necesaria la utilización de una óptica menos institucionalista y más social centrada en la dinámica asociativa y representativa tanto de comunidades campesinas de aldea o villa como de aquellas de origen más urbano. De lo que planteamos se deslindan preguntas capitales: ¿fueron efectivamente las representaciones de la sociedad en asambleas regias las que propiciaron un cambio en el modo de hacer política en el reinado de Alfonso IX de León, tomando como premisa que en 1188 reconoce documentalmente la presencia de los concejos por vez primera? De ser así, ¿ese nuevo modo de

51 49 50

Procter, Evelyn, Curia y Cortes en Castilla y León, p. 63. Calderón Medina, Inés, Cum Magnatibus Regni Mei, p. 370.

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hacer política consagró de modo oficial una dinámica de relaciones entre los estamentos y su dirigente que se dio de manera espontánea pero constante, o bien fue el punto de partida para vertebrar la partida de una trayectoria resuelta a entender y vertebrar nacionalmente a un reino y propiciar políticas en el beneficio del mismo? A la luz de los modos de relación entre las partes, y la dinámica resuelta entre las sociedades rurales y la monarquía es bien probable, más por inferencia que documentalmente, que la asamblea de 1188 como coyuntura coetánea fuera el momento para registrar la presencia ante el nuevo monarca de los elementos concejiles, mas no como una novedad, sino como una reafirmación de la presencia fundamental de los mismos a la hora de tomar decisiones, respaldar otras y de apoyar al soberano en una relación de tipo tradicional que había madurado para consumarse documentalmente en el reino de León.

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[Recibido el 22 de julio de 2014 y Aceptado el 15 de enero de 2015]


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REPRESENTACIÓN DE LA CRISIS Y DISCURSOS JUSTIFICATIVOS DE LA OPINIÓN PÚBLICA DE ARICA EXPRESADOS EN LA PRENSA ESCRITA (1929 - 1984) — Elías Pizarro Pizarro — Raúl Bustos González

HISTORIA 396 ISSN 0719-0719 Nº 1 - 2015 [155-168]

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REPRESENTACIÓN DE LA CRISIS Y DISCURSOS JUSTIFICATIVOS DE LA OPINIÓN PÚBLICA DE ARICA EXPRESADOS EN LA PRENSA ESCRITA (1929-1984) REPRESENTATION OF THE CRISIS AND EXPLANATORY SPEECHES OF THE PUBLIC OPINION IN ARICA APPEARED IN WRITTEN PRESS (1929-1984)

Elías Pizarro Pizarro Universidad de Tarapacá, Arica, Chile epizarro@uta.cl

Raúl Bustos González Universidad de Tarapacá, Arica, Chile rbgonzalez@uta.cl

Resumen La intención de este trabajo es indagar en torno a los discursos justificativos reflejados en fuentes oficiales y periodísticas, a partir de la incorporación de Arica a la soberanía nacional (1929). Estos discursos justificativos, emanados desde las élites locales desarrollan un movimiento en que la responsabilidad de la situación “desciende” desde las “conspiraciones centralistas” hasta las divisiones locales. Este trayecto es el de la incorporación de Arica a distintos espacios, que se asocia con la aparición de nuevos actores en el discurso. Palabras clave: Historia Contemporánea, Discursos, Regionalismo, Arica.

Abstract The aim of this work is to examine the explanatory speeches published by official and journalistic sources, since the incorporation of Arica to the Chilean national sovereignty (1929). The explanatory discourses that emanated from local elites, develop a movement, in which the responsibility of the situation “descends” from the “centralist conspiracies” to the local divisions. This route is the incorporation of Arica to different spaces, associated with the emergence of new actors in discourse. Keywords: Contemporary History, speeches, regionalism, Arica.


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INTRODUCCIÓN Los habitantes de Arica, desde su incorporación definitiva a territorio chileno han presentado permanentemente una sensación de crisis. Este hecho ha llevado a la construcción de discursos justificativos, que han pretendido explicar en diferentes períodos de su historia, las razones que alejan a la ciudad del “progreso”. Estos discursos cumplen una función protectora, en cuanto refuerzan la autoimagen de la comunidad. La intención de este trabajo es indagar e identificar los “antagonismos” reconocidos en dichos constructos. Para iniciar la discusión, es necesario explicitar el concepto de crisis al que hacemos alusión. En occidente se define “como crisis a un momento de ruptura en el funcionamiento de un sistema, un cambio cualitativo en sentido positivo o negativo”1. Así, conceptualmente, las dimensiones de la crisis son múltiples, pues se entiende como una inflexión dialéctica que permite la evolución o cambio de una situación particular. Rolando Mellafe mencionaba hace ya un tiempo lo usual de calificar de críticas a situaciones inesperadas del acontecer histórico, por lo que su análisis serio debe estar asociado al concepto de larga duración2. Por su parte, Habermas recoge el significado de crisis del modelo marxista que lo entiende asociado a la integración social. La relación entre integración social e integración sistémica la propone en el desajuste en la sociedad capitalista tardía como resultado de la imposibilidad de asumir por y en las instancias institucionales las demandas sociales3. Teóricamente haremos alusión al concepto de discurso planteado, tempranamente, por Michel Foucault en la Arqueología del saber, en que el discurso de un individuo se corresponde con una superestructura de escala mayor que lleva a la generación de prácticas que dan forma sistemáticamente a los objetos de que hablan4. Al considerar lo anterior, podemos señalar que el lenguaje que conforma los discursos, se concebirá como un producto capaz de revelar determinados contenidos profundos (cosmovisiones, ideologías), pero también como una herramienta capaz de proyectar esos contenidos en las representa-

1 2

3

4

Pasquino, Gianfranco et al., Diccionario de Política. México D.F., Siglo XXI, 1998, p.391. Mellafe, Rolando, Historia Social de Chile y América, Santiago, Editorial Universitaria, 1987. Habermas, Jurgen, “The Limits of Neo-Historicism”. Entrevista con Jean-Marc Ferry. Habermas, Jurgen. Autonomy and Solidarity. London, Verso. 1992. p. 243. Foucault, Michel, La arqueología del saber. México, Siglo XXI, 2003, pp. 5-7.

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ciones sociales o individuales. El discurso, pues, puede ser entendido como el instrumento que representa la realidad y transmite estas representaciones. Por esta razón, metodológicamente creemos que es interesante tomar el aporte más reciente de Van Dijk, que incorpora el Análisis Crítico del Discurso5, integrando el componente político crítico, heredado de la escuela de Frankfurt. Por otro lado, el poder de un grupo social específico puede definirse como su capacidad para ejercer el control del discurso. El discurso periodístico, como producto social, contiene representaciones de la realidad y las transmite a un grupo de personas, quienes, en función de sus características individuales, las incorporarán de diferentes formas a sus propias representaciones de la realidad. Como señala Van Dijk: “Los posicionamientos defendidos por la prensa no son opiniones personales sino la manifestación de marcos ideológicos dominantes y socialmente compartidos que representan las relaciones institucionales y el poder (…)”6. En relación a lo anterior, la mediación discursiva implica a un grupo de actores sociales que son capaces de tender puentes entre las necesidades comunicativas de unos –los más desfavorecidos– y los requisitos de acceso de determinados discursos. Generalmente, los mediadores no se limitan a trasladar al espacio público los discursos ajenos, sino que operan en estos una serie de transformaciones para adaptarlos al género en el que se insertará y a los receptores de dichos discursos. En consecuencia, los imaginarios sociales aparecen como los principios organizadores a partir de los cuales se crean y re-crean las prácticas sociales, las que legitiman el poder y dan forma a las representaciones sociales, por ejemplo, la representación de la crisis y sus causas. A este “aparato” de preservación y conservación que sostiene y legitima el universo simbólico de un grupo social se une la necesidad del ser humano de estabilidad, que los controles sociales se encargan de mantener, evitando mediante este procedimiento, la desintegración grupal. Para asumir este estudio, acudiremos a la representación que la opinión pública de Arica expresa en la forma de discursos justificativos, por lo que ocuparemos fuentes oficiales y prensa escrita. Dicha representación la podemos dividir en dos períodos de la historia local:

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Dijk, Teun Van, Racismo y Análisis Crítico de los Medios. Barcelona, Paidos, 1997. Dijk, Teun Van (ed.), Discourse as Structure and Process. Discourse Studies: A Multidisciplinary Introduction. Vol.2. London, Sage Ltd, 1997, pp. 178-232.


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a) Desde la incorporación definitiva al territorio chileno, hasta el gobierno de la Unidad Popular (1929 a 1973), período caracterizado por la superación en parte (y al menos en lo referente a las relaciones de política internacional) de las incertidumbres nacidas de la incorporación militar del territorio y la conformación del rol del Estado de Chile en dicho espacio. Efectivamente, dicho período transita desde el fin de las especiales atenciones que el Estado de Chile dirigió a una zona que aún no definía su futuro, pasando por medidas de excepción enmarcadas en las políticas de desarrollo regional propias del Estado de Compromiso (Podestá, 2004), finalizando con el quiebre del modelo y su posterior reconversión como resultado de la llegada del régimen militar. b) El período comprendido entre 1973, con la llegada del Gobierno Militar hasta el retorno de la democracia y los albores de la creación de la región de Arica y Parinacota: Al igual que el período anterior, y en un contexto de profunda inestabilidad en las relaciones con los países vecinos, nuevamente asistimos a una crisis en las atenciones especiales tenidas desde el Estado a la zona, las que nuevamente se acentúan con el retorno de la democracia, cuya efectividad fue cuestionada permanentemente, llevando a que la tradicional dicotomía Estado-Región, genere el caldo de cultivo de la nueva región de Arica y Parinacota.

Las características de cada período se expresan en la aparición de nuevos actores, y por ende, de nuevas representaciones en torno a la naturaleza de la crisis y su origen. En el presente artículo nos centraremos en el análisis del primer período aquí propuesto, pues presenta, a lo largo del análisis sincrónico, continuidad en cuanto a la relativa unidad en el discurso de los actores locales y la especial relación marcada por la tensión entre dependencia y autonomía que caracteriza la relación del centro político-administrativo nacional, y la región.

UNIDAD LOCAL Y ENEMIGO EXTERNO El Tratado de Paz de 1929, a partir del cual Arica pasa definitivamente a soberanía chilena, llevó a que las especiales atenciones que esta zona recibía por parte del estado chileno desde su incorporación militar, disminuyan considerablemente. El Estado chileno implementó en esta zona una política modernizadora que tenía el objeto de convencer a la población local de que lo mejor para su desarrollo era favorecer, con su eventual voto, los intereses de Chile. Al haber sido resuelta esa situación, las medidas especiales de atención a la ciudad desaparecen, generando un sentimiento de abandono similar al vivido a comienzos de su historia republicana7.

7

Cuadro 1. Presentación General de los Períodos de Análisis Período 1929-1973

Período 1973-2000

Inicio

Fin de atenciones especiales producto de su incorporación definitiva al Estado de Chile.

Fin de las atenciones especiales como resultado de crisis fronterizas y cambio de modelo de desarrollo.

Desarrollo

Políticas de desarrollo basadas en medidas de excepción asociadas a medidas de excepción tributaria.

Políticas de desarrollo basadas en leyes especiales como resultado de la nueva relación con el gobierno democrático.

Fin

Disminución crítica de medidas de excepción, producto del tránsito a un modelo de desarrollo neoliberal.

Rivalidades regionales llevan a enfatizar la necesidad de la “creación” de una nueva región con mayor autonomía.

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Triunfante el movimiento emancipador en América del Sur, Bolívar separó el Alto Perú (que se transformó en la República de Bolivia) del Perú. Con esta medida cortó la histórica relación costa – interior, rasgo permanente del sur andino. Este hecho no dejó indiferente a la población de Arica que debió reorientar su acción en busca de una relación con el Norte que no demostró mayor interés por ella. Suponemos que la situación en la zona era agobiante y la atención prestada por la capital insuficiente, debido a los términos expresados en la declaración de la junta de Tacna en el Cabildo Abierto de 1836, principal espacio de reunión de las élites locales: “...Acuerdo de la Junta: Se expresa la voluntad general de esta provincia, en acta, en siguientes artículos: 1º Que se declara separada de su capital Lima, por haber sido foco de las conspiraciones: Que no se ha recibido auxilio alguno en las urgentes necesidades a que ha visto reducido esta provincia por los espantosos terremotos del 31 y 32; Que el comercio (...) ha sido reducido casi a la nulidad por ningún interés de aquel gobierno de hacerlo prosperar (...) 2º Que tampoco quiere depender como provincia de capital Departamental de Arequipa (...). No ha tenido ese gobierno más consideraciones en esta provincia erigir contribuciones de dineros, gente y caballos. Por todo esto quiere erigirse en nuevo Departamento en unión de las provincias de Moquegua y Tarapacá (...)”. Aguayo, Marcos, Arica entre los años 1880 y 1940: su progreso y marginalidad. Seminario para optar al título de profesor de Historia y Geografía y Licenciado en Ciencias Sociales. Arica, Universidad de Tarapacá, 1989, p. 131. Esta es una de las más antiguas alusiones a la presencia de antagonismos que tienden a “boicotear” las aspiraciones locales. Los miembros del cabildo, como es lógico, aparecen como representando el interés general de la zona.


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La población reaccionó a través de movimientos sociales que fueron conducidos frecuentemente por las cámaras de comercio. A través de estas organizaciones, las elites tradicionales de la ciudad asumen el rol de mediadores discursivos, y la representación de toda la ciudad.

“Excelentísimo señor Presidente de la República, la Cámara de Comercio de esta ciudad impulsada por el unánime clamor de todo el comercio y particulares de Arica, se permite dirigir el presente memorial a V.E. para suplicarle que el gobierno arbitre algunas medidas para salvar la difícil situación actual, que amenaza hasta la misma existencia del Puerto.

Esta percepción de abandono se vio acentuada por su lejanía, respecto a los centros abastecedores del sur del país, lo que implicó el pago de altos fletes8. Además, los impuestos encarecen los artículos de primera necesidad9. A esto

V.E. no ignora que Arica no tiene vida propia, que vive casi enteramente del tránsito de mercaderías y pasajeros de la vecina República de Bolivia y en menor escala con las provincias del sur del Perú (...)”14.

se une la falta de un servicio regular de cabotaje, falta de firmas mayoristas y ausencia de crédito a comerciantes minoristas, por lo que se experimentó un grave desabastecimiento10. Existía la percepción que la integración, tanto con el resto del país y sus vecinos beneficiaría a Arica: “(...) como vértice de tres países limítrofes, Arica tendría su porvenir asegurado (...). El comercio internacional afluiría allí estableciendo grandes depósitos de mercadería para surtir al Norte de Chile, Sur del Perú y a Bolivia, (...). Arica podría llegar a ser la segunda ciudad comercial del país”11.

Las denuncias en contra de las autoridades nacionales claman soluciones rápidas: “(...) se han oído críticas desfavorables al conocerse por la prensa, que el Supremo Gobierno, dentro del plan de obras públicas, ha destinado crecidas sumas de dinero para extensión de esta clase de servicios en otras zonas, sin tomar en cuenta a Arica. Este mismo hecho ha sido comentado en corrillos, en el sentido que el gobierno se desentiende de Arica, que no se lleva a efecto ninguna obra pública en el departamento, argumentando sobre la suerte futura de Arica, con vistas a la entrega del departamento a Bolivia (...) Abraham Medina N. Alcalde”15.

Es acá donde el discurso justificativo asume su rol protector en la representación de la ciudad, la que se representa como poseedora de un destino brillante, frustrado por la acción o inacción de agentes externos, en este caso el Estado. Don Eledorio Ramírez había sido enviado a Santiago como delegado de las organizaciones de trabajadores para obtener beneficios para la ciudad, y declaró para el diario El Imparcial de la capital que “(...) Arica ha sido olvidada por todos los gobernantes (...)”12. En torno a lo mismo, el municipio solicitó “(…) al Gobernador por el Comité Pro defensa Proletaria: (…) Que en el reparto de víveres que hace el gobierno a algunos puertos del país, para ayudar a cesantes, se considere también a Arica (...)”13. La Cámara de Comercio de Arica en un memorial publicado el 12 de junio de 1931 expone:

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Muchas veces la ciudadanía ariqueña manifestó su percepción de postergación16, la que no cambiará, hasta la llegada del nuevo Presidente de Chile Don Carlos Ibáñez del Campo, quien le dio a esta ciudad, en 1953, el anhelo que durante muchos años le fue esquivo: convertir a Arica en Puerto Libre, lo que aparecía como fundamental, ya que “(...) con declarar Arica Puerto Libre, se consolidará su chilenización definitiva (...) la realización de esta idea, conjuntamente con asegurar un brillante porvenir al departamento, (...)

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Diario El Ferrocarril. 6 de enero de 1931. p. 2. Diario El Ferrocarril. 28 de enero de 1932. p.3. Diario El Ferrocarril. 7 de noviembre de 1932. p. 1. Aguayo, Marcos, Arica entre los años 1880 y 1940, p. 131. Diario La Gaceta. 15 de noviembre de 1952. p. 4. Diario La Gaceta. 20 de noviembre de 1931. p. 3.

14

15 16

Altamirano, Víctor, Estudio de la realidad socio-económica de Arica, a través de la Opinión Pública 1930 – 1990. Arica, Universidad de Tarapacá, 1993. Diario La Gaceta. 21 de enero de 1944. p. 4. Diario La Gaceta. 20 de octubre de 1952. p. 5.


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contribuiría, no sólo a suavizar y hacer desaparecer asperezas internacionales, sino a crear un ambiente de concordia y de paz con los países vecinos”17.

“(...) mientras en Iquique y Pisagua se hacen inversiones por muchos millones de pesos, Arica languidece por la falta de inversión (…) en Iquique, (…) se invierte en la construcción de un ferrocarril de quince millones, para Arica sólo se han destinado ciento cincuenta mil pesos para los caminos de Cosapilla y Guallatire, mientras en Iquique se han colocado préstamos mineros e industriales por cerca de un millón de pesos, en Arica sólo se ha colocado ciento veinte mil pesos”25.

Esta petición fue rechazada reiteradamente en el Congreso18. Otra solicitud para declarar a Arica Puerto Libre, fue el proyecto elevado al gobierno por el Comité de Defensa de Arica, a fines de 193319. Las continuas demandas generaron un Movimiento Social local, conformado por todos los colores políticos, siendo un movimiento local transversal. Ahora, los grupos obreros comienzan a incrementar su participación. Uno de los hitos importantes del sector fue la formación de la Junta Departamental de la Federación Obrera de Chile, con la participación de numerosos grupos obreros de los diversos gremios20, que organizó ampliados en donde “(...) se considerarán temas que interesan a la clase trabajadora y habitantes de Arica (...)”21. En unos de los primeros comités formado por la comunidad, el Congreso Pro‑Defensa de la Crisis, los gremios y sindicatos estaban presentes, ya que es “(…) indispensable que todas las fuerzas organizadas de Arica se reúnan y aúnen sus esfuerzos para cooperar con la autoridad en la lucha contra la crisis (...)”22. Aunque aumenta la organización de las clases trabajadoras, la representación de las demandas locales sigue estando legitimada en las elites locales quienes siguen ostentando el rol de mediadores discursivos y promotores de las consignas de la comunidad. El sector comercial estaba representado por la Cámara de Comercio23. Tal era su compromiso con la problemática local que le escribía al Presidente de la República Juan Esteban Montero “(...) para suplicarle quiera escuchar la petición de este pedazo de territorio nacional, tantos años disputado (...)”24.

Con la promulgación del Decreto 303, Arica comienza una etapa de auge, al amparo de una normativa de excepción: el Puerto Libre, que hasta el día de hoy asume una función mítica en el recuerdo de los ariqueños. Esta medida requirió un organismo regional con financiamiento propio para llevar adelante sus programas. Esta fue la Junta de Adelanto de Arica (J.A.A.), creada por Ley Nº 13.039, del año 1960, y que por mucho tiempo encarnó los intereses locales. Los ingresos más importantes de la Junta de Adelanto provienen de los impuestos locales, lo que generó una sensación de autonomía de parte de los personeros locales, pues podrían definir la realización de sus propias acciones de desarrollo. Sin embargo, esas proyecciones se vieron perturbadas por un proyecto del Gobierno Central tendiente a gravar las importaciones. Como consecuencia, ya en julio de 1961 se reactiva el Comité de Defensa Permanente de Arica. La percepción de los protagonistas es que aquí se juega el interés de Arica versus los intereses de Santiago representados por la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA): “(...) en cinco meses el Gobierno había enviado al Congreso Nacional 6 proyectos contra Arica (...) los cesantes deberán organizarse a ir a golpear a la Gobernación las puertas, a fin de que, así como el Gobierno se echó encima la responsabilidad de matar a un pueblo, tome la responsabilidad de procurarle su sustento a los miles de cesantes que habrá en esta ciudad”26.

Este grupo percibe diferencias en relación a otras ciudades del país:

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Diario El Ferrocarril. 16 de junio de 1933. p. 2. Diario El Ferrocarril. 1 de mayo de 1931. p. 4. Diario La Gaceta. 11 de julio de 1940. p. 1. Diario El Ferrocarril. 17 de mayo de 1932. p. 4. Diario La Gaceta. 19 de diciembre de 1942. p.4. Diario La Gaceta. 8 de agosto de 1941. p. 4. Enciclopedia de Arica. Arica, Editorial Enciclopedia Regional, 1972, p. 274. Diario El Ferrocarril. 2 de junio de 1931. p. 1.

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El 9 de enero de 1962 se vota la Ley 14.824 que modifica el régimen aduanero, incidiendo en la captación de recursos de la J.A.A. El comercio, la locomoción

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Diario El Ferrocarril. 15 de mayo de 1936. p.1. Diario La Concordia. 4 de enero de 1962. p.1.


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colectiva y el barrio industrial detuvieron totalmente sus faenas. El nivel de protesta fue tal, que finalmente detuvieron la idea del Ejecutivo. En este período, el descontento local comienza a mezclarse con los movimientos sociales propios del contexto histórico-social. A inicios de 1970, se percibía al Estado como el gran aliado de la clase trabajadora contra el empresariado. Sin embargo, ante las continuas ocupaciones de las industrias de parte de los obreros, el Estado deriva el problema a la justicia. Esto lleva a que en la población se reforzara la idea de que el gobierno es insensible a sus problemas y solo la acción local puede llevar a una solución, lo que reunifica a la población contra el “centralismo”. De esta manera, surge nuevamente la representación de los intereses locales en la figura de la Junta de Adelanto, cuyas relaciones con las autoridades centrales, son foco de tensión27. En general se mantiene el rol protector de los discursos justificativos, al mantener la idea del potencial sub-explotado de Arica28. Entre los principales problemas estaría el Estatuto electrónico que estrangularía el sistema de franquicias29: “Hace agua la industria electrónica ariqueña (...) sálvese el que pueda (…) entre los empresarios total desaliento”30. La situación crítica lleva al renacimiento del “Comité de Defensa de Arica”. Algunos políticos locales plantean que el “Centralismo”, pretende controlar a su antojo los fondos de la J.A.A. La población cree ser víctima de fuerzas superiores: “Hasta Anchovetas conspiran contra Arica”31. Podestá señala que las características de lo que denomina el “Estado de Compromiso” en la región, promovió un modelo de producción exógeno dependiente en gran parte del centro-sur del país, sustentado en demandas extra-regionales, construyendo un sistema productivo frágil, desequilibrado y sometido a la tendencia local de secuencias de bonanza-crisis de carácter permanente32.

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Diario La Defensa. 17 de marzo de 1972.p.1. Diario La Defensa. 4 de marzo de 1972.p.1. Diario La Defensa. 14 de marzo de 1972.p.1. Diario La Defensa. 11 de abril de 1973.p.1. Diario La Defensa. 25 de abril de 1973. p.3. Podestá, Juan, La invención de Tarapacá. Estado y desarrollo regional en Chile. Iquique, Ediciones Campus, 2004.

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Con la llegada del régimen militar, la prensa de la ciudad expresa esperanza en el rol que pueda jugar nuevamente la J.A.A. En este mismo sentido, el presidente de la J.A.A. don Luis Beretta Porcel declara el 14 de octubre de 1975, en el 17º aniversario de dicha institución: “Tengo plena confianza en el futuro de Arica con apoyo de la ciudadanía”33. La creación de la Provincia de Arica se ve como un paso hacia la autonomía34. Sin embargo, en este período las tasas de desocupación exceden los promedios nacionales, lo que se agravó con los cambios que en la estructura productiva surgieron a raíz de la apertura de la economía y de la eliminación de los tratamientos de excepción, que han repercutido en la provincia en sectores que anteriormente ocupaban un porcentaje importante de la fuerza de trabajo. Pese a contarse aún con franquicias de tipo aduanero, los empresarios ariqueños desconocían la duración de estas franquicias, a lo que se sumaba el costo del transporte y la lejanía de los centros de materias primas. Muchos problemas continuaban, como es el caso del agua y el alto costo de la electricidad, que frustraban las exportaciones. Las expectativas industriales se ven decepcionadas: “El industrial que se va de Arica, ya no regresa”35. La pequeña industria esperaba un trato más justo, lo que hace presente la idea en el imaginario colectivo de Arica, de una deuda histórica que el centro del país mantendría con esta ciudad, generando continuas solicitudes al gobierno central, que llevaron a que este enfatice su labor a través de la prensa: “Medidas de gobierno para Arica comentadas en todo Chile” o “El Gobierno ha entregado muchas cosas para Arica (...)”36. Así, en el contexto de un Gobierno Militar inspirado en doctrinas económicas neoliberales, no se puede esperar nada más. La llegada de la democracia renueva las aspiraciones reivindicativas de la ciudad. Como señala Podestá: “La movilización política, discusión pública, apertura de medios de comunicación social, resurgimiento de las organizaciones sindicales y poblacionales, la mayor presencia y actividad de los partidos políticos y la acción de diferentes organizaciones no gubernamentales configuraban

33 34 35 36

Diario La Defensa. 14 de octubre de 1975. p.2. Diario La Defensa. 15 de abril de 1974.p.1. Diario La Defensa. 4 de febrero de 1978.p.1. Diario La Defensa. 14 de junio de 1984. p.3.


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un escenario político interesante. Todos coincidían en la necesidad de preparar una estrategia regional democrática en que se escuchara la voz de los actores sociales”37. Este movimiento encontró eco en el gobierno y en 1995, el presidente Frei promulgó la Ley Arica y Parinacota, pero el contexto político-social local no era el mismo de décadas pasadas.

COMENTARIO FINAL Los habitantes de Arica han manifestado a lo largo de su historia una continua percepción de crisis38. Este hecho llevó a la construcción histórica de discursos que justificaban dicha situación. La construcción de estos discursos se origina como es lógico, en quienes tenían la posibilidad de emitirlos con cierta legitimidad, y por ende protagonizarían las luchas reivindicativas: los grandes propietarios y la élite política y comercial de la zona. La homogeneidad que presentaban estos grupos se relaciona con la unidad del discurso justificativo presentado en la primera mitad de la historia republicana de Arica. Con la aparición de nuevos actores que participarán en la construcción de estos discursos, la unidad presentada por el movimiento tiende a perderse. Paradójicamente este hecho viene a ser señalado en los últimos años como fuente importante en que se alimentarían los problemas de la ciudad.

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se erigen como las entidades que liderarán los movimientos sociales de descontento, como constructores y defensores de las consignas locales. Las justificaciones de dicha crisis se identifican en estos discursos con dos conceptos: abandono y centralismo, que serán citados constantemente y hasta nuestros días. Los partidos políticos y las estructuras estatales son vistas como antagonistas, a los que se les enfrenta a través de las organizaciones sociales locales, generalmente motivadas por el gremialismo. Estas manifestaciones y clamores locales se apagaron durante el régimen militar del General Pinochet, del que Arica no podía esperar mucho, en virtud de los nuevos paradigmas que conforman el Estado de los años ‘80. De esta manera, la idea arraigada en el ciudadano de Arica, en torno a la importancia estratégica y potencial económico de su ciudad, y su contraste con la realidad, solo puede ser explicada por el ariqueño a través de la teoría de la conspiración. Podemos concluir, en consecuencia, que estos discursos justificativos son un elemento más que interviene con la construcción de la identidad local, a través de la diferenciación del “otro” hasta la consolidación en definitiva de “lo propio”, tarea que se emprenderá de manera más precisa con el retorno a la Democracia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

En la primera etapa de la historia de Arica, el Estado es el que reconoce explícitamente, la situación de crisis de la ciudad, haciendo alusión a los caracteres presentes en este espacio que se relacionaban más con la tradición andinoperuana, que con el modelo “moderno” favorecido por las autoridades chilenas. La idea de crisis, en este momento, vendría a justificar la intervención “modernizante” del vencedor. Sin embargo, después de decidida la suerte última de los territorios de Tacna y Arica, el interés puesto en la zona por Santiago desaparece y se inicia una nueva etapa, en que los paros aparecen como las principales formas de protesta.

Fuentes

En esta etapa de nueva participación social, es que las Cámaras de Comercio

Altamirano, Víctor, Estudio de la realidad socio-económica de Arica, a través de la Opinión Pública 1930 – 1990. Arica, Universidad de Tarapacá, 1993.

Diario El Ferrocarril. 1918 – 1938. Diario La Defensa. 1970 – 1984.

Libros Aguayo, Marco, Arica entre los años 1880 y 1940: su progreso y marginalidad. Seminario para optar al título de profesor de Historia y Geografía y Licenciado en Ciencias Sociales. Arica, Universidad de Tarapacá, 1989.

Dijk, Teun van, Racismo y Análisis Crítico de los Medios. Barcelona, Paidos, 1997. 37 38

Podestá, Juan, La invención de Tarapacá. Estado y desarrollo regional en Chile, p.257. Con esto nos referimos a la percepción local de ser espacio considerado en las aspiraciones marítimas bolivianas, o “zona de guerra” en caso de un conflicto con Perú.

Enciclopedia de Arica. Arica, Universidad de Chile, 1972. Foucault, Michel, La arqueología del Saber. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.


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Habermas, Jurgen, “The Limits of Neo- Historicism”. Entrevista con Jean-Marc Ferry. Habermas, Jurgen. Autonomy and Solidarity. London. Verso. 1992. Mellafe, Rolando, Historia Social de Chile y América. Santiago, Editorial Universitaria, 1987. Pasquino, Gianfranco, Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, Diccionario de Política. México D.F., Siglo XXI, 1998. Podestá, Juan, La Invención de Tarapacá. Estado y Desarrollo Regional en Chile. Iquique, Ediciones Campus, 2004.

[Recibido el 17 de noviembre de 2014 y Aceptado el 8 de abril de 2015]

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Raúl Fernández. Francisco Javier Rosales Larraín. Personaje irreverente e ilustrado Decano de los diplomáticos en París, Santiago, Ril editores – Adica, 2013, 191 pp., fotos blanco y negro. ISBN 978-956-01-0037-5 A través de esta obra, Raúl Fernández realiza un valioso aporte a la historia diplomática de Chile, un género que ha sido escasamente desarrollado por los historiadores de este país. En este sentido, el trabajo aporta información relevante de los primeros esfuerzos realizados por una república que se había independizado recientemente, por ser reconocida en Europa. El libro de Fernández es un relato cronológico y descriptivo de la vida de Francisco Rosales sobre quien, pese a su importancia, no existían trabajos similares. Para construir esta narración el autor se apoyó principalmente en fuentes primarias sacadas del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, específicamente, la extensa correspondencia que Rosales envió al país desde el inicio de su labor en 1837 hasta sus últimos días como representante de la República en 1870. Más de cuatro décadas plagadas de hechos trascendentes tanto para Europa como para Chile. La obra está dividida en cuatro capítulos, siendo los más relevantes los relativos a su labor como diplomático. Rosales no sólo fue un interlocutor privilegiado, como se titula en uno de los capítulos, sino que además un testigo extraordinario de la guerra de Chile contra la Confederación, la revolución de 1848 y la guerra contra España. A grandes rasgos, Fernández reseña la labor de Rosales en la defensa de los intereses y posición de Chile en la Guerra contra la Confederación, la renegociación del empréstito chileno en Londres, el reconocimiento de la independencia por parte de la Santa Sede y de España, y su labor en la guerra contra este país. Respecto a este último punto, se destaca la claridad del diplomático para advertir que Chile no iba a recibir un gesto de solidaridad americana ni, menos, de Estados Unidos, tal como sucedió.


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Siendo una de las motivaciones del autor rescatar la historia de un antepasado, resulta difícil encontrar un análisis crítico de su labor como diplomático. En esta línea, cuesta saber si con intención o no, Fernández omite los fracasos cometidos por este diplomático, primero, en conseguir el apoyo de Argentina a la guerra de Chile contra la Confederación y, posteriormente, en la compra de la fragata Chile para pelear en este mismo conflicto, pero que por errores del mismo Rosales, llegó casi un año después de concluida la guerra. De igual manera, el autor no alcanza a dimensionar la trascendencia de la labor de Rosales considerando el contexto histórico que le tocó vivir. El diplomático fue por mucho tiempo la cara visible de Chile frente a Europa y los ojos de aquel país frente a un mundo que parecía avanzar a pasos agigantados. De ahí que gran parte de su correspondencia esté destinada a sugerir una serie de cambios y modificaciones de un modelo que parecía obsoleto. Su experiencia merece ser analizada en comparación a la de otros americanos que siguieron su mismo camino, enfrentados a la doble tarea de validarse como representantes y de conseguir el reconocimiento para repúblicas nobles e inestables. El apoyo en bibliografía clásica, historias generales de comienzos de fines del siglo XIX y comienzos del XX, como Diego Barros Arana, aunque delinean con claridad la sucesión de hechos, impiden problematizar y profundizar sobre un tema relevante, la construcción del Estado nacional durante del siglo XIX. Desde el punto de vista formal, el estilo es ameno. Entre los pocos errores, se reiteran algunos pie de página y a veces pareciera no haber claridad en el criterio para la selección e inclusión de ciertas citas como parte del texto principal. En resumen, faltaba un trabajo como éste que diera cuenta de la enorme labor realizada por Francisco Javier Rosales como representante de Chile en Europa. La obra deja a disposición de los historiadores, referencias documentales que permitirán estudiar con mayor detención y profundidad la tarea emprendida por este diplomático en un periodo de enorme trascendencia para la construcción del Estado.

Gonzalo Serrano del Pozo Universidad Andrés Bello, Chile gserrano@unab.cl [Recibido el 1 de noviembre de 2014 y Aceptado el 30 de enero de 2015]

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DESCRIPCIÓN Y NORMAS DE PRESENTACIÓN DE HISTORIA 396 La Revista Historia 396, del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, es una publicación en papel (con soporte digital de acceso abierto) editada semestralmente, dedicada a los estudios históricos y de carácter interdisciplinario para el análisis y la comprensión del pasado, los problemas metodológicos y conceptuales. Los artículos recibidos serán sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de los evaluadores pares, quienes podrán sugerir modificaciones al autor. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores serán anónimos. La decisión final de publicar o rechazar los artículos es tomada por el Editor y los co-editores, basándose en los informes presentados por los evaluadores. Esta revista no posee limitación espacial ni temporal de los problemas a tratar. Historia 396 contempla la publicación de investigaciones relacionadas con los diversos campos de la Historia, con particular interés en la Historia de Chile, América y de Europa. Los artículos deberán ser originales y al momento de ser enviados a Historia 396 no deben estar sometidos a evaluación o arbitraje en otra revista o publicación académica. Los autores ceden sus derechos de publicación a la revista.

1. ARTÍCULOS 1.1. Sistema de arbitraje Los artículos recibidos se someterán a la consideración del Comité Editorial. Si estos cumplen con los lineamientos y requisitos de la revista serán enviados a dos evaluadores externos (sistema de pares ciegos). En los casos de evaluaciones contradictorias, se recurrirá a un tercer evalua-


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dor. Los autores de artículos aceptados o rechazados serán oportunamente informados y recibirán las evaluaciones correspondientes. De los artículos aceptados podrán requerirse modificaciones, que deben realizarse en el plazo de un mes, para ser incorporados definitivamente. El orden de aparición de los artículos será materia que le compete solamente al Comité Editorial. Todos los trabajos publicados por la revista serán de su propiedad y podrán ser reproducidos solo con la autorización del Comité Editorial. 1.2. Aspectos formales Número de páginas: 30 como máximo. Hoja: tamaño carta. Márgenes: 3 cm. por cada lado. Interlineado: 1,5. Letra: Arial, tamaño 11. Notas y citas a pie de página: Interlineado simple, Arial 9. Imágenes, cuadros, gráficos: El permiso para reproducir imágenes es responsabilidad del autor del artículo. 1.3. Estructura Título de artículo centrado con negrita. Título en castellano e inglés. Identificación del autor. Incluir pertenencia institucional y correo electrónico. Resumen en español e inglés (máximo 250 palabras cada uno). Palabras clave: 4 a 5. Desarrollo. Bibliografía al final del artículo (solamente la referenciada en el artículo y siguiendo la norma de citación de la revista). 1.4. Citas de libros Apellido, Nombre, Título del libro. Ciudad, Editorial, Año, p. o pp. Ej. Collier, Simon, Chile: la construcción de una república 1830-1865. Política e ideas. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005, p.56 o pp. 56 – 59. Cita del mismo texto inmediatamente posterior: Ibíd., p. 78. Cita del texto en nota no inmediata: Collier, Chile: la construcción de una república, p. 60. El formato op. cit. no debe usarse bajo ninguna circunstancia. 1.5. Citas de artículos Apellido, Nombre, “Título del artículo”. Nombre de la revista. Volumen. Número. Año. p. o pp.

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Ej.: Coakley, John, “Mobilizing the past: nationalist images of history”. Nationalism and Ethnic Politics. Vol.10. Nº 4. 2004. pp. 531 – 560. Cita del texto en nota no inmediata: Coakley, “Mobilizing the past”. 1.6. Citas de artículos contenidos en un libro Apellido, Nombre, “Título del artículo”. Nombre del compilador(es) o editor(es). Nombre del libro. Ciudad. Imprenta. Año. p. o pp. Ej.: Burucúa, José y Campagne, Fabián, “Mitos y simbologías nacionales en los países del Cono Sur”. Annino, Antonio y Guerra, François Xavier (eds.). Inventando la Nación. Iberoamérica siglo XIX. México. Fondo de Cultura Económica. 2003. pp. 433-474. 1.7. Citas de publicaciones periódicas y obras generales Nombre del periódico o revista. Ciudad. Día del mes y año. “Título del artículo”. (Señalar la página, si la hubiere). En caso de que el artículo tenga autor se citará de la siguiente manera: Apellido, Nombre, “Título del artículo”. Nombre del periódico o revista. Volumen o Número. Ciudad. Fecha. p. o pp. Ej.: Salinas, Rolando, “Salud, ideología y desarrollo social en Chile, 1830-1950”. Cuadernos de Historia N° 3. 1983. pp. 35 - 45. 1.8. Material inédito o de Archivo Título del documento. Ciudad. Fecha. Archivo. Nombre del Fondo. Volumen. Pieza. Foja. Ej.: Pedro Godoy a Joaquín Prieto. Lima. 27 de octubre de 1838. Archivo Nacional de Santiago. Fondos Varios. Vol. 47. Pieza 76. f. 36. 1.9. Imágenes, cuadros, gráficos Deben estar relacionados con la materia tratada por el artículo e ir insertos al final de artículo (antes de la bibliografía) numerados. Deben tener buena resolución. 1.10. Materiales de Internet (documentos, noticias, etc.) Se debe señalar claramente el nombre del artículo, medio de información y fecha. (Luego señalar link http).

2. RESEÑAS Autores, título de libro reseñado, editorial, ciudad, año y número de páginas. Identificación del autor de la reseña. Incluir pertenencia institucional y correo electrónico. Número de páginas: 5 a 6 como máximo. Hoja: tamaño carta. Márgenes: 3 cm. por cada lado. Letra: Arial, tamaño 11.


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DESCRIPTION AND UNIFORM REQUIREMENTS FOR MANUSCRIPTS SUBMITTED TO HISTORIA 396 Historia 396 is a twice yearly journal (also available on an electronic version) edited by the Institute of History, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, that publishes papers related to historical and interdisciplinary studies for the analysis and understanding of the past and its methodological and conceptual problems. The articles will be submitted to a process of arbitration with peer evaluators being in charge who can make suggestions to the author. During the evaluation, the names of the authors as well as those of the evaluators will be anonymous. The final decision of publishing or rejecting the articles is made by the Editor, based on the reports presented by the evaluators. This journal does not limit the temporal or spatial setting of any of the issues to be dealt with in it. Historia 396 publishes research on different historical studies, but it is particularly interested in the history of Chile, America, and Europe. Articles must be original and unpublished and they shall not be under evaluation or inspection from any other academic journal when submitted to Historia 396. Authors must transfer their publication rights to the journal.

1. ARTICLES 1.1. Referee system All submitted papers will be under the Editorial Board review. If the articles meet the requirements and guidelines of the journal, they will be sent to two external reviewers (blind peer review process). In case there is contradicting review, there will be a third reviewer.


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Authors will be informed at the proper time about the acceptance or rejection for publication of their articles and will receive their corresponding evaluations. In case accepted articles need to be modified, such modifications and changes must be done within one month. It is incumbent only on the Editoral Board to arrange the publication of the articles. All published work will be property of the journal and may be reproduced only under authorization of the Editorial Board. 1.2. Formal aspects Maximum number of pages: 30 pages. Page size: letter. Margins: 3 cm each side. Line spacing: 1,5. Font: Arial, size 11. Footnotes: Single space, Arial 9. Images, graphics, and charts: Permission to reproduce images is the author’s responsibility. 1.3. Structure Title of the article: centered, bold font. Information about the author: Please include the name of the institution and author’s e-mail address. Abstract both in English and Spanish (maximum number of words: 250). Key words: 4 to 5. Body. Reference section at the end of the article (only those references cited in the article, following the citation guidelines of the journal). 1.4. Reference list: books Author, Name, Title of work. Location, Publisher, Year of publication, p. or pp. Ex: Collier, Simon, Chile: la construcción de una república 1830-1865. Política e ideas. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005, p.56 o pp. 56 – 59. Citing a text immediately after the full citation of a source: Ibíd., p. 78. Citing a text after the full citation of a source: Collier, Chile: la construcción de una república, p. 60. The term “op. cit.” may not be used under any circumstance. 1.5. Reference list: articles. Author, Name, “Title of article”.Title of periodical. Volume. Number. Year. p. or pp. Ex.: Coakley, John, “Mobilizing the past: nationalist images of history”. Nationalism and Ethnic Politics. Vol.10. Nº 4. 2004. pp. 531 – 560.

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Citing a text after the full citation of a source: Coakley, “Mobilizing the past”. 1.6. Reference list: article in an edited book. Author, Name, “Title of article”. Name of editor (eds.). Title of book. Location. Publisher. Year. p. or pp. Ex.: Burucúa, José Emilio y Campagne, Fabián, “Mitos y simbologías nacionales en los países del Cono Sur”. Annino, Antonio y Guerra, François Xavier (eds.). Inventando la Nación. Iberoamérica siglo XIX. México. Fondo de Cultura Económica. 2003. pp. 433 - 474. 1.7. Reference list: articles in periodicals and general works Title of periodical or newspaper. Location. Date of publication. “title of the article” (page number, if any). In case the article has an author, the reference will be done as follows: Author, Name. “Title of the article”. Title of periodical or newspaper. Volume or issue. Location. Date. Ex.: Salinas, Rolando. “Salud, ideología y desarrollo social en Chile, 1830-1950”. Cuadernos de Historia. Número tres. 1983. pp. 35-45. 1.8. Unpublished or archived material. Title of document. Date. Archive. Title of Collection. Volume. Section. Sheet. Ex.: Pedro Godoy a Joaquín Prieto. Lima. 27 de octubre de 1838. Archivo Nacional de Santiago. Fondos Varios. Vol. 47. pieza 76. f. 36. 1.9. Images, graphics, and charts: All visual material shall be related to the matter dealt with in the paper, numbered, and inserted at the end of the article (before the reference section). Good image resolution is required. 1.10. Electronic sources (online document, news, etc) Name of the article, media and date must be clearly stated. (the http link must be included).

2. REVIEWS Author(s), title of book, publisher, location, year and number of pages. Information about the author: Please, include the name of the institution and author’s email address. Number of pages: 5 to 6. Page size: letter. Margins: 3 cm each side. Font: Arial, size 11.


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